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Revista Criminalidad

Print version ISSN 1794-3108

Rev. Crim. vol.56 no.3 Bogotá Sept./Dec. 2014

 

Desorden, victimización y temor: estudio exploratorio sobre la relación entre la percepción de desorden y delito en Chile

Disorder, victimization and fear: an exploratory study about the relationship between disorder perception and crime in Chile

Desordem, vitimização e medo: estudo exploratório sobre a relação entre a percepção do desordem e do crime no Chile

Roberto Gallardo Terán*

*Sociólogo. Profesional de la División de Estudios de la Subsecretaría del Interior, Santiago, Chile. rgallardoteran@gmail.com

Para citar este artículo / To reference this article / Para citar este artigo: Gallardo T., R. (2014). Desorden, victimización y temor: estudio exploratorio sobre la relación entre la percepción de desorden y delito en Chile. Revista Criminalidad, 56 (3): 25-43.

Fecha de recepción: 2014/06/23 Fecha concepto evaluación: 2014/09/02 Fecha de aprobación: 2014/11/05


Resumen

Se desarrolla un análisis empírico sobre los factores que explican la percepción de desorden en Chile. A partir de los datos aportados por el índice Paz Ciudadana 2012, se construyen modelos de elección discreta probit, usando como variable dependiente la probabilidad de que una persona perciba desorden en su entorno. Los resultados permiten sostener que la victimización y el temor son siempre significativos en la explicación de la percepción del desorden, como también el sexo (hombres) y la edad (jóvenes). De igual forma, se observa que la complejidad y la cantidad de desórdenes percibidos varían dependiendo del nivel socioeconómico, el nivel educacional alcanzado, cómo se evalúa el desempeño policial y el conocimiento de una política específica de seguridad local.

Palabras clave: Desorden público, victimización, política criminal, servicios policiales a la comunidad (fuente: Tesauro de política criminal latinoamericana - ILANUD).


Abstract

An empirical analysis is developed around the factors serving to explain disorder perception in Chile. From data contributed by the "Indice Paz Ciudadana 2012" index, discreet choice (probit) models are built, using as a dependent variable the probability that individuals are likely to perceive disorder in their environment. Results let maintain that victimization and fear are always meaningful in the explanation of disorder perception, as much as gender (males) and age (young). Likewise, it has been observed that both the complexity and amount of disorders perceived tend to vary depending on the socioeconomic and the educational level attained, and how the performance of the police and knowledge of a specific local security policy are assessed.

Key words: Public disorder, victimization, criminal policy, police services to the community (Source: Tesauro de política criminal latinoamericana - ILANUD).


Resumo

Uma análise empírica sobre os fatores que explicam a percepção do desordem no Chile é desenvolvida. Baseado nos dados contribuídos pelo índice Paz Cidadã 2012, os modelos da eleição discreta probit são construídos, usando como a variável dependente a probabilidade que uma pessoa percebe o desordem no seu entorno. Os resultados permitem afirmar que a vitimização e o medo são sempre significativos na explicação da percepção do desordem, como também o sexo (homens) e a idade (jóvenes). Similarmente, observa-se que a complexidade e a quantidade de desordens percebidos variam dependendo do nível socioeconômico, o nível educacional alcançado, como se avalia o desempenho dos policiais e o conhecimento de uma política específica da segurança local.

Palavras-chave: Desordem público, vitimização, política criminal, serviços da policia à comunidade (fonte: Tesauro de política criminal latinoamericana - ILANUD).


Introducción

El desorden público, o en la vía pública, entendido como social y localizado en contextos barriales, ha sido puesto en el debate por muchos autores como una de las causas principales del delito (Fruhling & Gallardo, 2012). Es más, muchas políticas públicas sobre la criminalidad han sido diseñadas con el objeto de prevenir e intervenir los factores que desencadenarían condiciones de desorden en barrios o ciudades1. Se pretende controlar, desincentivar o prevenir hechos que la literatura describe como causas relevantes de conflictos que derivarían en escenarios propensos al delito, e. g.: consumo de alcohol o drogas en la vía pública, rayados sin fines artísticos en paredes, decadencia del entorno urbano, basura en las calles, entre otros eventos(Sampson, 1985).

La motivación del estudio surge a partir de las interpretaciones realizadas por el gobierno del ex-Presidente Piñera, como respuesta al incremento en las cifras de victimización en el 2011 respecto de las dadas a conocer en el 20102. El argumento principal dado por el gobierno para explicar este aumento fue que en el 2011 hubo un mayor número de marchas sociales en comparación con otros años, lo cual significó que la mayor parte de los esfuerzos policiales se concentraran en la mantención del orden público, teniendo como consecuencia una disminución de la labor preventiva en barrios y territorios vulnerables (López & Meruane, 2012).

Estudiar el desorden desde la política pública se justifica desde tres puntos de vista. El primero de ellos, porque este tipo de trabajos aporta antecedentes novedosos en un tema como la seguridad pública, que si bien es parte preponderante de la agenda, en Chile es reciente en la producción sistemática de información y, por tanto, en la elaboración de evidencia concreta que aporte al análisis y a la discusión.

En segundo lugar, porque el desorden afecta el bienestar de las personas, ya que atañe de forma directa a los espacios barriales. Su presencia en el territorio incide en cómo se relacionan los habitantes de un lugar entre ellos y con el entorno; puede menoscabar, incluso, el valor de las propiedades o incrementar los precios de otros mercados, como el de los seguros, entre otras consecuencias negativas3.

Por último, en comparación con otros factores, como el crimen o el tráfico de drogas, puede ser de mayor utilidad para tomadores de decisiones que necesiten comprender y entender fenómenos urbanos asociados a la seguridad pública, ya que el desorden siempre se ve, y es una manifestación tangible de algo que altera el entorno residencial (Sampson & Raudenbush, 2001).

