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Tabula Rasa

Print version ISSN 1794-2489

Tabula Rasa  no.42 Bogotá Apr./June 2022  Epub July 10, 2022

 

Articulos de Investigación

De la sociedad moderna a la comunidad de vida: agenda para una filosofía decolonial transmoderna y posoccidental

From Modern Society to Life Community: An Agenda for a Decolonial Transmodern and Post-Western Philosophy

Da sociedade moderna à comunidade de vida: agenda para uma filosofia decolonial transmoderna e pós-ocidental

Katya Colmenares Lizárraga1  1

1Katya Colmenares Lizárraga[1] https://orcid.org/0000-0002-9882-1389 Instituto Nacional de Formación Política de Morena, México. katyacolmenares@gmail.com


Resumen

El artículo presenta un programa filosófico decolonial y transmoderno a desarrollar a partir de la obra de Juan José Bautista. Su elaboración supondrá revisar crítica y epistemológicamente los paradigmas modernos occidentales y avanzar hacia una nueva visión de la ciencia y la filosofía para la construcción de una comunidad de vida en el siglo XXI.

Palabras clave modernidad; filosofía; Latino América; decolonialidad; comunidad de vida

Abstract

This article presents a decolonial and philosophical program to be developed from Juan José Bautista´s work. Its elaboration will presuppose a critical and epistemological review of modern Western paradigms towards a new vision of Science and Philosophy for the construction of a life community for the 21st century.

Keywords modernity; philosophy; Latin America; decoloniality; community of life

Resumo

O artigo apresenta um programa filosófico decolonial e transmoderno desenvolvido a partir da obra de Juan José Bautista. Sua elaboração pressupõe revisar crítica e epistemologicamente os paradigmas modernos ocidentais e avançar a uma nova visão da ciência e da filosofia para a construção de uma comunidade de vida transmoderna para o século 21.

Palavras-chave Modernidade; filosofia; América Latina; decolonialidade; comunidade de vida

A nuestro Juanjo

A fuerza de convocarla, nuestra familia se ha hecho comunidad de vida.

Tú eres mi cielo, yo soy tu tierra, estamos criando la humanidad nueva.

Sembraré todas las semillas que me sea posible

en el tiempo que me ha sido otorgado

y seré testigo y testimonio de lo que nos sostiene cada semana,

tú harás llover y nos acompañarás hasta la victoria siempre.

El 11 de mayo del 2021 Juan José comenzó una nueva misión, hace tiempo que lo veíamos venir, su cuerpo iba debilitándose proporcionalmente a su capacidad de elevarse con el pensamiento y el espíritu, sabíamos bien que, para la batalla que tenemos que dar en el siglo XXI, no eran suficientes todos los esfuerzos humanos; era necesario convocar a la Pachamama y al espíritu de los ancestros para que acompañaran esta lucha por la vida. La pronta partida de Juan José solo se explica por su urgencia de unirse a la organización del ejército de los ancestros.

Él hará su tarea, pueden estar seguros de ello y lo hará con la escrupulosidad y la pasión con la que preparaba el nuevo marco categorial transmoderno y posoccidental a partir de su lectura decolonial de Marx.

Con mucha alegría, quisiera compartirles que varias personas de distintos lugares de Nuestra América me han escrito, lo han visto en sueños, siempre trabajando, ocupado, contento, llevando libros y rollos, entusiasmado ante los desafíos y descubrimientos en aquel otro plano.

Hace poco, conversando con Diego del Basso, él me hacía notar en palabras muy precisas lo importante que era recuperar el espíritu del pensamiento de Juan José. Porque tenemos la letra en los libros, y puede haber apropiaciones que, aunque sepan de memoria lo dicho, se queden sin embargo en la literalidad, dejando intocado el sentido profundo de la letra. Creo que uno de los retos más grandes que tenemos es revelar ordenada y responsablemente el fuego blanco de la palabra escrita para que su mensaje tome vida y su espíritu habite con nosotros.

Así como Marx, Juan José dedicó toda su energía, su tiempo, su salud y su alegría de vivir a construir un marco categorial que permitiera a las nuevas generaciones la visibilización y el tránsito hacia una forma de vida, de humanidad, de conocimiento y de racionalidad que estuviera en armonía con la vida, su punto de partida era la racionalidad contenida en la vida de los pueblos originarios andino-amazónicos. El programa de trabajo como tal quedó inconcluso, la cantidad de obras que anunciaba se multiplicaba cada año porque era una fuente inagotable de ideas y proyectos. En una primera instancia podríamos sentirnos afligidos por lo que quedó pendiente, pero es necesario tratar de entender el sentido de su partida, de la obra que nos deja y de los proyectos que quedaron por construir, —parte de sus enseñanzas, era buscar siempre el sentido profundo de los acontecimientos, siempre había algo que aprender, mensajes que descifrar y cada momento era una oportunidad para crecer—. Su partida tiene un mensaje y una lección de vida para nosotros, y, mientras preparaba este texto recordé aquella revelación que llegó un día a nuestras vidas a partir de la lectura de la lógica de Hegel: el primer producto de la ciencia es el científico mismo, es la subjetividad de quien lleva a cabo la labor científica. Me di cuenta de que la obra más importante que Juan José estaba construyendo y a la que se dedicó apasionadamente durante casi 40 años, no era solo al entramado lógico y articulado del marco categorial transmoderno y posoccidental, sino fundamentalmente la formación de quienes pudieran transitar hacia la transmodernidad, su legado más importante, entonces, es la formación de quienes pudieran formar parte de una comunidad de pensamiento crítico, decolonial y transmoderno. Su legado es para nosotros una gran responsabilidad, su legado somos nosotros. Él mismo se consideró siempre parte de una comunidad de pensamiento, a la cual le ofrecía como servicio aquello que iba descubriendo en el camino, de ahí el reiterado «nosotros» que estaba siempre presente como narrador principal dentro de sus obras y discursos.

El día de hoy quisiera invitarlos a que nos mantengamos fieles a ese llamado porque lo que tenemos que hacer, lo tenemos que hacer juntos, como comunidad de pensamiento y vida. Debemos tener claro que en el fondo nuestra tarea no solamente es dar un debate en el ámbito de las ideas, se trata de que la transformación se haga carne, se haga existencia, se haga comunidad de vida.

