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Hallazgos

Print version ISSN 1794-3841

Hallazgos vol.12 no.23 Bogotà Jan./June 2015

https://doi.org/10.15332/s1794-3841.2015.0023.013 


Organización política de los afrocolombianos residentes en Bogotá*

Political organization of Afro-Colombian residents in Bogota

Organização política dos afro-colombianos residentes em Bogotá

Patrick Durand Baquero**

* Artículo de investigación. Este artículo se fundamenta en la investigación realizada durante un año, con la colaboración de diferentes miembros de las organizaciones de afrocolombianos con el propósito de obtener el título de magíster en Estudios Políticos de la Universidad Javeriana. El artículo actualiza algunas de las consideraciones apuntadas en su momento y pone de manifiesto algunos de los cambios organizativos y los retos que enfrenta la organización de las comunidades afrocolombianas que habitan Bogotá.

** Licenciado en Filosofía y Letras y magíster en Estudios Políticos. Coordinador del área de humanidades e investigador de la línea en diversidad en Compensar Unipanamericana, (Colombia).
Correo electrónico: patrickdurandb@unipanamericana.edu.co

Recibido: 8 de agosto de 2014 / Evaluado: 14 de octubre de 2014 / Aceptado: 10 de noviembre de 2014

10.15332/s1794-3841.2015.0023.013

Cómo citar este artículo: Durand Baquero, P. (2014). Organización política de los afrocolombianos residentes en Bogotá. Hallazgos, 12 (23), 275-285. (doi:10.15332/s1794-3841.2015.0023.013)



RESUMEN

El presente texto establece algunos elementos sobre el desarrollo de la organización de las comunidades afrodescendientes residentes en Bogotá, su evolución y la mirada que desde la teoría política se puede dar sobre cómo se estructura el proceso de organización de los movimientos, la estructura de participación y los repertorios de protesta; a la par se establece cómo los afrocolombianos residentes en Bogotá se ajustan a este proceso. Este artículo recoge elementos de la tesis de grado de maestría, y sintetiza los postulados teóricos y los hallazgos, y actualiza algunas de las ideas y conclusiones expuestas en esta.

Palabras clave: afrodescendientes, Bogotá, teoría política.



ABSTRACT

The current write sign the path of the African American population and his way to structure his community and his turnout in the political arena. This process it compares with the evolution of the contention in the Tilly's and Tarrow's work, and shows the particular issues in the political scene in the Bogota city.

Keywords: Polical theory, African american, political turnout.



RESUMO

O presente texto estabelece alguns elementos sobre o desenvolvimento da organização das comunidades afrodescendentes residentes em Bogotá, sua evolução e o olhar que desde a teoria política pode ser dado sobre a forma como estrutura-se o processo de organização dos movimentos, a estrutura de participação e os repertórios de protesto; paralelamente estabelecesse a forma como os afro-colombianos que vivem em Bogotá encaixam-se nesse processo. Este artigo recolhe elementos da tese de mestrado e resume os postulados teóricos e os resultados, e atualiza algumas das ideias e conclusões expressas nesta.

Palavras-chave: Afrodescendentes, Bogotá, teoria política.



ELEMENTOS DE LA ESTRUCTURA DE PARTICIPACIÓN POLÍTICA

La organización de la comunidad afrocolombiana en Bogotá ha pasado por una serie de fases diferentes y ha estado acompañada de un papel cambiante, pero en cualquier caso cada vez más preponderante por parte del Estado y de los diferentes Gobiernos, tanto nacionales como distritales. Estos, a partir fundamentalmente de la Constitución Política de 1991, han gestado una ventana de oportunidad cada vez más amplia para facilitar el acceso de los miembros de la comunidad a cargos de representación que a su vez les permitan conducir con mayor empoderamiento la organización política de sus participantes en la ciudad.

Sin embargo, a las tensiones propias del poder se suma la dificultad que plantea el escenario de fragmentación espacial propio de Bogotá, así como la lógica arrolladora del modelo económico tendiente a homogeneizar a los individuos en torno a la idea de ciudadano consumidor, por encima de otras formas de reconocimiento que conlleven la organización social y la reclamación de derechos colectivos. A esto se le suma que, si bien la sociedad colombiana en su conjunto se caracteriza por un marcado racismo, este tiene unos tintes difíciles de distinguir y obliga a las persona negras habitantes de la ciudad a una progresiva mimetización cultural, que los va despojando de sus recuerdos y sus identidades, para asimilarlos como sujetos urbanos y posteriormente como mano de obra consumidora.

