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Avances en Psicología Latinoamericana

Print version ISSN 1794-4724On-line version ISSN 2145-4515

Av. Psicol. Latinoam. vol.28 no.1 Bogotá Jan./June 2010

 

El capital psíquico a través del ciclo vital adulto*

Mental capital through adult lifespan

Alexis Kasanzew**
Andrés F. López Pell***
Luciana Brasca****
Lucía Legé****
Laura S. Casabianca****

* Instituciones de referencia: Universidad Católica de Santa Fe, Echagüe 7151, Santa Fe, Argentina CP (S3004JBS), Tel/Fax: 54-0342-4603030, www.ucsf.edu.ar; y FUNSALED, Fundación para la Salud y la Educación, Av. Presidente Hipólito Yrigoyen 4553, Munro CP 1605, Partido de Vicente López, Provincia de Buenos Aires, Argentina. Tel/Fax: 54-011-4760-8372. Sitio Web: www.funsaled.org.ar.

** Universidad Católica de Santa Fe y FUNSALED. Correspondencia: akasanzew@hotmail.com, Vidal 2032 5º B (1428), Buenos Aires, Argentina.

*** Universidad Católica de Santa Fe y FUNSALED.

**** Universidad Católica de Santa Fe.

Recepción: 26 de diciembre de 2008
Aceptación: 18 de agosto de 2009


Abstract

The present work studied, in a sample of 614 participants of both sexes of the City of Santa Fe (Argentina), the mental capital, defined as the set and interrelation of personal character strengths (i.e., mental, emotional and psycho-social resources), that allow a better adaptation through preventive behaviors. For this research two primary aims were proposed: a) analyze the properties of the CAPPSI scale, and b) verify significant differences by age groups, sex and educative level. In order to fulfill the first objective, an analysis of main components was realized, which threw the presence of a single factor good differentiated that explains a 66.93% of the total variance of the test. Also, the instrument showed a high reliability (alpha of Cronbach = 0.9103). In response to the second objective, signifi cant differences by age groups and educative level were verified. Although the investigation did not throw significant differences in the mental capital of men and women, it did verify interactions between genre and educative level, and between genre and age.

Key words: mental capital, strengths, lifespan.

Resumen

El presente trabajo estudió, en una muestra de 614 sujetos de ambos sexos de la Ciudad de Santa Fe (Argentina), el capital psíquico, definido como el conjunto e interrelación de fortalezas de carácter personal (es decir, recursos cognitivos, emocionales y psicosociales), que le permiten al sujeto una mejor adaptación a través de conductas preventivas. Para esta investigación fueron propuestos dos objetivos principales: a) analizar psicométricamente la escala CAPPSI, y b) verificar diferencias significativas por grupos de edad, sexo y nivel educativo. Para cumplir con el primer punto, se realizó un análisis de componentes principales, el cual arrojó la presencia de un solo factor bien diferenciado que explica un 66,93% de la varianza total de la prueba. Asimismo, el instrumento mostró una alta confiabilidad (alpha de Cronbach = 0,9103). En respuesta al segundo objetivo, se verificaron diferencias significativas por grupos de edad y nivel educativo. Si bien la investigación no arrojó diferencias significativas en el capital psíquico de varones y mujeres, sí verificó interacciones entre género y nivel educativo alcanzado, y entre género y edad.

Palabras clave: capital psíquico, fortalezas, ciclovital.


Introducción

La Organización Mundial de la Salud –OMS– define el concepto de “salud” como el completo estado de bienestar físico, psíquico y social, y no solamente la ausencia de enfermedad (OMS, 2001a). De esta definición se desprende que la salud mental está estrechamente vinculada con los aspectos biológicos e interpersonales y es, por lo tanto, parte integral de la salud. A su vez, el concepto de salud mental ha sido asociado a las emociones positivas (como por ejemplo sentimientos de felicidad), a un rasgo de personalidad que incluye la autoestima y la maestría, y la capacidad para afrontar adversidades (Kovess-Masfety, Murray y Gureje, 2005). La OMS define la salud mental como un estado de bienestar en el cual el individuo reconoce sus propias habilidades, puede afrontar el estrés diario normal, puede trabajar de manera productiva y puede hacer una contribución a su comunidad (OMS, 2001b). De esta manera, la salud mental se entiende como el fundamento del bienestar y del funcionamiento eficiente de las personas y su medio social.

