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Tabula Rasa

versão impressa ISSN 1794-2489

Tabula Rasa  no.46 Bogotá abr./jun. 2023  Epub 26-Set-2023

https://doi.org/10.25058/20112742.n46.02 

Artículo de investigación

ESTRATOS SUMERGIDOS Y LA CONDICIÓN DEL CONOCIMIENTO EN AMÉRICA LATINA1,2

Submerged Strata and the Condition of Knowledge in Latin America

Estratos submersos e a condição do conhecimento na América Latina

1. Ph.D. in Latin American Literatures and Cultures, Yale University. Professor of Latin American Literature and Culture. Rice University, USA gisela.heffes@rice.edu


Resumen:

Este artículo rastrea la reciente emergencia de nuevas investigaciones en el campo de las humanidades ambientales, y evalúa dos importantes contribuciones a los debates que están marcando actualmente el rumbo de los estudios culturales en América Latina y el Caribe. En 2019 se publican Things with a History: Transcultural Materialism and the Literatures of Extraction in Contemporary Latin America, de Héctor Hoyos, y Allegories of the Anthropocene, de Elizabeth DeLoughrey. Si bien el alcance de estos dos trabajos varía en términos de las geografías regionales y/o nacionales que abarcan, como así también los autores y artistas que se analizan, ambas investigaciones cuestionan el binomio naturaleza/cultura -junto a otras dicotomías modernas- desde posturas y ángulos diferentes (y quizás hasta opuestos). Mientras Hoyos apela a una desalegorización (es decir, a una «literalización») de un número de obras importantes dentro del canon latinoamericano, DeLoughrey invita a reconsiderar la alegoría como una manera de simbolizar la «disyunción percibida entre los humanos y el planeta, entre nuestra “especie” y una “naturaleza” que es externa y dinámica».

Palabras clave: estudios culturales latinoamericanos y caribeños; humanidades ambientales; alegoría; nuevo materialismo; poscolonialidad.

Abstract:

The objective of this essay is to map the growing number of works that focus on the environmental humanities and to review two important contributions to the ongoing debates that are defining the direction of Latin American and Caribbean cultural studies. In 2019, Héctor Hoyos publishedThings with a History: Transcultural Materialism and the Literatures of Extraction in Contemporary Latin America, as Elizabeth DeLoughrey publishedAllegories of the Anthropocene. While the scope of these two works varies in terms of the regional and/or national geographies they cover, as well as the authors and artists they analyzes, both books attempt to contest the nature/culture binary - along with other Modern dichotomies - from very different (perhaps even opposite) positions and angles: while Hoyos calls for a de-allegorization (namely, a “literalization”) of several important Latin American works, DeLoughrey, on the other hand, invites us to reconsider allegory as a way of symbolizing the “perceived disjunction between humans and the planet, between our ‘species’ and a dynamic external ‘nature.’”

Keywords: Latin American and Caribbean cultural studies; environmental humanities; allegory; new materialism; postcoloniality.

Resumo:

Este ensaio rastreia o número crescente de pesquisas no campo das humanidades ambientais e avalia duas importantes contribuições para os debates que atualmente marcam o rumo dos estudos culturais na América Latina e no Caribe. Em 2019, Héctor Hoyos publicou Things with a History: Transcultural Materialism and the Literatures of Extraction in Contemporary Latin America, e Elizabeth DeLoughrey publicou Allegories of the Anthropocene. Mesmo que o alcance dos dois livros varie em termos das geografias regionais e/ou nacionais que abrangem, assim como dos autores e artistas que analisam, ambos os dois tentam questionar o binômio natureza/cultura - junto com outras dicotomias modernas - desde posturas e ângulos muito diferentes (talvez opostos). Enquanto Hoyos apela a uma desalegorização (isto é, a uma «literalização») de várias obras importantes do cânone latino-americano, DeLoughrey, convida a reconsiderar a alegoria como uma maneira de simbolizar a “disyunción percibida entre los humanos y el planeta, entre nuestra ‘especie’ y una ‘naturaleza’ que es externa y dinámica”.

Palavras-chave: estudos culturais latino-americanos e caribenhos; humanidades ambientais; alegoria; novo materialismo; pós-colonialidade.

La forma en que los distintos momentos históricos articulan la tensión entre los procesos de nombrar, describir y conocer, y el anonimato como condición primordial, constituye un estrato sumergido en la condición del saber. Matthew Fuller, “Anonymity” (2018, p. 42) .

En los últimos años ha habido un auge de publicaciones (libros académicos y no académicos, ensayos, artículos) y prácticas artísticas (performances, exhibiciones e instalaciones, intervenciones mediáticas, películas y documentales) que se sitúan en los intersticios entre los estudios culturales latinoamericanos y las humanidades ambientales. Este surgimiento, en rápida evolución, no es un proceso exclusivo de América Latina, por supuesto, sino que también está ocurriendo en otras partes del mundo. Pero esto no debería sorprendernos. Los rápidos cambios ecológicos y las transformaciones antropogénicas que los humanos estamos viviendo impregnan «cada palabra que escribimos, la comida que comemos y el aire que respiramos», como señala la historiadora del arte Susan Ballard (2021, p. 2) . Si bien el impacto sobrecogedor de esta crisis afecta a todas las personas en el planeta por igual, las repercusiones inmediatas de los riesgos ambientales que experimentan tanto las comunidades de color como las minorías sin representación, y en condición de vulnerabilidad, son marcadamente desproporcionadas; son estos grupos los que han estado -y siguen estando- al frente de los reclamos por una justicia ambiental.3 Vale aclarar, sin embargo, que sus escenarios de lucha no pertenecen exclusivamente al Norte Global, dado que han habido desde siempre «innumerables formas de conciencia, práctica y movilización ambiental» en gran parte del mundo, aun cuando hayan sido invisibles a los ojos de Occidente (Carruthers, 2008, p. 1 ). Para estas comunidades, muchas veces al límite de la extinción, la capacidad de conectarse y tener acceso a una tierra saludable es justamente lo que les permite prosperar y persistir. Un ejemplo conocido es el de los más de 15.000 habitantes Cofán que viven en la frontera amazónica entre Ecuador y Colombia, donde 18.500 millones de galones de petróleo derramados por Texaco y cientos de otros derrames causados por PetroEcuador han reducido la población actual «a unos pocos cientos» (Anderson, 2021, p. 210 ).

