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Tabula Rasa

Print version ISSN 1794-2489

Tabula Rasa  no.33 Bogotá Jan./Mar. 2020

https://doi.org/10.25058/20112742.n33.07 

Contra el Olvido

Fantasías de libertad: una comparación entre la servidumbre por contrato y el complejo industrial fronterizo en Exit West, de Mohsin Hamid, y Sea of Poppies, de Amitav Ghosh*

Fantasies of Freedom: Comparing Indentured Labor and the Border Industrial Complex in Mohsin Hamid’s Exit West and Amitav Ghosh’s Sea of Poppies

Fantasias de liberdade: uma comparação do trabalho servil contratado e do complexo industrial fronteiriço na obra Exit West, de Mohsin Hamid, e Sea of Poppies de Amitay Ghosh

Amrita Mishraa 

a Estudiante doctoral, Department of English. University of Texas at Austin, USA. Orcid ID: orcid.org/0000-0001-8257-7484. amrita.mishra@utexas.edu


Resumen:

Este artículo se propone reorientar el marco de análisis en el que se ha considerado la mano de obra india que trabaja en la modalidad de servidumbre por contrato -suministrada desde la India colonial a plantaciones de caña en el Caribe, isla Mauricio e islas Fiyi, entre otros lugares-. Aunque la servidumbre por contrato suele tratarse de manera aislada o se considera un «nuevo sistema de esclavitud» (Tinker, 1974), este artículo adopta las intervenciones de Lisa Lowe (2015) y Clare Anderson (2009) para afirmar que la servidumbre por contrato como «innovación colonial» (Anderson, 2009) debe considerarse en estrecha relación con el tráfico transatlántico de esclavos y los asentamientos penales coloniales, y las maneras como esos sistemas conectados hacen posible un cambio y una transformación del imperio británico entre los siglos XVIII y XIX. De conformidad con los presupuestos de esta edición, este artículo usa el espacio imaginativo de Exit West, de Mohsin Hamid (2017), y Sea of Poppies, de Amitav Ghosh (2008), para argumentar que el sistema de servidumbre por contrato y el actual complejo industrial fronterizo nos ofrecen semejanzas específicas que permiten una comparación productiva. La representación que hace Ghosh de la servidumbre por contrato, sostengo, reifica la contradicción central del liberalismo de mediados del siglo XIX, que las narrativas coloniales libertarias imaginan como una superación exitosa de la esclavitud mediante la libertad en la forma de libre comercio ampliado, aun cuando directamente exigen y oscurecen la violencia colonial y niegan las mismas libertades a ciertos cuerpos racializados, como los trabajadores en servidumbre. De igual manera, la novela de Hamid permite un alivio a la actual tensión manifiesta entre la fantasía neoliberal del flujo de mercancías, mano de obra y capital sin fronteras ni regulaciones, y la reciente fortificación fronteriza, una disonancia que repite las disonancias del liberalismo. En un esfuerzo por unir un linaje de momentos históricos que exponen las líneas defectuosas de las fantasías liberal y capitalista de libertad, comparo la servidumbre por contrato del complejo industrial fronterizo para demostrar en últimas cómo la fortificación de las fronteras en realidad no se opone, sino que promueve los deseos neoliberales de fronteras abiertas.

Palabras clave: servidumbre por contrato; esclavitud; complejo industrial fronterizo; migración; liberalismo

Abstract:

This article seeks to reorient the frame of analysis within which Indian indentured labour-supplied from colonial India to sugar plantations in the Caribbean, Mauritius, and Fiji, amongst other sites-has been considered. While indenture is often treated in isolation or deemed a “new system of slavery,” (Tinker, 1974), this article takes up the interventions of Lisa Lowe (2015) and Clare Anderson (2009) to contend that indenture as a “colonial innovation” (Anderson, 2009) should be reckoned with intimately in relation to the transatlantic slave trade and colonial penal settlements, and the ways in which such connected systems enable a shift and transformation of the British Empire between the eighteenth and nineteenth centuries. In keeping with this issue’s investments, this article uses the imaginative space of Mohsin Hamid’s 2017 Exit West and Amitav Ghosh’s 2008 Sea of Poppies to argue that the system of indentured labor and the contemporary border industrial complex offer us specific similarities that afford a productive comparison. Ghosh’s representation of indentured labor, I contend, reifies mid-19th century liberalism’s central contradiction-that colonial narratives of freedom imagine a successful overcoming of enslavement through freedom in the form of expanded free trade, even as they at once require and obscure colonial violence and deny such freedoms to certain racialized bodies, such as indentured laborers. Similarly, Hamid’s novel helps to throw into relief our contemporary moment’s ostensible tension between the neoliberal fantasy of the unregulated borderless flow of goods, labor, and capital, and recent border fortification-a dissonance that echoes liberalism’s dissonances. In an effort to assemble a lineage of historical moments that expose the fault lines of liberal and capitalist fantasies of freedom, I compare indenture to the border industrial complex to ultimately demonstrate how border fortification actually does not oppose but rather furthers neoliberal desires for open borders.

Keywords: indentured labor; slavery; border industrial complex; migration; liberalism

Resumo:

Este artigo procura reorientar o quadro de análise em que foi considerado o trabalho servil indiano -fornecido pela Índia colonial para as plantações de açúcar no Caribe, ilhas Maurícias e Fiji, entre outros locais-. Embora o trabalho servil contratado seja frequentemente tratado de modo isolado ou considerado um “novo sistema de escravidão” (Tinker, 1974), este artigo retoma as intervenções de Lisa Lowe (2015) e Clare Anderson (2009) para argumentar que é uma “inovação colonial ”(Anderson, 2009) que deve ser considerada intimamente em relação ao comércio transatlântico de escravos e às colônias penais, assim como em relação às maneiras pelas quais esses sistemas conectados permitiram uma mudança do Império Britânico entre os séculos XVIII e XIX. Para manter os investimentos desta edição, este artigo usa o espaço imaginativo Exit West de Mohsin Hamid (2017) e Sea of Poppies de Amitav Ghosh (2008) para defender que o sistema do trabalho servil contratado e o complexo industrial fronteiriço contemporâneo nos oferece similaridades específicas que permitem uma comparação produtiva. A representação de Ghosh do trabalho servil, eu afirmo, reifica a contradição central do liberalismo de meados do século XIX, que as narrativas coloniais de liberdade imaginam uma superação bem-sucedida da escravidão por meio da liberdade na forma de livre comércio expandido, mesmo quando exigem e obscurecem a violência colonial e negam essas liberdades a certos corpos racializados, como os trabalhadores contratados. Da mesma forma, o romance de Hamid ajuda a aliviar a tensão ostensiva do nosso momento atual entre a fantasia neoliberal do fluxo desregulado de mercadorias, trabalho e capital e a recente fortificação das fronteiras -uma dissonância que ecoa as dissonâncias do liberalismo-. Em um esforço para reunir uma linhagem de momentos históricos que expõem as fissuras nas fantasias liberais e capitalistas de liberdade, comparo o trabalho servil contratado com o complexo industrial fronteiriço para finalmente demonstrar como a fortificação da fronteira na verdade não se opõe, mas favorece os desejos neoliberais de fronteiras abertas.

Palavras-chave: trabalho servil contratado; escravidão; complexo industrial fronteiriço; migração; liberalismo

Introducción

En el universo de Exit West [Salir al Oeste], la novela de Mohsin Hamid, preseleccionada al premio Man Booker Prize en 2017, hay puertas mágicas que sirven de portales que al instante «te llevan a otro lugar, muchas veces a lugares muy lejanos» (Hamid, 2017, p.72). Aquí, para el migrante que intenta escapar o «salir al oeste» desde ciudades no identificadas, asoladas por la guerra, a las zonas relativamente más seguras del norte global nombradas y representables, las puertas de Hamid están diseñadas para desvanecer la distancia física y socavar las fronteras nacionales. Sin duda, por un lado, no sorprende que la posibilidad del libre movimiento de cuerpos y por ende de mercancías, capital y mano de obra allane el terreno para una fantasía de desenfadado neoliberalismo / o una fantasía neoliberal de desenfadada globalización1. Hamid nos ofrece breves estampas que glorifican la repentina movilidad global que cada quien tiene en potencia: dos ancianos se enamoran en un recorrido espontáneo desde Brasil (el único de los pocos lugares identificados en el sur global) hasta los Países Bajos, una madre en Estados Unidos puede usar una puerta para recuperar a su hija de un orfanato en Tijuana, y un contable en Londres al borde del suicidio descubre una puerta para terminar feliz en las playas de Namibia. Y pese a ello, al mismo tiempo que Exit West parece celebrar una visión de la globalización mediante la migración no impedida por barcos hundidos o caravanas paradas, la novela también demuestra la imposibilidad de realizar esta fantasía de movilidad universal. Aun cuando las puertas mágicas están diseñadas para trastocar las fronteras nacionales -lo que según Cameron Smith (2018) son «fundamentalmente relaciones de poder colonial continuo» que «reifican las divisiones globales de poder fijadas por el moderno colonialismo europeo y el imperialismo occidental permanente» (p.15)- esas puertas descubiertas por las autoridades estatales llegan a estar fuertemente custodiadas y militarizadas para reproducir la violencia de las fronteras. Ese mundo sin fronteras, en apariencia «libre» y experimentado universalmente, se ve entonces marcado una vez más por las desigualdades de poder global, xenofobia y un nuevo ciclo de infraestructuras coloniales.

Mediante el dispositivo de las puertas, Hamid parece indicar una disonancia fundamental: que aun dentro de la fantasía neoliberal de libre movimiento, en la novela que suprime las dificultades vividas por los migrantes en sus travesías entre fronteras coloniales y terrestres o marítimas, los aparatos de Estado imperialistas pueden operar para regular, vigilar y criminalizar los cuerpos de los migrantes en la frontera o la puerta para reestructurar la precariedad de dichos tránsitos. Las puertas de Exit West entonces plantean una pregunta urgente que han asumido muchos académicos de los estudios sobre inmigración (Varsanyi, 2007; Sparke, 2006; Hollifield, 2004), y que inspiran en parte la carga central de este artículo: ¿cómo podemos negociar las fuerzas al parecer divergentes de nuestra época actual de la fantasía neoliberal del libre flujo de materias primas, mano de obra y capital sin fronteras, y la fortificación de las fronteras nacionales?2 Y, ¿qué implicaría trazar un linaje de momentos históricos caracterizados por contradicciones similares en el liberalismo que ponen al descubierto tanto las líneas fallidas de las discrepancias en las promesas del neoliberalismo actual y la vacuidad de la retórica que criminaliza al migrante no autorizado?

La producción reciente en los estudios fronterizos críticos intenta demostrar que, esas fuerzas al parecer contradictorias no siempre están necesariamente en contraposición, sino que más bien si podemos conceptualizar la frontera como un «lugar básico en el cual se combinan el Estado y el capital para ejercer poder autoritario» (Smith, 2018, p.14), como lo sostiene Cameron Smith, entonces la creciente militarización de las fronteras se pone realmente en funcionamiento «para reproducir los mecanismos y las relaciones de poder necesarias para la reproducción del capitalismo neoliberal» (p.14). Al presentar la frontera de este modo, Smith establece la idea del «complejo industrial fronterizo», teorizado por Angela Mitropoulos como «un agregado global de sistemas de control fronterizo, en el que el Estado y el capital se combinan para convertir “el control de los migrantes… en dinero y ganancias”» (como se cita en Smith, 2018, p.7). Más específicamente, para Michael Dear (2013) y Tanya Golash-Boza (2009), ese agregado combina los intereses de los sectores público y privado para la construcción, el sostenimiento y la expansión de medidas de seguridad fronterizas, la regulación de los cuerpos criminalizados de los migrantes, y la proliferación de una «retórica antiilegal» (como se cita en Smith, 2018, p. 7).

