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Co-herencia

versão impressa ISSN 1794-5887

Co-herencia v.6 n.11 Medellín jul./dez. 2009

 

Dossier

 

El Inca platónico y el africano ilustrado. Garcilaso de la Vega, Ouladah Equiano y la Tierra Prometida*

L'Inca platonicien et l'Africain éclairé. Garcilaso de la Vega, Olaudah Equiano et la Terre promise

 

Carmen Bernand

carmen.bernand@orange.fr

Doctora en antropología, Université Sorbonne. Doctora en Ciencias Sociales, Université de Paris 7. Profesora emérita de la Universidad de París Nanterre.

Recibido: marzo 27 de 2009. Aprobado: agosto 19 de 2009

* Este artículo se inscribe en el marco de los trabajos efectuados en el MASCIPO sobre historias conectadas. MASCIPO es un grupo de investigación asociado entre las universidades Paris I y Paris- Nanterre, y la École des Hautes Études en Sciences Sociales. Recibe apoyo del CNRS. La investigación de la que proviene este artículo fue financiada por el Institut Universitaire de France.


Resumen:

A través de la obra del Inca Garcilaso de la Vega y de Olaudah Equiano, este texto analiza la "escritura mestiza". Compuestos por elementos extranjeros a las referencias étnicas de cada uno de ellos, los relatos respectivos se vuelven representativos de las expectativas de los pueblos oprimidos (los Incas vencidos o los esclavos negros), gracias al empleo de una temática universal susceptible de interesar a un número importante de lectores. Por su errancia y por el rol de primer plano que encarna en las Sagradas Escrituras, el pueblo judío se convierte en el modelo ideal de los Incas y de los africanos deportados.

Palabras clave: Incas, Biblia, esclavos, hebreos, Moisés, exilio, Antiguo Testamento, paraíso perdido.


Résumé:

A travers de l'oeuvre de l'Inca Garcilaso de la vega et d'Olaudah Equiano the African, ce texte vise à analyser l'écriture "métisse". Les récits respectifs ont été composés avec des remplois issus de textes très divers et éloignés des considérations ethniques propres aux Péruviens et aux Africains. Cependant l'ensemble obtenu est cohérent et, par son universalité, susceptible de toucher un public très large, qui aurait été dérouté par des références singulières. En raison de leur errance et du rôle de premier plan dans les Saintes Ecritures, le peuple juif devient le modèle idéal des Incas et des Africains, peuples opprimés et vaincus.

Mots clés: Incas, Bible, esclaves, Moïse, exile, Ancien Testament, paradis perdu.


¿Existe una escritura mestiza? Quizás convenga formular esta pregunta de otro modo: ¿cuáles son los requisitos para que un texto pueda ser interpretado bajo dos claves y adquiera un significado universal que trascienda la ambigüedad de sus orígenes? Para ilustrar esta problemática he elegido a dos personajes vinculados con dos extremos geográficos del continente americano, el Cuzco y South Carolina, lugares unidos por la fuerza de la imaginación y la esperanza que los animaron, a Jerusalén y a la Tierra Prometida. Uno de ellos es un mestizo, el Inca Garcilaso de la Vega, a quien he dedicado recientemente un estudio; el otro es un africano esclavizado y manumitido, Olaudah Equiano, alias "Gustavus Vassa", que vivió en la segunda mitad del siglo XVIII, época en que los Comentarios Reales de los Incas gozaron de una gran difusión entre los criollos de América, que vieron en ese libro un alegato en favor de los antiguos americanos. Ambos, por su trayectoria y sus identificaciones, son protagonistas de esa "historia conectada" que desde hace algunos años interesa al mundo académico.

Aunque confieso haber cedido a la tentación de adjuntar al Inca una "segunda persona", apuntando al dualismo andino que tanto interesó a Nathan, el contrapunto africano tiene su lógica interna. Ambos escritores lucharon en defensa de sus respectivos hermanos, condenados al silencio y a la opresión, utilizando por armas las letras, sirviéndose de un idioma -el castellano, el inglés- que no correspondía a sus respectivas lenguas maternas -el quechua, el igbo. Ambos encontraron en el Antiguo Testamento y en las tribulaciones de los hebreos la respuesta a sus interrogantes. Ambos, el mestizo y el liberto, vivieron "desubicados", como sucedió siglos más tarde con Edward Saïd, palestino pero cristiano, cuya lengua materna fue el árabe pero que escribió en inglés (Saïd, 2000).