El presente artículo recorre las tensiones entre algunos de los último Gobiernos, tanto distritales como nacionales, así como entre las organizaciones de base, comentando algunas de las formas de organización y relación gestadas al amparo del estado o en distancia de este. Al mismo tiempo, plantea retos para la organización y movilización de la comunidad en el escenario político contemporáneo. "Los movimientos resuelven el problema respondiendo a las oportunidades políticas a través del uso de formas conocidas, modulares, de acción colectiva, movilizando a la gente en el seno de redes sociales y a través de supuestos culturales compartidos" (Tarrow, 1997, p. 97).

Los conceptos de oportunidad política y organización social se trabajan desde la perspectiva planteada por Tilly, Tarrow y McAdam (2001), mientras que la idea de comunidad que se incorpora pertenece a una línea de pensamiento diferente, vinculada a la filosofía y que desde Agamben y Esposito reconoce la comunidad como un estado diverso y profundamente ideológico, ligado a la forma como el Estado se reconoce a sí mismo y en su autoreconocimiento, gesta las manifestaciones de la sociedad y las comunidades.


ELEMENTOS TEÓRICOS SOBRE LA MOVILIZACIÓN SOCIAL Y LA PARTICIPACIÓN POLÍTICA

En general resulta difícil determinar la razón que lleva a las personas a tomar acciones colectivas frente a diferentes circunstancias políticas, así como comprender por qué poblaciones tradicionalmente marginadas y en difíciles condiciones de vida pasan mucho tiempo sin organizarse, movilizarse y manifestarse.

Sobre este particular Tarrow, Tilly y McAdam (2001) ha desarrollado un trabajo que busca explicar por qué razones unos grupos de individuos en general son más propensos que otros a organizarse colectivamente para tramitar sus inconformidades o ejercer dinámicas de presión sobre el Estado, y sobre cómo los diferentes repertorios de la protesta marcan unos determinados sentidos colectivos que permiten y potencian los procesos de identificación de los actores con el repertorio de la movilización y la reclamación.

Una de las características importantes de la mirada que dan estos autores al proceso de la movilización social radica en que consideran la movilización como un fenómeno complejo que debe ser visto desde todas las aristas que lo potencian, además de dar una importancia manifiesta al contexto y a la relación entre los colectivos que ejercen presión a través de la organización y la movilización y el Estado. Este último es la contraparte que en este proceso dialectico debe dar respuesta e intentar tramitar a través de sus instituciones las reclamaciones de los actores.

En esta dinámica, no solamente resultan importantes los actores, es decir, los grupos que se movilizan y el Estado; también son relevantes todos los grupos de interés que rodean el escenario de la manifestación y que racionalizan el repertorio de la protesta. De esta manera, los medios de comunicación, los partidos políticos y aún los grupos de opositores juegan un papel muy importante para comprender las características, intencionalidades y mecanismos de construcción de relaciones. Así pues, este enfoque "en el proceso mismo de la movilización propone una visión amplia que incluya los contextos, las determinantes y los elementos que permitan explicar cómo se construyen, deconstruyen y reconstruyen las identidades políticas (Durand, 2011, p. 19).

Adicionalmente, resaltan la importancia de identificar determinados elementos de carácter histórico y cultural, que pueden constituirse en catalizadores en el proceso de organización de los actores de protesta. Estos elementos, que si bien no se manifiestan con claridad durante el desarrollo del ciclo en sí mismo, son fundamentales para comprender por qué en determinados casos la acción colectiva se materializa en reclamaciones sociales o se queda en el subsuelo. El análisis y la interpretación de estos fenómenos no es tarea fácil, pero resulta fundamental tenerlos en cuenta en el momento de determinar la naturaleza de la protesta. Por ejemplo, en el caso de la movilización afroamericana en la década de los sesenta, las iglesias anglicanas jugaron un papel fundamental en la organización de las comunidades (y desde décadas atrás). Esta organización sirvió de soporte para la movilización popular. Fenómenos de identificación nacional o religiosa pueden ayudar a explicar lo sucedido en la llamada "primavera árabe", o aún en las resientes manifestaciones de miles de personas en México a raíz del asesinato de los 43 estudiante a manos de la Policía en el Estado de Guerrero.

El proceso de movilización tiene unas características que le son propias y que potencian o inhiben su desarrollo, "es posible identificar en todos los casos algunos patrones comunes en dicha estructura: la apertura política; los cambios en las estructuras de poder; la posibilidad de encontrar aliados influyentes y las divisiones que se puedan presentar entre los grupos dominantes" (Durand, 2011, p. 19).

