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Hallazgos

Print version ISSN 1794-3841

Hallazgos vol.13 no.25 Bogotà Jan./June 2016

https://doi.org/10.15332/s1794-3841.2016.0025.09 


Juventudes universitarias de izquierda.
De la lucha ideológica a la violencia política*

University of youth left.
Ideological struggle to political violence

Jovens universitários de esquerda:
da luta ideológica à violência política

Alvaro Acevedo Tarazona**, Juliana Villabona Ardila***

* Artículo de reflexión. Este artículo hace parte de los proyectos denominados La experiencia histórica del "cogobierno" en la Universidad Industrial de Santander: concepciones y divergencias en disputa por la autonomía universitaria, 1971-1976, financiado por la Vicerrectoría de Investigación y Extensión de la Universidad Industrial de Santander con el código 5262. Fecha de inicio: 11 de marzo de 2013. Fecha fin: en curso. También del proyecto denominado ¿Colombia indignada? Estudiantes y movilización por la educación superior (2011-2012), financiado por la Vicerrectoría de Investigación y Extensión de la Universidad Industrial de Santander con el código 1761. Fecha inicio: 30 abril del 2015. Fecha fin: en curso.

** Posdoctorado en Ciencias de la Educación de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia-Rudecolombia. Doctor en Historia de la Universidad de Huelva (España). Profesor de la Universidad Industrial de Santander (Colombia). Director del Grupo de Investigación Políticas, Sociabilidades y Representaciones Histórico Educativas (PSORHE).
Correo electrónico: tarazona20@gmail.com

*** Historiadora de la Universidad Industrial de Santander (Colombia). Miembro del grupo Políticas, Sociabilidades y Representaciones Histórico Educativas (Colombia).
Correo electrónico: villabonardila@gmail.com

Recibido: 14 de agosto de 2015 / Evaluado: 16 de septiembre de 2015 / Aceptado: 30 de septiembre de 2015

10.15332/s1794-3841.2016.0025.09

Cómo citar este artículo: Acevedo Tarazona, A., y Villabona Ardila, J. (2016). Juventudes universitarias de izquierda, de la lucha ideologica a la violencia política. Hallazgos, 13(25), 199-216 (doi: http://dx.doi.org/10.15332/s1794-3841.2016.0025.09).



RESUMEN

Tal como sucedió en otros lugares del mundo, en Colombia durante las décadas de los sesenta y los setenta primó un ambiente de lucha revolucionaria. Los líderes sindicales, los antiguos militantes del partido Comunista, algunos literatos y artistas de avanzada y los jóvenes universitarios fueron atraídos, desde puntos de vista ideológico, emocional y político por las corrientes discursivas que abogaban por una revolución total. Este artículo analiza los casos de cinco jóvenes que pasaron de la lucha ideológica a empuñar las armas. Son los casos de Jaime Arenas Reyes, Víctor Medina Morón, Fabio y Manuel Vásquez Castaño y Ricardo Lara Parada, quienes conformaron el primer núcleo de lo que se conocería después como Ejército de Liberación Nacional (ELN). Un análisis prosopográfico de estos cinco casos nos permitirá ver la estrecha relación entre el ambiente universitario de las décadas de los sesenta y setenta y el surgimiento de la lucha armada en Colombia.

Palabras clave: juventudes, universidad, lucha armada.



ABSTRACT

As happened elsewhere in the world, in Colombia during the 1960s and 1970s prevailed an atmosphere of revolutionary struggle. Union leaders, former members of the communist party, some writers and artists of advanced and university students were drawn from the points of ideological, emotionally and politically, for the discursive currents advocating total revolution. This article analyzes the cases of five young people who went from the ideological struggle to arms. This is the case of Arenas Jaime Reyes, Victor Medina Morón, Fabio and Manuel Vásquez Castaño and and Ricardo Lara Parada, who formed the first nucleus of what was then known as Ejército de Liberación Nacional (ELN). A prosopographical analysis of these five cases allow us to see the close relationship between the university atmosphere of the 60s and 70s and the emergence of armed struggle in Colombia.

Keywords: Youth, college, armed conflict.



RESUMO

Tal como sucede em outros lugares do mundo, a Colômbia durante as décadas de sessenta e setenta, respirava um ambiente de luta revolucionária. Os líderes sindicais, os antigos militantes do partido Comunista, alguns literários, artistas e os jovens universitários foram atraídos, a partir de pontos de vista ideológico, emocional e político pelas correntes discursivas que defendiam uma revolução total. Neste artigo, portanto, analisamos os casos de Jaime Arenas Reyes, Victor Medina Morón, Fábio e Manuel Vásquez Castaño e Ricardo Lara Parada, os quais formaram o primeiro núcleo dos que seriam conhecidos depois como Exército da Libertação Nacional (ELN). Uma análise prosopográfica destes cinco casos nos permitirá ver a estreita relação entre o ambiente universitário das décadas de sessenta e setenta e o surgimento da luta armada na Colômbia.

Palavras-chave: Juventude, universidade, luta armada.



INTRODUCCIÓN

No fueron pocos los grupos de izquierda que surgieron tras las revoluciones China y Cubana o por el fuerte influjo del mayo francés. Todo este movimiento social, político e intelectual hizo sin duda pensar a toda una generación que los cambios históricos deseados eran posibles si se empuñaban las armas. De ahí que en sus discursos cobrara fuerza inusitada aquel papel protagónico que Marx le diera a la violencia como partera de la historia. No faltó, por ello, quienes decidieran dejar sus empleos, sus instituciones o las aulas universitarias para abrazar la lucha armada.

