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Tabula Rasa

Print version ISSN 1794-2489

Tabula Rasa  no.35 Bogotá Sep./Dec. 2020  Epub Feb 26, 2021

https://doi.org/10.25058/20112742.n35.01 

Artículo de investigación

Pensamiento descolonial afro-caribeño: una breve introducción

Afro-Caribbean Decolonial Thought: A Short Introduction

Pensamento decolonial afro-caribenho: uma breve introdução

Ramon Grosfoguel1 

1 1 0000-0001-9051-1573. PhD, Sociology, Temple University. University of California, Berkeley, Department of Ethnic Studies. USA Email grosfogu@berkeley.edu.


Resumen:

Este artículo es una introducción a los postulados teóricos implícitos que se presuponen cuando decimos «pensamiento descolonial afro-caribeño». Se discuten las suposiciones espaciales, teóricas, y epistemológicas que definen el campo de estudios que abordamos en este número especial. Se re-define el Caribe a partir del Gran Caribe no como geografía sino como experiencia socio-histórico-cultural de las plantaciones del capitalismo racial. Además, se discute el manifiesto descolonial de Aimé Césaire como texto fundacional del pensamiento descolonial afro-caribeño.

Palabras clave: pensamiento descolonial; afro-caribeño; Caribe; Aimé Césaire; extractivismo epistémico; Gran Caribe; Civilización Moderna; capitalismo racial.

Abstract:

This essay is an introduction to the implicit theoretical positions presupposed when we say “decolonial Afro-Caribbean thought.” It discusses the spacIal, theoretical and epistemological presuppositions that defines de field of study in this special issue. The Caribbean is redefined as the Greater Caribbean, not as a Geography, but as a socio-historical-cultural experience coming from the plantations of racial capitalism. In addition, it discusses the Decolonial Manifesto of Aimé Césaire as a foundationl text of Afro-Caribbean Decolonial Thought.

Keywords: Afro-Caribbean decolonisl thought; Caribbean; Aimé Césaire; epistemic extractivism; Greater Caribbean; modern civilization; racial capitalism.

Resumo:

Esse artigo é uma introdução aos postulados teóricos implícitos, os quais se pressupõem ao dizer “pensamento decolonial afro-caribenho”. Discutem-se as pressuposições espaciais, teóricas e epistemológicas que definem o campo de estudos que tratamos nesse numero especial. Redefine-se o Caribe a partir do Grande Caribe não como geografia; mas enquanto experiência sócio-histórico-cultural das plantações do capitalismo racial. Além disso, discutem-se o manifesto decolonial de Aimé Césaire na qualidade de texto fundacional do pensamento decolonial afro-caribenho.

Palavras chaves: decolonial; afro-caribenho; Caribe; Aimé Césaire; extrativismo epistêmico; Grande Caribe; Civilização Moderna; capitalismo racial

Introducción

En este número de Tabula Rasa, acerca del pensamiento descolonial afro-caribeño, buscamos dar a conocer un pensamiento bastante desconocido entre los lectores y académicos latinoamericanos. La inmensa mayoría de las obras escritas en la región del Caribe son de una muy amplia diversidad cultural y lingüística (francés, inglés, holandés, papiamento, creole francés, patois inglés, sranantongo, garifuna, etc.). Lamentablemente, muy pocas de esas obras han sido traducidas al castellano y son intervenciones absolutamente desconocidas en la mayoría de los círculos intelectuales del continente latinoamericano. Ya hemos comentado en otros trabajos cómo el racismo/sexismo epistémico de las universidades occidentalizadas y la izquierda eurocéntrica, han mantenido invisibles y construido como inferior el pensamiento de la tradición radical negra (Grosfoguel, 2018a). Peor aún, los pocos que conocen estas obras han acudido a tomar las ideas sin citar las fuentes originales por lo cual una buena parte de los pensamientos descoloniales afro-caribeños han sido víctimas del «extractivismo epistémico» (Grosfoguel, 2016, 2018a).

En este número, no pretendemos hacer justicia a la inmensa diversidad de pensamientos descoloniales producidos desde diversas genealogías epistémicas (New World Group, Rat Island Group, Antillanité, Creolité, Negritude, Creolization Group, etc.) y cosmovisiones espirituales afro-caribeñas (Bantú, Yoruba, Yeyé, Islámica, etc.). El pensamiento descolonial caribeño se mueve entre dos experiencias: la producción de pensamiento producido desde la corpo-política y geo-politica del conocimiento de afro-caribeños que provienen de la historia de la esclavitud en las plantaciones capitalistas y de los “indenture laborers” asiáticos (India, Pakistán, Indonesia, China, etc.), que provienen de la historia de la incorporación como trabajo semi-esclavo en las plantaciones luego de la abolición de la esclavitud. La heterogeneidad, diversidad cultural y multiplicidad epistémica del pensamiento descolonial caribeño es enorme. Pero a pesar de esta diversidad, lo que todos los pensamientos descoloniales caribeños tienen en común, es la producción de un pensamiento de liberación desde las experiencias de super-explotación y dominación, en el sistema y cultura de la plantación, ejercida por los poderes imperiales/coloniales de la civilización moderna occidental desde su llegada en 1492 hasta nuestros días.

En este número de Tabula Rasa, solamente nos limitaremos a hablar de un minúsculo número de pensadores descoloniales afro-caribeños, y no hablaremos de otras culturas y pueblos que forman parte del Gran Caribe1. Por eso, no pretendemos representar, ni hacerle justicia, al inmenso cuerpo teórico que representa el pensamiento descolonial afro-caribeño, y mucho menos al pensamiento descolonial caribeño en toda su inmensa diversidad.

¿Qué es el Gran Caribe?

Antes de comenzar cualquier conversación acerca del pensamiento afro-caribeño y en particular su versión descolonial, es importante delimitar a qué nos referimos con «caribeño» y «Caribe». ¿Qué es el Caribe? ¿Es «caribeño» cualquier pensamiento producido en el Caribe geográfico? ¿Es el Caribe una geografía? ¿Qué define lo que denominamos como Caribe? Esta discusión ha tenido varios interlocutores y aquí me inspiro en los trabajos de Eric Williams (1971) y Sidney Mintz (1974). En este número nos referimos al Caribe no como espacio geográfico sino como espacio socio-histórico-cultural. El Caribe no es una geografía, sino una experiencia estructural, que produce una heterogénea identidad socio-cultural a partir de la experiencia de la economía capitalista racial de las plantaciones. «Caribeño» se refiere a todos los pueblos que comparten la cultura que emerge de la experiencia capitalista-colonial-moderna, que combina en un primer momento el genocidio indígena, y en un segundo momento, la repoblación del territorio con poblaciones literalmente secuestradas en África o Asia, y esclavizadas o semi-esclavizadas en las economías de plantaciones del Nuevo Mundo. El Caribe tiene en común la cultura que se produce en el trabajo coercitivo de la economía de las plantaciones (esclavista, trabajo contratado semi-esclavo, asalariado, etc.). Los dueños de estas plantaciones, históricamente han sido colonos extranjeros blancos provenientes de los imperios occidentales y sus descendientes criollos blancos.

