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Tabula Rasa

versión impresa ISSN 1794-2489

Tabula Rasa  no.43 Bogotá jul./set. 2022  Epub 02-Mar-2022

 

Articles

El caleidoscopio «bricoleur» en etnografías colaborativas. El caso de la Cruz de Mayo afroandina, valle de Azapa, Chile

The ‘Bricoleur’ Kaleidoscope in Collaborative Ethnographies. The Case of Afro-Andean Cruz de Mayo, Azapa Valley, Chile

O caleidoscópio “bricoleur” em etnografias colaborativas. O caso da Cruz de Maio afroandina, vale de Azapa, Chile

Nicole Chávez González1 

1https://orcid.org/0000-0002-9716-0953 Pontificia Universidad Católica[1], Chile nachavez1@uc.cl


Resumen

El presente artículo aborda los inicios del concepto de bricoleur y sus implicancias en las investigaciones sociales cualitativas, específicamente en etnografías colaborativas al sumar nuevas herramientas, disciplinas y técnicas de representación. En este escrito se realiza un recorrido de la disciplina antropológica, hasta encontrar un punto de inflexión entre el bricolage y las metodologías colaborativas/participativas, desde lo teórico y lo empírico. Para ello, doy como ejemplo las decisiones y estrategias metodológicas que desarrollé en mi tesis de magister, las cuales consistieron en la producción de «escritos propios» y fotografías participativas, desarrollados por las y los participantes afrodescendientes, aymara y afroandinos del valle de Azapa, Arica, Chile. Por último, evidencio que el proceso etnográfico necesita también un constante ejercicio de autorreflexividad y cuestionamientos para dejar atrás el colonialismo y el extractivismo, y negociar así un compromiso de acción colectiva.

Palabras clave etnografía colaborativa; bricoleur; Cruz de Mayo; afroandino; Arica

Abstract

This article addresses the onset of the bricoleur notion and its implications in qualitative social research, specifically in collaborative ethnographies, by adding new tools, disciplines, and representation techniques|. In this article, a journey through anthropology as a discipline is taken on to find a turning point between bricolage and collaborative/participatory methodologies, between the theoretical and the empirical. In order to do that, I present the decisions and methodological strategies developed in my Master’s thesis, as an example. Those included the production of my “own writings” and participatory photographs, developed by Afro-descendant, Aymara, and Afro-Andean participants, from the valleys of Azapa, Arica, Chile. Lastly, I show that the ethnographic process also needs an ongoing exercise of self-reflexivity and questioning, so that we are able to leave colonialism and extractivism behind, and can negotiate a collective action commitment.

Keywords Collaborative ethnography; bricoleur; Cross of May; Afro-Andean; Arica

Resumo

:

O presente artigo aborda os inícios do conceito de bricoleur e suas implicações nas pesquisas sociais qualitativas, especificamente em etnografias colaborativas ao somar novas ferramentas, disciplinas e técnicas de representação. Neste texto realiza-se um percurso da disciplina antropológica, até encontrar um ponto de inflexão entre a bricolagem e as metodologias colaborativas/participativas, desde o teórico e o empírico. Para tanto, dou como exemplo as decisões e estratégias metodológicas que desenvolvi na minha dissertação de mestrado, que consistiram na produção de «escritos próprios» e fotografias participativas, desenvolvidos pelas e pelos participantes afrodescendentes, aymara e afroandinos do vale de Azapa, Arica, Chile. Por último, evidencio que o processo etnográfico requer também um constante exercício de autorreflexividade e questionamentos para deixar atrás o colonialismo e o extrativismo, e negociar assim um compromisso de ação coletiva.

