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Tabula Rasa

Print version ISSN 1794-2489

Tabula Rasa  no.33 Bogotá Jan./Mar. 2020

https://doi.org/10.25058/20112742.n33.11 

Contra el Olvido

NARRACIONES POSCOLONIALES. LA ESCRITURA AUTOBIOGRÁFICA DE EDWARD SAID Y STUART HALL*

Post-colonial Narratives. Edward Said and Stuart Hall’s Auto-biographic Writing

Narrações pós-coloniais. A escrita autobiográfica de Edward Said e Stuart Hall

DAMIÁN GÁLVEZ GONZÁLEZa  b 

a Investigador doctoral del Centro de Estudios Interculturales e Indígenas (CIIR). Chile

b Lateinamerika Institut, doctorando en antropología social y cultural. Freie Universität Berlin, Deutschland. Orcid ID: orcid.org/0000-0001-6630-7046. dgalvezfu@zedat.fu-berlin.de


Resumen:

El presente artículo analiza la escritura autobiográfica de Edward Said y Stuart Hall como el resultado de múltiples y complejas identidades en disputa. Haciendo uso de la crónica personal de Said (Out of Place: A Memoir), y del relato subjetivo póstumo de Hall (Familiar Stranger: A Life Between Two Islands), el trabajo examina el significado que tuvo la experiencia biográfica transcultural de ambos intelectuales en la construcción de un pensamiento y una práctica política que enfrentó decididamente las marcas del colonialismo. El texto coloca especial énfasis en el ejercicio narrativo autobiográfico de Said, previo a su exilio del mundo árabe a Estados Unidos, y en la doble condición diaspórica de Hall, jamaiquino en un contexto colonial británico, como un recurso metodológico de máximo valor para el adecuado estudio de sus obras más relevantes.

Palabras clave: Edward Said; autobiografía; Stuart Hall; estudios poscoloniales

Abstract:

This article analyzes Edward Said and Stuart Hall’s auto-biographic writing as the outcome of manifold and complex identities at issue. Tapping into Said’s personal chronicle (Out of Place: A Memoir), and Hall’s posthumous subjective account (Familiar Stranger: A Life Between Two Islands), this work examines the significance of the transcultural experience both scholars went through in building up their thinking and their political practice, which decidedly challenged the imprints of colonialism. This texts makes special emphasis on Said’s autobiographic narrative exercise, prior to his exile from the Arab world in the United States, and Hall’s double diasporic status, as a Jamaican in a British colonial setting. Both are seen as a methodological resource of the utmost value to properly study their most relevant works.

Keywords: Edward Said; autobiography; Stuart Hall; post-colonial studies

Resumo:

Este artigo analisa a escrita autobiográfica de Edward Said e Stuart Hall como resultado de múltiplas e complexas identidades disputadas. Usando a crônica pessoal de Said (Out of Place: A Memoir) e o relato subjetivo póstumo de Hall (Familiar Stranger: A Life BetweenTwo Islands), o trabalho examina o papel que a experiência biográfica transcultural de ambos os intelectuais teve na construção de um pensamento e de uma prática política que decididamente confrontaram as marcas do colonialismo. O texto coloca ênfase especial no exercício narrativo autobiográfico de Said, anterior ao seu exílio do mundo árabe para os Estados Unidos, e na dupla condição diaspórica de Hall, jamaicano em um contexto colonial britânico, como recurso metodológico de máximo valor para o estudo adequado de suas obras mais relevantes.

Palavras-chave: Edward Said; autobiografia; Stuart Hall; estudos pós-coloniais.

Introducción

Me pareció que sería igualmente interesante analizar, en sus condiciones y sus formas, el tipo de acto mediante el cual el sujeto, al decir la verdad, se manifiesta, y con esto quiero decir: se presenta a sí mismo y es reconocido por los otros como alguien quien dice la verdad […] Estudio en ese marco la noción y la práctica de la parrhesía.

(Michel Foucault, 2010)

Es fácil constatar, según Foucault, toda la importancia que tuvo en la moral antigua -griega y romana- el principio «hay que decir la verdad sobre uno mismo» (2010, p.20). Los intercambios epistolares, la escritura de un diario, la recolección de notas personales, y, por cierto, las autobiografías, ponen en práctica este principio donde el narrador hace referencia a sí mismo como alguien quien dice la verdad, tomando para ello un cúmulo de experiencias vividas. Todos estos registros arrancan de la creación de marcos conceptuales que recuperan el papel de los discursos, las representaciones, las creencias y las valoraciones que los sujetos hacen de su propia existencia (Bertaux, 1999). En la autobiografía, en efecto, es el sujeto el que habla, es el sujeto el que recuerda mirando retrospectivamente el pasado. En concordancia con la práctica de la parrhesía antes citada, las memorias de Edward Said y Stuart Hall recogen una constelación de gustos, relaciones, amistades, deseos y confusiones para producir un texto que revive sus rasgos personales más íntimos en un mundo que ha dejado de existir tras la Segunda Guerra Mundial. Conforme avance, se podrá ver de qué modo la trayectoria biográfica transcultural de ambos investigadores incidió de manera decisiva en un estilo de trabajo intelectual que sigue ejerciendo gran influencia en los estudios culturales de hoy.

La escritura autobiográfica es una dimensión poco estudiada de la obra de Said y Hall. Los dos escribieron sobre sí mismos abordando el problema de la pertenencia, el exilio y el desarraigo en un contexto poscolonial. Esta urgencia tan sostenida, reflejada en la prosa de sus autobiografías, así como en otros escritos, plantea algunas preguntas respecto al sentido que poseen estos relatos en virtud de sus estudios sobre la cultura y el poder en la política del capitalismo contemporáneo. Mi preocupación principal es la de mostrar las similitudes y afinidades entre los dos autores, grandes pensadores de nuestro tiempo, explorando sigilosamente en los reductos privados de la subjetividad. En otras palabras, creo que se los lee mejor pensando que forman parte de una tradición compartida, crítica del eurocentrismo, y que sus obras no pueden separarse de sus biografías ni de la historia sociopolítica de la época que les tocó vivir.

