Introducción
Desarrollo sostenible: revisión del estado de la cuestión
La maximización de beneficios es el único objetivo que debe perseguir una empresa para satisfacer a sus accionistas y emplear de forma eficiente sus recursos. Durante mucho tiempo esta idea ha sido innegociable. Sin embargo, desde hace algunos años, en las organizaciones, además de la obtención de beneficios se ha generalizado el interés por aspectos de otra índole, principalmente sociales y medioambientales; la denominada responsabilidad social corporativa (RSC) encarna esta realidad (Jiménez y Aldeanueva, 2018). Esta creciente preocupación por variadas cuestiones sociales, como la gestión ambiental o la equidad en la vida económica, se basa, durante la última década, en la rápida aceleración de la economía de mercado mundial (Pistoni, Songini y Perrone, 2016).
Actualmente, es evidente que la RSC está presente en la gerencia de multitud de organizaciones y en las investigaciones de numerosos académicos. Las diversas normas nacionales e internacionales van permitiendo que el compromiso con la gestión socialmente responsable pueda ser accesible para empresas de países y sectores de actividad muy variados. En un contexto de voluntariedad, la RSC abarca tres dimensiones (económica, social y medioambiental), se vincula con los stakeholders o partes interesadas de la empresa y guarda una importante conexión con la denominada business ethics. Aunque todavía sigue siendo objeto de críticas, no cabe duda que su contribución positiva al rendimiento financiero de la empresa ha sido determinante para que los esfuerzos por potenciarla en la gestión de dicha organización sean mayores que los destinados a deteriorarla.
Como se ha expuesto anteriormente, una de las dimensiones de la RSC es la relativa al medio ambiente; los variados problemas que afronta el planeta en materia medioambiental han propiciado un aumento considerable del interés por este tema, que se puede constatar a través de los medios de comunicación, las actuaciones políticas y empresariales, la generación de normativas específicas, etc. Como señalan García y Chávez (2016), las perturbaciones ambientales son numerosas, como la deforestación de los suelos o la contaminación del agua y la atmósfera, lo que genera efectos nocivos en la flora, la fauna y la salud humana.
Referir el medio ambiente supone, de forma ineludible, considerar el desarrollo sostenible. Este concepto empezó a generalizarse a partir de 1987, año en el que aparece en un documento, titulado Nuestro futuro común, de la Comisión Mundial sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo, de las Naciones Unidas. El desarrollo sostenible implica asegurar las necesidades actuales sin comprometer las de las generaciones futuras. Sobre este concepto, cabe señalar que en la literatura especializada se observa tanto desarrollo sostenible como desarrollo sustentable. Gómez (2014) defiende que el desarrollo sostenible es un oxímoron que combina dos conceptos opuestos, ya que el desarrollo siempre antepone el crecimiento económico a la sustentabilidad ecológica. La Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, con 17 objetivos planteados para afrontar desafíos globales en los próximos años, desarrollada por la Organización de las Naciones Unidas (2016), está contribuyendo a consolidar el uso del término sostenible; otras organizaciones internacionales, como la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (2019), más conocida como OCDE, añaden que la coherencia política es necesaria en el contexto de la sostenibilidad.
Pavione, Pezzetti y Dall'Ava (2016) indican que, en un sentido estricto, desde una perspectiva ecológica, ser sostenible significa tomar decisiones que permitan reducir el impacto ambiental de la actividad productiva; por otra parte, el enfoque amplio y estratégico defiende que la sostenibilidad abarca la búsqueda de bienestar, una mejor calidad de vida y un sentido de responsabilidad hacia la comunidad. Por su parte, Eketu y Needorn (2015) opinan que el desarrollo sostenible representa el proceso que emerge de la ideología que defiende que la supervivencia empresarial depende de la armonía entre el medio ambiente y la organización.
En los últimos años han aumentado las iniciativas internacionales, como las Conferencias que las Naciones Unidas organizan desde la década de 1990, que persiguen concienciar a la población acerca de este tema. Actualmente, cabe mencionar la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, que contiene diecisiete objetivos en este ámbito. Como manifiesta Thiel (2015), el desarrollo sostenible está adquiriendo una importancia global en todos los sectores y constituye un tema habitual en los informes que reportan las corporaciones y los gobiernos. También en el ámbito académico, durante las dos últimas décadas, la sostenibilidad corporativa se ha establecido como un tema de investigación legítimo (Hahn, Figge, Aragón-Correa y Sharma, 2017). Algunos autores, como Anstätt y Volkert (2016), van más allá en el estudio del desarrollo sostenible, al hablar del denominado desarrollo humano sostenible; otros, analizan la contratación de empleados éticamente comprometidos con una RSC sostenible y fiable (Godkin, 2015).
