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Avances en Psicología Latinoamericana

versión impresa ISSN 1794-4724versión On-line ISSN 2145-4515

Av. Psicol. Latinoam. v.28 n.1 Bogotá ene./jun. 2010

 

La transición a la edad adulta en Colombia: una lectura relacional

The transition to adulthood in Colombia: A relational reading

Daniela Marzana*
Andrés M. Pérez-Acosta**
Elena Marta***
María Isabel González**

* Universidad Católica de Milán (Italia). Correo electrónico: daniela.marzana@unicatt.it.

** Universidad del Rosario (Colombia).

*** Universidad Católica de Milán (Italia).

Recepción: 20 de enero de 2010
Aceptación: 10 de abril de 2010


Abstract

In last decades, young adults have become in a matter of debate and social and developmental research, both in psychology and related disciplines. This recent interest is justified in the contemporary trend of industrialized Western societies to prolonged adolescence and delay the onset of common adult roles. However, in emerging countries like Colombia, there are very few studies, mostly based on surveys. Based on the relational-intergenerational perspective (set by Vittorio Cigoli and Eugenia Scabini), this research explored qualitatively by semi-structured interviews the transition to adulthood of 40 Colombian young adults: 20 women and 20 men. Results were compared with the dominant contemporary theory in this field (“emerging adulthood” in developed countries, proposed by Jeffrey J. Arnett), which does not predict the results of a developing country like Colombia. In contrast, there was a strong presence of family support as a key characteristic for the transition to adulthood in Colombia, a phenomenon that arises naturally from the relational-intergenerational theory.

Keywords: young adults; emerging adulthood; relational-intergenerational perspective; crosscultural research; semi-structured interview; Colombia.

Resumen

Los adultos jóvenes se han convertido, en las últimas décadas, en un asunto de debate e investigación evolutiva y social, tanto en psicología, como en otras disciplinas relacionadas. Este reciente interés se justifica en la tendencia contemporánea de las sociedades occidentales industrializadas a la prolongación de la adolescencia y la postergación del comienzo de roles adultos comunes. No obstante, en países emergentes, como Colombia, los estudios son muy escasos, la mayor parte basados en encuestas. Con base en una perspectiva relacional-intergeneracional (establecida por Vittorio Cigoli y Eugenia Scabini), la presente investigación exploró cualitativamente, mediante entrevistas semi-estructuradas la transición a la vida adulta de 40 adultos jóvenes colombianos, 20 mujeres y 20 hombres. Los resultados fueron confrontados con la teoría contemporánea dominante en este campo (la “adultez emergente” en países desarrollados, propuesta por Jeffrey J. Arnett), la cual no predice los resultados de un país en vías de desarrollo como Colombia. En cambio, se encontró una fuerte presencia del apoyo familiar como característica fundamental para la transición a la adultez en Colombia, fenómeno que se deriva naturalmente de la teoría relacional-intergeneracional.

Palabras clave: adultos jóvenes; adultez emergente; perspectiva relacional-intergeneracional; investigación transcultural; entrevistas semiestructuradas; Colombia.


Introducción

Los adultos jóvenes y la adultez emergente se han convertido, en las últimas décadas, en un asunto de debate e investigación evolutiva y social, tanto en psicología, como en otras disciplinas relacionadas (cfr. Arnett, 2000; Scabini, Marta y Lanz, 2006). Este reciente interés se justifica en la tendencia contemporánea de las sociedades occidentales industrializadas a la prolongación de la adolescencia y la postergación del comienzo de roles adultos comunes (Arnett, 2000; Fierro Arias y Moreno Hernández, 2007).

Si bien puede definirse de forma general este período de reciente interés como la “transición de la adolescencia a la adultez” (Arnett, 1997; Scabini, Marta y Lanz, 2006; Harwood, 2008), no es lo mismo hablar de “joven adulto” que de “adulto emergente”. Estos dos conceptos se pueden confundir fácilmente, pues tienen una intersección en su definición: mientras que “adulto emergente” corresponde al período de 18 a 25 años (Arnett, 2000, 2004; Fierro Arias y Moreno Hernández, 2007), “adulto joven” suele definirse para el período de los 20 a los 29 años (Scabini, Marta y Lanz, 2006; Comisión Económica para América Latina y el Caribe, 2008).

Sin embargo, la definición de estos conceptos va más allá de una delimitación de edad. En las teorías clásicas del desarrollo humano emergió, primero (aunque también vagamente), el concepto de adulto joven, para definir la etapa posterior a la muy estudiada y teorizada adolescencia. Arnett (2000) destaca las contribuciones de tres autores del siglo XX: Erik Erikson (1968), Kenneth Keniston (1971) y Daniel Levinson (1978).

