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Co-herencia

versión impresa ISSN 1794-5887

Co-herencia v.7 n.12 Medellín ene./jun. 2010

 

Reseñas bibliográficas

 

VÁSQUEZ TAMAYO, Carlos. La nada luminosa. Fernando Pessoa un poeta de la naturaleza. Medellín: Fondo Editorial de la Universidad EAFIT, 2009. 161 pp.

 

 

Mateo Navia Hoyos

ultimaletra@gmail.com


 

 

Sé tener el asombro esencial
Que tendría un niño si al nacer
Advirtiese que nació de veras
(Caeiro, 1997: 140).

Desde la primera página de la presentación a La nada luminosa. Fernando Pessoa un poeta de la naturaleza, Carlos Vásquez advierte cómo no debe enmarcarse el libro, a saber, ni en el detenimiento en los escritos filosóficos de Pessoa, ni en un análisis sobre el fenómeno de la heteronomía, ni en la utilización de los poemas como objetos, ni en la extracción de los significados filosóficos de la poesía pessoiana, y mucho menos en la formulación de tesis interpretativas sobre Alberto Caeiro -heterónimo de Pessoa-. Antes bien, y en eso sí es categórico, se trata de "hacer resonar la convicción de Pessoa de que resulta más filosófica la poesía que la prosa" (Vásquez, 2009: 9). De este modo, La nada luminosa se plantea como una reverberación, un eco, el espejo de una convicción, ésta es, la poesía, entendida en su remisión al verso, que puede ser más filosofía que los mismos escritos filosóficos en prosa. Así, con este libro, Carlos Vásquez asume un reto: decir en prosa lo que la poesía-filosofía de Caeiro dice en verso.

El tránsito de la escritura de Vásquez se evidencia claramente en la ordenación propuesta en los capítulos: 1. "La realidad no me necesita"; 2. "La metafísica del no saber"; 3. "De parte de las cosas. El objetivismo absoluto de Alberto Caeiro"; 4. "Escribir" y 5. "La sencillez divina". A su vez, cabe mencionar que el libro cuenta con cinco apartados adicionales: Coda: "Las cosas que pasan", Final, Epílogo. Notas sobre el sentido, y Anexo -en el cual se encuentran algunos poemas de Alberto Caeiro leídos por Vásquez-. De este modo, puede decirse que el orden trasluce un movimiento en el cual se transita desde la negación de la realidad hasta una implicación del no saber que se transforma en un objetivismo absoluto, esto es, en una radicalización o penetración paulatina del sí mismo, donde el poeta-filósofo Caeiro encuentra un rayo de luz que ilumina su escritura y su ética.

Resolviéndose por la resonancia, el eco y la reverberación poética en la cual se cuela el contenido filosófico, Vásquez se sostiene en el intervalo de una interpretación atenta a la no deformación de los textos de Caeiro. O, lo que es semejante, ordenando, ligando y relacionando los poemas, se cuida de no traicionarlo, de no tergiversarlo. Traición que podría manifestarse si Vásquez crease conceptos ajenos a la escritura misma de Caeiro. Pero traición que logra ser evitada cuando se pliega al espíritu de la letra, haciendo emerger, con las mismas palabras del poeta, la visión unificada del pensamiento y la sensación.

Y es justamente en el cuidado de la integración del pensamiento y la sensación, que la escritura de Vásquez ronda, puesto que es allí donde la poesía-filosofía de Caeiro deambula. Al respecto de dicha reunión, una cita de Vásquez citando a Caeiro, puede ser ilustrativa:

"El poema es la unidad en la diversidad decir pensar. En momentos así uno dice lo que piensa. Esa unidad es rara y es por eso que hay pocos poemas.

[…] Se yerra en el decir porque no se piensa bien, se oscurece el pensar si uno no lo dice con las palabras que es.

Al igual que fallan las palabras cuando queremos
/expresar un pensamiento,
Así fallan los pensamientos cuando queremos expresar
/una realidad. Pero como la esencia del pensamiento no es ser dicha
/sino ser pensada, Así la esencia de la realidad es existir, no ser pensada. Así, todo lo que existe, simplemente existe. Lo demás es una especie de sueño que tenemos,
Una vejez que nos acompaña desde la infancia.
/de la enfermedad.
(Caeiro, Pessoa, 1997: 277).

[…] Escribir no es un gesto, una pose o actitud que uno adopta. Como si se tratase de algo que uno sabe hacer. Tampoco es un hábito. Es más bien algo que a uno le pasa, una ocurrencia y no una experiencia". (Vásquez, 2009: 83-84).

De este modo, puede sugerirse que con dicha reunión acontece un desplazamiento de la concepción filosófica abarcadora, que superpone el fluir de la sencillez de un alma con el movimiento fluido de la existencia. Pero también, desalojo del pensamiento que, al abandonar toda metafísica, continúa siendo mística, sólo si acaso, como dice Caeiro: "Mi misticismo es no querer saber/Es vivir y no pensar que vivo" (Caeiro, 1997: 160-161). De allí que el análisis de Vásquez devele el sentido, no como lo haría el filósofo remitiéndolo al saber, sino encausándolo hacia los sentidos, hacia la mirada. "Aprender a sentir es el camino. El primer paso es la recuperación de la mirada" (Vásquez, 2009: 20). De esta manera, leer a Caeiro consiste en seguir una escritura que esquiva el pensamiento, no para apartarse de él, sino para albergarlo en la percepción, en la mirada.