Pero si bien ya se conocen ciertas referencias explicativas a este contexto, ¿qué se puede decir de los protagonistas de esta historia? Y sobre todo, ¿qué se sabe del tránsito que hicieron algunos estudiantes universitarios y líderes sociales hacia la lucha armada, principalmente del proceso de creación del Ejército de Liberación Nacional ELN)?, ¿qué se sabe de las justificaciones ideológicas y personales esgrimidas por estos jóvenes sobre la violencia como arma histórica legítima? Con el propósito de aproximarse a este tipo de interrogantes, el presente artículo aborda el estudio de cinco jóvenes colombianos que hacia mediados de la década del sesenta, después de varios años de agitación política e ideológica, deciden emprender la lucha revolucionaria armada. Este estudio, sin dejar de lado los aspectos personales y de contexto de la época, intentará enmarcar las trayectorias políticas de estos militantes en una tendencia de la historia cultural que cada día adquiere más fuerza: la prosopografía o estudio de la trayectoria vital de una persona en cuanto miembro de un colectivo —léase también sociabilidad— y un contexto.

De manera que el texto en su conjunto recurre a la trayectoria vital revolucionaria de estos jóvenes como pretexto para explicar por qué un sector minoritario de la juventud de aquella época concibió, organizó, defendió y vivió la violencia política para alcanzar la utopia igualitaria desde los principios fundamentales del marxismo con sus distintas derivaciones: marxismo-leninismo, maoísmo y foquismo. La reflexión ayudará a comprender por qué hoy cuando suena el clarín del fin del conflicto es posible comenzar a saldar ciertas deudas con la memoria y la historia del conflicto en Colombia.

Ciertamente, la memoria de estos jóvenes revolucionarios no ha sido prioridad en las investigaciones de las disciplinas sociales, además de encontrarse estos prácticamente invisibilizados por una historia de la violencia en Colombia que no se ha preguntado en profundidad por la relación entre militancia juvenil revolucionaria y universidad. Un vacío explicativo que realmente sorprende por cuanto en las décadas de los sesenta y setenta del pasado siglo la protesta estudiantil de la juventud colombiana derivó, para ciertos cuadros políticos, en una militancia política y armada de efectos contundentes en la institucionalidad estatal. El caso más conocido y documentado hasta ahora es el del cura Camilo Torres; no obstante, como él hubo un grupo importante de jóvenes que se radicalizaron en sus posiciones ideológicas y políticas para hacer de la lucha armada el único camino de transformación social. Una revolución que, en su momento, para estos jóvenes protagonistas —e incluso para los simpatizantes de la radicalización política— estaba a la vuelta de la esquina y solo era cuestión de "cabalgar en el lomo de la historia" para crear las condiciones necesarias del cambio social. Un fin que convirtió a la universidad en un medio para la lucha revolucionaria y que tuvo visos de ortodoxia y dogmas de fe extraídos de una interpretación de manual del marxismo con sus derivaciones.

El presente artículo es la punta ancilar de un programa de investigación que debe emprenderse sobre las juventudes revolucionarias en Colombia y América Latina. En este artículo la reconstrucción de la trayectoria vital, en contexto de los protagonistas citados, es un puzzle de múltiples referencias dispersas en los pocos libros historio-gráficos que se encuentran al respecto y de fragmentos de la memoria social1 de quienes fueron jóvenes universitarios en aquella época.


LA RADICALIZACIÓN POLÍTICA DE LAS DÉCADAS DE LOS SESENTA Y SETENTA: DEL ACTIVISMO ESTUDIANTIL A LA LUCHA ARMADA

Entre 1960 y 1970 Colombia experimentó un proceso de modernización social, económico, político y cultural inédito en su historia. Este acontecer se manifestó principalmente en el incremento poblacional, en la urbanización creciente de sus ciudades, en la secularización de la vida cultural y en el retorno a la democracia (Palacios, 2003). Hacia 1958 los dirigentes tradicionales de los partidos políticos acogieron una estrategia para acabar con la violencia política: el Frente Nacional. De esta manera, partidarios de las dos colectividades podían acceder en igualdad de condiciones a todos los puestos del aparato estatal (Tirado, 2014). Pero en este periodo se produjo también otro fenómeno importante en la historia nacional: los jóvenes, principalmente los estudiantes, empezaron a adquirir mayor relevancia política al movilizarse en favor del bipartidismo que ponía fin a la dictadura de Rojas Pinilla, tras la entrada de la lucha revolucionaria latinoamericana como única vía de cambio social2.

Ya hacia 1958 los vínculos entre algunos grupos estudiantiles y la lucha armada empezaron a evidenciarse a través de grupos como el Movimiento Obrero Estudiantil Campesino 7 de enero (MOEC-7 de enero). Antonio Larrota, un santandereano de nacimiento, fue la figura más reconocida de este movimiento que nació al calor de las luchas contra el alza del transporte en Bogotá, y que con la vinculación de bandoleros como Pedro Brincos, entre otros, mutaron siguiendo el modelo insurreccional cubano en zonas del Cauca y el Urabá. Este caso organizativo dio cuenta de dos tesis que definirían a la nueva izquierda colombiana y que tendrían eco en la juventud universitaria: la primera, la desconfianza total de un sector minoritario del estudiantado en la participación electoral y, la segunda, la recurrencia de un sector mayoritario de los estudiantes a estrategias más expeditas entre la rebeldía y la participación electoral para alcanzar las transformaciones sociales y económicas del país. De esta forma, se instaló en la izquierda colombiana una disputa de vieja data en el amplio y abigarrado mundo de la izquierda mundial: la lucha entre el "aventurerismo" político miliciano en abierta oposición al Estado y el "revisionismo" de origen comunista, más cercano a la lucha política legal y paulatina (Díaz, 2010, pp. 265-291).

Herederos de una violencia partidista que tuvo sus últimos ecos hasta bien entrada la década de los 60 con los remanentes de la violencia bandolera3, los nacientes grupos de la nueva izquierda no pudieron desprenderse de su historia inmediata. El Movimiento de Renovación Liberal (llamado después Movimiento de Revolución Liberal [MRL]) fue una disidencia del partido liberal que aglutinó sectores que no hallaban lugar en las estructuras partidistas hegemónicas de la primera mitad de la década de los sesenta. Campesinos, sectores urbanos, estudiantes y antiguos gaitanistas confluyeron en esta agrupación. De la línea radical del MRL derivó un sector de estudiantes que daría origen a una de las guerrillas más antiguas del mundo: el ELN (Ayala, 1996; Vargas, 1992).

