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Tabula Rasa

Print version ISSN 1794-2489

Tabula Rasa  no.39 Bogotá July/Sept. 2021  Epub Mar 29, 2022

https://doi.org/10.25058/20112742.n39.03 

Artículo de investigación

MÁS ALLÁ DE LA VIVIENDA: LA METAMORFOSIS DE LA LUCHA Y LA ESCALARIDAD DEL MOVIMIENTO DE LOS SEM-TETO BRASILEÑO1

Beyond Housing: The Metamorphosis of Brazilian Sem-Teto Movement’s Struggle and Scalarity

Além da moradia: a metamorfose da luta e a escalaridade do movimento dos sem-teto brasileiro

Matheus da Silveira Grandi1 
http://orcid.org/0000-0001-8342-6792

1 . Doctor en Geografía, Universidade do Estado do Rio de Janeiro. Universidade do Estado do Rio de Janeiro, Brasil mtsgrandi@gmail.com


Resumen:

El movimiento de los sem-teto brasileño es uno de los principales movimientos sociales urbanos contemporáneos del país. Como en otros movimientos, la categoría lucha tiene centralidad en las elaboraciones discursivas que legitiman sus prácticas socio- espaciales. Este artículo empieza de la polisemia y metamorfosis de la categoría lucha para reflexionar acerca de las formas en que dicho activismo escalariza sus acciones. Primeramente son expuestas las comprensiones básicas sobre la escalaridad; luego se destacan dos aspectos del rol práctico-político de dicha categoría que apuntan a la emergencia de la lucha en cuanto categoría escalar que ofrece una de las referencias que explican el funcionamiento del mundo, motivan las acciones y confieren trascendencia a las prácticas socio-espaciales cotidianas de dichos sujetos; y finaliza destacando las características prácticas, duales (contigua y discontinua) y forzosamente políticas de las escalas geográficas.

Palabras clave: escalaridad; movimiento de los sem-teto; derecho a la ciudad; vivienda social; Brasil.

Abstract:

The Brazilian sem-teto or homeless worker movement is one of the main contemporary social urban movements in Brazil. As in other movements, the category struggle is central in the discursive theorizations legitimating its socio-spatial practices. This article begins with the polysemy and the metamorphosis of the struggle category in order to reflect upon the expressions used by this activism to scalarize its actions. First, some basic notions on scalarity are presented; then, two aspects of the practice-political role in the scalarity category are highlighted. These aspects point to the emergence of this struggle as a scalar one. In turn, scalarity helps us to explain the workings of the world, the drivers of some actions, and the transcendence of daily socio-spatial practices by sem-teto activists. Finally, the practical, dual (contiguous and discontinuous), and necessarily political features of geographic scales are highlighted.

Keywords: scalarity; Sem-teto movement; right to the city; social housing; Brazil

Resumo:

O movimento dos sem-teto brasileiro é um dos principais movimentos sociais urbanos contemporâneos do país. Como em outros movimentos, a categoria luta tem centralidade nas propostas discursivas que legitimam suas práticas socioespaciais. Esse artigo parte dapolissemia e das metamorfoses da categoria luta para refletir sobre as formas como esse ativismo escalariza suas ações. Em primeiro lugar são expostas as compreensões básicas sobre a escalaridade; em seguida destacam-se dois aspetos do papel prático-político dessa categoria que apontam à emergência da luta enquanto categoria escalar que oferece uma das referências que explicam o funcionamento do mundo, motivam as ações e conferem transcendência às práticas socioespaciais cotidianas desses sujeitos; por fim, termina salientando as caraterísticas práticas, duais (contígua e descontínua) e inevitavelmente políticas das escalas geográficas.

Palavras chave: escalaridade; movimento dos sem-teto; moradia de interesse social; Brasil.

Introducción

Entrábamos en el invierno de 2013 y la convivencia en la Ocupación Quilombo das Guerreiras,2 ubicada en la zona portuaria de Río de Janeiro, se volvía más tensa en los últimos meses. Por un lado, la alcaldía de la ciudad -en la figura de la Compañía de Desarrollo Urbano de la Región del Porto de Río de Janeiro (CDURP)- había recientemente enviado a los galpones abandonados, anexos al edificio de la ocupación, decenas de familias desalojadas por las obras de restructuración urbana en la región portuaria. En esos espacios, tales familias pasaron a convivir con ex-moradores de Quilombo das Guerreiras que allí vivían después de ser expulsados de la ocupación por su Colectivo por incumplir el reglamento interno del edificio, elaborado exclusivamente y en conjunto por las/los ocupantes. Las relaciones entre los grupos se hacían más complicadas paulatinamente con intimidaciones y amenazas que parte del grupo que vivía en los galpones ejercía sobre la ocupación -a deslegitimar y, en consecuencia, debilitar la organización colectiva-. Por otro lado, el avance de las obras de reestructuración del área portuaria -el llamado Proyecto Porto Maravilha, en aquél momento la más grande colaboración público-privada en área urbana de Brasil (Teixeira, 2018)- modificaba intensamente la infraestructura de las vías de la región, impactando la circulación y el suministro de energía eléctrica y agua del edificio. Así, las condiciones materiales de vida en el inmueble se precarizaban, añadiendo tensión a las relaciones personales e inestabilidad política a su organización interna. Fue entonces que Lisa3 me contó sobre los desafíos de la ocupación en aquel momento:

Creo que las cosas más difíciles de vivir hoy en día aquí dentro es un caso que sucede tanto aquí y allá afuera. Es que hay personas con conciencia política y hay personas que no la tienen. ;...; Tanto aquí como en cualquier lugar esto ocurre. Entonces lo que falta un poco aquí dentro es un poco de, creo, compañerismo, que la gente tenga un poco más de consciencia de que se está luchando por una buena causa. Una causa justa y que es nuestra (traducción propia).

Lisa es vendedora informal en la calle y fue presentada al colectivo después de ser invitada por una conocida a visitar la ocupación. Pasó por un periodo de evaluación antes de efectivamente convertirse en habitante, cuando empezó a ser reconocida formal e informalmente por su participación en las tareas de la ocupación. Al hablar de las dificultades, ella encadenaba la idea de «compañerismo» a la noción de «conciencia de que se está luchando por una buena causa», resonando vínculos experimentados en su piel en sus más de seis años de vida en aquél edificio - su primer involucramiento con movimientos sociales-. Según Lisa, la tolerancia jugaría un rol central en esa cadena de compromisos, pues le parecía obvio que «a la gente no le gusta todo el mundo, pero se está luchando por una vivienda. Entonces tenemos que unirnos para lograrlo» (traducción propia).4 En su opinión, el compañerismo es lo que permitiría la acción conjunta. Tolerar la diferencia del Otro actuaría en pro de la unión que permite la actuación colectiva en el sentido de lo que unifica a las personas de la ocupación: la búsqueda de una vivienda. Las motivaciones para las posturas personales, por lo tanto, eran parte de un contexto de acciones realizadas teniendo en vista la «lucha por la vivienda» en cuanto proceso colectivo. El «compañerismo» y «unión» en la «lucha» colectiva era la referencia para que la acción individual fuera considerada con conciencia política.

