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Hallazgos

versión impresa ISSN 1794-3841

Hallazgos vol.12 no.23 Bogotà ene./jun. 2015

https://doi.org/10.15332/s1794-3841.2015.0023.004 


Experiencia estética de la naturaleza y concepción de progreso en la Comisión Corográfica*

Aesthetic experience of nature and concept of progress in the Comisión Corográfica

A experiência estética da natureza e concepção de progresso na Comissão Corográfica

Mario Alejandro Molano Vega**

* Artículo de reflexión producto del proyecto de Investigación Arte, estética y política: Colombia siglo XIX, auspiciado por la Dirección de investigación, Creatividad e innovación de la Universidad Jorge Tadeo Lozano, vigencia 364-07-10.

** Profesional en Estudios Literarios, magíster y candidato a doctor en Filosofía de la Universidad Nacional de Colombia. Actualmente es docente asociado de la maestría en Estética e Historia del Arte de la Universidad Jorge Tadeo Lozano (Colombia).
Correo electrónico: mario.molano@utadeo.edu.co

10.15332/s1794-3841.2015.0023.004

Recibido: 28 de julio de 2014 / Evaluado: 9 de septiembre de 2014 / Aceptado: 22 de octubre de 2014

Cómo citar este artículo: Molano Vega, A. (2014). Experiencia estética de la naturaleza y concepción de progreso en la Comisión Corográfica. Hallazgos, 12 (23), 73-89. (doi:10.15332/s1794-3841.2015.0023.004)



RESUMEN

El artículo de reflexión plantea la exploración de dos temáticas que se entrelazan en la modernidad cultural y artística: la experiencia estética de la naturaleza y la comprensión de la temporalidad en términos de progreso. En la historia cultural de Colombia este entrelazamiento resulta evidente en el caso de estudio de la Comisión Corográfica. Este ha sido considerado el proyecto científico y cultural más ambicioso del siglo XIX. Fue concebido dentro de un espíritu de reformismo liberal y agrupó intelectuales, científicos y artistas de gran importancia, como Manuel Acízar, Agustín Codazzi y Carmelo Fernández, entre otros. Para analizar las temáticas planteadas se empleará la perspectiva de investigación formulada por Hans-Robert Jauss en términos de una historia de las formas de experiencia estética. Esta perspectiva permite preguntarse por el surgimiento histórico de diversas formas de la praxis artística y de la apreciación estética del mundo; adicionalmente, permite plantear la relación que existe en cada caso entre las formas de experiencia estética y los procesos políticos de la modernidad. El artículo se detiene particularmente en las figuras de Alexander von Humboldt y Agustín Codazzi para analizar la concepción de la naturaleza y del progreso en la cual se apoyan y que determinó en buena medida la perspectiva de la Comisión Corográfica.

Palabras clave: historia de Colombia, estética de la recepción, historia intelectual, Alexander von Humboldt, Agustín Codazzi.



ABSTRACT

This paper explores two intertwined subjects in the cultural and artistic modernity: the aesthetic experience of nature and the understanding of temporality in terms of progress. We can find these subjects in the Colombian project named Comisión Corográfica -considered the cultural and scientific most important project in Colombia'n history of Nineteenth Century. The project was conceived on the context of liberal reforms and it grouped intellectuals, scientists and artists like Manuel Ancízar, Agustín Codazzi y Carmelo Fernández. The analysis will be make from the perspective of a history of ways of aesthetic experience that was formulated by Hans-Robert Jauss. From this research perspective we can ask by different ways of artistic praxis and aesthetic appreciation of world. In addition, this perspective allows understand the relation between particular ways of aesthetics experience and political processes of modernity. The paper concerns specifically the conception of nature and progress in Alexander von Humboldt and Agustín Codazzi in as much that it were determining elements in the Comisión Corográfica.

Keywords: Colombian history, aesthetic reception, intellectual history, Alexander von Humboldt, Agustín Codazzi.



RESUMO

O artigo de reflexão apresenta a exploração de dois temas que são tecidas na modernidade cultural e artística: a experiência estética da natureza e a compreensão da temporalidade em termos de progresso. Na história cultural da Colômbia este emaranhamento é evidente no caso de estudo da Comissão Corográfica. Este tem sido considerado o mais ambicioso projeto científico e cultural do século XIX. Ele foi concebido num espírito de reformismo liberal e agrupou intelectuais, cientistas e artistas de grande importância, como Manuel Acízar, Agustin Codazzi e Carmelo Fernández, entre outros. Para analisar as questões planteadas vai-se utilizar a perspectiva de pesquisa formulada por Hans Robert Jauss, em termos de uma história das formas de experiência estética. Essa perspectiva permite preguntar-se pelo surgimento histórico de várias formas de práxis artística e da apreciação estética do mundo; além disso, permite plantear a relação existente em cada caso entre as formas de experiência estética e os processos políticos da modernidade. O artigo particularmente pára nas figuras de Alexander von Humboldt e Agustín Codazzi para analisar a concepção da natureza e do progresso em que descansam, e que determinou principalmente a perspectiva da Comissão Corográfica.

Palavras-chave: História da Colômbia, estética da recepção, história intelectual, Alexander von Humboldt, Agustín Codazzi.



