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Tabula Rasa

Print version ISSN 1794-2489

Tabula Rasa  no.42 Bogotá Apr./June 2022  Epub May 04, 2022

 

Articulos de Investigación

El taller del marxismo en Colombia

The Workshop of Marxism in Colombia

A oficina do marxismo na Colômbia

Javier Calderón Castillo1  1

1Javier Calderón Castillo [1] Universidad de Buenos Aires, Argentina. javiercalderon2006@gmail.com


Resumen

El artículo aborda la pregunta sobre la existencia de un marxismo en Colombia, con una respuesta provisoria relacionada con la articulación de un «taller» compuesto por intelectuales orgánicos y académicos que construyeron, en desarrollo de encendidas polémicas, un marxismo práctico que buscó una revolución socialista. Propone el análisis sobre núcleos intelectuales que desarrollaron los procesos de edición y publicación, y por supuesto de formulación académica y política de las ideas de Marx, en relación con la interpretación de las relaciones sociales en el proceso capitalista en Colombia. Se describen las corrientes, la síntesis de sus aportes, se detallan algunos de los principales exponentes, que conformaron el «taller» de un marxismo práctico: anticolonial y antimperialista. Un proceso que elaboró una nueva historia de Colombia explicó el proceso capitalista y fue parte del movimiento real, con grandes tensiones como la ortodoxa alineación internacional como camino para la vía socialista.

Palabras clave Marx; Colombia; comunismo; nueva izquierda; liberación

Abstract

This article deals with the question of the existence of a Colombian-based Marxism and advances a provisional answer that has to do with the articulation of a "workshop" made up of organic intellectuals and scholars who built, through heated polemics, a practical Marxism that pursued a socialist revolution. It puts forward an analysis on intellectual nuclei that developed some processes of editing and publication, and, naturally, of a scholarly and political formulation of Marx's ideas, in relation to the interpretation of social relations in Colombia’s capitalist process. Then we describe the schools, synthesize their contributions, outline some of its main exponents, who made up the "workshop" of a practical anticolonial and anti-imperialist Marxism. Such a process helped build a new history of Colombia, explained the capitalist process and was a part of the real movement, while facing great strains, such as the orthodox international alignment as a path to the socialist way.

Keywords Marx; Colombia; Communism; New Left; Liberation

Resumo

O artigo aborda a pergunta sobre a existência de um marxismo na Colômbia, com uma resposta provisória relacionada com a articulação de uma “oficina” composta por intelectuais orgânicos e acadêmicos que construíram, no meio de altas polêmicas, um marxismo prático que procurou uma revolução socialista. Propõe a análise dos núcleos intelectuais que desenvolveram processos de edição e publicação, e, certamente, de formulação acadêmica e política das ideias de Marx, em relação com a interpretação das relações sociais no processo capitalista na Colômbia. Descrevem-se as correntes, a síntese de suas contribuições, detalham-se alguns dos principais expoentes, que conformaram a “oficina” de um marxismo prático: anticolonial e anti-imperialista. Um processo que elaborou uma nova história da Colômbia, explicou o processo capitalista e fez parte do movimento real, com grandes tensões como o alinhamento ortodoxo internacional como caminho para a via socialista.

Palavras-chave Marx; Colômbia; Comunismo; Nova Esquerda; Libertação

Introducción

Los estudios sobre el marxismo en América Latina (AL) siguen siendo un campo fértil para el pensamiento y las ciencias sociales críticas. Quedan múltiples preguntas sobre el siglo XX que pueden tener impactos sobre los hechos del presente, no en el sentido de advertir un devenir lineal de la historia, sino de conocer el fondo de las relaciones sociales que puedan ser sincrónicas con los intentos de subversión del orden imperante. Mucho más si el núcleo de análisis es el capitalismo (en todas sus dimensiones) y la praxis contraria y transformadora de ese orden de explotación; es decir, un análisis de las formas de apropiación y desarrollo en AL de la obra de Carlos Marx y sus continuadores.

En contravía de la intención de las y los seguidores del liberalismo, que impusieron la idea de senectud de la obra de Marx, incluso antes del colapso de la Unión Soviética, su estudio sigue siendo necesario porque «el marxismo es una crítica del capitalismo: concretamente, la más perspicaz, rigurosa y exhaustiva crítica de su clase jamás formulada y emprendida» (Eagleton, 2011, p.16). La matriz imperante en el mundo académico es, como este mismo autor lo explica, «la curiosa idea de que ya es hora de que enterremos definitivamente a Marx y sus teorías, incluso ahora, cuando no hemos salido aún de la estela dejada por una de las más devastadoras crisis del capitalismo de las que tenemos constancia histórica» (2011, p.12).

Estudiar a Marx en Colombia resulta un doble desafío: corresponder a la perspectiva histórica de la praxis con todos sus debates y desarrollos, y al tiempo lidiar contra el enorme tabú antimarxista local, igual o peor al ambiente global. Debe orientarse por escudriñar en el amplio y espinoso debate mundial sobre su obra y situarse en un país del tercer mundo —periférico incluso en la misma región—. En ese camino, se propone ubicar el estudio de la historia y los problemas del marxismo en Colombia atendiendo a una forma marxista de entender el propio proceso de conocimiento, que nos conduce a pensarlo con cuatro características específicas: en primer lugar como un laboratorio o taller de producción de la praxis liderado por trabajadores e intelectuales orgánicos de la revolución socialista; un espacio/tiempo de producción intelectual a partir de la polémica, con aportes críticos de distintas personas y colectivos que leyeron a Marx y sus continuadores; conectados a una realidad mundial particular del siglo XX (ancladas a los procesos de la Unión Soviética, China, y Cuba) pero tatuadas con las condiciones particulares del país; y finalmente, teniendo en cuenta la relación de ese pensamiento con las realidades y luchas del «movimiento real».

Este trabajo muestra un taller marxista, con mucha influencia del pensamiento de Lenin, pensado para la acción y el desarrollo de una revolución anticolonial y antimperialista. Un taller entendido como un espacio en el que varios individuos construyen objetos, ya sea materiales o inmateriales, en los cuales están plasmadas las habilidades, experiencias y conocimientos de un grupo determinado; siguiendo los planteamientos de Gramsci quien concibe que «un movimiento histórico», de transformación social como el estudiado aquí, requiere de una «actividad práctica (colectiva)» que presupone un proceso de relación donde los «valores diversos y heterogéneos en los fines, se fundan en los objetivos» (Gramsci, 1967, p. 0), y en un sentido similar, los de Vigotsky, quien afirma que el conocimiento implica trabajo construido a través de la interacción con su entorno humano, aunque en apariencia sea de manera individual (2010, p.46). Los individuos siempre acceden al conocimiento, social, económico y político en una interacción, por lo tanto, todo conocimiento implica un colectivo, ya sea en el caso de quienes elaboran sus pensamientos de forma individual o de quienes construyen en colectivo sus reflexiones.

Para analizar los componentes intelectuales de ese taller, se han dividido en cuatro las corrientes político-intelectuales con mayores producciones y polémicas, que aportaron con la conformación de editoriales, la publicación de libros, revistas, la elaboración de estudios empíricos, ensayos teóricos, y con una práctica política permanente en el movimiento real. Estas corrientes son: 1. El PCC: la tensión entre los mandatos del PCUS y el estudio de la realidad colombiana; 2. La nueva izquierda: maoísmo y la diversidad marxista-leninista (ML); 3. El sector académico de la nueva izquierda; y 4. teología de la liberación y nueva izquierda.

Desde prácticas y puntos de referencia intelectual/político distintos, estas cuatro corrientes confluyeron en algunos temas, que vistos en su conjunto (incluso en sus tensiones), conforman un gran aporte al pensamiento crítico en general, y al marxismo en particular. La síntesis de esas polémicas constituyó la fuente de diálogo y formación de varias generaciones que intentaron hacer la revolución socialista. Los ejes comunes de esa síntesis es la crítica al proceso de acumulación capitalista tardía, centrado en la ruralidad, con un grupo dirigente de la clase dominante ligado por completo a los EE. UU., y en un proceso de neocolonialismo con un efecto dependiente en lo político, en lo económico y en el proceso de organización del orden social en lo nacional.

Esas características y desarrollos del taller del marxismo colombiano muestran algunas facetas y formas que logran lo particular en el proceso histórico colombiano. En las dos décadas estudiadas (1960 y 1970) las producciones intelectuales publicadas de forma dispersa en revistas, libros, periódicos, y en textos mimeografiados, lograron profundizar en la historia de los sectores subalternos en la colonización, forjando las bases de los estudios sobre la cuestión agraria, pero también sobre la cuestión indígena, poniendo en primer plano a las y los trabajadores del campo, y la tensa relación con los pueblos indígenas. Un asunto que no se detuvo en la descripción de esa cuestión rural, ni en elaborar el marco de comprensión de las relaciones de poder capitalistas y sus formas violentas de acumulación. Se trascendió a la organización de un fuerte movimiento campesino-indígena, opuesto a la expulsión de sus territorios y con un programa de cambios y reivindicaciones anticapitalistas, como quedó bastante ilustrado en los siete ensayos críticos de la Comisión Histórica del Conflicto y sus Víctimas (Estrada, 2015). De esa manera, se explica la participación de diversos sectores rurales, especialmente trabajadores y trabajadoras asalariadas, indígenas, colonos sin tierra, afrodescendientes, en el alzamiento armado, iniciado en los años 1960, compuesto también por una diversidad de organizaciones y formas de comprender dicha forma de disputa, que llegó a incluir siete grupos guerrilleros (Farc, ELN, EPL, Quintín Lame, M19, ADO PRT).