¿Qué recordar de aquellos años en el mundo árabe? ¿Qué olvidar del pasado en el Caribe colonial? ¿Qué se narra y qué queda fuera del relato? Cabe tener en cuenta estas y otras preguntas, porque la memoria, como sabemos, no es puro recuerdo, no es solo la evocación del porvenir, es más bien la relación abierta y contrapuesta de recuerdos, olvidos y silencios que pueden ser constatados en diferentes momentos. El recuerdo y el olvido se necesitan mutuamente, son dos piezas de la memoria, dice Pierre Nora (2009). Por eso en el relato autobiográfico el narrador construye una identidad particular de sí mismo a partir de la interacción con otros que son significantes para él, pero excluyendo y seleccionando, borrando y focalizando en la fugacidad del presente los recuerdos que le otorgan mayor sentido al pasado (Del Valle & Gálvez, 2017). De este modo, la materia autobiográfica de Said y Hall está organizada por relaciones observables, por sentimientos privados, por imágenes sueltas, por expresiones deliberadamente sinceras, por confidencias demasiado íntimas que brindan la ilusión de que podemos acceder al conjunto de sus memorias, pero cuyo contenido, sin embargo, «solo puede sobrevivir en estado de representación» (Nöel, 2008, p.203).

El texto que los lectores tienen en sus manos consta de tres partes y una conclusión. La primera se centra en los recursos metodológicos que Edward Said adoptó para desmontar una concepción esencialista de la cultura, tomando para ello las múltiples y conflictivas identidades que el pensador palestino asume en su ensayo autobiográfico. La segunda aborda el enfoque teórico desarrollado por Stuart Hall para pensar las distintas formas de identificación que depara la modernidad, una perspectiva epistemológica que estará atada a una vida que se reconoce como el resultado de dos diásporas en movimiento. La tercera examina el concepto de identidad desplegado por ambos autores para meditar las representaciones que se construyen de otras culturas, historias y sociedades. Por último, se realizan algunos comentarios sobre dos biografías que, si bien transitaron por caminos diferentes, confluyeron estrechamente entre sí en un estilo de trabajo intelectual que perturbó el statu quo y alteró los estereotipos del discurso colonial.

Fotografía 1: Borradores Fuera de lugar. Edward W. Said Papers. Series II: Writings, 1963-2006. Box 49. Folder 4. Out of Place (Drafts). Rare Book & Manuscript Library, Columbia University in the City of New York.1  

Said en primera persona

He conservado aquella conciencia inquietante de tener múltiples identidades -la mayoría de ellas en conflicto- durante toda mi vida, junto con el deseo desesperado de que hubiéramos podido ser totalmente árabes, o totalmente europeos o estadounidenses, o totalmente cristianos ortodoxos, o totalmente musulmanes, o totalmente egipcios.

(Edward W. Said, 2016)

En el curso del relato autobiográfico recién citado se puede observar con todo detalle cómo Edward Said trata de acercarse a sus diferentes identidades por caminos engorrosamente anómalos. El autor de la magistral obra Orientalismo, tardará cinco años en la composición de Fuera de lugar2, la autobiografía de su niñez y juventud en Oriente Próximo publicada en 1999, a cuatro años de su muerte en 2003. Estas memorias, que abarcan desde 1935, el año de su nacimiento en Jerusalén, hasta 1962, fecha en que termina sus estudios de doctorado en Estados Unidos, narran con singular y extraordinaria lucidez las contradicciones de su infancia, los dilemas de su formación y la desintegración de un mundo que ya no existe3. En concreto, serán las primeras vivencias escolares en instituciones británicas de élite, la nostalgia por un territorio desposeído como resultado de la violencia imperial y la conciencia de sí mismo relacionándose con el mundo en lenguas intrínsecamente mezcladas, los temas principales que configuran el núcleo de este vertiginoso ejercicio autobiográfico.

No fue hasta el otoño de 1994, mientras se recuperaba de las primeras rondas de quimioterapia, que Edward Said decide imponerle un relato retrospectivo a su vida a través de una «crónica personal no oficial en el mundo árabe» (Said, 2016, p.13). Contemplando el pasado más remoto desde el presente más contemporáneo, el autor esmalta sus memorias mediante una prosa elegante que ante todo asume la porosidad de las culturas, o sea, como un proceso colectivo que se activa en el fragmentado flujo de la contingencia. Como antesala de su autobiografía, Said publica un texto titulado Between Worlds, en el cual resume con franqueza la fragilidad de su historia y las circunstancias mundanas que la rodean (Zapata, 2008). Esto es fácilmente apreciable en fragmentos como este: «Me descubrí reviviendo los dilemas narrativos de mis primeros años, mi sensación de duda y de estar fuera de lugar, de sentir que siempre estaba en el rincón equivocado, en un lugar que parecía escabullírseme de las manos cada vez que trataba de definirlo o describirlo» (Said, 1998, p.4). Como tendré ocasión de mostrar en las páginas que siguen, será su propia experiencia biográfica, la vida de un palestino árabe en Estados Unidos, una de las razones principales que lo empujará a escribir Orientalismo (Said, 2002, pp.52-53), cuyo valor epistemológico para pensar el poder, a cuatro décadas de su publicación, se extiende hasta el día de hoy.

Ciertamente, se debería reconocer que la ficción autobiográfica fue una materia de exploración que estuvo presente en varios pasajes de la vida intelectual de Said. Sin ir más lejos, en su primer libro, publicado hace más de medio siglo como resultado de su tesis de doctorado en literatura inglesa por la Universidad de Harvard, el crítico examina con rigor los nexos entre vida y escritura a partir de la figura de Joseph Conrad. «En el primer libro que escribí, [dice Said], utilicé a Conrad como ejemplo de alguien cuya vida y obra parecían tipificar el destino del vagabundo que se convierte en escritor consumado en una segunda lengua, pero que nunca llega a desembarazarse del sentimiento de ser ajeno a su nueva casa» (2005, p.513). El joven Said transitó de Oriente Próximo a uno de los principales centros metropolitanos del mundo moderno occidental, Nueva York, una ciudad inquieta y turbulenta que jugó un papel clave en sus interpretaciones. Conrad, por su parte, dejó su Polonia natal para convertirse en un ciudadano inglés que hizo de la expansión imperial su laboratorio de producción literaria más elemental. En uno y otro caso, tanto en el universo de Said como en el de Conrad, lo que está en juego, en suma, es la elaboración de un sólido trabajo intelectual que fue concomitante a la experiencia del exilio, a la axiomática del imperialismo europeo y al destierro forzoso como un sentimiento de pérdida irredimible.

