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Tabula Rasa

Print version ISSN 1794-2489

Tabula Rasa  no.35 Bogotá Sep./Dec. 2020  Epub Feb 26, 2021

https://doi.org/10.25058/20112742.n35.07 

Artículo de investigación

TANATO-POLÍTICA, ESCLAVITUD, CAPITALISMO COLONIAL Y RACISMO EPISTÉMICO EN LA INVASIÓN GENOCIDA DE AMÉRICA

Thanatopolitics, Slavery, Colonial Capitalism, and Epistemic Racism in the Genocidal Invasion of the Americas

Tanatopolítica, escravidão, capitalismo colonial e racismo epistêmico na invasão genocida da América

Juan Carlos Sánchez-Antonio1  , Doctor en Filosofía Política
http://orcid.org/0000-0002-0532-3293

1. Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca, México Doctor en Filosofía Política por la Universidad Nacional Autónoma de México.zarathustra100@hotmail.com


Resumen:

Este artículo trata sobre la relación que hay entre la tanato-política, el capitalismo y el racismo epistémico en el «mundo colonial de la muerte» que esclavizó, explotó y asesinó a millones de mujeres y hombres negros e indios como condición preponderante para la acumulación originaria de capital en el siglo XV en América. Sostendremos que la tanato-política es un dispositivo de producción de la muerte que hizo posible no sólo la esclavitud implementada como una forma de trabajo no pagado, sino también sirvió de condición de posibilidad para la acumulación originaria del capitalismo emergente, y a su vez fomentó una necro-epistemología racista que se forjó a contraluz de la experiencia colonial para encubrir y garantizar la continuidad del capital. Al final, abogamos por la necesidad de superar el capitalismo tanato-político y su necro-epistemología a partir de la construcción inter-epistémica de un nuevo sistema equivalencial ecológico de producción y una nueva racionalidad ambiental a favor de la vida.

Palabras clave: acumulación originaria; modernidad; colonialidad; explotación; biopolítica.

Abstract:

This article deals with the relation between thanatopolitics, capitalism, and epistemic racism in the ‘colonial world of death’ that enslaved, exploited, and murdered millions of Black and Indigenous women and men as a preponderant condition for the original accumulation of capital in the 15thcentury in the Americas. We argue that thanatopolitics is a device producing death that made possible not only establishing slavery as a form of unpaid work, but also as a condition of possibility for the original accumulation by an emerging capitalism, as well as fostering a racist necro-epistemology forged against the light of the colonial experience to cover up and guarantee the continuity of capital. At the end, we argue in favor of the need to overcome thanatopolitical capitalism and its necro-epistemology by drawing from an inter-epistemic construction of a new environmentally-friendly equivalent production system and a new environmental rationale favoring life.

Keywords: original accumulation; modernity; coloniality; exploitation; biopolitics.

Resumo:

Esse artigo trata a relação entre tanatopolítica, capitalismo e racismo epistêmico no “mundo colonial da morte” que escravizou, explorou e assassinou milhões de mulheres e homens negros e índios como condição predominante para a acumulação originária de capital no século XV em América. Afirmamos que a tanatopolítica é um dispositivo de produção da morte que fez possível não apenas a escravidão realizada enquanto forma de trabalho não assalariado; mas também serviu de condição de possibilidade para a acumulação originária do capitalismo emergente. Ao mesmo tempo, possibilitou a necro-epistemologia racista que se efetuou em contraluz da experiência colonial para encobrir e garantir a continuidade do capital. Finalmente, defendemos a necessidade de superar o capitalismo tanatopolítico e sua necro-epistemologia a partir da construção inter-epistêmica de um novo sistema de equivalência ecológico de produção e uma nova racionalidade ambiental a favor da vida.

Palavras-chave: acumulação originária; modernidade; colonialidade; exploração; biopolitica.

A este tiempo acabaron los españoles de coger a las manos algunos dellos que estaban vivos, y hacían en ellos crueldades indignas de cristianos, cortando a unos las manos, a otros los pies, a otros las narices y orejas y carrillos, y aun a las mujeres cortaban los pechos y daban con los niños por aquellos suelos sin piedad. (Mariño de Lobera, 1960, p.99)

Introducción

En este artículo pretendemos analizar las prácticas de muerte aplicadas en zona del no-ser colonial propuesto por el filósofo y psiquiatra antillano Franz Fanon, para dar cuenta de la insuficiencia conceptual de la biopolítica foucaultiana en el análisis de las políticas de exterminio implementadas en el sistema colonial del siglo XV en el continente americano. Queremos explorar el papel que han desempeñado las tecnologías de producción y administración de la muerte y su articulación con la acumulación originaria en la explotación y dominación de millones de negras, negros e indígenas esclavizados, vistos como «mercancías desechables» en el «mundo colonial de la muerte» (Maldonado-Torres, 2008). Lo que aquí nos interesa desarrollar es la posibilidad de explicar la constitución del capitalismo y su epistemología desde una tanato-política colonial1, que los organiza desde su interior, para asegurar su continuidad y necro-expansión sobre las otras culturas del mundo. Las promesas de la modernidad y las diferencias emancipadas por la posmodernidad no pueden realizarse ya dentro del marco capitalista occidental. Para ello, es importante rastrear la genealogía del «capitalismo y sus formaciones históricas, cuyas raíces se pueden encontrar desde el siglo XII en los intercambios mercantiles de China y en parte la India en el complejo comercial del mediterráneo» (Dussel, 2014). Es decir, encontramos «los antecedentes lejanos de la acumulación originaria, en la re-conquista de Al-Andalus por los cristianos en el espacio geopolítico afro-asiático-mediterráneo del siglo XI-XV» (Fernández-García, 2018). Sin embargo, aquí sólo nos ocuparemos de la preponderancia que tuvieron las políticas de muerte que posibilitaron la súper explotación de millones de hombres y mujeres negras e indígenas, para la acumulación originaria en la «explotación colonial» del siglo XVI.

Procuramos encontrar la unidad de análisis de la esclavitud y la acumulación originaria, a partir del análisis de las políticas de exterminio colonial en la zona del no-ser, propuesto por Franz Fanon. Para ello, pretendemos ir más allá del concepto de biopolítica elaborado por Michel Foucault (1976), apoyándonos de la zona del no ser y las políticas de exterminio comprendidas aquí como un dispositivo de poder que administró la muerte, la esclavización y la súper explotación de millones de mujeres y hombres negros e indígenas en el «sistema colonial». Con esto buscamos analizar algunos de los dispositivos tanato-políticos empleados para la producción y el control planificado (razón instrumental) de la muerte y la esclavización (el régimen de administración total de la fuerza y la vida del negro y el indio), como condición política preponderante para la acumulación originaria capitalista en el siglo XV. La tanato-política, es esta empresa racional de planificación y articulación técnica del terror y el exterminio, que podemos ubicar su emergencia en el siglo XII-XIV en Europa (con la inquisición, las cruzadas, la cacería de brujas, la expulsión y asesinato de los moros y judíos en la re-conquista cristiana) y que posteriormente se extendieron, masificaron y se perfeccionaron en el «sistema esclavista» y colonial en 1492. Aquí sólo analizaremos la tanato-política colonial que articuló el capitalismo y su epistemología racista en el «saqueo colonial» a lo largo del siglo XVI en América.