En ese contexto quisiera compartirles un camino de trabajo, una agenda, una ruta que elaborábamos con Juan José y que habremos de seguir construyendo en comunidad, porque estamos llamados a caminar juntos y porque esta batalla no se gana con armas, sino reconstruyendo existencialmente el tejido comunitario, hermanando y venciendo el egocentrismo de la modernidad.

De la sociedad moderna a la comunidad de vida

Quizá uno de los aportes más importantes de Juan José al pensamiento crítico de este nuevo siglo haya sido el haber desarrollado la distinción de Marx entre comunidad y sociedad, distinción que supo enfatizar Dussel en su lectura sobre Marx, y que Juan José llevó a un nuevo nivel desde la comprensión comunitaria de los pueblos originarios.

Será fundamental sistematizar cómo es que el capitalismo y la modernidad para desarrollarse necesitaron destruir las relaciones comunitarias, que para Juan José no se trataba solamente de comunidades humanas, sino comunidades de vida, en las que había básicamente tres actores fundamentales: La naturaleza como madre, el espíritu de los ancestros y los seres humanos. Juan José se refería a ello como «comunidad transmoderna» (J.J. Bautista, 2015, p.210) y Rafael Bautista, su hermano, lo ha desarrollado como comunidad de parientes (R. Bautista, 2014).

En resumen, podríamos decir que para imponer la sociedad moderna y destruir esta comunidad de vida se llevó a cabo la siguiente estrategia:

En primer lugar, se concibió a la naturaleza como cosa y se desarrolló una fundamentación del método científico y de la filosofía del derecho. El método científico estableció las coordenadas interpretativas que enmarcan la comprensión de la racionalidad moderna a partir de la separación sujeto-objeto. Bajo las mismas coordenadas la filosofía del derecho constituyó al ser humano como propietario y a la naturaleza en objeto para la propiedad privada.

· En segundo lugar, la pauperización del campo y la ciudadanización pedagógica que proyectó el ideal de vida burguesa y citadina, conminó a la gente a abandonar las comunidades. Por primera vez, se tenían grandes masas de trabajadores «libres» a disposición del capitalismo. Marx acentuaba lo de «libre» de manera irónica, se decía que era libre, porque supuestamente ya no tenía el peso encima de la comunidad, pero en realidad se trata del trabajador sin vínculos y «disociado de todos los medios de trabajo y objetos de trabajo» (Marx, 1980[1857-1858]). Porque el capitalismo necesita tener disponible al trabajador como pobreza absoluta, excluido completamente de la riqueza objetiva. La libertad de la modernidad, no solo nos deja solos, sino que nos hace esclavos. Sobre este punto Juan José tiene un trabajo magnífico titulado «Hacia la reconstitución de “el ser humano” como sujeto» (J.J. Bautista, 2019). El desarraigo del vínculo comunitario supone entonces la construcción de la sociedad moderna, conformada por individuos que buscan su propio interés y se apoya en una comprensión antropológica liberal que proyecta el individuo burgués sobre el ser humano como si el egocentrismo fuese la condición natural del ser humano. La política entonces se desarrolla como administración de dicho egoísmo, que tendrá como resultado una política de la dominación.

· En tercer lugar, para entender la destrucción del vínculo comunitario con los ancestros debemos prestar atención a lo que nos revela el mismo nombre de la «modernidad»: un proyecto que pone en caducidad la historia exaltando la mirada presente como actualización del futuro. El pasado resulta para la modernidad un mero antecedente a ser superado. Nadie quiere volver al pasado, el sentido es avanzar en la locomotora del progreso porque el pasado se identifica con el atraso, lo natural y lo rústico, si nos situamos desde la visión evolucionista se puede arribar a la conclusión incómoda de que nuestros ancianos están más cerca del mono que nosotros. La carrera que establece la modernidad se acelera hacia el cumplimiento del futuro prometedor de la instantaneidad de la satisfacción.

Pero volvamos a armar el rompecabezas. La comunidad de vida como la conjunción de estos tres parientes —como dice Rafael Bautista— está contenida en toda la realidad humana que conocemos, no es algo que estemos planteando nosotros, sino que lo descubrimos desde una mirada no moderna. Solo para los modernos hay cosas, los pueblos originarios fieles a su sabiduría ancestral nos enseñan que delante de nosotros hay hermanos, hay vida contenida, hay espíritus, hay sujetos, hay ancestros, hay comunidad, hay historia viva; somos un gran nosotros y de lo que se trata la vida es de nosotrificarnos —diría Carlos Lenkersdorf (2002)—, es decir, elevar nuestra consciencia para que por nuestra palabra pueda hablar la Pachamama, pero también nuestros ancestros y finalmente para que hable la comunidad de vida.

Para comprender lo que esto significa veamos un ejemplo, pensemos en cuál es el contenido de una guitarra, —a Juan José le apasionaban las guitarras y me explicó muchas veces el proceso de construcción para sumergirnos en aquello que estaba contenido—:

En primer lugar, podríamos decir que en la guitarra está coagulada, diría Marx, la vida de quien la ha producido, su tiempo de vida como su fuerza de trabajo que supone un contenido vital-espiritual: sus tristezas, sus anhelos, sus renuncias, pero también está contenida la vida de la comunidad humana que supone la vida del trabajador. En segundo lugar, la guitarra contiene la historia, nuestra historia, la historia cultural y civilizatoria de la humanidad como respuesta a las necesidades vitales del ser humano, que son del estómago y de la fantasía —diría Marx—, necesidades que van juntas porque nos satisfacemos humanamente, esto es, corporal e idealmente al mismo momento, somos el resultado de los sueños despiertos de nuestros ancestros. En tercer lugar, la guitarra es también Pachamama, es polvo de estrella, el canto de los pájaros está contenido en la madera y resuena con la vibración de las cuerdas. ¿Qué pasaría si al relacionarnos con la realidad tuviéramos la conciencia de todo el contenido humano, vital, espiritual y de la naturaleza que subyace al interior de cada uno de los bienes que nos prestan servicio? En el reconocimiento del servicio está la puerta de ingreso al sentido profundo de la vida y sus misterios. ¿Qué pasaría si nos miráramos entre nosotros con la consciencia de estar frente a un milagro viviente? Quizá, nos descalzaríamos al sabernos en un lugar santo, caminaríamos con reverencia, quizá escucharíamos con más atención la voz del otro, la voz de la naturaleza, nos entregaríamos a cada momento al encuentro humano. Pero algo nos impide ver la comunidad de vida contenida en la realidad: la mirada cosificante de la modernidad. La pregunta es, ¿cómo podemos recuperar esa capacidad de mirada, de escucha y de contacto con una realidad que está aconteciendo todos los días y con la cual ya no podemos vincularnos?