Este artículo argumenta que el complejo industrial fronterizo desmitifica la aparente disonancia entre las fuerzas de mercado no regulado y las fronteras fortificadas, y en lugar de ello teoriza el control fronterizo como una ayuda más bien para fomentar los deseos neoliberales. Sostengo que podemos comprender mejor cómo la fortificación de fronteras conduce -en lugar de obstruir- a la «reproducción del capitalismo neoliberal» (Smith, 2018, p.205), localizando semejanzas entre el complejo industrial fronterizo actual y anteriores aparatos coloniales que también se caracterizan por esta contradicción. Uno de esos sistemas coloniales, en el que se centra este artículo, es el de la servidumbre por contrato, mediante la cual entre 1838 y 1917, se reclutó voluntariamente, y muchas veces de manera involuntaria, usando métodos de secuestro y engaño a más de tres millones de trabajadores de la India colonial y alrededor de 20.000 trabajadores de China para ir a trabajar a otras posesiones coloniales británicas -desde plantaciones de azúcar en las Indias occidentales y Mauricio hasta África del este- en su mayor parte para compensar la mano de obra que la esclavitud ya no brindaba. Mediante una exploración del espacio imaginativo de dos novelas -la ya presentada Exit West, de Hamid, y Sea of Poppies [Mar de amapolas], de Amitav Ghosh, preseleccionada a los premios Man Booker de 2008- al lado de historias y teorizaciones de la servidumbre por contrato y del viraje del imperio británico del mercantilismo del siglo XVIII al libre comercio del siglo XIX, y la academia en estudios fronterizos críticos, identifico dos paralelos específicos entre la infraestructura colonial de servidumbre por contrato y el actual complejo industrial fronterizo.

Uso servidumbre por contrato como punto generador de comparaciones de rasgos particulares, porque la servidumbre por contrato, como lo ilustra Sea of Poppies, y como lo ha teorizado de manera más destacada Lisa Lowe (2015), produjo nociones divergentes de «libertad» que fueron instrumentalizadas por el imperio británico con el propósito de expandir el libre comercio y los flujos de mano de obra entre sus posesiones coloniales a mediados del siglo XIX, a la par que dependía de la estricta regulación de los cuerpos migrantes en condición de servidumbre por contrato. La disonancia de lo que connota la palabra «libertad» repite la fantasía neoliberal del libre movimiento y la globalización que abundan en la retórica actual y que es parte aceptada por las puertas mágicas de Hamid. La primera semejanza específica entre la servidumbre por contrato y el complejo industrial fronterizo, que afirmo que ambas novelas desarrollan, a través de las puertas mágicas de Hamid y de la imaginación de un barco que transporta trabajadores en condición de servidumbre por contrato y convictos de Calcuta a Mauricio en vísperas de la Guerra del Opio, en la novela de Ghosh, es la tensión central en ambos sistemas entre una «fantasía de libertad» colonial o neoliberal respectivamente, y el control y la militarización de fronteras por parte del Estado, que Monica Varsanyi y Joseph Nevins llaman «contradicciones fronterizas» (Varsanyi & Nevins, 2007, p.224). Aun cuando parece haber una divergencia entre el deseo de libre movimiento global y el control fronterizo, demuestro cómo Exit West y Sea of Poppies hacen visible la manera como ambos aparatos en realidad usan este último para impulsar el primero. El otro paralelo que delinea este artículo entre la servidumbre por contrato y el actual complejo industrial fronterizo es el ingreso condicionado del migrante -ambos sistemas dependen del libre flujo de mano de obra, aunque movilicen la retórica que aliena y criminaliza al migrante.

Para mantener estos paralelos entre un sistema de trabajo colonial y un complejo moderno tiene apuestas en ambas direcciones. De un lado, extraer comparaciones específicas entre la servidumbre por contrato y el actual complejo industrial fronterizo, nos brinda la oportunidad de diagnosticar mejor nuestro actual momento político neoliberal y permite intervenciones en los estudios fronterizos críticos. En particular, la lectura comparativa de las novelas de Hamid y Ghosh pone de relieve cómo la fortificación de las fronteras, la detención de migrantes y la criminalización del cuerpo del migrante funcionan de manera concertada con la fantasía neoliberal del libre flujo de mercancías, mano de obra y capital e incluso la promueven. Identificar paralelos abre la posibilidad de cuestionar no solo cómo los incentivos de lucro modelan las prácticas fronterizas y de hecho promueven la regulación y detención de migrantes hoy en día -como se ha establecido en el campo- sino también cómo la regulación de tránsitos fronterizos puede afectar la naturaleza misma de los intereses capitalistas involucrados. Si, como busca demostrar este artículo, estudiosos como Lisa Lowe (2015) sostienen que la transición a la servidumbre por contrato desde la esclavitud, inauguró un cambio en el dominio colonial y expandió el libre comercio, entonces quedamos con la pregunta de cómo, de igual forma, el complejo industrial fronterizo anticipa y tiene la capacidad de liderar nuevas formas de capitalismo neoliberal.

De otro lado, la ubicación de paralelos entre un fenómeno actual y un régimen laboral colonial, también enriquece el tratamiento de la servidumbre por contrato en los estudios poscoloniales y transnacionales. Mi análisis comparativo pretende reorientar el marco de análisis en el que se ha situado la servidumbre por contrato de manera que se la considera de manera más estrecha en relación con el tráfico de esclavos trasatlántico, los asentamientos penales coloniales y la transformación del imperio británico. De manera específica, enmarcar la servidumbre por contrato como comparable con el complejo industrial fronterizo, cumple una importante intervención material en los estudios de la servidumbre por contrato, pues pone de relieve no solo las motivaciones económicas para introducir la servidumbre por contrato como sustituto de la mano de obra esclava sino también las formas como esta introducción facilitó la transformación de las mismas fuerzas capitalistas.

Con el fin de establecer dos paralelos específicos entre la servidumbre por contrato y el complejo industrial fronterizo a través de Exit West y Sea of Poppies, este artículo comienza trazando los contornos de la academia que teoriza sobre el complejo industrial y las maneras como reconcilia la disonancia entre una fantasía neoliberal de libre movimiento y mayor seguridad fronteriza. Luego recurro a Exit West de Hamid para analizar cómo el dispositivo mágico de las puertas en la novela acrecienta la tensión y simultaneidad de esta disonancia. En las secciones siguientes del artículo, esbozo teorías e historias del sistema de servidumbre por contrato para ubicar paralelos particulares entre esta infraestructura y la del complejo industrial fronterizo, y luego investigo Sea of Poppies de Ghosh para analizar la manera como la novela también reifica las ideas contradictorias de «libertad».

Teorizando el complejo industrial fronterizo

Michael Dear, Angela Mitropoulos, y Tanya Golash-Boza conceptualizan el complejo industrial fronterizo como un aparato de Estado que combina intereses públicos y privados con una motivación de lucro. De manera similar al complejo industrial carcelario y al complejo industrial militar, el complejo industrial fronterizo ha sido teorizado como uno que involucra «flujos de dinero, contratos, influencia y recursos entre una vasta red de personas, lobistas, corporaciones, bancos, instituciones públicas y funcionarios electos» (Dear, 2013, p.124), y un complejo que genera mediante el control y la detención de migrantes criminalizados no solo ganancias sino también capital. Por ejemplo, Dear (2013) sitúa el auge del complejo en el momento a mediados de la década de 2000 en que la administración de George W. Bush introdujo la Iniciativa Fronteriza de Seguridad de Estados Unidos, que criminalizaba la migración indocumentada, de manera que las prácticas de «atrapar y soltar» se metamorfosearon en políticas de «atrapar y devolver» (p.107). La subsiguiente detención, procesamiento y deportación de migrantes, asegura Dear (2013), permitió a los agentes fronterizos irónicamente trasladar a los migrantes -detenidos por su propio movimiento- a lugares más remotos dentro de Estados Unidos que reducirían la capacidad de esos migrantes de encontrar apoyo legal o emocional, mientras que de manera simultánea permitía y anticipaba aún más la creación de instalaciones de detención públicas y privatizadas, incentivadas por nuevos empleos y ganancias3. De igual forma, Mitropoulos (2015) señala al complejo industrial fronterizo de finales de los 2000 en Estados Unidos de hacer visibles las posibilidades de generación de lucro y capital mediante la seguridad y la militarización fronterizas: específicamente ella usa el ejemplo del senador Robert Boyd, presidente del subcomité de apropiaciones en Seguridad Interior, quien en 2009 estableció una «cuota de camas», o cuota por el número de migrantes detenidos, para el mayor éxito monetario de las empresas privadas contratadas, como Corrections Corporation of America (Mitropoulos, 2015, par. 15). Para Mitropoulos (2015), dicha cuota se convierte en una manera de generar ganancias, pero también capital, porque sirve como «mecanismo rudimentario para calcular el riesgo» (par. 16) y anticipa los futuros márgenes de ganancia y las pérdidas de los inversionistas. Mediante su capacidad de atraer futura inversión pública y privada en el control y la detención de migrantes, la cuota de camas no solo es un síntoma del complejo industrial fronterizo, sino además un mecanismo que, mediante la generación de capital, en realidad «impulsa el crecimiento» del complejo mismo (Mitropoulos, 2015, par. 17).

Pero aun cuando esta academia desmitifique la relación entre la fortificación de las fronteras y la motivación de lucro para las partes públicas y privadas involucradas en esa fortificación, no reconcilia necesariamente la doble función que articulan las puertas en Exit West. Esto es, ¿cómo lidian con los beneficios simultáneos de la ganancia derivada del control fronterizo y el compromiso del neoliberalismo con la maximización de las ganancias mediante el libre movimiento de mano de obra y capital? Además, ¿cómo la seguridad fronteriza no solo genera ganancias de los detenidos, sino que también se beneficia de la mano de obra libre no detenida y con frecuencia indocumentada de la que depende la lógica neoliberal? Mitropoulos (2015) hace mención de estos impactos más amplios en su discusión del complejo industrial fronterizo: «algunos capitalistas respaldan el ingreso condicionado de trabajadores migrantes y… estas condiciones (la exclusión, digamos, de la atención médica o de condiciones laborales específicas) son de hecho mecanismos de control fronterizo, cuya función es crear trabajadores que trabajen por pagas tan cercanas a nada como sea posible» (par. 19).

