SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.11 issue1Fish wellbeing and regulation aspects in Colombia for fish exploitation with experimental and commercial purposesConciliation: a look from bioethics and the virtue of prudence author indexsubject indexarticles search
Home Pagealphabetic serial listing  

Services on Demand

Journal

Article

Indicators

Related links

  • On index processCited by Google
  • Have no similar articlesSimilars in SciELO
  • On index processSimilars in Google

Share


Revista Lasallista de Investigación

Print version ISSN 1794-4449

Rev. Lasallista Investig. vol.11 no.1 Caldas Jan./jun. 2014

 

Artículo original/Article original/Artigo originais

Elementos constitutivos para una bioética en Humberto Maturana*

Constituent element to approach bioethics from Humberto Maturana's work

Elementos constitutivos para uma bioética em Humberto Maturana

Wilson de Jesús Mazo Gómez**

* Artículo derivado del trabajo de Maestría en Filosofía titulado La biología: fundamento conceptual para una biofilosofía en Humberto Maturana.

** Filósofo y Magister en Filosofía de la Universidad Pontificia Bolivariana. Magister Honoris Causa en Tecnología educativa CIHCE. Doctor Honoris causa en Educación del CIHCE. Docente de la Facultad de Ciencias Humanas y Sociales, Corporación Universitaria Minuto de Dios. Bogotá, Colombia.

Correspondencia: Wilson de Jesús Mazo Gómez; e-mail: Wilson.mazo@uniminuto.edu

Artículo recibido: 13/02/2014; Artículo aprobado: 03/06/2014


Resumen

A través de este escrito, se hará una presentación de los elementos conceptuales que, desde la biología, ha planteado Humberto Maturana Romecín para elaborar toda una teoría unitaria explicativa de la vida y de lo humano y que conllevan a la necesidad de plantearse una Bioética, tanto en su aspecto biológico, como en su vivencia. Dicha bioética hace parte de una biofilosofía que se levanta como paradigma explicativo de lo humano desde lo biológico, y permite, así, la descripción del fenómeno del vivir y todas sus estructuras emergentes, desde una perspectiva ontológica constitutiva.

Palabras clave: autopoiesis, clausura operacional, ontología constitutiva, enacción, multiverso.


Abstract

This paper introduces the conceptual elements that Mr. Humerto Maturana Romecín has set -from biology- to elaborate a unitary theory of life and humanity, and this fact requires a bioethical approach from both its biological aspect and its experience. That bioethical approach is a part of a bio philosophy that raises as an explicative paradigm of humanity from biology and, therefore, allows the description of the phenomenon of living and all of its emerging structures, from a constitutive ontological view.

Key words: autopoiesis, operational closure, constitutive ontology, enaction, multiverse.


Resumo

Através este escrito, se fará uma apresentação dos elementos conceituais que, desde a biologia, propôs Humberto Maturana Romecín para elaborar toda uma teoria unitária explicativa da vida e do humano e que implicam à necessidade de propor-se uma Bioética, tanto em seu aspecto biológico, como em sua vivência. Dita bioética faz parte de uma biofilosofia que se levanta como paradigma explicativo do humano desde o biológico, e permite, assim, a descrição do fenômeno do viver e todas suas estruturas emergentes, desde uma perspectiva ontológica constitutiva.

Palavras importantes: autopoiesis, clausura operacional, ontologia constitutiva, desenvolvimento, multiverso.


Introducción

El avance científico y tecnológico de la humanidad iniciado con la Revolución Industrial a mediados del siglo XVII en Gran Bretaña, que se ha acelerado notoriamente a partir de mediados del siglo XX y que está llegando a extremos insospechados en el XXI, ha generado modificaciones profundas en el ecosistema como resultado de la acción humana sobre los equilibrios ecológicos, económicos y sociales, desencadenando problemas de gran magnitud, que afectan las estructuras ecológicas, económicas y políticas, y generan un permanente incremento de necesidades, tanto individuales como colectivas; ello exige una reflexión sobre cómo lograr que el desarrollo y la aplicación de la ciencia sean más humanos y hacer un mejor uso de las tecnologías disponibles con el menor impacto posible en el ecosistema.

El agotamiento de los recursos naturales, los cambios climáticos y las más recientes manifestaciones de desequilibrio ecológico del planeta (terremotos, tsunamis, deshielo de los cascos polares, extinción de algunas especies, efecto invernadero, epidemias) obligan al hombre a racionalizar los recursos naturales, el tiempo, los espacios geográficos y el uso de la tecnología, entre otros factores, ya que han generado toda una problemática social representada en desempleo, inseguridad, guerra, hambre, deterioro del medio ambiente, inconformismo, ingobernabilidad y otros problemas derivados de la superpoblación y la carencia de oportunidades o inequidad social.

Desde luego, esta problemática hace parte de la responsabilidad de las ciencias (equívocamente divididas en humanas y / o de la naturaleza) pero también incumbe a todas las instituciones, independientemente de que sean empresas, gobiernos, universidades, iglesias o familias, y exige un nuevo enfoque que permita abordar estos problemas y orientar las soluciones con sentido global, flexible, dinámico y especialmente auto-regulado, lo cual solo es posible hasta el momento si pensamos en una Filosofía de la vida, entendida esta como una nueva reflexión sobre la condición humana desde el fenómeno biológico de la vida misma1.

