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Tabula Rasa

Print version ISSN 1794-2489

Tabula Rasa  no.42 Bogotá Apr./June 2022  Epub Apr 14, 2022

https://doi.org/10.25058/20112742.n42.01 

Editorial

Marxismos del Sur, pensamiento descolonial/anticolonial y nuevos antiimperialismos 1

Southern Marxisms, Decolonial/Anti-Colonial Thinking and New Anti-Imperialisms

Marxismos do Sul, pensamento decolonial/anticolonial e novos anti-imperialismos

Ramón Grosfoguel1 

Nestor Kohan2 

Javier García Fernández3 

1University of California, Berkeley, USA grosfogu@berkeley.edu

2Universidad de Buenos Aires/Conicet, Argentina. miseriadelafilosofia@gmail.com

3Universidad de Granada, España jgarciafer@ugr.es


El presente número especial pretende articular una nueva discusión intelectual entre dos corrientes de los marxismos del Sur: los marxismos anticoloniales y los marxismos descoloniales. En la actual crisis multidimensional del sistema civilizatorio de la modernidad capitalista occidental, nos parece fundamental apelar de nuevo al pensamiento del teórico y filósofo alemán Karl Marx para recoger las aportaciones inspiradas a partir de su obra, que a lo largo de los dos últimos siglos han construido pensamiento antisistémico desde las luchas anticoloniales y de liberación en el Caribe, América Latina, África y Asia.

La crisis de la hegemonía de los imperialismos occidentales en el mundo y el declive de las teorías decoloniales que se han posicionado al lado del imperio estadounidense en América Latina, han generado una importante ruptura en el seno de los teóricos de la llamada red modernidad/colonialidad y a su vez en el seno de las redes de la izquierda marxista latinoamericana, dando lugar a diferentes corrientes que divergen en cuanto al papel del pensamiento descolonial y anticolonial en torno a los procesos de intervencionismo neocolonial imperial en Nuestra América. Por otra parte, la crisis de un cierto marxismo eurocéntrico y occidentalista en los centros hegemónicos de poder y los despistes de cierta «izquierda» latinoamericana, han derivado en la radicalización del pensamiento marxista y en la recuperación de los viejos legados del marxismo anticolonial existentes tanto en Karl Marx, como en las experiencias revolucionarias de los marxismos antiimperialistas del siglo XX expresados en la Conferencia de Bakú, la Conferencia de Bandung y la Tricontinental. Queremos establecer puentes de conversación y debate entre las corrientes marxistas descoloniales y marxistas anticoloniales que tienen como eje común el antiimperialismo, la crítica antieurocéntrica de los marxismos eurocéntricos y la afirmación de los marxismos del Sur como fuente de inspiración. Hemos recogido en este número especial investigaciones, artículos y debates que tienen como horizonte intelectual los procesos de descolonización, las luchas de liberación, el antirracismo político, las luchas políticas y sociales radicales, la geopolítica contrahegemónica, nuevas lecturas de las teorías de la dependencia, el colonialismo interno, la filosofía de liberación, y la descolonización epistémica desde perspectivas marxistas anticoloniales/descoloniales. El objetivo de este número especial es crear una nueva discusión en el ámbito de las ciencias sociales críticas y del pensamiento de liberación mundial que tenga como objetivo principal poner en diálogo las corrientes de los marxismos anticoloniales con los marxismos descoloniales.

¿Cuál es el contexto de este diálogo?

La crisis de las izquierdas «tradicionales» y hasta »descoloniales» que han incorporado como propios, sin ningún beneficio de inventario ni balance crítico, los relatos legitimantes del imperio estadounidense y las oligarquías criollas sobre los procesos de los gobiernos antiimperialistas en la región han provocado un nutrido arco de reflexiones, críticas y motivos de preocupación que han acercado las posturas de marxistas anticoloniales con marxistas descoloniales dentro y fuera de los espacios académicos. Hemos podido observar este despliegue pro-imperial de supuestos «izquierdistas» latinoamericanos tanto en Venezuela como en Bolivia. En el caso venezolano, en la primavera y verano del 2017, cuando el imperio lanzó una ofensiva de agresión militar dentro del país con grupos paramilitares conocidos como las »guarimbas» disparando indiscriminadamente contra la población civil, asesinando e hiriendo a cientos de ciudadanos para, a través de los medios de comunicación, culpar ante la comunidad internacional al gobierno bolivariano de estos crímenes imperiales. Justo en este momento de agresión imperial aparece un documento[2] firmado por cientos de personas reconocidas como parte de la izquierda latinoamericana acusando al gobierno bolivariano de «autoritario y represivo», negando el carácter democrático del mismo.

