SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
 número35Incidência da resistência social ante a indústria petroleira nas dinâmicas socioambientais na localidade El Centro, município de BarrancabermejaPesquisa etnográfica e publicação de dados de livre acesso: questões metodológicas e éticas índice de autoresíndice de assuntospesquisa de artigos
Home Pagelista alfabética de periódicos  

Serviços Personalizados

Journal

Artigo

Indicadores

Links relacionados

  • Em processo de indexaçãoCitado por Google
  • Não possue artigos similaresSimilares em SciELO
  • Em processo de indexaçãoSimilares em Google

Compartilhar


Tabula Rasa

versão impressa ISSN 1794-2489

Tabula Rasa  no.35 Bogotá set./dez. 2020  Epub 26-Fev-2021

https://doi.org/10.25058/20112742.n35.11 

Artículo de investigación

CONTRA-GEOGRAFÍAS: REPRODUCCIÓN DE LA VIDA RURAL EN TIEMPOS DE LA CONSERVACIÓN NEOLIBERAL

Counter-Geographies: Reproducing Rural Life at the Time of Neoliberal Conservation

Contra- geografias: reprodução da vida rural em tempos da conservação neoliberal

Amparo Albalat-Botana1  , 0000-0002-1402-3057Doctorante

Carlos Guadarrama-Zugasti2  , 0000-0002-2511-1378. Ph.D Estudios Ambientales,

Laura Elena Trujillo-Ortega3  , 0000-0002-3731-6987.Ph.D Estudios Ambientales

César Adrían Ramírez -Miranda4  , 0000-0001-9324-4597. Doctor en Economía

1. Universidad Autónoma Chapingo, México 0000-0002-1402-3057Doctorante en Ciencias en Desarrollo Rural Regional de la Universidad Autónoma Chapingo. amparoalbalat@hotmail.com

2. Universidad Autónoma Chapingo, México 0000-0002-2511-1378. Ph.D Estudios Ambientales, University of California, Santa Cruz. carolusver@gmail.com

3. Universidad Autónoma Chapingo, México 0000-0002-3731-6987.Ph.D Estudios Ambientales, University of California, Santa Cruz. lauratrujillo.ortega@gmail.com

4 .Universidad Autónoma Chapingo, México 0000-0001-9324-4597. Doctor en Economía por la Universidad Autónoma Metropolitana. cesarmr2001@yahoo.com.mx


Resumen:

En este artículo se examina cómo se producen y reproducen espacios de la vida rural, en los espacios-tiempo del desarrollo, expresándose en contra-geografías. El marco contextual son los tiempos de la conservación neoliberal, como representación del espacio marcada transversalmente por la desigualdad socioambiental. Sobre la base de la tríada espacial de Lefebvre (espacio concebido, espacio percibido y espacio vivido), se trabajan los conceptos de reproducción (social) rural y tierra como lugar. Se propone el concepto de contra-geografía rural como problema de investigación y hecho social, como espacio tiempo relacional-colectivo, lugar donde participan humanos y no humanos, vivos y muertos, un espacio-tiempo rural mediado por las emociones, los afectos y los rituales cotidianos, un espacio de representación y práctica espacial reproducido simultáneo y a contrapelo del conservacionismo neoliberal.

Palabras clave: contra-geografía rural; neoliberalismo; Lefebvre; reproducción social; tierra como lugar.

Abstract:

This article examines how rural life spaces are produced and reproduced at the space-time of development, as revealed in counter-geographies. The context framework is the times of neoliberal conservation as a representation of space cross-sectionally marked by socio-environmental inequality. On the basis of Lefebvre’s spatial triad (conceived, perceived, and lived space), the notions of (social) rural reproduction and land as a place are developed. Besides, the notion of rural counter-geography is posed as a research problem and social fact, as a relational-collective time-space, a place where humans and non-humans, living and dead, participate; it is a rural time-space mediated by emotions, affections, and daily rituals, a space of representation and spatial practice reproduced simultaneously against the grain of neoliberal conservationism.

Keywords: rural counter-geography; neoliberalism; Lefebvre; social reproduction; land as a place.

Resumo:

Esse artigo estuda como se produzem e reproduzem os espaços da vida rural nos espaços-tempos do desenvolvimento, o que se expressa nas contra- geografias. O contexto corresponde aos tempos da conservação neoliberal, como representação do espaço caraterizada transversalmente pela desigualdade socioambiental. Com base na triada espacial de Lefebvre (espaço concebido, espaço percebido e espaço vivido), trabalham-se os conceitos de reprodução (social) rural e terra como lugar. Propõe-se o conceito contra- geografia rural como problema de pesquisa e fato social, como espaço- tempo relacional-coletivo, lugar onde participam humanos e não-humanos, vivos e mortos, um espaço-tempo rural mediado pelas emoções, os afetos e os rituais cotidianos, um espaço de representação e pratica espacial reproduzido, simultâneo, contrário ao conservacionismo neoliberal.

Palavras-chave: contra- geografia rural; neoliberalismo; Lefebvre; reprodução social; terra como lugar.

Introducción

La conservación neoliberal, «impone una visión de la realidad social y del producto espacio-tiempo, estableciendo unas determinadas relaciones de poder». En este sentido, los espacios concebidos verdes «son colonizados por formas parceladas, medibles, cuantificables y vendibles». Del mismo modo, «se presenta bajo discursos pretendidos clarificadores y coherentes, como producto acabado y aislado, lo que hace que se muestren separada de los procesos de producción, reproducción social y con ello de las relaciones de dominación y explotación» (Lefebvre, 2013, p.15). Esta representación del espacio privilegia la construcción de un tipo de naturaleza a través de la reproducción individual y el mercado, sobre la reproducción social no mercantil. De este modo, la conservación neoliberal se expresa como el único código de lectura de la realidad social, ambiental y económica, imponiéndose como legítima mientras oculta su relación con la producción de otros espacios como monocultivos, industria o minería (Ulloa, 2014). La neoliberalización de la naturaleza contribuye a su alienación y desincorporación de las relaciones socio-naturales (Bakker, 2010) por las cuales se constituye. Esta geografía verde y azul modifica y tensa las formas de reproducción social rural, colectivas y relacionales (aunque no de manera homogénea ni lineal), es decir que la lucha es por las ontologías y epistemologías que construyen las socio-naturalezas de la reproducción social, las cuales son negadas y ocultadas (Bakker, 2010) o más bien, son ininteligibles y, por lo tanto, excluidas (Apostolopoulou & Adams, 2014). En este este orden de ideas, se hace un llamado para un «reconocimiento más fino del paisaje local frente a la voracidad del mercado y la intervención de actores externos, para lo cual se requerirá del uso de nuevos sentidos» (Skewes & Guerra, 2016, p.4).

