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Tabula Rasa

Print version ISSN 1794-2489

Tabula Rasa  no.40 Bogotá Oct./Dec. 2021  Epub Apr 05, 2022

https://doi.org/10.25058/20112742.n40.01 

Artículo de investigación

DEVENIRES-PERRO. ABORDAJES ETNOGRÁFICOS MULTIESPECIE EN TORNO A ANIMALES DE COMPAÑÍA

1. Instituto de Ciencias Antropológicas / Conicet, Argentina celestazo@hotmail.com

2 .Universidad Autónoma de Madrid / Universidad Colegio Mayor de Cundinamarca, Colombia l.montenegro@revistatabularasa.org


Estamos en los albores de la segunda década del siglo XXI y la humanidad -o al menos una parte de ella-, se ha desarrollado tecnológicamente de una forma insospechada. Del mismo modo, se ha modificado el entorno habitable hacia escenarios de profundas crisis climáticas y transformaciones planetarias que ponen en riesgo a la totalidad de las formas de vida conocidas o por conocer. Ha llegado la hora de vivir en las ruinas. Tal como menciona la antropóloga Anna Tsing, nos toca danzar en un escenario antropocénico para el que necesitamos «ejercitar las artes de la inclusión» (2019, p.45) de todxs los otrxs de este mundo -aquellos más que humanxs- que han sido empujados a los bordes de la vida. Y, para ejecutar aquellos movimientos capaces de emanciparnos, apremia volver a preguntarnos ¿quiénes somos lxs humanxs? Donna Haraway respondería enseguida “(s)omos humus, no Homo, no ántropos; somos compost, no posthumanos” (2019, p.94), situada en medio de un enredo multiespecies. Pues bien, este número de Tabula Rasa, se dispone en el juego de hilos que evoca la autora, dado que necesitamos de historias de vida menos binarias y más tentaculares (Haraway, 2019, p.77) en pos de esa habitabilidad en los actuales escenarios de extinción. Reúne una serie de reflexiones que, explorando relacionamientos particularmente humanx-perro, ensayan la emergencia de un nosotrxs en devenir-con animales de compañía. Figura 1.

Leonardo Montenegro

Canela 

No obstante la necesidad de estas fugas hacia afuera de los límites taxonómicos, la urgencia de otros involucramientos, poco han cambiado las relaciones profundas entre lxs seres humanxs y los otros seres vivos. Particularmente en los colectivos modernos y en especial en el llamado «Mundo Occidental», los vínculos validan la división cultura/naturaleza, y discurren entorno a prácticas en donde lxs humanxs hacen parte del ámbito de la cultura y los animales de la naturaleza, justificando, esto último, acciones de maltrato, explotación y/o exterminio (cf.Arluke, 2006). Al tiempo y solapadamente, ciertas relaciones con animales se encuentran cursando profundas transformaciones, especialmente nos referimos a las que involucran a perros y gatos. Estas especies, antes ordenadas bajo el rótulo de «mascotas» hoy migran hacia su emergencia como «animales de compañía»; tal como lo define Haraway «un bestiario de agencias, tipos de relaciones, que muchas veces superan todas las fantasías, incluso las de los cosmólogos más barrocos» (2017, p.6). Como se lee, el foco muta desde una disposición entre especies a un escenario de constelaciones relacionales. Se desdibujan los términos, importan los vínculos. Esto nos conduce a preguntarnos ¿Qué es entonces un animal?