Sin embargo, por encima de lo anterior los autores consideran que el repertorio que utiliza el movimiento, y que puede estar ligado a la evolución cultural del mismo, tiene una importancia manifiesta en la capacidad que tiene de atraer simpatizantes, lograr que estos se movilicen y lo más importante que permanezcan potencialmente en capacidad de participar en ciclos sistemáticos de protesta, Cuanto más extendida en el tiempo esté esta capacidad, se hace más fuerte la posibilidad del movimiento de ejercer presión sobre los actores políticos capaces de tomar decisiones en sentido favorable a los intereses del movimiento social.

Al revisar estas características, es posible perfilar las del movimiento afrocolombiano en Bogotá. Este aún no resulta un movimiento adecuadamente organizado ni goza de la capacidad de presión suficiente, pues la facultad de movilizar a los miembros de la comunidad no resulta contundente y la capacidad de lobby de los mismos frente a los actores distritales se reduce por cuanto la comunidad misma carece de un estructura organizativa con la capacidad de integrar a todos los miembros y movilizarlos sistemáticamente en busca de un propósito colectivo.

Adicionalmente, es importante destacar que la dispersión espacial propia de Bogotá crea barreras a los procesos de comunicación e integración de los diferentes miembros activos del movimiento, para integrar y convocar efectivamente a los miembros de la comunidad en la ciudad. Será entonces interesante hacer un seguimiento a la forma como en la actualidad los medios masivos de comunicación y particularmente las redes sociales pueden jugar como elemento de articulación y aglutinación de la comunidad, rompiendo las barreras que impone la estructura extendida de la ciudad, caracterizada además por las enormes dificultades en el desplazamiento que la caracterizan.


LA COMUNIDAD COMO SUJETO HISTÓRICO

¿Cómo decir "nosotros" sino como un "se" (= todos y nadie), como un "yo" (= una sola persona, lo que también sigue siendo nadie)? ¿Cómo ser en común, entonces, sin hacer lo que la tradición entera (pero con todo reciente, es decir, tributaria de Occidente que se consuma difundiéndose) llama una comunidad (un cuerpo de identidad, una identidad de propiedad, una intimidad de naturaleza)? (Esposito, 2007, 13).

Lo que determina el ser y lo propio de la naturaleza de la comunidad es la capacidad que tienen sus miembros de generar unas identidades y unos elementos de reconocimiento que los hacen capaces de convertirse en un cuerpo de muchos; un todo que reconociendo las diferencias individuales tiene la capacidad flexible de moverse al unísono y poner de manifiesto, valores, sensaciones y sentimientos colectivos. La comunidad está ligada a la evolución histórica y social de los pueblos, y ha constituido el piso sobre el que se fundamenta la existencia de los actuales Estados nacionales. En el último tiempo ha recuperado preponderancia mediática a través de las políticas públicas que la empodera y la delimitan, aspecto que la ha hecho responsable de la toma de decisiones en torno a uno u otro proyecto de desarrollo.

Trazar los límites que determinan dónde comienza y dónde termina una particular organización política y la identificación de los miembros que pertenecen a la misma no resulta sencillo; sin embargo, a través de los haceres y las tradiciones propias de la memoria y la narrativa, las comunidades logran escenarios de mutuo reconocimiento que les permiten generar las identidades que hacen posible su existencia. "[...] si una comunidad no tuviera historias, si sus integrantes carecieran de imaginación narrativa, no la reconoceríamos como una comunidad humana. En consecuencia, una de las respuestas a la pregunta de por qué lo hacemos es que "se trata simplemente de cosas que hacemos los seres humanos" (Appiah, 2007, p. 60).

La energía que da forma a la comunidad parece ser el interrogante fundamental que encierra su esencia de ser. La potencia se la comunidad radica precisamente en esa capacidad permanente de emerger y mutar para convertirse en sujeto histórico activo; la energía que la constituye está ligada a circunstancias tan complejas como el territorio, la muerte, la vida, el amor.

Para Esposito (2003), la comunidad surge de un aliento vital generado por alguno de estos elementos. Es una energía que conduce permanentemente la naturaleza y el ser de la comunidad, trazando a su vez los límites que la hacen posible y dándole la potencia de constituirse y permanecer más allá de los avatares del mundo de lo político, pues para el autor italiano, todo el mundo de lo político no es más que una emanación ulterior de la misma comunidad; emanación que solamente tiene sentido en tanto la misma comunidad exista y que solo puede ser modificado o deshecho por el poder que tiene la comunidad que lo constituyó.