En este escenario, nuestro ensayo enfoca su atención en la espacialidad y temporalidad que producen las prácticas y espacios de representaciones rurales y desde esas coordenadas, intenta responder la pregunta de cómo se expresan espacios cotidianos, vividos, traslapados y en movimiento, simultáneos a los espacios-tiempo del desarrollo, expresándose en contra-geografías rurales. Inicialmente, dicho concepto encierra una oposición o desacuerdo. Definido por la negación: no hablaremos de estrategia de las comunidades y organizaciones en las luchas por el reconocimiento de derechos culturales, políticos y territoriales; tampoco de una alternativa de desarrollo, ni de espacio-tiempo de resistencia campesina, «a menos que las formas de reproducción social del grupo doméstico se vean amenazadas» (Badal, 2017, p.80). No hablamos de pobladores rurales en conflicto, ni victimizados por la conservación neoliberal ni de un espacio emergente de la geografía conservada. Tampoco es un espacio híbrido o en diálogo con actores externos para gestionarlo; no es un espacio abstracto, ni uniforme ni repetitivo; nadie es prisionero de su matriz y no es un espacio inmóvil. No hace falta saber leer ni escribir para tener participación de este lugar, ni ser dueño de la tierra o siquiera tenerla en renta. Para los conservacionistas, la contra-geografía es un espacio políticamente peligroso porque no controla nada; por lo tanto, no clasifica ni limita, ni normaliza nada, es un espacio no disciplinado de reproducción social en el que actores locales deciden vivir entre sus ideales y sus posibilidades. Dichos actores, no resisten ni se integran: se mimetizan; son y no son parte de un proyecto mayor; están y no están apropiándose del espacio físico; es un espacio prestado y devuelto, robado y devuelto, existe y no existe. Los pobladores de la montaña producen espacios de naturalezas no éticas, es decir, una naturaleza con fragmentos y parches desmontados para cultivar o tener ganado, con hilos de humo blanco por la producción de carbón, con monte para ir de cacería o para recolectar plantas silvestres, con el agua del río jabonosa por el lavado de ropa. Esta contra-geografía, «muestra lo que uno espera encontrar y oculta con decoro las heridas que ha causado» (Badal, 2017, p.19) a la reproducción social rural y, por lo tanto, a la tierra como lugar.

El referente empírico es el tiempo y el espacio de codificación conservacionista, ubicado en el centro del estado de Veracruz, territorio delimitado por la cuenca hidrológica del Río La Antigua y las faldas de la montaña denominada Nauhcampatépetl o Cofre de Perote de 4200 msnm. Descendiendo desde los 3760 hasta los 1040 msnm, consideraremos la porción de la Subcuenca del Río Pixquiac, importante, entre otros aspectos, por las funciones ecosistémicas que proporciona a ciudades centro como Xalapa (Paré & Gerez, 2012).

Resultados y discusión

Geografía de la conservación en tiempos neoliberales

La conservación neoliberal contempla uno o varios proyectos, ideologías, prácticas, instrucciones, prescripciones, discursos, procesos o doctrinas político-económicas y materiales. Asimismo, considera un modo disciplinario de regulación, un régimen de acumulación emergente o promoción de una mentalidad particular de gobernar, construye y define los modos de conservación y el uso posterior de la biodiversidad (Apostolopoulou & Adams, 2014; Bakker, 2010; Brockington & Duffy, 2010; Büscher et al., 2012; MacDonald, 2010 & Roberts, 2008). En la geografía de la conservación, cada intervención queda enmarcada y dirigida hacia direcciones particulares de financiamiento, privatización, corporación, mercantilización, regulación y desregulación de la naturaleza (Apostolopoulou & Adams, 2014; MacDonald, 2010 & Roberts, 2008) exacerbando las desigualdades (Brockington & Duffy, 2010; Escobar, 2007; Büscher et al., 2012; Holmes, 2010 & Holmes & Cavanagh, 2016) o las desigualdades socioambientales, como dijeran Göbel, Góngora-Mera y Ulloa (2014) dichos objetivos se logran a través de tres estrategias: I) estimulación y ocultamiento de contradicciones y surgimiento de nuevas formas de poder/conocimiento, II) apropiación y tergiversación mediante el uso del espectáculo (Igoe, 2010) y del lenguaje de escasez y crisis, y III) disciplina de la disidencia, a través de proyectos de desarrollo rural, mediados por la gobernanza (Büscher et al., 2012).

A continuación, enunciamos dos características de cada estrategia:

I) Estimulación y ocultamiento de contradicciones. Sobre este punto, algunos autores afirman que los protagonistas de la conservación neoliberal se vuelven incapaces de tolerar sus posibles contradicciones y efectos perjudiciales para las formas de reproducción social de los dueños y manejadores de los recursos; por ejemplo, el capitalismo se utiliza para resolver los problemas ambientales que el mismo sistema ha generado, lo que a su vez crea más problemas que el capitalismo podría solucionar (Apostolopoulou & Adams, 2014). Los proyectos de desarrollo sostenible para la conservación, referentes a reforestación, conservación y reconversión productiva, permanecen incuestionables. Las representaciones de la conservación neoliberal en medios electrónicos e impresos se muestran como acciones buenas y dignas de apoyo, por lo que cuestionar el desarrollo verde se vuelve políticamente peligroso, el discurso hegemónico parece bien ensayado y es difícil debatirlo, porque las mismas corporaciones, organizaciones e instituciones establecen los criterios para evaluar el éxito y los fracasos de la conservación; definen conceptos y mediciones y establecen los términos del debate de manera que sirva a sus propios intereses. Así, muchos conservacionistas eligen el camino seguro de gestionar la crisis, al mismo tiempo que las contradicciones (Büscher et al., 2012; Holmes, 2010;MacDonald, 2010 & Roberts, 2008).

En cuanto a la estimulación y ocultamiento de nuevas formas de poder/conocimiento para que la naturaleza pueda ser manejada como negocio, se requiere de la participación de un grupo de actores externos en posición privilegiada en cuanto a conocimiento/alianzas/negocios, mismos que se dividen en conservacionistas y consumidores de éliteCarrier (2010) . Las personas con poder adquisitivo que pueden participar de este mercado constituyen una alianza que promueve no sólo la separación artificial entre sociedad y naturaleza (Büscher et al., 2012), sino que definen imágenes y categorías sobre los servicios ambientales, determinan cómo la biodiversidad será considerada, discutida y practicada, reciben fondos locales, nacionales e internacionales y deciden cómo los van a utilizar y canalizar. Por otro lado, crean, dirigen, preservan y legitiman el marco institucional para la acumulación del capital natural, reforzando en cada acción su posición dominante sobre el destino de la naturaleza (Apostolopoulou & Adams, 2014; Holmes, 2010; Holmes & Cavanagh, 2016 & MacDonald, 2010), a fin de lograr: a) mantener los procesos ecológicos esenciales y los sistemas de soporte vital; b) preservar la diversidad genética; c) garantizar la utilización sostenible de especies y el ecosistema y d) preservar a los campesinos agroecológicos como parte de un escenario de la vida rural idílica. Esto llevó a planificadores y gestionadores a alinear conservación, desarrollo y sostenibilidad en forma de programación de la conservación y usos sostenibles, basados en incentivos (MacDonald, 2010), es decir, la política de la conservación no es resultado de movimientos populares sino de élites bien conectadas (Holmes, 2010).