Marco teórico

En el marco de un contexto de comprensión integral de la salud, la Oficina Gubernamental para la Ciencia de Gran Bretaña presentó un proyecto de previsión del capital mental y el bienestar (Kirkwood, Bond, May, McKeith y Teh, 2008), con el objetivo de implementar políticas de estado que busquen alcanzar el mejor desarrollo y bienestar mental de sus ciudadanos. El equipo de investigación trabajó sobre cinco grandes áreas, resaltando la importancia de promover una salud mental positiva: a) El capital mental a través de la vida, b) el aprendizaje a través de la vida, c) la salud mental, d) bienestar y trabajo, y e) dificultades de aprendizaje. En el informe, los autores definen el capital mental como “la totalidad de los recursos cognitivos y emocionales de un individuo, incluyendo su capacidad cognitiva, su flexibilidad y eficacia en el aprendizaje, su inteligencia emocional (e.g., empatía y habilidad social) y su resiliencia frente al estrés” (p. 7). Asimismo, explican que el alcance de los recursos de un sujeto refleja su herencia genética y la experiencia y educación que tuvo en su vida. De esta manera, los elementos que componen el capital mental sirven para establecer tanto la contribución eficiente que puede hacer un sujeto a su medio social, como la calidad de vida que experimenta.

En concordancia con este retorno a los aspectos salugénicos, Seligman (1998) promueve el estudio de las fortalezas humanas a través de lo que actualmente se conoce como “psicología positiva”, esto es, “una rama de la psicología que busca comprender, a través de la investigación científica, los procesos que subyacen a las cualidades y emociones positivas del ser humano” (Vera Poseck, 2006, p.5). Esta propuesta busca superar la visión patógena de la psicología tradicional –focalizada en reparar lo enfermo– y complementar sus desarrollos con el estudio de las capacidades, fortalezas y virtudes de las personas. Así, se define como objetivo de la psicología positiva lograr un mayor bienestar subjetivo en las personas, mejorar su calidad de vida y prevenir la aparición de trastornos o enfermedades. Al respecto, Seligman y Csikszentmihalyi (2000) reconocen que se trata de una vuelta a los propósitos que la psicología sostenía antes de la Segunda Guerra Mundial, los cuáles se orientaban a: a) curar los trastornos mentales, b) hacer las vidas de las personas más productivas y plenas y c) identificar y desarrollar los talentos. Si bien la Psicología Positiva relanza el estudio y promoción y de los aspectos salugénicos en los sujetos, este estandarte fue retomado en los años de la posguerra por Rogers (1951), quien sostenía que toda persona tiene capacidades de autocomprensión y autodirección; por Maslow (1962), con sus conceptos de actualización de las potencialidades y su certeza sobre “la existencia de una voluntad activa hacia la salud” (1994, p. 47) desde el nacimiento; y por Antonovsky (1979) y su sentido de coherencia, por citar algunos referentes. Estos autores, como cada representante de la Psicología Humanista, han realizado aportes que han servido de fundamento para los desarrollos posteriores encarados por la Psicología Positiva.

La línea de investigación norteamericana en Psicología Positiva hace especial hincapié en las fortalezas de carácter, es decir, en aquellos rasgos positivos que se reflejan en los pensamientos, los sentimientos y las conductas (Park, Peterson y Seligman, 2004), los cuales marcan diferencias individuales. A partir de un estudio transcultural, Peterson y Seligman (2004) presentaron 24 fortalezas, que fueron seleccionadas de acuerdo con los siguientes criterios: a) son reconocidas por la mayoría de las culturas; b) contribuyen a la satisfacción individual; c) son moralmente valoradas por sí mismas; d) producen admiración en los otros, no celos; e) tienen un antónimo negativo; f) son rasgos individuales estables y generalizables; g) han sido evaluadas como diferencias individuales; h) son distintivas entre sí; i) son modelos en algunos individuos; j) se dan en niños prodigio; k) están ausentes en algunos sujetos; l) están cultivadas por instituciones y prácticas sociales y m) son aprendidas, y por lo tanto modificables. De este modo, las fortalezas que cumplen con estas características son: apreciación de la belleza y la excelencia, coraje, civismo, creatividad, curiosidad, justicia, perdón y misericordia, gratitud, esperanza, humor, integridad, pensamiento crítico, bondad, liderazgo, amor, amor por el aprendizaje, modestia y humildad, persistencia, perspectiva, prudencia, auto-regulación, inteligencia social, espiritualidad y, por último, entusiasmo con la vida.