Políticas de muerte, esclavitud y acumulación originaria del capitalismo en el sistema colonial del siglo XVI

Michel Foucault empieza a plantear la relación entre poder y vida (biopolítica y racismo), en su curso lectivo Defender la sociedad (2002;1997), e indirectamente en Vigilar y castigar (2005;1975), y un poco más detallado en Historia de la Sexualidad, Vol. I (1976). Sin embargo, la noción de biopolítica es desarrollada con mayor extensión en dos de sus cursos lectivos titulados: Naissance de la biopolitique. Cours au Collège de France. 1978-1979, (2004a) y Sécurité, territoire, population. Cours au Collège de France. 1977-1978, (2004b). En estos trabajos, Foucault esboza eurocéntricamente, en la historia de la razón occidental, las transformaciones históricas que sufrieron las tecnologías del poder, que pasa del dispositivo soberano (el poder del rey de decidir sobre la vida y muerte), al disciplinario (el control del cuerpo), y después al poder normalizador, gubernamental y biopolítico (regulación de la vida de una población), cuyo objetivo, al menos en la «zona del ser» (Fanon, 2016;1952;, Césaire, 2015;1955) de la experiencia intra-europea, fue la de regular (normalizar) la vida de una población entera.

Ninguna de las tres reemplaza a la otra en el tiempo, las tres coexisten y se implican para explicar las formas de dominación neoliberales y las tecnologías biopolíticas gubernamentales de la subjetividad y de la conducta, pero al interior de la experiencia occidental del mundo. De esta forma, la biopolítica es un concepto singular que sirve para explicar las «formas de dominación y de control de la población en términos de regulación de la vida mediante una política de administración de la salud, la higiene, la enfermedad, la sexualidad, la longevidad, la natalidad, etc.,» (Foucault, 1976), pero al interior de la experiencia eurocéntrica de las prácticas disciplinarias y biopolíticas europeas.

La zona del no-ser es comprendida por Franz Fanon como el espacio expulsado por la ontología blanca para auto-representarse ontológicamente como la superior. «El no-ser … queda expulsado del ser, como mero epifenómeno, necesario para justificar la identidad del ser consigo mismo» (Sánchez-Antonio, 2019, p.34). La ontología del ser se constituye expulsando al no-ser como lo atrasado, bárbaro e irracional. El ser es el pensamiento, la razón, la identidad, etc., el no-ser es el cuerpo, la mujer, el negro, el indio, el bárbaro. El ser es y el no ser no es, según Parménides (2007). Entonces el ser es (blanco), sólo es realizable en la zona (blanca) de la identidad del ser, que por lo general es la mirada blanca y occidental del mundo. La zona del ser (imperial) es la perspectiva blanca constituida desde una experiencia situada en la línea de lo humano y civilizado. En tanto que la zona del no-ser es «el mundo colonial que permanentemente experimenta la muerte» (Maldonado-Torres, 2008).

No es lo mismo la experiencia fenomenológica del mundo de una mujer negra y migrante que un hombre blanco en Nueva York. Por ello, la «ontología ;blanca no nos permite comprender el ser del negro» (Fanon, 2016;1952, p.111), ni del indio, ni de la mujer, etc., que habita en un mundo colonial expulsado por la ontología de lo mismo como salvaje e irracional. El indio, la mujer, el negro, etc., no tienen ser, su ser ha sido puesto por el ser del hombre blanco. La mujer no es ante la mirada (el ser) del hombre. De ahí que para Fanon «toda ontología se vuelve irrealizable en una sociedad colonizada» (Fanon, 2016;1952;, p.111) cuyo ser fue puesto por el blanco «ilustrado». No es lo mismo la violencia experimentada en la zona del ser (imperial) que es gestionada bajo mecanismos de regulación (biopolíticas) y control (del cuerpo), que la violencia extrema experimentada en la zona del no-ser en «un mundo colonia de la muerte» (Maldonado-Torres, 2008), del despojo y explotaciones brutales.

Las teorizaciones realizadas fenomenológica y epidérmicamente en la zona del ser (imperial) desde una experiencia blanca privilegiada no son suficientes para explicar los problemas experimentados en la zona del no-ser por el simple hecho de que dichos valores fueron planteados para ciertos contextos intra-europeos. Por ejemplo, en el caso de «la teoría crítica producida en la zona del ser no pensó los conflictos sociales ni las particularidades coloniales de la zona del no-ser. Y si los pensó, lo hizo desde la perspectiva de la experiencia histórico-social de la zona del ser» (Grosfoguel, 2012, p.98). Esto nos hace pensar que no podemos quedarnos con la perspectiva limitada y eurocéntrica de la mirada blanca para comprender lo que sucede en la zona del no-ser, que fue negado y «construido como tercer mundo» (Escobar, 2007). Por ello, lo que intentaremos hacer en este artículo «es descentrar la historia genealógica de los dispositivos disciplinarios y biopolíticos de su unidad de análisis intra-europea» (Sánchez-Antonio, 2020), para llevarlos al contexto colonial dentro de la «zona del no-ser» (Fanon, 2016;1952, Césaire, 2015;1955).

Con Franz Fanon nos queda claro que no es lo mismo relatar una historiografía de las tecnologías del poder desde la fenomenología de la «zona imperial del ser» (Fanon, 2016;1951, Césaire, 2015;1955), al interior de la mutación epistémica de la experiencia blanca intra-europea, en el siglo XVIII, en donde «el cuerpo del blanco europeo pasa a ser disciplinado y después la población blanca es regulada» (Grosfoguel, 2012; Santos, 2015), que relatar una nueva historiografía de dichas tecnologías de poder «desde la experiencia colonial del no-ser» (Fanon, 20161;1951, Césaire, 2015;1955), donde el cuerpo del negro, la negra, la india y el indio «es exterminado y después desechado -varias veces aún vivo- como carne para la comida de los perros» (de las Casas, 2014;1552).