Erikson se resistió, normalmente, a especificar períodos de edad, pero sí mencionó la “adolescencia prolongada” propia de las sociedades industrializadas. Kenniston, por su parte, planteó una teoría de la “juventud” (youth) concebida como un período, entre la adolescencia y la adultez, de continua experimentación de roles y marcado por una tensión entre el sí mismo (self) y la sociedad. Finalmente, entre los autores clásicos, Levinson definió el amplio período de 17 a 33 años como la “fase novicia” (novice phase) del desarrollo, cuya meta ineludible es la transición al mundo adulto y la construcción de una estructura estable de vida.

En la actualidad, gracias al trabajo del académico norteamericano Jeffrey Jensen Arnett,1 ha cobrado vigencia e importancia el concepto más delimitado de “adultez emergente” (ver Arnett, 2000, 2004; Fierro Arias y Moreno Hernández, 2007). Arnett define la adultez emergente como un período del desarrollo humano entre los 18 y los 29 años, claramente diferenciado de la adolescencia (l que rompe con la visión de Erikson) y de la adultez joven (lo que lo separa de Levinson). Los adultos emergentes exploran una variedad de posibles direcciones de vida en el amor, el trabajo y las visiones del mundo. Sin embargo, esto no supone, necesariamente, una actitud de tensión o rebeldía (como supuso Keniston). Arnett (2000, 2004) plantea que el concepto de “adultez” emergente se sustenta tanto teórica, como empíricamente, y se constituye así en un aporte novedoso a las teorías del desarrollo humano (ver Arnett, 1997; Fierro Arias y Moreno Hernández, 2007).

Si bien la teoría de Arnett goza de gran popularidad, no es la única visión contemporánea sobre la transición de la adolescencia a la vida adulta. En Italia, particularmente en Milán, se ha desarrollado una teoría diferente sobre la transición, basada en las relaciones familiares: la perspectiva relacional intergeneracional (Cigoli y Scabini, 2006; Scabini, Marta y Lanz, 2006). Este enfoque se separa de las teorías norteamericanas del desarrollo, las cuales se caracterizan por buscar etapas fijas e irreversibles del desarrollo. Desde esta perspectiva, se deben enfatizar las transiciones más que las etapas, las cuales pueden ser reversibles y, en todo caso, explicadas por la dinámica intergeneracional, es decir, por la red de relaciones con las generaciones previas y posteriores. Esta visión es teórica y empíricamente compatible con el estudio de Harwood (2008), efectuado entre jóvenes de Singapur que estudiaron en universidades australianas.

A pesar de sus divergencias, las teorías desarrolladas a lado y lado del Atlántico comparten un elemento común: el reconocimiento de la influencia de determinantes externos “macro” en el desarrollo humano, como la sociedad, la cultura y la historia. Tanto Arnett (2000, 2004), como los defensores de la perspectiva relacional-intergeneracional (Cigoli y Scabini, 2006; Scabini, Marta y Lanz, 2006) evocan las grandes transformaciones históricas de la adolescencia y de la familia en Occidente, como justificación de un cambio en las teorías clásicas del desarrollo humano, basadas en etapas fijas que experimentan los individuos a lo largo de su ciclo de vida. Con base en esta premisa, surge la necesidad de efectuar estudios transculturales que permitan apreciar el rol de las sociedades particulares en el desarrollo de los individuos, en este caso de los adultos jóvenes.

Estudios transculturales sobre adultos jóvenes

Recientemente, Fierro Arias y Moreno Hernández (2007) efectuaron un estudio transcultural entre España y México, que soporta la teoría de la adultez emergente. Ellos aplicaron una adaptación del Inventario de Dimensiones de la Adultez Emergente (Inventory of Dimensions of Emerging Adulthood: Reifman, Arnett y Colwell, 2007) a una muestra de 720 adultos jóvenes, mujeres y hombres entre 16 y 34 años, con escolaridad entre enseñanza media y posgrado. El análisis de factores arrojado por el instrumento mostró diferencias nacionales, relacionadas con las realidades propias de México (país en vía de desarrollo) y España (país desarrollado).

Desde una perspectiva teórica y metodológica diferente, Harwood (2007) examinó la transición vital en adultos jóvenes de Singapur que estudiaron en Australia y retornaron a su país para trabajar. El concepto de “transición vital” (life transition) se sobrepone al de “etapa” (por ejemplo, la etapa de la adultez emergente), y es compatible con la perspectiva relacional-intergeneracional (Cigoli y Scabini, 2006; Scabini, Marta y Lanz, 2006). Metodológicamente, se aplicaron entrevistas semi-estructuradas en profundidad a 24 estudiantes, en las cuales se exploraron aspectos como el estudio, el trabajo, la familia, las relaciones entre pares, las relaciones personales, la independencia y la adultez. Los resultados se analizaron cualitativamente alrededor de las siguientes categorías que emergieron en las conversaciones: economía de trabajo, educación, familia, Estado, globalización, reflexividad, riesgo, resistencia a los roles, negociación, características individuales e identidad.

