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Tabula Rasa

Print version ISSN 1794-2489

Tabula Rasa  no.34 Bogotá Apr./June 2020  Epub Feb 26, 2021

https://doi.org/10.25058/20112742.n34.14 

Artículo de investigación

DEL ESPACIO DISCIPLINARIO A UNA BIOPOLÍTICA DE LA INTERVENCIÓN EN VIOLENCIA Y MUERTE DE MUJERES

From a Disciplinary Space to a Biopolitics of Intervention in Violence and Death Against Women

Do espaço disciplinar para uma biopolítica da intervenção em violência e morte de mulheres

Ramiro Rodríguez1 

Sandra del Pilar Gómez Contreras2 

Uva Falla Ramírez3 

1. Docente investigador Universidad Colegio Mayor de Cundinamarca. Colombia. rirodriguez@unicolmayor.edu.co

2. Docente investigadora del programa de Trabajo Social de la Universidad Colegio Mayor de Cundinamarca, Colombia. sdgomez@unicolmayor.edu.co

3. Docente investigadora del programa de Trabajo Social de la Universidad Colegio Mayor de Cundinamarca. Colombia. ufalla@unicolmayor.edu.co


Resumen

El trabajo social, al igual que las demás ciencias sociales, funciona bajo una misma matriz de poder. En esta perspectiva, se busca analizar la intervención profesional, situándola en dos direcciones: los mecanismos de poder disciplinario y las técnicas de gestión y gobierno de la vida. El análisis, lleva a proponer que su prestigio, se centra en la capacidad de vehiculizar los efectos de poder biopolítico, que conjuntamente con la disciplina constituyen su objeto de saber-poder. El mecanismo que va a utilizar es la intervención, con un único propósito, que los fenómenos desbordados vuelvan a sus cursos normales. En esencia intervenir para regular fenómenos de población. El artículo analiza el fenómeno de violencia y muerte hacia las mujeres; pero particularmente se centra en la intervención profesional, al considerar que el trabajo social se introduce como mecanismos de seguridad, para el control y gobierno de los fenómenos que entran en su competencia.

Palabras clave: biopolítica; dispositivo de seguridad; población; micro resistencias.

Abstract:

Social work operates under the same power matrix as other social sciences. Under that approach, we intend to analyze professional intervention, situating it in two directions: the mechanisms of disciplinary power and the techniques of life management and government. The analysis leads to suggest that their prestige is focused in the ability to give a vehicle to the effects of biopolitical power, which -along with discipline- make up its object of knowledge-power. The mechanism this is going to use is intervention, with a single purpose, that burst phenomena come back to their normal course. Essentially, it means to intervene to regulate populational phenomena. This article analyses the phenomenon of violence and murder against women, focusing particularly in professional intervention, as it considers that social work is introduced as a security mechanism for the government and control of phenomena falling within its scope.

Keywords: Biopolitics; security device; population; micro resistances.

Resumo:

O trabalho social, ao modo das outras ciências sociais, funciona sob uma mesma matriz de poder. Nessa perspectiva, tenta-se analisar a intervenção profissional, situando-a em duas direções: os mecanismos de poder disciplinar e as técnicas de gestão e governo da vida. A análise conduz a propor que seu prestigio se centra na capacidade de dirigir os efeitos do poder biopolítico que, ao lado da disciplina, constituem seu objeto de saber-poder. O mecanismo que vai utilizar é a intervenção, com um único proposito, que os fenômenos desmedidos voltem a seus cursos normais. Em suma, intervir para regular fenômenos da população. O artigo analisa o fenômeno da violência e morte das mulheres; mas orienta-se particularmente à intervenção profissional, ao considerar que o trabalho social se introduz como mecanismo de segurança para o controle e governo dos fenômenos que entram em sua competência.

Palavras-chave: biopolítica; dispositivo de segurança; população; micro- resistências.

Introducción

Una economía de la intervención en trabajo social, como la que proponen los modos de semiotización del poder biopolítico-disciplinario, moviliza una serie de procedimientos y mecanismos, que remiten al control tanto sobre los cuerpos, como al poder y gestión sobre la vida. La intervención facilitaría la funcionalidad de estos procedimientos, mediante la gestión de un espacio para el control de los cuerpos o para regularizarlos en términos de población. La cuestión entonces es ¿por qué la intervención del trabajo social debe actualizar este biopoder? ¿No es porque encuentra en ella la capacidad técnica, ética, de acción, para hacerlo posible? ¿No es por la historia del trabajo social, con sus primeros intentos de conformar una sistematización de la realidad, lo que la hace factible, sino capaz de ejercer las funciones que este poder le exige que realice? Y ciertamente, ¿no es por esta condición que hace al trabajo social una profesión actualizada, simplemente porque el poder esté pasando como una constante sobre ella, renovando sus presupuestos epistemológicos?

