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Tabula Rasa

Print version ISSN 1794-2489

Tabula Rasa  no.37 Bogotá Jan./Mar. 2021  Epub Feb 26, 2021

https://doi.org/10.25058/20112742.n37.04 

Artículo de investigación

DE VIVIR A MEDIAS Y COMER FRUTOS SILVESTRES A EJIDATARIOS GANADEROS: BREVE CRONOLOGÍA DE LA SEDENTARIZACIÓN MAKURAWE

From Hardly Making a Living by Eating Wild Fruits to Becoming Cattle Ranchers: A Brief Timeline of Makurawe Sedentarization

De viver pela mitade e comer frutos silvestres aos ejidos pecuários: breve cronologia da sedentarização makurawe

Gerardo Conde Guerrero1 
http://orcid.org/0000-0002-2118-6487

1. Profesor-investigador Escuela de Antropología e Historia del Norte de México1 makurawe55@yahoo.com


Resumen:

En este artículo se trata de responder cómo la sociedad guarijío pasó a ser una sociedad sedentarizada. Para realizar tal empresa, utilizamos fuentes históricas para caracterizar el patrón de asentamiento que aparece en las fuentes misionales desde el siglo XVI y que los jesuitas denominaron el sistema de rancherías. Dicho sistema, tiene que ver con una forma característica de utilizar el territorio por parte de los indígenas. Realizamos trabajo de campo, llevando a cabo entrevistas a profundidad e historias de vida con gente guarijío, las cuales informaron de cómo es que utilizaban el medio ambiente y sus recursos de manera itinerante mucho antes de la dotación ejidal y cómo era vivir el peonaje en los ranchos ganaderos de la región. Concluimos señalando, que en los últimos cuarenta años vía la dotación ejidal-, los guarijío se han sedentarizado de manera forzada gracias al papel que jugó el Estado Mexicano.

Palabras clave: makurawe; guarijío; ejidatarios; nomadismo; sedentarización; rancherías; México.

Abstract:

ftis article aims to respond to the question of how Guarijio society happened to become sedentary. For that purpose, we turned to historical sources to characterize a settling pattern appearing in missionary sources from the 16th century, which was called rancherias by Jesuitic missionaries. ftat system has to do with a unique way of indigenous to use territory. Our fieldwork included in-depth interviews and life stories with Guarijio people, who reported how they used the environment and natural resources in an itinerant way and how they lived as farmworkers in the region. We end by pointing out that during the last forty years, due to ejido or common land bestowing-, Guarijío people have been forced to sedentarize at the behest of Mexican government.

Keywords: Makurawe; Guarijío; common landers; nomadism; sedentarization; rancherios; Mexico.

Resumo:

Esse artigo tenta responder como a sociedade indigena guajirío se tornou uma sociedade sedentária. Em vista disso, utilizamos as fontes históricas para caracterizar o padrão de assentamento que aparece nas fontes missionárias desde o século XVI e que os jesuítas denominaram o sistema de rancharia. Esse sistema corresponde a uma forma caraterística de usar o território pelos indígenas. O trabalho de campo se realizou a partir de entrevistas em profundidade e histórias de vida com pessoas do grupo indígena Guajirío, as quais informaram como utilizavam o meio ambiente e os recursos de modo itinerante, antes da dotação dos ejidos e como era viver a peonagem nos ranchos pecuários da região. Concluímos que nos últimos quarenta anos - devido à dotação dos ejidos -, os Guajirío têm sido sedentarizados forçosamente, por causa da função jogada pelo Estado mexicano.

Palavras-chave: Makurawe; Guarijío; ejidatarios; nomadismo; sedentarização; rancharía; México.

Introducción

Este artículo tiene como objetivo primordial mostrar desde una perspectiva etnográfica, las transformaciones que ha sufrido la vida nómade guarijío a través del tiempo, así como el papel desempeñado por el Estado mexicano, en la sedentarización de este grupo indígena. Para llevar a cabo tal empresa, realicé varias temporadas de campo, llevando a cabo entrevistas a profundidad e historias de vida con gente guarijío, las cuales informan de cómo es que utilizaban el medio ambiente y sus recursos de manera itinerante mucho antes de la dotación ejidal y cómo era vivir el peonaje en los ranchos ganaderos de la región. Revisé fuentes históricas para caracterizar el patrón de asentamiento que aparece en las fuentes misionales desde el siglo XVI y que los jesuitas denominaron rancherías.

Como señala Antonio Campillo (2009), el desarrollo tardío y la superioridad hegemónica de las sociedades sedentarizadas, no supuso del todo, la desaparición de las sociedades nómadas, sino que, fueron surgiendo nuevas formas de nomadismo. En ese sentido, considero necesario reconstruir desde un nuevo enfoque antropológico, la historia de las múltiples formas que ha adquirido hoy día el nomadismo humano. Ya que el viejo prejuicio evolucionista, las encasillaba como una anomalía social o una etapa histórica primitiva ya superada por los adelantos tecnológicos.

Autores de distintas corrientes antropológicas, han cuestionada ya tales prejuicios, desde Claude Lévi-Strauss (1964), Marvin Harris (1975) y Pierre Clastres (1977] 2010), hasta Marshall Sahlins (1972; 1983). Pasando por los estudios africanistas y asiáticos, hasta investigaciones recientes como Salzman (2004), Tapper (2008) y Katzer (2019).

No obstante, como señala Katzer (2017), en el imaginario antropológico de Latinoamérica, los estudios de las formas de vida nómade carecen de interés. México no es la excepción, contando con estudios privativos de la arqueología o esfuerzos aislados de antropólogos que consideran importante aún dicha temática.

En este sentido, haremos notar que el espacio y el territorio que habitan los makurawe, son lugares que se definen y conceptualizan de diversas formas, esto es, el territorio guarijío se construye y se expresa en estrecha vinculación con las relaciones sociales, las características físicas del entorno, pero también y, sobre todo, por las representaciones culturales y simbólicas de los guarijíos.

El concepto de territorio es utilizado de muy diversas formas por diferentes ciencias sociales, así como por la geografía cultural y la antropología, usando en este escrito o refiriéndonos a dicha categoría como los espacios geográficos culturalmente modelados, precisando que espacio y territorio no son términos equivalentes (Raffestin, 1980; Barabas, 2003), ya que el espacio está en posición de anterioridad frente al territorio; el territorio, dice Raffestin, es generado desde el espacio, necesitando de un conjunto de relaciones que nacen en un sistema tridimensional: sociedad-espacio-tiempo.