Incluso el concepto de biopolítica según Giorgio Agamben resulta ser «insuficiente para explicar formas de dominación» (Agamben, 2019;2003) al interior de la experiencia euro-norteamericana del mundo. Por lo que Agamben acuña la noción de estado de excepción, como el nuevo paradigma político de dominación moderna para la experiencia histórica europea, con el cual relaciona «la nuda vida o la vida desnuda (expuesta) al poder del soberano (hacer morir, dejar vivir) como una nueva forma de dominación total» (Agamben, 2019;2003). Este «totalitarismo moderno puede ser definido, en este sentido, como la instauración, a través del estado de excepción, de una guerra civil legal, que permite la eliminación física no sólo de los adversarios políticos sino de categorías enteras de ciudadanos que por cualquier razón resultan no integrables al sistema político» (Agamben, 2019;2003, p.29) y cultural, aplicados en su paroxismo, en el exterminio de 6 millones de judíos en el siglo XX. Sólo que dicha arqueología de la nuda vida, es rastreado eurocéntricamente en el derecho romano, pasando por la edad media hasta llegar con el extermino de los judíos en la segunda guerra mundial.

Achile Mbembe (2011: 2006), Alejandro De Oto & María Marta Quintana, (2010), Ramón Grosfoguel (2012) , entre otros, encuentran insuficiente la noción reguladora de la biopolítica de Foucault (y el estado de excepción de Agamben), al ser pensados para y desde una historia de la dominación al interior de la experiencia occidental del mundo moderno (europeo). Lo que sucede con esto es que la biopolítica denota insuficiencias ontológicas, ya que Foucault vincula por primera vez, raza y poder, en «el discurso de las razas del siglo XVIII y sobre todo en la experiencia del holocausto judío y los Estados totalitarios del siglo XX» (Foucault, 2002;1997) pero al «interior de la espacialidad temporal de la modernidad» (Bhabha, 2002;1994). Tanto Michel Foucault, como Giorgio Agamben, circunscribieron sus conceptos de biopolítica (siglo XVIII) y estado de excepción en una ontología histórica intra-europea unidimensional (Grecia, Roma, Edad Media y Moderna) que ocluye una multiplicidad de historias de dominación y exterminios brutales acontecidos en el sistema colonial del siglo XV en África y América. Es decir, «la inscripción arqueológica de sus discursos y el rastreo genealógico de estas prácticas de dominación son localizadas en su mayoría al interior de la experiencia histórica europea» (De Oto & Quintana, 2010).

El problema es que este tipo de investigaciones arqueológicas y genealógicas eurocéntricas, al emplear la ontología histórica europea y la razón occidental como horizonte histórico de sentido, pierden de vista una multiplicidad de campos de experiencias que quedan ocultados dentro de los grandes «relatos biopolíticos» (Foucault, , 2002) y del «estado de excepción» (Agamben, 2019;2003), al interior de la experiencia occidental del mundo. Es decir, que tanto la biopolítica «positiva y reguladora», el estado de excepción (la regla es la excepción) y la nuda vida (la vida expuesta a ser exterminada por cualquiera) cuya «arqueología es rastreada desde los griegos y romanos, pasando por la edad media, hasta llegar en su punto máximo con el exterminio de los judíos y los Estados totalitarios del siglo XX» (Agamben, 2019;2003) se instituye, dentro del campo investigativo de los fenómenos de dominación, «una tradición exclusivamente autorreferencial que sólo se confronta consigo misma y desconoce las prácticas político-imperiales; que ocluye las dimensiones coloniales de lo que genéricamente se diagnostica como la crisis política de Occidente» (De Oto & Quintana, 2010, p.52).

Es aquí en donde nosotros queremos desarrollar las teorizaciones de Franz Fanon sobre la zona del no-ser y las políticas de exterminio para evidenciar la insuficiencia teórica y eurocentrada de la biopolítica foucaultiana para articularla con «el mundo colonial de la muerte y el grito de espanto» (Maldonado-Torres, 2008) experimentada desde 1492. No pretendemos decir aquí que la biopolítica y las políticas del exterminio en el mundo colonial sean opuestas. Más bien, pensamos que ambas son constitutivas, sólo que nosotros ubicaremos la emergencia de la tanato-política como tecnología de la producción de la muerte y su masificación empírica en la reconquista de Al-Andalus por los cristianos en el siglo XV y la masacre de un aproximado de 60 millones de indígenas y negros en América.

Eduardo Grüner en su libro La oscuridad y las luces. Capitalismo, cultura y revolución (2010) , encuadra muy bien las hipótesis que aquí queremos desarrollar:

La utilización y superexplotación de fuerza de trabajo esclava de origen africano durante la colonización de América; fue uno de los etnocidios (y genocidios) más horrendos e incalificables de la historia de las sociedades humanas, solamente comparable, en el mismo período histórico, al genocidio (y etnocidio) de las culturas indígenas de la así llamada América, y desde luego íntimamente ligado a éste. Vale decir: es parte, y una parte sustantiva y en varios sentidos decisiva, de la propia conformación de la Modernidad, del modo de producción capitalista centrado en Europa, de la emergencia de las formas propiamente modernas del racismo; y de una planificación técnica y racional del dominio despótico y cruel del poder. (Grüner, 2010, p.18)

El genocidio y la súper-explotación de millones de mujeres y hombres negros e indígenas son históricamente fundamentales para comprender la conformación de la modernidad y el capitalismo naciente. La acumulación originaria tiene su fuente preponderante en la esclavitud y el genocidio, que funda (negativamente), al capitalismo y la modernidad. La forma de planificar e instrumentalizar dichos dispositivos que administran y producen la muerte del otro en la «empresa colonial», lo llámanos tanato-política. La tanato-política la comprendemos aquí como un complejo dispositivo racional (técnico-logístico) que permite producir y administrar la muerte (en vida), de un conjunto de personas desposeídas de humanidad en un sistema colonial de esclavización y súper explotación.

La tanato-política es, en todo caso, un cierto tipo de «poder de dar muerte con tecnologías de explotación y destrucción de cuerpos tales como la masacre, el feminicidio, la ejecución, la esclavitud, el comercio sexual y la desaparición forzada, así como los dispositivos legal-administrativos que ordenan y sistematizan los efectos o las causas de las políticas de muerte» (Estévez, 2018, p.10, cursivas en el original). La tanato-política es una especie de racionalidad técnica alimentada «por una epistemología racista\sexista, religiosa, blanca\masculina y después secularizada como moderna» (Grosfoguel, 2012), para organizar un conjunto de relaciones de dominación y poder de hacer morir, necesarias para mantener a raya el control de los sistemas de esclavización y permitir la extracción de recursos minerales, clasificar personas e imponer diferencias raciales, sexuales y de género a través del terror.

La violencia directa que produce y organiza la tanato-política hace posible que la vida de la mujer violada, del negro y el indígena explotado en los sistemas de plantaciones, encomiendas y haciendas, sea vista como una mercancía desechable. «por las crueldades de los españoles contra los indios de América, El trato dado a los aborígenes alcanzaba los niveles más vesánicos» (Marx & Engels, 1972, pp.43, 42). El negro y el indio despojados de su humanidad, fueron lanzados en el «ser ahí» del «mundo colonial» como «objetos», «cosas a la mano» desechables donde se pueden hacer marcas, castigos, administrar sus fuerzas (y resistencias) y ejercer una dominación de terror sobre su cuerpo y espíritu.

