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Tabula Rasa

Print version ISSN 1794-2489

Tabula Rasa  no.34 Bogotá Apr./June 2020  Epub Feb 23, 2021

https://doi.org/10.25058/20112742.n34.02 

Artículo de investigación

ETNOGRAFÍA, BIOPOLÍTICA Y COLONIALIDAD. GENEALOGÍAS DE LA PRECARIEDAD URBANA EN LA REGIÓN METROPOLITANA DE BUENOS AIRES

Ethnography, Biopolitics, and Coloniality. Genealogies of Urban Precariousness in Buenos Aires Metropolitan Region

Etnografia, biopolítica e colonialidade. Genealogia da precariedade urbana na Região Metropolitana de Buenos Aires

Silvia Grinberg1  , Directora e investigadora

1. Directora e investigadora del Laboratorio de Investigación en Ciencias Humanas. Escuela de Humanidades. Conicet / Universidad Nacional de San Martín, Argentina. grinberg.silvia@gmail.com


Resumen:

En este artículo se proponen elementos para una genealogía del espacio urbano, donde a través de la trilogía colonialidad, urbanización y modernidad nos acercarnos a la problematización de formas contemporáneas de la biopolítica. Una historia de nuestra presente urbanidad en Buenos Aires, una metrópolis que, como otras del sur global, desde fines del siglo XX, se enfrenta a una expansión de la mancha urbana creciente y constante que ocurre al calor de procesos por los que mientras algunas zonas se expanden con los rasgos de la vida cosmopolita globalizada, otras también se expanden y sedimentan en las formas de la urbanización precarizada. El trabajo y las discusiones propuestas ocurren en el momento en que etnografía y biopolítica se encuentran. En esa intersección, el material de campo abona al debate en torno del lugar de la etnografía en la memoria del presente a través de un archivo que compone un conjunto de acontecimientos, relaciones y luchas que ocurren tanto en territorio como por el territorio. Un archivo en el que las líneas del presente son tironeadas por esas otras que desde el limbo de la historia recuerdan su presencia. Imagen de historias olvidadas, yuxtapuestas en el presente que permiten socavar nociones lineales y progresivas del desarrollo urbano y recuerdan que la violencia está enterrada no solo en el registro histórico sino también en el paisaje urbano. Proponemos que los pánicos, miedos y angustias propias de lo urbano no constituyen una novedad del siglo XXI, sino que forman parte neurálgica de la constitución de la moderna y colonial de Buenos Aires.

Palabras clave etnografía; biopolítica; colonialidad; asentamientos precarios; Buenos Aires; gubernamentalidad

Abstract:

This article brings up some elements for a genealogy of the urban space, where through the threefold coloniality, urbanization, and modernity take us closer to problematize contemporary forms of biopolitics. A history of our current urbanity in Buenos Aires, a metropolis that, like others in the Global South, has been facing an increasing and ongoing expansion of the urban spot from the late 20th century on, occurring on the shadow of processes through which, while several areas grow larger getting features of globalized cosmopolitan places, others grow too, but they remain stuck in forms of precarized urbanization. This work and the discussions presented happen at the meeting point of ethnography and biopolitics. In this intersection, field data contribute to the debate on the role of ethnography in the memory of present times, through an archive that sets up of a series of events, relations, and struggles, occurring both in and because of the territory. In this archive, the lines of present time are pulled by other from other strings pulled by other strings that remind us of their presence from the limbo of history. They are the image of forgotten histories, overlapped in present, that enable us to undermine linear progressive notions of urban development, and remind us that violence lies buried deep not only in the historic record but also in urban landscape. We propose that panic, fears, and anguishes inherent to the urban are not new to the 21st century, but they are an essential component in the setting up of modern and colonial Buenos Aires.

Keywords: Ethnography; biopolitics; coloniality; precarious dwellings; Buenos Aires; governmentality.

Resumo:

Esse artigo propõe elementos para uma genealogia do espaço urbano, assim através da trilogia colonialidade, urbanização e modernidade podemos nos aproximar à problematização das formas contemporâneas da biopolítica. Uma história da urbanidade atual de Buenos Aires, uma metrópole que, ao modo das outras metrópoles do sul global, desde o final do século XX afronta um aumento da mácula urbana em crescimento constante, a qual acontece devido aos processos de expansão de algumas áreas caraterizadas pelos rasgos da vida cosmopolita globalizada, ao mesmo tempo que outras áreas também crescem e se sedimentam nas formas precárias de urbanização. O trabalho e as discussões propostas acontecem no momento atual, no qual se encontram a etnografia e a biopolítica. Nessa interseção, o material de campo contribui ao debate ao redor do lugar da etnografia na memória do presente através do arquivo, esse compõe um conjunto de eventos, relações e lutas que ocorrem tanto no território quanto pelo território. Um arquivo onde as linhas do presente são tensionadas por outras, as quais desde o limbo da história lembram sua presença. Imagem das histórias esquecidas e justapostas no presente, as quais permitem remover as noções lineais e progressivas do desenvolvimento urbano e lembram que a violência está sepultada não apenas no registro histórico, mas também na paisagem urbana. Propomos que os pânicos, medos e angústias próprias do urbano não constituem uma novidade do século XXI, mas que eles compõem parte neurálgica da constituição da Buenos Aires moderna e colonial.

Palavras-chave:  etnografia; biopolítica; colonialidade; assentamentos precários; Buenos Aires; governamentalidade.

Introducción

El archivo es el conjunto de los discursos efectivamente pronunciados. Este conjunto es considerado como un conjunto de acontecimientos que han tenido lugar de una vez y para siempre y han quedado en suspenso, en el limbo o en el purgatorio de la historia, sino también como un conjunto que continúa funcionando, que brinda la posibilidad de aparecer a otros discursos. (Foucault)

La vida urbana, o, más bien la urbanización de la vida constituyen fenómenos que se encuentran en ese largo proceso que hemos dado en llamar modernidad. Una y otra se realizan como procesos que se ciñen entre sí. Nociones como biopolítica y gubernamentalidad son propias de esa escena donde urbanizar, como lo ha señalado Foucault (2006), significaba policiar el territorio. En América Latina esto ha ocurrido de un modo que hace a esta escena sino diferente, al menos particular. Retomando a Castro-Gómez (2010), «colonización y modernidad en América Latina no constituyen fenómenos sucesivos en el tiempo sino en el espacio» (p. 17), y, en esa línea proponemos, aquí, que ese tándem urbe-modernidad ocurre como modulación propia de esa colonialidad. De hecho, la urbanización, ese policiar el territorio, ocurrió de la mano de la colonización1 (Katzer, 2009, 2016, 2018). Ello en una trilogía que reconoce y se realiza de modos muy diferentes tanto en lo que refiere a las culturas como pueblos ya existentes en la región que dado su carácter por demás diverso les ha impreso notas muy particulares a esos procesos de urbanización. De manera que ese habitar el espacio en la forma urbe adquiere marcas particulares en torno de esas diferencias.

