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Tabula Rasa

Print version ISSN 1794-2489

Tabula Rasa  no.45 Bogotá Jan./Mar. 2023  Epub Aug 16, 2022

https://doi.org/10.25058/20112742.n45.01 

Editorial

BLANQUIDAD Y PRIVILEGIOS RACIALES: APUNTES CONCEPTUALES

Whiteness and Racial Privileges: Some Conceptual Remarks

Branquitude e privilégios raciais: anotações conceptuais

Verónica Cortés1 

Eduardo Restrepo2 

1https://orcid.org/0000-0002-8639-7103 Universidad Autónoma Metropolitana de México, UAM-X cveronicacs.4@gmail.com

2https://orcid.org/0000-0002-5634-465X Universidad Católica de Temuco, Chile eduardoa.restrepo@gmail.com


«¿Quién querría, en realidad, que se le hiciera notar la existencia de un sistema estructural que lo beneficia a expensas de otros?».

Reni Eddo-Lodge (2018, p.20)

El poder es escurridizo y renuente a ser estudiado. Blanquidad y privilegios raciales constituyen dos de sus múltiples expresiones. Suelen operar con la contundencia de lo que, asumiendo el lugar de la normalidad y naturalizando unas jerarquías sociales, establece un sentido común racializado, habilita un espectro de experiencias vividas que contrastan entre la discriminación de los sujetos marcados racialmente y los privilegios de quienes «posan de blancos».

En este número de Tabula Rasa se busca contribuir a una conversación sobre cuáles son los criterios desde los que, en su heterogeneidad y contextualidad, se imagina y experimenta la blanquidad, así como cuáles son sus articulaciones con los privilegios racializados. No solo nos interesan las prácticas discursivas, sino también cómo estas se imbrican con la desigualdad social.

En la convocatoria de este número de Tabula Rasa hemos apelado al inusual término blanquidad antes que el más recurrido de blanquitud. Con blanquidad buscamos proponer una elaboración conceptual que la diferencie de blanquitud, así como las de blancura y blanqueamiento. Estas distinciones conceptuales buscan proponer insumos teóricos para un campo de estudios emergente y para tender puentes con otros ya consolidados como los estudios afrocolombianos.

Con estos apuntes conceptuales no buscamos obliterar la multiplicidad de sentidos que hoy circulan entre los diferentes autores. No nos interesa clausurar ni hegemonizar los términos en los cuales se vienen pensando los asuntos que aquí hemos referido desde el concepto de blanquidad. En los artículos que publicamos en este número de Tabula Rasa se evidencia tal multiplicidad, que no tratamos de aplanar ni de subsumir a nuestra conceptualización. Esta heterogeneidad conceptual evidencia la riqueza y ahí radica parte de la potencialidad del campo.

En el vocabulario teórico y político se ha apelado, de tiempo atrás, al término de blanqueamiento para referirse al proceso de identificación y plegamiento hacia el dominante «mundo blanco» de ciertos sectores sociales o individuos marcados como no blancos. Entendido por algunos como expresión de un proceso de alienación y por otros como una estrategia de lucha de los sectores racialmente subalternizados, el blanqueamiento no solo implicaría el mestizaje biológico sino también la mimesis cultural con lo que encarna el «mundo blanco».

Blancura y blanquitud, por su parte, son términos que han circulado en las últimas décadas.

La blancura supone «lo blanco» como color, que se asocian a una serie de imaginarios y prácticas sociales, en jerarquías estéticas y morales. Así, la blancura refiere a la articulación del color blanco con esa serie de asociaciones positivamente valoradas, y fuertemente reforzadas por la simbología cristiana, como lo bueno, como lo puro, como lo divino, lo bello, la luz, la paz y la claridad.

Desde la década de los noventa, sobre todo en los Estados Unidos y otros países anglófonos, se ha consolidado el campo transdisciplinario conocido como whiteness studies (estudios de lo blanco). Entre los asuntos abordados por este campo, se encuentran: 1) Las dimensiones sociales, políticas y culturales que constituyen la imaginación y prácticas de «lo blanco»; 2) Los dispositivos y tecnologías de poder que configuran el privilegio racial blanco; y 3) los procesos de subjetividad que establecen las identidades blancas. Cómo se constituye y experimenta ser una «persona blanca», desde qué supuestos y con qué implicaciones para la gente que se concibe blanca, y cómo se articula esto con la desigualdad social y el privilegio racial, son parte de las preguntas que han orientado este campo de los whiteness studies (Diangelo, 2018, Dyer, 1997, Chen, 2017).