La pregunta planteada, que puede ser respondida desde múltiples perspectivas disciplinares, abre un juego capaz de historizarnos. Desde la óptica de los estudios antropológicos, fue Tim Ingold (1988) quién, dinamitando una categoría que tenía la impronta de lo zanjado, instaló el interrogante. Treinta años después, la respuesta continúa inacabada, mencionan Medrano & Vander Velden (2018). Los autores, quiénes arriesgan una definición mencionando que el animal -y su par, el humanx- se podría componer como verbo relacional de evento (2018, p.38), enfatizan que es menester «quedarse con el problema», retomando la premisa que formula Haraway (2019) y que este sea un «movimiento posibilitador de todos los ‘otros’. Una enseñanza antes de forma que de contenido ;…;; la predisposición a la creatividad como apertura a mundos-otros siempre mucho-más-que-humanos» (Medrano & Vander Velden, 2018, p.38). Finalmente nos advierten: «seguir indagando sobre lo que es un animal encarna hoy un movimiento político hacia la multiplicación de mundos, único antídoto entre tanto antropoceno» (Medrano & Vander Velden, 2018, p.38).

Volvamos ahora al tema que nos convoca ¿La respuesta a la pregunta «Qué es un animal» puede extenderse al dominio de los perros? Pacheco-Cobos & Winterhalder mencionan que entre «las relaciones que mantenemos con los animales domésticos, nuestro vínculo con los perros es probablemente el más antiguo y seguramente el más versátil» (2021, p.673, traducción nuestra) y Muñoz Morán & Vutova (2021) agregan que el perro se encuentra en un lugar privilegiado entre los humanos y los no-humanos. Entonces: ¿Qué es particularmente un perro? Y de nuevo, la respuesta puede provenir desde diversos campos disciplinares, aunque nos centralizaremos en aquellas que nos provee la antropología1, no sin antes dar un pequeño rodeo por algunas disquisiciones arqueológicas.

Específicamente concentrados en el Nuevo Mundo y, con base en recientes estudios arqueológicos, se acuerda en aceptar que los perros domésticos más antiguos provienen de América del Norte y poseen una antigüedad de entre 10.000 y 8.500 años a.p. (Acosta, Loponte & García Esponda, 2011, p.179 ). Si bien la existencia de perros prehispánicos entre los grupos cazadores-recolectores del extremo sur de Sudamérica ha sido confirmada (Prates, Prevosti & Berón, 2010; Acosta, Loponte & García Esponda, 2011), los registros indicarían que habrían existido en proporciones muy bajas2 y recién a partir del siglo XVI se habrían cruzado con los perros europeos introducidos dando origen a la difusión actual de la especie (Acosta, Loponte & García Esponda, 2011).

Particularmente, quiénes integraban e integran los colectivos indígenas, adoptaron rápidamente al animal y lo incorporaron a diversas actividades y esferas de la vida cotidiana. En la Amazonía ecuatoriana, por ejemplo, Philippe Descola menciona que «los achuar no cazan siempre con perros y hubo una época, antes de la llegada de los españoles, en la que ignoraban hasta su existencia» (1996, p.321). Asimismo, Laura Rival presenta un testimonio que refleja cómo los huaorani aprendieron de los quechua a cazar con perros y que recién cuando el «Dr. Vela ;…; ;an anthropologies; got us a German Shepherd. We gave the puppies away to my relatives. I kept one; it grew big, and I went hunting with it» (2002, p.77), con el perro estos indígenas comenzaron a cazar ciervos, carpinchos y pecaries de collar. Llama la atención que, en otras etnografías amazónicas, cómo por ejemplo la de Eduardo Viveiros de Castro (1992) escrita entre los araweté del Xingú (Brasil) o la de Carlos Fausto (2001) entre los parakanãs del Tocantins (Brasil), donde se describen extensamente escenas de cacería, no se menciona al perro ni se lo ve en las imágenes que los etnógrafos presentan para ilustrar la vida doméstica de éstos indígenas. Kenneth Kensinger aporta una pequeña mención entre los cashinahua del este de Perú: “Only when a man goes on a short hunt does his dog accompany him. Dogs are used principally for hunting agouti, madi, paca, anu, and Myroprocta, tsanas” (1995, p.14). Pocas contribuciones, no obstante, le han dedicado un papel protagónico al perro. Entre estas pocas podemos nombrar la de Roy Ellen (1999), la de Anath Ariel de Vidas (2002); la de Frédéric Laugrand & Jarich Oosten (2002), la de Diego Villar (2005), la de Eduardo Kohn (2007), la de Celeste Medrano (2016a) y las de Felipe Vander Velden (2009, 2017 )3, quién junto a otros colegas aporta también otro trabajo comparativo en el presente número.