Entre las narrativas que legitiman las prácticas socioespaciales de los movimientos sociales urbanos, las ideas de conciencia o politización a menudo se asocian a la categoría lucha. La importancia de esta categoría en el movimiento de los sem- teto brasileño,5 a su vez, es clara por diferentes razones: su presencia frecuente en nombres de diferentes organizaciones del movimiento; en los cantos entonados en las protestas y actividades internas; en trabajos académicos sobre el movimiento que son elaborados en distintos estados del país. Pero su relevancia también se expresa en la centralidad que asume el término en las narrativas de las organizaciones del movimiento buscando legitimar sus acciones. 7 Además se puede subrayar el rol de la idea de que las luchas -la lucha por la vivienda incluida- deberían siempre ir más allá de sus «pautas propias» entre las personas involucradas con movimientos sociales. La reflexión sobre eso, así, implica pensar sobre las definiciones que separan la «lucha específica» de lo que va más allá de la lucha por la vivienda.

La centralidad de la vinculación de la categoría lucha con las ideas de conciencia o formación política en medio del movimiento de los sem-teto emerge, entonces, como una cuestión intrigante. ¿Cuáles serían, por ejemplo, los diferentes entendimientos de la lucha por parte de moradores de las ocupaciones? ¿Cuál sería el rol del contacto con las organizaciones y con los territorios del movimiento en las narrativas personales sobre sus relaciones con la lucha? Y ¿qué papeles desempeñan las distintas comprensiones de la lucha en los procesos de movilización colectiva de eses sujetos políticos?

En este artículo el objetivo es reflexionar sobre cómo el contacto con el movimiento de los sem-teto y sus espacios influye en las formas en que sus participantes confieren sentido a su cotidianidad, aprovechándome metodológicamente de los cerca de siete años de actividades junto a algunas de las ocupaciones de ese movimiento en Río de Janeiro y de aproximaciones esporádicas de ocupaciones de São Paulo.6 Parto de la concepción de que tales sentidos se alimentan de las maneras específicas de articular el espacio-tiempo del día a día a otros momentos y espacios que traspasan ese recorte histórico-geográfico -en términos espaciales, tales articulaciones son parte central de la escalaridad de las prácticas socio- espaciales-, eje teórico central de los intereses de estas páginas.7 Dichas formas de relacionar y encuadrar el cotidiano en contextos explicativos que lo extrapolan actúan como matrices explicativas que sirven como referencia importante (aunque no exclusiva), para las maneras como las personas perciben, codifican, significan y actúan sobre el mundo. La categoría lucha fue elegida como instrumento para abordar ciertos aspectos de esa influencia, por tratarse de una categoría recurrente en las narrativas de moradoras y moradores de ocupaciones que justifican y explican sus actitudes cotidianas y sus relaciones con el activismo social.8 La lucha se presenta, entonces, como una buena categoría para pensar.9

En este artículo, empiezo presentando una sección teórico-conceptual para hacer más nítidas las comprensiones adoptadas acerca de la dimensión escalar de la espacialidad. Luego traigo los elementos que apuntan a la existencia de procesos de atracción, resignificación y posterior difusión espacial de las luchas de habitantes de las ocupaciones. A continuación, sostengo que la lucha debe ser comprendida como una categoría con fuerte carácter escalar y que los sujetos del movimiento hacen esfuerzos para dotarla de una dimensión trascendente. Finalizo destacando las características prácticas, duales (contigua y discontinua) y forzosamente política de las escalas geográficas.

La dimensión escalar de la espacialidad y las dos caras de la escalaridad

La concepción cartográfica de la escala -que se refiere a la proporción matemática existente entre las medidas reales de los objetos y sus representaciones (sean en cartas o en maquetas)- ya se encuentra bastante difundida. La escala geográfica, a su vez, adquiere un carácter notablemente polisémico (Howitt, 1998; Sheppard & McMaster, 2004; Correa, 2003, 2006; Santos, 2011; Souza, 2013; Grandi, 2015) y se relaciona con la dimensión escalar del espacio, remitiendo al mecanismo de división del espacio en partes (la identificación y producción de unidades espaciales) y su organización en totalidades espaciales -entendidas como ordenamientos escalares (Masson, 2006) o configuraciones/ arreglos escalares (Moore, 2008)-. Las dos caras de la escalaridad, una encargada de identificar recortes espaciales contiguos (escalas geográficas) y otra de articular estos recortes entre sí en totalidades (ordenamientos escalares), son conjuntamente responsables de proporcionar las formas en que se organiza, se da sentido y se entiende la diferenciación espacial de los objetos y fenómenos del mundo, influyendo directamente en las formas en que se considera posible actuar sobre la realidad.

La cuestión de la articulación de las unidades espaciales en totalidades internamente coherentes ha recibido diferentes respuestas a lo largo de la historia del pensamiento geográfico (Grandi, 2019a).10 El desarrollo de la estadística y el imperativo de la definición de prioridades para orientar las acciones estatales y empresariales en el final de la primera mitad del siglo XX, sin embargo, trajeron a la luz preocupaciones relativas a la comparabilidad de los datos en las investigaciones espaciales. Bajo inspiraciones neopositivistas, esa cuestión se presentó como un asunto metodológico que, si no se tomaba en serio, macularía las regularidades con datos superpuestos y con las llamadas falacias ecológicas, lo que invalidaría las extrapolaciones buscadas por los impulsos nomotéticos (Bahiana, 1986; Moore, 2008; Herod, 2011; Grandi, 2015). Este riesgo, que desde entonces se ha conocido como el «problema de la escala» (Harvey, 1969), estaba anclado sobre todo en los malentendidos que el uso indebido de los datos podía conllevar para el análisis y las intervenciones espaciales, particularmente explícito en el ámbito de las actividades de planificación y gestión territorial. En respuesta al énfasis en las metodologías de enfoque cuantitativo neopositivista que prevalecían desde entonces -y a pesar de su diversidad interna- en los decenios siguientes se pusieron de relieve otras perspectivas para los estudios sobre la espacialidad. Ocurre que, especialmente desde el decenio de 1970, la difusión de ciertas referencias teórico-políticas en la investigación socioespacial (como las influencias críticas, humanísticas y fenomenológicas) hizo posible que la cuestión escalar fuera observada desde perspectivas para las cuales dividir y organizar el espacio no era una cuestión meramente metodológica, sino también epistemológica, política y, por lo tanto, directamente vinculada a la práctica y a la acción social. Autores como Peter Taylor (1981, 1982), John Hart (1982) y Neil Smith (1984) influyeron decisivamente en los debates sobre el tema a partir de mediados del decenio de 1980 al ampliar las perspectivas de discusión sobre la cuestión escalar en el pensamiento geográfico. Ellos y otros jugaron un papel importante en la «explosión» de reflexiones sobre el tema en el decenio de 1990, observable en el entorno anglosajón, pero también sensiblemente presente en la geografía brasileña. A principios del siglo, el tema de las escalas geográficas ha incluido las perspectivas feministas, descoloniales, postestructuralistas y no representativas, entre otras, responsables por desnaturalizar ciertas acepciones, insertar la preocupación con la posicionalidad en los debates, diversificar los intereses empíricos y pluralizar sus abordajes en términos teóricos y filosóficos.