Hacia un entendimiento en la lógica de los asentamientos y la movilidad guarijío

Los guarijíos o makurawe1 de Sonora están asentados primordialmente en tres centros de población donde se ha concentrado la mayor parte de su gente: Mesa Colorada, Guajaray y los Bajíos. No obstante, ésta reciente concentración fue en un primer momento dirigida y auspiciada por las autoridades político- administrativas del gobierno federal cuando les hizo entrega de la dotación ejidal2 en el año de 1982.

Fuente: INPI,2020

Mapa 1 Localización de los guarijíos en el noroeste mexicano.  

Dicha congregación tenía como finalidad, tener un mayor control sobre las familias que se encontraban diseminadas por toda la serranía, para llevarles ciertos servicios básicos como educación y salud, así como para obtener mayor productividad del territorio y los recursos naturales. Cuando el gobierno mexicano les entregó un pedazo de tierra donde sembrar, motivó la sedentarización de este grupo indígena, a través de la creación de los ejidos Burapaco, Guajaray y los Conejos3, «obligándolos» a abandonar la movilidad y su forma tradicional de asentamiento disperso que tenían desde antes de la llegada de los españoles.

Mapa 2 Ejidos y rancherías del territorio guarijío 

Pese a que los guarijíos se han sedentarizado en el transcurso de los últimos cuarenta años, aún perdura su práctica de vivir en varios nichos ecológicos dependiendo de la temporada del año o trasladarse intempestivamente a otra localidad a raíz de algún problema de tipo social o familiar. Las repetidas mudanzas entre las familias que habitan en rancherías como Todos Santos, los Estrados, el Sáuz, Mochibampo y Bavícora, son la expresión tangible del gusto que denotan los miembros de este grupo indígena por los cambios de vivienda, así como las migraciones intrarregionales, jugando la reciprocidad y la organización social del grupo un factor determinante para llevar a cabo esta forma de apropiación del territorio.

Si bien es cierto que las formas de asentamiento territorial y el uso del espacio que practican los habitantes de la etnia han cambiado de manera considerable con el transcurso del tiempo, acelerándose dicho fenómeno en el lapso de los últimos cuarenta años. Nos lleva a preguntarnos, cómo entendían la territorialidad y el espacio tiempo atrás. Dónde podemos encontrar los orígenes de dicha forma de habitar el espacio.

La resolución de dicho interrogante requiere de una revisión de los procesos históricos, ya que el patrón de asentamiento disperso del que tanto hacen énfasis cronistas e investigadores que han estudiado la zona, incluye además del grupo étnico guarijío a los demás grupos que poblaron la región mucho antes de la llegada de los españoles a territorio sonorense, como se verá en el apartado siguiente a través de los asentamientos que los conquistadores denominaron rancherías.

De cazadores-recolectores y gente de ranchería

Las gentes fieras de que este capítulo escribiré vivían en rancherías por el grueso y senos de la serranía;...; llámense estas naciones Chínipas, Guazaparis, Témoris, Ihíos y Varohíos. Andrés Pérez de Ribas (1944, p. 38)

El antropólogo Edward Spicer (1962) en la introducción a su obra Cycles of Conquest, señala que antes de la llegada de los españoles, existían cuatro tipos fundamentales de economía y organización territorial entre los grupos indígenas del noroeste mexicano: 1) las aldeas; 2) las bandas (agrícolas y no agrícolas); 3) los pueblos y la gente de ranchería4. Este mismo autor señala que las características para estos últimos era que: a) la mayor parte de la gente de ranchería hablaba lenguajes que corresponden a la raíz uto-azteca5; b) las casas estaban dispersas y apartadas unas de otras como por media milla de distancia; c) el grupo que vivía en las rancherías cambiaba de ubicación en el curso del año; d) a pesar de que los indígenas habían fijado puntos de asentamiento, no eran vagabundos libres ya que se trasladaban buscando ciertos alimentos en ciertas áreas ya conocidas por ellos.

Carlos Manuel Valdés (1995, p.57), indica que fueron los misioneros españoles, quienes utilizaron por primera vez el término de ranchería para describir este tipo asentamientos, siendo dos los sentidos dados al término durante ese período de tiempo: 1) el de campamento, es decir, lugar escogido para pernoctar una o muchas noches y 2) el de pequeño grupo, que puede equipararse a banda o nación, siendo las rancherías conjuntos de entre 60 y 100 personas que permanecían juntas durante una parte del año buscando sus propios medios de subsistencia.

La arqueóloga Elisa Villalpando (1985), menciona que el patrón de asentamiento de ranchería se constituía de pocas casas, probablemente habitadas por una sola familia extensa, distribuidas a lo largo de un arroyo y de otros cauces. Aunque numerosos en individuos, tenían baja densidad poblacional, es decir, vivían dispersos en muy amplios territorios, asentados allí para cultivar en las terrazas aluviales6. Dicha arqueóloga menciona también, que en este tipo de sociedades la confianza en que los otros actuarán en forma recíproca no era automática, sino fruto de una sólida ética de compartir y reciprocidad generalizada, ya que el riesgo de arruinar el propio buen nombre y el hecho de ser excluido de futuros intercambios bastaba para que la gente prefiriera seguir las reglas establecidas.

La etnohistoriadora Cynthia Radding (1995, p.78) menciona algo importante en cuanto a la movilidad y flexibilidad de dichos asentamientos. Señala que las migraciones definían en gran medida los patrones de asentamiento de las rancherías, ya que estas cambiaban de lugar; de manera tal que los individuos entraban y salían del grupo doméstico debido a su necesidad de diversificar la búsqueda de recursos. Por lo anterior, la noción indígena de familia se extendía en ese entonces, más allá de los confines de cada hogar, involucrando a numerosos parientes que moraban en diferentes localidades. De la misma manera, sus «comunidades» abarcaban no sólo la aldea fija, sino también las rancherías y caseríos donde se asentaban diversos grupos domésticos, a veces por temporadas, de acuerdo con la estación del año y la actividad económica a la que se dedicaban.

En cuanto a la movilidad existente entre los grupos de ranchería, el hecho de visitar a parientes de otras áreas resolvía el problema de la escasez, ya que, mediante dichas visitas, se obtenía comida o algún producto que no hubiera en esa región. Asumiendo que, la visita sería retribuida, en contextos de menos fortuna o necesidad, por consiguiente, mantener vínculos estrechos con personas de otras áreas resultaba decisivo.

