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Co-herencia

Print version ISSN 1794-5887

Co-herencia vol.13 no.24 Medellín Jan./June 2016

https://doi.org/10.17230/co-herencia.13.24.1 

ARTÍCULO ORIGINAL

 

DOI: 10.17230/co-herencia.13.24.1

 

Sobre un curso de sociología general Notas de lectura*

 

Lecture notes on a seminar about general sociology

 

 

Renán Silva**

** Profesor titular, Departamento de Historia, Universidad de los Andes Colombia . Doctor en Historia Moderna, Universidad de París I-Francia. rj.silva33@uniandes.edu.co

Recibido: 2 de febrero de 2016 - Aprobado: 10 de mayo de 2016


Resumen

El primero de dos volúmenes que contienen los cursos del Collège de France sobre conceptos fundamentales de la sociología de Pierre Bourdieu ha aparecido en 2015. Es una oportunidad para reflexionar sobre esa exposición de los conceptos fundamentales que ocupan el centro de la obra del sociólogo francés, y sobre un conjunto de supuestos en los que se apoya su particular visión de la sociedad y de la forma como se transmite el saber sobre la sociedad y el oficio correspondiente. Estas notas de lectura quieren ser una primera reflexión sobre esos temas y una invitación a examinar y someter a crítica lo que es, sin duda, un gran legado cultural del siglo XX.

Palabras clave: Sociología, ciencias sociales, investigación, habitus, campo y capital, instituciones de enseñanza.


Abstract

In 2015, the first of two volumes containing the Collège de France courses on the fundamental concepts of sociology by Pierre Bourdieu was published. It represents an opportunity to reflect on the exposition of the fundamental concepts that are at the heart of his work. It is also an opportunity to analyze how is transmitted the knowledge on society and its corresponding profession. These notes are meant to be a first reflection on these issues as well as an invitation to examine and criticize what is certainly a great cultural legacy of the twentieth century.

Key words: Sociology, social sciences, research, habitus, field and capital, educative institutions.


 

 

 

En este sentido, según lo veo, mi enseñanza será necesariamente un fracaso

Pierre Bourdieu

 

I

Pierre Bourdieu pasó los últimos veinte años de su vida como profesor en el Colegio de Francia. No se sabe mucho sobre su elección como catedrático de esa institución, por fuera de la aceptación (aunque no unánime) que recibió de muchos de sus colegas científicos y filósofos, y del voto negativo que sobre su posible nombramiento ofreció la Academia de Ciencias Morales -que tiene voto consultivo en la elección de profesores.1

Bourdieu dedicó esos veinte años a una enseñanza que siempre le costó demasiado trabajo, pero no abandonó entre tanto sus "laboratorios de investigación" en la Escuela de Altos Estudios ni su trabajo como difusor polémico de la investigación social en Actes de la recherche, la revista que muchos años atrás había creado con varios de sus compañeros y colaboradores más cercanos.2

De esa actividad de enseñanza tan particular -como intentaremos mostrarque desarrolló en el Colegio de Francia, se conocen ahora los textos que la reúnen y que vienen publicándose desde hace algunos pocos años. Primero fue la aparición de su curso de 2000-2001, que se publicó con la iniciativa y orientación editorial de Bourdieu, bajo el título de El oficio de científico. Ciencia de la ciencia y reflexividad (Bourdieu, [2001] 2003); título que contiene ya el anuncio de una posición crítica sobre la práctica de las ciencias, concretada allí en el uso de la palabra "reflexividad", clave en el vocabulario del autor,3 y en la idea de la actividad de ciencia como oficio, cuyo aspecto material y existencia institucional deben siempre resaltarse, contra las tradiciones idealistas de la práctica del conocimiento.

Luego, muerto ya el conocido sociólogo, vino la publicación de sus cursos sobre el Estado, que no podían menos que sorprender a los críticos que afirmaban que sobre el tema nada tenía que decir, y a los especialistas de la política, no muy conformes con la idea de que el Estado es en gran medida una creencia y asunto de magia, y molestos con la idea de abandonar la palabra clásica "Estado", por la más circunscrita y carente de tradición de "campo burocrático" -lo que no era un propósito de Bourdieu; objeciones todas que encontraban respuesta en los propios cursos, los cuales permitían ver además que los análisis del sociólogo no eran de ninguna manera una especie de salto al vacío con el que se trataba de "fundar" una reflexión radicalmente nueva y original sobre el Estado moderno, sino que en ellos se buscaba discutir algunas de las formas convencionales de plantearse los problemas de la política y la regulación del orden social (Bourdieu, 2013).

Ese intenso trabajo editorial se extendió luego al libro sobre Eduard Manet, una larga excursión en clave de sociología por la vida y la época del pintor (Bourdieu, 2013), que sorprendió a muchos para quienes la sociología es una forma de saber reduccionista que agota sus explicaciones en lo que permite "deducir" la estadística y en los porcentajes derivados de encuestas, y que llegado el momento de enfrentar el análisis del "individuo", del llamado "genio creador", de los denominados "grandes representantes del espíritu", tendría que ceder la palabra a la estética más convencional, a la noción tradicional de "vocación", a la idea de "fuerzas no sociales" que dominan la actividad del artista y sus productos; es decir, a realidades finalmente no aprehensibles por el conocimiento de la ciencia social y que en última instancia solo una mística sobre la creación artística podría hacer en algo comprensibles.4

Pero en la reflexión del sociólogo, el pintor Manet no quedó destrozado en medio de cifras y porcentajes ni su carácter de artista fue sepultado bajo el peso de las odiosas "determinaciones sociales" con que se supone que la ciencia social destruye el carisma y aura del artista. Por el contrario, el libro ponía de presente la grandeza del artista -de hecho lo vincula a una importante revolución simbólica- y las potencias de la ciencia social para ofrecer luces sobre la trayectoria vital de un creador, recordando además, como en su época lo hizo Norbert Elias con Mozart, que el intento de comprensión racional y metódica de una obra no agota sus secretos ni disminuye los placeres que ofrece a nuestros sentidos y a nuestra actividad imaginaria y comprensión del mundo, y que muy por el contrario el saber sociológico sobre la "época y la obra", como se dice, era una vía que potenciaba los placeres de la lectura, de la escucha o de la visión, y el trabajo de la imaginación.5