Las clases dominantes en el sistema de plantaciones son blancas y los trabajadores (sometidos a diversas formas de trabajo coercitivo) son no-blancos (africanos, sudasiáticos, indonesios, chinos, etc.). En el sistema de plantaciones la imbricación entre clase y raza del capitalismo racial (Robinson 2000) es muy evidente. Parafraseando a Fanon, si eres blanco perteneces a las clases dominantes y si eres no-blanco perteneces a las clases explotadas. El racismo organiza la división del trabajo de tal manera que hay una fuerte correspondencia e imbricación entre clase y raza.

Aquí estamos hablando del Gran Caribe, que incluye no solamente las islas del Caribe insular sino también el Caribe continental. El Gran Caribe, bajo la definición que estamos manejando en este escrito, donde se privilegian las identidades que nacen de la experiencia socio-cultural del capitalismo racial de las plantaciones, incluye a todas las islas del Caribe, la costa Atlántica de Centroamérica y Sudamérica, los estados del sudeste de los Estados Unidos y el nordeste de Brasil. Añadimos también a esta definición bolsillos socio-culturales que comparten esta experiencia de la cultura de dominación y super-explotación del sistema de plantaciones como Esmeralda (Ecuador), el Valle del Cauca (Buenaventura, Cali, o Puerto Tejada, etc. en Colombia), Veracruz (México), estados del sudeste estadounidense (Louisiana, Georgia, Mississippi, Florida, Alabama, etc.) y otros. Y pudiéramos extender el Caribe hasta las islas Canarias, que fue probablemente el antecesor del laboratorio «caribeño» de plantaciones en el sentido histórico de esclavización de los indígenas (los «guanches») en el siglo XV, exterminación de sus pueblos originarios y posterior repoblación de las islas con africanos secuestrados en África, y esclavizados en el sistema de plantaciones. En este sentido, no se puede equiparar el Caribe geográfico con el Gran Caribe socio-cultural de la experiencia de las plantaciones.

El Gran Caribe abarca una geografía mucho más extensa que el Caribe geográfico. De manera que, cuando hablamos de pensamiento descolonial afro-caribeño, estamos hablando del pensamiento que se produce desde la experiencia del capitalismo racial de las plantaciones del Gran Caribe, que incluye el sudeste de los Estados Unidos, las costas Atlántica de Centroamérica/Sudamérica, el Nordeste de Brasil y otros territorios aledaños. La cultura de los diversos espacios caribeños, tiene en común una fuerte influencia africana en la base de su cultura, pero con influencias de culturas venidas de otras partes del mundo (Asia, Europa, Oceanía, etc.). Lo que tenemos en común en el Gran Caribe no es el colono francés, español, danés, portugués, británico, estadounidense u holandés, ni el blanco criollo de los Estados latinoamericanos contemporáneos, tampoco la cultura de los países europeos, sino la raíz socio-cultural-espiritual africana y la experiencia de resistencia (política, artística, cultural, económica, epistémica, etc.), contra la dominación y explotación capitalista racial del sistema de plantaciones impuesto colonialmente por las metrópolis imperialistas occidentales.

¿Qué significa pensar descolonialmente desde el Gran Caribe?

Aquí quiero señalar la importante contribución de Nelson Maldonado-Torres (2006a, 2006b), quien ha insistido en múltiples ocasiones en que, contrario al pensamiento latinoamericano que pretende pensar desde un continente, el pensamiento descolonial afro-caribeño es «post-continental» o podríamos decir «transcontinental», porque piensa desde una posicionalidad subalterna en las relaciones de dominación más allá de una geografía continental. Mientras el pensamiento latinoamericano privilegia el pensamiento continental como geografía de la razón, el pensamiento caribeño privilegia el pensamiento desde la figura de Calibán, desde el humano esclavizado que se enfrenta al amo Próspero, desde el sujeto inferiorizado racialmente, desde el pensamiento crítico que se produce en la zona del no ser fanoniana enfrentando a la zona del ser, desde el lado subalterno de la dominación colonial/racial (Lamming, 1960, 1971; Césaire, 1969; Fernández Retamar, 1971).

La figura de Calibán como lugar de enunciación, representa una crítica radical al pensamiento y las filosofías continentales. Sabemos que no todo pensamiento crítico es descolonial. Muy bien se puede ser originario del Caribe geográfico y pensar eurocéntricamente en el plano epistemológico. Igualmente se puede pensar desde el continente latinoamericano y reproducir pensamiento eurocentrista. No basta con pensar desde una geografía. Las filosofías continentales tienen el problema de no tomar en cuenta el pensamiento crítico que se produce desde las zonas del no ser de sus propios continentes, homogeneizando la diversidad epistémica de estas regiones. No se puede asumir el reduccionismo geográfico de que, si se piensa desde una geografía continental diferente a Europa, que ya de por sí se está produciendo pensamiento crítico o pensamiento descolonial frente al eurocentrismo. Para producir pensamiento descolonial es fundamental pensar desde el pensamiento crítico que se produce en la zona del no ser de las relaciones de dominación y explotación del capitalismo racial, es decir, desde la experiencia de los condenados de la tierra que viven la violencia y el despojo como constante y no como excepción. Lo que caracteriza el pensamiento descolonial afro-caribeño es su mirada crítica desde la posicionalidad de Calibán, su mirada transcontinental. Esto hace posible un diálogo transmoderno Sur-Sur (Dussel, 2015) entre los calibanes de diversos lugares del mundo.

El Gran Caribe como laboratorio de los imperialismos occidentales

El Caribe, como una de las regiones donde comenzó la expansión colonial europea hace más de 500 años, y como lugar donde los diversos imperialismos occidentales han hecho sus laboratorios de dominación mundial, ha permitido al pensamiento descolonial afro-caribeño la producción de pensadores y pensadoras que han sido muy influyentes, a escala mundial, en sus diagnósticos y propuestas frente al capitalismo-moderno-colonial-imperial. Autores y autoras como Walter Rodney, Franz Fanon, Silvia Wynter, Claudia Jones, Aimé Césaire, Clive Thomas, Paget Henry, Jamaica Kincaid, George Padmore,, C.L.R. James, Edouard Glissant, Norman Girven, Stuart Hall y muchos otros(as), han sido leídos más allá del Gran Caribe, en África, Asia, América del Norte, y Europa. Lamentablemente, con excepción de Fanon y más recientemente Stuart Hall, estos pensadores y pensadoras han sido desconocidos en América Latina. Igualmente ocurre con pensadores y pensadoras descoloniales afro-nordestinos brasileños, como Silvio Humberto Dos Passos Cunha, Angela Figueiredo, Nadia Cardoso, Wilson Roberto Mattos, etc.