La RSC permite a las organizaciones comprometerse con el desarrollo sostenible mediante la gestión de las tres dimensiones habituales. Esta idea se observa en la norma ISO 26000 (International Organization for Standardization, 2010), que indica que el objetivo de la RSC es contribuir al desarrollo sostenible. Lo que sucede es que, en la mayoría de los casos, únicamente se vincula desarrollo sostenible con medio ambiente, aunque las otras dos dimensiones (económica y social) de la RSC también son inherentes al desarrollo sostenible. Por ejemplo, en relación con la perspectiva económica, Moldovan (2015) opina que el sistema financiero es el instrumento más importante para promover el desarrollo económico sostenible, ya que, aunque las empresas e instituciones financieras han ido adoptando cada vez más la agenda de la sostenibilidad, la mayoría de fondos que asignan están todavía orientados a actividades económicas ineficientes en recursos y contaminantes.
Con base en lo anterior, Pérez-Batres, Miller y Pisani (2010) señalan que todas las iniciativas de desarrollo sostenible también pueden ser etiquetadas como iniciativas de RSC. Sin embargo, puede haber actuaciones de RSC que no se relacionen directamente con la sostenibilidad. De este modo, RSC y desarrollo sostenible son similares porque se trata de actos corporativos voluntarios que pueden tener propósitos y resultados esperados diferentes. Zarytska y Chaban (2015) señalan que, en este momento, la RSC ya no consiste en minimizar el riesgo, no hacer daño o ser un ciudadano responsable que paga impuestos y reduce sus emisiones de carbono; actualmente, la RSC trata sobre la ventaja competitiva y la creación de valor sostenible.
Vincular el desarrollo sostenible con la obtención de ventajas competitivas, permite enlazar el desarrollo sostenible con la dirección estratégica. La gestión de la sostenibilidad se ha situado en la alta dirección de la empresa y, como ha sucedido recientemente con la RSC, constituye un eje estratégico en organizaciones de todo el mundo, con la consiguiente asignación de recursos para potenciar unidades organizativas, con equipos de trabajo especializados, que permitan conseguir avances en este campo.
Ahen y Zettinig (2015) defienden que la gestión estratégica de la RSC, así como la estrategia de la organización, no llevan a ninguna parte sin el enfoque a largo plazo que representa la sostenibilidad. Kwarteng, Dadzie y Famiyeh (2016) señalan que la sostenibilidad, en el contexto de la RSC, posibilita un tipo diferente de ética empresarial a través del cual las empresas pueden lograr y mantener una ventaja competitiva. Galpin, Whittington y Bell (2015) opinan que los líderes de diversas industrias y los académicos reconocen que la sostenibilidad es importante para que las empresas y las comunidades en las que operan puedan alcanzar el éxito a largo plazo. Las organizaciones actualmente necesitan enfoques sistémicos de la sostenibilidad si quieren ser competitivas a largo plazo. Para ello, es necesario fomentar una cultura de sostenibilidad que sea respaldada por los empleados e incorporada en los sistemas de gestión de la organización. Asimismo, como señalan Nazari, Herremans y Warsame (2015), cada vez son más los grupos de interés que están utilizando en su proceso de toma de decisiones, o desean hacerlo, los informes de sostenibilidad que elaboran las empresas; por tanto, si las empresas quieren asegurar la calidad de la información en dichos documentos, necesitarán establecer buenos controles estratégicos y operacionales.