Ahora "Los acontecimientos parecen envolver algo más que las decisiones y acciones individuales y estar determinadas por sistemas socioculturales, trátese de prejuicios, ideologías, grupos de presión, tendencias sociales, el crecimiento y la decadencia de las civilizaciones y quién sabe cuánto más" (Bertalanffy, 1987, p. 6), que exigen hablar de sistemas complejos en las ciencias, anunciando una nueva visión del mundo que tendrá repercusiones considerables, dedicadas a transformar la visión del hombre y sociedad.

Las revoluciones tecnológicas del siglo XX, sumadas al fraccionamiento de las ciencias, han llevado a una tecnocracia en la cual lo que importa es el desarrollo científico como tal, muy por encima de lo que pueda acontecer con lo humano y con lo social. Todo esto, sumado al fraccionamiento de la realidad y el fracaso del proyecto de la racionalidad moderna, han dejado al hombre solitario en un universo de incertidumbres que no le permiten entenderse ni entender su entorno; guerras, conflictos y devastaciones naturales exigen del hombre y de las ciencias (formales o fácticas) nuevas perspectivas de interpretación y explicación que permitan comprender la naturaleza del fenómeno humano.

En este escrito se expondrán las bases conceptuales del pensamiento biofilosófico de Humberto Maturana Romecín2, como propuesta significativa de explicación de un sistema complejo como es el ser vivo, en especial lo humano, visto desde una nueva perspectiva que permite una comprensión no reducida, ni simplista, sino todo un abanico de posibilidades que amplían el horizonte de entendimiento de la vida.

Demostrar cómo desde una nueva perspectiva, la biología, se puede acceder a una nueva interpretación de lo humano, del mundo y del conocer, sin recurrir a argumentos de tipo dogmático o metafísico que impiden ver en esencia, cómo lo humano emerge en la relación entre el ser vivo y su ambiente; en una red de interacciones recursivas de las que emergen dominios de explicaciones abiertos y cambiantes, ya que su fundamento está en el lenguajear como juego de conversaciones surgidas en el entrecruzamiento de relaciones autopoiéticas ente los miembros de una misma comunidad cultural.

Para la realización de este trabajo se aplicó el método hermenéutico y de rastreo documental, y se tomaron como base algunas obras representativas del autor como son: El árbol del conocimiento, De máquinas y seres vivos, La realidad: ¿objetiva o construida? (Vol. I Fundamentos biológicos de la realidad, Vol. II Fundamentos biológicos del conocimiento) y El sentido de lo humano. Se han utilizado, además, otras obras referenciadas en la bibliografía.

En general, no se hallaron dificultades en la elaboración del texto, ya que la bibliografía sobre la temática y el autor es abundante; las fuentes originales se adquieren fácilmente en el mercado y en Internet. Además, hay innumerable cantidad de artículos sobre el autor y su propuesta, en revistas y varias páginas Web dedicadas exclusivamente a ello.

Sin embargo, debemos anotar que el autor es reiterativo en sus temáticas y conceptos en los diferentes escritos que realiza por lo que es muy común encontrar los mismos planteamientos en libros diferentes; además, no hay libros o textos de autores que se hayan dedicado al autor o a sus temáticas específicas; como lo dijimos anteriormente, hay muchos artículos en Internet que se refieren a sus aportes en los diferentes campos del saber, y no hay artículos que cuestionen su pensamiento.

Podemos decir que en cierto modo una limitación de este trabajo es la utilización de bibliografía secundaria, ya que incluso los artículos encontrados sobre el autor son reiterativos en utilizar como fuentes bibliográficas los mismos textos y conceptos usados para este trabajo, razón por la cual hemos preferido citar directamente las fuentes primarias del autor en su idioma original que es el español.

Debe tenerse en cuenta que los inicios del pensamiento de Maturana estuvieron ligados a su trabajo en colaboración con Francisco Varela; sin embargo, dada la pródiga cantidad de publicaciones de ambos autores y su posterior separación, hemos limitado las referencias bibliográficas y el contenido de la propuesta al pensamiento de Humberto Maturana, sin por ello despreciar o excluir el pensamiento de Francisco Varela.

En este trabajo entonces, se presentan las bases conceptuales del pensamiento biofilosófico de Maturana, como propuesta significativa de explicación de un sistema complejo como es el ser vivo, en especial el ser humano; lo humano visto desde una nueva perspectiva que permite una comprensión no reducida, ni simplista, sino todo un abanico de posibilidades que amplían el horizonte de entendimiento de la vida.

La unificación de las ciencias

Maturana se propone trabajar en dos campos de investigaciones separadas entre sí: la percepción y la organización del ser vivo, así como la naturaleza y los límites del lenguaje humano en tanto operar descriptivo de conocimiento. Al realizar en 1959 su tesis sobre el sistema nervioso y analizar la visión de la rana, se da cuenta de que las cosas no pasan por fuera de los seres vivos, sino dentro de ellos; por eso, para describir lo que pasa con los seres vivos no se les puede explicar desde fuera de ellos, sino desde ellos mismos y así desocultar conceptualmente el operar que da origen al fenómeno biológico de la vida; describir la manera particular de concatenación del operar de los componentes del ser vivo, que lo hacen ser vivo.

A partir de entonces decide que su trabajo debería estar orientado a:

Encontrar un modo o forma de hablar de los seres vivos que captase la constitución de su autonomía como sistemas en los que todo lo que pasa con ellos en su operar como unidades discretas, tanto en su dinámica relacional como en su dinámica interna, se refiere sólo a ellos mismos, y ocurre como una continua realización de sí mismos en una dinámica relacional en la que el resultado no es un factor en los procesos que le dan origen (Maturana, 1977, p. 12).

