Introducción
Durante el 2015, como atestigua Angélica Reyes en su texto inédito del 2016, "Patrimonio gráfico colombiano: análisis de la colección de clisés de la Biblioteca Nacional de Colombia y de las publicaciones en las que circularon", en medio de unas mejoras locativas a la sede de la Biblioteca Nacional de Colombia, se encontraron en la cubierta del edificio varias cajas de cartón con 280 planchas de impresión de las que no se tenía conocimiento. Indagando, se tuvo noticia sobre la existencia de un taller de impresión durante la primera época del edificio, inaugurado en el año de 1938.
Tras una revisión de la colección de los clisés, adelantada por un equipo de profesores y estudiantes del Programa de Diseño Gráfico de la Universidad de Bogotá Jorge Tadeo Lozano, se realizó una clasificación inicial en base a sus rasgos materiales y sus características físicas. Luego de un cotejo general se identificaron las publicaciones oficiales en las que se utilizaron, el título de las mismas y la página específica de su ubicación. Entre las imágenes se encontraron escudos de armas, gráfica heráldica laica y religiosa, firmas, fotografías de paisajes y personajes notables, sin embargo, se resalta un grupo de 28 clisés considerados "huérfanos", debido a que no fue posible identificar la publicación en la cual fueron usados1.
Aunque el equipo de investigación señaló que estos materiales hicieron parte de la campaña de alfabetización que estuvo vinculada con las reformas educativas de los años treinta adelantadas por el gobierno liberal de López Pumarejo, lo cierto es que sin el impreso no es posible determinar esto a cabalidad. No obstante, se realizaron distintos intentos de identificación, particularmente a partir del catálogo en línea de la Biblioteca. Además de términos relativos a la alfabetización, al aprendizaje de la lectura y escritura, se tuvieron en cuenta los pies de imprenta "Prensas de la Biblioteca Nacional", "Biblioteca Nacional de Colombia" e "Imprenta del Ministerio de Educación2". Por último, fue necesario fijar límites cronológicos, para lo cual se utilizó el listado de publicaciones ya identificadas como parte del cotejo de la colección3.
Por lo tanto, este artículo realiza una aproximación histórica al desarrollo que tuvo la imprenta de la Biblioteca Nacional de Colombia, acompañado por un recorrido de los elementos más relevantes de los procesos de alfabetización que tuvieron lugar en la primera mitad del siglo XX. Posteriormente se evidencian las contribuciones de las artes gráficas a la producción editorial jalonada por el Estado-instructor. En medio de la tensión entre artesanía y mecanización, se implantan innovadores procedimientos en la reproducción de imágenes y textos en el ámbito de la cultura impresa que brindarán múltiples posibilidades de trabajo, configurando un sistema técnico contributivo a la alfabetización. Aquí será relevante explicitar la influencia de la pedagogía decrolyana y el método ideovisual, los cuales son elementos claves para comprender el abecedario que se presenta en los 28 clisés encontrados al final del 2015 en la Biblioteca Nacional de Colombia.
En cuanto a la metodología se realizó una recuperación y estudio de la información a través de publicaciones con fuentes primarias y secundarias, que surgieron a partir del estudio de la colección de planchas de impresión encontradas en la Biblioteca Nacional de Colombia; esto se acompañó de un análisis tipográfico, iconográfico y material de los 28 clisés "huérfanos". Más que un ejercicio de "lectura" o "interpretación" de las imágenes y textos, lo que se pretendió fue establecer relaciones y tensiones entre los modos de producción, las estrategias de representación y los contextos socioculturales de la época. Finalmente, se explicitan los resultados y conclusiones más relevantes dentro del proceso de investigación que indagó por este material.
La Imprenta de la Biblioteca Nacional de Colombia (ca. 1941-1952)
Tras la Regeneración y el ascenso de la Hegemonía Conservadora se instaura el periodo conocido como la República Liberal (1930-1946); según afirma Renán Silva (2012), esta etiqueta fue desarrollada por los mismos actores del proceso con el fin de deslindarse del "Antiguo régimen". Si bien el gobierno de Enrique Olaya Herrera pone punto final a los gobiernos conservadores, es con la llegada de Alfonso López Pumarejo en 1934 que el desarrollo del sector educativo se hace prioritario, a partir de reformas que buscaron alcanzar la democratización de la educación al pretender garantizar el acceso por parte del Estado a la mayor parte de la población. De acuerdo con Paula Marín Colorado (2017), este nuevo periodo se caracterizó por la ampliación en la cobertura educativa y la implementación de campañas en pro de la alfabetización, objetivos en los que el libro tomó un papel protagónico:
La atención a la cobertura educativa y a las campañas de alfabetización estuvo acompañada por lo que se podría resumir como un proyecto para hacer del libro un objeto cotidiano entre las "masas populares". Dicho proyecto se concentró en la creación de las Bibliotecas Aldeanas4 y de las Misiones Culturales, desde 1934, y tuvo entre sus resultados más importantes el incremento del autodidactismo y la búsqueda del lector por fuera del espacio oficial de la biblioteca (pág. 66).