Garcilaso pertenece al siglo XVI y, como es notorio, su padre fue un conquistador linajudo pero segundón y su madre una princesa inca de rango mediano. Cumplidos los veinte años parte definitivamente de su Perú natal. Ya en España escribirá toda su obra sobre la historia de la Florida y del Perú, cambiando su nombre original de Gómez Suárez por el de Inca Garcilaso de la Vega. Equiano es un hombre africano cuyos padres pertenecen a un linaje de jefes, nacido hacia 1745 en una aldea del interior de la actual Nigeria1 y raptado durante su niñez para ser vendido y deportado en el Caribe. Una vez allí, y bajo el nombre de Gustavus Vassa, emprenderá numerosas travesías comerciales, como esclavo y como hombre libre, ya que a los veinte años aproximadamente logra comprar su libertad con sus propios ahorros. En Londres y el mismo año de la revolución francesa, publicará sus memorias y se convertirá en un militante activo de la causa abolicionista, recobrando su verdadero nombre, Olaudah Equiano, al que añade el epíteto "the African".

Pasemos rápidamente por la experiencia traumática de la infancia de estos dos personajes. Garcilaso ha contado detalladamente lo que fueron los años inciertos de las guerras civiles de los encomenderos, el terror en el que vivieron él, sus hermanas, su madre y los criados, recluidos en la casa del capitán Garcilaso, acusado de defender la causa de los rebeldes. Siendo aún un niño, ve expuesta la cabeza de Gonzalo Pizarro, un asiduo de la mesa paterna, así como los restos descuartizados de Carvajal; su padre se casa con Luisa Martel y entrega a su madre al plebeyo Pedroche. Al morir, el capitán lega a su hijo un dinero para que pueda estudiar en España. Antes de iniciar el largo viaje, el mestizo acude a la invitación de Polo de Ondegardo, quien le enseña las momias de los Incas que acaban de ser descubiertas gracias a una rigurosa investigación. La última imagen de su tierra natal es esa visión espectral que años más tarde describirá con unas palabras que revelan la impresión causada por ese espectáculo sobrecogedor. Ya en España, después de intentar en vano rehabilitar la memoria de su padre y recuperar la renta que le corresponde, se instala en Montilla, en casa de su tío paterno y tras una breve incursión contra los moriscos de las Alpujarras, abandona las armas por las letras.

La infancia de Olaudah con sus siete hermanos transcurre, según sus palabras, en un pequeño paraíso tropical, "a charming fruitful vale" (Equiano, 2007: 49) poblado por gentes honradas y trabajadoras, donde no existen mendigos -eso mismo es lo que dice Garcilaso al hablar del orden incaico. Aún no ha pasado por el rito de iniciación que llama "embrenche" cuando, un fatídico día en que estaba jugando con una hermana en el patio de su casa, irrumpen por encima de la tapia dos hombres y una mujer de su raza y los secuestran. Años más tarde, y recurriendo a las descripciones de Guinea hechas por Anthony Benezet2 para reconstruir el entorno en el cual vivía, Olaudah insistirá en el terror que sintieron entonces los dos niños, que serán separados por sus agresores; relatará su fallido intento de huir, su profunda desazón, hasta el día en que ve el mar por primera vez. Con asombro3 descubre allí unos seres muy feos de piel blanca que llevan a un navío hombres negros engrillados y en hilera. Esa es la última visión de su tierra antes de ser embarcado para la Travesía Media.

La Providencia no quiso que muriera en aquella ocasión. Después de una navegación que se le hace eterna llegan por fin a una isla (Barbados) cuya vegetación le recuerda la de África. Los rumores corren entre los esclavos que los extranjeros van a devorarlos. Por eso, cuál no es su alivio al enterarse que deberá trabajar con otros negros como él, sus countrymen. Afortunadamente el muchachito no será destinado al trabajo agrícola sino al servicio de un marino, el capitán Pascal, quien le da el nombre de Gustavus Vassa4 . Gustavo es listo y observador y en poco tiempo aprende el oficio de marinero, así como el de peluquero y cocinero. A bordo de la nave la cohabitación es estrecha y la amistad dulcifica el cautiverio.