Los estudios culturales latinoamericanos y caribeños han sido testigos del crecimiento y consolidación de la crítica ambiental, pero también del surgimiento de una constelación de trabajos que han fomentado el desarrollo de nuevas prácticas y enfoques dentro de este campo. Cada uno de estos trabajos, desde sus propios métodos y técnicas, operan desde diferentes marcos teóricos y críticos, desplazando el rumbo epistemológico del campo y estableciendo así nuevas áreas de estudio, y/o potenciando su reformulación. Estos enfoques críticos y teóricos, además, han estado marcados por varios «giros» (desde el giro afectivo, el giro espacial, el giro poshegemónico, el giro ontológico, el giro hacia los estudios indígenas, el giro material, etc.). Así, algunas de las propuestas más recientes se sitúan en el giro vegetal y los estudios críticos de plantas (Gagliano, Ryan & Vieira, 2017; Wylie, 2020); estudios sobre las intersecciones del paisaje, el extractivismo y los legados de la colonización (Andermann, Blackmore & Carrillo Morell, 2018); trabajos sobre las nociones heterogéneas del paisaje (Briceño & Coronado, 2019); la descolonización de la ciencia, el conocimiento y la naturaleza (Page, 2021); el posthumanismo y los límites de lo humano (Bollington & Merchant, 2020; Fornoff & Heffes, 2021); las geografías imaginarias y construcciones de Estados-nación en relación a los trópicos (Martínez-Pinzón, 2016); las reconfiguraciones del canon latinoamericano (French & Heffes 2021); la interacción entre textos y contextos durante el período del desarrollismo (Saramago, 2021); las contralecturas literarias de la Amazonía (Smith, 2021); el extractivismo y la búsqueda de El Dorado (Rogers, 2019); el materialismo transcultural (Hoyos, 2019); las ecologías líquidas (Blackmore & Gómez, 2020); la «tideléctica» (DeLoughrey, 2019; DeLoughrey & Flores, 2020); y la violencia lenta (Kressner, Mutis & Pettinaroli, 2020). También han surgido propuestas novedosas que siguen transversalmente las preocupaciones del nuevo materialismo, la crítica indígena y poscolonial, los estudios animales y la ecología queer.

La reconfiguración de los conceptos, estructuras y perspectivas que han ordenado, clasificado y sistematizado el estudio de la cultura latinoamericana y caribeña amplió lo que entendemos por un texto literario, o una obra de arte o cinematográfica. Estas reconfiguraciones recientes, a su vez, determinarán cómo entendemos la producción literaria/cultural contemporánea, así como las maneras en que podemos revisar o releer el canon artístico o literario buscando nuevos entendimientos.

Descentrando el Antropos

Como investigadora en el campo de los estudios latinoamericanos, mi trabajo se ha valido de los conceptos y debates más vitales que estructuran, en el presente, la exploración y análisis más relevantes dentro de los estudios ambientales -incluidas las humanidades ambientales- para examinar cómo, a partir del término «medio ambiente», es posible cuestionar las «relaciones de poder, agenciamiento y responsabilidad con respecto a los entornos humanos y no humanos» (Harcourt & Escobar, 2005, en Harcourt, 2016, p. 161). La crisis antropogénica demanda una revisión del rol que han jugado las políticas, economías y culturas extractivas en los ecosistemas actuales. Urge también una reflexión innovadora capaz de capturar los cambios geológicos provocados por la gran escala y magnitud de las acciones humanas, especialmente aquellas inducidas por unos pocos. Durante mucho tiempo, la región geopolítica de América Latina ha ofrecido un repositorio ancestral de lo viviente, así como una plataforma experimental desde la cual cuestionar y desafiar las ontologías y epistemologías hegemónicas propias del pensamiento occidental. Con esto me refiero a las diferentes «variedades del pensamiento ambiental latinoamericano que se evidencian hoy», tales como las ontologías amerindias, los imaginarios populares-nacionales, las sincréticas prácticas culturales afrolatinas, entre otras, las cuales poseen genealogías que pueden mapearse incluso hasta el pasado precolombino (French & Heffes, 2021, p. 3 ). Dos ejemplos recientes son, primero, el surgimiento político de la indigeneidad, que, de acuerdo a la antropóloga peruana Marisol de la Cadena, «desafía la separación entre naturaleza y cultura, la cual sustenta la noción predominante de política y el contrato social en el que ésta se basa» (French & Heffes, 2021, p. 13); y, segundo, la consideración que hacen Eduardo Gudynas y otros intelectuales -indígenas y no indígenas por igual- de asignarle a la naturaleza un valor intrínseco, junto con un reconocimiento más amplio de la Naturaleza como portadora de derechos -es decir, como sujeto de derechos- impulsado, esto último, a partir de la incorporación de los derechos de la naturaleza en el marco de la constitución ecuatoriana (French & Heffes, 2021, p. 13).