De su estudio pudo concluir que los seres vivos están constituidos como sistemas y que lo que pasa con ellos, tiene que ver con ellos y no con otra cosa; son autónomos, es decir, son autopoiéticos: son sistemas clausurados en su dinámica de constitución como sistemas en continua producción de sí mismos; esto permite comprender al ser vivo, tanto como sistema autónomo como en su relación con sus circunstancias.

Para Maturana, los seres vivos son sistemas abiertos en cuanto son altamente dependientes de su relación con el medio, pero son organizativamente cerrados por cuanto todos los componentes del sistema son producto y productores de componentes del mismo sistema, con el que crean sus propios límites. Se habla de clausura operacional y no de cerramiento o aislamiento, es decir, los sistemas autopoiéticos son sistemas determinados estructuralmente, en continuo cambio estructural, de modo que lo que pasa en cada instante de su vivir está determinado en su estructura en ese instante, no en algo externo a él, ya sea como resultado de su propia dinámica estructural interna o como cambios estructurales gatillados e interacciones con el medio, pero no determinados por este; es decir, que no todo lo que ocurre en los seres vivos responde u ocurre por especificaciones del medio, sino por sus propias determinaciones estructurales; es el organismo quien determina cuál configuración gatillada por el medio conlleva un cambio estructural. Lo que él sostiene es que "el mundo en que vivimos es el mundo que nosotros configuramos y no un mundo que nos encontramos" (Maturana, 1992, p. 30), en otras palabras, los seres vivos son sistemas clausurados y están determinados en su estructura, lo externo solamente gatilla algo que está determinado en ellos; ni siquiera se puede decir que existe algo como lo real, ni que se interpreta la realidad; lo que se puede decir es que el mundo en que se vive se configura en la convivencia, incluso cuando se habla de lo interno y lo externo.

De su teoría biológica del conocimiento, pasa a formularse el problema del lenguaje y se da cuenta que ambas cosas están íntimamente relacionadas, ya que el mundo en que se vive se configura con los otros; cada ser vivo es generador del mundo en que vive y por eso el mundo es mucho más fluido de lo que parece. Las cosas no son en sí y no tienen un fundamento independiente de lo que uno como ser vivo hace; descubrir esto es una liberación, ya que cuando se vive en armonía con la existencia, no hay esfuerzo, no hay sufrimiento, no hay angustia. La armonía se pierde cuando se quiere controlar y dominar al mundo y/o al otro, pero si se entiende el mundo en que se vive y se mueve en armonía con él, se hace lo que se hace en la congruencia que genera el entendimiento entre el ser vivo y su mundo.

Para explicar todo esto, Maturana desarrolla la Ontología del observador según la cual, el observador es reconocido como parte constitutiva de lo observado. Este enfoque ontológico le permite explicar todos los fenómenos relacionados con la vida; para él, la experiencia humana tiene lugar en un espacio relacional, es decir, además de ser homo sapiens, existimos como seres humanos en un espacio nacido de la relación entre entes estructuralmente determinados; a esto lo denomina La condición humana, que toma lugar en la forma como los hombres se relacionan con los otros y con el entorno en que viven. La cultura se torna así en una red cerrada de conversaciones determinadas por el Emocionar, como una forma de vivir, de manera que todo cambio en la cultura y en la historia humana es producto de un cambio en las conversaciones, dado por el curso que tomen dichas conversaciones.

Maturana asume los seres vivos como sistemas que tienen sus características como resultado de su organización y estructura biológica, es decir, de cómo están hechas, ya que para existir no necesitan de nada más. Lo que constituye al hombre como ser humano es el conversar como el entrelazamiento del lenguajear y el emocionar como seres humanos, como entes biológicos; se existe desde lo biológico donde solo se da el vivir.

La angustia y el sufrimiento pertenecen al espacio de las relaciones. Todo lo espiritual, lo místico, los valores, la fe, la filosofía, la historia, pertenecen al ámbito de las relaciones en lo humano que es nuestro vivir en conversaciones. En el conversar construimos nuestra realidad con el otro. No es una cosa abstracta (Maturana , 1992, p. 23).

Es en este espacio relacional donde se puede vivir en la exigencia o en la armonía con los otros y por eso o se vive en el bienestar estético de una convivencia armónica o en el sufrimiento de la exigencia negadora y continua; la armonía del vivir se hace en la convivencia, en la aceptación del otro. Encontramos aquí toda la fundamentación necesaria para argumentar una nueva ética, una nueva axiología que nos lleva a ver en el rostro del otro no a un competidor sino a aquel que configura un mundo conmigo y se hace mi responsabilidad.

Desde el punto de vista de lo humano, la biofilosofía es entonces en una forma de educación desde el amor, como emoción natural en el hombre y que supera lo que ha desnaturalizado al ser humano: la soledad. Es aportando el amor que se lleva dentro de cada uno y no buscándolo en el otro como llegamos a la libertad. Como el convivir humano tiene lugar en el lenguaje, ocurre que el aprender a ser humanos se aprende al mismo tiempo en un continuo entrelazamiento del lenguaje y el emocionar según nuestro vivir. "Yo llamo conversar a este entrelazamiento del lenguaje y emociones. Por esto el vivir humano se da, de hecho, en el conversar" (Maturana , 1992, p. 11).

Su teoría de la autopoiesis es una cosmovisión: la célula como ultra elemento de los organismos está en todos los niveles de complejidad que tengan que ver con la vida; células, organismos, sistema nervioso, comunicación, lenguaje, conciencia, sociedad, "En otras palabras: no hay discontinuidad entre lo social, lo humano y sus raíces biológicas" (Maturana, 1995, p. 12).