Esta línea radical también tenía estrechos vínculos con algunos militantes del Partido Comunista de Colombia (PCC), sobre todo con aquellos que no se hallaban satisfechos con las directrices de Moscú. Cabe decir que esta "disidencia de la disidencia" se agrupó alrededor del semanario Vanguardia del MRL y llegó a tener en sus filas a futuros dirigentes del ELN como Fabio y Manuel Vásquez Castaño, Víctor Medina Morón y Francisco Caraballo, futuro líder del Ejército Popular de Liberación (EPL) (Child, 1989, pp. 68-90). En la tendencia más inclinada hacia la izquierda del MRL confluyeron no solo jóvenes inquietos por el contexto mundial, sino también líderes agraristas como Juan de la Cruz Varela, dirigentes viviendistas de la costa Atlántica y de Cali liderados por Alfonso Berberena y exguerrilleros liberales de Santander, Caldas y los Llanos Orientales (Vargas, 1996).

Con el MRL hubo entonces un nuevo espacio más institucionalizado en el que diferentes sectores, entre ellos los estudiantes universitarios junto con otros actores sociales, emergieron a la vida política durante la década de los sesenta. En su interior organizativo y en otros espacios comenzaron a circular y a posicionarse algunas ideas-fuerza que marcaron profundamente a los jóvenes de izquierda que optarían por la lucha armada. A partir de la apropiación del marxismo en sus vertientes soviética y china, principalmente, los estudiantes y casi toda la izquierda apuntalaron la idea de un régimen excluyente, controlado por la "oligarquía", que no podía ser reformado por la vía pacífica.

Como bien lo ha indicado Marco Palacios, las universidades fueron el nicho natural de emergencia de toda una tendencia político-militar que cobró relevancia en la década de los sesenta (Palacios, 2012). La experiencia en las luchas contra Abadía Méndez a finales de la década de los veinte, la condición de víctimas de la represión de la dictadura en 1954 que generó la muerte de más de una decena de estudiantes y el papel cumplido en la caída de Rojas Pinilla en 1957 constituirían el capital político con el cual los estudiantes se aventuraron hacia las medidas más radicales. Como las luchas gremiales le habían dado al movimiento estudiantil un innegable prestigio social, y su acercamiento a los movimientos de oposición política (al PCC y al MRL) le dieron cierto prestigio político, la cooptación de algunos líderes universitarios para que dieran el salto hacia la creación de grupos insurgentes como el ELN no fue tarea difícil (Palacios, 2012).

De todas las agrupaciones insurgentes del país la que más se nutrió, desde sus inicios, del contingente de jóvenes universitarios fue el ELN. La conformación de la famosa Brigada Pro-Liberación José Antonio Galán, formada militarmente en Cuba por petición de los estudiantes colombianos, estuvo integrada, entre otros universitarios, por Víctor Medina Morón, exdirigente estudiantil de la Universidad Industrial de Santander (UIS) y Ricardo Lara Parada, también estudiante de ingeniería química durante tres semestres en la UIS (Arenas, 1971; Lara, 1984). El vínculo de la Asociación Universitaria de Santander (Audesa) con la creación del ELN es suficientemente conocido (Acevedo, 2004; Medina, 2010). Pero lo que ahora interesa mostrar son algunos rasgos de la vida de los personajes centrales de esta historia, pues si bien no fueron pocos los estudiantes que decidieron empuñar las armas, conocer la trayectoria vital de quienes se destacaron permitirá entender una generación, sin duda, importante de la historia colombiana.


JAIME ARENAS REYES: UN LÍDES ESTUDIANTIL DEFRAUDADO POR LA GUERRILLA

En opinión de Enrique Santos Calderón, Jaime Arenas Reyes fue visto por su propia generación, e incluso por quienes lo adelantaban en edad, como el líder estudiantil más importante del siglo XX colombiano (Santos, 2009). Nació en Bucaramanga el 1 de abril de 1940. Era miembro de una familia acomodada de la capital santandereana que mantuvo fuertes lazos sociales y familiares con personas de distinción social en la región (Castro, 1980).

En 1959 ingresó a la Universidad Industrial de Santander a cursar la carrera de Ingeniería Industrial, programa del que nunca recibió el título debido a su militancia gremial y política. Tras haber iniciado en los últimos años de colegio su acercamiento a la política local, Arenas Reyes ingresó en la Juventud Comunista (JUCO), organización juvenil que le permitió acercarse decididamente a las ideologías que proclamaban la transformación revolucionaria de la sociedad. En la universidad dirigió el periódico Vector, medio que le abriría las puertas para ingresar a la Audesa y convertirse muy pronto en su presidente. Fue elegido en dos ocasiones representante de los estudiantes ante el Consejo Superior Universitario y presidente del Consejo Superior Estudiantil, organismo desde el cual dirigió la marcha de 19644; sin duda la más importante y trascendental huelga universitaria de los años sesenta, debido al paro nacional universitario que provocó (Acevedo, 2006).

Eran años de efervescencia en todo el mundo. Durante los años sesenta la idea revolucionaria contra la explotación, la desigualdad, el imperialismo y la represión política dio origen a un malestar generalizado que llevó a la juventud a protestar. El verdadero revolucionario se definía en siete puntos: expresar la ideología y la visión del mundo, poner en tela de juicio la realidad social, fomentar las artes y las ciencias, luchar con las armas oponiendo la violencia justa a la violencia criminal, luchar contra el imperialismo, solidarizarse ante la injusticia y anteponer la lucha revolucionaria a toda función social (Acevedo, 2011).

Dos hechos significativos impulsarían a muchos jóvenes deseosos de cambios hacía las armas: la Revolución Cubana y el surgimiento de una nueva izquierda alejada de los antiguos partidos comunistas. El mismo Jaime Arenas señala en su libro La Guerrilla por dentro que la Revolución Cubana significó para estos jóvenes deseosos de una lucha la posibilidad real de un enfrentamiento (¡y victoria!) frente al imperialismo estadounidense y los "opresores criollos", además de mostrar que los antiguos partidos comunistas no eran necesariamente la vanguardia de las clases populares. La toma del poder ya no era una quimera lejana ni una utopía, era un hecho. Arenas en su reflexión señala que muchos grupos revolucionarios se dejaron llevar por los espejismos derivados del fenómeno cubano, como el caso del MOEC y las guerrillas de Tulio Bayer en el Vichada, confundiendo "la incapacidad evidente de algunos partidos comunistas con la inutilidad de los partidos revolucionarios" (Arenas, 1975, p. 9).