Al atender a las emergencias actuales -en su doble sentido semántico de emergencia y latencia-, los estudios culturales latinoamericanos y caribeños han abierto un espacio productivo para la crítica cultural, el cual se nutre de nuevos marcos teóricos tales como el pensamiento ambientalista y la ecocrítica -a saber, los estudios enfocados en la relación entre las obras literarias, artísticas y culturales, y el entorno físico -, los nuevos materialismos (o neomaterialismos) -la crítica al ideal humanista del «Hombre» como representante universal de lo humano -, y el posantropocentrismo -la crítica a las jerarquías entre especies que promueve el igualitarismo biocentrado e impulsa nuevas formas de conocimiento y comprensión del conocimiento encarnado y su relación con el ser y estar en el mundo (Fornoff & Heffes, 2021). Sin embargo, como sugieren Rosi Braidotti y Maria Hlavajova, «la conciencia de un sentido colectivo de responsabilidad ecológica, social y afectiva» puede (o no) renovar el sentido de la «agencia ética y la conciencia política» (2018, p. 4). Por supuesto, existen controversias detrás del uso del término Antropos y, por extensión, el Antropoceno -mucho se ha dicho sobre la inadecuación de este último. En la esclarecedora mesa redonda de 2014, titulada «Los antropólogos hablan: sobre el Antropoceno», Haraway et al. discuten el concepto (entonces) embrionario de Antropoceno, captando varias de estas tensiones: «¿El Antropoceno implica un llamado importante para un nuevo tipo de práctica política y modo de comprensión, o es una palabra política de moda? ¿Los estudios sobre el Antropoceno apuntan a una genuina colaboración interdisciplinaria, o sostienen jerarquías convencionales de conocimiento y poder? ¿Cuáles son, en suma, las trampas y posibilidades del Antropoceno?» (Haraway et al., 2016).

De interés particular ha sido el surgimiento de publicaciones académicas que analizan detenidamente obras literarias y artísticas con el objetivo de reexaminar lecturas convencionales. Algunos de estos trabajos proponen un tipo de lectura que intente desestabilizar lo humano y por lo tanto descentrar el Antropos. Dicho de otro modo, son trabajos que «exigen una redefinición radical de la relación entre los seres humanos y la naturaleza» (Emmett & Nye, 2017, p. 140 ). Estos enfoques, desarrollados a través de una pluralidad de métodos, resuenan con lo que David Naguib Pellow definió como la «pregunta, poco examinada, acerca de la prescindibilidad de las poblaciones humanas y no humanas» las que enfrentan amenazas culturales y socioecológicas por parte «de los Estados, las industrias y otras fuerzas económico-políticas» (2018, p. 14).

A la luz de este contexto amplio, el presente artículo revisa dos importantes contribuciones a los debates que actualmente están definiendo la dirección de los estudios culturales de América Latina y el Caribe junto al creciente número de trabajos que se enfocan en el campo de las humanidades ambientales. Estos son los libros Things with a History: Transcultural Materialism and the Literatures of Extraction in Contemporary Latin America de Héctor Hoyos, y Allegories of the Anthropocene de Elizabeth DeLoughrey, ambos publicados en 2019. Si bien el alcance de estos trabajos varía en términos de las geografías regionales y/o nacionales que abarcan, así como los autores y artistas que analizan, ambos intentan cuestionar el binomio naturaleza/cultura -junto a otras dicotomías modernas- desde posiciones y ángulos divergentes (quizás incluso opuestos). Mientras Hoyos propone una desalegorización (es decir, una «literalización») de varias obras importantes dentro del canon latinoamericano, DeLoughrey invita a reconsiderar la alegoría como una forma de simbolizar la «disyunción percibida entre los humanos y el planeta, entre nuestra “especie” y una “naturaleza” que es dinámica y externa» (2019, p. 4).

Cosas con historia

El libro de Hoyos trata sobre el lenguaje lidiando con transformaciones materiales. Así, intenta demostrar que la ficción latinoamericana contemporánea no solo refleja esta transformación material, sino que también «enriquece nuestra comprensión de ella y desafía el statu quo que la sustenta» (2019, p. 2). Por contemporánea, Hoyos se refiere a América Latina después de 1989, un período que ha atestiguado una transformación «sísmica» en nuestra relación con los objetos (2019, p. 1). América Latina es, sugiere Hoyos, un sitio privilegiado para teorizar sobre nuestro tiempo «inestable» debido a su capacidad literaria y cultural para cuestionar el proceso de globalización. De ahí que el libro desarrolle una noción de «materialismo transcultural», un fenómeno que no es exclusivo de América Latina, pero que sí se ha gestado en las intersecciones de su propia historia intelectual y literaria. Como ocurre con otros materialismos, el materialismo transcultural atiende al cuerpo, y se centra no sólo en lo tangible, sino que, en cierta medida, en el pragmatismo pues, según afirma, «todos los materialismos se oponen al idealismo» (2019, p. 3).