Así como el origen de la vida tiene que ver con el proceso de clausura de ciertas proteínas, así la socialización fue posible gracias a una forma emergente, una red autopoiética de comunicación. Lo social se presenta así como una forma clausurada de comunicación que tiene la cualidad de albergar dentro de sí misma, de manera omniabarcadora, todo lo que tenga que ver con formas de comunicación de sentido. La evolución ha encontrado en los procesos comunicacionales el medio de socialización de los seres humanos; la civilización es el resultado del cometido de la comunicación.

El fenómeno de lo biológico

Es biológico "Todo fenómeno cuya realización implique la realización del vivir por lo menos de un ser vivo" (Maturana, 1977, p. 23), incluyendo la autopoiesis, es decir, todo fenómeno que sostenga o permita la autopoiesis. Tal como lo hizo Heidegger con respecto a la pregunta por el sentido del Ser, Maturana plantea que hasta ahora la pregunta por los seres vivos no ha tenido la respuesta adecuada (como es el caso del vitalismo, el mecanicismo, el creacionismo) y, por lo tanto, hay que replantear la pregunta en el sentido de responder "¿Qué tienen en común todos los sistemas vivos que nos permiten clasificarlos como tales?, si no es una fuerza vital, si no es alguna clase de principio organizativo; ¿qué es entonces?" (Maturana, 1977, p. 64). Su propósito será comprender la organización de los sistemas vivos en relación con su carácter de unidades o entes sistémicos, es decir, como fenómenos resultantes del operar de los componentes del sistema mientras realiza las relaciones que definen al sistema como tal.

Lo importante ahora para Maturana es determinar la naturaleza de la organización de los sistemas vivos, y para ello requiere de una fenomenología biológica que le permita comprender la organización de los sistemas vivos, el mecanismo de sus procesos y por eso deberá ocuparse de las relaciones entre los elementos del sistema (ser vivo) ya que se es ser vivo por la organización y no por los componentes; en pocas palabras, lo que los hace seres vivos no es simplemente tener vida, sino, cómo se vive la vida; es aquí donde radica el aporte novedoso y fundamental que planea Maturana con su teoría biofilosófica, ya que al asumir el estudio del ser vivo como sistema a partir las relaciones internas y externas entre sus elementos implica asumir también su acontecer histórico, social, lingüístico y cognoscitivo como fenómenos biológicos internos, emergentes en el operar como seres vivos que hacen parte de su estructura y de las relaciones que permiten la autopoiesis; dichos fenómenos, a su vez, pueden ser explicados de la misma forma como se explica un ser vivo; es decir, una cultura puede ser explicada como un sistema autopoiético que existe en el espacio de conversación ya que, aunque no es un ser vivo, pertenece a la dinámica del ser vivo.

Los fenómenos sociales

"Vamos a entender como fenómenos sociales, a los fenómenos asociados a las unidades del tercer orden" (Maturana, 1996, p. 129) en las cuales dos o más organismos entran en interacciones recurrentes que siguen un curso operativo de aceptación mutua a partir de la emoción cotidiana llamada amor en sentido biológico.

Es en este momento cuando la teoría autopoiética de Maturana se hace esencialmente clave para la propuesta de la bioética, es decir, apuntar a la fundamentación de una filosofía de la vida como posibilidad de reflexión de la condición biológica de la vida humana desde lo biológico, es decir, conocer el conocer.

Cuando se observa que dos organismos entran en una relación de acoplamiento estructural recurrente (social), se descubre en ellos una especie de coordinación recíproca en la cual cada uno de ellos gatilla cambios (conductas) en ambos; esta coordinación la denomina Maturana comunicación y se da, aun, en organismos sin sistema nervioso, en el dominio del acoplamiento social. Al conjunto de conductas adquiridas ontogénicamente en la dinámica comunicativa de un medio social, y que permanecen estables a través de generaciones, se les denominan conductas culturales: La cultura es el producto de una conducta comunicativa.

Es así como lo social adquiere aquí un estatuto biológico, no metafísico ni utilitarista, en el cual dos o más organismos interactúan recurrentemente en un acoplamiento social que permite la realización de sus respectivas autopoiesis y, como ya se dijo, todo aquello que sostenga o permita la autopoiesis de por lo menos un organismo es biológico; lo social se levanta así como una conducta emergentemente biológica.

En lo social se produce entonces una fenomenología socio-biológica que consiste en que los organismos participantes satisfacen sus ontogenias individuales mediante acoplamientos mutuos en una red de interacciones recíprocas que conforman el sistema social en el cual generan dominios de fenómenos que no pueden generar los individuos aislados; es el caso, traído a juicio por Maturana, de los lobos que viven en grupos, coordinando conductas mediante interacciones como mostrar los dientes, agachar las orejas y mover la cola para asociarse como unidad social capaz de perseguir, acosar y matar un gigante alce, hazaña que no estaría a la altura de un lobo solitario. Lo social se desarrolla entonces en un equilibrio entre la subsistencia individual y la manutención y subsistencia del grupo como unidad más amplia que abarca al individuo.

Este principio de conservación de la autopoiesis individual a partir de lo social es denominado por Maturana con el conocido término de altruismo; con ello se refiere entonces a aquellas acciones que conllevan un beneficio individual y colectivo que evoca una forma conductual humana cargada de connotaciones éticas.