Este trabajo no profundiza en el desarrollo de tal confrontación, se orienta por mostrar una faceta poco conocida de la historia social de Colombia, en describir cómo se conformó un taller colectivo de producción marxista y trata de responder la cuestión sobre si hubo o no un marxismo colombiano. Una pregunta que no tiene una respuesta unívoca. Resultará negativa y frustrante si se pretende comparar con el desarrollo del marxismo europeo, esto es, con la idea de encontrar un progreso teórico. En Colombia no se escribió una «gran obra» marxista en la academia, no se puede encontrar un intelectual como Althusser, o como Hobsbawm.

La comparación con América Latina resulta más plausible, aunque también es difícil realizarla por el desarrollo desigual de la academia. En Colombia no hubo un ámbito universitario propicio para desarrollar esas ideas, ni tampoco de la magnitud de la academia de Brasil, Argentina, o México, donde se concentran la mayor cantidad de publicaciones académicas del marxismo. La hegemonía de la clase dominante y la intrusión de Estados Unidos sobre la universidad pública estatal colombiana (al menos en la administración, en el proyecto curricular y en la escogencia de docentes) fue sistemática durante todo el siglo XX, en especial desde los años 1950 con la «fiebre planificadora» (Universidad Nacional de Colombia, 1972, pp.19-22). El camino de encontrar un marxismo académico en Colombia, con desarrollos teóricos, con tales condicionamientos no tiene sustento y es un terreno árido.

En desarrollo de la investigación doctoral, de la cual este artículo es parte, se decidió buscar un camino distinto, analizando la literatura marxista editada por las diversas corrientes, encontrando una prolífica y extensa producción de ensayos y trabajos empíricos (que fueron la tribuna del «taller» del marxismo en Colombia) que dan cuenta de un genuino interés por investigar la realidad colombiana y buscar las dinámicas de opresión capitalista. Una literatura en muchos casos de difícil acceso, al no estar disponible en bibliotecas porque fueron editadas de forma clandestina, y fue parte de algunas dinámicas, a saber: a. De proyectos editoriales de las diversas corrientes marxistas (leninistas, estalinistas, maoístas, trotskistas, nueva izquierda, izquierda nacional, teología de la liberación); 2. Del trabajo intelectual extrauniversitario de docentes/académicos (muchas veces ligado a los proyectos editoriales antes mencionados); y 3. De sistematización individual o colectiva, en forma de síntesis, de las luchas de las organizaciones marxistas (algunas veces de forma autónoma).

Es una «obra» dispersa escrita para polemizar, informar a las y los integrantes de partidos y movimientos y para debatir con las ideas del estatus y del poder. Están plasmadas en revistas y libros de bolsillo, con una orientación definida aquí y de forma provisoria (o hipotética) como la expresión de un marxismo práctico. El taller del marxismo colombiano está muy influenciado por la preocupación sobre la acción de las y los trabajadores, no como una consecuencia posterior de la ideología sino como un momento de la praxis, una «praxis que no significa nada más que la acción y la actividad práctica humana de la transformación del mundo objetual» (Kohan, 2013, p.212).

Es innegable en el proceso histórico que ese «marxismo práctico colombiano» intentó hacer una revolución socialista con una clara orientación anticolonial (como lo expresaban en su ideario de reforma agraria), y para ello, desde distintas corrientes, diversas formas y niveles de entendimiento de la obra, Marx, con dogmatismos y herejías, abrió con fuerza una faceta de disputa en contra del capitalismo y la clase dominante fortalecida por su inclinación ante los EE. UU. y por su papel áulico ante el imperialismo.

Finalmente, para información de las y los lectores, este trabajo es uno de varios que introduce una estructura para comprender ese taller del marxismo, acercarlo a las tendencias y tensiones que lo caracterizan. Parte de la pregunta ¿cuáles son los problemas y los aportes de individuos y colectividades en la construcción de un marxismo colombiano?, no se detiene a recabar sobre los yerros en las interpretaciones y aún no se expone en un análisis comparativo. Al final se podrán leer, en forma de conclusiones provisorias, los ejes de problemas más abordados por esta pléyade de marxistas colombianos y colombianas, que son la continuidad de este trabajo como parte de la investigación doctoral de su autor.

Un origen: lecciones del socialismo agitacional

Ese taller o laboratorio marxista se nutrió de las oleadas y la pléyade del «movimiento real». La relación entre el momento de auge de las luchas por el cambio social, o de subversión, como las llama Orlando Fals Borda (2008) y la producción de estudios y análisis del marxismo son coincidentes e influyentes en ese mismo proceso. Esto ocurrió con claridad en dos grandes momentos del siglo XX: el primero (y más estudiado), fue el auge del movimiento huelguístico (muy diverso) de las y los trabajadores de la naciente —y precaria— industria (1916-1936) que originó la fundación del Partido Socialista Revolucionario —PSR— en 1926, y del Partido Comunista Colombiano —PCC— en 1930 (Medina, 1980).

Ese primer periodo ha sido bautizado con distintos nombres (socialismo temprano, socialismo huelguístico), en este trabajo le daremos entidad con un concepto amplio que denota una intención de cambio social de las distintas corrientes e intenciones que confluyeron en ese comienzo e inserción del marxismo en Colombia. Estamos de acuerdo con Orlando Fals Borda al denominar ese periodo como la subversión socialista (2008, pp.30-33), por dos razones, la primera, porque como lo intenta su mentor, empieza a derrumbar la estigmatización sobre el concepto de subversión (y del propio socialismo) al indicar que en todas las sociedades emergen grupos e individuos que buscan en cambio social, como ocurrió con la gesta anticolonial comunera en 1781[2], o con el proceso independentista liderado por Bolívar en las primeras décadas del siglo XIX. También se asume tal concepto, porque denomina el periodo con toda su apertura, no lo minimiza a un conjunto de hechos sin sujetos, y sin rumbo transformador, como en algún sentido lo pretenden explicar desde la historiografía, donde se explica ese auge de huelgas y sindicatos por un periodo de abundancia económica. El periodo de esa primera subversión socialista tuvo un conjunto de objetivos democratizadores en un comienzo —hacía 1916—, y en su desarrollo, con el objetivo de construir un orden comunista —en el periodo posterior a 1924— (Vanegas, 2013, p.46).

Es el antecedente más sólido de irrupción social del siglo XX con impactos profundos sobre la historia del país, un intento de transformación interrumpido por la feroz violencia conservadora que engendró una guerra civil desde 1936, cuyo mártir más conocido fue Jorge Eliecer Gaitán, donde murieron más de 300 mil personas (Guzmán, 1962) en su mayoría trabajadores campesinos. Una guerra que terminó de moldear el talante violento y excluyente de la clase dominante colombiana, gobernante desde el fin de la dictadura en 1957 hasta la actualidad, al tiempo que legó formas de resistencia y acción hacia una diversidad de grupos sociales del pueblo, como los entiende Enrique Dussel: «a los de abajo, a la comunidad política nacional, a los pobres del pueblo, oprimidos y explotados» (2006, p.7), o el «el pueblo llano» como sujeto inconforme de la rebeldía en la historia colombiana, descripta por Ignacio Torres Giraldo (1978, pp.7-11). Fueron dos décadas de guerra y de resistencia, donde el pueblo se replegó para salvar sus vidas, en medio de intensas polémicas por el «qué hacer» en medio de violencia desatada inicialmente entre las dos facciones políticas del poder, que no recayó sobre las élites, sino en el pueblo militante. La aridez en las producciones marxistas de este periodo no es causa exclusiva de la influencia externa del estalinismo en el Partido Comunista, integrante de la III internacional y de la alineación total del PCC a los lineamientos soviéticos, o por la pasividad de los liderazgos socialistas previos a la conformación del PCC, sin embargo, se creó el Grupo Comunista de Bogotá (1923) liderado por Luis Tejada (líder socialista del PSR), y por el grupo de estudio marxista liderado por un migrante ruso, Silvestre Savitsky, donde se estudiaba El capital, o Tomás Uribe Márquez, quien pertenecía a la «sociedad de los iguales» (Torres Giraldo, 1978, pp.738-743).

Es cierto que en el periodo no surgió un intelectual orgánico de las características de Mariátegui, con la capacidad de estudiar de forma tan original la obra de Marx, también es claro que las ideas del Partido Comunista reciclaron con simpleza el marxismo oficial de la URSS, pero también es cierto, que la existencia de una guerra civil (auspiciada por las facciones de poder) inhibió cualquier clima de desarrollo intelectual, al tiempo, como ya lo hemos explicado, tampoco existió una academia abierta que permitiera descollar una intelectualidad estudiosa del marxismo. No es posible abstraerse de los hechos y las dificultades del contexto, solo algunas voces críticas provenientes del Partido Liberal (influenciadas por el gaitanismo) pudieron sobrevivir en ese ámbito de hostilidad y censura académica, como también solo unas pocas personas (de la élite) se formaron en la academia local o en el exterior, la circulación de pensamiento fue restringido a un pequeño grupo de privilegiados.

Gerardo Molina, uno de los pocos intelectuales de izquierda con incidencia en la vida académica (llegó a ser rector de la Universidad Nacional en 1944), integrante de la corriente liberal gaitanista, y autopercibido como socialista, sintetizó lo que ocurría en todas las esferas de la vida pública del país, como un continuo devenir de la esclerosis conservadora, en su famosa y cierta sentencia: «Colombia ofrece la particularidad de que antes de que hubiera socialismo ya había anti socialismo» (Molina, 2021/1987 p.137). La dificultad para el impulso de las «ideas socialistas» y del marxismo fue enorme, aunque fue más intenso el esfuerzo para desaparecerlo de suelo colombiano. La clase dominante se enfrentó al movimiento real de trabajadores y campesinos desde los años 1920, y decidió pasar de un anti socialismo pasivo (discursivo) a uno activo y violento, que puede definirse como contrarrevolucionario (Molina, 2021/1987, pp.301-320). El nobel García Márquez, retrató en Cien Años de Soledad ese comienzo de la violencia antisocialista, con el relato de la «Masacre de las Bananeras» ocurrida en 1928, que sería el preludio de lo que sobrevino una década después. El miedo al marxismo fue ligado a diversos sentidos comunes, en especial al religioso, se configuró un anticomunismo criollo, ligado al liberalismo económico, al falangismo y al nazi fascismo.