Pero una mirada que no tiene la pasividad de la contemplación, sino una extensión, la capacidad para posarse en las cosas y escucharlas, descubriendo en ellas sus propios sonidos, sus propias palabras. En la estela de estas precisiones de Vásquez puede referirse un acercamiento que dice lo indecible, que revela un misterio que no se deshace con su nombramiento. Llega a decir el autor: "Decir lo indecible es la vocación de los poemas de la serie del Guardador de rebaños. Así como revelar el misterio sin que deje de serlo. La poesía no calla: dice lo que calla. No se refugia en lo invisible, lo ofrece a lo visible" (Vásquez, 2009: 77).

Remisión a lo visible que se manifiesta en la ligazón que Caeiro establece con la existencia, pues, "[p]ara Caeiro [el sentido] es la existencia" (Vásquez, 2009: 143). Pero, a su vez, como una existencia que se reconoce en la encrucijada de una contradicción central.

""La única afirmación es ser. Lo que existe, simplemente existe" (Pessoa, 1997: 271). Esa afirmación reflejada es la aspiración suprema de Alberto Caeiro y "ser lo opuesto a eso es lo que no quisiera ser" (Caeiro, Pessoa, 1997: 271)" (Vásquez, 2009: 150). Unificación que se experimenta en la existencia mediante el hecho de que "somos" -ser- y "estamos" -existir- en un mundo que podemos comprender en la medida en que nos relacionamos -siendo y existiendo- con él y en él. Comprensión que, luego del rodeo metafísico -porque está "más allá de lo físico"-, y ontológico -porque refiere de quien existe, su inscripción en el ser-, se revierte en una ética de lo existencial. Así, Vásquez propone una ética en Caeiro, que corresponde a:

"[l]a afirmación de la inasibilidad de todo. De las cosas a mí. De mí a mí. Una ética de la separación.
Al ver, es eso lo que experimento: las cosas no son mías y yo no me pertenezco.
Poco a poco el campo se ensancha y se dora.
La mañana se pierde por las desigualdades de la llanura.
Soy ajeno al espectáculo que veo: lo veo.
Es exterior a mí. Ningún sentimiento me une a él,
Y es ese el sentimiento que me une
/a la mañana que aparece
(Caeiro, Pessoa, 1997: 305).

Ahí está la clave. En determinar ese sentimiento. Un sentimiento sin sentimiento. ¿Qué lazo de unión es ese? La separación. Uno que une separando. Son expresiones paradójicas con las que Caeiro pone a prueba la capacidad del lenguaje para decir lo que desborda" (Vásquez, 2009: 114).

De este modo, lo que está en cuestión con la ética que Vásquez anuncia en Caeiro, corresponde a la imbricación del sentimiento y el pensamiento, en un determinado tratamiento del lenguaje con el cual se logra decir el desbordamiento de lo que no puede decirse, esto es, el exceso de la exterioridad inasible e imposible de objetivar o sistematizar. Pero una ética que, a su vez, teniendo una fuerza importante desde la estética, -en el sentido de la experiencia que puede tenerse del mundo-, puede desembocar en una pasividad que no se refiere, de manera práctica, a acciones concretas. Pues si bien dice Vásquez envuelto en la luz de Caeiro: "No hago nada. No pienso en nada y no espero nada. El tiempo va pasando. Los instantes se suceden y me atraviesan" (Vásquez, 2009: 132), dicha declaración, al referir una interesante fusión con la experiencia que se puede tener del mundo en términos estéticos, no logra ser provechosa, tal como una ética lo requeriría, para ahondar en la cuestión sobre cómo pueden los seres humanos vivir juntos en el mundo.

A este último respecto, hacia el final de su libro, Vásquez le da la palabra a Álvaro de Campos -otro heterónimo de Pessoa-, ofreciendo una luz en la comprensión de la ética en Caeiro. Cito algunos extractos:

Maestro, mi querido maestro
Corazón de mi cuerpo intelectual y entero.
Vida del origen de mi inspiración.
Maestro, ¿qué ha sido de ti en esta forma de vida?
[…]
Maestro mío, mi corazón no aprendió tu serenidad.
[…]
Maestro, sólo sería como tú si hubiera sido tú.
[…]
La calma que tenías, me la diste, y fue mi inquietud.
Me libertaste, pero el destino humano es ser esclavo.
Me despertaste, pero el sentido de ser humano es dormir.
(De Campos, Pessoa)" (Vásquez, 2009, pp. 133-135).

En esta perspectiva, con las palabras de De Campos que exhortan la calma y la serenidad, en medio de la inquietud propuestas por Caeiro, -las cuales pueden asumirse incluso como un despertar y una liberación del destino esclavo del ser humano-, sólo podrían constituirse en una ética desplegada en el vivir juntos, si todos estuviesen despiertos. Pero dado que el sentido de ser humano es dormir, parece que asistimos al derrumbamiento de la ética propuesta por Caeiro.

Para finalizar, simplemente apuntar que, si bien el análisis de Vásquez sobre la ética en Alberto Caeiro no es desarrollado de manera suficiente, debe reconocérsele que su lectura señala el derrumbamiento de la comprensión abarcadora del pensamiento, exalta el éxtasis de los sentidos -que albergan también pensamiento- invitándonos a releer a Caeiro, y propone que, en la estela de sus palabras, comencemos a despertar, iniciemos el proceso de que nuestros párpados vayan despegándose suavemente, tal como le sucedería a un niño si al nacer/Advirtiese que nació de veras.

 

Referencia adicional a la reseñada

1. Pessoa, Fernando (1997) Poesía. Selección, traducción y notas: Herederos de José Antonio Llardent. Madrid: Alianza.

 

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