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Revista Lasallista de Investigación

Print version ISSN 1794-4449

Rev. Lasallista Investig. vol.5 no.2 Caldas July 2008

 

Ensayo

Alcances de la fe en la época contemporánea*

How far faith goes in the contemporary times

Alcances da fé na época contemporânea

Hno. Edwin Arteaga Tobón1


Línea de investigación: Biotecnología de alimentos. Semillero INNOVA, Grupo de Investigación GRIAL.

* Conferencia presentada en el Foro "Alcances de la fe en la contemporaneidad", realizado el 25 de octubre de 2007 en la Corporación Universitaria Lasallista, Caldas (Antioquia, Colombia).
1 Hermano de la Salle, PhD. en Teología de la Universidad Pontificia Bolivariana, Magíster en Teología de Lasalle University de Filadelfia. Profesor de la Facultad de Ciencias Sociales y Educación de la Corporación Universitaria Lasallista. Correspondencia: email: edwinarteaga1@gmail.com

Fecha de recibo: 25/10/2007 ; fecha de aprobación: 22/09/2008



Resumen

En un mundo laicizado como el mundo occidental, en búsqueda de orientación, la fe es escuchada atentamente aunque no siempre se cumplan sus propuestas. La fe cristiana cuenta y contará con mayores alcances y no lo podemos dudar.

Palabras clave: Fe. Contemporaneidad.



Abstract

In a laicized world like the Western, which looks for orientation, faith is carefully heard, even though its proposals are not always accomplished. Christian faith counts and will continue counting, on further achievements, a fact which we cannot have doubt about.

Key words: Faith. Contemporary times.



Resumo

Num mundo laicizado como o mundo ocidental, em busca de orientação a fé é escutada atenciosamente ainda que não sempre se cumpram suas propostas. A fé cristã conta e contará com maiores alcances e não podemos duvidar.

Palavras chaves: Fé. Contemporaneidade.



El enunciado de la propuesta de esta conferencia causa perplejidad por su amplitud y porque sus términos no están bien definidos. De mi perplejidad surgen varias preguntas.

¿Qué entendemos por "alcances"? ¿De qué tipo de fe se trata y de qué confesión o credo estamos hablando; de la fe cristiana, judía, budista o musulmana? ¿Qué entendemos por "época contemporánea" o, más exactamente, dónde empieza, cuando termina y quién la define?

La palabra "alcances" evoca desarrollos técnicos, vanguardia en la investigación y en la aplicación de los mismos. Alcances es una palabra que implica extensión y logros en campos hasta entonces desconocidos o inalcanzables. La universalidad y su divulgación son los toques que los valorizan. Los vemos por todas partes transportados por la globalización. Por naturaleza los alcances son precarios porque vendrán otros que irán mucho más lejos y, por consiguiente, la verdad que los sustenta, parece segura pero provisoria.

Todo esto no es ajeno a la fe cristiana y particularmente católica. El desarrollo de la fe ha dado pasos gigantescos si consideramos el desarrollo de la expresión y las nuevas lecturas de los dogmas y de la teología. Los logros de la fe en la época contemporánea como en épocas anteriores se deben a su capacidad de permeabilización, porque siempre ha está en diálogo con todo lo que es humano, con mayor o menor intensidad. Cuando la teología, la filosofía y las diferentes ciencias se confundían con el lenguaje de la fe, o se sometían a su autoridad, esta permeabilización parecía casi completa, se pasaba de la una a la otra sin dificultades epistemológicas aparentes.

Ahora bien, con el surgimiento de la Ilustración estas disciplinas se han desgajando como ramas de un árbol frondoso, adquiriendo cada vez mayor autonomía. Con el paso de los siglos se han independizado y han dejado entrever cada vez más sus influencias recíprocas. Nadie puede negar la interdependencia que existe entre la filosofía, las ciencias humanas y matemáticas, entre la filosofía y la teología. Nada escapa hoy en día a la filosofía o a la teología porque son rejas de lectura de la realidad.

