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Co-herencia

Print version ISSN 1794-5887

Co-herencia vol.9 no.16 Medellín Jan./June 2012

 

RESEÑA

 

CONDE, Francisco Javier. El hombre, animal político. Madrid: Ediciones Encuentro, 2012

 

 

Jesús Adolfo Guillamón Ayala

 


Magnífico libro ha tenido a bien reeditar la editorial madrileña Encuentro, situándolo como el primer volumen de la colección Mínima Política. En él, además de realizar algunas correcciones y estructurar la obra de forma más manejable para el lector, se ha encargado del estudio preliminar el profesor Jerónimo Molina, como ya hiciera con otras obras del mismo autor, Teoría y sistema de las formas políticas e Introducción al Derecho político actual, hace unos pocos años. En esta introducción, se nos ofrece un recorrido biográfico, intelectual y político por Francisco Javier Conde, sencillo, directo y profundo. Propio de quien tiene un riguroso conocimiento del autor y de su obra. Con su lectura conseguiremos enmarcar correctamente este libro en la trayectoria vital e intelectual de Conde, entre la actitud intelectual del realismo político, el fracaso en la vida de actividad política (¡cuántos sabios no habrán ido a Siracusa!) y el olvido arrastrado hasta casi nuestros días. Y digo casi, porque, según lo que hemos dicho, no son pocos los que honran a Conde y su trabajo intelectual, de gran mérito. No en vano señala el profesor Molina que este libro es un pequeño clásico contemporáneo.

Conde, que en el prefacio explicita su gratitud intelectual a Xavier Zubiri, advierte que el libro no es tal, que se trata de una adición de fragmentos donde podremos encontrar temas sugestivos, pero que no están más que esbozados y que a continuación trataremos de exponer de la mejor forma posible.

Libro reducido por su tamaño, pero enorme por su alcance, valentía y profundidad, Conde llega hasta la grieta abierta por los griegos en la roca para descubrir una gruta, adentrarse en ella, palpando por el acontecer humano, y para poner luz en la cueva hasta ahora ignota.

A esto nos referimos. Entiende Conde que hasta ahora, empezando por los griegos con Aristóteles a la cabeza, el intelecto humano se ha posicionado frente a lo político tratándolo como un hecho, un factum. Así, su estudio ha de revelarnos de qué se trata eso de la política. Como alguien que observa una imagen que no adivina a reconocer, los griegos recortaron de la realidad todo aquello que tenía que ver con la política, le dieron forma y pudieron decirnos ''esto es''.

También Conde hizo algo parecido – no sólo eso, pero también eso – en su libro Teoría y sistema de las formas políticas (Comares, Granada 2006). En él, su autor, impregnado de zubirismo, recorre el continuo realizar político del hombre, describiendo sus formas y mecanismos de funcionamiento. Pues bien, todo lo dicho en Ciencia Política hasta El hombre, animal político, acerca de la naturaleza política del hombre es que ''es''. Incluso Conde, había asumido siempre el ser político del hombre como un hecho. Es decir, sí, es cierto, el hombre es un animal que siempre hace política. Más, si queremos dar respuesta a la pregunta de si el hombre es un animal político o no, debemos dar un paso más allá y preguntarnos: ¿Por qué?

Sin reservas, Conde alaba, parte del paso helénico de gigantes que dio la humanidad al intentar descubrir lo que las cosas son en sí, llegando a la respuesta de que la naturaleza de las cosas es su fin. De forma abreviada, para los griegos, las cosas no son lo que nosotros vemos (potencia) sino su perfección (acto). Todo objeto tiene un fin, una potencia que perfeccionar. En el ámbito político a la griega, la comunidad de hombres tenía una potencia política, cuya naturaleza era llegar a ser comunidad política, perfecta, y que ellos identificaban con la pólis gobernada por el nómos, que el lógos ha hecho emerger. Pero para Conde esto no es suficiente. Por un lado, los griegos obviaron una parte inmensa de la realidad formada por experiencias de convivencia social más básicas, más radicales; pero, sobre todo, siguen sin dar respuesta al por qué. De acuerdo, el hombre es un animal político; pero, ¿por qué es inexorablemente político?

Para empezar, la actividad humana no se construye sobre la razón pura. La realidad se presenta al hombre como un todo problemático, como algo susceptible de mejora. Así, el hombre idea proyectos que puedan ayudar a la realización de esta. Estos proyectos se configuran desde la experiencia de mejora propia, desde la búsqueda de la perfección, desde la eternamente inacabada búsqueda de la felicidad. Por tanto, el hombre no es una razón aislada, sino, en categoría de Zubiri, inteligencia sentiente y volente. Que se enfrenta con la realidad como un todo superable en el que está inmerso, confeccionando, seleccionando y poniendo su voluntad en la realización de unos proyectos y no otros. Con cada proyecto, el hombre transforma su realidad y a sí mismo, descubriendo nuevos problemas que resolver, nuevos espacios que explorar, configurando un maratón eterno de proyectos que a tientas, con gran esfuerzo, va desarrollando el hombre, y del que se destila una idea de perfección del hombre y de la convivencia. Es decir, un orden político. Es el orden político, por tanto, una realidad variable, plural, desarrollable. Por ello, nunca podremos obtener ni una sola idea política de la descripción de la convivencia como realidad estática, sino de la perfección de esa convivencia, en función de la perfección humana.

Una vez que ya tenemos al hombre, inteligencia sentiente, que va llevando a cabo los proyectos posibles dentro de su realidad social de convivencia, para que pueda realizar esta labor e ir definiendo poco a poco el orden político, sólo necesita ya una cosa más: tiene que poder. Necesita poder. Pero no como una posesión material que utiliza a su antojo, sino como la fuerza con que una posibilidad mueve al hombre. Al hombre individual. El hombre no actúa en el vacío, lo hace desde un cuerpo social que delimita las posibilidades sociales. Es un hombre que con su apoyo o su resistencia configura un orden político mayoritario. Un hombre modalizado por la habitud continúa de reciprocar, que actúa socialmente. Pero que, como ''sujeto inmediato del hacer político'', es hombre individual.

El hombre como inteligencia sentiente y voluntad tendente, que elige entre el manojo de posibilidades sociales y que dispone de fuerza para la realización de un orden político determinado, también exige que el poder sea legítimo y sus acciones justificadas. Y esta justificación es de orden moral: las acciones y el poder políticos están justificados en cuanto que sean buenos. Es decir, el orden político sólo está justificado si perfecciona el bien común, si perfecciona el bien del hombre, su felicidad. Así, finalmente, afirma Conde: ''El hombre es un animal político porque es un animal moral''. ''He ahí como el hombre es de facto un animal político [lo político como factum], tiene que serlo [por su naturaleza, fin o télos], puede serlo [se mueve en las posibilidades sociales existentes, dejándose impregnar por la fuerza para llevarlas a cabo] y debe serlo [ya que, como animal moral legitima la perfección del bien común y la felicidad]''.

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