En los años posteriores, a las fortalezas de carácter se les sumó el estudio de otras variables relacionadas con aspectos salugénicos (e.g, emociones positivas, bienestar subjetivo). Desde la Facultad de Psicología de la Universidad de Pennsylvania, específicamente, se propuso estudiar cinco grandes áreas: a) la productividad y la salud, tanto a nivel social como personal (e.g., proyecto de vida); b) la calidad de vida y el bienestar psicológico de los países; c) la relación entre espiritualidad y buen envejecimiento; d) el capital psíquico, y e) la difusión de los desarrollos alcanzados por la psicología positiva en distintos idiomas (Seligman, Steen, Park y Petersen, 2005).

En Argentina, Casullo (2006) tomó el desafío de profundizar el conocimiento sobre el capital psíquico, concepto que definió como el “conjunto e interrelación de factores y procesos que permiten aprender a protegerse y sobrevivir” (p. 61), a partir de fortalezas de carácter personal. Estas fortalezas incluyen recursos cognitivos, emocionales y psicosociales que le permiten al sujeto una mejor adaptación a través de conductas preventivas. Los factores y procesos tienen un génesis psicosocial y van estructurando el capital psíquico a través de capacidades, habilidades, actitudes y valores que se adquieren a lo largo del ciclo vital. De esta manera, se concibe al capital psíquico no como algo fijo y estable, sino como un reservorio de recursos que cambia a lo largo de la vida. Estos recursos suben fuertemente durante los primeros años, alcanzan una meseta en la adultez media y declinan hacia la vejez debido a los cambios intrínsecos de la edad (Kirkwood, Bond, May, McKeith y Teh, 2008).

Dada la importancia que ha recobrado en las últimas dos décadas el estudio de los aspectos salugénicos en el ser humano, no sólo por la psicología como ciencia, sino también a través de nuevas políticas de salud pública, es que se propone evaluar el capital psíquico con un instrumento nuevo, en una población específica de Argentina. Asimismo, a través de esta medición se podrán verificar algunas de las premisas que se tienen sobre este constructo, como por ejemplo, si se trata de recursos variables en el tiempo.

Objetivos

La investigación se propuso dos objetivos principales: a) analizar psicométricamente la escala Capital Psíquico (CAPPSI) y b) verificar diferencias significativas por grupos de edad, sexo y nivel educativo.

Método

Participantes

La muestra intencional y no probabilística estuvo compuesta de 614 sujetos de ambos sexos, residentes en la Ciudad de Santa Fe, Argentina, quienes participaron del estudio de forma anónima y voluntaria. El 51,1% (N=314) de los participantes pertenecía al género femenino. La media de edad para ambos sexos fue de 43,19 (d.t. 13,27), con una mínima de 20 y una máxima de 75 años. La distribución por rango de edad se puede observar en la Tabla 1. En cuanto al nivel de estudios alcanzado, más del 50% de los encuestados informaron tener por lo menos estudios universitarios incompletos (ver Tabla 2).

Tabla 1. Distribución de la muestra por rango de edad

Tabla 2. Distribución de la muestra según el nivel de estudios alcanzado

Diseño e instrumentos

Se utilizó un diseño exploratorio-descriptivo-correlacional. La variable dependiente estudiada fue el capital psíquico, y su comportamiento de acuerdo al género, edad y nivel educativo de los participantes.