Le ha correspondido ahora el turno de edición al primer volumen de lo que el propio Bourdieu designó en su momento como un curso de "Sociología general", un título que fielmente han respetado los competentes editores de este trabajo, a pesar de que en principio pareciera traicionar el sentido de la obra del Maestro, así el propio Bourdieu hubiera sido el promotor de la idea. Pero al inicio de los cursos publicados, como preámbulo necesario, el propio Bourdieu había ya precisado el sentido de ese título, lo que vuelven a repetir los editores en más de una oportunidad.6

Ahora que se dispone de ese grueso volumen de magnífica edición en términos intelectuales (aunque mucho menos en términos materiales), puede resultar útil presentarlo a los lectores, así sea de manera más informativa que crítica, porque estos textos no solo precisan muchos de los análisis y conceptos del conocido sociólogo francés, sino que avanzan enriqueciendo una forma de hacer sociología que a veces se piensa bien conocida, porque se pueden repetir de manera distinguida, ritual o autoritaria las palabras 'distinción', 'habitus', 'capital cultural' -y algunas otras; palabras que, si nos atenemos a sus usos más frecuentes, deberían más bien prohibirse, en atención a las simplificaciones y significados vulgares que por ahí desfilan, luego de que su extensa circulación produjera toda clase de deformaciones y limara los sentidos críticos que se suponía se encontraban presentes en esos conceptos, poco a poco y de manera dominante convertidos en simples palabras de distinción.

 

II

Pero la tarea de presentación y discusión de este volumen es difícil por varias razones, de las cuales sus algo más de setecientas páginas no son el obstáculo mayor, que más bien parecería estar en la forma no lineal como se presentan los temas, en las multiplicadas dimensiones de análisis que se introducen y en la propia tensión entre una exposición pedagógica que buscaba la comprensión de los problemas por parte de un público diverso y de muy distintos intereses y niveles culturales, y las exigencias intelectuales de cada uno de los temas desarrollados, que suponían una fuerte dosis de conocimientos de ciencia social, filosofía, historia y, en algunas oportunidades, de ciencia natural, lógica y matemáticas. Por lo demás, desde la lectura de los textos iniciales -las primeras clasesse nota la incomodidad del expositor con un trabajo de docencia en el que por primera vez (si dejamos de lado sus años iniciales de enseñanza en Lille y en París, recién llegado de Argelia) debía enfrentar una situación de enseñanza que, como es habitual en la vida universitaria, separaba docencia e investigación, una situación que, de manera muy particular en el Colegio de Francia, arrastra la enseñanza hacia las artes de la retórica, hacia la oratoria, hacia el buen decir, hacia la palabra de "esprit", como dirían los beneficiarios de esa tradición, encerrando al expositor en una "jaula de hierro" que lleva a extremos lo que ya es una dificultad cotidiana de toda enseñanza universitaria que no tiene la forma de "seminario de investigación", una dificultad al parecer imposible de superar en las condiciones de la vida universitaria contemporánea, tanto por razones académicas como financieras.7

Lo más adecuado parecería ser comenzar por presentar las dos partes que contiene este primer volumen (los años 1981-1982 y 1982-1983) y describir su contenido; en medio de esa presentación, ir destacando algunos de los elementos más notables de estos cursos y resaltando el espíritu y el propósito principales que parecen animar este esfuerzo de enseñanza -a cargo de un maestro que no aparentaba estar muy convencido de la tarea que debería inexorablemente cumplir, y agregar al final algunas reflexiones más sobre este volumen y sobre el proyecto mismo de una "sociología general".

Para precisar el sentido del curso de Sociología general ofrecido por Pierre Bourdieu, que le llevó los primeros cinco años de su trabajo en el Colegio de Francia, se puede acudir, palabras más palabras menos, a lo que dice al respecto Christian Champagne, uno de sus editores, notable investigador social, completamente alejado de todo énfasis "bourdesiano" y libre de toda sospecha de "servidumbre de discípulo", a pesar de haber hecho parte de su formación al lado de Bourdieu.8

Champagne menciona que se trata de "exposiciones claras y metódicas", de una presentación de los "conceptos sociológicos fundamentales" del autor, y de la vinculación de esos conceptos -en realidad una verdadera red- con diversas tradiciones de la filosofía y de la ciencia social; y aclara, como también lo hace Pierre Bourdieu varias veces en sus clases, que no se trata de la presentación de un conocimiento terminado, del análisis normalizado de adquisiciones de conocimiento ya realizadas, de las que ahora se hace la síntesis y se sacan los provechos materiales y simbólicos esperados, a la manera como un rentista lo hace con sus capitales acumulados.

En realidad se trataba de exponer y poner a prueba un modo y estilo de pensamiento que intentaba mostrar su capacidad de volver sobre sí mismo de manera crítica, y retomar los análisis hechos en el pasado, no para hacer pequeños retoques que dieran brillo a las viejas joyas de la corona, sino más bien para poner esos instrumentos y análisis a prueba, en un ejercicio de subversión permanente que establece una dialéctica la cual se comprueba en la lectura de los textos, entre elementos establecidos y renovación de esos elementos, a la luz de su propio presente9 -de hecho Patrick Champagne va más lejos aun e indica casos de análisis concretos realizados por Bourdieu que a la luz de la Francia de hoy han envejecido (por ejemplo, sobre el Partido Comunista o sobre los obispos y la Iglesia), pero recuerda que más allá del análisis puntual, permanece la sugerencia de un modelo de análisis y de una forma de encarar un objeto, lo que permite construir por analogía objetos similares, para avanzar luego hacia la búsqueda de la especificidad del nuevo objeto bosquejado (Champagne y Duval, 2000: 702).