Como podemos ver la fundamentación de la ciencias naturales y sociales, en las que convergen la metodología de la ciencia, la racionalidad, la filosofía, el derecho, la economía, la política, la sociología, la pedagogía y la historia han constituido un marco categorial completo y perfectamente coherente para producir la destrucción de la comunidad de vida. Analógicamente al trabajo de Marx, necesitamos producir una crítica de las categorías de la ciencia burguesa. Lo que produjo Marx fue una «crítica de las categorías de la economía política burguesa». Marx se enfocó en ese punto, ¿y por qué la economía? Porque desde ahí se reproduce la vida. Había que comenzar por ese tema, para tomar el hilo metodológico y empezar la inversión, pero ahora nosotros tenemos una tarea mucho más compleja y amplia a partir de ese hilo que nos ha regalado Marx y que Juan José lleva a un nuevo nivel como continuación de la reflexión metodológica de Marx. La crítica de las categorías de la ciencia burguesa implicará llevar a cabo la crítica de la ciencia natural y de las ciencias humanas, porque ya no serían ciencias «sociales», estamos llamados a superar las ciencias sociales por modernas y cosificantes. El reto es completar el marco categorial iniciado por Juan José Bautista hacia la reconstrucción de la comunidad de vida.

El ser humano nuevo: el problema de la subjetividad y el modelo trascendental

El diario más antiguo que conservo de Juan José se titula «En torno a la concepción moderna del hombre y la libertad» y comienza diciendo: «en este cuaderno voy a tratar de reunir todo tipo de notas y apuntes como también preguntas, cuestionamientos, aportaciones mías, así como pautas (para un futuro desarrollo) […] (de) una “fundamentación histórico-filosófica del hombre nuevo, como ser de la praxis”»[2]. El tema del hombre nuevo estuvo presente en el pensamiento de Juan José hasta el final de sus días, de hecho en sus últimos cursos a partir de Bloch y Benjamin vuelve con fuerza al tema, su posición va forjándose en el camino y precisamente en esta tribuna de la Escuela decolonial les compartió hace años una de sus reflexiones más profundas al respecto en las que expone por primera vez la idea de la inversión antropológica que supuso la modernidad con respecto a la constitución de la subjetividad humana.

Desde Benjamin, Juan José desarrolla la siguiente idea: el ser humano que trabaja directamente con la tierra desarrolla una comprensión mística de la realidad porque vive todos los años el misterio contenido en el milagro que se produce cuando se siembra y se cosecha. El habitante de la ciudad como ha perdido a la naturaleza pierde el misterio de la vida, y lo místico contenido en la naturaleza, la conciencia moderna y social ocupa entonces el espacio de lo sagrado. La comprensión mística adquiere una importancia fundamental porque se traduce en la comprensión sagrada del ser humano. Este es el tema: La sacralización de la naturaleza se revierte como la sacralización del ser humano, nos alimentamos de lo sagrado porque somos sagrados. Lo sagrado tiene como contenido lo divino, esto es, lo que se comprende comúnmente en occidente con la palabra «Dios». Pero más allá de la palabra, lo que nos interesa es el contenido que nombra y este contenido, nos dice Juan José, es precisamente un campo de lucha política porque desde ahí es desde donde se construye un modo de vida en específico. Es decir, a partir de las distintas ideas de Dios que se han desarrollado, se deducen distintos modos de vida. En este sentido, si el ser humano tiene como contenido interior lo divino, el bien y la perfección, entonces el sentido de la vida significa objetivar ese bien, ponerlo en el mundo, hacer descender el cielo a la tierra en virtud de completar la creación para convertirla en el paraíso. La fidelidad que el ser humano le debe a Dios en esta reflexión no consiste en creer en la existencia de Dios, no es un llamado a volvernos religiosos, sino que es un llamado a hacer que efectivamente Dios exista. La responsabilidad del ser humano es radical cuando se escucha la sentencia de Dios: «Si tú eres testigo de mí, Yo seré Dios, de otro modo no lo seré» (Isaías 43:10). Esto quiere decir que el ser humano en su vida cotidiana se convierte en un permanente testigo de la existencia de Dios, cada vez que él mismo asume activamente la tarea de que sus actos confirmen dicha existencia. Hago el bien y demuestro con ello que el bien existe, lo puedo traer a la realidad. Pero, justamente, la modernidad nos dice lo contrario. En este punto, Juan José enfatiza que Lutero presta un servicio importantísimo para la inversión de la antropología porque fundamenta teológicamente lo que después se secularizará en la modernidad: la idea de que el ser humano es malo por naturaleza y tiene el pecado como su contenido. Esta idea se secularizará y se convertirá en la idea de que el ser humano es imperfecto y está destinado a producir la injusticia en el mundo.

Para Juan José lo que en última instancia se está jugando en nuestras luchas de transformación es una idea de humanidad, porque las ideas se encarnan y producen mundos de la vida. La modernidad se ha impuesto de tal modo que pareciera que no hay opción, ante la comprensión que afirma que el ser humano es el lobo del hombre llegamos a la política como una administración de la dominación. Cada concepción de lo humano da lugar a un proyecto civilizatorio distinto y significa en el ámbito práctico un modo de hacer política.