Unos años más tarde, en enero de 2019, justo cuando el imperio intenta un golpe de Estado en Venezuela postulando de manera unilateral como presidente al autoproclamado Juan Guaidó, sin ninguna votación popular que lo legitime ni lo avale como tal, los mismos que gestaron el pronunciamiento del 2019 elaboran otro documento[3] reiterando nuevamente las mismas tesis imperiales sobre el gobierno bolivariano. Resultan sorprendentes y notoriamente curiosos los momentos precisos escogidos para lanzar a la opinión pública aquellos documentos: la agresión militar de paramilitares en el 2017 y el intento de golpe de Estado del autoproclamado «presidente» en el 2019. Unos meses más tarde, en noviembre de 2019, durante el golpe de Estado contra Evo Morales en Bolivia nos volvemos a encontrar las mismas personas que suscribieron los documentos contra Venezuela, tomando entonces partido a favor de los golpistas y hasta adornando el golpe de Estado como una »rebelión popular»[4].

Lo escandaloso y manipulador de semejantes posiciones, que se postulaban en el plano de la retórica académica como «progresistas» mientras en la práctica se alineaban sumisamente y asumían al pie de la letra la posición oficial-estatal del imperio estadounidense, provocó un debate continental en el cual algunos de los participantes de este número estuvimos envueltos. El debate giraba en torno a la caracterización de los gobiernos antiimperialistas de Bolivia y Venezuela[5]. Unos se alineaban alegremente junto al imperio, tratando de argumentar que se trataba de gobiernos «autoritarios». Otros, en cambio, como los participantes de este número, defendíamos el carácter democrático y antiimperialista de estos gobiernos.

En medio de estas discusiones nos encontramos, en un polo, tanto a marxistas descoloniales como a marxistas anticoloniales, convergiendo del mismo lado de la trinchera de lucha apoyando a los pueblos de Bolivia y Venezuela frente a los embates del imperio (agresiones militares, bloqueos económicos, sanciones, hiperinflación inducida artificialmente y fabricada por medio de la devaluación de la moneda nacional, golpes de Estado, etc.). En el otro polo de aquellas polémicas se encontraban antiguos »colegas», »amigos» y hasta »compañeros» de muchos años que tomaron partido a favor del imperio contra los gobiernos antiimperialistas democráticamente electos de Bolivia y Venezuela. Encontramos entonces que teníamos más en común los marxistas descoloniales con los marxistas anticoloniales que lo que antiguamente compartíamos con muchos intelectuales de la red modernidad/colonialidad (algunos de los cuales se ubican como antimarxistas). Algo muy similar sucedió con los marxistas anticoloniales. A raíz y en medio de todas estas polémicas, percibimos que teníamos más en común los marxistas anticoloniales con los marxistas descoloniales que lo que supuestamente nos unía con varios intelectuales de las redes de algunas izquierdas convencionales.

¿Por qué estábamos del mismo lado de la trinchera?

A continuación, algunas tesis dirigidas a intentar responder esta pregunta.

1ª Tesis. Nos une una profunda visión antiimperialista

Si algo tenemos en común y plena claridad los marxismos descoloniales y los marxismos anticoloniales es que compartimos una visión antiimperialista de la región. No es posible entender lo que ocurre en Venezuela, Bolivia y en ningún país de Nuestra América sin entender la dominación imperial. El sistema imperialista no es un elemento pasivo externo a nuestros países, sino que es estructurante de las relaciones de dominación en todos los países latinoamericanos. Aun aquellos que tienen gobiernos antiimperialistas como el caso de Venezuela, Bolivia o Cuba no es posible entender lo que ocurre dentro de estos países sin entender las políticas de sanciones, bloqueos, boicot, agresiones comerciales y militares del imperio. Poner el acento de los problemas de Venezuela en su gobierno, con todas las críticas que podamos tener, es no entender las consecuencias del saqueo económico e hiperinflación fabricados e inducidos por el imperio para hacer caer al gobierno bolivariano. Lo mismo vale para Bolivia. Poner el acento del golpe de Estado contra el gobierno de Evo Morales como si fuera una «revolución» ciudadana «espontánea» sin injerencia extranjera presuponía no entender el rol activo del sistema imperialista en nuestra región para destruir procesos sociales, políticos y económicos que no le son afines a sus intereses. Las nuevas modalidades imperiales de guerras híbridas (en lo que atañe a las estrategias político-militares) y »revoluciones de colores» (dirigidas principalmente a la esfera política-comunicacional) fueron usadas en todos estos casos.