La cuestión de cómo la política de fronteras e inmigración afecta la naturaleza de la fuerza laboral criminalizada, de la que se benefician las economías nacionales, entra en el debate mayor en torno a qué rol y función precisos tienen las fronteras nacionales en los procesos de migración transnacional. Académicos como Michael Kearney, Akhil Gupta, Aradhana Sharma y Liisa Malkki afirman que los tránsitos fronterizos ilegales a gran escala socavan el poder de las fronteras y por ende justifican una reconsideración de la frontera como estructura hegemónica (Gomberg-Muñoz & Nussbaum-Barberena, 2011, p.367). Otros, como Robert Alvarez, Grace Chang y Andre Drainville afirman contrariamente que dichos tránsitos no son sintomáticos de la pérdida de legitimidad de las fronteras sino más bien «una manifestación de poder [de las fronteras]» (Gomberg-Muñoz & Nussbaum-Barberena, 2011, p.367).

De manera similar, como lo observaban los editores Monica Varsanyi y Joseph Nevins, varios artículos de una edición de la revista Geopolitics que se centra en las «contradicciones fronterizas» de la «apertura económica y el cierre territorial» (Varsanyi & Nevins, 2007, p.224), indican que el migrante no autorizado se convierte en la «evidencia personificada de la naturaleza doble del Estado neoliberal» (Varsanyi & Nevins, 2007, p. 225), y la frontera deviene el lugar en el que se representan esas contradicciones (p.226). La edición de esa revista pone sobre la mesa cómo marcar los cuerpos de los migrantes no autorizados como «criminales», y la consiguiente diferenciación entre «natural» y «forastero» se convierte en una forma como la frontera se «entrelaza a lo largo del territorio de la nación» y a través del imaginario nacional; este movimiento de la frontera desde los márgenes hasta el centro del Estado-nación entonces «produc[e] una clase obrera marginada y flexible» (Varsanyi & Nevins, 2007, p.226). Varsanyi amplía sobre esta creación de un nuevo tipo de mano de obra alineada con la fantasía neoliberal en su obra sobre los migrantes mexicanos indocumentados en Estados Unidos: para ella, el migrante no autorizado forma parte esencial de lo que Matt Sparke llama el «nexo neoliberal del nacionalismo securitizado y el transnacionalismo del libre mercado» (como se cita en Varsanyi, 2007, p.313). Varsanyi (2007), en línea con la afirmación de Engin Isin de que los migrantes no autorizados son de hecho fundamentales para la constitución de ciudadanos, plantea que esos migrantes se convierten en la «fuerza laboral perfecta» del nexo neoliberal, porque muchas veces son trabajadores no organizados, su trabajo no está regulado y sus salarios son suprimidos (p.313). Esa obra académica reitera que el refuerzo de la seguridad fronteriza y el complejo industrial fronterizo entonces no solo criminalizan al migrante, sino que de manera simultánea producen y sostienen una clase de personas «temerosas, dóciles, altamente precarias y por lo tanto hiperexplotables» (Mitropoulos, 2015, par. 19). Aun cuando se estigmatice, persiga judicialmente, deporte y abuse económicamente del migrante no autorizado por medio del complejo industrial fronterizo, el Estado nación instrumentaliza el mismo complejo para crear una nueva línea de mano de obra global, alineada con la visión del neoliberalismo. El complejo industrial fronterizo por consiguiente faculta a los Estados nación para tenerla en ambas formas: criminalizar los cuerpos de los migrantes no autorizados a la par que depende de la mayor explotabilidad de los cuerpos de los migrantes indocumentados «libres» no detenidos.

El nexo neoliberal y el complejo industrial fronterizo en las puertas de Exit West

Recurro a Exit West, de Mohsin Hamid (2017), porque deseo indicar que el dispositivo del realismo mágico en las puertas que la novela emplea -que pueden «llevarte a otros lugares, muchas veces muy lejanos» al instante (Hamid, 2017, p. 72)-, concreta y dramatiza de manera única el complicado funcionamiento del complejo industrial fronterizo. La novela comienza en una ciudad sin nombre, «hinchada de refugiados, pero aun mayormente en paz, o al menos todavía no abiertamente en guerra» (Hamid, 2017, p.3) y sigue a los dos únicos personajes con nombre -Saeed y Nadia- en su huida de la guerra civil y de la toma en casa de un militante fundamentalista religioso, violento y sin nombre para tratar de «salir al oeste». En la elección de Hamid de nombrar e identificar selectivamente los lugares del norte global mientras que deja de nombrar otros lugares marcados por la pobreza o el conflicto, Exit West se lee al comienzo como una parábola: la ciudad natal de Nadia y Saeed arrasada por la guerra podría ser cualquier ciudad en las regiones del mundo innombradas y por ende del norte no global, lo que quizás afirme la imaginación orientalista del lector sobre un sur global atribulado. Pero lo que distingue a la novela es la introducción de las puertas, el único elemento mágico de una narrativa que de otro modo estaría comprometida con el realismo. Estas puertas son portales, pueden tomar el lugar de cualquier puerta normal y parecer imposibles de distinguir de cualquier puerta normal, y operan según cierto modo de magia no explicada e inmotivada; aunque el destino de cada portal se mantiene constante, no hay manera de que un potencial viajero sepa adónde puede llevar una puerta particular en todo el mundo. Las puertas son lo que facilita las migraciones masivas y las insurrecciones globales en el mundo de Exit West, pero también cambian de dirección las formas en las que sucede la migración. No es sorpresa que las reseñas hayan anunciado la novela de Hamid como una «novela de refugiados» que «se siente canónica al instante» (Tolentino, 2017), pero la novela de Hamid lucha con una pregunta difícil: ¿qué significa construir una narrativa tematizada por la «experiencia del refugiado» cuando las puertas que permiten la migración eliminan por completo las luchas materiales vividas de los refugiados en sus viajes de desplazamiento? ¿Qué rol pueden desempeñar las puertas?

Lo que diferencia algunas puertas de otras en Exit West es si las autoridades estatales han descubierto una puerta dada, y qué deseabilidad -o proximidad a Occidente- tiene el destino de un lado de la puerta respecto al del otro lado. Esta inconsistencia en el tratamiento de las puertas, es lo que afirmo que permite que el mecanismo de la puerta arroje una luz única e intensifique noción de Matt Sparke del nexo neoliberal: la concurrencia del «nacionalismo securitizado y el transnacionalismo del libre mercado» (como se cita en Varsanyi, 2007, p.313). Como se demuestra en esta sección, planteo que, mediante su potencial de colapsar las distancias globales en el paso de un portal, las puertas activan una fantasía neoliberal de libertad y globalización que imagina un mundo sin fronteras. Y, sin embargo, al tiempo que las puertas socavan el poder colonial de las fronteras mediante esta fantasía, las puertas se integran al aparato de control del Estado para no solo reproducir, sino exagerar la violencia de las fronteras y la precariedad de los tránsitos de los migrantes -tanto a través de lo incognoscible de las circunstancias y lugares que le aguardan a un migrante en su viaje, y mediante la vigilancia, detención y criminalización de los migrantes que cruzan puertas custodiadas-. La simultaneidad de las puertas como representativas de la movilidad libre de fronteras, como en un cuento de hadas, y como una nueva repetición de la infraestructura colonial que regula y restringe esa misma movilidad, nos ofrece perspectivas sobre dos aspectos específicos del complejo industrial fronterizo, que más adelante comparo con el régimen laboral colonial de servidumbre por contrato. En primer lugar, mediante las experiencias divergentes y el éxito que tienen diferentes personajes con las puertas, tenemos una percepción de lo que Mitropoulos llama el «ingreso condicionado del migrante» y las maneras como la movilidad universal, que las puertas prometen, en realidad depende de la falta de movilidad que enfrentan muchos otros, en el presunto sur global sin nombre. En segundo lugar, las puertas escenifican la tensión entre una fantasía neoliberal de fronteras socavadas, o «apertura económica», según Varsanyi y Nevins, y una intensificación de la retórica nativista, la xenofobia y el «cierre territorial» (2007, p.224). Mediante las trayectorias particulares de nuestros dos protagonistas refugiados, Exit West intenta demostrar cómo esta apertura económica y la fantasía de libertad -de mercancías, mano de obra, capital y cuerpos entre fronteras- va en contra, pero a fin de cuentas depende de la restricción, la vigilancia y la precariedad de otros cuerpos.

Las puertas de Exit West como fantasía neoliberal

En principio, las puertas plantean una visión desenfadada de la globalización, aun en un mundo «inundado de refugiados», que huyen de la guerra y de los militantes fundamentalistas religiosos. Específicamente el mecanismo de la puerta promueve una fantasía neoliberal de movimiento no regulado, y la idea, como lo afirma Jude Russo (2017), de que «cada problema social puede resolverse mediante la libre circulación de capital, mercancías y mano de obra» (par. 1), de tres formas: mediante la capacidad de las puertas de socavar los aparatos fronterizos nacionales, inspirar encuentros fortuitos exaltados en todo el globo, y democratizar y universalizar la condición del migrante precario.

Exit West comienza como una historia de amor entre Saeed y Nadia, mientras su ciudad natal, sin nombre, se torna cada vez más caótica cuando se toman el poder militantes que parecen entrar a la ciudad por medio de puertas mágicas. En cuestión de unos cuantos capítulos, nuestros protagonistas comienzan a buscar una puerta para escapar del peligro y el fundamentalismo, pues las puertas sirven como alternativas más seguras que embarcarse en un trayecto físico por «rutas terrestres», que se consideran «demasiado peligrosas para intentarlo» (Hamid, 2017, p.82). La capacidad de las puertas de aparecer en cualquier lugar y de ser descubiertas por cualquier persona, hace posible que las puertas faciliten migraciones masivas muchas veces no reguladas, que pronto son «tratadas por los líderes mundiales como una crisis global de grandes proporciones» (Hamid, 2017, p.83). A medida que las puertas se hacen más reconocidas y devienen una fuerza poderosa en la conciencia global, las fronteras son, como podría esperarse, cada vez más socavadas, y, alineadas con el deseo neoliberal de un mundo sin fronteras, la idea del Estado nación comienza a desintegrarse: «las noticias en estos días… estaban llenas de fracturas también, de regiones que se separan de naciones, y ciudades que se separan de las zonas rurales… Sin fronteras, los países parecían estarse volviendo de algún modo ilusorios» (Hamid, 2017, p.155). Quizás la forma más directa como podemos ver las puertas como partícipes del proyecto de la libertad neoliberal es mediante este desmonte gradual de las estructuras fronterizas convencionales.