Pero el mayor anhelo de Gustavo es aprender a leer y escribir. Al comienzo cree que los libros "hablan" y se lleva uno a sus oídos constatando con desagrado que permanece en silencio5 . Con un criado de Pascal llamado Richard Baker aprende las bases de la lectura y de la escritura. Ulteriormente un clérigo protestante le enseñará a leer la Biblia, en cuyas páginas descubrirá todos los preceptos morales de su patria africana. Cuando en 1757 el barco de Pascal llega a Inglaterra, Gustavo habla inglés "tolerably well" y ha perdido el temor ante todo lo nuevo: "in that respect at least almost an Englishman". Allí toma consciencia de dos cosas fundamentales: sus derechos y su color. En Inglaterra no hay esclavos y por lo tanto, es teóricamente libre, pero su condición servil reflejada en su piel es indeleble (De la Vega, 1960: 76). Siguiendo el consejo de dos damas protectoras, es bautizado en Westminster6 ; en esa ocasión el clergyman le regala un libro publicado en 1740 sobre la "Instrucción de los Indios"7 . Pascal teme perder a su esclavo, que quiere hacer valer sus derechos en Inglaterra. A traición lo vende a otro marino, el capitán James Doran, que lo devuelve al infierno de las West Indies, donde, citando a John Milton, "no alcanza jamás la esperanza que a todos llega, mas sí une tortura infinita" (Milton, 2000: 102)8 .

Al poco tiempo Doran lo revende a un comerciante cuákero de Filadelfia, Robert King, que lo emplea en su oficio de marinero para transportar mercancías a la costa este de las colonias inglesas. En Savannah el corazón le da un vuelco de emoción al escuchar los sermones del evangelista George Whitefield frente a una muchedumbre compacta en la cual sobresalen los hombres de piel oscura. Este líder metodista forma parte del movimiento de renovación religiosa, "The Great Awakening". Sus prédicas insisten en la regeneración de los nuevos cristianos y están acompañadas de música y cantos que inducen estados de trance. Gustavo, para quien los africanos son un pueblo de poetas, de músicos y de bailarines, está entusiasmado (Equiano, 2007: 45). Un año después, en 1766, Gustavo logra reunir suficiente dinero para liberarse por la cantidad de 40 libras: "I who had been slave in the morning, trembling at the will of another, was become my own master" (Equiano, 2007: 135). Esta fase resume con intensa parquedad la emancipación tan anhelada. Claro está que la libertad de los libertos es frágil, sobre todo en el Caribe donde en cualquier momento el color de su piel puede valerle una nueva captura.

 

La hebraización de los Incas

Dejemos por un momento a Gustavus Vassa saborear las enseñanzas de Whitefield y su reciente libertad para volver al siglo XVI y a la obra literaria de Garcilaso. Es sabido que el Inca se lanzó en la traducción de León Hebreo, un judío ibérico llamado Juda Abravanel, cuyos Dialoghi d'Amore estaban en el índex del Catálogo de la Inquisición por contener muchas menciones cabalistas. Uno de los motivos que lo movieron a emprender ese trabajo fue muy probablemente la atracción que sintió hacia un hombre que, como él, gozó de un estatus ambiguo. La afinidad del Inca con los conversos se refleja en su biblioteca, constituida en su mayor parte de libros prohibidos por la Inquisición. El deber de memoria de Garcilaso y sus lealtades duales convierten al mestizo en un ser próximo de los "cristianos nuevos", que vivían el conflicto entre dos tradiciones religiosas y por lo tanto, condenados al disimulo y al silencio. ¿Pero acaso su madre, la pagana Chimpu Ocllo bautizada con el nombre de Isabel no era también una "cristiana nueva"? La construcción por el Inca de la religión de los antiguos peruanos corresponde a un sistema religioso mixto, construido con silencios y omisiones, que se asemeja mucho a esas "teologías marranas" estudiadas por Nathan Wachtel (Wachtel, 2001). Numerosos son los elementos de los Diálogos de León Hebreo que encontramos en los Comentarios reales de los Incas -religión solar, alegorías, desdoblamientos divinos, simulacros y rol del amor- y que hemos analizado detalladamente en otros trabajos. Aquí nos limitaremos a retomar la comparación implícita en la crónica de Garcilaso entre Cuzco y Jerusalén, que se desprende de la concepción de los Incas como pueblo electo.

Desde el inicio los Incas están ya presentes como pueblo investido con la misión de sacar "a los hombres de la vida ferina que tenían" (De la Vega, 1609: II-19). El astro es el padre natural de Manco Capac y los primeros Incas tienen que ejecutar sus "mandamientos" y "guardar sus leyes" (De la Vega, 1609: I-15). El sol entrega a Manco y a los suyos una varilla de oro, "que donde aquella barra se les hundiese con un solo golpe que con ella diesen en tierra, allí quería el Sol Nuestro padre que parasen e hicieran su asiento y corte". La vara es eje del mundo pero también tiene una función mágica, como el bastón de Moisés con el cual el profeta separa las aguas del mar. Los Incas temen mezclarse con los otros pueblos y para evitar la confusión, imponen a sus descendientes reales ciertas marcas como la perforación y la deformación de los lóbulos, equivalente andino de la circuncisión así como la obligación de casarse dentro del grupo "como las tribus de Israel" (De la Vega, 1609: I-19).