En este marco de debates se propone, aquí, una genealogía del espacio urbano a los efectos de acercarnos a la problematización de nuestra presente urbanidad a través de un trabajo de investigación que desde la etnografía se adentra en las tramas de esa genealogía. Nos importa trazar algunas de esas notas tal como se configuran, solapan, yuxtaponen y contestan en la configuración urbana de la Región Metropolitana de Buenos Aires (RMBA) y, más específicamente, de una vasta área donde desde los últimos decenios del siglo XX han crecido de modo exponencial asentamientos que, comúnmente, reciben en el nombre de villas, chabolas, favelas, slums, entre otros. Discutimos una urbanización del territorio que ocurrió como parte de las luchas por la tierra que se encuentran en el corazón mismo de los procesos de colonización y que, en la forma del palimpsesto, se ensamblan en las relaciones de fuerza que atraviesan nuestra presente urbanidad. Ello como rastros y marcas que, como retomando el epígrafe, no sólo quedan en suspenso, en el limbo o en el purgatorio de la historia, sino como un conjunto que continúa funcionando y en esas dinámicas brinda la posibilidad de aparecer a otros discursos, o, en el contexto de la discusión que propondremos aquí, otras demarcaciones y luchas.

Desde esta perspectiva, nos referimos a las biopolíticas contemporáneas, a las dinámicas y relaciones de fuerza que en su espacialización dejan a un conjunto importante de la población viviendo en contextos de degradación ambiental en una metrópolis cosmopolita. Tal como lo discutimos a lo largo del artículo entendemos que no se trata ni de la ausencia de políticas ni de su excepción; es en la ley, en el ejercicio del pleno derecho que las políticas de la vida urbana se ponen en marcha y configuran las metrópolis en las que vivimos. La mirada genealógica en su intersección con la etnografía constituye una clave de lectura central en esta tarea.

Los archivos que discutimos e hipótesis que proponemos trazar en este artículo son parte de un trabajo en terreno que desde hace más de un decenio desarrollamos en una de las vastas zonas de la RMBA donde desde fines del siglo XX no han cesado de crecer y asentarse barrios cuyo signo es que condensan pobreza urbana y degradación ambiental. Un trabajo etnográfico que desarrollamos en la intersección escuela-barrio en la localidad de José León Suárez y, de modo denso (Geertz, 2003) en uno de los barrios emplazados en el área del río Reconquista. Desde los inicios de este trabajo nos hemos encontrado con un conjunto de enunciados, acontecimientos, que se ensamblan entre los procesos de demarcación de un territorio otrora bañado de ese río, denominado en el periodo colonial las Conchas. Este río es el segundo en importancia y contaminación de la RMBA. Sobre sus veras se han constituido barrios densamente poblados asentados sobre su llanura de inundación. Se trata de una vasta zona del RMBA que ha crecido al compás del relleno de ese bañado con toneles de escombros y residuos sólidos que ha volcado de manera paulatina y constante una población que, desde fines del siglo XX, no ha cesado de llegar y habilitar terrenos para habitar. Ello como parte y proceso de las crisis del capitalismo industrial, así como del uso intensivo del suelo y del desarrollo del agronegocio que de manera incesante ha expulsado, y, continúa haciéndolo, a la población del campo. Cabe señalar que se trata de una zona de barrios que se asientan frente a laCeamse, el relleno de residuos sólidos de la región. Un área donde los residuos son fuente clave de recursos y reproducción de la vida diaria (Grinberg, Mantiñán & Dafunchio, 2013).

Entre ese bañado y la actual conformación territorial se ensambla la trilogía que encuentra su punto de eclosión en los procesos de colonización que en esta región ocurren en el siglo XVI e involucran de maneras muy particulares a la fundación de Santa María de los Buenos Ayres, hoy Buenos Aires. Varios siglos de distancia se entrecruzan en la configuración urbana de esta ciudad de la cuenca del río de la Plata donde desarrollamos nuestro trabajo en terreno. En esa sucesión de tiempo y demarcación espacial se han sedimentado relaciones de poder, políticas de la vida urbana que no dejan de estar presentes en las dinámicas que presentan las biopolíticas contemporáneas donde precariedad y degradación ambiental son las modulaciones propias de estos barrios del sur global.

Es, a través de este conjunto de problematizaciones que nos adentramos en las tensiones de nuestra presente urbanidad, un archivo que involucra el trabajo etnográfico y recorre los relatos de campo y materiales de la historiografía local que nos permitirán trazar algunas de las líneas de fuerza que hacen a la configuración urbana contemporánea de la RMBA. Proponemos que esas líneas que surgen de la lectura de las particularidades metodológicas de este archivo se vuelve clave para la compresión de nuestro presente urbano. El archivo que discutimos aquí encuentra principalmente dos grandes fuentes. La primera involucra conversaciones que hemos mantenido con vecinos de la localidad, habitantes del asentamiento donde desarrollamos la investigación y vecinos de barrios aledaños. La segunda fuente, remite al trabajo de archivo en bibliotecas populares de José León Suárez donde procurando material que remita a la zona nos encontramos con una historia de los bañados2 que remonta sus alas al período colonial. Los discursos y demarcaciones ocurridas, pero también aquellas que quedaron en el limbo, conforman el paisaje de una metrópolis que mientras procura una vida cosmopolita no puede más que enfrentarse con una geografía que se realizó y realiza entre exclusiones y pujas. A continuación, debatimos y presentamos los trazos de ese archivo para concluir el artículo con una reflexión conceptual y metodológica en torno del trabajo etnográfico, sus múltiples aportes y vasos comunicantes con los estudios de biopolítica y gubernamentalidad.