Dentro del proyecto de popularización de la lectura adelantado por los intelectuales de la República Liberal, hacían parte la revitalización y el acceso al libro, lo que implicó un trabajo importante en proyectos editoriales, requiriendo el mejoramiento de los medios de impresión e, incluso, la conformación de nuevos talleres y espacios que facilitaran el proceso de reproductibilidad. Para el caso de la Biblioteca, esto estaba directamente relacionado con la necesidad de una nueva sede. A comienzos de siglo XX la casa de Las Aulas, llamada así por haber sido sede de la academia jesuita, era el espacio de la Biblioteca desde 1823, lugar que carecía del área adecuada tanto para albergar las colecciones como para la atención de usuarios, lo que limitaba su campo de acción. Las peticiones de cambio por parte de los directores fueron una constante; si bien no fue su idea original, el proyecto de la nueva sede de la Biblioteca (que incluía un nuevo lote y edificio) se materializó finalmente con la llegada a la dirección de Daniel Samper Ortega, quien estuvo en la dirección de la Biblioteca entre 1931 y 1938. Por su perfil Samper concibió la necesidad de ampliar el funcionamiento de la Biblioteca más allá del simple acopio y consulta de libros y demás documentos, quería hacer de ella un centro cultural donde la producción de conocimiento no solo fuera provechosa para los colombianos, sino que se potenciara la divulgación cultural del país a nivel internacional. Esto estaba en consonancia con las políticas impulsadas por el ministro Julio Carrizosa, quien apelaba al fortalecimiento y posterior alianza política con el magisterio, proceso en el cual la difusión del libro resultaba fundamental.
Samper, quien además de historiador, ensayista y novelista era un entusiasta editor, en su informe al Ministerio de Educación de 1933 señaló la necesidad de avanzar en dos de las publicaciones por las cuales será ampliamente reconocido: la Revista Senderos, principal órgano de difusión de la Biblioteca Nacional de Colombia, y la Selección Samper Ortega de Literatura Colombiana, iniciativa que no solo constituyó una antología de la creación literaria colombiana, sino que por la particular divulgación realizada en el territorio, representó un intento por hacer de la Biblioteca un ente realmente nacional, considerándose como uno de los antecesores de la Red Nacional de Bibliotecas Públicas.
La campaña de acción cultural prevista por Samper incluía necesariamente la conformación de una imprenta, mediante la cual se pudieran editar títulos significativos dentro de la producción escrita colombiana.
Esto necesariamente configuró una idea de "canon", de lo que podría ser llamado "literatura nacional", lo cual compartía una construcción de nación heredera del siglo XX, aunque con objetivos diferentes. Precisamente en el primer número de los 23 que conformaron la revista Senderos, Samper da continuidad a las iniciativas anteriormente mencionadas:
La Biblioteca de Bogotá, cuyo nuevo edificio adelanta satisfactoriamente, tendrá radiodifusora, porque las masas campesinas, que en lo general no saben leer, han de ser atraídas a la civilización por un medio que, como el radio, sirva para divertirlas instruyéndolas; tendrá imprenta propia, base indispensable de una campaña de divulgación de la cartilla, más que del libro, y tendrá secciones circulantes para los lectores de las ciudades, y ambulantes para los de los pueblos5.
En 1935 que Samper planteó una organización del funcionamiento ideal del Departamento Editorial, que se concebía como un conjunto que incluyó: Departamento de Librería, Cinematografía educativa, Radiodifusión e información y Propaganda, todos en "embrión", en palabras de Samper. No obstante, en el informe final de Daniel Samper Ortega en 1938, como parte de la entrega de su cargo, el funcionamiento del taller de impresión continuaba siendo un ideal a futuro6. A Samper Ortega le precedieron Tomás Rueda Vargas (1938-1941) y Joaquín Tamayo (1941), pero fue durante la dirección de Enrique Uribe White (1941-1948) que la Biblioteca contó finalmente con imprenta, un proyecto animado por el mismo espíritu de divulgación cultural del cual surgió.
Es en el Informe No. 39 de la Dirección de la Biblioteca Nacional (mayo 29 de 1946)7, parte de las Memorias del Ministerio de 1946, que se brindan mayores luces respecto al establecimiento del taller de impresión en la Biblioteca, además del taller de encuademación, y de cuyo funcionamiento aún quedan algunos elementos en el área de trabajo del Grupo de Conservación. Probablemente el detalle en este informe se diera como respuesta al Decreto 2117 de 1946, que ordenó que la imprenta de la Biblioteca se trasladara a la Universidad Nacional de Colombia, pues ya para 1945 se había diseñado el edificio destinado a ser la imprenta de la Ciudad Universitaria, y al momento de la elaboración del decreto aún la Universidad carecía de la maquinaria necesaria para tal fin.
En un oficio sin firma, presuntamente dirigido por el director de la Biblioteca en junio 11 de 1947, Enrique Uribe White, al Ministro de Educación, con una propuesta de presupuesto acorde a las necesidades de la Biblioteca, se incluye una partida de 25.000 pesos "Para sostenimiento de la Imprenta de la Biblioteca cuyo reintegro a esta dependencia ha sido acordado por promesa oficial"8. Sin embargo, el Decreto N.° 3642 de noviembre 8 de 1947 dejó sin vigencia al 2117 y le dio un destino diferente a la imprenta, debido a que, por una parte, la Universidad no cumplió con las exigencias mencionadas en el artículo anterior; por otra, se señala que para el momento la Dirección de Extensión Cultural y Bellas Artes del Ministerio tenía a su cargo la publicación de múltiples títulos cuya impresión se encargaba a talleres particulares, lo cual afectaba el presupuesto del Ministerio. Posteriormente ese Decreto sería modificado por el Decreto N.° 3825 de 1948 (17 de noviembre), que determinó que para su adecuado funcionamiento la imprenta debía depender directamente de la Secretaría General del Ministerio, dándole continuidad a la impresión de las publicaciones anteriormente mencionadas, pero además a otros proyectos.
No obstante, no ha sido posible verificar si la imprenta retornó a la Biblioteca Nacional y en qué fecha. Sin embargo, en el artículo 2° del Decreto 1106 de 1952, mediante el cual se reorganiza la Imprenta Nacional, figura:
En la Imprenta Nacional quedarán incorporados, a partir de la vigencia del presente Decreto, las Imprentas del Estado Mayor General del Ejército9, de la Biblioteca Nacional, de la Universidad Nacional, de los Ferrocarriles Nacionales y de la Contraloría General de la República las cuales harán entrega por inventario a la Imprenta Nacional, de toda maquinaria, enseres y demás elementos que posean en la actualidad10.