Usando un enfoque cuantitativo, este trabajo indaga sobre los factores que explicarían la percepción de desorden en Chile. Para ello se utilizan variables del índice Paz Ciudadana del 2012. El fin de esta estrategia es procurar el tratamiento explicativo de los resultados y aportar a la discusión sobre el tema. La hipótesis principal es que la percepción de desorden de las personas, si bien se explica por la victimización y el nivel de temor, a su vez puede ser explicada por las variables que describan a los individuos (sexo, edad, nivel educacional y socioeconómico), como también las que reflejen la efectividad y la calidad de la labor policial, y el conocimiento que se tiene de algunos programas de seguridad ciudadana.

El problema

En el año 2011, la Encuesta Nacional Urbana de Seguridad Ciudadana (ENUSC) entregó un porcentaje de victimización de 31,1 %4, y el índice de Fundación Paz Ciudadana reportó 38,6 %5 para el mismo período. Ambas cifras fueron las más altas registradas desde el 2008, e interrumpieron una tendencia a la baja en las cifras de victimización en Chile (gráfica 1).

Al observar las cifras que miden la percepción de vulnerabilidad frente al delito6, también se tiene el año 2011 con cifras altas, en comparación con otros períodos (gráfica 2).

Uno de los argumentos que se utilizaron para explicar ambas alzas en el 2011 fue que, dado que aquel año se produjo el mayor número de manifestaciones públicas luego del retorno de la democracia (Centro de Derechos Humanos, Universidad Diego Portales, 2011), la policía habría concentrado la atención en estos actos y no en lo referido al control y prevención del delito en los territorios (El Mostrador, 2011; López & Meruane, 2012). Es decir, este ascenso en el desorden público explicaría la mayor victimización y percepción de temor registrada durante ese año (Centro de Derechos Humanos, Universidad Diego Portales, 2011).

Al respecto, existe evidencia según la cual la anterior relación es posible, que muestra que aquellos lugares que presentan más condiciones de desorden social, respecto a otros, son los territorios donde en su mayoría se producen hechos de criminalidad (Olavarría, Tocornal, Manzano & Fruhling, 2008)7. Eso sí, esta idea de "desorden social", observada en la literatura, puede no aproximarse a la noción de desorden vinculada a la protesta ciudadana, como la acontecida en el año 2011. Sin embargo, lo que subyace en ambas concepciones es el supuesto de que la descomposición del orden en determinados territorios generaría mayores niveles de victimización e inseguridad respecto a otros.

El problema que se plantea se vincula a las condiciones de vida de las personas, de sus barrios y del contexto en el cual se desenvuelven. Se estima que mejorar las condiciones del hábitat de las personas debería, a su vez, favorecer la percepción de su entorno respecto a la inseguridad y la criminalidad8. Con este argumento, la concentración de esfuerzos en políticas que apunten a recuperar o fortalecer los territorios, serán más efectivas en incrementar la percepción de seguridad de la población que aquellas iniciativas destinadas específicamente al control o la prevención de los delitos.

Sobre la base de lo descrito surge la pregunta: ¿si se pudiera controlar el desorden, se podrían controlar otros fenómenos que afecten la seguridad pública, como la victimización y/o el temor? Se espera que la respuesta a esta consulta colabore para proponer políticas públicas adecuadas al tratamiento de estos problemas, sustentadas en la evidencia.

Lo que postulan los modelos que se discutirán en lo que sigue de este documento, es que la percepción de desorden que tienen los habitantes de Chile se explicaría por el nivel de victimización, el nivel de temor, características individuales, la calidad del trabajo policial y por iniciativas gubernamentales orientadas a mejorar las condiciones territoriales existentes9.

Revisión de la literatura

Desorden

Uno de los puntos de vista más conocidos, respecto al vínculo entre desorden y delito, corresponde a la tesis de "las ventanas rotas", la cual menciona que la falta de control social y físico en el territorio llevará a la aparición de delitos en esas mismas áreas (Wilson & Kelling, 1982)10. Esta teoría ha sido puesta en entredicho en las últimas décadas, básicamente porque la evidencia posterior ha demostrado que los efectos del deterioro urbano no son iguales en el barrio A que en el B, lo cual permite sostener que hay características estructurales de los territorios que afectarían al delito (Sampson & Raudenbush, 2001).

Lo anterior acarrea la postura de que el desorden no es causa directa de la delincuencia, ya que si bien podrían formar parte de igual fenómeno, no son el mismo. Al parecer, tanto el desorden como la victimización corresponderían a manifestaciones independientes, con matices, particularidades y factores explicativos propios (Sampson & Raudenbush, 2001).

Así, por ejemplo, en el caso de la victimización, se cuentan trabajos que buscan establecer determinantes individuales en su explicación (Núñez, Tocornal, & Henríquez, 2012), como sexo, edad y nivel socioeconómico, principalmente, lo que indica que la concentración de delitos se observa en poblaciones definidas como vulnerables, a partir de esas mismas variables (Fundación Paz Ciudadana, 2011).

En cuanto al desorden, existe evidencia de que cuando una persona observa que alguien no cumple con alguna norma, es más probable que ella misma también cometa una trasgresión (Keizer, Lindenberg & Steg, 2008).

Dentro de este debate, Wesley Skogan, en su texto Disorder and Crime, entrega tres definiciones de desorden. La primera de ellas se refiere a cómo se entiende, y surge desde nociones ambiguas, que no son parte de los dominios de la justicia criminal, pero que inciden en la configuración del espacio público y en cómo la comunidad percibe su entorno: ruidos molestos, vagancia, descuido del aseo y ornato, presencia de pandillas, arreglar un auto en la vía pública, entre otros (Skogan, 2011).