El carisma que Jaime Arenas había demostrado al movilizar al estudiantado lo conectó con otras figuras políticas y sociales de importancia. Entre ellos cabe destacar al cura guerrillero Camilo Torres Restrepo, personalidad nacional que se convertiría con el tiempo en uno de sus mejores amigos. De hecho, el ingreso de Camilo Torres a las filas del ELN se hizo con el acompañamiento de Jaime Arenas Reyes. Como miembro que aquella organización guerrillera, Arenas desempeñó un papel importante, principalmente en el trabajo con las masas del sector estudiantil.

La formación de los primeros núcleos urbanos fue una labor peligrosa. A pesar de la inexperiencia, los nuevos vinculados se formaron en fabricación y empleo de explosivos, manejo de armas, métodos clandestinos de propaganda y teoría revolucionaria. Estos primeros núcleos fueron constituidos principalmente por estudiantes y algunos trabajadores independientes, donde la influencia del partido Comunista era casi nula. Precisamente, dicho partido empezó a alertar a la militancia sobre la colaboración de algunos de sus miembros con los "aventureristas" y "extremo izquierdistas", y expulsó públicamente a Víctor Medina, Heriberto Espitia, Heliodoro Ochoa y Libardo Mora Toro, acto que equivalía casi a una delación.

El papel del movimiento estudiantil fue de importancia para la creación del ELN. Era una de las fuentes principales para obtener cuadros con buena capacidad política, dirigentes capaces, con una posición de privilegio para comprender las complejidades de las tareas revolucionarias. De esta manera, muchos de los miembros de la red urbana del ELN, entre ellos Arenas, jugaron un papel importante en la creación de la Federación Universitaria Nacional (FUN) en 1963, con el fin de terminar con la descoordinación de los movimientos estudiantiles y cumplir así las tareas de politización del estudiantado, la coordinación de las luchas estudiantiles en las diferentes universidades y la organización de consejos estudiantiles donde no existían. La línea entre las luchas universitarias y la lucha armada estaba muy cerca. Arenas señalaba en su momento que "la batalla por una universidad autentica y popular devino [en una] lucha política contra el sistema imperante" (Arenas, 1975, p. 33).

Entre 1963 y 1965, ya como parte de la organización insurgente, Arenas continuó su carrera política como el hombre de confianza del sacerdote Camilo Torres Restrepo, acompañándolo y asesorándolo en el proyecto de unidad de la oposición al Frente Nacional, conocido como el Frente Unido del Pueblo (FUP). Paralelamente, Arenas contribuyó al trabajo de la red urbana del ELN en Bogotá con el fin de fortalecer el vínculo con las universidades en la capital del país. La apuesta política de Camilo Torres y el FUP entró rápidamente en crisis debido a la heterogeneidad de las fuerzas políticas que concurrieron, especialmente por la posición de sectores demócrata-cristianos respecto a las relaciones con los comunistas (Broderick, 1977).

Jaime Arenas se vinculó a la lucha armada en octubre de 1967, momento en el que se estaban incubando tensiones internas entre Víctor Medina Morón y Fabio Vásquez Castaño por el predominio del componente militar sobre el político (Vargas, 1992). A solo tres meses de estar como combatiente, Arenas estuvo presente en el juicio revolucionario contras sus tres compañeros, Víctor Medina Morón, Heliodoro Ochoa y Julio César Cortés. Las contradicciones internas y la precariedad en la que se desarrolló el accionar militar y político del ELN durante estos años sirvieron de contexto para que Arenas decidiera desertar de las filas guerrilleras en junio de 1969.

Entre los jóvenes que hicieron parte del ELN en los primeros años, Arenas Reyes fue quizá el que más tuvo contacto con el mundo exterior, especialmente con los países del bloque socialista de la segunda posguerra. En 1962 viajó como delegado de la Unión Nacional de Estudiantes Colombianos (UNEC) al VI Congreso de la Unión Internacional de Estudiantes (UIE) reunido en Leningrado (Unión Soviética); de allí pasó a la entonces Checoslovaquia, así como a Rumania, España, Francia y Cuba. Como delegado de esa organización presidió la delegación colombiana al VII Congreso Mundial de la UIE reunido en Sofía (Bulgaria), en 1964. En aquella ocasión fue elegido miembro del Secretariado Permanente de la UIE con sede en Praga, cargo que nunca llegó a ocupar. Visitó por segunda vez Cuba y Checoslovaquia y conoció Holanda. Antes de su muerte fue invitado por una oficina de la Unesco para participar en un seminario sobre asuntos universitarios en París. A nivel nacional, en su calidad de líder estudiantil, se destacan sus viajes como delegado al Congreso Universitario de Medellín en 1963 tras extinguirse la UNEC, además de su participación en Bogotá en el Congreso Constitutivo de la FUN y el cual presidió. Un año más tarde fue presidente del Segundo Congreso Nacional e hizo parte de los consejos directivos nacionales de la FUN. Como dirigente del FUP acompañó a Camilo Torres en las giras políticas intensivas durante 1965 por todo el país.

Por otro lado, tras ser acusado de debilidad para adaptarse a la vida guerrillera e incapacidad para el manejo de armas y desinterés revolucionario fue condenado a muerte en febrero de 1969, lo cual lo llevó a fugarse del campamento donde se encontraba y a entregarse a una patrulla del Ejército. Hizo parte del Consejo de Guerra en Bogotá, junto con 200 guerrilleros más, y fue encontrado culpable de rebelión y condenado a diez meses de prisión.