Palavras-chave etnografia colaborativa; bricoleur; Cruz de Maio; afro-andino; Arica

Introducción

[2]

Desde la antropología, Malinowski (1922) nos enseñó que se debían realizar trabajos de terreno de larga estadía para lograr una convivencia, y así abarcar una totalidad de aspectos culturales, económicos y políticos de una comunidad. Todo ello desde la «perspectiva del nativo/a», aunque, personalmente, yo diría desde la «idealización del otro», porque en su obra leemos lo que el autor dice que dijeron las y los trobiandeses, bajo un contexto colonial y extractivista. En esa época se usaba una combinación de significados y distinciones de las y los actores que se convertían en conceptos teóricos, con el propósito de alcanzar la validez, objetividad y rigurosidad científica. Varias décadas después, se cuestiona el «criterio de autoridad» ya que es el investigador/a quien selecciona los discursos que serán incluidos en las etnografías (Clifford & Marcus, 1986).

En este período de críticas, Geertz (1973) retoma el concepto de bricoleur de Lévi-Strauss y apuntó a comprender las tramas de sentido que tejen las culturas, y de leerlas como textos que desentrañan diferentes estructuras de significación. A través de una «descripción densa», que va más allá de una mera narración de los hechos, sino en hacer una interpretación y explicación de los mismos.

De este modo, el acercamiento y la mejor comprensión del investigador/a, dependen de sus condiciones, contextos y resultados en terreno (Aspers & Corte, 2019). En palabras de Ingold (2008) la etnografía se entiende como un fin —y no meramente un medio—, pues establece que la vida es trabajo de campo, en y con el mundo. Personalmente, trasladarme a un territorio etnográfico es una experiencia de vida que permite ver más allá de lo físico al estar allí, pero debe ir en concordancia con quienes colaboran con nosotros. Por esto, me identifican las palabras de Kincheloe (2001), cuando señala que las y los bricoleur fueron los primeros en rastrear las dinámicas de poder, que moldeaban los conocimientos y tratos sobre personas y comunidades, generalmente vistos como «objetos» de investigación.

Por ende, uno de los principios de la etnografía colaborativa encuentra un punto de interés con las y los bricoleur, al tratar de cambiar paradigmas en post de derribar barreras de poder y opresión. Es precisamente aquí donde veo una conexión con el saber hacer las cosas a modo de un bricoleur, a medida que nos relacionamos con el mundo y la praxis. De este modo, la aleación de diversas metodologías y epistemologías transforman el mundo en representaciones, que implican un acercamiento para dar sentido a ciertos fenómenos, desde las experiencias y significados que las personas les atribuyen (Aspers & Corte, 2019). Estas características porosas de mixturas entre quehaceres y modos de hacer, me servirán para explicar conflictos sobre autoridad, jerarquías y colonización del pensamiento teórico-empírico, que empujan mi posicionamiento-reflexión acerca del bricoleur y de las metodologías participativas y/o colaborativas, principalmente en una técnica que hemos denominado «escritos propios» (Chávez & Araya, 2018).

A modo de ejemplo, abordaré brevemente la investigación antropológica desarrollada para mi tesis de magister titulada «Cruz de Mayo afroandina: prácticas religiosas y dinámicas identitarias afrodescendiente e aymara en el valle de Azapa» (Chávez, 2022). La Región de Arica se ubica en el extremo norte de Chile —fronterizo a Bolivia y Perú— es un territorio donde más del 36 % se reconoce parte de población indígena: 23,3 % aymara, un 0,68 % quechua (Censo, 2017), y un 4,7 % se autoreconoce como afrodescendiente (INE, 2013). La indagación realizada pone énfasis en una trilogía: afroandino, afrodescendiente y aymara, en torno a la celebración popular-religiosa-agrícola llamada Cruz de Mayo, la que posee una mezcla de liturgias católicas, herencias indígenas y elementos de la comunidad afrochilena (Salgado, 2013; Araya, Chávez & Alarcón, 2019), del valle de Azapa[4]. Desde allí deviene una religiosidad interétnica con prácticas socio-culturales-religiosas que generan significados, subjetividades y valores familiares/comunitarios junto a modos de ver y vivir en el mundo en torno a esta festividad (Chávez, 2022). No profundizaré en los resultados de esta tesis pues el objetivo del presente artículo es solo dar cuenta de las metodologías utilizadas.