La relación positiva entre el desempeño de sostenibilidad y el valor de la empresa es un hecho que apoya la teoría que defiende que los temas sostenibles crean valor, existiendo una respuesta más pronunciada del mercado a la sostenibilidad corporativa en aquellos países en los que existe mayor exigencia de transparencia financiera (Yu y Zhao, 2015). Tata y Prasad (2015) sugieren que la cultura nacional también influye en las creencias y percepciones de sostenibilidad, que, a su vez, predisponen en la cantidad y el alcance de las iniciativas de sostenibilidad. Por su parte, Fonseca y Lima (2015) sugieren que las políticas y prácticas de sostenibilidad, junto con las de innovación, son relevantes para la competitividad de los estados, siendo recomendable su promoción en aquellos países poco comprometidos con este tema. Como sintetiza Chabrak (2015), la sostenibilidad se considera, cada vez más, desde una perspectiva intergeneracional de bienestar, requiriendo que las naciones conserven los capitales naturales y humanos, así como la base productiva para que las generaciones futuras logren su propio bienestar. Todo ello exige un cambio radical en la forma de hacer negocios, con nuevas responsabilidades sociales y medioambientales, para que las economías sigan un camino sostenible.
A pesar de los beneficios que diferentes organismos e investigadores otorgan al desarrollo sostenible, también se encuentran las opiniones desfavorables, ya sean en términos generales o basadas en aspectos más específicos. Kopnina (2017) opina que en el marco de la sostenibilidad existe una importante contradicción, ya que se pretende mejorar la salud humana y el bienestar material, a la vez que asegurar la capacidad del planeta. Steinmeier (2016) apunta que, si bien la sostenibilidad se asocia en gran medida con buenas actuaciones, los casos de fraude en materia de sostenibilidad existen y, la mayoría de las veces, son ampliamente desconocidos.
Sabiendo que el desarrollo sostenible está potenciado por organismos internacionales poderosos y que, a su vez, también cuenta con feroces críticas desde posiciones diversas, se analiza, en los siguientes epígrafes, la coyuntura específica que tiene Latinoamérica en este contexto. Para ello, se comienza examinando el panorama que esta región geográfica tiene en materia de sostenibilidad, así como las oportunidades que esta nueva tendencia puede otorgar al pequeño y mediano tejido empresarial para conseguir mejoras en numerosos ámbitos. Posteriormente, se detallan estudios de pequeñas y medianas empresas latinoamericanas, de sectores y países variados, lo que permite conocer de forma más precisa el estado en que se encuentra el compromiso con la sostenibilidad por parte de estas empresas.
Pymes en América Latina: contexto y compromiso con la sostenibilidad
Se considera lógico comenzar delimitando conceptualmente el grupo de empresas objeto de estudio. Las micro, pequeñas y medianas empresas (Mipymes) o las pequeñas y medianas empresas (Pymes), cuyas siglas son las que se emplean en este trabajo, se clasifican, como consta en el Reglamento (UE) N° 651/2014 de la Comisión, según el número de trabajadores, el volumen de negocio anual y el balance general anual (ver Tabla 1). El número de taxonomías sobre estas organizaciones es variado y depende de la región considerada; en Colombia, desde el año 2019 con el Decreto 957, se valora por sectores, la cifra de ingresos por actividades ordinarias anuales en millones de pesos colombianos de dicho año (ver Tabla 2).
Categoría de empresa | Número de trabajadores | Volumen de negocio anual | Balance general anual |
---|---|---|---|
< 50 | < 43 | ||
Mediana | < 250 | millones euros | millones euros |
< 10 | < 10 | ||
Pequeña | < 50 | millones euros | millones euros |
Micro | < 10 | < 2 millones euros | < 2 millones euros |
Fuente: recuperado del Reglamento (UE) N° 651/2014 de la Comisión
Tamaño | Manufactura | Servicios | Comercio |
---|---|---|---|
Micro | hasta 811 | hasta 1.131 | hasta 1.535 |
Pequeña | desde 811 hasta 7.027 | desde 1.131 hasta 4.523 | desde 1.535 hasta 14.781 |
Mediana | desde 7.027 hasta 59.527 | desde 4.523 hasta 16.558 | desde 14.781 hasta 74.066 |
Fuente: recuperado del Ministerio de Comercio, Industria y Turismo (2019)
Por tanto, las Pymes aglutinan a todas aquellas empresas que ocupan a menos de 250 personas y cuyo volumen de negocio anual no es superior a 50 millones de euros o cuyo balance general anual no excede de 43 millones de euros.
