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Avances en Psicología Latinoamericana

Print version ISSN 1794-4724On-line version ISSN 2145-4515

Av. Psicol. Latinoam. vol.27 no.1 Bogotá Jan./Apr. 2009

 

Decisión y planeación de los hijos en el proceso reproductivo de los hombres

Decision making and planning of children in the reproductive process of males

Alejandra Salguero, Diana Córdoba y Salvador Sapién*

* Facultad de Estudios Superiores Iztacala, Universidad Nacional Autónoma de México. La investigación recibió financiamiento del proyecto PAPCA No. 64. Correspondencia: Alejandra Salguero. Facultad de Estudios Superiores Iztacala, UNAM, México D. F., México. Correo electrónico: alevs@servidor.unam.mx o dicbiztacala@hotmail.com.

Fecha de recepción: 4 de diciembre de 2007
Fecha de aceptación: 20 de noviembre de 2008


Abstract

Reproduction is not restricted to the biological; it is also a complex and dynamic social process. The objective of this paper is to analyze the decision and planning of children as part of the reproductive process in men. Methodologically, a qualitative research was made. The analysis includes in-depth interviews with 30 parents between 20 and 45 years, of medium socio-economic level in México. The results show that the reproductive process incorporates family formation negotiated with their couple the marriage until they had economic potential. In some cases, their decision hastened because the couple was pregnant. The planning was not contemplated but when getting the news, they accept it and get involved in the process, while others see it as a conflict.

Key words: reproduction, masculinity, fatherhood, children planning.

Resumen

La reproducción no se restringe a lo biológico, es un proceso social amplio, complejo y dinámico. El objetivo del presente trabajo es analizar la decisión y planeación de los hijos como parte del proceso reproductivo en los hombres. Metodológicamente, se llevó a cabo una investigación cualitativa; el análisis integra entrevistas a profundidad con treinta padres de familia entre 20 y 45 años de edad, de nivel socioeconómico medio del Estado de México. Los resultados muestran que el proceso reproductivo incorpora la conformación de la familia, negociado con la pareja el matrimonio hasta que tuvieran mejor estabilidad económica. En algunos casos la decisión se apresuró porque la compañera estaba embarazada. Esto se relaciona con la planeación de los hijos, pues algunos no lo habían contemplado pero cuando recibieron la noticia, lo aceptaron y se involucraron en el proceso, en tanto que otros lo ven como un conflicto.

Palabras clave: reproducción, masculinidad, paternidad, planeación de los hijos.


Introducción

En los últimos años, la reproducción humana ha cobrado suma importancia en el ámbito de la investigación, particularmente la manera como los hombres incorporan el significado, la posibilidad y lo que representa tener hijos. Desde el punto de vista biológico, la reproducción considera la información genética en el proceso de producción de nuevos individuos (Kimball, 1986), llegando a proponerse como un componente más de las características básicas de un ser vivo. Sin embargo, y de acuerdo con Figueroa, Aguilar e Hita (1994), cuando a ese ser se le suma la posibilidad de toma de conciencia, característica de todo ser humano, la reproducción debe ser considerada como un proceso dinámico sobre la cual el hombre puede influir más que sobre otros procesos vitales, como la muerte, el crecimiento y el propio nacimiento. Así, la reproducción "pone en existencia" a nuevos seres humanos, por lo que injerir en ella trae consigo repercusiones de tipo filosófico-existencial, social y político.

