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Tabula Rasa

Print version ISSN 1794-2489

Tabula Rasa  no.44 Bogotá Oct./Dec. 2022  Epub Feb 15, 2022

https://doi.org/10.25058/20112742.n44.01 

Artículos de Investigación

EL TIEMPO DE LOS MONUMENTOS

The Era of Monuments

O tempo dos monumentos

Marcela Landazábal-Mora1 

Roberto Almanza Hernández2 

1https://orcid.org/0000-0001-6867-3242 Universidad Nacional Autónoma de México mlandazabalm@gmail.com

2https://orcid.org/0000-0002-9089-468X Universidad del Magdalena, Colombia ralmanza@unimagdalena.edu.co


EL TIEMPO DE LOS MONUMENTOS

Todo cuerpo pesa

Grafiti entre 2006 y 2009, Bogotá[1].

El tiempo de los monumentos[2] podría comprenderse como un tiempo suspendido, a modo de privilegio ante la caducidad natural de la vida, mientras que, paradójicamente, muchas vidas habitan tiempos en suspenso. Esta incongruencia de la historia se radicalizó recientemente, y a la vez, propició el entroncamiento de las diferentes apuestas políticas de las comunidades y colectivos (sobre todo al margen) dentro de las viejas estructuras pétreas que han definido quién aparece en la historia, y quién no. Hoy día sabemos que la historia tiene multiplicidad de voces, pero, sobre todo, silencios y ocultamientos. También reconocemos que el problema de la historia no es el tiempo, sino la vida —con sus destiempos—. ¿No es extraño que mientras las historias locales han alertado sobre otros ritmos de existencia, la configuración universal de la «historia una» siga su curso, en su modo arrasador, como una flecha? En diferentes puntos del planeta, durante los últimos años, y en especial desde la declaración global de la pandemia por el virus Sars COVID-19 (con sus sucesivas mutaciones), la pregunta por los modos de habitar el tiempo ha minado todos los espacios. Bajo un esquema neoliberal de administración de las vidas, donde incluso el mercado de las vacunas hizo evidentes las fisuras sociales en diferentes países y sectores de la población, las preguntas de las viejas y las nuevas resistencias sólo se dispersaron, pero siguieron latentes. La privación de la socialización crítica, el manejo del miedo colectivo, y a la vez, los procesos soterrados de históricos reclamos sociales sofocados por estrategias sanitarias contingentes determinaron ese ambiguo linde entre lo público y lo privado; entre permanecer adentro y afuera, ya no de los hogares, sino de las propias lecturas sistémicas. Algunas protestas ocurridas durante 2019, mayoritariamente en América Latina y que dieron cuenta que lo local es un asunto extendido, parecieron disiparse. No obstante, la toma de monumentos de impronta colonial en parques, plazas públicas y avenidas principales agitaba de vez en cuando las redes sociales enseñando que los tiempos «viejos» han seguido vivos en los tiempos «nuevos». Los cuerpos vivos, despojados de grandes narrativas del pasado han seguido insistiendo en fisurar la historia oficial. Lo que se persigue allí no es figurar en esa historia, sino revocar el mandato de jerarquías que esa historia ha implicado, porque pesa; porque cada cuerpo aniquilado por las fuerzas verticales de la historia pesa.

Caímos en cuenta que era necesario también atender qué tipo de sensibilidad sobre el cuerpo y, en consecuencia, sobre todas las estructuras de lo público que circundan los espacios sociales seguían hirviendo debajo de las alteraciones de esa forma difusa que ha sido la pandemia. En consecuencia, percibimos que es necesario atender el acumulado emocional sedimentado durante siglos, y que hoy, por la suma de diversos factores, está alcanzando repercusiones mundiales a través de los medios masivos, pero, sobre todo, a través de la interacción de redes sociales. Si bien la difusión de información ha sido importante, porque ha visibilizado preguntas y comentarios, también observamos que hay profundidades ante las cuales las redes digitales, por su propia naturaleza, no pueden (y no quieren) asumir. Toda mirada crítica supera la inmediatez de los 140 caracteres. Por ello, es necesario abordar esta discusión y entender que no se trata de simple efervescencia. Todo actuar político encamina y acompaña reflexiones que necesitan más cocción, ahí donde no decanta la historia, sino la memoria. Confiamos en que leer y releer, pero, sobre todo, escuchar las historias puede fisurar y reorganizar los relatos y los modos de relación e interacción entre cuerpos ante la vida y sus tiempos.