Los dos cursos, en sus clases iniciales -aunque la enunciación del problema se hará un tópico enseguida- tienen un elemento común, distintivo del trabajo de Bourdieu. Poco amante de la enseñanza como repetición y enemigo de separar los resultados de investigación del trabajo real de investigación, tal como se revela en sus operaciones cotidianas, la docencia en el Colegio de Francia ha puesto a Bourdieu ante un dilema del que pensaba que no saldría bien librado: presentar un conjunto de análisis como si se tratara de resultados acabados de investigación; y exponer esos resultados de análisis preliminares como si se tratara de conquistas bien establecidas, aunque en estado de reposo temporal. Sin tener la oportunidad de ofrecer a ese auditorio -por su propia composición y por la organización del trabajo académico en el Collège de France- una visión del trabajo de ciencia como trabajo de investigación, con sus logros y sus fracasos, con sus puntos ciegos, con sus sin salidas, tal como se presenta una investigación en curso en un seminario de investigación o se recrea ante unos colegas con los que se discute como investigadores, es decir, como gentes que no separan el enfoque del método, los métodos de los instrumentos, los instrumentos de los resultados, el honor del nombramiento en el Collège era verdaderamente un reto y una situación inédita para Bourdieu, y parece haber sido una condición de docencia sobre la que mantuvo siempre un espíritu pesimista (Bourdieu, 2015: 11 y ss.).

La forma de exposición que supone y en gran parte impone la institución separa los resultados de investigación del trabajo de investigación, como lo hemos mencionado, y no se presta de manera cómoda a la enseñanza de la investigación, porque al encontrarse esta vacía de sus contenidos concretos y de sus operaciones particulares, fácilmente se convierte no en enseñanza de la investigación, a través de la investigación, sino en presentación de resultados por fuera de la investigación, aunque se adorne de manera repetida con una retórica voluntarista sobre la "importancia de la investigación". Este es uno de los grandes temas de la obra, en las dos partes que la componen, desde su inicio y a veces de manera repetida y hasta machacona.10

Pierre Bourdieu insistirá, en términos similares a los de Marx, en la distinción, hoy olvidada en los medios académicos, entre lógica de investigación y lógica de exposición,11 siendo el momento de la exposición aquel en que se pretende ofrecer la imagen "total" del problema, como si se tratara de una obra terminada que ofrece un resultado regido por una coherencia sin grietas, a la manera de una inexistente demostración matemática perfecta. La diferencia con Marx se encuentra en este punto en que si bien Bourdieu acepta y pone de relieve la importancia de la distinción entre lógica de investigación y lógica de exposición, no absolutiza la diferencia, y recuerda que el borrado de todo trazo de imperfección en el trabajo realizado puede no ser una buena opción, primero por falta de realismo, y luego porque puede dejar en el lector o en el auditorio la impresión de que el problema se encuentra resuelto, cerrado, clausurado en una única dirección.12

Luego de ese preámbulo inicial y común a las dos partes de la obra, en las primeras clases transcritas, las que inician el curso, Pierre Bourdieu intenta resolver el difícil problema de "¿por dónde comenzar?", cómo ofrecer un tratamiento en principio sencillo de una materia que es compleja como tema intelectual y como materia social. Se trata de la conocida "dificultad de los comienzos", que se experimenta no solo en la docencia sino en la propia construcción de una demostración, porque exige del investigador o del expositor "peticiones de principio", gestos de confianza de quien escucha, y una cierta aceptación de axiomas que quedan por demostrar. Se trata de un momento cuya resolución resulta fácil por la vía de la presentación de datos numéricos o de relatos históricos, pero que deja ver sus reales dificultades cada vez que se trata de argumentar o de ofrecer exposiciones de "conceptos fundamentales", como resulta ser aquí el caso.13

Es a su manera el mismo problema que enfrenta Marx en las páginas iniciales de El Capital y el que enfrenta Weber al comienzo de Economía y sociedad.14 Bourdieu lo resuelve de manera magistral a través de una exposición que combina escalas de análisis, que relaciona datos de antropología e historia, que busca un ejemplo particular de gran entidad histórica pero conocido por todos en la vida cotidiana (el insulto), y que irremediablemente conduce al estudio conceptual de un problema que es la base misma del análisis sociológico. Esto es, una operación de conocimiento, que es distintiva de las tareas habituales del investigador pero que no es menos una operación social, al tiempo cotidiana, rutinaria y fundamental; una operación que realiza la sociedad y que, por lo tanto, incluye al investigador, quien a su vez y en aras del análisis debe construir el mismo procedimiento sobre la base de otros criterios, lo que nos recuerda que para esta conceptualización de la sociedad no hay operaciones de conocimiento que no sean operaciones sociales y, por lo tanto, que todas las operaciones que realiza el investigador las ejecutan los demás mortales, e incluso más allá, que esas operaciones no solo las efectúan los investigadores sociales como investigadores, sino que las repiten cotidianamente, por fuera de sus laboratorios, y muchas veces en los mismos términos de la razón pragmática común.15

Se trata de la "común y sencilla operación" de nombrar y clasificar, procedimientos a los que no escapa ninguna sociedad, y de los que no puede dejar de participar ningún individuo -en cierta medida, la socialización primaria de que habla la sociología más convencional es la incorporación de esas formas iniciales de nombrar y clasificar que ha producido una sociedad y que el miembro joven recibe de sus mayores, bien sea a través de instituciones formales o informales. Se trata de formas presentes de manera permanente en la vida cotidiana, pero que son al mismo tiempo materia prima básica de las ciencias sociales, bien sea que estas las "reifiquen", las racionalicen o realicen sobre ellas una transformación de lenguaje que las modifique en su forma y las deje intactas en su contenido, bien sea que la actividad de ciencia social las critique, haga la génesis de ellas, muestre sus usos y funcionamientos, sus posibilidades y sus límites, y las formas en que se integran y complementan con ideologías globales o parciales sobre el mundo social.

La "sociedad" -que por ahora es una abstracción- designa (nombra, instituye, da un lugar). La sociología es en principio una ciencia de designaciones de segundo grado, que opera a través del reconocimiento de esas formas iniciales, de su crítica y de la construcción de explicaciones alternativas (por eso la ciencia social es crítica, no porque el investigador sea militante de ninguna causa) sobre la génesis de esas formas, sobre su lugar como principios de interpretación para dar cuenta del mundo social y sobre su papel en la cohesión y el orden sociales (y, por lo tanto, su papel en las formas de dominación).