Pero existen también muchos otros pensadores y pensadoras descoloniales afro-caribeños(as), que aun escribiendo en castellano han sido ignorados y son todavía desconocidos en América Latina. Me refiero a intelectuales afro-caribeños del Caribe hispanófono, como Walterio Carbonell, Juan René Betancourt, Carlos Moore (también ha escrito en portugués, inglés y francés), Angel Pinto Albiol, Sixto Gastón Agüero, Aquiles Escalante, José Luciano Franco, Wilmer Villa, Ochy Curiel, Sandalio Junco, Ernell Villa, Jesús Colón, Arturo Schomberg, Manuel Zapata Olivella, Nancy Morejón, Nelson Maldonado-Torres, Jesús «Chucho» García, etc.

La experiencia de enfrentarse a varias estrategias imperiales, de haber sufrido durante siglos la esclavitud en las plantaciones del capitalismo racial, de haber sido y en algunos casos seguir siendo colonias directas de varias metrópolis occidentales, ha posibilitado una mirada transversal de crítica descolonial con una rica producción de categorías conceptuales que han sido útiles en los procesos de liberación anti-imperialistas, anti-coloniales y anti-capitalistas en otras partes del mundo. Esta experiencia compartida en el Gran Caribe, ha sido vital para la producción temprana de pensamiento anti-imperialista descolonial, mucho antes que otras regiones del mundo que fueron colonizadas unos dos, tres y hasta cuatro siglos después de 1492. La excepción a esta tendencia de colonización caribeña en la modernidad temprana, son las islas Canarias y la civilización musulmana en la península ibérica, conocida como Al-Andalus que fueron conquistadas por la Corona castellana en el siglo XV y algunas regiones de las costas de África en el siglo XV y la región de Kerala en el sur de la India en 1498, que fueron conquistadas por los portugueses también en el siglo XV. Estas experiencias de colonialismo temprano son muy importantes para entender los procesos de colonización en las Américas. De manera que no solo hubo resistencias, sino pensamientos descoloniales contra la modernidad/colonialidad desde muy temprano en la historia de la expansión colonial europea. Para ilustrar este punto tomemos de ejemplo las varias experiencias de genealogía descolonial desde el siglo XVI en diversas partes del mundo:

  1. la fatwa de Shaykh Zainuddin Makhdum en 1583 en Kerala contra los portugueses (Makhdum, 1990)

  2. el documento Nican Mopohua producido en 1548 por la Comunidad Indígena de Tlatelolco compuesta de cuatro tlamatinimes nahuas y 6 intelectuales indígenas del Colegio de la Santa Veracruz de Tlatelolco (Contreras Colin, 2017)

  3. el pensamiento político descolonial de la resistencia afro-colombiana desde el siglo XVI en Palenque en la costa caribeña de Colombia hasta nuestros días (Arboleda Quiñonez, 2011).

Hay muchos textos descoloniales antiguos en diversas partes del mundo. El asunto es que mucho de este pensamiento descolonial era oral, y en los que hubo escritura han sido muy difíciles de conseguir, porque unos fueron destruidos y otros se encuentran en los archivos coloniales de los imperios metropolitanos. En el Caribe tenemos experiencias de resistencias descoloniales tempranas, dirigidas por líderes taínos y más adelante por africanos esclavizados (Williams, 1971).

La geopolítica del Gran Caribe y la división internacional del trabajo

Otra consideración a tener en cuenta cuando hablamos del Caribe hoy, son las divisiones político-estatales existentes como parte de la geopolítica en el sistema-mundo. Estas divisiones implican una localización particular en la división internacional del trabajo. Tenemos actualmente tres divisiones que constituyen una jerarquía dentro de la región del Gran Caribe:

  1. Semi-periferias: la primera zona se compone de los países coloniales que todavía al día de hoy se encuentran bajo alguna forma de status político integrado a las metrópolis imperialistas occidentales, y que por tener ciudadanías metropolitanas y contar con las transferencias del Estado metropolitano constituyen semi-periferias. Aunque lugares explotados por las metrópolis, su nivel de vida es mucho más alto que en otras zonas del Caribe porque reciben transferencias metropolitanas que no existen en otras partes del Gran Caribe. Me refiero aquí a las Antillas Holandesas (algunas islas con status de autonomía dentro del reino de los Países Bajos y otras que son directamente municipios holandeses en el Caribe), las Antillas Francesas que son provincias (departamentos) de Francia, y las Antillas Británicas y Americanas que son territorios no incorporados de sus respectivas metrópolis. Estos territorios no-independientes son dominados de forma directa por las metrópolis occidentales.

  2. Periferias: la segunda zona son las neo-colonias del Caribe. Me refiero a las repúblicas formalmente independientes del Caribe que se organizan como Estados-naciones pero son controladas económica y políticamente por alguna metrópoli occidental, sobre todo los Estados Unidos. Aunque cuentan con gobiernos propios, los espacios de soberanía de estas islas y territorios son muy limitados. Constituyen periferias clásicas en la división internacional del trabajo, por ser dominadas neocolonialmente por algún centro metropolitano.

  3. Periferias de la periferia: la tercera zona son los territorios atlánticos y las islas caribeñas que pertenecen a alguna república centroamericana o sudamericana. Por ejemplo, islas como San Andrés y Providencia o la región costeña forman parte de Colombia; la región Atlántica y las cuatro islas municipio de Nicaragua; Vargas, Miranda, o Sucre en Venezuela, etc. Estos territorios constituyen periferias de países periféricos. Han sido históricamente dominados como colonias internas por Estados-naciones periféricos latinoamericanos. Como periferias de las periferias, sufren la doble dominación de los imperios y las elites neocoloniales del país al que están anexados.

Cuando hablamos de pensamiento descolonial caribeño, nos referimos al pensamiento que se produce en estas tres experiencias de dominación colonial, neocolonial o de colonialismo interno.

El manifiesto descolonial de Aimé Césaire

Una experiencia común a toda la diversidad de experiencias caribeñas, es la experiencia vivida del racismo. La deshumanización de grandes poblaciones caribeñas ha sido una constante, independientemente de si se proviene de la semi-periferia, la periferia o la periferia de la periferia en el Gran Caribe. El racismo ha sido un elemento crucial que organiza la economía política del Gran Caribe, sea la experiencia afro-brasilera en el nordeste de Brasil, la experiencia afro-colombiana en la costa Atlántica de Colombia o en la experiencia de inferiorización de las poblaciones no-blancas del Caribe colonial francés, británico, holandés o estadounidense. Esto ha hecho que el pensamiento descolonial afro-caribeño haya sido tan importante a nivel mundial en las teorizaciones acerca del racismo, de su imbricación con el capitalismo global y de una crítica civilizatoria radical a la modernidad occidental. En esta sección quiero tomar de ejemplo el pensamiento del afro-martiniqués, Aimé Césaire.