Estas inquietudes, no quitan desde luego, la posibilidad de que el trabajo social, consiga promover formas de resistencia a estos poderes. La reconceptualización fue el intento, sino el más importante, sí el más directo, ya que asumió una actitud crítica, ante las formas positivas y funcionalistas con que venían actuando, «desde el marco de análisis del materialismo dialectico, que inspiró la revisión crítica de los fundamentos y del quehacer profesional, el conflicto, expresado en el modelo de la lucha de clases» (Conets, 2008, p. 18). Los mismos métodos de la IAP, que aspiraban que la intervención fuera una forma de acción, para la trasformación de las condiciones materiales de existencia, y en esa línea, los enfoques de actuación promovidos por las llamadas epistemologías del sur, o con el surgimiento de grupos minoritarios que se oponen a las grandes formaciones estatizadas y estables, dan cuenta de diferentes realidades, en que la intervención logró sacudirse de las sujeciones semióticas de aparatos de saber-poder.

Sin embargo, estas resistencias, no dejan de estar territorializadas por la axiomática del poder capitalista que busca, consolidar espacios de control para imponer sus medios de expresión y contenido. La investigación de la que proviene este artículo titulada «la intervención de trabajo social en el campo de las tecnologías políticas de gestión y gobierno de las poblaciones. Fase II. 2017» posibilitó realizar una revisión documental sobre la intervención del trabajo social, en el campo de la violencia y muerte hacia las mujeres, en la que se muestra la forma como el poder, logra que la intervención trate el problema en términos biopolíticos - disciplinarios, y en consecuencia garantizarle la vigencia y legitimación en el campo social.

En ese sentido, y para abordar las tareas biopolíticas que ejerce la intervención, se tomaron algunos de los casos analizados en la investigación1 (con la salvedad que la violencia y muerte como fenómenos y categoría de análisis, son más efectos terminales y no algo concomitante al poder, máxime cuando una de sus aspiraciones es el control y gestión sobre la vida, lo menos que se le ocurre es tomar la muerte en el sentido de acontecimiento final, o como efecto de violencia de un cuerpo contra otro cuerpo) para ver cómo la intervención logró la gestión de los cuerpos, con una política sistemática de vigilancia y control, o mediante prácticas, sustentadas en mecanismos de seguridad de la población.

Lo anterior advierte, lo problemático que resulta calificar los fenómenos de violencia y muerte hacia las mujeres, desde concepciones de poder centradas en la producción de semióticas dominantes, como violencia machista, conyugal etc., obligando a la intervención a cumplir una función jurídica, punitiva o de corrección, victimización, imperio del derecho y la ley; o a asumir un papel de protección y exigibilidad de derechos. En definitiva, se incorporan técnicas dicotómicas de penalización por un lado y de control de la vida por el otro.

Biopolítica y dispositivo de seguridad

En la corrección, vigilancia, penalización, por un lado, y gestión, control sobre la vida por el otro, dos son los diagramas de poder, como los llama Deleuze (2004), que responden a relaciones y formas de organización distinta, lo mismo que los procedimientos y mecánicas con que actúan. Son diagramas distintos, pero no por ello opuestos, ya que, entre uno y otro, hay intercomunicaciones y exposición de relaciones de fuerzas intensivas. Así la población correlato de un espacio en que algo se vuelve probable, efectúa el diagrama del biopoder (Deleuze, 2014) contrario al tratamiento diagramático que daba la disciplina, que no sabía nada de estadística, pero sí de geometría, al subdividir, cuadricular el espacio para poder ejercer la operación panóptica. Estos procedimientos de poder, tan disímiles y aparentemente contrarios, no son más que una de las formas como el poder se vuelve práctica (Foucault, 2011) cuando efectúa este o aquel diagrama en un campo social específico.

Un dispositivo de seguridad, no es más que el procedimiento de poder biopolítico, para insertar un conjunto de fenómenos «dentro de una serie de acontecimientos probables» (Foucault, 2011, p. 21), en que los capta en su realidad efectiva, ya sea mostrando los índices de su comportamiento, o proyectados en una economía en que se puede medir su comportamiento por medio de un cálculo de costos; o los introduce en «una media considerada como óptima y por otra límites de lo aceptable, más allá de los cuales ya no habrá que pasar» (Foucault, 2011, p. 21).

