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Revista Lasallista de Investigación

Print version ISSN 1794-4449

Rev. Lasallista Investig. vol.7 no.2 Caldas July/Dec. 2010

 

Editorial

Editorial

Las ciencias del agro desde la perspectiva del bicentenario de la independencia

Luis Carlos Villamil J*

* DMV, MSc, PhD Decano Profesor Asociado. Facultad de Ciencias Agropecuarias Universidad de La Salle. Bogotá



La celebración del bicentenario nos obliga a la reflexión sobre el devenir de la academia, la ciencia y la tecnología en el sector agropecuario, dentro del contexto social y cultural de la corta vida independiente de la nación colombiana. La universidad no puede ser ajena a los hechos del pasado, los necesita para la construcción de sentido, para reorientar su quehacer en la búsqueda de referentes, para la formación de investigadores y profesionales, para la solución de problemas desde la realidad del mundo globalizado desde el humanismo, la ciencia, la innovación y la nueva ruralidad.

Fueron múltiples los esfuerzos por iniciar los procesos de investigación y de conformación de la academia en lo que hoy es Colombia; las ciencias naturales y sus aplicaciones para la agricultura, la ganadería y la minería constituyeron la base de los inicios, ante el enorme potencial del trópico desde la perspectiva de los intereses de la corona, la exportación y el consumo local.

En este contexto, la Expedición Botánica, las tertulias, la naciente academia, la situación política del viejo y el nuevo mundo interactuaban para producir los movimientos y desarrollos que caracterizaron los últimos 200 años.

Desde fines del siglo XIX, aparecieron algunas instituciones como la Sociedad de Agricultores de Colombia, el Departamento de Agricultura, la Quinta Modelo de Aclimatación de la Escuela Agrícola de Cundinamarca, el Instituto Nacional de Agricultura donde se formaron los primeros profesores a cuyo cargo estuvo la divulgación de los principios científicos para el mejoramiento y el desarrollo de la producción agropecuaria.

En 1887 el Instituto dejó de funcionar y la instrucción veterinaria pasó a la Facultad de Medicina y Ciencias Naturales de la Universidad Nacional. Por lo anterior, se creó la Escuela Nacional de Veterinaria, dirigida por Claudio Vericel, veterinario francés; esta escuela funcionó como entidad anexa a la facultad de Medicina, hasta su cierre definitivo, como consecuencia de la guerra civil. La escuela sentó las bases de la microbiología médica y veterinaria. La producción de vacuna contra la viruela y el servicio de laboratorio para la salud animal, y también para la salud humana y la inspección de alimentos, se iniciaron en el país a cargo de los egresados de la escuela Jorge Lleras Parra, Federico Lleras Acosta e Ismael Gómez Herrán. La nueva escuela de veterinaria cerró sus puertas después de graduar la primera promoción, debido a la Guerra de los Mil Días.

La enseñanza de las profesiones del sector no podía transformar el agro; se debía generar una demanda para la agricultura científica mediante la promoción de importantes empresas agrícolas. Se conformaron las primeras Estaciones Experimentales Agrícolas.

La Ley de Fomento de la Agricultura, de 1926, asignó un papel importante a la educación agropecuaria; con la creación del Consejo Nacional de Agricultura en 1931, se fortalecieron la investigación y la educación (granjas experimentales y granjas infantiles).

Desde 1945, la SAC presionó la creación de las Facultades de Ciencias Agronómicas; la extensión agrícola fue exitosa, las granjas experimentales cafeteras y el Centro Nacional de Investigaciones del Café en Chinchiná constituyen un testimonio de estas actividades pioneras en América Latina. Los departamentos cafeteros contaron con diversidades regionales donde se formaron agrónomos, veterinarios y zootecnistas.

Con la creación de la Oficina de Investigaciones Oficiales, promovida por la misión Rockefeller, se crearon las bases para la fundación del Instituto Colombiano Agropecuario, ICA, y se iniciaron labores en el mejoramiento de cultivos, ganado de leche y carne, porcinos y aves, y reproducción animal; genética del café, algodón y caña de azúcar.