En cuanto a la definición de transcultural, el libro sostiene que se trata de una «praxis intelectual» -más que de una «doctrina filosófica»- cuya justificación existencial es la crítica al extractivismo. Este último es aquí entendido como la explotación tanto de la naturaleza como del trabajo (Hoyos, 2019, p. 3 ). Dadas las características del extractivismo -especialmente en América Latina- en tanto procedimiento histórico y estructural entre el Norte Global y el Sur Global, este mecanismo extractivo y explotador se conecta con los «desequilibrios comerciales que impactan el entorno natural, y el uso desproporcionado de recursos naturales por parte de ciertos países durante largos períodos de tiempo» (French & Heffes 2021, p. 336 ). Este uso que hace Hoyos del término se extiende a través de espacios y esferas (naturales y urbanos; económicos y políticos; literarios y culturales), y dialoga con el trabajo de Macarena Gómez-Barris al concebir el extractivismo como un «robo» a los territorios indígenas y afrodescendientes (2017, p. xviii). Más aún, Things with a History examina un corpus de obras literarias que operan contra el extractivismo al articular la historia natural y humana de una manera innovativa y estimulante. Este trabajo crítico sostiene que las obras analizadas a lo largo del libro intervienen, principalmente, en el lenguaje y la narrativa, no solo como un modo de componer los efectos del extractivismo sino, más importante -y quizás de manera más ingeniosa-, como un «lugar para la acción político-ecológica» (Hoyos, 2019, p. 3). El prefijo «trans-» se emplea para indicar que las historias examinadas en el estudio a menudo involucran a comunidades en conflicto; también designa un aparato conceptual que se extiende más allá de la cultura al atender a su supuesto «otro»: la naturaleza (Hoyos, 2019, p. 3). Si bien tanto la cultura como la naturaleza se encuentran comprendidas en la noción de lo transcultural como un ensamble -en lugar del binario antinómico heredado del pensamiento occidental-, aquí la cultura también es considerada como un asunto «concreto»; es decir, como materia misma. Para demostrar este razonamiento, Hoyos recurre a un ejemplo que evoca la asociación entre cultura y su palpable raíz etimológica. En latín cultura significa «cultivo» (sustantivo); el verbo deriva del obsoleto francés culturer o del latín medieval culturare, ambos basados en el latín colere «cuidar, cultivar» (Oxford Dictionary).4 No es coincidencia entonces que Hoyos recurra a la comida y la nutrición para sostener su argumento sobre el papel que juega el lenguaje literario en la regeneración del ya desgastado vínculo entre humanos y no humanos. Y si esta operación tiene ramificaciones políticas en una forma «tradicional», el alcance de la política se extiende ahora a lo no humano. Por esto mismo, Things with a History busca señalar la pertinencia del nuevo materialismo en el pensamiento latinoamericano a través de una «triangulación» que, a modo de tercera pata, incorpore la literatura universal. Lo que es posible demostrar porque, como es previsible, «un rico corpus y sus referentes tangibles lo sustentan» (Hoyos, 2019, p. 6; énfasis mío). Lo tangible del lenguaje se encuentra en el primer plano de este estudio: el lenguaje es material, nos recuerda Hoyos inspirándose en Walter Benjamin, Hayden White, Fernando Ortiz y Antonio José Ponte, entre otros. El seminal Contrapunteo cubano del tabaco y el azúcar (1940) de Ortiz, en particular, funciona, para Hoyos, como un precedente paradigmático para la reexaminación de la literatura latinoamericana contemporánea en su encrucijada con el materialismo histórico y los nuevos materialismos.5 En el célebre estudio de Ortiz, el materialismo transcultural se manifiesta, siguiendo esta tesis, a través de una modalidad narrativa donde confluyen tanto el contrafetichismo «de la mercancía» como los «relatos de larga duración sobre la agencia de los objetos» (Hoyos, 2019, p. 13). El punto central en la revisión del Contrapunteo cubano del tabaco y el azúcar es afirmar que ambos cultivos no pueden simplemente «reducirse a alegorías sobre el socialismo o el capitalismo, o a representar dos culturas cuya unión desesencializada Ortiz supuestamente se dedicó a celebrar» (Hoyos, 2019, p. 59). A diferencia de las interpretaciones previas de la obra de Ortiz, Hoyos trabaja a partir de la idea de la desalegorización, específicamente, una «literalización» del libro, el cual es, según su planteo, un importante estudio sobre plantas «que también son bienes» (Hoyos, 2019, p. 10).