Entre los qom -un colectivo indígena de pescadores, cazadores y recolectores que habita en el Gran Chaco argentino-, por ejemplo, ciertos perros en las escenas domésticas aguardan a los costados de la mesa y son alimentados con sobras una vez finalizada la ingesta de lxs humanxs (Medrano, 2016 a ). Los qom y sus perros no comen literalmente juntos pero el acto delinea comportamientos que van forjando vínculos específicos a partir del acto de «dar alimentos». Fausto & Costa, califican a estas relaciones como de «dependencia vital» (2013, p.157 , traducción nuestra) separándolas de los genuinos actos de comensalidad -del «comer juntos»- que implican «comidas compartidas por adultos plenamente productivos» (Fausto & Costa, 2013, p.157). En esta viñeta etnográfica, en cambio, determinados perros, aunque en segundo lugar y fuera de la mesa, comen junto a los humanxs, mastican los huesos que éstos han chupado, consubstancializándose así unos a otrxs en el devenir de unos lazos donde los cuerpos no se contienen, sino que se recortan como vinculados (cf.Vilaça, 2002, p.352 ). Pero no todos los perros ostentan estas continuidades; el perro que vive-con los humanos «se hace» (Medrano, 2016a) a través de diversos procesos de fabricación corporal, de la colocación de un nombre y de una suerte de duelo que sucede luego del deceso de estos animales (Medrano, 2016a). Los perros que no son «hechos» de esta manera, no son perros; tampoco son animales salvajes; no son casi nada. Estas evidencias, que son acompañadas por etnografías como las de Ellen (1999), Villar (2005) y Vander Velden (2017), determinan este carácter intermedio de los perros: a medio camino entre la humanidad y la animalidad, tal como menciona Medrano (2016a), sin dejar de ser un animal, el perro está más próximo a los humanxs que el resto de los ejemplares de la fauna, comparte la vida doméstica y es moldeado, transformado, educado, socializado de maneras similares a las de un humanx qom cualquiera (Medrano, 2016a). Ocupando así un borde difuso, «el locus de la ambivalencia, la metamorfosis, la relacionalidad que moldea existentes, adquieren una continuidad sustancial -una consubstancialidad-, con las personas que los albergan; pero al mismo tiempo el perro pasa a compartir su vida con gallinas, cabras, caballos y con otros ejemplares de fauna que, traídos del monte, son incorporados como mascotas» (Medrano, 2022). No deja de ser un animal, pero no alcanza a ser un verdadero pariente ¿Ocurre esto en las llamadas sociedades modernas?

En la actualidad, en estos mundos que llamamos sociedades modernas, en concreto en las grandes ciudades, y en específico del mundo Occidental4, se presentan desarrollos particulares de la relación entre animales humanxs y animales no humanos5, especialmente con los llamados animales de compañía y/o mascotas (lo cual no es equivalente ni igual).

Aunque hay una diversidad de mascotas, que van desde peces tropicales, tarántulas, una gran cantidad de especies de aves, lagartos, serpientes, cerdos, hasta ratones, en especial se encuadra dentro de las especies de compañía a los perros y a los gatos, debido a aquella especial relación que se ha tejido desde hace milenios, entre estos animales: humanos, gatos y perros, como seres que habitan el mismo espacio, con los que se crea, en muchos casos, una relación de afecto. En este número de Tabula Rasa, nos hemos interesado por la relación entre humanxs y perros, en concreto, desde las herramientas de la etnografía multiespecie. Es decir, la mirada sobrevuela no sobre lxs humanxs que se relacionan con perros, sino sobre los perros y lxs humanxs, por igual. A pesar de que ya mucho se ha discutido sobre la etnografía multiespecie, y muchos trabajos llevan este rótulo, sigue siendo problemática su puesta en escena.