Antes de abordar el tema objeto de estudio en América Latina, comentar que la importancia de las Pymes también es evidente en Europa, donde contribuyen al desarrollo de las comunidades locales mediante donaciones a organizaciones benéficas, patrocinando actividades o con los denominados préstamos de directivos (European Commission, 2002). Los casos de buenas prácticas son habituales en numerosos países de Europa (Alemania, Austria, España, Italia, Irlanda, etc.) desde perspectivas variadas, como el lugar de trabajo, la comunidad o el medio ambiente, entre otros (Comisión Europea, 2004). Las Pymes constituyen el motor principal de la continua expansión económica y del crecimiento del empleo en la mayoría de los países (Saavedra, 2012). Por ejemplo, en España, en el año 2015 las Pymes representan el 99,88% del total de empresas del país (Ministerio de Industria, Energía y Turismo, 2015).
Las Pymes son un componente fundamental del tejido empresarial en América Latina. Esta importancia se manifiesta, como recoge la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (2014), mediante diferentes dimensiones, como su participación en el número total de empresas (alrededor del 99% del total de empresas de la región) o la creación de empleo (otorgan ocupación a casi el 67% de los trabajadores). Sin embargo, la participación de las Pymes en el PIB regional alcanza únicamente el 30%, cifra bastante alejada del 60% que alcanzan, en promedio, las Pymes de los países de la OCDE. Estas deficiencias en productividad, junto con las propias en la capacidad exportadora, son una de las causas de la desigualdad social latinoamericana (Dini, Rovira y Stumpo, 2014).
En cualquier caso, las Pymes están experimentado notables avances en Latinoamérica, un hecho que debe ser gestionado adecuadamente para avanzar en la competitividad y mejora social de los países de la zona. Goldstein y Kulfas (2011) señalan que las Pymes constituyen un engranaje de la estructura productiva latinoamericana, siendo necesario seguir un conjunto de actuaciones para fortalecerlas: otorgar especial atención a aquellas que tienen un crecimiento potencial porque pueden generar mejor empleo y llegar a convertirse en empresas grandes, diseñar estrategias asociativas para alcanzar mejoras en la competitividad, acercar las Pymes a sectores con gran potencialidad de desarrollo (biotecnología, químico, aeroespacial, entre otros), etc.
Es especialmente importante comprometer a las Pymes latinoamericanas en temas de sostenibilidad, dada la relevancia que este tipo de empresas tiene en las economías de la región (Alonso-Almeida, Marimon y Llach, 2015). Tantalo, Caroli y Vanevenhoven (2012) opinan que la sostenibilidad no se considera una restricción o una mera oportunidad para mejorar la imagen de las Pymes. Todo lo contrario, es decir, la sostenibilidad constituye una herramienta estratégica valiosa para integrar los objetivos económicos, sociales y medioambientales de la organización, así como alinear los intereses privados y públicos que satisfagan las necesidades de los diferentes grupos de interés. Al respecto, Herrera, Larrán y Martínez (2013) sostienen que las prácticas de RSC desarrolladas por las Pymes se fundamentan en los valores y comportamientos de los directivos, en la concentración de propiedad y, sobre todo, en la estrecha relación que mantienen con los grupos de interés más cercanos (comunidad, empleados, etc.). Por su parte, López & Iglesias (2010) demuestran que las características específicas de las Pymes están relacionadas con la construcción de su reputación, la cual puede constituir la base para la obtención de un rendimiento sostenible, esto es, la rentabilidad económica de las Pymes tenderá a mantenerse en mayor medida en niveles superiores a la media a largo plazo.
Coutinho (2009) sostiene que el aumento del número de Pymes se debe a muchas razones, como las crisis internacionales, las guerras o la globalización, que han afectado a los niveles de empleo principalmente en empresas multinacionales. Asimismo, destaca que en América Latina, una característica de las Pymes es participar en iniciativas sociales y culturales, lo que evidencia un compromiso de estas organizaciones con las necesidades locales.
Según Rovira y Scotto (2014), la innovación sustentable puede tener a medio y largo plazo un impacto positivo en la competitividad de las Pymes latinoamericanas, aunque a corto plazo, el signo puede ser el contrario, ya que el proceso de ajuste suele representar costes elevados para las Pymes y reestructuración interna. Por eso, las empresas latinoamericanas de menor tamaño se enfrentan a numerosos desafíos para poder asumir un compromiso real con la sostenibilidad: acceso a la financiación, formación del personal, limitada disponibilidad de información y conocimiento, cumplimiento de las normas, etc. En este contexto, Polanco (2013), afirma que la RSC en América Latina es un tema relativamente reciente, pero con serias posibilidades para posicionarse entre las prioridades del tejido productivo latinoamericano, ya que el desarrollo de negocios con enfoque sostenible es un reto para las empresas.