Joseph Conrad and the Fiction of Autobiography (1966), el primer libro de Said, establece una importante correspondencia entre la mirada que tenía Conrad de su propia existencia y las historias que caracterizaron su narrativa. Haciendo uso de sus cartas personales, el profesor argumenta que Conrad situó su literatura en regiones exóticas y lejanas del mundo moderno occidental, ya sea en las tierras incógnitas de África Central (El corazón de las tinieblas) o en las profundidades de un país latinoamericano (Nostromo). Estas y otras ficciones expresan una dimensión política singular que se traduce en la preocupación colonialista por civilizar a la población nativa. Sin embargo, lo relevante aquí no es tanto subrayar la posición ambivalente que Conrad manifestó en relación con el fenómeno imperial, sino más bien, como lo señala Said, reconocer que cuando «uno se adentra en sus escritos, el aura de trastorno, inestabilidad y extrañeza es inconfundible. Nadie consiguió representar el destino de la pérdida mejor que él, y nadie fue más irónico acerca de los esfuerzos de tratar esa condición con nuevos ajustes y adaptaciones» (2005, p.513). Esa extrañeza inconfundible en Conrad será al mismo tiempo un signo distintivo en la vida y obra de Said.

Concuerdo sin reservas con Bernardo Subercaseaux cuando sostiene que, «como todo pensador profundo, el quehacer intelectual de Edward Said puede rastrearse, en gran medida, en su biografía» (2005, p.168). En la excavación de su vida, Said recuerda que desde pequeño tuvo una relación de extrañamiento con diferentes identidades nunca enteramente definidas. Respecto a esta percepción dominante de sentirse fuera de lugar, de convivir cotidianamente con una sensación de desconcierto, o parafraseando a Erich Auerbach, de ver «el mundo entero como una tierra extraña», escribe:

Así pues, me ha costado cincuenta años acostumbrarme, o más exactamente, sentirme menos incómodo con Edward, un estúpido nombre inglés uncido a la fuerza a mi apellido árabe, Said […] Durante años, y dependiendo de las circunstancias exactas, pasaba a toda prisa por encima de Edward y hacía hincapié en Said. En otras ocasiones hacia lo contrario o los unía a ambos tan deprisa que ninguno se oía con claridad. Lo único que no toleraba, aunque tenía que soportarlo muy a menudo, era la reacción incrédula y por tanto devastadora: ¿Edward Said? (2016, p.17)

El tono de Said deja entrever un estado discontinuo de la identidad. A través de un lenguaje sencillo, directo, de ritmo fluido, su prosa autobiográfica plantea varias preguntas respecto al problema de quién habla, el autor, la firma y la política del nombre propio (Foucault, 1969; Derrida, 2009). La incomodidad de ser nombrado bajo el título Edward, un estúpido nombre inglés, «quizás se explica porque nombrar es una forma de ejercer el poder» (Amaro, 2010, p.232). Sobre estas bases, Said describe su universo, no para constatar una hipótesis, sino para encontrar en su modo de narrar una manera de entender su lugar en el mundo. Cito un breve fragmento de sus memorias que refleja su condición de exiliado y la experiencia de la partida: «Ahora sé que en Estados Unidos tuve que empezar de nuevo, desaprender en cierta medida lo que había aprendido antes, volver al principio, improvisar, inventarme a mí mismo, fracasar, experimentar, cancelar y recomenzar de modo sorprendente y a menudo doloroso» (Said, 2016, p.288).

Fotografía 2: Borrador Fuera de lugar. Edward W. Said Papers. Series II: Writings, 1963-2006. Box 49. Folder 4. Out of Place (Drafts). Rare Book & Manuscript Library, Columbia University in the City of New York. Copyright © Edward Said, utilizado con permiso de The Wylie Agency LLC. 

Habitando dos mundos, en territorios superpuestos, en un constante devenir entre el centro y el margen, Said puso de relieve sus elementos identitarios para fundirlos en varios desafíos de su itinerario intelectual (Subercaseaux, 2005), como los cruces entre cultura e imperialismo, las representaciones, tanto políticas como epistémicas de los grupos subalternos, o el problema de los nuevos Estados-nación, antes colonias. Sus escritos políticos, dotados de un compromiso extraordinario con la situación palestina, también dan cuenta de un talento que encaró sin dogmas fijos los nacionalismos ortodoxos o todo intento de superioridad racial, sea de donde sea que provinieran4. De un modo general, lo que es significativo para la hipótesis de este trabajo, es que Said hizo de su dimensión personal -una identidad compuesta por complejas narraciones en disputa- un recurso metodológico de máximo valor que acompañará a sus obras más relevantes. Es así como Said, siguiendo a Gramsci, concluirá que el punto de partida o la materia prima de cualquier proceso de elaboración crítica, será la toma de conciencia de uno mismo como resultado de un contexto histórico concreto. Leamos el siguiente pasaje de su libro Orientalismo.

La inversión personal que he hecho en este estudio deriva en gran parte de mí conciencia de ser oriental y de haber sido un chico que creció en dos colonias británicas […] Al estudiar el orientalismo he pretendido hacer el inventario de las huellas que ha dejado en mí la cultura cuya dominación ha sido un factor muy poderoso en la vida de todos los orientales. Por eso, me he concentrado en el estudio del Oriente islámico. (Said, 2002, p.51)

En lo relativo a su proyecto autobiográfico, la palabra escrita de Said lleva a cabo una singular operación narrativa, que transforma la vida como si se tratara de una historia dispuesta a ser contada en primera persona (Bourdieu, 2011). En ese aspecto el relato se convierte en un documento histórico, en un testimonio auténtico, en una confesión veraz. Pero visto desde otro ángulo, el relato del yo narrador se convierte en una fábula que va acompañada de una manera de escribir muy peculiar que adquiere características únicas (Molloy, 1996). Cabe preguntarse, entonces, si el retrato que Said dibujó de sí mismo en el mundo árabe puede o no ser tomado literalmente, dado que siempre, como nos enseña Leiris (2008), hay una confusión entre la materia almacenada en la memoria y la vida narrada.