Los documentos y pronunciamientos de los seudo-izquierdistas latinoamericanos que se pasaron al otro lado de la trinchera, cometían el grave error metodológico de reducir los problemas de Venezuela y Bolivia a las políticas internas de sus gobiernos y obviar el rol activo del imperialismo estadounidense en los golpes de Estado y bloqueos económicos en contra de estos gobiernos soberanistas antiimperialistas. No se trata de obviar errores, dificultades y problemas de estos gobiernos. Somos los primeros en dar un apoyo crítico. Pero la crítica no debe apuntar nunca a destruir sino a construir y mejorar. Lo importante aquí es que no se pueden entender los sucesos en contra de estos gobiernos y las nefastas consecuencias políticas y económicas sobre la población civil sin comprender que la mano (de ningún modo invisible) del imperio estadounidense ha estado todo el tiempo, no detrás sino al frente de todas estas agresiones contra estos gobiernos y sus pueblos guiada por el interés imperial de tomar el control absoluto de los pozos petroleros venezolanos y del litio boliviano. La violación de todo principio democrático, con tal de provocar el desgaste y la caída de estos gobiernos, para de este modo poder asumir el control de sus recursos ha sido una estrategia imperialista desarrollada abiertamente y sin ningún disimulo.

El tiempo nos ha dado la razón. Hoy día el pueblo boliviano logró derrotar democráticamente a los fascistas, racistas y supremacistas, encabezados por la también autoproclamada dictadora Jeanine Añez. A su vez, el pueblo venezolano logró derrotar democráticamente a los fascistas (pro estadounidenses y con apoyo de la vecina extrema derecha colombiana) encabezados por el autoproclamado Juan Guaidó. En ambos casos se trata de personas asociadas a los intereses imperiales y oligárquicos de sus respectivos países. Ninguno había sido electo democráticamente. Eran en ambos casos «presidentes fantasmas», es decir, falsos mandatarios simulados, a pesar del apoyo imperial que aspiró a un reconocimiento internacional notablemente fallido y frustrado. En violación de todos los principios democráticos, pudimos observar el vergonzoso papel jugado por el Cartel de Lima (títere ventrílocuo del imperio) reconociéndolos como «presidentes» de sus respectivos países. Este Cartel ya ha quedado en el olvido con el triunfo de gobiernos en Colombia, Perú y Argentina que no siguen esta política imperial de agresión contra Venezuela.

Lo tragicómico y por momentos bizarro del caso, consistió en que estos personajes autoritarios, sin tapujos ni escrúpulos de ningún tipo, aunque sea meramente formales, pretendieron ser instalados y reconocidos como presidentes «campeones de la democracia» sin ser democráticamente electos; mientras los presidentes auténticos, mandatarios verdaderos, democráticamente electos, como Evo Morales y Nicolás Maduro, eran denunciados (desde la OEA y el departamento de Estado hasta toda la prensa corporativa mundial de Occidente) como «autoritarios» y «totalitarios». ¡El mundo al revés! Que esto lo dijeran personajes de las derechas y las elites imperiales neocoloniales latinoamericanas, no fue sorprendente en lo más mínimo. Lo que desde ningún ángulo resultó comprensible fue ver a cientos de personalidades e intelectuales identificados como parte de las izquierdas latinoamericanas y hasta descoloniales repitiendo, sin expresar, aunque sea una mínima duda o interrogantes, estas tesis imperiales.

Si bien no toda perspectiva antiimperialista puede definirse a priori y necesariamente como descolonial o anticolonial, todo punto de vista descolonial o anticolonial es y debe asumir como su razón de ser, primero y, antes que nada, el horizonte y el proyecto antiimperialista. Consideramos que esta es una tesis teórica fuerte que no sólo permite demarcar el terreno de las discusiones y polémicas sociopolíticas del pensamiento contemporáneo. Además, posee un notable poder explicativo y comprensivo en el terreno específicamente epistemológico.