Materiales y métodos
Habitualmente, al igual que sucede con la RSC, es más fácil reconocer el compromiso con el desarrollo sostenible en grandes empresas latinoamericanas (Torres-Baumgarten y Yucetepe, 2009; Perera-Aldama y Zicari, 2012), ya que emplean un volumen de recursos muy elevado y elaboran informes para sus grupos de interés como herramienta para potenciar la sostenibilidad; por el contrario, es más difícil hallar enfoques sostenibles en la gestión del resto de organizaciones de América Latina, como, por ejemplo, las organizaciones no gubernamentales, que hasta la fecha han recibido poca atención y generado pocas investigaciones (Fifka, Kühn, Loza y Stiglbauer, 2016). Sin embargo, como las prácticas de RSC en América Latina se centran en los vínculos con la comunidad y la sostenibilidad ambiental (Maxfield, 2007), también existen Pymes de esta región geográfica que ponen de manifiesto que el desarrollo sostenible no es algo exclusivo de las grandes corporaciones.
Aunque no sea un tema excesivamente estudiado ni difundido en la sociedad, el interés por la sostenibilidad en la gestión de las Pymes latinoamericanas va aumentando con el paso del tiempo, lo que favorece la difusión de prácticas sostenibles por parte de empresas de diversos sectores de actividad. A continuación, se presentan doce estudios que evidencian como las Pymes latinoamericanas pueden ser competitivas y sostenibles a la vez. Se han seleccionado siete países de América Latina (Argentina, Chile, Colombia, Costa Rica, México, Perú y Venezuela) para exponer trabajos sobre sostenibilidad.
En este artículo se ha utilizado el estado del arte, una metodología de investigación cualitativo-documental de carácter crítico-interpretativo, que utilizando la producción bibliográfica sobre un determinado tema (fases: planificación, diseño, gestión, análisis, formalización y elaboración), permite reconocer y obtener conocimiento, aportar a la episteme, comprender un fenómeno y generar un marco conceptual (Gómez, Galeano & Jaramillo, 2015).
Resultados
Como se evidencia a continuación (ver Tabla 3), existen algunos casos de éxito en el ámbito estudiado. No obstante, también se refieren investigaciones que ponen de manifiesto que se debe seguir trabajando para consolidar los temas sostenibles entre las prioridades estratégicas de las Pymes en Latinoamérica.
País | Sector | N° Pymes | Compromiso sostenible |
---|---|---|---|
Argentina | Manufacturero | 6 | Alto |
Argentina | Hotelero | 9 | Medio |
Chile | Manufacturero | 163 | Bajo |
Colombia | Hidrocarburos (proveedores) | 10 | Bajo |
Colombia | Arcilla | 40 | Medio |
Colombia | Industrial | 5 | Alto |
Costa Rica | Hotelero | 16 | Alto |
México | Servicios | 8 | Bajo |
México | Hotelero | 10 | Medio |
México | Hortofrutícola | 13 | Alto |
Perú | Minero | 5 | Alto |
Venezuela | Varios | 54 | Bajo |
Argentina
- Seis Pymes (una elaboradora de té negro y cinco aserraderos de madera) del departamento de Oberá que conforman una red de cooperación. Los beneficios más destacados para el desarrollo local sostenible son el aprovechamiento de parte de los residuos y la reducción del consumo de leña de bosque nativo, lo que representa una contribución relevante al cuidado del medio ambiente (Michalus y Hernández, 2012).
- Nueve Pymes del sector hotelero de Trelew. Los empresarios encuestados consideran que el uso racional de la energía y el agua constituye una de sus principales responsabilidades. En algunos negocios, se aplican estrategias para minimizar el impacto ambiental y se utilizan productos de limpieza biodegradables. Los gestores de los hoteles viven en el mismo lugar en el que desarrollan su actividad, lo que favorece que tengan amplios conocimientos sobre las necesidades del entorno local y trabajen para mejorar la calidad de vida de la comunidad (Gómez y Sendín, 2008).