En la organización del imperio incaico la función religiosa se distingue de la militar y administrativa. En el Éxodo (3-18 y ss.) Moisés no puede rendir justicia solo, por lo que necesita una segunda persona, su hermano Aaron elegido por Yahvé para ejecutar los ritos. Garcilaso hace alusión a la existencia de un lenguaje esotérico. El Inca nos dice que los soberanos peruanos tenían dos lenguas, la "lengua general" y otra misteriosa y desconocida del como lo es también el lenguaje de la cábala (De la Vega, 1609: VII-1). Tampoco faltan los sodomitas, a quienes Moisés condena a muerte y también el Inca Capac Yupanqui, hermano de Pachacutec, quien conquista a los Antis y los castiga no sólo allí sino en Huayllas (De la Vega, 1609: VI-11).

 

El templo del Sol y el Templo de Salomón

En el libro III de los Comentarios, Garcilaso describe detalladamente la Casa del Sol. Aunque la palabra "casa" se aplique a todo tipo de morada, es significativo que el Inca recurra a una imagen bíblica, siendo la Casa el primer Templo de los Hebreos cuya construcción Yahvé indica a Moisés. El Templo del Sol fue célebre por su riqueza y antes de detenerse en hacer la descripción, Garcilaso recuerda que en el mundo el Perú fue "con razón famoso, pues a todo él ha llenado de oro y plata, de perlas y piedras preciosas" (De la Vega, 1609: I-15). El Templo del Sol tuvo dos fundaciones, una fue la de Manco Capac y la otra, la de Pachacutec. No hubo "destrucción" del templo pero si un cierto abandono que incitó a Pachacutec a embellecerlo y agrandarlo. Ambos edificios, el templo de Salomón y Coricancha, fueron construidos median-te el tributo de los pueblos, están recubiertos de planchas de oro y la magnificencia y el esplendor se reflejan también en los jardines. "A Moisés mandó Dios que tomase el oro y la plata de los hijos de Israel para la edificación del tabernáculo" (Éxodo, 25). Eso es lo que hacen los Incas, y en particular Pachacutec que decide agrandar y embellecer a Coricancha. Las descripciones del templo del Sol tienen connotaciones hebreas. Allí hay "tabernáculos embebidos en las mismas paredes labra-das de cantería [...] Sentábase el Inca en estos tabernáculos cuando hacían fiestas al Sol [...] Los tabernáculos y todas las puertas que salían al claustro, que eran doce [...], todas estaban chapadas con planchas y tablones de oro en forma de portadas y las otras dos, porque en el color blanco asemejasen a sus sueños, tenían las portadas de plata". El jardín de oro del templo cuzqueño tiene su réplica bíblica en el Templo de Jerusalén con sus palmeras y guirnaldas de flores también de oro (1 Reyes, 6,29-6,30).

Es notable la recurrencia del número doce9 . Según Garcilaso, Huayna Capac habría tenido la prefiguración de la conquista: "Muchos años ha que por revelación de nuestro padre el Sol tenemos que pasados doce reyes de sus hijos vendrá gente nueva y no conocida en estas partes y ganará y sujetará a su imperio todos nuestros reinos y otros muchos [...] También sabemos que se cumple en mi el número de los doce Incas" (De la Vega, 1609: IX-15). Para llegar a esa cifra de doce Incas, Garcilaso se ve obligado a inventar o a incluir a Inca Yupanqui en la serie clásica de las dinastías, eliminando también a los dos hijos de Huayna Capac, Huáscar y Atahualpa. Esa cifra corresponde también a las doce puertas del Templo del Sol. Pero doce son también los signos del Zodíaco, los Césares romanos según Suetonio, los doce apóstoles, las doce virtudes privadas y morales de Aristóteles y, desde luego, las doce tribus de Israel para las cuales Moisés (Éxodo, 24, 4) al concluir la Alianza, levantó un altar al pie de la montaña con doce estelas o piedras erectas.