Necesitamos desarrollar y sistematizar esta otra antropología que está sugerida en autores como Marx, Bloch, Benjamin y de la cual Juan José nos deja el camino trazado, ¿hacia dónde conduce el camino? Hacia los mundos de la vida de nuestras comunidades de pueblos originarios que han guardado celosamente la sacralidad de la subjetividad comunitaria como forma de vida en resistencia que vive cotidianamente ante el milagro de la vida. La posibilidad de éxito de los procesos revolucionarios en Nuestra América dependerá de la capacidad que tengamos de producir una nueva política comunitaria como la proyección de una nueva humanidad más allá de la modernidad.

La reflexión trascendental, dialéctica del fetichismo y el método de la ciencia crítica

El prejuicio jacobino de la izquierda, ha calado muy profundo en las ciencias sociales, impidiendo asumir el horizonte teológico y trascendental como un ámbito susceptible del análisis científico riguroso. Sin embargo, buscando la manera de superar el proyecto civilizatorio de la modernidad, Juan José comenzará a escalar los distintos niveles de la crítica. Pasará de la crítica óntica, a la crítica ontológica, para continuar en la crítica transontológica y culminar en un nivel superior. Es el camino que se lleva a cabo del «análisis», a la «reflexión», el «pensar» y finalmente la meditación, actividad propia del místico. El compromiso crítico con los negados lo fue elevando hasta levantar el vuelo y continuar desde otro plano. Pero nos dejó la escalera y las claves de cada peldaño, de manera que reconstruiremos sus pasos para ensanchar el camino y que todos podamos transitarlo.

Habría mucho que decir en este punto. Tenemos los manuscritos de la Fenomenología del espíritu de la liberación, un curso en el que fue leyendo críticamente a Hegel desde la perspectiva de los pueblos andino-amazónicos, tenemos su curso de la Ciencia de la lógica de Hegel en el que descubre la clave de la doctrina del concepto y la reflexión trascendental, tenemos sus cursos de Marx donde aborda el tema metodológico, la inversión de Hegel y la dialéctica del fetichismo de la modernidad y tenemos además de la obra Dialéctica del fetichismo de la modernidad y el manuscrito de las Meditaciones decoloniales.

Cuando unimos nuestras vidas, nos planteamos escribir juntos, la Lógica de la liberación, la feliz coincidencia de nuestros proyectos de vida selló nuestro caminar, Juan José dejó muchos materiales para que lo hiciéramos y lo haremos (J.J. Bautista, 2015; 2018). La llave maestra es la antropología y el modelo trascendental o ideal de la que ya hemos hablado en el punto anterior. La reflexión trascendental, que aborda el contenido supremo como concepto de Dios, es reflexión epistemológica en sentido estricto y nos permite comprender el concepto del concepto con el cual pensamos, comprendemos, actuamos y producimos la realidad. Sin esta reflexión dejamos intacto el horizonte trascendental de la modernidad, quedando atrapados al interior de ella. Una filosofía decolonial no puede escapar de esta labor en aras de producir verdaderamente un horizonte crítico para la construcción de un mundo comprometido con la producción, reproducción y desarrollo de la vida.

La filosofía de la historia de la liberación[3]

El replanteamiento de la antropología nos conducirá necesariamente a repensar la filosofía de la historia. Si partimos de la secularización de la antropología moderna que concibe al ser humano como un ser imperfecto cuyos actos se determinan entrópicamente produciendo efectos negativos no intencionales y por lo tanto causando víctimas, el ser humano pareciera estar condenado a producir víctimas e instituciones que se totalizarán siempre.

Asumir la imperfección o asumir la maldad como naturaleza humana implica de facto la asunción del esquema moderno del tiempo y la construcción de la historia. Juan José llamaba la atención sobre la necesidad de comprender el tiempo de otra manera. El tiempo no está afuera, está adentro de nosotros. El pasado no está atrás está adentro de nosotros. Frente a la concepción moderna, que concibe la marcha hacia el Reino como progreso infinito, y, por tanto, impotente, incapaz de parir al futuro prometido por la continua postergación, con Juan José trabajábamos otras concepciones del tiempo, el día de hoy les traigo algunas reflexiones desde la visión hebrea, pero habrá que hacer lo propio también desde el Pachakuti de los pueblos andino-amazónicos y desde otras concepciones de los pueblos originarios.

Franz Rosenzweig en su magna obra La estrella de la redención afirma que la concepción eterna del tiempo le permite al ser humano, ya no dirigirse hacia el Reino futuro, sino anticipar la llegada del Mesías y la construcción del Reino en el presente mediante una espera activa que actualiza la eternidad en el instante:

La eternidad no es un tiempo larguísimo, sino un mañana que podría perfectamente ser también hoy. La eternidad es un porvenir que, sin dejar de ser porvenir, está, sin embargo, presente. La eternidad es un hoy que tiene conciencia de ser, no obstante, más que hoy. Y así, si el Reino viene eternamente (das Reich ewig kommt), esto quiere decir que su crecimiento es, ciertamente, necesario (notwendig), [...] [y que] el crecimiento [del Reino] no guarda relación alguna con el tiempo. (Rosenzweig, 1997, p.273)

Para Rosenzweig, la Redención del mundo y la instauración del Reino no tienen nada que ver con el tiempo o el avance progresivo de la historia, porque el Reino no denota una entidad cuantitativa, sino cualitativa, es cualidad pura. La instauración del Reino no puede producirse por la suma de sucesos, sino que precisamente como es un acontecimiento solo puede acontecer mediante un salto cualitativo como irrupción en la historia, pues se trata de una realidad completamente distinta, metahistórica.

En ese sentido, la concepción lineal y progresiva de la historia, propia no solo de Hegel sino de la modernidad en su conjunto, «contra nada se rebela más tajantemente que contra la posibilidad de que la meta ideal pudiera y debiera ser alcanzada quizá ya en el instante próximo, ahora mismo incluso », (Rosenzweig, 1997, p.276) porque posterga siempre para el futuro la llegada del Reino e impide sistemáticamente su anticipación.

Sin esta anticipación y sin la interna premura por ella; sin que se quiera traer al Mesías[4] antes de tiempo, y sin la tentación de forzar el Reino de los cielos, el futuro no es el futuro, sino un pasado estirado en una longitud infinita y proyectado hacia delante. Porque sin esa anticipación el instante no es eterno, sino que es algo que se va perpetuamente arrastrando por la larga carretera del tiempo (Rosenzweig, 1997, p.276).