Así mismo, la exogamia y el realizar matrimonios y alianzas con personas de otras bandas, disminuía la tensión de una posible confrontación bélica y se hacía posible el intercambio de mujeres. Habría que resaltar el hecho que, en este tipo de agrupaciones no se puede hablar de sociedades «estratificadas» ni mucho menos contar con la presencia de un Estado, como ocurría en el caso mexica o maya. Tal como indica Radding (1995, p.24), el desarrollo de los pueblos serranos los distinguía del esplendor urbano de Mesoamérica, ya que los «sonoras» eran aldeanos y cultivadores, pero sus comunidades no alcanzaban la complejidad de la estratificación sociopolítica de los grandes señoríos mesoamericanos.

Las raíces del grupo étnico guarijío, así como las demás culturas serranas sonorenses provienen de una fuerte tradición agrícola-seminómada. Los grupos indígenas del noroeste mexicano denominados de ranchería, incluía a yaquis, mayos, tepehuanos del norte, tarahumaras, guarijíos, pimas y ópatas. Si bien es cierto que contamos con referencias escasas para el caso concreto de los guarijíos, por parte de arqueólogos e historiadores, que den cuenta del patrón de asentamiento de ranchería. Se infiere que lo señalado por Villalpando para cahitas-yaquis y mayos- y Radding para eudeves -ópatas- en los párrafos anteriores, es muy próximo a lo que pudieron haber experimentado los makurawe. Sobre todo, cuando se observa que, a través del tiempo, muchas de las cuestiones planeadas anteriormente siguieron vigentes de alguna manera entre este grupo indígena, como es el caso de la movilidad, los asentamientos dispersos, la distribución de estos en las orillas de los ríos, las migraciones constantes, así como la compartición de una sólida ética de la reciprocidad.

Durante los siglos que siguieron a la conquista del área donde habitaban los guarijíos, estos demostraron una férrea voluntad de quedarse al margen de todo esfuerzo de concentración o reducción desplegada insistentemente por los colonizadores y evangelizadores, traduciéndose lo anterior, en un manifiesto deseo de resistir a los procesos de aculturación coercitiva a los que fueron sometidos sus antiguos vecinos chínipas y guazapares, por mencionar sólo algunos.

Debido a que no se cuenta con información etnohistórica sobre los guarijíos del período que va de 1767 a 1934, esto nos deja el interrogante de saber cuáles eran las formas de organización que debieron preceder a las vigentes, así como poder rastrear instituciones más complejas que las actuales. Sin embargo, con el trabajo realizado por el botánico Howard Scott Gentry (1963), podremos percibir algunas implicaciones en cuanto a la territorialidad del grupo y su forma de habitar el espacio antes de la dotación ejidal como veremos en el apartado siguiente.

La movilidad del núcleo domestico guarijío durante el peonaje

Gentry (1963), en su trabajo elaborado en los años treinta del siglo XX con los guarijíos, elaboró una lista de ciento de plantas que conocían los guarijío para fines terapéuticos y comestibles. Lo cual hace suponer que al menos durante todo el siglo XX, los makurawe conservaron su vieja tradición agrícola-seminómada y de recolectores, viviendo como trashumantes, o seminómadas que cazaban cuando lo necesitaban y cuya base alimenticia más importante seguían siendo los recursos provenientes de la recolección, y en menor medida la agricultura y la pesca.

Gentry (1963, p.12) menciona ya desde entonces, que los guarijíos eran propicios a realizar migraciones internas dentro de su territorio, aunque decía desconocer la causa de dichos movimientos. Al respecto, el testimonio de Gildardo Buitimea, miembro del grupo étnico, ilustra los usos que daban a las plantas silvestres, la flexibilidad de sus asentamientos, la movilidad que practicaban, la reciprocidad y las relaciones de parentesco, lo cual formaba parte fundamental en la forma de vivir y habitar el territorio makurawe. Además, el ejido estaba lejos aún de ser parte constitutiva de su organización social y comunitaria, siendo otras lógicas las que imperaban dentro de los miembros de este grupo indígena:

Más antes comíamos chíchivo7, parecida a la papa, ahora por flojera no comemos eso, íbamos por los pescados al arroyo; había chalate8, los juntábamos en cantidades de veinte a treinta, el chalate bien dulce que sabe se muele y se hace pinole, lo secas y después lo mueles; luego nos daban tatema de mezcal, luego también sacábamos enjambres de abejas en los cerros y comíamos miel. José Juan andaba con nosotros, era bueno pa’ sacar enjambre y pescar, muy bueno para cazar jabalí, ahí durábamos meses por el arroyo Guajaray. En tiempo de frutas, juntábamos guamúchil9, también se seca y no se echa a perder, ya después lo come uno. De ése juntábamos hasta tres cargas, dos tres burros llenitos y de ahí nos íbamos pa’ los altos, a las cuevas a sembrar. En ese tiempo -de las aguas-, estábamos para ir a preparar la tierra para sembrar, ya llegando el tiempo de las aguas íbamos a sembrar; sembrábamos maíz, calabaza, sandía, caña, todo eso. Había personas que sembraban huehi o quelite de agua, esos dan semillita muy pequeña y lo secaban, juntaban mucho, unos veinte o treinta litros y con eso se hacen tortillas o tamales y comíamos fríjol colorado. También comíamos esos mezcalitos10(chicón) que había en los cerros, les quemábamos las espinitas, agarrábamos las penquitas y nos los comíamos con sal. Los cuece uno en la lumbre, ya que están tostaditos se comen. En tiempo de pitahaya11y etcho12, le quitábamos la semilla para hacer pipián. Todo el tiempo teníamos vecinos, por donde andábamos nosotros también teníamos familiares en Bachimba, como que nos íbamos siguiendo todos. Mas antes por allá lejos así estaba una casa, otra estaba pa’ arriba otra pa’ abajo. Nosotros íbamos pa’ donde había más comida, ya no sufríamos tanto cuando estábamos pa’ arriba, había trabajo en el desyerbe del ajonjolí13.

La reproducción extensa del relato de Gildardo brinda luz sobre la forma en cómo entendían y vivían los guarijíos el territorio durante el siglo XX, además nos revela las lógicas que imperaban en dicha sociedad antes de obtener los ejidos. Por ejemplo, cuando Gildardo menciona que «todo el tiempo tenían vecinos, y por donde andaban tenían familia», demuestra que el parentesco constituía una de las estructuras organizativas de esta sociedad. Así mismo, la parte donde se habla de las habilidades de José Juan para la pesca y la recolección de miel, hace alusión al hecho de que, en este tipo de sociedades, el bien de un individuo -en este caso José Juan- implicaba el bien no sólo de él sino de todos los demás, ya que si José obtenía comida no era un privilegio individual sino colectivo, el cual tenía que ser repartido de acuerdo a una definida normatividad que regulaba la distribución de los bienes. El relato denota también, que los miembros de esta sociedad practicaban el uso de varios nichos ecológicos, dependiendo de los recursos que les ofrecía su medio ambiente.