Mucho del pensamiento descolonial contemporáneo negro de Estados Unidos, África y el Caribe, está inspirado en ese manifiesto descolonial por excelencia titulado Discurso sobre el colonialismo, de Aimé Césaire (2009) . Este texto inspiró a los movimientos de liberación nacional del mundo y está basado en un discurso hecho por Aimé Césaire en 1948 (apenas tres años de terminada la Segunda Guerra Mundial), y publicado por primera vez en 1950 por la editorial Présence Africaine en París. Por su importancia como texto descolonial, que inspiró movimientos de liberación nacional y a pensadores y pensadoras descoloniales en el mundo, merece la pena que le dediquemos un espacio en esta introducción.

La primera línea de este texto dice lo siguiente:

Una civilización que se muestra incapaz de resolver los problemas que suscita su funcionamiento es una civilización decadente. (Césaire, 2009, p.13)

Luego de la carnicería que representó la Segunda Guerra Mundial, Césaire pone en cuestión el proyecto civilizatorio moderno occidental. En esta primera oración de su Discurso, Césaire nos invita a pensar en cómo esta civilización produce problemas que no puede resolver haciéndose inherentemente decadente, es decir, llamada a desaparecer. Observemos que habla de «civilización» y no meramente de «sistema económico». Esto marca una diferencia fundamental con los paradigmas de la izquierda eurocéntrica, no porque Césaire niegue la existencia del sistema capitalista explotador de los pueblos, sino porque desde la mirada del pensamiento crítico del Sur Global, se trata de un sistema mundial que tiene una multiplicidad de jerarquías de dominación que no se agotan en la económica, y porque el propio sistema económico capitalista está organizado desde su interior con las lógicas civilizatorias de la modernidad occidental. Si el capitalismo es genocida es porque es racista, si el capitalismo es feminicida es porque es patriarcal, si el capitalismo es ecologicida es porque su tecnología se produce con cosmología dualista cartesiana, si el capitalismo es epistemicida es porque es eurocéntrico, etc. (Grosfoguel, 2018b). Este giro descolonial pone en cuestión no solamente el sistema de explotación económico, sino el proyecto civilizatorio de muerte de la modernidad occidental. La biopolitica en la zona del ser oculta la tanato-política en la zona del no ser. En este asunto es que se diferencia la perspectiva descolonial afro-caribeña de muchos de los paradigmas de la izquierda eurocéntrica, que celebra la modernidad como un proyecto emancipatorio y no como un proyecto civilizatorio de muerte. Más aún, la izquierda eurocéntrica no ve ningún problema con la modernidad. Para esta izquierda el objetivo último es cumplir las promesas de la modernidad, y en su lógica eurocéntrica lo único que lo impide es el sistema económico capitalista. Por tanto, para ellos se trata de seguir con el mismo sistema civilizatorio moderno, cambiando solamente el sistema económico. Algo totalmente imposible de lograr porque el capitalismo es el sistema económico de la civilización moderna occidental. Son ciegos antes las lógicas de muerte genocidas, ecologicidas, feminicidas, epistemicidas, comunitaricidas, de la civilización moderna occidental y totalmente ignorantes acerca de cómo se articulan estas lógicas modernas con el capitalismo realmente existente. Por eso no es posible destruir el capitalismo con lógicas modernas occidentales, que son las que constituyen y organizan la acumulación incesante de capital a escala global.

El capitalismo desde sus primeros días se organiza colonialmente y, por tanto, está imbricado con las lógicas civilizatorias de la modernidad occidental. Recordemos que la expansión colonial europea no fue exclusivamente una expansión económica, sino una expansión civilizatoria, que destruyó a todas las otras civilizaciones existentes e impuso la suya a escala planetaria al punto de que hoy día estamos ante una civilización planetaria donde nadie está afuera. Hoy día no existe tal cosa como un «choque de civilizaciones» sino un explosivo choque entre el Capital y la Vida.

La segunda línea del texto de Césaire dice:

Una civilización que escoge cerrar los ojos ante sus problemas más cruciales es una civilización herida. (Césaire, 2009, p.13)

Si encima de no poder resolver los problemas que genera, esta civilización cierra los ojos ante los más cruciales problemas que produce, entonces estamos hablando de una civilización mortalmente herida, enferma en su lecho de muerte. Cerrar los ojos ante los problemas que produce este proyecto civilizatorio es ignorarlos e ignorar los problemas cruciales forma parte de la decadencia civilizatoria. Destruir la vida, y luego actuar como si no existieran los daños producidos, es una huida hacia adelante que tiene los días contados. No se puede reproducir en el largo plazo una civilización de muerte, que no solamente no resuelve, sino que ignora los más cruciales problemas que produce. En momentos del Covid-19, este postulado cesairiano es crucial, porque la pandemia es resultado de una crisis civilizatoria destructiva de la vida que está llevando a la humanidad al cementerio.

La tercera línea es la siguiente:

Una civilización que le hace trampas a sus principios es una civilización moribunda. (Césaire, 2009, p.13)

Una civilización que usa sus principios para engañar y para hacer trampas es una civilización en crisis terminal. Usar los discursos de «democracia», «libertad», «derechos humanos», etc. para invadir países, destruirlos, saquearlos y robarles sus recursos, es la estrategia de una civilización que no tendrá nunca legitimidad a los ojos de los pueblos. Cuando la verdad ya no les sirve para legitimarse, y se requiere de las mentiras y el engaño para el funcionamiento sistémico, dicha civilización pierde apoyo moral y se aboca al fracaso, a su declive, a su extinción porque nadie le cree. Las promesas de la modernidad no son nunca cumplidas para el 85 por ciento de la población mundial que con esta civilización se han pauperizado masivamente. Luego de la destrucción de sus respectivas civilizaciones con la conquista colonial de la civilización capitalista occidental, estos pueblos pasaron a ser los pobres, las poblaciones pauperizadas, las clases trabajadoras super-explotadas por el nuevo proyecto civilizatorio capitalista-moderno-colonial-patriarcal-cristianocéntrico (Grosfoguel, 2018b). Las instituciones y discursos del desarrollo, bienestar, derechos, racionalidad, democracia, ciencia, verdad universal, secularismo, etc., son todos reclamos de emancipación que esta civilización nos vende como inherente y naturalmente pertenecientes a la modernidad occidental, aunque sabemos que no se cumplen para la mayoría de la población del mundo que se encuentra localizada en la zona del no-ser fanoniana (Grosfoguel, 2012).