El biopoder, encuentra en estas variaciones de los fenómenos, lo que la disciplina no había podido alcanzar, tan ocupada en adecuar los cuerpos a unos estándares de productividad a costa de la docilidad en que los transformó. Y la hazaña, lo que hizo tan importante la biopolítica, fue coger esos cuerpos adiestrados, sacarlos de los espacios de vigilancia, para considerarlos dentro de un nuevo espacio político: la población, entendida «por un extremo la especie humana y, por el otro, lo público» (Foucault, 2011, p. 102).

Y ello tanto más, como si el poder lograra, finalmente hacerse a la vida, después del ejercicio de sujeción de los cuerpos, último eslabón de una cadena de transformaciones, antes que las fuerzas, tomen lo que no habían podido hacer antes: plegarse sobre si mismas y constituir un adentro -la subjetivación- lo que Blanchot llamó, «encerrar el afuera, es decir constituirlo como interioridad de espera o de excepción» (2008, p. 262).

La intervención del trabajo social, al igual que las demás ciencias sociales objetivantes, como lo señalan Dreyfus y Rabinow (2001), funcionan bajo una misma matriz de poder. Su prestigio no debe buscarse en los albores de una revolución científica, sino en la capacidad de vehiculizar los efectos de poder biopolítico, que conjuntamente con la disciplina son su efecto y objeto de saber-poder. Lo notable, de esta heterogénesis que da sentido al trabajo social, es que le proporcionó la fuerza teórica y metodológica para ser capaz de intervenir en la realidad, y poder actuar en términos de supervivencia, de apropiación de recursos, para luego transformarlos en medios y activos sociales; que es a todas luces lo que pretende en últimas la disciplina conjuntamente con la biopolítica. A esto último, el biopoder le sumó el dispositivo de seguridad, un apoyo técnico de gestión y gobierno de los fenómenos de población.

Ahora bien ¿cuál es la procedencia de este dispositivo de seguridad, que se conecta con el espacio de la población del que la intervención toma su fuerza? ¿en qué prácticas se puede señalar la función biopolítica de la intervención?

Foucault (2011) señala como antecedente más inmediato, el dispositivo de seguridad, implantado por los fisiócratas, cuando fueron convocados, para que dieran solución al problema de la escasez de alimentos, con sus consecuencias de hambruna, carestía, penuria, (que habían socavado la estabilidad de la población en la Europa cristiana del siglo XVII al XVIII). El primer aspecto que propusieron los fisiócratas, fue tratar el fenómeno, dentro de la corriente económica llamada laisse faire, que contrastaba y se oponía a las propuestas de los mercantilistas con sus medidas proteccionistas, de control y vigilancia. Los fisiócratas menos dogmáticos, emplearon a fondo la política del «dejar hacer y dejar pasar», que, en términos operativos, consistía en hacer que el fenómeno transcurriera, sin ningún intervencionismo, o para decirlo en términos del liberalismo económico que pudiera circular conjuntamente con sus consecuencias de carestía, escasez etc., movimiento que era necesario para que el fenómeno se auto regulara.

En esta política de no intervención en los mercados, se plantea el surgimiento de este dispositivo de seguridad que garantizaba que los fenómenos pudieran ser captados en su variabilidad, desde el instante en que empezaran a circular, desde luego hasta ciertos límites más allá de los cuales no podía pasar. Si una práctica de gobierno para la intervención, se puede localizar, es en este punto, cuando un fenómeno se desborda más allá de los límites de la media normal, amerita la acción de intervención, para que el fenómeno, regrese a sus estándares normales.

Implicaba este dispositivo, impedir que el fenómeno de la penuria, fuera tratado como un mal, tal como las corrientes escatológicas de corte cristiano o enfoques de soberanía absoluta lo predicaban, además de poder exportarlo, como había ocurrido con el epifenómeno de la lepra, hacia los confines del territorio soberano, en una especie de exorcismo y purificación de lo social.