Con base en lo anterior, para efectos de este artículo, consideraremos el ámbito de la reproducción no en términos biológicos, sino como un proceso social en el que las personas se asuman como titulares de derecho en cuanto a la libre determinación del número, el espaciamiento de los hijos y el control del ejercicio de su sexualidad. La reivindicación política de los movimientos feministas consideraba la libertad sexual y reproductiva de las mujeres en la lucha por la autodeterminación y la igualdad. Supondría la participación en igualdad de condiciones de los participantes en el proceso reproductivo; sin embargo, en la sociedad mexicana, gran parte de las políticas públicas van dirigidas al control reproductivo de las mujeres, asignando a los hombres un papel secundario y la responsabilidad total a ellas. De ahí que la instrumentación de políticas y programas para el control de los procesos reproductivos de la población mexicana sea un campo fértil para el análisis del ejercicio de los derechos reproductivos a partir de algunos elementos de la práctica social, entre ellas las decisiones de los participantes en dichos procesos. En este sentido, Lerner (1998) considera que la reproducción es una construcción sociocultural que expresa y refleja categorías y significados de la cultura. Es un proceso amplio, complejo y dinámico, inserto en una variada red de relaciones sociales, resultado de la diversidad y multiplicidad de interacciones, transacciones y negociaciones que se establecen entre hombres, mujeres y otros actores sociales que intervienen en el mismo; sujeto además a las condiciones materiales de vida, a la heterogeneidad sociocultural y a la normatividad institucional cambiante en el tiempo y en la vida de los individuos de acuerdo con las características específicas de las sociedades.

El papel de los varones en el ámbito de la reproducción

Una interrogante que guía el presente trabajo es la participación de los hombres en el ámbito de la reproducción, pues la mayoría de estudios se han centrado en las mujeres (Figueroa, 1995; Lamas, 1999). La presencia de los hombres en los procesos reproductivos se ha asumido como secundaria, tanto en la fecundidad y la anticoncepción como en la salud, el cuidado y la crianza de los hijos. Esto se explica a partir de diversas razones teórico metodológicas, que corresponderían a una visión feminizada de la reproducción, o porque se cree que la percepción de los hombres en estos temas es poco confiable o menos válida (Figueroa y Rojas, 2000). De forma implícita o explícita, la responsabilidad del comportamiento reproductivo se ha adjudicado a las mujeres, principalmente por las condiciones de subordinación-dominación que caracterizan la relación entre hombres y mujeres en diversas esferas de la vida y en especial en lo correspondiente a la sexualidad, reproducción y crianza de los hijos (Badinter, 1981; Lagarde, 1993; Lamas, 1999). Esta situación se advierte en los esquemas conceptuales clásicos de la reproducción a partir de los estereotipos de género, donde se asignan espacios, actividades y funciones diferenciales a hombres y mujeres, en especial aquellos que entran en juego en el proceso de toma de decisiones respecto a la regulación del mismo. Sigue presente la idea de que las mujeres, por ser las que se embarazan, son las responsables del proceso reproductivo, olvidándose del papel que los hombres podrían desempeñar no solo en las vivencias más cercanas a la procreación –el embarazo y el parto– sino en otros procesos del ámbito reproductivo, como las relaciones y prácticas sexuales con anterioridad y durante su vida conyugal, la conformación familiar, la participación en las actividades del hogar, la relación y compromiso con la pareja y con sus hijos.

Figueroa y Liendro (1995) señalan que una de las demandas de las mujeres ha sido la corresponsabilidad del hombre en el espacio de la reproducción, sin restringirlo a una visión biológica sino recuperando su dimensión social, es decir, una corresponsabilidad en la vida cotidiana, en el desarrollo de las personas y en el respeto a los derechos. Sin embargo, es escasa la investigación sobre la experiencia de los hombres al respecto, incluso investigaciones con parejas para identificar los procesos de transacción y negociación o bien cómo se asumen ciertos papeles. La discusión en torno a los derechos y responsabilidades de los hombres en el espacio de la reproducción conduce, necesariamente, a un replanteamiento que va más allá de la concepción biológica; esto es, deberían integrarse a los procesos de negociación de la sexualidad, las decisiones en el ámbito de la concepción y las formas como se asumirá la crianza de los hijos. Incorporar estos elementos llevaría a los varones a tomar conciencia en el ejercicio de su sexualidad y reproducción, visualizando la crianza como parte integral del proceso, no como elementos separados y desarticulados, pues muchos varones pueden tener prácticas sexuales sin asumir su responsabilidad en los resultados derivados de ellas, dejando esto a las mujeres, ya que desde su perspectiva son "ellas" las que se embarazan y deben hacerse cargo de los hijos. Es necesario ampliar la discusión sobre la reproducción porque está ligada a las representaciones y significados que forman parte de la identidad genérica no solo de los hombres sino también de las mujeres en torno a la masculinidad y feminidad, a los "supuestos" papeles asignados tanto a ellos como a ellas en el ejercicio de la sexualidad.