Modernidad, urbanización y colonialidad: hacia una genealogía del presente urbano

Conocida como la reina del Plata, la ciudad de Buenos Aires se erige y crece ya desde los últimos decenios del siglo XIX como una urbe cosmopolita donde el crisol de razas y pueblos parece haber encontrado el suelo fecundo para desarrollarse y crecer. Como lo ha señalado Adamovsky (2015), esa imagen se contradice con el hecho de que los argentinos descienden tanto de los barcos tanto como de las tolderías. Ese crisol y el mito de los barcos con los que se haría la nación se conforma en un suelo en el que no es necesario restregar mucho para encontrar(se) las pujas y rastros de una región que mientras se realizaba en ese crecimiento se toparía muy rápidamente con las dinámicas urbanas de una desigualdad que no deja hacerse en ese mito. De hecho, en América Latina la polarización de la riqueza es nota corriente y no deja sino de asentarse, ensamblarse en ese mito de los barcos. Buenos Aires emana la imagen de una ciudad europea con sus edificios y costumbres bajadas del puerto. Ahora esta ciudad migrante, cosmopolita como tantas otras surgidas en las distintas formas de la colonización europea en América Latina, pero no sólo, se realizó entre esos flujos poblaciones de fines del siglo XIX, y, aquellos otros que involucraron centurias antes, la conquista, el exterminio y la expulsión de la población de sus territorios. Si, como señalara Foucault (2006), policiar fue el modo de la urbanización del territorio en Europa, en la región esa acción de policía se realiza al calor de la colonización y, sin duda, del periodo postrevoluciones de la independencia, del Estado-nación.

Desde ya, la urbanización y esa acción de demarcación del territorio no solo no son privativas de Buenos Aires, sino que constituyen el signo de los procesos de urbanización de las grandes metrópolis del sur, pero también, e, incluso, mucho antes de las metrópolis del norte globalizado. En esta región de Sudamérica, a diferencia de otras, la creación de la ciudad ocurrió en el momento en sí de la colonización. Primero Pedro de Mendoza con poca suerte, y, luego Juan de Garay3, en aquello que los textos escolares recuerdan como la segunda fundación de Buenos Aires, desarrolla una compleja y completa traza del territorio que hoy compone la RMBA definida por los organismos oficiales como «una megaciudad que se extiende desde Campana hasta La Plata, con límite físico en el Rio de la Plata e imaginario en la Ruta Provincial 6, y recorre una superficie de 13.285 km2. Según el censo de 2010, cuenta con 14.800.000 habitantes, que representan el 37% de los habitantes de la Argentina. Como megalópolis, se mantiene en constante crecimiento, por lo que sus límites son cada vez más difusos desde una mirada territorial»4.

Muchas de las presentes tensiones de nuestra posmoderna vida urbana, las políticas de la vida urbana en el siglo XXI no dejan de tener en sus trazos esa demarcación territorial, las pujas y los limbos de esas pujas que ocurren en el proceso mismo de la fundación colonial de la ciudad. Sin duda las luchas por el suelo ocurrieron en unas dinámicas diferentes a las actuales, pero no dejan de trazarse en esos suspendidos lazos, en esa demarcación que involucró la distribución de tierras ocurrida en la trilogía modernidad-urbanización-colonialidad que sucedió con la segunda fundación de Santa María de los Buenos Ayres y que, involucra el llamado reparto de suertes que realizara Garay5 (1836). Un reparto que supuso la demarcación del territorio y en ese proceso el reparto de tierras entre quienes se asumieron como sus dueños. Tal como se observa en la Figura 1, el reparto de suertes designa a unos dueños, pero dejan en el limbo la suerte de otro conjunto poblacional al que en este reparto solo le tocaría luchar por no perder las tierras en las que vivía mientras que eran llevados a las reducciones (Wilde, 2015).

Fuente: catálogo online del Museo, biblioteca y archivo histórico, municipalidad de San Isidro (linkhttp://www.quintalosombues.com.ar/suertes.html)

Figura 1 

De forma que como en tantos otros lares, la urbanización ocurrió, y, ocurre, como parte de una lucha que supone las pujas por la tierra. Luchas que en la región tienen las huellas e inscripciones de una urbanización que se realizó en la trilogía: modernidad, urbanización y colonialidad. Una trilogía clave para la realización de una genealogía del presente urbano del río de la Plata, pero mejor aún de esa puja por el suelo que involucra a las megaciudades del sur global. Líneas de fuerza que se solapan y conforman la escena de una ciudad que mientras se desarrolla al calor del capitalismo cosmopolita del siglo XXI ve crecer la precariedad de vastas áreas de su urbanidad.

Es, en este marco que aquel punto cero al que refiere Castro-Gómez (2010), adquiere, aquí, un tono particular. Nos remitimos más que a los habitantes de ese punto, al territorio y a su demarcación en tanto sedimenta aquello que el autor denomina hybris de arrogancia y que proponemos, a modo de hipótesis, es parte neural de una urbanización que oficia en la demarcación del territorio y traza sus líneas en las pujas metropolitanas de nuestra tensionada actualidad. Si como Adamovsky (2015, 2014), lo ha señalado la tensión étnica y racial es parte clave de las pujas entre sectores y clases sociales, esas tensiones tienen una expresión en la configuración del territorio urbano. De este modo la historia de nuestro presente urbano se encuentra con esta mirada etnográfica de la biopolítica y hace eje en la configuración de los barrios que condensan pobreza y degradación ambiental, sobre los que recaen los relatos de peligrosidad y zonas a evitar (Osbornne & Rose, 1999). Entendemos que estas líneas conforman nodos que se entrelazan en las dinámicas que presenta la biopolítica contemporánea en el sur global. Las retóricas de los slums (Roy, 2011), proponemos se traman en los archivos de una historia que involucra al conjunto de los discursos pronunciados y de las políticas actuadas. A continuación, procuramos adentrarnos en algunos de esos acontecimientos que quedaron suspendidos, pero también sedimentados en el espacio de la urbe.