 

El paraíso terrenal

Garcilaso es un hombre secreto que sugiere sin explicitar. Es significativo de ese proceder el segundo capítulo del libro VIII de los Comentarios, dedicado a los ríos y peces del Perú. Después de mencionar brevemente los peces del Perú, Garcilaso describe los cuatro ríos más largos del mundo: el Magdalena, el de Orellana, es decir el Amazonas; el Marañón y el Río de la Plata. El Magdalena, dice Garcilaso, nace en las "sierras y cordilleras del Perú" y desemboca entre Cartagena y Santa Marta; el río de Orellana también nace en el Perú, en el Cuntisuyo, comarca que se extiende al sur-oeste del Cuzco. Garcilaso se explaya sobre las proporciones majestuosas del río, que los naturales llaman "Apurimac", es decir, "el señor que habla", o "Capac mayu", siendo "capac" un atributo de los emperadores incas y por lo tanto el Amazonas es el "emperador de los ríos", que desemboca en el Atlántico siguiendo la línea equinoccial. El Marañón también desemboca en el océano aunque un poco más al sur, y nace en los lagos, alimentados por los glaciares, que se encuentran en el oriente del Perú. El último, el Río de la Plata, surge de la "increíble cordillera de sierra nevada" del Perú. Aun cuando Garcilaso piense que el Amazonas y el Marañón forman un mismo río, como lo afirmaba con autoridad Joseph de Acosta en su Historia natural y moral de las Indias, los distingue. La razón es evidente: necesita destacar cuatro ríos similares a los que bañan el Paraíso Terrenal, según el Génesis. Hubiese sido lógico elegir al Orinoco pero en ese caso no habría podido hacerlo nacer del Perú, cuya posición edénica quiere resaltar.

Que haya querido sugerir una correspondencia entre el Paraíso y el centro del Perú (el Cuzco) está fuera de duda. A cada uno de esos ríos atribuye un rasgo típico. El Magdalena está caracterizado "por la furia con que corre"; el Orellana, por su curso majestuoso; el Río de la Plata "tiene grandísimas crecientes con que anega los campos y los pueblos". El Marañón no posee ningún rasgo específico sino el de nacer "al oriente". Ahora bien, si tomamos la descripción del Paraíso terrenal que hace Flavio Josefo, un autor que Garcilaso frecuentó, y cuyo estatus ambiguo de judío romanizado se parecía mucho al suyo de Inca hispanizado, advertimos que los atributos de los cuatro ríos del Edén son los siguientes: "estrechez y rapidez" para el Tigris, modelo del Magdalena; "inmenso río de abundancia" para el Ganges, cuya réplica es el Amazonas; "dispersión" del Ufrates, equivalente a las crecientes del Río de la Plata; y por último el Gihôn, que los griegos llaman Nilo y cuyo nombre vernácula significa "el que mana del oriente", tiene su doble americano en el Marañón. (Josèphe, 2000: 13-14). La geografía simbólica del Perú está esbozada en este postrer capítulo sin que ninguna indicación suplementaria sustente la analogía.

Cuatro ríos que manan de las cordilleras del Perú y que delimitan, como los del Edén, las Cuatro Partes del Mundo, que es el nombre del imperio Incaico, Tahuantinsuyo, siendo el Cuzco "el ombligo de la tierra". El territorio evoca un cuerpo humano, un microcosmos, íntimamente relacionado con el macrocosmos del Universo, de tal modo los cuatro continentes, Europa, Asia, África y América, y los cuatro puntos cardinales están reproducidos en los cuatro barrios "por tal orden y concierto que, bien mirados aquellos barrios y las casas de tantas y tan diversas naciones como en ellas vivían, se veía y comprendía todo el Imperio junto, como en el espejo o en una pintura de cosmografía" (De la Vega, 1609: VII-9). Tal construcción intelectual revela la conformidad con las leyes inalterables de la geografía cósmica y permite identificar al Cuzco con Jerusalén, nunca nombrada pero presente en filigrana bajo las alegorías y las sugerencias. Si Cuzco es una nueva Jerusalén, entonces comparte con ella la dimensión mesiánica. En su similitud intrínseca con la ciudad sagrada, Cuzco constituye una réplica del proyecto divino, una réplica antártica pero no menos venerable.