La sexualidad en los hombres es otro de los aspectos importantes cuando abordamos la reproducción masculina, pues históricamente se ha argumentado y enaltecido el estereotipo masculino, donde la sexualidad es vista como una "necesidad irresistible", exaltando la potencia sexual a través de la virilidad; en ese sentido, tener hijos por doquier sería representativo de ser "muy viril, muy macho y muy hombre". Nolasco (1989) enfatiza que en el contexto del desempeño sexual, generalmente se encuentra una preocupación constante con una "supuesta normalidad": un hombre debe tener infinidad de relaciones sexuales en reducidos intervalos de tiempo, llegando al orgasmo en todas ellas; de manera que, aun en las relaciones sexuales, se encuentran incluidas nociones de productividad y eficiencia. El tamaño de los genitales, así como la idea de mantener constantemente la potencia sexual centrada en la erección, se convierte en una preocupación. Roma (1999) menciona que en entrevistas realizadas a cineastas, escritores, psiquiatras, estos manifiestan ser respetuosos, cariñosos y declararse más feministas que las mujeres, pero sienten que no son nada sin su potencia sexual. Indica que el éxito del viagra, la pastilla milagrosa, a muchos les devuelve su razón de ser, hasta algunos llegan a poner en peligro su vida. Plantea que muchos varones se encuentran tan vulnerables a esos flujos que los llevan de la flaccidez a la erección y al revés, que viven su propia potencia como algo ajeno, incontrolable y a la vez como el máximo símbolo de su hombría, de sí mismo.

La representación de lo que pudiera ser un hombre para algunos queda reducida a una práctica sexual centrada en la genitalidad que niega el cuerpo como fuente de placer, negación que mantiene una separación entre cuerpo, genitales y entorno afectivo.

Para muchos hombres, la experiencia sexual es difícilmente el resultado de un encuentro en el que el placer de uno está relacionado con el placer del "otro", pues en el proceso de desarrollo y socialización de muchos hombres no se considera el reconocimiento del afecto, de la ternura y del cuidado de los otros. La sexualidad como capacidad erótica a través de cualquier parte del cuerpo, del tacto, el gusto, el oído, la vista, el olfato, la proximidad física, el lenguaje, se reduce a una limitada sexualidad genital, se involucran en la relación sexual con sus genitales y estos son exclusivamente los agentes de caricia.

Algunas investigaciones en Latinoamérica, como la de Viveros y Cañón (1997), reportan que la construcción de la masculinidad en los varones colombianos de sectores populares integra la competencia, la rivalidad y la posibilidad de conflicto con otros hombres, asignando un lugar preponderante a la exhibición de la potencia y rendimiento sexual, percibiéndose como seres eminentemente sexuales; también se encuentran cambios significativos cuando entrevistan a hombres de grupos socioculturales medios, quienes se perciben como hombres involucrados con la pareja y los hijos. Ramírez (1997) cuya investigación se desarrolló con varones puertorriqueños, señala que la construcción cultural de la subjetividad masculina se materializa en la sexualidad y el poder en los genitales. Sin embargo, también encuentra algunas contradicciones; indica que los hombres también pueden ser afectivos, pero conocen muy poco acerca de la afectividad, de sus expresiones y transformaciones. Considera que esta situación responde, en gran medida, a que el análisis social y las discusiones de masculinidad han destacado en ellos otros atributos, como ser agresivos, violentos e invulnerables, y no han puesto atención a otras dimensiones de la subjetividad masculina. Para Horowitz y Kaufman (1989) la sexualidad masculina debe ser interpretada en el contexto de una sociedad que reprime y sobrepone la masculinidad y la feminidad al dualismo actividad/pasividad; consideran que la mayoría de los hombres, independientemente de su orientación sexual, abrigan sentimientos confusos en cuanto a su sexualidad. La sexualidad masculina no es simplemente algo bueno o malo, encierra tensión, conflicto y lucha. La tensión radica entre seguir reproduciendo esa visión estereotipada de la masculinidad y las posibilidades reales a las que se enfrentan los hombres en su vida diaria, donde la sexualidad, la virilidad y la reproducción asumen formas y significados diferentes.