Se señaló al marxismo (más genéricamente al comunismo) como una corriente de pensamiento inoculada desde el exterior del país, con el propósito de acabar con las formas de vida «locales». Ya se había normalizado en la sociedad colombiana, como propias, las ideas y corrientes del colonialismo europeo y del neocolonialismo norteamericano. Sin embargo, como muy bien lo sintetiza Isidro Vanegas, ese movimiento socialista de comienzos del siglo XX fue «un socialismo agitacional» (2000, p.136), una mixtura de autenticidad (con reivindicaciones justas en el naciente capitalismo criollo), de continuación de las luchas comuneras e independentistas, un pliegue intersticial del liberalismo, e influenciado por las noticias de la Revolución de Octubre. En realidad, las clases dominantes no temían una revolución socialista en los años 1920, aplicaron una contrainsurgencia preventiva ante la evidente simpatía de las y los trabajadores por una opción distinta a la hegemonía liberal-conservadora, con ideas que agitaron disputas sindicales y propusieron debates que movieron la rutinaria política del país.

Ese momento de subversión socialista se caracterizó por las huelgas, por la publicación de prensa obrera, la creación de sindicatos, la formación de partidos (PSR y luego PCC) y por intentar influenciar la cultura política del país; fue un socialismo agitacional (Vanegas, 2000), plural, donde confluyeron distintas corrientes antimperialistas, con una formación en la teoría marxista muy generalista. Se instituyó como una oleada de aire fresco para sectores de artesanos, escritores, campesinos y trabajadores, que, desde el movimiento independentista bolivariano del siglo XIX, no contaban con un proyecto de cambio. Fue una subversión caracterizada por sus bríos, sus liderazgos excepcionales como María Cano, Luis Tejada, Ignacio Torres Giraldo, incluso por el liberal Jorge Eliecer Gaitán, pero no tuvo una síntesis escrita de orden teórica y sistemática. Los mayores acercamientos a una reflexión teórica fueron realizados por Gaitán con su tesis de grado: las Ideas socialistas en Colombia (1924), y por los ensayos de Luis Eduardo Nieto Arteta: En defensa del pensamiento de Marx (1933), Marxismo y liberalismo (1934), Dos dialécticas: Marx y Proudhon (1941), y «Dialéctica de la naturaleza» de Federico Engels (1943). Los materiales que conforman un acervo realizado por las y los trabajadores, en esos años, se pueden encontrar en la prensa obrera, en los manifiestos y conclusiones de los congresos, en la correspondencia entre dirigentes, todo ello recuperado y analizado con posterioridad, donde sobresalen los trabajos de Medófilo Medina (Historia del Partido Comunista Colombiano, 1980); Ignacio Torres Giraldo (Los inconformes, 1967); María Tila Uribe (Los años escondidos. Sueños y rebeldías, 1994); Ricardo Sánchez (Las ideas socialistas en Colombia, 1982); Isidro Vanegas (Los estudios sobre el socialismo temprano en Colombia: una versión de izquierda, 2000), y Mauricio Archila (Los movimientos sociales entre 1920-1924: una aproximación metodológica, 1980), La Humanidad, el periódico obrero de los años veinte (1985), La otra opinión: la prensa obrera en los años veinte (1986), entre otros.

Dos grandes y polémicos intelectuales se deben mencionar en este apartado, corresponden a la generación bisagra entre la década de los años 1940 y los años 1960. Les correspondió producir sus trabajos en el marco de la más dura guerra interna y en un contexto internacional dominado por la Segunda Guerra Mundial y el inicio de la Guerra Fría. Ya hemos mencionado a Gerardo Molina, quien fue un socialista, menos emparentado con la tradición marxista que con la tradición liberal-francesa. Sin embargo, su acción en favor del campo popular, y su intento por sintetizar los comienzos del socialismo temprano lo integran a un autor obligado como parte del colectivo de intelectuales académicos y orgánicos que constituyen nuestro objeto de estudio. Un capítulo aparte debería constituir uno de los grandes intelectuales colombianos, Antonio García Nossa (1912-1982). Este prolífico académico, es parte de la generación que, junto a Jorge Eliecer Gaitán, intentaron la constitución de una izquierda nacional en Colombia, frustrada por la presión de las clases dominantes que se abroquelaron para impedir el triunfo de Gaitán en las elecciones presidenciales de 1946, y luego, crearon el ambiente y conspiraron para su asesinato en 1948. Fue fundador del Movimiento Socialista Colombiano (1951) y director del periódico El Popular. Apoyó la creación de la Alianza Nacional Popular y tuvo un rol importante e influyente en la generación de la izquierda liberal colombiana. Escribió una veintena de libros que son fundamentales, por sus críticas al marxismo oficial, y el postulado temprano de los debates sobre la Reforma Agraria, no solo en Colombia, sino en América Latina. Resulta difícil, y quizás innecesario, definir a García Nossa como un marxista; pero, en el sentido estricto fue un lector de Marx y dispuso de muchos de sus conceptos en los trabajos realizados, todos tendientes al cambio del orden social. Se destacan sus libros: La rebelión de los pueblos débiles, (1950); Gaitán y el problema de la revolución colombiana (1955); La estructura del atraso en América latina (1968); Reforma agraria y dominación social en América Latina (1970); y Una vía socialista para Colombia (1973). Tanto Molina, como García Nossa, son parte de los debates y prácticas que constituyen la genérica «izquierda colombiana», en cuyos textos, está el genio de Marx deambulando como guía para el socialismo, quizás no como profeta, como nos diría Fals Borda.

Es un momento fundamental por sus experiencias y por la brecha abierta para cuestionar el orden capitalista. Regresaremos a este cuando sea necesario, porque el comienzo de ese «taller» marxista gestado con vicisitudes, tanto por el clima político del país, como por la forma agitacional de la recepción y el estudio de Marx. Es, al tiempo, una referencia para estudiar los procesos sociales e intelectuales posteriores, que además de la valiosa información sobre esa «otra historia» colombiana, arroja elementos metodológicos para estudiar los años agitados postdictadura y postrevolución cubana, donde tampoco se escribió una obra de las características individuales de Mariátegui, pero sí se desarrolló un intenso debate de los problemas colombianos plasmados en publicaciones populares y en revistas teóricas. En las décadas de 1960 y 1970 «se discutió sobre marxismo hasta los límites del agotamiento, como si fuera más importante ser marxista que revolucionario, o mejor, considerando que quien no pudiera acreditar la licencia de marxista no podría aspirar al título de revolucionario» (Vanegas, 2000, pp.137-138).

Problemas y aportes del marxismo colombiano en los años 60 y 70

El momento comprendido entre 1957-1982 puede definirse como una ola de disputas posguerra civil interna que supuso un «superar conservando» de esa subversión socialista o como una reiteración de la utopía socialista con la participación de una pluralidad de protagonistas, circunscripta en un régimen social crecientemente conflictivo, más difícil de interpretar y transformar (Fals Borda, 2008, pp.39-41). En este confluyen lecturas de textos de la obra de Marx que se tradujeron al castellano de forma tardía (es preciso recordar que existen manuscritos de Marx sin editar, ni traducir) y llegaron al país después de pasar por la imprenta en España, México o Argentina, o a través de los pocos intelectuales (provenientes de la élite económica) formados en EE.UU., Francia y Bélgica, principalmente. En los escritos de integrantes del Partido Comunista, se puede ver una fuerte influencia del estudio de Lenin. Fue un momento nuevo del país, no solo político donde se abrieron problemas propios del devenir coyuntural e histórico del país, que fueron objeto de estudios publicados en proyectos editoriales (en especial, las impresas por los grupos autodefinidos como marxistas); se reprodujeron masivamente libros de Marx, Engels, Lenin, Mao, Trotsky, y otros clásicos, al tiempo que aparecen en la academia algunos trabajos realizados con categorías marxistas. Todo ello, en el marco de una creciente ola de subversión social, de la emergencia de un conjunto de sujetos sociales insurgentes (disórganos en el sentido dado por Fals Borda): intelectuales, políticos, anti-élites, partidos revolucionarios, guerrillas, sindicatos, campesinos, estudiantes, cuyo propósito es la acción rebelde encaminada a cambiar el orden social imperante (2008, pp.119-121).

Aquí resulta pertinente reiterar la pregunta sobre la existencia de un marxismo colombiano. Se puede decir que el camino para intentar dar respuesta solo es posible labrarlo de forma crítica, reconociendo en las discusiones y problemas abordados por un diverso abanico de intelectuales algunos orgánicos y otros académicos externos a la militancia. Fueron dos décadas donde se libraron crudas y no pocas veces polémicas sobre la sociedad colombiana, la historia, y con intensidad el camino de la revolución. El sectarismo se convirtió en un parasito que convivió en las distintas corrientes marxistas, y por supuesto en las antimarxistas, muchos escritos cuentan con una adjetivación excesiva que complica no pocas veces la lectura, al punto de perderse el sentido mismo de los artículos o ensayos; sin embargo, también se puede afirmar que la existencia de distintas corrientes avivó debates que obligaron cierta aplicación intelectual a los problemas y propuestas de cambio planteadas, a esa tensión se debe en buena medida los principales aportes del marxismo colombiano, muy ligado al qué hacer, a entender la sociedad, a buscar claves de orientación para impulsar la transformación.

El taller del marxismo, como se indicó en la introducción, es una forma de construcción dispersa y relacionada a través de la polémica entre grupos y la crítica al orden social imperante; se encuentra en la revisión de fuentes primarias editadas en revistas, periódicos y libros con ensayos y estudios empíricos. A continuación, se exponen los principales referentes, autores y temas elaborados por esos proyectos editoriales de las cuatro corrientes marxistas en las que hemos organizado nuestro estudio: 1. El PCC: La tensión entre los mandatos del PCUS y el estudio de la realidad colombiana; 2. La nueva izquierda: maoísmo y la diversidad marxista-leninista (ML); 3. El sector académico de la nueva izquierda; y 4. Teología de la liberación y nueva izquierda.