Como lo señala Gildardo cuando dice «a veces recolectábamos pitahayas o guamúchil, yendo después al río por pescados y en tiempo de aguas íbamos hacia arriba a sembrar», de lo cual se infiere también, que los guarijíos no podían acumular una gran cantidad de bienes materiales, ya que se desplazaban constantemente de un lugar a otro, consumiendo diariamente o hasta que las provisiones -de la caza y recolección- lo permitieran.

Durante aquel tiempo, no existía una estratificación social ni económica derivada de la posesión de objetos materiales, ya que no poseían bienes duraderos, esto es, tierras, huertas, ni viviendas que heredar a los hijos o a la familia, con lo cual se creó una especie de sociedad económicamente igualitaria. Aunque los relatos como el de Gildardo se refieren a una abundancia nostálgicamente evocada, resulta evidente que los makurawe lograron una adecuada relación entre los medios disponibles y el número de habitantes dedicados a la apropiación de su entorno, para poder perdurar y sobrevivir como colectividad a través del tiempo. Otro factor que influyó de manera determinante en la movilidad del grupo fue la ubicación de ríos, aguajes o arroyos, ya que éstos eran determinantes para la ubicación de los asentamientos makurawe, como lo denota el siguiente relato:

Antes vivía la gente donde había agua, pero si se enfadaban se iban de ahí y hacían otra casa, ahí donde había agua ahí hacían casa, a veces vivían en una cueva. Ya después ya la gente dejó de moverse, ya estamos ahora en una sola parte, ya después empezaron hacer casitas de palma y así cuando empezó el ejido, empezó a juntarse la gente, ya no estaban desparramados, empezaron a venirse pa’ lo plano, ya se dejaron ver14.

Ahora bien, más allá de las determinantes ecológicas imperantes en esta sociedad y en su patrón de asentamiento que dejan verse en los relatos antes citados. Existe un factor más, que tendrá importantes repercusiones dentro de la territorialidad y la organización social del grupo, así como en la producción económica de los makurawe. Nos referimos la presencia de los yoris15 o mestizos quienes a finales del siglo XIX (Haro & Valdivia,1996, p.13), comenzaran a formar parte esencial dentro del paisaje que habitaban los guarijíos de la zona serrana de Álamos, dando como resultado que los indígenas trabajaran como peones acasillados dentro de ranchos ganaderos16.

Al correr de los años los rancheros y mestizos a través de sus ranchos ganaderos, dieron origen al cacicazgo en la región guarijía por medio de tres familias mestizas (Haro & Valdivia, 1996)17, siendo los Enríquez los principales acaparadores de tierras para ganado. Fue durante este período de tiempo que las familias guarijías vivían en las inmediaciones de las haciendas como peones acasillados, trabajando bajo el sistema denominado a medias18 siendo dicho sistema el que determinara la producción económica entre los guarijíos durante aquel tiempo, prevaleciendo dicha condición prácticamente hasta finales de los años setenta.

Todo este tiempo evocado por los mayores, como la época donde había cabida únicamente para el trabajo; donde se carecía de todo, obteniendo como retribución únicamente algunos litros de maíz o sal con tortillas, teniendo que sembrar a medias con el patrón. Carecían de tierras propias, de escuelas y clínicas, de tal forma que se encontraban subordinados tanto por la explotación que sufrían a manos de los patrones de los ranchos donde trabajaban, así como por el contexto mayor del cual formaban parte, esto es, la región serrana de Álamos. El testimonio de Felixardo Macario nos parece bastante ilustrativo para mostrar lo que se señaló anteriormente:

antes nos pagaban diez centavos por tatemar lechuguilla (mezcal) para hacer vino, todo el día chingándole hasta oscureciendo. Sembrábamos maíz, levantábamos mucho, pero era para los yoris nomás. Yo me acuerdo de que en la mañana empezábamos el trabajo; todo el día trabajábamos nomás y por cuidar ganado ganábamos tres litros de maíz. No nos pagaban más, trabajábamos desyerbando maíz... cuatro días caminábamos hasta Navojoa para comprar sal, pero había mucha comida p’al monte. Después ya salíamos a trabajar al valle, $6.00 pagaban en pizca de algodón, sembrábamos con azadón, yo tenía como quince años. En San Bernardo trabajábamos sembrando ajonjolí, ya después el gobierno de México repartió terreno pa’ que no anduviéramos peleando con los yoris. Antes no invitaban a los guarijíos donde había escuela, les daban puro trabajo, les daban un litro de maíz para poder comer, no dejaban sembrar libre19.

Como vemos en el relato anterior, durante al menos la mitad del siglo XX los guarijíos vivieron a expensas de los rancheros, siendo la actividad productiva por excelencia la agricultura de temporal, utilizándola exclusivamente para la auto subsistencia. Aunque de alguna manera, la combinaban con la ganadería a medias, así como con la recolección de plantas silvestres o, trabajando ocasionalmente como jornaleros agrícolas en el Valle del Mayo y el Yaqui. Fue durante esa época que las familias guarijías tenían una gran movilidad, ya no solo en la búsqueda de productos alimenticios o migrando estacionalmente para aprovechar los diferentes nichos ecológicos. Sino que ahora, tendrán que desplazarse continuamente de un lugar a otro debido a su condición de peonaje dentro de los ranchos, ya que quedarán subordinados a las exigencias y caprichos del patrón, el cual decidía la cantidad de tiempo en que podían trabajar dentro de su propiedad.

De esta forma, una vez que el patrón daba por terminado el vínculo laboral, los guarijíos tenían que desplazarse hacia otros predios en busca de trabajo, ocasionando, que los grupos domésticos -guarijíos- no hayan cohabitado en continuidad más de cuatro o cinco años. Siendo así, el tipo de residencia de este colectivo no fuera estable, pudiéndose hablar durante aquel tiempo de una sociedad basada en la movilidad del núcleo doméstico.

