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Co-herencia

Print version ISSN 1794-5887

Co-herencia vol.12 no.22 Medellín Jan./June 2015

 

RESEÑA BIBLIOGRÁFICA

 

De las señales, de Jaime García Maffla*

 

Juan Manuel Cuartas Restrepo

Universidad  EAFIT jcuartar@eafit.edu.co

 

Para todo poeta resulta atrayente lograr dibujarse a sí mismo como lector. En De las señales (2014), Jaime García Maffla lo ha conseguido. El recurso ha sido la prosa, acaso motivado por el ejemplo de Juan Ramón Jiménez cuando tomó la determinación de que su poema "Espacio" (recogido en la Tercera antolojía poética, 1957), inicialmente escrito en verso, finalmente lo fuera en prosa, en razón de que: "La poesía puesta en verso no ayuda al lector a comprenderla ni a sentirla. Cuando se escribe un poema, para ver el efecto que produce, para ver si efectivamente es poesía, nada mejor que escribirlo en prosa" (Gullón: 1958, 114-115). Desde sus primeros poemarios, García Maffla ha celebrado la forma poética del verso: Morir lleva un nombre corriente (1969), Guirnalda entre despojos (1976), El solar de las gracias (1978), La caza (1984), y de ahí en más. Por tanto, una honda significación subyace en la elección de la prosa para la composición De las señales. Las razones no serían menos ciertas, si se tratara de un escritor que de oficio se expresara en prosa (en la prosa del mundo), como es el caso del escritor checo Milan Kundera, que sostiene: "La prosa: esta palabra no sólo significa un lenguaje no versificado; significa también el carácter concreto, cotidiano, corporal de la vida" (Kundera: 2005). Hay en la prosa una motivación suficiente, que sirve al escritor para entender a su lector, quien participa de la obra precedida por su habituación a usos expresivos como la narración y la descripción. Pero en De las señales, ¿cómo es esto posible?, si no se trata de que García Maffla haya adoptado el género del relato, sino más bien, en el sentido juanramoniano, de la derivación de la poesía en la prosa para ayudar al lector a comprenderla Sin perder de vista el tacto que se debe desarrollar para concitar al lector, el comienzo en De las señales deja entrever las altas exigencias que se le presentarán a éste: "¿Por qué? ¿Cómo ese y este por qué, si hay un Logos que guía toda vida, ahora viene a ser lanzado como una carta sobre el verde tapete de la mesa del juego, sin saberse?" (García Maffla: 2014, 11). La motivación de estos dos interrogantes reside en el azar, que será nombrado de muchas maneras: "esa vida así oscuramente dirigida"; "signos vacíos de la transmutación"; "¿Cuáles las señas, que no fueron ni vistas, ni seguidas [...]?"; "el ideal de la formación del ánimo como un trébol de cuatro hojas". En virtud de las señales que revelan la dimensión del azar, lo invisible se hace visible: "las ornamentaciones al lado de las conversaciones, que ni unas ni otras decían de la fatalidad". De aquí en adelante el vínculo es estrecho entre 'azar y fatalidad' (no entre 'azar y necesidad', como lo indaga la ciencia). Y serán precisamente las señales (portadoras del misterio), el trasunto poético que eslabonará la remembranza de lugares, eventos, voces, vidas y afectos a lo largo de los catorce pasos del poema: "Qué se aguardaba, quién y en los sucesos, aún en la conciencia, en la mente y el ánimo, en cuáles escenarios para dar al final en este sólo y último ¿por qué? en razón de vida" (12).

La memoria de un escritor pertenece a sus lectores, que vuelven al tiempo presente la concatenación de un sentido que, en el caso de García Maffla, puede concurrir en la brevedad de un fragmento de una obra anterior, y que conecta con la abundancia del poema en prosa. Dicho fragmento se deja leer en el poema "La caza", y dice:

¿Y quién, cómo es,

de dónde vino? Díganmelo

pues yo lo ignoro todo,

ignoro todo cuanto hay que saber,

no obstante que

conozca todo cuanto hay que ignorar (García Maffla: 1984).

Interrogar por aquello que se ignora, a la usanza de la docta ignorancia de Sócrates,1 sólo es posible desde el pleno conocimiento de un oficio, que si en el caso de Sócrates es la filosofía, en el de García Maffla es la poesía, porque la poesía es 'preguntona'; interroga las cosas para arrancarles su verdad. Este estado de cosas se ofrece de manera reiterada en De las señales, donde se lee: "¿Por qué? Orígenes, causa y nacimiento no ya de la pregunta, que va hacia un algo, sino del mismo preguntar" (13). El poema revela, por tanto, una estrategia, que consiste en preguntar por las señales de lo ignorado, y que tiene como respuesta, de un lado, la proliferación de los motivos y, de otro lado, la profusión de la poesía. Veamos:

Entre muchos motivos, uno será recurrente: ¿cuáles pudieron ser las señales de vida de personas queridas atrapadas en el vuelo de aviones que les trajo la fatalidad?: "Dos vuelos nocturnos: en un 727 para Liza, desde el norte de América hasta por la mar Atlántico, y en medio una muerte que no puede impedir: es el momento ya de tocar tierra. El otro, sobre el Océano Pacífico, Rochel, en un 747, cuando éste ha perdido todos los indicadores, a 12.000 pies de altura; uno y otro, ahora, en parábola, tienen ante sí, impotentes, el rostro de la adversidad" (15).