Como han señalado Alvarado & Quezada (2021), son múltiples los recursos tácticos que los colectivos subalternizados emplean frente a la violencia monumental en tanto actos de descolonización en la lucha por existir y habitar el mundo de manera digna. No obstante, pueden sintetizarse en tres tipos de acciones impugnadoras de la monumentalidad en los espacios públicos. La primera de ellas, el derribar, acción radical que detenta la negación total del relato emplazado. La segunda, sustituir, acto que implica una nueva poética de habitar el espacio desde narrativas contrahegemónicas; y, por último, saturar, someter a la monumentalidad a una intervención atiborrada que degrada la asepsia y vuelve imposible la transparencia del proyecto monumental. Ahora bien, los monumentos, justo al museo, el archivo y el documento histórico, son los artefactos más conspicuos en que solemos ver objetivada la memoria histórica (Sztulwark, 2005). Pero son los monumentos el dispositivo al que nos encontramos más expuestos por estar empotrados en el espacio público, por mimetizarse con el paisaje y por disolverse en nuestra cotidianidad. Por esa razón son los más proclives a ser enjuiciados en las movilizaciones sociales. Las reacciones contemporáneas ante los monumentos y la poética por crear nuevos artefactos monumentales, no debe leerse como una lucha ornamental allende de la crítica a la modernidad capitalista racial o sin repercusiones en este registro. Los movimientos antirracistas a escala global que luchan por justicia racial, las revueltas populares y los estallidos sociales que reclaman mejores condiciones de vida encuentran en las estatuas coloniales y decimonónicas una presencia perturbadora que celebra un orden injusto. Los monumentos coloniales son la punta del iceberg de las estructuras coloniales que están siendo socavadas por los condenados de la tierra que con plena conciencia ven perentorio cambiar el relato que enuncia la monumentalidad moderna blanca colonial.

Dos interrogantes circundan nuestras inquietudes al respecto: ¿Cómo imaginar y diseñar lo público más allá de la monumentalidad de la blanquitud que nos acompaña desde que la modernidad y su despliegue colonial se convirtió en un diseño global? y ¿cómo comprender la relación vida, política e historia sosteniendo una reflexión profunda sobre las acciones que han recaído sobre monumentos coloniales en diferentes instancias del planeta?

Dicho esto, cabe precisar, que este número no se reduce a un análisis de las acciones contra los monumentos, sino su disposición ampliada en tanto inscripción social, campo de tensión y de disputa en cada contexto, con sus particularidades históricas y agendas locales; todo ello será el pretexto de navegación que acompaña estos interrogantes, con los cuales, lanzamos la convocatoria para el número 44. «El tiempo de los monumentos. Herencias coloniales, gramáticas de lo sensible y estéticas de ruptura como alternativas políticas al presente» para la revista Tabula Rasa. Buscamos profundizar, en un formato de escritura académica, un primer acercamiento abordado en el conversatorio El tiempo de los monumentos, herencias coloniales y gramáticas del presente, coordinado desde la maestría en Antropología de la Universidad del Magdalena, Colombia. Este productivo diálogo fue llevado a cabo de manera virtual el 10 de junio del 2021, y se pensó como un espacio para reflexionar alrededor del derribo y las intervenciones que estaban siendo objeto los monumentos coloniales, y en algunos casos republicanos, en muchos lugares del mundo como reacción a la violencia racial y a las injusticias estructurales que involucran al grueso de la población del mundo subalternizado. Dicha sesión contó con las intervenciones de Javier Ortiz, Carolina Castañeda, Juan Carlos Vargas, Ricardo Arcos Palma, Rían Lozano, Marcela Landazábal-Mora y Roberto Almanza como moderador. No todos los integrantes de dicha sesión participan en este dossier, pero gracias a sus estimulantes aportes encontramos la motivación suficiente para pensar en la relevancia de una publicación que pudiera dar cuenta del tiempo de los monumentos. Ante este llamado acudieron voces de investigadoras e investigadores de diferentes lugares del planeta para abrir un intercambio epistémico, alertando sobre los pensamientos de lugares marginados, islas y regiones aisladas por efectos tanto de los colonialismos y los imperialismos, como de sus consecuentes resistencias. Los artículos enseñan posturas críticas situadas desde una perspectiva de dignidad histórica como son los movimientos cimarrones y de integración de pueblos originarios en el Caribe y América Latina, pero también en Asia y África, las resistencias del Medio Oriente ante la hecatombe militar imperialista, los círculos de cuidado de madres y familiares de víctimas de diferentes conflictos que cuestionan los memoriales y, más recientemente, la visible movilización de grandes colectivos de jóvenes están cuestionando el tiempo hegemónico.