El lenguaje de la fe, como lectura de las realidades humanas, permite que la fe se exprese y esté presente en campos en los cuales parece que no debiera estar y que los ateos le recusan. La vemos abrir caminos, proponer nuevas lecturas, en el mundo de la bioética, la política, los derechos humanos y la economía... Mediante los medios de comunicación sus propuestas llegan al humilde campesino boliviano, al gerente católico de un banco francés o a generales del ejército filipino. Sus propuestas llegan, a veces, mediante el testimonio de una persona, como fue el testimonio de una persona llamada Juan Pablo II. Por su carisma este Papa expuso el lenguaje de la fe al alcance de millones de personas.

Pero ¿de qué fe se trata? ¿De una fe conquistadora y triunfalista? ¿De una fe convertida en ideología cristiana politizada, ajena al mensaje esencial de Cristo? Finalmente podríamos centrar más la pregunta: ¿A qué expectativas de nuestros contemporáneos ha respondido la fe?

La fe ha tenido que responder desde hace unos 130 años a los llamados "maestros de la sospecha" como había respondido a los maestros de la Ilustración. Se entiende por "maestros de la sospecha" a Marx, Freud y Nietzsche. No cabe la menor duda que las ciencias humanas desarrolladas bajo su influencia y las teorías de estos maestros han operado cirugías profundas en la expresión de la fe, en la identidad religiosa. Decir hoy en día que la fe ha triunfado de todos estos interrogantes sería ignorar lo que es la fe y su esfera propia. Sería también ignorar el fin que se proponían los escritos de estos maestros. Sea lo que fuere, podemos afirmar que hoy es posible creer después de Freud1, de Marx y de Nietzsche. La fe sigue vigorosa a pesar de que hayan declarado la tercera muerte de Dios2, respondiendo a las expectativas del mundo.

Las expectativas del mundo son las expectativas del Reino de Dios. Jesús empezó su ministerio público anunciando: "Se cumplieron los tiempos, se ha acercado el Reino de Dios" (Mc 1,15). El Bautista tenía las mismas expectativas y, a pesar de sus dudas, fueron colmadas por Jesús. Muchos son los que se preguntan: ¿cuáles Escrituras Sagradas se estarán cumpliendo hoy en día? Los alcances de la fe serán tan pocos que repetimos la pregunta: ¿Es Jesucristo el que debía venir o tendremos que esperar a otro? (Lc 7,20). Estaremos como los discípulos de Emaús: "Nosotros esperábamos que era él... Pero" (Lc 24, 19-21).

El contexto de la fe no ha cambiado. La fe que Jesús proponía no era un conjunto de dogmas o de exigencias abstractas. Su tiempo hacía parte de la historia y de la geografía: los romanos ocupaban su patria, los pobres eran explotados por sus propios dirigentes políticos y religiosos, Ambos poderes colaboraban con el ocupante extranjero. En ese ambiente, Jesús propone, la hermandad, el perdón, el respeto del otro, la justicia social, la filialidad con Dios-Padre. Hoy nos movemos dentro de las mismas circunstancias y ahí está el Reino de Dios donde la fe con su lenguaje nos brinda su lectura y sus alcances.

"El Reino tiende a transformar las relaciones humanas y se realiza progresivamente, a medida que los hombres aprenden a amarse, a perdonarse y a servirse mutuamente. Jesús se refiere a toda la ley, centrándola en el mandamiento del amor (Cf. Mt 22, 34-40); Lc 10, 25-28). Antes de dejar a los suyos les da un mandamiento nuevo: « Ámense los unos a los otros como yo los he amado » (Jn 15, 12; cf. 13, 34). El amor con el que Jesús ha amado al mundo halla su expresión suprema en el don de su vida por los hombres (Cf. Jn 15, 13), manifestando así el amor que el Padre tiene por el mundo (Cf. Jn 3, 16). Por tanto la naturaleza del Reino es la comunión de todos los seres humanos entre sí y con Dios.

