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Tabula Rasa

Print version ISSN 1794-2489

Tabula Rasa  no.48 Bogotá Oct./Dec. 2023  Epub Mar 07, 2024

https://doi.org/10.25058/20112742.n48.09 

Artículo de reseña

BORRADOR SOBRE FRIEDRICH LIST ;ENTWURF ÜBER FRIEDRICH LIST; 1,2,3

The Friedrich List draft

Manuscrito na Friedrich List

Michael Heinrich1 

1 .Hochschule fuer Technik und Wirtschaft, Deutschland

m.heinrich@prokla.de


Karl Marx

Introducción al texto de Marx 4

En la primera mitad del siglo XIX Alemania no era un Estado unificado como Francia o Inglaterra. Se componía de 41 Estados grandes y muy diferentes. Estos Estados disponían de diferentes monedas, diferentes sistemas legales y fiscales y entre ellos existían gran cantidad de aranceles. No había un mercado unificado alemán, lo que impedía un desarrollo capitalista importante. La industria francesa y sobre todo la inglesa estaban mucho más desarrolladas que la alemana, en este sentido, Alemania en lo económico estaba rezagada.

Friedrich List (1789-1846), empresario, miembro temporal del parlamento en Württemberg y economista, propuso tempranamente una aduana unificada entre los Estados alemanes, que se hizo realidad en 1834. En su principal obra económica Das nationale System der Politischen Ökonomie (El sistema nacional de la economía política), que apareció en 1841, se expresó críticamente sobre la economía política de Adam Smith. Mientras Smith parte del individuo, en sus diferentes roles como trabajador, empresario y propietario en la producción de riqueza en sus diversos roles como trabajadores, empresarios y terratenientes, List se concentra en la fuerza productiva List no era partidario de un libre comercio sin límites como la mayoría de economistas ingleses del momento, él defendió más un libre comercio al interior de una nación con protección aduanera hacia afuera, cuando era un país económicamente atrasado como Alemania. Para poder desarrollarse un país como Alemania tendría que protegerse de la poderosa competencia extranjera. El libro de List se discutió ampliamente en Alemania y ya en 1842 apareció una segunda edición.

Marx entró en contacto con estos debates en 1842, al hacerse cargo de la dirección del Rheinische Zeitung en Köln (Colonia) en octubre . Pero sólo fue en París, donde Marx comenzó a ocuparse de List, se había mudado con su esposa a aquella ciudad en octubre de 1843. En Einleitung zur Kritik der Hegelschen Rechtsphilosophie (Introducción a la crítica de la filosofía hegeliana del derecho), escrita entre octubre y diciembre y publicada en Deutsch-Französischen Jahrbüchern (Anuarios franco-alemanes ), editados por Marx junto con Arnold Ruge, Marx menciona las exigencias arancelarias de protección aduanera de List como ejemplo del atraso alemán respecto a Francia e Inglaterra.

La vieja y podrida condición contra la que estos países teóricamente están en rebelión, y que sólo pueden soportar todavía, como se soportan las cadenas, es recibida en Alemania como el amanecer de un bello futuro, que apenas se atreve a pasar de la astuta teoría a la práctica despiadada. 5 Mientras que en Inglaterra y Francia el problema es: economía política o dominio de la sociedad sobre la riqueza, en Alemania corresponde a economía nacional o dominio de la propiedad privada sobre la nacionalidad. (MEGA2 I/2, S.174, énfasis en el original).

En París Marx extrajo por primera vez literatura económica en gran escala. En sus Pariser Heften ( Cuadernos Parisinos) se encuentran también largos extractos del libro de List mencionado. Marx extrajo de List al mismo tiempo que criticó a List, Heinrich Friedrich Osiander, Enttäuschung des Publikums ueber die Interessen de Handels, der Industrie und der Landwirtschaft, oder Beleuchtung der Manufakturkraft-Philosophie des Dr, List, nebst einem Gebet aus Utopien, Tübingen 1842 (Decepción del público sobre los intereses del comercio, la industria y la agricultura o iluminación de la filosofía del poder manufacturero del Dr. List, junto con una oración de utopías).

Marx dividió su extracto en dos columnas, con citas del libro List en la columna de la izquierda, que se yuxtapone con citas del libro de Osiander en la columna derecha, que sirven como contrargumentos directos contra las propuestas de List. En este extracto, Marx también formuló una propia e interesante evaluación de dicho escrito. Primero, Marx señaló una cita del libro de List, que criticaba la economía política clásica prevaleciente (a la que Marx se refiere más adelante como la «teoría actual»):

Los intereses de la sociedad son infinitamente diferentes de los intereses privados de todos los individuos ( einzelnen Individuen der Person) si se considera que cada individuo está para sí mismo y no en su calidad de miembro de la sociedad nacional.

Inmediatamente escribe Marx:

Todo argumento del señor List va directamente contra la propiedad privada.

Adopta la teoría actual al interior de una nación. Se diferencia de ella sólo en el comercio exterior.

El señor List considera la sociedad burguesa perfecta como el ideal para alcanzar.

El que pone tanto énfasis en la división del trabajo, es decir, en la distribución de las fuerzas productivas, distinguiendo entre manufactura y tierra, los diferentes tipos de tierra, etc., se cuida de la distribución del consumo, por encima de la diferencia entre las diferentes clases. Él diferencia entre un campo que está cerca de una ciudad de uno que está lejos de ella, pero no diferencia al trabajador del patrón, ni los patrones entre ellos.