II) Apropiación y tergiversación mediante el uso del espectáculo. Este apartado trata sobre la construcción de la naturaleza como espectáculo por parte de la conservación neoliberal y de cuál es el tipo de naturaleza que construye, promueve y vende, resultando una naturaleza ordenada, homogénea, pasiva, inerte, apolítica, haciéndola ver como un capital, una invención técnica, un objeto externo y distante de la presencia y el uso humano, ajena a sus formas locales de reproducción social, en relación con la naturaleza (Apostolopoulou y Adams, 2014; Bakker, 2010; Brockington y Duffy, 2010; Escobar, 2007 & MacDonald, 2010). Este tipo de naturaleza se puede dividir en partes cuantificables y medibles (número de ecosistemas, porcentaje de cobertura boscosa, volumen de agua infiltrado, número de presas o cajas (depósitos) de agua, beneficiarios directos e indirectos, entre otros. En esta gráfica del progreso, como lo denomina Escobar (2007), dichos valores numéricos y posteriormente, monetarios, van transformando a la naturaleza en un concepto dócil (Apostolopoulou & Adams, 2014). Así, la naturaleza requerida por la conservación neoliberal es un espacio- tiempo donde los actores externos se adentran sin saber quiénes ni cómo la produjeron, es decir que se trata de una naturaleza fetichizada (Carrier, 2010). En esta geografía conservada, la naturaleza se debe representar como legible y reconocible, en términos de intereses y perspectiva de las alianzas de élite. A través de imágenes, se establecen categorías conceptuales utilizadas para representar el estado de cosas. Dichas imágenes, por lo general, de especies individuales, además de fetichizar el tiempo y el espacio rural, deben satisfacer criterios éticos como no cazar (Carrier, 2010).

En este mismo punto II de apropiación y tergiversación, nos interesa subrayar la trasmisión de un lenguaje de crisis, degradación, hambre, exceso de población, desastre en los ecosistemas y del medio ambiente. Dicho significante deriva su potencia, en parte, por la mediación discursiva de las percepciones populares de amenazas globales (Bakker, 2010). El fin último de esas palabras es generar miedo, ansiedad y culpa, de manera que se transmita, en todas las escalas, un sentimiento de urgencia, asegurando así clientes individuales con libertad de elección y sin restricciones (violencia simbólica, Escobar, 2007). En esta re-transmisión de discursos, la información que se repite es que los problemas ambientales ocurren debido a capitales insuficientes, tecnología inadecuada y falta de experiencia en administración (MacDonald, 2010) y que se resolverán gracias a oportunidades de expansión de los negocios verdes, intervenciones en direcciones particulares de mercado e innovación, desviando la atención a las formas de reproducción social local (Apostolopoulou & Adams, 2014; Carrier, 2010; Brockington y Duffy, 2010; Büscher et al., 2012; Escobar, 2007 & MacDonald, 2010). En palabras de Roberts (2008), la escasez es vital y necesaria para el funcionamiento de las geografías conservadas en tiempos del neoliberalismo y la preocupación actúa como filtrador de precios de mercado (Büscher et al., 2012 & Roberts, 2008). Al mismo tiempo, los proyectos conservacionistas, a través del uso del miedo, la ansiedad y la culpa suelen ir acompañados de un discurso triunfal triple que simultáneamente elogia y asegura la capacidad de proteger el medio ambiente, de garantizar el crecimiento económico y de ofrecer beneficios para las comunidades locales (Apostolopoulou & Adams, 2014). Debemos tener claro que «la aceptación de crisis ecológica es cualquier cosa menos una toma de conciencia» (Badal, 2017, p.52).

III) Disciplina de la disidencia, a través de proyectos de desarrollo rural, mediados por la gobernanza. En este tipo de proyectos, muchos de los pueblos productores y reproductores de naturaleza se ven obligados, directa o indirectamente, a participar y beneficiarse de las iniciativas de la conservación neoliberal en la medida en que aceptan las oportunidades asociadas y las compensaciones; dicho de otro modo, poco a poco se van integrando en una autodisciplina tácita (biopoder para construir y regular la vida, Büscher et al., 2012). Por otro lado, cada vez son más evidentes la limitación y la redefinición de los derechos de propiedad con letreros que dicen Prohibido el paso y Quien sea sorprendido en esta propiedad será consignado a las autoridades; mediante el cercado físico de las tierras o la construcción de bardas y colocación de alambrados que impiden el acceso de los pobladores locales, al mismo tiempo que se lo permiten a usuarios externos, quienes se arrogan los derechos de uso comunes y consuetudinarios (MacDonald, 2010). Estas situaciones tensan las relaciones internas de la comunidad ya que refuerzan la disciplina del tiempo mecánico y lineal, marginan la fuerza de trabajo y aumentan la importancia del trabajo asalariado fuera de las comunidades imbuidas en espacios verdes; manteniendo un enfoque intenso en el futuro que rechaza el contexto histórico e incorpora la biodiversidad con metodología de valoración económica y mercantilizada (Büscher et al., 2012 y Brockington y Duffy, 2010). Las regulaciones promovidas a través de la reforestación, conservación y reconversión productiva, generalmente actúan contra las estrategias de vida (Ávila-García y Ramírez-Miranda, 2015) de las personas, por medio de restricciones de acceso, de uso, con la aplicación de multas, regaños, suspensión de recursos, pudiendo llegar hasta la violencia física y el encarcelamiento (Holmes & Cavanagh, 2016). Los proyectos de desarrollo legitiman acciones restrictivas, a través de respuestas y paquetes de rescate a la naturaleza (Apostolopoulou & Adams, 2014), al mismo tiempo que transmiten discursos que disimulan las realidades contradictorias para justificar la expansión de las áreas conservadas (Büscher, et al., 2012). Los proyectos de reforestación, conservación y, sobre todo, de reconversión productiva, han dado prioridad a desarrollar habilidades y capacidades que permitan a los campesinos convertirse en miembros productivos y asalariados de la sociedad (Ferguson, 2015). La producción de geografías verdes implica la disponibilidad de la naturaleza y de los actores locales al servicio de la conservación, al mismo tiempo que permite la destrucción natural de otros espacios (Apostolopoulou & Adams, 2014; Ulloa, 2014).