Su deserción de las filas guerrilleras le valió el seguimiento y persecución de sus excompañeros de armas, pues no solo abandonó la lucha armada, sino que además escribió y publicó una crítica demoledora contra la organización, denuncia que fue interpretada como traición y delación por sus antiguos camaradas de lucha. Vale la pena recordar que de los miembros del ELN fue el único que ejerció la escritura como parte de su interés y compromiso político. A los 18 años dirigió la página estudiantil de El Frente, diario de filiación conservadora. Ya en la universidad creó y dirigió Vector, primer periódico de tendencia de izquierda. Como miembro del Frente Unido participó en la publicación del periódico que llevaba el mismo nombre. Después de la toma de Simacota por parte del ELN (7 de enero de 1965), como miembro urbano ya activo de esta organización, escribió" Simacota: Una línea de acción revolucionaria para el pueblo", un documento que pasó a ser oficial con el nombre de "Significado político-militar del Manifiesto de Simacota". En 1967 creó una breve hoja periodística denominada Frente Popular de la que no se conocen ejemplares. En 1971 publicó la primera edición del libro que le acarrearía la fatídica sentencia del ELN. El texto se tituló La guerrilla por dentro: Análisis del ELN colombiano (Arenas, 1975).

Luego de su deserción y gracias al acercamiento y amistad con el Ministro de Educación, Luis Carlos Galán Sarmiento, se desempeñó como asesor técnico del jefe de esa cartera y del Instituto Nacional del Transporte. El acercamiento al establecimiento que combatió y el análisis crítico al que sometió a su antigua organización guerrillera causaron su asesinato por parte de miembros de la red urbana en el centro de Bogotá el 28 de marzo de 1971. De acuerdo con información de prensa, el día del entierro de Jaime Arenas Reyes asistieron a la iglesia de Lourdes en el sector de Chapinero y luego al Cementerio Central más de mil personas, incluidas el Ministro de Educación y el entonces director de la Escuela Militar de Cadetes, general Álvaro Valencia Tovar. La misa fue celebrada por el sacerdote Manuel Grillo Martínez, exmiembro del movimiento de sacerdotes de la Teología de la Liberación, llamado Golconda, quien hizo una semblanza de la vida política del asesinado líder estudiantil (Castro, 1980).


LOS HERMANOS FABIO Y MANUEL VÁSQUEZ CASTAÑO: LAZOS DE SANGRE EN UNA GUERILLA

Fabio Vásquez Castaño nació en Calarcá en 1940. Fue uno de los fundadores y máximo comandante del ELN hasta mediados de la década de los setenta. Conoció a Fidel Castro y Ernesto Guevara durante su formación en Cuba. Su papel al frente de esta agrupación insurgente no ha sido suficientemente evaluado por la historiografía colombiana, quizá por ser el único de los miembros fundadores del ELN que permanece vivo (Castro, 1980).

Su padre fue asesinado durante la época conocida como La Violencia, experiencia que quizá incidió en su decisión de asumir la lucha armada. En cuanto a su familia, se sabe que tuvo dos hermanos más, también militantes del ELN: Manuel y Antonio Vásquez Castaño. No tuvo una formación académica rigurosa, lo cual lo llevó a ejercer de secretario en entidades bancarias. Su hermano Manuel, dirigente de las juventudes del MRL, le consiguió una beca para cursar estudios universitarios en Cuba y con este propósito viajó en 1962 (Claux, 2011).

Muchos jóvenes de diferentes países de Latinoamérica recibieron este apoyo del régimen castrista, el cual buscaba replicar la experiencia revolucionaria en el continente. En Brasil el Movimiento Revolucionario Tiradentes y otras organizaciones guerrilleras recibieron el apoyo de Cuba con el objetivo de poner fin al régimen. Varios jóvenes viajaron a la isla, por medio de becas, para recibir preparación militar. En 1968 había por lo menos diez organizaciones de izquierda clandestinas que defendían la lucha armada contra el régimen como un paso indispensable para la victoria de un popular y para la revolución socialista (Gaspari, 2002).

En toda América Latina muchos jóvenes decidieron combatir por la transformación radical del continente, motivados principalmente por el impacto en la región de las luchas anticoloniales y antiimperialistas, como la Revolución Cubana y la Guerra de Vietnam, y por la figura del Che Guevara, extremando sus posturas y uniéndose a grupos armados. Una nueva izquierda vio la posibilidad de realizar cambios estructurales en la sociedad a través de la violencia política y la lucha armada (Pozzi y Perez, 2012).

Fabio Vázquez, a diferencia de sus hermanos y compañeros universitarios de vida guerrillera, no tuvo una vinculación política previa o militancia en alguna agrupación de izquierda o activismo estudiantil. Estando en Cuba hizo parte del grupo de siete jóvenes colombianos que decidieron crear una organización insurgente para replicar la experiencia cubana. Por sus dotes y capacidades lideró la creación de la Brigada Pro Liberación José Antonio Galán. Fabio lideró la organización militar e ideológica del primer núcleo de combatientes, además de planear la toma de Simacota en el departamento de Santander para el 7 de enero de 1965. Como jefe máximo del ELN estuvo al tanto de la vinculación del padre Camilo Torres Restrepo, con quien se reunión el 3 de julio de 1965 para coordinar su arribo al grupo rural.

Luego de la Operación Anorí (1973) y en el marco de la crisis que generó el aniquilamiento de la columna guerrillera más importante del ELN, Fabio Vásquez Castaño mantuvo el control sobre la organización sin abandonar sus posturas verticales de mando, e inició un proceso de reagrupamiento de los núcleos guerrilleros que persistían, dedicando buena parte del primer semestre de 1974 a esta actividad. Convocó a una primera "Asamblea Nacional" efectuada en julio de 1974 en un área rural del municipio Remedios (Antioquia), que terminó convirtiéndose en un juicio militar para los mandos a quienes Fabio consideraba responsables de los fracasos. Los acusados fueron fusilados porque empezaron a cuestionar la preponderancia de la guerrilla rural y porque, según creía e hizo ver Fabio, fallaron en el apoyo logístico al grupo de Manuel Vásquez Castaño en el cerco a Anorí, siendo indirectamente responsables de la muerte de los miembros de este grupo.