La sexualidad masculina y la reproducción son procesos complejos en los que se negocian identidades y posturas ante la vida, donde se generan contradicciones entre lo individual y lo social, llegando a dificultar la equidad en las responsabilidades sobre las trayectorias de vida de los participantes. Esto se relaciona con el alcance y el sentido del concepto de paternidad, cuyos significados y valoración social generan contradicciones en la medida en que las representaciones sobre el papel asignado a hombres y mujeres es diferencial: la participación de los hombres en la responsabilidad reproductiva es menor en comparación con el trabajo, el éxito profesional y el mundo público, en tanto que la valoración social de las mujeres se sigue otorgando a la maternidad, aun cuando realicen actividades laborales, lo cual tiene implicaciones en la vida de unos y otras.

La participación de los hombres en el ámbito reproductivo no puede ser contemplada simplemente como una decisión en abstracto, sino como un proceso relacional que implica la participación de dos, desde la posibilidad del contacto sexual, el uso de la anticoncepción para regular la reproducción, la decisión planeada de los hijos, tomando en consideración las expectativas tanto de la mujer como del hombre que intervienen en el proceso reproductivo.

Desde la visión estereotipada de la sexualidad masculina centrada en la potencia sexual y la virilidad, la posibilidad de "planeación reproductiva" quedaría al margen, pues iría, desde los discursos hegemónicos de masculinidad, en contra del ser hombre. Algunas de las preguntas que nos llevaron a realizar la investigación son: ¿Los hombres incorporan la decisión de ser padres? ¿La planeación de los hijos forma parte del proceso reproductivo en los hombres? Así, pues, el objetivo del presente trabajo es analizar la decisión y planeación de los hijos como parte del proceso reproductivo en los hombres.

Abordaje metodológico

Empleamos una metodología cualitativa porque restituye al individuo su cualidad de ser portador de una realidad social, una voz que no se restringe a la propia experiencia sino que logra ser representativa de una comunidad, de un medio social y de un tiempo histórico. Permite abordar la lógica de lo diferente, lo "otro", recupera lo cultural y el cuestionamiento del orden existente, visualizando la heterogeneidad y complejidad de lo social (Devereux, 1973; Denzin y Lincoln, 1994; Denman y Haro, 2000). La interdependencia entre los participantes y el investigador(a), la situación donde se genera el encuentro y lo que se deriva del cuestionamiento de la entrevista durante el proceso de investigación, forman parte del proceso que pretendemos dar cuenta.

Establecimos contacto con los varones participantes en la investigación a través de la institución escolar donde sus hijos estaban inscritos. La invitación a participar en el proyecto fue de manera personal, acordando las fechas y horarios para llevar a cabo las entrevistas. La investigación integra entrevista a profundidad con treinta padres de familias nucleares heterosexuales de nivel socioeconómico medio del Estado de México, cuyas edades se encontraban entre veinte y cuarenta y cinco años, con escolaridad de licenciatura y maestría, con puestos a nivel gerencial o directivo.

Los participantes forman parte de un grupo social que pocas veces se elige para llevar a cabo estudios sobre reproducción y paternidad; consideramos que la narración de sus propias experiencias podrían contribuir a conformar una visión más comprensiva de las vivencias y las contradicciones a las que se enfrentan, y cómo las resuelven. Nehring (2005) señala que en las últimas tres décadas se han llevado a cabo una serie de transformaciones culturales con implicaciones en las relaciones de género; además, que es necesario indagar las maneras complejas, heterogéneas y variables en que los mexicanos utilizan esas lógicas culturales para comprender y llevar a cabo relaciones genéricas en la vida diaria.

Resultados

El análisis de resultados incorpora los datos de entrevista, identificando el proceso a través del cual los participantes habían elaborado la decisión de ser padres, las razones por las cuales deseaban tener hijos, cómo incorporaron la decisión de un segundo hijo y los conflictos a los que se habían enfrentando cuando la pareja había tomado la decisión de manera individual.