Vera Poseck (2006a) argumenta que uno de los desafíos que enfrenta la Psicología Positiva es el desarrollo de instrumentos válidos y confiables que permitan evaluar los recursos y las emociones positivas, con el fin de desarrollar modelos sobre la psique humana más funcionales, dinámicos y saludables. Precisamente, para evaluar el capital psíquico se utilizó la escala autoadministrable CAPPSI, desarrollada por Casullo (2006b), la cual mide cinco categorías: a) capacidades cognitivas para adquirir y usar formas de conocimiento, donde se incluyen la creatividad, la curiosidad, la motivación para aprender y la sabiduría; b) capacidades emocionales para desarrollar proyectos que impliquen superar obstáculos, como la honestidad, la autoestima, la persistencia y la resiliencia; c) habilidades cívicas para lograr una mejor participación ciudadana, a través del liderazgo, la lealtad, el compromiso y la prudencia; d) capacidades para establecer vínculos interpersonales, a través de la inteligencia emocional, el amor, el sentido del humor, la empatía y el altruismo; y e) sistemas de valores como metas que orientan los comportamientos, sustentados en el sentido de justicia, la capacidad de perdonar, la gratitud y la espiritualidad.

Procedimiento

La instrucción dada a los participantes para responder el cuestionario fue la siguiente: Lea las frases siguientes. Responda marcando con una cruz una de las tres opciones; elija la qué, a su criterio, describe mejor cómo es usted. El instrumento evalúa el capital psíquico a través de cuarenta ítems, los cuales se puntúan a través de una escala tipo Likert de tres puntos (i.e., casi nunca, a veces y casi siempre).

Resultados

Validación de la escala CAPPSI

Para cumplir con el primer objetivo, se realizó un análisis de componentes principales del instrumento sobre las puntuaciones de las cinco sub-escalas (i.e., capacidades cognitivas, emocionales, cívicas, interpersonales y de valores), el cual arrojó la presencia de un solo factor bien diferenciado que explica un 66,93% de la varianza total de la prueba. Los índices de adecuación muestral son significativos, por lo cual se aplicó un análisis factorial sobre las medidas (KMO= 0,870, Prueba de Esfericidad de Bartlet Χ2(10)= 1479,58; p<0,001). En la Tabla 3 pueden observarse las comunalidades (H 2 ) de cada sub-escala y la carga factorial luego de la extracción.

Tabla 3. Carga factorial y comunalidad de la prueba

En primer lugar, se observa que las variables están bien representadas por los factores, dado que las comunalidades se ubican en torno al 57% o superiores. En cuanto a las cargas factoriales e interpretación de los factores, es aparente la extracción en un solo factor. Este factor es definido como “capital psíquico” y está representado por una alta carga factorial de las sub-escalas capital emocional, capital interpersonal, capital cívico, capital de valores y capital cognitivo, en ese orden. Asimismo, se evaluó la consistencia interna del instrumento, el cual mostró una alta confiabilidad, con un alpha de Cronbach de 0,9103.

Para el segundo objetivo se propuso hacer una verificación de posibles diferencias significativas por grupos de edad, sexo y nivel educativo en las puntuaciones totales obtenidas en la escala de capital psíquico. El análisis de varianza no mostró diferencias significativas en género F(1, 612)= 2,723; MSE= 513,39; p=,10; pero sí arrojó diferencias en la edad F(4, 609)= 31,302; MSE= 429,85; p<0,001. En la Tabla 4 pueden observarse las medias para cada rango de edad y en la Figura 1 se verifica la evolución curvilínea del capital psíquico a través del ciclo vital adulto.

Tabla 4. Medias según el rango de edad

Figura 1. Evolución del capital psíquico a través del ciclo vital adulto

Las diferencias halladas entre los rangos de edad se aprecian entre los sujetos de 20-29 años y el resto de los rangos etarios; en este caso, los sujetos de éste período etario presentan los puntajes más bajos siempre. Los sujetos de 30-39 años presentan diferencias significativas con respecto a los de 40-49 y 50-59, pero no con los de más de 60. En este caso, los sujetos de 30-39 presentan puntajes inferiores a los de 40 y 50 años. Los sujetos de 40 no se diferencian significativamente de los de 50, pero sí de los de más de 60; en este caso, los sujetos de 40 años presentan puntajes superiores a los de 60. Por último, los sujetos de 50 años se diferencian significativamente de los de 60, mostrando puntajes superiores a ellos. En la Tabla 5 pueden observarse las diferencias significativas en el capital psíquico por rangos de edad.