 

Las letras como arma de combate

La escritura para Garcilaso es una manera de corregir los errores de los cronistas, que no han "mamado" la leche como en las costumbres de los Incas, pero también es la ocasión de probar, a través de su caso personal, que los hombres oriundos del Nuevo Mundo tienen capacidades semejantes o superiores a los del Viejo. Estos propósitos los desarrolla en los diferentes proemios, siendo el último, el que precede la "Historia del Perú", el más combativo puesto que está dirigido a los Indios, los mestizos y los criollos, es decir a los americanos en oposición a los españoles. El texto lanza un llamado a la movilización moral, intelectual y militar de ese pueblo mixto10 : "a los cuales todos como a hermanos y a amigos, parientes y señores míos ruego y suplico se animen y adelanten en el ejercicio de virtud, estudio y milicia [...] Y de camino es bien que entienda el mundo viejo y político que el nuevo, a su parecer bárbaro, no lo es ni ha sido sino por falta de cultura". Explicando la segunda razón que lo mueve a escribir esta "Historia" -el celebrar las heroicas hazañas de los conquistadores-, Garcilaso se dirige a los descendientes (es decir a los mestizos como él) quienes "afilarán sus aceros con nuevo brío y denuedo para imitar las pisadas de sus mayores, emprendiendo grandiosas proezas en la milicia de Palas y de Marte y en la escuela de Mercurio y de Apolo [...] llevando adelante el buen nombre de su linaje, que parece traer su origen del cielo, adonde como a patria propia y verdadera deben caminar por este destierro y valle de lágrimas y poniendo la mira en la corona de gloria que les espera, aspirar a llevársela entrando por picas y lanzas, sobrepujando dificultades y peligros [...]". La bella prosa del Siglo de Oro recubre la asperidad de la esperanza mesiánica en el pueblo electo, esta vez mestizo de Incas y de conquistadores.

Las letras también son para Gustavus Vassa la posibilidad de denunciar ante el público los horrores de la trata. Pero contrariamente a Garcilaso, el africano no se contenta con escribir sus memorias sino que milita en favor de los suyos, alentado por la corriente abolicionista que sacude Inglaterra a fines del siglo XVIII. La independencia de los Estados Unidos y la proclamación de la igualdad de todos los hombres no han suprimido la esclavitud. Cada año unos 100.000 esclavos son vendidos en el sur, en las mismas ciudades como Savannah y Charleston, donde Whitefield incendió los ánimos con sus promesas redentoras. Nuestro héroe está cansado de navegar: ha surcado el Mediterráneo, ha llegado hasta Groenlandia, ha vuelto a atravesar el Atlántico e intentado convertir a los Miskitos de la costa de Nicaragua. Ahora es un hombre religioso, que solicita ser enviado como misionero a África y obtiene el apoyo del gobernador Mac Namara. A pesar de esta recomendación de peso, el reverendo Robert, obispo de Londres se niega a ordenarlo "from some scruples of delicacy" (¿su condición de liberto?). Es entonces cuando estalla el escándalo del "Zong".

Ese barco negrero zarpó de São Tomé en 1781 con una carga de 440 esclavos. Durante la travesía, muchos cautivos enfermaron y murieron. El capitán Collingwood sabía que el seguro no le reembolsaría el precio de los muertos por enfermedad o malos tratos. Sólo podía hacer valer que su "carga" hubiera perecido ahogada. Para evitar la pérdida del capital invertido, el capitán ordenó que juntaran a los 54 enfermos en peor estado -y por lo tanto invendibles- y que los arrojaran al mar encadenados. Ya en Jamaica, vendió los 248 sobrevivientes y reclamó la indemnización por los ahogados11 . Las cosas hubieran podido quedar así de no haber sido porque los testigos, impresionados, contaron lo que habían visto a Gustavo, que tenía amigos en el medio marinero. Ni corto ni perezoso, tomó contacto con el abolicionista Granville Sharp, partidario de Benezet, y ambos atacaron a Collingwood, sin poder obtener su condena.

Después del episodio del "Zong" Gustavo reanudó por algún tiempo la vida de marino y en Filadelfia visitó la escuela fundada por Anthony Benezet para la educación de los negros. En aquella ciudad se proyectaba devolver a África a los antiguos esclavos. Estas ideas alcanzaron los medios abolicionistas de Londres y se organizó un viaje para conducir a un centenar de libertos a Sierra Leona. Pero las pésimas condiciones que se ofrecían a los pasajeros transformaron un proyecto filantrópico en una pesadilla. Gustavo se negó a acompañarlos para no enfrentarse con los negreros instalados en los puertos africanos. En 1788 escribe a la reina Carlota para solicitar su compasión "for millions of my African countrymen who groan under the lash of tyranny in the West Indies", y firma su carta "Gustavus Vassa, The Oppressed Ethiopean" (Equiano, 2007: 211). Ese mismo año publica en el periódico londinense The Public Advertiser una crítica violenta del sistema esclavista de las West Indies.