Para finalizar con el punto III, la gobernanza, es decir «todas las políticas, los discursos, los conocimientos, las representaciones y las prácticas ambientales (locales, nacionales y transnacionales) que interactúan con el propósito de dirigir a los actores sociales (cuerpos verdes) a pensar y comportarse de maneras particulares hacia fines ambientales específicos (desarrollo sostenible, seguridad ambiental, conservación de la biodiversidad, acceso a recursos genéticos, entre otros» (Ulloa, 2004, p.XLII), son el medio por el cual se ocultan los elementos que favorecen la participación privilegiada del sector privado (MacDonald, 2010). Es decir, se busca que las soluciones neoliberales aparezcan como un consenso a la par que se oculta la disidencia (Büscher et al., 2012). La gobernanza ha ido cambiando los valores e ideologías de la población local, dando como resultado la producción al por mayor de nuevos sujetos políticos que adoptan o incluso desean nuevas formas de administración sobre el medio ambiente (Holmes & Cavanagh, 2016). Esto se logró a través de un lenguaje que reemplaza la protesta y el conflicto por el consenso y el conocimiento para afirmar que lo económico y lo ambiental son compatibles. La sutileza de tales formas de poder también conduce a formas complejas de agencia; ahora los pobladores del campo se incorporan a la conservación cada vez que realizan sus nuevas actividades de reproducción social con trabajos amigables con la conservación, relacionados con el turismo, la reforestación pagada o la siembra de cultivos comerciales (Holmes & Cavanagh, 2016). Este poder disciplinario no sólo obliga a la gente local a adquirir ciertos patrones de comportamiento, sino también a internalizar las normas de conservación, ya que son reclutados como campesinos agroecológicos, campesinos ecoguías (Albalat et al., 2019), creando una estructura en que las comunidades se vigilan y se regulan unas a otras (Holmes & Cavanagh, 2016). La gobernanza excluye las posibilidades democráticas, al tiempo que separa a las personas de su soberanía al limitar su capacidad de seguir modelos alternativos al desarrollo (Roberts, 2008).

Tomando como hilo conductor el último punto: III) Disciplina de la disidencia, la construcción del espacio y del tiempo dentro de los proyectos de desarrollo rural, «contiene una imaginación geopolítica que ha dominado el significado del desarrollo durante más de cuatro décadas» (Escobar, 2007, p.29), prestaremos atención al despliegue del discurso del desarrollo a través de sus prácticas, considerando que deviene en modos concretos de pensamiento, de acción y de espacios y tiempos, de manera que los interventores externos conciben a la «población rural como habitantes llenos de necesidades y problemas, pero carentes de opciones y de libertad de acción» (Escobar, 2007, p.27). En una burda genealogía histórica en relación con el referente empírico, se expone el proceso histórico que a su paso ha «colonizado la realidad…» en «un determinado orden de discurso produciendo unos modos permisibles de ser y pensar al tiempo que descalifica e incluso imposibilita otros» (Escobar, 2007, p.23), moldeando la concepción de la realidad y de la acción social de la subcuenca sin que por ello se suspendan, cancelen o reduzcan las formas de reproducción social antes existentes.

Proyectos de desarrollo: mediación, remodelación y condicionamiento de la vida rural

Cuando uno lee sobre el proceso de reproducción social en relación con la conservación neoliberal de los poblados del Nauhcampatépetl o Cofre de Perote, ubicado en la zona centro del estado de Veracruz, México, entre líneas brincan dos elementos: El primero, que la explotación del bosque y del agua fue la motivación central para que las familias campesinas poblaran la montaña. La población local formó parte de los procesos de extensión agrícola-ganadera y desmonte desde el siglo XVI con el establecimiento de las haciendas en la zona baja de la montaña, las cuales demandaban recursos para sí mismas, pero también para abastecer a rancherías, pequeños poblados y al puerto de Veracruz en el Golfo de México. En el siglo XIX, el papel de la población rural que trabajaba la madera fue vital para la creación del ferrocarril y el establecimiento de empresas madereras, lo cual privilegió el desarrollo de rutas mercantiles y, posteriormente, de carácter agrícola, forrajero y ganadero (Paré & Gerez, 2012). Así, «especies arbóreas que en la tradición local constituían el corazón de la actividad humana se transformaron en víctimas de la tala indiscriminada» (Skewes & Guerra, 2016, p.6).

El segundo elemento para el siglo XX fue que en ese entonces ya se había comenzado a etiquetar a la población rural de talamontes, causando en los pobladores locales una especie de extrañamiento o agitación social (Apostolopoulou & Adams, 2014). Para el siglo XX, en correspondencia con las políticas públicas en auge, se implementaron los siguientes programas: en 1930 y 1940 se otorgaron concesiones madereras a empresas particulares; en 1937 se crea el Parque Nacional Cofre de Perote; en 1952 se decreta veda forestal indefinida hasta la fecha; entre 1980 y 1990 se promueven proyectos de reforestación con pino y de estabulación del ganado ovino y caprino; en 1989 se impulsó el Programa de Desarrollo Integral del Cofre de Perote y del 2007 en adelante se desarrollaron Programas de Pago o Compensaciones por Servicios Ambientales (Paré & Gerez, 2012). Así, se continuaron mediando, remodelando y condicionando las formas campesinas de reproducción social, ahora como proyectos de desarrollo rural sustentable (Holmes & Cavanagh, 2016). La conciencia ambiental y las políticas neoliberales pusieron freno a las actividades que configuraban la base económica de la vida en la montaña: uso de leña, extracción de madera, producción de carbón, entre otras. Es decir que, desde el siglo XX, de la mano de alianzas de poder, el gobierno creó nuevas formas de reproducción aparentemente amables, tanto con la naturaleza como con el mercado: ecoturismo, compensaciones ambientales, programas educativos, subvenciones y préstamos, programas de extensión agrícola, privación de propiedad comunal, programas de divulgación científica y participación comunitaria (Holmes & Cavanagh, 2016), produciendo cambios en la organización y reproducción del trabajo de las personas a medida que se continuaba con la mercantilización (Cousins et al., 2018) de los «campesinos genéricos, luego de las mujeres rurales y del propio medio ambiente» (Escobar, 2007, p.265).

En este sentido, existe un entrevero de escalas y espacios de uso y no uso del bosque y del agua, entre los que se moviliza la reproducción (social) rural histórica y cultural, los afectos y símbolos en la reconfiguración espacial del bosque-agua-agricultura-ganadería, entre otros. Este núcleo es parte de la identidad territorial. Los íconos del pasado persisten, ya que los usos del bosque en toda su extensión siguen siendo un componente identitario no menor. En conclusión, la geografía campesina es un «amasijo en el que mutuamente se infiltran aspectos materiales y subjetivos» del desarrollo, promovidos en diferentes momentos históricos «cuya integración con sus formas de reproducción social adquiere formas simbióticas que condicionan las prácticas de los actores que allí coexisten» (Skewes & Guerra, 2016, p.6). «En el mundo rural actual, aunque visiblemente apolillada, la escenografía sigue siendo la misma, pero la trama representada ha cambiado por completo» (Badal, 2017, p.22).