En una dirección más ilustrada, la fisiocracia propone que el fenómeno «hay que concebirlo ante todo como un fenómeno natural; es lo que es» (Foucault, 2011, p. 56); una alternativa que el dispositivo de seguridad avanza más allá de un proteccionismo, o de un bienestar social; es poder captar la realidad natural del grano de cereal, desde el instante que se inicia el cultivo, el trabajo invertido, afectaciones ambientales, calidad del terreno, costos, hasta llegar a su cosecha; al mismo tiempo no intervenir en las oscilaciones del precio, la escasez, o el costo elevado del grano, como procedería los mecanismos disciplinarios, sino en esencia «por medio de una serie de vinculaciones con otros elementos de la realidad, que ese fenómeno sin perder en cierto modo nada de su realidad, sin verse ante ningún modo impedido, quede poco a poco compensado, frenado, limitado y, en última instancia anulado» (Foucault, 2011, p. 57).

Atañe al dispositivo de los fisiócratas, dejar que circulen las cosas, como quiera y donde quiera; libertad para que el fenómeno tenga el curso por sí mismo; colocarlo donde encuentre condiciones favorables de rentabilidad. Un dispositivo de seguridad como este, debía operar sobre una racionalidad basada en el cálculo de probabilidades, o sobre un cálculo de costos, que impidiera que el problema no saliera de la media normal. Normalización sería el resultado de la realidad natural del fenómeno que impide se desboque en una cascada de anormalidades.

El espacio propio de la seguridad, remite entonces a una serie de acontecimientos posibles, remite a lo temporal o lo aleatorio, una temporalidad y una aleatoriedad, que habrá que inscribir en un espacio dado. (Foucault, 2011, p. 40)

Así el dispositivo de seguridad, asegura una regularidad del fenómeno, establece una media normal, más allá de la cual no puede pasar y lanza alertas cuando la media es sobrepasada. En otras palabras, el dispositivo funciona en el impacto del fenómeno, con el medio de la población «lo necesario para explicar la acción a distancia de un cuerpo sobre otro. Se trata, por lo tanto, del soporte y el elemento de circulación de una acción» (Foucault, 2011, p. 41).

Por lo tanto, relaciona la variabilidad del fenómeno con los aspectos que constituyen el cuerpo de población: «una multiplicidad de individuos que están y solo existen profunda y esencial, biológicamente ligados a la materialidad dentro de la cual existen» (Foucault, 2011, p. 42).

Al mismo tiempo abordará la población en sus variaciones: la edad, la muerte, los nacimientos, las enfermedades, «se la considerará como un conjunto de procesos que es menester manejar en sus aspectos naturales y a partir de ellos» (Foucault, 2011, p. 92). Lo que implica que este dispositivo de poder, para lograr sus objetivos, tenga que distanciarse, de la simple concepción de población que parte de la suma de individuos, sujetos a la voluntad soberana o jurídica, y circunscrita a un territorio y más bien conciba la naturalidad de población (Foucault, 2011), como grilla para intervenciones calculadas, que buscan regularizar, gobernar, controlar sus fenómenos inmanentes.

La intervención deja actuar múltiples elementos, muchos distantes, porque son estos, los que afectan directamente al fenómeno. En este contexto, el deseo constituye un elemento de adherencia al biopoder: el deseo que hace, que produce, que actúa allí o allá, donde crea que mejor se sienta.

El deseo es la búsqueda del interés para el individuo. Por otra parte, aunque éste pueda perfectamente ser engañado por su deseo en lo concerniente al interés personal, hay algo que no engaña: el juego espontáneo o, en todo caso, a la vez espontáneo y regulado del deseo permitirá, en efecto, la producción de un interés, algo que es interesante para la propia población. (Foucault, 2011, p. 83)

La población, se puede también considerar, por el surgimiento de eventos, contingencias, accidentes, contragolpes, comportamientos colectivos, coyunturas, etc., propios de su realidad natural. Tomarlas en cuenta, observar su comportamiento, las tendencias que asume, son parte de la gestión de aparatos, saberes, técnicas, disciplinas científicas que buscan administración y gobernar su existencia.

A esta altura, la población nada tiene que ver, con una concepción paisajista, ambientalista, o entidad con visos de algo original. La naturalidad de su comportamiento, (tal como se ha descrito) hay que adjudicarla a esta nueva economía del poder, destinada no al hombre cuerpo, sino al hombre especie, no a corregir, impedir, reglamentar, sino a gestionar y controlar la vida.

Por consiguiente, los tipos de fenómenos que trata la biopolítica, son relativos a la vida y pertinente población; son fenómenos colectivos con efectos políticos y económicos, al tiempo que son impredecibles, irregulares, intempestivos, aleatorios, tomados unitariamente, aunque mirados en conjunto, observados en sus manifestaciones, exhiben ciertas regularidades (Foucault, 2011). Incluso son fenómenos que tienen una duración y extensión. Su ritmo de existencia y de amplitud son suficientes para detectar sus variabilidades, sus constantes, sus afectaciones en conjunto.