Por consiguiente, la escalaridad no se limita a debates específicos sobre el concepto de escala geográfica. Es en realidad un problema que se ha planteado constantemente y se ha resuelto de manera diferente a lo largo de la historia del pensamiento geográfico, presentándose como una continuidad (no siempre subrayada) en ese campo del saber académico. Los debates de principios del siglo XXI a este respecto apuntan a la amplitud de la gama de cuestiones que la dimensión escalar de la espacialidad trae, al debatir temas que se pueden organizar en al menos tres ejes, como se resume en la Figura 1 y profundizado en otros trabajos (Grandi, 2015):

Fuente:Grandi (2015).

Figura 1 Ejes del debate pos-1990 sobre el concepto de escala geográfica. 

Una de las cuestiones que plantea la vasta bibliografía sobre las escalas geográficas se refiere al enfoque que deben privilegiar los estudios atentos a la escalaridad. ¿Deberían centrar la investigación, por un lado, en descubrir cómo las prácticas sociales son producidas en diferentes escalas más o menos preestablecidas (o a través de ellas)? (Marston, 2000) o, por otro lado, ¿en cómo las acciones sociales construyen las propias escalas geográficas a partir de sus prácticas? (Kaiser & Nikiforova, 2006; Moore, 2008). Sin negar el rol de la primera posibilidad, este artículo sigue avanzando hacia la segunda -como he hecho en otras ocasiones (Grandi, 2019b)- al dirigir la mirada hacia la comprensión de la dimensión escalar de las prácticas para analizar la escalaridad de los procesos sociales y evitar reificar las escalas o verlas como preexistentes a las acciones de los sujetos.

Sin embargo, la afirmación de que la dimensión escalar de la espacialidad humana es una función de las prácticas socioespaciales de los agentes no resuelve la cuestión de dónde y cuándo tienen lugar los procesos de escalarización y tampoco define el papel que esas prácticas tienen en la constitución de sus categorías escalares. Queda abierta también la cuestión de dónde o cuándo observar los procesos de construcción de escalas geográficas y ordenamientos escalares. Seguramente no hay una única respuesta a estas preguntas, precisamente porque, por un lado, no existe un espacio-tiempo exclusivo definido de antemano donde-cuándo dichos procesos ocurren y, por otro lado, porque las divisiones de la totalidad del espacio- tiempo tienen límites tenues y son cambiantes.

Por la importancia política que adquiere la disputa por los sentidos de la experiencia en medio de las acciones de los movimientos sociales (Cardoso, 1984; Zibechi, 1995, 2008; Grandi, 2015, 2018), es relevante observar la cotidianeidad del espacio-tiempo en la dinámica escalar. Este recorte se queda subrayado cuando se considera el sentido que tiene la escalaridad para el proceso de significación de la experiencia vivida y de la motivación de las posibles acciones en el mundo. Diferentes acciones de los grupos vinculados al movimiento brasileño de los sem- teto ayudan a pensar el rol de ese recorte para los movimientos sociales urbanos contemporáneos. Como veremos en las páginas siguientes, las referencias cotidianas a su lucha como yendo más allá de la vivienda, por ejemplo, son ricas para pensar en estos procesos específicos de significación de la vida cotidiana que ponen este espacio-tiempo en conexión con otros momentos y lugares -es decir, pensar sobre cómo estos sujetos escalarizan su acción política-.

Atracción, resignificación y difusión espacio-temporal de la lucha

Según las narrativas de habitantes de las ocupaciones sobre sus prácticas cotidianas, en su uso rutinario la idea de lucha surgía a menudo refiriéndose al enfrentamiento de las dificultades encontradas diariamente, como en los casos de expresiones de uso corriente vinculadas a la «batalla» diaria, o a la necesidad de «matar un león por día». La categoría lucha, así, no estaba ligada de manera directa a los sentidos atribuidos a ella por los sujetos más involucrados con los movimientos sociales. Estar en la lucha se refiere, ante todo, a otros esfuerzos cotidianos: luchar para enfrentar el sistema de transporte precario; luchar para cumplir la carga horaria de trabajo agotador; luchar para acceder a los servicios públicos de salud; luchar contra la violencia cotidiana de las periferias urbanas del país; luchar para educar sus hijas/os. Como decía Claudia, una de las centenas de habitantes de la Ocupación Pinheirinho11 en São José dos Campos (São Paulo), «;n;osotros ya nacemos luchando y para llegar a los objetivos que queremos, necesitamos luchar bastante, porque si es para conseguir algo hoy, si no es luchando no lo logramos. Quiero decir: todo tiene que ser en la lucha, ¿se comprende?» (Andrade, 2010, p.101 , traducción propia) Es cierto, por lo tanto, que «;l;a “lucha” no es, en todo momento, tan amplia, y parte de ese vocabulario proporcionado por los movimientos sociales adquiere sentidos restringidos e inmediatos para hablar de las intemperies de la vida o clasificar el mundo, las personas y las cosas» (Andrade, 2010, p.101, traducción propia), algo que hace que la categoría lucha gane un sentido cotidiano e inmediato, que la transforma en un término central en la manera en como esas personas reconstruyen sus narrativas de vida.

Sin embargo, es importante reconocer que la similitud de opresiones experimentadas (Cardoso, 1984) que tejen las trayectorias individuales de estas/ os ocupantes, es influenciada por el compartir de por lo menos dos aspectos: los diferentes sufrimientos relativos a la situación habitacional12 y la esperanza de solucionarlos mediante su participación en las ocupaciones. Comparten tanto el sufrimiento como la esperanza, aunque las dos cosas estén dispersas en al menos dos sentidos. Primero, las experiencias de opresión y violencia -de género, raza, clase, origen geográfico, grupo de edad, sexualidad, etc.- del cotidiano de las clases populares alimentan desafíos que se constituyen mutuamente, se manifiestan y se enfrentan en los diferentes lugares del día a día: la vivienda, el barrio, los vehículos de transporte colectivo, los espacios de trabajo, los espacios de ocio, los lugares de expresión de la religiosidad, las escuelas, etc. En ese primer sentido se puede decir que sus luchas rutinarias se encuentran inicialmente dispersas en diferentes temas. Pero en un segundo sentido, se percibe que dichas luchas están dispersas también espacio-temporalmente, pues la potencial base social del movimiento enfrenta inicialmente el problema habitacional en diferentes lugares de la ciudad, sin que haya necesariamente un contacto o articulación sistemática previa motivada por la cuestión habitacional entre las personas.