INTRODUCCIÓN

A pesar de que el campo de investigación estética cuenta con una larga tradición que suele remontarse hasta Platón, el concepto de experiencia estética no ha sido planteado como problema central de trabajo sino hasta hace relativamente poco. Los problemas de la teoría del arte, como observó con gran acierto Hans Robert Jauss, han estado definidos durante largo tiempo por "la ontología platónica y la metafísica de lo bello"; más tarde, "en la cima de la reflexión artístico-filosófica [particularmente entre los siglos XVII al XIX], los problemas canónicos eran la polaridad entre arte y naturaleza, la coordinación de lo bello con lo verdadero y lo bueno, la unificación de forma y contenido, de imagen y significación, y la relación existente entre mimesis y creación" (Jauss, 1986, p. 11). El planteamiento mismo del concepto de experiencia estética, en el caso de Jauss, obedece a un intento por reorientar la Estética como campo de investigación que cumpla dos condiciones básicas: en primer lugar, que sea capaz de captar la complejidad de la praxis artística, que se desplegaría en los planos interrelacionados de la creación (poiesis), la recepción (aisthesis) y la comunicación (catharsis); en segundo lugar, que sea capaz de asumir y profundizar los aportes teórico-metodológicos de la fenomenología, la hermenéutica, la teoría y la historia social. Como consecuencia de esta reorientación, el estudio de las distintas formas históricamente configuradas de experiencia estética cobra una gran relevancia, pues permite revisar algunas de las tesis de la tradición de la estética filosófica y abre un espacio de investigación en el que historia y teoría de la experiencia estética se encuentran estrechamente relacionadas, y por otro lado, la pregunta por las formas históricas de la experiencia estética permite observar el papel sociocultural que cumple la relación subjetivo-emocional de los individuos con su entorno. Particularmente importante resulta aquí el estudio de la Modernidad, en la medida en que este complejo periodo histórico parece suponer procesos de emancipación de la experiencia estética con respecto a su papel subordinado dentro de las instituciones religiosas y políticas. Como parte del mismo proceso, en la Modernidad se construyen nuevas formas de relación entre las esferas de lo político y del conocimiento con las formas de comportamiento y experiencia estética. Justamente, en esta perspectiva se inscribe el ejercicio investigativo que a continuación se presentará.

El ejercicio consiste en abordar (sin la pretensión de exhaustividad) el problema de las formas de experiencia estética que determinaron la Comisión Corográfica (1850-1859), el más ambicioso proyecto científico-cultural en Colombia durante el siglo XIX. La obra cartográfica de la Comisión, sumada a las descripciones geográficas y los informes de Codazzi recopilados en la Jeografía física i política de la Nueva Granada; las narraciones recogidas por Manuel Ancízar y por Santiago Pérez en Peregrinación de Alpha y "Apuntes de viaje" respectivamente; y la colección de láminas realizadas por Carmelo Fernández, Enrique Price, Manuel María Paz constituyen valiosos documentos para el estudio de las transformaciones históricas de la experiencia estética y su relación con el advenimiento de la modernidad cultural en el territorio colombiano. Estos documentos revelan en qué amplia proporción los ideales de un futuro nuevo, una nación unida y próspera y un conocimiento renovado del mundo implicaban una forma de experiencia sensible gracias a la cual la naturaleza, el propio ser humano y la historia adquirían una presencia específica reconocible. El presente artículo de reflexión constituye un primer intento por penetrar en este campo de problemas.


ALEXANDER VON HUMBOLDT: UN ANTECEDENTE

Uno de los factores del advenimiento de la modernidad cultural en Colombia, quizá no suficientemente estudiado, tiene que ver con la forma de experiencia intensificada y gozosa de la naturaleza que surge de una particular actitud de contemplación y observación vinculada tanto a empresas científicas (por ejemplo, la geografía) como a empresas políticas (por ejemplo, la formación de nuevas naciones independientes). Varios personajes practicaron ya desde la primera mitad del siglo XIX una actitud semejante en Colombia, entonces Nueva Granada. Sin embargo, es difícil sobreestimar la importancia que entre estos personajes cumplió el barón Alexander von Humboldt como representante de esta actitud de contemplación fruitiva de la naturaleza que desempeñaría un papel central en la cultura colombiana a través de la Comisión Corográfica. Los viajes de Humboldt por América se extendieron por un periodo de cinco años, desde el 16 de julio de 1799, cuando desembarca en Cumaná (Venezuela), hasta el 30 de junio de 1804 cuando se embarca en Filadelfia (Estados Unidos) rumbo a Burdeos (Sánchez, 1999, p. 55). En la Nueva Granada apenas estuvo unos pocos meses, desde marzo hasta diciembre de 1801, para pasar a Quito y luego al Perú en su viaje por la cordillera de Los Andes. "En las colosales montañas de Cundinamarca, de Quito y del Perú —dice Humboldt— surcadas por valles profundísimos, le es dado al hombre contemplar a un mismo tiempo todas las familias de las plantas y todos los astros del firmamento" (2005).

En las páginas de Cosmos o ensayo de una descripción física del mundo (publicada por tomos desde 1845 en Europa) Humboldt asigna a la experiencia sensible y concretamente al "goce" de la naturaleza un papel central en el desarrollo del conocimiento humano y "el engrandecimiento de miras". Allí mismo diferencia dos formas de gozo producido por la naturaleza en el ser humano.

Meditando sobre los diferentes grados de goce que produce la contemplación de la Naturaleza, hallamos que el primero debe de ser una impresión enteramente independiente del conocimiento íntimo de los fenómenos físicos, así como del carácter individual del paisaje o de la fisonomía particular de la comarca en que vivimos. Donde quiera que en una monótona llanura, tan solo limitada por el horizonte, cubren el suelo plantas de una misma especie, como brezos, cistos o jaras, o la familia de las gramíneas; donde quiera que las olas del mar bañan una playa, dejando como huella de su paso verdosas estrías de algas y ovas flotantes, el sentimiento de la naturaleza, grande y libre, se apodera de nuestra alma y nos revela como por inspiración misteriosa que existen leyes reguladoras de las fuerzas del Universo. El simple contacto del hombre con la Naturaleza, la influencia del gran ambiente, o como dicen otras lenguas valiéndose de una expresión mas bella, del aire libre, producen un efecto calmante, mitigando el dolor y aquietando las mas profundas y agitadoras pasiones del alma. Estos beneficios los recibe el hombre por todas partes, cualquiera que sea la zona que habite y el grado de cultura intelectual a que se haya elevado; porque si las impresiones de que hablamos son graves y solemnes, débenlo al presentimiento del orden y de las leyes que brota en nosotros sin que lo sepamos con el simple contacto de la Naturaleza; al contraste que ofrecen los estrechos límites de nuestro ser con la imagen de lo infinito que revela por do quiera, en la estrellada bóveda del cielo, en una llanura que se extiende hasta perderse de vista, en el brumoso horizonte del Océano (Humboldt, 2005, pp. 19, 20).