Chile
- Ciento sesenta y tres Pymes manufactureras de la región del Biobío. Los resultados evidencian que la viabilidad de las prácticas sostenibles de estos negocios dependerá de los beneficios económicos que puedan alcanzar a corto plazo. Es recomendable establecer alternativas para fomentar la producción sostenible, como incorporar mejoras en el desempeño ambiental de los productos a lo largo de todo el ciclo de vida o incentivar la demanda de productos sostenibles incrementando la confianza en los consumidores, entre otras (Briede, Cabello, Cereceda & Pacheco, 2016).
Colombia
- Diez Pymes proveedoras del sector hidrocarburos en el departamento de Casanare. Estas empresas dedicadas al transporte, la construcción y otras actividades, carecen de programas de RSC, lo que dificulta su vínculo con la comunidad; se recomienda invertir tiempo y recursos en el marco de la sostenibilidad (Danna, Alarcón y Gómez, 2014).
- Cuarenta Pymes del sector arcilla de San José de Cúcuta y su área metropolitana. Las empresas estudiadas demuestran importantes fortalezas en la gestión ambiental, lo que se reflej a en la creación de departamentos especializados en promover acciones que disminuyan los impactos causados en el entorno; adicionalmente, es necesario trabajar en el diseño de nuevas estrategias que mejoren la contribución al desarrollo sostenible (Avendaño, Rueda & Paz, 2016).
- Cinco Pymes industriales de la ciudad de Barranquilla. La sostenibilidad ambiental se percibe como una ventaja competitiva que permite el acceso a mercados internacionales; se está produciendo una paulatina incorporación de la sostenibilidad en las estrategias empresariales, sin comprometer el desarrollo económico y avanzando en la conservación del patrimonio natural del territorio (Valle y Niebles, 2017).
Costa Rica
- Dieciséis Pymes del sector hotelero de San Carlos. Las empresas objeto de estudio conceden una importancia notable a los consumidores y al medio ambiente al realizar sus actividades, favoreciendo así la creación de políticas sociales y el desarrollo sostenible de la zona (Martínez, Brenes, Araneda y Jaubert, 2015).
México
- Ocho Pymes del sector servicios de alojamiento temporal y de preparación de alimentos y bebidas de Champotón. Se aprecian acciones incipientes sobre difusión de valores y normas a empleados y grupos de interés externos. Ausencia de responsabilidad con la sociedad y escaso conocimiento de las expectativas de la comunidad en las actividades empresariales (Argüelles, Patrón y Fajardo, 2012).
- Diez Pymes del sector hotelero, con un mínimo de veinte habitaciones, de Ixtapan de la Sal. Los negocios estudiados no poseen certificaciones ambientales, aunque cabe destacar ciertas actuaciones beneficiosas para el medio ambiente, como el uso de paneles solares para calentar el agua y la captación de aguas residuales para reutilizarlas (Pérez y Vargas, 2015).
- Trece Pymes del sector hortofrutícola de Baja California. Estas empresas han demostrado interés por el desarrollo de procesos productivos sostenibles, en un contexto de respeto al medio ambiente, obteniendo resultados eficientes en el uso del agua y las fuentes de energía (Avendaño, Sierra y Lobo, 2015).
Perú
- Cinco Pymes del sector de la minería de Perú. Se observan compromisos amplios con las comunidades locales y los organismos públicos para evitar conflictos sociales, así como instalaciones para el tratamiento de aguas residuales; estas actuaciones representan una industria minera orientada a la sostenibilidad (Ventura y Sáenz, 2015).
Venezuela
- Cincuenta y cuatro Pymes de diferentes sectores (construcción, madera, textil, papel, químico, etc.) de cuatro estados (Aragua, Carabobo, Distrito Federal y Miranda). Los resultados determinan que, de forma global, estas empresas no incorporan el medio ambiente en sus políticas, no tienen sistemas de gestión ambiental ni departamentos especializados en esta materia. Algunas Pymes realizan acciones para prevenir la contaminación, aunque no son prácticas generalizadas entre la mayoría analizada (Fernández, Gómez y Capuz, 2009).
Discusión
Sabiendo que la sostenibilidad es un tema enormemente amplio, debido a que afecta a países y organizaciones muy dispares, se ha delimitado en el presente trabajo a las Pymes en América Latina, una región muy extensa y en continuo crecimiento. En algunos temas, las empresas catalogadas como pequeñas y medianas se encuentran en una posición inferior respecto a las grandes, lo que conlleva a una percepción errónea sobre su contribución al avance de la sociedad. Prueba de ello, es que las Pymes representan, como se referenció con anterioridad, alrededor del 99% del tejido empresarial latinoamericano.