El archivo etnográfico: relatos de bañado

En los primeros años del, ahora ya no tan nuevo, siglo XXI, iniciamos un trabajo de investigación en torno del gobierno de la población en tiempos gerenciales que tenía como eje la pregunta por la vida urbana y como epicentro a la escuela. Ello, como señalamos, en un espacio particular de la metrópolis que condensa pobreza urbana y degradación ambiental y que, de modos diferentes, conjuran la política urbana de la región. Planeta de ciudades miseria (Davis, 2006), constituye una imagen-concepto a través de la que el sur global suele ser muy rápidamente identificado, diferenciado y, en algunos casos, también temido.

Es, en ese proceso de investigación etnográfica que se inicia en 2004 que nos empezamos a encontrar que en los relatos de llegada de la población que hoy puebla esos barrios, esa amplia zona era recordada como bañados donde de niños muchos salían a pasear, pescar, pero también jugaban a tirar piedras a las vías cuando pasaba el tren porque era divertido ver las chispas. Los bañados de Suárez, las piletas, los paseos y quintas constituían el paisaje de una niñez que no dejaba de recordar también pequeños y dispersos basurales. Una vecina del asentamiento donde desarrollamos el trabajo en terreno cuyo abuelo se había asentado a principio del siglo XX, en el todavía bañado, relataba la experiencia familiar de tres generaciones viviendo del cirujeo. El bañado era parte de su vida junto con los residuos que ya para su familia eran recurso de vida.

Un poco más tarde nos encontraríamos con el relato de infancia de un hijo de inmigrantes portugueses, Pascual. Su familia, como tantas otras, tenía una quinta en la vera de ese mismo bañado que reaparece en su memoria de infancia. Hacia los años 40 del siglo pasado, Pascual recordaba con emoción y angustia cómo se había topado con los primeros registros de la contaminación de uno de los arroyos del bañado que como, en otras tantas zonas de la ciudad ocurría gracias a las curtiembres y el arrojo directo de sus residuos al agua. Ese arroyo hoy es el zanjón que los múltiples relatos de los estudiantes de la escuela narran. El zanjón condensa la degradación, la contaminación, así como el desecho de basura, autos quemados, cuerpos. El siguiente es uno de tantos relatos realizado por un estudiante de la escuela ubicada dentro del asentamiento:

Yo cuento esta historia de este barrio, es muy peligroso, pero está más o menos bueno. La escuela está buena, hay muchas profesoras buenas. Mataron a muchos chicos de acá. En el zanjón tiraron mucha basura. Las plazas están rebuenas. Anoche estaban tirando tiros, estaba durmiendo, pero se escucharon muy fuertes. Es bravo este barrio, pero es lo que hay. (Cuento producido por estudiante de 2do. año)

El bañado devenido zanjón es ahora emblema de degradación ambiental y desidia. Tanto como esa curtiembre arrojaba sin tratar sus residuos, en el presente en distintos momentos del día como lo relatan en variadas oportunidades los alumnos, el agua se pone colorada como resultado de las empresas que siguen soltando sus residuos sin tratar (Curutchet, Grinberg & Gutiérrez, 2012). Como una catarata de material de campo esos relatos no dejan de enlazarse con los modos en que muchas de las grandes ciudades del mundo occidental crecieron al calor de las migraciones y el despliegue del capitalismo donde curtiembres y mataderos llevaban las de ganar en lo que a industria contaminante se refiere. Muchas de ellas operaron procesos de remediación en la RMBA6 no es el caso y mucho menos cuando se trata de las aguas que se acercan a asentamientos o villas.

Así, casi como un relato que se sucede y ensambla entre unos y otros las tierras de San Martin donde, aun, desarrollamos el trabajo de investigación comporta otro conjunto de memorias suspendidas en el limbo de la historia que cual palimpsesto están presentes en la configuración del presente urbano. Esos silencios de las historias que se tejen en la historia. En ese lugar donde una metrópolis que se quiere nacida de los barcos deja en el limbo años de lucha y exclusión.

En las huellas de ese palimpsesto nos encontramos con localidades y estaciones de tren, como se puede ver en la Figura 1, que entre sus rastros tienen los nombres de los conquistadores que llegaron y a quienes la suerte le repartió tierras. Juan de Garay la demarcación del territorio y la distribución de tierras. En ese reparto los bañados vuelven a aparecer, pero no como aquel lugar al que como Pascual y tantos vecinos recuerdan iban a pescar y pasear; los bañados constituían el límite de la frontera colonial, allí donde como los libros escolares señalan, se libraba la batalla por la frontera interior.

En los mapas y repartos algo permanece estable: en esas tierras donde hoy están asentadas muchas de las villas figuran bañados (ver Figura 2). El reparto de tierras encontró en los bañados un límite geográfico preciso que se tramaría también como demarcación y lucha. Un límite que deviene frontera y que guarda una otra historia que en tanto que punto cero, remite a ese periodo de colonización, a las luchas por la tierra que desde el reparto de suertes atravesara y demarcara nuestra vida urbana.

Fuente: Carlos Chapeaurouge (1901).Atlas del plano catastral de la República Argentina, Buenos Aires: Eigendorf y Lesser.

Figura 2 

El reparto de suertes y la puja por la tierra

El reparto de suertes que realizara Juan de Garay y que involucró la primera distribución de tierras entre los conquistadores es aún la marca de la colonia cuyos sedimentos se presentan en monumentos, nombres de estaciones de tren y localidades. Los latifundios, el valor del suelo urbano e incluso la traza de rutas que conforman la cotidianeidad de la RMBA. Esas suertes, desde ya, no dejan de ser parte clave de la guerra y luchas por la tierra que los procesos de colonización trajeron consigo. Como en tantas otras zonas y regiones, esa ocupación y conquista ocurrió a través de masacres y reducciones de indios.

La colonización no sólo diseña el fuerte de Buenos Aires, realiza el reparto de tierras de la zona, sino que también actúa en la marca de los primeros caminos otrora reales, que hoy componen muchas de las avenidas y autopistas que atraviesan a esta metrópolis. Camino real, ruta do pan a llevar son algunos de los tantos trazados que se perfilan con la colonia. Esas primeras trazas fueron algunos de los tantos caminos que aún hoy marcan y permanecen como mojones de la urbe.