Otro grupo de clasificación de "desorden" se refiere a actividades ilegales, como el comercio sexual en la vía pública, la venta de drogas, peleas callejeras, juego clandestino, entre otros (Skogan, 2011). Por último, el tercer grupo de clasificación corresponde a si una persona considera un determinado acto como "serio o no", lo cual podría ameritar la intervención de la policía o, en una situación menos compleja, la de servicios de seguridad municipales (Skogan, 2011).

Las tres distinciones mencionadas aluden a situaciones que pueden ser observadas por las autoridades o la comunidad, como también a acciones factibles de ser penalizadas. Todas coinciden en que refieren a conductas que ocurren en espacios públicos. Desde estas definiciones es factible preguntar si el desorden corresponde a un hecho objetivo o a una interpretación de la realidad por parte de un observador. De algún modo, subyace la idea de desorden como una comprensión de lo que es el orden y de las expectativas que desde ahí pueden elaborar las personas con su entorno, que puede llevarlas a confundir entre excentricidad y criminalidad (Harcourt, B., citado en Skogan, 2011). En este sentido, el nivel de desorden visible en la calle no se traduce necesariamente en un elevado nivel de criminalidad (Sampson & Raudenbush, 2001).

Victimización y temor

La victimización, dimensión objetiva del crimen, "es la cantidad efectiva de personas que se reconocen víctimas de algún tipo de delito en encuestas de victimización" (División de Seguridad Ciudadana, Ministerio del Interior, 2004: 143), y es esta variable la forma más certera de observar la criminalidad en un contexto social específico (Fundación Paz Ciudadana, 2012b).

La victimización se mide en forma periódica en el país mediante dos indicadores que han demostrado ser confiables a lo largo del tiempo: desde el 2003 la Encuesta Nacional Urbana de Seguridad Ciudadana (ENUSC), y desde 1998 el índice de la Fundación Paz Ciudadana11.

El temor al delito se define como el crimen que es socialmente percibido y problematizado por parte de la población, esto es, la percepción que sienten las personas respecto a la probabilidad de ser víctimas de algún delito (Garland, 2013). "La sensación de inseguridad está compuesta tanto por un factor afectivo y emocional, el que podría denominarse temor, y otro más cognitivo y relacionado a la probabilidad que las personas tienen de ser víctimas" (División de Seguridad Ciudadana, Ministerio del Interior, 2004: 143).

Considerando lo anterior, lo que se denomina "temor" se refiere a la sensación de inseguridad de las personas respecto a la delincuencia, lo cual se define desde la literatura como una percepción (Mohor & Covarrubias, 2007). En este sentido, al medir de manera empírica el "temor al delito", es posible que existan problemas de endogeneidad o causalidad inversa cuando se usa para explicar, o ser explicado, por variables como la victimización, ya que no es claro que la determine de forma unívoca. Si bien esto no ha sido trabajado con profundidad en Chile, existen antecedentes que describen este fenómeno al medir la percepción de seguridad y su relación con la disposición a actuar en comunidad, como estrategia para hacer frente al desorden (Núñez, Tocornal & Henríquez, 2012).

A su vez, hay evidencia que aporta a este debate, al señalar que la percepción de temor al delito corresponde más a características particulares de las personas (como el sexo, la edad, el nivel socioeconómico o el lugar de residencia), que a situaciones como haber sido víctima (Varela & Schwaderer, 2010).

Por último, se señala que el temor es una variable relevante para el estudio de las políticas públicas de seguridad, ya que vulnera la calidad de vida de las personas, la relación de ellas con el entorno, la convivencia ciudadana, e incluso llega a afectar la confianza en las autoridades, problemas que llevan al Ejecutivo a incorporarlo como variable fundamental de cualquier estrategia de prevención y control del delito que desarrolle (Garland, 2013).

Programas de seguridad ciudadana

Existe suficiente evidencia en la literatura, que permite sostener que no es casual la distribución espacial de la violencia y el delito, como también, de que esta relación tiende a concentrarse en lugares específicos de las áreas urbanas (Fruhling & Gallardo, 2012). Estos antecedentes han sido estudiados hace más de 70 años, lo cual demuestra la relación existente entre los niveles de delincuencia y las condiciones sociales presentes en determinados territorios (Shaw & McKay, 1942).

Con los supuestos anteriores y para disminuir la victimización, la percepción de desorden y los niveles de temor de las personas, las políticas públicas en seguridad ciudadana se han orientado en dos direcciones: focalización de recursos en áreas urbanas específicas, y combinación de control policial con mejoramiento de condiciones de vida cotidiana en ciertos sectores de las ciudades (Fruhling & Gallardo, 2012).

Desde fines de la década de los noventa hasta la actualidad, se han implementado en Chile una serie de estrategias que cumplen con las anteriores condiciones, si bien han existido iniciativas para temas específicos o que denotan alianzas interinstitucionales, coordinadas por el Ministerio del Interior y Seguridad Pública, y en términos generales han sido propuestos los programas Comuna Segura (2000-2006), Barrio Seguro (2001-2006), Plan Comunal de Seguridad (2006-2010) y Barrio en Paz, residencial y comercial (2010-2014) (Georgetown University, 2012). Cada una de estas iniciativas ha tenido sus propios objetivos y énfasis; sin embargo, coinciden en que han sido dirigidas a la focalización de recursos en ciertos barrios, a la inclusión de elementos de control y a favorecer mejoras en las condiciones de hábitat en territorios específicos.

Hasta el inicio de este año, el Ejecutivo desarrolló Barrio en Paz, el cual fue un programa de intervención territorial que se enmarcó dentro del plan Chile Seguro 2010-2014, y cuyo objetivo fue disminuir la violencia, la delincuencia y la percepción de inseguridad de los vecinos de distintos barrios seleccionados en Chile (Subsecretaría de Prevención del Delito, 2010). Algo que caracterizó el diseño de este programa, a diferencia de sus predecesores, es que esta iniciativa fue el foco central de la política de seguridad ciudadana del gobierno del ex-Presidente Piñera, ya que se basó en el supuesto según el cual disminuir los problemas asociados a la victimización, al temor y al desorden en barrios específicos, colaboraría en disminuir los índices de inseguridad en Chile (Subsecretaría de Prevención del Delito, 2011).