La etnóloga Martine Segalen (1997, p.50) señala que en las regiones de arrendamiento o de aparcería, la movilidad podía venir impuesta si la situación económica daba una posición de fuerza a un propietario. En este caso, dice Segalen, el grupo doméstico estaba condenado a la movilidad, aunque ciertamente, no se trataba de un desarraigo en la medida en la que el campesinado se quedaba en su región de origen, pero estos múltiples cambios de residencia implicaban una ruptura o bien relaciones débiles con los diferentes miembros del grupo. El relato de Gerardo Romero Ciriaco puede ejemplificar lo anteriormente comentado:

Cuando se acabó -murió- mi apá vivíamos en la Escalera, de ahí se me acabó mi hermana y entonces quedamos dos nomás, mi hermana, nomás ese tiempo cuando estaba chiquito estaba con ella y con su marido José Buitimea, ahí me la llevaba, no trabajaba yo entonces, tenía quince vacas que me había dejado mi apá. No podía trabajar porque estaba muy chico, cuando tenía doce años me dieron chamba, entonces me pagaban $1 con Manuel Flores haciendo cercos en el rancho de ellos, de ahí hacíamos trincheras con el difunto José -papá de Cipriano-, hacíamos dos metros nomás de trincheras y ganaba $1 y de ahí entonces eso nomás hacíamos al día. Antes que empezara fuerte el sol empezábamos el trabajo, dormía en el monte porque íbamos lejos, ya después entonces me pagaba $2.50, ya después $3.00, entonces yo estaba más grande, hasta que me pago $5.00 el día. Dije yo -no hay qué comer-, hay que tatemar mezcal para poder comer y me fui p’al Quiriego y me contrató el difunto Nieves, donde estaba Manuel Flores se llamaba Peñasco y le pedí permiso para vivir en el Maquipo -dentro de su rancho-, y me dijo que estaba bueno. Pal’ otro día fuimos a Maquipo diciéndonos el difunto Nieves que podíamos magüechar (sembrar) allá en el monte. Ese Manuel Flores no nos dejaba sembrar ni cosechar, teníamos que sacar primero su maíz y cuando uno sacaba el de uno ya estaba malo. Yo me iba pa’ Tesopaco a chambear porque no había que comer en el Maquipo, hasta mayo me regresaba a Maquipo a sembrar, así vivíamos. Entonces comenzaron con eso de hacer el ejido -dijeron - ¿van a querer ustedes? Muchos no querían, yo entré entonces y vinieron los amigos y nos llevaron a México, los que iban ayudarnos a hacer el ejido. Viví un tiempo en la Ventana y de ahí me fui a Peñasco en donde conocí a mí esposa y me junté con ella y tuve dos hijos, uno se murió y otro vive en Tesopaco. Más antes estábamos desparramados, no estábamos en una sola parte, estábamos pal’ Maquipo, otro pal’ Plátano, otros estaban para el Frijolar, otros pal’ Cura y todos se bajaron a los Bajíos, el rancho era de Juan Félix y ése se lo vendió al gobierno. Antes vivíamos donde podíamos magüechar, ahí se iba la gente, por eso vivíamos desparramados, ora no, ahora ahí estamos20.

Vemos en el relato citado in extenso de don Gerardo, que la recolección de plantas silvestres y la movilidad seguían aún vigentes en este grupo. Pese a ello, durante el tiempo que trabajaron como peones, tendrán que ir de un lugar a otro enbusca de trabajo, quedando así, supeditados a las órdenes y atropellos de los rancheros de la región. Podemos observar también en el relato anterior, que los guarijíos expresaban y habitaban la sierra con formas de movilidad, flexibilidad y fluidez distintas a la de los mestizos, éstos últimos a pesar de cohabitar el mismo territorio se apropian del entorno bajo lógicas distintas. Esto nos remite a precisar una cuestión que nos parece pertinente señalar en cuanto al uso de los términos rancho y ranchería.

En este escrito, definimos, al patrón de asentamiento de ranchería siguiendo a José Luis Moctezuma & Claudia Harriss (2003, p.6), quienes apuntan que son: «espacios escasamente poblados, donde pareciera no haber una traza definida, en donde no existen jerarquías políticas ni centros ceremoniales de gran relevancia, como son las iglesias. Tampoco mercados o lugares equivalentes para el intercambio de bienes materiales». Dicho patrón de asentamiento obedece a ciertas características que implican un uso específico de los espacios, teniendo implicaciones en la organización social del grupo.

Como señalan Barragán & Linck (1994, p.69) el término rancho constituye una unidad de producción agropecuaria bajo el régimen de propiedad privada, de tal manera que las sociedades rancheras se caracterizan por un sentido agudo de la propiedad privada, caso contrario a los indígenas guarijíos, en donde la mayor parte de las veces se busca el beneficio de la comunidad, no recibiendo ninguna remuneración económica cuando se trabaja para el ejido. En ese sentido, podemos afirmar que la organización ranchera es corolario de una ocupación y aprovechamiento diferenciado, ostentando las sociedades indígenas una situación opuesta.

Durante la época revolucionaria en México se dio la fragmentación de las haciendas para dar pie al surgimiento de las formas productivas llamadas ranchos y a sus actores sociales denominados rancheros, por lo cual, rancho y ranchería no son términos equivalentes, ya que el primero alude a una forma productiva mientras que el segundo a un patrón de territorialidad indígena, al menos ese es el sentido dado en este escrito.

Retomando la discusión acerca de la territorialidad y las actividades productivas entre la etnia guarijía. Hemos visto hasta ahora la trayectoria que ha seguido el grupo a través del tiempo, el cual ha estado íntimamente ligado a las relaciones sociales, económicas y de parentesco. Teresa Valdivia (1984), plantea la transformación económica del grupo en los términos siguientes (postura con la cual estamos de acuerdo):

De haber sido -posiblemente- un grupo cazador y recolector; b) pasó a ser un grupo de pequeñas aldeas agrícolas autosuficientes que se apoyaban en su medio ecológico abundante en plantas y frutos silvestres comestibles semidesérticos; c) hasta convertirse en peones de hacienda y últimamente en jornaleros temporales y otro tipo de trabajos asalariados.

Completando a dicho planteamiento, que en la actualidad los guarijíos pasaron de ser peones acasillados a pequeños ejidatarios ganaderos -vía la dotación ejidal-, dándose con esto una transformación y reorientación en las actividades productivas del grupo. En efecto, los guarijíos a finales de los años setenta y ochenta, quedarán incorporados dentro de la dotación ejidal ganadera que se llevó a cabo con los campesinos de la zona serrana de Álamos, convirtiéndose durante la época de los noventa en la principal actividad productiva de este grupo indígena, junto al narcotráfico que impera actualmente en la región.

¿Del mahuechic21 a ganaderos exitosos?

Como señalan Ernesto Camou & Paulina Pérez (1991), la ganadería en Sonora había sido una actividad en manos de grandes propietarios privados hasta mediados del siglo pasado, cuando experimentó un cambio cualitativo: una incorporación acelerada de campesinos de la zona serrana de Álamos y de indígenas guarijíos, los cuales emergieron como un nuevo segmento de la sociedad rural y pronto se convertirían en el grupo económico más dinámico dentro del sector productivo.