Decisión y planeación de los hijos

En los hombres entrevistados de nivel socioeconómico medio, el comportamiento reproductivo y las decisiones que se generan en dicho espacio incorporan el proceso de interacción, negociación y replanteamiento de la relación de pareja, asumiéndose de muy diversas maneras a partir de las condiciones particulares, entre ellas la situación económica y emocional como pareja.

A diferencia de lo que históricamente se ha señalado sobre la sexualidad masculina, donde se presenta de manera desenfrenada y lo que importa es mostrar la virilidad teniendo gran cantidad de hijos, los resultados muestran lo contrario, pues la mayoría integran la decisión y planeación de los hijos de manera compartida con la pareja como parte del proyecto de vida.

Algunos hombres empiezan a cuestionar y modificar los estereotipos masculinos asignados al ámbito de la reproducción; se plantea la corresponsabilidad en la decisión reproductiva, no es una imposición unidireccional por parte de ellos; de hecho, no se piensa en tener hijos sino hasta que ha formalizado la relación de pareja. La preocupación central de los entrevistados es tener un empleo que les permita obtener los recursos económicos para hacerse cargo de una familia, tener una casa, comprar un auto, disponer de tiempo para conocerse como pareja; una vez han incorporado la estabilidad económica y familiar, integran la posibilidad de tener hijos. En algunas ocasiones comentaron que ya lo habían pensado, ya lo esperaban, pues de alguna manera formaba parte de las expectativas y de los ideales al formar una familia.

Bueno entre los dos dijimos que ya teníamos que encargar a un bebé, y sí, los dos al final de cuentas estuvimos de acuerdo y fue como sucedió. De hecho cuando pensamos casarnos era la idea, de formar una familia. (Treinta y un años: un hijo de cuatro años y seis meses)

Se incorpora la decisión de tener hijos como parte del proyecto de vida con la pareja, se dialoga, se planea y se integra la planificación familiar, asignando en promedio dos o tres años después de casados para decidir tener hijos (P19).

Lo platicamos, primero haciéndonos chistes desde hace mucho tiempo, pero poco antes del embarazo lo platicamos ya de manera más seria, veíamos la posibilidad y estuvimos de acuerdo en que se diera, no fue una decisión tomada con cronómetro de decir hoy o mañana. (Veinte años: un hijo de cuatro meses)

Sí, lo planeamos tres años después de casados y decidimos que íbamos a tener un hijo. (Cuarenta y cinco años: dos hijos de catorce y dieciocho años).

La decisión reproductiva no es a título personal en los hombres entrevistados, incorpora la dinámica conyugal, la negociación con la pareja, teniendo siempre presente la situación económica que les permita afrontar las responsabilidades familiares, pues, aunque los dos realizan actividades laborales remuneradas, dada la situación económica del país, resulta difícil mantener un nivel de vida en los niveles medios. Pensar en tener un hijo implica mayores gastos; sin embargo, la mayoría de los entrevistados comentaron que es algo que ya esperaban, llevándolos a incorporar y asumir la decisión reproductiva como parte del proyecto que van construyendo con la pareja, más que desde una posición de poder y autoridad o para probar su virilidad, como históricamente se ha dicho.

Razones para tener un hijo

Respecto a las razones que los llevaron a tener un hijo o una hija, la mayoría señaló el amor, fortalecimiento y unión con la pareja, la posibilidad económica para poder asumir las responsabilidades familiares.

El hecho de que nos amaramos, nos seguimos amando, teníamos la posibilidad económica, ya habíamos estado ahorrando un tiempo he!, habíamos visto las posibilidades y no sé, el hecho de querer unirte quizá más a la pareja. (Veinte años: un hijo de cuatro meses).

Como lo señala Nolasco (1989), el deseo de tener un hijo marca para un hombre una posibilidad de involucramiento y entrega. Implica trascender la experiencia de placer sexual y a sí mismo, y con ello la ampliación del proyecto amoroso. La maternidad y la paternidad pueden rescatarse como proyectos de amor, a través de las experiencias cotidianas de intimidad y encuentro con la pareja y los hijos.