El PCC: la tensión entre los mandatos del PCUS y el estudio de la realidad colombiana

La primera corriente de la que hablaremos es la del Partido Comunista Colombiano, ella desarrolló, desde los años 1950, una fuerte línea editorial aun estando proscrito y en medio de la dictadura. En este trabajo no se pretende pasar por alto los aportes de intelectuales del PCC. Negarlos impide ver en toda su complejidad los debates y sobre todo el marxismo que intentó (sin éxito) hacer la revolución socialista. La crítica al papel de los PCC en todo el continente ha sido constante desde distintos tópicos, de un lado, para la Nueva Izquierda los PC eran grupos reformistas, no revolucionarios por su alineación al PCUS, a la consigna de la coexistencia pacífica, la estrategia del Frente Popular y de revolución por etapas; al tiempo que para el imperialismo y la derecha eran el eslabón central de ataque, al ubicarlos como secciones del PCUS y objetivos en la Guerra Fría. Es una generalidad decir que el estalinismo y la simplificación del marxismo oficial fueron obstáculo para pensar un marxismo vivo y situado en América Latina, siguiendo a Agustín Cueva (1987, pp.177-179), es preciso realizar un examen detallado de lo ocurrido en cada país, y para el caso de Colombia, el PCC sufrió los efectos nocivos de su alineación con la URSS, pero las condiciones de disputa nacionales le obligaron a pensar y hacer en los intersticios de esa alineación. Se pueden leer declaraciones oficiales de dicho partido orientando el Frente Popular, la participación en elecciones, que podrían entenderse como «reformistas», pero al tiempo, en sus revistas y centros de estudio los ejes de investigación eran un poco más amplios, con una lectura más detallada de la obra de Marx, y en especial de Lenin. Todo ello con mayor énfasis luego del X Congreso, realizado en 1966 en la clandestinidad, donde reconocen como su táctica la «combinación de todas las formas de lucha de masas», aceptando el despliegue guerrillero iniciado por las Autodefensas Campesinas en 1964, lideradas por Manuel Marulanda.

Dicho esto, y luego de hacer un repaso detallado de las revistas y publicaciones del PCC en el periodo estudiado (1957-1982), se pueden encontrar algunos materiales y autores destacables que aportaron al «taller» del marxismo colombiano. Desde 1956 este partido publicó la revista Documentos Políticos de forma regular hasta 1984, siendo quizás la publicación con más números editados y la más constante (Guerrero, 2016). Esta revista tiene un perfil agitacional, de análisis y discusión coyuntural, más que de estudio de problemas sociales de mayor profundidad, aunque en algunos números se pueden encontrar trabajos de este tipo y elaborados con rigurosidad como «Una experiencia de la investigación marxista en Colombia» escrito por la socióloga Rocío Londoño, publicado en el No. 143 en 1980. En los años 1960, ante el auge de la Nueva Izquierda, el PCC decide iniciar una publicación con una orientación distinta bajo el nombre de Estudios Marxistas, cuyo primer número fue publicado en 1969, con dos ensayos monográficos, uno sobre el proletariado agrícola en Colombia y el otro sobre los trabajadores de los ingenios azucareros; y su último número (28) se editó en 1987. Como ya hemos dicho la característica de los textos incluidos en esas dos revistas son de cierta manera ambiguos, algunos se ajustan a la definición más clásica del simplismo de los manuales de la URSS —cuyo estudio se puede leer con detalle en los trabajos de Néstor Kohan: Nuestro Marx (2011) y Fetichismo y poder en el pensamiento de Karl Marx (2013)—, es decir, aquellos que repetían el esquema básico del materialismo dialéctico (Diamat), pero otros, se diferencian de los documentos oficiales del PCC, cuentan con mucha documentación empírica y destacables por su aporte a la comprensión de los problemas nacionales; aunque incurran en errores de concepto que deben ser mirados críticamente. Esta ambigüedad se puede explicar por la definición táctica de la combinación de las formas de lucha, y por el intenso debate con el marxismo de la Nueva Izquierda, y de este, en especial, el marxismo universitario.

También publicaron libros de mucho peso simbólico. Ignacio Torres Giraldo (1893-1968), luchador sindical desde los primeros años del periodo socialista, fundador del PSR y del PCC, cuya trayectoria política está ligada de forma zigzagueante con este, por un breve periodo fue su secretario general —1934— (Medina, 1980) y a partir de —1942— estuvo en la periferia política sin romper de forma definitiva sus lazos. Torres escribió una obra en cinco tomos: Los inconformes, historia de la rebeldía de las masas en Colombia (1972), además de otros textos como La repercusión de octubre en las luchas de Colombia (1967), y María Cano, mujer rebelde (1972). Los inconformes, es una obra que detalla muy bien la ambigüedad de los escritos de la intelectualidad orgánica del PCC, por un lado, mantiene la estructura de la historia usada por el «marxismo oficial» y algunas de sus principales fallas conceptuales (como la teoría del reflejo), pero en el desarrollo de sus cinco tomos logra la escritura de una historia social inspirada en las rebeldías, poniendo en relevancia las clases subalternas, usando un importante manejo de fuentes primarias, relacionadas con los procesos del poder. Fue escrita por fuera de la academia, pero tuvo un gran impacto sobre esta, siendo pionera de estudios de la nueva historia colombiana, alejada (y contraria) de las crónicas historiográficas del pensamiento oficial de la clase dominante.

Pero no solo Torres Giraldo aportó desde esa corriente, otros intelectuales, como Francisco Posada Díaz (1934-1970) hicieron aportes de relevancia. En el 2014, la Universidad Nacional de Colombia editó, bajo la dirección de Carlos Rincón, los textos reunidos de este intelectual en un voluminoso libro de cerca de 700 páginas, resultado de la actividad prolífica de Posada quien murió a los 36 años estando a cargo de la decanatura de la Facultad de Ciencias Sociales de esa casa de estudios. Allí se consignan sus trabajos publicados en los años 1950, luego de su arribo de París tras cursar un posgrado, desde una experiencia literaria llamada Tierra Firme, donde exploró la crítica literaria; aparece un ensayo sobre la obra de José Carlos Mariátegui, sobre el Estado y Maquiavelo, un extenso estudio crítico de la violencia bipartidista en el siglo XX (1936-1957), y algunos trabajos de antropología marxista sobre la cuestión chibcha. En sus escritos se puede observar su influencia althuseriana, y un amplio respeto (admiración) por la Revolución cubana en una serie de ensayos publicados con el seudónimo de José Olmedo en la revista Documentos Políticos y en el I encuentro tricontinental realizado en La Habana (1965). También son mencionables los trabajos de Amadeo Armendariz sobre la inversión extranjera y el extractivismo petrolero (Armendariz, 1974); Medófilo Medina, historiador de la actividad del PCC, y algunos de los trabajos de Nicolás Buenaventura, quien fue director de las dos revistas Estudios Marxistas y Documentos Políticos —en especial los del proletariado agrícola y la historia de los corteros de caña, textos con mucho trabajo empírico y un esforzado cuidado expositivo—, uno de los polemistas más conspicuos de esa corriente, que en gran medida defendió en sus trabajos la postura más estrecha del marxismo oficial.

Resalta también la figura de Julio Silva Colmenares, un economista destacado, cuyos esfuerzos intelectuales se pueden leer en sus trabajos sobre los temas de desarrollo, en el marco del debate sobre la teoría de la dependencia, y los trabajos sobre modelo económico, deuda externa; en especial los trabajos publicados en la Revista Estudios Marxistas, que luego salieron reunidos en varios libros: Deuda externa: crisis y confrontación (1988); y Colombia: un modelo alternativo de desarrollo (1989) y un libro teórico sobre el desarrollo medio y la discusión sobre la etapa del desarrollo y el tipo de desarrollo: Tras la máscara del subdesarrollo: dependencia y monopolios (1983). Respecto los debates sobre dependencia, Silva Colmenares se orienta por encontrar un camino medio. Reconoce los graves problemas de dependencia externa en la relación centro-periferia, y en especial con el imperialismo, centrando la atención en la deuda y los condicionamientos para el desarrollo de la producción nacional, poniendo en tensión la comprensión de Lenin sobre el desarrollo capitalista, diciendo que no es un asunto solo de expansión de las «fuerzas productivas», sino también como introducción a las relaciones sociales de producción capitalistas (1989, p.11). Hace una crítica temprana al modelo cepalino y al neoliberalismo, por considerarlos fracasados y se alinea con la versión (en el pasado atacada por el marxismo oficial), en la misma vía que lo haría el ecuatoriano Agustín Cueva (Katz, 2016, pp.166-167) Silva Colmenares, de esa manera recupera el debate de la dependencia, se distancia de la postura de algunos intelectuales del PCC contrarios a la teoría de la dependencia, pero también de quienes, como Mario Arrubla, adhirieron a las propuestas tempranas de la teoría de la dependencia (en especial las de André Gunder Frank 1929-2005) y se decantaba por la conclusión de negación absoluta al desarrollo en los países dependientes. La definición de Silva Colmenares sobre el problema de la dependencia fue comprender que en Colombia había un capitalismo dependiente, con un desarrollo monopólico con alta incidencia del imperialismo, pero con una burguesía nacional asociada a este, en especial, centrada en la producción industrial liviana, aunque se mantenía en el esquema de existencia de formas precapitalistas en una parte de la producción rural. Sin reconocerlo, confirma la existencia de un capitalismo tardío en el país.