La gestión y gobierno de la biopolítica, del que procede este dispositivo de seguridad, busca montar un campo posible de acción para administrar, controlar, gestionar, normalizar, los fenómenos que entran en su órbita, y que no son otros sino los fenómenos atinentes a la vida, ya sea en la consideración de especie: natalidad, morbilidad, mortalidad, vejez etc., o los flujos de criminalidad, violencia, suicidios, accidentes, o la entrada de contingencias dadas por el clima: desborde de afluentes, contaminación; movimientos telúricos, etc., incluye también los fenómenos de población en cuanto a opiniones, creencias deseos, miedos, prejuicios; podrían ser muchos más, pero lo esencial, es que los que van a ser integrados a un campo de acción posible, sean fenómenos que por un lado «se inscriben en el régimen de los seres vivos, y por otro lado, ofrecen una superficie de agarre a transformaciones autoritarias, pero mediada y calculadas» (Foucault, 2011, p. 101). Implica este campo de gobierno, no solo definir los elementos que entran en su dominio, sino también encontrar en disciplinas que tienen en la base, una fundamentación científica, puntos de apoyo. La intervención del trabajo social, como la practicada por la piscología, la psiquiatría, la medicina, derecho, etc., entrará con sus objetos específicos de saber, a formar parte del proyecto biopolítico de gestión y gobierno de fenómenos de población.

Será preciso modificar y bajar la morbilidad, habrá de alargar la vida, habrá de estimular la natalidad. Y se trata sobre todo de establecer mecanismos reguladores que, en esa población con su campo aleatorio, puedan fijar un equilibrio, mantener un promedio, establecer una especie de homeostasis, asegurar compensaciones; en síntesis, de instalar mecanismos de seguridad alrededor de ese carácter aleatorio que es inherente a una población de seres vivos, optimizar si ustedes quieren un estado de vida. (Foucault, 2008, p. 222)

Estas prácticas de poder-saber constituyen desde la mirada foucaultiana, el trasfondo del trabajo social. Desde un trabajo disciplinario, hasta traspasar lo individual hacia una política sobre la vida, asumió el lema empleado por la biopolítica, de hacer vivir, dejar morir, y con ello justificó su preeminencia en el círculo de las disciplinas que Foucault (2000) llamó dedicadas a practicar una política de higiene social. Desde luego, el trabajo social, después de haber practicado la filantropía, después de haber llevado el asistencialismo hasta sus últimas consecuencias, se vuelve hacia la política de poblaciones. El mecanismo que va a utilizar es la intervención, con un único propósito, que los fenómenos desbordados vuelvan a sus cursos normales. En esencia intervenir para regular fenómenos de población.

En una sociedad disciplinaria los cuerpos y las mentes trabajados, son los que garantizan la productividad. La aceptación de las normas, exclusión de lo anormal e improductivo, en general, una dominación técnica, ubica a los individuos en relaciones complejas y recíprocas para la utilización económica del cuerpo (Foucault, 1975). Este modelo de sociedad de control ha ido cambiando, las fuerzas que juegan en las relaciones de poder han mutado. El control empieza a ubicarse en otros espacios que están más allá de la disciplina, definiendo un nuevo campo de acción entre el poder y la vida, que pretende que exista una auto regulación a través de la implementación de acciones políticas sobre la vida tanto en cuerpos individuales integrados a una multiplicidad: la población.

Abordar el biopoder implica tener en cuenta sus mecanismos, cómo funciona, entre quiénes se encuentra y por qué canales logra trasmitirse. Este conjunto de mecanismos y procedimientos aseguran la reproducción del poder. Las técnicas usadas por la disciplina pasan ahora a ser del orden de la seguridad. Una economía del poder no puede cumplir unas funciones disciplinarias sino tiene un ejercicio de seguridad y a la inversa, la seguridad no podría implementarse si previamente la disciplina no hubiera cumplido la tarea de adiestramiento de los cuerpos (Foucault, 2008).

Un dispositivo de seguridad trabaja sobre tres ejes: el primero trata el fenómeno en términos de probabilidad; el segundo elabora un cálculo de costos, basado en el comportamiento probable del fenómeno y tercero marca una media normal, fuera de la cual no puede pasar el fenómeno (Foucault, 2011).