¿cuándo consideramos al perro -en este caso- como un sujeto de la etnografía, como un sujeto de la investigación, y no como un objeto de nuestra mirada, centrada en lxs humanxs y su relación con ese otro (en tanto cosa, objeto) y no como Otro, ser sintiente, agente de su existencia, un Otro con el cual se construye una relación social particular6, como especies compañeras (Montenegro Martínez, 2021)? ¿En qué momento sí se está haciendo etnografía multiespecie? Desde que Kirksey & Helmreich (2010) acuñaran el término «etnografía multiespecie», y en una multiplicidad de trabajos, se ha señalado que dicha herramienta se vincula al abordaje etnográfico de la «relacionalidad entre seres humanos y no humanos». Pero ¿Qué tipo de relacionalidad? si pensamos sólo en el caso de los perros, y sólo en el mundo Occidental ¿Qué es lo característico de esta relación y como es nuestra aproximación al estudio y observación de esta relación? tal vez sólo podamos contentarnos con enunciar múltiples preguntas que llevan a otros nuevos cuestionamientos.

Además, sumado a la complejidad de un abordaje etnográfico multiespecie, está lo enrevesado del mundo perro-humano per se, sólo pensando en el mundo Occidental, sin considerar otros continentes, como ya hemos mencionado. ¿Qué es lo representativo de la relación perro-humano en Occidente? ¿La relación entre los mushers y sus perros? ¿La relación entre los indígenas de diversos países y los perros de cacería? ¿Qué es lo representativo de la relación animal humanx-animal no humano? ¿La que existe entre un perro y el guardia de seguridad que lo lleva sujeto de una traílla? ¿Es la relación entre un perro guía y el humano invidente que depende de él? ¿Cómo es la relación entre los perros de exposición y los humanos que compiten entre sí por premios, reconocimientos, gloria, si se quiere, a partir del perro que poseen? ¿Cómo es esta relación entre los animales humanxs y los animales no humanos ;perros; cuando esta relación está atravesada por la propiedad de uno de estos seres sobre el otro? ¿Cómo decir que somos especies compañeras si una de estas se compra como cualquier objeto de mercado? ¿Cómo se construye una relación social entre dos especies compañeras cuando una es la que decide sobre la vida y la muerte de la otra?

Así, como ya se ha planteado, está la pregunta sobre qué es un animal, y claro, nos interesa la etnografía como una herramienta para acercarnos a esa compleja relación, entre animales humanxs y animales no humanos, con ese trasfondo de la «animalidad». Así, son múltiples las preguntas que nos rondan: sobre animales, sobre humanidad, sobre etnografía, sobre relaciones sociales interespecie…

En este sentido, nos interesan también, las formas en que se construyen estas interacciones interespecies, y cómo la etnografía se ha convertido en una herramienta para esto, y cuál es la diferencia entre esta etnografía multiespecie y la etnografía clásica. También nos interesa vislumbrar cuál es el potencial de creación de conceptos que devienen de este tipo de etnografía, que nos permitan un mayor nivel de análisis y comprensión de los mundos de las relaciones sociales entre especies compañeras. La etnografía es una herramienta, un método si se quiere, para profundizar en las relaciones sociales. En este sentido, es un método adecuado y valioso para acercarnos a desentrañar las relaciones (o la multiplicidad de relaciones) que se construyen entre perros y humanxs. Estas relaciones han sufrido cambios sustanciales en las últimas tres décadas en que esos seres, los perros, saltaron del patio de las viviendas humanas, de las calles de las ciudades, a las camas de sus compañeros/as humanos/as, a una presencia activa y permanente en la televisión y a ser un objeto del marketing de una multiplicidad de empresas, de comida, de entretenimiento, de salud, de seguros.