 

Lost Paradise

Su autobiografía se inscribe dentro de esta campaña militante y la primera edición, que costea con sus propios fondos, sale en 1789. Como lo hiciera mucho antes Garcilaso, Gustavo agrega su nombre verdadero, Olaudah Equiano y el epíteto "The African". El libro obtiene un éxito inmediato, es reeditado varias veces y traducido al holandés. El texto no fue ajeno a la decisión del Parlamento británico de limitar el tráfico negrero (pero no de suprimirlo). En Estados Unidos los cuákeros y la Pennsylvania Society for Promotig Abolition, dirigida por Benjamin Franklin, piden al Congreso la abolición de la trata. Equiano recorre Inglaterra e Irlanda promoviendo su libro y se casa con una inglesa, Susannah Cullen. En este contexto de campaña política surgen, para desacreditarlo como falsario, los infundíos que lo declaran nativo de las West Indies y no africano. Equiano hace frente, discute y rebate.

La narración no posee la sofisticación intelectual ni el estilo de la obra de Garcilaso, aunque la prosa es elegante y amena. Es un relato de sus aventuras y desventuras en doce capítulos (¿réplica de los doce libros de John Milton, poeta inspirado en el neo-platonismo y en la cábala cristiana?), una denuncia, a través de su caso personal, de las crueldades infligidas a los africanos, designados bajo ese término general que prescinde de las diferencias étnicas mencionadas en el primer capítulo de su autobiografía. Como lo hiciera antes que él Garcilaso, Equiano hace ostentación de modestia y solicita "the indulgent attention of the public", temiendo que las descripciones aburran. Pero otro aspecto de esta autobiografía resulta significativo en el cotejo del africano con el Inca: la importancia de la Biblia y del milenarismo implícito en el poema épico de John Milton al cual hace alusión, merece que nos detengamos un momento.

El "Paraíso perdido" de John Milton aparece citado en tres ocasiones. En los tres casos los versos vienen en apoyo de su denuncia de las torturas infligidas a los esclavos. El paraíso perdido es indudablemente África y la vida fácil que evoca en el primer capítulo: naturaleza lujuriante, música, poesía y danzas. Pero los versos citados emanan de Satán, desterrado del paraíso, y del discurso con el que exhorta a sus "legiones". El personaje de Satán recibe en el poema de John Milton un tratamiento particular que fue destacado por los poetas románticos del XIX. Satán, el exilado, es el mal necesario para que la humanidad avance y sacuda la tiranía de un Dios omnipotente -Milton era antimonárquico y partidario de la República de Cromwell. Una de las razones del dicho discurso es la alternativa que se les ofrece, de recuperar el paraíso perdido o de instalarse en la Tierra (el caos ya que la Tierra aún no ha sido creada por Dios). Los sermones de Satán contienen temas mesiánicos que debieron tener un eco en las especulaciones de Equiano puesto que el ángel caído alude a la creación de un nuevo mundo y de un hombre nuevo según una antigua profecía12 . El discurso de Satán conviene perfectamente a la evocación de la condición de esclavo: "for what peace will de given/to us enslav'd, but custody severe/and stripes and arbitrary punishment/ inflicted. What peace can we return?"13 . Para John Milton, el pueblo electo es Inglaterra y en cierto modo Equiano retoma esta idea en su capítulo final, cuando insta al gobierno a abolir la esclavitud y desarrollar, en cambio, el comercio con África, que resultaría beneficioso a todos. Lo que preconiza Equiano no es un retorno a una situación inicial y edénica sino la creación de un mundo nuevo dominado por la libertad, en el sentido de John Milton, un mundo protegido por Inglaterra y basado en la reciprocidad.

De ahí que la cuestión del mestizaje sea para Equiano un punto fundamental. En varias ocasiones el africano habla con simpatía de las uniones mixtas, que él mismo contrajo. Para ilustrar ese punto de vista Equiano recurre a la autoridad de Moisés, en la carta enviada a James Tobin y que firma "Gustavus Vassa the Ethiopian and the King's late commissary for the African settlement". El Profeta efectivamente se casó con una extranjera, Sippora, del país de Madiân, con la cual tuvo un hijo, Guerchom, cuyo nombre significa "residente de allá". Equiano identifica a Sippora como Etíope, aunque el país de Madiân queda al este del golfo de Akaba, en el norte de la península arábiga14 . El paralelismo entre africanos y judíos no se limita al casamiento exógamo de Moisés puesto que para él ambos pueblos tienen puntos en común. La circuncisión, los ritos de purificación que sus compatriotas celebran "as the Jews", la sabiduría de los mayores, el destierro y los sufrimientos que lo acompañan y la analogía le resulta tan evidente que "alone would induce me to think that the one people had sprung from the other" (Equiano, 2007: 52).