Hay que destacar sobre este problema de las formas de nombrar y clasificar, porque es punto esencial del enfoque de Bourdieu, que esas formas comprometen al conjunto de la sociedad, incluidos sus analistas, de tal manera que el análisis de la sociedad no tiene nada que ver con un ejercicio neutro y exterior realizado por sujetos que no se encuentran atrapados en las estructuras que analizan sino que simplemente observan de manera ecuánime y objetiva unos funcionamientos sociales que no los comprometen. La apuesta de partida de esta sociología general es todo lo contrario, y Pierre Bourdieu se esfuerza de manera repetida por recordar que la sociedad no tiene exterior, y que esas estructuras sociales y mentales que las gentes dedicadas a la ciencia social y en particular a la sociología analizan, son formas en las que el investigador se encuentra inscrito, incluido, lo que impone el trabajo permanente de autoanálisis y descarta toda mitología de una objetividad no conquistada y amenazada al mismo tiempo de manera permanente por esa inscripción inicial en la cultura de su tiempo (Bourdieu, 2015: 229 y ss.).16

Pero mencionábamos también el problema de las escalas de análisis, pues se trata de presentar una operación compleja de conocimiento general, pero vinculando esa operación, para que sea comprensible, a una operación corriente y cotidiana, que por lo tanto sea conocida por todos los auditores. Bourdieu ha elegido en esta oportunidad el insulto, una forma de designar, de nombrar, de calificar, bastante corriente. Cuando me insultan lo que recibo es una manera de nombrarme y de clasificarme, de otorgarme un lugar, de incluirme en un grupo, de asignarme una pertenencia y una identidad. Lo mismo cuando soy yo el que insulto. En su presentación inicial, que se extenderá por muchas páginas, el sociólogo mostrará cómo ese procedimiento (de clasificar, no simplemente el de insultar) se extiende por toda la sociedad, está presente en todas sus instituciones, y desde luego en el Estado y en sus organismos de administración.

A partir de ese examen de los procesos de nominación y de clasificación, que Bourdieu persigue por muchas partes y cuya analítica va construyendo a la luz de las situaciones y casos considerados, surge un ámbito de problemas cruciales de la teoría sociológica contemporánea, tal como se presentan en la obra de Bourdieu y de otros importantes sociólogos que han sido sus críticos y oponentes. De un lado, problemas conceptuales sobre el estatuto de las clasificaciones analíticas que realizan los sociólogos. Así por ejemplo, respecto de las clases sociales: ¿se trata de divisiones construidas por el investigador o de hechos efectivamente existentes en la realidad? ¿Nuestras clasificaciones sabias tienen un carácter ontológico o son más bien un recurso técnico para la organización de una serie de datos que hemos recopilado en la investigación de un problema? ¿Cuál es el estatuto de las clasificaciones que realizan los organismos de Estado, como los institutos oficiales de estadística, que son las grandes máquinas de clasificación social? (Bourdieu, 2015: 11 y ss.).

De otro lado, problemas relacionados con la política y la dominación material y simbólica. Más allá del ejemplo del insulto, existe su contrario, porque cuando clasifico también puedo consagrar, momento que desde luego Bourdieu aprovecha para desarrollar su vieja idea de que la lucha entre las clases sociales tiene que ver en gran medida con luchas por clasificaciones sociales, y las más radicales de esas luchas buscan imponer formas alternativas de clasificación, presentando Bourdieu de esta manera, como lo hizo en muchas de sus obras, una visión enriquecida y lejana del populismo del siglo XIX, de lo que se llama en las sociedades modernas (incluyendo las sociedades de Antiguo Régimen) lucha de clases, recordando además que el gran objeto de reflexión de su trabajo lo constituyeron siempre esas formas de agrupación social que llamamos las "clases sociales", lo que vincula su nombre al más clásico pensamiento social desde el siglo XVIII y sobre todo en el siglo XIX (Bourdieu, 2015: 11 y ss.).

Desde luego, y tratándose de la sociología de Pierre Bourdieu, no podía faltar el problema de los instrumentos de clasificación -como una encuesta, un censo, una asignación de "estrato" por la vía residencial, etcétera, examinados no solo desde el punto de vista de instrumentos técnicos (cuando hago una muestra estadística recorto en el interior de una clasificación social), sino también en el plano de su funcionamiento social; asimismo, tampoco podía faltar, claro, el problema de los sujetos que clasifican (de manera particular, en su sociedad, los especialistas de las ciencias sociales), lo que permite poner de relieve la dimensión política y ética del trabajo de la sociología, un saber particularmente inscrito en el campo de las designaciones y las clasificaciones. Como lo indica Bourdieu, que largo tiempo experimentó con este problema, la clasificación es un acto de dimensión política inmediata y es una forma de modelar la realidad, un instrumento constituido en la sociedad y por la sociedad, pero no es menos un instrumento constituyente de esa sociedad (Bourdieu, 2015: 77).

Bourdieu señala, y con esto podemos concluir este esbozo de los temas básicos de su primer año de clases en el Colegio de Francia, que en el trabajo de las ciencias sociales es básico por tanto el problema del tratamiento del lenguaje, pues todas las nominaciones y clasificaciones corren por el complejo campo de las palabras. No se trata solamente de no bajar la guardia en el análisis de las formas más perversas del lenguaje con el que la "sociedad" nombra y designa, por ejemplo cuando habla de las "clases menos favorecidas" para referirse a las gentes que padecen ante todo pobreza y dominación, como si la pobreza, la sujeción y la falta de oportunidades fueran un problema accidental por el cual alguien cayera azarosamente en un foso temporal y quedara incluido en ese vasto espectro social, mientras los méritos propios lo rescatarían de tal situación. Lo mismo que advierte contra los falsos vocabularios de moda, del tipo "clases sociales postmodernas" o "sociedad postmoderna", etcétera, que hacen parecer como si la propia organización capitalista del mundo social en que vivimos hubiera desaparecido, y estuviéramos en presencia de un mundo nuevo, cuya problemática, a pesar de todas sus modificaciones, no pasara por esos fenómenos distintivos que los analistas del siglo XIX supieron identificar y que siguen siendo parte de nuestra existencia, pues, para decirlo con una expresión cara a Bourdieu, "no solo sufrimos por los vivos, sino por los muertos", es decir, por ese pasado que no nos abandona y que convive con transformaciones sociales de diverso orden, bien aclimatadas a las viejas realidades de la moderna sociedad capitalista (Bourdieu, 2015: 51 y ss.). No se trata simplemente de los problemas habituales del anacronismo, como cuando aceptamos hablar, para dar un ejemplo, del "desempleo rural en el campo colombiano en el siglo XIX", como si la categoría de empleo y la de desempleo fueran universales, y se pudiera hablar de manera simple del "desempleo campesino" en esa época y hasta otorgarle un porcentaje, luego de "sesudos" cálculos, como lo hacen muchos economistas, cuando es seguro que la categoría no existía en esa época, lo que no anula la existencia de realidades de pobreza y miseria para las cuales hay que encontrar sus formas adecuadas de designación en las ciencias sociales, y para esto lo más recomendable es comenzar por reconstruir el vocabulario que en esa sociedad designó la realidad que por analogía designamos con el término de hoy.