Del lado de la poesía, se expresa en De las señales el asombro que suscita el suceso del amanecer, que ingresa con su algarabía de luz y de sonido, y que recupera la fidelidad de las cosas y de la vida misma. Si en otros poetas su elección por un motivo de la experiencia donde se pierda la objetividad de la misma, recae en la noche, como en José Asunción Silva, o en León de Greiff, mientras que en otros es el mediodía, como en Octavio Paz; en el caso de García Maffla es el amanecer de donde brotan las preguntas. Así en "Tres": "Delante de los primeros reflejos del sol en el cristal, que llaman a la vida desde lo deleznable, a alguna fortaleza desde la debilidad ¿cuál, pues, el cómo de ese por qué un desde dónde y las formas de su forma?" (17); como también en "Cinco": "El inicio del día es el encuentro de la consciencia con el tiempo: ¿cuándo si no en un instante límite lo temporal se hace consciente de sí mismo?"(25)

Ahora bien, indagar las señales significa entrar en correspondencia con la memoria ofrecida en la escritura; en tal sentido, De las señales está nutrido de alusiones y rememoraciones que se sobreponen, hacen contacto, fluyen bajo el principio de la fidelidad a su evocación y a su lección más profunda. Todo acaece en el poema dictado por vigorosa y aleatoria corriente de la memoria: "Guambía, San Juan por los salseros, Salamanca, el Cerro de las Tres Cruces o en las afueras de la ciudad el río Aguacatal, Popayán o Andalucía y una calle: Lluvia" (19); "En el siglo XIV, la Nube del No-Saber. El príncipe valiente o Los salmos, Ser y tiempo, Los hijos del Limo, Der Arbaiter, Ben Hur, una Encíclica del Estado Vaticano como antecedentes de los actuales libros de autoayuda; pero no así las cuentas del rosario, que deben ser pasadas una a una con la mente vacía" (21). En De las señales se hace exhibición de múltiples enumeraciones como éstas, en las que se desatiende la lógica del orden, la proporción y las jerarquías, activando en compensación la razón poética de la simultaneidad de todas las experiencias. En su largo oficio con la poesía, García Maffla difícilmente apuntaría a otro resultado que no fuera un espléndido aleph –como lo define Jorge Luis Borges: "El lugar donde están, sin confundirse, todos los lugares del orbe, vistos desde todos los ángulos" (2008, 187). Enumerar así las cosas, los momentos vividos, las obras literarias, los autores, las rutas, los lugares, los interrogantes, las verdades, es presenciarlas en la palabra hasta recoger un inventario desprovisto de interpretación. A este respecto, ya en "Uno", se había hecho explícito que el verdadero móvil del poema corresponde a la desatención a toda suerte de exégesis o interpretación: "El motivo, de 'Movere', de un Poema es siempre objeto de toda vacua exégesis. Aquí han de venir sólo ecos de ecos, líneas imprecisas por las nubes que bajan hasta las cumbres; manos tendidas hacia un no hallarse la una al lado de la otra, y no obstante, buscarse como necesitadas" (12).

En De las señales, el mérito de García Maffla reside en la fortaleza intelectual con la que realiza el tránsito de sus vivencias para sobreponerlas en el marco de un profundo interrogante por los orígenes, por el ascenso de la vida, por los motivos de la poesía que le enseñaron a ser y estar. En el poema en prosa, la poesía diluye la razón, buscando "acercarse a aquello que siempre estará lejos". El reflejo que dan las cosas es su ser poético, su albur: "Saludo y despedida, día tras día, en un único y último día siempre nuevos e idénticos amaneceres y ocasos" (40). Para sentenciar esta suerte de comprensiones, de nada valdría invocar las disciplinas: filosofía, sociología, psicología, historia, porque corresponde a la poesía amplificar la comprensión de la poesía misma, sin el compromiso de realizar comprobaciones. En este sentido, es bienvenida la palabra del poeta chileno Gonzalo Rojas, cuando dice:

Lo cierto es que la poesía encarna en uno

como por azar

y nada valen los espejismos (Rojas: 1999).

La real dimensión poética en De las señales reside, precisamente, en concitar el decir, el preguntar, el relacionar, el desafiar, el señalar, el revelar de un gran número de poetas, músicos, filósofos y predicadores, y en expresarse por (y con) ellos. De tal suerte hacen allí presencia, entre muchos otros: Rainer María Rilke, Rubén Blades, Francisco Cervantes, Roberto Juarroz, Fray Luis de León, Joaquín Rodrigo, Barry White, Teresa de Ávila, Héctor Lavoe, Agustín de Hipona, Buda, Edith Stein, Alfonsina Storni, Alejandra Pizarnik, Thomas Merton, Abelardo, Eloísa, Juana de Arco, Roland Jeangros, Manuel José Casas Manrique, D. H. Lawrence, Camarón de la Isla, Steve Wonder, etcétera. De cada uno se distinguen las señales, que la prosa poética de García Maffla entrelaza en un aleph sin precedentes en la poesía colombiana.

 

 


* Medellín: Sílaba, 2014, 64 pp.

1 Al Sócrates hacer causa de su ignorancia, no se trata de un "no saber" acerca de algo, que se resolvería en una búsqueda del conocimiento, sino más bien de la actitud desde la cual ejercitar en el preguntar un móvil con el cual calar en la trama de lo sabido y establecido.


 

Referencias

Borges, Jorge Luis (2008). El Aleph. Madrid: Alianza Editorial.         [ Links ]

García Maffla, Jaime (1984). La caza. Bogotá: Ediciones Cromos.         [ Links ]

García Maffla, Jaime (2014). De las señales. Medellín: Sílaba.         [ Links ]

Gullón, Ricardo (1958). Conversaciones con Juan Ramón. Madrid: Taurus.         [ Links ]

Kundera, Milan (2005). El telón. Ensayo en siete partes. Barcelona: Tusquets.         [ Links ]