Como jefe máximo del ELN, Fabio Vásquez ejerció hasta agosto de 1974, año en que salió del país para recuperarse por quebrantos de salud; al mismo tiempo, ante esta situación los mandos rurales y urbanos que quedaron en el país empezaron a desconocerlo como comandante y miembro del Estado mayor, debido, entre otras cosas, a las dificultades de comunicación. En los años siguientes a la salida de Fabio Vásquez del país, la organización experimentó una crisis de mando durante casi una década, de la cual incluso se llegó a la decisión de retirarlo de la estructura del grupo y considerarlo como un amigo de esta, previa reflexión acerca de su papel histórico durante los primeros diez años de la agrupación.

Después de esto, Fabio Vásquez Castaño se radicó en Cuba. Allí ha permanecido en un aislamiento y hermetismo para los investigadores colombianos que han reconstruido la historia del ELN. Recientemente, en el documental El Evangelio de Camilo, del realizador colombiano Diego Briceño, se puede apreciar a Fabio Vásquez en Cuba, con sus más de 70 años de edad, evocando la memoria de Camilo Torres Restrepo junto a unos niños cubanos.

Como su hermano, Manuel Vásquez Castaño también nació en Calarcá, en fecha cercana a 1940. Debido a su formación universitaria se destacó en las filas de esta agrupación insurgente no solo como líder militar, sino también como estudioso del pensamiento marxista. Cursó cuatro semestres de Derecho en la Universidad Libre en Bogotá, durante la primera mitad de la década de los sesenta, periodo en el que se vinculó a las Juventudes del Movimiento Revolucionario Liberal (JMRL). En sus años como universitario se destacó como líder de aquel grupo juvenil y contribuyó a la creación de la FUN, aunque no hizo parte de ella orgánicamente. En su proceso de politización experimentó una radicalización que lo llevó a militar en la JUCO, hecho que le permitió alcanzar la Secretaría General de la Federación Mundial de Juventudes Democráticas con sede en Budapest (Hungría), donde profundizó sus conocimientos sobre el Marxismo (Claux, 2011).

Manuel Vásquez había iniciado en la universidad una carrera política como estudiante de derecho. Esta militancia política, que lo conduciría a los sectores obreros del departamento de Antioquia con el fin de orientar un trabajo de masas, se vería alterada por su vinculación a la lucha armada en 1965. Su destacada posición en la primera organización estudiantil de alcance nacional le permitió desarrollar un trabajo político entre los universitarios, con el fin de fortalecer el naciente proyecto de lucha política y armada del ELN, labor en la que lo acompañó otro líder estudiantil reconocido, también militante de esta guerrilla: José Manuel Martínez Quiroz. Ya en la guerrilla asumió como segundo al mando después de su hermano Fabio, posición que le permitió coordinar el desplazamiento del sacerdote Camilo Torres Restrepo para ingresar el Frente José Antonio Galán.

Al mando de esta guerrilla lideró su expansión más allá de las fronteras de Santander. Extendió también su zona de influencia a los municipios de Remedios, Yondó y Segovia, en el departamento de Antioquia, además de colaborar en la ocupación territorial en una zona de colonización en el nororiente del país conocida como El Carare. En el marco de este proceso, realizó algunos operativos militares en la región de Guayabito, San Juan y Cimitarra, acciones previas a la toma de La Belleza (Santander). Este frente fue el primero que hizo contacto puntual con los núcleos de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) que empezaban a desarrollarse en la región sur del Magdalena Medio Santandereano. El 18 de octubre de 1973 cayó en combate a la orilla del río Porce, en la finca el Astillero, junto a su hermano Antonio (Medina, 1996).


VÍCTOR MEDINA MORÓN Y RICARDO LARA PARADA, EL ALA POLÍTICA DEL ELN

Víctor Medina Morón nació en La Paz, municipio del César, en fecha aún desconocida. Se destacó como un líder estudiantil de la UIS y como el responsable político del ELN. Como miembro de la JUCO, accedió en 1962 a una de las mil becas que el Gobierno cubano ofreció a jóvenes latinoamericanos para estudiar en la isla. De acuerdo con Arturo Alape, quien lo conoció en aquellos años, Medina Morón desarrolló un importante trabajo político en Bucaramanga, especialmente porque impulsó el acercamiento entre los sectores obrero y estudiantil. Fue entonces un perseverante organizador de masas.

Esta trayectoria, que inició en las universidades, fue seguida por gran parte de la militancia estudiantil en todo el continente. Entre 1950 y 1970 la militancia de las universidades había pasado de la derecha hacia el centro, del centro a la izquierda, de la izquierda hacía el marxismo y de ahí a la lucha armada.

Fue entonces cuando Víctor Medina Morón regresó al país a mediados de 1963 y comenzó a realizar los contactos en Bucaramanga y Barrancabermeja, principalmente por ser la zona donde había desplegado su actividad política anterior. A finales de 1963 y comienzos de 1964, debido a su actividad subversiva, y junto a Heriberto Espitia, Heliodoro León y Libardo Mora Toro, el partido Comunista de Colombia lo expulsó públicamente. En septiembre de 1964 tuvo que ingresar a las filas del grupo guerrillero y abandonar su trabajo político en la ciudad, luego de que una serie de atentados perpetrados en contra del Instituto Colombo-americano en Bucaramanga y Bogotá lo pusieran al descubierto frente a las autoridades (Menéndez, 1967).

Este alejamiento de los partidos, y especialmente del partido Comunista, caracterizó la aparición de la llamada nueva izquierda en todo el mundo. El énfasis político de las juventudes no estaba ya en el sindicalismo y en la clase obrera, sino en otras fuerzas sociales (Tirado, 2014). En Brasil, Francia y México el movimiento estudiantil que se gestó albergaba en su seno una crítica al partido Comunista, acusado de inmovilismo frente al régimen.