Los motivos que los llevan a decidir tener hijos están vinculados con las expectativas y las condiciones particulares de su trayectoria y proyecto de vida, incluyendo la situación económica y unión con la pareja con la idea de formar una familia. Los datos coinciden con los de Jiménez (2007), quien después de entrevistar a hombres de nivel medio de la Ciudad de México, estos señalaron que la idea de tener hijos se incorpora en sus expectativas matrimoniales. La idea de matrimonio siempre va ligada a la idea de procrear, el sentido de la vida está en tener hijos, no se puede concebir la idea de un matrimonio sin hijos.

En el ámbito de la familia y en la posibilidad de hacer familia es donde se incorpora y construye la posibilidad de tener hijos. La decisión entre el primer hijo y los siguientes se ven matizadas por los cambios en las trayectorias, en los momentos particulares de vida y en las expectativas del tipo de familia que pretenden formar. Si bien la mayoría no tiene contemplado una familia grande, sí piensan en por lo menos dos hijos, aludiendo a las implicaciones económicas y el tiempo que requieren en el proceso de desarrollo y educación. Los costos económicos no solo implican asegurar el bienestar material de sus hijos, sino también un buen nivel educativo, de preferencia universitario. Además de la valoración económica en la manutención y educación, se agrega la consideración de la atención y el tiempo que requieren y quieren dedicar a sus hijos (Anderson, 1997; Rojas, 2006). Las expectativas entre el primer hijo y los siguientes son diferentes, pues se integra la experiencia de los costos del embarazo y la crianza, incluyendo la educación respecto del primero. Varios de los entrevistados tienen hijos o hijas únicos, refiriendo precisamente las dificultades económicas y de educación que implica responsabilizarse de ellos, postergando la decisión de un segundo hijo aun cuando la pareja lo sugiera. Se puede observar cómo los hombres participan y se hacen presentes en las decisiones reproductivas.

Sí, pero más adelante, ahorita por lo pronto sería ver por este niño, tratar de sacarlo adelante y sí, porque no darle un hermanito. De hecho ella (su esposa) piensa que ya, ya debe de ser, pero no, vamos a esperar un poco más. (Treinta y un años: un hijo de cuatro años y seis meses).

Generalmente, el segundo hijo o hija se planea y decide aludiendo a que los niños necesitan un hermano para que no estén solos y porque les hace falta, aunque también algunos comentaron que ya se encontraban en una mejor posición económica. En algunos aparece la presión de la edad, algo que se pensaba era preocupación exclusiva de las mujeres. Este es un dato interesante, porque permite visualizar a los hombres como agentes participativos en el proceso reproductivo, pues no es solo la preocupación por la edad a la cual se es padre, sino por las implicaciones y requerimientos en cuanto a disponibilidad, tiempo, tolerancia y capacidad de disfrute.

Se planeó porque yo no quería ser un padre que tenga un hijo a los cuarenta años, por eso más que nada lo planeamos. Es muy curioso, yo veo a la gente que el papá tiene como cuarenta y tantos años y su hijo esta muy chico y siento que se cansan y no lo disfrutan, son muy gruñones, no eres activo ya, y no me gusta eso, quiero disfrutarlos para cuando crezcan, convivir con ellos. (Treinta y dos años: un hijo de diez años y una hija de cinco años)

La planeación de los hijos integra diversas expectativas en torno a la paternidad como un proceso de relación con ellos y con la pareja, donde en muchas ocasiones se negocian de manera tácita o explícita las posibilidades de la decisión reproductiva.

Es necesario considerar los momentos y circunstancias en las cuales se negocia y se decide tener hijos, puesto que varios de los entrevistados señalaron que los primeros hijos o hijas no fueron planeados.