Tabla 5. Diferencias significativas en el capital psíquico por rango de edad

Asimismo, se realizó un análisis de varianza para determinar la existencia de diferencias en el nivel educativo alcanzado y las puntuaciones totales obtenidas en la prueba. El análisis de varianza mostró diferencias en los niveles educativos F(3, 610)= 3,362; MSE= 508,96; p<0,05. En la Tabla 6 pueden observarse las medias para cada nivel de estudios y en la Figura 2, la evolución del capital psíquico de acuerdo al nivel académico alcanzado.

Tabla 6. Medias según el nivel de estudios

Las diferencias halladas entre los sujetos con diferentes niveles educativos se aprecian entre el nivel de educación primario y el resto de los niveles. En este caso, los sujetos que únicamente terminaron la escuela primaria y los que no lo hicieron presentan los puntajes más bajos en capital psíquico. También se aprecia una diferencia entre los sujetos con nivel secundario y terciario: estos últimos presentan mejores puntajes. La Tabla 7 muestra las diferencias significativas en el capital psíquico según los niveles académicos.

Figura 2. Evolución del capital psíquico de acuerdo con el nivel académico alcanzado

Tabla 7. Diferencias significativas en el capital psíquico según los niveles de estudio

También se verificaron interacciones entre el nivel educativo alcanzado y el género de los sujetos en las puntuaciones de capital psíquico. El análisis de varianza detectó una interacción entre ambos factores F(3, 606)= 4,181; MSE= 498,61; p<0,01. En la Tabla 8 pueden observarse las medias para cada nivel de estudio y género.

De acuerdo con la interacción obtenida, las mujeres que tienen un nivel educativo primario se diferencias significativamente de los hombres con el mismo nivel académico t(20)= 2,777; p<0,05: los hombres presentan puntajes significativamente mayores que las mujeres. Las mujeres y los hombres con nivel secundario no se diferencian significativamente t(197)= ,704; p=,48. Las mujeres con nivel terciario se diferencian significativamente de los hombres con nivel terciario t(79)= 2,860; p<0,01: aquí las mujeres presentan puntajes significativamente mayores a los hombres. Por último, las mujeres con nivel universitario presentan puntajes significativamente mayores a los hombres con nivel universitario t(283)= 2,518; p<0,05 (ver Figura 3).

Tabla 8. Medias según nivel de estudio alcanzado y género

Figura 3. Puntuación del capital psíquico según género y nivel educativo

Finalmente, se realizó un análisis de varianza para determinar la existencia de interacciones entre la edad de los sujetos y el género, en las puntuaciones de capital psíquico. El análisis de varianza detectó una interacción entre ambos factores F(3, 606)= 4,181; MSE= 498,61; p<0,01. En la Tabla 9 pueden observarse las medias para edad y género.

Tabla 9. Medias para rango de edad y género

De acuerdo con esta interacción entre el género y la edad, a los 20 años las mujeres presentan puntajes significativamente mayores a los hombres, quienes presentan puntajes muy bajos t(88)= 6,954; p<0,001. A los 30 años la diferencia desaparece entre hombres y mujeres t(118)=,248; p=,80. A los 40, se aprecia una diferencia levemente significativa entre hombres y mujeres, a favor de los varones, quienes puntúan por encima de las mujeres t(178)= 1,961; p=0,05. A los 50 años la diferencia significativa se invierte a favor de las mujeres, quienes puntúan superior a las hombres t(82)= 3,364; p<0,01. Y a los 60 o más, la diferencia se vuelve a invertir en favor de los varones, quienes presentan puntuaciones significativamente mayores a las de las mujeres t(102)= 4,848; p<0,001 (ver Figura 4).