Él hace de la división del trabajo un acuerdo sin cancelar ( aufzuheben) los intereses diametralmente opuestos que enfrentan a los trabajadores entre sí. Se contenta con la palabra «trabajo social». En consecuencia, él considera al trabajador como «fuerza de trabajo productiva», no ha ido un paso más allá de su llamada «teoría del valor», solo que ha subjetivizado más el valor. (MEGA 6 IV/2, S. 529 f.)

En febrero de 1845 Marx tuvo que trasladarse a Bruselas con su esposa y su hija mayor, Jenny, nacida en París. El Gobierno prusiano presionó al Gobierno francés, a controlar los emigrantes alemanes políticamente activos. En Bruselas, continúa Marx sus estudios económicos (ver Brueseler Hefte ; Cuadernos de Bruselas;, MEGA IV/3) y formula en la primavera o comienzos del verano su más adelante famosas Tesis sobre Feuerbach (Thesen über Feuerbach) en las que formuló por primera vez una crítica a Ludwig Feuerbach, pues Marx y Engels en el anterior trabajo La sagrada familia lo habían elogiado en alto tono. A mediados de abril, Friedrich Engels se muda también a Bruselas, lo que permitió una intensiva interlocución de los dos amigos. En julio y agosto compartieron un viaje de estudio a Inglaterra. En Manchester estudiaron en la biblioteca a autores económicos y socialistas, y en Londres se encontraron con representantes de diferentes organizaciones obreras. También en 1845, comenzaron a «elaborar conjuntamente los contrastes de nuestro punto de vista en contra de la ideología de la filosofía alemana; , a ajustar cuentas con nuestra antigua conciencia filosófica», como Marx lo escribió en 1859 en el prefacio de Contribución a la crítica de la economía política, primer cuaderno ; Zur Kritik der politischen Ökonomie. Erstes Heft ; (MEGA II/2, S.101 f.). Los manuscritos entre 1845 y 1847 fueron recopilados en el siglo XX bajo el título La ideología alemana ; Die deutsche Ideologie;.

En el transcurso de este año, que fue tan importante para el desarrollo intelectual y político de Marx, también se escribió el texto de Marx sobre List, del cual se traducen e imprimen extractos a continuación. No está claro cuando se produjo el texto en 1845, si se trató de una o más fases de trabajo (ver la introducción a este texto en MEGA I/4, S.1246-1264). El texto ha sobrevivido como un fragmento, le falta tanto el principio como el final, que en conjunto constituyen como la mitad del texto original. Es claro que Marx critica a List en un nivel de contenido como también en la originalidad de sus reflexiones. Sin embargo, la estructura exacta del argumento de Marx sólo está clara en líneas generales. Seguramente este texto se trata de un primer borrador, pero no de un texto que pudiera servir para una primera impresión.

No es claro que quería hacer Marx con este texto. Todavía antes de su partida hacia París el primero de febrero de 1845, Marx había firmado un contrato con el editor Carl Friedrich Julius Leske sobre dos volúmenes de la Crítica de la política y economía nacional ; Kritik der Politik und Nationalökonomie; (MEGA I/4, S. 729). Una sección sobre List muy bien habría encajado en una obra de este tipo. En todo caso Marx nunca escribió ese trabajo.

Una noticia posterior se encuentra en una carta de Friedrich Engels a Karl Marx del 17 de marzo de 1845.Allí Engels escribe:

También yo quería para Püttm, escribir una crítica a List; afortunadamente supe a tiempo de tu intención a través de P. (MEGA III/1, S,272)

Püttm, se trata de Hermann Püttman, un poeta y periodista radical que publicó entre 1845 y 1846 los Anuarios renanos para la reforma social ; Rheinischen Jahrbücher fuer gesellschaftliche Reform; . Parece que Marx planeó publicar un artículo sobre List en los Anuarios renanos, pero no sucedió.

El texto de Marx sobre List fue publicado por primera vez en una traducción al ruso por el Instituto de Marxismo-Leninismo de Moscú en 1971. El texto fue publicado por primera vez en el idioma original en la revista Beiträge zur Geschichte der Arbeiterbewegung (Contribuciones a la historia del movimiento obrero), Jg.14, Berlín (DDR) 1972, S425-446). La traducción que se presenta a continuación se basó en la publicación en MEGA I/4, pp.551-591, Berlín: De Gruyter, 2022.

Karl Marx: Borrador sobre Friedrich List. Primera página de la hoja 2. IISG / IMES. 

Páginas 560, 563, 564

El filisteo alemán, idealizador, que quiere convertirse en rico, naturalmente tiene antes que crearse una teoría nueva de la riqueza digna de aspirar a ella. Los burgueses en Francia e Inglaterra ven acercarse la tormenta, que prácticamente destruirá la vida real de lo que hasta entonces se llamaba riqueza, y el burgués alemán, que todavía no ha alcanzado esa mala riqueza, intenta una nueva interpretación «espiritualista» de ella. Éste crea para sí una economía «idealizante», que no tenga nada en común con la profana economía francesa e inglesa, para justificar ante sí y el mundo que también quiere hacerse rico. El burgués alemán comienza su creación de riqueza con la creación de una economía nacional exuberante, hipócrita e idealizante.

3) De cómo interpreta el señor List la historia y se relaciona con Smith y su escuela.

El señor List es tan sumiso con la nobleza, con las dinastías aristocráticas, con los burócratas, tan «descarado» al posicionarse contra la economía francesa e inglesa, que ha traicionado cínicamente el secreto de la «riqueza» y ha hecho imposible toda ilusión sobre su naturaleza, tendencia y movimiento, del cual Smith es el líder. El señor List los agrupa a todos bajo el nombre de «la escuela». Dado que al burgués alemán le preocupan los aranceles protectores, éste no le encuentra obviamente ningún sentido a todo el desarrollo de la economía desde Smith, ya que los representantes más destacados de ésta tienen la sociedad burguesa actual de la competencia y la libertad de comercio como condición previa.