Durante períodos sucesivos que datan desde el 2014 hasta el 2018, recopilé una variedad de materiales empíricos y datos descriptivos; revisión bibliográfica, archivos y documentos, junto con etnografía y entrevistas. Estas ricas vivencias se vieron detenidas por el COVID-19, igualmente realicé trabajo de campo virtual y entrevistas vía teléfono y Zoom[5] (2019-2021). La mayoría de las entrevistas fueron con devotos, organizadores, cantores, participantes, activistas e intelectuales (historiadores y geógrafos) de cruces de mayo de las comunidades afrochilena, aymara y afro-indígena del valle de Azapa[6]. Finalmente, utilicé dos técnicas de metodologías colaborativas; a) escritos propios y b) fotografías participativas, las que expondré con mayor profundidad a lo largo de este artículo. Todo ello estudiado a posteriori, bajo un análisis de discursos, que dependen de procesos de razonamientos en la interacción entre datos, instancias y conceptos (Atkinsons, 2005).

La serendipia del bricolage y mi ser bricoleur[7]

El bricolage es una solución que deviene del método bricoleur como construcción emergente empírica e interpretativa (Denzin & Lincoln, 2005; Kincheloe, 2001). Lévi-Strauss fue el primero en presentar el término bricoleur, caracterizado en aquella persona que responde a lo que está haciendo con lo que tiene o dispone en terreno, comparándolo a un oficio que ejecuta múltiples tareas. De este modo, posee medios artesanales y confecciona un objeto material que es, al mismo tiempo, fuente de conocimientos, aunque menos sistemáticos, donde «la regla de juego es la de arreglárselas siempre con lo que uno tenga» (1964, p.37). Sin embargo, el concepto ha cambiado y adquirido múltiples sentidos en tanto que las y los bricoleur suman nuevas herramientas, métodos, disciplinas y técnicas de representación. En palabras de Lincoln, se trata de una práctica y teoría que las y los antropólogos enmarcan en una serie de alusiones, caracterizaciones, técnicas narrativas y otros materiales para poder narrar una historia de un contexto local y particular (2001).

Las y los bricoleur, usan herramientas estéticas y materiales, desplegando con astucia un abanico de enseres que están al alcance de sus manos (Kincheloe, 2001). Denzin & Lincoln (2005) señalan que dentro de los llamados «géneros borrosos» (1970-1986) se tomaron elementos de las humanidades como recursos centrales en la «Teoría crítica» y quienes investigaban se convirtieron en bricoleur. Esta etapa produjo una consecuente «crisis de representación» (1986-1990), en la que las y los investigadores se enfrentaron con el tema de la autoridad y posición subjetiva/reflexiva de sí mismos. Esta nueva teoría social, tiene como base las distinciones, los procesos, las cercanías y un mejor entendimiento (Aspers & Corte, 2019). En definitiva, propone entender que las categorías y comprensiones están sujetas a cambios en la investigación, ya que se basan en lo teórico, empírico e intersubjetivo que están conectados entre sí (Denzin & Lincoln, 2005).

En la misma línea, desde que salieron a la luz los diarios personales de Malinowski (1989), me llamó la atención el intento de conservar una supuesta objetividad e inexpresión subjetiva de quienes investigan, que quedan en evidencia en los escritos íntimos del autor que desbordan de sentires. Por tanto, se debe entender que toda investigación está manipulada hasta cierto punto; no es tan «objetiva» como las y los científicos quieren hacernos creer (Kincheloe, 2001). Para el «padre» de la Antropología, el conocimiento se basaba en la «perspectiva del actor» donde el etnógrafo/a era solo una herramienta. Sostengo —al igual que Geertz (1973)— que el «nativo/a» es quien puede realizar una interpretación discursiva de primera fuente, y la labor de quien investiga es descubrir, analizar e interpretar aquellos símbolos que nos representan de sí mismos. Además de aceptar que nuestras subjetividades y experiencias promueven una interacción entre las y los «otros» y «nosotros» (Kincheloe, 2001). Las y los científicos sociales trabajamos con realidades y personas, por lo que debemos adquirir una sensibilidad y ética especial en cuanto a la observación, interpretación y generación de estrategias (González, 2009).