Del mismo modo, el estudio de Arnett (2000, 2004) se basó, fundamentalmente, en estudios cualitativos que exploraron las representaciones personales y sociales de la transición a la edad adulta de jóvenes provenientes de distintos países del mundo. El concepto de Arnett (2000, 2004) de “adultez emergente” se basa, principalmente, en estudios transculturales como el de los antropólogos Schlegel y Barry (1991), quienes encontraron una diferencia significativa en la edad media de matrimonio (como indicador de “estabilidad” en la vida) entre países desarrollados y en vía de desarrollo. En los primeros (por ejemplo, Estados Unidos, Canadá, Alemania, Francia, Japón y Australia), la edad media estaba alrededor de los 25 años, mientras que en los segundos (por ejemplo, Egipto, Marruecos, India, Indonesia y Brasil), la edad media encontrada era aproximadamente de 21 años. Por lo tanto, el proceso de transición a la edad adulta varía según el país, en función del estado de avance político, económico y social del mismo. Si se identifica un continum, en un extremo se posicionan las naciones industrializadas (Estados Unidos, Canadá, Australia, Japón y Europa Occidental), que comparten un nivel medio alto de economía y políticas sociales (Arnett, 2000), y en el otro extremo se posicionan los países en vía de desarrollo, como por ejemplo América Latina que reúne en su interior una gran variedad de experiencias. En los países menos industrializados Arnett (2000) encuentra una asociación menor entre la prolongación del tiempo dedicado a la formación personal y la demora para la elección del matrimonio y la paternidad. Los investigadores encontraron en estos países altos niveles de homogeneidad respecto al tiempo de la transición a la edad adulta a partir de la adolescencia, hasta los 30 años. En seis países en vía de desarrollo –República Dominicana, Ghana, Colombia, Kenya, Perú y Camerún– existen evidencias del alcance de un mayor nivel de desarrollo en la educación; tal objetivo educativo no se tiene en cuenta lo suficiente por parte de las fuerzas económicas que determinan la transición a la edad adulta en estos países (Grant y Furstenberg, 2007).

Datos como estos le permitieron a Arnett establecer la etapa de adultez emergente de 18 a 29 años como propia de los países industrializados y distinta del concepto tradicional de adultez joven. Aún se encuentra en vía de exploración el proceso de transición en los países pertenecientes al otro. El trabajo de Arnett subraya el “proceso” de convertirse en adulto y lo indaga a través de entrevistas semiestructuradas en profundidad. Arnett (2004) propone cinco “características externas” que tradicionalmente, desde el punto de vista social, se perciben como marcadores necesarios para ser adultos, así como tres características subjetivas que los adultos jóvenes identifican como los marcadores para definirse adultos. Los cinco marcadores externos son: 1) dejar la casa de los padres, 2) casarse o convivir, 3) convertirse en padre o madre, 4) completar la escolarización, 5) tener un trabajo de tiempo completo. Sin embargo, ellos también identificaron tres características principales, subjetivamente percibidas como indispensables para considerarse adultos, por parte de los jóvenes. Ellas son: 1) asunción de responsabilidades; 2) capacidad para tomar decisiones autónomas; y 3) independencia económica.

Finalmente, queremos destacar un reciente estudio sobre juventud y cohesión social en 18 países de Iberoamérica (más España y Portugal), contratado por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe –CEPAL– (2008), y ejecutado por la Organización Iberoamericana para la Juventud. Es importante aclarar que esta investigación, a diferencia de las anteriores, no está enfocada en el desarrollo humano, sino en los aspectos socio-económicos que influyen en los jóvenes iberoamericanos de 18 a 29 años (adultos jóvenes). El periodista colombiano Vargas (2008) sintetizó los resultados así:

El joven latinoamericano promedio es una persona muy desconfiada, que vive con una sensación de discriminación bastante elevada y a quien la democracia no parece seducir del todo. Pero al mismo tiempo, y paradójicamente, cree en la movilidad social a partir del esfuerzo individual; suele estar orgulloso de su país y es muy optimista frente al futuro inmediato y de largo plazo.

El panorama que arroja la CEPAL (2008) sobre la juventud iberoamericana sería compatible con la teoría de la adultez emergente de Arnett (2000, 2004), en el sentido de que el concepto no sería aplicable en estos países, aún clasificados como en vía de desarrollo. Sin embargo, rompe completamente con la visión de etapas, pues la situación de la juventud iberoamericana está marcada por la inestabilidad y los cambios repentinos, positivos y negativos, por ejemplo, la alta incidencia de maternidad adolescente y desplazamiento por la violencia, frente a mayores oportunidades de empleo y ascenso social (no necesariamente legales), incluso más que en muchos países desarrollados. Esta inestabilidad, sumada a la enorme importancia que dan los jóvenes a sus familias, hacen más compatibles los resultados del estudio con la perspectiva relacional-intergeneracional (Cigoli y Scabini, 2006; Scabini, Marta y Lanz, 2006), que se basa en transiciones reversibles y enfatiza en las relaciones familiares.