En su obra Hegel distingue dos ideas de infinito: el infinito malo o falso y el infinito bueno o verdadero. El infinito malo es pura posibilidad (potentia) o infinito cuantitativo (matemático) que va agregando elementos uno después de otro sin lograr en acto la infinitud. El infinito bueno es lo «efectivamente infinito (infinitum actu)» como cualidad plena, (Hegel, 2005[1821]; 1968, p.133 [1812–1816]), como ejemplo podemos pensar en el concepto de «dignidad humana» que precisamente nos remite al valor infinito de lo humano como cualidad. Esta distinción la establece Hegel en el ánimo de distanciarse del infinito malo, sin embargo, para Rosenzweig, Hegel no habría podido escapar al infinito malo, pues este constituye el ideal que subyace en su comprensión de la historia.

El advenimiento del Reino, nos dice Rosenzweig, está precisamente en las manos de cada ser humano, depende de su actuar cotidiano en el mundo y para con el prójimo, por eso, concebir que el Reino viene eternamente es un llamado a la responsabilidad de cada singular y a la responsabilidad colectiva que pone en perspectiva el estado actual del mundo. Si el Reino no se encuentra entre nosotros y el Mesías no ha llegado, es porque el Reino no lo hemos producido nosotros y porque no hemos traído aún al Mesías, o, mejor dicho, porque ninguno de nosotros se ha convertido en el Mesías. Anticipar la llegada del Mesías, implica, no una espera pasiva, sino una actividad comprometida, porque somos nosotros quienes tenemos que producir su llegada en este mismo día, con la instauración de la justicia y la alegría desbordada de la comunidad reunida.

La política de la liberación se propone fundamentar la necesidad de construir un orden nuevo ante el estado de dominación que representa el sistema vigente, y posibilitar una teoría que permita advertir y comprender la novedad que irrumpe desde fuera de la comprensión circunscrita en el orden dado. Es una política que permite pensar la transición de un sistema totalizado a un nuevo sistema. La tarea de la filosofía de la liberación es situarse en el presente y anunciar la tierra que está delante para ser alcanzada, podríamos decir en este sentido que la filosofía de la liberación es una filosofía profética, necesaria para orquestar la salida del estado de dominación y necesaria para generar organización política a partir de los nuevos consensos que se gestan en la exterioridad de quienes ya sueñan otro mundo que el presente.

Sin embargo, a partir del trabajo de Juan José junto a la filosofía política de la liberación será necesario elaborar una filosofía política mesiánica que permita reflexionar no ya la salida del estado de dominación, sino la construcción de un orden nuevo desde la experiencia de la eternidad que habita en el seno de la construcción comunitaria y que abre la posibilidad real de la experiencia mesiánica del reino, se trata por supuesto de una comprensión de la política que tiene que estar acompañada por la emergencia de un nuevo ser humano, como intersubjetividad comunitaria que no está ya a la espera del Mesías, sino que emerge con la responsabilidad radical de encarnar al Mesías en la comunidad de vida.

Crítica de la racionalidad de la vida

Otro de los temas que ocuparon de manera importante el pensamiento de Juan José fue el de la crítica de la razón. Desde trabajos muy tempranos vemos este interés sobre cómo se lleva a cabo una transformación en la filosofía y la producción de un nuevo paradigma interpretativo. El tema para Juan José no era de relevancia puramente teórica, sino sobre todo política porque los cambios de paradigma constituyen transformaciones en el sentido común.

Un primer abordaje maduro quedó en su primera gran obra Crítica de la razón boliviana, (J.J Bautista, 2010) publicado en el año 2005 en medio de la emergencia del proceso de cambio en Bolivia con la llegada de Evo Morales a la presidencia. Años más tarde continuó elaborando las ideas en el trabajo «Hacia una crítica de la razón latinoamericana», (J.J. Bautista, 2015) que apuntaba al desarrollo de una crítica de la razón latinoamericana. Quedó sin embargo pendiente desarrollar una crítica de la racionalidad de la vida en virtud de someter a la razón al tribunal de la racionalidad de la vida. (J.J. Bautista, 2012). Lo anterior significaría sistematizar los frutos del diálogo Dussel-Apel en el que Juan José participó activamente durante 10 años como interlocutor (J.J. Bautista, 1994), junto a la crítica de Franz Hinkelammert a la ética del discurso de Apel y llevar a cabo un giro pragmático desde la visión de la comunidad de vida. Se trataría de llevar a cabo un nuevo giro pragmático al giro pragmático de Apel porque ya no se trataría solo de superar el paradigma de la conciencia realizando un giro pragmático hacia una comunidad de comunicación como diría Apel, sino que se trata de un nuevo giro pragmático más profundo que el apeliano hacia una comunidad de la vida real, como alguna vez sugirió Bautista. En alusión a este tema Juan José solía repetir que pretender llevar a cabo el giro decolonial sin haber realizado el giro pragmático es ilusorio e ingenuo porque el primer paso está en superar el paradigma de la conciencia de la modernidad, el paso siguiente es ir más allá de la comunidad humana, hacia la comunidad de vida. Se trata de un nuevo paradigma epistemológico que nos llevará a reinterpretar completamente no solo el modo en el que constituimos la realidad, sino sobre todo el modo en el que establecemos la vida práctica.

Kant y Hegel habrían sido los grandes artífices de la fundamentación de la razón moderna, necesitamos hacer un esfuerzo análogo, para ello posiblemente tengamos que producir primero una fenomenología del espíritu de la vida real que permita visibilizar la lógica propia del circuito natural de la reproducción de la vida ―del que nos habla Hinkelammert―, para entonces establecer el principio[5] de una ciencia transmoderna y posoccidental que esté comprometida de manera trascendental con la producción, reproducción y desarrollo de la vida.

Esta fundamentación resulta primordial en virtud de hacerle frente a la razón instrumental de la modernidad, la cual, al haberse vaciado de la materialidad de la vida, eliminó su compromiso ético y terminó cayendo inevitablemente en los brazos del interés del gran capital constituyéndose así en una ciencia que funge como mediación explícita para el incremento continuo de la tasa de ganancia.