Mediante cooperación con el gobierno italiano se fundó el Instituto Zooprofiláctico Colombiano; allí se dio inicio al servicio de diagnóstico sanitario, a la investigación en virología y a la producción de biológicos, en especial, contra el virus de la fiebre aftosa.

En 1993 se tomó la decisión de dividir las funciones del ICA en dos institutos: uno, que seguiría siendo el ICA para ocuparse de la responsabilidad en las áreas de sanidad, protección, regulación vegetal y animal, y supervisión y coordinación de la investigación pública; y uno nuevo denominado Corporación Colombiana de Investigación Agropecuaria (CORPOICA), el cual asumió las actividades de investigación y transferencia de tecnología.

Paralelamente a estos eventos, el sector privado creaba los que se han denominado en Colombia Centros Nacionales de Investigación (CENI), entre ellos, en 1938, el Centro Nacional de Investigación del Café (CENICAFE). El más reciente, creado en 2004, es el Centro de Innovación de la Floricultura Colombiana (CENIFLORES); existen también el de Investigaciones en Caña de azúcar (CENICAÑA, 1977); palma de aceite (CENIPALMA, 1991); Camarón (CENIACUA, 1993); papa (CEVIPAPA, 1995) y banano (CENIBANANO, 1999). Este sector se caracteriza por sus resultados en producción y poscosecha, la preparación de sus investigadores, las prioridades claras de investigación y su pertinencia, y su capacidad para atraer recursos.

Desde la segunda mitad del siglo XX, la investigación agropecuaria colombiana ha mantenido relación con áreas temáticas tradicionales: mejoramiento, salud y suelos, y ha hecho más énfasis en la fase de producción que en las de cosecha, poscosecha e industrialización. Pocos grupos trabajan en otros campos de posible impacto para el agro como la genómica, la bioinformática, la biopronspección o la bioelectrónica.

La investigación ha estado jalonada por la política y no al contrario, (por ejemplo, la inversión y los esfuerzos logísticos para la erradicación de la fiebre aftosa), mientras que los recursos para la investigación son mucho menos importantes. La interacción y la comunicación no representan la constante; lo mismo se puede decir con respecto a las relaciones con la comunidad internacional.

El establecimiento de estándares de productividad y desempeño no se comprende ni se acepta por la comunidad investigativa. Se requiere originalidad, innovación, publicación de resultados, mayor actividad en propiedad intelectual y patentes; además,la producción de conocimiento útil que desde la bioeconomía transforme positiva y permanentemente la nueva ruralidad debe orientar la actividad de la ciencia y la tecnología agropecuaria.

El sector académico no representa el papel dinámico que le corresponde, en donde la síntesis de la investigación y la docencia potencian la productividad, la innovación y el liderazgo en el contexto de las profesiones y del sistema social.

Se tienen, entonces múltiples tareas; entre ellas, la de generar para país y el sector, una política efectiva y de estrategias de investigación para la solución de los grandes problemas del sector agropecuario.

Es urgente contar con una academia con vocación agropecuaria y rural conformada a partir de la articulación de grupos y de núcleos regionales, con propósitos comunes, posicionamientos estratégicos centrados en el desarrollo de la nueva ruralidad, donde la ínter y la transdisciplinariedad sean dominantes.

La universidad colombiana debe cualificar el ejercicio docente, mediante la actividad investigativa, en la cual se enriquezca la estrategia pedagógica en la construcción del conocimiento y la resolución de problemas propios de la región, y se apoye la producción académica, derivada de la investigación garantizando la visibilidad de los resultados en los ámbitos nacional e internacional. Debe también establecer criterios de evaluación, seguimiento y asignación de recursos para la labor investigativa y las actividades que de ella se deriven.

Con lo anterior, será posible generar conocimiento para que sea utilizado por los actores sociales, el Estado, y los gobiernos. De esta manera, se fortalecerán las relaciones orgánicas entre la academia y la sociedad, con la finalidad de lograr una visión integrada y real de lo rural, que permita contextualizar y planificar la academia, la ciencia y la tecnología con responsabilidad y proyección social.

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