En efecto, «la esclavitud africana y la semi-esclavitud indígena en América forman parte indisoluble de aquel proceso de acumulación de capital, y es en sí misma una vasta y muy racional empresa capitalista mundial. Es decir, esta esclavitud, lejos de representar alguna rémora pre-moderna, es consustancial a la modernidad misma, por más perturbador o doloroso que nos parezca» (Grüner, 2015, p.12). No podemos separar la mundialización del capital y la constitución de su epistemología racista y colonial de la política del terror, de la muerte y genocidio colonial. Esto nos permite argumentar que la tanato-política como tecnología de producción de muerte, administró la esclavitud y tiene parte de sus raíces en ciertos relatos bíblicos, cuya producción del terror y genocidio sirvió como condición de posibilidad para la mundialización del capital y la constitución de la modernidad.

Por ejemplo, no olvidemos que en «el pensamiento de Colón, la propagación de la fe y la sumisión a la esclavitud están indisolublemente ligadas» (Todorov, 2017;1987, p.61). Podemos decir, por tanto, que las raíces históricas de este genocidio y la actitud dominadora de los europeos sobre la naturaleza y los demás pueblos no cristianos (ni europeos) tiene sus fuentes judeo-cristianas. En el primer capítulo del génesis de la Biblia dice así: «Dios crea esta tierra y su cielo y todas las formas de vida en seis días -Se describen los hechos de cada día de la Creación -Dios crea al hombre, varón y hembra, a Su propia imagen -Se da dominio al hombre sobre todas las cosas, y se le manda multiplicarse y henchir la tierra» (Santa Biblia, 2009;1569, p.1).

De esta manera, sólo el hombre cristiano (y más tarde el europeo y ahora Estados Unidos) tendrá el «dominio sobre los peces del mar, y sobre las aves de los cielos, y sobre las bestias, y sobre toda la tierra y sobre todo animal que se arrastra sobre la tierra» (Santa Biblia, 2009;1569, p.2). Así, en cuanto a la relación del hombre cristiano, los hijos de Israel, encarnados más tarde en la mentalidad y la cruz europea con Colón, sus soldados y los evangelizadores, incitará una actitud genocida sobre los demás pueblos no cristianos (paganos, herejes, bárbaros, esclavos, negros, negras, indias, indios, etc.,). Ubiquemos los relatos del Deuteronomio de la Santa Biblia -y la mentalidad de Colón, sus soldados y los frailes misioneros-, en el contexto de la esclavización y exterminio de millones de negras y negros.

Cuando Jehová tu Dios te haya hecho entrar en la tierra en la cual tú has de entrar para poseerla, y haya echado de delante de ti a muchas naciones, al heteo, y al gergeseo, y al amorreo, y al cananeo, y al ferezeo, y al heveo y al jebuseo, siete naciones mayores y más fuertes que tú, y cuando Jehová tu Dios las haya entregado delante de ti, y las hayas derrotado, las destruirás del todo…Mas así habéis de hacer con ellos: sus altares destruiréis, y quebraréis sus estatuas, y cortaréis sus imágenes de Asera y quemaréis sus esculturas en el fuego. Porque tú eres pueblo santo para Jehová tu Dios; Jehová tu Dios te ha escogido para serle un pueblo especial, más que todos los pueblos que están sobre la faz de la tierra;… Y destruirás a todos los pueblos que te da Jehová tu Dios; tu ojo no les tendrá piedad, ni servirás a sus dioses, porque te será motivo de tropiezo … Las esculturas de sus dioses quemarás en el fuego. Destruiréis enteramente todos los lugares donde las naciones que vosotros heredaréis sirvieron a sus dioses; Y allí llevaréis vuestros holocaustos, y vuestros sacrificios, y vuestros diezmos, y la ofrenda … todos sus despojos, tomarás para ti; y comerás del despojo de tus enemigos, los cuales Jehová tu Dios te entregó. Pero de las ciudades de estos pueblos que Jehová tu Dios te da por heredad, ninguna persona dejarás con vida, sino que los destruirás completamente: al heteo, y al amorreo, y al cananeo, y al ferezeo, y al heveo y al jebuseo;pero también al indio, al negro como Jehová tu Dios te ha mandado. (Santa Biblia, 2009;1569, pp.316, 317, 318, 325, 326, 339)

El discurso genocida e intolerante hacia el otro no-cristiano impregnará también el imaginario de Colón y sus soldados, pero también sobre la mentalidad de los misioneros «evangelizadores» como Juan Ginés de Sepúlveda, Fernández de Oviedo, Bernandino de Sahagún, etc., quienes con los mismos argumentos religiosos justificaron el genocidio y la esclavización de los negros en África y millones de indias e indios en América. Estos discursos e imaginarios que motivaron a los europeos cristianos fueron precedidos por prácticas genocidas empleadas en la reconquista de la Al-Andaluz (1200-1458) y la recuperación de Granada por los castellanos en el siglo XV, permitieron «finalmente expulsar a los árabes de la Península Ibérica, pero los siete siglos de ocupación no serían fácilmente olvidados por los ibéricos, quienes veía en Mahoma la encarnación del diablo» (de la Cruz, 2007, p.25).

Los imaginarios y relatos bíblicos que fomentan el racismo religioso y que devinieron en prácticas genocidas sobre el otro (herejes, brujas, paganos, etc.) fueron experimentados primero en la reconquista de Al-Andaluz (1200-1458), el cual hizo posible que «dichas técnicas de combate, producción y administración del terror y la muerte en las guerras religiosas contra los musulmanes y los moriscos, se extrapolaran e implementaran con mayor amplitud con los negros e indios en América» (Todorov 2017;1987; Mbembe, 2016 Espino-López, 2012; Grosfoguel, 2013).

Tanato-política, esclavitud, evangelización y acumulación de oro y plata, constituyeron los albores del capitalismo desde la reconquista de la Al-Andaluz (1212-1492), hasta su llegada con el tráfico de un aproximado de 12 millones de negros esclavizados junto con millones de indígenas al continente amerindio durante más de tres siglos. «Sin embargo, es conveniente demostrar que la persecución de las brujas (al igual que la trata de esclavos y los cercamientos) constituyó un aspecto central de la acumulación y la formación del proletariado moderno, tanto en Europa como en el «Nuevo Mundo» (Federici, 2010;2004, p.26). En efecto, se puede decir que, económicamente, «el capitalismo, desde el mercantilismo efectúa la cuantiosa acumulación originaria dineraria con la plata de Potosí, Zacatecas y otras grandes minas latinoamericanas, con productos tropicales y con los esclavos africanos» (Dussel, 2014, p.299).