En Fuera de lugar, refiriéndose a la experiencia de iniciar una descripción sobre sus recuerdos, expresa: «la razón principal de estas memorias es por supuesto la necesidad de acortar la distancia en el tiempo y en el espacio que hay entre mi vida actual y la de entonces» (Said, 2016, p.15). A lo largo de su autofiguración textual, donde el narrador es el personaje central del relato, el escritor palestino selecciona diferentes materiales de su historia para analizar las circunstancias inciertas de su existencia, recurriendo a reflexiones sobre innumerables cosas, como la relación con sus padres, los veranos en el Líbano, su educación temprana en el Victoria College de El Cairo, o los estragos del colonialismo en Oriente Medio. Pero en este empeño de representar su vida interior, Said toma la decisión de borrar por completo el reconocimiento y el mérito incuestionable de su obra. De hecho, sus memorias no contienen información detallada de sus investigaciones. Tampoco de sus lecturas. No así sobre su juventud o los rigores crecientes de una enfermedad que lo acompañará durante toda la escritura de su autobiografía. Dice Said: «[c]uando comencé el tratamiento en marzo de 1994 me di cuenta de que había entrado, si no en la fase final de mi vida, sí en el periodo en el que ya no había posibilidad de volver a mi vida anterior» (2016, p.280). Este gesto es, acaso, otra forma de mostrar la relación siempre particular y siempre latente entre la voz de la muerte y la retórica autobiográfica. Prosigue en otro párrafo bien logrado:

Estos detalles son importantes a fin de explicarme a mí mismo y a mis lectores que el ritmo de este libro está íntimamente ligado a las fases, recaídas y variaciones de mi enfermedad. A medida que me iba debilitando, aumentaba el número de infecciones y los brotes de efectos secundarios, este libro se iba convirtiendo en mi manera de edificar algo en prosa mientras en mi vida corporal luchaba con las incertezas y los dolores de la corrupción física. Ambas tareas se componían de detalles: escribir es ir de palabra en palabra y sufrir una enfermedad es avanzar los pasos infinitesimales que te llevan de una fase a otra. (Said, 2016, p.280-281)

En Said, biografía y obra, es la búsqueda, ardua y lúcida, de articular una subjetividad escrupulosa. Intentaré ahora dar una idea de la manera en que Stuart Hall se vio a sí mismo a través de un relato al que se entregó en cuerpo y alma.

Las dos islas de Hall

Nací en 1932 en una familia de color de clase media en Jamaica, todavía entonces una colonia británica. Este es mi primer sentido del mundo derivado de mi ubicación como sujeto colonizado, y gran parte de mi vida puede entenderse como desaprender las normas en las que nací y crecí. Este largo y continuo proceso de desidentificación ha dado forma a mi vida5.

(Stuart Hall, 2017)

Voy a concentrarme en el pensamiento y en las memorias de Stuart Hall. ¿Qué soy yo? o ¿Quién soy yo?, toda su crónica personal puede ser leída como el intento de dar una respuesta acabada a esa oscilante pregunta. En su proyecto autobiográfico publicado en 2017, tres años después de su fallecimiento, el sociólogo jamaiquino se convierte en un observador que contempla su vida como el resultado de dos diásporas en movimiento. El yo de Hall habla desde lugares diferentes. Primero se vuelca a su historia familiar desde el Caribe colonial británico, en Kingston, para luego rememorar las vicisitudes de su identidad afrocaribeña desde Londres, megalópolis que se convirtió en su residencia y en su espacio de acción más influyente por muchos años. En su relato subjetivo, construido gracias a un fructífero diálogo con Bill Schwarz, Hall retrata una imagen de su identidad desde dos lugares de enunciación, desde dos islas, ligadas cultural, económica y políticamente por la dominación imperial. Este agitado y difuso rompecabezas lo lleva a preguntarse, con evidente desconcierto, «¿[a] qué Jamaica pertenezco?» (Hall, 2017, p. 25).

La pertenencia a dos tradiciones distintas, ligadas a más de un idioma, es una de las muchas piezas de ese largo y continuo proceso de desidentificación que enuncia Hall. Es así como en prácticamente todos los capítulos de su autobiografía, el autor manifiesta una sensación de incertidumbre en relación con las múltiples identidades que expresa un sujeto en la era moderna. Más aún, para Hall, la historia del Caribe es la prueba concreta del constante proceso de cambio y la fisionomía necesariamente híbrida de las identidades. A propósito de sus primeros años en Jamaica y su posterior partida a Londres, dice: «en este proceso las identidades se reconstruyen, se transforman, se problematizan, se pluralizan, se movilizan, vale decir, se establecen en posiciones antagónicas entre sí» (Hall, 2017, p.144). En una publicación anterior plantea una idea muy similar. «Este concepto acepta que las identidades nunca se unifican, porque en los tiempos de la modernidad tardía, las identidades están cada vez más fragmentadas y fracturadas; nunca son singulares, sino construidas de múltiples maneras a través de discursos, prácticas y posiciones diferentes» (Hall, 2003, p.17). He aquí, quizás, un ejemplo simple pero preciso de cómo la biografía de Hall se conectó con varios desafíos de su itinerario teórico.

Stuart Hall se avecindó en Londres en 1951 para estudiar en la Universidad de Oxford6. A comienzos de 1960 fundó la New Left Review7 junto a destacadas figuras del marxismo británico (E.P. Thompson, Perry Anderson, Richard Hoggart, entre otros). Luego, entre 1972 y 1979, se desempeñó como director del Centro de Estudios Culturales Contemporáneos de la Universidad de Birmingham. Posteriormente se convirtió en profesor de sociología de la Open University (Yaksic, 2018). Su lectura de la sociedad británica estuvo siempre acompañada de una práctica política socialista que combatió la doctrina conservadora del thatcherismo. Asimismo, fue contrario al estalinismo, la socialdemocracia europea y de un marxismo ortodoxo incapaz de «tratar adecuadamente tanto los temas de la raza y la etnicidad en el Tercer Mundo» (Hall, 1989, p.165). Todo esto, más el derrumbe de la Revolución húngara por el ejército soviético y la invasión británica y francesa del Canal de Suez, derivó en la aparición del llamado movimiento Nueva Izquierda, que tendrá a Hall como uno de sus principales exponentes. Pero estos hechos son relativamente conocidos. Lo más importante no es mostrar antecedentes generales de su biografía, sino, antes bien, desvelar como Hall piensa su vida y produce sus ideas desde formaciones históricas concretas, situadas en un contexto y tiempo específico (Restrepo, Vich & Walsh, 2014, pp.7-15).