El Reino interesa a todos: a las personas, a sociedad, al mundo entero. Trabajar por el Reino quiere decir reconocer y favorecer el dinamismo divino, que está presente en la historia humana y la transforma" 3. Ahí es donde se realizan los alcances de la fe. Éstos no se logran sino siempre y cuando las decisiones jerárquicas los dejan acontecer y formular.

Revisemos el caso típico de los alcances de la fe a través del dogma Extra ecclesia nulla salus - Fuera de la Iglesia no hay salvación, proclamado en 1442 en el concilio de Florencia.

Esta posición exclusivista se arraiga en el pensamiento de Cipriano de Cartago (del siglo 3°) en su obra La unidad de la Iglesia (cap. 6): "No puede tener a Dios por Padre quien no puede tener a la Iglesia por madre". La encontramos de nuevo en la profesión de fe de Inocencio III (1208), en el 4° concilio de Letrán (1215), en la bula Unam Sanctam de Bonifacio VIII (1302) y en el concilio de Florencia (1442), donde se plasma una vez más con rigidez el famoso enunciado: Extra ecclesia nulla salus - Fuera de la Iglesia no hay salvación. La decisión en ese momento era tanto más grave cuanto los griegos, temerosos de una invasión musulmana ineludible, buscaban la unión con la Iglesia de Occidente.

Las interpretaciones serán variadas y ambiguas en el protestantismo naciente, pero siempre en progresión de apertura. Para los católicos llegará el momento del concilio Vaticano II donde los alcances de la fe abrirán las puertas a las teologías del pluralismo religioso fundadas en los textos conciliares fundamentales tales como Lumen Gentium, Gaudium et spesI, Dignitatis Humanæ, Nostra ÆtateII, etc.

El mismo Papa Benedicto XVI, Joseph Ratzinger, entonces joven teólogo del concilio, escribía en 1968: "Lo que nos preocupa ya no es cómo "los otros" se salvarán. Es cierto y lo sabemos por nuestra fe en la misericordia divina que se pueden salvar. Cómo ocurre esto, lo dejamos a Dios. Lo que nos interesa, sobre todo, es saber por qué, a pesar de esta mayor amplitud de salvación, la Iglesia sigue siendo necesaria"4.

El surgimiento de las teologías del pluralismo religioso es, pues, uno de los mayores alcances de la fe en la sociedad contemporánea5. Lo apasionante de este progreso es que la Iglesia no se atribuye exclusivamente el monopolio del Reino de Dios, porque "el Reino de Dios concierne todas las personas humanas, la sociedad, el mundo entero. Trabajar por el Reino significa reconocer y favorecer el dinamismo divino presente en la historia humana transformándola. Construir el Reino significa trabajar por la liberación del mal en todas sus formas"6.

Otro de los mayores alcances de la fe en el mundo contemporáneo es que o se ha dejado fagocitar por la globalización. La globalización es un término lanzado por Teodoro Levitt al inicio de los años 80. Se trata de un concepto restringido a su sentido de interdependencia económica transnacional. Es uno de los conceptos más inaprensibles porque, en realidad, se trata de un asunto de enfoque. Muchos lo leen como la causa funesta de injusticias, pauperización, daños ecológicos. Otros, la ven como la mejor oportunidad de acercamientos humanos, la llave de una era de paz producida por la reducción de antagonismos económicos nacionales. Es, de hecho casi una mantra, una explicación universal casi religiosa. Contra ella se organizan los jóvenes violentamente cuando se presenta concretada y programada en foros internacionales tales como el G 8. Para ellos es una amenaza real... ¿Y la fe en todo esto?