Reproducción social rural

El concepto de reproducción social servirá de base para interrogar las prácticas espaciales (espacio percibido) y los espacios de representación (espacio vivido) propuestas por Lefebvre (2013). Para ello, ampliamos el concepto de reproducción social desde su connotación clásica de la reproducción de la vida material (Rizzo, 2012), a un concepto ampliado que articula actividades, actitudes y comportamientos que participan directamente en el mantenimiento de la vida inmediata, diaria y cíclica. Resaltan aspectos como los afectos, las emociones y los sentimientos (Cousins et al., 2018); se relacionan con el trabajo no remunerado (adquisición doméstica, Aristóteles, en Prieto, 1996 y con el trabajo doméstico, Strauss, 2012) y colectivo. Se enfatizan relaciones de lo vivo con lo muerto como elementos constitutivos del ciclo de la vida, así como las partes invisibles de la vida cotidiana rural que se siguen recreando a pesar de la territorialización externa del espacio rural (Cousins et al., 2018).

Su unidad básica es la familia extendida (por matrimonios, compadrazgo, incluyendo relaciones con la familia no viva), como base de una red en la que se adquieren derechos y obligaciones. Implica adquirir y asimilar conocimientos, experiencia, valores y prácticas compartidas de los grupos a los que se pertenece por nacimiento o por elección y la transmisión de los mismos, de una generación a otra y reproduce relaciones y roles de género. A través de estas prácticas sociales materiales y no materiales, los actores sociales se convierten en miembros de una cultura que simultáneamente ayuda a crear y constituir sus identidades dentro y fuera de los espacios-tiempo rurales. Las prácticas materiales asociadas a la reproducción social son históricas y geográficamente específicas del lugar e invocan una gama de formas y prácticas culturales (Cousins et al., 2018; Ferguson, 2013, 2015, Roberts, 2008 & Katz, 2001).

Para que ocurra «esta materia carnosa desordenada e indeterminada de la vida cotidiana» (Katz, 2001, p.710) que es la reproducción social, destacamos cinco requerimientos (Ferguson, 2013 & 2015): 1) Capacidad de acumular para distribuir, la acumulación de bienes materiales y económicos derivados de la agricultura, ganadería, empleo formal o informal, subsidios, regalos, recolección, entre otros. Una característica importante es que se acumula por períodos cortos de tiempo y que el dinero acumulado se usa para promover sitios de cuidado y cooperación donde las «ideas de amor aparecen estrechamente relacionadas con las preocupaciones económicas» (Ferguson, 2015, p.4). 2) Capacidad de dar y recibir, condición crucial para la supervivencia; es decir, la distribución por medio de regalos materiales y no materiales, cuyo otorgamiento parece decir: te considero, te respeto, te quiero, a la vez que produce experiencias emancipadoras. Esto no significa que el regalo esté libre de conflictos o expectativas. 3) Depender lo es todo, no depender de nadie y no tener a nadie que dependa de uno es como no existir. 4) Participar en y de ceremonias, sean aniversarios, fiestas familiares o agrícolas-religiosas o duelos funerarios, produce importantes dinámicas de redistribución. Un cúmulo de necesidades y sentimientos se comparte con la familia extendida de vivos y no vivos, bajo las especies de comida y/o tiempo de ayuda mutua, rezos, altares, etc. y 5) La reproducción social relacional se mantiene unida a la tierra como lugar, incluso si no es de propiedad, si el uso es marginal o el propietario está ausente, o si el lugar es distante; lo que importa es la continuación de la relación social que une a la gente con el lugar.

Tierra como lugar de reproducción social rural

A menudo, creemos saber para qué sirve, cómo se usa o cómo se debería usar la tierra. Sin embargo, es un asunto complejo que requiere ser estudiado a profundidad ya que el uso de la tierra tiene características diferentes si se trata del Estado, de los terratenientes, de los actores rurales o de los visitantes citadinos. El Estado, en alianza con el resto de actores de élite, promueve el uso de tierras para la conservación de ecosistemas y producción de agua para la ciudad. Por su parte, los terratenientes lo privilegian para monocultivos o espacios de protección particulares y los citadinos, para paseos o retiros de fin de semana. Por el contrario, para los actores rurales, la tierra es un espacio de vida, para establecer su hogar, como espacio de cultivos de temporada, caza, pesca, recolección, producción de forraje, pastoreo, base de operaciones comerciales, lugar para enterrar a sus muertos (Ferguson, 2013), para realizar fiestas y bailes patronales, carreras de caballos, etc. Es decir, lo que la gente local hace con su tierra es diverso y complejo, aunque para los actores externos no resulta obvio, pudiendo parecerles insignificante y de algún modo, invisible. Sin embargo, la gran cantidad de usos, aparentemente no productivos de la tierra, origina importantes dinámicas de distribución, incluso si todavía no tenemos una imagen muy completa de lo que son dichos usos y de cómo funcionan (Ferguson, 2015).

Además, la tierra como lugar no sólo se corresponde con la historia localmente vivida y percibida, sino también con la de su creación y con la recreación de lo allí sucedido a través de las distintas generaciones. La tierra como lugar «importa marcas emocionales abiertas a las sucesivas capas de la historia colectiva» (Skewes, Trujillo & Guerra, 2017, p.9). En este último sentido, los lugares son mutantes, novedosos, abiertos a las transformaciones que sus habitantes dispongan y, no obstante, son lugares sujetos a las posibilidades y restricciones que se le imponen. El orden emocional y la dimensión afectiva «cobran especial vigencia en el pensamiento geográfico donde se vincula a los pobladores de la montaña con la construcción de lugar, especialmente en los trabajos de Yi Fu Tuan (1979) y su concepto de topofilia» (Skewes, Trujillo & Guerra, 2017 p.10). La experiencia de lugar, como una instancia comprensiva y reflexiva de la movilidad en el espacio, se vehiculiza a través de los afectos.

Es interesante agregar a ello que estos procesos no se ciñen a una dimensión puramente humana, sino que en su orientación inciden otras especies y los ambientes resultantes de sus interacciones. «El espacio emocional desborda el ámbito humano» (Skewes, Trujillo & Guerra, 2017, p.37), es decir, los afectos entre los humanos y la tierra como lugar promueven y profundizan el conocimiento, valoración del bosque y del agua, lo que se presenta como crucial para una convivencia de los habitantes humanos y no humanos, entre vivos y muertos. En este sentido, la tierra como lugar configura el ser geográfico campesino (Brian, 2012) y en este sentido, reconstruye un paisaje particular, un sentido de pérdida, un sabor, un aroma, un recuerdo y una nostalgia (Brickell, 2011 & Gupta & Ferguson, 2008).

Finalmente, si observáramos detenidamente, podríamos ver que la tierra como lugar es un espacio pleno de desigualdades socioambientales (Göbel, Góngora-Mera y Ulloa, 2014), relaciones de poder de autoridades tradicionales, identidad colectiva y la pertenencia, espacialidades, temporalidades, política y relaciones de género, afectos, redes de parentesco, conexión y retorno entre vivos y muertos, territorios superpuestos, intencionalidades, multiescalas, epistemes, un sitio donde se establece continuidad con el pasado, espacio tiempo de re-existencia, entre otros asuntos igualmente notables (Ferguson, 2015).