En el marco teórico de Hall confluyen varios tópicos y aspectos de la obra de Gramsci, como el concepto de hegemonía, el papel del intelectual, la noción de cultura o el problema de la ideología. Gramsci no era un teórico convencional, de hecho, argumenta Hall, «[este] nunca ejerció como académico o teórico intelectual de ninguna índole. De principio a fin fue, y siguió siendo un intelectual político y activista socialista en la arena política italiana» (2005, p.219). En varias entradas de su autobiografía, Hall enfatiza en el legado teórico de Gramsci para entender sus condiciones materiales de existencia y su propia posición como sujeto colonizado.

Este razonamiento se convierte en el punto de inflexión desde el cual puedo entender mi propia relocalización del Caribe a Inglaterra. Me permite desenterrar y dar sentido a mi propia experiencia y sensibilidad, que no pude articular en mi juventud. Para recuperar una reflexión de Gramsci, me proporciona una manera de dar sentido a mis propias filosofías. (Hall, 2017, p.145)

Las lecturas de Gramsci, así como las de Foucault, Fanon y Althusser, también le servirán de insumos en su polémica contra el racismo y en su búsqueda de una teoría crítica de la cultura, adaptada a la realidad contemporánea, previamente intentada por el marxista británico Raymond Williams. De todos estos nombres, quizás sea Fanon la figura más paradigmática para pensar su posición en el mundo como sujeto colonizado. La escritura del pensador martiniqués, autor de Los condenados de la tierra (1961) y Piel negra, máscaras blancas (1952), refleja mejor que nadie una voluntad política que nunca dejó de impugnar las lógicas de la dominación colonial. Fanon reflexiona acerca de la racialización de los cuerpos a partir de la experiencia concreta de los individuos, en el marco de procesos históricos específicos, en particular el africano y el caribeño (De Oto, 2018). En ese sentido, un aspecto relevante en el trabajo intelectual de Hall, y significativo para entender el contexto político-social en el cual aconteció, será la articulación entre raza, color de piel y clase social. En cuanto a la experiencia vivida del negro, en el seno de un sistema de clasificación social, dice Hall:

[e]l cuerpo se convierte en una cosa con la que pensar la diferencia, así como algo que inmediatamente desencadena la ansiedad y el miedo. ¡Tiens, Mama!, Un Nègre, exclama el niño en la famosa interpretación de Fanon. En estas pocas palabras, gran parte de la amenaza de la raza se condensa. Y como Fanon demostró a través de tales prácticas aparentemente intrascendentes, el miedo de los blancos al negro se normaliza. (2017, p.105)

En otro plano, podríamos decir que la escritura de una autobiografía es siempre la historia de una vida (Ricoeur, 1995), una representación del yo, esto es, «un volver a contar, ya que la vida a la que supuestamente refiere es, de por sí, una suerte de construcción narrativa. La vida es siempre relato: relato que nos contamos a nosotros mismos, como sujetos, a través de la rememoración» (Molloy, 1996, p.16). Para el caso de Hall, sin embargo, lo más singular de su testimonio no es contar en detalle los recuerdos del pasado, sino más bien pensar las conexiones entre vida y pensamiento en un contexto de enunciación específico, en el desarrollo histórico real (Williams, 2000). En ciertos pasajes, sobre todo al comienzo de su relato, la memoria se mezcla con la extrañeza y lo empírico, que dan la sensación de un excelente monólogo interior. Con referencia a su doble condición diaspórica, explica:

Soy el producto de dos diásporas. Esto puede sorprender a los lectores que son más propensos a considerar la diáspora africana como mi lugar de origen primordial. Pero Jamaica también, además de ser parte de África en el Nuevo Mundo, es una especie de diáspora por derecho propio, un lugar de dispersión de tradiciones y pueblos, de difusión. Ninguno de los grupos principales que constituyen la sociedad jamaicana pertenecía allí originalmente. Todo jamaiquino es producto de una migración, forzada o libre […] He vivido tiempos interesantes. Pensé que sería atractivo para los demás leerlos desde el punto de vista de alguien que los vivió, por así decirlo, desde los márgenes. Nací y me formé en los últimos días del viejo mundo colonial. Son mis condiciones de existencia. Este es el punto de partida para narrar mi vida, la fuente de una inquietud curiosa, inalcanzable y permanente. (Hall, 2017, pp.4 y 10-11)

Este punto de partida que establece Hall para narrar sus condiciones de existencia, tiene que ver con que la escritura de una autobiografía «no depende de los sucesos sino de la articulación de esos sucesos, almacenados en la memoria y reproducidos mediante el recuerdo y la verbalización» (Molloy, 1996, p.16). Es importante situar el libro de Hall dentro de esta perspectiva amplia, en la que se pone en práctica uno de los axiomas más visibles de la escritura autobiográfica: el narrador -personaje central en la trama del relato- hace referencia a sí mismo como alguien quien dice la verdad tomando para ello la experiencia sensible de los hechos ocurridos (Ricoeur, 1995). Exponiendo la vida por escrito, seleccionando materiales de la historia, escarbando en los surcos de la memoria, el yo narrador de Hall se vuelve accesible a la comprensión y al entendimiento de todos los demás. Visto de este modo, florece un pensamiento reflexivo y una vida interior que se examina a sí misma con la sensación de estar en constante desplazamiento (Scott, 2017).

Philippe Lejeune, en un libro muy divulgado, se pregunta si acaso es posible delimitar con precisión la autobiografía. El autor ensaya la siguiente definición: «relato retrospectivo en prosa que una persona real hace de su propia existencia, poniendo énfasis en su vida individual y, en particular, en la historia de su personalidad» (1994, p.48). A simple vista, la narración de Hall cumpliría satisfactoriamente con las condiciones que demanda una autobiografía, puesto que coincide «la identidad del autor, la del narrador y la del personaje» (Lejeune, 1994, p.49). No obstante, de esta identidad transparente, por decirlo así, surgen varios problemas que le son inherentes. Uno de ellos es la división entre ficción y realidad, entre lo imaginado y lo verdadero, entre lo subjetivo y lo empírico, ya que la autobiografía pareciera depender preferentemente de hechos reales o verificables; «de un sujeto cuya identidad viene definida por la incontestable legibilidad de su nombre propio» (De Man, 1991, p.113). Pero se suele decir también que la distinción entre ficción y autobiografía «no es una polaridad, sino que es indecible» (De Man, 1991, p.114). En este sentido, los nudos entre historia, biografía y narración, en los márgenes de una vida posible, no hacen otra cosa que corroborar que siempre hay elementos autobiográficos en la ficción, y viceversa (Piglia, 2008).