Hay también un proceso de globalización de la fe que podemos señalar en los movimientos ecuménicos, en el pluralismo religioso, en las ONG's cristianas. Los llamados tradicionalistas le temen a esta globalización de la fe. Para ellos la globalización significa dogmas derretidos, identidades eclesiásticas propias desdibujadas, autoridades tradicionales puestas en tela de juicio, en breve, una destabilización total de la fe. La globalización de la fe no es para ellos un alcance sino una amenaza producto de la sociedad contemporánea.

Con todo no se puede negar que la fe haya vivido difícilmente su entrada en la modernidad. Ha habido atrasos y letargos en vez de logros en esto últimos ciento cincuenta años. La encíclica Rerum Novarum de León XIII, se publica cuando ya se ha prácticamente perdido la clase obrera. El Syllabus de Pío X, le pone un brusco freno a ideas que prosperarán y harán parte del lenguaje de la Iglesia; asimismo el decreto De lamentabilis contra el modernismo, paralizó durante 50 años las universidades católicas. La censura eclesiástica impidió el desarrollo de grandes pensadores católicos como Mauricio Blondel, Henri de Lubac, Teilhard de Chardin, Leonardo Boff, Eugen Drewermann, etc. Entre ellos, muchos de los gestores de la teología que impulsaría al concilio Vaticano II. Últimamente ha sido el turno de Jacques Dupuis, Marciano Vidal, Juan José Tamayo, Anthony de Mello y Jon Sobrino... La censura eclesiástica ha sido uno de los mayores frenos a los alcances de la fe. Lo que explica el resentimiento de los detractores de la Iglesia sobre el particular7.

No se puede tampoco olvidar el papel de la violencia religiosa como freno al desarrollo y a los alcances esperados de una fe verdadera. La violencia y lo sagrado han acompañado a la humanidad desde los albores de la creación8. Basta nombrar las cruzadas en la Tierra Santa, las llamadas "guerras de religión" en Europa y la última guerra de los Balcanes. La amenaza del Islam fundamentalista suscita recelos y amedrenta al Occidente, en particular. El judaísmo (en Estados Unidos y en Israel) tiene sus fanáticos; muchos cristianos evangelistas del Deep South americano, no lo son menos.

Es obvio que uno de los alcances de la fe seguirá siendo desintetizar la amalgama que se ha hecho entre la fe y la violencia a través de la historia. La fe cristiana ha logrado disociar los elementos históricos, culturales y políticos que por momentos le han creado la imagen de religión violenta. Pero ¿dónde se arraiga esa violencia?

Podríamos localizar las raíces de la violencia, al menos en la religión cristiana, en el dualismo neoplatónico de los primeros siglos; los jurisprudencia romana y su fuerza del 'ius divinum' - de derecho divino; el feodalismo y su verticalidad exacerbada; la insistencia mórbida, de origen judaico, sobre lo puro y lo impuro; el choque entre la ley que hay que cumplir y el espíritu que da vida, etc.

A pesar de estos avatares el papel del lenguaje de la fe es el de "anunciar a todos cómo entiende la presencia y la acción de la Iglesia en el mundo actual, esto es, la entera familia humana con el conjunto universal de las realidades entre las que ésta vive; el mundo, teatro de la historia humana, con sus afanes, fracasos y victorias para que se transforme según el propósito divino y llegue a su consumación"9.

Tratando de responder a este desafío, la presencia de la Iglesia ha suscitado en varias regiones del mundo un lenguaje de la fe apropiado a las realidades donde está inmersa. Este esfuerzo, no sólo teórico sino también práctico, se debe considerar como uno de los mayores alcances de la fe en nuestros días. Es así como la fe ha sabido expresarse en América Latina con la Teología de la Liberación, mediante un lenguaje capaz de leer esa realidad, facilitando su integración y comprensión como Reino de Dios. La utilización que ha hecho este lenguaje de instrumentos de análisis de orientación marxista le han causado hostilidad y sospechas de parte de las autoridades eclesiásticas sobre todo cuando cundía la guerra fría entre los bloques capitalista y comunista.