La experiencia sensible y el goce contemplativo al que se refiere Humboldt en este pasaje tiene por objeto la naturaleza en cuanto totalidad armoniosa y, a la vez, misteriosamente organizada por leyes que son dadas así a la percepción sensorial —aunque aún no a la comprensión racional— en el espectáculo del firmamento estrellado, las llanuras y los océanos. A su vez el efecto subjetivo de "gravedad y solemnidad" de estos espectáculos tiene que ver con "el presentimiento del orden y las leyes" que rigen a la naturaleza a lo largo y ancho de sus infinitos territorios. Para Humboldt la aspiración al conocimiento racional de estas leyes y, como consecuencia el "engrandecimiento de miras", se asienta en este tipo de experiencias de la naturaleza. Aunque para los pueblos que él llama "atrasados" y "salvages" esta aspiración queda apenas expresada en la proyección de mitos y la elaboraciones de rituales religiosos que no constituyen el conocimiento racional de la naturaleza; sin embargo, Humboldt reconoce que no por ello "deja de desarrollarse en su seno el germen de una filosofía de la Naturaleza, bien que destituido del apoyo de la observación y como simple producto de una concepción meramente ideal". Para él, apoyándose en un tópico de la época, la infancia de los pueblos, como la de los sujetos, se caracteriza por este tipo de ensoñaciones imaginativas o ideales, aunque también en cierto sentimiento de terror y respeto por lo que no se comprende racionalmente. Por oposición solo hasta que se alcanza el dominio de las capacidades de observación, comparación y reflexión controlada en torno a los hechos, los pueblos y los individuos alcanzan una posición de madurez o de desarrollo: "comenzando a realizar el elevado destino de su inteligencia".

Si bien la experiencia de la naturaleza como totalidad brinda la intuición inicial y el sentimiento solemne del universo como un orden armonioso y coherente, solo alcanza a sugerir vagamente la considerable variedad de fenómenos en los que se despliega. Por esa razón, Humboldt considera también una segunda forma de experiencia gozosa de la naturaleza, esta vez como paisaje:

El segundo goce es el producido por el carácter individual del paisaje, por la configuración de la superficie del globo en una comarca determinada. Las impresiones de este género son más vivas, se definen mejor y guardan mas conformidad con ciertos estados del ánimo. Unas veces es la magnitud de las masas, la lucha de los elementos desencadenados o la triste desnudez de las áridas llanuras, como en el Asia septentrional, lo que escita nuestras emociones; otras veces, bajo la inspiración de sentimientos más tranquilos, es el aspecto de los campos cubiertos de rica mies, la habitación del hombre al borde del torrente, o la silvestre feracidad del suelo vencido por el arado. No tanto insistimos aquí sobre los grados de fuerza que distinguen a estas emociones, como sobre la diferencia de sensaciones que escita el carácter del paisaje, y a las cuales presta encanto y duración este mismo carácter [...] Lo que en estas escenas nos conmueve no es ya, lo repito, el apacible encanto uniformemente esparcido en la naturaleza, sino la fisonomía del terreno, su configuración propia, la incierta mezcla del contorno de las nubes, de la forma de las vecinas islas, del horizonte del mar, terso como un espejo, o envuelto entre los vapores del matinal rocío (Humboldt, 2005, pp. 20, 21).

De esta manera, a la experiencia de la naturaleza, Humboldt viene a sumarle complementariamente la experiencia del paisaje como experiencia de lo particular que determina y actualiza la impresión grave y solemne, pero al mismo tiempo vaga y "uniformemente esparcida" del todo. La experiencia de la naturaleza como paisaje cumple el papel de actualizar, determinar o, para aplicar el término que usa el propio Humboldt, caracterizar aquella impresión inicial del todo coherente e insondable. El objeto de la experiencia del paisaje es la naturaleza en su diversidad, a la cual correspondería un registro proporcional de figuraciones imaginativas y reacciones emocionales del contemplador. La diversidad de la naturaleza como paisaje también cumple un papel para el desarrollo científico según Humboldt. Gracias al reconocimiento cuidadoso del carácter propio de cada una de las zonas del globo, la inteligencia racional puede ejercitar su capacidad de comparación, deducción y asociación que le permita formular esas leyes generales que podían ser vagamente intuidas en un principio. De modo que no se trata solamente de que la experiencia del paisaje determine la experiencia de la naturaleza, sino que habría que agregar que el fin último de la comprensión racional de la naturaleza y sus "leyes reguladoras" requiere una experiencia de la diversidad y el carácter propio de cada una de las formas en las que esta naturaleza total se despliega.

Este recorrido de la experiencia de lo particular de la naturaleza bajo la forma del paisaje tampoco está exento de desviaciones y peligros, en la visión de Humboldt. De la misma manera que la experiencia de la naturaleza como totalidad podía despertar en los pueblos "atrasados" las ensoñaciones e idealizaciones del mito y la superstición, también las experiencias que persiguen lo local y característico de cada paraje de la naturaleza afrontan el peligro de caer en el gusto exótico de lo siempre nuevo y desconocido que desplaza la visión del todo; es decir, "las grandes miras de la Naturaleza". Humboldt llama a esta actitud empirismo y lo asocia directamente a una actitud escéptica que "se inclina constantemente a creer interrumpido el orden de la Naturaleza, a desconocer las analogías de lo presente con lo pasado, y a continuar en fin, entregada al azar de sus delirios, buscando en lo interior de nuestro globo y en los espacios celestes, las causas de lo que se obstina en llamar perturbaciones".