Figura 4. Puntuación del capital psíquico según género y grupo etario

Conclusiones y discusión

En primer lugar, se destaca que, si bien el capital psíquico estaría conformado por cinco constructos principales (i.e. capacidades cognitivas, emocionales, cívicas, interpersonales y de valores), éstos están representados por un solo factor bien diferenciado, denominado capital psíquico; es decir, estos componentes se comportan de forma integrada a la hora de evaluarlos mediante el instrumento utilizado en la investigación. Asimismo, la escala CAPPSI presenta una alta confiabilidad (alpha de Cronbach de 0,9103), y puede ser utilizada para evaluar el capital psíquico en población adulta mayor de 20 años de la Ciudad de Santa Fe, Argentina.

Si bien para la presente investigación se utilizó una muestra relativamente grande y distribuida de forma bastante equitativa a lo largo del ciclo vital adulto, debe considerarse, la escasez de este tipo de estudios en el ámbito local y latinoamericano, con su replicación en otras muestras y poblaciones.

A partir del análisis psicométrico realizado, los resultados muestran que el género no determina diferencias significativas en el capital psíquico de las personas, esto es, varones y mujeres son similares en su potencial para desarrollar sus recursos psíquicos. Por otro lado, sí se verifican diferencias significativas por grupos de edad. Las personas entre 20 y 29 años presentaron los puntajes más bajos, mientras que aquellas entre 40 y 49 años obtiuvieron los puntajes superiores, lo que evidenció un incremento del capital psíquico desde la juventud hasta la adultez, en coincidencia con los estudios presentados en el presente trabajo. En relación con el nivel educativo, los sujetos que solo tienen completa la escuela primaria puntúan significativamente más bajo que quienes alcanzan niveles superiores de estudio, lo que verifica la influencia y la importancia de la educación en la adquisición de capacidades.

Si bien la investigación no arroja diferencias significativas entre varones y mujeres, sí se encuentra una interacción entre el género de los participantes y el nivel educativo alcanzado en las puntaciones del capital psíquico. Así, dentro del subgrupo que sólo tiene completa la primaria, los varones puntúan significativamente mejor que las mujeres. No obstante, existe una diferencia a favor de éstas dentro del subgrupo que informa tener estudios terciarios y universitarios. Esto parecería indicar que las mujeres resultan más beneficiadas en su capital psíquico que los hombres al alcanzar estudios superiores.

Por último, existe una interacción significativa entre el género y la edad en las puntuaciones de la escala. Entre los 20 y los 29 años, las mujeres muestran un capital psíquico significativamente mayor que los varones, diferencia que desaparece a los treinta, se vuelve a favor de los hombres a los cuarenta, se vuelca nuevamente hacia las mujeres en los cincuenta y favorece nuevamente a los varones después de los sesenta. Estos resultados muestran que las mujeres, al inicio de la vida adulta, cuentan con un capital psíquico más importante que los hombres, quienes se emparejan a partir de los 30 años. Por otro lado, los varones logran su máximo capital psíquico a los cuarenta, su período de consolidación laboral, mientras que las mujeres desarrollan todo su potencial a los cincuenta, tal vez porque muchas emprenden estudios superiores en esa etapa del ciclo vital femenino. Finalmente, hacia la vejez, si bien la tendencia general es al declive de los recursos, los varones parecen no padecerlo tanto como las mujeres.

A partir de los resultados obtenidos, la evidencia indica que los factores y procesos que constituyen el capital psíquico no son fijos o predeterminados, sino que fluctúan a lo largo del ciclo vital adulto, como postulan Kirkwood et al. (2008) y están influenciados por la experiencia y la educación (Casullo, 2006; Kirkwood et al., 2008). Por lo tanto, el acceso a niveles altos de estudio y formación facilitaría la adquisición de capacidades cognitivas, emocionales e interpersonales, que estarían disponibles como recursos eficientes para afrontar la adversidad y resolver problemas. De este modo, la promoción y desarrollo de factores protectores de la salud mental deberían ser incluidos como metas en las políticas públicas, tanto educativas como de salud, de Estado que procure el bienestar social de sus ciudadanos.


Referencias

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