Siguiendo esta intención, el artículo «Transición de los paisajes de la nacionalidad blanca a la sociedad intercultural: un análisis de los monumentos derribados de algunos conquistadores por parte de movimientos sociales indígenas» de Wilhelm Londoño Díaz examina el colapso de las narrativas fundadoras de los Estados nacionales en América Latina, pero particularmente en Colombia, valiéndose de ejemplos rastreados en comunidades étnicas que han debatido las formulaciones que las han dejado fuera de la historia, o les ha otorgado un lugar marginal. Recalcando que, en vez de pensar los hechos sociales, se debe atender el modo en que se ensambla lo social, el autor deja claro cómo los procesos de resistencia han requerido tiempo y dan cuenta de profundas subjetividades. En este planteamiento, se busca superar la reductiva noción de multiculturalidad, donde el paisaje del y lo blanco continúa vigente, para reconocer la relevancia de las estrategias propiciadas por los pueblos originarios en resistencia para reconstruir la vida desde la interculturalidad.

Canalizando las dimensiones conceptuales en ejemplos concretos de agentes del arte en espacios subalternizados «Tiempo, concepto e historia: dos monumentos, en Puerto Rico y Cuba, a finales del siglo XX», de Yolanda Wood, sitúa la necesaria reflexión y distinción acerca de los conceptos con que se leen tanto los monumentos, como las intervenciones en el presente. Su texto nos lleva a navegar hacia ejes dramáticamente oprimidos en el Caribe: Cuba y Puerto Rico. Se trata de comprender en esos tiempos insularizados, propios de las islas, la dimensión conceptual de la historia, el tiempo de los monumentos, y algo muy propio de la estética de estos espacios, el tótem, como disrupción de la historia oficial y una apuesta por la memoria a manos propias. La autora se basa en las obras «Tótem telúrico», del maestro Jaime Suárez de 1992, año en que toda la región vertió sus esfuerzos por un replanteamiento de la colonización iniciada en 1492, y el «Monumento al cimarrón» del maestro Alberto Lescay, en Santiago de Cuba, de 1997. El rastreo que adelanta la autora a través de estas dos obras nos lleva a pensar que quizá una descolonización implique también la desmonumentalización de la propia historia. Esto es, apropiarse de la urgente tarea de construir los monumentos necesarios que permitan conservar la dignidad de la memoria de nuestros pueblos y culturas, con su acervo de valores y cosmovisiones.

En esa ruta, la reflexión «Memorial para mártires, (1976-1983) & (1998-2013)» de Tamir Sorek nos transporta hacia un punto dramático de inflexión en la historia mundial actual, a través del conflicto palestino-israelí, para comprender la compleja situación en términos de resguardo de memoria histórica que padecen las comunidades palestinas que quedaron después de 1948, año de la Nakba, atrapadas dentro del territorio israelí, bajo la imposición imperialista y militarista. Hoy día, estas comunidades poseen ciudadanía israelí, y sin embargo abrigan su identidad nacional palestina. Tal ambivalencia propia del colonialismo obliga a pensar de otro modo el exilio, observando los procesos de silenciamiento de la memoria política, cuando se es expulsado de su propia historia habitando (de un modo privativo) su propia tierra. Tras un diálogo con el autor, y conscientes del desconocimiento generalizado sobre la cuestión palestina en América Latina, hemos elegido los capítulos «Memoriales para mártires I (1976-1983)» y «Memorial para mártires II (1998 - 2013)» de su publicación original Conmemoración palestina en Israel. Calendarios, monumentos y mártires, escrita inicialmente en inglés [Palestinian Commemoration in Israel. Calendars, monuments & martyrs (Stanford University Press, 2015)], por lo que en este número ven la luz, por primera vez, en español. Desmantelar el confort de la historia dominante atraviesa por la traducción, y por la aproximación a zonas grises para entrar en contacto con lo que, en apariencia, resulta distante.