Stuart Hall tiene una idea bastante precisa de lo que quiere incluir en su ensayo autobiográfico. A diferencia de Said, quien articuló un relato lejos de su actividad política y profesional, el sociólogo asegura que su proyecto consiste en seguir examinando los puntos de conexión entre su vida y su trabajo intelectual, como una prolongación de sus principales investigaciones. Esta perspectiva situada, de aproximarse a los problemas del presente, mezclada con una necesidad urgente de mirar hacia atrás, viene a confirmar la importancia que tienen los contextos, las posiciones y las coyunturas en el análisis cultural de una formación social determinada. Por todo esto, en la actualidad, «la teoría es necesaria, pero debe operar en un nivel de concreción y dar testimonio de la complejidad y densidad de las coyunturas, en aras de generar intervenciones más adecuadas» (Restrepo, 2017, p.177). Una teoría que tendrá que interpretar cómo operan las culturas, cómo se transforman y cómo se pueden entender mejor (Said, 2002).

Sigamos viendo cómo Hall y Said convergieron estrechamente entre sí en un estilo de trabajo intelectual que cuestionó el statu quo y las representaciones del discurso colonial.

Cultura, poder y representación

Espejo de palabras: ¿dónde estuve?

Mis palabras me miran desde el charco

de mi memoria.

(Octavio Paz, 2014)

El primer acercamiento entre Said y Hall proviene de la aventura intelectual de pensar la realidad humana desde una perspectiva dinámica, compleja y no esencialista. En la escritura de sus autobiografías se puede ver con claridad la importancia que tuvo la sensación de provisionalidad en toda la arquitectura de su pensamiento. La experiencia espiritual de habitar múltiples moradas, signada por la extrañeza y la turbulencia, lleva a Said, por ejemplo, a pensar el concepto de cultura desde la dependencia entre lo uno y lo diverso, entre lo particular y lo universal, pues «ninguna es única y pura, todas son híbridas, heterogéneas, extraordinariamente diferenciadas y no monolíticas» (1993, p.31). En otro libro, que aborda la función del intelectual en la esfera pública, el profesor palestino defiende la misma tesis. «Las culturas están demasiado entremezcladas, sus contenidos e historias son demasiado interdependientes para someterlas a operaciones quirúrgicas que aíslen oposiciones a gran escala, básicamente ideológicas, como Oriente y Occidente» (1996a, p.13). Sea como sea, Said dejó bien claro que, lejos de ser algo inmóvil en el tiempo, «la identidad de uno mismo o la del otro es un muy elaborado proceso histórico, social, intelectual y político que tiene lugar en un certamen, en el cual intervienen personas e instituciones de todas las sociedades» (Said, 2002, p.436).

La autobiografía y el cuerpo teórico de Stuart Hall le dedica considerable atención a la cuestión de la identidad, desde un punto de vista estratégico y posicional. «De manera directamente contraria a lo que parece ser su carrera semántica preestablecida, el concepto de identidad no señala ese núcleo del yo que, de principio a fin, se desenvuelve sin cambios a través de todas las vicisitudes de la historia» (Hall, 2003, p.13). En contra de esta idea estática de la identidad, Hall plantea un enfoque teórico que defiende el constructivismo social como una explicación de las diferencias culturales, «contra los intentos de la teoría política normativa de reificar a los grupos culturales y sus luchas por el reconocimiento» (Benhabib, 2006, p.28). En última instancia, un marco interpretativo que entiende la noción de cultura como complejas narraciones en conflicto (Benhabib, 2006), y el concepto de identidad, como construcciones demasiado plurales y heterogéneas como para configurar algo homogéneo o unitario (Said, 1993).

Entre Hall y Said existen otras concordancias. Los dos escribieron con voluntad analítica sobre las condiciones materiales de producción y circulación de un texto. De ahí que varios escritos, como sus valiosas autobiografías, hayan contribuido más que nadie en el desarrollo de un estilo de trabajo intelectual que se ha dado en llamar contextualismo radical (Grossberg, 2016), es decir, «un contextualismo situado que pone énfasis en la comprensión de las coyunturas» (Restrepo, 2017, p.176). En todo caso, es importante hacer notar que este recurso metodológico está vinculado con el propio quehacer de los estudios culturales. Por esta razón, advierte Grossberg, «los estudios culturales insisten en tomar posición, pero de forma provisional […] Tal enfoque no solo es consistente con, sino que parece venir de la asunción de que cada realidad, cada situación, es una configuración de relaciones, la realidad existe relacionalmente» (2016, p.34).

En lo que atañe al trabajo de la representación, en más de una oportunidad Edward Said expresó que las geografías imaginarias de la alteridad se encontraban en un proceso de construcción permanente expuestas a complejos diagramas de poder/saber (Gálvez & López, 2018). He aquí un ejemplo: la distinción ontológica y la relación de dominación que se establece entre Occidente y Oriente (Said, 2002). Para explicar cómo funciona el discurso orientalista, Hall (1992) sugiere que sea examinado como un régimen de verdad en directo sentido al análisis de Michel Foucault. El orientalismo, en tanto «conocimiento occidental sobre lo exótico» (Clifford, 2001, p.304), interviene entonces como una formación discursiva que no solo tiene repercusiones en un plano estético. Su campo de acción es más diverso, pues trae consigo la construcción de un archivo histórico de las sociedades no occidentales con la finalidad de manipularlas, e incluso crearlas, alrededor de una imagen escindida en dos extremos antagónicos (Said, 2002, p.22-54). Uno conforme a la idea moderna de progreso y otro reducido al espacio del atraso y la dependencia (Gálvez, 2018). Esto es lo que Hall, siguiendo a Peter Hulme, entenderá por dualismo estereotípico, es decir, una representación dividida en dos opuestos que ocupa un lugar clave en el discurso ideológico del otro. De este modo, «lejos de que este discurso sea una idea unificada y monolítica, una característica de este es escindir. El mundo es primero dividido simbólicamente en bueno-malo, nosotros-ellos, civilizado-incivilizado, Occidente-el resto» (Hall, 1992, p.307).