Los trabajos sobre la sociedad rural y la reforma agraria son, sin duda alguna, aportes para la comprensión del proceso capitalista en el país, donde se ponen en tensión conceptos de Marx y de Lenin, sobre la acumulación, pero también sobre las formas y relaciones sociales de producción constituidas en ese capitalismo tardío. En los trabajos sobre la cuestión agraria, Anteo Quimbaya (Jaime Cuellar): El problema de la tierra en Colombia (1967); de Nicolás Buenaventura: Proletariado agrícola (1969); Movimiento Obrero, líder agrario (1969); Proletariado agrario: el caso del trabajo temporero (1975). Y un trabajo colectivo del Centro de Estudios Anteo Quimbaya Formación del capitalismo en Colombia (1974).

Medófilo Medina (historiador, quien escribió la historia del PCC) y Darío Fajardo, dos integrantes del PCC, merecen una nota al margen, pues son más académicos que militantes, ambos cuentan con una formación universitaria robusta, con niveles de posgrado y que incluyeron instancias de estudios en el exterior. Fajardo, es uno de los mayores conocedores del problema agrario colombiano, tema de estudio que trabaja desde los años setenta a la actualidad. Destacamos de este: «Lucha de clases en el campo tolimense» (Fajardo, 1978); Las guerras de la agricultura colombiana 1980-2010 (Fajardo, 2014).

Estos trabajos forman parte fundamental de la comprensión del problema agrario colombiano, que en algunos sentidos disputan los ejes sobre la idea de la Reforma, las relaciones sociales de producción, de tenencia y de especialización de la tierra, con un énfasis en la idea de entregar la tierra a quien la trabaja, que luego, tuvo un desarrollo hacia la propuesta de propiedad colectiva de la tierra y zonas de reserva campesina, donde la soberanía alimentaria y el equilibrio del territorio son el eje principal, ya no la titulación y la propiedad (Fajardo, 2014)

La nueva izquierda: maoísmo y la diversidad ML

Una segunda corriente, se puede agrupar bajo el nombre genérico de la Nueva Izquierda-NI[3], en la que se incluyen los aportes elaborados por intelectuales orgánicos ligados a las corrientes maoístas y trotskistas integrantes de un degrade de movimientos (y tendencias), en el que se fueron agrupando desde la ruptura del PCC en 1962-1963 (Medina, 1980). La corriente en los años sesenta tuvo un agrupamiento en torno al maoísmo, luego del enfrentamiento internacional de China y la URSS en el marco de la crisis de la URSS en el periodo de la desestalinización (iniciado de forma oficial en 1956 por Nikita Jrushchov).

Los escritos de Mao Tse Tung fueron publicados y estudiados por el PCC, desde mediados de los años treinta, los primeros esfuerzos de ese proceso se pueden encontrar en el periódico Terra, el órgano de difusión de los comunistas en aquel momento (Hernández, 2014). Uno de los intelectuales de ese partido, con mucha influencia en los años cuarenta, conocido como Anteo Quimbaya (Jaime Cuellar era su nombre real), tradujo del ruso algunos textos de Mao Tse Tung, en 1952 es el encargado de hacer la versión en castellano del texto de Chen Bo Da «La doctrina de sobre la aplicación del marxismo leninismo a la Revolución china»; incluso el secretario general del PCC, Gilberto Vieira (desde 1948 a 1993) tradujo del francés el libro La nueva democracia china (Hernández, 2014). A partir de los proyectos editoriales del PCC se tradujeron con entusiasmo los libros publicados por el PCCH desde Pekín en los años cincuenta, y en la revista Documentos Políticos (iniciada en 1956), se pueden encontrar allí artículos resaltando las características de la Revolución china, y promoviendo la lectura entre los integrantes del PCC, por lo menos hasta 1963, cuando estallaron las relaciones en el famoso conflicto chino-soviético. Muchos de los integrantes y fundadores de la NI, fueron militantes del PCC, como los pertenecientes al regional de Antioquia de ese partido, que tomó el nombre de Acción Revolucionaria de Colombia-Arco, que tuvo influencia en la ruptura posterior de algunos integrantes de la Juventud Comunista, cuyo papel fue fundamental en la elaboración y debate de las ideas marxistas en las décadas estudiadas, como Mario Arrubla y Estanislao Zuleta (Archila, 2008).

Antes de continuar, se aclara que en este apartado no se incluye a ese grupo de académicos (corriente de la que hablaremos más adelante) con mucha relevancia en el marxismo colombiano liderado por Mario Arrubla, Estanislao Zuleta y Salomón Kalmanovitz, al menos por dos razones: la primera, porque nunca suscribieron a la teoría del foco guerrillero, incluso desde su desprendimiento con el PCC en 1962, siempre (al menos de forma pública) se opusieron con vehemencia a la lucha armada; y dos, porque en su propio itinerario académico y político fueron eclécticos —como se puede leer en la autobiografía de Kalmanovitz—, aunque circularon en torno a grupos de la llamada NI, en un primer momento fueron cercanos al maoísmo o la gran familia ML (en los años 1960) y luego cercanos al trotskismo (en los años 1970) con mucha relación con el pensamiento de Ernest Mandel, primero al Bloque Socialista y luego al Partido Socialista de los Trabajadores-PST, del que finalmente se desprendieron en los años 1980. El historiador Mauricio Archila resume esta situación, que reafirma la decisión de separarlos, en torno a la división inicial de la NI de la siguiente manera:

Rápidamente afloran dos tendencias: una «teoricista», cercana a la dirección que alimentaba la revista [estrategia N.A.]–Estanislao Zuleta, Mario Arrubla, Jorge Orlando Melo–19; y la otra «practicista» que simpatizaba con Cuba y China y estaba empeñada en impulsar la insurrección. Después de mutuas expulsiones, el sector teoricista se retira a la academia mientras el otro se acerca a las organizaciones de «nueva izquierda», especialmente el maoísmo. (Archila, 2008, p.151)

Al hacer esta separación analítica, resulta posible afirmar, que la NI en Colombia aportó debates y problemas al «taller» del marxismo colombiano con una gran impronta dogmática y sectaria. Debatieron con mucha crudeza los problemas de la URSS y del socialismo soviético, trasladando el eje a debates en torno a los libros y proclamas producidas por Mao Tse Tung y el PCCH, con mucho acento en la priorización de la lucha armada, que en primer momento se encontró amalgamada con la emoción de sectores estudiantiles provocada por la Revolución cubana. Luego, las diferencias se irían decantando y con la emergencia política del sacerdote Camilo Torres Restrepo entre 1962 y 1965 (y del Frente Unido como proyecto) terminarían de ramificarse en múltiples agrupaciones y tendencias.

Del marxismo oficial, de manual, promovido por la URSS, se pasó entonces a la lectura «religiosa» de los textos maoístas. Si bien los textos de Mao Tse Tung tienen un valor heurístico sobre las luchas por el socialismo en países del tercer mundo, es también notoria su distancia con la lectura de Marx. Al menos en el caso colombiano, para no generalizar en el caso de AL, la doctrina de la nueva democracia, de la insurrección del campo a la ciudad, y de la guerra popular y prolongada, tuvo una recepción trasladada con cierto desdén intelectual, dando como cierta la relación mecánica (una supuesta semejanza semifeudal) de una realidad compartida entre ambos países: se pensó que las condiciones sociales y económicas de Colombia eran similares a las de China, asimilando que la revolución socialista en tierras colombianas podría repetir como calco la gesta socialista de un país rural atacado por el imperialismo japonés durante décadas. En ese contexto se constituyó lo que se conoce como el «campo ML», las distintas corrientes, tendencias y ramificaciones de un proyecto de revolución socialista (Villarraga & Plazas, 1995), bajo el ideario de un continuador práctico de las enseñanzas de Lenin, que tuvo el gran mérito de tomar el poder en el país más densamente poblado del mundo.

El maoísmo tuvo momentos y se fue moviendo también en torno a las discusiones internacionales de esa corriente. Los primeros aportes, como se ha dicho, fueron hechos por el PCC a través de la publicación de los textos en sus proyectos editoriales y de análisis en los periódicos y revistas desde mediados de los años 1930 hasta 1963. En ese intervalo y luego de finalizada la dictadura (1957) el movimiento estudiantil universitario estuvo en auge, alimentado también por los aires de revolución en otros países (China y Cuba) que rompieron con el monopolio del PCC. Surge el Movimiento Obrero Estudiantil-MOE (1959), y luego en 1960 se organizaría sumando el componente campesino, conformando el Moec. Este movimiento sumó sindicatos, organizaciones campesinas, movimientos estudiantiles que se dividieron en el intento de convertirse en partido (además estuvieron enfrascados en discusiones de táctica relacionadas con la vía de la revolución armada o pacífica), dando lugar en 1969, a la creación del Movimiento Obrero Independiente Revolucionario-Moir (que no es un movimiento sino un partido) liderado por Francisco Mosquera (1941-1994), con una fuerte impronta pacifista y de rechazo a la lucha armada. Los aportes intelectuales de este movimiento definen aún más la condición de un «marxismo práctico» colombiano, el Moec y luego el Moir logró una alta difusión de las ideas del maoísmo, la creación de sindicatos, organizaciones estudiantiles, motivaron la participación de sectores de ingresos medios de las ciudades. De esa agrupación se destacan Francisco Mosquera con poca producción teórica, pero mucha reflexión doctrinaria, en la que aportó análisis y sobre todo polémicas en torno a la realidad colombiana; se destaca el libro «las caóticas implicaciones del «sí se puede» (1983), donde la editorial Tribuna Roja, compendia un conjunto de entrevistas y discursos de Mosquera. Su principal interés y en el que redunda durante toda su trayectoria, es demostrar el reformismo del PCC (en especial el carácter imperialista de la URSS y el final del socialismo en dicho país en 1956), sus equivocaciones con la combinación de las formas de lucha y la necesidad de una alianza con la burguesía nacional para romper con el atraso en el desarrollo de las fuerzas productivas.