Bueno, déjame decirte con mi conciencia plena, que la hicimos desde antes de casarnos pa'acabar pronto, y que bueno que fue así, qué bueno que nació mi hija, nunca antes lo había pensado ni dicho, pero ahora te lo estoy comentando con toda sinceridad… Bueno, a raíz de eso me casé, ella (su esposa) tenía cuatro meses de embarazo, de hecho mi hija ya lo sabe ahora porque ya lo platicamos. (Treinta y seis años: dos hijas de diez y catorce años y un hijo de cinco meses)

Pues en los planes no venía el embarazo inmediato, por la escuela, los dos estudiábamos, pero ya se dio el embarazo y la verdad cuando supimos que estaba embarazada estuvimos muy contentos" (cuarenta y tres años: dos hijas de veintiún y diecinueve años)

Un embarazo no planeado genera desconcierto y miedo por las implicaciones que se pudiera derivar de ello; sin embargo fueron aceptados, disfrutados y amados, siendo el motivo en algunos para formalizar la relación y casarse, pues, como señala Amuchástegui (2007), la paternidad queda enmarcada en la relación institucional del matrimonio, llevando a algunos hombres a asumir las consecuencias de sus encuentros sexuales, mirándose a sí mismos como hombres responsables.

Yo sentí cierto nerviosismo porque fue algo no planeado, tal vez la falta de información con respecto a ser padres, yo creo que eso fue lo que en un momento dado fue muy agresivo en nuestras vidas, porque ni ella ni yo planeamos ser padres y cuando nos enteramos, porque nos enteramos los dos, nos pusimos muy nerviosos y tratamos de manejar las cosas con responsabilidad, pero te vuelvo a repetir, como no hubo un plan, ¡sí!, yo creo que fue ahí donde hubo ese cambio tan drástico que a lo mejor dio miedo, sinceramente dio miedo. (Treinta y siete años: un hijo de catorce años)

El miedo a enfrentar la responsabilidad de su sexualidad es un sentimiento que no siempre reconocen y pocas veces llegan a comentarlo con la pareja; el miedo permanece silenciado porque supondría que no forma parte del ser hombre, ya que los productos de sus relaciones reproductivas los pueden asumir o se pueden desligar de ellos, pero sentir miedo pocas veces se enuncia, pues iría en contra de la visión hegemónica de masculinidad.

Conflictos en las decisiones unilaterales en la reproducción

La reproducción es cuestión de dos; sin embargo, no siempre se considera que en el espacio reproductivo se ponen en juego relaciones de poder entre los géneros a partir de los roles y expectativas definidas socialmente para varones y mujeres. Figueroa (1995) señala que bajo esta visión se definen expectativas diferenciales alrededor de la reproducción para los miembros de cada sexo, construyéndose identidades genéricas distintas, con derechos y responsabilidades claramente diferenciadas, donde se afirma que la mujer es la responsable de la reproducción, en tanto que los varones se sitúan en el ámbito productivo y de la generación de bienes económicos y materiales.

En ocasiones la decisión de tener hijos puede integrar consenso y compromiso de ambos miembros de la pareja, o coerción ya sea de parte de él o de ella. En las entrevistas realizadas encontramos hombres que se habían enfrentado a un conflicto porque la pareja había tomado la decisión de tener hijos sin haberlo comentado con ellos, provocando conflictos en la relación de pareja, pues desde su perspectiva no era el momento para embarazarse y tener hijos, aun cuando tradicionalmente se ha dicho que el deseo de tener hijos en los varones está vinculado con la idea de probar la virilidad como uno de los elementos constitutivos de la identidad masculina.

Fue ella quien decidió, y me presionó mucho mi familia que tenía que cumplir, antes me llevaba muy bien con mi esposa y luego cuando pasó el suceso, pues le sentí rencor porque no se cuidó, y me sentí muy presionado, porque ella quería tenerlo y yo no, me tuve que fletar y me casé y ahora disfruto de la relación. (Treinta años: un hijo de dos años).

Ella tomó la decisión de tener un hijo, yo no estaba de acuerdo, porque sentía que no teníamos nada, no teníamos casa, estábamos rentando un departamento y para mi en aquel entonces no era la idea vivir rentando un departamento con tantos gastos, yo quería primero tener mi casa y después mi hijo. No, la verdad no estaba de acuerdo, tuve un rechazo por el niño, lógico yo lo rechace, aunque finalmente lo tuve que aceptar… (Treinta y dos años: un hijo de diez años y una hija de cinco años)

Cuando fue la compañera quien tomó la decisión de tener un hijo se generó un conflicto, un rechazo, no sólo del hijo sino también de la pareja, lo cual nos lleva a un terreno donde hablar de decisiones reproductivas necesariamente tendría que vincularse con la manera en que tanto hombres como mujeres conciben y estructuran las relaciones sexuales y los productos de dichas relaciones, planteando y replanteando una vez más el papel participativo y protagónico de ambos miembros de la pareja, pues, si no se tiene contemplado, es probable que algunos se sientan "atrapados" o "engañados" porque les llegó de improviso la paternidad haciéndose "invisibles", incluso cuando mencionan "ella no se cuidó", asumiendo que quien debe llevar la responsabilidad del control reproductivo es la mujer en lugar de acepta su participación y corresponsabilidad.