Las trayectorias personales y familiares distintas pueden llevar a los sujetos a tener contacto con grupos comprometidos con el enfrentamiento colectivo de esos desafíos. En algunas historias, la condición habitacional gana relieve y centralidad progresiva lo que hace que las otras experiencias de opresión cotidianas se vuelvan poco nítidas (aunque a menudo temporalmente), creando condiciones favorables a la búsqueda de soluciones colectivas en esa dirección junto a las ocupaciones. En ese momento, individuos y organizaciones del movimiento de los sem-teto -frecuentemente por medio de prácticas mediadoras de ciertos sujetos (Santos, 1981; Boschi & Valladares, 1982; Cardoso, 1984; Scherer-Warren, 1993; Nussbaumer & Ros, 2011)- ofrecen espacios y tiempos para los cuales las personas, sus historias y desafíos cotidianos en relación a las condiciones precarias de vivienda pueden convergir: los encuentros sobre la lucha por la vivienda. Las organizaciones y militantes del movimiento de los sem-teto buscan agregar esas experiencias y hacerlas convergir hacia sus territorios, donde la acción colectiva es presentada como posible, deseable y eficaz en el intento de solucionar los problemas habitacionales. Las acciones que cada organización realiza para atraer a esos nuevos sujetos y realizar el convencimiento cotidiano que transforma la lucha rutinaria en lucha por la vivienda resaltan la importancia de la disputa política por la significación de la experiencia compartida. El esfuerzo en conformar el discurso de las condiciones precarias de vivienda (Aquino, 2008) confiere sentido colectivo a ese sufrimiento, por medio de matrices discursivas propias basadas en los entendimientos sobre el funcionamiento del mundo construido por cada organización, proceso que refuerza la percepción, a menudo previa, de las personas de que el sufrimiento habitacional es compartido. La legitimación y viabilización de la lucha por la vivienda y de sus prácticas socioespaciales dependen de la implementación, por parte del movimiento, de tácticas de convencimiento que disputen las formas de leer el mundo de sus integrantes, entre las cuales están la argumentación por la legalidad de las acciones de territorialización13 y el compartir de los desafíos del mantenimiento cotidiano de las ocupaciones (Grandi, 2015; Almeida, 2011; Moreira, 2011, 2016). El rol de los espacios, encuentros y tácticas del movimiento queda explícito cuando Wagner, morador de la Ocupación Mauá, en São Paulo, explica la composición de dichas reuniones:

A estas reuniones de base se envía las personas que ya viven en ocupaciones hace tiempo, quienes ya conocen la lucha, saben cómo explicarles a quienes llegan por primera vez el porqué de la lucha, su importancia. ;...; Y creo que cuando la persona ya conoce la lucha y la importancia de la lucha en el movimiento, es aún más fácil de explicar. Y eso es lo que hace la coordinación: coloca a las personas que saben, que ya tienen tiempo de lucha, para hablar con quiénes están llegando ahora. (traducción propia)14

A su vez, Renato, morador de la Ocupación Quilombo das Guerreiras (en Río de Janeiro), hace referencia a los resultados de esas tácticas al narrar su aproximación a las ocupaciones:

Me llamó mi amigo y dijo «Mira, va a haber otra reunión. Eres infeliz allí donde vives y todo eso, entonces sigamos adelante.» Y le dije «Vale, bien», y me fui otra vez. En el primer momento él no estaba en la reunión. En el segundo él ya estaba allí, entonces la cosa cambió su connotación porque él estaba allí. Hablamos un poco antes y todo. ;...; Entonces él me convenció y seguí yendo a la reunión. ;...; Y desde entonces empecé a interesarme por el movimiento, a comprender un poco más sobre el tema y cuál era realmente el objetivo. Empecé a entender que no se trataba de una invasión sino de la cuestión de la ocupación, porque es un edificio ocioso sin función social que bien podría estar sirviendo para albergar a personas que no tenían un techo donde vivir. ;...; Y fue a partir de esto que empecé a integrarme en los temas del movimiento de los sem-teto. (traducción propia)15

Aprovechar la aglutinación espacial de trayectorias y expectativas en los territorios de las ocupaciones posibilita a las organizaciones enfrentar estratégicamente los diversos tipos de opresiones y conflictos que co-constituyen dichos espacios, influenciar sobre la comprensión de las personas respecto a las relaciones sociales, difundir valores propios y, así, ejercer poder al actuar sobre el comportamiento de los individuos y sobre la reproducción de sus prácticas socioespaciales, apuntando a la construcción de relaciones sociales basadas en sus valores. En ese proceso, el territorio delimitado por la acción directa cumple un rol crucial al hacer viable la influencia cotidiana sobre las interacciones establecidas entre los individuos. En el mismo sentido, gran parte de las experiencias rutinarias de opresión empiezan a orbitar estos espacios de referencia político-identitario (Haesbaert, 1996; Souza, 2008) de la lucha por la vivienda. La territorialidad del movimiento de los sem-teto, por lo tanto, promueve la posibilidad de resignificación de las experiencias vividas por medio de la influencia directa de las formas de explicar el mundo de sus organizaciones y activistas.

En estos territorios, sin embargo, el enfrentamiento de otras cuestiones es a menudo significado por sus activistas como parte de una lucha que va más allá de la vivienda. Pero ¿en qué direcciones esa lucha camina? Según las narrativas de sus habitantes, la lucha va más allá de la vivienda cuando es entendida como parte de: i) una trayectoria más grande de luchas; ii) una lucha por derechos; iii) un proceso de autoformación; y iv) un esfuerzo de reproducción social del activismo. Es explícito que los horizontes de acción de esos sujetos políticos individuales y colectivos se expanden en términos de temas abordados y de personas y espacios alcanzados: no involucran solamente a aquellos sujetos que forman parte de la organización específica del movimiento a la cual los territorios se vinculan; ni exclusivamente a aquellas personas que enfrentan problemas de vivienda; mucho menos a los territorios del movimiento de los sem-teto. Las luchas rutinarias, agregadas en los espacios del movimiento y ahí resignificadas a partir de la lucha por vivienda y de sus territorios, encuentran en los ejes que las llevan más allá de la vivienda nuevas referencias que permiten su reintegración. En un mismo espacio y momento, por lo tanto, la lucha atraviesa, implosiona y explosiona a los sujetos y sus espacios, así yendo más allá de la vivienda.