El filisteo alemán muestra aquí, de variadas maneras, su carácter «nacional».

Él no ve, en toda la economía, algo más que sistemas tramados en salas de estudio. El señor List naturalmente no sospecha que el desarrollo de una ciencia, como la economía, está relacionado con el movimiento real de la sociedad, y que es solamente su expresión teórica. Teórico alemán.

Como su propio escrito o teoría esconde un propósito secreto, él cree ver en toda parte un secreto propósito.

En calidad de verdadero filisteo alemán, en lugar de estudiar la verdadera historia, el señor List procura hoy los secretos y malintencionados propósitos de los individuos y, con su sagacidad, sabe muy bien hallarlos/cavilar sobre ellos. Y hace grandes descubrimientos, en el sentido de que Adam Smith quería engañar al mundo con su teoría, y de que el resto del mundo se dejaba engañar por él, hasta que el gran señor List lo sacó de su sueño; algo así como si el magistrado de un tribunal de Düsseldorf tomara la historia romana como una invención de los monjes medievales para justificar el dominio de Roma.

Pero, como el burgués alemán no sabe para nada enfrentar de mejor manera a sus enemigos que atribuyéndoles un tinte moral, sospecha de su convicción, busca motivos malintencionados a sus acciones, en breve, los difama y sospecha personalmente de ellos. Asimismo, el señor List sospecha de los economistas ingleses y franceses, cuenta chismes de ellos y, así como el filisteo alemán no desdeña el menor beneficio y escamoteo en los negocios, de la misma manera el señor List no escatima tomar palabras de citas para sacarles provecho, pegando la etiqueta de su oponente a sus propias malas fabricaciones para desacreditarlos, incluso inventando obvias mentiras para privar de crédito a sus concurrentes.

Damos algunas pruebas de la forma de proceder del señor List.

Páginas 569-584

La originalidad del señor List.

Es bastante característico del señor List que, pese a todo su renombre, no presente ni una sola frase que no haya sido utilizada ya tiempo antes de él, no sólo por los defensores del sistema prohibitivo, sino incluso por los escritores de la «escuela» inventada por él - si Adam Smith es el punto de partida teórico de la economía nacional, asimismo el real punto de partida de esta, su verdadera escuela, es la «sociedad burguesa», cuyas diferentes fases de desarrollo pueden ser rastreadas precisamente en la economía. Al señor List pertenecen solamente las ilusiones, el lenguaje/las frases idealizantes. Nos parece importante demostrarle detalladamente esto al lector, y tenemos que llamar su atención hacia este tedioso trabajo. De ello obtendrá la convicción de que el burgués alemán llega post festum, de que tan imposible para él es seguir desarrollando la economía nacional, agotada ya por los ingleses y franceses, como para ellos aportar algo nuevo al movimiento de la filosofía en Alemania. El burgués alemán apenas puede dirigir sus ilusiones y frases a la realidad francesa e inglesa. Le es tan poco posible darle a la economía nacional un nuevo rumbo, como imposible continuar desarrollando, en la práctica, la dinámica hasta ahora casi agotada de la industria sobre los fundamentos prevalentes de la sociedad.

5) Entonces vamos a limitar nuestra crítica a la parte teórica del libro de List, concretamente sólo a sus principales descubrimientos.

¿Cuáles son las premisas principales que tiene para demostrar el señor List? Nos preguntamos por el objetivo que él quiere alcanzar.

El burgués quiere del Estado aranceles protectores para usurpar el poder y la riqueza de este. Pero, así como él no dispone de la voluntad del Estado, como en Inglaterra y Francia, y por ello no puede dirigirlo arbitrariamente según su antojo, sino que tiene que limitarse a hacer solicitudes, asimismo tiene que presentar su «exigencia» al Estado, cuya actividad/manera de actuar quiere manipular según sus intereses, en forma de una concesión que este le hace al Estado al solicitarle concesiones. Éste demuestra entonces al Estado, a través del señor List, que su teoría se diferencia de todas las otras, en tanto permite al Estado una intervención y regulación en la industria que él, desde su punto de vista económico, tiene en la más alta estima, y que sólo le pide dejar libre su sabiduría con la condición, obviamente, de que esa sabiduría se limite a brindar «fuertes» aranceles protectores. Éste presenta su exigencia, de que el Estado actúe según sus intereses, como un reconocimiento de que el Estado tiene el derecho de intervenir en el mundo de la sociedad burguesa.

El burgués quiere volverse rico, hacer dinero, pero de igual manera tiene que entenderse con el idealismo prevalente del público alemán y con su propia consciencia. Así, demuestra que no persigue bienes materiales, o no espirituales, sino un ser espiritual, el infinito poder productivo, en vez del malo y finito valor de cambio. En efecto, este ser espiritual trae consigo la circunstancia de que, en esta ocasión, el «burgués» llena su propio bolsillo con valores de cambio mundanos.