De otro lado, en 1965 se fundó el Partido Comunista de Colombia-ML, integrado por un sector del PCC, seguidor de las ideas de Mao Tse Tung. Su irrupción fue muy llamativa y aglutinó un amplio campo de entusiastas de la revolución socialista, en especial, estudiantes universitarios. De ese espacio se conocen pocos documentos y no desarrollaron un espacio de teorización (ni siquiera doctrinaria); su orientación los marginó de la actividad urbana, y con ello, de algunos procesos de debate, construcción teórica y formalización editorial; Villarraga & Plazas, en su libro sobre la historia del EPL (el brazo armado del PCC-ml) dan cuenta de esta condición al decir que «marginarse fue una peculiaridad propia del PCC-ML a lo largo de toda la década de los 70» (1995, p.70).

En el mismo sentido, se puede hablar de los intensos esfuerzos de la NI por construirse un lugar en la lucha, de forma caótica y desordenada. La dispersión de tendencias, las idas y venidas de sus integrantes, fue como balance provisorio una debilidad para la izquierda; sin embargo, es evidencia de una enorme discusión interna. Se rompió la monotonía y poder de un grupo sobre el conjunto del movimiento real, esto amplío horizontes, también los complejizó y condujo a dificultades para conseguir transformaciones radicales en la sociedad (y se cometieron errores que no se pretenden analizar en esta investigación). Lo más notorio es no encontrar una síntesis de las decisiones y discusiones de estos grupos más allá de lo anecdotario y de la historia de las agrupaciones. Mucho de ello se debe, en buena medida y como hipótesis de trabajo, a la decisión de los integrantes más destacados y destacadas de las organizaciones universitarias de emprender su viaje hacia la lucha armada, tras las discusiones sobre el quehacer y empujados por las acciones violentas del Estado.

Dos experiencias más del campo de la NI con influencia maoísta son el Frente Unido de Acción Revolucionaria-Fuar (1962) impulsado por grupos de jóvenes provenientes de familias tradicionalmente liberales o conservadoras y del PCC, agrupadas bajo la asfixia democrática que irradiaba el Frente Nacional. El sistema político bipartidista de democracia restringida alimentó a los sectores antielectorales; era legalmente imposible disputar en la política, no resultaba difícil simpatizar con la lucha armada y descreer de cualquier participación electoral, pues ella solo podría hacerse a través del Partido Liberal o del Partido Conservador. Las agrupaciones de la NI tienen una influencia directa de la Revolución cubana. En 1962, la NI tiene un nuevo aire luego del regreso a Colombia de la Brigada José A. Galán. Una brigada que viajó a Cuba donde se entrenó, algunos de sus integrantes eran parte del Movimiento Revolucionario Liberal, una disidencia del liberalismo, de allí salió el núcleo que lideró la organización del Ejército de Liberación Nacional, con Fabio, Manuel y Antonio Vásquez Castaño, Ricardo Lara Parada, y otros. De esa brigada, algunos integrantes se decantaron por integrar el EPL (PCC-ML), como Libardo Mora, Francisco Caraballo y David Borrás (Villarraga & Plazas, 1995).

De la NI ligada a las corrientes foquistas y maoístas, no se pueden destacar trabajos académicos marxistas, se resalta su práctica que, como se ha dicho, constituye una parte importante del taller del marxismo colombiano. También se tienen en cuenta los documentos oficiales, doctrinarios, como «la guerra del pueblo» el incluido por Michael Lowy en su libro El marxismo en América Latina (2007), que son las conclusiones de un pleno de la dirección del PCC-ML en 1965 (p.445).

Algunos de los más destacados representantes de la NI es Diego Montaña Cuellar (1910-1991), un intelectual de la izquierda colombiana que integró el PCC, el Movimiento Revolucionario Liberal, fue delegado del PCC a la creación del Frente Unido (promovido por Camilo Torres), y fue uno de los mayores impulsores de las tesis de la Revolución cubana en el país. Asistió a la I y II Conferencia Tricontinental de la Habana. Al regresar de esta segunda reunión, Montaña Cuellar publica sus «Tesis sobre los problemas estratégicos y tácticos de la revolución colombiana», presentada al Comité Central del PCC, que desató su ruptura con este partido, en 1969 hace parte de la creación del Moir, donde tuvo una militancia intermitente, en 1978, se había replanteado su posición respecto de la lucha armada y crea, junto con Gerardo Molina, el movimiento Firmes, luego apoyaría los diálogos de paz entre el gobierno y las Farc en 1982, y en 1987 fue vicepresidente de la Unión Patriótica-UP, en pleno genocidio de esta. Una carrera política e intelectual muy diversa, en ella tiene varios escritos que tienen una fuerte impronta de época. Publicó varios libros, entre ellos los más destacables son: Colombia país formal, país real (1963); Patriotismo burgués, nacionalismo proletario (1976); además de un volumen de ensayos sobre la experiencia del Frente Unido y sobre el liderazgo de Camilo Torres (como el ensayo: «Camilo torres el cura guerrillero» [s.f.]).

El sector académico de la Nueva Izquierda

La tercera corriente se puede agrupar bajo el nombre de «académica», donde existe una pléyade de tendencias y una participación más asidua de intelectuales provenientes de la academia. Al igual que el PCC, la corriente marxista académica desarrolló una importante actividad editorial, con gran éxito, la primera y quizás más destacada es la Revista Estrategia (1962-1964) que publicó tres números (el primero de ellos en formato de periódico) con una enorme potencia convirtiéndola en referencia para un importante sector de estudiantes universitarios y algunos sectores de trabajadores. Fue fundada por Mario Arrubla (1936-2020), Estanislao Zuleta (1935-1990) quienes en su juventud fueron militantes del PCC, influenciados por el existencialismo, el psicoanálisis y la Revolución cubana, deciden emprender un proyecto intelectual y político orientado a mostrar otra lectura del marxismo, que da cuenta de los intensos debates europeos en el periodo de «desestalinización» de los partidos comunistas. Estrategia, fue un proyecto ecléctico en lo político, orientado a las transformaciones socialistas con una impronta pacifista, donde se daba un intenso valor a la actividad intelectual como sustento de transformación cultural de la sociedad. Sus promotores crearon el efímero Partido de la Revolución Socialista y la Organización Marxista de Colombia que abogaba por una revolución no pacífica (en disputa con el PCC), pero tampoco foquista. Constituyeron una corriente intelectual (más que organizativa) que perduró las dos décadas con cambios en sus énfasis investigativos y con un creciente escepticismo por los cambios sociales, orientados por el socialismo. Fueron un espacio donde los debates sobre la «dependencia» tuvieron mucha potencia, aunque no el interés por conectar con las y los teóricos de esa corriente latinoamericana. Es destacable que en el clima de época donde los debates sobre la teoría de la dependencia estaban sobre la mesa, Arrubla no cita a Rui Mauro Marini, a Theotonio Dos Santos, o Vania Bambirra; como tampoco a los economistas ligados con el keynesianismo, Raúl Prebisch, ni Enzo Faletto o Enrique Cardozo, aunque es visible la lectura de estas dos corrientes, en los sectores trotskistas sus posiciones sobre la teoría de la dependencia fueron influyentes. Su trabajo académico tuvo una fuerte crítica al desarrollismo, tan influyente en ese momento en América Latina y en Colombia. Los textos publicados en los tres números de la revista Estrategia se compilaron luego en el libro Estudios sobre el subdesarrollo colombiano, un texto de política y economía que muestra el carácter neocolonial del país por su alto grado de dependencia externa y la existencia de una composición orgánica del capital con dificultades para su desarrollo. El libro tuvo quince ediciones (hasta 1983), con más de cien mil libros vendidos, todo un fenómeno editorial (Jaramillo, 2021).

La atracción por esos escritos, circunscriptos en los códigos del ambiente universitario, atrajo a otros importantes académicos como Jorge Orlando Melo (1942) Salomón Kalmanovitz (1943), Jesús Antonio Bejarano (1946-1999), quienes mezclaron su actividad universitaria con la militancia política, esta última circunscripta a la investigación social y de la historia económica. Kalmanovitz hizo parte del bloque socialista y del Partido Socialista de los Trabajadores (ambos de orientación trotskista), produciendo importantes ensayos y libros, muchos de ellos publicados en la revista Ideología & Sociedad, concentrándose en un detallado examen de la historia económica del país, polemizando con los planteamientos del PCC, incluso con la teoría de la dependencia. Una de las críticas mordaces sobre el trabajo de Arrubla fue justamente hecha por Kalmanovitz quien no estaba de acuerdo con el esquema de dependencia, y se inclinaba más por la idea de un desarrollo nacional con mayores exportaciones (Kalmanovitz, 2002). Sus principales libros y ensayos con orientación marxista son: Ensayos sobre el desarrollo capitalista dependiente (1977); El desarrollo de la agricultura en Colombia (1978); El desarrollo tardío del capitalismo (1983).

La trayectoria de este grupo de intelectuales, liderado por Arrubla y Zuleta, estuvo muy ligado a la producción y la edición; luego de la experiencia de la revista Estrategia, editaron la revista Cuadernos Colombianos (1973-1979) y algunos otros libros de historia y política. La trayectoria de Estanislao Zuleta tiene un sello particular con sus debates en torno al marxismo y al psicoanálisis, es el marxista culturalista más prolífico de esa época, sus escritos sobre el cambio social y la educación y otras interpelaciones sobre la historia o la democracia se mantienen como una huella intelectual en el país. Entre otros textos y ensayos escribió: Thomas Mann, la montaña mágica y la llanura prosaica (1977); Teoría de Freud al final de su vida (1978); «Marxismo y psicoanálisis» (1979); «Comentarios a “Así habló Zaratustra” de Nietzsche» (1980); El matrimonio, la muerte y la propiedad en Tolstoi (1980); Sobre la lectura. Estanislao Zuleta (1982); «Experiencia y verdad en Freud» (1982); Sobre la idealización en la vida personal y colectiva y otros ensayos. (1985); Ensayos sobre Carlos Marx (1987); además de estos trabajos, en los años sesenta, desarrolló una extensa lista de ensayos sobre la economía política de Marx, centrado en los «Grundrisse», y en especial de la «Introducción general a la crítica de la economía política».