Contra-geografías rurales

Las contra-geografías rurales, como espacios-tiempo disimulados a los ojos de los conservacionistas, son territorios privados de imágenes precisas, objetivas, parciales y ordenadas. Ideológicamente, son productos de vivos y muertos, de humanos y no humanos, de símbolos y objetos materiales e inmateriales de memorias familiares y de infancia, de nostalgia y, por lo tanto, su poder es interno. Sus fronteras son punteadas, porosas y maleables, dependiendo de las necesidades reproductivas y de producción, tanto de la familia nuclear como de la extendida.

Son lugares múltiples, vivos y en constante movimiento, cuyas espacialidades y temporalidades no están cartografiadas porque hacerlo no tendría objeto. Hay tantas cartografías imaginadas como grupos que las habitan, son todas diferentes, siempre mudables, es decir, en un mismo espacio físico coexisten tantas formas de reproducción rural y formas de usar la tierra como lugar, como personas individuales y colectivas existan (variaciones infinitas de una misma melodía, Badal, 2017). Estos espacios-tiempo rurales y peri-rurales, es decir, mundos rurales que se internan en espacios y tiempos urbanos, espacios de transición, frontera de lo rural, a los ojos de actores externos, espacios vacíos, siguen lógicas contrarias al desarrollo; para los campesinos, son paisajes heterogéneos de parcelas cultivadas o en descanso, bosques llenos de veredas, potreros con huizaches espinosos y dos o tres vacas lecheras de cualquier raza, casas con sus pequeños patios y animales domésticos, así como barrancas y quebradas conservadas, mientras que para los conservacionistas, el paisaje tendría que verse lleno de verdor y vacío de relaciones. Las contra-geografías son procesos relacionales históricos y en tensión. Suceden dentro y en los márgenes de áreas con uso y acceso limitado destinados a la conservación. En este sentido, en estas no-cartografías, el lenguaje de exclusión, manifestado por expresiones como no cazar, no pasar, no cortar leña, etc., queda eliminado en la cotidianidad a través de la confianza, los lazos interpersonales ya que en la realidad campesina no existen conceptos contrarios naturales como: conservado/no conservado, correcto o incorrecto, dentro/fuera. Estos espacios-tiempo hacen referencia al bien común como realidad económica y espacio asociativo cuyo uso o consumo individual no impide el uso o consumo de otros (Ramis, 2013). Estos espacios y tiempos están ahí para quien quiera verlos y escucharlos, son cíclicos, lentos y confiados o dejados a la mano de Dios. Las contra-geografías rurales son espacios vividos, las estructuras y relaciones sociales y familiares se encuentran a la vista. Hablamos de contra-apropiaciones del espacio y del tiempo que no corresponden a la conservación neoliberal sino simplemente a vivir. Es un puente entre lo natural y lo sobrenatural, lo cotidiano y lo sagrado. Es un espacio no mercantil lleno de objetos materiales y no materiales, algunos obtenidos a partir de relaciones monetarias. Las geografías practicadas por los pobladores locales cobran significado a través de los vínculos afectivos que se incorporan a la experiencia identitaria individual y colectiva; esto es, en la medida en que es historizada. Por otro lado, las contra-geografías rurales no se ciñen a una dimensión puramente humana, sino que en su orientación inciden otras especies, como los perros que acompañan a los pobladores rurales en todas sus actividades y los ambientes resultantes de sus interacciones (Skewes, Trujillo & Guerra, 2017).

Las contra-geografías rurales o quizá deberíamos decir, las geografías relacionales, funcionan como un tipo de poder/conocimiento (Foucault) producido de un momento a otro, en todos sus puntos, proveniente de todos lados, o más bien en todas las relaciones que existen de un punto a otro. «Su lenguaje es emocional, poético» (Fromm & Maccoby, 2007, p.320), consistente en reconocer otras ontologías y epistemologías sin juzgarlas, sólo observándolas Simplemente, se trata de atender otros discursos, esas otras reglas, lógicas y representaciones del conocimiento que toman formas de imágenes muy diferentes, quizá demasiado simples, insuficientes, sin brillo, intermitentes, porque en las contra-geografías se vive en autonomía, con tiempo libre, convivencia, intercambio, orgullo, dignidad, recuerdos de infancia, de vida y de muerte. Aunque invisibles, conviven con otros espacios de reproducción social, traslapados o más bien simultáneos con otros lugares, es tan flexible y movible que no vive en los intersticios de los espacios de conservación, sino que coexiste a su mismo nivel, o más bien se imbrica con ellos, modificando tiempos, haciéndose invisible, pasando desapercibido y retrayéndose a los lugares más íntimos de la comunidad, donde se construyen y negocian las acciones: materiales y emocionales de la vida cotidiana, ambas necesidades imperiosas de la reproducción social y doméstica del mundo rural.

Finalmente, si la pregunta es con qué imagen en movimiento se podría identificar las contra-geografías de la conservación, bastaría con voltear la mirada hacia las puertas de las casas campesinas y observar con atención los elementos colgados en la pared, los objetos materiales que hacen parte de la reproducción social no material. Ver sobre la estufa o el fogón la cantidad de comida que se prepara, no sólo para el consumo familiar sino para estar prevenidos por si vienen visitas. Hace falta animarse a participar de las fiestas de vivos y muertos, acompañar algún trabajo agrícola o pecuario o realizar algún servicio en la comunidad o en las faenas de mano vuelta. Simplemente echar una gallina para que saque pollitos permitiría observar esas redes de relaciones, es un motivo para conversar, aprender, enseñar, enterarse y extender esos lazos de familia con lo cual no sólo se refuerzan los afectos positivos y negativos sino que se distribuyen los bienes materiales y no materiales que se pudieron acumular durante los meses del ahorro necesario para pagar las fiestas de bautismo, las bodas, los quince años o los gastos de un velorio para volver a quedarse sin nada. Si nos preguntáramos qué animal representa simbólicamente estos contra-espacios la respuesta sería: los perros, pero no un perro de una raza canina determinada sino uno de rancho, de tamaño chico, de pelo corto, complexión delgada y de cualquier color. Un perro entrenado o como dicen en el campo, curado, a través de castigos ejemplares, para que no haga ofensas o averías a vecinos, es decir, que no coma huevos de gallina ni mate pollos, que no muerda a nadie, una especie de timbre que ladre de noche y avise si se acerca alguien a la casa. Que, de ser necesario, acompañe a sus dueños a las actividades cotidianas productivas, religiosas, a las compras, para ir a dejar o recoger a los niños a la escuela, a los trabajos de caza, pesca o recolección. A diferencia de sus congéneres de ciudad, estos perros no son mascotas de compañía; rara vez llevan correa, si se enferman ni pensar en gastar en un veterinario y su alimentación son las sobras de la casa. Aguantan y resisten porque son tan sufridos y persistentes como sus propios dueños.