Asimismo, con el principio de focalización de recursos sobre determinados problemas y áreas, también se han formulado otras iniciativas en Chile. Existe una larga lista de acciones, campañas, planes y programas enfocados en esta dirección, que no han sido propuestos necesariamente por el Ministerio del Interior, o la actual Subsecretaría de Prevención del Delito, sino por otros ministerios o dependencias gubernamentales, y que se insertan dentro de las lógicas de las políticas de seguridad del país (Georgetown University, 2012).

Uno de estos programas es el Plan Cuadrante de Seguridad Preventiva (PCSP) de Carabineros de Chile. Implementado a inicios de la década pasada, el PCSP es un programa de vigilancia que se adecua a las condiciones de cada territorio. Mediante la observación de variables cualitativas y cuantitativas, se divide la jurisdicción de cada comisaría en cuadrantes, con el fin de acercar la labor policial a la ciudadanía y maximizar la eficacia de los procedimientos (Carabineros de Chile, 2013). Entre sus objetivos específicos se cuentan "potenciar la vigilancia preventiva", reorientar recursos, mejorar la gestión y "lograr que la comunidad reconozca a sus carabineros" (División de Carabineros del Ministerio del Interior, 2012).

Por último, otro programa que se diseña con el principio de la focalización es el denominado Estadio Seguro. Esta iniciativa entró en operación en el 2011, bajo la responsabilidad del Ministerio del Interior y Seguridad Pública, y se ejecutó a través de las intendencias regionales. Tiene por objeto prevenir y controlar tanto la criminalidad como hechos de violencia que ocurren en los estadios de fútbol profesional del país (Estadio Seguro, 2012)12.

Desempeño policial

Hoy en día es aceptado que, además de la importancia de los factores socioeconómicos y ambientales que determinarían la presencia de inseguridad en un territorio determinado, la policía desempeña un papel fundamental en la prevención y control de ilícitos, no tanto por su rol disuasivo, sino más bien por la calidad con la cual realiza sus tareas, por cómo gestiona su trabajo y por la forma en la que se vincula con la comunidad y otras instituciones en un contexto democrático (Beato, Figueiredo & Tavares, 2008).

La evaluación que hacen las personas sobre el trabajo de la policía es muy importante para comprender cómo perciben la seguridad en su entorno. Existen antecedentes que describen el vínculo de esta variable con las tasas de denuncias, la percepción de temor de los habitantes y, en general, cómo se valoran las condiciones de seguridad del hábitat, en términos de que buenas evaluaciones sobre el trabajo de la policía implicarían valorizaciones positivas del entorno (Tudela, 2011).

La Fundación Paz Ciudadana construye, desde el primer semestre del 2010, el índice de Percepción del Desempeño Policial, el cual recoge información de cómo son evaluadas las policías por quienes han tenido contacto con la autoridad a raíz de un hecho delictual. Este índice se compone de tres indicadores: si la persona hizo o no la denuncia; la satisfacción de las personas que denuncian con la actuación de la policía después de denunciar, y la satisfacción de la persona con la labor de la policía en su barrio (Tudela, 2011).

Modelo y datos empleados

La variable de interés para explicar es la percepción de desorden de los habitantes del país. Específicamente se entienden por desorden aquellos hechos punibles que acontecen en el espacio público. La anterior definición se comprende como percepción, ya que quien identifica una acción como desorden es la propia persona entrevistada.

La fuente de datos es el índice Fundación Paz Ciudadana - Adimark del 2012 (IFPC 2012). El universo de este índice son los mayores de 18 años que residen en hogares con teléfono de las 41 comunas en estudio (25 de regiones y 16 de la Región Metropolitana)13. El error para toda la muestra es de 1,17 %, con un 95 % de nivel de confianza (Fundación Paz Ciudadana, 2012).

El IFPC 2012 mide la percepción de desórdenes a través de siete variables de elección discreta, las cuales muestran si un entrevistado ha sido testigo de: consumo de alcohol en la vía pública; consumo o tráfico de drogas ilegales; daño a la propiedad privada por desorden o vandalismo, sin incluir el "rayado de murallas"; rayado de murallas o grafitis; peleas de pandilla; personas portando arma blanca o de fuego, y balaceras en el barrio (Fundación Paz Ciudadana, 2012).

En concreto, este trabajo usa la percepción de desorden de dos formas. En primer lugar, como no se tienen antecedentes que permitan suponer qué percepción es más importante que otra, y con el objetivo de observar los efectos por separado de los desórdenes mencionados, se usará cada una de ellas como variable dependiente en siete modelos diferentes.

Los resultados preliminares muestran que hay diferencias en la cantidad de personas que reportan desórdenes dependiendo del hecho puntual al que se refieren14.

Se especifica el siguiente modelo general para este análisis:

El modelo presenta la probabilidad de que un individuo i perciba DESORDEN=1 a partir de las variables incluidas en la función F y que no reporte, lo que se expresa en la función 1-F (XBi).

En segundo término, suponiendo que por individuo no es lo mismo percibir dos o más desórdenes que uno o ninguno, se usará una variable dependiente que contabilice el total de hechos observados por una persona desde cero hasta siete desórdenes15.

El modelo en este caso es el que sigue:

En ambos modelos, la percepción de desórdenes es la variable dependiente. Como se explicó, en el primer caso se tendrán resultados distinguiendo por tipo de desorden, y con la segunda modelación, por cantidad de desórdenes percibidos. En las dos propuestas, el subíndice i representa el nivel individual de la observación.