Es aquí donde encontramos claros los fundamentos que nos permitirán construir a partir de la fenomenología biológica de la autopoiesis, una filosofía de la vida que necesariamente conlleva una propuesta bioética. En esta ética biohumanista, lo importante es asumir una reflexión que permita al hombre hacerse cargo de sí mismo desde una perspectiva más abarcadora, holística, sistémica y autopoiética, es decir, desde su estructura biológica y su condición social; una perspectiva más abarcadora de un dominio experiencial donde el otro también tenga lugar y en el cual se pueda construir mundo con él.

A este acto de ampliar nuestro dominio cognoscitivo reflexivo, que siempre implica una experiencia novedosa, podemos llegar ya sea porque razonamos hacia ello, o bien, más directamente porque alguna circunstancia nos lleva a mirar al otro como un igual, en un acto que habitualmente llamamos de amor. Pero más aún, esto mismo nos permite darnos cuenta que el amor, o si no queremos usar una palabra tan fuerte, la aceptación del otro junto a uno en la convivencia, es el fundamento biológico del fenómeno social: sin amor, sin aceptación del otro junto a uno, no hay socialización, y sin socialización no hay humanidad. Cualquier cosa que destruya o limite la aceptación de otro junto a uno, desde la competencia hasta la posesión de la verdad, pasando por la certidumbre ideológica, destruye o limita que se de el fenómeno social, y por tanto lo humano, porque destruye el proceso biológico que lo genera. No nos engañemos, aquí no estamos moralizando, esta no es una prédica del amor, solo estamos destacando el hecho que biológicamente, sin amor, sin aceptación del otro, no hay fenómeno social, y que si aún así se convive, se vive hipócritamente la indiferencia o la activa negación (Maturana, 1996, p. 163)

Se está frente a una revolucionaria propuesta biofilosófica en la cual Maturana se levanta como el primer científico que, desde su hacer como tal, explica el amor como fenómeno biológico, como el emocionar que constituye el dominio de todas las acciones en que el otro es aceptado como él o ella, como emocionar que permite el acoplamiento entre sistemas vivos y que surge del proceso de aceptación de sí mismo y aceptación de los demás como legítimos otros en convivencia con uno. En esta propuesta, el amor no es una cualidad o un don, sino que como fenómeno relacional biológico consiste en las conductas o la clase de conductas a través de las cuales el otro, o lo otro, surge como un legítimo otro en la cercanía de la convivencia, en circunstancias en que el otro, o lo otro, puede ser uno mismo. Esto solo puede entenderse si aceptamos que la legitimidad del otro se constituye en conductas u operaciones que respetan y aceptan su existencia como es, sin esfuerzo y como un fenómeno del mero convivir.

La legitimidad del otro y el respeto por él o ella son dos modos de relaciones congruentes y complementarias que se implican recíprocamente; el amor es un fenómeno biológico propio del ámbito relacional animal que en los mamíferos aparece como un aspecto central de la convivencia en la intimidad de la relación materno-infantil en la aceptación corporal. El ser humano se enfrenta hoy a un modo de vida que como tal niega sistemáticamente el amor y acepta la competencia.

Se hace urgente concebir lo humano desde lo biológico-emocional; es necesario experimentar lo humano desde una visión integradora que dé mayor importancia a las emociones y menos énfasis a la eficiencia de los logros de la ciencia y la tecnología que son tan apreciados por la Modernidad. Se necesita vivir en la recuperación de la biología del amor como la manera o hilo central del vivir.

En el caso de los seres humanos, la existencia y la conservación de la misma identidad humana son fenómenos sociales que se derivan de la existencia humana en el lenguaje, es decir, la forma como los seres humanos hablan sobre sus relaciones por medio de coordinaciones consensuales de coordinaciones consensuales de conducta.

La biofilosofía

Una vez realizado el recorrido teórico a través de los apartados anteriores y habiendo llegado al punto central de este artículo: el planteamiento de las bases para una biofilosofía, se hace necesario entonces dilucidar las características de esta nueva visión del mundo y lo humano: la biología. Y esto es necesario, ya que no es lo mismo ver las cosas desde la perspectiva de la racionalidad o la metafísica que verlas desde esta nueva perspectiva en la que lo que hace humano al hombre es el humanizar; asi mismo, una biofilosofía no se hace de otra forma que observando las situaciones simples del vivir cotidiano en el emocionar del ser humano, en la armonía y en la confianza.

De esta forma, plantearse una biofilosofía tiene que cambiar radicalmente la forma como hasta ahora se ha entendido el mundo y el hombre. Aquí no se trata del paso del mitos al logos, sino de un verdadero cambio de paradigma en el cual se debe reconocer que lo humano no necesariamente se levanta desde la racionalidad occidental; no quiere esto decir que lo racional no sea importante, sino que se debe asumir que ligado a la razón también está el emocionar.

Lo que predomina entonces a partir de la biofilosofía no es una invitación a mirar la historia del razonar como lo constitutivo del ser humano, sino a mirar el propio emocionar, a la aceptación de la presencia de la emoción y del fluir emocional como el fundamento de todo quehacer. En tal sentido, la biofilosofía no se hace razonando, sino biologizando, es decir, entrando en un dominio de explicación en el cual el reduccionismo científico y racional al que se ha estado habituado pierde su vigencia como paradigma explicativo, y entra en vigencia un nuevo paradigma denominado teoría biológica del conocimiento.

Lo humano El mundo

Desde este dominio explicativo, la pregunta fundamental no es la que interroga por ¿qué es el hombre? o ¿qué es lo humano?, sino ¿cómo acontece lo humano, en qué consiste eso que se denomina humano? y desde allí, comprender al hombre en su dimensión más importante que es el emocionar, el amor biológico.