Puede verse claramente de qué forma la visión de Humboldt reúne la experiencia sensorial gozosa de la naturaleza con el propósito ilustrado de la ampliación del conocimiento racional. Este rasgo resulta particularmente importante si se piensa que desde la Antigüedad clásica y la Edad Media la captación del todo universal proviene más bien de la abstracción filosófica y la interiorización espiritual que de la experiencia sensorial de la naturaleza, la cual solo alcanza a concebirse como reflejo del orden suprasensorial. Como afirma Joachim Ritter, "lo decisivo es que para la teoría filosófica, por encima de todas las diferencias de escuela, el Todo que se presenta en lo sensorial no puede ser captado conceptualmente en esto y actualizado como tal elemento sensorial" (1986, p. 136). Antes bien, la "contemplación" del todo depende esencialmente del concepto filosófico abstracto (teoría) y de la elevación espiritual hacia la esfera de lo divino supraterrenal (contemplatio). Para Humboldt, en cambio, la experiencia sensorial de la naturaleza en sus dos niveles, esto es, como totalidad y como paisaje, se presenta como actualización sensible de aquellas "leyes reguladoras" del Universo que la razón puede descubrir y formular. De este modo, la experiencia sensorial de la naturaleza puede ser entendida como "contemplación", es decir, como captación del orden universal (en sus variaciones) sensiblemente actualizado.

No es gratuito, por lo tanto, que Humboldt intente refutar los temores y prejuicios, para él infundados, acerca de la oposición entre la experiencia sensorial gozosa y la comprensión racional de la naturaleza. Por un lado, Humboldt rechaza el temor de que la naturaleza sea desencantada una vez se indaguen sus leyes racionalmente; por otro, se ve también obligado a confrontar la idea de que la experiencia sensible de la naturaleza no necesariamente conlleva una actitud cognoscitiva. El temor de una naturaleza desencantada es refutado por Humboldt al argumentar que

[...] la bóveda celeste sembrada de nebulosas y tachonada de estrellas, y las riquísimas alfombras de vegetales que engalanan el suelo en el clima de las palmeras, deben necesariamente dejar en el ánimo de aquellos laboriosos observadores [astrónomos y botánicos], una impresión más imponente y más digna de la magestad de la creación, que en el de cualquiera otro hombre no habituado a comprender las grandes relaciones y estrechos lazos de todos los fenómenos (Humboldt, 2005, p. 35).

A la inversa, dirá sobre la idea de que "no a todos es dado comprender las verdades de la física del mundo" lo siguiente: "cabalmente esta escitación del sentimiento adivinatorio, esta vaga intuición de tantos misterios como hay que descubrir, la multiplicidad de caminos que recorrer, son otros tantos estímulos para el ejercicio de la inteligencia, cualquiera que sea el grado de saber en el que se encuentra" (2005, p. 36). Sería un error creer que Humboldt confundía la experiencia sensorial gozosa de la naturaleza con el avance científico, pero no cabe duda de que sí concebía una estrecha relación complementaria entre estas dos formas de relación con el entorno. Experiencia sensorial e investigación racional se refuerzan mutuamente: la primera incentiva la segunda, pues brinda "estímulos para el ejercicio de la inteligencia"; la segunda intensifica y profundiza la primera, pues produce "una impresión más imponente y más digna de la magestad de la creación".

¿En qué medida son estos argumentos menos una prueba racional del vínculo entre ciencia y estética, y más bien constituyen la justificación de un programa en vista del desplazamiento que sufren determinas estructuras morales heredadas de la religión y la filosofía metafísica principalmente? Habría que considerar los elementos que sustentan esta alianza de la ciencia y la estética sostenida por Humboldt. El primero de ellos tiene que ver con la actitud de objetivación o tematización de la naturaleza, bien como totalidad racionalmente comprensible de leyes, bien como experiencia sensorial en la cual se captan articuladamente diversidad de fenómenos percibidos. Adquirir conciencia de las regularidades de la naturaleza, así como de la forma particular como esta se presenta a nuestros sentidos, parece ser el primer elemento común de la ciencia y de la estética. Se trata en ambos casos de una práctica reflexiva que consiste en un "traer a la conciencia" o en "darse cuenta de" por el cual se busca determinar, distinguir o hacer patente tanto las causas de los fenómenos y sus leyes, como las formas peculiares en las que se experimenta sensiblemente la temperatura, la luz, la escala o el movimiento y las reacciones particulares que acompañan estas sensaciones en el individuo. Esta actitud reflexiva y contemplativa de la Naturaleza se define a sí misma en oposición a una actitud diferente, a saber, la actitud "natural". Para la actitud natural son más bien los vínculos prácticos, cotidianos y familiares del trabajo, la habitación, el mercado o la necesidad los que definen la percepción de la naturaleza y no la contemplación.

Mientras que para la conciencia natural el entorno material se convierte en instrumento para determinado fin, para la conciencia reflexiva o contempladora dicho entorno se transfigura en naturaleza, es decir, en algo estructurado de tal y tal forma, e identificable más allá de sus usos. La contemplación de la naturaleza exige, pues, este distanciamiento con respecto a las necesidades materiales y los vínculos familiares con el entorno. También era usado el concepto de "desinterés" para formular el principio básico de esta forma de contemplación, esto es, el reconocimiento de los objetos como objetos para la percepción y la conciencia (y no para la satisfacción de intereses distintos a la observación misma).1