Este dispositivo, acondiciona los accesos para dar vía a la libertad de circulación de las cosas, buenas y malas, pues funciona con emplazamientos para maximizar la circulación trabajando sobre datos y sobre cantidades no para que sean controlables, si no para tener en cuenta lo que pueda pasar.

En síntesis, la seguridad tratará de acondicionar un medio en función de acontecimientos o serie de acontecimientos posibles, series que será preciso regularizar en un marco polivalente y transformable (Foucault, 2011).

A partir de la anterior contextualización que ubica a la intervención en el contexto de la biopolítica y el gobierno de poblaciones; a continuación, se presenta su vinculación con la violencia y muerte hacia las mujeres desde dos investigaciones en trabajo social que han abordado el fenómeno.

De la intervención entre la violencia y muerte de las mujeres y una política de seguridad de la población

De los discursos del trabajo social que han venido utilizando categorías de «violencia de género», «intervención social en género», «intervención social en violencia intrafamiliar», «violencia hacia las mujeres»; la intervención ha configurado un aparato de poder-saber, que busca comprender el fenómeno, a través de explicaciones totalizantes, dotándolo de significado, o reduciendo a dicotomías de víctima, victimario, sin otro recurso que universalizar el fenómeno como prototipo de un sociedad violenta.

Lo que es necesario tener presente, es que esta forma de tratar el fenómeno, se puede asumir desde el efecto de tecnologías de poder, que buscan, por un lado, ordenar, normalizar, disciplinar el campo social capitalístico, y consecuentemente hacerle el juego a los poderes que mantienen constantes las relaciones de dominación; o también, deslizar subrepticiamente, otros procedimientos, que atañen en esencia a la gestión y gobierno sobre la vida.

En esta perspectiva, el análisis busca establecer el tratamiento propuesto en la intervención de trabajo social, ante el fenómeno de la violencia y muerte de las mujeres en los casos citados, situándolos en dos direcciones: los mecanismos de poder disciplinario y las técnicas de gestión y gobierno de la vida que fueron empleados.

En ese sentido, los textos: «Intervención del trabajador social de atención primaria de salud con mujeres víctimas de violencia de Género» (Becerril, 2009) y «Pisos de emergencia para mujeres víctimas de la violencia de género» (Asencio, et al., 2012). En primer lugar, sitúan el fenómeno dentro de un campo de probabilidades: «las prevalencias fueron del 11.6, 9.9, 9.0» (p. 4) «Por grupos de edad la prevalencia fue mayor en el grupo de edad, de 45 a 64 años y menor entre las mujeres de más de 65 años» (p. 4); así la intervención pasa el fenómeno del control individual, a considerarlo un fenómeno de población, y como tal, termina incluyéndolo como variable que tiene incidencia en la vida. Pues los datos planteados con anterioridad ponen en acción el dispositivo de seguridad, que en esencia sitúa la violencia y muerte de las mujeres en términos de prevalencias, tasas, rangos de población.

Hay que mencionar, además que la intervención, al «coordinar con los servicios sanitarios y sociales», se coloca en una función administrativa con otros aparatos de higiene social, para que la violencia y muerte de las mujeres, forme parte de lo que debe ser gobernado, controlado, regulado, sin dejar de lado las funciones disciplinarias de vigilancia, control, corrección, normalización individual. Este rol administrativo, asegura la intervención con otras disciplinas sociales y médicas, para reducir los efectos negativos del problema en la población, particularmente cuando el aumento de frecuencias de casos, toman una curva distinta de la normal. Gobernar el fenómeno es, su regularización, el aseguramiento del conjunto, frente a los impactos de la violencia y muerte de las mujeres. Y va más allá, también busca transgredir, evidenciar y mostrar las fuentes del fenómeno que se dan en ese campo social capitalista.

El slogan de la biopolítica hacer vivir, dejar morir (Foucault, 2017) se evidencia en esta función administrativa de la intervención. Al ejercer controles, minimizando riesgos, y peligros, desata el fenómeno de la vigilancia, de la protección por medio de leyes, normas, códigos penales, para incluirlo en el espacio de la población, como un fenómeno de vida. Un nuevo derecho, incluye: el de hacer vivir y ciertamente el de morir, mirando el fenómeno, en su extensión, durabilidad, intensidad, la vida y sus fuerzas estarían sometidas a sufrir su minimización. La muerte una endemia más que epidemia:

En suma, la enfermedad como fenómeno de población: ya no como la muerte que se abate brutalmente sobre la vida- la epidemia- sino como la muerte permanente, que se desliza en la vida, la carcome constantemente, la disminuye y la debilita. (Foucault, 2008, p. 221)

En esta dirección, la intervención, destinaría su ejercicio a prácticas de minimizar los riesgos de muerte, de las mujeres que han sido violentadas. De ahí el interés del trabajo social para que el fenómeno entre a ser de su competencia, o para decirlo en los términos de los textos citados, cada vez que se detecten casos de violencia hacia las mujeres, sean «derivados» al trabajo social.