Asimismo, la fe y su lenguaje han logrado abrir caminos y fomentar nuevas teologías de minorías que, hasta hace poco, no tenían voz propia para expresar la identidad de su fe. Entre estas teologías vale citar la teología feminista, las teologías étnicas, las teologías de minorías sexuales, las teologías ecumenistas o del pluralismo religioso, etc.

Por otro parte, los estudios sobre la persona de Jesús han permitido al lenguaje de la fe otro alcance significativo: una purificación del Jesús de la piedad y de cristologías "baratas" en un Jesús "más histórico". Este ha sido el resultado del Jesus' Seminar de John Dominic Crossan, J. P. Meier y otros exponentes. Estos estudios acercan, indirectamente, la antropología de la teología al reconstruir la historia de Dios en el humano Jesús de Nazaret.

Todas estas purificaciones de la fe y de su lenguaje, ocasionadas por los maestros de la sospecha, por la desintetización de la violencia y de una cultura específica con la religión, por la profundización de análisis históricos de la vida de Jesús han logrado que la fe y su lenguaje sean, por decirlo así, más humildes. La fe ha logrado una kénosis como la de Jesús, su Maestro y Perfeccionador (Cf. Heb 12,2).

La kénosis de la fe contemporánea, uno de sus mayores alcances, es apertura, tensión escatológica, ecumenismo de mentes y brazos abiertos, compromisos éticos a nivel mundial, es revelación y aceptación de la alteridad, una nueva oikoumene de hijos de Abrahán al servicio de la humanidad.

En el campo de la manifestación y aceptación de la alteridad, la fe ha dado pasos gigantescos hasta llegar a la oferta generosa del perdón en foros públicos. La fe orante de la Iglesia ha descubierto el daño causado por su amalgama con la violencia, siglos atrás. La Iglesia ha pedido perdón al pueblo judío por haber pecado contra él10,11. La Iglesia ha pedido perdón a millones de esclavos africanos por haber sido cómplice de la esclavitud12. También ha pedido perdón a los amerindios por las atrocidades de los colonizadores católicos13. El alcance de la fe es que la Iglesia ha descubierto la alteridad traumática de otras tradiciones religiosas, sus heridas y reivindicaciones. Mediante el perdón, la fe ha aprendido el respeto y ha reconocido la identidad del otro. De esta manera el cristiano será más capaz de dar razones de su fe (1 P 3,15).

Esta kénosis de la fe se parece a dolores de parto. Le corresponde a la fe tocar la potencia de energías del caos, la fragilidad de áreas culturales estructuradas, la volatilidad de hechos culturales efímeros, la comprensión de identidades minoritarias narcisistas. Se trata, de hecho, de su inculturación.

La inculturación, término creado en Bélgica por el P. Joseph Masson en 1962, remite a una resistencia contra el modelo multisecular del cristianismo occidental. La inculturación se opone a la hegemonía de un modelo religioso sacramental, disciplinario y hasta teológico. Uno de los mayores logros de la fe contemporánea es manifestar la sinergia que existe entre ella y las culturas. Antes de Vaticano II, la misiología manejaba la inculturación como acomodamiento, arreglos cosméticos funcionales. Después de Vaticano II, la inculturación hace llegar el cristianismo hasta las raíces mismas de las culturas, hasta producir teologías propias.

La inculturación como gran alcance de la fe en América Latina, por ejemplo, se puede decir que empezó con Bartolomé de Las Casas, así como empezaría más tarde en China con Mateo Ricci y los jesuitas, en India con Roberto de Nobili, y en Brasil con Marioel de Nóbrega. En 1701, los jesuitas son denunciados en Roma porque admiten los honores rendidos a Confucio por los recién convertidos al cristianismo. Los condenan en 1704 y luego, definitivamente, en 1742. Lo mismo les sucede en Paraguay con las Reducciones. En esos ligares en vez de alcances significativos duraderos, hubo retrocesos lamentables. El fin último de la inculturación, el mayor alcance de la fe en la sociedad contemporánea, será pasar de una fe totalmente revestida por la cultura occidental, juzgada superior, a una fe empapada de la cultura del Reino de Dios presentada por Jesús en los evangelios. La autonomización del cristianismo respecto a su cultura tradicional secular y occidental no se ha todavía realizado totalmente.