6/ 2) Dado que entonces el burgués piensa principalmente en enriquecerse a través de los «aranceles protectores», y puesto que estos sólo pueden enriquecerle en tanto que ya no son los ingleses, sino el propio burgués alemán quien explota a sus compatriotas, incluso más de lo que ya han sido explotados desde el exterior, ya que los aranceles protectores exigen un sacrificio por parte de los consumidores en términos de valores de cambio (mayormente de los trabajadores que serán desplazados por las máquinas y de todos los que perciben ingresos fijos, como funcionarios, jubilados, etc.), el burgués industrial tiene que demostrar que, muy lejos del ansia de bienes materiales, no quiere nada más que el sacrificio de los valores de cambio, de los bienes materiales por los seres espirituales. Fundamentalmente, se trata entonces solamente de sacrificio de sí, de ascetismo, grandeza de alma cristiana. Es pura coincidencia que a- realice un sacrifico y b- se eche el sacrificio al bolsillo. El burgués alemán es demasiado altruista como para pensar con ello en su propia ventaja, que se encuentra casualmente vinculada con ese sacrificio. Pero si se cayera en cuenta de que una clase, cuyo permiso cree necesitar el burgués alemán para su emancipación, no puede existir junto con aquella teoría ideal, entonces esa tiene que ser abandonada y, en contraposición con la escuela, tiene que hacerse válida precisamente la teoría del valor de cambio.

Puesto que todo el deseo de la burguesía radica, in nuce, en llevar al sistema fabril a un florecimiento «inglés» y en hacer del industrialismo el regulador de la sociedad, esto es, producir la desorganización de la sociedad, el burgués tiene que demostrar que solamente le interesa la armonización de toda la producción social, que su única preocupación es la organización social. Él restringe el comercio exterior mediante aranceles protectores y asegura que la agricultura alcance rápidamente su mayor florecimiento a través de la manufactura. Así, la organización de la sociedad se resume en las fábricas. Éstas son las organizadoras de la sociedad y el régimen de competencia que plantean es la confederación más bella de la sociedad. La organización de la sociedad, que logra el sistema fabril, es la verdadera organización de la sociedad. Por supuesto que la burguesía tiene razón, en general, cuando ve sus intereses como idénticos. Así como el lobo, en calidad de lobo, tiene intereses idénticos a los lobos de su manada; dado que se trata del interés de cada uno, es él y no otro el que cae sobre la presa.

Finalmente, es característico de la teoría del señor List, así como de toda la burguesía alemana que, en todas partes, para defender sus deseos de explotación, se sientan obligados a refugiarse en frases «socialistas», sosteniendo así un engaño que ya hace tiempo fue refutado. Vamos a mostrar partes en las que las frases del señor List, al ver las consecuencias, son comunistas. Por supuesto, estamos lejos de acusar de comunismo al tal señor List y su burguesía alemana, no obstante, esto nos ofrece una nueva prueba de la debilidad interna, la mentira e infame hipocresía del burgués «bienintencionado», «idealista». Esto nos brinda la prueba de cómo el idealismo, en su práctica, no es otra cosa que un engaño despiadado e irreflexivo de un materialismo repugnante.

En definitiva, es característico que la burguesía alemana comience con la mentira con la que el francés y el inglés termina - después de haber llegado a la posición de hacerse una apología, de tener que justificar su existencia.

Puesto que el señor List diferencia la prevalente y supuestamente cosmopolita economía nacional de su economía política nacional, ya que una se basa en los valores de cambio y la otra en las fuerzas productivas, tenemos entonces que empezar con esta enseñanza. Dado que, además, la confederación de fuerzas productivas pretende representar a la nación en tanto unidad, también tenemos que observar esa lección antes de esta diferenciación. Estas dos enseñanzas constituyen el fundamento real para la economía nacional, diferenciada de la economía política.

7/ II

La teoría de las fuerzas productivas y la teoría de los valores de cambio

La enseñanza del señor List sobre las «fuerzas productivas» se limita a las siguientes premisas:

  1. Las causas de la riqueza son algo muy diferente a la riqueza en sí, el poder de crear riqueza es infinitamente más importante que la riqueza misma.

  2. List está bien lejos de rechazar la teoría de la economía cosmopolita, pero opina que también la economía política debe formarse científicamente.

  3. ¿Cuál es entonces el origen del trabajo, por el cual esas cabezas, brazos y manos son llevados a producir y por el cual esos esfuerzos se vuelven efectivos? ¿Qué podría ser, sino el espíritu que anima a los individuos, el orden social que fecunda su actividad, las fuerzas naturales cuyo uso está a su disposición?

6) Smith equivocó el camino al explicar los poderes espirituales a partir de las condiciones materiales.

7) «Aquella ciencia que explica cómo las fuerzas productivas se despiertan y se cultivan y cómo se suprimen o aniquilan».

8) El ejemplo entre dos padres de familia, la religión cristiana, la monogamia, etc.

9) Se pueden definir los conceptos valor y capital, lucro, salario, renta de la tierra, descomponerlos en las partes que los constituyen, especular sobre lo que pudo influir en su ascenso y caída, entre otras cosas, sin considerar por ello las relaciones políticas de las naciones.

10) Manufacturas y fábricas, madres e hijos de la libertad científica/burguesa.

11) Teoría de las clases productivas e improductivas. Las primeras producen valores de cambio, las otras fuerzas productivas.

12) El comercio exterior no debe ser juzgado solamente según la teoría del valor.

13) La nación tiene que sacrificar las fuerzas materiales para adquirir fuerzas espirituales o sociales. Los aranceles protectores para sostener la fuerza de la manufactura.

14) Si por lo tanto los aranceles protectores implican un sacrificio de los valores, de igual manera se obtiene remuneración al adquirirse mano de obra productiva, que asegura a la nación no sólo el futuro de una suma infinitamente mayor de bienes materiales, sino también de independencia industrial en caso de guerra.