Peor aún, sabemos que muchos de estos elementos que reclama la modernidad como auténticamente propios, ya existían en civilizaciones anteriores a la modernidad occidental. La historia eurocéntrica ha ocultado las formas de democracia, dignidad (derechos humanos), ciencia, derechos, racionalidad, etc., que existían en civilizaciones previas a la civilización moderna occidental, para hacernos creer que solamente existen y se originan con la modernidad occidental. Sin embargo, muchos de estos reclamos que se atribuyen a la civilización occidental son apropiaciones extractivistas epistémicas, que Occidente saquea de otras civilizaciones durante el proceso de destrucción civilizatoria de su expansión colonial a escala planetaria. Una vez apropiados, se construye una narrativa histórica que esconde los orígenes de estas instituciones y procesos en otras civilizaciones. Ocultando estas apropiaciones, nos hacen creer que no hubo democracia, derechos, ciencia, racionalidad, etc. antes de Occidente, generándose un «sentido común» eurocéntrico que fetichiza al nuevo ídolo: la modernidad occidental.

Continua Césaire:

El hecho es que la civilización llamada «europea», la civilización «occidental», tal como ha sido moldeada por dos siglos de régimen burgués, es incapaz de resolver los dos principales problemas que su existencia ha originado: el problema del proletariado y el problema colonial… Europa es moral y espiritualmente indefendible. (Césaire, 2009, p.13)

Observemos que, en esta concepción, «Occidente» no es una geografía. Muchos cometen el error de confundir «Occidente» con el occidente geográfico. Aquí se está hablando de otra cosa. Se está hablando del Occidente dominador, es decir, del Occidente que ocupa una posición de dominación imperial, colonial, racial, capitalista, masculina, burguesa sobre el resto del mundo (Europa, Estados Unidos, Canadá, Nueva Zelandia, Australia, etc.). Aquí están los dos problemas centrales que esta civilización occidental ha producido y al cual no puede encontrarle solución porque es parte inherente a su proyecto civilizatorio: el problema económico de explotación de clase (la explotación capitalista del proletariado) y el problema de la dominación racial (la dominación colonial occidental sobre los pueblos no-occidentales clasificados como inferiores), y, añadiríamos hoy, el problema de la destrucción ecológica del planeta. Estas dos dominaciones que menciona Césaire, se encuentran imbricadas en la mayoría de la población del mundo que son trabajadores explotados en la periferia del sistema-mundo y al mismo tiempo son las «razas inferiores» del mundo colonizado y neo-colonizado que constituyen lo que Fanon llamó los «condenados de la tierra» (Grosfoguel 2012). No hay capitalismo mundial ni sistema imperialista global sin la dominación racial/colonial del mundo. Es a través de un largo proceso de colonización que Occidente se construye como racialmente superior y económicamente privilegiado como los «afortunados de la tierra» en un sistema civilizatorio moderno de «capitalismo racial» (Robinson 2000). Una civilización como la modernidad occidental, que se construye a través de la super-explotación de clase y la dominación racial, para Césaire es indefendible desde el punto de vista ético y espiritual. No hay justificación ética ni espiritual que la sostenga.

Sigue Césaire:

Y hoy resulta que no son solo las masas europeas quienes incriminan, sino que el acta de acusación es, en el plano mundial, levantada por decenas y decenas de millones de hombres que desde el fondo de la esclavitud se erigen como jueces. Se puede matar en Indochina, torturar en Madagascar, encarcelar en el África negra, causar estragos en las Antillas. Los colonizados saben que, en lo sucesivo, poseen una ventaja sobre los colonialistas. Saben que sus «amos» provisionales mienten. Y, por lo tanto, que sus amos son débiles. (Césaire, 2009, p.13)

Aquí Césaire anuncia un cambio en la corpo-política y geo-política del conocimiento. Ya no son los amos del norte los que llevan el privilegio epistémico, porque mienten ante sus atrocidades y todo el planeta lo sabe. Los colonizadores no pueden enfrentar la verdad de lo que sucede. Tienen que esconder, distorsionar, camuflajear, mistificar la realidad para ocultar la verdad de lo que hacen. Son los pueblos colonizados los que se erigen en jueces y juzgan el sistema civilizatorio planetario desde la experiencia vivida de sus cuerpos y sus territorios dominados y explotados. Los pueblos colonizados no tienen nada que perder con decir la verdad, y, juzgar ética y epistémicamente el proyecto civilizatorio de muerte en que estamos todos insertados. Es un asunto de sobrevivencia diagnosticar el sistema civilizatorio de muerte correctamente, mientras que para los dominadores es cuestión de encubrirlo, porque así protegen sus privilegios. Ahora el pensamiento crítico viene de las teorizaciones que se producen desde la experiencia vivida de esclavización y colonialismo en el Sur Global. Aquí hay una ruptura con el mito cartesiano que pretende privilegiar la racionalidad que se produce desde una mente desincorporada, desconectada del cuerpo. El pensamiento descolonial es el pensamiento crítico que se produce desde los cuerpos esclavizados y colonizados. Se trata de una ruptura con el racismo epistémico del sistema civilizatorio que «inferioriza» el pensamiento producido desde cuerpos esclavos y colonizados, y privilegia como superior el pensamiento producido por la «raza superior» blanca occidental. Ahora los nuevos jueces vienen del Sur Global. Y saben muy bien que, al mentir descaradamente, sus amos son débiles (Césaire, 2009, pp.13-14).

Y continua Césaire:

Y como hoy se me pide que hable de la colonización y de la civilización, vayamos al fondo de la mentira principal a partir de la cual proliferan todas las demás. ¿Colonización y civilización?... Eso significa que lo esencial aquí es ver claro y pensar claro, es decir, peligrosamente2, responder claro a la inocente pregunta inicial: ¿qué es, en su principio, la colonización? Reconocer que esta no es evangelización, ni empresa filantrópica, ni voluntad de hacer retroceder las fronteras de la ignorancia, de la enfermedad, de la tiranía; ni expansión de Dios, ni extensión del Derecho; admitir de una vez por todas, sin voluntad de chistar por las consecuencias, que en la colonización el gesto decisivo es el del aventurero y el del pirata, el del tendero a lo grande y el del armador, el del buscador de oro y el del comerciante, el del apetito y el de la fuerza, con la maléfica sombra proyectada desde atrás por una forma de civilización que en un momento de su historia se siente obligada, endógenamente, a extender la competencia de sus economías antagónicas a escala mundial. (Césaire, 2009, p.14)

Como todo gran pensador del giro descolonial, las preguntas son más importantes que las respuestas porque en sus presupuestos las «preguntas» construyen el marco conceptual de las posibles respuestas. ¿A qué preguntas estamos respondiendo?, ¿A las preguntas de los colonizadores o las de los pueblos dominados por el colonialismo y el neocolonialismo?, ¿Colonización y civilización? Para ver claro y pensar claro, es decir, peligrosamente, es fundamental ir al fondo de la mentira principal de la cual se deducen todas las otras mentiras. Pero para eso hay que formular la pregunta correcta de los colonizados: ¿Qué es colonización? Colonización no es, como nos quieren hacer creer los colonizadores, una empresa filantrópica, evangelizadora o liberadora de enfermedades, ignorancia o de un poder despótico. No es un proyecto que lleva civilización a donde no existe. Esa es la pretensión salvadora del discurso de los colonizadores siempre auto-representando la dominación colonial como un proyecto altruista humanitario que trae la civilización a los pueblos bárbaros y salvajes. Por el contrario, la verdad del colonizado es que la colonización es el abuso, la violencia, el saqueo, la super-explotación, la avaricia, la piratería, es la extensión a otros continentes y territorios de los conflictos y competitividades de los imperialismos occidentales.