Nosotros ubicaremos el papel que desempeñó las tecnologías de la producción de la muerte en el mundo colonial como condición de posibilidad para la implementación del proto-capitalismo (aún no plenamente capitalista), en la conquista y saqueo brutal de oro y plata de América desde 1492 (la mundialización empírica del capital). Un necro-poder hizo posible la esclavitud y el plus-tiempo como trabajo impago de millones de mujeres y hombres negros e indígenas en la industria colonial. Sin la tanato-política aplicada en la reconquista de Al-Andalus (1212-1492), la muerte y expulsión de los judíos, musulmanes y moriscos en Europa, la cacería de mujeres acusadas de brujas en el siglo XV, el rapto, tráfico y esclavización de millones de negros y negras en África durante los siglos XV-XIX y el genocidio brutal de América a largo del siglo XVI-XIX, para producir el terror y la administración de la muerte, no podría haber acumulación originaria.

Sin olvidar, además, que la política de la muerte empleada en los siglos XVI y XVII en «la persecución de brujas, tanto en Europa como en el Nuevo Mundo, fue tan importante para el desarrollo del capitalismo como la colonización y como la expropiación del campesinado europeo de sus tierras» (Federici, 2010;2004, p.23). No obstante, aquí sólo nos ocuparemos de la racionalidad tanato-política empleada en la empresa colonial de América que desde «el siglo XVI habrá visto perpetrarse el mayor genocidio de la historia humana» (Todorov, 2017;1987, p.15) para dar lugar a la acumulación originaria necesaria para la constitución del capitalismo naciente.

Karl Marx, en el capítulo XXIV del El Capital (2000;1867), explica que, en los albores del capitalismo, para transformar el dinero en capital, se necesita haber generado plusvalor y de ahí más capital, sin embargo «la acumulación del capital presupone la plusvalía, la plusvalía la producción capitalista, y ésta la preexistencia de masas de capital y fuerza de trabajo. Todo este proceso parece moverse dentro de un círculo vicioso, del que sólo podemos salir dando por supuesta una acumulación “originaria” anterior a la acumulación capitalista» (Marx, 2000;1873, p.607, cursivas en el original). Es decir, «es necesaria una acumulación previa a la acumulación capitalista, que no es resultado del modo de producción capitalista, sino su punto de partida fundacional y principio originario (el pecado) del crecimiento de la pobreza de las personas» (Marx, 2000;1873).

Marx piensa que esta acumulación primitiva tiene que ver con la separación del trabajador (obrero) de lo que éste produce (mercancía). Si bien Marx está consciente de la cantidad de oro y plata extraída de América a Europa, «se centra más en Inglaterra y no dedica un especial interés al tema colonial (la esclavitud) y la raza como operadores claves de la acumulación capitalista» (Cox, 1959). Por ello, sostendremos a lo largo de este artículo, es que la acumulación originaria en la «empresa colonial» no sería posible sin la violencia bestial y la racionalidad brutal, desplegada sobre el cuerpo, el deseo y el alma de millones de mujeres y hombres negros e indígenas en forma de necro-poder en la «industria colonial», tanto en los sistemas de plantaciones en el caribe, en las minas y los sistemas de encomiendas con los indígenas. En este sentido, podemos decir que «el origen del capitalismo y el colonialismo son simultáneos, ya que la acumulación originaria tiene su fuente preponderante en la extracción de la riqueza colonial» (Dussel, 2014, p.69).

Ahora bien, en los albores de la conquista «espiritual» española en los regímenes coloniales, los españoles con una mentalidad de enriquecerse, acumular oro y plata, actuaron de esta forma:

Entravan en los pueblos ni dexavan niños ni viejos ni mugeres preñadas ni paridas que no desbarrigavan e hazian pedaços. Hazian apuestas sobre quien de una cuchillada abria al hombre por medio, o le cortava la cabeça de un piquete, o le descubria las entrañas. Tomavan las criaturas de las madres por las piernas e davan de cabeça con ellas en las peñas. Hazian unas horcas largas que juntassen casi los pies en la tierra; poniendoles leña e fuego los quemavan bivos. Otros atavan, o liavan todo el cuerpo de paja seca: pegandoles fuego assi los quemavan. Otros y todos los que querian tomar a vida cortavanles anbas manos y dellas llevavan colgando. Yo vide todas las cosas arriba dichas y muchas otras ynfinitas. (las Casas;1552; 2014, pp.36, 37)

La destrucción que hicieron los españoles y portugueses -y después los franceses e ingleses- sobre el cuerpo y alma de millones de mujeres y hombres negros e indios, en nombre la evangelización, fue realmente bestial y sangrienta. En tanto que, para las mujeres negras e indias, les fue impuesta una cuádruple opresión, que permitió «el desarrollo de una nueva división sexual del trabajo que somete el trabajo femenino y la función reproductiva de las mujeres a la reproducción de la fuerza de trabajo; la construcción de un nuevo orden patriarcal, basado en la exclusión de las mujeres del trabajo asalariado y su subordinación a los hombres» (Federici, 2010;2004, p.23). Esto supuso, como hemos estado argumentando, mecanismos tanato-políticos que articulaban la fuerza de trabajo de los esclavos negros e indios en las minas, las haciendas, sistemas de plantaciones, encomiendas, etc.

La muerte del otro -hasta exprimir su última fuerza de trabajo- es la que permite «la acumulación originaria en América para la constitución de la hegemonía económica y cultural de Europa» (Sánchez-Antonio, 2019). Sin dejar de lado «analizar cómo Europa subdesarrolló a África y cómo África desarrolló a Europa» (Rodney, 1973), al ofrecer millones de negras y negros capturados en las costas africanas para ser traficados como esclavos en Europa, pero sobre todo en América. Estas ideas fueron ya desarrolladas con mucha mayor profundidad en el libro Capitalism and Slavery, de Eric Williams, quien plantea que «la relación entre raza y la esclavitud de los africanos fueron fundacionales y constitutivos para la constitución del capitalista moderno» (Williams, 1944).