La variable VíCTIMA es el indicador de victimización. Sus valores son de carácter discreto y representan la respuesta afirmativa o negativa a la consulta "Durante los últimos seis meses, ¿usted o algún miembro de su familia ha sido víctima de robo o intento de robo?". Es esperable que las personas víctimas de delitos tengan más probabilidad de percibir desorden.

El nivel de temor que los individuos reportan es un factor determinante de la percepción de desorden, porque influye en la interpretación que las personas hacen del entorno. La variable NíNDICE es el índice de temor entregado por el IFPC 2012. Teniendo un valor mínimo de 0 y un máximo de 18, se usa este instrumento en el análisis de forma similar a la utilizada por Varela & Schwaderer (2010). En este caso, es de esperar que a mayores valores del índice, un individuo presentaría una mayor probabilidad de percibir desorden.

Como se comentó, las características de los individuos son elementos que determinan muchas variables asociadas al estudio de la criminalidad, como la victimización (Fundación Paz Ciudadana, 2011), el temor (Varela & Schwaderer, 2010), la percepción de desorden (Skogan, 2011) y la evaluación de instituciones de seguridad (Tudela, 2011). El IFPC 2012 permite caracterizar a los individuos por sexo, edad, nivel educativo y nivel socioeconómico, factores explicativos que serán usados en los modelos de análisis siguiendo los ejemplos mencionados16.

La información del IFPC 2012 sobre políticas públicas orientadas a resolver problemas específicos de seguridad ciudadana (Barrio en Paz Residencial, Plan Cuadrante y Plan Estadio Seguro), se usa en el modelo como variables discretas (BARRIOPAZ, CUADRANTE, ESTADIO), que indican si un individuo conoce a cada una de ellas. Dado que entre los objetivos de estas iniciativas está el colaborar para disminuir la sensación de inseguridad de las personas, se espera que quienes conozcan cualquiera de estos programas tengan una baja probabilidad de percibir desorden respecto a quienes declaren no conocerlos.

Por último, se incluye en el modelo la variable POLICIAL2, que representa si las personas víctimas de delitos han contactado a la policía y cómo evalúan su desempeño. Es la combinación de las variables VíCTIMA*IDP17. Se realiza este ejercicio con el objeto de establecer si quienes han sido víctimas, han tenido contacto con la policía luego de haber sufrido victimización. Como se sabe que los "no víctima" no contactan a la policía, el supuesto tras esta operación es que "las víctimas" que no han contactado a la policía tras sufrir un ilícito representarían una proxy de una mala evaluación del desempeño policial. Por cómo se construye esta variable, se realizan estimaciones preliminares, que descartan riesgos de multicolinealidad en los modelos. Se espera que quienes hayan contactado a la policía tengan una menor probabilidad de percibir desorden.

Resultados

Los resultados descriptivos muestran que hay diferencias en las percepciones a partir de las características de los individuos. E. g., quienes tienen alto temor perciben más desórdenes que los que se clasifican en bajo temor18.

Los resultados alcanzados por la estimación de los modelos propuestos se presentan en las tablas 1 y 2.

Se efectuaron dos modelaciones para medir los efectos de las variables explicativas sobre cada uno de los desórdenes analizados, una que incluye la variable POLICIAL2, otra que la excluye. Lo anterior se hizo con el objeto de descartar problemas en la estimación, dada la forma en la cual se construyó esta variable19.

En cada estimación, la variable VíCTIMA es significativa y tiene una relación positiva con todos los desórdenes. En términos generales, la victimización reciente aumentaría la probabilidad de que una persona perciba desórdenes, independientemente de cuál sea este.

Al igual que en el caso anterior, la variable NíNDICE también tiene una relación significativa y positiva con cada una de las variables dependientes propuestas20. Por ende, es más probable que perciban desorden quienes tienen a su vez un alto nivel de temor21.

Cuando se observan los resultados para aquellas variables que describen a los individuos, tanto el sexo (HOMBRE) como la edad de las personas (EDAD) son significativos en todos los modelos propuestos. De esta forma, ser hombre incrementa la probabilidad de percibir desórdenes, y disminuye en las personas jóvenes, sin importar el sexo al que pertenezcan. Estos resultados son inversos a los reportados por otros trabajos que describen estos factores y su relación con el temor22. Es posible que esta diferencia se deba a que haya variables relevantes omitidas, que podrían contener información importante, no considerada por el instrumento, lo cual provocaría este efecto inverso.

Asimismo, los individuos manifiestan efectos diferenciados por el nivel educativo23 y el socioeconómico24, a partir de la variable dependiente con la cual se contrastan.

Se observan los efectos de los modelos respecto al nivel básico. Para el caso de "haber sido testigo de" consumo de drogas, pandillas, porte de armas y balaceras, los individuos que, en promedio, poseen un nivel educativo superior al de base, tienen menos probabilidad de percibir desórdenes. Esto ocurre también para "consumo de alcohol", pero solo cuando se ha alcanzado el nivel universitario (UNIVERSITARIA2)25. A su vez, cambia el signo de la relación cuando las personas perciben rayados en la vía pública. Es decir, tener un nivel educativo mayor al básico incrementa la probabilidad de percibir este último tipo de desórdenes.

En comparación con el nivel socioeconómico (NSE) bajo, el alto (NSE1) disminuye la probabilidad de percibir desórdenes por consumo de drogas, presencia de pandillas, porte de armas y balaceras. Aumenta la probabilidad cuando se trata de daños a la propiedad. Para el estrato medio (NSE2), la asociación es significativa, e incrementa la probabilidad de percibir desórdenes cuando se trata de consumo de alcohol, daños a la propiedad y rayados en el espacio público.

El hecho de que una persona conozca o no una determinada política pública asociada a la seguridad ciudadana, tiene efectos diferenciados dependiendo de qué desorden se perciba.