15) «En todas esas relaciones se depende, sin embargo, mayormente de las condiciones sociales en las que el individuo se ha formado, de que las artes y las ciencias florezcan». p.206

2) El señor List está tan atrapado en los prejuicios económicos de la vieja economía -ya veremos que lo está más que los otros economistas de la escuela- que los «bienes materiales» y los «valores de cambio» para él coinciden. Pero el valor de cambio es totalmente independiente de la naturaleza específica de los «bienes materiales». Éste es independiente tanto de la calidad como de la cantidad de los bienes materiales. El valor de cambio cae cuando la cantidad de los bienes materiales se eleva, aunque tengan la misma relación con las necesidades humanas antes y después. El valor de cambio y la cualidad no están interrelacionados. Las cosas más útiles, como el conocimiento, no tienen valor de cambio. Por tanto, el señor List hubiera tenido que ver que la transformación de los bienes materiales en valores de cambio es obra del actual orden social, de la sociedad de la propiedad privada desarrollada. La abolición del valor de cambio es la abolición de la propiedad privada y de la adquisición privada. El señor List es, por el contrario, tan inocente, que admite que con la teoría del valor de cambio: «se pueden definir los conceptos valor y capital, lucro, salario, renta de la tierra, descomponerlos en las partes que los constituyen, especular sobre lo que pudo influir en su ascenso y caída, entre otras cosas, sin considerar por ello las relaciones políticas de las naciones». p. 211

Entonces, se puede establecer esto sin tomar en cuenta la «teoría de las fuerzas productivas» y las «condiciones políticas de las naciones». ¿Qué es lo que se establece? La realidad. ¿Qué se establece, por ejemplo, con el salario? La vida de los trabajadores. Se establece además con ello que el trabajador es el esclavo del capital, que él es una « mercancía», un valor de cambio, cuya mayor o menor posición depende de la competencia para aumentar o disminuir, de la oferta y la demanda, se establece que su ocupación no es una expresión libre de su vida humana, que antes bien es un regateo de sus fuerzas, un trueque/una enajenación de sus capacidades parciales ante el capital, en pocas palabras, que es « trabajo». Que no se olvide nunca. El « trabajo» es la base viva de la propiedad privada, la propiedad privada como fuente creadora de sí misma. La propiedad privada no es más que trabajo objetivado. No sólo la propiedad privada como materialidad debe ser atacada, sino la propiedad privada como ocupación, como trabajo, si se quiere darle un golpe mortal. Hablar del «trabajo» sin propiedad privada es uno de los mayores malentendidos del trabajo libre, humano, social. La esencia del «trabajo» es la actividad forzada, inhumana, antisocial, condicionada por la propiedad privada y su actividad creadora. Así, la abolición de la propiedad privada se hará realidad hasta que sea concebida como abolición del « trabajo», una abolición que, por supuesto, se ha hecho realidad solamente a través del trabajo mismo, esto es, se ha hecho posible por la actividad material de la sociedad y, de ninguna manera, debe entenderse como intercambio de una categoría por otra. Una « organización del trabajo» es, por ello, una contradicción. La mejor organización, a través de la cual se puede preservar el trabajo, es la organización actual, la libre competencia, la disolución de toda organización previa, aparentemente «social», del mismo.

Si entonces se puede «fijar» el salario laboral según la teoría del valor, si se «fija» con ello que la persona misma sea un valor de cambio, que la infinita mayoría de la nación sea una mercancía que se puede determinar sin considerarse «las condiciones políticas de la nación», ¿qué prueba esto, sino que esa infinita mayoría de la nación no tiene que considerar las «condiciones políticas», que éstas son una mera ilusión para ella, que una enseñanza desciende en la realidad hasta ese materialismo sucio, esta es, que la mayoría de la nación se hace «mercancía», valor de cambio, y que es sometida a las condiciones enteramente materiales del valor de cambio, que es una infame hipocresía/un eufemismo idealista el que ésta desprecie el mal «materialismo» del «valor de cambio» de otras naciones y se preocupe supuestamente sólo por las «fuerzas productivas»? Si, además, se puede fijar la relación del capital, la renta de la tierra, etc., sin tener en cuenta las «condiciones políticas» de las naciones, ¿qué demuestra esto, sino que las acciones de la vida real del capitalista industrial, del dueño que renta la tierra, están determinadas por el lucro, por los valores de cambio y no por la «consideración» de las «condiciones políticas» y las «fuerzas productivas», y que su discurso sobre la civilización y las fuerzas productivas no es más que un blanqueamiento de sus intrínsecas tendencias egoístas?

El burgués dice: por supuesto que, internamente, la teoría del valor de cambio no debe verse comprometida. La mayoría de la nación debe continuar siendo un mero «valor de cambio», una «mercancía», una «mercancía» que debe ofrecerse, que no es vendida, sino que se vende ella misma. Frente a ustedes, los proletarios, e incluso entre nosotros, recíprocamente nos vemos como valores de cambio; vale la ley general del regateo. Pero ante las otras naciones tenemos que interrumpir esa ley. Nosotros no podemos, como nación, regatearnos a otras. Dado que la mayoría de la nación, «sin considerar» las «condiciones políticas de las naciones», ha caído en la ley del regateo, no tiene ningún otro sentido aquella frase que dice: nosotros, los burgueses alemanes, no queremos ser explotados por los burgueses ingleses de la misma manera en la que ustedes, proletarios alemanes, son explotados por nosotros y en la que nosotros nos explotamos entre nosotros. No queremos someternos a la misma ley del valor de cambio a la que los hemos sometido a ustedes. Queremos dejar de reconocer hacia el exterior las leyes económicas que hemos reconocido internamente. ¿Qué quiere, entonces, el filisteo alemán? Este quiere ser, hacia el interior, un burgués explotador, pero no quiere ser explotado desde el exterior. Él se inflama de «nación» hacia afuera y dice: yo no me someto a las leyes de la competencia, eso va contra mi dignidad nacional; como nación soy un ser que se eleva sobre el regateo. La nacionalidad del trabajador no es la francesa, la inglesa o la alemana, es el trabajo, la esclavitud libre, el regateo de sí. Su gobierno no es el francés, ni el inglés ni el alemán, es el capital. Su aire de hogar no es el aire francés, ni el alemán ni el inglés, sino el aire de la fábrica. El suelo que le pertenece no es el francés, ni es el suelo inglés o alemán, él está unos pies bajo tierra. Internamente, el dinero es la patria de los industriales. Por tanto, ¿quiere el filisteo alemán que las leyes de la competencia, del valor de cambio, del regateo, pierdan su poder en las fronteras de su país? ¿Quiere reconocer el poder de la sociedad burguesa solamente en tanto redunde en su interés, en el interés de su clase? ¿No quiere caer como víctima de un poder al que quiere sacrificar a los demás y a sí mismo dentro de su país? ¿Quiere mostrarse hacia afuera y ser tratado como un ser diferente de lo que es hacia el interior y de la forma en la que actúa? ¿Quiere dejar existir la causa y anular uno de sus efectos? Vamos a demostrarle que el regateo de sí mismo hacia el interior lleva a la necesaria consecuencia del regateo hacia afuera, que la competencia, que es su poder hacia adentro, no puede impedir su impotencia hacia el exterior, que el sistema estatal, que interiormente somete a la sociedad burguesa, no puede protegerle exteriormente de la acción de la misma.