En Brasil también se han impulsado un buen número de estudios y publicaciones en torno a la branquitude en tanto lugar no marcado del privilegio racial y expresión de la discriminación racial y el racismo. En el libro colectivo titulado Branquitude: Estudos sobre a Identidade Branca no Brasil, editado por Tânia M. P. Müller y Lourenço Cardoso, se encuentran una serie de capítulos con reflexiones teóricas y estudios concretos que evidencian la vitalidad de este campo. En un relevante balance de los estudios sobre lo blanco en Brasil, Vanessa Ortiz-Piedrahita considera que en este campo han primado tres líneas de investigación: «1. La blanquitud como constructo socio-histórico y cultural. 2. Las representaciones de personas blancas y los privilegios asociados. 3. La blanquitud y los medios de comunicación» (2018, p.53).

Para Colombia, se cuenta con los trabajos pioneros de Mara Viveros Vigoya (2013, 2015, 2020), Vanessa Ortiz-Piedrahita (2018, 2020) y Marcela López Rodríguez (2019). No obstante estos aportes, el campo de los estudios de lo blanco en el país no se ha constituido como tal. Con este número de Tabula Rasa, en el que se encuentran varios artículos centrados en Colombia, se busca contribuir a impulsar este tipo de investigaciones tan relevantes en un contexto en el que aún se niega la existencia del racismo. Un país tremendamente desigual como el nuestro, demanda que se estudien más detallada y frecuentemente la naturalización de los privilegios y los mecanismos de la subalternización. Parte de este ejercicio investigativo de desnudar al poder supone evidenciar cómo se anuda con la blanquidad.

Desde una veta filosófica, la blanquitud ha sido abordada por Bolívar Echeverría (2007, 2010). Para este autor, debe hacerse una distinción entre blancura y blanquitud. La blancura refiere a los rasgos fenotípicos de las personas clasificadas como «blancas», una suerte de inscripción epidérmica, el color de la piel; mientras que la blanquitud va mucho más allá, ya que se asocia a un entramado de relaciones de poder y de estados de dominación, con toda una ética y un habitus vinculado a la modernidad eurocentrada. Así, entonces, blanquitud tendría en Bolívar Echeverría una impronta civilizacional y colonial asociada al eurocentrismo.

No obstante, muchos otros autores se refieren a blanquitud en un sentido vinculado con los whiteness studies. Sin desconocer la historicidad colonial y su asociación con la Europa hiperreal (Chakrabarty, 2000), blanquitud opera aquí más como objeto de estudio de investigaciones empíricamente orientadas sobre las maneras en que se experimenta el «ser blanco» o la blancura, y sus articulaciones con formaciones sociales racializadas concretas. En este sentido lo utilizan en portugués los autores del libro antes mencionado Tânia M. P. Müller y Lourenço Cardoso o, para Colombia, autoras como Vanessa Ortiz-Piedrahita (2018, 2020).

En castellano existe el término de blanquidad que puede ser elaborado como una categoría analítica con algunas ventajas sobre el de blanquitud. Nuestra propuesta es retomar el término de blanquidad para pensar las heterogéneas y contradictorias articulaciones de lo blanco como posición de sujeto y procesos de subjetivación en un sistema de diferencias en entramados de desigualdad que son siempre contextualmente producidas, experimentadas y disputadas. Así, entonces, blanquidad no se puede entender aisladamente, sino en su relación constitutiva con los otros términos como el de mesticidad o los de negridad y la indianidad.