En esta tendencia también pueden incluirse al historiador Bernardo Tovar, quien participó de varios proyectos editoriales, en especial, el encabezado por él, la revista Trópicos, fundada en 1979. También es destacable el trabajo realizado por Carmenza Gallo: «Hipótesis sobre la acumulación originaria del capital en Colombia- 1925-1930» (1971); donde tensiona la discusión sobre el proceso y el papel de la clase dominante colombiana, a la que considera como una clase de comerciantes, no industrial, lo que define el carácter del capitalismo colombiano.

Teología de la liberación y Nueva Izquierda

La cuarta corriente se podría suscribir en la categoría anterior como NI, pero por su trascendencia en América Latina y sus particularidades la contemplaremos como una corriente en particular. El marxismo acuñado por sectores de la iglesia es uno de los componentes de ese gran taller que llamamos el marxismo práctico colombiano. A nadie se le escapa el nombre de Camilo Torres Restrepo (1929-1966), el sacerdote rebelde, que con sus privilegios de clase estudio en colegios de la élite de Bogotá, se recibió de sacerdote y luego viajó a Lovaina en 1955 para especializarse; allí estudió sociología y se graduó con una tesis sobre la estructura socioeconómica de Bogotá, regresó al país a finales de esa década, donde impulsó su camino que le llevó a romper el molde, tanto de la disciplina sociológica (funcionalista para la época) como la del sacerdocio. Camilo, no escribió una obra marxista (en el sentido formal del término), pero en su acción y sus proclamas políticas, sentó las bases de la teología de la liberación, en Golconda; el libro rojo de los «curas rebeldes» (1969) se puede acceder con detalle a los principales planteamientos de esa corriente que sería escrita de forma sistemática por el peruano Gustavo Gutiérrez. Camilo Torres fundó el Frente Unido (1964) que agrupó a diversos sectores de la izquierda marxista, movilizó a un sector del estudiantado universitario, y a un sector del liberalismo; sus escritos sobre el problema agrario publicados en las memorias de los Congresos de la Asociación Latinoamericana de Sociología, en especial los del VI Congreso (realizado en Caracas-1961) y el VII Congreso (realizado en Bogotá-1964) y sus textos de trabajo sobre la acción comunal, la unidad y los escritos en el periódico Frente Unido (de carácter agitacional). La trascendencia de la figura de Camilo, y su temprana muerte en combate, opacaron a otras voces que le acompañaron y formaron parte de esa corriente. Orlando Fals Borda, colega de la sociología (juntos participaron de la fundación de la facultad de sociología de la Universidad Nacional de Colombia) e integrante de la iglesia presbiteriana, fue participe y protagonista de la continuidad de sus planteamientos teórico-sociales del Frente Unido. Fals Borda tiene un itinerario intelectual muy particular, es un sociólogo formado en el funcionalismo norteamericano de los años 1940-1950, donde cursó todos sus estudios universitarios entre 1944 y 1955, teniendo una faceta primero muy técnica e institucional en Planeación Nacional y luego una faceta crítica que lo lleva a la lectura del marxismo, y a contribuir con una extensa obra (quizás la más amplia y sistemática de un teórico crítico colombiano) donde se pueden reseñar cerca de cuarenta libros y cientos de artículos especializados. De la faceta funcionalista y weberiana de los 1950 y parte de los 1960, pasa a una faceta crítica y marxista, en la que escribe Ciencia propia y colonialismo intelectual (1970), Causa popular, ciencia popular (1972); Las Revoluciones inconclusas de América Latina (1968); La subversión en Colombia: el cambio social en la historia (1967); y otros trabajos que son parte de su proyecto de investigación acción participativa-IAP. Su trabajo alejado de la academia, desde 1969, tras su renuncia estuvo enfocado a construir un proyecto cultural del cambio social, ligado a la educación y la investigación; fue parte de varios proyectos editoriales, como la Carreta, y fue parte del proyecto de la revista Alternativa (1974-1980) vinculada con la izquierda nacional. En 1991, luego del acuerdo de paz entre el gobierno nacional y la guerrilla M19, Fals Borda es elegido constituyente por esa agrupación, y hasta el final de su vida estuvo produciendo intelectualmente y comprometido con la izquierda no armada, a diferencia de su compañero y amigo Camilo Torres.

El peso académico y simbólico de Camilo Torres es sin duda trascendental, más allá de ubicarlo con un corsé en el marxismo, pues resultaría imposible por su talante abierto y situado en la Colombia de los años sesenta. Además de su impulso a la práctica —indudable en su principio del ejemplo, similar al del Che Guevara, y muy consecuente con los luchadores y las luchadoras colombianas ya integrados a las luchas por la liberación y el socialismo en las distintas corrientes marxistas y de la izquierda nacional, antes de su ingreso y acción en el ELN—, su conexión con el sentido común de la población colombiana, desde el campesinado, los sectores medios, estudiantes e intelectuales tuvo un enorme impacto cualitativo en las discusiones y los problemas de debate para la transformación del país, en su «mensaje a los cristianos» decía:

La revolución, por lo tanto, es la forma de lograr un gobierno que dé de comer al hambriento, que, vista al desnudo, que enseñe al que no sabe, que cumpla con las obras de caridad, de amor al prójimo no solamente en forma ocasional y transitoria, no solamente para unos pocos, sino para la mayoría de nuestros prójimos. (Torres, 1965, p.3)

Ya no se trataba de emular la gesta revolucionaria de otro país, se trataba de concretar una revolución en el contexto colombiano, un mensaje marxista, del análisis concreto de una subjetividad religiosa, mayoritaria en la sociedad colombiana, y asustada por la propaganda estatal sobre el peligro de las ideas foráneas en el marco de la Guerra Fría. Orlando Fals Borda, sin duda, fue un fiel continuador de ese planteamiento. Con su trabajo de discutir las bases del colonialismo intelectual, de la ciencia popular, de preguntarse: ¿Cómo investigar la realidad para transformarla?, de intentarlo con la investigación acción participativa, se puso en marcha una aplicación práctica desde la epistemología del superar-conservando y de la praxis constituida en el análisis marxista de las relaciones sociales de producción.

Fals Borda, luego de renunciar a la Universidad Nacional de Colombia (1969), promovió varios proyectos editoriales. El principal se conoce como Ediciones La Rosca, con la que publicó lo más importante de su obra. Un proyecto colectivo que tuvo también la función de espacio de debate y elaboración de muchas de las propuestas para la investigación en la sociedad colombiana, con ese impulso, junto a su esposa la socióloga María Cristina Salazar, recorrieron la costa norte del país y pusieron en práctica la metodología, un recorrido itinerante con la producción de una de las principales obras de la sociología colombiana: La historia doble de la costa (1979).

Fals Borda se convirtió en una institución de la izquierda colombiana, impulsó la revista Alternativa (1976-1980), un proyecto de comunicación de un altísimo impacto en el país, donde confluyeron una diversidad de periodistas y escritores de primera línea, entre quienes destacaba Gabriel García Márquez, Fals Borda, Antonio Caballero, y otros provenientes de sectores del liberalismo e independientes. Con motivo del centenario de la muerte de Marx en 1983, el departamento de historia de la Universidad Nacional de Colombia realizó el simposio «Vigencia de Marx en Colombia», en el que Fals Borda sintetizó su relación con Marx, a partir de una inteligente narración sobre su visita a la India (a Burdwan-Bengala Occidental), invitado a conmemorar los 100 años de la muerte del «barbudo de Tréveris» en un hervidero social y popular del Tercer Mundo. Un evento que contrastó con los actos conmemorativos en Alemania por su sobriedad y eurocentrismo.

En Burdwan sale otro Marx: no un Marx profeta, sino un Marx guía. Un Marx para guiarnos en la construcción del socialismo, un socialismo libre de aquellos lastres, que se perfila como anti dogmático, y que se ajusta mucho mejor, por lo mismo, a las realidades de cada cultura, de cada región y de cada época (1983, p.13).

Fals Borda y Camilo Torres, representan una parte del marxismo práctico que intentan pensar el socialismo y la revolución desde la esquina norte de Sudamérica, no desde otras coordenadas geográficas. No fueron los únicos, muchos de los trabajos que se han resaltado estaban influenciados por los debates internacionales de la época, como los trabajos de Víctor Manuel Moncayo, exrector de la Universidad Nacional de Colombia, muy activo en la revista Ideología & Sociedad, en la revista Trópicos, y propuso importantes debates desde los años setenta, llamando la atención sobre el papel del derecho en la acumulación de capital (Moncayo, 1976), con una fuerte influencia de Althusser y Poulantzas, donde desarrolla una densa explicación sobre el papel de las leyes en la formación de una estructura de poder del Estado puesta al servicio de la explotación del trabajo y la reproducción ampliada del capital. También produjo trabajos sobre las luchas obreras y la política laboral (1978), y escribió la Introducción crítica a los estudios de la Comisión Histórica del Conflicto y sus Víctimas, que condensa el pensamiento falsbordiano y recrea una visión de la historia política y marxista aquí descripta (Moncayo, 2015).

Representan, sin duda, una faceta prolífica del marxismo colombiano. Al leerlos desde esta temporalidad, empiezan a aparecer reflexivos y ajustados a la realidad colombiana, en buena medida porque pertenecieron (y quizá siguen siendo) al «taller» práctico de marxismo (que produce un marxismo práctico) donde varias generaciones intentaron construir otro país, el socialismo y confrontaron al imperialismo latente y presente en la historia colombiana.