Sin embargo, en Cómo se edita un libro en la Imprenta Nacional de Colombia, publicado en 1955, respecto a la reorganización técnica de la entidad no se menciona a la Biblioteca sino al Ministerio de Educación directamente; teniendo en cuenta la cercanía temporal de ambos textos, se podría asumir que, si bien la imprenta era dependencia directa del Ministerio, probablemente continuó ocupando el sótano de la Biblioteca hasta su traslado a la Imprenta Nacional. Posteriormente en este espacio se realizó la primera transmisión de televisión en Colombia el 13 de junio de 1954, y funcionó la Televisora Nacional e Inravisión.
En cuanto a la colección de clisés de la Biblioteca Nacional de Colombia, lo anteriormente señalado genera una serie de interrogantes respecto al funcionamiento de la imprenta en el edificio. Como se relacionó en un principio, la Biblioteca cuenta con clisés usados en publicaciones impresas antes de la construcción del edificio. Todas las publicaciones en las que se pudo verificar el pie de imprenta "Prensas de la Biblioteca Nacional" son previas a 1947; posteriormente, cuando la imprenta ya era dependencia directa del Ministerio, en 1948, se produjeron textos como el Catálogo de la Biblioteca Popular de Cultura Colombiana, cuya edición fue adelantada por la Sección de Publicaciones, y el pie de imprenta dice "Prensas del Ministerio de Educación Departamento de Extensión Cultural y Bellas Artes"; en fechas posteriores a 1952 aparece la Biblioteca como editor pero el pie de imprenta es de la Editorial Minerva11 o la Editorial A.B.C12, pues la subcontratación se hizo necesaria al haber sido trasladado el taller. Empero, el libro Heráldica Colombiana13, impreso en 1952 y que tiene como editor "Publicaciones del Archivo Nacional de Colombia", aparece con el pie de imprenta de la Editorial Minerva. Pareciera ser un caso como los anteriores, lo particular es que la Biblioteca conserva gran parte de los clisés allí utilizados. Es posible que estas piezas de producción no se elaboraran necesariamente en el mismo taller donde se imprimía, razón por la cual la Biblioteca los posee.
Campañas nacionales de alfabetización 1930-1960
El afán por trabajar en torno a las alarmantes cifras de analfabetismo, si bien es coherente con los objetivos de la República Liberal, no es un esfuerzo aislado del gobierno colombiano. Aunque hubo proyectos anteriores, es importante resaltar, respecto a las campañas colombianas que se verán posteriormente, que el avance de la Segunda Guerra Mundial trajo consigo el establecimiento de instituciones como la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura -UNESCO, que conminó desde sus orígenes a los estados miembro a trabajar por disminuir progresivamente los alarmantes niveles de analfabetismo de cada país.
En los apartados posteriores se recogen las principales iniciativas adelantadas por el Ministerio de Educación colombiano en torno a la alfabetización durante el periodo de estudio (1930-1960); vale la pena aclarar que en ningún momento esta entidad dejó de realizar acciones en torno al tema cuya continuidad dependía en gran medida de los cambios de gobierno, pero aquí se señalan puntualmente aquellos proyectos concebidos y divulgados como "campaña", razón por la cual no se recogen otros hitos al respecto en periodos intermedios; un ejemplo de ello es el Decreto número 1902 de 1945 en donde se reglamenta la Ley 30 de 1944 y se crea la Sección de Alfabetización y Construcciones Escolares.
Aunque es un importante precedente para la campaña de 1948, no se enmarca en una campaña propiamente dicha, y por esta razón no se desarrolla su contenido en el presente texto. De igual manera, hacia 1934 fue convocada una Conferencia Nacional del Magisterio, con el fin de estudiar el problema de la educación en Colombia, particularmente la situación de los maestros en vías a la creación de una Confederación, y generar una serie de lineamientos como guía a las políticas que el Gobierno adelantara desde el Ministerio de Educación. Entre los temas tratados se incluye la "Campaña contra el analfabetismo y cultura popular", cuyas conclusiones se estructuraban en siete capítulos relativos a maestros, locales, sueldos, aplicación de la Ley 56 de 1927 sobre mínimum de enseñanza obligatoria, trabajo en conjunto de la Nación, los Departamentos y los Municipios, actividad femenina y escuelas nocturnas para obreros. Las políticas adelantadas por el Ministerio posteriormente no asumen el carácter programático de "campaña", no obstante, no se pueden soslayar aportes puntuales incorporados a partir de la Confederación.
Campaña de desanalfabetización 1940
Esta iniciativa parte de la reorganización de la Sección de Extensión Cultural por medio del Decreto número 1140 de 1940, tras lo cual se incluye la desanalfabetización como una de sus actividades principales. Más que la edad, es decir, si se trataba de población infantil o adulta14, esta iniciativa se enfoca en el alfabetismo rural; según cifras del Ministerio, de la totalidad de analfabetos colombianos el 19,5% era población analfabeta urbana, es decir, 196.239 individuos, mientras que la población analfabeta rural representaba el 80.5%, es decir, 808.798 individuos. Por ello la campaña se enfoca hacia ese sector, con miras a su modernización.
Para su ejecución, la campaña se basó en la figura del patronato escolar, organizados a partir del Decreto número 722 de 1940. Los patronatos se dividían en comisiones con acción en barrios (cuando se trataba de ciudades de más de 20.000 habitantes) y municipios, donde se desarrollaban las actividades de desanalfabetización, vigilancia escolar, bolsas escolares y educación cívica. Este decreto, así como la resolución número 439 del mismo año, por la cual se reglamenta la recaudación, administración e inversión de fondos de las secciones municipales del patronato escolar, fueron firmados por Jorge Eliecer Gaitán como Ministro de Educación, y reflejan algunas de sus preocupaciones programáticas que giraban alrededor de la conciencia cívica en las clases populares y el sentido de ciudadanía, así como que los niños fueran a la escuela primaria.