En esta relacionalidad constitutiva, blanquidad (y a veces mesticidad) suele operar como el lugar de la «norma», de lo no nombrado, de lo no marcado. En los contextos que opera como la norma, aparece en un lugar de lo no cuestionado, de lo que se toma por sentado, de lo obviamente deseable. En varias formaciones nacionales de la alteridad (Briones, 2008), la blanquidad aparece como un asumido «nosotros mismo de la nación»[1]. En otras, la blanquidad es la idealidad de un «nosotros mismo de la nación» que se articula como una mesticidad. En cualquier caso, siempre contrasta con los «otros de la nación» (Segato, 2007), que suelen ser encarnados por indígenas y negros. En ciertos contextos, la mesticidad puede posar como blanquidad. En otros, definitivamente no puede hacerlo, ya que la mesticidad encarna el significante de la marca, de la falla, de la impuridad.

Sin duda, para las distintas escalas y momentos, las diferentes articulaciones de la blanquidad ameritan ser estudiadas empíricamente para trazar confluencias y contrastes. Se requieren estudios empíricamente orientados sobre cómo se da esta relacionalidad constitutiva de la blanquidad en escalas y tiempos determinados. En regiones como el Pacífico colombiano, por ejemplo, donde la gran mayoría de la población es negra, la blanquidad no se articula de la misma manera que en una región andina donde prime una población que «posa de blanca».

La blanquidad también supone un lugar de privilegio racial, no solo derivado del racismo estructural sino también uno asociado a no enfrentarse a prácticas de discriminación racial. En palabras de Eddo-Lodge

Y el privilegio blanco es la ausencia de las consecuencias negativas del racismo. La ausencia de discriminación estructural, la ausencia de que tu raza sea vista sobre todo y en primer lugar como un problema, la ausencia del premio al «menos probable que triunfe por su raza». Es la ausencia de miradas raras dirigidas a ti por estar en lo que los demás creen que es el lugar equivocado, la ausencia de expectativas culturales, la ausencia de violencia ejercida sobre tus ancestros por el color de su piel, la ausencia de una vida entera de sutiles marginaciones y alienaciones, de que te excluyan de la narrativa del ser humano. (Eddo-Lodge, 2018, pp.99-100)

Este privilegio no suele ser objeto de reflexión por quienes son sus beneficiarios más inmediatos. En América Latina en general y en Colombia en particular es fácil encontrarse con personas, muchas de ellas que posan de blancas (o de mestizas), que niegan con vehemencia la existencia del racismo y de los privilegios raciales. Afirman que el racismo no se corresponde con nuestras realidades ya que contrastan con las prácticas de segregación racial y el racismo de sociedades como la estadounidense (Wade, 2014).

En formaciones sociales como en Colombia, donde prima un racismo en desmentida (Hall, 2017) y una narrativa de una confluencia armoniosa del mestizaje, nos encontramos con una «blanquidad criolla» que se caracteriza por el contradictorio enunciado de posicionarse como «no realmente blancos» o «no del todo blancos», mientras que en la práctica usufructúan los privilegios de no aparecer marcados como negros o indios. Desde esta «blanquidad criolla», la apelación a contar con ancestros indígenas o africanos pretende cuestionar a quienes argumentan que las distinciones raciales operan como jerarquías desde las cuales la blanquidad aparece como paradigma de la adecuación moral y de la humanidad.

Esta «blanquidad criolla» es una de las fuentes más profundas de la negación del racismo y de sus imbricaciones con privilegios raciales, subsumiendo las explicaciones de la desigualdad social a asuntos como la clase social o a una falla/adecuación moral de los individuos. Le endosan así a la retórica de la meritocracia o al esfuerzo y sacrificio personal la riqueza de unos individuos para quienes sus marcaciones raciales, de clase, de género o de lugar son detalles menores. La desigualdad social es entendida desde los negacionistas del racismo y del privilegio racial como el resultado de la superación o el fracaso de los individuos, de adecuados o fallidos sujetos morales. Nada de privilegios raciales (ni de clase, ni de género, ni de lugar).

Esta negación del racismo y de los privilegios raciales se ve reforzada por el hecho de que gran parte de los estudios y debates sobre el racismo se refieren a los afrodescendientes como los sujetos racializados por antonomasia. De la misma manera las movilizaciones y luchas antirracistas también suelen ser concebidas desde estos sujetos racializados. Esto ha contribuido a mantener la ilusión de que blanco (o mestizo) no son categorías racializadas, que están por fuera o más allá de la racialización y del racismo.