A modo de cierre

A continuación, se presenta un cierre de este trabajo cuyo objetivo principal es mostrar la existencia de un marxismo colombiano, con una particularidad expresada en las producciones académicas de intelectuales orgánicos y de universitarios que aportaron a un taller colectivo, sin destellos individuales, y sin que pueda existir una síntesis sin ninguno de ellos, aunque el sectarismo de esos años no les haya permitido coincidir en un espacio de unidad en la batalla cultural. Son unas conclusiones provisorias que permiten una continuidad de lo planteado sobre otros temas.

Se han mostrado las diversas corrientes, agrupadas con el cuidado de incluir a toda la diversidad del pensamiento y la práctica de las ideas marxistas. Harán falta aportes por mencionar que en los siguientes ejes podrían aparecer con mayor pertinencia. Nos queda por desatar, por ejemplo, algunas consideraciones sobre el pensamiento bolivariano, que, desde los años cincuenta, empezó a ser incorporado por el Partido Comunista y luego por otras organizaciones y académicos de la nueva izquierda como parte de su ideario socialista, y por algunas organizaciones y liderazgos guerrilleros.

Antes de sintetizar los ejes temáticos de la discusión y los problemas abordados por el «taller» del marxismo práctico colombiano, se puede decir, que uno de los grandes aportes de este a la sociedad colombiana, y seguro al conocimiento, es la elaboración de otra historia del país, no desde el punto de vista revisionista de la historia, sino desde una nueva historia, donde los sectores subalternos aparecen, son protagonistas, desde la resistencia a la colonia española, y su papel en las rebeliones iniciadas en el siglo XVIII conocidas como «la rebelión de los comuneros», uno de los antecedentes más creativos e importantes para el proyecto independentista del grupo liderado por Simón Bolívar desde las primeras décadas del siglo XIX. Una historia plebeya, «de las gentes del común» como lo expresó Ignacio Torres Giraldo en Los inconformes (1978). Una historia que se expresa en tres de los ejes que se expondrán: a) el proceso histórico de las formas de dominación del colonialismo y el imperialismo en Colombia; b) la nueva historia sobre el proceso capitalista (de acumulación, desarrollo, subdesarrollo y dependencia) en el siglo XX; y c) Los orígenes y especificidades de la cuestión agraria en Colombia. Finalmente, y también en el contexto de configuración del marxismo práctico colombiano, se pondrán en diálogo los problemas y discusiones en torno a la praxis transformadora de la realidad, con énfasis en los principales aportes en torno a la educación y la acción para la transformación.

Proceso histórico de las formas de dominación del colonialismo y el imperialismo:

Los debates sobre el poder en Colombia no suelen presentarse desde esa perspectiva histórica, pero en los años sesenta y setenta, los debates marxistas se centraron a desentrañar el papel de la hacienda como forma precapitalista criolla sobre la cual se basa el poder de los partidos políticos hegemónicos y se instaura un orden geopolítico y geoeconómico de la centralidad y la territorialidad colombiana (se puede ver en: (Buenaventura, 1969); (Fals Borda, 1967/2008); entre otros. Debates que estuvieron también definidos por las lecturas de Marx sobre «el tercer mundo», que describían un proceso contradictorio entre la independencia de la colonia española, y del proceso neocolonial que recapturó al país de la mano del imperialismo norteamericano; el cual, en principio, desconoció a Bolívar a partir de la lectura dogmática y eurocéntrica del texto de Marx «Bolívar y Ponte» (1858), donde se reduce la figura y la acción del libertador a la de un conservador amigo de los ingleses. Una visión que fue discutida y valorizada desde otras perspectivas por algunos autores marxistas colombianos (Uribe Celis, 1983). En ellos se analizan los yerros de Marx, y sitúa el periodo independentista, como una continuidad histórica de la rebelión popular, iniciada años antes por los comuneros, una tesis que permite vislumbrar el carácter comunitario y autóctono de las luchas independentistas en un momento, claro está, de influencia de las ideas de la revolución francesa. Se abre la posibilidad de escudriñar sobre los debates alrededor del concepto de colonialidad y semicolonialidad (Arrubla, Buenaventura, Quimbaya), relacionados con el papel del imperialismo en el proceso de formación del capitalismo en el país y, de suyo, las restricciones de la democracia y del papel de las facciones políticas dominantes, cuya práctica bipolar de la violencia y de los pactos bipartidistas, como marca del siglo XX colombiano, que dan origen a la idea falsbordiana propuesta de «subversión social y socialismo raizal» (1968).

La nueva historia sobre el proceso capitalista en Colombia

En los debates sobre este asunto, se pueden ver destellos de la versión más potente de un Marx vivo, divergente con la teleología que supo constituirse como análisis del «desarrollo de las fuerzas productivas», un Marx que planteó en sus escritos maduros sobre la economía política, en especial en El capital. Una mirada sobre el conjunto de las relaciones sociales de producción y no de un economicismo determinista. Un debate encendido no solo desde las corrientes de la nueva izquierda en contra del marxismo oficial del PCC, sino entre las corrientes mismas de la llamada nueva izquierda, que como indica Mauricio Archila supusieron la emergencia de un campo maoísta dogmático que, si bien introdujo una dinámica a los debates e incorporó a un amplio sector a las organizaciones marxistas, devino en la práctica de un izquierdismo infantil sectario. Se puede recrear el debate sobre esta cuestión, que pasa por conocer las influencias internacionales de la época, y conocer en detalle la recepción del marxismo (y su bibliografía, traducciones e interpretaciones). Del mismo modo, poner en tensión los trabajos realizados desde diversas miradas sobre las formas de comunidad y organización económica de los indígenas, y de allí la consolidación de la «hacienda» como estructura organizacional de la formación capitalista en el país. Los debates en torno a los modos de producción, a la organización de la ruralidad colombiana y las intensas y mecanicistas discusiones sobre el feudalismo, o el semifeudalismo, atacadas con claridad por algunos sectores de la nueva izquierda. ¿Se recreó una historia económica de Colombia?, algunos esfuerzos pueden indicar que se logró elaborar, los esfuerzos de Salomón Kalmanovitz, Camilo González Posso, Jesús Bejarano, Carmenza Gallo, Nicolás Buenaventura, Anteo Quimbaya, Darío Fajardo, entre otros, fueron fundamentales. Un tópico para desarrollar sobre las potencialidades del marxismo en Colombia durante ese periodo como instrumento de acción para la transformación de ese capitalismo construido en las disputas de siglo y medio post independentista.

Los orígenes y especificidades de la cuestión agraria en Colombia

La cuestión agraria, quizás un desarrollo del tema anterior es uno de los ejes más potentes de la discusión sobre el capitalismo y las propuestas de revolución en Colombia. Esta temática nos aproxima al debate más recurrente en la literatura marxista colombiana que trasciende las discusiones de orden económico de la utilización de la producción agrícola por los capitalistas colombianos, tensionados por las dependencias externas. Se resaltan algunos debates que se relacionan con la participación del campesinado en los procesos de transformación social del país, que fueron pensados desde ángulos distintos como proletariado agrícola aliada del proletariado industrial (Buenaventura, 1970), o pensada como fuerza de interacción multiclasista en la disputa por el poder (Fals Borda, 1983). Un debate medular, si tenemos en cuenta que Colombia tenía una composición demográfica rural mayoritaria hasta mediados de los años ochenta, cuando empieza en firme la desordenada urbanización del país, los desplazamientos forzados y otros fenómenos ligados al proceso capitalista. La cuestión agraria se entiende por los conflictos de la sociedad agraria colombiana, compuesta por indígenas, campesinos y dueños de haciendas (devenidos en terratenientes) donde se ubica un escenario de estructuración de la territorialidad, el poder y las mismas disputas sobre la transformación del país, que se sintetizan en los debates sobre la ley y las propuestas de reformas agrarias, que, como hipótesis central fueron determinantes en el comienzo y desarrollo del conflicto armado interno.

Praxis en la transformación de la realidad colombiana

Paralela y concomitante a los debates sobre las vías de la revolución, en Colombia se dan procesos y proyectos intelectuales con conexión a los postulados teóricos y metodológicos del marxismo. Uno de ellos, quizás el más conocido, es el desarrollado como metodología para la investigación social, la IAP (Fals Borda, 1975), que se convirtió en una fuente teórico-práctica para la consolidación de las organizaciones sociales del campo popular. Una teoría que no estuvo exenta de polémicas desde otras visiones del marxismo, en especial desde la idea de educación como campo de disputa y no de constitución e interacción con los planteamientos del sentido común de las comunidades. Un debate, que como se decía, estaba asociado al desarrollo de organizaciones de la sociedad que buscaban la transformación del orden capitalista que permitieron generar polémicas sobre la necesidad o inconveniencia de las reformas, y las acciones hacia la revolución. Discusiones asociadas a las formas de lucha, sustentadas sobre los análisis de las condiciones de la cultura, la economía y la subjetividad de la sociedad colombiana.

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1Magister en Sociología y Doctorando en Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires-UBA. Investigador del Centro Latinoamericano de Geopolítica-CELAG. Investigador del Instituto de Estudios de América latina y el Caribe, IEALC-UBA.

2Se sugieren dos lecturas sobre este tema ya que por espacio no pueden incluirse en este trabajo: Antonio García (2010). Los comuneros. Bogotá: Ediciones desde abajo; e Ignacio Torres (1978) Los inconformes (tomo I, pp.57-125), Bogotá: Editorial Latina.

3El concepto de «nueva izquierda» que usamos en este ensayo se refiere al intento de renovar el ideal revolucionario en los años 60 por parte de grupos y organizaciones al margen de los viejos partidos obreros socialistas y comunistas, como continuidad «heterodoxa y herética» (Kohan, 2002 pp.24-29). En América Latina esta «nueva izquierda» se caracterizó además por su adhesión a la lucha armada como la principal forma de acción revolucionaria, así no siempre se llevará a la práctica (Archila, 2015).

Recibido: 01 de Diciembre de 2021; Aprobado: 04 de Mayo de 2022

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