LA COMUNIDAD AFROCOLOMBIANA EN BOGOTÁ

Determinar el surgimiento de una comunidad afro descendiente en Bogotá no resulta simple. Ya desde los tiempos de la Colonia, Rafael Díaz identificó diferentes escenarios donde personas de raza negra, poblaciones de estas localidades que habitaban la ciudad y se reconocían como parte de ella, eran en su mayoría esclavos, pero también es posible dar cuenta de hombres y mujeres libres.

No obstante, este estudio ha tomado como límite temporal el momento en el que la ciudad manifiesta su proceso de crecimiento más significativo, en torno a la década de los setenta, y particularmente los últimos 20 años de la constitución de la ciudad, cuando por diferentes causas —de carácter económico o asociadas al conflicto armado que azotó en las últimas décadas a poblaciones y comunidades afrocolombianas con evidente sevicia, la ciudad recibió una importante migración de población afrocolombiana.

Establecer cuántos son y en qué circunstancias particulares se encuentran no ha resultado fácil para la administración de la ciudad ni para las organizaciones sociales que los representan. Las dificultades de asentamiento permanente, el nomadismo entre las localidades de Bogotá, el racismo no manifiesto que constituye una permanente invitación hacia la invisibilización de los sujetos, la necesidad de pasar inadvertidos como producto de la desconfianza de la ruptura violenta —en algunos casos de sus vínculos naturales con la comunidad de base— han hecho que esta población sea muy difícil de determinar como comunidad en la ciudad. El último censo los cifró en algo menos de 1000.000 personas; sin embargo, la Alcaldía de Moreno Rojas hablaba de al menos 1.000.000 de afrodescendientes establecidos en la ciudad. Se espera que el próximo censo avance en el proceso de identificación y facilite el proceso de autoreconocimiento de la comunidad en la ciudad.1

Las cifras no son claras para Bogotá, y esta variación determina en gran medida los alcances e impactos de una política pública en torno a esta población; sin embargo, lo que resulta fundamental es reconocer que en el último tiempo se ha asentado en la ciudad una importante cantidad de miembros de las diversas comunidades afrocolombianas en el distrito y sus alrededores, tanto en los municipios aledaños al norte de la capital, como en Soacha. En esta última se registran enormes problemas de carácter socioeconómico.

La procedencia es variada; Rodríguez (2006, p. 89) habla en su estudio sobre la situación de la población afro en Bogotá de poblaciones tan diversas como Satinga (Nariño) o Guachene (Cauca), pero no existe información precisa con respecto a los lugares de origen y las diferencias características que esto puede determinar en los procesos de organización social y comunitaria.

En Bogotá en el momento cuando Rodríguez realizó su estudio los principales lugares de asentamiento de la población eran "Bosa, San Cristóbal, Ciudad Bolívar, Suba, Engativá, Tunjuelito Kennedy, Rafael Uribe y Puente Aranda" (Rodríguez, 2006, p. 97); sin embargo, como se señaló al comienzo la característica fundamental de esta población es la movilidad, dado que muy pocos son propietarios de vivienda en Bogotá y que la mayor parte del tiempo viven en arriendo, y en muchos casos su presencia en los barrios o casas no goza de general aceptación por parte de la comunidad, o al menos así lo manifiesta en su estudio Claudia Mosquera (1998).

Resultan más importante para los procesos de reconocimiento los espacios de encuentro de los miembros de las comunidades, restaurantes de comida típica del pacifico colombiano, lugares de recreación y esparcimiento nocturno, característicos de la música de las regiones Pacífico y Caribe, y en el último tiempo las peluquerías características frecuentadas particularmente por los varones, donde "la raza sabe cómo es que se debe hacer el corte". Estos espacios de encuentro fortalecen las identidades, sirven para intercambiar información y favorecen la construcción de nuevas narrativas. En las mismas las diferencias regionales se van disolviendo en medio de una nueva realidad, la que enmarca unas diferencias con la población que lleva más tiempo asentada en la ciudad, diferencias no solo raciales, sino también culturales y en algún sentido axiológicas.

Es por este motivo que de muchas de las organizaciones que tienen como propósito defender, estimular y proteger los derechos de la población afrodescendiente en Bogotá centran su accionar en el estímulo y difusión de los logros culturales y artísticos y deportivos de los afrodescendientes en Colombia, como mecanismo de legitimación y de identificación racial de las características que se consideran propias de la naturaleza de sus miembros. Inclusive organizaciones con un objetivo mucho más político como el Movimiento Nacional Cimarrón o Afrodes resaltan permanentemente la importancia de los eventos culturales como aglutinador de los intereses de los miembros de las comunidades.