Se trata ante todo de saber que el trabajo del análisis social, fuertemente comprometido con el lenguaje, desde su raíz, no puede sencillamente dejarse aprisionar desde el principio por las categorías que la sociedad ha producido para nombrar de manera práctica sus formas de designación, y que en la actual sociedad adquieren toda su forma y su fuerza a partir del trabajo aceptado e indiscutido de los medios de comunicación, que terminan siendo los grandes recreadores de un lenguaje que sociólogos y politólogos reciben tal cual, aceptando discutir sobre los problemas de la sociedad en el mismo nivel de los periodistas, es decir, aceptando un lenguaje impuesto, del que nunca se desconfía y en el que poco se descubre su carácter de regalo envenenado.17

 

III

Abordemos ahora los elementos más destacados del segundo año de enseñanza de Pierre Bourdieu, tal y como se reflejan en el volumen de Sociologie Générale en el que nos apoyamos. Podemos comenzar indicando que si en términos de herencias y tradicionesb -punto sobre el que volveremos- la primera parte de la obra remite a los más clásicos autores de la sociología francesa: Durkheim y Mauss, y se apoya de manera amplia en la llamada filosofía analítica inglesa, la segunda parte parece centrarse mucho más en los propios trabajos de Bourdieu, pues se busca, ante todo, realizar una exploración de lo que se presenta como sus tres nociones básicas: habitus, capital y campo. No se trata de que solo ahora aparezcan dichas nociones (de hecho, habían sido varias veces mencionadas e inicialmente aclaradas en la primera parte de la obra); la cuestión es, más bien, que dichas nociones tengan ahora un lugar central en la exposición. Lo mismo en cuanto a los autores. La idea no es que Mauss -y sobre todo Durkheimdesaparezcan de la reflexión. Su inspiración y muchos desarrollos concretos permanecen, pero ahora parece tratarse mucho más de la propia obra de Bourdieu.18

Pero antes de presentar a sus auditores, y ahora a sus lectores, sus principales conceptos, Bourdieu hace explícitos varios elementos básicos que caracterizan su enfoque, y cuya ignorancia ha facilitado las más equívocas polémicas en torno a la obra del sociólogo francés. En primer lugar se encuentra el elemento de la crítica de las falsas oposiciones que caracterizan el funcionamiento de las ciencias sociales. Como se sabe, en el siglo XX las ciencias sociales se han caracterizado por un movimiento pendular, rompiendo con toda perspectiva dialéctica y con toda combinación moderada de posiciones que aparecen como extremas. Las ciencias sociales, y la sociología en particular, han tomado el camino de definirse por un aspecto particular del sistema social contra otro, también considerado de manera unilateral. De este modo, se separan y se enfrentan lo objetivo y lo subjetivo, la acción y la estructura, la sociedad y el individuo, la razón estadística y la etnografía, la sociedad y la cultura, lo cualitativo y lo cuantitativo, lo micro y lo macro y, desde luego, lo material y lo ideal.19

Si no se avanza en la crítica de esas parejas de falsos opuestos es difícil acceder a la comprensión del funcionamiento de la sociedad y, en particular, a un enfoque como el que propone Pierre Bourdieu. Como se sabe, buena parte de las críticas implícitas o explícitas a su trabajo sociológico han partido de potenciar uno de los términos de la ecuación analítica en contra del otro. Así por ejemplo, el hecho de que las fenomenologías sociales -un ejemplo puede ser la obra de Erving Goffman, el conocido e importante sociólogo de la Escuela de Chicago, contra los "determinismos del sistema social", acentúen el papel creativo de la acción humana, ha sido leído posteriormente como una crítica posible a la idea de habitus.20

De la misma manera, y en la misma línea, otros interaccionistas simbólicos como Howard Becker insistirán no solo en el carácter abierto de la creación humana, sino en la restricción de la sociología al campo de lo visible, es decir, de las interacciones sociales que pueden ser observadas, por fuera de todo marco de relaciones estructurales no visibles, "anteriores" y contextuales respecto de las interacciones "cara a cara".21

Un ejemplo tomado de la obra de Howard Becker, el importante sociólogo norteamericano, nos puede poner en la pista de este enredo que se produce, por ejemplo, al negar los elementos estructurales de toda relación social y reducir la acción humana estructurada a interacciones captadas siempre en una dimensión sincrónica. Para ilustrar la posición de Becker, nada mejor que recordar su análisis sobre la actividad de los músicos de jazz y su idea de improvisación musical, tal y como la presenta en El jazz en acción, un excelente libro que se subtitula, de manera reveladora, la dinámica de los músicos sobre el escenario, subtítulo que aclara bien la perspectiva de Becker, quien para comenzar su obra ha elegido una escena precisa: la llegada de un grupo de músicos de jazz a un bar de una gran ciudad, su reconocimiento visual inicial con los otros músicos, y luego su encuentro altamente libre y espontáneo facilitado por el conocimiento implícito de un repertorio, que aparece en el momento mismo de la ejecución, ante el simple intercambio de las miradas (Faulkner y Becker, [2009] 2011).