Es necesario tener en cuenta que, para la época, el trabajo infantil no estaba prohibido, antes bien, se habían expedido algunas leyes que buscaban regularlo, como la Ley 15 de 1925 que priorizó la educación y la alfabetización sobre la actividad laboral, debido a que el progresivo desplazamiento de la población rural hacia las ciudades replanteó el papel de los niños dentro del esquema de manutención familiar. Además, en general estas campañas no buscaban "ilustrar" o "academizar" a la población rural, sino cualificar sus conocimientos en el sector en pro de la modernización del campo colombiano. En cuanto al uso de libros escolares para la alfabetización, los documentos consultados solo mencionan que como parte de los gastos ordenados por las secciones municipales se previó la inversión de dineros para la adquisición de elementos para la enseñanza de la lectura, la escritura y los números, en medios de estímulo para activar la campaña, cuando unos y otros no pudieran ser suministrados por las entidades oficiales.
Campaña Nacional de Alfabetización 1948
En el contexto de posguerra y con el objetivo de reconstruir el sentido de sociedad occidental, así como de recomponer los nexos entre naciones y fomentar el trabajo transversal, hacia 1948 en la Declaración Universal de los Derechos Humanos se establece a la educación como un derecho humano fundamental, lo cual determina un marco de trabajo para la época que involucra a los países latinoamericanos. En este contexto, durante el gobierno de Mariano Ospina Pérez (1946-1950) se expidió la Ley 56 de 1947, que Joaquín Estrada Monsalve, Ministro de Educación, reglamentó por medio del decreto número 20 de 8 de enero de 1948. Este decreto, además de enfatizar en la obligación del sector privado15 de sostener escuelas de alfabetización, según el gobierno, por "un elemental concepto de justicia social y de caridad cristiana"16, determina el marco de acción de la campaña: los hijos de las clases trabajadores, es decir, se enfocaba a menores de edad (en el artículo 2do se especifica que deben ser menores de 16 años) y más que a la clase trabajadora en general, se dirigía a la población rural.
Hay que tener en cuenta los cambios realizados por la República liberal a la enseñanza primaria. Según Luis Antonio Bohórquez (1956) mediante el decreto 1487 del 13 de septiembre de 1932 se dispuso que la educación primaria, tanto rural como urbana, tendría una duración de cuatro años, a diferencia de los seis años estipulados anteriormente. Esta medida, que estuvo vigente hasta 1950, fue objeto de múltiples críticas por lo que se consideraba el debilitamiento del nivel educativo de los estudiantes, quienes quedaban dependiendo de las escuelas complementarias y cursos preparatorios para quienes desearan ingresar al bachillerato. Es posible que además de trabajar el tema del analfabetismo, la campaña sirviera también para suplir las deficiencias de la escuela primaria; de hecho, la acción de la escuela de alfabetización, cuando la empresa era de mayores dimensiones, se solapaba con la de la escuela primaria.
Por otra parte, esta campaña tuvo un componente importante de divulgación, en cuanto se hicieron programas especiales transmitidos por la Radiodifusora Nacional. En prensa igualmente se buscó informar a la ciudadanía de los avances de la misma, y se contrató la filmación una película corta inspirada en los programas oficiales de enseñanza sub-primaria o de alfabetización, contrato que, desafortunadamente, se incendió durante el Bogotazo17. Además, se contrató la adquisición de dieciocho proyectores para aprovechar material cinematográfico adquirido por el Ministerio durante este periodo. Respecto a materiales impresos con fines educativos, se resalta la orden de ejecución de "las Cartillas para enseñar a leer y escribir. Edición en corrección de pruebas, de 100.000 ejemplares"18 que podrían corresponder a la publicación donde se utilizaron las planchas de impresión "huérfanas". Además, fueron suministradas siete circulares con un tiraje de 1.000 copias cada una, con instrucciones relativas a la campaña, así como paquetes para los alcaldes, párrocos y directores de escuelas primarias de todos los municipios del país, que contenían el folleto con las disposiciones fundamentales sobre Alfabetización, la publicación de Homenaje al Libertador, la Revista de las Indias, la edición de lujo del Decreto número 18 de 1948 sobre normas de orientación cultural y la revista Michín, del número 38 al 41, que contenía material relativo a la campaña.
Campaña Nacional de Alfabetización 1958
Ya en el Frente Nacional (1958-1974), a diferencia de la campaña impulsada en 1948, la propuesta de alfabetización adelantada por el Ministerio diez años después se enfocó en la educación para adultos19. Por Decreto número 0041 de 1958 se crea la Sección de Alfabetización que tendrá como eje central la "Campaña nacional de alfabetización y educación de base para adultos". Aunque tenía apoyo de algunas empresas industriales, no se financió por completo sobre fondos de carácter privado. Durante 1958 se crearon aproximadamente 1.200 escuelas en las que se contó con la participación de los Ministerios de Agricultura y Salud Pública para la capacitación de los campesinos. Y, de igual manera que en versiones anteriores de la campaña, se enfatizó el componente divulgativo de la campaña como parte de las actividades educativas en sí mismas:
El Ministerio de Comunicaciones y la Asociación Nacional de Radiodifusoras (ANRADIO) han puesto al servicio de la campaña un espacio de media hora semanal en la programación de todas las emisoras del país para la difusión de informaciones y comentarios referentes a la campaña de alfabetización20.
Como parte de la campaña se concibió, además, la formación de un Centro de orientación didáctica, encauzado hacia la tecnificación de la enseñanza primaria y normalista. Con el apoyo de la Oficina de Planeación del Ministerio de Educación y en conexión con la División de Normales Superiores y Educación Primaria, se programaron actividades tales como un concurso para la selección de textos de estudio, principalmente de cartillas para la enseñanza de la lectura a los niños y analfabetos adultos y capacitación para los maestros en el manejo de ayudas audiovisuales.