Aquí podemos encontrar profundamente arraigados antiguos motivos metafísicos (filosóficos y religiosos) como el de la "elevación" o el de la "purificación" gracias a la cual dejamos en suspenso las apremiantes circunstancias de la vida cotidiana y vulgar (o del mundo de las apariencias) con el fin de acceder a una "verdad" hasta entonces oculta, velada o desapercibida. Pero Humboldt introduce su giro moderno a esta oposición entre actitud contemplativa y actitud natural. Para él la verdad que se alcanza mediante la contemplación permite el regreso al mundo cotidiano y a la esfera de las necesidades materiales para beneficiarlo. Si bien la contemplación exige una cierta suspensión de la vida cotidiana y de la actitud natural, para Humboldt esta suspensión ya no tiene como objetivo elevarse sobre las condiciones vitales, sino que regresa hacia ellas y las enriquece. El antiguo motivo de la elevación y la ascensión queda así secularizado en el motivo de la edificación o el cultivo del ser humano y sus sociedades en el plano intramundano de la historia. Edificación y cultivo, términos tomados de la construcción y la agricultura, expresan metafóricamente el desarrollo sistemático del hombre y su sociedad a lo largo del tiempo, expresan la idea de progreso. Este es precisamente el segundo elemento que enlaza la experiencia estética y la ciencia en la mentalidad de Humboldt. El mero ejercicio de tomar distancia de las necesidades vitales y la costumbre de la vida cotidiana constituye para Humboldt un incremento cualitativo de las capacidades fundamentales del ser humano englobadas en el concepto de "inteligencia". "Yo me complazco en creer [dice Humboldt] que las ciencias, espuestas en un estilo digno de su elevación, a la par grave y animado, deben ofrecer un goce vivísimo a los que encerrados en el estrecho círculo de los deberes ordinarios de la vida, se avergüenzan de haber permanecido largo tiempo estraños al comercio intimo con la Naturaleza: el goce de ver enriquecido su espíritu con ideas nuevas. Podría decirse que este comercio despierta en nosotros, por las emociones que produce, órganos que durante mucho tiempo habían estado dormidos" (Humboldt, 2005, p. 48). Contemplar la naturaleza y eventualmente recrearla mediante imágenes y relatos, son asumidas como formas intramundanas de activación del sujeto que conllevan el desarrollo progresivo de sus capacidades y de sus formas de vida social y material.

Pero el tercer elemento por el cual Humboldt mantiene unidas a la ciencia y a la estética radica en la complementariedad de sus diferencias y no ya en lo que parece enteramente común a ambas. Aunque la experiencia estética y la observación científica tengan un origen común en la actitud de la contemplación (teoría), que se remonta a la filosofía griega antigua y a la teología cristiana; sin embargo, sus fines son diferentes. Humboldt lo sabe muy bien. El fin de la ciencia es la explicación de los fenómenos naturales (y de la naturaleza como totalidad), de la cual se deriva directamente el aprovechamiento de los recursos y la implementación de medios técnicos para su explotación. Por su parte, el fin de la experiencia estética consiste en el reconocimiento de la naturaleza como objeto de fruición sensible o de gozo que recrea los vínculos emocionales del ser humano con su entorno material y enriquece su capacidad imaginativa. Para sostener la complementariedad de estas funciones humanas, Humboldt se basa en una mirada antropológica consolidada por distintos filósofos de la Ilustración, según la cual el ser humano se entiende como estructura articulada de distintas capacidades o facultades inseparables, pero a la vez diferenciadas en sus objetivos y procedimientos. Con base en esta premisa general, Humboldt pretende una explicación objetiva de la interrelación entre observación científica y experiencia estética de la naturaleza. Pero esta explicación está claramente enmarcada por la preocupación histórica sobre el curso que había tomado y las consecuencias que empezaba a generar el desarrollo social moderno, como las habían expresado, por ejemplo, los poetas románticos ingleses William Wordswoth en el prefacio a las Baladas líricas (1800) o el propio J.J. Rousseau en su Discurso sobre el origen y los fundamentos de la desigualdad entre los hombres (1754). A la vista de estas preocupaciones sobre la naciente modernidad europea, es comprensible que para Humboldt resultara fundamental mantener la idea de la naturaleza como unidad de lo diverso. De esa manera, intentaba resistir la conceptualización de la naturaleza como casualidad desarticulada y también como material indiferente y disponible para el hombre. Sin embargo, esta idea se encuentra mezclada en Humboldt con la preocupación moderna por el desarrollo sociocultural del ser humano, para el cual la experiencia estética gozosa e imaginativa de la naturaleza constituye un imprescindible estímulo. De la contemplación estética de la naturaleza dependería en buena medida el desarrollo de una personalidad moral, la formación de las virtudes del ciudadano liberal e industrioso y en consecuencia, el desarrollo de una sociedad moderna.2


AGUSTÍN CODAZZI: DIRECTOR DE LA COMISIÓN COROGRÁFICA

Entre la carrera de Alexander von Humboldt y la de Agustín Codazzi puede notarse un "misterioso paralelismo" como afirma Efraín Sánchez. Ambos sintieron esa misma fascinación por los viajes y las experiencias alrededor del mundo; ambos creyeron que este era un modo de "ampliar las miras", de combatir las viejas supersticiones y prejuicios; ambos fijaron su rumbo hacia América en parte por casualidades semejantes.3 Adicionalmente, Codazzi siempre reconoció a Humboldt como la más alta autoridad en materias de ciencia geográfica y heredó de él tanto las ideas sobre la naturaleza, como un sistema relacionado de leyes y fenómenos, como la tesis sobre el vínculo mutuo entre las comunidades y los territorios que habitan. Sin embargo, las diferencias que existen entre estos dos grandes personajes son igualmente importantes para comprender la forma como contribuyeron al desarrollo de una determinada actitud estética frente a la naturaleza. A diferencia de Humboldt, cuya relación con la contemplación gozosa de la naturaleza está determinada fundamentalmente por la investigación científica, Agustín Codazzi forjó su mirada de la naturaleza a través de la preparación y la práctica militar como artillero bajo la influencia del modelo de escuela politécnica napoleónica. Ciertamente, Codazzi se desempeñó como científico y además obtuvo reconocimientos notables a nivel internacional en este ámbito, incluyendo el del propio Humboldt.4 No obstante, su oficio científico no podría separarse de su formación como militar ni de la participación en las luchas independentistas americanas. Este vínculo dejó en la obra de Codazzi huellas visibles: la independencia de Colombia y Venezuela ocupa un lugar importante en sus Memorias, su investigación geográfica en Venezuela se inicia como un ejercicio militar defensivo que buscaba prevenir ataques contra Maracaibo a través de la Guajira (Antei, 1993, p. 53) y parte significativa de los materiales que integran la Jeografía física i política de las provincias de la Nueva Granada (1957) consiste en anotaciones históricas sobre el proceso de independencia, mapas que presentan el desarrollo geopolítico de las luchas republicanas y anotaciones sobre los itinerarios entre provincias para el desplazamiento de tropas.