Adultos jóvenes en Colombia

Los estudios psico-sociales sobre adultos jóvenes en Colombia son escasos, según los resultados de las búsquedas en bases de datos académicas. Sin embargo, encontramos datos de este país en el estudio previamente citado de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (2008), una encuesta contratada por la revista periodística colombiana Semana (2008), titulada “País Joven”, realizada a 800 adultos jóvenes colombianos entre 20 y 30 años; y, finalmente, un estudio cualitativo llevado a cabo en la Universidad San Buenaventura, Cali (Ossa Ramírez, 2009).

Del estudio de la CEPAL se pueden extraer los siguientes datos de la juventud colombiana: altos niveles de maternidad adolescente, homicidios y mortalidad por accidentes de tránsito, niveles medio-altos de desempleo y de incidencia de VIH-SIDA, nivel medio de pobreza y suicidio. Además, se identifica que los jóvenes colombianos son conscientes de esta situación pero que, al mismo tiempo, son más optimistas hacia el futuro (Semana, 2008). Es una generación contradictoria pues aunque esperanzada, también se distancia de las instituciones políticas y religiosas, y no muestra héroes a quienes imitar.

Siguiendo una metodología diferente, Ossa Ramírez (2009) abordó específicamente la crisis del proyecto de vida académico y las nuevas formas de identificación en diez estudiantes universitarios de Cali. Este estudio de caso se basó en el enfoque interaccionista social y en el construccionismo psicológico. El investigador de la Universidad San Buenaventura encontró que el proyecto de vida actual de estos jóvenes colombianos es cada vez más sensible a la flexibilidad, la experimentación, el hedonismo y las interacciones múltiples, poniendo en tela de juicio la idea moderna de “identidad estable”, propia de las generaciones inmediatamente anteriores. El resultado de estos nuevos estilos de vida es una crisis por el distanciamiento entre la cultura escolar y la cultura cotidiana entre estos jóvenes, siete mujeres y tres hombres entre 19 y 25 años, estudiantes de la carrera de psicología.

La necesidad de nuevos abordajes metodológicos

En una época de globalización, parece que el “modelo de transición a la edad adulta de los países industrializados” se está difundiendo también allí donde, hace solo algunos decenios, era culturalmente impensable. Es evidente que cada contexto comunitario rechaza tal “modelo” para resaltar su propio contexto familiar y cultural. ¿Cómo afrontan las distintas generaciones de jóvenes, en los diversos contextos culturales, la transición a la condición adulta? y ¿cuáles son las recaídas en términos individuales, familiares y comunitarios?

Puesto que la adultez emergente es un campo nuevo para los investigadores, no sólo representa un modo novedoso de mirar aquella franja de edad que va de la adolescencia a la edad adulta, sino que también ofrece la posibilidad de reexaminar los métodos que han sido utilizados clásicamente en la investigación social con adolescentes. En realidad, como lo subrayan Arnett (2005) y Ossa Ramírez (2009), no se trata simplemente de transferir los instrumentos y las medidas utilizadas con los adolescentes a la nueva muestra de adultos jóvenes. En lo particular, el estudioso promueve y anima el uso de métodos cualitativos, específicamente de las entrevistas semiestructuradas. Hay muchos buenos motivos para usar este método de investigación específico: 1) los métodos cualitativos y las entrevistas, en este caso concreto, son los más indicados cuando se estudia un fenómeno poco conocido o aplicado en un contexto del que se conoce poco (Briggs, 1989); 2) las entrevistas representan la mejor forma para relevar informaciones útiles para la eventual construcción de un cuestionario, allí donde sea necesario resaltar los datos cuantitativos; 3) como lo demuestran muchas investigaciones (Arnett, 1994, 1997, 1998, 2001, 2002, 2003; Facio y Micocci, 2003; Mayseless y Scharf, 2003; Nelson et al., 2004; Ossa Ramírez, 2009), los adultos jóvenes hablan de sí y de sus relaciones usando un punto de vista interno y bastante complejo. Enfocar tal capacidad introspectiva resulta difícil, si no imposible, con un cuestionario pre-estructurado; 4) finalmente, las entrevistas suministran una comprensión inmediata de la variabilidad existente entre los adultos jóvenes. Existe poco de normativo en la adultez emergente, por lo tanto, se consideran las variaciones consistentes respecto a las características personales, las trayectorias laborales y sentimentales y el desarrollo de la identidad.

La perspectiva relacional-intergeneracional

El presente proyecto de investigación, que asume como marco de referencia teórico la perspectiva relacional-intergeneracional (Cigoli y Scabini, 2006; Scabini, Marta y Lanz, 2006, Arnett, 2004), tiene como objetivo general indagar sobre la configuración asumida por la transición a la edad adulta en Bogotá, la calidad de las relaciones entre la generación de los jóvenes y la generación de sus padres, la transmisión familiar intergeneracional, la red relacional y la participación de los jóvenes en lo social

Objetivos del estudio

El presente trabajo, de naturaleza exploratoria, enfocará particularmente la atención en tres objetivos específicos:

1. Indagar la percepción de los jóvenes de Bogotá respecto a convertirse en adultos, teniendo como referencia la teoría de Arnett: cuándo y cómo se convierte en adulto y qué determina este pasaje.