La etnografía nos permite acercarnos a esas relaciones entre perros y humanos, de una forma amplia, profunda, con tiempos largos, con calma y claro, rigurosidad, aunque con toda la carga de la subjetividad que le es propia, pero de una forma que permite no sólo interrogar al/la humanx, sino sentir (y no sólo observar) al perro, a sus interacciones, a su lenguaje, si se quiere a sus deseos y no sólo a sus acciones, evidenciar su capacidad de hacer mundo, poder vislumbrar las decisiones que sí pueden tomar, como seres sintientes con capacidad de agencia7. Como señala Donna Haraway, los perros no están supliendo una teoría; no están aquí sólo para pensar con ellos. Están aquí para vivir con ellos.

En este número de Tabula Rasa, dedicado a las relaciones entre perros y humanxs, encontramos dos tipos de artículos, los que presentan resultados de investigaciones desde el punto de vista de la etnografía multiespecie, y otros escritos producto de investigaciones realizadas desde otros enfoques. Así, encontramos en primer lugar el artículo Amansar, familiarizar, animalizar: técnicas para hacer perros cazadores en la Amazonía, de Gesinei dos Santos Labontê, Gabriel Sanchez, Ramiro Esdras Carneiro Batista y Felipe Vander Velden, en el que se presentan los resultados de investigaciones realizadas en tres poblaciones indígenas del Amazonas, sobre la posición de los perros en los mundos amerindios, y en particular sobre la preparación de perros cazadores, de lo cual resalta la diferencia entre perros que cazan y los que no, que pone de relieve la diferencia entre animalizar y domesticar a los perros, como parte del equilibrio entre lo animal y lo humano.

En el escrito Enseñados al trabajo y a la comida: los animales voluntariosos de los indígenas pastos en el sur andino colombiano, se presentan los resultados de la investigación realizada por Laura Guzmán Peñuela, llevada a cabo en el resguardo indígena de Pastás (Nariño), en que se plantea que los animales humanxs y no humanos comparten la vida social, y a través de ese compartir la vida cotidiana se brindan la posibilidad de existir.

El artículo de Luisa Amador Fanaro, titulado Notas sobre las relaciones entre perros de trineo y mushers en Tierra del Fuego, Argentina, se realiza un análisis de las relaciones entre los perros de trineo en Ushuaia (Tierra del Fuego), con los conductores humanos de esos trineos, en que entran en contradicción el adiestramiento, la codomesticación y la «programación genética», y se plantean preguntas y paradojas en esa relación que aflora entre cultura y naturaleza.

El trabajo realizado por Leticia Poliak y Juan Martín Dabezies, está dedicado al análisis del uso del perro en la caza mayor en Uruguay, y las discusiones que existen entre diversos colectivos, como por ejemplo los que se preocupan por el bienestar animal, en el caso de los perros, los que se presentan en defensa del medio ambiente y en defensa de las especies afectadas por la cacería, así como se evidencia el papel del Estado en estas actividades y discusiones. Este trabajo lleva como título Enredos perrunos: el perro de caza mayor en Uruguay desde diferentes colectivos sociales.

El escrito de Rigoberto Reyes Sánchez e Iván Sandoval-Cervantes, que lleva como nombre De jaurías, sufrimientos y rescates: violencia y relaciones entre perros y humanos en dos ciudades fronterizas mexicanas, se pregunta por la presencia de los perros en las calles de ciudades mexicanas, en este caso dos: Tecámec y Ciudad Juárez, en donde la violencia hace parte de la vida cotidiana. Los autores realizan un análisis de los manejos territoriales, alianzas y afectos que se presentan entre perros y seres humanos, en un mundo densamente poblado, pero en el que todavía hay fronteras entre lo rural y lo urbano.

La investigadora Surama Lázaro Terol, presenta su trabajo realizado desde la etnografía visual, sobre la relación humanos-perros, y en este caso particular entre un humano invidente y su perra guía. De esta forma, en este escrito titulado La vida de una perra guía: entre lo animal, lo humano y lo instrumental. Una aproximación desde la etnografía visual digital, se presenta una discusión que transita entre lo animal, lo humano y lo instrumental, tomando como ejemplo la preparación y la vida de los perros guía.