La puja por el suelo en el siglo XXI es, seguramente, clara o más fácil de divisar en las áreas rurales donde el agronegocio, la industria minera o petrolera no solo están presentes, sino que atraviesan de modos cruciales los debates, pero también las disputas geopolíticas actuales (Svampa, 2015; Svampa & Viale, 2016). Sin embargo, esa pelea por la tierra cuando se acerca a la urbe metropolitana adquiere modulaciones específicas; se vuelve viscosa y difícil de asir más aun cuando se trata de procesos que han dejado a un importante conjunto de la población viviendo en condiciones de absoluta precariedad. Las pujas por el suelo en la vida urbana son mucho más silenciadas, pero también más silenciosas.

La llamada cuenca del Plata gusta narrarse, como señalamos, como aquella región de América Latina que se formó con una población compuesta de inmigrantes europeos que hacia fines del siglo XIX cruzaban el Atlántico en busca oportunidades para forjarse una vida. Es quizá por ello que, como una de sus marcas distintivas, las referencias a quienes la habitaban en los tiempos precoloniales son escasas. De hecho y, muchas veces, a contramarcha del resto de América Latina, en el río de la Plata es muy difícil encontrar en sus historias y museos, las marcas de los pueblos originarios y menos aún las marcas de las guerras de la conquista, salvo en una lógica de una denuncia que remite a la agresión de los pueblos originarios. La imagen emblemática de ello lo constituye el malón tal como lo narra el cuadro «la vuelta del malón» (Figura 3) que atravesó los salones de arte de fines del siglo XIX. Como lo señala Malosetti, este cuadro constituye un relato clave de la tematización de la población originaria como impía y demoníaca:

el cuadro aparece como una síntesis de los tópicos que circularon como justificación de la «campaña del desierto» de Julio A. Roca en 1879, produciendo una inversión simbólica de los términos de la conquista y el despojo. El cuadro aparece no solo como una glorificación de la figura de Roca, sino que, en relación con la celebración de 1492, plantea implícitamente la campaña de exterminio como culminación de la conquista de América. Todos los elementos de la composición responden a esta idea, desplegados con nitidez y precisión significativa. La escena se desarrolla en un amanecer en el que una tormenta comienza a despejarse. El malón aparece equiparado a las fuerzas de la naturaleza desencadenadas (otro tópico de la literatura de frontera). Los jinetes llevan cálices, incensarios y otros elementos de culto que indican que han saqueado una iglesia. Los indios aparecen, así, imbuidos de una connotación impía y demoníaca. El cielo ocupa más de la mitad de la composición, dividida por una línea de horizonte apenas interrumpida por las cabezas de los guerreros y sus lanzas. En la oscuridad de ese cielo se destaca luminosa la cruz que lleva uno de ellos y la larga lanza que empuña otro, como símbolos contrapuestos de civilización y barbarie. En la montura de dos de los jinetes se ven cabezas cortadas, en alusión a la crueldad del malón. En el extremo izquierdo se destaca del grupo un jinete que lleva una cautiva blanca semidesvanecida, apoyada sobre el hombro del raptor que se inclina sobre ella. Fue este el fragmento más comentado de la obra, a veces en tono de broma, aludiendo a su connotación erótica, o bien criticando cierta inadecuación del aspecto (demasiado «civilizado» y urbano) de la mujer y de su pose con el resto de la composición. (Malosetti, s/d)7

La vuelta del malón. Pintura al óleo del pintor argentino Ángel Della Valle, realizada en el año 1892 (https://www.bellasartes.gob.ar/coleccion/obra/6297/)

Figura 3 

En ese malón, la mujer blanca capturada constituye uno de los modos más notables en que el relato y la configuración de los pánicos que se narran son parte neural de aquello que Castro-Gómez (2010) denominó el dispositivo de blancura. Se trata de narraciones que como capas rastreamos en la actual configuración del espacio urbano. De hecho, en el trabajo en terreno nos encontramos con esas huellas. No sólo y desde ya porque ese relato que narra el cuadro sigue vigente, ahora ya no en pinturas sino en las redes sociales propias de la cultura digital, sino porque los espacios urbanos villa constituyen las zonas a evitar y conllevan en su seno esa gramática que pesa sobre ellas con todas las notas de aquella vuelta del malón y que producen las actuales fronteras urbanas. Sin embargo, esas fronteras portan historia, tienen una memoria menos narrada que remonta vuelo hacia la urbanización colonial del territorio.

Como señalamos, el reparto de tierras involucró de modo explícito la colonización y conquista del territorio y ello ocurrió como punto cero, como una guerra que se libró con los pueblos originarios que habitaban la tierra que ahora es Buenos Aires. Es así como en el registro de un historiador local del partido de San Martín el relato del bañado involucra esa conquista y pelea por la tierra:

También en 1555, se trajo a estas tierras, ganado de los establecimientos portugueses y del Alto Perú y durante los cuarenta y cuatro años que mediaron entre Mendoza y Garay, en los que los indios permanecieron quietos y dueños de sus campos, los animales abandonados o que se dispersaron por la campana extensa debido a los conflictos que su frían los pobladores, se reprodujeron en abundante escala por la naturaleza pródiga del terreno. Esos campos del N.O. de Buenos Aires, vieron hasta poco tiempo después de la llegada de Garay, habitar a sus pri mitivos dueños quienes los defendían denodadamente del avance de la civilización. A pesar de los escasos kilómetros que separan Buenos Aires de las tierras de esta historia, los pobladores primi genios de la Gran Aldea avizoraban el horizonte con mira das temerosas. Su llanura estaba sembrada de emboscadas, de surtidores y pastos emponzoniados. La verdeante fronda de los inmensos montes ocultaba al indio en acecho. Existían pajonales y cañadas cuyo barro chupaba a los hombres. Allí, comenzó la lucha por la frontera interior. Durante mucho tiempo esa frontera fue una línea frágil e inmensa que se replegaba lentamente. Desde allí se lan zaban las terribles incursiones indígenas. La inminencia de esas tierras con la Ciudad de Buenos Aires contribuyó a que fueran rápidamente ocupadas por los conquistadores para ser destinadas a la ganadería y al cultivo del cereal. Los primeros Gobernadores Generales comenzaron a entregarlas a los expedicionarios juntamente con gran cantidad de indios reducidos que eran destinados a los trabajos rurales en esos predios. (Morello, 1974, p. 21)