En mi descubrimiento como investigadora, me considero como una bricoleur en construcción; debido a mis constantes dudas metodológicas, teóricas, ontológicas, éticas y filosóficas. Las y los bricoleur somos críticos y empleamos diferentes lentes, estrategias y herramientas para obtener una comprensión más compleja, tanto personales como de sinergias interdisciplinarias[8] (Kincheloe, 2001), de allí, existe un compromiso de por vida de estudiar, aclarar y sofisticar las investigaciones en las que estamos inmersos, en una continua apertura del mundo, en lugar de un cierre (Ingold, 2008).

Antropología colaborativa aplicada

Este trabajo colaborativo del investigador con sus fuentes reconoce simbólicamente el papel como coautores del relato a los testigos del evento. He aquí una nueva ruptura […] en cuanto el lector potencial se vuelve autor. Esto implica, entonces, una ampliación del espectro de intenciones comunicativas del relato. (Nieto, 2013, p. 168)

En el proceso de mi tesis de magister, adopté una perspectiva que sale de los esquemas de investigaciones convencionales pues intenta compenetrarse con las y los participantes; a través de una metodología colaborativa (Lassiter, 2005). Esta selección fue pragmática, estratégica y auto-reflexiva; tiene como base las distinciones, procesos, cercanías y mejor entendimiento con las comunidades. Para mí, es necesario comprender una variedad de métodos y apostar a diferentes herramientas y materiales de aproximaciones, con el objetivo de desarrollarlos de manera rigurosa en sus infinitas posibilidades, desde un proceso metódico, persistente y coordinado. Además de realizar un trabajo donde las y los interlocutores posean una importancia clave en la investigación, dejar de entenderlos como meros facilitadores de datos sino como partícipes en el proceso de cointerpretación, junto con una etnógrafa que está igualmente interpelada y comprometida (Rappaport, 2007; Araya & Chávez, 2022).

En la misma línea, considero que la ética es fundamental, por ello seguí pautas de implicancias con las y los participantes; el primer paso fue transparentar los objetivos de la tesis, pedir consentimientos informados, garantizar confidencialidad y posibilidad de anonimato, y, finalmente, dejar en claro que existiría un beneficio mutuo, dejando atrás las miradas extractivistas y colonizantes académicas. Igualmente, me preocupé por mis prácticas de trabajo y el modo en que mi persona impactaba a la comunidad positiva o negativamente.

La antropología colaborativa aún está en desarrollo por lo que posee diversificados alcances en sentidos conceptuales, metodológicos y operativos. Sin embargo, pretende que la colaboración se inserte en el proceso etnográfico entre quien investiga y las y los consultores (Katzer & Sampron, 2011), así como con otras personas de la comunidad u otras disciplinas. La etnografía colaborativa se convierte en un punto de partida para una acción en movimiento; no es solo un producto final. La idea es poner el foco en aspectos sobre relaciones de poder y representación, para impedir la (re)producción de conocimientos (re)colonizados, a través de un diálogo continuo, implicación personal, responsabilidad y colaboración (Lassiter, 2005; Chávez, 2021a).

La participación tanto de la investigadora como de las y los colaboradores en el trabajo de campo y la producción de la tesis, se plantea como creatividad social. Desde las primeras investigaciones en las que participé, apostamos por un trabajo en el que existiera; a) devolución: sesiones informativas, entrega de fotografías, grabaciones, materiales etnográficos y tesis, y b) una co-construcción de saberes: invitar a las comunidades a participar y que se impliquen interactivamente, con actividades tales como talleres de escritura, lectura de avances, entre otros (Chávez, 2022). Principalmente son estrategias y planes de colaboración que buscan procesos de transformación para sus propios intereses como colectivos, de saberes socio-político y compromisos en una acción colectiva. Un ejemplo de esto es una anterior investigación colaborativa etnográfica, tanto en el proceso de trabajo de campo como en la co-escritura de un libro: Mujeres de colores (Chávez & Araya, 2018), pues «intervinieron tanto las investigadoras como las participantes» (Araya & Chávez, 2022, p. 25).