Se trata de una perspectiva de la acción social creadora que se concreta aún más en el momento del análisis de las célebres improvisaciones en el campo del jazz y de la relación entre repertorio e improvisación (Faulkner y Becker, 2011: 41 y ss., 209 y ss., 276 y ss.). Todo lo demás, todo lo anterior a la entrada de tales músicos en escena, parece desaparecer en el análisis: las trayectorias vitales, las historias familiares, las tradiciones musicales de barrio y de ciudad, las formas de ingreso en el campo del propio lenguaje musical, la larga historia de la relación entre música y gente negra (y grupos de blancos, claro) en los Estados Unidos parecen evaporarse en función del análisis de ese momento supremo que es la improvisación, y que se produce sobre la base de esquemas muy libres (pero, al fin y al cabo, esquemas sociales y estéticos incorporados), que tienen todo el aspecto de ignorar una historia que el propio analista también rehúye -por lo demás, y Becker lo debería saber, no hay nada tan ilustrativo de la idea de habitus como la de un esquema musical que permite un número amplio pero finito de improvisaciones.

De todas maneras, no concluyamos demasiado pronto y digamos que más allá de las discusiones teóricas en el marco del análisis de conceptos fundamentales, el problema permanece abierto, y su solución concreta remite en buena medida a la historicidad de las sociedades y del tipo de campos y prácticas de actividad social que se esté interrogando. No hay duda de que entre formaciones sociales como los Estados Unidos y los países de Europa, en términos de estructuras sociales de larga duración, se mantiene como una constante de diferenciación el hecho de haber tenido un amplio pasado feudal y medieval, y de no haberlo tenido, lo que significa historias diferenciales en lo relacionado con la fluidez de los procesos y el propio carácter creativo de la acción social.22

El texto de Bourdieu desarrolla una reflexión cuidadosa, a veces repetitiva, que constituye una crítica detallada de ese tipo de falsas oposiciones, y muestra su falta de pertinencia (por no decir su impertinencia) como caminos del análisis sociológico. En particular, llama la atención el complejo tratamiento que le da al problema de la falsa oposición entre "objetivo" y "subjetivo" en el campo del análisis social, que es la base de inteligencia de la noción de habitus, que es en cierta manera una extensión empírica y documentada en el campo de la ciencia social de la vieja observación de Hegel sobre la dialéctica de lo "externo y lo interno".23

En realidad, la comprensión de la noción de habitus supone modificar nuestra visión de las relaciones entre "objetivo" y "subjetivo" y atender a las formas concretas de incorporación de lo social, un punto sobre el que insiste largamente Bourdieu en sus exposiciones, realizando por esa vía una valoración, que no debe sorprender, de la vida práctica y de la experiencia social, en una línea que muestra su vinculación con la crítica que Marx hizo de Feuerbach y del llamado materialismo contemplativo.24

Pero Pierre Bourdieu añade una complejidad más a su análisis, en una línea que estaba ya muy presente en Le sens pratique. Se trata de la idea de que en todo proceso social concurren las dos dimensiones, sin exclusiones, pero con interpenetraciones. De esta manera, realiza una síntesis en la que tiene su lugar tanto la fenomenología como la descripción objetiva. Un Durkheim siempre necesario, pero que no se puede considerar como el análisis sociológico sine qua non. Por eso Bourdieu hablará del "momento objetivista del análisis", de ese momento en que el analista no puede dejar de registrar el carácter objetivo de los fenómenos sociales, entendido ese carácter objetivo a la manera de Marx y Durkheim, simplemente como "exterior a nuestra consciencia", "independiente de nuestros deseos", no como dimensión que se pueda definir por fuera de sus formas de incorporación por parte de los agentes sociales, es decir, por fuera de los procesos de apropiación social y de redefinición, en función de experiencias, de intereses y deseos, de coyunturas y transformaciones. Por eso habla Bourdieu de "el momento objetivista" -el momento de los agregados sociales estadísticos, de las encuestas, de los sondeos cuantitativos, como momento necesario del análisis, como separación analítica y no ontológica. La idea de "momento objetivista", una expresión desde el principio problemática, no debe hacer caer en la trampa de imaginar relaciones de anterioridad ni relaciones de causalidad directas, cuando se quiere pensar en esas dos caras de la moneda que son dimensiones constitutivas de todo proceso social (Bourdieu, 2015: 229 y ss.).

La misma perspectiva de análisis la podemos aplicar al supuesto polo contrario: la "dimensión subjetiva", que tiene sus propios instrumentos de captación en el trabajo del investigador (de manera particular, la observación, la entrevista y el uso de diarios y memorias) y que no puede ser separada del llamado "momento objetivista", siendo la sociología una forma de integración de las dos dimensiones que son constitutivas de todo proceso social. Como lo dice el autor de este curso de Sociología General, ni "fisicalismo", ni "semiologismo", sino un modo de "pensamiento estructural" que no excluye ni las determinaciones ni el papel de la práctica social como forma de creación y modificación del cuadro de la existencia humana (Bourdieu, 2015: 569 y ss.).

Este largo excurso se supone que ahora sí nos debe llevar, por fin, al análisis de esas tres nociones básicas del trabajo de Bourdieu, que ya hemos mencionado: habitus, campo y capital (esta última, la menos desarrollada en este primer volumen) y que como se sabe constituyen un "todo estructurado", un sistema de relaciones que no es bueno observar y analizar de manera separada. Pero el pensamiento de Bourdieu se constituye en cierta forma a partir de rodeos, de consideraciones previas útiles para la comprensión del problema que nos quiere presentar, y aún nos falta tener en cuenta una consideración más.

Nos referimos al problema de la genealogía de las nociones que caracterizan su obra. Bourdieu sabe bien que su trabajo de sociólogo se sostiene sobre los "hombros de gigantes", tanto en el campo de las ciencias sociales como en el de la filosofía. Son "antecedentes" reales que no deben ser disimulados para crear la impresión falsa de una pretendida originalidad, de la que hoy todo el mundo debería saber desconfiar. Bourdieu toma en este caso un camino que parece realmente apropiado para plantear el problema que quiere discutir (el de las nociones básicas de su trabajo). El sociólogo comienza por desbaratar con facilidad y pertinencia algunos falsos problemas. Primero, el de los antecedentes. Desde luego que existen y son fáciles de rastrear. Vienen desde Platón y Aristóteles y llegan al presente, aunque pueden concentrarse sobre todo en algunas de las grandes figuras de la filosofía entre los siglos XVII y XIX, desde Spinoza, Leibniz y Pascal, hasta Marx y sin duda Nietzsche, cuyas proposiciones son casi siempre modificadas por el uso mismo que Bourdieu hace de ellas en el análisis.25

Enseguida, Bourdieu se dirige a dos puntos que pueden ser más importantes que el asunto de los "antecedentes" teóricos de su obra. Plantea entonces el problema del ocultamiento y la falsa legitimación científica (falsa pero con efectos reales) que se puede esconder tras la tendencia a recargarse siempre sobre los "antecedentes", sobre los "padres fundadores", lo que en general desemboca en un expediente autoritario que termina siendo más importante que los argumentos y las pruebas requeridas para la demostración de una proposición, dando lugar, más bien, a la formación de "bandos" y "facciones", de rótulos de identificación, que son otras tantas formas de enrarecimiento de las discusiones en el campo de las ciencias sociales.