Los campesinos de lugares como San Bernardo, la Aduana o Promontorios eran en su mayoría mineros, gambusinos y criadores de mulas, siendo incorporados a la producción de la cría de becerros. Estaban integrados también, a la producción minera de compañías que se desarrollaban en sus localidades. El cambio a la producción ganadera significó aumentar la dependencia y subordinación al Estado mexicano, como veremos más adelante, quedando integrados en los niveles de la región del mayo como un todo, al integrar a sus comunidades y a sus familias a ese proceso.

Si anteriormente el Estado había salvaguardado la tierra en manos de los productores privados cuando así le parecía conveniente, más tarde, incorporó a los ejidos en la producción pecuaria, canalizando créditos para propiciar una infraestructura ganadera que estuviera más acorde también con las demandas internacionales del mercado de la carne. Para el caso específico de los guarijíos será la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas22 -CDI guarijío- a través de los Fondos Regionales23, quien ofrece asesoría técnica y compra alimentos e instrumentos que se utilizan dentro de la vaquería y el proceso productivo ganadero. Existe también un proyecto de fomento ganadero y otro más denominado Filco, los cuales son apoyos que se erigen tanto en especie como en efectivo, siendo dichos recursos destinados para la rehabilitación de corrales, praderas, cercos, abrevaderos, rehabilitación y construcción de pozos, con lo cual se ve claramente que la ganadería recibe un impulso importante por parte del Estado, lo cual los obliga cada vez más a dejar de lado su antigua práctica recolectora y agrícola.

En el lapso de cuatro décadas se formó en la sierra que habitan los makurawe, un estrato de pequeños y medianos ganaderos orientados a la cría de becerros, los cuales producen utilizando su propia fuerza de trabajo en los agostaderos ejidales, practicando la ganadería extensiva, la cual se apoya más en la utilización de sus recursos naturales, que en la aplicación de técnicas de producción artificial, por lo que pueden subsistir dentro del proceso con menor inversión de capital que los grandes productores empresariales.

Comenzó entonces una tendencia a parcelar el proceso de producción de carne de bovinos: los ganaderos privados -medianos y grandes- sin abandonar la cría, han tendido a especializarse en otras etapas más redituables de la vida del animal como son la pre-engorda y la engorda. Son ellos los que se encargan también de la exportación de ganado a los Estados Unidos, mientras que las unidades de producción campesinas comenzaron una dinámica que los ha llevado a especializarse en la cría de becerros al destete.

Dicha especialización dentro del proceso productivo ha implicado básicamente dos cambios fundamentales entre los miembros del grupo étnico guarijío: 1) la total reorientación de la unidad de producción hacia el mercado, ya que no producen para el auto consumo sino para la venta y 2) se modificó el destino y orientación de la producción, puesto que los makurawe antes tenían la agricultura como principal actividad económica, apoyada en una ganadería de auto abasto, mientras que ahora tienen la cría de becerros como la principal actividad, apoyada por una agricultura que se dedica al cultivo de forrajes para alimentar al hato de la unidad ganadera.

Su posición en la base de una pirámide de productores los ha colocado en una situación estructural de lo más frágil, ya que ellos cargan con el mantenimiento de los vientres hasta que llega el momento de la venta, cuidando al animal recién nacido hasta el destete, aproximadamente a los diez meses que es cuando lo venden para el segundo ciclo.

La segunda etapa es la pre-engorda o repasto, actividad que ejercen sobre todo los grandes ganaderos privados y en ella se deja al becerro pastar en praderas de buena calidad, con frecuencia de Buffel o Rye-Grass, para que adquiera peso.

Al finalizar el repasto el becerro está listo para la tercera etapa, la engorda en corrales especiales, en los cuales se mantiene al animal bajo confinamiento y se le alimenta con concentrados, granos y forrajes para que aumente de peso en poco tiempo y adquiera la carne una palatabilidad especial, apropiada para la venta al mercado urbano. La última etapa es el sacrificio y empaque de la carne. Estas dos fases están controladas por unos cuantos grupos de grandes ganaderos e industriales locales.

La estructura piramidal antes planteada se basa en la existencia de varios productores con recursos diferentes: aquellos ejidatarios o minifundistas, como es el caso de los guarijío, que tienen menor capital y tierras con menor capacidad o localizadas en las partes abruptas del pie de monte a la sierra, quienes se han ido especializado en la cría; los propietarios de ranchos con agostaderos de buena calidad y capital o crédito para sembrar pastos inducidos o forrajes, han ido poco a poco y sin abandonar la cría, especializándose en la pre-engorda; algunos que tienen mucho capital y créditos se han dedicado a la engorda de bovinos, empresa en muchas ocasiones integrada a los rastros y empacadoras de carne de primera.

A pesar de erigirse como la actividad productiva más rentable entre los indígenas, uno de sus inconvenientes es que se ocupan muy pocas manos para desempeñar este trabajo, ya que unos cuantos vaqueros pueden realizar satisfactoriamente esta labor, por lo que el grueso de la población queda aún sin emplearse.

Otra de las desventajas es el trabajo intermitente de dicha práctica, requiriéndose varios hombres únicamente cuando se necesita juntar el ganado para venderlo o bien cuando se cambian los animales de un potrero a otro. Tendríamos que considerar también, el hecho de que los guarijíos al ubicarse en el eslabón más frágil y endeble dentro del proceso productivo ganadero -la cría-, y al entrar en el mercado internacional de la carne, no controlan ni determinan los precios del producto, ya que estos son determinados por los grandes mercados internacionales.

Por último, los integrantes del grupo se quejan de la manera en que se manejan los fondos regionales, ya que todas las transacciones monetarias y logísticas corren a cargo del personal que labora en el CDI, con lo cual, los guarijíos se convierten en simples espectadores, donde la mayoría de las veces dicen desconocer la cantidad de la venta total y la manera en qué se invertirá dicho recurso.

Tenemos que mencionar al narcotráfico como la otra actividad productiva más rentable entre este grupo indígena, en donde los makurawe trabajan eventual o permanentemente como peones en la siembra de marihuana, sin que participen en los pasos subsiguientes del proceso productivo. Los cultivos destinados al narcotráfico desplazan muchas de las formas tradicionales de uso del suelo, provocado esto principalmente, a partir de la profunda crisis del campo que se ha venido acentuando desde mediados de la década de los años setenta. Así mismo, la transición de la producción en los campos resulta evidente si consideramos las penurias vinculadas al trabajo agrícola con tierras poco productivas, escasez de agua y en donde las cosechas resultan la mayor de las veces exiguas inclusive para el consumo familiar, pese al gran esfuerzo que se invierte, aunado esto a las condiciones climatológicas de la zona, donde las sequías han azotado a la región por espacio de cinco años consecutivos.