Conclusiones

La conservación neoliberal exacerba las desigualdades ambientales existentes, al tiempo que intenta ocultar sus contradicciones. Como una especie de coladera, utiliza el lenguaje de la escasez y de la crisis, para percolar una imagen particular de naturaleza, una naturaleza degradada y al borde del desastre (Brockington & Duffy, 2010; Escobar, 2007; Büscher et al., 2012; Holmes, 2010 & Holmes & Cavanagh, 2016). Los pobladores rurales, eco-guardianes, se hacen visibles en el único papel permitido: producir y mantener dicha geografía a fin de salvarla, mediante proyectos de desarrollo rural sustentable donde de manera amigable puedan combinar o intercambiar sus formas de reproducción social rural con proyectos que los van disciplinando en la producción de naturalezas éticas, codificadas y legibles, producir naturalezas homogéneas de ecosistemas diversos e intactos.

Sin embargo, esto no significa que la geografía neoliberal pasa como una aplanadora desapareciendo o debilitando la identidad rural local. Aunque para muchos sean invisibles, las ruralidades con sus múltiples formas de reproducción social se encuentran traslapadas en esta homogeneidad de espacios. Dicho de otra manera, la geografía concebida verde y azul, prevalece en un espacio de múltiples tonalidades. En los espacios percibidos y vividos de la población rural, los viejos fantasmas de los diferentes proyectos de desarrollo impuestos a los pobladores locales, permanecen, se actualizan, se repelen, se atraen, entran en conflicto y conviven con formas de reproducción rural preexistentes.

Finalmente, como propuesta teórica, las contra-geografías rurales podrían «representar una visión espacial alternativa», «otra manera de producir y distribuir conocimientos», «otra forma de reconocer el poder de decisión de los actores locales «sobre sus territorios incluyendo el subsuelo» (Ulloa, 2013, p.173; 2016a, p.15 & 2016b, p.14), o un espacio de «resistencia a la geopolítica hegemónica» (material o discursiva) (Koopman, 2011, p.1), es decir, una alter-geopolítica. O mejor aún, podrían ser espacios-tiempo desde donde observar los discursos privados u ocultos, como «luchas sordas que los grupos subordinados libran cotidianamente» (Scott, 2016, pp.217-233). «Actos minúsculos a medio camino entre la protesta pública y la obediencia servil: las armas de los débiles que no pueden plantearse un enfrentamiento abierto» (Badal, 2017, p.86) es decir, una especie de «infra-política» (Scott, 2016, pp.217-233) o un lugar desde donde «cuestionar las creencias o supuestos de la sociedad imperante acerca de los conocimientos y del espacio, y conducir así a una redefinición epistemológica y ontológica de la concepción de la cartografía misma», constituyendo una contra-cartografía (Hirt, 2012, p.4). También podría ser una «fuerza política y cultural que desafía la economía mundial y las representaciones impuestas, representa un discurso subversivo que evoca la construcción de espacialidades que disienten de las dominantes», es decir una anti-geopolítica (Preciado, 2010, p.83). Las contra-geografías rurales, en realidad, son uno o varios espacios-tiempo relacionales, simbólicos, materiales y discursivos, que hacen referencia a esa búsqueda y necesidad humana rural de producir y reproducirse socialmente. Su lugar de codificación es la tierra como lugar, son los espacios tiempo cotidianos de vida y muerte, humanos y no humanos que ocurren sin la dirección de agentes externos, espacio-temporales y, por lo tanto, geográficas. Un espacio de múltiples apropiaciones, visibles e invisibles, hegemónicas y contra-hegemónicas, una especie de lugar total que sintetiza las luchas, conflictos, negociaciones o el simple intento de reproducir la anterior vida rural cotidiana, en un espacio físico continuamente disputado.

Para los fines propios de este ensayo, se focalizó y conceptualizó el espacio relacional percibido y sobre todo vivido, espacios donde el movimiento es primordial, donde no hay distinción clara entre el espacio y el tiempo (espacio-tiempo) y donde los sentimientos y emociones se constituyen como el eje y motor de los mismos, como en el caso de los espacios de la memoria y la recordación de los muertos, indispensables para entender las formas de reproducción social y la tierra como lugar. Sin embargo, se trata de una visión parcial porque para entender la producción del espacio conceptualizada por Lefebvre, 2013) , «además de considerar la intersección de los elementos de la tríada (prácticas espaciales, espacios de representación y las representaciones del espacio) es necesario tomar en cuenta su diálogo y tensiones permanentes» (Lefebvre, 2013, p.16), en los que las contra-geografías representan una visión alternativa a la apropiación y territorialización física, a la teleología política de los movimientos sociales, y la opción por solamente ser, en espacios ocupados, de una inmensa franja de habitantes rurales en el mundo.

Referencias

Albalat, B. A., Guadarrama, Z. C., Trujillo O. E. L., & Ramírez M. A. C. (2019). Producción de espacios de conservación en Veracruz, México. Brazilian Journal of Development, 5(6), 5411-5433. https://doi.org/10.34117/bjdv5n6-080Links ]

Apostolopoulou, E. & Adams, M. W. (2014). Neoliberal Capitalism and Conservation in the Post-crisis Era: The Dialectics of «Green» and «Un-green» Grabbing in Greece and the UK. Antipode. 47(1), 15-35. https://doi.org/10.1111/anti.12102Links ]

Ávila-García, G. L. & Ramírez-Miranda, C. A. (2015). ¿Estrategias de vida o estrategias de reproducción social? Hacia la reconstrucción de una racionalidad reproductiva para el desarrollo rural. Escenarios Latinoamericanos y debates teóricos. Textual, 65, 55-80. https://doi.org/10.5154/r.textual.2015.65.00Links ]

Badal, M. (2017). Vidas a la intemperie. Nostalgias y prejuicios sobre el mundo campesino. Logroño: Pepitas de calabaza y Cambalache. [ Links ]

Bakker, K. (2010). The limits of “neoliberal natures”: Debating green neoliberalism. Progress in Human Geography, 34(6), 715-735. https://doi.org/10.1177/0309132510376849. [ Links ]

Büscher, B. Sullivan, S. Neves, K, Igoe J. & Brockington D. (2012). Towards a Synthesized Critique of Neoliberal Biodiversity Conservation. Capitalism Nature Socialism, 23(2), 1-30. https://doi.org/10.1080/10455752.2012.674149Links ]

Brian, M. (2012). Being in the place world: toward a Māori «geographical self». Journal of Cultural Geography, 29(1), 87-104. DOI: 10.1080/08873631.2012.655032 [ Links ]

Brickell, K. (2011). Mapping’ and “doing” critical geographies of home. Progress in Human Geography , 36(2), 225-244. https://doi.org/10.1177/0309132511418708Links ]

Brockington, D. & Duffy, R. (2010). Capitalism and Conservation: The Production and Reproduction of Biodiversity Conservation. Antipode , 42(3), 469-484. https://doi.org/10.1111/j.1467-8330.2010.00760.xLinks ]

Carrier, J. G. (2010). Protecting the Environment the Natural Way: Ethical Consumption and Commodity Fetishism. Antipode , 42(3), 672-698. https://doi.org/10.1111/j.1467-8330.2010.00768.xLinks ]