Visto desde el dominio biológico, el hombre ha de concebirse como un todo o sistema conformado como ser vivo en el lenguaje y el emocionar; han de dejarse así las viejas concepciones de hombre que de una u otra forma enfatizan en una u otra dimensión, presumiéndolo un ser dotado de un cuerpo y un alma o una cosa extensa y una cosa pensante o un ser temporal en relación con la trascendencia. Superamos definitivamente la concepción dualista humana; el hombre para Maturana no tiene un alma entendida como una cosa o entidad independiente o preexistente. El alma existe como una construcción lingüística fruto de esa otra dimensión que son sus relaciones con otros y que hacen de su vida una totalidad, los que lo constituyen como humano, y es ese dominio relacional donde configura su ser en el conversar, en el entrelazamiento del lenguajear y el emocionar en el que lo espiritual, lo místico, los valores, la fama, la filosofía, la historia pertenecen al ámbito de las relaciones en lo humano que es nuestro vivir en conversaciones.

Lo humano no es entonces una cualidad intrínseca, un don divino robado o prestado de los dioses. Lo humano se configura en una construcción, un traer un mundo a la mano a partir de las conversaciones en el lenguaje. Lo humano deviene, es una estructura emergente en el ámbito del emocionar y el lenguajear que solo ha sido posible en el hombre como ser vivo que en su proceso de evolución logró llegar a la descripción de sí mismo y de su propia situación, es decir, es el único que sabe que sabe, que ha desarrollado autoconciencia. "Los seres humanos nos originamos en la historia de los primates bípedos a que pertenecemos, hace por lo menos tres millones de años atrás con el origen del lenguaje y en el vivir en el entrelazamiento del lenguajear y emocionar que llamamos conversar" (Maturana, 1992, p. 262).

Desde el punto de vista enactivo, la pregunta fundamental no es ¿qué se conoce?, sino ¿cómo se perciben las cosas y cuál es el punto de referencia?, ya que el mundo pre-dado ha desaparecido dejando su lugar a la estructura sensorio-motriz del agente conocedor. Ya no se habla del mundo, sino de una estructura biológica que determina los modos de acción posibles del que percibe y cómo este puede ser moldeado por los acontecimientos ambientales, es decir, ahora lo que se trata es explicar las vinculaciones entre el sistema viviente perceptor y el ambiente dependiente del que percibe.

Ahora, entender el mundo implica entender el ser vivo como un sistema autopoiético, autónomo, auto-organizado, con una identidad propia, en un proceso de constitución circular, es decir, producto de una red de producciones metabólicas que permiten su conservación y evolución.

Proponemos entonces la configuración y emergencia de saberes que permitan enfrentar las diferentes dinámicas de vida que no se pueden abarcar desde una sola perspectiva; es una tendencia de la época a no dejarnos abarcar desde una sola perspectiva o una sola disciplina, sino que exige el encuentro de saberes, que implica reflexionar no sobre qué saben sino, sobre el cómo saben, para qué sirve lo que saben y cómo pueden sus estructuras dialogar en las diferentes conversaciones o juegos de lenguaje, nacidos de experiencias muy subjetivas que llevan a constructos sociales variables según el momento cultural vigente.

Solo así podemos hablar de una diaconía de la verdad, en tanto los saberes permitan la construcción del proyecto de vida del hombre: en la formación de sujetos y de subjetividades aptas para garantizar la autopoiesis de la vida; desde la biofilosofía, hay que biologizar lo filosófico, tranversalizado por lo ético, desde el lenguajear y lo estético, desde el emocionar.

Hay una tendencia a lo sistémico, holístico y complejo que nos exige el desarrollo de unos aprendizajes y saberes inter y transdisciplinarios que permitan el sostenimiento de lo humano; de ahí que lo ético se levante como fundamento epistemológico en el aspecto de la relación yo-otro en un ambiente de proyecto de vida.

Se han tocado tres enfoques a partir de la teoría autopoiética: uno bioantropológico, uno biocientífico y uno bioético, temas que nos imponen un cambio en la visión tradicional sobre la verdad, la objetividad, la vida, lo ético, lo filosófico, como conversaciones en las que se desarrolla un nuevo proyecto de vida humana que forme para la paz, la equidad, la complejidad y la globalización. Nuestra propuesta biofilosófica tiene como centralidad el amor por el otro; con base en esto se propone lo bioético como eje central de la bioantropología, no lo metafísico, como la realidad emergente que nos permite levantar una biofilosofía, es decir, el pensamiento mediado por lo ético.

Esta nueva visión del hombre y de lo humano desde el lenguajear y el emocionar a través de coordinaciones consensuales levantadas sobre la base del amor nos ubica frente al otro como realmente otro, constituyéndose en el fundamento para una democracia de la equidad y la igualdad. Del hqoz antropológico como reconstrucción del yo, pasamos al hqoz del respeto, la responsabilidad, y la respuesta por el otro. La nueva concepción del conocer como un hacer nos lleva a una pre-ocupación y luego a una ocupación por lo ontogénico (la preservación de la especie).