¿Mesa Colorada y el final del patrón de asentamiento de ranchería?

Fue en la época de los años ochenta cuando los makurawe consiguieron tierras ejidales, así como la instrumentación de diversos programas de ayuda y financiamiento gubernamental, a partir de la apertura del Centro Coordinador Indigenista Guarijío (CCI-Guarijío24). El CCI-Guarijío llevo a cabo el proyecto de antropología aplicada, denominado «Asentamiento de tres poblados guarijíos», planteando la necesidad de que sus pobladores -antes diseminados por el grueso de la serranía-, se establecieran y congregaran preferentemente en tres ejidos.

La concentración que se les pedía y era además auspiciada por el Estado mexicano, fue relativamente exitosa en un principio, ya que Mesa Colorada, se convirtió en el lugar donde se podía disfrutar de todo lo que antes no se tenía: consulta médica en el centro de salud, niños y jóvenes con acceso a la educación, tiendas con el nombre de Compañía Nacional de Subsistencias Populares (Conasupo)25 para comprar artículos de la despensa familiar, vías de comunicación, construcción de letrinas y una red de agua potable.

Mesa Colorada se convirtió en la comunidad más cercana a la cabecera municipal de Álamos, y a la única que se podía llegar en auto por terracería, siendo ahí también, donde llegaban algunas campañas de vacunación, oftalmológicas o dentales y donde se presenta esporádicamente alguna de las autoridades de los tres niveles de gobierno26.

Dichos beneficios trajeron como consecuencia, que al cabo de los años la Mesa se convirtiera en la ranchería más cosmopolita y de mayor densidad poblacional, albergando en su interior a gente de todas las demás rancherías, desde gente que pertenecía a Mochibampo, Huataturi, y Bavícora, hasta quienes pertenecían a los Estrados y los Bajíos, poblándose además por gente guarijía proveniente de los ranchos más próximos a Mesa Colorada, es decir, Burapaco, Satajaqui, Setajaqui y Miramar.

Mapa 3 Localidades y densidad poblacional en la región guarijía de Sonora 

De lo anterior, se comprenderá por qué Mesa Colorada surge como un poblado que responde a una lógica gubernamental, siendo el principal asentamiento poblacional donde ha perdido vigencia el patrón de asentamiento de ranchería y las lógicas que de ella emanan, como veremos enseguida.

En efecto, cuando se erige la ganadería como la principal actividad productiva del grupo, se construyeron almacenes para guardar forraje y demás utensilios que se utilizan dentro de la ganadería, lo cual trajo la posibilidad del aprovisionamiento, práctica que en el pasado era poco o nada común entre los guarijíos. El almacenamiento frenó de cierto modo las constantes visitas intrarregionales que con anterioridad acostumbraban a hacer los miembros del grupo.

Foto 1 Potrero en territorio guarijío. 

El hecho de tener cierta dependencia hacia el almacenamiento como fuente de seguridad, redujo las visitas a parientes de otras rancherías para enfrentar los imponderables de la naturaleza y la escasez. Con la creación de la Conasupo y de pequeñas tiendas donde se vendían productos enlatados y de primera necesidad, se redujeron de manera considerable aquellas largas y cansadas caminatas en busca de chíchiva, pitahaya y demás plantas silvestres a las que hacían referencia varios de los relatos presentados líneas más arriba. De igual forma, el cambio en los patrones alimenticios hizo que de a poco, se presentaran casos de obesidad, desnutrición o incluso diabetes entre los miembros de este colectivo, ya que ahora, tenían a la mano productos industrializados y con altos índices de azúcar, tales como refrescos, frituras, café instantáneo y golosinas.

Es por eso también, que en una de las narraciones se mencionaba que ahora por «flojera» no iban más a recolectar miel o alguna planta silvestre, sin embargo, no era tanto por falta de deseo o desaliento, sino que ahora ya pueden obtener productos básicos en la tienda, tales como azúcar, fríjol, aceite, harina o sal.

Algunas gentes mayores, recuerdan que, durante la época de peones acasillados, si querían acompañar los pocos alimentos que tenían con sal, debían primero recorrer un trayecto de dos días en mula, teniendo que conseguirla en la ciudad de Navojoa, lo cual resulta hoy día impensable para los jóvenes guarijío.

El consumo alimenticio de los guarijío tiende a gravitar cada vez más en recursos procedentes del exterior y menos de la caza y la recolección, propiciando el endeudamiento y la imposibilidad de reinvertir las pocas ganancias individuales de los ejidatarios. Si bien es cierto, que la recolección de plantas silvestres sigue aún vigente entre los miembros del grupo, corroborándose esto en la actualidad, a través del extenso conocimiento que tienen de la botánica y la herbolaria de su entorno. Esta actividad es menor, y el amplio conocimiento que tenían se ha ido perdiendo a través del tiempo. Esto se evidencia en la pérdida de algunas prácticas culinarias tradicionales de cuando la movilidad formaba parte esencial de su ethos, así como una cantidad importante de habilidades guarijías de caza. Por ejemplo, gente adulta recuerda una técnica llamada cimbra, la cual consistía en cazar un venado con ayuda de un maguey. Los niños practican hoy día la pesca como una actividad lúdica o de pasatiempo, mientras que antes formaba parte complementaria de su dieta y sus actividades productivas.

Con la dotación ejidal se creó una nueva geografía dentro del imaginario de este grupo indígena al identificar y repartir -vía los ejidos- los territorios de explotación, así como la definición de sus respectivos límites, exigiéndoles de alguna manera a sus habitantes, un estricto apego al ejido del cual formaban parte, ya que ahora los unen cuestiones productivas, políticas y ceremoniales27 del ejido del cual forman parte.

En efecto, el manejo del ganado y las diversas actividades de beneficio colectivo se llevan a cabo a través de la asamblea general, del comisariado ejidal y del consejo de vigilancia, que son sus formas de organización comunitaria. Las reuniones ejidales se celebran cada fin de mes, tomando decisiones sobre asuntos y problemáticas diversas que acontecen en cada ejido, por lo que resulta complicado tener la movilidad que se tenía anteriormente. Incluso, el hecho de tener un pedazo de tierra que heredar a los hijos, hace que los guarijíos permanezcan en el ejido del cual forman parte.