Ni Medio Oriente, ni las islas mediterráneas escapan al pensamiento crítico en América Latina. Por ello, siguiendo las corrientes del Mediterráneo, el artículo «Fortificaciones, puertos y turistas. La colonialidad en las costas isleñas en las crónicas de la conquista de Canarias» de Laura Sabina González Carracedo, invita a pensar la historia colonial en función de uno de los mercados mejor posicionados hoy día a escala global, el turismo. Pero también parte de una formulación sobre la descolonización del pensamiento al plantear el colonialismo en Gran Canaria, como una de las instancias fundantes de esa apropiación colonial de los territorios dominados, que implica la monumentalidad. La autora traza un tercer vector, sobre la perspectiva de género, no sólo en las narrativas coloniales, sino en la revisión de la historia colonial, y propone concatenar fuentes de diferentes naturalezas donde el rastreo crítico del relato colonial asuma los presupuestos de la modernidad incluyendo la perspectiva crítica sobre los usos y abusos de las mujeres en estas islas.

Desplazándonos a la isla de Martinica en el Caribe francófono, Luciana Salazar en su artículo «El “déboulonnage” de las estatuas, continuidad de la lucha anticolonialista martiniqueña» muestra cómo los recientes derribos e intervenciones a estatuas coloniales y de figuras abolicionistas se encuentran inscritas a un sinnúmero de acciones anticoloniales de gran calado histórico. Salazar, desde las voces de los más representativos pensadores de Martinica: Aimé Césaire, Suzanne Césaire, René Ménil, Frantz Fanon y Edouard Glissant, nos muestra las continuidades de una lucha de largo aliento por la liberación, remitiéndose al acontecimiento de Saint-Domingue, pasando por las revueltas de cimarrones y esclavizados que precipitaron la abolición de la esclavitud en la isla, hasta traernos a las movilizaciones anticoloniales del presente. Uno de los aspectos relevantes de esta investigación, es revelarnos cómo se petrifica y espacializa la historia hegemónica, mientras nos proporciona una cronología a contrapelo que se nutre de la memoria colectiva y de una poética caribeña anticolonial indómita.

El artículo «Hacer historia: el presente de los monumentos en el paro nacional» de Carolina Castañeda se centra en una reflexión sobre las formas de narrar la historia, tanto en su modo oficial, como desde las reivindicaciones ante el paro nacional ocurrido en 2021. La autora acude a las reflexiones teóricas desde el campo de la antropología, y se acompaña del historiador haitiano Jean Michel Rolph Trouillot en la reflexión sobre los silencios de la historia haitiana, para hacer un puente sobre las interpretaciones de la historia colonial en Colombia, la cual pervive hasta el presente, con diferentes matices. Por esta razón, también se vale de estrategias analíticas que dislocan la idea de lo colonial, como propia del pasado, y matiza los usos que ha tenido en otros tiempos, hasta llegar al presente, asumiendo que la estrategia de ruptura simbólica de estatuas (como el ejemplo visitado con la comunidad misak) posibilita otras conexiones con las memorias de reivindicación y resistencias que atravesaron en el periodo colonial, pasando por el republicano y se trenza con las violencias padecidas hoy día.

Volviendo a la Martinica, Malik Noël-Ferdinand en su artículo «La elección de Marie: Aimé Césaire y Suzanne Césaire frente al 22 de mayo (1948-1960)», nos remite al centenario de la abolición de la esclavitud en las Antillas francesas. La emblemática pareja intelectual conformada por Suzanne y Aimé Césaire escriben dos obras de teatro inspiradas por la novela Youma (1937) de Lafcadio Hearn. La obra de la escritora martiniqueña desapareció quedando de ella solo dos referencias que alimentan el imaginario teatral de la isla, la obra del padre de la negritud y alcalde de Fort-de-France es poco conocida, pero es posible leerla. Este trabajo cautivo por la interesante manera de entrelazar los hilos de las historias de los personajes más representativos del anticolonialismo martiniqueño con la arqueología bibliográfica realizada que se mezcla con la hemerografía para dibujarnos el trazo urbano de la lucha por la memoria del pueblo martiniqueño. Si bien, el héroe regional caribeño es Toussaint Louverture, estas obras muestran la autonomía literaria de la Martinica y la importancia de su lucha anticolonialista. El autor ofrece una verdadera referencia relacional glissantiana entre la historia y la literatura anticolonialista martiniqueña que analiza las propuestas escénicas de los Césaire en su contexto. Los argumentos de cada una de las obras forman parte de la revolución teatral de la disputa afrocaribeña del siglo XX. Escribir su historia para transformarla, es una de las premisas de la prolífica escritura de las mujeres y los hombres de las pequeñas islas del Caribe que decidieron excavar en la memoria para re-conocer sus héroes y erigir sus propias estatuas.