En primer lugar, conocer el Programa Barrio en Paz Residencial (BARRIOPAZ) aumenta la probabilidad de percibir desorden por consumo de drogas, daños a la propiedad, presencia de pandillas y porte de armas. Este hecho se espera en vista de que los desórdenes mencionados inciden en los criterios que se usaron para seleccionar los barrios intervenidos26.

Quienes conocen el Plan Cuadrante (CUADRANTE) incrementan la probabilidad de percepción por consumo de alcohol, daños a la propiedad y rayados en la vía pública. Lo anterior puede entenderse porque la presencia policial suele ser mayor en sectores categorizados como "críticos" por parte del Ejecutivo27, donde este tipo de desórdenes suele ser más predominante. En cuanto a las balaceras, la probabilidad de percibirlas disminuye entre quienes conocen el Plan Cuadrante, porque se espera que donde haya carabineros patrullando, no habrá balaceras en la vía pública28.

Respecto al Plan Estadio Seguro (ESTADIO), aumenta la probabilidad de percibir desórdenes entre quienes dicen conocerlo, para el caso de consumo de alcohol, consumo de drogas, daños a la propiedad y rayados en la vía pública, situación que resulta evidente dada la naturaleza de las infracciones por las cuales esta iniciativa es conocida o recibe difusión pública. Por último, conocer el Plan Estadio Seguro disminuye la probabilidad de percibir desórdenes por pandillas, lo cual se explicaría por el público al cual se dirige el Plan: hinchas de fútbol29.

Por último, la evaluación positiva de la interacción con la policía (POLICIAL2) disminuye la probabilidad de percibir desórdenes por consumo de alcohol, consumo de drogas, porte de armas y balaceras. Esta relación es esperable, en vista de que es poco probable que se efectúe este tipo de desorden cuando se reconozca interacción o presencia policial.

La tabla 2 presenta los modelos, considerando una variable dependiente que se ordena a partir del total de desórdenes que puede percibir un individuo de acuerdo con el IFPC 2012. De forma ascendente, el modelo1 representa cero desórdenes y el modelo8 corresponde al máximo de siete menciones.

En términos generales, la modelación muestra que, dependiendo de la cantidad de desórdenes que un individuo reporta percibir, cambia el signo de los coeficientes de los factores explicativos. Esta situación se verifica entre el modelo4 y el modelo5.

Salvo las variables MEDIA2 y NSE2, por separado, todas las demás resultan significativas respecto a la probabilidad de percibir desórdenes. Desde el modelo1 al modelo4, declarar victimización, tener mayores niveles de temor, ser hombre y conocer cada uno de los programas disminuye la probabilidad de percibir desorden. Cuando aumenta la edad, ser universitario respecto a nivel básico y quien mejor evalúa a la policía, la probabilidad se incrementa.

La significación descrita se invierte desde el modelo5 al modelo8. Esto es, los individuos que declaran haber sido testigos de cuatro o más hechos, de forma independiente ser víctima, reportar mayores niveles de temor, ser hombre y conocer los programas, aumenta la probabilidad de percibir desórdenes. Al aumentar la edad, el nivel universitario y mayores evaluaciones de la policía disminuyen la probabilidad.

Conclusiones

En este trabajo se encontró evidencia que permite sostener que es diferente la percepción de desórdenes en los individuos, dependiendo de qué y cuánto se perciba30.

Respecto al título del trabajo (Desorden, victimización y temor: estudio exploratorio sobre la relación entre la percepción de desorden y delito en Chile), los resultados permitirían concluir, a partir de la información disponible, que reportar haber sido víctima de algún delito, o declarar tener altos niveles de temor, llevaría una mayor probabilidad de percibir desorden.

Asimismo, existen antecedentes de que hay más concentración y mayor complejidad en las características de los desórdenes percibidos (drogas, pandillas, armas, balaceras), en individuos con determinantes desventajosas respecto a otros. Del grupo de variables observadas, esto implica no haber alcanzado el nivel universitario y no pertenecer al NSE alto. Se reconoce que una limitante del instrumento es no contar con variables que entreguen más información al respecto y descarten sospechas de que se omiten de las conclusiones ciertos factores relevantes, como la participación laboral, e. g., que podrían estar participando en esta interacción sin ser medidos.

La alta concentración y complejidad de los hechos que se reportan se repite entre quienes declaran conocer el Plan Barrio en Paz Residencial (PBPR), aspecto que, como ya se mencionó, era esperable, teniendo en cuenta los criterios de selección de los barrios del Plan. Al respecto, es probable que quienes conozcan el PBPR sean personas que viven en sectores donde el programa está vigente o se ha ejecutado. De igual forma, y considerando las pautas con las cuales se eligen los territorios que conforman el PBPR, se espera que en estos barrios no sea mayoritaria la presencia de personas que hayan alcanzado el nivel universitario o que pertenezcan al estrato socioeconómico alto. Eso sí, la presente interpretación es solo una conjetura que acompaña a las conclusiones, ya que el instrumento no provee variables territoriales que sostengan, desde el punto de vista estadístico, esta afirmación.

En ese sentido, con este trabajo es posible suponer que dependiendo del lugar donde se vive, existen diferencias en la complejidad y la cantidad de desórdenes que se declara percibir. Específicamente, los resultados indicarían que hay personas con menos nivel de educación y bajo nivel socioeconómico que perciben hechos de mayor gravedad en vista del lugar donde residen.

Otro hallazgo del estudio muestra que la evaluación positiva de la labor policial disminuye la probabilidad de percibir desórdenes más complejos, efecto que también se observa en la medida que se incrementa el número de hechos reportados. Al respecto, se aporta evidencia de que la valoración del trabajo de la policía es importante para comprender cómo se percibe el entorno.

Asimismo, se señala que los resultados no esclarecen el sentido de la causalidad entre desorden y algunas variables explicativas, como el nivel de temor. En este sentido es esperable que, así como reportar altos niveles de inseguridad sea producto de los desórdenes que se observan, también esta interacción pueda darse a la inversa: se percibe desorden porque se tiene temor. Los datos disponibles no colaboran en resolver lo descrito.