La decisión y planeación de los hijos está asociada a un cambio de identidad en los hombres, implica responsabilidad, compromiso y el miedo que de ello se deriva si no se planean. Formar una familia conlleva algo más que ser solamente proveedor, implica compromiso, tiempo y dedicación a los hijos e hijas. La reproducción entraña un cambio en la identidad masculina, la transición a la paternidad vista como una responsabilidad mayor, donde ya no solo tienen que pensar en ellos mismos sino en la pareja, en el hijo o en la hija. Para los que incorporan la planeación de los hijos, la paternidad constituye una experiencia importante en la vida; los hijos se convierten en la motivación principal por la cual se esfuerzan en su trabajo, reestructuran su vida (Salguero, 2006). Para los que no tenían contemplada la posibilidad de tener hijos, aun cuando representa un conflicto, porque no lo esperaban, porque no era el momento apropiado, o porque la pareja fue quien tomó de manera unilateral la decisión, representa asumir de manera compleja la responsabilidad, y si bien se hacen cargo de los hijos, la relación con la pareja es conflictiva, implica todo un proceso de aprendizaje a partir de la interacción que van estableciendo con sus hijos o hijas desde pequeños, a través de los momentos que comparten o se dan la posibilidad de compartir; es ahí donde se va construyendo la identidad como hombre y padre.

Consideraciones finales

La presente investigación pretende incorporar las experiencias de los hombres y pensar en nuevas formas de interpretar la reproducción como un proceso amplio y complejo, donde se admita una perspectiva relacional del mismo y no como eventos aislados de hombres y mujeres, pues incorpora relaciones de poder en los encuentros sexuales, en la decisión y planeación de los hijos, en su cuidado y crianza, cuestionando los estereotipos de género y las identidades que mujeres y hombres construyen como madres y padres.

Acercarnos al conocimiento que desde los hombres se puede generar en el ámbito reproductivo, permitiría cuestionar los supuestos estereotipados desde donde se parte para construir las formas de vida, las relaciones entre hombres y mujeres en el momento en que deciden reproducirse, o bien controlar el nacimiento de los hijos e incorporar la posibilidad de planeación de manera consensuada, compartida.

Los datos de la presente investigación muestran la importancia del proceso relacional de la reproducción, la valoración y el significado otorgado a la paternidad, donde hoy no basta con ser proveedor, sino que implica tiempo, dedicación y compromiso con los hijos. En ese sentido la decisión compartida es importante; uno supondría que solo los varones imponen la decisión de tener hijos para probar su virilidad como uno de los componentes de la identidad masculina; sin embargo, hoy en día nos enfrentamos a la necesidad de ampliar los horizontes teóricos y metodológicos, pues nos encontramos que también las parejas femeninas deciden de manera unidireccional tener hijos, hecho que conlleva una serie de conflictos no solo entre la pareja, sino con las familias de origen, pues se mantiene la idea de que el hombre debe cumplir. Gutmann (2000) señala que tener hijos significa asumir una responsabilidad muy grande que implica una obligación económica; asegurar la manutención de sus hijos, particularmente en los sectores socioeconómicos medios, significa mantener un buen nivel de vida, garantizar un nivel de escolaridad, lo cual no resulta tan fácil a nivel económico en las condiciones de vida de estas familias.

Es necesario incorporar una visión amplia de la reproducción a partir de los distintos significados que se otorgan a la sexualidad, la vida en pareja y las responsabilidades que de ello se derivan, como un encuentro relacional de dos y no como algo exclusivo de los hombres o las mujeres.


Referencias

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