Hoy no tenemos una sociedad enferma sino individuos enfermos por la falta de amor; la bioética, como terapia de reconstrucción social y como ética universal nos desplaza de una conciencia lógica a una conciencia de comportamiento con una fundamentación biocientífica o bioepistemológica basada en la reformulación de la pregunta kantiana, en tanto nos interroga por el ¿qué puedo o debo hacer por el otro, por la especie, por el planeta? La responsabilidad por el otro despierta una nueva curiosidad y asombro en el levantamiento de mundos y realidades en los que la biofilosofía emerge como respuesta para un mundo en reconstrucción. Todos somos responsables de todos, una responsabilidad no solo del pasado sino también del futuro. La bioética como filosofía práctica y no como política sociológica ¿Cómo lograrlo? La biofilosofía es una nueva forma de entendimiento capaz de interrogar y responder a una situación real que la está reclamando en su función crítica del pensamiento. Una ética en un contexto con un compromiso desde la circularidad sujeto-objeto, en la que la pregunta fundamental es: ¿qué encargos tiene la filosofía con este mundo? y desde allí, llegar a una ecofilosofía con un proyecto natural, ecológico (centrada en la relación ser vivo-ambiente) que deviene en una ética de la alteridad o bioética. Si el ser humano es un ser centrado, entonces hay una esperanza, ya que tiene razón y conciencia (sabe que sabe) y, por lo tanto, una responsabilidad ética: o nos amamos o nos destruimos. Lo relacional nos da cuenta de lo ético, lo pedagógico, lo educativo, lo filosófico, lo religioso, lo moral, lo estético… todos ellos son relacionales y esto atraviesa los tres enfoques aquí propuestos.

En este sentido la relación filosofía-biología amarra la filosofía al discurso bioantropológico. Entre ellas debe darse no una relación de diálogo, sino un encuentro en el que al ser vivo (micro o macro-organismo) hay que darle el trato de sujeto con derecho a existir y entender que si desaparece habrá un impacto en el medio, y por eso, ya que tenemos conciencia de esto, sabemos que debemos responder por él.

Lo que se designa como emociones es el dominio de acciones en que el organismo observado se mueve. Son disposiciones corporales que especifican el dominio de acciones en que se mueve un organismo; las distintas acciones humanas quedan así definidas por la emoción que sustentan; por ejemplo, los sistemas sociales se fundamentan en la emoción del amor; los sistemas laborales se sustentan en la emoción del compromiso en la realización de una tarea; los sistemas jurídicos y jerárquicos, por el contrario, son constituidos bajo la auto-negación y negación del otro, en la aceptación del auto-sometimiento propio o del otro en una dinámica del orden y la obediencia. El amor como emoción es el dominio de las conductas relacionales a través de las cuales surge el otro como un legítimo otro en una relación de co-existencia con nosotros; el amor es la emoción que funda lo social como el ámbito de convivencia en el respeto por sí mismo y por el otro.

El amor hace crecer nuestra existencia como humanos, es la emoción básica en nuestra identidad humana. Una persona dice que alguien tiene una conducta amorosa cuando ve que ese alguien se conduce de modo que a través de lo que él hace, él mismo surge en su legitimidad con él o con ella; es decir, el amar es el modo de relacionarse en el cual el otro no tiene que disculparse por ser, en el cual la actitud de uno no antepone un prejuicio, una expectativa o una exigencia en la relación, y abre un espacio, por lo tanto, para que aparezca lo que quiera que pueda aparecer.

No se trata ya de un hombre formado en el pudor, sino en el emocionar, un hombre de verdades múltiples y fluctuantes, y no un hombre que aspira a la verdad. Asimismo, hay una modificación del conocimiento, entendido ahora desde los saberes mosaicos, construidos desde múltiples lugares, en los cuales se hace evidente la relativización de la verdad y una inminente crisis del método científico en el que la incertidumbre y la observación de segundo orden (observo, soy observado, me observo a mí mismo) sustituyen la hipótesis y los dogmatismos científicos.

Hay una reconfiguración de las formas comunicativas; no se transmiten ideas o verdades, se transmiten emociones, experiencias, observaciones; el conflicto, el disenso y la diferencia permiten que se llegue a acuerdos y consensos, no a verdades fijas, en un constante diálogo que cambia con las circunstancias.

De acuerdo con Maturana, lo que está implícito cuando hablamos de emociones son disposiciones dinámicas corporales que especifican el dominio de acciones en las que el organismo se mueve. La emoción define la acción. Es la emoción la que define cuándo un gesto dado es una agresión o una caricia. Nosotros siempre estamos en una dinámica emocional, en un fluir de un dominio de acciones a otro en la historia de interacciones recurrentes en la que vivimos.

De hecho, él afirma que nosotros aprendemos nuestro emocionar mientras vivimos con otros desde el útero; cuando lenguajeamos, nuestro lenguajear y emocionar están entrelazados, de tal manera que nuestro fluir emocional es afectado por nuestro lenguajear, y nuestro lenguajear en afectado por nuestro fluir emocional. Nuestras emociones, tanto como las de los otros, cambian como resultado de nuestras palabras; y nuestras palabras cambian como resultado del cambio en nuestras emociones, de modo que hay una interrelación integral entre el emocionar y el lenguajear desde la niñez, así lo que es conocido como fenómeno cognitivo es desde el comienzo una unidad entre el emocionar y el intelecto.

Se plantea así la necesidad o posibilidad de una bioética de la confianza, sustentada en el amor, lo que implica preguntarnos si está la filosofía fundada en una adecuada comprensión de la naturaleza del proceso del comportamiento humano; de lo que determina la diversidad de conductas humanas. En especial, debe la filosofía apuntar al establecimiento de unas bases sólidas que permitan al ser humano superar la más difícil de las exigencias que le impone el medio circundante para la supervivencia: convivir con los otros.