Aunque acciones educativas ampliamente recordadas como las Escuelas Radiofónicas de Sutatenza no se dieron en el marco propiamente dicho de la campaña, sí se consideraba que hacía parte de los objetivos de la misma, por los alcances en términos geográficos de la estación y porque no solo apoyaba la alfabetización de los escuchas, sino que impulsaba la capacitación continua de los maestros. Posteriormente y hacia 1960 se pasa el proyecto de ley para la creación del Servicio de alfabetización y Acción comunal, que se materializaría posteriormente en el decreto 2059 de 1962. En dicho decreto se menciona el compromiso internacional adquirido por el país para erradicar el analfabetismo en adultos, mediante la "Carta de Punta del Este" el acuerdo firmado el 17 de agosto de 1961 como parte de la creación de la Alianza para el progreso, un programa de ayuda económica, política y social de Estados Unidos para América Latina adelantado en gran medida para contrarrestar el avance del comunismo en Cuba (país que se negó a firmar el acuerdo) y la región en general. En efecto, entre los objetivos de dicho acuerdo se encuentra la eliminación del analfabetismo en adultos para 1970. Para su puesta en marcha esta campaña se basó en el trabajo práctico de los estudiantes de los dos últimos cursos de educación media, normalista y enseñanza superior, quienes debían completar 72 horas de capacitación y trabajo comunal.
Aportes desde las artes gráficas a los procesos de alfabetización
La tradición de las artes gráficas21 en Colombia fue fundamental para lograr la producción de iniciativas editoriales en el país que se desarrollaron desde la Biblioteca Nacional y otras empresas dedicadas a la impresión. No obstante, esto no siempre fue así, pues como ha presentado la historiadora Patricia Cardona (2007) pese a los intentos y compromisos por parte del Estado colombiano en consolidarse como nación a través de la comunicación impresa en papel, los problemas de infraestructura vial y las variopintas dificultades en los sistemas de correos no permitieron expandir el sentido moderno que se quería implantar a través de la lectura en la segunda parte del siglo XIX. Otra vicisitud que surgió tuvo que ver con la producción de publicaciones con fines alfabetizadoras que "no contó con el respaldo de los impresores locales, que no confiaban en la capacidad de pago del Estado" (Cardona, 2007, pág. 108), esto como consecuencia de las crisis económicas e inestabilidades de los gobiernos del momento22.
Siguiendo a Cardona (2007) durante la década de 1870 coexistieron dos grandes fuentes de libros escolares, por un lado, el trabajo de traducción y adaptación de reputadas obras en el ámbito educativo proveniente de España, Francia, Inglaterra y Estados Unidos con las últimas novedades no solo en métodos de enseñanza, sino también con innovaciones en su diseño, diagramación y técnicas de impresión23, por otro, la creciente necesidad de desarrollar material fruto de la producción local. Este último esfuerzo, no solo se concretó en diversos géneros de textos escolares, sino también en impresos "menores" de apoyo, en algunos casos de bajo costo como carteles, láminas, anuncios, instructivos, mapas, periódicos y pequeños libros de lectura.
Retomando la intención de este apartado y como telón de fondo se debe considerar lo que Mayor, Quiñones, Barrera & Trejos (2013) han denominado la "edad de oro" de las escuelas decimonónicas. Esto como consecuencia de la importante huella que dejaron las Escuelas de Artes y Oficios en nuestro país dedicadas a la enseñanza de actividades ligadas a la producción gráfica, donde se albergaban talleres de tipografía, encuadernación, dibujo, fotograbado, durante el siglo XIX y comienzos del XX en Bogotá, Bucaramanga, Cali, Medellín, Pasto y Tunja24.
La mentalidad artesanal entrará en disputa con la mecanización que gradualmente va ocupando un lugar importante en los procesos de impresión y de reproducción de textos e imágenes. De esta forma, los oficios ligados a la imprenta se enfrentarán a la disrupción de una serie de procedimientos técnicos como consecuencia de las repercusiones de la industrialización, y los diferentes cambios y desarrollos tecnológicos. Así las cosas, los clisés o clichés de impresión, fueron planchas estables usadas para el ejercicio de reproducción de materiales impresos que tenían la particularidad de estar compactas y constituidas por elementos tipográficos y visuales. Si bien, la estereotipia, posibilitó la reproductibilidad de grandes tirajes de impresión a bajo costo y en corto tiempo, mantuvo ciertas dificultades de impresión de textos e imágenes, las cuales se reproducían de forma separada a través de grabados de madera o metal. Estos desarrollos técnicos se verán acompañados por la ideología liberal que pretendía alfabetizar a las masas populares y poner al alcance de la gente libros para ver y leer.
No obstante, el mercado de las obras escolares en Colombia no fue tan diverso ni prolífero como en el caso de países como Brasil, México y Argentina, quienes contaban con una robusta producción y una fuerte presencia de imprentas dedicadas al desarrollo de proyectos editoriales. Asimismo, se debe destacar como aspecto particular que la producción de las cartillas empieza a regirse por las leyes de la competencia y del mercado, creándose para la época concursos25 organizados por el Ministerio de Educación Nacional para elegir y premiar los textos oficiales en la enseñanza. Dicha producción de textos escolares en términos de tirajes mayoritariamente se concentró en libros para la enseñanza de lectura, más que en otras asignaturas.