La sostenibilidad en esta región geográfica no representa un tema excesivamente estudiado, aunque de forma progresiva se están divulgando prácticas sostenibles y fomentando actuaciones empresariales en este contexto. Por ello, esta investigación de naturaleza cualitativa agrupa algunos trabajos representativos del fenómeno objeto de estudio, evidenciando las fortalezas y debilidades que la sostenibilidad implica para las propias empresas y para el medio en el que desarrollan sus actividades.
La información recopilada a través del análisis de estas investigaciones pone de manifiesto que existen varias experiencias enriquecedoras en este ámbito, principalmente en el terreno medioambiental, para mejorar la contribución al desarrollo sostenible por parte de las Pymes latinoamericanas. Por el contrario, también se recogen casos en los que estas organizaciones todavía no prestan atención a la sostenibilidad, la desconocen o llevan a cabo actuaciones aisladas que no generan impactos positivos continuados en el medio. Ello se debe, básicamente, a que se ha potenciado más la sostenibilidad en las grandes corporaciones y a que las Pymes la suelen percibir como un coste más que como un beneficio. Sin embargo, las Pymes desempeñan, tanto en América Latina como en el resto del mundo, un papel crucial en la creación de riqueza. Por tanto, es clave que las Pymes diseñen estrategias sostenibles que posibiliten la ejecución de actividades que, al mismo tiempo, generen beneficios económicos y ayuden a mejorar el entorno actual y futuro.
Conclusiones
El impacto que la RSC ha tenido en la gestión de las organizaciones ha sido notable en los últimos años. No solamente las grandes corporaciones han destinado fondos para diseñar estrategias socialmente responsables, ya que también las administraciones públicas o las universidades, entre otras, se han preocupado por estos temas.
En los últimos años, la RSC se ha vinculado de forma habitual con el denominado desarrollo sostenible, un término muy de moda, pero que abarca preocupaciones de muchos agentes debido a lo que representa. Al margen de ciertas polémicas o manipulaciones, es evidente que garantizar el bienestar actual y el de las futuras generaciones debe constituir una prioridad para todos los países del mundo. En caso contrario, se estará cuestionando la misma supervivencia de las naciones.
El desarrollo sostenible presenta un inconveniente significativo, esto es, la dificultad que supone su cuantificación, como demuestran los heterogéneos y difusos avances alcanzados en su evaluación y medición, que varían según la escala de análisis empleada y los países estudiados (García, Flores y Venegas, 2016). Por ello, la ausencia de herramientas que permitan evaluar y cotejar la sostenibilidad obstaculiza los análisis comparativos entre distintas zonas geográficas. No obstante, para aproximar este trabajo de forma fiable a la realidad, se ha expuesto una docena de estudios de Pymes de distintos sectores de actividad y países de América Latina (Argentina, Chile, Colombia, Costa Rica, México, Perú y Venezuela).
En definitiva, es clave para América Latina, en un momento con alta incertidumbre en diferentes escenarios, poder alcanzar mejoras significativas en distintas áreas de la sostenibilidad; el panorama político, con inestabilidad creciente en la mayoría de países de la zona y del mundo en general, así como los impedimentos de distinto tipo para acceder a un mayor y mejor número de recursos financieros, representan obstáculos importantes, no siendo los únicos. Para que sean posibles mejoras destacadas en el ámbito estudiado, es esencial el acceso a una educación que conciencie desde el inicio a los futuros responsables de organizaciones, incluyendo por supuesto las Pymes, sobre una gestión que, a la vez que garantice la necesaria ganancia económica, coadyuve a la sostenibilidad del entorno; asimismo, tampoco se puede negar un empleo decente y con garantías de continuidad a los trabajadores, ya que sin el compromiso de ellos no será posible que las Pymes, ni el resto de organizaciones, puedan ser agentes capitales en la generación de soluciones sostenibles. Aunque el fenómeno globalizador es imponente, cada región, específicamente cada nación, es la que debe poder decidir su desarrollo, ya sea económico, medio ambiental o de cualquier otra índole; si dicho desarrollo no perdura en el tiempo, acarreará consecuencias cuyas hipotéticas soluciones no serán fáciles y exigirán sacrificios enormes a las siguientes generaciones.