Aun cuando Exit West se centra en las trayectorias itinerantes de Saeed y Nadia, cuando se convierten en refugiados y viajan a través de múltiples puertas, Hamid esparce breves estampas, a lo largo de la novela, que celebran la globalización mediante los encuentros y relaciones fortuitas que se desprenden de la posibilidad de que las puertas puedan llevar a cualquier lugar del mundo. En estos episodios contenidos se describen las puertas como una «liberación» (Hamid, 2017, p.157), o incluso como un salvavidas para personas que no necesariamente estén en lugares asolados por la guerra: una madre en Estados Unidos logra hallar a su hija atravesando una puerta a un orfanato en Tijuana, y un contable suicida a punto de cortarse las venas es alcanzado por una puerta, cuya «oscuridad cercana lo perturbó, y le recordó algo, un sentimiento, un sentimiento asociado con libros infantiles» (Hamid, 2017, p.130). La ilustración más prominente de la globalización glorificada que nos ofrece Exit West, es un floreciente y de otro modo improbable romance entre dos hombres mayores que se encuentran por medio de un descubrimiento espontáneo de una puerta entre Ámsterdam y Rio de Janeiro. En Prisengracht, uno de estos hombres ve «surgir de la cabaña común... de la que los extranjeros ahora iban y venían, a un hombre arrugado con estrabismo y un bastón y un sombrero panameño, vestido como para el trópico» (Hamid, 2017, p.172). El uso que hace Hamid de términos como «extranjeros» en lugar de «migrante», marca este tránsito como un viaje de placer más que como un desplazamiento y una dificultad de un migrante. Después de algunos cruces más del brasileño a los Países Bajos, los dos «improvisan una conversación, una conversación con muchos largos silencios, pero esos silencios eran… casi inadvertidos por los dos hombres, como dos viejos árboles no notarían unos minutos o unas horas transcurridos sin una brisa» (Hamid, 2017, p.174). La falta de urgencia y el bienestar aquí, acentuados por el lujo de «no notar unos minutos o unas horas», es representativa del ingreso selectivo o condicionado a una fantasía de libertad. Russo (2017) observa que aun cuando Exit West «se propone remediar» (par. 2) lo que Hamid diagnosticó como una «imposibilidad de imaginar futuros plausibles» (como se cita en Russo, 2017, par. 2), ese futuro se restringe a:

Los tipos de personas que leen revistas caras en ciudades caras, que ven el movimiento de personas meramente como una multiplicación de las variedades de restaurantes, y que tratan la religión, la nación y el sexo como accidentes y preferencias que nunca deberían impedir el desarrollo del capital humano. (par. 2)

La observación de Russo, de que este futuro está «restringido» a ciertos tipos de personas, apela a la descripción hecha por Ghassan Hage, de las fronteras actuales y la fortificación de fronteras, como la creación de un mundo «apartheid» (como se cita en Smith, 2018, p.206) similar a la caracterización de las «contradicciones fronterizas» de Varsanyi y Nevins; Hage describe dos mundos separados, uno de los cuales se «experimenta como abierto, en el que la gente se mueve sin dificultades entre fronteras nacionales, experimentando el mundo casi como carente de fronteras. Esta es la experiencia de la mayoría de las clases altas blancas, que están hechas para sentirse realmente en casa en el mundo» (como se cita en Smith, 2018, p.206). La estampa de Hamid demuestra que los hombres, el holandés y el brasileño, hacen parte de esta versión de un mundo globalizado.

Yo diría que parte de la fantasía neoliberal es la creencia de que cualquiera puede experimentar el mundo como si no hubiera fronteras, en lugar de experimentar el apartheid como lo representan las estampas anteriores y un mundo que Hage describe como «donde vive una clase obrera transnacional y ciudadanos de clase inferior que se ven como “tercermundistas”, y están hechos para sentir que las fronteras son excepcionalmente importantes y difíciles de cruzar» (como se cita en Smith, 2018, p.206). Las puertas de Exit West, en parte promueven la idea de que cualquiera puede ser el mismo tipo de migrante en el mismo tipo de mundo, porque cualquier puerta en cualquier lugar puede ser una puerta mágica. Este aspecto de las puertas significa que se reorganiza y democratiza el acceso al viaje y la movilidad sin complicaciones, y ellas producen un nuevo tipo de optimismo en quienes intentan escapar de la lucha de la guerra civil en la ciudad sin nombre de nuestros protagonistas. Cuando entran rumores de estas puertas a la consciencia colectiva, «la gente empieza a mirar sus propias puertas de manera un poco distinta» y «con una punzada de posibilidad irracional» (Hamid, 2017, p.70). Con la esperanza de que el mecanismo de las puertas pueda inspirar indiscriminadamente, se pasa por alto fácilmente experiencias migrantes muy desiguales.

Podemos observar una universalización similar de lo que significa ser «migrante» más adelante en la novela, cuando esta describe a una mujer mayor en Marin, California, como «migrante» aun cuando nunca ha salido de allí y entiende que está en casa. Debido a las migraciones históricas y las migraciones por puertas recientes más dramáticas, esta mujer ya no reconoce a sus vecinos y caracteriza a las muchas personas a su alrededor como «extraños»: «y cuando salió le parecía que ella también había migrado, que todos migran, aun si permanecemos en las mismas casas toda nuestra vida, porque no podemos evitarlo. Todos somos migrantes en el tiempo» (Hamid, 2017, pp.208-209).

Aunque Hamid pueda tener interés en ampliar nuestra noción del «migrante», esta estampa claramente ubica a «cualquiera» como migrante, lo que enseguida hace de la idea del migrante algo de un significante vacío y también se alinea con la tendencia neoliberal de no explicar la desigualdad del poder y el privilegio. En lugar de esto, en esta fantasía, una californiana puede equipararse con el cuerpo precario y criminalizado del refugiado. Hamid (2017) repitió este deseo en una entrevista en PBS NewsHour, cuando se le preguntó qué se suponía que reifican las puertas:

Bueno, pienso que las puertas ya existen de algún modo. La distancia se está desplomando en nuestro mundo. Podemos viajar entrando a un avión como yo lo hice, al venir de Pakistán a Estados Unidos. Podemos comunicarnos por Skype o hacer una videollamada… la gente se está juntando de nuevas maneras.

Al comparar la capacidad de las puertas de «colapsar la distancia» en un vuelo o a través de la tecnología, Hamid podría insinuar que el privilegio de esos aparatos está ahora al alcance de todo tipo de migrantes a través de las puertas. Pero afirmar que las puertas existen en nuestro momento presente presupone que el colapso de esas experiencias de distancia se siente universalmente, lo que puede nuevamente suprimir las luchas materiales de los migrantes que experimentan de manera tan vívida la distancia espacial y geográfica y las fronteras geográficas y coloniales.

Las puertas de Exit West como una nueva infraestructura de fortificación de fronteras

Lo que hace a Exit West tan irresistible para mí no es cómo las puertas simplemente glorifican la globalización, sino cómo son para Hamid un lugar crucial en el que se desarrollan las contradicciones del neoliberalismo -o el «nexo neoliberal»-. Aun cuando pueden producir una fantasía neoliberal de movimiento irrestricto y anular las fronteras, como se mostró en la sección anterior, las puertas de Hamid se convierten enseguida en parte integral del aparato de Estado que reproducen y amplifican la violencia de las fronteras. En el mismo mundo por el que por una puerta, dos hombres mayores de Ámsterdam y Rio de Janeiro pueden enamorarse, las puertas agudizan las desigualdades entre el norte y el sur globales, aumentan la retórica nativista y la xenofobia, y fomentan la vigilancia, la detención y la deportación de migrantes no autorizados. También se vuelve evidente que las puertas son una nueva repetición de las fronteras por la desesperación y el terror que experimentan en la novela más migrantes precarios y la creación de una nueva mano de obra migrante. En últimas, en esta parte, sostengo que por la doble función de las puertas -como productoras de una fantasía neoliberal de un mundo sin fronteras y la replicación de las violencias fronterizas nacionales-, Exit West demuestra cómo la restricción y criminalización de los migrantes no funciona en contradicción con los deseos neoliberales, sino que en realidad permite la creación de una línea global de mano de obra que promueve este imaginario de globalización. Las maneras como estas fuerzas trabajan de manera concertada es precisamente lo que buscan hacer visible los que indigan sobre el complejo industrial fronterizo.

En el centro de la novela de Hamid hay una contradicción medular entre las diferentes maneras como se experimentan las puertas y las maneras como las puertas reconfiguran el mundo: «parecía como si al tiempo que todo el mundo estuviera reuniéndose todos estuvieran también separándose» (Hamid, 2017, p.155). Esas experiencias divergentes dependen en gran medida de qué posición ocupe un personaje, y de la deseabilidad del destino de una puerta. Por ejemplo, cuando Saeed y Nadia dejan su hogar por una puerta -no descubierta por los militantes que se están tomando su ciudad una por cuyo uso deben pagarle a un agente- llegan a un campo de refugiados en la isla griega llamada Mikonos. Aquí observan una importante inconsistencia en la custodia y la militarización de las puertas:

Las puertas para salir, que es decir las puertas a destinos más ricos, estaban fuertemente custodiadas, pero las puertas para entrar, las puertas de lugares más pobres, quedaban en su mayoría sin custodia, quizás con la esperanza de que la gente regresara al lugar de donde había venido -aunque casi nadie lo hacía nunca- o quizás porque simplemente eran demasiadas puertas de muchos lugares más pobres para vigilarlas todas. (Hamid, 2017, p.101)

La custodia selectiva de ciertas puertas, afirma y dramatiza la desigualdad de las relaciones de poder globales y el mundo «apartheid» de las fronteras que teoriza Hage; ese sistema también ilustra que las puertas, aun cuando eliminan la lucha material del trayecto entre dos lugares, generan un tipo de terror distinto por la manera como muchos de esos migrantes pueden quedar «atrapados» (Hamid, 2017, p.110) entre puertas y con frecuencia por la imposibilidad de saber qué lugar queda detrás de ciertas puertas. Cuando Saeed y Nadia dejan su ciudad natal sin nombre por primera vez, a través de la puerta a Mikonos, dejan atrás al padre de Saeed, que se niega a dejar su hogar o la memoria de su esposa recientemente asesinada. Nadia no logra convencerlo de que los acompañe y, al final de un largo intento promete cuidar a Saeed y deja que el padre de este se quede en su ciudad natal en guerra: «entonces al hacer la promesa que él le pidió que hiciera, ella estaba en cierto sentido matándolo, pero así son las cosas, pues cuando migramos, asesinamos en nuestras vidas a quienes dejamos atrás» (Hamid, 2017, p.94). Al asociar la migración a través de las puertas con el asesinato, las puertas para refugiados como Saeed y Nadia representan los mismos horrores de las fronteras. Lo más fascinante, sin embargo, sobre este momento es el uso que hace Hamid de la primera persona plural y el empleo de «migrar»: cambiar de la experiencia específica de migración de Nadia al «migramos» indica una vez más una inclusión del lector, y opera bajo el supuesto de que esta dramática experiencia de migración es algo que todos experimentamos. Pero en lugar de la fácil migración que las puertas hacen posible entre los hombres mayores o la mujer californiana, que nunca experimenta desplazamiento espacial, la migración con la que todos esperamos estar familiarizados o experimentar aquí está asociada con lo que Hage llama la «clase obrera transnacional “con apariencia de tercermundista”». La vulnerabilidad de los migrantes, que demuestra una vez más cómo podríamos percibir las puertas como repeticiones de las infraestructuras fronterizas, se hace visible también cuando Saeed y Nadia observan los temores de otros migrantes de que estarán «atrapados aquí para siempre, o hasta que el hambre los obligue a volver por una de las puertas que conducían a lugares indeseables... algunos sin embargo estaban intentando… aventurándose… a otro lugar desconocido cuando pensaban que cualquier cosa sería mejor que donde habían estado» (Hamid, 2017, p.110). La desesperación que observamos en estos migrantes demuestra como la fortificación de fronteras genera la clase de trabajadores «temerosos, dóciles, altamente precarios y por ende hiperexplotables» que Mitropoulos teoriza como producidos por el complejo industrial fronterizo, que es ideal para fomentar los deseos neoliberales de mano de obra barata y mayores utilidades.