Ese análisis permite comprender el proceso de metamorfosis de la lucha como conteniendo una nítida espacialidad que subraya el rol de uno de los espacios de dependencia (Cox, 1998) del movimiento de los sem-teto: sus ocupaciones. En dicho proceso las diferentes luchas rutinarias se presentan dispersas en un primer momento; con la atracción ejercida por las acciones y territorios del movimiento de los sem-teto, hay un gradual proceso de convergencia espacial de personas y luchas para las ocupaciones; allí el convivir cotidiano establece nuevas oportunidades para la resignificación de estos desafíos diarios bajo la influencia de la lucha por la vivienda. Los sujetos del movimiento, al mismo tiempo, redefinen paulatinamente la lucha como yendo más allá de la vivienda, en un proceso de convencimiento que promueve la difusión de la lucha por otros espacios, otras relaciones y otros temas.

Este proceso de atracción-resignificación-difusión de las luchas, resalta una dimensión de la espacialidad de la práctica del movimiento de los sem-teto directamente vinculada a las motivaciones que los sujetos poseen para sus acciones. El proceso de reencuadramiento de las necesidades cotidianas, como parte de la lucha, implica concepciones de partes y de totalidades específicas, cuyas interacciones se dan de acuerdo con comprensiones propias a cada activista u organización del movimiento. Por eso algunas enfatizan sus vínculos con partidos políticos; otras con sindicatos; otras realizan marchas y bloqueos de vías; otras negocian preferentemente en gabinetes; otras se empeñan fuertemente en la deconstrucción de opresiones de género/sexualidad/raza; otras se articulan preferentemente con otras ocupaciones por medio de organizaciones y redes propias y horizontales. Esto ocurre porque las ocupaciones invierten de distinta manera sus esfuerzos para vincular sus prácticas socioespaciales cotidianas a otras luchas y otros espacios, pues existen diferentes luchas otras y cada cual es valorada de manera distinta por los grupos e individuos de acuerdo con sus formas específicas de significar el mundo, su funcionamiento y las posibles acciones sobre él.

La «lucha» como categoría escalar y fuente de trascendencia

¿Cuál es el carácter o sentido práctico que el término lucha adquiere? Después de discurrir sobre los diferentes significados que la lucha adquiere en las narrativas de las personas de Pinheirinho, Andrade sugiere dos definiciones generales de esa categoría que le parecen abarcar todos los casos vistos. La lucha sería, por un lado, un término político, pues «organiza una pauta -o varias-, establece un espacio de diálogo y define a los aliados y enemigos dentro de la escena en disputa, delineando los movimientos y asuntos por los cuales se da el conflicto» (Andrade, 2010, p.103, traducción propia) Al mismo tiempo, la lucha sería un término organizador y clasificatorio similar a un mitema, término que Andrade adopta de Lévi-Strauss y que le permite mirar a la lucha como «un adjetivo que califica las historias de vida y la personalidad de las personas -“la gente ya nace luchando” o “Fulano es un luchador”-, es decir, un término organizador y clasificatorio del orden de las cosas, ;que; explica la situación pasada y presente» (Andrade, 2010, p.103, traducción propia). De esa manera, «;e;l término “lucha” es un punto de conexión de un haz de relaciones capaces de formar la estructura que promueve la organización temporal y sincrónica de la relación de las cosas en el mundo» (Andrade, 2010, p.103, traducción propia).

Sin embargo, dichos roles de organizar y clasificar el orden de las cosas también traen a la superficie puntos de contacto con el debate sobre la escalaridad, especialmente al considerar lo mencionado en la primera parte de este artículo. Es nítido que la definición y organización de diferentes unidades espaciales a través de ordenamientos escalares propios, establece formas específicas de explicar el funcionamiento del mundo y, de esa manera, ejerce influencia sobre las acciones consideradas posibles en diferentes contextos espacio-temporales. Por eso, además de ser político, organizador y clasificatorio, la lucha también es un término escalar.

Uno de los usos de dicha categoría tiene el objetivo de establecer vínculos entre los espacios cotidianos del movimiento de los sem-teto y aquellos que lo extrapolan, pero que, de alguna manera, siguen siendo objeto de acciones del movimiento. Los individuos y las organizaciones del movimiento trabajan para que la lucha extrapole la vivienda y se relacione con otros temas, sujetos, espacios y momentos de la vida de las personas. Así, esa categoría viabiliza las vinculaciones entre las acciones desarrolladas en estos espacios y auxilia en la tesitura de redes de significados que, al difundir conjuntos de valores específicos, disputan el sentido de la práctica cotidiana en términos escalares: para el movimiento, la lucha del día a día de las ocupaciones (la limpieza y seguridad del inmueble, la mediación de conflictos y combate a opresiones, etc.) forma parte de una lucha más grande. El término es utilizado como un vehículo discursivo capaz de escalarizar la práctica pues es accionado pragmáticamente como referencial común entre la experiencia próxima y otras dimensiones espaciales y temporales de la vida. La lucha conecta los espacios de dependencia del movimiento de los sem-teto con sus espacios de compromiso (Cox, 1998) y sirve como un término nativo que potencia conexiones específicas entre situaciones cotidianas y otras que «van más allá» de ellas. Como término escalar, por lo tanto, la «lucha» media espacios, valores16, relaciones de poder y las propias percepciones de los sujetos.

La escalaridad de la lucha también cumple un rol pragmático en las acciones de las diferentes organizaciones del movimiento de los sem-teto. La cuestión «¿dónde actuar en ese momento?» es un imperativo práctico que la escolaridad ayuda a contestar, pues la definición de los espacios priorizados es influenciada por los roles que dichas unidades espaciales asumen en las matrices escalares que inspiran las explicaciones sobre el funcionamiento del mundo, adoptadas por las diferentes organizaciones del movimiento. La decisión de bloquear una ruta o de realizar una toma temporaria de las oficinas de algún órgano público, por ejemplo, tiene bases político-escalares. Esta selectividad espacial demuestra la elección de prioridades que jerarquizan los espacios de actuación de manera más o menos efímera. Las prácticas socioespaciales de las organizaciones del movimiento, por lo tanto, ganan propiedades locacionales de acuerdo con las tácticas y estrategias trazadas en cada conyuntura y que se establecen como parte central de matrices explicativas del mundo también propias, en las cuales la categoría lucha a menudo cumple el rol de articular diferentes tipos y espacios de actuación. Por eso las diversas maneras de significar y articular las luchas «específicas» con luchas «generales» también establecen jerarquías escalares contextuales.

No hay dudas de que a través del uso cotidiano de la categoría lucha las/ los integrantes del movimiento construyen sus asociaciones y producen comprensiones de la lucha como referencias de trascendencia. Consecuentemente la lucha cumple el papel de vector que traspasa a los sujetos individuales o colectivos en términos temporales y espaciales y que, por más que sea construida diariamente, con frecuencia se considera externa a los individuos. Es algo hecho por las personas, pero del cual no se puede huir, consecuentemente al mismo tiempo que se «nace luchando», también se «lucha todos los días», como dice Claudia (Andrade, 2010, p.10 ).