Así las cosas, con las campañas nacionales de alfabetización la producción de materiales escolares aumentó, incluyendo la demanda de textos impresos como abecedarios, silabarios, cartillas, manuales, catones, citolegias, entre otros. Pero nada de esto hubiera sido posible, sin personal con las capacidades en procesos de impresión en sus diferentes sistemas y técnicas de reproducción (xilografía, tipografía, fotograbado, estereotipia, litografía), así como saberes en encuademación. Por lo tanto, la importancia de las escuelas de artes y oficios fue fundamental para la formación mano de obra cualificada que permitiera la producción de ediciones baratas de bajo costo y calidad. Adicionalmente, el crecimiento de requerimientos visuales, motivó la posibilidad de emplear técnicas de reproducción que garantizaran la efectividad de los recursos, generando la colaboración entre productores de imágenes y textos e impresores. De modo que el ejercicio emprendido a partir de los clisés no es un asunto baladí, pues el apoyo a la lectura como columna vertebral y pivote fundamental de la experiencia escolar tuvo un correlato con el desarrollo de las artes gráficas. De esta manera, la cultura escolar en tanto "formas de producción, transmisión y distribución de saberes" (Cucuzza y Spregelburd, 2012, pág. 11) tiene imbricaciones profundas con la cultura impresa.
La escolarización masiva y el rol del Estado fueron una de los temas primordiales en la construcción de una identidad nacional. De acuerdo con (Cucuzza y Spregelburd, 2012), los estudios sobre la escolarización se han concentrado principalmente en ocho áreas de trabajo. La primera tiene que ver con el estudio de los fines y el para qué se enseña, la segunda revisa los tiempos o cuando se enseña, la tercera los espacios destinados a la práctica de enseñanza-aprendizaje, la cuarta se enfoca en los actores que protagonizan las actividades de enseñanza y aprendizaje, la quinta los saberes que se imparten, la sexta los métodos con los cuales se trabaja, la séptima las secuencias de enseñanza, y la octava analiza las supervisión y evaluación. No obstante, creemos que falta un ejercicio de análisis a la cultura material escolar que hace parte de la historia de nuestro país, pues en los últimos años, la preocupación patrimonial y de preservación objetual, ha despertado el interés de entidades estatales por estos materiales. Más allá de una motivación nostálgica, los libros escolares en su diversidad de géneros y presentaciones, son un objeto de estudio importante para comprender la historia de la lectura y la escritura, pero también un producto cultural y un dispositivo editorial importante para comprender los imaginarios y mentalidades de las sociedades del siglo XX en América Latina.
No se puede perder de vista entonces que el libro escolar fue concebido desde el Estado-editor como un mediador cultural y un dispositivo político para difundir un sistema de valores a través de una iconografía y un "canon" literario muy concreto, el cual en muchos casos tenía la intención de afianzar la cultura e identidad nacional. Sin embargo, no nos concentramos en el estudio de las ideologías y la discusión pedagógica, pues nos interesa cubrir un aspecto poco atendido por parte de los estudiosos de la historia de la educación, la lectura y la escritura en Colombia, enfocándonos en los aspectos formales y materiales de los clisés de impresión. Para ello, es muy importante reconocer la influencia de Ovidio Decroly y su método ideovisual, quien privilegió el uso y tratamiento de imágenes, motivando "la conexión entre la imagen con la frase como totalidad, como unidad de pensamiento, realizándose la unión entre el pensamiento y el lenguaje, siendo el lenguaje el vehículo de expresión del pensamiento" (García, 2015, pág. 18). Este nuevo saber pedagógico, fue alentado por la Escuela nueva o la Escuela activa, con un fuerte acento en la instrucción cívica y en la acción sobre el mundo externo, destacándose en consecuencia los temas colombianos y la vida práctica cotidiana. Finalmente, y sin entrar en las disputas y querellas sobre los métodos pedagógicos, es vital dar cuenta de los desplazamientos de la pedagogía objetiva, la pedagogía católica y la pedagogía activa durante la segunda mitad del siglo XIX y la primera del XX26. Lo que debe leerse a contrapelo con los contextos sociohistóricos y políticos que se desarrollaron en Colombia, teniendo en cuenta los ideales del Liberalismo radical, la Regeneración, y posteriormente el ascenso de los liberales hacia la década de los treinta.
Materiales y métodos
El enfoque metodológico de la investigación se orientó bajo un abordaje cualitativo, conjugando los saberes históricos con los estudios alrededor de la cultura material y visual. Para el rastreo de la posible campaña se cubrieron los siguientes frentes de trabajo:
Identificación de distintos hitos de la producción de publicaciones oficiales por parte del Ministerio, tanto de su capacidad técnica como de la orientación y objetivos en el proceso de selección y edición.
Identificación de las distintas campañas de alfabetización adelantadas por el Ministerio en este periodo, su orientación y alcances, así como la relación en este sentido con otros países del continente.
Revisión del componente gráfico como apoyo a la campaña cultural del Ministerio, siendo uno de sus frentes en la producción de publicaciones.
Análisis tipográfico, iconográfico y material de los 28 clisés marcados con el texto "Campaña Nacional de Alfabetización".
Durante la primera etapa de revisión y clasificación de la colección completa de clisés, adelantada en el 2016, se construyó una base de datos donde los clisés de la Campaña Nacional contra el Analfabetismo los cuales quedaron registrados con la siguiente descripción: "Desempacado y trae una muestra impresa / tiene un texto con los siguientes datos: Octavio Núñez Navas-Teléfono 637 Bogotá". Tras una búsqueda general, se encontraron los siguientes datos, que evidencian la participación de los siguientes personajes en las artes gráficas del país:
- En Impresos bogotanos: alma de la ciudad, catálogo de la exposición realizada en el Archivo de Bogotá de diciembre de 2012 a marzo de 2013 con la curaduría de Hernando Cabarcas Antequera, se registra: "Miguel Valencia y Santiago Arboleda importan una sofisticada maquinaria de impresión para editar una revista ilustrada, de contenido social, cultural y de interés general. Es así como el 15 de enero de 1916 aparece el primer número de Cromos, sosteniendo durante periodos de largas entregas el desafío planteado en su número inaugural que consistía en "mejorar su presentación gráfica cada semana". La importación de artefactos había incluido colecciones de tipos italianos que se imprimían sobre las 16 páginas en octavo de papel satinado. El impresor Octavio Núñez Navas hizo desde Cromos un aporte decisivo a las artes gráficas en el país, su divisa fue siempre la de alcanzar una producción artística, a través de bicolores, bicromías, tricolores y tricromías, en las que, aún hoy, se percibe la huella de sus manos".