Es necesario recalcar, además, que «la explotación de las mujeres había tenido una función central en el proceso de acumulación capitalista, en la medida en que las mujeres han sido las productoras y reproductoras de la mercancía capitalista más esencial: la fuerza de trabajo» (Federici, 2010;2004, p.16). Esto nos conlleva a decir que las mujeres han jugado un papel importante también en la acumulación originaria, sin ellas, la reproducción de la fuerza de trabajo explotada, no sería posible. Ahora bien, los relatos de castigo, humillación, bajeza, «animalización», violencia, terror en la producción y administración de la muerte de mujeres y hombres esclavos, hacen posible reducir:

al otro al nivel de objeto, lo cual se manifiesta especialmente en todos los casos de comportamiento en que los indios y los negros son tratados como algo menos que hombres: se usan sus carnes para alimentar a los demás indios, o incluso a perros; los matan para extraerles la grasa … los equiparan con animales de carnicerías; les cortan todas las extremidades, narices, manos, senos, lengua, sexo … se propone emplear su sangre para regar los jardines, como si fuera agua de río. (Todorov, 2017;1987, pp.214, 215)

La racionalidad política de hacer morir sin dejar vivir y la administración de la fuerza de trabajo que los colonizadores fomentaban en la subjetividad colonial de los negros e indios hacia posible:

embiar los hombres a la minas a sacar oro… e las mugeres ponian en las estancias, que son granjas a cavar las labranças, y cultivar la tierra …No davan a los unos ni a las otras de comer … muchos murieron ellos en las minas de trabajo y hanbre: y ellas en las estancias, o granjas …donde han ydo y passado christianos; siempre hizieron en los yndios todas las crueldadas susodichas e matanças e tyranias y oppressiones abominables en aquellas innocentes gentes: e añidian muchas mas e mayores y mas nuevas maneras de tormentos. (Las casas, 2014, pp.42, 43)

El genocidio, al hacer la muerte del otro, implica también exterminar sus formas de pensar y ser en el mundo, es decir, existe a la vez una especie de «epistemicidio» (Santos, 2015) y «ontologicidio» (Sánchez-Antonio, 2020) en la tanato-política (destrucción de los códices, altares, mitos, sistemas de conocimientos, creencias y formas de vidas). Ella misma hace posible no sólo la muerte física, sino también de los saberes y formas de ser. La tanato-política no sólo hizo operable la esclavitud que fundamentó de forma preponderante la acumulación originaria y mundialización del capitalismo en la conquista de América, sino que también acompañó la colonización evangelizadora de los indios, y la constitución de lo que más tarde se llamará la epistemología de la ciencia moderna. Vamos a examinar aquí un poco la relación entre tanato-política, la universalidad de la epistemología moderna encubridora y el racismo\sexismo epistémico que las acompaña.

Universalismo, necro-epistemología racial y necro-capitalismo colonial

La ideología cristiana que formó la mentalidad de los cronistas y frailes como Fernández de Oviedo, Juan Ginés de Sepúlveda, Pedro de Alvarado, entre una larga lista de «evangelizadores», fue una de las primeras empresas ideológicas que justificó el uso irracional de la tanato-política (yo extermino en nombre del oro y la cruz), en la «industria de la muerte colonial» para la acumulación capitalista. 150 años más tarde, René Descartes, en su Discurso del método (2011) , con su cogito ergo sum, sienta las bases para la constitución de lo que será la epistemología moderna.

En un primer momento, fue la ideología cristina, encubridora del saqueo brutal de oro y plata y justificadora del genocidio, pero también del epistemicidio y ontologicidio producido con las lenguas y culturas amerindias. Después, con Descartes (2011;1637), se configura y seculariza el dualismo ontológico cristiano (alma\cuerpo), en «una nueva forma de separación ontológica (pensamiento\naturaleza) que atravesará el corazón de la epistemología moderna» (Leff, 2004). Esta base segura será el ego cogito que permite a Descartes separar las cogitaciones del pensamiento de las determinaciones del cuerpo. Sin embargo, la tesis de Dussel (1994) , es que el ego cogito tiene su fundamento práctico en el ego conquiro concretizado en la «empresa colonial». Para poder explicar esta conexión, Ramón Grosfoguel propone el ego extermino como la unidad de análisis histórico que permite conectar el ego conquiro colonial y el ego cogito de Descartes. «El ego extermino es la condición socio-histórica estructural que hace posible la conexión del ego conquiro con el ego cogito» (Grosfoguel, 2013, p.39). Sin embargo, el Yo extermino sólo es posible gracias a un necro-poder que lo organiza, justificado por la avidez de acumular oro y plata del capitalismo naciente.

Los cuatro genocidios\epistemicidios sucedidos a lo largo del siglo XVI, sugeridos por Grosfoguel, «1) contra los judíos y musulmanes bajo la ideología de la pureza de la sangre, 2) contra los pueblos indígenas en América y después contra los aborígenes de Asia, 3) contra los africanos y el comercio cautivo y su esclavización en América, y 4) contra las mujeres acusadas de brujas» (Grosfoguel, 2013) son articulados por las tecnologías de la muerte experimentadas primero al interior de Europa y después extrapolados, masificados y perfeccionados en el tráfico y esclavización de los negros e indígenas en la «empresa colonial» hasta nuestros días. El capitalismo colonial con ayuda de la tanato-política, después de realizar la esclavización y masacre de un aproximado de 60 millones de indígenas en la «industria colonial» y haber demostrado la superioridad de su fuerza, le permitía ahora auto-representar su epistemología como la más avanzada.

Lo que se experimenta después es que la epistemología moderna al intentar construir un saber universal desde una «mirada cero, incontaminada, aséptica, como una mirada de Dios que puede ver sin ser vista desde el cual se puede observar y juzgar sin ser juzgado» (Castro-Gómez, 2005) borra también su lugar provincial de enunciación. Esto permite constituir una nueva epistemología secularizada, cuya superioridad no pueda ser puesta en duda, y cuya validez universal permita encubrir y olvidar su lugar de enunciación, y con ello borrar la masacre y el genocidio que precede su genealogía. «Y para hacer aparecer esta deshumanización como racional o lógica, produjo ciencias naturales y ciencias humanas y sociales, es decir, produjo una lógica de argumentación tal que ahora esta negación tanto de la humanidad de pueblos y culturas, como de la naturaleza nos aparece como lógica y hasta natural» (Bautista, 2018, p.10). El relato que acompañará «el ocultamiento del sufrimiento humano producido por la expansión genocida del capitalismo colonial va a ser gran parte el discurso de la filosofía y la ciencia moderna» (Dussel, 2011;1977). De ahí que el «gran énfasis en la racionalidad de la actividad científica fue la máscara de la irracionalidad de la acumulación incesante» (Wallerstein, 2014;1983, p.76) de capital en la modernidad.

De hecho, consideramos que la epistemología de «la modernidad y el capitalismo son dos aspectos de lo mismo. La modernidad es el todo, el mundo y el fundamento del aspecto particular en el campo económico en el que consiste el sistema capitalista» (Dussel, 2014, pp.299-300). La epistemología moderna fundamenta el capitalismo y ésta asegura la continuidad de la primera por medio del capital. La epistemología moderna, para demostrar su superioridad, tuvo que borrar la singularidad desde el cual ella formula sus conceptos y con ello poder alcanzar la objetividad científica. De esta manera, el «cientificismo ha sido el modo más sutil de justificación ideológica de los poderosos, ya que presentaba el universalismo como ideológicamente neutral» (Wallerstein, 2012;2006;, p.99).