2. Relevar el proceso de transmisión familiar en términos de los bienes recibidos de la familia de origen y de personas involucradas en la transmisión, así como un fracaso eventual en la transmisión (falta de la transmisión familiar), teniendo como referencia el modelo relacional intergeneracional del modelo relacional simbólico.

3. Verificar si existe una relación entre la percepción frente a convertirse en adulto y los procesos de transmisión familiares intergeneracionales.

Después de tales reflexiones, con el objetivo general de conocer la realidad de un grupo de adultos jóvenes de Bogotá, se efectuó una exploración en una población de 20 a 29 años, con una metodología cualitativa basada en entrevistas a profundidad (de una forma similar al estudio de Arnett, 1997) El análisis de las mismas, mediante un procedimiento cuali-cuantitativo, permitió encontrar los núcleos temáticos específicos para el grupo de participantes en la investigación.

Método

Participantes

Los participantes en la presente investigación fueron 40 adultos jóvenes: 20 mujeres y 20 hombres, de los cuales 20 son trabajadores y 20 estudiantes. La media de edad de los participantes fue de 22,05 (rango de 20 a 27 años), SD= 4.

El 40% de los participantes vive en familia, con ambos padres, y tiene por lo menos un hermano o una hermana. El 28% (10 sujetos) viven en la casa con uno solo de los padres, por la separación de los mismos o por la muerte de uno de ellos; el 17,1% (6 sujetos) vive solo, el 14,3% restante (5 sujetos) vive con algún miembro de la familia extensa (tíos y abuelos).

Entre los participantes estuvo presente un número bastante elevado de núcleos familiares monoparentales: 13 parejas de padres están separadas y 5 son padres viudos.

Procedimiento

Los participantes en la investigación fueron reclutados de manera casual, mediante el uso de algunos criterios de base:

  • Edad de los adultos jóvenes: la edad debía estar comprendida entre los 18 y los 29 años .
  • Estatus laboral: los participantes debían estar equilibrados entre trabajadores y estudiantes.
  • Género: los participantes debían estar equilibrados entre hombres y mujeres.
  • Estado civil: los participantes debían ser adultos jóvenes solteros y sin hijos.
  • Todos los participantes tuvieron un estatus económico y social medio-alto y terminaron, como mínimo, el período escolar.

    Instrumento

    El instrumento utilizado fue una entrevista cara a cara, semi-estructurada, basada en un esquema flexible, un “esbozo”, lo que deja un espacio mayor al entrevistado. Esto favorece la emergencia de los puntos de vista de los participantes, sin ponerles rígidas cadenas respecto al momento, a la secuencia y al modo en el cual se afrontan los argumentos.

    La entrevista presentó una primera parte, para la consignación de algunos datos estructurales: sexo, edad, ocupación y condiciones de habitación (donde vive el joven entrevistado y con quién); y una segunda en la que se propusieron ocho preguntas estímulo a los participantes, que indagaban sobre otras tantas áreas de la vida del adulto joven. Las áreas temáticas indagadas fueron:

  • Historia familiar (personas y eventos importantes en su vida).
  • Trasmisión familiar (elementos recibidos de la familia de origen y personas involucradas en la transmisión).
  • Fracasos en la transmisión (ausencias en la transmisión familiar).
  • Red de amigos.
  • Experiencia asociativa.
  • Autodescripción.
  • Condiciones de adulto joven (cuándo y cómo se convierte en adulto y qué determina ese pasaje).
  • Descripción de su comunidad (evaluación de la comunidad en la cual se vive y propuestas de mejoramiento).
  • Análisis

    Las entrevistas semi-estructuradas se transcribieron en su totalidad y fueron analizadas mediante un análisis descriptivo cuantitativo (frecuencias) y un análisis de contenido.

    El análisis de las entrevistas se concentró sobre algunos aspectos específicos de las mismas: se seleccionaron dos estímulos del boceto de las entrevistas y se profundizó sobre los mismos en términos de análisis de los contenidos que emergieron, a través de la técnica de la categorización que permite identificar algunas categorías de interés en los textos y verificar la presencia y la calidad. Respecto al primer objetivo, relativo a cómo se percibe convertirse en un adulto, las categorías identificadas se relacionaron, especialmente, con la concepción del ser adulto, es decir, según la opinión de los participantes en la investigación, sobre qué es lo que hace que se nos pueda definir como adultos; ellas son:

  • Las características físicas (maduración, envejecimiento).
  • Las características psicológicas (responsabilidad, proyección futura, madurez, generatividad).
  • Las características externas (estatus laboral, condición habitacional autónoma, conformación de una familia propia, experiencias de vida, independencia económica y relacional).
  • Dos categorías ulteriores de la misma área temática se relacionan con la identificación de una edad definida que marca el hecho de convertirse en adulto/a y es el modo en el cual los participantes responden a la entrevista: si se refieren a sí mismos (como adultos jóvenes) hablando en primera persona, o sí, por el contrario, hablan del fenómeno en tercera persona, sin apropiarse.