En el caso de David Figueroa Serrano y Alma Esli Bernal Valdés, en su escrito Metáforas animales. El perro como representación creativa de la experiencia interespecie, se ilustra la relación entre dos especies compañeras: humanos-perros. Los autores se preguntan acerca de los vínculos emocionales y funcionales entre estas dos especies a través de los lenguajes artísticos, como parte de los imaginarios sociales.

Por su parte, Julio Alejandro Castro Moreno e Irma Catherine Bernal Castro, en el artículo titulado Devenir dingo: los límites difusos entre salvaje, feral y doméstico. Un abordaje teórico desde la etnografía interespecie, se lleva a cabo un análisis teórico en el marco de la etnografía multiespecie y el análisis fenomenológico, en que se discute sobre cuando un animal es un animal doméstico y cuando se considera salvaje, pensando en el caso del dingo y de los perros ferales, preguntándose por el devenir de los perros y lxs humanxs.

Estos artículos reseñados hasta el momento, hacen parte de la sección Desde el ático, en la cual hemos reunido los escritos que hacen parte de la convocatoria realizada sobre Devenires-perro. Abordajes etnográficos multiespecie en torno a animales de compañía, sin embargo, como ya se ha señalado, hay otros escritos, muy sugestivos, que decidimos publicar en la sección Otros enfoques, porque aportan al conocimiento sobre las relaciones humanos-perros, aunque, como señala el título de la sección, son planteados desde miradas diferentes a la etnografía multiespecie.

Así, tenemos en primer lugar, el escrito de Ángela Bartram, El deseo de una conexión con otros. Aprendiendo de y con los perros mediante la investigación artística, en que se realiza un análisis de la compleja relación entre seres humanos y animales, a partir de la agencia, la igualdad y las co-dependencias afectivas. De esta forma, a partir de un proyecto de investigación artística (Be Your Dog), se pregunta la autora por la empatía entre especies, las perspectivas y especificidades de género, los comportamientos individuales y colectivos y las relaciones afectivas en un entorno artístico.

Andrea Mastrangelo, en su escrito Perro el que lee. Dimensiones de la relación perro- humano emergentes en el imaginario literario, presenta su trabajo de análisis de literatura en que aparecen perros como narradores de su relación con los seres humanos, atendiendo a una diversidad de temas, entre los cuales se encuentra la estructura social, la moral, la raza, la desigualdad, entre otros tópicos, identificados en la literatura en inglés y español desde el siglo XVII hasta el presente.

Por su parte, Marcos Díaz Videla, en su artículo Proximidad en el vínculo humano- perro: el rol del antropomorfismo y el antropocentrismo, realiza una aproximación al vínculo humano-animal, y sus transformaciones históricas, las cuales han presentado dos procesos: el antropomorfismo y el antropocentrismo (y el subsecuente antiantropocentrismo), manifestados en diversas dicotomías como humano/animal, sujeto/objeto, persona/no-persona, presentado las discusiones al respecto que están a la orden del día.

Por último, en cuanto a los trabajos realizados sobre la relación humanos-perros, está el escrito y la presentación fotográfica de Francesc Bailón Trueba y David Pacheco Filip, sobre la relación entre los perros y los seres humanos en el Ártico, presentando los cambios que han tenido estas poblaciones de un nomadismo estacionario, a un sedentarismo parcial, con todas las transformaciones que ha implicado pasar (por lo menos en parte) de ser sociedades de cazadores-pescadores, en que los perros jugaban un papel central, a ser comunidades dependientes del mundo industrial. Así, se presentan estos cambios sufridos por los inuit en Groenlandia, y como es la relación de estas comunidades con sus perros, así como cuáles son los cambios y amenazas que sufren unos y otros a partir de la contaminación ambiental y el calentamiento global.