Asimismo, esta tesis cuestionó espacios sobre los horizontes de producciones académicas; en cuanto a su impacto y el acceso, la visibilización de los avances y resultados para/con las comunidades partícipes. Ingold también se pregunta acerca de la generación de conocimientos sobre el mundo, en específico de aquellos pueblos y culturas que lo habitan, un giro en aras de entender las potencialidades del ser humano (2008). Ello evidencia las tensiones conceptuales que surgen más allá de la academia, sino que desde la capacidad imaginativa de los mismos colectivos. En resumen, es un cuestionamiento sobre la producción de conocimientos sobre «otros», la extracción de información y su consecuente subordinación del saber.

A modo de respuesta, las metodologías colaborativas representan herramientas políticas y epistemológicas encaminadas a la transformación social (Bustamante, 2015). En este caso, las producciones de conocimientos se crean de manera horizontal y, en conjunto, bajo el proyecto de incorporar diferentes voces y desmonopolizar la mirada de la investigadora (Rappaport, 2015; Araya & Chávez, 2022). Igualmente, en este estudio estuvo presente la reflexividad personal de la autora, una implicación recíproca y de articulaciones con las y los colaboradores, como también un posicionamiento político, discursivo, activista y movilizador en aras de aportar a las comunidades, ya que no existe la neutralidad en el observar ni en el participar que no signifique, al mismo tiempo, relaciones y vínculos comprometidos (Guber, 2014). Esto genera cercanía, confianza y amistad, y por tanto, un mayor nivel de comprensión al compartir experiencias vitales que evocan una mayor responsabilidad moral (Chávez, 2021a). En este ámbito, «mantener la rigurosidad académica y el compromiso con las comunidades, es uno de los mayores retos que se presentan para los investigadores que articulan activismo y generación de conocimientos» (Araya & Chávez, 2022, p. 23). En consecuencia, aún falta construir relaciones en simetría y entender que las y los «interlocutores, colaboradores o consultores» no son solamente sujetos[9] proveedores de información, sino que son más bien, personas que se abren y nos invitan/permiten sumergirnos en sus vidas (Rappaport, 2015).

En esta misma línea, De la Cadena señala que la producción etnográfica articulada consiste en trabajar como «acompañantes», figura que cancela las posiciones sujeto-objeto porque existe una interacción con personas que hablan, piensan y saben. De este modo, la autora sostiene que el trabajo no es sobre el «otro» sino el «otro conmigo», que se convierte en una palabra y acción (2008). Las y los colaboradores son entendidos como partícipes activos, capaces de nutrir y ser parte íntegra de los estudios.

El intercambio de resultados a lo largo de la investigación es una elección de quienes investigan, desde mi experiencia lo recomiendo como una regla académica a seguir y profundizar para/con quienes colaboramos. Por esto, en el camino de reinventar nuestro oficio, necesitamos una revisión ética y metodológica (Nieto, 2013), hacia múltiples narrativas al incorporar la palabra de los demás. En concreto, durante el proceso de la redacción de la tesis compartí con las y los participantes aquello que iba escribiendo, para obtener una devolución crítica (positiva o negativa) y, a partir de sus comentarios, reescribí algunas secciones, por ende, sus percepciones e interpretaciones fueron consideradas y me acompañaron como coinvestigadores. Es imperante que:

La devolución de resultados […] es un proceso basado en la colaboración. El trabajo colaborativo no finaliza con el análisis de los datos etnográficos […] sino que plantea múltiples dimensiones más allá de los productos materiales y los eventos finales. La difusión es una etapa que debe ser compartida con las comunidades y todos(as) los que fueron parte del proceso investigativo. De este modo, la devolución no es literal, es algo más profundo, es parte de la búsqueda de una horizontalidad. (Araya & Chávez, 2022, p. 34)

Por otra parte, esto deviene en un tipo de activismo político y ético desde (dentro y fuera de) la academia, como parte de un principio y guía para cada investigación en constante aprendizaje. En mi caso, ha consistido en ser parte de Kuriche[10], un núcleo de estudios de temáticas afro en Chile, donde realizamos talleres, charlas, distribución de información y trabajos con la comunidad afrochilena y de la diáspora.