    En lo que respecta al segundo objetivo, relativo a la transmisión generacional, las categorías identificadas indagan sobre las cosas (materiales y espirituales) que los participantes sienten que recibieron de su familia de origen, cuál persona específica de la familia se hizo cargo de esa transmisión y las ausencias o faltas percibidas.

    Resultados

    Los resultados consideran los análisis realizados sobre las áreas temáticas seleccionadas en el boceto de la entrevista: la condición de adulto joven y la transmisión de la familia de origen.

    Sobre la primera área temática es interesante notar que entre los participantes de la investigación, la concepción de ser adultos está unida, fundamentalmente, a las características psicológicas: responsabilidad, proyección, madurez y generatividad (ver figura 1).2 Resulta particularmente interesante que en casi todas las entrevistas (34 sujetos) se presenta la responsabilidad como un elemento central del convertirse en adulto y la presencia de la madurez (25 sujetos) como otra característica sobresaliente de ser adultos (–creo que soy una persona adulta cuando cumplo con mis deberes, soy responsable de mis actos y pienso bien las cosas antes de llevarlas a cabo –entrevista núm. 2–). También se encontró la generatividad con la cual se ha entendido el impulso para “hacer algo por los otros y por la sociedad” en un buen número de entrevistas (12 sujetos) [–ser adulto quiere decir ser una persona capaz de tomar decisiones, de asumir responsabilidades tanto personales y con la misma sociedad, ser adulto quiere decir estar en la sociedad y ayudar en ella –entrevista núm.16–). Finalmente, la proyección resultó ser una característica muy presente (21 sujetos) expresada como capacidad para identificar y sacar adelante un proyecto de vida definido, es decir, que la estabilidad y la orientación son características adultas que se oponen a la precariedad y a la reversibilidad típicas del mundo de los adolescentes y de la juventud (–una persona adulta tiene un proyecto de vida definido, tiene un objetivo a largo plazo y lucha para ese objetivo –entrevista núm. 3–).

    Con respecto a las características externas (ver figura 2), los participantes hicieron referencia a: el trabajo (10 sujetos) (– me sentí adulta cuando comencé a trabajar, porque ya respondía por mí hasta en el aspecto económico –entrevista núm. 4–), a una casa propia (solo un participante), a constituir una familia propia (11 sujetos), a la experiencia acumulada (16 sujetos) (– creo que una persona adulta es quien tiene ya su experiencia –entrevista núm. 1), a la independencia relacional (12 sujetos) y económica (14 sujetos). Sin embargo, estas características no se presentan con la misma frecuencia que las psicológicas. Entre las características externas, la más citada es, seguramente, la independencia económica, por lo tanto, tener un trabajo y luego una familia, mientras que la necesidad de una casa (entendida como la condición autónoma de vivienda) no se incluye dentro de las características que los participantes consideran fundamentales en la condición adulta (– uno es adulto cuando ya tiene pleno control sobre las responsabilidades, hay una familia que sostener, cuando ya no eres dependiente de nadie mas económicamente –entrevista núm. 29).

    No se identifican características físicas determinantes del estado adulto (solo 6 sujetos reconocen características de este tipo).

    Respecto al momento de la vida en el cual se convierte la persona en adulto, los participantes no identifican una edad específica: sólo 9 participantes identifican una edad que va desde los 18 años, símbolo de la mayoría de edad, hasta los 25 años, en dos casos aislados se identificaron los 40 y los 60 años.

    Finalmente, es interesante notar que sólo 6 participantes hablan de sí mismos en primera persona, los 34 restantes no se definen como adultos, lo que indica que su franja de edad (20-27 años) no está incluida aún en este pasaje, o que, por lo menos, no ven que en este momento el paso se haya completado.

    Un último resultado tiene que ver con la ausencia de significación de la diferencia entre las características psicológicas, las características externas y las físicas entre los adultos jóvenes trabajadores y los estudiantes, y entre hombres y mujeres (Chi Cuadrado de Pearson >.05).

    Respecto a la segunda área temática, relativa a la transmisión familiar y a las ausencias percibidas al respecto, es útil subrayar que entre las cosas que se recibieron de la familia de origen, el aspecto que más señalaron los participantes (24 sujetos) fue el apoyo (– toda mi familia nuclear ha influido de manera particular, gracias al apoyo de ellos he podio llegar a ser la persona que soy –entrevista núm. 19–; – mi mamá ha sido para mi un gran apoyo, mi padre ha sido más un apoyo financiero –entrevista núm. 22–; – de mis padres he recibido mucho apoyo, material y afectivo –entrevista núm. 33–). Dicho apoyo (ver figura 3) es entendido tanto en términos materiales (sostenimiento económico), como emocionales; específicamente, el primer tipo de apoyo se importó al padre o a la figura masculina que lo sustituye (como el tío, el hermano mayor o el abuelo), mientras que el segundo se atribuyó a la madre. Los valores (12 sujetos) se encuentran en un discreto número de entrevistas, en algunos casos se indican genéricamente, pero se refieren a algunos valores específicos como la responsabilidad (5 sujetos), el respeto (4 sujetos), la sinceridad (3 sujetos), la honestidad (5 sujetos), la bondad (4 sujetos), la autonomía (4 sujetos) y la proyección (5 sujetos).