Esos pánicos y miedos urbanos que desarrolla en su analítica de la biopolítica y de la gubernamentalidad Foucault8, en América Latina asumieron formas muy particulares que junto con la colonización y luego con la demarcación del territorio que realizara el Estado nacional, definen de modo preciso quienes serían los sujetos temerosos y quienes los temidos. Los miedos y fobias quedaron del lado de la colonia y los criollos, mientras que se masacraba y reducía una población que peleaba por su suerte, unas suertes que les repartirían muy poco, o, más aún, les quitarían lo que tenían. Unas suertes que en el presente no dejan de encontrarse con modos otros, pero también polarizados. Luchas que como lo narra la vuelta del malón queda tematizada como saqueos, robo de ganado, de mujeres, violaciones, etc.

Ahora, y como nuevamente ese historiador lo coloca, ese reparto involucró otros robos menos narrados, pero también centrales. El bañado con sus pajonales y cañadas servía a los pueblos habitantes de la tierra para esconderse del colonizador, el barro chupaba a hombres y caballos y era desde allí donde esos pueblos, en palabras de este historiador local, acechaban. En este relato como en tantos otros se funden los limbos del archivo donde conquista y civilización se libran de las incursiones indígenas, y, como en el cuadro, es la mujer blanca aquella que aparece siendo raptada. Entre ellas las huellas de otras historias se cuelan y aparecen cuando al suelo se lo empieza a refregar un poco:

Los primeros conquistadores trajeron muy pocas mujeres y eso hizo que se iniciara la guerra por la mujer disputada… los españoles comenzaron a robar sus mujeres a los indios y dieron origen con ello a la aparición de un grupo humano con las características del gaucho cetrino, medio indio, medio europeo. (Morello, 1974, p. 21)

El gaucho medio citrino, el mestizo, recuerda las pujas y luchas; aquella imagen temida por la colonia primero y luego por los criollos desde el siglo XIX no deja de definir a los sectores populares (Adamovsky, 2015). De hecho el mestizaje, como lo señala Katzer (2009), se vuelve argumento científico a través del cual se refirió a la extinción de pueblos originarios donde «las narrativas etnográficas tuvieron una agentividad decisiva, puesto que constituyeron la matriz científica sobre la cual se edificó el imaginario local que pasó a representar a Mendoza como una provincia “Blanca”, “Moderna” y “Civilizada”, y a “sus” “indios”, como mestizados, convertidos en “pastores” y definitivamente desidentificados étnicamente e integrados/homologados en la ciudadanía» (p. 2). Una gramática de visión (Sontag, 2006) con la que la población que habita las villas de la RMBA sigue siendo narrada. El gaucho, el mestizo, heredero de las luchas libradas por los pueblos originarios, el otro temido, el otro a quien temer; el otro, siempre el otro.

Un otro que en el siglo XXI está compuesto por quienes perdieron su tierra o su trabajo ora en el campo y luego en la urbe metropolitana que, desde hace más de cuatro decenios, componen los flujos migratorios internos que en las formas que asume la presente lucha por la tierra encuentra y encontró en esos bañados la posibilidad de construir su casa. Ello tal como nos contaba un vecino que encontró en Carcova su lugar, luego de varias mudanzas y tránsitos que comenzaron hacia mediados de 1980 entre el campo y la ciudad, entre las provincias argentinas9 y Buenos Aires:

este era un lugar de tránsito, era todo un totoral… pero hace años dejo de ser de tránsito… si querían nombrar a un asentamiento, lo tomaban como ejemplo nombraban a Carcova… ahí cuando pude hablar les dije que, si ellos quieren hablar asentamiento, parece que están equivocados, porque ya no es un asentamiento, es un barrio… yo siempre voy a defender esto. La verdad yo me siento orgulloso, crie una familia, forme una familia dentro de ese asentamiento… no sé si estará bien o mal, el tema está en que me parece que no está bueno que sea todo… Carcova nunca es noticia por lo bueno, sino porque agarraron a alguien, porque mataron a un pibe. Pero hay muchas cosas buenas y creo que eso es un poco lo que siempre voy a pelear, que se reconozca al barrio por lo que es… es lo que yo defiendo como vecino, por más que me la quieran dibujar para mí es ese lugar, el hecho de haber encontrado como te decía «ese lugar en el mundo» donde hice mi vida, mi familia, donde tengo mis proyectos. (entrevista a vecino del barrio, 2014)

Es, en esos otrora bañados hoy devenidos asentamientos, villas que reposa la imagen de sospecha que narrara la vuelta del malón. Si la portación de cara funciona como indicador que se está frente al peligro, la indicación de lugar se vuelve frontera. Son los morenos, los sospechosos de siempre, quienes habitan los bañados devenidos barrios, donde la degradación ambiental, la precaridad de los servicios públicos se condensan. De hecho, aquello que es nota particular de los asentamientos no refiere a las condiciones de pobreza sino a unas condiciones de vida donde el ambiente se define por la contaminación, aquella que es resultado de la ausencia o precariedad absoluta de los servicios de recolección de residuos, cloacas, electricidad, alumbrado y barrido, seguridad, entre tantos que definen de modo nodal la biopolítica contemporáneas en las metrópolis del sur global. Sin embargo, esas narraciones guardan esta última, la de este vecino que sabe esas imágenes no dejan de componer una gramática de la visión, que no duda en discutir y afirmar en su propia experiencia por más que lo quieran dibujar, es mi lugar.