Cousins, B., Dubb, A. , Hornby D. & Mtero F. (2018). Social reproduction of ‘classes of labour’ in the rural areas of South Africa: contradictions and contestations. The Journal of Peasant Studies, 45, 1060-1085. https://doi.org/10.1080/03066150.2018.1482876Links ]

Escobar, A. (2007). La invención del tercer mundo. Caracas: El perro y la rana. [ Links ]

Ferguson, J. (2015). Give a Man a Fish: Reflections on the New Politics of Distribution. Durham: Duke University Press. https://radicalantipode.files.wordpress.com/2015/12/book-review_young-on-ferguson.pdfLinks ]

Ferguson, J. (2013). How to Do Things with Land: A Distributive Perspective on Rural Livelihoods in Southern Africa. Journal of Agrarian Change, 13(1), 166-174. https://doi.org/10.1111/j.1471-0366.2012.00363.xLinks ]

Fromm, E. & Maccoby, M. (2007). Socio-psicoanálisis del campesino mexicano. México: Fondo de Cultura Económica. [ Links ]

Göbel, B., Góngora-Mera, M. & Ulloa, A. (Eds.). (2014). Desigualdades socioambientales en América Latina. Perspectivas ambientales. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia / Ibero-Amerikanisches Institut. [ Links ]

Gupta, A. & Ferguson, J. (2008). Más allá de la cultura: espacio, identidad y las políticas de la diferencia. Antípoda, 7, 233-256. http://www.scielo.org.co/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1900-54072008000200011Links ]

Hirt, I. 2012. (2012). Mapeando sueños/soñando mapas: entrelazando conocimientos geográficos indígenas y occidentales. Revista Geográfica del Sur, 3(1), 63-90. https://doi.org/10.3138/carto.47.2.105Links ]

Holmes, G. (2010). The Rich, the Powerful and the Endangered: Conservation Elites, Networks and the Dominican Republic. Antipode, 42(3), 624-646. https://doi.org/10.1111/j.1467-8330.2010.00766.xLinks ]

Holmes, G. & Cavanagh, J. C. (2016). A review of the social impacts of neoliberal conservation: Formations, inequalities, contestations. Geoforum, 75, 199-209. https://doi.org/10.1016/j.geoforum.2016.07.014Links ]

Igoe, J. (2010). The spectacle of nature and the global economy of appearances: Anthropological engagements with the images of transnational conservation. Critique of Anthropology, 30(4), 375 397. https://doi.org/10.1177/0308275X10372468Links ]

Katz, C. (2001). Vagabond Capitalism and the Necessity of Social Reproduction. Antipode , 33(4), 709-714. https://doi.org/10.1111/1467-8330.00207Links ]

Koopman, S. (2011). Alter-geopolitics: Other securities are happening. Geoforum . 42(3), 274-284. https://doi.org/10.1016/j.geoforum.2011.01.007Links ]

Lefebvre, H. (2013). La producción del espacio. Madrid: Capitán Swing. [ Links ]

MacDonald, K. I. (2010). The Devil is in the (Bio)diversity: Private Sector “Engagement” and the Restructuring of Biodiversity Conservation. Antipode , 42(3), 513-550. https://doi.org/10.1111/j.1467-8330.2010.00762.xLinks ]

Paré, L., & Gerez, P. (Coords.). (2012). Al filo del agua: cogestión compartida del río Pixquiac, Veracruz. México: Universidad Nacional Autónoma de México. [ Links ]

Preciado, J. & Uc, P. (2010). La construcción de una geopolítica crítica desde América Latina y el Caribe. Hacia una agenda de investigación regional. Revista de estudios sobre espacio y poder, 1(1), 65-94. [ Links ]

Prieto, C. (1996). Karl Polanyi: Crítica del mercado, crítica de la economía. Política y sociedad, 21, 23-34. [ Links ]

Ramis, O. A. (2013). El concepto de bienes comunes en la obra de Elinor Ostrom. Referencias del pensamiento ambiental. Revista Ecología Política, 49, 116-121. https://www.ecologiapolitica.info/?p=957Links ]

Rizzo, N. (2012). Un análisis sobre reproducción social como proceso significativo y proceso desigual. Sociológica, 27(77), 281-297. [ Links ]

Roberts, A. (2008). Privatizing Social Reproduction: The Primitive Accumulation of Water in an Era of Neoliberalism. Antipode , 40(4), 535-560. https://doi.org/10.1111/j.1467-8330.2008.00623.xLinks ]

Scott, J. (2016). Los dominados y el arte de la resistencia. México: Ediciones Era. [ Links ]

Skewes, V. J. C. & Guerra, M. D. (2016). Sobre árboles, volcanes y lagos: algunos giros ontológicos para comprender la geografía mapuche cordillerana del sur de Chile. Intersecciones en Antropología, 17(1), 63-76. https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=179547329005Links ]

Skewes, V. J. C; Trujillo, B. F. & Guerra, M. D. (2017). Traer el bosque a sus domicilios. transformaciones de los modos de significar el espacio habitado. Revista Instituto de la Vivienda de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo. 32(91), 23-64. http://revistainvi.uchile.cl/index.php/INVI/article/view/1224Links ]

Strauss, K. (2012). Unfree Again: Social Reproduction, Flexible Labour Markets and the Resurgence of Gang Labour in the UK. Antipode . 45(1), 180-197. https://doi.org/10.1111/j.1467-8330.2012.00997.xLinks ]

Ulloa, A. (2016a). Feminismos territoriales en América Latina: defensas de la vida frente a los extractivismos. Nómadas, 45, 123-139. [ Links ]

Ulloa, A. (2016b). Acciones y respuestas frente a los extractivismos: feminismos territoriales. Espacialidades Feministas. Escuela de estudios de género. Boletina Anual, 5, 173. [ Links ]

Ulloa, A. (2014). Escenarios de creación, extracción, apropiación y globalización de las naturalezas: emergencia de desigualdades socioambientales. En: B. Göbel, M. Góngora-Mera & A. Ulloa (Eds.). Desigualdades socioambientales en América Latina. Perspectivas ambientales (pp. 139-166). Bogotá: Universidad Nacional de Colombia y Ibero-Amerikanisches Institut. [ Links ]

Ulloa, A. (2013). Controlando la naturaleza: ambientalismo transnacional y negociaciones locales en torno al cambio climático en territorios indígenas en Colombia. Iberoamericana, 13(49), 117-133. https://journals.iai.spk-berlin.de/index.php/iberoamericana/article/view/362/36Links ]

Ulloa, A. (2004). La construcción del nativo ecológico: Complejidades, paradojas y dilemas de la relación entre los movimientos indígenas y ambientalismo en Colombia. Bogotá: Icanh-Colciencias. [ Links ]

Este artículo es producto de la investigación realizada en el doctorado en Ciencias en Desarrollo Rural Regional de la Universidad Autónoma Chapingo, Texcoco, México, con apoyo del programa de Becas del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt).

Recibido: 09 de Diciembre de 2019; Aprobado: 01 de Abril de 2020

Creative Commons License Este es un artículo publicado en acceso abierto bajo una licencia Creative Commons