Lo que impide que esta meta se logre para la fe en nuestros días se debe a la falta de aplicación de la letra y del espíritu de Vaticano II en lo relativo a la colegialidad y la sinodalidad. Al promover una Iglesia de comunión en vez de una Iglesia de gobierno.

Refiriéndose al mismo espíritu del concilio, algunos han propuesto, entre otras disposiciones: la aplicación del principio de subsidiaridad a las conferencias episcopales, reduciendo el peso de la Curia vaticana, la elaboración de documentos doctrinales del magisterio pontificio; mayor colaboración del episcopado en el nombramiento de obispos.

Dichos cometidos no se han logrado porque se han frenado muchas aperturas y experiencias, el Código de Derecho Canónico de 1983 y el Catecismo de la Iglesia Católica presentan claros retrocesos u oposiciones respecto a lo definido por Vaticano II. Asimismo ha sucedido con declaraciones tales como Christus Dominus (limitando a las conferencias episcopales), Dominus Jesus (limitando los alcances ecuménicos14, el Motu Propio Apostolos (limitando la naturaleza teológica y jurídica de las conferencias episcopales, aun a nivel regional)... Los mismos sínodos trienales quedan sometidos a la autoría del Papa y de la Curia romana; de éstos el Papa publica lo que desea como "exhortación post sinodal". No cabe, pues, la menor duda de que estas manifestaciones limitan los alcances que muchos esperan de la expresión de la fe. ¿Deberíamos desesperarnos?

Respondemos negativamente porque, hoy como ayer, la fe seguirá siendo capaz de leer la realidad con la misma fe de los Apóstoles, a pesar de limitaciones externas e internas. La realidad, hoy en día, está marcada por la mondialización, fenómeno que la fe no puede ignorar. Se trata de un proceso de integración de ciertas culturas locales en el sistema mercante mundial. En este proceso le corresponde a la fe responder a tres desafíos éticos.

El primero tiene que ver con la identidad de las personas porque en el proceso de la mondialización las fronteras que estructuran a las personas se desdibujan; el segundo desafío, es un desafío que toca la justicia por la volatilidad de los salarios, las delocalizaciones y fusiones que generan desempleos desastrosos; el tercer desafío, es el de la verdad frente a un mundo económico casi virtual, hipertrofiado por su dimensión financiera. Uno de los alcances esperados de la fe es que logre su supervivencia en un ambiente que la empuja al sincretismo destructor de la identidad de los creyentes; que logre sobreponerse a las tentaciones del fundamentalismo que produce la violencia y que atrae la violencia como respuesta.

A pesar de lo anterior, y teniendo en cuenta que "el Evangelio al estado puro no existe porque desde los orígenes se encarnó en el vocabulario y en las maneras de pensar de una cultura precisa"15, uno de los mayores alcances esperados de la fe contemporánea es que siga siendo testiga de la búsqueda de una Realidad Última que ninguna cultura o sistema religioso puede agotar o encerrar.

Le corresponde, pues, a la fe mantener vivo su poder profético de contra-cultura para evitar los riesgos de deshumanización, de fracturas entre comunidades étnicas y religiosas. Le corresponde a la fe proseguir su tarea del anuncio, del denuncio y del testimonio y la sanación de todo y de todos mediante la persona de Jesucristo. Para lograrlo su mayor alcance será el no dejar confundir la universalidad del misterio de Cristo con un cristianismo limitado o dominado jerárquicamente por una cultura. Le tocará entonces tomar conciencia de la distancia que separa la Iglesia Católica romana, como medio de salvación, del Reino de Dios que sigue aconteciendo más allá de las fronteras de esta Iglesia mayoritaria.