Por más que el burgués individual luche contra los otros, el burgués tiene, como clase, un interés común que, al volverse interiormente contra el proletariado, eso que es común se vuelve hacia afuera contra los burgueses de otras naciones. Esto es lo que él llama su nacionalidad.

No obstante, es posible observar la industria bajo un punto de vista totalmente distinto al de los sucios intereses del regateo, bajo el cual la observan hoy no sólo el comerciante individual, el fabricante individual, sino también las naciones fabricantes y comerciantes. Es posible considerarla como el gran taller en el que el ser humano se apropia de sí, de los suyos y de las fuerzas de la naturaleza, se objetiva y crea para sí las condiciones para una vida humana. Observada de esta manera, se abstrae entonces de las circunstancias dentro de las cuales hoy está activa la industria, dentro de las que ésta existe como industria; no se está en la época industrial, sino por encima de ella; no se le mira según lo que es hoy para el ser humano, sino como lo que el ser humano es hoy para la historia humana, como lo que es históricamente; no se le reconoce a la industria como tal su existencia actual, antes bien se reconoce el poder que yace en ella, que tiene sin su consciencia y contra su voluntad, el poder que la aniquila y construye la base de la existencia humana. (El que cada pueblo en sí realice ese desarrollo sería una idea tan insensata como la de que cada pueblo tendría que realizar el desarrollo político de Francia o el filosófico de Alemania. Lo que han hecho las naciones en tanto naciones lo han hecho para la sociedad humana, su valor total reside solamente en que cada una ha pasado por un punto clave/una determinación principal, dentro de la cual la humanidad ha realizado su desarrollo para los demás. En tanto la industria de Inglaterra, la política de Francia y la filosofía de Alemania han sido elaboradas, lo han sido para el mundo, y su importancia en la historia mundial, así como de las naciones, ha terminado con ello.

Karl Marx: Borrador sobre Friedrich List. Cuarta página de la hoja 8. IISG / IMES. 

Entonces, el reconocimiento es, al mismo tiempo, la toma de consciencia de que ha llegado su hora de ser abolidas, o de eliminar las condiciones materiales y sociales dentro de las que la humanidad tuvo que desarrollar sus capacidades en calidad de esclava. Porque, tan pronto como no se vea ya en la industria el interés en el regateo, sino en el desarrollo de los seres humanos, se convierte al ser humano en el principio, en lugar de a los intereses en el regateo, y se le da lo que dentro de la industria sólo pudo desarrollarse en contradicción consigo misma, el fundamento que concuerde con lo que ha de ser desarrollado.

Pero el miserable que permanece en la condición actual, que solamente quiere elevarla hasta una altura que todavía no ha alcanzado en su propio país y que mira con envidia a otra nación que sí la ha alcanzado, ¿tiene ese miserable el derecho de ver en la industria algo diferente al interés del regateo? ¿Puede decir que sólo se trata para él del desarrollo de las capacidades humanas y la apropiación del ser humano de las fuerzas de la naturaleza? Esta es la misma vileza del capataz de esclavos que dice blandir el látigo sobre su esclavo para que éste tenga placer ejercitando su fuerza muscular. El filisteo alemán es el capataz de esclavos, que blande el látigo de los aranceles protectores para brindar a su nación el espíritu de la «educación industrial» y enseñarle a jugar con su fuerza muscular.