La precariedad de ciertos migrantes se hace evidente también en Exit West mediante las elaboradas tecnologías de vigilancia estatal, puestas en funcionamiento para ubicar y detener a los migrantes que entran por las puertas a lugares más deseables y adinerados. Una de esas familias «en movimiento» (Hamid, 2017, p.90), que usa una puerta para entrar a un complejo de apartamentos de lujo en Dubái es vista al instante en una cámara de seguridad «que parpadea en la estéril luz artificial» (Hamid, 2017, p.91) y de inmediato son «capturados simultáneamente en tres videos de vigilancia exterior» (Hamid, 2017, p.91). Un dron cuadricóptero que comunica su video con una «estación central de monitoreo» (Hamid, 2017, p.91), así como dos vehículos de seguridad hacen parte de la arquitectura de vigilancia que detiene eficientemente a la familia. No es claro si la familia es retenida en la instalación de detención o deportada, pero la militarización de las puertas le permite ejercer el mismo poder de las fronteras.

Cuando varias puertas son descubiertas por refugiados que las usan para eludir las fronteras nacionales, y por Estados que intentan recrear las fronteras, las migraciones masivas a ciudades como Londres dan origen a «un anillo de nuevas ciudades en construcción, ciudades que pudieran acomodar a más personas incluso que el mismo Londres» (Hamid, 2017, p.167). Saeed y Nadia, que terminan en Londres al pasar por una puerta desde Mikonos, terminan asentándose en un campo de trabajadores en el anillo por un largo periodo de tiempo y se convierten en trabajadores migrantes: «A cambio de su trabajo de limpiar el terreno y construir la infraestructura y ensamblar viviendas a partir de bloques prefabricados, se prometió a los migrantes cuarenta metros y una tubería: en cuarenta metros cuadrados de tierra y una conexión a todos los servicios públicos de la modernidad» (Hamid, 2017, p.167). Es importante observar aquí que, aunque no es muy claro cómo «se encuentran» Saeed y Nadia en ese campo, se trasladan allí desde un campamento que montaron en una habitación de una mansión en Kensington a la que se abrió la puerta desde Mikonos, después de un ataque de violencia de una multitud nativista. Aunque el trabajo real que se les asigna a Saeed y Nadia -Saeed trabaja con una cuadrilla de vías y Nadia pone tubería- parece exclusivamente para la rehabilitación de nuevos migrantes en estas nuevas ciudades satélites de Londres, el agotador trabajo que se les pide realizar como «migrantes» bajo la supervisión de «nativos», es indicativo de la exitosa creación neoliberal de una nueva fuerza laboral mucho más prescindible. Señalo que es este el momento en que Exit West desarrolla el mecanismo que nos ayuda a diagnosticar el complejo industrial fronterizo: empleando el dispositivo de las puertas, las que tanto prometen una fantasía neoliberal de circulación no regulada de mercancías, mano de obra y capital como reproducen las violencias de las fronteras, podemos ver cómo la vigilancia y la militarización de infraestructuras fronterizas, como las puertas en realidad, ayudan a generar una nueva mano de obra necesaria para realizar la fantasía de libertad experimentada por personajes como los hombres mayores que se enamoran. Es exclusivamente a través de la divergencia de lo que las puertas significan a lo largo de la novela, que podemos ver cómo las «contradicciones fronterizas» pueden ser realmente necesarias para promover los intereses neoliberales.

Teorizaciones de la servidumbre por contrato y el imperio británico

Se ha conceptualizado el complejo industrial fronterizo como un fenómeno bastante reciente. Mitropoulos (2015) data su consolidación en Australia a la política nacional de 1992 de detención automática e indiferenciada de todos los migrantes indocumentados que llegaron en bote a las fronteras australianas, mientras que Dear (2013) sitúa el complejo en Estados Unidos en la expansión del Departamento de Seguridad Interior durante el segundo periodo de George W. Bush. Teorizar el complejo industrial fronterizo, junto con la tensión entre la apertura neoliberal y el cierre territorial, o lo que James Hollifeld (2004) llama la «paradoja liberal», pone en duda si esa paradoja solo se manifiesta en nuestra actualidad neoliberal, o si podríamos armar una genealogía de momentos históricos que puedan ser marcados por contradicciones similares. En particular, ¿cuáles podrían ser los predecesores coloniales del nexo neoliberal que pudieran servir como sitios ricos para diagnosticar mejor el funcionamiento del complejo industrial fronterizo?

Me parece que la «paradoja liberal», junto con la divergencia de la idea de «libertad» -articulada dentro de la lógica neoliberal como «libre» comercio y mano de obra en libre movimiento, aun cuando dichas libertades oscurecen la falta de libertad de los migrantes no autorizados- invoca una divergencia de «libertad» similar pero más antigua, como la teoriza Lisa Lowe en su obra sobre la servidumbre por contrato y sus transformaciones en el imperio británico (2015). Basados en y como un aporte a los estudios poscoloniales y críticos de raza, que se ocupan de las formas como el sujeto liberal moderno y las ideologías del liberalismo en la metrópolis siempre han dependido de la violencia colonial y de la esclavitud (Gilroy, 1993; Joshi, 2002; Buck-Morss, 2009; Robinson, 1983), el proyecto de Lowe (2015) rastrea un «archivo de liberalismo» para investigar las íntimas relaciones entre el ascenso del liberalismo europeo, el tráfico de esclavos trasatlántico y el colonialismo de los colonos, pero también cómo la servidumbre por contrato tomada de China e India se vuelve crucial para esas narrativas de libertad. Las formas liberales de la economía política y el gobierno para Lowe (2015) «proponen una narrativa de libertad que supera la esclavitud que niega la esclavitud colonial al, simultaneamente, borrar el despojo de tierras a los pueblos nativos, y desplazar migraciones y conexiones entre continentes» (Lowe, 2015, p.3).

Al teorizar la introducción de la servidumbre por contrato en el imperio británico, Lowe usa archivos coloniales para reiterar la posición marxista de que una mano de obra «libre» estaba diseñada en gran medida para sustituir la mano de obra esclava en una etapa del capitalismo inglés, cuando la fuerza de trabajo barata contratada era más viable económicamente para la expansión del capitalismo que la esclavitud (Williams, 1944; Baucom, 2005; Kale, 1998). Los archivos de Lowe también le permiten determinar cómo se movilizó la «libertad» en formas estratégicas, y muchas veces contradictorias, para los fines de la expansión del capitalismo. Por ejemplo, Lowe observa el «Memorando secreto de la Oficina Colonial británica al presidente de la Corte de Directores de la Compañía de las Indias Orientales» en 1803 para indagar por el uso de «mano de obra gratuita» en la retórica colonial e identificar qué deseos inspiraron la decisión de reemplazar la mano de obra esclava de África con trabajadores provenientes de Asia sometidos a la servidumbre por contrato (Lowe, 2015, p.22). En el memorando, el administrador colonial John Sullivan, expresa una inquietud de que la revolución haitiana en desarrollo pudiera a su vez activar revoluciones en las posesiones coloniales insulares británicas, y propone que, para evitar la posibilidad de revueltas, el imperio británico introduzca una «raza libre de cultivadores en nuestras islas, que por hábitos y sentimientos puedan mantener su diferenciación de los negros» (como se cita en Lowe, 2015, p.22). La lógica de Sullivan lleva a Lowe (2015) a sostener que la servidumbre por contrato china, creada como «libre», se imaginara no solo como una nueva mano de obra barata que podría fomentar el desarrollo del capitalismo, como lo teorizan los historiadores marxistas, sinio también como una fuerza que pudiera impedir además los levantamientos de esclavos.

Importante para Lowe (2015) es cómo la servidumbre por contrato, en este memorando y en otros registros coloniales, se formula como una «raza libre de cultivadores» (Lowe, 2015, p. 22), aun cuando los primeros trabajadores sometidos a la servidumbre por contrato de China e India fueron con frecuencia engañados y secuestrados para la servidumbre por contrato, traídos en barcos y tuvieron que dormir en los mismos espacios en que los esclavos alguna vez durmieron, y muchas veces fueron sometidos a «una variedad de formas intermedias de trabajo coercitivo» (Lowe, 2015, p.24; Tinker, 1974; Bahadur, 2013). La modificación y adaptación de la servidumbre por contrato como «contratada libremente», y en oposición a la esclavitud, permite una tensión entre diferentes nociones de libertad, como sostiene Lowe (2015): «Los chinos se usaron instrumentalmente en este discurso político como una figura, una fantasía de fuerza de trabajo “libre” pero racializada y coaccionada, en un momento en que la posesión del cuerpo, el trabajo, la vida y la muerte era descartada por igual para los esclavizados y los sometidos a la servidumbre» (p.24). Esta fantasía de libertad, generada por una narrativa de progreso de la mano de obra «no libre» a la «libre», eclipsa las maneras como el telos del liberalismo excluye, pero en forma simultánea depende de las condiciones de sometimiento de ciertos cuerpos colonizados y en servidumbre por contrato. Al mismo tiempo, Lowe (2015) demuestra en su análisis de los ensayos de John Stuart Mill sobre el libre comercio y los registros de la Compañía de las Indias Orientales, que la decisión del imperio británico de reemplazar la esclavitud con la servidumbre por contrato, no solo fue sintomática del cambio en la naturaleza del capitalismo en la metrópoli, sino que este cambio en realidad anticipaba e inauguraba el cambio global del imperio del siglo XVII y el capitalismo mercantilista del siglo XVIII al libre comercio expandido del siglo XIX y a nuevos tipos de gobernanza colonial4. La fantasía de libertad, para Lowe, se convierte en una forma de investigar también la divergencia entre la «libertad» involucrada con el «libre» comercio y la falta de tales libertades, en la forma de la soberanía liberal en los lugares coloniales con los que se practica el libre comercio. La transición de mediados del siglo XIX de la esclavitud a la servidumbre por contrato, que se caracterizó por una movilización estratégica del concepto de «libertad» -y que garantizó en forma simultánea un viraje del mercantilismo al libre comercio ampliado, a la par que dependía de la limitación de libertad y movilidad de los sometidos a la servidumbre por contrato y a la esclavitud-, es entonces similar a nuestra tensión del momento actual entre los deseos neoliberales y la fortificación de fronteras de la que estos se benefician. Para ubicar de manera más específica las semejanzas entre los dos sistemas, examino la interpretación hecha por Ghosh de la servidumbre por contrato y su íntima relación con la mano de obra convicta, la esclavitud y los cambios en la gobernanza imperial.