En contrapunto con las distancias geográficas y la formulación de ámbitos inmersos en la discusión sobre lo monumental y los monumentos, la reflexión «Asfixia, monumentos y memento: imaginación política e intervención estética en disidencia» de Marcela Landazábal-Mora organiza un periplo geoconceptual, posicionando la discusión acerca del valor de la(s) vida(s) como la pregunta central de toda movilización política después del caso Floyd, ocurrido en 2020, y a su vez, detalla el contrapunto geopolítico entre Norte y Sur global ante ciertas estrategias de denuncia y/o aprovechamiento de reivindicaciones colectivas. El análisis reconstruye tres instancias: la pedagogía colonial de exterminio a través de paralelismos sobre gestos de sofocamiento que han persistido; las respuestas de las instancias que administran ideológicamente la cultura a manos de instituciones que acuden a las estrategias de reposición y comercialización ( de monumentos y «ruinas»), en especial artistas varones determinantes en el arte más reconocido de Europa; y las poéticas vernáculas que se sitúan en tanto crítica política en ejemplos que recorren Estados Unidos, Inglaterra, Francia —metropolitana y caribeña— y Colombia.

A manera de cierre, Roberto Almanza en su artículo «La conciencia negra: la blanquitud monumental debe caer», nos presenta una lectura afrocéntrica de las acciones iconoclastas del movimiento antirracista que adquirió dimensión y visibilidad global a partir del asesinato público de George Floyd y de la plataforma del movimiento Black Lives Matter. El autor propone entender las reacciones frente a la monumentalidad blanca como una faceta reactiva que se expresa de manera radical ante la necesidad de derribar el mundo de la blanquitud en tanto orden injusto y deshumanizador, valiéndose de un rastreo histórico de la conciencia negra que toma como punto de inflexión la Revolución haitiana y reflexiona sobre las demandas de reparación por parte de los pueblos afrodescendientes. Almanza se apropia de la consigna del movimiento surafricano descolonial Rhodes must fall (Rhodes debe caer) en su título, para captar la potencia política de estas acciones que se inscriben dentro de una conciencia negra, que tiene mucho que aportar para derribar el mundo de la blanquitud y avanzar en su reparación en todos sus ámbitos.

Con este telón de fondo, proponemos: en vez de pensar el tiempo de los monumentos en tanto tiempo suspendido (y de suspensión de la historia), como reza la doctrina dominante, asumirlo en su forma vital, lo que invoca también su deterioro, pero sobre todo su examinación a la luz de preguntas y sensibilidades críticas, su readecuación y rediseño, e incluso, su envío al tribunal de las condenas históricas que permitan reparar el presente o como un síntoma que enuncia una temporalidad radical de la humanidad (Fabian, 2019). A expensas de las estructuras de bronce y hierro consideramos más determinante, afianzar estructuras de dignidad. Confiamos en que las lecturas críticas del público lector nutrirán esta iniciativa en otros formatos y quizá sirvan de faro ante algunas discusiones que se presentan en horizontes menos ampliados para seguir dialogando entre islas y continentes, entre presentes e historias silenciadas.

Referencias

Alvarado, C. & Vásquez, I. Q. (2021). Derribar, sustituir y saturar. Monumentos, blanquitud y descolonización. Corpus, 11, 1, pp. 11. [ Links ]

Fabian, J. (2019). El tiempo y el Otro. Cómo construye su objeto la antropología. Bogotá: Universidad de los Andes & Editorial Universidad del Cauca. [ Links ]

Sztulwark, P. (2005). Ciudad memoria, monumento, lugar y situación urbana. Otra mirada, 4, 1-10. [ Links ]

Vargas, S. (2021). Atacar las estatuas. Vandalismo y protesta social en America Latina. Bogotá: La Sorda. [ Links ]

1Este graffiti se encontraba en la parte inferior del puente peatonal de la carrera 30 con calle 45, para ser visto desde la circulación vehicular. Apareció después de que Leonardo Salas Ángel, un estudiante de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas, falleciera a causa de la represión policial durante las protestas estudiantiles en la Universidad Nacional de Colombia, en el mes de marzo de 2006.

2Sebastián Vargas propone una definición de monumento que resulta útil analíticamente para los propósitos del presente dossier, a partir de cinco rasgos determinantes: «su relación con la identidad y la memoria; su carácter de obra o construcción; su relación con la espacialidad; su relación con el poder y, por último, su contingencia histórica o su historicidad» (2021, p.19).

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