Debemos decir finalmente, que la violencia -producto del narcotráfico- ha generado migraciones y desplazamientos de familias enteras, algunas gentes han tenido que abandonar definitivamente su lugar de origen, teniendo que desplazarse hacia poblados mayos o para el caso de la gente que reside en los Bajíos, hacia el municipio del Quiriego.

A manera de conclusión

Hemos visto en las páginas anteriores, las estrategias adaptativas que desarrollaron los makurawe, de acuerdo con el contexto y situación histórica que les envolvía para dejar de ser un grupo seminómada. Vimos cómo antes de la llegada de los españoles, los guarijíos realizaban migraciones estacionales, tenían una movilidad constante y el establecimiento de sus caseríos, estaba ligado a la ubicación de ríos y aguajes, todo esto, con el fin de aprovechar al máximo los recursos que les ofrecía un medio ecológico semidesértico.

Debido al trabajo de Gentry, sabemos que durante el siglo veinte, los guarijíos mantuvieron su vida seminómada, es decir, la base para subsistir era la recolección y en menor medida la agricultura, siendo la pesca y la caza suplementos en su vida cotidiana. Analizamos la movilidad del núcleo doméstico guarijío durante la época del peonaje, donde los grupos domésticos no convivían más de cinco años juntos, ya que tenían que desplazarse hacia otros ranchos en busca de trabajo, una vez que el dueño finiquitaba su labor.

Podemos afirmar, que el patrón de asentamiento de ranchería se distingue por ser un formato organizativo de la vida indígena makurawe, el cual ha permanecido como una propuesta originaria de este grupo étnico -así como de las demás culturas indígenas que habitan el noroeste mexicano-, desde tiempos precoloniales.

Dicho patrón, ha significado una manera diferente de relacionarse y entender el territorio, frente a la sociedad dominante, a pesar de que el Estado mexicano asignó al ejido como la nueva forma de organización territorial. Al imponer el Estado, el formato ejidal -y la ganadería como actividad productiva primordial-, consiguieron sedentarizarlos parcialmente, abandonando de a poco las formas que tenían de relacionarse con su medio ambiente y su forma de vida itinerante. Como analizamos en el escrito, ante la posibilidad de acceder a mejores recursos y una mejor calidad de vida, ciertas características históricamente fundamentales de la cultura guarijío, -la caza y la recolección-, han tendido a debilitarse, observándose lo anterior primordialmente en el poblado de Mesa Colorada, siendo actualmente el narcotráfico, la mayor problemática que enfrentan los miembros de este pueblo.

Desgraciadamente, ni la ganadería, ni la reciente concentración impuesta por el Estado Mexicano, han resuelto los grandes problemas de este colectivo, quienes ocupan el primer lugar en pobreza y marginación de la zona serrana de Álamos, sin embargo, se han conseguido beneficios que, sin estas acciones emitidas por el Estado, hubieran sido imposibles de llevar a cabo.

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1Makurawe es la forma en que ellos mismos se autodenominan, por lo que en este escrito utilizamos indistintamente guarijío o makuarwe, recordando que existe una colectividad guarijía que habita en el estado de Chihuahua.

2El tejido es el sistema de distribución y posesión de la tierra que se institucionalizó después de la Revolución mexicana y que consiste en otorgar un terreno a un grupo de personas para su explotación.

3El ejido Burapaco comprende a Mesa Colorada, Huataturi y Bavícora; el ejido los Conejos incluye a San Pedro, los Estrados y los Bajíos, mientras que Guajaray es el ejido propiamente dicho.

4Para Spicer había tres grupos mayores de gente de ranchería: 1) tarahumaras y conchos, 2) los pimas y 3) los cahitas y ópatas.

5El guarijío es una lengua utoazteca.

6Practica que aún llevan a cabo los guarijíos en los márgenes de los ríos llamándoles «veranos». El inconveniente de este tipo de cultivo es que una subida en la corriente del río, se lleva la cosecha que ahí se sembró.

7Chichihuó. - Dioscórea remotiflora (pertenece a la familia de las patatas).

8Chalate. Ficus radulina

9Macuchuni (guamuchil). Pithecollobiun dulce

10Mezcal (separí o temuhcí). Agave bovicornuta (de la familia del agave).

11Pitahaya (megüeri). Lemaireocereus thurberi.

12Chiquí ó etcho. Pachycereus pecten-aboriginum (de la familia de las cactáceas).

13Entrevista realizada en Mesa Colorada en 2016

14Entrevista realizada en Mesa Colorada en 2016

15Texto extraído del diario de campo, 2017.

16Yori es la manera en que los guarijíos nombran a los blancos o «gente de razón».

17Durante la época porfirista (1877-1911) se inició un período de recuperación de la ganadería, debido a las garantías que este régimen dio a la formación de latifundios, lo cual, ocasiono la creación de ranchos y grandes extensiones de tierra en manos de unas cuantas personas.

18El sistema a medias se aplicaba tanto en la ganadería como en la agricultura. Siendo el patrón dueño de los medios de producción, utilizando del indígena su fuerza de trabajo. Así, del producto final de la producción, se le tenía que dar la mitad del producto al dueño o poseedor de los medios de producción y la otra mitad a quién puso la fuerza de trabajo.

19Entrevista realizada en los Estrados, 2017.

20Entrevista realizada en los Estrados, 2017.

21El mahuechic es la agricultura practicada en las faldas de los cerros. Será lo que en el centro y sur del país se conoce como la milpa.

22CDI, llamado ahora Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas (INPI).

23Es un fondo donde el gobierno presta una cantidad de dinero para que la gente invierta, -en este caso, en cabezas de ganado-, de tal manera que se debe devolver ese dinero al fondo una vez que se vende el producto.

24Operando en la región desde el año de 1979 hasta la fecha.

25Fue una empresa paraestatal mexicana que se dedicó a acciones relacionadas con el sistema de abasto y la seguridad alimentaria. Con el paso de los años, se fueron extinguiendo, hasta desaparecer durante el sexenio de Ernesto Zedillo (1994-2000).

26Para tener acceso a dichas campañas o el ser escuchados por alguna autoridad gubernamental, los miembros de los otros dos ejidos tenían que trasladarse hasta Mesa Colorada. Lo mismo ocurre para poder comprar despensas o artículos de primera necesidad. Esto implica realizar caminatas de más de ocho horas de viaje más el regreso a sus lugares de origen.

27El comité fiestero de cada ejido se encarga de los preparativos del festejo de la ceremonia de la cavapizca durante tres años consecutivos, teniendo la obligación de realizar dicha tarea durante el tiempo que están en el cargo.

Recibido: 01 de Abril de 2020; Aprobado: 17 de Julio de 2020

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