Los sujetos del movimiento de los sem-teto tienen sus verdades, sus maneras de explicar el funcionamiento del mundo y de comprender las formas posibles de acción sobre él. La maraña de los flujos de poder es leída por medio de estas diferentes matrices, viabilizando o desestimulando prácticas socioespaciales específicas y la inversión de esfuerzos en espacios, momentos y relaciones sociales determinadas. Una de las principales y más eficientes referencias para eso son los desafíos de la vida cotidiana de las clases populares. En ese sentido se reconoce que las personas luchan rutinariamente en las ocupaciones. Dichas luchas tienen tanto un carácter espacio-temporal específico como una dimensión general: van más allá de los espacios y momentos del día a día, pero son hechas y ganan concreción en los desafíos enfrentados en este espacio-tiempo. Son al mismo tiempo estructurales y coyunturales.

El contacto con el movimiento de los sem-teto resignifica las dificultades rutinarias de vivienda como lucha, vinculándola a una serie de otros desafíos cotidianos por medio de procesos de «formación política», sean ellos más o menos explícitos o autoritarios. El significado de las experiencias cotidianas es disputado porque son traspasadas por relaciones de poder, lo que resalta la importancia de desmitificar esos procesos de reencuadramiento de las experiencias y de constitución de sujetos, ya que son desarrollados bajo la influencia del imperativo de la práctica política activa que obliga a la toma de posiciones. La experiencia compartida en los territorios del movimiento de los sem-teto es útil no solo en términos prácticos para sus moradoras/es, sino también porque contribuye en la disputa del sentido que tienen las otras luchas que existen «más allá de la vivienda». Su utilidad está en permitir que códigos semejantes a aquellos utilizados para transformar la necesidad práctica de vivienda en acción colectiva organizada, también sean operados para otros casos de opresión. De hecho, la lucha no va más allá de la vivienda automáticamente, sino que es fruto de construcciones sociales específicas, que recurren a espacialidades propias y cuyos rumbos el movimiento influencia. Es decir: el alcance de la lucha resulta de su escalarización por parte de los sujetos en ella involucrados.

Construida con una doble cara, la lucha en su sentido más general es producida por los activistas y organizaciones del movimiento de los sem-teto como superpuesta a las luchas específicas. Gana carácter de proceso sustantivado, recibiendo de los sujetos que la construyen rasgos de exterioridad, convirtiéndose entonces en una «casi-entidad» discreta. Las/los activistas reencuadran los desafíos cotidianos por medio de la creación de una figura de trascendencia relativamente externa y que motiva sus acciones. La tradición de trascendencia del pensamiento occidental17 es nítida en ese proceso, sobre todo cuando personas como Raimundo refuerzan que creen «que la pelea no para. La lucha no acabará nunca, va a continuar» (traducción propia).18

Pero la elaboración de la lucha como fuente de trascendencia depende directamente de su realización diaria por medio de comportamientos y prácticas específicas que le dan materialidad. En el movimiento de los sem-teto la lucha es elaborada en la inmanencia de lo cotidiano, pues es producida e incorporada por los sujetos cuando sus sentidos se concretan. Así su significación concomitantemente ejerce influencia y es influenciada por los espacios y momentos diarios de lucha. Parafraseando a Biondi (2009), existe una mutua penetración entre la inmanencia de la agencia y la trascendencia del modelo de lucha que los sujetos del movimiento construyen, recordándonos que hay nudos de arborescencia en los rizomas, empujes rizomáticos en las raíces. ;…; Lo que cuenta es que el árbol-raíz y el rizoma-canal no se oponen como dos modelos: uno actúa como modelo y como calco trascendentes, aunque engendre sus propias fugas; el otro actúa como proceso inmanente que revierte el modelo y esboza un mapa, aunque constituya sus propias jerarquías, e incluso él suscite un canal despótico. (Deleuze & Guattari, 1995, pp.30-31 , traducción propia)

Por consiguiente, no hay dualismos entre la trascendencia y la inmanencia. Los procesos de formación política del movimiento ofrecen modelos explicativos del mundo en los que la lucha gana un papel central, anclándose en los desafíos, dinámicas, necesidades y relaciones cotidianas. Por medio de ella, las organizaciones proyectan su existencia y su influencia más allá del momento y del espacio en el cual el día a día parece aprisionado. La lucha como trascendencia también es responsable, por lo tanto, por proyectar escalarmente el movimiento de los sem-teto, aunque con el riesgo de arborificar el rizoma del enfrentamiento de los desafíos cotidianos y así matar el deseo que impulsa la voluntad de cambio radical.

Como fruto y objeto de un gran esfuerzo emprendido por personas y organizaciones, y al cumplir roles fundamentales en sus discursos morales y políticos, la lucha se materializa en las prácticas socio-espaciales cotidianas de sus agentes. Afirmarla, como una construcción diaria, refuerza su existencia, mientras que mencionarla como una figura, que se quiere trascendente, destaca ciertos sentidos políticos a los cuales integrantes del movimiento buscan vincularla. El rol político y moral de la lucha, como trascendencia, es parte de las herramientas de activistas y organizaciones para respaldar acciones realizadas «en nombre de la lucha», en el contexto de toma de decisiones tácticas y estratégicas exigidas por la práctica política. La preocupación aquí, es tanto metodológica como política, pues resalta que la imbricada dinámica entre la construcción inmanente del sentido trascendente de la lucha, es un ejemplo del desafío de «observar en la instancia local, cotidiana, en las relaciones más sutiles y casuales trabadas entre los interlocutores, como sucede en la producción de esta figura, y en qué medida esa fuerza actúa como exterior» (Biondi, 2009, p.38 , traducción propia).

Desde una perspectiva escalar, por lo tanto, la lucha no debe ser concebida como ontológicamente definida, mucho menos como un objeto reificado y plenamente exterior a los individuos. Ocurre que su elaboración cotidiana por los sujetos, también la construye con rasgos de exterioridad, que le dan un cierto sentido de trascendencia que expresan y se relacionan con el sentido práctico que los sujetos ven en ese uso. En vez de considerarla como ontológicamente dada, se debe pensar la lucha como la denominación de un problema que es constante y continuamente resuelto por los sujetos del movimiento a través y por medio de sus acciones. Sin embargo, es cierto que algunas de las principales motivaciones para que los sujetos engendren esfuerzos, para constituir dicha categoría como eje de trascendencia de sus acciones, están ancladas en los roles políticos y retóricos que la lucha también desempeña. Se puede verla, por lo tanto, también como un dispositivo retórico19 que posibilita la agregación de diferentes enfrentamientos dispersos espacial y temporalmente.