La supresión de su lugar particular de enunciación como condición para alcanzar un conocimiento universal, permite ocultar la facticidad-cotidiana, el «ser ahí» de las necro-dominaciones vividas, explotaciones experimentadas y las destrucciones de la vida generada por el sistema capitalista en su necro-expansión. En este punto, la pretensión universal del conocimiento, al buscar eliminar los elementos subjetivos, borra los elementos históricos tanato-políticos que precedieron su formación. Esto ha posibilitado que la ideología universalista de la epistemología moderna haya «sido piedra angular del arco ideológico del capitalismo histórico» (Wallerstein, 2014;1983, p.71).

Sin embargo, no hay que olvidar que, en el proceso de acumulación originaria, posibilitada por las tecnologías de producción y administración de la muerte en el mundo colonial para el desarrollo del capitalismo, se apoyó no sólo en una epistemología moderna que la encubriera, sino también en un racismo que la acompaña (instrumentalmente). Así lo sugiere el pensador trinitense Oliver Cox, en su obra The Foundations of Capitalism (1959) , quien fue uno de los padres fundadores de la perspectiva sistema-mundo y uno de los primeros en establecer la relación entre capitalismo y raza, mucho antes que la noción de sistema-mundo de Immanuel Wallerstein (2016;1974) y el concepto de colonialidad del poder de Aníbal Quijano (1992). Aquí el racismo -sexual y epidérmico- modulado en la producción de la muerte colonial y la necro-epistemología que la encubre, jugó un papel preponderante en la formación histórica del capitalismo. Cedric Robinson, en su libro Black Marxism. The Making of the Black Radical Tradition, sostiene que el «desarrollo histórico del capitalismo mundial estuvo influenciado de una manera absolutamente fundamental por las fuerzas particularistas del racismo» (Robinson, 1983, p.9).

El racismo jugó un papel muy importante en la construcción de las clasificaciones sociales. En este sentido, la «trata de esclavos en una situación extrema de trabajo sirvió a la explotación capitalista y sus principios encajan perfectamente en el mismo patrón de interés racial» (Cox,1959) de clasificar y subordinar personas bajo un sistema de castas indispensable para la acumulación capitalista. La epistemología moderna, también atravesada por el racismo, justificó la superioridad de los europeos blancos sobre las demás razas. Este racismo epistémico «se refiere a una jerarquía de dominación colonial donde los conocimientos producidos por los sujetos occidentales (imperiales y oprimidos) dentro de la zona del ser se consideran a priori como superiores a los conocimientos producidos por los sujetos coloniales no-occidentales en la zona del no-ser» (Grosfoguel, 2012 p.98).

Por ejemplo, para Immanuel Kant, en su visión antropología de las razas, nos dice que los «negros de África por naturaleza no tienen un sentimiento que se eleve por encima de lo trivial. El señor Hume desafía a que se le cite un solo ejemplo de un negro que haya mostrado talentos y afirma que entre los cientos de millares de negros llevados fuera de sus tierras» (Kant, 2004;1764, p.59, cursivas en el original) ninguno ha mostrado algún tipo de desarrollo intelectual. En efecto, se «creaban así las creencias sobre la existencia de diferentes razas humanas, la negra, la roja, la amarilla, la blanca y también la creencia de que la raza blanca era naturalmente la superior sobre todas las demás» (Cox, 1948).

Este racismo\sexismo epistémico continua en G. W. F. Hegel, quien en sus Lecciones sobre la filosofía de la historia universal (2005;1837), piensa que al decir que la «historia universal va de Oriente a Occidente» (Hegel, 2005;1837) «Europa es absolutamente el término de la historia universal. Asia es el principio. África es algo aislado y sin historia, sumido todavía por completo en el espíritu natural. América se ha revelado siempre y sigue revelándose impotente en lo físico como en lo espiritual . Por eso el hombre europeo es el más universal» (Hegel, 2005;1837, p.308, 281, 304). De esta forma Hegel piensa que «el negro no es susceptible de educación, el indígena representa la conciencia natural, salvaje, así como su flora y fauna, los animales y su cultura simboliza la escala más baja del desarrollo de la conciencia en la historia universal» (Hegel 2005;1837).

Las ideas de superioridad epistémica, racial y sexual se ven reflejada en las teorías políticas de J. Locke. «Así, al principio, todo mundo era América, y más aún de lo que es ahora; pues no se conocía en ninguna parte nada equivalente al dinero» (Locke 2002;1690, p.39). De ahí que varios pensadores como Freud, Kant, Marx, Hegel, Sepúlveda y Oviedo, entre otros, asumieron que América representa el ejemplo histórico de lo «primitivo», «sin ley», «sin Estado», «sin alfabeto», «sin capital», «sin religión», «sin razón absoluta», «sin alma». De esta forma, la tanato-política no sólo impuso la esclavización, la explotación y el saqueo de oro y plata para la constitución hegemónica de Europa, sino que también hizo posible construir a contraluz «un saber acerca de lo otro colonial, y obtener un poder colonial sobre ellos» (Boccara, 1999) que justifique en su campo epistemológico la dominación sobre ellos. En todo caso, es «el sistema de saber-poder de un campo epistemológico el que hace posible (justificar) que una cultura se auto-presente como la dominante» (Mudimbe, 1988) y construya a la otra como la subordinada.

Podemos decir, por tanto, que no hay acumulación originaria sin esclavitud, y ésta sin una política de la muerte que la organice, y una epistemología racista y sexista que la justifique. Entonces, el necro-poder funda (negativamente) el capital y éste garantiza su permanencia con una necro-epistemología racista que la encubre. De modo tal que con esta relación podríamos hablar de un necro-capitalismo o un «capitalismo necropolítico» (Banerjee, 2008) que viene acompañada de una epistemología que lo acompaña. En este sentido, el «capitalismo necropolítico se refiere a las prácticas capitalistas o formas organizacionales de acumulación que involucran desposesión, muerte, suicidio, esclavitud, destrucción de hábitats y la organización y administración general de la violencia» (Estévez, 2018, p.29-30), justificada por una «epistemología y ontología del centro que sitúa a los otros pueblos, a las otras culturas, y con ello a sus mujeres y sus hijos, como cosas desechables y manipulables (Dussel, 2011;1977) bajo el imperio de la razón que produce muerte en el mundo colonial.

En síntesis, sostenemos que la tanato-política como tecnología o racionalidad de muerte hace posible articular el yo extermino de Grosfoguel, como «condición socio-histórica que hace posible la conexión del ego conquiro con el ego cogito de Descartes» (Grosfoguel, 2013), y que a su vez fundamenta la epistemología y ontología del sistema vigente. Una razón necro es el fundamento práctico de la epistemología y la ontología del ser imperial. La pulsión de muerte del ser imperial, al reducir a millones de mujeres y hombres a la esclavitud deviene en una necro-razón instrumental encubierta y justificada (hasta el día de hoy) con una epistemología y ontología del imperio, del centro, del sistema vigente.