Para concluir este rápido esbozo de los alcances de la fe en la época contemporánea queremos resaltar el aporte crítico de la fe a las orientaciones que se dan individuos y estamentos oficiales, Este aporte crítico se hace en forme de propuesta respetuosa y, a veces, en forma de protesta cuando está en juego la vida humana, la dignidad humana, la justicia, la paz y otros valores del Reino de Dios.

Es porque la fe ha logrado abrirse paso que la Iglesia está presente en las organizaciones internacionales más importantes: en la ONU de Nueva York, y en sus diferentes agencias, como la UNESCO, en París, la FAO, en Roma, la OIT, en Ginebra, en el Consejo de la Unión Europea, etc. Del mismo modo, la Iglesia expresa su fe en el Consejo Mundial de las Iglesias, organizó el Encuentro Mundial de las Religiones en Asís, en 1986 y sigue presente en otros foros de tipo ecuménico. Es en todos estos foros internacionales que la fe alcanza a individuos y comunidades.

Es un gran alcance el mero hecho de que la fe pueda expresarse en esos ámbitos para lograr penetrar el mundo como la levadura penetra en la masa y la hace fermentar. Como levadura evangélica, le fe pone en tela de juicio las ideologías y las práxis modernas en lo relativo a las ciencias de la vida: la bioética, la genética, la eutanasia, la ecología. Asimismo, la fe interpela las prácticas económicas cuando no respetan la justicia social. Su papel y su capacidad es ser la sal de la tierra. Los contemporáneos que tienen la palabra y la saben manejar, saben que la fe no es una verdad exótica.

En un mundo laicizado como el mundo occidental, en búsqueda de orientación, la fe es escuchada atentamente aunque no siempre se cumplan sus propuestas. En otros ámbitos, como actualmente en el mundo musulmán y en el mundo judío algunos la están utilizando al servicio de fines políticos violentos.

En fin de cuentas, los alcances de la fe son incalculables y hemos nombrado sólo unos pocos. Concluyamos con Hans Küng preguntándonos: "¿Qué espíritu es este, qué fuerza es ésta que opera en todas partes? ¿Se reduce todo a pura casualidad? ¿Es todo puro destino? ¿Todo pura constelación estructural? No, para el cristiano está aquí, sin duda, algo más. Para él es claro que en este espíritu de Jesucristo que actúa con poder no se trata de un espíritu humano profano, sino del Espíritu Santo, en el corazón de los creyentes y en la comunidad de fe"16.

La fe cristiana cuenta y contará con mayores alcances y no lo podemos dudar. La duda sobre el futuro de esta fe comenzó a publicarse en el Sanedrín de Jerusalén poco tiempo después de la resurrección de Jesús. El gran Rabino, Gamaliel I, heredero del Suave Hillel, puso la duda en su puesto: "Si esta idea o esta obra es de los hombres, se destruirá; pero si es de Dios, no conseguirán destruirlas" (Hec 5, 38-39).


Pie de página

I"Esto vale no solamente para los cristianos, sino también para todos los hombres de buena voluntad, en cuyo corazón obra la gracia de modo invisible. Cristo murió por todos, y la vocación suprema del hombre en realidad es una sola, es decir, la divina. En consecuencia, debemos creer que el Espíritu Santo ofrece a todos la posibilidad de que, en la forma de sólo Dios conocida, se asocien a este misterio pascual". GS 22. La insistencia en negrilla es mía.
II"Todos los pueblos forman una comunidad, tienen un mismo origen, puesto que Dios hizo habitar a todo el género humano sobre la faz de la tierra, y tienen también un fin último, que es Dios, cuya providencia, manifestación de bondad y designios de salvación se extienden a todos". NA 1.


Referencias

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