Y continua Césaire:

Y digo que la distancia de la colonización a la civilización es infinita, que de todas las expediciones coloniales acumuladas, de todos los estatutos coloniales elaborados, de todas las circulares ministeriales expedidas, no se podrá rescatar un solo valor humano. (Césaire, 2009, p.14)

La pretensión de representar la colonización como un proyecto humanitario, que lleva «civilización» a partes del mundo habitadas por «razas inferiores» que «no tienen civilización», es parte del discurso civilizatorio racista de Occidente. La barbarie de violencia y muerte que el Occidente imperial ha globalizado no puede ser equivalente a civilizar. Por tanto, la ecuación imperialista de hacer equivalente colonización = civilización es falsa. La colonización es un proyecto de muerte y destrucción civilizatoria que lleva a otras tierras los conflictos y competitividades imperialistas occidentales que impone por la fuerza la civilización moderna occidental, destruyendo otras civilizaciones, es decir, otras formas de pensar, ser y estar en el mundo. De hecho, el concepto de humanismo que se maneja en Occidente es una noción absolutamente corrupta. Como dice Césaire:

Y este es el gran reproche que yo le hago al pseudohumanismo: haber socavado demasiado tiempo los derechos del hombre; haber tenido de ellos, y tener todavía, una concepción estrecha y parcelaria, incompleta y parcial; y, a fin de cuentas, sórdidamente racista. (Césaire 2009, p.16)

El humanismo occidental tiene un concepto de lo «humano» corrupto, porque excluye como sub-humano o no-humano a la mayoría de la humanidad. Es un concepto de lo humano al que no solamente no debemos aspirar sino que debemos erradicar hacia la creación de un «nuevo humanismo». El pseudohumanismo occidental constituye una visión antropocéntrica, patriarcal, capitalista, eurocéntrica y racista de lo humano. Un «nuevo humanismo» tendría que contemplar lo humano como un más allá de estas coordenadas de dominación de la modernidad, es decir, como transmodernidad (Dussel, 1994) o como diría Césaire, como un universal que no sea abstracto o desincorporado, sino como un universal rico en todos los particulares (Césaire, 2009, p.84), es decir, un pluriversalismo. Como dice la pensadora descolonial Sylvia Wynter, inspirada en el «nuevo humanismo» de Césaire y Fanon:

la lucha de nuestro nuevo milenio será una entre el continuo imperativo de asegurar la sobrevivencia de la concepción de lo Humano de la presente etnoclase (ej. burgués occidental), el HOMBRE, que se auto-representa a sí mismo como si fuera equivalente a la definición de lo humano en sí mismo, y la lucha por asegurar la sobrevivencia de la completa autonomía cognitiva y de comportamiento de la especie humana en sí misma/nosotros mismos. (Wynter, 2003, p.260)

Esa definición corrupta de lo humano como equivalente al hombre burgués occidental, no es digna de imitar ni de aspirar. Las políticas de reconocimiento y de igualdad dentro de una concepción corrupta de lo humano, no nos llevan a la liberación sino a la subordinación colonial. A esa definición de lo humano no debemos aspirar, ni debe ser el criterio sobre el cual basar políticas de igualdad. Se requiere de una definición de lo humano que abarque a toda la especie humana, en su autonomía de acción y pensamiento, lo cual implica necesariamente un pluriverso.

Y hablando de seudo-humanismo y de una definición corrupta de lo humano, el caso del nazismo es emblemático porque reproduce la visión racista del Occidente imperial. Para Cesaire la política de muerte, es decir, la tanato-política del hitlerismo, es la extensión al occidente geográfico de la tanato-política del Occidente imperial en contra los pueblos considerados «racialmente inferiores» en las colonias. La originalidad de la interpretación de Césaire sobre el nazismo amerita que le dediquemos una atención especial en esta sección, sobre todo en un momento histórico como el actual donde vemos el ascenso de movimientos fascistas de extrema derecha en muchas partes del mundo.

Sobre el nazismo, dice Césaire:

que antes de ser la víctima hemos sido su cómplice; que hemos apoyado este nazismo antes de padecerlo, lo hemos absuelto, hemos cerrado los ojos frente a él, lo hemos legitimado, porque hasta entonces solo se había aplicado a los pueblos no europeos; que este nazismo lo hemos cultivado, que somos responsables del mismo, y que el brota, penetra, gotea, antes de engullir en sus aguas enrojecidas a la civilización occidental y cristiana por todas las fisuras de esta […] Si, valdría la pena estudiar, clínicamente, con detalle, las formas de actuar de Hitler y del hitlerismo, y revelarle al muy distinguido, muy humanista, muy cristiano burgués del siglo XX, que lleva consigo un Hitler y que lo ignora, que Hitler lo habita, que Hitler es su demonio, que, si lo vitupera, es por falta de lógica, y que en el fondo lo que no le perdona a Hitler no es el crimen en sí, el crimen contra el hombre, no es la humillación del hombre en sí, sino el crimen contra el hombre blanco, es la humillación del hombre blanco, y haber aplicado en Europa procedimientos colonialistas que hasta ahora solo concernían a los árabes de Argelia, a los coolies de la India y a los negros de África. (Césaire, 2009, p.15)

Para Césaire, el nazismo es el efecto boomerang del colonialismo. Todos los métodos de conquista que usaron los imperialismos occidentales en sus proyectos coloniales contra los pueblos no-europeos, regresan ahora a territorio europeo para implementarlos contra pueblos europeos. Un día amanecieron con alguien como Hitler aplicando a Europa los métodos coloniales de muerte, que por cuatro siglos los europeos habían aplicado a los pueblos no-europeos, pero esta vez a nombre de que los alemanes son la «raza aria superior» y que todos los demás europeos son «razas inferiores». Los métodos de genocidio, esclavización, colonización, super-explotación capitalista racial, que los europeos implementaron contra los pueblos no-europeos, fueron extrapolados por el nazismo desde las colonias al espacio imperial geográfico de Europa. El hitlerismo, para Césaire, existe antes de que naciera el personaje histórico llamado Adolfo Hitler. El «hitlerismo» son los mismos métodos coloniales usados por los imperios occidentales contra africanos, indígenas, asiáticos, etc., pero ahora implementados contra otros europeos. Para Césaire, Hitler condensa la subjetividad imperial racista/colonial. Por eso Césaire nos dice que antes de ser sus víctimas, los europeos fueron sus cómplices, porque toleraron que se practicara «hitlerismo» contra los pueblos no-europeos durante cuatro siglos de colonialismo.