A pesar de ello, no existe aún un mecanismo generalizado que convoque a la mayoría a espacios de encuentro, ni los canales de comunicación adecuados que les permitan establecer un mecanismo político de gestión y presión sobre las autoridades del distrito.


LA ESTRUCTURA DE OPORTUNIDAD Y EL SER DE LA COMUNIDAD AFROCOLOMBIANA EN BOGOTÁ

Indudablemente la Constitución Política de 1991 se convirtió en el mecanismo fundamental que permitió la apertura de una ventana de participación para las hasta entonces denominadas minorías étnicas. A partir de la constitución se hizo posible avanzar en un proceso de reconocimiento. Más allá de las consideraciones de carácter histórico que se puedan hacer sobre la Constitución Política de 1991, es innegable que esta determina un cambio en la estructura de oportunidad, lo cual genera un grado de apertura política claramente favorable a las intenciones de todos los movimientos minoritarios en el país, entre los que se incluye la comunidad afrodescendiente.

Posteriormente la Ley 70 de 1993 reconoce la existencia de las comunidades afrodescendientes, y si bien esta es fundamentalmente una ley general de titulación de tierras para las comunidades asentadas históricamente en las riberas de los ríos y que por su carácter de migrantes venidos de África durante la esclavitud no podían reclamar una propiedad patrimonial del suelo, se reconoció que la antigüedad de sus asentamientos y la apropiación de los ambientes que habitan los hacen parte del ser de la nación colombiana.

Sin embargo, el reconocimiento de las comunidades no se aparta de los espacios territoriales en los que han vivido habitualmente, es por esto que resulta imposible desde la teoría jurídica hablar de una comunidad afrobogotana, pues no existe un vínculo identitario diferente a la raza y la Constitución Política de 1991 que reconoce el carácter multiétnico de la nación prohíbe manifiestamente la discriminación racial y por ende cobija a los afrodescendientes por fuera de las comunidades ribereños de un manto de protección igual al de cualquier otro colombiano.

No obstante, la estructura socioeconómica y las expresiones culturales en Colombia han mantenido un racismo velado, que ha condenado a la invisibilización a buena parte de la población afro, particularmente en la ribera del Pacífico colombiano, donde el Estado rara vez y con muchas deficiencias hizo presencia. A la vez, estas poblaciones acogieron la idea de su no existencia, pues la ausencia del Estado les significa una relativa autonomía cultural y una relación pacífica con la naturaleza, en medio de una economía mucho más artesanal y difícilmente controlable.

Al producirse el desplazamiento y, por ende, darse el contacto entre grupos poblacionales que han habitado por años espacios marcadamente diferenciados y que ha visto como exóticas las formas culturales y los valores, y principios éticos propios de los demás, salta a la vista la dificultad para la asimilación social y en los casos de racismo comienzan a ser patentes en los ambientes sociales de las ciudades.

En Bogotá, Juan de Dios Mosquera, miembro fundador y director del Movimiento Nacional Cimarron, menciona cómo las organizaciones afro constituidas en la ciudad presionan a la administración para que adopte una política pública de discriminación positiva con miras a abrir espacios de reconocimiento y brindar herramientas de integración y mecanismos para una efectiva integración de la cada vez mayor cantidad de población negra presente en la ciudad.

El resultado arrojará fruto en 2005 con la implementación de una política pública: el Acuerdo 175 de la Alcaldía Mayor de Bogotá que establece los lineamientos para trazar dicha política dirigida a la población afrodescendiente residente en Bogotá,, que a su vez reglamentará la existencia y funcionamiento de la ya desaparecida consultiva distrital de comunidades negras, órgano que debió en su momento constituirse como el espacio de organización política y el escenario de gestión de tramitación de necesidades de los miembros de las comunidades frente al Estado. Es indudable que en este momento la ventana de oportunidades estaba más abierta que nunca para facilitar el proceso de organización del movimiento social afrocolombiano en la ciudad.

Sin embargo, la apertura de la ventana no generó un notable resultado inmediato en la organización del movimiento; por el contrario, la aparición de escenarios de mayor lobby político generó una dispersión de las fuerzas y los movimientos con el fin de captar recursos que permitieran la supervivencia de las organizaciones, pero esto se ha convertido en un escenario para la aparición de las empresas electorales políticas que ven en estos escenarios la posibilidad de utilizarlos para la asignación de sus cuotas, en espacios que les permiten el manejo de presupuestos y capacidad de coaptar los cargos a través de sus redes clientelares.