En esta perspectiva, la intervención en el trabajo social, busca captar el fenómeno de los atentados hacia la mujer, dentro del espacio de la población, liberándolo de las prácticas disciplinarias que lo reducían a un control del fenómeno por medio de medidas correctivas, de vigilancia, control, castigo; para pasar a asumir la tarea de administración y coordinación de servicios sanitarios y sociales. Y llegar al desarrollo de prácticas sociales que buscan transformar situaciones de orden estructural, en el que se hace énfasis en la denuncia, la evidencia para promover cambios y con ello dejar de ver como normal un fenómeno que no lo es.

Le atañe intervenir para no «dejar morir» como las pequeñas muertes que circulan en la vida, aquellas que la incapacitan, la hieren cotidianamente, le sustraen fuerzas, absorben sus moléculas; y en ese sentido es como la intervención en el ámbito de la biopolítica, orienta el actuar para mitigar esos pequeños arrasamientos que afectan la vida y reducir al máximo sus incapacidades.

Una intervención con visos de biopolítica tiende a que los peligros producidos por la circulación de fenómenos como el de los atentados hacia las mujeres, puedan ser efectivamente controlados desde el instante en que son derivados para su gobierno.

Las afirmaciones «la violencia es fruto de la desigualdad y la discriminación de sexo» o que «la actuación de las trabajadoras sociales en la detección, atención, derivación a mujeres víctimas violencia de género», se conciben como una operación política que reduce el fenómeno a semióticas significantes, en el sentido que «la toma de significado es siempre inseparable de una toma de poder» (Guattari, citado por Lazzarato, 2012, p. 19), sitúa el análisis en unas relaciones de dominación sexual, o de género que se sostienen en medio de un juego en que la intervención sigue las reglas que le tiende el poder.

La proposición «las mujeres víctimas de violencia de género necesitan de un efectivo programa de recuperación» (Becerril, 2009, p. 94), o acciones como buscar «pisos de apoyo», «viviendas institucionales ubicadas en diferentes puntos de la ciudad» «Recuperación de la vida autónoma» (p. 94); refleja una intervención como dispositivo, haciendo parte del poder y la acción gubernamental instrumentada, en la atención y los servicios sociales y con esas intenciones se buscan viviendas, lugares específicos que apunten a la protección social y a prevenir los riesgos que enfrenta las mujeres víctimas de sus opresores. Finalmente se tiende como dispositivo a preservar la vida, y no como control y vigilancia.

Esto implica que, ante estas semióticas significantes portadoras de poder, que introduce la intervención, constituida como una micro política de resistencia, actúa sobre la vida, cuando ofrece alternativas para «recuperar las mujeres» (p. 94) en «viviendas institucionales ubicadas en diferentes puntos de la ciudad» (p. 94) para la «recuperación de la vida autónoma» (p. 94). Es decir, busca una revolución individual de resistencia a los viejos poderes; pero también ejercicio sobre el espacio de la población, para reducir el fenómeno, atenuar los riesgos, por su duración, intensidad, permanencia. Esta estrategia anti-institucional del trabajo social, es entonces resistencia a los poderes que buscan replegar la identidad de la mujer a patrones dominantes. Desata a la mujer de las formaciones macro, como la familia, para recuperar una autonomía individual.

Esta resistencia del trabajo social constituye, además una respuesta a las formas en que tradicionalmente se les ha adjudicado la violencia contra ellas, por el hecho de que queden integradas a un género, plegadas a una identidad invariable, sometidas a un gravamen violento. En cierta manera resistencia a que no se les anteponga en antagonismo con el masculino, no porque no sea justo tampoco para los hombres que los relacionen con la violencia sino porque tengan que separarse en razón a ésta de las mujeres. En esta perspectiva la intervención, no aspira solamente a la salida de las mujeres y hombres de categorías dominantes, su función política es denunciar las lógicas significantes o de representación que consideran que sin estas «no hay acceso a lo real […] y por otra, no hay significación ni representación independiente de significados y representaciones dominantes» (Lazzarato, 2012, p. 2).