La filosofía del derecho comunitario y el termidor

El proceso de cambio en Bolivia y las luchas populares que llevaron a la elaboración de una nueva constitución, reveló, a los ojos de Juan José, uno de los principales obstáculos que enfrentan las luchas populares que están en busca de llevar a cabo transformaciones de fondo de los sistemas políticos: el derecho moderno.

Así como la ciencia moderna, el derecho moderno se ha impuesto a nivel mundial como el derecho sin más, no se reflexiona sobre el hecho de que el derecho tal y como lo conocemos presupone todo el horizonte trascendental utópico de la modernidad, de manera que a partir de esta base estamos condenados a producir una institucionalidad y una economía modernas como su reflejo. El derecho moderno es verdaderamente una traba para producir lo nuevo porque reproduce la sociedad y su concepción de libertad, fundada en la visión antropológica de la que ya hemos hablado, donde cada uno busca su propio interés y establece el contrato como la institucionalización de la relación entre individuos propietarios que se vinculan a partir del intercambio de objetos. Bajo estas condiciones de cosificación humana y de la naturaleza, se perpetúa el orden dado.

El problema se hizo evidente cuando los pueblos originarios andino-amazónicos quisieron reflejar su cosmovisión en una nueva Constitución del Estado Plurinacional de Bolivia. La empresa resultó simplemente imposible porque todos los abogados que trabajaron las propuestas de ley tenían una concepción moderna del derecho, de manera que inevitablemente estaban imposibilitados de expresar las demandas de los pueblos originarios. En uno de sus textos inéditos Juan José escribe:

Una filosofía del derecho comunitario, no puede pensar solamente en desarrollar una normatividad pertinente a esta nueva realidad, sino que tiene que pensar seriamente la posibilidad de un nuevo Estado no moderno, ni social, ni de dominación, sino de un Estado que se deduzca del derecho comunitario, en el cual, se pueda resolver la contradicción entre sociedad-individuo y persona-comunidad que aparecerán en el futuro. Las instituciones políticas transmodernas, tendrán que crear instituciones que resuelvan la contradicción entre sociedad y comunidad, entre la libertad individual, y el proceso de liberación de la comunidad y la persona humana, en relación con la madre naturaleza, en este sentido a la madre tierra hay que liberarla de la dominación moderna[6].

Juan José comenzó a profundizar en el tema e impartió directamente en Bolivia, varios cursos sobre filosofía del derecho comunitario, en los que estableció un diálogo con el derecho moderno para reflexionar sobre cómo podría desarrollarse una fundamentación adecuada a las necesidades del proceso de cambio. Tenemos las grabaciones de dichos cursos y un manuscrito que comenzaba a elaborar a partir de los mismos; es un tema pendiente y muy necesario para transitar en la construcción de una política transmoderna y comunitaria. La experiencia que nos dejan los últimos 20 años de gobiernos populares en nuestro continente es el testimonio de que el derecho moderno se ha vuelto el termidor de los procesos de transformación, porque produce la burocratización y literalmente impide la objetivación de una institucionalidad nueva, desde otra comprensión de la ley que no sea la moderna. Si, como Juan José decía, la modernidad es el termidor de la humanidad, ahora es posible afirmar que el derecho moderno es el termidor de una política comunitaria (J.J. Bautista, 2018, pp.5-13)[7]. Necesitamos formar una nueva generación de abogados que puedan contribuir a la institucionalización de los procesos de transformación y, para ello, será necesario elaborar una filosofía del derecho comunitaria que tenga como principio una racionalidad de la vida.

Palabras finales: el camino hacia una política comunitaria

En el fondo la pregunta central que mueve las tareas pendientes es ¿cómo producimos en el ser humano del siglo XXI un sentido comunitario? La respuesta no puede ser simple, sin embargo, lo que hay que tener claro es que el ser humano del siglo XXI debería tener como contenido el espíritu de servicio. Este espíritu deberá ser como la sangre que circule en las diversas determinaciones de la vida humana. Habría que trabajar tres dimensiones fundamentalmente para avanzar en la producción de un sentido comunitario. Lo resumiré en tres puntos y por la concisión que requiere esta exposición me centraré muy brevemente en la tercera, por abordar más en extenso un tema nuevo:

En primer lugar, necesitamos profundizar en lo que Juan José llamaba la «dialéctica producción-consumo», que parte de la idea de Marx de que el modo de producción capitalista no produce solamente mercancías, sino que también produce un tipo de sujeto a través de las relaciones cosificadas y a través del consumo de la mercancía capitalista: «nos vamos convirtiendo poco a poco en individuos egoístas y egocéntricos que solo buscan su propio bienestar, es decir, de haber sido «pueblo» o «comunidad», (por el consumo capitalista) nos convertimos poco a poco en «sociedad moderna». Y cuanto más modernos nos volvemos, menos estamos dispuestos a dar la vida por el prójimo, por la revolución, la humanidad o la naturaleza». Juan José sostiene que el alimento no contiene solo vitaminas, proteínas y minerales, sino también un contenido espiritual-informativo-energético. En ese sentido a través del consumo nos alimentamos de la espiritualidad contenida en los bienes de la producción, que no son objetos inertes, sino que encarnan la subjetividad con la que fueron producidas. En este sentido, si nos alimentamos de mercancías capitalistas, nos alimentamos también de esa información, la actualizamos en nuestro cerebro e ingresamos poco a poco al horizonte de expectativas y deseos propios del capitalismo. Con el consumo no solo reproducimos el capital objetivamente, sino que también lo reproducimos subjetivamente (J.J. Bautista, 2015, pp.280-282). Este es propiamente el misterio contenido en la idea de que el verbo se hace carne. A través del consumo el verbo capitalista se hace carne en nuestra corporalidad viviente. Paradójicamente cuando reproducimos la vida a través del modo de producción capitalista producimos una inversión en la realidad y reproducimos la muerte. Esto quiere decir que, para transformar el modo de vida moderno-capitalista, necesitamos comenzar a consumir de otro modo y con otra intencionalidad.