Bourdieu dirá entonces, respecto de sus nociones principales (habitus, campo y capital) que antes que un análisis genealógico (y heráldico), lo importante es establecer con toda precisión la función que cumplen (que han cumplido) tales nociones en el campo de las ciencias sociales, entendida la noción de "campo de las ciencias sociales" como un lugar de disputas por la palabra legítima, como un escenario en el que se toman posiciones (en el plano del análisis) en relación con fenómenos sociales que son objeto de debates y de interés público -en el caso de Bourdieu sabemos que esos temas fueron, de manera básica, los intelectuales, las industrias culturales, instituciones como la universidad y la escuela, los medios de comunicación y el mundo de la edición; pero, no menos, la moda, el deporte, la cocina y las llamadas culturas populares, la vivienda, los sondeos, los jóvenes y las mujeres... temas que constituirán grandes centros de reflexión directamente vinculados con los debates públicos de la sociedad de su época.

Hay que notar y resaltar el desplazamiento que aquí propone Bourdieu, quien abandona en este punto la idea de genealogía, y la sustituye por la idea de génesis, para mostrar de qué manera las elecciones teóricas son elecciones estratégicas que se relacionan con el estado actual del campo donde se interviene (un conjunto de autores, un grupo de conceptos, una manera tradicional de tratar un problema), un estado del campo de las ciencias sociales que en su época y caso particulares remite al estructuralismo extremo de Lévi-Strauss, enfrentado con el voluntarismo existencialista de Sartre, que predicaba que "el hombre es el arquitecto de su propio destino" y entonaba un canto abstracto a libertades por las que, pensaba Bourdieu, se podía luchar mejor cuando se conocían sus determinaciones, que desde luego no operaban además como jaulas de hierro. El secreto no muy oculto del análisis de Bourdieu fue el de evitar la toma de partido por uno de los dos extremos, criticar los dos puntos de vista enfrentados y buscar un terreno diferente en el cual plantear el problema (Bourdieu, 2015: 69-71).26

Según su costumbre como investigador y como autor, se trata de largas "digresiones" previas a la exposición positiva de los conceptos, digresiones que luego se muestran como rodeos necesarios, como consideraciones previas que a posteriori facilitan la presentación de conceptos complejos como los que hemos mencionado, y que previenen contra los usos groseros de instrumentos de alta elaboración conceptual -lo que de todas maneras no parece haberlos salvado de su inevitable proceso de vulgarización.

 

IV

Aunque sea obvio hay que repetirlo. Incluso en el caso de un radical desacuerdo con sus análisis y su enfoque, resulta difícil negar la importancia de la obra de Pierre Bourdieu, así como negar el hecho de que esa obra ha dominado el panorama internacional de la discusión en sociología desde los años ochenta del siglo XX hasta el presente. Nada de ello exige capitular en el punto de la crítica y transformarse en un convertido a la teoría del campo o del habitus o del capital cultural y asumir una identidad a partir de esas formulaciones. Ese es habitualmente el camino del discípulo, al cual habría que recordar las sabias palabras de Nietzsche cuando escribía en el Zaratustra: "Se recompensa mal a un maestro si se permanece siempre discípulo".

Las servidumbres no son buenas en ningún plano de la vida social, y por eso tampoco lo son en la vida del pensamiento. La obra de Bourdieu es un regalo que no tiene por qué causar deudas de ninguna especie, y no puede ser una manera de cerrar el paso a la crítica; y tampoco será inmune a ella en modo alguno, ni al paso del tiempo ni a la renovación de los problemas de la vida social. Esa es la dinámica más deseable en el terreno del conocimiento. Hay que estar dispuestos a ir más allá de donde Pierre Bourdieu dejó su trabajo, explorando vías abiertas pero no continuadas; puntos que se dejaron de considerar, problemas que sus análisis nunca pudieron resolver. Hay que relacionarse con esa obra como con cualquiera otra obra de ciencia, bajo una forma crítica, y desde luego con algo de insolencia. El proyecto de una sociología general con el que se inicia el trabajo docente de Pierre Bourdieu en el Colegio de Francia era una apuesta arriesgada, repleta de peligros, no siempre bien sorteados, pero no deja de ser una lección de método y de enfoque, y puede ser considerada una vuelta crítica sobre su propia obra. Son páginas que sobre muchos puntos muestran los avances de su trabajo y la claridad que el sociólogo iba encontrando sobre temas que en años anteriores no estuvieron nunca tan claros o por lo menos no lograron siempre la claridad deseable en la escritura, a despecho de lo que él pensaba con cierta soberbia. Es el caso de la noción de habitus, para ofrecer un solo ejemplo, cuya formulación inicial en Le sens pratique remite no solo a las dificultades intrínsecas de la noción, sino aun más a su forma de presentación, que pasa por oscuridades de "redacción" que el mejor lector no se merece y que ponen de presente que en todas las ocasiones el autor no tiene tan claras sus propias adquisiciones, lo que es un hecho más frecuente de lo que se piensa.