Tiene así la filosofía el gran reto de ayudar al hombre a recuperar la confianza básica de unos en los otros, que es la base fundamental del vivir social en el respeto por los derechos humanos, puesto que es desde el aprendizaje, como proceso inherente al ser humano, en el que se imitan patrones de conducta, como llega el hombre a odiar y destruir o a amar y proteger. Para ello debe la filosofía interactuar con la pedagogía y lograr una explicación adecuada del proceso de enseñanza-aprendizaje como parte de la naturaleza biológico-social del ser humano. En este sentido, es significativo el aporte de Humberto Maturana, con su trascendental teoría de la autopoiesis como base explicativa de la organización básica de todo sistema social, al permitirnos esclarecer cuáles son y cómo surgen las relaciones conductuales que dan origen a la cultura, en nuestro caso, una cultura en el respeto por los derechos humanos.

La biología del amor surge y se da en la constitución histórica de lo humano; al ser el amor la emoción que da el fundamento biológico de nuestra existencia humana, somos animales amorosos; el amor es la emoción que funda lo social al suplir la necesidad que tenemos como individuos de formar parte de grupos y operar en consenso con otros, para así cooperar con el sostenimiento de la vida propia y de nuestros semejantes, y nos permite afirmar que sin altruismo no hay fenómeno social. Ahí radica la verdadera labor e importancia de la biofilosofía, en sumergirse en el entendimiento biológico del ser humano en su convivencia, ya que es ahí donde existen y se dan esas poderosas fuerzas naturales de cohesión social que conforman lo social y lo cultural: en el ámbito del respeto por sí mismo y por el otro.

Llegar a comprender esto implica conjugar dos áreas especiales del conocimiento: las ciencias naturales y la cibernética de segundo orden, para con ellas entender al hombre desde su dimensión de ser vivo-autopoiético (tiene vida desde el Zoh, pero también como un sistema complejo, capaz de proyectarse y describirse a sí mismo, que ha desarrollado conciencia y como tal ha generado cultura y ha evolucionado culturalmente al desarrollar dominios consensuales en el operar del lenguaje (tiene vida desde el Bioz), es decir, que nuestra verdadera condición de humanidad se constituye como resultado de las interacciones humanas (vivir como humanos) y por lo tanto, la realización individual depende de la organización social.

Se derrumba así la explicación fenomenológica social basada en una sociedad competitiva en la que se justifica la subordinación del destino de los individuos a los valores trascendentales entrañados en entidades como Humanidad, Estado o Sociedad, basados en la discriminación económica y en ideas competitivas de poder en las que la selección natural darwiniana (supervivencia del más fuerte sobre el más débil) justifica su estructura económica y política de exclusión y marginación; estos argumentos ya no son válidos puesto que, desde la biofilosofía, la fenomenología biológica social está determinada por la fenomenología biológica individual; mejor dicho, sin individuos no hay fenomenología social alguna.

Este planteamiento nos presenta una nueva justificación ética de la acción humana: una sociedad conformada y entendida autopoiéticamente solo es válida mientras satisfaga la autopoiesis propia y la de sus miembros; una sociedad que intencionalmente niega toda jerarquización sistémica entre ellos y cuya función es satisfacer sus necesidades materiales, intelectuales y estéticas, proveyéndoles un medio interesante para su existencia como sistemas dinámicos y cambiantes.

La existencia de la vida no se da en la competencia, sino en la conservación del individuo y su especie como comportamiento ético. La ética del amor se fundamenta en el acoplamiento social a partir de dominios lingüísticos en los que la legitimidad de la presencia del otro nos exige apreciar que: "Nuestro punto de vista es el resultado de un acoplamiento estructural en un dominio experiencial tan válido como el de nuestros oponentes, aunque el suyo nos parezca menos deseable" (Maturana, 1996, p. 163).

Autopoiéticamente, todo ser vivo se reorganiza y se auto-organiza para sostener su autopoiesis, en una unidad con el ambiente (en el cual se incluyen los otros seres vivientes inclusive los otros seres humanos), dando paso a espacios y procesos de aprendizaje auto-organizativos en los cuales debe existir un respeto profundo y genuino por la naturaleza y por los otros seres vivos a los que debe asumirse como parte de una realidad de interdependencia que nos acerca y nos integra.


Pie de página

1 Debe hacerse, a partir de aquí, una diferencia entre la vida como Bioz, es decir, como construcción de vivencias humanas, y la vida como Zoh, es decir, como vida biológica. Para efectos el presente ensayo, debemos entender una Filosofía de la Vida desde el concepto de Zoh.

2 Humberto Maturana Romecín (1928), biólogo chileno, estudió Medicina en la Universidad de Chile, Biología en Inglaterra y EE. UU.; realizó su Doctorado en Harvard y actualmente es docente de la Universidad de Chile y Médico del Instituto de Neuropsicología de la misma ciudad.


Referencias bibliográficas

Bertalanffy, L. (1987). Teoría General de Sistemas. Fundamentos, desarrollos y aplicaciones. México: Fondo de Cultura Económica.         [ Links ]

Maturana, H. (1992). El Sentido de lo Humano. Chile: Ediciones Pedagógicas.         [ Links ]

Maturana, H. (1995). La realidad: ¿Objetiva o construida? Tomo 1. Fundamentos Biológicos de la Realidad. España: Antropos.         [ Links ]

Maturana, H. (1977). De máquinas y seres vivos. Autopóiesis: la organización de lo vivo. Chile: Editorial Universitaria S.A.         [ Links ]

Maturana, H. (1996). El árbol del conocimiento. Chile: Editorial Universitaria S. A.         [ Links ]