El proceso de la Consultiva tuvo enormes altibajos, y si bien se consiguió generar un escenario de representación para los afrodescendientes residentes en Bogotá, el reconocimiento y la capacidad de este órgano frente a la población afro del distrito fue escasa. Si bien en algunas oportunidades sus iniciativas fueron acertadas, se tomaron más desde arriba en una visión de liderazgo de la comunidad con cabeza pero sin cuerpo.

En este sentido, el papel del Gobierno distrital ha sido fundamental en la articulación, fortalecimiento y dispersión de las organizaciones representativas de los afrodescendientes en la ciudad. La idea de propiciar una organización gestada desde arriba atomiza la posibilidad política de la organización afrocolombiana en Bogotá, que por su parte desde la base va gestando sus propios mecanismos de organización y gestión de necesidades a través de diferentes agentes entre los cuales no siempre el Estado resulta ser el más apreciado. Muchas veces las organizaciones no gubernamentales tienen mayor reconocimiento entre los afrodescendientes más expuestos a condiciones de vulnerabilidad.

Sumado a lo anterior, la dinámica propia del modelo de Estado neoliberal que propicia el individualismo y las formas de asistencialismo para atender a la población con mayores necesidades debilita la estructura organizativa de la estructura política de las comunidades. "Los fenómenos empíricos que él se representa gráficamente con esto son el aislamiento social, la apatía política y la pauperización económica" (Honneth, 2009, p. 64).


CONCLUSIONES

La actual situación política de Colombia, inmersa en un proceso de paz y en un programa de restitución de víctimas, muchas de las cuales pertenecen a las comunidades afrocolombianas, ha exigido por parte del Gobierno nacional una nueva mirada a la situación de las comunidades a lo largo del país, así como de lo mecanismo de participación de los que las mismas pueden hacer uso para facilitar su articulación a la estructura política nacional.

En este escenario, la ventana de oportunidad para la población afrocolombiana en el distrito se abre nuevamente, pero los retos organizativos son grandes; se sigue presentando una atomización que multiplica la cantidad de grupos y dispersa la fuerza que puede alcanzar el movimiento. Muchos de los movimientos se alejan del campo político por temor a ser coaptados por los intereses particulares de los partidos, muchos otros terminan sirviendo esos intereses en detrimento de la tramitación de las necesidades de la población en Bogotá.

Adicionalmente, en la actual circunstancia no es posible aún hablar de una comunidad afrobogotana, pues no están dadas la características que hagan posible la articulación y la construcción de las identidades y los reconocimiento que generen la construcción de un conjunto orgánico que desde la base y a través de un órgano de representación elegido por los mismos miembros de la comunicación represente a los afro dentro de la ciudad.


1 Para el censo de 2005 el DANE determinó el autoreconocimiento como variable indicativa de la pertenencia a un grupo étnico. El censo arrojó un total de 96.523 personas que se reconocieron como afrodescendientes sobre un total de 4.311.757 que se autoreconocieron en el resto del país. El Movimiento Nacional Cimarrón ha cuestionado la denominación de afrodescendiente por considerar que no permite una identificación adecuada de la complejidad de la población de raza negra que habita las regiones del país. "Teniendo en cuenta esta cifra, llama la atención la diversidad de cifras aportadas por diferentes organizaciones, por ejemplo la comisión para la realización del Plan Nacional de Desarrollo citado por Rodríguez (2006) dice que en 1999 un total de 900.717 afro colombianos estaban radicados en Bogotá. En el mismo texto se señala que el Centro de estudios sociales de la Universidad Nacional de Colombia determino un total de 129.022 personas, mientras que el Cidse-IRD-Colciencias estimó que la población afro de Bogotá y Soacha para 2001 era de 533.739 personas" (Durand, 2011, p. 24).



REFERENCIAS

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Díaz, R. A. (2001). Esclavitud, región y ciudad. El sistema esclavista urbano regional en Santafé de Bogotá, 1700-1750. Bogotá: Centro Editorial Javeriano.         [ Links ]

Esposito, Roberto. (2003). Communitas, Origen y destino de la comunidad. Buenos Aires: Amorrurtu.         [ Links ]

Honneth, A. (2009). Critica del agravio moral. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.         [ Links ]

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