Para finalizar este número de Tabula Rasa, tenemos la sección Palestra, en la cual presentamos el artículo de Malik Tahar Chaouch, titulado Laicidad, islamofobia y contrarrevolución colonial en la Francia del siglo XXI, en que se realiza un análisis en clave decolonial de los usos islamófobos de la laicidad en la Francia del siglo XXI, debatiendo los usos identitarios como elemento de la islamofobia, la cual se presenta como una expresión de una lucha racial.

Retomando lo mencionado, al proponer este número de Tabula Rasa, nos ha interesado preguntarnos acerca del lugar de los perros -pero también de todos los animales- en la vida cotidiana de las personas, del lugar de los perros en la teoría social contemporánea, y en particular en los métodos de investigación que nos acercan a estas relaciones interespecie, en particular, la etnografía multiespecie, de todo lo cual, este número es sólo una primera aproximación. La invitación es a dejar la pregunta en abierto, a no agotar la posibilidad de pensar y pensarnos más multiespecies, mezclarnos con todxs lxs otrxs de este planeta. Lxs convidamos a devenir cada vez más humanx-animal y comenzar a rastrear huellas, como aquel «arte de ver lo invisible para disponer el cuadro de una auténtica geopolítica» (Vinciane Despret en Morizot, 2020, p.14 ), con el anhelo de aproximarnos a una existencia menos destructiva, una que al enredarnos-con animales, plantas, rocas, fenómenos climáticos, nos emancipe.

Referencias

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1 Otras perspectivas posibles podrían ser por ejemplo la literaria, dentro de las que se encuentran el trabajo de Subercaseaux et al. (2014); también están las filosóficas (Alizart, 2019) y claro, el último manifiesto de Haraway (2017) que pone a los perros en el centro de la escena.

2Existe un acuerdo respecto a afirmar que la difusión de los perros en América del Sur se produjo principalmente entre las sociedades andinas, especialmente a partir de los 3.500 años a.p. y que la introducción de los perros en las sociedades de cazadores-recolectores del Cono Sur se habría producido más tarde, hacia 1.000 años a.p., cuando estas sociedades parecen haber aumentado los contactos sociales y la movilidad a grandes distancias (Prates, Prevosti & Berónet, 2010; Acosta, Loponte & García Esponda, 2011).

3Resulta también sustancial en este «estado del arte» el trabajo de Marion Schwartz (1997), un exhaustivo estudio sobre el perro domesticado en el Nuevo Mundo desde la prehistoria hasta el presente.

4Es necesario aclarar que no se incluye en lo que se propone aquí a las sociedades y ciudades de otras partes del mundo, como lo es el continente asiático o el africano, por desconocimiento de cómo se están desarrollando las relaciones entre animales humanos y animales no humanos —en el caso de mascotas o animales de compañía—, por ejemplo, en las grandes ciudades de aquellos continentes.

5Es menester aclarar que, dentro de la mayoría de las sociedades indígenas del conosur, la categoría animal es una noción con mucha productividad dentro de sus cosmologías por lo que de ninguna manera lxs humanos podrían ser referidos como «animales humanos» y sería redundante hablar de los «animales no humanos». Humano y animal son dos polos de un dualismo que, en perpetuo desequilibrio —tal como propone el célebre Claude Lévi-Strauss—, relacional y anti-taxonómicamente, van modelando los devenires ontológicos de estas sociedades (cf.Medrano, 2016b, 2019). Recién podemos arriesgar un análisis utilizando las categorías «animales humanos» y «animales no humanos» cuando nos referimos a las ya nombradas sociedades modernas, aunque esto no está exento de un posible análisis que excede los propósitos de esta introducción.

6Esta es una de las apuestas de Montenegro en su investigación de doctorado sobre la relación social que se construye entre animales humanos y animales no humanos, como especies compañeras.

7Esta capacidad de agencia de los perros es uno de los temas centrales de la investigación de Montenegro Martínez (2021).

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