Al examinar estos organismos en su devenir a través de los «límites disciplinarios y epistemológicos», Ortiz se incorpora al rango de «precursor» del nuevo materialismo (Hoyos, 2019, p. 10 ). Pero lo más importante para esta discusión es la comprensión de que las figuras retóricas -esto es, la metáfora, la metonimia, la alegoría- y los recursos literarios en general operan como un «suplemento», pues tanto la «deducción como la inferencia» de aquello que nos cuesta enfrentar nos obligará a reevaluar por completo el lugar que ocupamos dentro del mundo material. En diálogo con los trabajos de Jane Bennett y Bruno Latour sobre ciencia, política y materia vibrante -por citar a dos de los principales interlocutores- el libro explora una amplia gama de narrativas y autores contemporáneos, tales como José Lezama Lima (Cuba), Ariel Magnus y César Aira (Argentina), Blanca Wiethüchter (Bolivia), Roberto Bolaño y Alejandro Zambra (Chile), y Karl Ove Knausgård (Noruega). Este último es evocado por Hoyos para demostrar que una crítica del neoextractivismo se origina en América Latina pero tiene implicaciones y ramificaciones en la literatura mundial. Al abordar las figuraciones del giro material contemporáneo en la producción cultural latinoamericana reciente, como así también sus modalidades operativas, a través de «reapropiaciones de la materia prima, el hiperfetichismo, la crítica de la ideología digital, la historiografía literaria centrada en el objeto y el geologismo», el libro expone cómo estos diferentes hilos argumentativos cuestionan diversos aspectos de un sistema económico mundial que desde la extracción hasta el consumo.6 Esta reapropiación exhibe el flujo continuo entre los agentes humanos y no humanos -incluyendo la narrativa-, un ensamblaje que resuena con la noción de transcorporeidad formulada por Stacy Alaimo (curiosamente ausente en este estudio), una posibilidad ética y política que emerge de la zona de contacto literal entre la corporeidad humana y la naturaleza más que humana, y en la que lo «humano está siempre entrelazado con el mundo más que humano», subrayando hasta qué punto la «sustancia de lo humano es en última instancia inseparable del “medio ambiente”» (2010, p. 2). Al calificar este proceso como «extractivismo enajenado», Things with a History intenta atraer ciertas externalidades -tales como las vidas inorgánicas que se encuentran enraizadas de manera permanente en las transacciones (biológicas y económicas) cotidianas- a la convergencia de «una política literaria de lo inorgánico a escala global» (Hoyos, 2019, p. 36). Quizás la novedad de este estudio sea que, a diferencia de Bennet o Latour, Things with a History enfatiza la necesidad de adoptar el materialismo histórico al articular una polinización cruzada que reformule el materialismo tradicional y a su vez adopte los nuevos materialismos.

Alegorías del Antropoceno

El libro de Hoyos parte de la propuesta «amoderna» de Latour, la cual sugiere que nunca hemos sido modernos, y a la luz de este marco teórico examina narrativas híbridas que desafían la separación moderna entre naturaleza y cultura. Allegories of the Anthropocene, de Elizabeth DeLoughrey, toma una ruta diferente. Aquí, la alegoría se ha «revitalizado y reinventado» para exponer un conjunto de desconexiones aparentes que confronta a los humanos con el planeta, y a las especies con una supuesta naturaleza externa (DeLoughrey, 2019, p. 4). Se trata de una aparente ruptura que opera tanto a nivel espacial como temporal, dado que afrontar el Antropoceno significa reflexionar sobre el «tiempo geológico profundo del planeta» así como «el futuro del ser humano como especie» (DeLoughrey, 2019, p. 4). Siguiendo este razonamiento, la alegoría resulta adecuada, más que como tropo retórico, como la «animación de figuras universalizantes como el planeta, las especies, la naturaleza y el ser humano en la narrativa, y por lo tanto en el espacio y el tiempo» (DeLoughrey, 2019, p. 5). Esto explicaría, según DeLoughrey, el reciente surgimiento de la representación alegórica en la literatura, el cine y las artes visuales: la alegoría «escenifica otros mundos con el fin de trazar paralelismos y disyunciones entre el presente y un futuro a menudo distópico» (2019, p. 5).7

El resurgimiento de las alegorías no es fortuito. Son, por encima de otras figuras retóricas, dispositivos literarios eficaces para encarnar tanto las «relaciones históricas como escalares» en un momento de crisis planetaria (2019, p. 5). Pero esto no debería sorprender pues, como sugiere DeLoughrey, la alegoría es conocida por su «incrustación en la historia (tiempo), su construcción de un sistema-mundo (espacio) y sus prácticas de significación en las que lo particular representa lo general y lo general es lo local para lo global» (2019, p. 5). En lugar del «nunca hemos sido modernos» que Hoyos refrenda, siguiendo el célebre dictum de Latour, la posición poscolonial de DeLoughrey coincide en su trabajo con el pronunciamiento de Joni Adamson y otros académicos enfocados en los estudios indígenas, quienes sostienen que, de hecho, nunca hemos sido Antropos. Esta afirmación se remonta sin duda a la discusión en torno a nuestro rol en la apremiante y desordenada situación presente y, aún más importante, sobre cuáles son los términos más adecuados para generar, como señala Stephanie Malin siguiendo a Kyle Powys Whyte, claras advertencias de que «el colonialismo, luego capitalismo e industrialización, y luego neoliberalismo: todas estas son variaciones del colonialismo y la expulsión forzosa de pueblos indígenas, africanos y nativos de sus tierras ancestrales y formas de vida que han pavimentado el camino para la distopía definitiva, la cual algunos grupos han estado enfrentando de diferentes maneras durante siglos» (Malin, 2021, p. 6). Es innegable que la noción de Antropoceno no logra transmitir de manera adecuada los problemas ambientales contemporáneos de nuestra realidad y que la responsabilidad por lo tanto no obedece a la humanidad con una «brocha gorda». Por el contrario, es la forma en que se ha permitido que ciertos «sistemas creados por los humanos (como la economía capitalista, las industrias y tecnologías de combustibles fósiles, la producción desenfrenada de plásticos y productos químicos) cobraran vida propia» (Malin, 2021, p. 15). Y si bien el debate inacabado sobre el término que capte de forma más acertada la distribución desigual de, básicamente, las responsabilidades -desde el Antropoceno (Crutzen & Stoermer, 2000), hasta el Capitaloceno (Moore, 2016), Plantacionceno (Haraway, 2015), Econoceno (Norgaard, 2013), Tecnosceno (Hornborg, 2015), Antrobsceno (Parikka, 2015; Ernstson & Swyngedouw, 2019), Mantroposceno (Raworth, 2014; Di Chiro, 2017) y el Basurasceno8 (Armiero & De Angelis, 2017, p. 6 )- consiste en una preocupación legítima, es difícil evaluar hasta qué punto proporciona un método efectivo para prevenir un final potencialmente catastrófico. Tiene razón DeLoughrey al insistir en que la condición «sinecdóquica» del cambio climático «antropogénico» se detecta en aquellas «expresiones que parecen ignorar que la crisis es el resultado de las actividades de una poderosa minoría» (2019, p. 15).