La indiferencia europea cuando las víctimas del «hitlerismo» (entiéndase los métodos del colonialismo), eran no-blancos, hace que su anti-hitlerismo sea hipócrita y su humanismo sea un seudo-humanismo. Por eso Césaire nos dice que lo que el seudo-humanismo europeo le reprocha a Hitler, no es haber cometido un crimen contra otros seres humanos, porque si ese fuera el caso, hubieran puesto el grito en el cielo desde hace mucho tiempo cuando estos métodos «hitleristas» se implementaron durante siglos contra los pueblos no-blancos, víctimas de la dominación colonial europea. Lo que este seudo-humanismo occidental le reprocha a Hitler, es haber hecho contra blancos europeos lo que fueron crímenes que toda la vida implementaron los imperios español, belga, inglés, francés, alemán, holandés, etc., contra pueblos no-europeos. Si Hitler hubiera dedicado su esfuerzo a hacer las mismas atrocidades que hizo en Europa, pero exclusivamente contra pueblos no-europeos en lugar de contra pueblos europeos, los europeos no hubieran protestado. Se hubieran mantenido indiferentes como hicieron durante siglos con las atrocidades «hitleristas» que sus gobiernos imperialistas implementaron contra pueblos no-europeos, no-blancos. Si Hitler hubiera hecho lo que otros imperios europeos hicieron toda la vida, sería visto como «normal» por los otros europeos. Por eso, para los blancos europeos, el «pecado» de Hitler, es haber hecho contra los blancos europeos las atrocidades que antes eran asignadas exclusivamente contra los pueblos no-europeos. Esta hipocresía seudo-humanista y seudo-antifascista, está en la raíz de no solamente las derechas sino también las izquierdas occidentales hoy.

La intelectualidad de «izquierda» europea anda perdida con respecto a los orígenes del hitlerismo. Por eso tenemos a Habermas, hablando del hitlerismo como una anomalía de la modernidad, a Agamben explicando los orígenes del hitlerismo de la nuda vida de los campos como algo que se origina en el estado de excepción frente a los parias del imperio romano, o a mucha de la izquierda explicando el hitlerismo como algo que se deriva de las lógicas abstractas del capital. Ninguno vincula el «hitlerismo» con el racismo y el colonialismo, con la deshumanización que representa el pasar por debajo de la línea de lo humano a los pueblos colonizados y neocolonizados. Estos debates eurocéntricos contemporáneos, que intentan entender el hitlerismo sin vincularlo con el colonialismo, todavía siguen vivos al día de hoy en Europa y Estados Unidos. Sin embargo, andan perdidos por no reconocer algo que a mediados del siglo pasado, hace ya 70 años, vio Césaire: la raíz colonial del hitlerismo. Para Césaire, el problema de fondo con el «hitlerismo» es el problema colonial/racial que ha producido la civilización occidental.

Cuando Césaire hizo este análisis, apenas unos años después de terminada la Segunda Guerra Mundial, identificó la raíz del nazismo en los métodos coloniales europeos. Este pronunciamiento lo hizo por pura intuición al ver el funcionamiento del nazismo. No había todavía documentos de archivo que probaran su análisis. Sin embargo, hoy día existe una escuela de estudios de genocidio «cesaireana» que han descubierto en los archivos históricos del nazismo la confirmación de todas las intuiciones de Césaire (Rothberg 2009). Ahora se ha comprobado que Hitler tenía en su cabeza los métodos coloniales. Hitler modeló el proyecto colonial nazista en la experiencia del colonialismo británico en la India, en la exterminación de los herero y namaquas en el colonialismo alemán de Namibia y en los campos de reservación durante la exterminación de los pueblos indígenas de Norteamérica por parte del Estado racial estadounidense (Carr, 2003; Baranowski, 2010; Olusoga & Erichsen, 2011; Kakel, 2013).

Pero la pregunta es: ¿cómo Césaire pudo ver apenas unos pocos años después de terminada la Segunda Guerra Mundial lo que la intelectualidad occidental todavía no ha podido ver luego de más de 70 años de terminada la Segunda Guerra Mundial? La respuesta es muy sencilla: desde la corpo-política y geo-política del conocimiento de un hombre negro de Martinica, con un conocimiento profundo de la historia del Caribe como el que tenía Césaire, hubo muchos «Hitlers» que pasaron por tierras caribeñas desde el siglo XVI. Lo que para Habermas es una anomalía de la modernidad, para Césaire constituye una constante de la civilización moderna occidental en su expansión colonial, y nada nuevo visto desde la experiencia histórico-social del Caribe. Ver actuar al personaje histórico Adolf Hitler, es como ver a los miles de administradores coloniales que pasaron por el Caribe, exterminando, torturando, y esclavizando a millones de seres humanos desde finales del siglo XV en adelante. No había que ser un adivino para saber que tanto el discurso como las políticas del hitlerismo estaban inspiradas en los métodos coloniales imperialistas occidentales.

El Gran Caribe como bastión del anti-imperialismo y el anti-imperialismo como premisa primera de todo pensamiento descolonial

Si algo caracteriza todo el pensamiento descolonial afro-caribeño, es su radical anti-imperialismo, anti-colonialismo y anti-capitalismo. En momentos donde escuchamos voces de intelectuales latinoamericanas llamándose «descoloniales», mientras repiten las tesis del imperio sobre Venezuela, mientras son indiferentes ante las agresiones a Cuba y Venezuela, es importante rescatar el pensamiento anti-imperialista caribeño desde François Makandal y Toussant Louverture a Maurice Bishop y otros pensadores caribeños.

La revolución haitiana en 1804, fue la primera gran revolución exitosa anti-imperialista, anti-capitalista, anti-colonial y anti-civilización moderna occidental en el mundo moderno. Los haitianos le dieron un golpe mortal al colonialismo y esto produjo la primera república independiente de América Latina y el Caribe. Esta revolución fue además la primera revolución exitosa de esclavos de origen africano contra el capitalismo racial y la esclavitud moderna. La revolución haitiana produjo la primera constitución en el mundo que reconoció la igualdad radical de todos los seres humanos ante la ley, independientemente de origen étnico, racial, o religioso. Haití, sabemos que apoyó a Bolívar con armas y recursos materiales para la gran gesta del Libertador en América Latina. Así es como desde el Caribe comienza el período de lucha para alcanzar la primera independencia en toda la región hacia la destrucción de todas las administraciones coloniales.