Una comparación de la servidumbre por contrato y el complejo industrial fronterizo

El planteamiento de Lowe (2015) de la fantasía de libertad es precisamente lo que se despliega en el espacio imaginativo de Sea of Poppies de Amitav Ghosh. Al igual que Exit West, donde las puertas mágicas producen una fantasía neoliberal actual y sus descontentos, la novela de Ghosh recrea una fantasía colonial de libertad aun cuando satiriza y desarrolla las disonancias del liberalismo que Lowe teoriza. Situada en 1838 -en la víspera de la Primera Guerra del Opio y la inmediata secuela de la abolición- en la India colonial y a bordo del Ibis, un barco que navega por el Océano Índico hasta Mauricio, Sea of Poppies (Ghosh, 2008) sigue una serie improbable de personajes de variada raza, casta y categorías de clase. Recién reorganizados en las categorías coloniales de trabajadores sometidos a la servidumbre por contrato, convictos y marineros, estos personajes comparten el rico espacio del barco coolie5 -que estudiosos como Jacob Crane (2011) y Chandani Patel (2015) 6 han asemejado al famoso cronotopo del barco esclavo de Paul Gilroy (1993)-, para formar solidaridades que ilustran las íntimas relaciones, como lo planteó Lowe (2015), entre la servidumbre por contrato, la esclavitud y la expansión del libre comercio. Al poner a trabajadores sometidos a la servidumbre por contrato, recién reclutados, junto a un aristócrata en desgracia acusado falsamente y convertido en «convicto», y a un adicto al opio criminalizado en el Ibis, todos en camino al trabajo en plantaciones en Mauricio, Sea of Poppies también se interesa en desmitificar la relación entre la servidumbre por contrato y los modos coloniales de mano de obra carcelaria y criminalidad, y en enmarcar la servidumbre por contrato, siguiendo a Clare Anderson (2016), «en el contexto de las innovaciones coloniales en encarcelamiento y confinamiento» (p.93).

La constelación armada por Ghosh de la servidumbre por contrato, la mano de obra convicta, la esclavitud y la expansión del tráfico de opio, además de su construcción de ciertos personajes como representativos de sistemas e ideologías más amplias, permite a Sea of Poppies invitar a una reconfiguración del sistema de la servidumbre por contrato, como necesario para la expansión del libre comercio y el imperio británico. En las siguientes partes, sostengo que la novela genera una comparación productiva entre los sistemas de servidumbre por contrato y el complejo industrial fronterizo, ilustrando las contradicciones del liberalismo del siglo XIX en dos formas específicas. En primer lugar, rastreo cómo el planteamiento de Lowe de una «fantasía de libertad», es imaginada por el poder colonial como articulada por Benjamin Burnham, dueño de Burnham Brothers, una firma de barcos y comercio que negocia la exportación de opio a China y de mano de obra en servidumbre por contrato y convicta a las posesiones coloniales británicas, que en la novela sirve como una voz muy deliberada para la lógica colonial y capitalista. Contrasto esta narrativa de libertad con las experiencias vividas de casi cualquier personaje colonizado y racializado, a todos los cuales se les niegan de diversas formas las mismas libertades que Burnham usa para legitimar la mano de obra sometida a la servidumbre por contrato y la mano de obra convicta.

La segunda forma en la que afirmo que la novela de Ghosh desarrolla las contradicciones del liberalismo, es mediante la exploración de la negación de libertad experimentada por Deeti, obrera de un campo de amapola, que se escapa de su pueblo en el norte de la India después de la muerte de su esposo para convertirse en trabajadora sometida a la servidumbre por contrato a bordo del Ibis. En particular, la construcción de Deeti hecha por Ghosh -como un personaje cuya idea del destino y el libre albedrío se mantiene cambiando a lo largo de los ejes de la astrología hindú, la libertad individual y las fuerzas de mercado capitalistas- se convierte en una forma como la novela delinea la imposibilidad de «libertad» que se le concede.

Al rastrear las ideas y experiencias contradictorias de libertad en Burnham y Deeti, similares a las ideas y experiencias contradictorias de libertad de las puertas en Exit West, ubico dos paralelos entre el sistema de la servidumbre por contrato colonial del siglo XIX y el actual complejo industrial fronterizo: el ingreso condicionado del migrante, y el hecho de que las fuerzas visiblemente contradictorias del libre movimiento y restricción sin libertad, en realidad operan de manera concertada. Específicamente, en el caso de la servidumbre por contrato, Sea of Poppies da forma narrativa al proyecto central de Lowe de poner en evidencia las maneras como la subyugación colonial en la forma de negación de la libertad no se plantea en oposición, sino que fue más bien crucial para la inauguración y el mantenimiento del sujeto liberal moderno occidental «libre».

Fantasías de libertad en Sea of Poppies

Sea of Poppies gira en torno a un variopinto grupo de personajes en la India colonial de 1838, con destinos tan singulares y distintos que la única manera como parece plausible que todos ellos pudieran encontrarse es en el espacio de un barco, y de un barco específico -el Ibis-, que transporta convictos y coolies a Mauricio. Parte de la utilidad política de personas tan marcadamente distintas, son las posibilidades que sus interacciones y relaciones permiten: en términos de lazos afectivos, solidaridades transnacionales, interraciales y entre castas, e incluso las conexiones insinuadas entre los diferentes sistemas coloniales que los personajes representan.

Ghosh nos presenta en primer lugar a Deeti, mujer campesina de casta superior en Bihar, este de India, que trabaja en campos de amapola para la producción y exportación de opio a China y casada con Hukam Singh, un afeemkhor, o adicto al opio, que muere al inicio del relato. Deeti, como personaje, de manera continua y deliberada, nos aterriza en la narrativa de la novela, mientras el narrador omnisciente de Ghosh se mueve entre los mundos simultáneos, no muy coincidentes, de Deeti y su eventual amante de casta inferior, Kalua, y el de un puñado de otros personajes principales -Zachary Reid, marinero estadounidense que es negro en una octava parte por descendencia como hijo de una liberta de Baltimore, y cuya posición racial lo atormenta constantemente; Raja Neel Rattan, de prominente familia de terratenientes de Raskali, quien después de negarse a vender una tierra ancestral es sentenciado al trabajo forzoso en Mauricio; Paulette, huérfana francesa criada por una madre bengalí de clase baja, que se disfraza como mujer coolie en el Ibis; y Jodu, el hijo de la madre que adoptó a Paulette, que se hace marinero.

Es en una conversación entre Raja Neel Rattan, Zachary y Benjamin Burnham -el propietario del Ibis y mercader de opio que sirve de vocero para las «fantasías de libertad» (Lowe, 2015) producidas por el imaginario colonial-, que se desarrollan las contradicciones del liberalismo. Con sus interminables disquisiciones gratuitas sobre la efectividad de diversas estructuras imperiales y la superioridad racial y cultural de los colonizadores europeos, Burnham se convierte en una voz deliberadamente exagerada y casi satírica de la razón colonial y capitalista. Específicamente, su uso de «libertad» en tres formas distintas hace visibles las disonancias de las promesas universales del liberalismo.

Cuando Zachary, que navega a la Calcuta colonial en el Ibis desde Baltimore, con la intención de llevar opio a China, conoce a Burnham, este le informa de un cambio de planes: la exportación prevista de opio debía interrumpirse. Burnham explica por qué:

Los chinos han estado armando jaleo en ese punto y hasta que pueda hacérseles entender los beneficios del libre comercio, no voy a enviar más cargamentos a Canton. Hasta ahora, este barco hará solo el tipo de trabajo para el que se proyectó. (Ghosh, 2008, p.73)

Es 1838, en la antesala de la Primera Guerra del Opio, y Burnham narra las frustraciones que enfrentó la empresa colonial británica persuadiendo a los chinos de que abrieran sus mercados, algo que la inminente guerra pronto les obligaría a hacer, y que cimentaría el viraje del imperio británico del mercantilismo asociado a la Compañía de las Indias Orientales a nuevas formas de poder mediante las rutas de comercio consolidadas (Lowe, 2015, p.79). El «tipo de trabajo» para el que estaba proyectado el Ibis es el transporte de esclavos, y dado que la abolición se instituyó hace cinco años en el imperio británico, Zachary responde con sorpresa y confirma que el barco de hecho no puede usarse para sus fines originales. Burnham lo admite, pero para él, es «triste pero cierto que hay muchos que no se detendrán ante nada para detener la marcha de la libertad humana» (Ghosh, 2008, p.73). Cuando Zachary expresa dudas de cómo los intentos de los abolicionistas están contra la libertad y no a favor de ella, Burnham elabora:

¿No es lo que el dominio del hombre blanco significa para las razas inferiores? En mi opinión, Reid, el comercio de África fue el mayor ejercicio de libertad desde que Dios guio a los hijos de Israel fuera de Egipto. Considera, Reid, la situación de un supuesto esclavo en las Carolinas... ¿no es más libre que sus hermanos en África, gimiendo bajo el yugo de algún tirano oscuro? (Ghosh, 2008, p.73)

Burnham pasa a aclarar que el Ibis se usará para transportar trabajadores sometidos a la servidumbre por contrato, no esclavos, pues «cuando las puertas de la libertad se cerraron para los africanos, el Señor los abrió a una tribu que estaba aún más necesitada de esta -los asiáticos» (Ghosh, 2008, p.74). Por supuesto, de un lado, esos comentarios los percibe un lector como deliberadamente absurdos y fáciles de desechar: ¿cómo podemos no rechazar de inmediato la idea de que la esclavitud puede llegar incluso a imaginarse como una forma de libertad? De hecho, la perversa lógica racista de Burnham, en la que aun hasta la esclavitud se presenta como un acto de «civilización del salvaje», en parte invierte las narrativas coloniales de libertad que construyen una trayectoria del estado «no libre» de la esclavitud al estado «libre» de la emancipación; para Burnham el estado inicial de «no libertad» de la esclavitud es ya un estado de libertad. Al percibirse que el hombre blanco ejerce «señorío» sobre las «razas inferiores», Burnham también demuestra de manera explícita las líneas raciales a lo largo de las cuales se construyen las nociones disonantes de «libertad». Pero de otro lado, es curioso notar que aun cuando la elaboración de Burnham de la esclavitud como una «libertad» va contra la lógica colonial del liberalismo, enmarca la servidumbre por contrato como una especie de «libertad», del mismo modo como académicos como Lowe (2015) sostienen que hacen las narrativas de libertad colonial: como una «fantasía de mano de obra “libre”, pero racializada y coaccionada» (p.24). Si Burnham se convierte en un personaje que rechazamos instintivamente por su fusión de esclavitud y libertad, luego Ghosh nos invita a cuestionar de manera semejante la tendencia similar de Burnham y el discurso colonial a categorizar la servidumbre por contrato como libertad o una forma de trabajo «libre»: ¿entonces no es eso igual de absurdo?

Lo curioso, en el intercambio de Burnham y Zachary, es la manera como se menciona la palabra «libertad» en rápida sucesión en dos contextos distintos -en términos de libre comercio con China, y la libertad que Burnham asocia con la esclavitud, así como con la servidumbre por contrato. Mediante la selección de un personaje que puede llamar «libertad» a los sistemas de servidumbre por contrato y esclavitud, Ghosh logra dejar entrever una relación directa entre el libre comercio, la esclavitud y la servidumbre por contrato mediante esta repetición de «libre»/«libertad», y de manera simultánea puede hacer una alusión a las nociones divergentes de libertad. De manera específica, el hecho de que se vean frustradas las intenciones del Ibis de llevar exportaciones de opio a China desde India, lo que pone al descubierto los límites del poder colonial británico en 1838, y obliga al barco a transportar trabajadores sometidos a la servidumbre por contrato, le permite a Ghosh demostrar dos conexiones históricas importantes. Primero, estas circunstancias y el uso repetido de «libertad», implican que las frustraciones británicas con el mercantilismo coincidieron con el cambio de la esclavitud a la servidumbre por contrato; segundo, si consideramos la posibilidad de que Burnham reemplace el transporte de opio con el transporte de trabajadores sometidos a la servidumbre por contrato, con la esperanza de que ese cambio supere la resistencia china al libre comercio, entonces Ghosh está indicando que la introducción de la servidumbre por contrato tendría el potencial de facilitar el viraje del imperio británico al libre comercio.