b) En segundo lugar, me quisiera referir a la recuperación de la memoria como Fenomenología de la vida real. Y con esto quiero enmarcar lo que mencionaba anteriormente cuando hablaba del contenido de la guitarra en la descripción del pasaje de la sociedad moderna a la comunidad de vida. Se trata de visibilizar el contenido de la vida real que está presente en los llamados «objetos» de la modernidad. Y que, sin embargo, cuando los vemos de acuerdo a su contenido real, nos aparecen en toda su complejidad como parte del entramado de la comunidad de vida de la que somos parte. Se trata de entrenar la mirada para descubrir el contenido subjetivo y espiritual de la realidad y superar de ese modo la mirada cosificante de la modernidad. Hoy sabemos que, desde el surgimiento de la primera célula viva en nuestro planeta, la vida ha vivido ininterrumpidamente, la vida es una y todo ese contenido vital, histórico, está dentro de cada uno de nosotros, somos la vida consciente, autoconsciente y por ello responsable. ¿Tenemos consciencia de que la existencia inmediata de cada uno de nosotros supone la conjunción de más de 4.000 ancestros solo en las últimas 11 generaciones? Cada uno de nosotros tiene la comunidad dentro como contenido, que pasaría si los seres humanos nos comprendiéramos de una vez como responsables por la comunidad de vida. Necesitamos actualizar la razón humana desde el contenido vital que está en nosotros, elevar la razón humana para que ésta se comprenda como corporalidad viviente y en última instancia piense como Madre Tierra.

c) En tercer lugar, quisiera detenerme en un tema que Juan José no aborda directamente pero que está en el trasfondo de su reflexión: la crianza del nosotros. Descubrimos el tema existencialmente al recibir la llegada de nuestros hijos y nos descubrimos nosotros en el reto de construir una nueva humanidad. Quisiera destacar el lugar protagónico que deberá asumir la mujer en este punto, como la bisagra sobre la cual se lleva a cabo la transformación subjetiva de las nuevas generaciones a través de la nutrición primera de la semilla del nosotros. Tener hijos fue el acontecimiento más definitorio de nuestra vida familiar, que nos permitió comprender paso a paso la automatización de los procesos sociales desde la gestación hasta la educación escolar que ha establecido la modernidad en el camino de la constitución de los sujetos modernos.

El ser humano moderno se ha convertido en un superdepredador en busca su propio interés. Esta actitud hacia la vida la aprende en una edad muy temprana, durante el tiempo de dependencia de la madre (Odent, 2007). Una humanidad plenamente humana sería posible si el proceso del nacimiento y de los primeros años del bebé se diera sobre la base de una buena acogida y satisfacción de las primeras necesidades físicas y afectivas, pues permitirían un desarrollo adecuado del cerebro. El estudio de las distintas culturas que se han desarrollado en la humanidad ha demostrado que aquellas en las cuales se perturba o impide la relación mamá-bebé son culturas agresivas y guerreras, mientras que aquellas en las cuales se fomenta el apego tienen mayor respeto por la vida (Odent, 2007, p.56) y empatía por el otro. Cuando un bebé viene al mundo y es bien acogido, satisfecho en todas sus necesidades de calor, alimentación, cariño, atención y cuidados, puede desarrollar normalmente su cerebro. El cariño, la cercanía y total disposición de la madre son fundamentales para un correcto desarrollo de las capacidades intelectuales del niño, pues «la urdimbre afectiva es la base sobre la que se desarrolla la inteligencia» (Fernández, 2006, p.157). Como afirma Michael Odent, «el hombre merecerá su calificativo de sapiens el día en que ponga su supercomputadora neocortical al servicio de la vida, al servicio de un potente vínculo con la vida» (Odent, 2007, pp.56-57).

Si queremos transformar la humanidad, necesitamos comenzar por el principio, tenemos que criar la comunidad (R. Bautista, 2014)[8]. El viraje consiste en poner a los niños en el centro de la escena construyendo una civilización niñocéntrica, (Gutman, 2007) esto es, una civilización que tenga como prioridad la satisfacción emocional y física de nuestros niños, un niño necesita una madre conectada, disponible, tranquila, acompañada, pero la madre necesita una comunidad entera. Para ser sostén, debe ser sostenida. Acompañar a las madres comunitariamente en el redescubrimiento de su corporalidad, su poder y su sabiduría, tendría que ser uno de los ejes principales de una política para la vida. Las madres son el canal y la nutrición primera a través del cual la humanidad entera ha fluido en una cadena milagrosa, necesitamos ampararlas desde la comunidad y darles todas las condiciones para un maternaje pleno.

En el siglo XXI, las madres estamos demasiado solas, escindidas, vulnerables, infantilizadas, desconectadas, respondiendo a las expectativas de la producción del capital, nos vemos forzadas a descuidar la célula misma donde se origina la comunidad. Así como se organiza una manada de leones para dormir, —nos sugiere Laura Gutman— los leones alfa forman un círculo, las hembras se sitúan en otro círculo adentro y finalmente al centro de toda la manada se ubican las crías, cualquier depredador que venga tendrá que enfrentar primero a los machos, luego a las hembras, antes de poder atacar a las crías. Todos los integrantes de una comunidad, tendríamos que funcionar desde el criterio del amparo a la madre con los hijos, y cuando no hay madre, al padre con los hijos, con ello se garantiza la continuidad. ¿Por qué los niños? Hay muchas cosas que debemos aprender de la primera infancia y que descubrimos juntos con Juan José. Mencionaré dos de ellas:

La primera, que los niños nacen perfectamente alineados a la Pachamama y a la humanidad, requieren calor, alimento, sostén, presencia materna, mirada, lo único que demandan es verdadero encuentro humano. Si lo obtienen, ya están en el paraíso. Pero dice un proverbio africano «el niño que no sea abrazado por su tribu cuando sea adulto quemará la aldea para sentir su calor». De lo que se trata la educación y la política es de producir en la consciencia del niño el nosotros que ya está en su corporalidad. Los niños tienen que saber que ellos son la razón de existir de los ancestros para que en su vida madura puedan también tomar la responsabilidad por la vida.