Allegories aborda las culturas literarias y visuales del Caribe y las islas del Pacífico a través de «cinco constelaciones» que «originan o encapsulan el cambio climático global»: estas son, en pocas palabras, la plantación (agricultura), la radiación (militarismo), los desechos (globalización), el océano (aumento del nivel marítimo) e isla (mundo) (2019, p. 8). Partiendo de la noción de alegoría planteada por Walter Benjamin, DeLoughrey sugiere que los trabajos sobre el Antropoceno recurren a la noción de «declive», representada por las ruinas. Tanto la teorización de Benjamin como el discurso sobre el Antropoceno señalan una «disyunción entre los humanos (historia) y el planeta (naturaleza)» las que se espera, en su conjunto, que disminuyan y, así pues, ambos ofrecen especulaciones alegóricas acerca del futuro (2019, p. 6). Reconocer esta disyunción aparentemente novedosa significa, para DeLoughrey, identificar la crisis de la modernidad ecológica en la que la alegoría aparece como uno de sus «registros narrativos primarios» (2019, p. 6). La alegoría, como «la-parte-por-el-todo», funciona como un esquema cuya dinámica recae sobre la antítesis entre lo global y lo local, la Tierra y la isla, la totalidad y el fragmento. De ahí que el tropo de la isla resulte eficaz en tanto una «poderosa constelación para pensar alegóricamente» (DeLoughrey, 2019, p. 6). Es en estas dinámicas, es decir, en los intersticios desatados por los contrastes entre el todo y la parte, donde emergen las alegorías del Antropoceno. De hecho, podemos captar los contornos de estas grietas al examinar la historia de los «sistemas climáticos a pequeña escala, como las islas» en los «textos y contextos isleños poscoloniales» contemporáneos, y como una manera de enlazar el discurso intangible del Antropoceno con historias y lugares específicos (DeLoughrey, 2019, p. 7). Más aún, de acuerdo con DeLoughrey, «narrativizar la relación entre el ser humano y la naturaleza más-que-humana» se encuentra en el centro mismo de las preocupaciones por llevar el «discurso teórico del Norte global hacia un diálogo con las comunidades que enfrentan los efectos del cambio climático actual y sus sobrevivientes históricos» (2019, p. 6). Organizado en torno a estos momentos de ruptura, Allegories recurre a la noción de constelaciones de Benjamin, conforme marcan puntos de inflexión planetarios que dan forma, de manera simultánea, a la estructura del libro. Un aspecto distintivo de Allegories es su capacidad metodológica para explorar diferentes marcos de alegoresis, una figura que permite un pensamiento fluido acerca de los regímenes de violencia y que cuestiona, a su vez, los discursos coloniales ubicados dentro de los límites de las narrativas teleológicas que han definido tanto el espacio como el tiempo moderno. La alegoría, entonces, como vehículo para interrogar de forma dialéctica a través de un método que «pone en primer plano la ruptura en tanto herramienta de análisis para explorar una constelación de diferentes formas alegóricas que glosan la percibida disyunción entre lo humano y lo no humano desde nuestro lugar terrestre» (DeLoughrey, 2019, p. 9). Operan, también, como modo de estructurar el libro, el que se basa en el uso de técnicas alegóricas de disyunción dentro y entre capítulos, desafiando el «telos o desarrollo narrativo» (DeLoughrey, 2019, p. 9).

Desplazamiento epistemológico, persistencia y recurrencia

Al igual que Things with a History, Allegories se centra en el Sur Global. Por medio de diferentes metodologías y perspectivas, el uno llama a desalegorizar, y el otro a realegorizar. Hoyos se enfoca por completo en un «relato más amplio de los hechos de la literatura a escala global» (2019, p. 109), mientras que DeLoughrey en «lugares encarnados y memorias comunitarias» (2019, p. 176) . La discusión sobre el Antropoceno está deliberadamente ausente en la obra de Hoyos; DeLoughrey, en cambio, la convierte en su principal objeto de estudio. Sin embargo, hay en Allegories una clara distinción entre los discursos del Antropoceno y los del cambio climático global, sugiriendo que ambos pueden ser mutuamente ininteligibles. En correlación con la disyunción entre el discurso humano/historia y planeta/naturaleza, el primero aborda «la salinización de cultivos esenciales y del suministro de agua, la migración, la cultura, la tierra, los ancestros y los niños» mientras que el segundo se ocupa «de especies, historia, temporalidad, modernidad y occidente». En un sentido amplio, mientras que el discurso sobre el cambio climático se preocupa por el lugar y la comunidad, el discurso del Antropoceno atiende a las modalidades del tiempo y el espacio abstracto (DeLoughrey, 2019, p. 176). Por eso DeLoughrey apela, desde un principio, y haciéndose eco del trabajo de Dipesh Chakrabarty, a provincializar el «discurso universalizador de Europa» (2019, p. 2). Things with a History, por su parte, se enfoca menos en la disyunción y ruptura y más en lo continuo. El libro retoma Contrapunteo cubano del tabaco y el azúcar para postular que «debería leerse como si se estuviera en presencia de las plantas de caña de azúcar y de tabaco» (Hoyos, 2019, p. 10). La noción de «transculturación» de Ortiz es aquí reexaminada no sólo como una «praxis narrativa» -más que una «noción abstracta»- sino, más importante aún, como base material para la cultura: en otras palabras, el azúcar y el tabaco «son parte de la naturaleza, de igual modo que son parte de la economía, y es posible seguir las formas en que, según parece, entran y salen de la cultura, ese reino supuestamente separado» (Hoyos, 2019, p. 32). O es posible reconocer, como lo hace Ortiz, el continuum y recurrir a la narrativa para identificar su «devenir» a lo largo de los perímetros que dividen disciplinas y epistemologías. Este continuo se remonta a la afirmación, en Things with a History, de que el libro es fundamentalmente sobre la historiografía literaria latinoamericana y mundial (2019, p. 32). Resulta interesante, así pues, que mientras Hoyos se embarca en un viaje que parte de las partículas más íntimas de la materia (a través de la teoría cuántica) para trazar continuidades entre naciones y continentes, DeLoughrey, en cambio, parte en Allegories de la noción abstracta de Antropoceno (como lo sugiere el título) para rastrear alegorías locales como la alegoría del suelo, donde Wilson Harris, entre otros escritores caribeños, «excava lo local en busca de un modelo de forma literaria que refleje la complejidad de las raíces caribeñas con mayor precisión» (2019, p. 45).