Lowe (2015) de hecho, asegura que la introducción de la servidumbre por contrato, tuvo el poder de iniciar la expansión del imperio británico más allá del limitado mercantilismo de la Compañía de las Indias Orientales. Como evidencia, la autora considera la autobiografía como esclavo de Olaudah Equiano de 1789, en la que este último, defensor del proyecto del imperio británico para reubicar a esclavos liberados en Sierra Leona, recomienda que el imperio reemplace el tráfico de esclavos trasatlántico con un mayor intercambio comercial con África. Esta imaginación de reemplazo, asegura Lowe (2015), anticipa el cambio del mercantilismo al libre comercio. Al considerar también el establecimiento de Sierra Leona y de Hong Kong como colonias de la Corona, que se convirtieron en lugares que regulaban los cuerpos de los migrantes de «esclavos recautivos» y trabajadores chinos sometidos a la servidumbre por contrato respectivamente, después de la expansión del libre comercio, Lowe sostiene que la transición del imperio británico fue a la vez causa y consecuencia de la transición de la esclavitud a la servidumbre por contrato. La repetición de «libre» en Sea of Poppies apunta a una simultaneidad de la expansión del comercio y la institución de la servidumbre por contrato, precisamente por las formas en que diverge el significado de libertad.

Más adelante en la novela, cuando Neel pregunta por el estado del comercio de opio y por qué se resiente en ese momento, Burnham explica de manera más expresa:

La guerra, cuando llegue, no será por el opio. Será por un principio: por la libertad... por la libertad del comercio y por la libertad del pueblo chino. El libre comercio es un derecho conferido por Dios al Hombre. (Ghosh, 2008, p.108)

De manera similar, vemos una repetición de «libre» aquí, pero la combinación de «libertad de comercio» y «libertad del pueblo chino» significa la relación entre libre comercio y la fantasía de libertad impuesta sobre los sujetos racializados y colonizados de manera directa o indirecta, en oposición a la fantasía impuesta a los trabajadores sometidos a la servidumbre por contrato. Los beneficios coincidentes del libre comercio para quienes están en la metrópolis y las violencias que sufrieron los sujetos coloniales con nuevas formas de gobernanza colonial, son mucho más familiares en los estudios poscoloniales que en la relación entre libre comercio y servidumbre por contrato y esclavitud7, pero dirijo nuestra atención a este momento, porque sirve como otra ilustración donde Sea of Poppies tiene interés en concretar las contradicciones del liberalismo.

La servidumbre por contrato, fuerzas del mercado y falsas libertades

Aun cuando Sea of Poppies articula una fantasía de libertad en torno a los aparatos coloniales a través de Burnham, la mayoría de los demás personajes de la novela -marineros, convictos, trabajadores sometidos a la servidumbre por contrato-, personifican las formas como las promesas del liberalismo no se hacen realidad, y cómo ese fracaso es crucial para que el liberalismo fomente sus fines para las fuerzas coloniales y capitalistas. En esta sección final, me centro en el rol de Deeti en Sea of Poppies y sus nociones fluctuantes de «libertad», pues ella se ve obligada a negociar diferentes fuerzas socioeconómicas que entran en juego en cada esfera de la vida, incluyendo, y muy importante, lo síquico. Rastreando las cambiantes perspectivas que tiene Deeti de sus visiones, su destino, la astrología hindú y la autonomía de las limitaciones sociales y económicas, que se presentan como «libertad», sostengo que aun cuando por momentos Deeti se sienta como si estuviera liberada, al final se da cuenta de que esos sentimientos están completamente impulsados y determinados por la lógica colonial y las fuerzas capitalistas del mercado. Mediante estas recalibraciones constantes del «destino» y la «libertad», podemos ver que las experiencias de Deeti son representativas de la violencia colonial y la regulación de la libertad oscurecida por las narrativas de libertad del liberalismo. Aún más, la brecha que Ghosh crea entre las experiencias del liberalismo de Deeti y Burnham, sostengo, pone en evidencia las contradicciones centrales del liberalismo, que se sienten similares a las tensiones de nuestro momento neoliberal actual. En un esfuerzo por construir un linaje de momentos caracterizado por la «paradoja liberal» (Hollier, 2004), reitero que este contraste de personajes en Sea of Poppies permite reconocer que el ingreso condicionado del migrante a una fantasía de libertad en el contexto del liberalismo colonial o neoliberalismo actual es un rasgo compartido entre la servidumbre por contrato y el complejo industrial fronterizo.

Deeti, campesina de casta superior de Bihar, que trabaja en un campo para la producción de opio, es uno de los personajes más importantes de la novela. La encontramos al inicio de la novela en una población cuya economía agrícola de subsistencia ha quedado completamente paralizada por la demanda colonial de opio. Desde el inicio de Sea of Poppies, el opio ha afectado todas las esferas de la vida: el esposo de Deeti es un afeemkhor, o adicto, su familia de ella está profundamente endeudada porque los aldeanos no tienen la capacidad de cultivar una variedad de especies, y la planta de procesamiento de opio en un pueblo cercano sostiene a una clase bastante precaria de trabajadores. Una visión de un barco, que Deeti conjura al inicio de la novela, se convierte en un punto de soporte que impulsa constantemente la narración hacia delante:

La visión de un barco de alto mástil, navegando en el océano, se le apareció a Deeti en un día que de otro modo sería ordinario, pero ella supo en el instante que la aparición era una señal del destino, pues ella nunca antes había visto un barco, ni en un sueño: ¿cómo podría, si vivía al norte de Bihar, a cuatrocientas millas de la costa? Su pueblo estaba tan adentro que el mar parecía tan distante como el infierno: era el abismo de oscuridad donde el sagrado Ganga desapareció en el Kala-Pani, «el Agua Negra». (Ghosh, 2008, p.3)

Como observa Nandini Dhar (2017), la imagen, como la novela en sí, «narrativiza la génesis del coolie» (p.13) y no es representativa de un «solo evento que es narrado de manera anticipada sino la historia completa de la servidumbre por contrato, congelada en una única imagen» (p.17). Deeti entiende de manera inmediata y confiada que la aparición es una «señal del destino», porque existe más allá de los límites de su conocimiento y por ende existe independientemente de ella. La visión continúa para convertirse en un nivel inconsciente de profecía que se cumple porque se cree que se va a cumplir; Deeti queda consternada cuando muy al comienzo de la narración ve a sus vecinos aldeanos en fila para convertirse en unos de los primeros trabajadores sometidos a la servidumbre por contrato en Mauricio, porque al instante se da cuenta de lo que puede indicar la visión. Junto a esta señal, el narrador también nos ofrece un marco alternativo para conceptualizar el destino, en la forma de la astrología hindú: «Las esperanzas de [Deeti] siempre habían sido atormentadas por sus estrellas, pues su destino estaba regido por Saturno -Shani- un planeta que ejercía gran poder en los nacidos bajo su influencia» (Ghosh, 2008, p.28).

Con estos dos dictados irreconciliables del «destino», vemos cómo la vida de Deeti se desenvuelve en medio de eventos traumáticos, que ocurren tan rápidamente que la idea de elección o libertad puede parecer, según Dhar, «una lúgubre farsa» (2017, p.7). Esta idea de falta de alternativas se recalca con mayor énfasis en los primeros momentos de la novela. Por ejemplo, cuando el esposo adicto de Deeti muere, y Deeti «decide» cometer sati básicamente para evitar la agresión sexual de su cuñado8, ella espera entrar al mismo «inframundo» descrito en la visión inicial del barco. Minutos después de su autoinmolación planeada, otro aldeano, Kalua, rescata a una inconsciente Deeti, y cuando ella despierta para encontrarse en una balsa, percibe sus alrededores como los de la vida después de la muerte en el inframundo, aun cuando, por supuesto, el mismo río lleva a Deeti y Kalua hacia el «inframundo» de kala pani que terminarán cruzando. Al equiparar estas dos opciones -escapar a la servidumbre por contrato, o suicidarse- imaginando el mismo resultado para cualquiera de las alternativas, Ghosh quizás revela la persistencia de la elección ante lo que se percibe como una total falta de alternativas.

Lo que me llama la atención de Deeti, es la manera como los cambios en sus percepciones de las ideas del destino y la astrología, ante las fuerzas coloniales del mercado, pueden revelar si ella, como trabajadora sometida a la servidumbre por contrato, puede o no llegar a ocupar la fantasía de libertad imaginada por las narrativas coloniales del liberalismo. Cuando Deeti recupera inicialmente la consciencia en la balsa, luego de que Kalua la rescata, y se da cuenta de que no ha muerto, decide que «se ha despojado del cuerpo de la vieja Deeti, con el peso de su karma; había pagado el precio que sus estrellas le habían exigido, y ahora era libre de crear un nuevo destino» (Ghosh, 2008, p.163). Este momento marca un cambio decisivo en lo que Deeti entiende como la lógica que gobierna sus decisiones: su convicción en las señales astrológicas se desvanece cuando es sorprendida por la idea de ser «libre», y la idea de que el destino es algo que puede crearse para sí mismo. La nueva concepción de Deeti está en oposición directa con la lógica de la visión inicial del barco, pues allí no hay posibilidad en ese cuadro anterior para el barco, que representa el destino de Deeti, para ser algo de su propia creación. Poder escapar de sati se siente sin duda como un acto liberador, como observa Stasi (2015), «el escape de Deeti de ese mundo tradicional es saltar a la modernidad para convertirse en sirviente en condición de servidumbre por contrato. Esta es, con seguridad, un cierto tipo de libertad» (p.337).

El sentido de libertad de Deeti continúa cuando el Ibis se aventura por primera vez en el kala pani del Golfo de Bengala: el mar se presenta no como un tabú temible según el imaginario hindú, sino como un «firmamento, como el cielo nocturno, que sostiene el barco a flote, como si fuera un planeta o una estrella» (Ghosh, 2008, p.363). Aquí las metáforas hacen un gesto hacia la precedencia que el mar adopta sobre las estrellas y la lógica de la astrología. Designar el mar como «firmamento» denota adicionalmente un cambio del sistema de creencias astrológico y teístico a posiblemente uno de la libertad del albedrío individual. La servidumbre por contrato en esta disyuntiva, cuando el barco entra al kala pani, sí parece realizar la fantasía de libertad producida por Burnham y el archivo del liberalismo (Lowe, 2015).