Hay pruebas de préstamos concretos que muestran como Hall no solo leyó a Said, sino que también hizo uso de él. En distintas partes de sus memorias, Hall toma la crónica de Said como un modelo para armar su relato autobiográfico. Respecto a los orígenes de su familia y a la extrañeza de ser nombrado Stuart, dice:

En mi caso, el elemento europeo era casi con seguridad escocés. ¿De dónde más mis antepasados habrían imaginado tanto a Stuart, y al aún más ridículo McPhail, como nombres de familia? Esto es como una reminiscencia de que Edward Said haya sido llamado Edward, y de su tensa relación con esta persona incognoscible e incómoda: Edward, el otro dentro de él que le causó mucho dolor. (Hall, 2017, p.15)

En un ámbito más personal, también es posible constatar el interés y la simpatía que sentía el uno por el otro. El procedimiento epistolar ilumina esta conexión. De regreso en Nueva York, luego de exponer algunas conferencias en Londres, durante el otoño de 1989, Said le escribe una amistosa carta a Hall disculpándose por no haber logrado concertar una reunión e invitándolo, por otro lado, a publicar un libro suyo en una serie que para ese entonces dirigía en la Harvard University Press. Esta colección, Convergences: Inventories of the Present, tenía como objetivo principal reflexionar sobre problemas sociales de la actualidad, como la política de la representación o el significado contemporáneo del imperialismo, desde diferentes enfoques y campos disciplinarios. El libro de Hall, sin embargo, no pudo ser publicado por razones que desconozco. Leamos en extenso esta correspondencia.

Querido Stuart,

Siento no haberlo visto en Londres, pero sin duda ha recibido informes -espero que no demasiado negativos- sobre mis conferencias. New Left Review ha redactado un borrador que voy a preparar para su publicación en las próximas semanas.

Me gustaría mucho publicar un libro suyo en la serie que estoy editando ahora en Harvard University Press. Varios académicos -Gayatri Spivak, Tzvetan Todorov, Ranajit Guha, Richard Poirer- ya están comprometidos o seriamente interesados, por lo que la serie (como dice el folleto adjunto) hará algo bastante inusual e importante en una combinación de estudios culturales, historia y teoría. Por favor, no lo considere un halago, pero estoy especialmente ansioso por publicarlo, ya que un libro de su trabajo (por ejemplo, «ensayos interconectados») sería una especial oportunidad para que una gran audiencia estadounidense se encuentre con usted de forma sostenida y disponible. Por favor, dígame también lo que piensa. Esperaré una respuesta lo antes posible.

Con afectuosos saludos, sinceramente,

Edward W. Said8.

En Occidente y el resto: discurso y poder, texto que examina la formación y hegemonía de un discurso, Hall toma como primera referencia la investigación de Said sobre el Orientalismo. Aquí cito al propio autor acerca de su relación con este trabajo. «Hasta ahora, la discusión relacionada con el discurso ha sido más bien abstracta. El concepto podría ser más fácil de entender a través de un ejemplo. Y uno de los mejores ejemplos de lo que quiere decir Foucault con régimen de verdad, es provisto por el estudio de Edward Said sobre el Orientalismo» (Hall, 1992, p.305). En ese sentido, lo más importante, según Hall, es la profunda e íntima articulación que establece Said -y también Foucault- entre discurso, poder y conocimiento.

Orientalismo, su obra maestra, se expresa en una gran variedad de planos que lo convierte en un trabajo excepcional. Los problemas que aborda son: las representaciones de las culturas, los parentescos entre poder y conocimiento, la función del intelectual y cuestiones metodológicas relativas a la producción y circulación de un texto en un momento histórico determinado. El Orientalismo, señala Said, «es una disciplina a través de la cual Oriente fue (y es) abordado sistemáticamente como tema de estudio, de descubrimiento y de práctica. Pero además utilizo la palabra para designar ese conjunto de sueños, imágenes y vocabularios que están a disposición de cualquiera que intente hablar de lo que queda al Este de la línea divisoria» (2002, p.110). Resumiendo, una parte de la potencia reflexiva de Orientalismo, así como la imaginación creadora de Said, procede de la decisión deliberada de exponer con un rigor minucioso sus ideas y posiciones en sincronía o afinidad con un nuevo mapa político poscolonial9.

Sin duda alguna hay más puntos de contacto entre uno y otro, como la posición de ambos frente a la política de la identidad o al multiculturalismo. De todo lo que he señalado se puede concluir que una de las observaciones principales de Said, ciertamente compartida por Hall, fue pensar a los «otros no como algo ontológicamente dado sino como algo históricamente constituido» (Said, 1996b, p.58). Por el lado del pensador jamaiquino, es sensato decir que la mirada estuvo puesta en el vínculo entre la cultura y el poder, la dinámica de la etnicidad, el racismo y los sistemas de representación producidos en el capitalismo globalizado. En los dos, a mi juicio, preocupaciones políticas compartidas que se centraron en torno a cuestiones coloniales situadas en un contexto de enunciación específico.

En mi modesto entender, pienso que con este texto he trazado una lectura que considero se puede continuar de manera plausible y coherente si analizamos en extenso y en detalle el discurso autobiográfico de Said y Hall. El concepto de cultura, la noción de identidad, el problema de la representación y la conciencia de uno mismo como materia prima de cualquier proceso de elaboración crítica, son los tópicos principales que caracterizan mi lectura de sus memorias.

Reflexiones finales

Vuelvo a mi propio intento de dar una idea de la manera en que Edward Said y Stuart Hall se vieron a sí mismos en sus autobiografías como un punto de partida de máximo valor para el adecuado estudio de sus obras más relevantes. Tal como expuse en párrafos anteriores, Said ahonda con gran lucidez en los recuerdos más tempranos de su infancia con la sensación de siempre estar fuera de lugar. Mientras que Hall escarba en su historia personal desde el entrecruzamiento crítico de dos islas en constante movimiento. En sus relatos, ambos se describen como un conjunto de particularidades, unas veces declaradas, otras veces secretas, que sin cesar chocan entre sí y que no pueden ni reconocerse ni suprimirse (Blanchot, 2004).