    Figura 1. Características psicológicas

    Con frecuencia, los padres son las personas percibidas como responsables de la transmisión; sin embargo, en muchos casos se trata de uno solo de los padres (debido también al alto número de separaciones). Por el mismo motivo, la ausencia principal se refiere a la figura paternal. Es interesante notar que 4 sujetos indican como falta una mayor independencia y libertad personal, por lo que identifican en las figuras de los padres una tendencia al “hipercontrol”, que impide los mecanismos de individuación y de separación típicos de la edad (– a veces siento que dependo mucho de mis papás, pienso que hubiese sido necesario que me hubieran educado para ser una persona mas independiente, segura y con mas carácter para tomar mis propias decisiones –entrevista núm. 2–; – de mi familia he recibido mucha sobreprotección, lo que ha sido malo, pues por eso mi hermana y yo hemos vivido todo como muy tarde –entrevista n.17–).

    Finalmente, respecto al tercer objetivo, es interesante notar que el análisis del contenido de las entrevistas reveló cierta correspondencia entre las características atribuidas por los adultos jóvenes entrevistados al hecho de ser adulto y las características identificadas en la transmisión parental.

    Casi la mitad de los participantes (17 sujetos) indica como características del convertirse en adulto las mismas reportadas como cosas recibidas de la familia de origen. Específicamente, se refieren a los valores entendidos genéricamente, a la responsabilidad, a la autonomía y a la proyección futura.

    Figura 2. Características externas

    Discusión

    Los participantes en la investigación identifican claramente los marcadores de pasaje a la edad adulta en las características psicológicas, en línea con el trabajo de Arnett (2009) que identifica entre los criterios adecuados para explicar el proceso de transición a la edad adulta la asunción de responsabilidades. Esta última se constituye en la principal característica y se afirma, de paso, en las exigencias adultas de autonomía y autodeterminación que se deducen, especialmente, de la necesidad de responder en primera persona por las propias acciones. La madurez sigue a la característica de la responsabilidad, en el orden de importancia atribuido por los participantes, y se configura, de hecho, como base existencial del crecimiento mental y físico. Es interesante la característica de la proyección futura que reclama la capacidad de proyectarse al futuro y ponerse como directores de su propia vida, en este sentido, en acuerdo con el segundo criterio identificado por Arnett que se relaciona, justamente, con la toma autónoma de decisiones. Por último, también la generatividad presenta una discreta difusión entre los que participaron en la investigación. La generatividad se define como la preocupación y el compromiso de la generación adulta para promover el desarrollo y el bienestar de las generaciones futuras (Erikson, 1968). La capacidad para asumir las responsabilidades propias y, contemporáneamente, ocuparse de los otros, sean ellos familiares o no, es seguramente un ejemplo de la condición adulta y como tal, también es percibido por los participantes en la investigación.

    Contrariamente a lo teorizado por Arnett (2005), quien identificó toda una serie de marcadores de pasaje identificables –como por ejemplo, en la formación de una familia propia, en un trabajo autónomo y en la salida de la casa de los padres–, en el presente trabajo de investigación las condiciones que podemos llamar “externas” vienen después de la adquisición de características puramente psicológicas, como la responsabilidad y la capacidad de proyectar su vida, como ya se mencionó antes.

    Aunque las características de la juventud colombiana no parecen diferir demasiado de la realidad iberoamericana, es interesante destacar un dato que es contradictorio con la visión de Arnett (2000, 2004) sobre la adultez emergente: en Colombia, el comportamiento de los jóvenes frente a las relaciones de pareja y al matrimonio es más parecido al de los jóvenes de países desarrollados. Los jóvenes que participaron en la investigación no están casados ni tienen hijos (como criterios de selección) y no declaran que esos sean elementos que caracterizan la condición adulta. Con esta condición se aprecia, claramente, un punto de quiebre a los 25 años en estos dos aspectos.

    Figura 3. Características recibidas de la familia de origen

    Sin embargo, Colombia no es un país industrializado, es un país en vía de desarrollo o emergente. En este sentido, los 25 años parecen ser un hito vital más generalizado que lo supuesto por Arnett. En este punto es útil considerar el estatus socioeconómico y el nivel de instrucción medio-alto de los participantes de esta investigación: la extracción social, en realidad, podría motivar las diferencias encontradas respecto a lo que se identificó en la revista periodística Semana (2008), la cual encuentra tasas de embarazo muy altas en edades precoces y estilos de vida que denuncian un apoyo familiar escaso.