La carrera de las armas ya había servido a Codazzi como el medio para escapar de los estudios filosóficos y de leyes propios de un joven de familia acomodada ("de discretos ciudadanos") en la conservadora población de Lugo, Italia, y dar satisfacción al anhelo de viajes y experiencias por el mundo.

Sin terminar los estudios de filosofía-dice Codazzi—se despertó en mí por sobre todo una irresistible inclinación, que ya desde la más tierna edad, me impulsaba a viajar y a seguir la carrera de las armas, en la cual me imaginaba poder surcar los más lejanos mares, ver las más remotas regiones, y las múltiples y grandes obras de la naturaleza de un extremo a otro de la tierra (Codazzi, 1973, p. 185).

Este ideal de expansión de las experiencias no era solamente contemplativo y gozoso para Codazzi, ni tampoco exclusivamente científico. Tenía que ver, de un modo apremiante, con la idea de buscar la "buena fortuna" y los "medios de vivir" que no había alcanzado en Europa; lo cual implicaba conseguir trabajos bien pagos y acumular riquezas, pero más ampliamente se refería a forjar un destino propio en medio de adversidades e incertidumbres. Si ya para Humboldt era clara la influencia mutua entre la Naturaleza y el ser humano, para Codazzi la naturaleza tiene mucho más acentuadamente el carácter de escenario vital en el que se despliegan los dramas individuales y colectivos de los seres humanos, como también ha observado el biógrafo de Codazzi, Giorgio Antei (1993, p. 399). En las Memorias de Codazzi la naturaleza parece una fuerza fascinante y amenazante a la vez: es tanto la belleza del Mediterráneo, como la crudeza de las tormentas en el Atlántico; tanto el carácter exuberante de la selva húmeda tropical del Chocó, como los múltiples peligros y enfermedades que oculta. Así mismo, cuando Codazzi se detiene a describir los lugares que visita y a ponderar su belleza, toma siempre en consideración lo que ha sido de los individuos y las sociedades que allí han habitado, y también la forma actual como encuentra realizada la relación hombre-naturaleza. Al detenerse en la isla de Elba, por ejemplo, Codazzi contempla las ruinas de la fortaleza de Longone, hecha construir por Napoleón durante su exilio; igualmente en Itaca las ruinas y los objetos conservados lo hacen comparar "la magnificencia y el saber de los griegos antiguos y la actual miseria e ignorancia" (1973, p. 191). Por otra parte, en el Chocó la belleza de cada planta, árbol y fruto está compuesta integralmente para Codazzi por su utilización corriente entre los indígenas: "el cedro amarillo, facilísimo de trabajar [...], el cumare, bastante grueso y muy apto para hacer rápidamente una piragua [...], el paraguatán rojo, cuyo tronco sirve para tintura [...], la carapaca y la púa, de las que se sirven los indios para sus instrumentos de viento" (1973, p. 355). De esta forma, la contemplación gozosa de la naturaleza se transforma al ser observada más como un espacio de actuación humana —muchas veces rebelde y extraño—, que como una totalidad cerrada sobre sí misma. La actitud de Codazzi resulta concordante con la opinión que Hegel había sostenido en sus Lecciones de Estética, acerca de que la belleza de la naturaleza "es todavía enteramente exterior, no tiene conciencia de sí" y en todo caso proviene del vínculo que los seres humanos establecemos con nuestros entornos vitales (Hegel, 2003, p. 54). Es improbable que Codazzi haya leído a Hegel, pero su perspectiva atestigua importantes variaciones en el objeto de contemplación estética y su forma de experiencia.5

Puntualmente lo que observamos consiste en que la naturaleza como totalidad armónica materializada que el sujeto contempla resulta desplazada por la naturaleza como vastedad y exuberancia sobre la cual el sujeto construye su mundo: "Tantos males [exclama Codazzi al relatar su primer viaje por el Atrato] venían en parte compensados con la contemplación de las grandes y admirables obras de la naturaleza, la cantidad de árboles y palmas que se encuentran a cada paso y la infinidad de animales que con su vista causan terror o placer, pero siempre sorpresa" (1973, pp. 354, 355).

¿Cómo podría interpretarse este desplazamiento en la experiencia sensorial de la naturaleza? Al experimentar la naturaleza como un escenario para la acción —menos que como una totalidad armónica— lo que aflora con mayor notoriedad es el carácter histórico de la existencia humana; esto es, la realización en el tiempo de proyectos de vida posibles en los que se entrecruzan tanto lo individual con lo colectivo, como la experiencia acumulada por las tradiciones con las posibilidades de nuevos horizontes. Desde este desplazamiento, la reacción anímico-subjetiva frente a los fenómenos naturales dependerá de cómo estos ofrezcan oportunidades u obstáculos para el despliegue de la existencia humana. El emocionante relato de la batalla de Boyacá que Codazzi incluye en sus Memorias es un ejemplo de la forma como la naturaleza se ha convertido en escenario decisivo del desarrollo y las luchas de las civilizaciones: la colina es "ventajosísima posición" que debe ser tomada o conservada a toda costa; el bosque y el barranco son brechas en las filas enemigas y desesperados caminos de avanzada para los patriotas ("[...] el coronel Rondón, negro de color pero de un corazón magnánimo e intrépido, atravesó sin ser observado, el bosque con un escuadrón de los suyos, pasó el barranco y, donde parecía que era imposible que la infantería pudiera subir, se arriesgó él con sus caballos [...]"); las montañas y las selvas son para unos y otros oportunidades de huida o emboscada ("[...] Barreiro fue arrastrado por el terror general de su segunda línea y se salvó por las montañas con todo su equipaje [...]") (1973, pp. 388, 389). También las posibilidades futuras que aparecen como visiones anticipatorias ante los ojos de Codazzi delatan en él la forma de contemplación de la naturaleza siempre en relación con el desarrollo humano. Por ejemplo, hablando acerca de la Provincia de Antioquia:

¡Qué transformación la que experimentarían estas selvas vírgenes i solitarias de la Provincia de Antioquia... Atónito quedará el viandante al descubrir el valle de Urrao bien poblado i con grandes almacenes de mercancías [...] del que se podrá pasar en pocos días en vehículo de ruedas al Atrato, por el camino que ha preparado la naturaleza por el medio de la serranía hoi apenas conocida. Los vapores surcarán entonces este hermoso río en menos de cuatro jornadas, podrán conducir los pasajeros al gran canal, llevándolos así cómodamente del uno al otro mar (Codazzi, 1957).

Este modo de experiencia estética de la naturaleza como escenario de la acción humana forma parte de los extensos procesos que Blumenberg rastrea desde la Antigüedad clásica hasta el ascenso de la Modernidad. A través de estas complejas transformaciones la naturaleza deja de comprenderse como totalidad del ser que existe de una vez y para siempre sin que nada pueda realmente cambiarse, agregarse o restarse. En su lugar ascenderá una forma de comprensión de la naturaleza como factibilidad de fenómenos sustentada por determinadas leyes y fuerzas e incluso como escenario abierto de posibilidades que se ofrece al ser humano (1999, p. 111). Codazzi ocupa un lugar intermedio en esta trama de cambios. Aunque él observe la naturaleza como escenario de actuación humana, sin embargo, no la concibe exclusivamente como resultado variable (y en cierta medida controlable) de "procesos mecánicos" inteligibles y medibles. El centro de la experiencia estética de la naturaleza para el caso de Codazzi parece encontrarse en el vínculo fundamental de hombre y naturaleza: en el asentarse del ser humano en medio de la naturaleza para convertirla en hogar y en patria, de las cuales no han sido borradas aún las huellas de la dificultad y la resistencia del entorno, por causa del tiempo ni el pleno desarrollo técnico.6 La actitud precavida y experimentada que salva a Codazzi, tanto de la ingenuidad como de la arrogancia frente a la naturaleza, puede observarse elocuentemente a través de un informe publicado en 1855 que habla del desesperado final de la expedición norteamericana encabezada por el teniente Isaac C. Strain y 24 de sus hombres, en compañía de José Ramón del Castillo y Bernardo Polanco7, quienes se aventuraron en la exploración del Darién por cuenta propia:

[...] dejo a la juventud granadina, amante del progreso rápido de su patria, que aplique este hecho a la palabra favorita de adelante. Sí: adelante en las reformas sociales; pero que no nos suceda lo que al teniente Strains, que por querer llegar el primero al Pazífico fue el último, o lo que pasó a Castillo i a Polanco que por querer imitarle sucumbieron: tengamos presente sobre todo que para ir adelante con acierto, es necesario conocer bien la tierra i sus recursos, hasta de palos i bejucos; que los recursos en esta naciente sociedad vienen a ser nuestros pueblos con sus virtudes i sus vicios, con sus ideas i alcances intelectuales, sus usos i costumbres (Hecho histórico, moral i político, 1855).

Para la fecha de la publicación de este discurso, Codazzi se encontraba en su quinto año como director de la Comisión Corográfica y, fuera de su primer periplo por la Nueva Granada en 18208 desde la isla de Providencia hasta Santafé de Bogotá ascendiendo por el río Atrato, había recorrido las provincias de Vélez, Socorro, Tundama y Tunja (primera expedición, 1850); Soto, Ocaña, Santander y Pamplona (segunda expedición, 1851); Córdoba, Medellín y Antioquia (tercera expedición, 1852); Chocó, Barbacoas, Túquerres y Pasto (cuarta expedición, 1853-1854); el istmo de Panamá (quinta expedición, 1854) y la provincia de Bogotá (sexta expedición, 1855). En los cuatro años de vida que le quedaban, Codazzi habría de recorrer también las provincias del Casanare (séptima expedición, 1856); Neiva, Mariquita, el territorio de Caquetá (octava expedición, 1857); y finalmente los estados de Bolívar y Magdalena (décima expedición, 1859).

Como director de la Comisión Corográfica, Codazzi realmente ejerció control estricto de todas las producciones relacionadas con esta empresa de gran envergadura y les impuso en buena medida la estructura de su forma de percepción de la naturaleza. Su obra principal o lo que él llamaba "lo sustancial de la Comisión" son los mapas de la República y de sus provincias. De cierta forma puede decirse que el mapa es una de las realizaciones más perfectas del ideal de una visión sintética de complejos procesos históricos, estructuras sociales y políticas, y diversidad de sistemas atmosféricos, hidrográficos y geográficos. La admiración que causaron en su tiempo —y que aún causan— estos mapas responde en buena medida a la perfección con que logran traer ante el espectador, en una sola mirada sobre el sencillo plano, la imagen organizada de la naturaleza, de las estructuras sociales y de las transformaciones históricas que de otra forma escaparían a nuestra limitada visión, ya sea por su vastedad o por su carácter abstracto. Este efecto de los mapas no tiene que ver solamente con el sentimiento estético que despiertan. Igual que en Humboldt, resulta claro que aquí confluye también la estética y el desarrollo científico, pero con un matiz importante: la naturaleza que se reconoce estética y científicamente se ha transformado en territorio de una determinada sociedad, en escenario político de luchas y divisiones, y en espacio fundamental de habitación, comunicación y explotación.