De esta rápida comparación se desprende la idea "políticamente incorrecta", que para dar a oír la voz de los que la historia ha enmudecido es necesario pasar por una mediación universal, que en este caso son las Sagradas Escrituras repensadas por el neo-platonismo y el protestantismo, con el ejemplo paradigmático del pueblo hebreo, electo pero desterrado y perseguido. Una mediación que permite la identificación con los excluidos aunque sea en detrimento de la identidad de éstos. Si Garcilaso hubiera escrito en quechua, si Equiano hubiera tratado de transcribir sus tribulaciones y su indignación en el idioma de los Igbo, sus alegatos habrían sido considerados como "más auténticos" por aquellos que hoy buscan "otra manera" de hacer la historia. Auténticos tal vez, pero inaudibles.

 

Notas al pie

1 Nos basamos en lo que dice el propio autor en The Interesting narrative of the life of Olaudah Equiano, written by himself. Ed. or., London 1789. (Equiano, 2007). También utilizamos la excelente traducción de Celia Montolío, publicada en Madrid por las Ediciones Miraguano en 1999.

2 Se trata de Some historical account of Guinea, publicado en Filadelfia en 1771. El autor es un cuákero nacido en el norte de Francia. En Filadelfia Benezet militó a favor de la abolición de la esclavitud y fundó en 1750 la primera escuela destinada a los hijos de los esclavos.

3 El término que utiliza es "astonishment" que en esa época corresponde al sentido fuerte y ambiguo de "asombro", terror que deja sin habla, que espanta y que trastorna.

4 Gustavus Vassa fue un noble sueco que luchó contra Dinamarca en los años 1520. Ese nombre fue popularizado en Inglaterra en el siglo XVIII gracias a una obra de teatro, "Gustavus Vassa the Deliverer of his Country". Lo que para Pascal era una broma de mal gusto (un sueco/un negro, un libertador/un esclavo) creo que para el interesado fue una señal del destino, como puede inferirse del último capítulo de su narración.

5 "I have often taken up a book and have talked to it and then put my ears to it when alone, in hopes it would answer me; and I have been very much concerned when I found it remained silent". (Equiano, 2007: 96). Esta escena, cuyo modelo es el malentendido trágico entre Atahualpa y el Padre Valverde en Cajamarca, es mencionada en otros relatos de esclavos como los de James Albert Gronniosaw (1772) y Ottobah Cugano (1787). Es posible que este tópico haya sido difundido en Inglaterra a través de las traducciones de la Historia del Perú de Garcilaso: "el rey (Atahualpa) lo tomó, y le ojeó y le puso al oído, y como vio que no le hablaba, lo echó a tierra". (De la Vega, 1960: 52).

6 El acta de bautismo indica que Gustavo es originario de South Carolina. Este dato sugirió a Vincent Carretta que Equiano había probablemente mentido respecto a su patria de origen. Sin embargo esta prueba no es fehaciente ya que puede tratarse de un error o de una confusión voluntaria para borrar la identidad africana vinculada con la condición servil y preferir une "criolla". En todo caso él reivindicó toda su vida su origen africano.

7 Se trata del libro de Thomas Wilson, The knowledge and practice of christianity made easy for the meanest mental capacities or an essay towards an instruction for the Indians. Ed. or., London, 1740. Este libro está redactado en forma de diálogo entre un Indio americano y un cristiano.

8 "Hope never comes/That comes to all, but torture without end / still urges".

9 Número simbólico utilizado por los filósofos neo-platónicos y los cabalistas cristianos. (Yates, 1987: 144-146).

10 "Prólogo a los indios mestizos y criollos de los reinos y provincias del grande y riquísimo imperio del Perú". (De la Vega, 1960: 11-13).

11 Robert J. Allison en la introducción a (Equiano, 2007: 14-15).

12 Citemos como ejemplo los versos claramente mesiánicos: "Thrones and Imperial Powers, Offspring of Heaven/ Ethereal Virtues! Or these titles now/Must we renounce, and, changing style, be called/Princes of Hell? for so the popular vote/Inclines here to continue, and build up here/A growing empire" (Milton, 2000: 315).

13 Se trata del libro 2, 332-335, citado en (Equiano, 2007: 113).

14 "Letter to James Tobin, january 28, 1788", en: (Equiano, 2007: 215-218). Exodo (2,11-2, 22).

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