2) La segunda cosa que podemos aprender de los niños es que no hay límites en el aprendizaje, lograremos lo que nos proponemos. Los niños no dudan de sus capacidades por ello la curva de aprendizaje es impresionante en los primeros años, el secreto está en saberse infinito, perfecto, envejecer significa asumir la finitud como condición irrebasable. La duda es la renuncia al infinito. Hay un relato mítico millones de veces leído, a mi parecer muy incomprendido y que esconde un aprendizaje muy profundo. Si pensamos desde la antropología que ha trabajado Juan José constituye realmente una revelación: en el primer libro de la Torah o Pentatéuco leemos que la serpiente se acerca a la mujer y le dice que si come del árbol que le fue dicho que no debía comer sería como Dios, pero ¿qué es lo que se oculta en esta formulación? Si comer le haría ser como Dios, en realidad lo que la serpiente le está diciendo es que en realidad no es como Dios. Pero estamos todavía en el momento idílico del paraíso, Adam y Hava eran como Dios. Es precisamente la duda de ello lo que los hace descender de ese estado.

Una política para la vida no puede conformarse con la aspiración a la construcción futura de relaciones humanas y dignas, en armonía con la naturaleza, tiene que producir su construcción ya en el camino mismo de la política.

Para la modernidad el ser humano es malo y egoísta por naturaleza, por eso su política es una administración de la maldad y del egoísmo, no hay salida, Juan José Bautista afirma que la secularización de eso es comprender al ser humano como imperfecto, pero si queremos transformar el mundo no podemos partir de ninguna de esas antropologías. Nacemos alineados con la naturaleza, debemos cultivar esa alineación y volverla conciencia, autoconciencia y razón. Tenemos que partir del hecho de que la relación humana y comunitaria es de hecho una experiencia real, no solo posible. No se trata entonces de proponernos la construcción de la utopía en el futuro, se trata de actualizar en el aquí y el ahora la experiencia comunitaria. Cada uno de nosotros puede ser testimonio de la realidad de la transformación, a eso estamos llamados, porque es nuestro propio contenido.

Vivimos el momento más crítico de la historia de la humanidad en plena pandemia del Covid-19 y sufriendo los efectos de la crisis climática. La humanidad está viviendo un quiebre en las condiciones de vida como resultado de la cosificación de la naturaleza y el ser humano. El actual esquema de comprensión de la modernidad que ha campeado en el mundo los últimos 500 años es el responsable de lo que vivimos actualmente, necesitamos transitar hacia otra comprensión de la realidad y de las relaciones humanas. En este contexto la recuperación del horizonte de comprensión de la comunidad de vida no es ya una opción romántica, sino un imperativo que nos enfrenta a la necesidad de asumir la responsabilidad por la comunidad de vida de manera radical, porque esa es precisamente nuestra verdadera raíz.

Hasta en el grito de dolor de un ser humano negado está la búsqueda de realizar el sueño despierto de la humanidad. Cada uno de nosotros es una zarza ardiente, la comunidad de vida yace dentro de nosotros, intacta y ningún fuego podrá consumirla.

Referencias

Bautista, J.J. (2019). Hacia la reconstitución del «ser humano» como sujeto. Educere, 23(76), 851-858. https://www.redalyc.org/journal/356/35660459013/html/ [ Links ]

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Bautista, J.J. (2018). Prólogo. En F. Hinkelammert. Totalitarismo del mercado. El mercado capitalista como ser supremo (pp.5-13). México: Editorial Akal. [ Links ]

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Bautista, R. (2014). La descolonización de la política. Introducción a una política comunitaria, La Paz: Plural Editores. [ Links ]

Fernández del Castillo, I. (2006). La revolución del nacimiento. Cali: Grupo Editorial Norma. [ Links ]

Gutman, L. (2007). Una sociedad niñocéntrica: cómo una crianza amorosa puede salvar a la humanidad. Buenos Aires: Ed. Penguin Random House. [ Links ]

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Rosenzweig, F. (1997). La estrella de la redención. Salamanca: Ediciones Sígueme. [ Links ]

1Doctora en Filosofía política por la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM-I).

2La cita se refiere a un diario de Juan José Bautista redactado entre finales de los años ochenta y comienzos de los noventa. El diario no ha sido publicado y es conservado por la familia de Juan José Bautista en su archivo de documentos personales.

3Este tema lo conversamos muchas veces y le quedó pendiente escribir sobre la obra de Franz Rosenzweig, en la división del trabajo que hacíamos, me tocó a mí profundizarlo. En sus cursos sobre Benjamin y Bloch tiene sin embargo reflexiones importantes sobre la historia y un texto valioso al respecto en diálogo con Hinkelammert (Bautista, 2018).

4El Mesías es el ungido tres veces por medio del aceite de la unción, la primera es ungido como profeta, la segunda como sacerdote y la tercera como rey. El Mesías tiene la tarea de instaurar el Reino de la justicia.

5La palabra principio tiene una connotación muy particular y profunda, pues ha de ser entendida como fundamento, pero en tres sentidos distintos: en primer lugar, el fundamento es aquello que da origen, esto es, aquello de donde brota la diversidad de lo que existe (άρχή); en segundo lugar, el fundamento es lo que permanece presente en el perpetuo cambio de lo que existe (ούσία); y, en tercer lugar, el fundamento es la finalidad o el propósito de todo cuanto existe (τέλος).

6Esta referencia se encuentra en una obra inédita de Juan José Bautista, cuyo autor le puso como título Hacia una filosofía del derecho comunitario. El manuscrito es parte del archivo personal del autor que mantiene su familia.

7El texto se trata de un prólogo escrito por Juan José Bautista a la obra de Hinkelammert, Totalitarismo del mercado. El mercado capitalista como ser supremo, Editorial Akal, México, 2018.

8Rafael Bautista, desarrolla este tema de manera muy importante en su obra La descolonización de la política. Introducción a una política comunitaria. Será necesario continuar el argumento en ese sentido, pensando la comunidad desde la base de lo que han producido nuestros pueblos originarios.

Recibido: 21 de Junio de 2022; Aprobado: 10 de Julio de 2022

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