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Co-herencia

Print version ISSN 1794-5887

Co-herencia vol.11 no.21 Medellín July/Dec. 2014

 

RESEÑA BIBLIOGRÁFICA

 

Elliot, John (2012). Haciendo historia. Madrid: Taurus.

 

 

Paola Ruiz

Candidata a Doctor en Historia, El Colegio de México

Haciendo historia no es un testimonio biográfico a la manera del realizado por Eric Hobsbawm en sus Años interesantes, sino una original reflexión en torno al quehacer del historiador, los retos que supone la escritura del pasado y el horizonte actual de la disciplina histórica hecha a partir de un recorrido por el propio trabajo historiográfico del autor.

A través de los siete capítulos que integran el libro, Elliot aborda los dilemas a los que se enfrenta todo historiador: ¿cómo escoger un tema de investigación? ¿Cómo resolver el problema de la imparcialidad y empatía, en especial cuando se emprenden trabajos biográficos? ¿Cómo llevar a cabo el equilibrio necesario entre la descripción y el análisis? ¿Cómo hacer uso de conceptos problemáticos como nación, estado e imperio, por solo mencionar algunos? ¿Cómo abordar el estudio del pasado a partir de fuentes no escritas como la imagen? A estas preguntas de no fácil respuesta se suman retos como el representado por la relación entre historia y política: aun cuando el trabajo del historiador tiende a la imparcialidad, sus preocupaciones académicas estarán siempre ligadas aunque en grados diversos, a las inquietudes y necesidades de una determinada época y sociedad. A este respecto, la tensión inherente a la escritura de la historia nacional es un claro ejemplo de los peligros que encierra poner el pasado al servicio del presente, y la manera como la narrativa histórica puede derivar en un relato apologético y reduccionista.

Otro problema no menor que resalta Elliot, es el empeño de algunos historiadores en observar solamente el objeto de su interés aislando su problema de investigación y dando por sentados ciertos supuestos. Por el contrario, el historiador debe estar dispuesto a dejarse sorprender: las preguntas con las que suele acercarse al archivo pueden ser rápidamente modificadas, alteradas o respondidas de modos diversos a los esperados. Así, una herramienta útil para acercarse de manera creativa al pasado es invertir los términos del análisis: en vez de preguntar el porqué de una revolución, por qué mejor no cuestionar la ausencia de ella. De esta manera, las opciones que tomaron los diversos actores históricos así como los caminos no recorridos, deberían ocupar un lugar importante en la escritura de la historia o al menos en la manera como pensamos el pasado.

Un elemento sin duda interesante es la insistencia de Elliot en ver el conocimiento histórico como el acumulado de un trabajo conjunto de varias generaciones de historiadores. Esta continuidad de la empresa histórica, similar a una carrera de relevos, debería tomar como base una historiografía que deberá ser cuestionada, debatida, rescatada y revisada, a la vez que sumar nuevas preguntas formuladas por nuevas generaciones de historiadores que permitan abrir perspectivas innovadoras incluso sobre temas en los que se creía ya se había dicho la última palabra.

Una de las grandes preocupaciones del historiador inglés que atraviesa todo el libro, es el estado actual de la disciplina histórica y en especial el grado de especialización que ha alcanzado. Si bien ésta es resultado de su positiva expansión y profesionalización, en especial a partir de los años setenta, también ha llevado a una división artificial de los saberes que ha fraccionado el conocimiento histórico. Ello ha derivado en explicaciones parciales de los procesos políticos y sociales, y en diálogos cerrados entre especialistas que le han quitado a la historia su pretensión de totalidad. Dos vías que propone Elliot para superar esta compartimentación son la colaboración académica y la historia comparada. Como el mismo Elliot lo comprobó con su incursión en la historia del arte, la colaboración entre historiadores de diferentes perspectivas permite llevar a cabo una empresa que individualmente no sería posible, una mejor comprensión de un determinado problema y la ampliación de los horizontes de interpretación. Por otro lado, si bien algunos historiadores han recurrido a la comparación implícita, es necesario dejar de rehuir a la comparación explícita pues ella representa una buena forma de poner a prueba una hipótesis, hace posible observar las similitudes, diferencias y causas comunes subyacentes a los procesos sociales, y permite cuestionar la supuesta singularidad de ciertos problemas que ha llevado en no pocas ocasiones, a la distorsión en su comprensión.

Elliot no elude y bien por el contrario retoma la siempre presente tensión entre el enfoque micro y macro histórico. Un acercamiento microhistórico a la manera de la biografía plantea el problema de si el estudio de un individuo puede ser representativo de una sociedad y sus valores, y si a través de él puede obtenerse una imagen más clara, ya sea de la cultura popular o de la culta. Por su parte, las aproximaciones más generales permiten observar los intercambios y las conexiones, así como un universo más rico de posibilidades de las que la historia atlántica pese a sus problemas, es un buen ejemplo. Para Elliot la buena historia no debería optar por alguno de los dos enfoques, sino buscar la interacción de ambas aproximaciones.

De esta manera el libro de Elliot debe leerse ante todo como una placentera invitación a cuestionar el trabajo propio, a replantear los enfoques con los que nos acercamos al pasado y a desentrañar la pregunta de ¿cuál es el fin de la historia y el objetivo del trabajo del historiador? La respuesta del inglés es que el trabajo histórico no debería apuntar a explicar el pasado sino ayudar a comprender la manera como vivieron y pensaron diferentes individuos y sociedades, lo cual implica realizar un esfuerzo por introducirse con imaginación en la vida de una sociedad remota en el tiempo y el espacio, y elaborar una explicación convincente de por qué sus habitantes pensaron y se comportaron como lo hicieron, pues ''la buena historia seguirá dependiendo, como siempre ha dependido, de algo más que acumulación de información y despliegue de conocimiento'' (p. 240)