La Escuela de San Simón nos ha dado un ejemplo muy instructivo de hacia dónde conduce el atribuir el poder productivo, que la industria crea inconscientemente y contra su voluntad, a la industria actual, o confunde ambos, la industria y los poderes que ésta trae a la existencia sin voluntad e inconscientemente, que sólo se convertirán en poderes humanos, en poderes del humano, cuando se disuelva la industria. Sería de igual sinsabor que el burgués quisiera darse a sí el crédito de que su industria crea el proletariado y en el proletariado el poder de un nuevo orden mundial. Los poderes sociales y de la naturaleza, que la industria suscita/llama a la vida, se encuentran completamente en la misma relación con ésta que el proletariado. Aún hoy son ellos sus esclavos, en quienes éste no ve más que herramientas/portadores de su sucio lucro/beneficio egoísta/de su codicia; mañana rompen sus cadenas y se muestran como portadores de un desarrollo humano que le hace explotar en el aire junto con su industria, que sólo tomó el sucio estuche que creía era su esencia -hasta que el núcleo humano hubo ganado el poder suficiente para hacerlo estallar y aparecer en su verdadera forma- mañana destruyen sus cadenas, con las cuales éste los separa del ser humano, transformando/caricaturizando el vínculo social verdadero en cadenas de la sociedad. La Escuela de San Simón celebró con ditirambos el poder productivo de la industria. Ella mezcló los poderes, que la industria trajo a la vida, con la industria, esto es, las actuales condiciones de vida de esos poderes. Por supuesto que estamos muy lejos de poner al mismo nivel a los sansimonistas con una persona como List, o con los filisteos alemanes. El primer paso para quebrar el encanto industrial fue abstraerse de las condiciones, de las cadenas de dinero en las que hoy influencian sus poderes, y considerarlo por sí mismo. Fue el primer llamado al ser humano para que emancipara su industria del regateo y concibiera la actual industria como una época de transición. Los sansimonistas no se quedaron tampoco con esa interpretación. Ellos fueron más allá al atacar el valor de cambio, la organización social actual, la propiedad privada. Ellos pusieron la asociación en el lugar de la competencia. Pero el error original se vengó de ellos. Aquel equívoco no sólo los llevó a vislumbrar un sacerdote en el sucio burgués, sino que volvieron a caer en la vieja locura/en el viejo engaño tras las primeras luchas externas, cuando precisamente en la batalla se reveló la contradicción entre los dos poderes que habían confundido, hipócritas. Su celebración de las fuerzas productivas de la industria se convirtió en una celebración de la burguesía, y los señores Michel Chevalier, Duveyrier, Dunyer se clavaron a sí mismos y a él en el poste de la vergüenza, frente a toda Europa, donde incluso los huevos podridos, que la historia les lanzó en la cara, mediante la magia de la burguesía se convirtieron en huevos de oro. En tanto uno ha conservado las antiguas frases, pero dándoles el contenido del régimen burgués actual, el otro regatea a lo grande y preside el regateo de los diarios franceses, y el tercero es el apologético de la condición actual más rabioso y supera, en inhumanidad/insolencia, a todos los economistas ingleses y franceses anteriores. El burgués alemán y el señor List empiezan con lo que la Escuela Sansimonista terminó, con la hipocresía, el engaño y las frases.

/3) La tiranía industrial de Inglaterra sobre el mundo es el dominio de la industria sobre el mundo. Inglaterra nos domina, porque la industria nos domina. Sólo podemos liberarnos de Inglaterra hacia afuera si nos liberamos internamente de la industria. Sólo podemos acabar con el dominio de su competencia si superamos, dentro de nuestras fronteras, la competencia. Inglaterra es poderosa sobre nosotros, porque nosotros hicimos de la industria un poder sobre nosotros.

/9/ 3) ¿Quién podría negar la tautología de que el orden social industrial es el mejor mundo para el burgués, el orden más adecuado para que desarrolle sus «capacidades» como burgués o explote las capacidades del ser humano como de la naturaleza? ¿Quién va a negar que todo eso que hoy en día se llama «virtud», individual o social, está al servicio del lucro del burgués? ¿Quién niega que el poder político sea un medio para su riqueza, que incluso la ciencia y los placeres espirituales son sus esclavos? ¿Quién niega que todo esté adecuadamente dispuesto para él, que todo se haya convertido en medio para la riqueza, en una «fuerza productiva de la riqueza» para éste?

4) La economía actual parte de la condición social de la competencia. Su principio es el trabajo libre, es decir, la esclavitud indirecta y auto promovida. Sus principios son la distribución del trabajo y la máquina. Pero éstas sólo pueden alcanzar su mayor despliegue en las fábricas, tal como lo admite la economía actual. La actual economía nacional parte entonces de las fábricas como su principio creador. Ésta presupone las condiciones sociales de hoy. No necesita hacer desvíos hacia su fuerza manufacturera.

Si la escuela no ha dado ninguna « formación científica» a la teoría de las fuerzas productivas a la par/separada de la teoría de los valores de cambio es porque dicha separación es una abstracción antojadiza, porque es imposible y tiene que quedarse con frases generales.

5) «Los orígenes de la riqueza son algo totalmente diferente de la riqueza misma. La fuerza de crear riqueza es infinitamente más importante que la riqueza misma».

La fuerza productiva aparece como un ser infinitamente por encima del valor de cambio. La fuerza toma el lugar de la esencia interior, el valor de cambio toma el de la apariencia efímera. La fuerza aparece como infinita, el valor de cambio como finito, ésta como inmaterial, aquél como material, y encontramos todas esas contradicciones en el texto del señor List. El mundo material del valor de cambio es sustituido por el mundo suprasensible de las fuerzas. Si la maldad de una nación que se sacrifica por sus valores de cambio es obvia, el sacrificio humano por cosas, entonces las fuerzas parecen ser, en cambio, seres espirituales independientes -fantasmas- y puras personificaciones, deidades. ¿Puede exigirse al pueblo alemán que sacrifique sus malos valores de cambio por fantasmas? Un valor de cambio (dinero) siempre parece ser un fin externo, pero la fuerza productiva es un fin que surge de mi propia naturaleza, un fin en sí mismo. Lo que yo sacrifico como valor de cambio es algo externo a mí, lo que gano como fuerzas productivas es a mí mismo. Así parece cuando uno se da por satisfecho con las palabras, o bien, como alemán idealizador, no se ocupa de la sucia realidad escondida tras esa pomposa palabra.

Para destruir el esplendor místico que transfigura la «fuerza productiva», solamente hay que consultar la primera y mejor estadística. Ahí se habla de la fuerza hidráulica, de vapor, humana, de caballos, todo eso son «fuerzas productivas». ¿El que el ser humano figure junto al caballo, el vapor y el agua como fuerza, es un gran tributo?