    Respecto a las características externas que se comprobaron en las investigaciones de Arnett, es interesante resaltar que 14 participantes en la presente investigación mencionaron la independencia económica, que es el tercer criterio identificado por el autor, condición que se ubica en el segundo puesto (después de la experiencia) respecto a tales características. Esto confirma, parcialmente, lo que ha evidenciado en sus investigaciones tal autor.

    Pocos sujetos logran dar una definición numérica de la edad en la cual una persona se convierte en adulto. Respecto a la opinión de los participantes frente a si son las características psicológicas las que determinan la condición de adulto, no se puede dar una definición temporal clara, puesto que dependerá de los procesos personales de maduración.

    En cuanto a la relación con la familia de origen, en línea con el modelo relacional intergeneracional (Cigoli y Scabini, 2006), emerge la centralidad del apoyo. Más de la mitad de los participantes identifica el apoyo, entendido en términos tanto materiales, como afectivo-emocionales, como el elemento central de la transmisión familiar (parental). La calidad de las relaciones familiares, específicamente entre padres e hijos y el apoyo recibido de la familia tienen implicaciones muy importantes en la transición a la edad adulta. Las tareas de desarrollo destinadas a esta fase de la vida son complejas y ricas en retos para el adulto joven: el apoyo familiar en este período es crucial para él/ ella (Scabini, Marta, Lanz, 2006).

    Dada la correspondencia entre las características básicas del ser adulto (los valores, la responsabilidad, la autonomía y la proyección) y los valores mutuos de los padres, es posible plantear la hipótesis de que algunos valores transmitidos por la familia, posteriormente hacen parte de la base de la concepción de sí como adultos. Los trabajos de Flanagan y sus colegas (1998), repetidamente han puesto el acento en la importancia de la familia en los procesos de socialización y transmisión de los valores (véanse también los trabajos de Knafo y Schwartz, 2001, 2003): los padres y los demás miembros de la familia desempeñan un rol crítico al ayudar a los jóvenes a comprender los elementos del “contrato social”, entendiendo con esto último, cómo ven los jóvenes al mundo y a los otros que lo habitan. Es a partir de esta evaluación sobre su estar en la comunidad que el joven siente su pertenencia a ella y su puesto como adulto entre los adultos.

    También es posible plantear la hipótesis de que el apoyo percibido en la familia esté en la base de la experiencia de moratoria de la condición juvenil, en la espera de tener todas las características necesarias para ser adulto. Con este mismo propósito es importante subrayar la falta de libertad personal y de independencia explicitada por un número limitado de participantes (4 sujetos). Aunque se trata sólo de pocos casos, se puede considerar una anotación importante que puede explicar también la vivencia de estancamiento, a menudo unida a la fase del adulto joven y a la falta de empuje.

    Comentario final

    El fenómeno del adulto-joven o del emerging adulthood está muy difundido en Europa, con connotaciones y características específicas de las diversas áreas culturales de este continente (Sur y Norte de Europa). Sin embargo, esto también se está difundiendo con características similares en los llamados Estados en vía de desarrollo y, particularmente, en los países de América Latina donde los jóvenes, en oposición respecto al pasado, permanecen, por lo menos parcialmente, dependientes de sus padres aún después de los 18 años y desarrollan con ellos relaciones que enseñan el apoyo y el calor. Con este propósito, en línea con las investigaciones cualitativas que condujeron Arnett (2000, 2001, 2004) y Ossa Ramírez (2009) se realizó un proyecto de investigación que, a través de entrevistas a profundidad a 40 jóvenes adultos de Bogotá, indagó sobre las relaciones familiares con una óptica intergeneracional, prestando particular atención a los procesos de transmisión intergeneracional y a la transición a la condición adulta en términos de las características de dicha condición.

    El presente trabajo representa una primera exploración de la realidad colombiana que permitió comprender la calidad de las relaciones entre la generación de los jóvenes y la de sus padres, así como identificar cómo se configura la transición a la edad adulta, quiénes son los adultos jóvenes en la realidad particular de Bogotá, cuáles son sus representaciones sobre la condición adulta y cuál la presencia/ausencia de intercambios inter-generacionales. A partir de este trabajo, que ofrece una primera base de datos cualitativos sobre el tema, se considera interesante encontrar nuevas pistas que permitan profundizar en la realidad colombiana, con el objetivo de señalar tanto los aspectos que son de continuidad, como aquellos que son específicos, respecto al denominado modelo de los países industrializados y respecto al panorama de los países en vía de desarrollo.

    NOTAS AL PIE

    1. Para consultar su página personal: http://www.jeffreyarnett.com/about.htm

    2. Las figuras se refieren al número de respuestas que se dieron para cada categoría identificada, todas las categorías son opcionales y no son mutuamente excluyentes.


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