El ejercicio de dar vuelta a los factores explicativos permitiría cuestionar cómo se mide la inseguridad en Chile, no con el ánimo de descartar los indicadores que hoy en día se utilizan, pero sí para prestar atención a los límites del análisis por el tipo de metodología, predominantemente de corte transversal, que se aplica. Debido a lo anterior, la información que en la actualidad registran los instrumentos disponibles no permite, entre otras cosas, resolver el problema de la causalidad inversa, fortalecer los controles de los factores explicativos o imputar cualidades territoriales a los datos.

Como aporte de política, desde los resultados se propone incluir el desorden como variable de estudio y trabajo en el ámbito de la seguridad pública, entendiendo que su análisis puede ser de gran utilidad para contribuir a disminuir el delito. Esto implica incorporar este factor en el diseño de programas y medidas que acompañen a los elementos que se utilizan para estos fines (denuncias, victimización, temor, por citar algunos).

A su vez, los hallazgos indicarían que la forma en la cual la policía realiza su trabajo es importante para disminuir la percepción de desorden de las personas. Al respecto, se sugiere orientar la formación policial hacia atenciones de mejor calidad, que promuevan la cercanía con la comunidad y se esfuercen en ofertar servicios enfocados a producir, y no solo salvaguardar, bienes públicos como la seguridad.

Por último, otra de las propuestas del trabajo es desarrollar encuestas longitudinales, o de panel, que permitan resolver los problemas discutidos sobre la posible causalidad inversa de las variables; que incluyan mejores controles, como, e. g., describir la actividad laboral de los entrevistados; que mejoren la asignación territorial de los casos, entre otros aspectos que doten a la política pública de evidencia más robusta que la que actualmente dispone, y así desarrollar instrumentos más sofisticados y adecuados a los fines que de ella se esperan.


Notas

1 Se mencionan, e. g.: Alcaldía de Medellín (2010). Medellín más segura. Juntos sí podemos. Estrategia de territorialización de seguridad. Secretaría de Gobierno. Política Pública de Seguridad Ciudadana y Convivencia.         [ Links ] Chile. División de seguridad ciudadana (2001). Barrio seguro. Ministerio del Interior. Sidney (2007). The safe city strategy. The city of Sidney. Ville de Montréal (2007). Politique pour un environnement paisible et sécuritaire à Montréal. Canadá.

2 Vid.,e.g.: http://www.emol.com/noticias/nacional/2011/08/03/495988/hinzpeter-marchas-estudiantiles-y-noticieros--aumentan-percepcion-de-la-delincuencia.html.

3 Vid. "Estudios revelan costo del delito en América Latina y el Caribe" (2013). Banco Interamericano de Desarrollo. En línea: http://www.iadb.org/es/noticias/comunicados-de-prensa/2013-01-24/estudios-sobre-costo-del-delito-en-america-latina,10306.html.

4 Los porcentajes corresponden a la respuesta "sí" a la pregunta: "Durante los últimos 12 meses, ¿usted o algún miembro de su hogar fue víctima de algún delito?".

5 En este caso, los porcentajes reflejan la respuesta "sí" a la pregunta: "Durante los últimos 6 meses, ¿Ud. o alguna otra persona de los que viven con Ud. ha sido víctima de robo o intento de robo?".

6 La pregunta que realiza la ENUSC es: "¿Qué tan seguro(a) se siente caminando solo(a) en su barrio cuando ya está oscuro?".

7 Los autores definen "desorden social" como "desorganización social", vale decir, ausencia de mecanismos comunitarios que dificulten la aparición de "desorden físico" en los territorios, desorden manifiesto que se observa en: rayados en las paredes, peleas callejeras, basura en las calles, entre otras expresiones visibles en un barrio determinado.

8 El hábitat corresponde a las condiciones de vida presentes en los territorios, que favorecen el desarrollo integral de las personas en vínculo con su entorno. Considera aspectos jurídicos, habitacionales, urbanos, ambientales, económicos, sociales, culturales y políticos (Barreto, 2010). Existe el consenso de que mejorando las condiciones del hábitat es posible transformar a las ciudades en lugares más seguros, más saludables y más verdes, donde todo el mundo pueda vivir con dignidad (ONU-HABITAT, 2012).

9 Se consideran tres iniciativas en el análisis. El primero es Barrio en Paz Residencial, programa presentado en el Plan Chile Seguro 2010-2014, del Presidente Piñera. Se trata de una intervención en barrios que poseen altos niveles de incivilidad y desorden social; una vez seleccionado un territorio, la intervención se focaliza a partir de los problemas detectados en el lugar, los cuales pueden ser asociados a la vulnerabilidad, el consumo de drogas y alcohol, del ámbito escolar, laboral, comunitarios, reinserción social, prevención situacional, entre otros aspectos que afecten el hábitat de las personas. El objetivo no es solo mejorar el contexto del barrio intervenido, sino que también se espera que estas acciones generen externalidades que mejoren las condiciones de seguridad en todo el país (Frühling & Gallardo, 2012). El otro programa es el Plan Cuadrante de Seguridad Preventiva de Carabineros de Chile, cuyo objetivo es "disminuir los niveles de delincuencia y violencia en la población, a través del establecimiento de una nueva modalidad de trabajo preventivo. Para esto se delimita un territorio (denominado cuadrante), cuya vigilancia es asignada a una dotación específica de policías encargados de velar por su seguridad. Los cuadrantes en que se divide el territorio jurisdiccional de la unidad policial dependen de la cantidad de kilómetros cuadrados a patrullar, el tamaño de la población, su composición social, las actividades económicas predominantes y el diagnóstico del grado de peligrosidad y criminalidad del sector" (Beyer & Vergara, 2006: 26). Por último, el Plan Estadio Seguro. Si bien no es un programa destinado a mejorar las condiciones de los territorios, se incluye en el análisis porque sus objetivos buscan reducir la inseguridad en un entorno específico.