El sistema civilizatorio en el que vivimos y estamos insertos a escala global no constituye una simple sumatoria de sociedades aisladas, inconexas y yuxtapuestas, recíprocamente ajenas e indiferentes entre sí. En realidad, se estructura y está organizado a través de un sistema imperialista mundial. En el caso de América Latina y el Caribe el imperio estadounidense ha sido históricamente el imperio dominante en nuestra región tanto en el plano económico como geoestratégico, político y militar. La acumulación interminable de golpes de Estado, agresiones militares, superexplotación social y económica de fuerza de trabajo (lo que habitualmente se conoce como mano de obra) y la apropiación por la fuerza de recursos naturales ajenos, por parte del imperio estadounidense, tiene una larga y vergonzosa historia en nuestra región. No es posible entender nada de lo que sucede en Nuestra América y el mundo sin ubicarlo en el contexto amplio de la penetración, agresión y superexplotación imperialista de nuestros pueblos, sociedades y países.

Por eso hoy día no se puede ser feminista, antirracista, descolonial, anticolonial, ecologista e incluso ni siquiera anticapitalista sin ser al mismo tiempo antiimperialista. No existe una única y exclusiva contradicción en el sistema mundial, sino varias y simultáneas. Pero una de las principales, que tiñe con sus antagonismos, peligros, sufrimientos y tragedias a todo el resto, está vinculada a la dominación imperialista de nuestros pueblos, de nuestro continente y del mundo. Toda lucha contra la dominación de género, sexualidad, racial, por la defensa de la naturaleza y de los intereses de las clases trabajadoras en contra del capitalismo que no se enmarque en el horizonte de la resistencia de una amplia coalición antiimperialista termina siendo cooptada por el sistema imperialista. Las formas y modalidades son múltiples y variadas. Se van reciclando con una velocidad y una flexibilidad realmente asombrosas. El imperialismo sabe adaptarse a muchos de los desafíos que se le presentan. Mientras ejerce formas de control y vigilancia que harían sonrojar a las novelas distópicas de antaño, al mismo tiempo asume ademanes, tics, y posiciones flexibles para neutralizar, fragmentar, cooptar y finalmente derrotar toda resistencia. De ahí la emergencia de su «multiculturalismo» liberal (que muchas veces encubre las posiciones más intolerantes, supremacistas, etnocéntricas, fundamentalistas y racistas), su culto tramposo del «Onegeísmo», con sus fundaciones paraestatales que, disfrazadas con el ropaje políticamente inocente de la «sociedad civil», canalizan inmensos recursos financieros destinados a la contrainsurgencia. En paralelo, las prácticas más renovadas y actualizadas de la dominación imperialista apelan a su «interseccionalidad» de las políticas identitarias que denuncian algunas opresiones puntuales y en el mejor de los casos consiguen una que otra reforma estrictamente delimitada… pero se oponen sistemáticamente a cualquier construcción de alternativas antisistémicas.

En el mundo terrenal y mundano de las instituciones contrainsurgentes, la tristemente célebre CIA promueve interseccionalidad de diversas identidades, despojándolas inexorablemente de cualquier perspectiva antiimperialista[6]. La flexible política cultural imperialista ofrece enormes sumas de dinero, utilizando como pantalla, fundaciones y ONG, para promover demandas feministas, ecologistas, LGTB, campesinas e incluso obreras, siempre con el condicionante de hierro y acero: que no cuestionen el sistema imperialista en su conjunto y, además, que no se unan ni articulen entre sí en una lucha antisistémica sino que se mantengan fragmentadas, girando en torno a sus respectivos «juegos de lenguaje», reclamando reformas institucionales puntuales y subsidios al sistema.

Desde nuestro punto de vista, resulta imposible comprender cualquiera de las múltiples opresiones que todavía sobreviven y coexisten en la actualidad, sin enmarcarlas dentro del sistema civilizatorio que constituye el sistema imperialista occidental a escala mundial. Aquellas posturas que se autoidentifican como descoloniales/anticoloniales y que hacen habitualmente referencia a la «crisis civilizatoria» pero eluden cualquier tipo de cuestionamiento del sistema imperialista mundial, terminan siendo deglutidas e integradas dentro del sistema. Si se dedican a la ecología, culminan legitimando un «capitalismo verde». Si en cambio sus demandas giran en torno a las disidencias sexuales y de género, consciente o inconscientemente culminan legitimando un «capitalismo violeta». Y así de seguido.