- En el mismo catálogo consta que Núñez Navas realizó los clisés de la edición publicada en 1989 por el Instituto Caro y Cuervo de Rhytmica sacra, moral y laudatoria de Francisco Álvarez de Velasco y Zorrilla.
- Los grabados de la edición de las Genealogías del Nuevo Reino de Granada realizada en 1943 en las prensas de la Biblioteca Nacional también fueron realizados por Núñez Navas.
- En 1950 la Imprenta Municipal publica el libro Antonio Caballero y Góngora, virrey y arzobispo de Santa Fe 1723-1796, también con grabados de Núñez Navas.
Resultados
Los 28 clisés "huérfanos" que corresponden al "Alfabeto" de la CAMPAÑA NACIONAL CONTRA EL ANALFABETISMO contienen las siguientes características formales27:
- Tipografías:
Las tipografías de cada una de estas piezas están compuestas en primer lugar por un número en la parte superior derecha, en letra serifada de la familia de las romanas. En el extremo superior izquierdo se encuentra el texto en caja alta "CAMPAÑA NACIONAL CONTRA EL ANALFABETISMO", con tipografía palo seco. Esta fuente tipográfica sin serifa corresponde a los desarrollos realizados por tipógrafos europeos modernos racionalistas, los cuales usaban como base de construcción formas geométricas como círculos, cuadrados y triángulos. Esta misma tipografía fue utilizada al final de la década de los años treinta y comienzo de los años 40, y se puede encontrar en numerosas publicaciones realizadas en la Imprenta de la Biblioteca Nacional de Colombia, principalmente en la comunicación impresa realizada por el Ministerio de Educación Nacional, donde se encuentran informes de funcionarios de esta dependencia estatal.
Asimismo, se pueden encontrar en cada uno de los clisés del alfabeto en el lado derecho el texto que nombra el objeto, animal o personaje que aparece en la ilustración, este se usa en tipografía cursiva en minúsculas para diferenciar, destacar o brindar textos explicativos. También se encuentra en la parte inferior, debajo de la imagen, un texto correspondiente en una tipografía serifada, la misma de los números, que cumple la función de anclaje barthesiana (Barthes, 1970). Como se anunció al inicio de este texto ninguna de estas piezas contiene alguna fecha. El cuerpo de las letras o tamaños corresponden a unos regímenes de lectura que corresponden a determinadas demandas de visión y lecturabilidad propios de la época. La distribución del aparato tipográfico en el espacio del clisé intenta organizar de forma equilibrada los elementos, pese a lo amorfo del trabajo. El interlineado presenta irregularidades dadas las características artesanales de la labora con la estereotipia; por su parte el interletraje está pensado en función del sistema de impresión, es decir, los caracteres están unidos en su aspecto negativo, pero son legibles en su reproducción en positivo.
- Iconografías:
Las imágenes de los clisés se encuentran enmarcadas en un rectángulo apaisado, que garantiza su ensamble con las otras piezas a la plancha de impresión, siendo modular. Se evidencian los trazos y rasgos propios del trabajo de un dibujante sobre el metal. El clisé está hecho para imprimir a una tinta, en este caso negra, primero por las particularidades del sistema de impresión, y segundo por abaratar costos. Las imágenes contienen figuras propias de un abecedario y contienen algunos objetos propios del contexto colombiano como el "choclo", o maíz. También se incluye un repertorio de animales, objetos y personas, propios de la iconografía escolar.
Las imágenes son ilustradas y cumplen un papel motivador en la lectura y facilitadora en la comprensión de textos, asimismo son herederas de las viñetas, enmarcadas para cartillas o libros de lectura elemental. Recordemos que la producción de imágenes era onerosa, y la idea de montaje de textos e imágenes, tienen un antecedente al cine y a los medios digitales. Finalmente, las imágenes escolares como parte método ideovisual, se convierten en "compañeras silenciosas" de las páginas impresas.
- Materialidades:
Los materiales que conforman cada una de las piezas son madera y plomo, aunque en esta técnica era también frecuente el uso de zinc, cobre o aleaciones de estos metales pues eran óptimos para grandes tirajes y reimpresiones. Es muy probable que las planchas se hayan fundido en un espacio diferente al taller de impresión de la Biblioteca, dado la complejidad de este procedimiento. Las partes de plomo están adheridas al bloque de madera a través de puntillas lo que permite que el artefacto se encuentre compacto. Los clisés revelan el ensamblaje propio de una plancha de impresión lista para su uso. Por lo tanto, se puede evidenciar que los textos y las imágenes se elaboraban de forma separada, como consecuencia de los avances técnicos de los sistemas de impresión, para luego unirse y realizar el proceso de reproductibilidad. Si bien las planchas se encuentran entintadas, están conservadas, lo que evidencia su uso, pero no su desgaste. Adicionalmente, el clisé se encuentra en negativo, para el procedimiento de impresión sobre una superficie papel o soporte y que la imagen quede en "positivo", no se debe olvidar que el principio básico de "imprimir" es el contacto.