Finalmente, el carácter trascendente de la lucha, es construido de manera que proporciona un marco socioespacial para las acciones de los sujetos, aunque la lucha sea frecuentemente vista como algo que existe a priori, en cierta medida exterior al individuo (a pesar de producirse en la inmanencia de la vida cotidiana), y actuando para condicionar su comportamiento. Pero la trascendencia de la lucha es cambiante y está en permanente proceso de construcción, con base en la inmanencia de las experiencias y relaciones cotidianas de las personas. Es por ello, que a pesar de que a menudo la lucha es un símbolo trascendental en las actividades cotidianasde las personas, no se la entiende completamente externa a los sujetos. Al mismo tiempo que moviliza los sujetos, se concreta solamente por medio de sus acciones. La lucha, entonces, va más allá de la vivienda, por la vivienda en sí misma al anclarse en los territorios conquistados por el movimiento.

Consideraciones finales

Afirmar que la lucha necesita ir «más allá de la vivienda», remite a la presencia de elementos espaciales explícitos en las acciones del movimiento de los sem-teto. Más específicamente, reflexionar sobre eso permite investigar profundamente la escalaridad de las acciones del movimiento.

En el intento de desnaturalizar las afirmaciones sobre la lucha, dos aspectos son centrales en estas páginas: las diferentes comprensiones sobre lo que podría ser esto «más allá», que puebla el horizonte de la lucha por la vivienda; y algunos aspectos de la espacialidad que atraviesan los procesos por medio de los cuales se construyen esos entendimientos.

La polisemia de la categoría lucha, resalta su utilidad para reflexionar sobre los cambios, en el conjunto de ideas de los sujetos de las ocupaciones, del movimiento con respecto al funcionamiento y a las posibilidades de acción en el mundo. La lucha es reivindicada de diferentes maneras por pobladores de ocupaciones de ese movimiento. Ella moviliza a los sujetos en los distintos aspectos de sus vidas: en su forma de obtener ingresos; de acceso y conquista de derechos; de gestión y mantenimiento de su espacio de vivienda individual y colectivo; de búsqueda por perfeccionamiento personal; de acción sobre la construcción de la ciudad, país y mundo; de intento de cambio de las relaciones sociales específicas y en general; de impulso de reproducción social de sujetos y valores. Todo eso se convierte en acciones concretas, prácticas socio-espaciales significadas de manera propia materializadas en el cotidiano de los sujetos y, en especial, de los espacios ocupados por el movimiento.

Queda claro que la lucha es una categoría que expresa modos de enfoque de la realidad con valores y anhelos que implican la atribución de diferentes significados a las prácticas que la constituyen.20 Entender la lucha por vivienda como parte de la lucha rutinaria y, de algo que «va más allá» de la vivienda, resulta de procesos específicos de significación del acontecer cotidiano que son desarrollados al colocarse ese espacio-tiempo en relación con otros momentos y espacios. Dichos procesos se alimentan de los esfuerzos de convencimiento sobre maneras específicas de encuadrar la práctica cotidiana, desarrollados por medio de prácticas educativas populares por activistas del movimiento -un compromiso activo e intencional en la disputa por la lectura de mundo de los sujetos que están en contacto con el movimiento de los sem-teto-. Esto confiere sentido práctico a la lucha (como acción y categoría), y resalta cómo ocurren las disputas políticas por la escalarización de lo cotidiano: construyendo el encuadramiento de las prácticas del día a día como parte de un contexto explicativo más general. Además, buscar dichos sentidos prácticos de la lucha, destaca su rol en la articulación de las acciones, situaciones y actividades rutinarias, con contextos espacio-temporales distintos de lo cotidiano y subraya la relevancia de tener atención al cuándo-dónde del día a día y los vínculos que atraviesan la escala de la experiencia (Masuda & Crooks, 2007). Ahí se percibe el notorio contenido escalar de la lucha, que no solo expresa y constituye parte de la escalaridad de la práctica del movimiento de los sem-teto, sino que también se presenta en cuanto recurso metodológico y enfoque empírico importante, por medio del cual es posible investigar la producción cotidiana de la multiescalaridad de las acciones, de dicho activismo social urbano brasileño.

Si, tanto las escalas geográficas, como los ordenamientos escalares, son artificios creados para clasificar y organizar la diferencia espacial (Grandi, 2015, 2019a), por consiguiente, la dimensión escalar de la espacialidad humana, es una de las responsables por conferir un sentido de trascendencia espacial a la acción, ya que es responsable por vincularla a otros espacios. No se trata, sin embargo, de afirmar las escalas y sus ordenamientos exclusivamente como exterioridad, reificándolas, pues a pesar de que son construcciones sociales, ellos condicionan los comportamientos. Son tanto interioridad -producción social continua- como exterioridad -matriz organizadora del mundo exterior al sujeto-. Ambas dimensiones son coexistentes e híbridas, prácticas específicas de producción de identificaciones, elaboración de sentidos, ordenamientos espaciales de la experiencia y construcción de posibilidades de modos de ser y de estar activos en el mundo.

Finalmente, esto nos permite destacar tres aspectos centrales para las investigaciones que buscan atentar a la escalaridad de las acciones de los sujetos. El primero es la importancia de concebir las escalas geográficas como categorías de la práctica socioespacial cotidiana, acepción que no opone esta visión a la posibilidad de verlas como categorías de análisis, con condición de reconocer que, las abstracciones teórico-analíticas, también son prácticas sociales (Brubaker & Cooper, 2000; Kaiser & Nikiforova, 2006; Moore, 2008; Grandi, 2015, 2019b). El segundo aspecto, es la relevancia de analizar la escalarización, desde al menos dos vertientes complementarias y co-constituyentes: una, responsable de la producción de contigüidades espaciales, que implica la definición de fronteras y márgenes de un área y, también, los procesos de estrechamiento de las relaciones socio-espaciales que disputan la construcción político-identitária de los recortes espaciales; y la otra, responsable de articular un determinado recorte espacial a otros espacios, para insertarlo (y a las explicaciones que le dan sentido), en totalidades espaciales que lo trascienden (en otras palabras: en ordenamientos escalares). Por último, el tercer aspecto se refiere al reconocimiento de que la escalaridad es una herramienta importante para el ejercicio del poder. La atención a la escalaridad, desde una perspectiva constructivista (Marston, 2000), acompañado de una cuidadosa atención a la historicidad de estas elaboraciones, es fundamental para las reflexiones sobre las acciones del activismo social urbano y de otros agentes sociales productores del espacio. Así, el reconocimiento de las implicaciones de la dimensión escalar en la construcción práctica del mundo -de este mundo presente o de otros posibles- nos obliga a poner atención a las escalas geográficas como construcciones socio-históricas profundamente políticas.