Pero la lógica que gobierna el mundo de Deeti vuelve a cambiar luego de que Sarju, una de las otras ocho mujeres en servidumbre por contrato, muere y deja a Deeti con una bolsa de semillas de amapola de alta calidad como testimonio de las antiguas vidas dejadas en India. Más adelante, Deeti encuentra una de esas semillas atrapada bajo su uña, y tiene una comprensión capital:

Era una sola semilla de amapola: sacándola, la dejó rodar entre sus dedos y elevó los ojos, más allá de las velas tensadas hacia la bóveda estrellada arriba. En cualquier otra noche habría escudriñado el cielo en busca del planeta que siempre había pensado que era el juez de su destino -pero esa noche sus ojos cayeron más bien en la diminuta esfera que sostenía entre el dedo pulgar y el índice. Miró la semilla… y de pronto supo que no era el planeta arriba el que gobernaba su vida: era este minúsculo orbe- al tiempo generoso y voraz, misericordioso y destructivo, nutritivo y vengativo. Este era su Shani, su Saturno. (Ghosh, 2008, p.415)

De repente el poder de la astrología o de los planetas, que Deeti parece rechazar por un breve lapso en el barco, se reinstala, pero también se rediseña en la forma del orbe de una semilla de amapola, y es un poder que dicta la «libertad» que Deeti percibe estar experimentando en el momento anterior con Kalua en la balsa. La semilla de amapola, representativa de los intereses coloniales ingleses en la expansión del libre comercio, y la transformación del mercantilismo del siglo XVIII al libre comercio del siglo XIX, se presenta como una entidad divina omnisciente cuando el narrador señala su benevolencia y su ira. La narrativa de libertad que Deeti apoya de manera momentánea no se siente en absoluto diferente a la narrativa de libertad que las puertas prometen brindar en Exit West, pero que en su mayor parte incumplen.

En el caso de Deeti, la semilla de amapola -un sustituto de las fuerzas capitalistas del mercado- reclama el crédito por las elecciones que Deeti en momentos previos cree motivadas por las estrellas o los planetas, o motivadas por su propia autonomía. En lugar de ello, ese descubrimiento prueba que todas las decisiones, incluidas la decisión de Deeti y Kalua de hacerse trabajadores sometidos a la servidumbre por contrato, están siempre motivadas por las fuerzas del mercado. Al replantear la fantasía de la libertad como motivada completamente por el mercado, Ghosh expone a través de Deeti la contradicción central del liberalismo: que mientras las narrativas coloniales generan una narrativa de libertad, donde la servidumbre por contrato se sitúa como una fantasía de libertad, estas narrativas dependen de y oscurecen las violencias coloniales y la falta de libre elección, como se representa en la narrativa de Deeti.

Tanto el cambio en la comprensión de Deeti del libre albedrío y el destino -de la creencia astrológica a la autonomía, y luego a una comprensión de la capacidad del opio de «gobernar» una vida- y el contraste entre la narrativa de Deeti y la imaginación colonial en Burnham de la servidumbre por contrato y la esclavitud como «libertad», hacen visibles las contradicciones del liberalismo. La narrativa particular de Deeti con la semilla de amapola, en la que las fuerzas del mercado motivaron o impusieron por completo la «génesis del coolie» (Dhar, 2017, p.13), también reifica la intervención de Lowe (2015) de que las fuerzas capitalistas eran responsables de la transición de la esclavitud a la servidumbre por contrato. Al mismo tiempo, la fusión de Burnham de «libre comercio» y la producción, suya o de los colonizadores, de fantasías de libertad -que legitimaba la esclavitud y la servidumbre por contrato-, también pone de manifiesto no solo cómo las formas cambiantes del capitalismo influenciaron el cambio de la esclavitud a la servidumbre por contrato, sino también cómo podían transformarse esas fuerzas capitalistas. Como lo demuestra Lowe (2015), el momento de la abolición y la introducción de la servidumbre por contrato anticipó nuevas formas de imperio e inauguró el paso del mercantilismo al libre comercio.

Este artículo se ha propuesto usar el espacio imaginativo de Exit West y Sea of Poppies, para representar las fuerzas contradictorias del liberalismo y desvelar las violencias coloniales, de las que siempre han dependido las narrativas de libertad o que las han oscurecido. Tanto el sistema de servidumbre por contrato como el complejo industrial fronterizo, exponen notorias paradojas similares en las narrativas del liberalismo y el neoliberalismo, respectivamente, pero en últimas demuestran cómo la restricción y la falta de libertad en muchas formas -mediante la militarización de fronteras o las precarias condiciones en un antiguo barco esclavista- en realidad impulsan las fantasías de libertad, libre comercio y fronteras abiertas. Ese ejercicio debe impulsarnos a construir una genealogía más amplia de momentos similares, que exponen cómo las fuerzas que parecen ir contra otras, como el deseo neoliberal de flujos globales de mercancías, mano de obra y capital por encima de cualquier frontera, frente a la fortificación de las fronteras, en realidad operan de manera concertada para la mayor expansión del capitalismo. De igual modo, mientras que las violencias coloniales de los no libres van contra las fantasías de libertad en el momento de la abolición, esas violencias son en realidad necesarias para el triunfo del liberalismo. La comparación de la servidumbre por contrato y el complejo industrial fronterizo, complica el marco de análisis de la servidumbre por contrato, pero también nos ayuda a hacer un mejor diagnóstico de la intensificación de nuestro momento de seguridad fronteriza.

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* Este artículo es en parte el producto de la investigación realizada por la autora sobre las representaciones literarias de la mano de obra en condición de servidumbre para la tesis doctoral titulada “Oceanic Intimacies: Coolie Women and the Afro-Asian Caribbean Literary Imagination” [Intimidades oceánicas: mujeres coolie y la imaginación literaria afroasiática]. Parte de la investigación aquí presentada también se realizó para esta publicación específicamente.

1Parece importante definir específicamente cómo empleo el término «neoliberalismo», en particular por su empleo ubicuo y muchas veces variado en la academia durante las últimas décadas. Para los fines de mi argumento aquí, el neoliberalismo se refiere tanto a una política económica que implica dar prioridad al libre mercado y al libre comercio, pero también a, como lo describe Matt Sparke (2006) «un régimen de gobernanza» organizado en torno a las «ideas gemelas de liberalización del mercado capitalista del control estatal y la remodelación de las prácticas de Estado en la imagen idealizada del libre mercado» (pp.153-154). A propósito empleo el término «neoliberalismo» en oposición al liberalismo clásico o al capitalismo tardío por dos razones: a) para invocar el compromiso político de la crítica asociada con el término como se usó con connotaciones críticas hacia las reformas económicas hechas por el régimen de Pinochet en Chile en los años setenta (Ganti, 2014, p.93), y b) para invocar los orígenes del neoliberalismo en la posguerra como desviaciones del liberalismo clásico en cuanto que los libres mercados debían ser centrales, pero el Estado debía intervenir de manera que preservara un «orden competitivo» (Ganti, 2014, pp.91-92).

2Por fortificación de fronteras me refiero al incremento global de los aparatos, vigilancia y políticas de seguridad nacional fronteriza para regular y criminalizar a los migrantes no autorizados. Al mismo tiempo que se escribe este artículo, la manifestación más notable de la fortificación de fronteras en Norteamérica es la crisis humanitaria en la frontera entre Estados Unidos y México. En su artículo de julio de 2018 “Trump’s Family Separation Policy: Facts and Fictions” [La política de Trump para la separación de familias: hechos y ficciones], el investigador asociado del Consejo sobre Asuntos Hemisféricos Devin Lee, esboza la crisis que comenzó con la política de «cero tolerancia» de la administración Trump en abril de 2018, que separó a los hijos de las familias, y la orden ejecutiva de Trump de detener las separaciones dos meses después. Lee (2018) tiene interés no solo en describir los efectos de la política inicial aun después de su anulación, sino también en dar seguimiento a las maneras como la política de «cero tolerancia» de Trump tiene algunas raíces en políticas dictadas por las administraciones Bush y Obama, aunque sostiene que la separación específica de los hijos de sus padres es «completamente nueva y exclusivamente característica de la Administración Trump» (Afirmación 2 sección, par. 4). Para mayo de 2019, cinco niños migrantes en instalaciones de detención fronteriza de Estados Unidos habían muerto en un lapso de seis meses (Van Sant, 2019, par. 1).

3Según Dear (2013), en 2008, de los 442.000 detenidos que pasaron por instalaciones de procesamiento y detención, el 13 % fueron retenidos en centros del organismo de Control de Inmigración y Aduanas, 17 % en instalaciones administradas por particulares, y 67 % en instalaciones contratadas con gobiernos locales o estatales (Dear, 2013, p.112).

4Véase de Lowe (2015) The Intimacies of Four Continents [Las intimidades de cuatro continentes], específicamente los capítulos 2 y 4, para ver un estudio más elaborado y minucioso de cómo la abolición y la introducción de siervos por contrato anticiparon e inauguraron la expansión del libre comercio y nuevas formas de dominio colonial.

5«Nave coolie» designa aquí las naves que transportaban «coolies» -que se refiere a los trabajadores en condición de servidumbre en este artículo- desde India y China a otros lugares coloniales. Originalmente apropiado de «kuli», el término en tamil para «trabajo», por los capitanes portugueses del siglo XVI, para describir a los trabajadores indios de los puertos a lo largo de la costa Coromandel, «coolie» eventualmente fue usado por los británicos de manera más amplia y peyorativa para los trabajadores en servidumbre de nacionalidades india y china. El término se utiliza aún como un insulto para los descendientes de coolies indios, y como término que avergüenza y aliena la historia de trabajo en condición de servidumbre del imaginario nacional caribeño, pero la literatura de las últimas décadas ha procurado rescatar y reclamar el término. Esto es quizá más visible en la colección de poesía del poeta David Dabydeen, de 1988, Coolie Odyssey [Odisea coolie], y de la posterior formulación de «coolitud» del poeta mauriciano Khal Torabully, un movimiento literario que articula las experiencias compartidas de los descendientes de coolies, celebra la experiencia vivida de la servidumbre y ubica el tránsito real y la figura del barco -más que el lugar que se dejó atrás- como un punto de identidad originario.

6Es famosa la conceptualización del barco de esclavos que hace Paul Gilroy, siguiendo a Bajtín, como un cronotopo o «sistema vivo microcultural y micropolítico en movimiento» (Gilroy, 1993, p.4), con el fin de hacer énfasis en la naturaleza transnacional de la identidad negra y para promover su argumento de que el Atlántico negro y su circulación de ideas fue crucial para la producción de la modernidad occidental.

7Véase de Lowe (2015) Intimacies of Four Continents [Intimidades de los cuatro continentes], capítulo 4, para una discusión más detallada de cómo el libre comercio proporcionó nuevas formas de gobernanza colonial. De manera específica, Lowe analiza los ensayos de John Stuart Mill sobre libre comercio, junto con archivos coloniales sobre formas de dominio colonial en Hong Kong, para ilustrar la brecha entre la «libertad» asociada al «libre comercio» y asociada a la negación de libertades en la periferia colonial.

8Sati se refiere a la práctica hindú de la autoinmolación de las viudas inmediatamente después de la muerte de un esposo, que se convirtió en una «tradición [muy] polémica», según Lata Mani (1998), a comienzos del siglo XIX. Mani, entre otros, sigue las maneras como sati llegó a ser un asunto crucial adoptado por el imaginario colonial británico como parte de la misión civilizadora: mientras que la práctica se prohibió en la India colonial en 1829, esa prohibición ha sido problematizada como una forma de legitimar moralmente el dominio colonial por parte de los británicos.

Cómo citar este artículo: Mishra, A. (2020). Fantasías de libertad: una comparación entre la servidumbre por contrato y el complejo industrial fronterizo en Exit West, de Mohsin Hamid, y Sea of Poppies, de Amitav Ghosh. Tabula Rasa, 33, 165-199. DOI: https://doi.org/10.25058/20112742.n33.07

Recibido: 13 de Julio de 2018; Aprobado: 17 de Junio de 2019

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