La etnografía colaborativa no se limita a una relación igualitaria, de honestidad y de buena comunicación, sino que implica una forma específica de interpretación y escritura de los resultados, así como un planteamiento sobre el uso de los datos (Lassiter, 2006). A modo de respuesta, escribí de manera sencilla para que cualquiera comprendiera lo que se expresó en ese trabajo, esto permitió que las y los colaboradores leyeran los capítulos y me ayudaran a redactar de modo más legible. En definitiva, estas instancias de intercambio permiten acceder y consolidar mayores relaciones de proximidad y confianza, comprometida con las comunidades y cientistas sociales (Araya & Chávez, 2022).

Las metodologías colaborativas utilizadas se basaron en las siguientes propuestas:

A. Realización de un escrito u otros tipos de elaboraciones, respecto a temáticas relacionadas a la Cruz de Mayo, que les fueran relevantes y significativas, materializadas desde diferentes formas de narración: canciones, poesía, sentires, antecedentes históricos y narraciones biográficas. Sin imponer reglas o condiciones para la escritura textual o visual (estilos, número de páginas, entre otros). Importar lista

B. Producción de materiales y/o narrativas visuales en cuanto a lo estético, performático e identitario. Una recopilación de fotografías propias sobre la Cruz de Mayo, en específico del proceso más empírico. También podían compartir imágenes de años anteriores y de archivos familiares.

La creación de narrativas propias (en su amplia gama) de las y los colaboradores respecto a la celebración de la Cruz de Mayo, consistió en la elaboración de manuscritos originales elaborados por sí mismos, a partir de reflexiones propias sobre sus experiencias (Nieto, 2013). Los «escritos propios» son relatos en primera persona en los que narran sus vivencias y distintas prácticas sociales, que favorecen la implicación directa de las y los interlocutores como activos en la producción de sus propios conocimientos y, por último, ofrecen claves para analizar.

Por otra parte, los medios visuales capturados en «fotografías participativas» o a través de la técnica conocida como «fotovoz»; ofrecen formas específicas de reconocimiento de la subjetividad y agencia de las personas en los procesos de investigación, a través del uso de lo visual con una descripción verbal (Martínez, Prado, Tapia & Tapia, 2018). El realizar y utilizar fotografías de las y los participantes, es parte de una metodología participativa que tiene como objetivo el que puedan expresar sus ideas, concepciones y pensamientos, desde una implicación directa de sí mismos en la producción de información (Araya & Chávez, 2022). También fueron relevantes las fotografías y videos antiguos compartidos por las y los colaboradores, desde páginas de Facebook especiales de cada cruz familiar. A lo largo de la tesis, las fotografías permiten al lector sumergirse en la celebración ya que hay muchos aspectos que son intrínsecamente representaciones visuales (Atkinson, 2005).

De todas maneras, comprendo que todos los datos obtenidos recaen en mi «autoridad» interpretativa y organizativa, al ser yo quien seleccionó los discursos incluidos en la tesis, pero reconozco y conservo la producción de conocimiento y empoderamiento de las y los participantes. Sin embargo, debemos considerar que el hecho de dialogar con nuestros consultores no supone que su punto de vista sea el único válido, es necesario conservar una perspectiva crítica y analítica que deviene de nuestra disciplina. Desde esta perspectiva, los «escritos propios» y «fotografías participativas» profundizan en las reflexiones de los discursos, las prácticas y los significados de cada participante sobre la Cruz de Mayo, las cuales, sin dudas, implican desafíos y fortalezas propias. Los pensamientos derivados, representan la producción de saberes desde las y los protagonistas que nutren la mirada antropológica en un intento de renovación metodologica y teórica descolonial (Curiel, 2015).