La revolución cubana fue la segunda gran revolución que desde el Caribe comienza el periodo, todavía inconcluso, hacia la segunda independencia que busca superar las estructuras del neocolonialismo. Si Haití comienza el ciclo de luchas revolucionarias contra el colonialismo, Cuba comienza el ciclo de luchas revolucionarias contra el neocolonialismo. La Segunda Declaración de la Habana de Castro en 1962, es un documento histórico anti-imperialista que lanza la agenda hacia la segunda independencia de América Latina y el Caribe. Desde entonces tenemos experiencias de lucha anti-imperialistas, cuya misión es superar el neocolonialismo hasta alcanzar la segunda y verdadera independencia. Tenemos desde entonces varios gobiernos anti-imperialistas en el Gran Caribe, destruidos por golpes de Estado o estrategias desestabilizadoras de la CIA y/o por invasiones militares imperialistas como la revolución de Guyana, liderada por Cheddi Jagan, el gobierno anti-imperialista de Eric Williams en Trinidad y Tobago, la revolución constitucionalista en República Dominicana liderada por Francisco Caamaño Deño, la revolución granadina liderada por Maurice Bishop, el gobierno anti-imperialista liderado por Michael Manley en Jamaica, la revolución panameñista liderada por Omar Torrijos en Panamá, etc.

La tercera gran revolución caribeña es la Revolución Bolivariana liderada por Hugo Chavez Frias. Caracas, como ciudad caribeña, es la más grande del Gran Caribe. Aunque Venezuela tiene una formación social híbrida con zona amazónica y andina, la mayoría de su población está localizada en la costa caribeña cuya historia es la de las luchas y resistencias contra las plantaciones del capitalismo racial. La revolución bolivariana en Venezuela sigue el legado de profundizar el camino de la revolución cubana hacia una segunda independencia que libere al país del neocolonialismo. Pero su gran contribución es lo que se ha llamado el Socialismo del Siglo XXI que tiene como horizonte estratégico la construcción del Poder Comunal. El poder comunal es una alternativa frente al Estado moderno/colonial que profundiza la democracia hacia procesos de auto-organización y autogestión popular. Lamentablemente, este aspecto de la revolución bolivariana es bastante desconocido en América Latina. Entre las “fake news" y distorsiones de la prensa imperial y las críticas derechistas de la intelectualidad seudo-izquierdosa que se posiciona con el imperio contra Venezuela, se ha vendido una falsa imagen «estatista» y «autoritaria» de un proceso profundamente democrático como la revolución bolivariana, ignorando los avances en democracia directa y sus innovaciones hacia la creación de un futuro Estado comunal que descoloniza el Estado moderno/colonial. El proyecto comunal en Venezuela recoge la experiencia del mundo indígena, cimarrón y socialista del mundo entero.

Hago mención de estas luchas anti-imperialistas de resistencia caribeña porque, si bien, no todo anti-imperialista es descolonial, todo descolonial tiene que ser primero y antes que nada anti-imperialista. Cualquier proyecto académico, intelectual o político que se autoproclame «descolonial» y no sea consecuentemente anti-imperialista, es un proyecto colonial, pro-imperial que usa de manera perversa la identidad de lo «decolonial» para practicar lo opuesto. Todos los pensadores y pensadoras descoloniales afro-caribeñas, tenían como punto de partida y como principio un anti-imperialismo radical y consecuente. Inspirados en estos gigantes del pensamiento descolonial afro-caribeño, discutidos en este número especial de Tabula Rasa, decimos que el camino del giro descolonial es la descolonialidad anti-sistémica contra el imperialismo en todo nuestro hemisferio. La defensa de Cuba y Venezuela frente a los ataques y bloqueos imperialistas tiene que ser una prioridad en toda la región. La «descolonialidad» academicista e intelectualista que se pasa firmando documentos en contra del gobierno de Cuba y del gobierno bolivariano de Venezuela forman parte de una seudo-descolonialidad descafeinada y perversa que a nombre de lo descolonial termina afirmando al imperialismo. En mi humilde opinión y lo digo con mucha tristeza: se han pasado al otro lado de la trinchera. Con esto no estamos diciendo que no se hagan críticas. Pero las críticas tienen que ir dirigidas «casa adentro», para mejorar los procesos anti-imperialistas y no para destruirlos. La crítica siempre será necesaria y bienvenida.

El criterio de esta crítica la señaló el líder anti-imperialista más importante del siglo XX hace ya más de cincuenta años. Se trata de un caribeño, Fidel Castro, quien dijo en 1961: «dentro de la revolución todo; contra la revolución nada» (Castro, 1961, p.5). Este enunciado es central siempre y cuando se entienda como libertad de crítica dentro de la revolución para corregir y mejorar los procesos revolucionarios y no como pretexto para destruir la revolución ni como excusa para coartar la crítica con el fin de fetichizar y alabar acríticamente el orden revolucionario existente. Las críticas destructivas que buscan tumbar los gobiernos anti-imperialistas existentes, son críticas contrarrevolucionarias, aunque se disfracen con retórica de izquierda. Pero igualmente tenemos que precaver ante quienes censuran la crítica constructiva al interior de las revoluciones. Al mismo tiempo que «sin teoría revolucionaria, no hay movimiento revolucionario», decimos hoy que sin crítica revolucionaria, no hay transformación revolucionaria. Los pensadores y pensadoras descoloniales afro-caribeños con su anti-imperialismo radical han sido críticos tanto de los censores acríticos que buscan ocultar los errores de las revoluciones, como de las críticas contrarrevolucionarias que buscan destruir las revoluciones. Hablar de pensamiento descolonial afro-caribeño sin reconocer su anti-imperialismo radical, sería una forma de colonización epistémica. En este número especial de la revista Tabula Rasa, hacemos homenaje a este pensamiento cimarrón, libertario, revolucionario anti-imperialista descolonial afro-caribeño.

Referencias

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1 Lamentablemente, a pesar de los esfuerzos, invitaciones y llamados, no conseguimos trabajos en este número acerca de las pensadoras descoloniales afro-caribeñas. Es lamentable porque sus aportaciones son inmensas. Pensadoras de la talla internacional de Sylvia Wynter, Claudia Jones, Jamaica Kincaid, M. Jaqui Alexander, Carole Boyce Davis y muchas más. Por tanto, queremos anunciar desde ahora que estaremos coordinando un número especial acerca del pensamiento descolonial de mujeres afrocaribeñas.

2 Aquí estoy modificando una palabra de la traducción de AKAL. Puse «peligrosamente» donde AKAL puso «atrevidamente».

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