Por su parte, Víctor Medina, recién llegado al campo, tuvo problemas para adaptarse a la vida rural, así como para desempeñarse satisfactoriamente en las acciones militares. De esta manera, se configuraron dos alas en el ELN, una rural militarista y otra urbana política, representadas la primera por Fabio Vásquez Castaño y la segunda por Víctor Medina Morón. La diferenciación entre militantes rurales y urbanos y las disputas personales en torno al mando, sin descontar las dificultades iniciales para instalar el proyecto revolucionario en el campo, crearon un ambiente de paranoia y supuesta conspiración contra el Estado Mayor. El principal acusado fue Medina Morón (Hernández, 2006).

Una serie de acontecimiento hacia 1968, paralelo a reveses militares, exacerbaron las tensiones internas, lo cual desembocó en el incremento de las acusaciones contra Medina Morón como cabeza de un complot contra Fabio Vásquez. Ante tal situación la comandancia decidió realizarle un juicio revolucionario, que tuvo una duración aproximada de veinte días, tiempo durante el cual Medina realizó su defensa con el propósito de poner de presente las diferencias con Vásquez Castaño por el predominio de lo militar sobre lo político. Derrotado por la ortodoxia y rigidez de sus compañeros de armas, fue fusilado el 22 de marzo de 1968 en algún lugar de la selva santandereana, y de esta manera se inauguró una práctica radical en el ELN para reducir y evitar las disensiones internas (Hernández, 2006).

Ricardo Lara Parada fue otro santandereano que sacrificó su vida en nombre de los ideales revolucionarios. Nació en Barrancabermeja el 12 de octubre de 1939. También hizo parte de la generación de jóvenes que fundó en la década de los sesenta el ELN. Se destacó durante sus años de militancia por su perfil de líder político e ideológico y fue el comandante guerrillero más importante que regresó a la vida civil con la amnistía que otorgó el Gobierno del presidente Belisario Betancurt en 1983. Desarrolló una actividad política civil en la zona del Magdalena Medio Santandereano en los años ochenta y fue asesinado en 1985 en su ciudad natal (Hernández, 2006).

Compartió su infancia con hijos de obreros de la Unión Sindical Obrera (USO), organización que aglutinaba a los trabajadores de la industria del petróleo en Barrancabermeja. La relación con su abuelo tuvo una gran influencia en él, pues este, un liberal de corriente gaitanista, acercó a su nieto a la influencia del político colombiano asesinado el 9 de abril de 1948, por intermedio de la lectura y comentarios del periódico Jornada, el cual circulaba en el puerto petrolero.

Ricardo Lara entraría a estudiar al Colegio Santander de Bucaramanga, el cual sería determinante en su destino, pues allí compartió experiencias con otros jóvenes de su generación en un ambiente que se caracterizó por la amplitud hacia corrientes filosóficas y políticas en boga durante los años cincuenta. Se inscribiría a la carrera de Ingeniería Química en la UIS, programa que no terminó en razón de una beca otorgada por el Gobierno de Fidel Castro.

Por otro lado, inscrito en un contexto de lucha social y política como el que ofrecía Barrancabermeja, Lara Parada inició su carrera política formalmente en las filas de las JMRL durante su paso por la UIS, lugar donde conoció y compartió militancia política estudiantil con Jaime Arenas Reyes y Víctor Medina Morón, con quienes experimentó un proceso de radicalización que lo condujo a la lucha armada.

Al regresar de Cuba, Lara Parada fue encargado de realizar trabajo político en las zonas urbanas, especialmente en Bucaramanga y Barrancabermeja, donde se estaba generando una base social de apoyo a la naciente guerrilla entre los estudiantes y ciertos sectores de los trabajadores.

En agosto de 1965 Ricardo Lara Parada, Heriberto Espitia y Mario Hernández fueron comisionados para trasladarse al noroeste de Santander con el fin de establecer un nuevo núcleo insurgente en el área aledaña a Puerto Wilches. El nuevo frente comenzó a estructurarse en medio de una gran precariedad de armamento, recursos económicos y calidad política y militar de sus integrantes. Pese a esto, Lara Parada logró sortear los problemas y dejó listo para el combate al naciente grupo que el 3 de febrero de 1966 realizó la primera acción en la población de San Rafael, y se emboscó así un destacamento de la policía. Tras la muerte en combate del sacerdote Camilo Torres Restrepo en febrero de 1966, el grupo que comandaba Lara Parada pasó a denominarse con el nombre del cura guerrillero. El 27 de julio de 1966 el Frente "Camilo Torres Restrepo" planeó y llevó a cabo una emboscada en el corregimiento de Martha, perteneciente al municipio de Girón. Aun así, a partir de agosto, la estructura insurgente recibiría su primer revés del cual no podría recuperarse.

En un contexto de crisis interna del frente, relacionada con dificultades materiales, bajas producidas por el enemigo y deserciones, Lara Parada resolvió dividirlo en tres grupos con el fin de sortear los problemas de subsistencia básica y mejorar las condiciones de seguridad. Sin embargo, la ofensiva de la Fuerza Pública propinó varios golpes que condujeron a la desarticulación del Frente que comandaba Lara Parada en 1968. Las desavenencias entre Lara y la cúpula del ELN habían trascendido el terreno militar para llegar a desacuerdos políticos, particularmente con la posición de los hermanos Vásquez Castaño que diferenciaba guerrilleros urbanos y rurales, lo que dejaba en desventaja a los primeros por su dificultad para adaptarse a la vida rural.

En estas circunstancias y a solo dos meses de haber empezado la mayor ofensiva del Ejército contra el ELN en la zona de Anorí en el departamento de Antioquia, Lara Parada decidió tomar distancia de la estructura del ELN cuando fue capturado por tropas oficiales. Luego de su captura, que algunos miembros de la guerrilla y analistas califican de deserción y entrega al enemigo, Lara fue una de las principales figuras de uno de los llamados "juicio del siglo" contra guerrilleros del ELN, iniciado en Socorro (Santander) en 1972 y al que fueron sumados los militantes capturados durante la Operación Anorí de 1973. Recluido en la cárcel La Picota en Bogotá, fue condenado inicialmente a 42 años de prisión por la Justicia Penal Militar, sentencia que no se ejecutó por errores de procedimiento. La pena a la que fue sentenciado Lara Parada fue de cuatro años y algunos meses, en el marco de la justicia ordinaria, que terminó de pagar el 3 de octubre de 1978 (Pedraja, 2013).