A modo de reflexiones finales: etnografía, biopolítica y colonialidad

El trabajo y las discusiones propuestas, aquí, fueron posibles en el momento en que etnografía y biopolítica se encontraron y nos permitieron la discusión de un material de campo que abona al debate en torno del lugar de la etnografía en la memoria del presente espacio urbano. No se trató de una historia de la RMBA ni de la fundación de Buenos Aires, sino de un trabajo de investigación densa que desde y a través de la mirada genealógica se encuentra con un conjunto de acontecimientos, relaciones y luchas que ocurren tanto en territorio como por el territorio; en ese proceso hemos ido conformando un corpus que de a poco se volvió archivo donde el bañado recorre relatos y textos. Un archivo en el que las líneas del presente son tironeadas por esas otras que desde el limbo de la historia recuerdan su presencia. Retomando a Brady (2014), es en la combinación de una analítica de la bioplítica y de los estudios de gubernamentalidad con «métodos etnográficos y cuasi-etnográficos que se trató de evitar explicaciones deterministas, homogéneas y estáticas de la transformación social. Al comenzar con lo “cotidiano”, señala, estas obras rechazan la idea de que la gubernamentalidad neoliberal forma un dispositivo coherente» (p. 11).

Ahora, lejos de cualquier ilusión de transparencia metodológica, como lo ha propuesto y discutido Katzer (2016, 2018), la etnografía no es per se ni dinámica ni no-determinista. De hecho, se trata de un encuentro que posee una historia que se adentra en el corazón mismo de la articulación de modernidad, colonialidad y biopolítica donde lejos de haber enterrado «la lógica racista, la teoría antropológica/etnográfica clásica como la teoría del relativismo cultural reinscriben la lógica colonial a través de la propia maquinaria biopolítica y los procesos de personalización sobre la base de la escisión naturaleza-cultura, vida-norma, animal-humano. Así, es la biopolítica lo que conecta estructuralmente la colonialidad con la producción etnográfica» (Katzer, 2016, p. 89). De forma que la etnografía no sólo no involucra per se la crítica, sino que ha tenido papeles clave en la estructura del poder colonial y en los procesos de constitución del Estado -nación.

Es, desde allí que la mirada genealógica del espacio urbano adquiere centralidad en la investigación etnográfica. Así, nos encontramos con un hacer cotidiano que no es ni sui generis, ni resultado de procesos de que se inician en algún momento de las postrimerías de un siglo XX que daba lugar al inicio de una centuria que abandonaría alguna situación ideal de paz y bienestar y arrojaba, verbigracia, las políticas neoliberales a la población a la calle. Tampoco de una lectura lineal de esa cotidianeidad, o, de una historia que se repite a sí misma y por tanto al ser siempre lo mismo pierde valor la pregunta, porque eso siempre fue así. La genealogía nos aleja de cualquier mirada nostálgica sobre el pasado, pero también de la excepcionalidad del presente. Nos encontramos, así, con las huellas mnémicas que quedan en el territorio urbano, en sus demarcaciones y pujas muchas veces silenciosas otras silenciadas. Es el gobierno de la población, son las políticas sobre la vida efectivamente ocurridas aquellas que definen aquello que está siendo, aquellos que estamos siendo. No la ausencia del Estado, ni su excepción sino las luchas libradas, las acciones realizadas, los territorios demarcados.

La vida urbana, sus sitios y ambientes devienen palimpsestos impresos y sobreimpresos con huellas, cambios, eliminaciones y adiciones de cada época. En las ciudades, la historia de una formación urbana en auge y menguante se refleja en las suertes y sus repartos y pueden leerse en sus historias colectivas. Olvidadas o recordadas, narradas o enterradas esas historias nos recuerdan que el pasado, al decir de Pred (2004), no ha muerto, y, agregamos aquí sus limbos están llenos de peligros. Son muchas las ciudades que han buscado modos de dejar en las sombras sus historias violentas donde las elites actúan «de manera rápida y enérgica para narrar y recordar una historia de apertura y bienvenida al mismo tiempo que entierran o minimizan cualquier fragmento urbano que contradiga esta historia positiva» (Mac Farlane & Mitchell, 2019).

A lo largo de este artículo hemos procurado poner en diálogo un archivo que creemos se abre a esa memoria y donde el trabajo etnográfico habilita la pregunta por la gubernamentalidad tanto como la interrogación biopolítica que nos permite encontrarnos con los limbos de la historia y sus suspensos en las actuales configuraciones. El bañado actuó en esta analítica como enunciado espacial de esta etnografía y nos permitió anudar y encontrarnos con las marcas de un pasado que no ha muerto. Formas de exclusión, demarcaciones espaciales que se ensamblan en aquel escenario que nace al calor de la trilogía modernidad, colonialidad y urbanidad; en ese lugar en que las políticas devienen urbanas e involucran la acción sobre la vida y donde la urbanización no refiere sino al territorio en sí (Foucault, 1999, 2006).

«Desaparecida la lepra;señalará Foucault, los juegos de exclusión se repetirán de forma extrañamente parecida dos o tres siglos más tarde. Los pobres, los vagabundos, los muchachos de correccional, y las cabezas alienadas, tomarán nuevamente el papel abandonado por el ladrón y, veremos qué salvación se espera de esta exclusión» (1999, p. 18). Foucault formula esa pregunta a la ciudad europea. Nosotros nos hemos preguntado por esos sistemas de exclusión en la contemporaneidad en la que esas geografías de exclusión atraviesan el presente del Río de la Plata, aquellas que llegan con la colonia y son revitalizados de modos muy particulares en la constitución de la historia nacional.

El horror que causaran los pobres en las incipientes ciudades del siglo XVI, aquel que origina la crítica de Moro en su libro Utopía, la vida de los pobres que desvelaba a la ciudad y da lugar al fortalecimiento de los sistemas locales de gobierno son constitutivos de la moderna urbanidad. Los pobres eran descriptos como ebrios, embrutecidos, toscos e inmorales, como amenazas a la vida civilizada. Como señala Hall (1996), la sensación predominante no era la culpa sino el miedo. Miedo que también se asentaba en el viejo temor a la revuelta que Foucault describiera para el siglo XVII. La recolocación de los pobres, de sus viviendas, de sus lugares de vida ya en la primera mitad del siglo XX, se constituyó en una estrategia clave de la regulación de la vida de la ciudad. En la RMBA el miedo que en la vuelta del malón queda definido de modo crucial, las huidas y mudanzas de las elites hacia nuevos barrios, definen las geografías de exclusión que insisten en persistir. Las pujas por la tierra que involucran la sedimentación de capas de historias de exclusión se condesan en los asentamientos o villas y constituyen las lógicas propias del gobierno de la población en las sociedades contemporáneas. Las actuales formas de la segregación urbana siguen estando del mismo lado: son las elites o los sectores medios altos aquellos que escapan y se encierran en barrios privados; la segregación en estos barrios es autosegregación.