Estas estrategias metodológicas fueron instrumentos para entender el lazo entre experiencias identitarias y subjetivas, a la vez, ámbitos más amplios donde se desarrollan estas prácticas socio-religiosas. Este proceso colaborativo permitió un conocimiento más completo y enriquecedor, que, por último, logra interesar a quienes participan de los temas que proponemos y de los objetivos de la antropología, con el fin de que no quede como un escrito más leído sólo por las y los revisores y círculo académico. Los relatos propios están a lo largo de la tesis, y abordaron diferentes temáticas y estilos de redacción: relatos biográficos, antecedentes históricos, canciones a la Cruz de Mayo, experiencias personales, en conjunto a las múltiples fotografías, cada una de ellas debidamente aprobada y con el nombre de su autor/a (Chávez, 2022).

El objetivo final fue analizar esta producción polifónica de discursos como testimonios documentados, que permiten conocer la diversidad de voces, diálogos y visiones coexistentes, además de modos de recordar/vivir la celebración y sus dinámicas desde sus vivencias, las que dan sentido a sus acciones, prácticas culturales y religiosas extraordinarias de estas poblaciones (Escolar, 2010). En definitiva, las narrativas escritas y/o visuales fueron fuentes para la interpretación y análisis de procesos reflexivos teóricos-empíricos entre la investigadora y las y los participantes (Vila, 1997; Chávez, 2022). La finalidad de estas técnicas es promover el empoderamiento, conciencia crítica, redes de apoyo y agencia colectiva relacional (Delgado, 2002). De esta manera, es una herramienta reflexiva a partir de sus significados, actividades, identidades, conexiones y sistemas de signos y conocimientos (Jociles, 2005). Finalmente, es relevante insistir en que los «escritos propios» y «fotografías participativas» se estudiaron en términos de sus propiedades materiales, discursivas y convencionales.

Consideraciones preliminares

En este artículo, he mostrado como la metodología más apropiada para mis principios ontológicos y epistemológicos, son aquellas, que según Guba & Lincoln (2000), se basan en lo dialógico y dialéctico. Esto refiere a la existencia de un carácter transaccional y horizontal de la investigación que requiere de un diálogo entre mi persona y las y los participantes, bajo el supuesto de llegar a un acuerdo de trabajo menos extractivista. Entiendo que mi deber como investigadora es desentrañar los significados latentes en los espacios donde se genera sentido con el diálogo, desde distintas áreas, abiertos a mi interpretación y a la de las y los colaboradores sobre aquello que nos representan de sí mismos. Además de aceptar que nuestras subjetividades y experiencias están siempre inmiscuidas y no podemos ignorarlas, pues somos una dialéctica que promueve una interacción sinérgica.

Debido a esto, abogo por métodos participativos, en el que las y los participantes se convierten en agentes de conocimientos, vinculando experiencias, investigación, comunidad y cambio social. Ellos mismos son quienes pueden afirmar sus vivencias y respuestas, validas como formas apropiadas de datos, de esta manera, los procesos participativos exponen el potencial para que se expresen múltiples voces y perspectivas sobre una temática. En respuesta a esta naturaleza participativa, consideré desde el comienzo el punto de vista de las y los interlocutores e incluso en actividades directas como instarlos a la escritura de narraciones propias y solicitar la lectura de los capítulos de la tesis, que fomentó relaciones respetuosas y de confianza. Además, realizamos técnicas de narraciones fotográficas y escritos propios, para entender que el conocimiento no se limita a la palabra escrita o hablada, también incluye representaciones visuales.

El contexto actual —crisis neoliberal, modernidad y pandemia— y la complejidad de los fenómenos sociales, nos invitan a convertirnos en bricoleur, entendiéndonos como personas que tenemos que dar respuesta a múltiples facetas que componen la vida cotidiana. En la mayoría de las investigaciones que he desarrollado de manera rigurosa —relacionadas a raza, etnia y género—, la creatividad y la intuición se han materializado en metodologías participativas y colaborativas, como elementos reflexivos de las experiencias vividas, tanto de quienes colaboran como de las mías.