Recuperación de la autonomía individual de las mujeres desde la perspectiva del biopoder

Si convenimos con Foucault, que el poder como fuerza se ejerce desde abajo hacia arriba (Foucault, 1980), es la intervención de trabajo social como dispositivo la que permitirá a las mujeres desarrollar la autonomía como una práctica de libertad y resistencia.

Como dispositivo, la intervención en trabajo social forma parte del poder y de la acción instrumentada reflejada en la atención de los servicios sociales y en la cristalización de iniciativas de la sociedad civil, producto del cabildeo de las mujeres organizadas en redes que lo que hacen es un trabajo de prevención difundido mediante iniciativas civiles dirigidos a todas las mujeres, pero su finalidad ha de ser un dispositivo de los sectores vulnerados, marginados o excluidos. Vista así, la intervención en trabajo social, procura entonces, no solamente aislar a la mujer sino principal y esencialmente fortalecer sus voces. De ahí, que al trabajo social como dispositivo se le asigne esa doble connotación.

Con esa doble connotación la intervención de trabajo social por un lado se dirige a la protección social, en tanto es considerada como un indicador de efectividad del dispositivo, vinculado a la promoción social que provoca que las mujeres que se encuentran en riesgo salgan de él y puedan abanderar sus causas y movimientos sociales. Se asocia entonces con un dispositivo de seguridad, en tanto su gestión va a estar dirigida a la preservación de la vida de la población. Y ello es así en tanto la intervención como dispositivo de seguridad inherente a la biopolítica se vuelve central. Su objetivo por tanto es la población y los individuos se van a convertir en instrumentos de los que se espera lograr algo.

Como nuevo sujeto político colectivo, la población aparece tanto en cuanto objeto, es decir, el blanco al cual apuntan los mecanismos para obtener de ella determinado efecto, como en cuanto sujeto, pues se le pide que conduzca de tal o cual manera. (Foucault, 2006 citado en Campana, 2009, p. 34)

Así, la intervención de trabajo social frente al fenómeno de la violencia contra las mujeres asumen la prevención mediante campañas que primordialmente tienen un fin educativo, dejando en evidencia la necesidad de regular el fenómeno o por lo menos que las mujeres incorporen a manera de un esquema mental de un habitus las rutas de atención en caso de ver su integridad vulnerada «La seguridad, sin prescribir, tiene la función de responder a una realidad de tal manera que la respuesta la anule, la limite o la regule, su elemento fundamental es la regulación en el elemento de la realidad» (Campana, 2009, p. 35).

Todo sistema de educación es una forma política de mantener o de modificar la adecuación de los discursos, con los saberes y los poderes que implican. La intervención es vehiculizante de esta forma política que a veces no es del todo consciente por parte de los profesionales. En síntesis, con todo el proceso de regularización que hace la intervención, se está apuntando a una intervención en trabajo social analizada desde la biopolítica como una de las tecnologías de poder-saber.

En ese sentido y a modo de conclusión, es posible afirmar que la intervención del trabajo social, se erige como un dispositivo de seguridad que actúa desde una estrategia micro política de resistencia, contra el viejo modelo soberano patriarcal, que ha interpretado la problemática de las mujeres, como un derecho de vida y muerte.

Habría que agregar también que con ese dispositivo, el trabajo social, logra que el fenómeno de los atentados contra las mujeres entre en un campo de saber-poder, en la medida que de un lado hace circular el fenómeno en un campo de probabilidades y por el otro discrimina el fenómeno por franjas de edad, prevalencia.

Referencias

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1Las investigaciones de las cuales se extrajeron los corpus fueron «Intervención del trabajador social de atención primaria de salud con mujeres víctimas de violencia de género». El corpus del problema, se conforma por el foco de poder «trabajo social», en la forma «intervención». Y programas de pisos de emergencia para mujeres víctimas de la violencia de género.

Este artículo es producto de la investigación titulada «La intervención de trabajo social en el campo de las tecnologías políticas de gestión y gobierno de las poblaciones. fase II. 2017» realizada por el grupo de fundamentación disciplinar en Trabajo Social y Tendencias Contemporáneas, adscrito a la Universidad Colegio Mayor de Cundinamarca.

Recibido: 29 de Junio de 2019; Aprobado: 05 de Noviembre de 2019

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