Aunque de manera dispar, es claro que los dos estudios establecen una suerte de conversación. Quizás lo más urgente y apremiante, para los fines de este artículo, es el interrogante siguiente: ¿hasta qué punto estas perspectivas configuran el surgimiento de nuevos conceptos a su vez que ofrecen un marco teórico para los estudios latinoamericanos, caribeños, latinx y -de manera más general- las humanidades ambientales? Me gustaría proponer que estos estudios desplazan el campo en diferentes direcciones al entablar conversaciones y diálogos interdisciplinarios que, al mismo tiempo, se mantienen fieles a sus campos de origen. Things with a History tuerce el rumbo de lo que hasta ahora han hecho algunos investigadores latinoamericanos que trabajan la literatura mundial como Mariano Siskind, Gesine Müller, Ignacio Sánchez Prado, Jorge Locane y Benjamin Loy. Aun así, amplía el alcance de las humanidades ambientales dentro del ya extenso campo de los estudios latinoamericanos. El libro propone un desplazamiento epistemológico en nuestra comprensión de la narrativa, la narración y las palabras; un cambio que nos permite revisar, como lo hace Hoyos, obras culturales latinoamericanas tanto canónicas como no canónicas. Se alinea con otras publicaciones recientes que plantean nuevas aproximaciones a la noción de la subjetividad, como proponen Bollington & Merchant (2020) y French & Heffes (2021) ; y contribuye además al naciente campo del nuevo materialismo en los estudios culturales latinoamericanos. En suma, un aspecto destacable de Things with a History es su capacidad para articular una nueva teoría materialista en la literatura, la cual cruza y conecta diversos campos, como el ecomaterialismo y las humanidades ambientales y, en su proceso mismo, los redefine.

Por su parte, Allegories of the Anthropocene amplía el campo de los estudios poscoloniales y sobre el Antropoceno, los cuales ya habían sido impulsados por DeLoughrey en trabajos previos como Caribbean Literature and the Environment (editado con Gosson y Handley, 2005), Postcolonial Ecologies: Literatures of the Environment (editado con Handley, 2011), Global Ecologies and the Environmental Humanities: Postcolonial Approaches (editado con Carrigan y Didur, 2015) , y su trabajo monográfíco Routes and Roots: Navigating Caribbean and Pacific Island Literatures (2007). En un artículo reciente escrito junto a Tatiana Flores (2020), propone el concepto de «tideléctica», término tomado del poeta Kamau Brathwaite, como un método que involucra una amplia gama de experiencias y representaciones del cuerpo sumergido al considerar que el océano puede ser comprendido de una manera planetaria como así también local. Partiendo de una producción propia de los estudios postcoloniales y caribeños, este artículo aborda asimismo trabajos dentro del campo de las humanidades ambientales, la ecocrítica material y las «ecologías líquidas», tal como lo formulan Blackmore & Gómez (2020).

A modo de conclusión

Una pregunta crucial que atraviesa este artículo es si los trabajos de investigación aquí revisados pueden renovar epistemologías ya establecidas -muchas veces no actualizadas-. Los dos libros examinados aquí abordan el conocimiento como diferentes materializaciones. En el libro de DeLoughrey, por ejemplo, el conocimiento es una producción que se expresa a través de un «arraigo fenomenológico de lo humano dentro de un paisaje activo, un diálogo con la naturaleza no humana (y por lo tanto con el espacio/tiempo)» (2019, p. 46). Hoyos, por otro lado, retoma la advertencia de Latour sobre «la incapacidad de pensar juntos lo humano y lo no humano, o de articular preocupaciones globales y locales», y sugiere que, ante la crisis ecológica contemporánea, «necesitamos reparar la fractura entre el “saber de las cosas” y las “políticas de poder y humanas”» (23). Sin embargo, ninguno de los dos autores aborda directamente el interrogante respecto al impacto que el trabajo investigativo puede tener más allá de las instituciones académicas/culturales. En otras palabras, si estas últimas operan como centros de producción de conocimiento y carecen, muy a menudo, de compromisos reales con la esfera pública, ¿cómo podemos desplazarnos más allá del ámbito de la «cultura» y redistribuir las jerarquías de poder de tal modo que desistamos de reproducir aquellos mecanismos estructurales que se sitúan en el centro mismo de la disputa?