El orden civilizatorio contemporáneo, neutralizando de diversos modos las disidencias bajo su control, termina siendo sostenido, producido, reproducido y materializado por el sistema imperialista mundial. No se puede separar uno del otro. Fundar un nuevo proyecto civilizatorio que afirme la vida sobre la muerte, implica inexorablemente apuntar a una estrategia dirigida a poner fin al sistema imperialista existente.

El imperio se ha tornado sumamente sofisticado en su tarea de cooptación aún en tiempos de crepúsculo y decadencia imperial. Por eso siempre insistimos en que todo feminismo, antirracismo, descolonial/poscolonial, ecologismo, antiextractivismo y hasta anticapitalismo que no sea firme y consecuentemente antiimperialista, se lo proponga o no, culminará siendo fagocitado por el sistema en cuestión de minutos o segundos. La ausencia, deliberada o inconsciente, de una orientación estratégica antiimperialista se torna impotente para enfrentar el abanico polifónico de las políticas imperialistas, incluso si la tarea con pretensiones disidentes se desarrolla en nombre de causas »progresistas».

En nuestra visión, el nuevo antiimperialismo del siglo XXI tiene que aspirar a ser antipatriarcal, antirracista, anticapitalista, anticolonial, antidestructivo de la naturaleza, antiuniversalista y antieurocéntrico pero entendiendo todas las determinaciones de su programa y su proyecto, no como luchas fragmentadas e inconexas entre sí que demandan —en el mejor de los casos— migajas institucionales dentro del sistema, sino como un horizonte multicolor que apunte a conformar una coalición antiimperialista de los dominados en ejes de opresiones múltiples. Todas ellas entendidas como parte de una lucha antisistémica global. Un proyecto de resistencia colectivo que apunte a transformaciones de fondo a través de la formación de nuevos Estados antiimperialistas donde las mayorías populares ejerzan su poder y soberanía en todas las esferas de la vida, más allá de la modernidad capitalista occidental. El nuevo antiimperialismo tiene que ser pluriversal, feminista, ecológico, anticapitalista descolonial/anticolonial hacia la fundación de un nuevo proyecto civilizatorio, más allá de esta civilización de muerte.

2ª Tesis. Nos une una crítica radical del eurocentrismo

Los marxismos descoloniales y anticoloniales partimos de la crítica elaborada por los movimientos antiimperialistas del Sur global. Nuestro lema es »Nuestro Norte es el Sur». Consideramos imprescindible tomarse en serio y rescatar toda la radicalidad del Marx tardío de los últimos veinte años de su vida. En esta etapa de su vida —poco explorada con el nivel detalle que se merece, tanto por sus enemigos de siempre como también por una buena parte de las lecturas y hermenéuticas convencionales de su obra— Marx vuelve sobre sus propias reflexiones y encara no pocos giros descoloniales/anticoloniales fundamentales que le permiten dejar atrás algunos sesgos eurocéntricos que había incorporado en sus tempranas lecturas de Hegel. No resulta casual que en esta fase de sus investigaciones se vuelque prioritariamente hacia el estudio de sociedades asiáticas, africanas y de Nuestra América.

Epistémicamente hablando, nos tomamos en serio la crítica descolonial y anticolonial, radicalmente antiimperialista, de pensadores y pensadoras del Sur global. Nos inspiramos en los marxismos del Sur y sus experiencias de lucha en África, Asia, el Caribe y América Latina. Igualmente vindicamos a los pensadores y pensadoras del Sur dentro del norte y su larga trayectoria de lucha antirracista, anticolonial y antiimperialista. Los marxismos negros, marxismos africanos, marxismos asiáticos, y marxismos indígenas, como marxismos del Sur constituyen una crítica al occidentalismo que ha caracterizado las hermenéuticas de los marxismos eurocéntricos. Angela Davis, Claudia Jones, Harry Haywood, Walter Rodney, Sylvia Wynter, Kwame Nkrumah, Mao Tse-Tung, José Carlos Mariátegui, Frantz Fanon, Aimé Cesaire, y muchos otros y otras marxistas del Sur constituyen una fuente inagotable de crítica y práctica antiimperialista y antieurocéntrica. No podemos hacer pensamiento descolonial o anticolonial descafeinado destilándolo de sus orígenes en las luchas antiimperialistas de los pueblos del Sur global para volverlo digerible y obtener, de ese modo, «carnet de buena conducta» en las academias occidentalocéntricas pro-imperiales del mundo.