Se puede sostener, sin ninguna duda, que la prosa de sus memorias nos enseña el arte de escribir con claridad. Memorias que nos ofrecen un testimonio y una brillante demostración sobre la convergencia inmensamente fructífera entre dos intelectuales que desafiaron toda forma de dominación injusta y que lucharon en contra de la creación de estereotipos culturales y prejuicios raciales. No obstante, la escritura autobiográfica es un rasgo poco comentado de la obra de Said y Hall. Entre las distintas preguntas que plantea este tema hay un conjunto de cuestiones que parecen exigir especial consideración. Por ejemplo, el proceso de autofiguración textual o el tiempo de ficción producido en la trama de cada relato. Mi lectura de sus memorias, para concluir, infiere tres dimensiones íntimamente relacionadas, pero analíticamente diferenciables: los cruces obligados entre vida y escritura, el ensayo autobiográfico como forma de experimentación literaria y la construcción de una teoría crítica de la cultura.

Acaso no es inútil señalar que habría que decir mucho más acerca del pensamiento y las memorias de Edward Said y Stuart Hall. Dos obras que merecen ser leídas con atención desde diferentes ángulos y contextos disciplinarios para de este modo poder comprender mejor las condiciones inciertas del tiempo presente. Un estilo de trabajo intelectual, una manera de estar en el mundo que es digna de rescatar y recordar a través de la escritura autobiográfica.

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* Este texto se enmarca en la investigación «De lo poscolonial a la descolonización. Genealogías, debate, evaluación y crítica en América Latina». Proyecto PAPIIT IN305316. Universidad Nacional Autónoma de México. Investigadora responsable: Verónica López Nájera.

1 Agradezco las dos fotografías de Edward Said Papers de Columbia de Edward Said. Copyright© Edward Said, utilizado con permiso de The Wylie Agency LLC.

2Los primeros borradores de este manuscrito llevaron el título No Quite Right: A Memoir. Solo una vez corregida la primera versión, escrita a mano y luego dactilografiada, Said resolvió cambiar el nombre por Out of Place. Escribir a mano, como punto de partida de cualquier texto, permite pensar también los lazos profundos entre el cuerpo y lo escrito. Juan José Saer ofrece una excelente reflexión sobre este vínculo: «Conviene notar que si estoy sentado delante de la máquina, mi cuerpo está derecho y rígido y mis dedos se deslizan rápidamente sobre las teclas, mientras que si escribo a mano incorporo el instrumento, tomándolo entre el pulgar y el índice, haciéndolo pasar en el ángulo así formado, apoyándolo en el borde del dedo medio y en el ángulo interdigital, contra el hueso de la mano; y al mismo tiempo el tronco y la cabeza se inclinan sobre el cuaderno, la mano derecha que se desliza sobre la hoja, el antebrazo derecho que se apoya en el borde de la mesa, y el izquierdo que mantiene inmóvil el cuaderno abierto sobre su margen superior, forma una especie de esfera donde el cuerpo recibe el útil y lo envuelve como en un capullo» (2016, p.342).

3Sobre esto, una cita un tanto larga, pero muy clarificadora, en la que Said contextualiza correctamente a sus lectores. «Me encontré a mí mismo contando la historia de mi vida con el telón de fondo de la Segunda Guerra Mundial, la pérdida de Palestina y la constitución del Estado de Israel, el fin de la monarquía egipcia, los años de Nasser, la guerra de 1967, el surgimiento del movimiento palestino, la guerra civil del Líbano y el proceso de paz de Oslo. Estos sucesos solamente aparecen en mis memorias como alusiones, aunque su presencia fugaz se hace notar de vez en cuando» (2016, p.14).

4A propósito del conflicto palestino-israelí, Said señala: «Mi visión de Palestina, formulada originalmente en The Question of Palestine, sigue siendo hoy la misma: expresé todo tipo de reservas con el nativismo indiferente y el militarismo combativo del consenso nacionalista; sugerí, por el contrario, una mirada crítica del entorno árabe, la historia palestina y la realidad israelí, con la conclusión explícita de que solo un acuerdo negociado entre las dos comunidades que sufren, la árabe y la israelí, supondría un alivio a una guerra interminable» (2002, p.444).

5Todas las traducciones son mías salvo indicación contraria.

6Vale la pena recordar que el mismo año que Hall, en 1951, Said emigró de Egipto a Estados Unidos. Y al igual que Said, Hall nunca volvió a residir de nuevo en su país de origen (Restrepo, 2017).

7Edward Said colaboró con la New Left Review en varias oportunidades mediante la publicación de artículos, reseñas y columnas de opinión. Véase On Palestine Identity: A Conversation with Salman Rushdie (1986); Identity, Negation and Violence (1988); C.L.R. James: The Artist as Revolutionary (1989); Narrative, Geography and Interpretation (1990); Protecting the Kosovars? (1999); America’s Last Taboo (2000); The Desertions of Arafat (2001).

8Esta carta fue enviada el 18 de octubre de 1989 y se encuentra disponible en la colección de archivos especiales de la Universidad de Columbia, en Nueva York: Edward Said Papers, 1940-2006. Series III: Academics. Subseries III.2. Administration, 1968-2004. Correspondence and Proposals. Box 103. Folder 11. Esta correspondencia fue traducida por mí durante una estancia de investigación en el Instituto de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Columbia.

9Es pertinente recordar aquí los drásticos efectos que produjo la descolonización una vez concluida la Segunda Guerra Mundial. En palabras del historiador inglés Eric Hobsbawm: «La cifra de Estados asiáticos reconocidos internacionalmente como independientes se quintuplicó. En África, donde en 1939 solo existía uno, ahora eran unos cincuenta. Incluso en América, donde la temprana descolonización del siglo diecinueve había dejado una veintena de repúblicas latinoamericanas, la descolonización añadió una docena más» (1998, p.347).

Cómo citar este artículo: Gálvez González, D. (2020). Narraciones poscoloniales. La escritura autobiográfica de Edward Said y Stuart Hall. Tabula Rasa, 33, 313-334. DOI: https://doi.org/10.25058/20112742.n33.11

Recibido: 12 de Agosto de 2019; Aprobado: 12 de Octubre de 2019

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