Los clisés tienen las siguientes medidas de alto, ancho y grosor son: 9.5 x 14.5 x 2.3 cm., quiere decir que el formato del impreso donde se usaron, tuvo el promedio del tamaño de un libro escolar (media carta). Así las cosas, "una vez recortados los clichés o grabados al tamaño deseado se montaban sobre unos tacos de madera a fin de que quedaran al mismo nivel o altura del texto y se encajaban en los espacios previstos para la maqueta" (Petrus, 1997, pág.116). Normalmente en estos casos el procedimiento posterior era realizar una prueba con una prensa manual para revisar la definición y luego de los ajustes o correcciones, en el caso de tenerlas, se procedía a la impresión.
Discusión
El propósito de la discusión está relacionado con describir la importancia de los hallazgos a la luz del recorrido histórico esbozado en los apartados anteriores en relación con el objeto y problema de investigación. De modo que, en primer lugar, el acercamiento a la imprenta de la Biblioteca Nacional de Colombia, plantea reflexionar sobre los roles del Estado, en tanto instructor, editor e impresor de contenidos y propietario de una infraestructura a través de un conjunto de elementos y saberes humanos, técnicos y materiales. Asimismo, enfatizar en los medios de producción y difusión de información y comunicación con los que contaba el Estado colombiano en la primera mitad del siglo XX, -aún incipientes-, para la alfabetización de su población y el papel de la cultura impresa en la descentralización de públicos lectores con condiciones de privilegio en el acceso a libros y otros dispositivos de lectura.
Arqueológicamente hablando los medios impresos dan cuenta de trayectorias de objetos y artefactos como es el caso de los clisés y los materiales derivados de su uso, pero a su vez evidencian residuos de prácticas sociales, relacionadas con ellos. De modo que la comprensión de las planchas de impresión, en tanto fenómenos sociomateriales complejos, implica una perspectiva que transciende la fijación por la objetualidad técnica del oficio de la impresión y amplía su interpretación como resultados de esfuerzos humanos e institucionales. Esta nueva mirada puede contribuir a indagar la materialidad de los dispositivos impresos y las redes que estos generan, las cuales aún son opacas en el estudio de la historia de la educación, la edición y la lectura en Colombia.
Por su parte, el esfuerzo analítico tipográfico, iconográfico y material de los clisés, evidencia las relaciones transnacionales en las tipografías importadas, las transferencias culturales, estéticas y las prácticas de reuso en la Imprenta Nacional de Colombia. También el interés en que las planchas de impresión incluyan elementos y recursos culturales locales, que se suman a la larga tradición de iconografías escolares. Finalmente, el condicionamiento técnico de la impresión juega un papel determinante en los materiales educativos de la época (formato, caja tipográfica, tamaño de las imágenes y los textos, intelineados, interletrajes, diagramación y composición) pero también hace visible la presencia de la influencia de métodos pedagógicos centroeuropeos, altamente valorados como resultados de teorías modernas del aprendizaje y que contaban con cierto prestigio y reputación en el mundo educativo de la época.
Conclusiones
Dentro de las conclusiones más interesantes de trabajar con este material de análisis, se pueden encontrar los siguientes elementos:
La importancia de la imprenta de la Biblioteca Nacional de Colombia como un espacio de información, sociabilidad, intercambio y saberes visuales, esto implica unos conocimientos técnicos, culturales y económicos. Por tanto, se hace necesaria las investigaciones y pesquisas que desde esta orilla puedan contribuir a la documentación sobre las artes gráficas, la reflexión sobre las historias de los diseños y la cultura impresa, la cultura visual y el patrimonio gráfico en el país. La contribución de las artes gráficas en tanto sistema técnico tuvo asidero gracias a los procesos de acumulación de capital y se insertó como un prolegómeno importante para pensar las historias de los diseños y la comunicación gráfica.
La alianza estratégica entre la Biblioteca Nacional de Colombia y el Ministerio de Educación Nacional, dinamizó una serie de planes y proyectos que apuntaron a trabajar con la cultura impresa y las clases populares durante la primera mitad del siglo XX.
La alfabetización como un esfuerzo mundial y no solo como una actividad emprendida por el Estado colombiano. De allí que se evidencie el diálogo centro-periferia, donde el intercambio para nuestro país no es meramente pasivo y marginal, reivindicando la idea de una "nación cosmopolita". De la misma forma, existe una perspectiva tripartita entre el Estado-editor de contenidos política e ideológicamente intervenidos, Estado-instructor con unas profundas intencionalidades alfabetizadoras, y Estado-impresor dueño de los medios de producción.
Las imágenes que se pueden revisar en los clisés no solo se refieren a sí mismas, sino que también tienen la capacidad de informar sobre una época de nuestro país, lo que historiadores del arte y los teóricos de la estética no toman con interés, pues ven en esta producción una suerte de desarrollo "menor", igualmente como evidenciamos en nuestra argumentación, los historiadores del libro y la educación, tienen agendas bastante amplias de trabajo, donde la cultura escolar impresa no tienen un protagonismo. Asimismo, es muy importante mencionar la existencia un comercio de imágenes durante el siglo XIX y XX, su adaptación al contexto cultural y su traducción al idioma español.
Finalmente, los clisés en tanto objeto de estudio no solo implican un acercamiento a su función de reproductibilidad y repetición, sino también como arquetipo y prototipo de la modernidad y la industrialización. Los bloques de madera y planchas metálicas, usados para la impresión de imágenes y textos deviene del siglo XV. Como menciona el experto en comunicación impresa William Ivins (1975) los "clichés en relieve, en cobre, permitían la impresión de grandes tiradas, eran usados para libros baratos o impresos de uso cotidiano como "escudos de armas, emblemas, libros infantiles baratos" (pág. 129). A partir de finales del siglo XX la noción "cultura impresa" se ha convertido cada vez más popular en el ámbito académico y ha motivado un número importante de investigaciones, las cuales recaban asuntos históricos que contribuyen a la reflexión sobre los procesos sociales, la memoria y las luchas por la representación.