Esta mezcla tan intrincada de motivos estéticos, científicos e histórico-políticos que permea la obra cartográfica de Codazzi también se puede observar en las descripciones geográficas que se encuentran en la Jeografía física i política; en los relatos de los viajes y las observaciones sociológicas y etnográficas de Manuel Ancízar en Peregrinación de Alpha o de Santiago Pérez en sus "Apuntes de viaje"; y finalmente en la colección de láminas de la Comisión Corográfica realizada principalmente por los pintores Carmelo Fernández, Henry Price y Manuel María Paz. Estos documentos forman un todo que no ha sido suficientemente estudiado ni valorado desde el punto de vista de una historia de los valores estéticos y artísticos que dieron forma a la experiencia de la modernidad cultural en Colombia.


1 Así se encuentra formulado ejemplarmente en Kant: "El juicio de gusto es meramente contemplativo, es decir, un juicio que, indiferente en lo que toca a la existencia de un objeto, enlaza la constitución de este con el sentimiento de placer y dolor" (1992).

2 Hans-Robert Jauss argumenta que en el contexto alemán la experiencia estética de la naturaleza se valorizó como respuesta al fracaso político que transformó la Revolución Francesa en terror y posteriormente en imperio (1995, pp. 105-108).. Ese trayecto francés era negativamente entendido por los intelectuales alemanes, para quienes no podía construirse una sociedad moderna solamente a partir de la formulación de un aparato estatal y jurídico-constitucional nuevo. Había que construir ese proyecto "desde abajo" si se quería evitar el naufragio dictatorial; esto es, había que comenzar por la transformación de los individuos en ciudadanos y esa tarea recaía principalmente en un proyecto de educación estética para filósofos como Schiller. Este giro hacia una estética de la naturaleza conllevó a su vez un optimismo histórico idealista y luego una verdadera naturalización de la historia.

3 Mientras el barco que debía llevar a Humboldt con Bonpland hacia el Cairo naufragó y tuvieron entonces que dirigirse a España, donde finalmente se embarcarían hacia Venezuela; Agustín Codazzi perdió el barco que debía llevarlo a las Indias Orientales Holandesas debido al invierno, y finalmente, en Amsterdam, terminó embarcándose en el brick norteamericano Unión que los llevaría a Baltimore (Sánchez, 1999, p. 102).

4 Antes de que se iniciara la Comisión Corográfica en la Nueva Granada en 1850, Codazzi había ganado el reconocimiento del mundo científico europeo, especialmente por sus trabajos de investigación en Venezuela (Atlas Físico y Político de la República de Venezuela, Resumen de la Geografía de Venezuela): en 1840 se hizo miembro de la Société de Géographie; en 1841 el informe para la Academie des Sciencies (preparado por una comisión de científicos integrada por Francois Arago, Elie de Beaumont y Jean-Baptiste Boussingault) llegó a la conclusión de que sus obras constituían "documentos preciosos para la historia política de la América y para la física del globo"; el mismo año, 1841, Humboldt envió una carta elogiosa a Codazzi en la que celebra sus investigaciones y el apoyo gubernamental recibido de parte de Venezuela; se le otorga la distinción de Chevalier de la Légion d'Honneur; y finalmente la Sociedad Real de Geografía reseña elogiosamente sus trabajos (Sánchez, 1999 y Antei, 1993).

5 Es importante señalar que sí puede darse cuenta de una influencia muy mediada de Hegel en los intelectuales de la primera mitad del siglo XIX en Latinoamérica. Esta influencia indirecta se produce a través de dos formas de espiritualismo reconocidas: el eclecticismo francés y el krausismo español. El eclecticismo francés representado principalmente por Víctor Cousin generó un impacto considerable en intelectuales cubanos, como Félxi Varela, y por este medio en el propio Manuel Ancízar, amigo personal de Codazzi. Víctor Cousin, el líder del eclecticismo francés, realizó varios viajes a Alemania y conoció personalmente a Hegel. Su filosofía está impregnada de formulaciones propias del idealismo Alemán de principios del siglo XIX (Vermeren, 2009). Por su parte, el krausismo español también posee importantes componentes filosóficos del idealismo germánico. Se origina en el filósofo Karl Cristian Friedrich Krause, quien se educó en Jena y se identificaba con las teorías de Fichte y Schelling. El krausismo pasó a España a través de autores como Julián Sanz del Río, Emilio Castelar y Francisco Giner de los Ríos (Falero, 1998). Pero quizás no debe olvidarse que es el propio Alexander von Humboldt quien polemiza tácitamente con Hegel y Schelling para introducir los principios de la observación científica en medio del clima académico berlinés dominado por la filosofía especulativa de la naturaleza (Botting, 1981).

6 Esta forma de experiencia que Codazzi representa hace pensar, a su vez, en la antigua fórmula bíblica según la cual la naturaleza es ofrecida al hombre para su beneficio como un don divino que, por esa misma razón, no puede ser rebajado a la condición de simple instrumento, sino que exige más bien la reflexión y el conocimiento, pero también el cuidado y aún la domesticación (Gén, 2: vv. 5 y 26). Podría verse la experiencia de Codazzi frente a la naturaleza como una forma secularizada de esta tradición bíblica. Esta hipótesis no es incompatible con el giro estructural de la experiencia estética en Europa como lo presenta Jauss, puesto que de la exaltación de la estética de la naturaleza en filósofos como Schiller y Schelling se pasa a una actitud antinatural progresiva. Precisamente la idea de la naturaleza como fuerza que debe ser controlada o dominada para poder habitar en ella y aprovecharla para el desarrollo humano hace parte de este distanciamiento de la identificación idealizada con la naturaleza (Jauss, 1995, pp. 112-116).

7 Castillo y Polanco eran comisionados nombrados por el Gobierno de Cartagena y la Nueva Granada para pacificar a los indígenas y facilitar el apoyo de las comunidades locales a la expedición del Darién. Por otra parte, esta expedición estaba integrada por representantes de los Gobiernos de Inglaterra, Francia y Estados Unidos, amén de la representación neogranadina (Sánchez, 1999, pp. 356-377).

8 Existe una discusión entre los historiadores acerca de cuál fue en efecto la fecha del primer viaje de Codazzi a la Nueva Granada.



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