10 A fines de la década de los sesenta, los autores de esta teoría participaron de un experimento que consistió en dejar abandonados dos autos, uno en un barrio conflictivo, otro en uno residencial. Al cabo de un período, el primero de los coches resultó totalmente destruido, y el segundo no. En consideración de aquello, a este último auto los investigadores le rompieron una de sus ventanas, lo cual, con el paso del tiempo, provocó los mismos efectos que se observaron en el automóvil dejado en la zona conflictiva. Con estos antecedentes surgió la teoría de "las ventanas rotas": la ausencia de cuidado, normas y/o reglas, puede derivar en un deterioro progresivo del medio y problemas cada vez más graves.

11 Salvo el año 2007 y el 2012, ambas encuestas tienden a tener comportamientos similares (vid. gráfica 1).

12 El plan interviene en el interior y en los alrededores del recinto. La Ley 19327 ("Fija normas para prevención y sanción de hechos de violencia en recintos deportivos con ocasión de espectáculos de fútbol profesional") señala en su art. 2° C que "se entenderá por inmediaciones, la distancia de mil metros perimetrales medidos en línea recta desde los límites exteriores y hacia todos los costados del recinto deportivo en que se realizan espectáculos de fútbol profesional".

13 Se adopta el potencial de sesgo de las encuestas telefónicas, entre las que se encuentran: subcobertura, duplicación de elementos, presencia de unidades no elegibles, cuestionarios no complejos, sin observación en terreno de los elementos. Fuentes: Canadá. Ministry of Industry (2010). Survey Methods and Practices. Catalogue N° 12-587-X. STATCAN. Groves et. ál. (2009). Survey Methodology (2nd Ed). New Jersey: John Wiley & Sons, Inc.

14 Vid. resultados descriptivos para las variables dependientes en los anexos (gráfica 3).

15 La descripción de esta variable se presenta en los anexos (vid.gráfica 4).

16 Las variables que caracterizan a los individuos por sexo (hombre/ mujer), nivel educativo (básico/medio/técnico/profesional) y nivel socioeconómico (alto/medio/bajo), se construyen como variables dummies siguiendo la convención n dummies = n categorías - 1. Se usan en los modelos HOMBRE, MEDIA2/TéCNICA2/ UNIVERSITARIA2 y NSE1/NSE2. La variable EDAD es continua, con valores de 18 a 95 años.

17 índice de Desempeño Policial (IDP), ya entregado en la base de datos. Se combinan ambas variables para tener información completa de los casos, dado que el IDP considera solo a quienes han sido víctimas; de tal forma, contiene menos observaciones que el total de la muestra.

18 Vid. resultados descriptivos en los anexos (tabla 3).

19 En los anexos se presenta la tabla 4, que excluye la variable POLICIAL2, modelación que descarta errores en la estimación. Se observa que la presencia de esta variable no afecta el nivel de significación o el sentido de la relación entre las variables. Eso sí, cuando se incluye, se verifica un incremento aproximado de 2 puntos porcentuales en los efectos de VíCTIMA para cada variable dependiente, lo que podría deberse al resultado de la interacción entre ambas.

20 Se examina que no haya correlación alta entre VíCTIMA, TEMOR y las variables dependientes propuestas. El análisis efectuado descarta dicha posibilidad (vid. Anexos, tabla 5).

21 Debe considerarse la discusión sobre la dirección de la causalidad en este resultado. Es posible que haya endogeneidad entre desorden y nivel de temor. Esto se discutirá en las conclusiones de este trabajo.

22 Vid. Núñez, Tocornal & Henríquez (2012).

23 Se observan los efectos respecto al nivel básico (educación básica completa o incompleta). Se construyeron n-1 categorías dummies desde las alternativas originales, utilizándose: media (nivel medio completo o incompleto); técnica (técnica media o incompleta); universitaria (completa o incompleta).

24 La variable nivel socioeconómico se incorpora a los modelos, para contrastar las observaciones con la categoría excluida (NSE3).

25 Estos resultados son coincidentes con evidencia que sugiere que la baja escolaridad incrementa la probabilidad de percibir inseguridad o incivilidades (Villalta, 2012).

26 De acuerdo con el documento "Indicador de Aplicación Territorial. Programa Barrio en Paz Residencial" (2011), los criterios de selección de barrios fueron cuatro: 1. selección de comunas sobre 25.000 habitantes; 2. Variable delictual compuesta por indicadores asociados a actividad delictual y victimización; 3. Se estandarizó la información de acuerdo con los valores de la variable delictual, otorgando puntaje 100 al máximo y 0 al mínimo, según el número de habitantes por cada comuna; 4. Se generó un ranking desde las comunas con mayor porcentaje a aquellas con menor porcentaje, el cual determinó el ingreso de los barrios al programa.

27 Vid. Parraguez (2011).

28 Con el supuesto de que la distribución de los carabineros no es equitativa en las comunas de Chile, el 25 de abril del 2014 la Presidenta, Michelle Bachelet, envió al Congreso el proyecto de Ley que forma 6.000 nuevos carabineros durante su mandato: "La desigualdad en la protección es sinónimo de desigualdad en calidad de vida". Fuente: http://www.emol.com/noticias/nacional/2014/04/25/657069/presidenta-bachelet-firma-proyecto-de-ley-que-pretende-sumar-6000-plazas-en-carabineros.html.

29 Los resultados de la ENUSC 2013 muestran que "el estadio de fútbol" es el tercer lugar que las personas declaran evitar para no ser víctimas de delitos detrás de "algunas calles" y "discotecas".

30 Adoptando el potencial sesgo del instrumento, dado el método de recolección de datos (telefónico) y el carácter transversal de la observación.


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Anexos