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1 Este artículo es una versión revisada y ampliada del trabajo presentado en las III Jornadas Internacionales de Antropología del Conflicto Urbano, evento realizado en Buenos Aires en verano de fines de 2017. Consiste en un desdoblamiento de investigaciones de posgrado empezadas en 2011 acerca de la dimensión escalar de las acciones de movimientos sociales urbanos en el contexto prioritario de la metrópolis de Río de Janeiro (pero con mirada atenta a dinámicas de tres regiones metropolitanas). En este camino dichas investigaciones contaron con recursos provenientes de: Coordinación de Perfeccionamiento de Personal de Nivel Superior (CAPES), de Brasil, en formato de becas de posgrado y para estancia como investigador invitado en la University of Leeds (Inglaterra); Universidade do Estado do Rio de Janeiro (UERJ) por medio de becas de su Programa Institucional de Becas de Iniciación Científica. Agradezco por las consideraciones de las/los participantes de las mencionadas jornadas, así como a expertos/as que colaboraron con apuntes importantes en diferentes momentos de esta investigación. Igualmente agradezco las sugerencias de las/os evaluadoras/es de la revista Tabula Rasa y la lectura atenta y calificada del manuscrito en español hecha por Santiago Bazan —aunque obviamente cualquier equívoco en este texto sea de mi exclusiva responsabilidad—.

2El término ocupación hace referencia a la toma organizada por movimientos sociales urbanos de inmuebles públicos o privados abandonados en contextos urbanos brasileños. La Ocupación Quilombo das Guerreiras era una toma organizada por integrantes de movimientos sociales urbanos de un inmueble público abandonado que se ubicaba en la avenida Francisco Bicalho —uno de los límites de la zona portuaria de la ciudad de Río de Janeiro, en su área central— y existía desde el 8 de octubre de 2006. Compuesta por cerca de cincuenta unidades de vivienda, las familias se organizaban por medio de reuniones del Colectivo, su foro deliberativo máximo, en el cual todas las moradoras y moradores poseían voz y cada unidad de vivienda poseía un voto. La ocupación se mantuvo hasta 2014, cuando el colectivo fue desterritorializado como consecuencia de un conjunto de acciones del Estado y de grupos vinculados al tráfico minorista de drogas ilícitas. Para saber más sobre la ocupación y su forma de organización, ver Souza & Teixeira (2009) , Almeida (2011), Moreira (2011, 2016) , Colombo (2012) y Sant’Ana (2013) .

3Los nombres de las personas se han modificado para garantizarles el anonimato. Entrevista realizada el 10 de mayo de 2013 con una integrante de la Ocupación Quilombo das Guerreiras.

4Entrevista realizada el 10 de mayo de 2013 con integrante de la Ocupación Quilombo das Guerreiras.

5Dicho movimiento es compuesto por una constelación de organizaciones de distintas matrices político- ideológicas, maneras de actuación y formas de organización. Utilizo el término en portugués para subrayar que se trata de un sujeto político colectivo construido diariamente por las prácticas cotidianas de grupos específicos que disputan la significación de las condiciones objetivas de vivienda de parte importante de las clases populares urbanas brasileñas. El guion utilizado (sem-teto), a su vez, exprime su condición de sustantivo que remite a dicho sujeto político colectivo. 7 Ver, por ejemplo, Boulos (2012) y MTST (2013).

6Las ocupaciones acompañadas en Río de Janeiro fueron especialmente la Ocupación Chiquinha Gonzaga (ubicada en la Rua Barão de São Félix, área central de la ciudad), la Ocupación Quilombo das Guerreiras (ubicada en la avenida Francisco Bicalho, en la zona portuaria de Río de Janeiro) Ocupación Guerreiro Urbano (que intentó territorializarse en la avenida Mem de Sá, en el barrio central de Lapa). En São Paulo, la principal ocupación con la que tuve contacto (aunque poco tiempo) fue la Ocupación Mauá, ubicada entre los números 342 y 360 de la calle Mauá, en la región de Luz. La proximidad con dichas ocupaciones ocurrió entre los años de 2008 y 2015, sobretodo en el caso de las de Río de Janeiro. En total esta investigación contó con aproximadamente treinta entrevistas semiestructuradas realizadas en profundidad y que, junto con las notas de campo registradas, fueron indexadas temáticamente con el fin de viabilizar la identificación de ejes de reflexión que se vinculaban a los intereses de la investigación. Para conocer más sobre esas ocupaciones de Río de Janeiro, ver Teixeira (2009), Oliveira (2009) , Ramos (2012) , Grandi (2015) , Moreira (2011, 2016), Almeida (2011) , Lima (2013) , Sant’Ana (2013) , Colombo (2012) , entre otros. En cuanto a la Ocupación Mauá, ver Fukusawa et al. (2012) , Parteniani (2013) , Braconi (2017) , entre otros.

8No cabe duda de que la significación de las prácticas espaciales cotidianas por sus protagonistas se constituye en estrecha relación con las características de cada agente social. Dado que siempre son sujetos posicionados, es crucial para la comprensión de sus acciones y significados conocer también los elementos que caracterizan a dichos agentes. Para eso, ver Teixeira (2009) , Almeida (2011) , Moreira (2011, 2016) y Ramos (2012) quienes, entre otros temas y autores, abordan los componentes económicos, de género y étnico-raciales que socialmente constituyen parte del movimiento de los sem-teto en Río de Janeiro — expresados incluso en los nombres de las ocupaciones, como también es apuntado por Oliveira (2009)—.

9Parafraseo aquí Claude Lévi-Strauss (1975) , idea que aprovecho de Andrade (2010).

10Por ejemplo: el sistema de regiones (Unstead, 1933); la jerarquía de compages, jerarquía de posiciones o sistema de regiones (Whittlesey, 1988;1954;); la jerarquía agrupada de unidades de área (Philbrick, 1957); los geosistemas (Sotchava, 1977; Bertrand, 1972); el «problema de las escalas» (Harvey, 1969); entre otros.

11La Ocupación Pinheirinho estaba vinculada al Movimento Urbano dos Sem Teto (MUST) y se ubicaba en São José dos Campos (São Paulo). El 22 de enero de 2012 los miles de familias de la ocupación fueron desalojadas violentamente por la Policía Militar, con amplia divulgación y repercusión en las redes sociales y en los medios de comunicación convencionales y alternativos, además de recibir fuertes críticas de instituciones de defensa de los derechos humanos nacionales e internacionales.

12Para verificar los datos oficiales, se puede consultar Brasil (2011) y FJP (2012, 2013).

13Artículos 5º, 182º, 184º y 186º de la Constitución Federal de Brasil (1988). En muchas narrativas de pobladores de las ocupaciones en Río de Janeiro y en São Paulo se puede encontrar referencia a los procesos por medio de los cuales empezaron a explicar las dificultades de vivienda en términos legales.

14Entrevista realizada en 30 de octubre de 2012 con un integrante de la Ocupación Mauá.

15Entrevista realizada en 16 de junio de 2013 con un integrante de la Ocupación Quilombo das Guerreiras.

18Entrevista realizada el 10 de mayo de 2013 con un integrante de la Ocupación Quilombo das Guerreiras.

20Ver la idea de matrices discursivas de Sader (1988).

Recibido: 30 de Noviembre de 2020; Aprobado: 03 de Marzo de 2021

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