En el sistema actual, si una espalda encorvada, unos huesos dislocados, una formación unilateral o una obtención de fuerza de ciertos músculos, etc., te hace más productivo para el trabajo, tu espalda encorvada, tu dislocación de miembros, tu movimiento muscular unilateral son una fuerza productiva. Cuando tu falta de mente es más productiva que tu rica actividad mental, entonces tu falta de mente es una fuerza productiva, etc. Cuando un negocio monótono te hace más capaz para este, esa monotonía es una fuerza productiva.

¿Es acaso preocupación del burgués, del dueño de la fábrica, que el obrero desarrolle todas sus capacidades, que utilice su capacidad productiva, se ejercite como ser humano y, por tanto, al mismo tiempo ejerza su humanidad?

Vamos a dejar que el Píndaro inglés del sistema manufacturero, el señor Ure, responda: «El propósito constante y la tendencia de toda perfección del mecanismo es, en realidad, hacer enteramente superfluo el trabajo del ser humano, o reducir su precio al sustituir, con la industria de las mujeres y los niños, al trabajador adulto o el trabajo del hábil artista por el de los obreros poco hábiles/regordetes». (Filosofía de las manufacturas, etc., París 1836, t. I, p.34). «La debilidad de la naturaleza humana es tan grande que el trabajador, cuanto más hábil, más voluntarioso e intratable se vuelve, por ello menos apropiado para un sistema mecánico. De ahí que el punto principal del actual fabricante sea reducir las tareas de sus trabajadores, mediante la combinación de la ciencia y sus capitales, a ejercer su vigilancia/supervisión, etc.» 1. C. t. I, p.30.

Fuerza, fuerza productiva, causas

«Las causas de la riqueza son algo muy distinto a la riqueza en sí». Pero, cuando el efecto es diferente de la causa, ¿no tendría que estar ya contenido el carácter del efecto en la causa? Incluso la causa tiene que contener la determinación que el efecto muestra más tarde. La filosofía del señor List va tan lejos como para decir que causa y efecto son «algo muy diferente».

Qué buen reconocimiento al ser humano, que lo degrada a una «fuerza» para crear riqueza. El burgués no ve en el proletario al ser humano, sino la fuerza que crea riqueza, una fuerza que entonces éste puede después comparar con otras fuerzas productivas, la fuerza animal, la de una máquina, y que, dependiendo de si esa comparación le conviene, esa «fuerza productiva», cuyo portador es el ser humano, tendrá que dar su lugar a la fuerza cuyo portador sea un animal o una máquina y, de ser así, siempre tendrá/gozará del honor de figurar como «fuerza productiva».

Si yo defino al ser humano como «valor de cambio», la expresión implica que las condiciones sociales lo han convertido en «cosa». Si lo trato como «fuerza productiva» coloco a otro sujeto en el lugar del verdadero sujeto, le atribuyo a ese otro el lugar de persona, entonces existe sólo como causa de la riqueza.

Toda la sociedad humana se convierte solamente en máquina para crear riqueza.

La causa no es, de ninguna manera, superior al efecto. El efecto es solamente la causa abiertamente expresada.

List hace como si se tratara para él, en toda parte, de las fuerzas productivas por sí mismas, sin tomar en cuenta los malos valores de cambio.

Nos hacemos una idea sobre la esencia de las actuales «fuerzas productivas» al ver que, en el estado actual, la fuerza productiva no consiste solamente en hacer el trabajo del ser humano más efectivo, o las fuerzas sociales y naturales más exitosas, sino también en hacer el trabajo más barato o improductivo para el trabajador. Entonces la fuerza productiva está condicionada, desde el principio, por el valor de cambio.

(Pag. 591)

De ninguna manera debe ocurrírsele al señor List que la verdadera organización de la sociedad es un materialismo desalmado, un espiritualismo irreal o un individualismo. No se le puede ocurrir que los economistas nacionales sólo hayan dado a esta condición social una expresión teórica correspondiente. De lo contrario, tendría que oponerse a la organización actual de la sociedad, en vez de volverse contra los economistas. Él los acusa de no haber encontrado una expresión eufemística para una realidad desconsolada. Quiere, por ello, dejar esta realidad en todas partes tal como es y cambiar solamente su expresión. En ninguna parte critica la verdadera sociedad; como verdadero alemán critica la expresión teórica de esta sociedad, le reclama expresar la cosa y no la concepción de la cosa. /

La fábrica se convirtió para él en una diosa, la diosa de la fuerza manufacturera, el fabricante es el sacerdote de esa fuerza.

Obras completas publicadas de Marx-Engels archivo Marx-Engels-Gesamtausgabe (MEGA), fotografía de Katya Colmenares. 

1Este texto se publica bajo la recomendación del secretario del MEGA, Gerald Hubmann, para este número de Tabula Rasa dedicado al Marx desconocido.

2El texto de Marx fue traducido por Anabelle Contreras, Universidad Nacional de Costa Rica.

3Nota de la traductora: esta traducción fue hecha respetando la condición de manuscrito inacabado que exhibe el texto original. Por ello, tanto la numeración, como algunas oraciones, pueden parecer extrañas.

4Traducción de Luis Escobar.

5Marx en un juego de palabras toma el término List que significa «astucia». Una teoría astuta significa que viene de la astucia y al mismo tiempo una «teoría astuta».

6La primera edición confiable y completa de los manuscritos originales fue el volumen MEGA2 I/5 en 2017. Allí también se encontrará una presentación completa de la historia de los distintos manuscritos.

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