En un breve artículo sobre el anonimato, publicado en el Posthuman Glossary (editado por Rosi Braidotti y Maria Hlavajova), Matthew Fuller define esta condición como «primordial» ya que constituye un «estrato sumergido de la condición del conocimiento» (2018, p. 42). Ya sea un diminuto grano dentro de la materia interna de una roca o las minúsculas «pero medibles cantidades de radionúclidos artificiales» -como lo describen Jan Zalasiewicz, Mark Williams, Will Steffen y Paul Crutzen- estas partículas anónimas pueden tener un efecto en nuestro vidas, cuerpos y entornos (DeLoughrey, 2019, p. 69 ). Estos últimos, por ejemplo, son el subproducto del «impacto global y atmosférico de las pruebas de armas nucleares», cuyos efectos han sido medidos geológica, biológica y socialmente como un pequeño, pero con frecuencia devastador cambio «en todos los cuerpos y espacios del planeta -desde los polos hasta el océano más profundo-», y que son analizados por DeLoughrey en su relación directa con el militarismo, las armas nucleares y el surgimiento de la ecología como disciplina académica (2019, p. 69). El anonimato también podría informar «momentos de articulación en los que las propiedades materiales inmanentes son trazadas o codificadas a través del lenguaje», como sugiere Hoyos (2019, p. 223) . El anonimato es importante porque encapsula los estratos sumergidos de la materia anónima, aquella que define una condición de conocimiento indisociable de su alcance potencial. Para Fuller, es también el «espacio en el que tiene lugar gran parte de la vida y que, históricamente hablando, se ha desplegado»; es por lo tanto, el espacio de evolución y el «surgimiento de la vida en medio de las interacciones de millones de entidades sin nombre» (2018, p. 42). Si bien puede parecer paradójico, dentro de los marcos de la espacialidad y la temporalidad, el anonimato puede ofrecer un discurso opuesto al de los hiperobjetos de Tim Morton, ya que hace visible la invisibilidad de las «entidades sin nombre». Y esto es, precisamente, lo que consiguen estos dos trabajos: aprehender lo inasible. De igual modo, ambos atienden al ensamblaje naturalezacultura, entendiendo este último concepto como una síntesis de naturaleza y cultura que reconoce su «inseparabilidad en las relaciones ecológicas que se forman tanto biofísicas como socialmente» (Haraway, 2003, citado en Malone & Ovenden, 2016). Partiendo de la preocupación académica por los dualismos profundamente arraigados en las tradiciones intelectuales de las ciencias y las humanidades (por ejemplo, el de humano/animal; naturaleza/cultura), urge hallar un compromiso mayor e intentar reestructurar las dinámicas actuales del saber para producir, de este modo, un «cambio más profundo en la organización de las prácticas de conocimiento», como sugieren Emmett & Nye (2017). Asimismo, es necesario una reorganización epistemológica que agite los marcos de referencia y fundamentos institucionales, y transformar muchas de las proposiciones aún arraigadas en la manera en que se configura el trabajo académico: un desplazamiento en donde prospere un «nosotros» -en mayor medida que un «Yo»-, con mayúscula-, y donde el anonimato sea equivalente a los esfuerzos e iniciativas comunitarias que desestabilizan las nociones de individualidad, masculinidad y patriarcado. Entonces, tal vez, habrá un cambio real.

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1Publicado originalmente como “Submerged Strata and the Condition of Knowledge in Latin America”. Journal of Latin American Cultural Studies, 31(1), 115-127 (2022).

2Traducido por Alejandro Ponce de León. Todas las citas y referencias fueron traducidas del artículo original.

3Environmentalism of the Poor (2002) de Joan Martinez Alier se centra en la mayoría de la humanidad, aquellos que ocupan un espacio ambiental relativamente pequeño, que han manejado sistemas agroforestales y agrícolas sostenibles, que hacen un uso prudente de los sumideros y depósitos de carbono, y cuyos medios de vida están amenazados por minas, pozos de petróleo, represas, deforestación y plantaciones de árboles para alimentar el creciente rendimiento de energía y materiales de la economía dentro o fuera de sus propios países.

4Es significativo que en el inglés medio tardío el sentido del término era «cultivo del suelo» y a partir de este momento (principios del siglo XVI) surgió cultivo (de la mente, las facultades o las costumbres); «cultura», en este último sentido, data de principios del siglo XIX (Diccionario Oxford).

5Mientras que uno «pone primero a la especie humana; el otro, precisamente, busca descentrarlo» (Hoyos, 2019, p. 4).

6Si bien el cuerpo de obras es extenso, algunos ejemplos son las novelas Muñecas (2008) de Ariel Magnus y El jardín de Nora (1998) de Wiethüchter.

7Según DeLoughrey, esto es evidente en el aumento de películas sobre el apocalipsis climático que emplean alegorías, como The Day after Tomorrow y 2012 (Roland Emmerich), Noah (Darren Aronofsky) y Snowpiercer (Bong Joon-ho).

8Nota de traducción: en el original es Wasteocene. Waste puede leerse ampliamente como basura, pero también como desperdicio, una oportunidad no aprovechada, por ejemplo.

Recibido: 14 de Noviembre de 2022; Aprobado: 01 de Febrero de 2023

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