3ª Tesis. Nos une la solidaridad internacional con las luchas antiimperialistas en todo el mundo

De cara al siglo XXI que ingresa en su tercera década, no se puede pensar una lucha antiimperialista sin coordinar con las luchas antiimperialistas al interior mismo del imperio. En el siglo XXI el imperio se desgarra en sus mismas entrañas entre la insostenible pretensión de «supremacía blanca» y la lucha por la descolonización radical de sus estructuras sociales internas. La población latina y de otros grupos dentro del imperio como son los afrodescendientes, los pueblos indígenas e incontables camadas de antiguos y nuevos migrantes resulta estratégica. El cambio demográfico dentro del imperio abre un potencial descolonizador que ya no se puede disimular.

Esto no sucederá jamás de modo automático, como hemos podido corroborar durante la presidencia estadounidense de Obama, cuando ni el imperialismo ni el Estado racial tradicional cambiaron, a pesar de tantas promesas y deseos eternamente postergados y frustrados. Se trata de organizar un trabajo político hacia la descolonización del imperio desde su interior que, en solidaridad con otros pueblos rebeldes, desarrollen una lucha antiimperialista mundial por la destrucción del imperio y la construcción de un proyecto civilizatorio que supere la modernidad capitalista occidental.

De la misma forma que no se puede pensar el antiimperialismo del siglo XXI sin la coordinación de las luchas antiimperialistas dentro del imperio, tampoco se puede postular un antiimperialismo del siglo XXI sin diversidad epistémica. Tenemos que asumir que el nuevo antiimperialismo no puede contar con una única y exclusiva epistemología o visión de mundo como punto de partida. El antiimperialismo del siglo XXI tiene que ser epistémica y espiritualmente pluriversal, diverso y heterogéneo. La paz, la solidaridad y el derecho soberano a la autodeterminación de los pueblos tienen que constituir los principios de unidad antiimperialistas desde espiritualidades y epistemologías diversas. Y deben tener como eje estratégico central la defensa de la Vida porque el sistema imperialista con su destrucción ecológica del planeta está llevándonos, a pasos acelerados, a la muerte.

¿Cuáles son nuestras diferentes fuentes nutricias?

Aunque compartimos urgencias estratégicas comunes y convergentes, provenimos y nos hemos nutrido de diversas genealogías de pensamiento. Eso no constituye un obstáculo sino más bien un desafío para desarrollar futuras reflexiones en común. Existen y no los escondemos, diversos puntos, preguntas y debates pendientes con respecto a varias problemáticas:

1) ¿Cómo entender la relación entre modernidad y capitalismo?

2) ¿Es la modernidad un proyecto emancipatorio libertador o es un proyecto civilizatorio de muerte?

3) ¿Cuál es la relación entre raza y clase y el lugar del racismo en la teoría marxista?

4) ¿Es el racismo un fenómeno simplemente superestructural o constituye una jerarquía de dominación que organiza/estructura el capitalismo desde dentro mismo de la división internacional del trabajo y la acumulación de capital a escala mundial?

5) ¿Es el sistema capitalista mundial un régimen societal homogéneo y plano o está atravesado por múltiples contradicciones y desarrollos desiguales?

6) ¿El imperialismo y la dependencia son fenómenos mutuamente excluyentes o constituyen una pareja inescindible?

7) ¿Cuál es la relación entre patriarcado y capitalismo?

8) ¿Son la dominación de género y raza procesos superestructurales o actúan de modo estructurante en la acumulación del capital?

9) ¿Qué aspectos de la obra de Marx recuperamos y cual periodización de su obra vindicamos?

Estas son algunas de las varias preguntas que permanecen abiertas y deberían formar parte de una agenda de diálogo y debate entre los marxismos descoloniales y los marxismos anticoloniales.