Este gesto constituye el núcleo de una naturalizada supremacía blanca, que desconoce la contingencia y violencia que ha constituido la blanquidad como el paradigma de la humanidad, de la norma, de lo no marcado: «La supremacía blanca es más que la idea de que los blancos son superiores a las personas de color; es la premisa más profunda la que respalda esta idea: la definición de los blancos como la norma o estándar para los humanos, y las personas de color como una desviación de esa norma». (Diangelo, 2018, p.33).

Con el giro al multiculturalismo, al menos en Colombia, en las últimas décadas la negridad y la indianidad se han saturado con los discursos del diferencialismo cultural (Wade, 2011). El posicionamiento acrítico de esta modalidad de culturalismo ha supuesto que las marcaciones racializadas operen como incuestionables indicadores de inconmensurabilidades culturales esencializadas. Este esencialismo culturalista no contradice los supuestos del pensamiento racista, sino que lo fortalece. Pensar que afros e indígenas son categorías relevantes para englobar felizmente la diferencia cultural en contraste con mestizos y blancos es mantener una conceptualización que sospechosamente se asemeja a los términos con los que opera el pensamiento racial. Así, negro/afro, blanco, mestizo e indígena aparecen ante todo como diferencias culturales y no como marcaciones raciales. Se habla de la cultura negra o afro, indígena, blanca o mestiza, como si las diferencias culturales se correspondieran tersamente con las categorías del pensamiento racial. Negro o afro es una categoría racial, de la misma manera que lo es indio o indígena, mestizo o blanco.

De esta manera, consideramos que centrar los lentes investigativos sobre el privilegio racial y las distintas configuraciones de blanquidad en América Latina supone develar e intervenir no sólo sobre un «capital racial», sino también sobre un cúmulo de ventajas sistémicas que tienen las personas blancas en relación con personas no blancas; entendiendo dichas ventajas como un tipo de ausencia de sospechas y otro tipo de dimensiones negativas de las cuales son parte los sujetos producidos por el racismo y por un sistema de opresión no solo imperialista, sino también capitalista, patriarcal y occidental.

En conjunto, los once textos que comprenden esta entrega examinan e impulsan una serie de estudios empíricamente situados sobre la blanquidad y los privilegios raciales desde una polifonía de escalas temporales, conceptuales y espaciales, en aras de interrumpir las políticas del silencio que habilitan comodidades y complicidades en los ejercicios del poder en formaciones sociales racializadas como las latinoamericanas donde ha primado un racismo en desmentida. Así pues, los trabajos de Aidaluz Sánchez y Ricardo Amigo se enfocan en hacer una descripción conceptual de la blancura, la blanquitud y el blanqueamiento en el contexto latinoamericano. Siguiendo un corte de revisión bibliográfica, Sánchez hace unas diferenciaciones categóricas para entender los procesos de racialización y expone algunas condiciones, tensiones y disputas que han permeado la emergencia de un campo académico que indaga sobre la blanquitud en el contexto latinoamericano hispanohablante. Por su parte, Amigo propone una exploración alrededor de discursos y prácticas de la blanquidad que permitan desarrollar nuevas miradas sobre la ubicuidad del racismo y de las relaciones sociales racializadas en Chile. Para ello apuesta por varias vías de indagación que profundizan en el estudio de las blanquidades chilenas en diálogo con los whiteness studies anglosajones y con los debates sobre la blanquidad en América Latina.

Desde una mirada histórica los artículos de Natalia Cobo y Jairo Eduardo Jiménez interpelan las nociones de blanquidad en entramados y procesos sociales particulares que configuraron dinámicas de estratificación racial y dieron forma a experiencias históricas que, de alguna u otra forma, demarcan el presente. Por un lado, Cobo decide explorar entonces la relación entre el privilegio racial y la inteligencia en el marco del proceso de consolidación de un proyecto nacional en Colombia durante el siglo XIX argumentando que, en el contexto de un nuevo orden social, la inteligencia encubrió mediante la idea de un sistema meritocrático, los prejuicios raciales y legitimó la preeminencia de un grupo poblacional sobre el resto. Y por el otro lado, Jiménez propone un trabajo en el que demuestra cómo las ideas de blanquitud y diferencia colonial se manifestaron durante la incorporación de afrodescendientes novohispanos a los modelos defensivos de la Monarquía católica condicionando el acceso de pardos y morenos a estos cuerpos. Mediante estudios de caso provenientes de distintos archivos, el autor discute estrategias de blanqueamiento social utilizada por los afrodescendientes para ingresar a las milicias.