Así, la genealogía del espacio urbano que propusimos procuró una historia de nuestra presente urbanidad. Ello en una metrópolis que, como otras del sur global, desde fines del siglo XX, se enfrenta a una expansión de la mancha urbana creciente y constante que ocurre al calor de procesos por los que mientras algunas zonas se expandieron y expanden con los rasgos de la vida cosmopolita globalizada, otras también se expanden y sedimentan en las formas de la urbanización precarizada. Mientras en esas zonas cosmopolitas, la ciudad se hace con rasgos que recuerdan a cualquier urbe del norte global, en las otras se solidifican unas condiciones de vida que se reproducen entre el trabajo informal, el cuentapropismo10, las changas y los planes sociales, donde a la vez las condiciones de la infraestructura urbana recuerdan mucho a aquellas ciudades europeas que comenzaron a expandirse hacia el siglo XVI cuando las condiciones de salubridad empiezan a asumir estado público y son escenario de aquello que Foucault (1999) llamaría el nacimiento de la medicina social. Los pánicos, fobias y miedos urbanos nacidos en esas urbes propia de los albores de la modernidad constituyen uno de esos rasgos que perviven y perduran en el ADN de nuestra posmoderna vida urbana.

Imagen de historias olvidadas yuxtapuestas con el presente que, como lo proponen MacFarlane y Mitchell (2019) para Alemania, permite socavar las nociones lineales y progresivas del desarrollo urbano y nos recuerdan que la violencia está enterrada no solo en el registro histórico sino también en el paisaje urbano. Los pánicos, miedos y angustias propias de lo urbano no constituyen una novedad del siglo XXI, sino que forman parte neurálgica de la constitución de la moderna ciudad. La cuestión urbana no constituye un problema sui generis de las catástrofes de nuestros tiempos.

En ese limbo de relatos, eso que flota en el aire, eso enterrado, ese archivo que a lo largo de estos años fuimos produciendo a través del trabajo etnográfico, entre relatos, textos y mapas nos encontramos con el ejercicio del poder, con la urbanización de un territorio que ocurrió al compás de la colonización y que de modos diversos performa el paisaje contemporáneo. Un archivo que se compone con las marcaciones del territorio, sus luchas, sus frentes de batalla, aquellas libradas y las que se están librando. Preguntarse en esta línea por la biopolítica supone la pregunta por la urbe, por la producción contemporánea del homo urbano, unas geografías y pujas que, sin duda, son glocales.

Referencias

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1Una forma muy diferente de pensar al territorio que incluso nos hace duda si llamarlo tal se encontraba en la región en los pueblos previo a la colonización. Como lo problematiza Katzer (2018)«En la semiósfera indígena, el espacio no es objetivado, traducido al objeto de dominio. A diferencia del oasis, el terreno del secano no se halla parcelado en propiedades ni presenta alambrados divisorios. La ocupación de campos responde a un patrón estructurado en torno a la familia extensa, y las fronteras sociales entre familias son lo suficientemente elásticas de manera tal que aguadas y pasturas, componentes vitales para la reproducción de la existencia local, basada principalmente en la ganadería caprina nómade, son compartidos por la totalidad de las familias. Así lo refería uno de mis interlocutores: “yo vivo acá, yo soy de acá, y esto no es mío, yo le pertenezco a esto, a estas tierras, y esas son las diferencias, que son las que nos ofrecieron los europeos… nosotros pertenecíamos a la tierra, ellos se adueñaron de la tierra”» (p. 160).

2Terrenos húmedos, propios de las llanuras de inundación de los ríos, en parte pantanosos y generalmente inundables en época de lluvias.

3La ciudad de Buenos Aires tuvo dos fundaciones. La primera en 1536 por Pedro de Mendoza (destruida en 1541 por los propios habitantes a raíz de las constantes amenazas de los nativos), y la segunda en 1580 por Juan de Garay y en ambas ocasiones perteneció al Virreinato del Perú del Imperio Español.

5Al respecto ver: Fundación de la ciudad de Buenos Aires, Juan de Garay con otros documentos de aquella época, Primera edición, Buenos Aires, Imprenta del Estado, 1836.

6Un trabajo en sí amerita esa historización de la cuenca de los ríos que componen la Región Metropolitana de Buenos Aires. Aquí sólo vale la pena señalar que los registros de contaminación también remontan al período colonial, así como muy a principios del siglo XIX en el periodo de la Independencia comienza a reglamentarse la prohibición de contaminación. Hasta el presente esa prohibición, así como la remediación funciona como promesa.

7Comentario a la obra por Laura Malosetti Costa, https://www.bellasartes.gob.ar/coleccion/obra/6297/ 5/04/2019

8Cabe señalar que esta analítica es el núcleo del nacimiento de la medicina social al que refiere Foucault en esa conferencia que dictara en Brasil y que constituye el puntapié de sus debates en torno de la biopolítica.

9Se trata de una entrevista muy larga, aquí sólo recuperamos algunas de sus partes. Vale señalar que este vecino llega al barrio como parte de una cadena de amigos que venían de la provincia de Chaco ubicada a más de 1.000 km de Buenos Aires en el noroeste de Argentina.

10El cuentrapropismo se refiere a quienes desarrollan actividades laborales de modo independiente. Si bien pueden ser profesionales o trabajadores de oficios, en este artículo nos referimos a los trabajadores de subsistencia quienes ante la imposibilidad de acceso al mercado de trabajo formal desarrollan actividades de venta callejera, changas u otras informales. Sus ingresos suelen ser inferiores a los que reciben los asalariados registrados.

Este artículo es producto de la investigación realizada en el marco del proyecto PICT: dinámicas de escolarización y precariedad en la periferia metropolitana: un estudio con instituciones de educación secundaria en el área del Reconquista (Región Metropolitana de Buenos Aires) radicado en LICH/Conicet, financiado por Foncyt, Argentina.

Recibido: 30 de Junio de 2019; Aprobado: 05 de Septiembre de 2019

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