Reflexiones finales

Hoy la expansión tanato-política del capitalismo omnicida, y la ideología moderna-posmoderna que la encubre, ha puesto en riesgo la vida de todos en el planeta. Creemos que es importante rastrear la genealogía histórica de estas prácticas genocidas de lo otro en la «zona del no-ser» (Fanon, 2016;1952, Cesaire, 2015;1955) que desde siempre han acompañado la emergencia-expansión del capitalismo y su epistemología occidental. Superar ambos procesos requiere de ubicar en sus bases mismas el papel preponderante que jugó, y siguen jugando, las tecnologías de producción de muerte en el mundo colonial, como el correlato -de la emergencia y mundialización- del capitalismo y su «epistemología racista\sexista y colonial» (Grosfoguel, 2013).

Tanto el capitalismo y su epistemología moderna-posmoderna no se pueden analizar como fenómenos auto-creados al interior de la experiencia europea del mundo. Ambas, como hemos explicado, son un correlato de un poder que administra y produce la muerte desde su genealogía histórica. Sin el poder de la espada (y de la Cruz), que reduce al otro como «bestia de carga», la acumulación originaria en el «mundo colonial de la muerte» (Maldonado-Torres, 2008) no sería posible. Por ello, es importante re-colocar la mundialización del capital y su epistemología occidental desde el horizonte tanato-político colonial para comprender las condiciones históricas que las hicieron posibles.

En efecto, no podemos superar este necro-poder inherente al sistema vigente, si no superamos el modo actual de producción capitalista y la epistemología occidental que la sostiene. El capitalismo tanato-político es una maquinaria que destruye todo: hábitats, formas de vida, ecosistemas, poblaciones enteras en todo el mundo, etc. Ir más allá de este necro-sistema y su necro-epistemología dualista, que separa el pensamiento y sacrifica la naturaleza, implica recuperar formas ecológicas de producción alimentaria y un nuevo sistema equivalencial de intercambio (equivalencialidad en la distribución justa y comunitaria del excedente) que ya no sea la acumulación de la taza de ganancia necro-capitalista. Eso supone la necesidad de buscar en el pasado y el presente vivido para algunos pueblos amerindios, pero también africanos y asiáticos, un nuevo sistema equivalencial de producción justo para garantizar la vida (no necro-acumulativo), y que ponga en el centro la reproducción y conservación de la vida de todos, y no la acumulación de capital por medio de formas modernas y posmodernas de esclavización y muerte. Producir una nueva relación con la naturaleza y el mundo implica una nueva epistemología que permita volver al encantamiento de la naturaleza.

Construir un nuevo sistema civilizatorio requiere inspirarse en «lo mejor de sistemas económicos pasados (primitivos, originarios, comunitarios, populares, sociales, cooperativas). Ese ideal es vivido ya de alguna manera y en ciertos aspectos por los pueblos originarios de nuestra América» (Dussel, 2014, p.326) con una nueva «epistemología ambiental» (Leff, 2002; 2011), que potencia la «solidaridad comunitaria y un profundo respeto por la madre naturaleza» (López-Austin, 2018). Es necesario superar la lógica de la acumulación del capitalismo tanato-político y a su vez la necro-epistemología moderna (y posmoderna) que la fundamenta. «Superar “la peor forma de accidentalidad que es el capitalismo” implica superar la Occidentalidad y superar la Occidentalidad implica a su vez superar la Modernidad que es la expresión vigente -también como Posmodernidad- en cuanto dominante de la civilización occidental, quienes aportan los fundamentos civilizatorios y culturales del capitalismo» (Acosta, 2019, p.33).

Proponer soluciones transcapitalistas desde supuestos modernos-posmodernos no serviría de mucho. Puesto que «queriendo ir más allá de la modernidad y su economía, que es el capitalismo, recaeríamos en lo mismo que ella ha devenido, aunque nuestro proyecto de vida, cultura o sociedad tenga otro nombre como socialismo democrático» (Bautista, 2015, p.72). Por ello, es pertinente reconstruir las filosofías y epistemologías del sur global que fueron negadas por la modernidad y sirvan como anclajes onto-epistémicos para orientar la construcción de nuevos sistemas equivalenciales de producción y «nuevas formas ambientales de relacionarse profundamente con la tierra, el agua, el cosmos, los animales, las plantas y la vida misma» (Estermann, 2009).

«Lo que hagamos por la ecología depende de nuestras ideas acerca de la relación hombre-naturaleza. Más ciencia y más tecnología no nos librarán de la actual crisis» (White, 2007, p.85). Por lo que ahora es urgente una nueva relación no de la muerte, sino una nueva «racionalidad ecológica» (Leff, 2002) a favor del arte del cuidar y habitar entre todos la vida. «Estamos viviendo en una época de profundos dilemas existenciales, de estructural crisis civilizatoria, y la única forma de salir -si es que eso aún es posible-, es retornar a los conocimientos, haceres y formas de ser congruentes con los principios de los ecosistemas, es decir, que seamos capaces de habitar escuchando el lenguaje de la naturaleza» (Giraldo, 2013, p.112). Esto requiere, a su vez, aprender de los pueblos del sur global, cuyo saber ambiental (no tanato-político) y comunal (no individual-acumulativo) con la naturaleza nos ha enseñado que ella y la tierra son seres vivos que también hablan, respiran y se comunican con nosotros; pues la naturaleza misma es la diosa de la vida sagrada, conectada aquí y ahora con todo.

Agradecimientos

Agradezco a Ramón Grosfoguel por sus comentarios críticos para mejorar este artículo y por su sugerencia de usar el concepto de «tanato-política» para hablar de las políticas de muerte en la zona del no-ser fanoniana.

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1 Empleo aquí el término tanato-política para referirme al proceso de exterminio de millones de negros e indígenas acontecido en «mundo colonial de la muerte» (Maldonado-Torres, 2008) desde la zona del no-ser propuesto por Franz Fanon (1952). Dicha relación entre violencia, racismo y exterminio en el mundo colonial experimentada en la zona del no ser, fue planteada por Franz Fanon (1952) y Aimé Césaire (1955) mucho antes que el concepto de necropolítica de Achile Mbembe (2006) propuesto en su artículo «Necropolitique, en Traversées, diásporas, modernités», publicado en Raisons Politiques, 21, 29-60.

Este artículo es producto de una investigación realizada gracias a una estancia posdoctoral financiada por el Conacyt (2017-2019) de México, realizada en el Instituto de Investigaciones Sociológicas de la UABJO. Agradezco también el apoyo institucional de la Sección 22 de Oaxaca, México.

Recibido: 13 de Diciembre de 2019; Aprobado: 05 de Mayo de 2020

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