En el tiempo que pasó en prisión escribió un documento denominado "Autocrítica", en el que hace un balance de sus nueve años en la guerrilla. Al salir de la cárcel en octubre de 1978 logró viajar a Panamá gracias a las gestiones de Gabriel García Márquez con el presidente Omar Torrijos, quien facilitó la entrada de Lara Parada por los riesgos que corría su seguridad personal tras la orden impartida por la dirigencia del ELN para ajusticiarlo. El 4 de octubre de 1979 desde Panamá viajó hacia Managua con el fin de hacer parte del proceso revolucionario sandinista.

De regreso a Colombia y a inicios de los años ochenta, junto con otros disidentes del ELN, decidió crear la Tendencia Camilo Torres Restrepo, como grupo en oposición a la dirección nacional oficial del ELN, experimento político que pronto se diluyó. En este contexto de redefinición política se plegó a la amnistía que promulgó el Gobierno de Betancurt, con el fin de participar en la vida política legal en la que alcanzó a ser elegido concejal de Barrancabermeja por el Frente Amplio del Magdalena Medio (FAM). Las acusaciones del ELN de "desviacionismo" y divisionismo de las bases populares y de traición a la organización le valieron su sentencia de muerte, la cual fue ejecutada por un comando guerrillero el 14 de noviembre de 1985. Al momento de su muerte había organizado una Coordinadora de Grupos Regionales que incluía el FAM, Alternativa Democrática del Magdalena, Inconformes de Nariño y Avanzada de Antioquia (Lara, 1984).


A MANERA DE CIERRE

En Colombia las décadas de los sesenta y los setenta se caracterizaron por el auge de las luchas y movilizaciones juveniles. De la defensa de la educación pública, las movilizaciones pasaron a la lucha en contra de la intervención extranjera y de esta a la búsqueda de horizontes políticos mucho más radicales, como los que ofrecía la lucha armada revolucionaria. Estos cinco perfiles prosopográficos así lo demuestran. La represión contra los estudiantes desde finales de la década anterior, que condujeron a la ilegalización de la FUN por parte del presidente Lleras Restrepo y los acontecimientos luctuosos de febrero de 1971 en Cali, que desembocaron en la muerte de varios estudiantes, contribuyeron a que un sector minoritario de los universitarios acogiera y defendiera los referentes ideológicos de la lucha armada.

Era necesario para estos jóvenes provocar la instauración de un nuevo orden democrático; no una democracia al modo "burgués", sino una verdadera, como un escalón más en la marcha histórica hacia el comunismo, la abolición de la propiedad privada y el triunfo de las luchas del proletariado. Como lo señala Isidro Vanegas (2012) y se ha observado en estas trayectorias vitales, la lucha armada estaba, de hecho, justificada, pues era la única vía para propiciar esos cambios.

Como pudo verse en estas cuatro trayectorias de vida, la politización universitaria fue un hecho en Colombia, pero esto no logró proyectar la universidad al protagonismo de la lucha revolucionaria. Algunos estudiantes, ilusionados con una revolución inminente, se unieron a las guerrillas, y debilitaron en parte la fuerza que había tomado el movimiento estudiantil. Estos fueron los casos de Jaime Arenas Reyes, Víctor Medina Morón y Ricardo Lara Parada. Aun así, la mayoría de ellos solo entraron en la dinámica de confrontación en forma coyuntural o cuando se veía amenazada la movilidad social que le proveería el título universitario.

Es importante señalar que esta generación protestó contra la asfixia política que había creado el Frente Nacional al erigirse como el único garante de la estabilidad nacional y la única opción democrática. En la década de los sesenta surgieron tres grupos subversivos en abierta confrontación contra el modelo frentenacionalista: ELN (1964), las FARC (1964), el EPL (1967). No podía surgir otra cosa que una generación universitaria que estalló políticamente al no encontrar los espacios de participación que exigía, pero que igualmente estaba influenciada por la lucha revolucionaria del marxismo.

Las vidas de los cuatro personajes situados en contexto aquí muestran cómo los universitarios y jóvenes de la época experimentaron estos procesos. La mayoría inició su vida política en la universidad. En estas instituciones se vivió un clima de debate ideológico que impulsó a muchos estudiantes a una activa militancia política. La universidad les permitió romper los límites sociales y culturales para unirse a causas políticas y sociales comunes de izquierda. Las circunstancias políticas latinoamericanas, sin duda, tuvieron mucho que ver en la toma de decisiones personales. La mayoría de los jóvenes de esta historia fueron becados por el Gobierno cubano. Ninguno de esto jóvenes culminó sus estudios universitarios, pues en ellos primó la militancia de izquierda. Tres de ellos, finalmente, murieron bajo la elección asumida: la lucha revolucionaria. El otro de ellos debió marchar hacia el ostracismo político por efecto de sus actuaciones radicales y sumarias contra los propios compañeros y militantes revolucionarios.


1 La reconstrucción de la memoria social de esta época, en una primera fase, se llevó a cabo en el proyecto de investigación financiado por el Banco de la República y por la Vicerrectoría de Investigación y Extensión de la Universidad Industrial de Santander, el cual lleva por título "Memoria del Movimiento Estudiantil en Colombia", 1964-1982, Código de proyecto: CH-2010-1.

2 Para una visión general del movimiento estudiantil durante los años del Frente Nacional ver a Leal Buitrago (1984).

3 Una cronología sobre el llamado período de La Violencia la ofrece Palacios (2003, pp. 289-330).

4 Jaime Arenas fue uno de los gestores y la figura simbólica más importante de la marcha de 1964, aquella que recorrió casi 500 kilómetros a pie, desde Bucaramanga hasta el Palacio de San Carlos en Bogotá, para exigir el cambio del rector de la UIS —Juan Francisco Villarreal— y el desistimiento por parte del Estado colombiano de aplicar una reforma educativa que transformaba a la educación —desde la óptica del estudiantado— en una herramienta más del imperialismo (Acevedo y Gonzáles, 2011).



REFERENCIAS

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