Desde esta mirada, es imperante pensar en quienes colaboran en las investigaciones, con el fin de impulsar los ideales de Kincheloe (2001), acerca de la participación de una comunidad inclusiva y transformadora, sin perder de vista la posibilidad de caer en una retórica de «calidad» que presume impacto o cambios entre las comunidades donde investigamos, pues claramente, esto puede no ocurrir. Desde allí, es relevante la participación de las y los «consultores» en la construcción del conocimiento, junto a una postura activista y política como parte de mi reflexividad y sensibilidad. Por último, estas (in)conclusiones apoyan mi hipótesis de deconstruirnos, descolonizarnos y expandirnos en bricoleur, a través de un trenzado entre la teoría, las estrategias de investigación cualitativa-colaborativa y una conciencia sociopolítica. Una invitación para aprender variedades de formas de ver e interpretar, en la búsqueda de ser puentes en estrategias de conocimientos para algunas investigaciones en las que estas puedan ser factibles.

En el caso de la Cruz de Mayo, a partir de los relatos orales, escritos propios y fotografías, se pudo entender sobre esta herencia colonial en la que comunidades indígenas y esclavizadas aceptaron y remodelaron sus propias costumbres, y generaron relaciones entre dinámicas identitarias-familiares y prácticas religiosas-sociales afroandinas del valle de Azapa, a través de sistemas de parentesco, con cargos familiares y/o comunitarios. De esta manera, a través de una metodología colaborativa se recuperaron circunstancias y detalles de las fiestas, discursos, acciones y acontecimientos, al mismo tiempo que los significados, emociones e interpretaciones de las y los colaboradores como las mías. La Cruz de Mayo cobra vital importancia dentro de las reivindicaciones de las comunidades[11], que se liga a una impronta de tradición ancestral, patrimonial y religioso, de acuerdo a su trama de relaciones sociales y marcos culturales de referencia que los aglutina en ella.

Referencias

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1Doctoranda en Sociología de la Pontificia Universidad Católica de Chile en cotutela del programa de Estudios de Género de la Universidad Autónoma de Barcelona. Becaria ANID, Doctorado Nacional, 2021, folio 21210961.

2El presente artículo presenta resultados de investigación de mi tesis de magister en Antropologías Latinoamericanas denominada «Cruz de Mayo afroandina: prácticas religiosas y dinámicas identitarias afrodescendiente e aymara en el valle de Azapa, Arica, Chile» (2022), de la Universidad Alberto Hurtado.

3Traducción propia desde el inglés, realizado por la autora.

4El valle de Azapa, está localizado a unos 5 km de la ciudad de Arica (Chávez, 2021).

5Es interesante que las entrevistas por Zoom y/o teléfono, posibilitaron que algunas personas contestaran cómodamente desde un espacio que le es familiar, sin tener la necesidad de desplazarse. Pese a ello, la interacción cara a cara y el trabajo de campo, fue algo que extrañé en demasía.

6El trabajo previo y lazos anteriores con la comunidad afrochilena y con ciertas personas que se autodefinen afro-indígena, me permitió identificar diferentes colaboradores que participan de la Cruz de Mayo en el valle de Azapa. Por otra parte, acercarme a la comunidad aymara fue más difícil porque no poseía muchos contactos.

7.Agradezco a mi profesor guía Andrew Webb del Doctorado en Sociología, por inspirarme y afinar detalles de esta publicación.

8A raíz de esto último, en mi ímpetu por conocer otras disciplinas y sus enfoques, he colaborado con historiadores, geógrafos, sociólogos, entre otros.

9El usar términos como «sujetos de estudio»; significa una pequeña renovación de adjetivo —objeto de estudio— que cambia radicalmente la manera de posicionarnos como investigadores.

10Para saber más sobre este núcleo de investigación, visitar la página web www.kuriche.cl

11Especialmente para la población afrochilena que la sustenta como práctica propia en pos de la Ley de Reconocimiento Pueblo Tribal Afrochileno, la que fue conseguida recién el año 2019.

Recibido: 05 de Noviembre de 2021; Aprobado: 02 de Marzo de 2022

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