¿Por qué hacemos este número especial?

Conformamos este número especial para comenzar a colaborar e intercambiar ideas y reflexiones sobre estos y otros temas, abiertos y pendientes; dignos, todos ellos, de una futura profundización. El impulso inicial que nos motiva es que desde las perspectivas y ángulos en común podamos comenzar a construir un proyecto continental antiimperialista en un sentido amplio, sumando voluntades, reflexiones, nutriendo y enriqueciendo las resistencias sociales, culturales y políticas ya existentes. Dejamos a los y las lectoras juzgar el resultado de este primer encuentro.

1El presente texto es un prólogo al número especial «Discusiones en torno a los marxismos del sur y los pensamientos descoloniales y anticoloniales», publicado en la Revista Tabula Rasa, n. 42, 2022.

2El día 3 de agosto de 2017 en plena agresión imperialista en Venezuela aparece un manifiesto impulsado por «La Plataforma en Defensa de la Constitución» y firmado por opositores al gobierno bolivariano tales como Héctor Navarro, Ana Elisa Osorio, Oly Millán Campos, Edgardo Lander, Esteban Emilio Mosonyi, Santiago Arconada, Gustavo Márquez Marín, Freddy Gutiérrez, Cliver Alcalá, Carlos Carcione, Juan García, Gonzalo Gómez. El manifiesto completo se puede leer aquí: http://llamadointernacionalvenezuela.blogspot.com/2017/05/llamado-internacional-urgente-detener_30.html

3El día 15 de febrero de 2019, menos de un mes después de la autoproclamación de Juan Guaidó como presidente «encargado» el 23 de enero de enero con el apoyo de los Estados Unidos, la Plataforma Ciudadana en Defensa de la Constitución vuelve a lanzar otro manifiesto contra el gobierno bolivariano. El documento completo y las firmas se puede leer aquí: https://vientosur.info/por-una-solucion-democratica-desde-y-para-el-pueblo-venezolano/ Además se reunieron con Guaidó dándole legitimidad y repitiendo el mantra imperial de que Guaidó, autoproclamándose presidente en una plaza, es más legítimo desde el punto de vista democrático que el presidente Maduro, electo en elecciones presidenciales democráticas.

4Entre los días 10 y 12 de noviembre se produjo un golpe policial en Bolivia tras casi un mes de revueltas opositoras apoyadas por los EE.UU. tras las elecciones producidas el 20 de octubre de 2019. Algunos académicos y teóricos llamados decoloniales apoyaron las revueltas contra el presidente Evo Morales y el MAS. Entre estas figuras se encontraban Silvia Rivera Cusicanqui, Raquel Gutiérrez, María Galindo, Raúl Zibechi y Rita Segato.

5

Para contextualizar el debate sobre la caracterización anti-imperialista de los gobiernos de Bolivia y Venezuela y sobre la colonialidad de ciertos intelectuales supuestamente «de izquierda» ver los videos de Ramón Grosfoguel. Debate Venezuela y Bolivia: La bancarrota de cierta izquierda:

Parte 1: https://www.youtube.com/watch?v=3MyL0ftHlbk&t=650s,

Parte 2: https://www.youtube.com/watch?v=GO7WG_YrKIQ,

Parte 3:https://www.youtube.com/watch?v=hjcz7QfMkpw

6

Recomendamos este artículo de Roberto Lovato https://www.thenation.com/article/politics/cia-video-intersectional/tnamp/ y este vídeo de la CIA “Humans of CIA”.

https://m.youtube.com/watch?v=X55JPbAMc9g defendiendo la interseccionalidad. Ver también este video The Woke CIA PsyOp https://youtu.be/TsoA-QGHJPA analizando el vídeo de la CIA. Además, recomendamos la lectura detallada de dos libros imprescindibles: Frances Stonors Saunders (2001): La CIA y la guerra fría cultural. Madrid, Debate. De acceso libre en el siguiente link: [libro completo] https://www.lahaine.org/mundo.php/libro-la-cia-y-la y también María Eugenia Mudrovcic (1997): «Mundo Nuevo». Cultura y Guerra Fría en la década del 60. Beatriz Viterbo Editora, Buenos Aires. Igualmente, de acceso libre en el siguiente link: http://cipec.nuevaradio.org/?p=325

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