A partir de una aproximación etnográfica, este número introduce también los artículos de Santiago Pinzón Alvarado, Mateo Pazos y Gustavo Santana-Perlaza quienes desde el trabajo de campo develan otras formas a través de las cuales se ha operativizado la blanquidad en contextos muy específicos. Mientras Pinzón se pregunta por cómo opera la blanquidad masculina propia de las clases medias y altas bogotanas mediante una etnografía vivida en un colegio tradicional de Bogotá; Pazos propone unas reflexiones teóricas sobre algunas experiencias de hombres «blancos» en el Pacífico sur colombiano a través del análisis de dos grupos de hombres «blancos» que hacen presencia en la región y; por último, Santana-Perlaza, quien desde una apuesta autoetnográfica y situada en la ciudad de Cali, llama la atención sobre, primero, una lectura crítica de los privilegios raciales que agencian el racismo y segundo, sus repercusiones sobre los cuerpos racializados.

Ahora, en relación también con la ciudad de Cali, en Colombia, Verónica Cortés presenta una aproximación multiacentual del racismo, la blanquidad y los privilegios raciales como categorías en disputa durante la coyuntura del Paro Nacional 2021. Aquí la autora presenta la comprensión del racismo como una categoría analítica necesaria pero insuficiente y, en cambio, propone pensar en clave de blanquidad para abordar las experiencias de los privilegios raciales como ventajas que garantizan la desigualdad en una determinada coyuntura. Justamente en clave de pensar la blanquidad a partir de su instrumentalización de los privilegios raciales, Gisela Carlos Fregoso presenta en este dossier los hallazgos y las reflexiones críticas surgidas a partir de unos módulos que hicieron parte de un seminario sobre blanquedad en México y las Américas. Este artículo versa, entre muchas otras cosas, sobre cómo las personas blancas y mestizas son parte de las conversaciones antirracistas desde posicionamientos binarios los cuales contribuyen a discusiones «blancos vs no blancos».

Dando paso una mirada analítica novedosa, Berenice Vargas se pregunta por cómo se relaciona lo animal con lo racial o el supremacismo blanco-mestizo con el especismo y da pistas para responder esos interrogantes mediante el concepto de brujería zoológica (zoological witchcraft), propuesto por la afroestadounidense Aph Ko y nutrido por el permanente diálogo e intercambio con su hermana, Syl Ko. La apuesta de este articulo está en una lectura desde el Sur global con un enfoque multidimensional de la opresión, en aras de explorar otras herramientas conceptuales para problematizar la blanquidad. Finalmente, este número cuenta con el trabajo de Perla Massó Soler y Calixto Massó Bizet quienes indagan por las intersecciones entre etnoracialidad y religiosidad popular en Cuba y el lugar de la blanquidad en un contexto de prácticas religiosas que históricamente han estado asociadas a comunidades negras. A partir del análisis de lo afrocubano como un objeto teórico y cultural, cuestionan el fenómeno creciente de adscripción a las religiones afrocubanas por parte de personas que se consideran a sí mismas blancas.

Este volumen reúne entonces un grupo heterogéneo de investigadores e investigadoras cuyo trabajo alienta y propicia la reflexión y la discusión sobre nuevos y urgentes abordajes reflexivos y políticos relacionados con las blanquidades y los privilegios raciales en América Latina. Esperamos que la lectura de este número estimule e inspire nuevos debates y derroteros de trabajo que, en efecto, hagan notar la existencia de un sistema estructural que beneficia a unos a expensas de otros.

Referencias

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1Cuya exterioridad constitutiva es definida desde los «otros de la nación» (Segato, 2007).

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