Lo arriesgado de la apuesta de este Curso de sociología general no nos puede hacer pensar que el empeño no valió la pena. Por el contrario, no hay duda de que el experimento en muchas páginas resulta bien logrado, máxime cuando se trata de un autor que no estaba cerrando su obra y que continuó siendo un investigador y un pensador de enormes curiosidades, como lo muestra su trabajo de los casi veinte años siguientes -recordemos que el Curso no cierra sus lecciones en el Collège, sino que les da comienzo.27

Analizar en detalle cada una de las proposiciones de sociología que adelanta Pierre Bourdieu en estas clases no solo exigiría muchas páginas, sino un saber enciclopédico que nos es ajeno. Se pueden hacer más bien dos o tres observaciones, para sintetizar la importancia de este trabajo. En primer lugar hay que señalar que la idea del Curso no era la de hacer una enciclopedia universal de sociología ni mucho menos presentar de manera desagregada una lista de conceptos o de métodos (cada uno de ellos definido por él mismo), proyecto muchas veces realizado, que otras tantas ha mostrado su inutilidad, y cuyos alcances y límites se conocen bien: presentar una información parcial, que se ofrece como universal, sobre un ámbito de conocimientos "adquiridos" y "claramente definidos".

Como se repite varias veces en el texto, se trataba de otra cosa, de un trabajo de experimentación histórica y epistemológica sobre un grupo de instrumentos conceptuales, para conocer de sus posibilidades heurísticas y de sus propias deficiencias, bajo una idea de teoría no "teoricista", como lo repite Bourdieu, quien desaconsejó siempre en sus trabajos (y ello desde la época de Métier de sociologue)28 la discusión de conceptos y métodos por fuera de su uso en la investigación y el análisis, una idea que es de muchas maneras ratificada en estas lecciones de sociología, por ejemplo cuando se queja de la costumbre de tratar los instrumentos teóricos por ellos mismos, "con independencia de sus condiciones de producción y utilización"; o como cuando produce una definición de teoría, cuya novedad no debe escapar al lector, diciendo que se trata de algo más parecido a un enfoque práctico que a un grupo de nociones abstractas; que se trata más bien de un modo de pensamiento, "de un sistema de esquemas de percepción del mundo social rigurosamente controlados" (Bourdieu, 2015: 200-202).

El Curso comprueba además los juegos de alternancia entre filosofía y sociología. Como se sabe, Pierre Bourdieu pasó de la filosofía, que estudió en la Escuela Normal Superior, a las ciencias sociales, y el comienzo de su transformación, lo que se designa como el movimiento de conversión de la mirada, empezó en Argelia (desde sus iniciales contactos con las sociedades indígenas y campesinas de esa colonia francesa en revolución), en la amistad con los jóvenes estudiantes de la Universidad de Argel y en el trabajo con los colegas historiadores, antropólogos y estadígrafos con quienes se encontró en ese país. Pero ese paso, que uno esquematiza hablando de un viaje de la filosofía a la sociología no significó nunca un abandono de la filosofía, sino una práctica nueva de la filosofía -que siempre estuvo ahí- para recordar su importancia a los practicantes de las ciencias sociales, pero no como instancia abstracta de definición atemporal de sus grandes problemas -que escaparían a sus propias disciplinas, sino como instancia de diálogo y confrontación. En estas lecciones, por fuera de las múltiples ciencias sociales que son convocadas y cuya pertinencia para la sociología se pone de presente de manera repetida, la filosofía es una presencia permanente, no solo a través de los nombres de algunos autores, sino ante todo como referente de un cierto tipo de análisis epistemológico que se especializa en el tratamiento detallado del concepto, solo que aquí se traslada ese tipo de análisis al mundo de las realidades históricas y sociales.29

Pero además de ello, Bourdieu no se niega a homenajear a autores del campo de la filosofía en quienes admiraba muchas cosas, pero de quienes muchas más lo separaban. Un ejemplo que se puede mencionar, porque tiene una historia en su trabajo, es el de Martin Heidegger, muchas de cuyas proposiciones invierte para darles la realidad histórica de que carecen y por cuya falta se hunden en abstracciones especulativas falsamente universales (Bourdieu, [1988] 1991). Así por ejemplo, a la idea que tanto repetía Heidegger de que el "mundo era una estructura de posibles" la trata como una proposición que no puede ser definida como "universal" y que no remite a ninguna compleja etimología griega, sino que reclama ante todo ser situada en tipos particulares de sociedad (de hecho, es una proposición que ante todo se vincula a la sociedad moderna); una proposición que puede ser histórica y empíricamente considerada, para permitirnos saber, por ejemplo, al menos como tendencia, cuáles son los "posibles reales" de estas o aquellas clases sociales, de estos o aquellos individuos concretos (como cuando se estudian las oportunidades escolares o las oportunidades de empleo, e incluso la esperanza de vida en función de las trayectorias laborales), sumando al análisis algo que nunca estuvo en el pensamiento de Heidegger, como es el estudio de las formas de conciencia respecto de esas estructuras de posibles, es decir, tratar de investigar cómo las posibilidades y limitaciones reales de los grupos e individuos en una sociedad son incorporadas como sentido de la posibilidad y como sentido de la realidad, como soberbia o como "humildad" (Bourdieu, 2015: 217 y ss.).

De igual importancia resulta en estas lecciones de sociología la idea de que la actividad de conocimiento supone el ingreso en un orden determinado, que las disciplinas científicas, que trabajan todas a favor del conocimiento humano, suponen formas diversas de ingreso a modalidades de pensamiento que no son idénticas unas aotras -como no son idénticos los tipos de análisis que practica el matemático, el físico o el antropólogo. Hay que decir, pues, que se ingresa en el análisis sociológico, que tiene desde luego sus especificidades (las cuales deben ser conocidas y respetadas), como las tienen las otras disciplinas, que en este punto no se repelen sino que se complementan. En el caso de Pierre Bourdieu, la exigencia de romper con la idea de una realidad social transparente, la renuncia a toda teoría del actor racional, la lucha contra toda explicación teleológica o finalista de la acción social; la idea de la existencia de dos órdenes de conocimiento ligados pero efectivamente diferentes (el orden del saber práctico utilitario y el orden del saber crítico), o la idea de todo pensamiento como pensamiento relacional son formas de análisis de la sociedad que junto con las implicaciones de cada una de esas proposiciones que acabamos de anotar (en un inventario corto pero sustantivo) son constitutivas y constituyentes del ingreso en esa forma particular de análisis que llamamos la sociología, la cual constituye el núcleo central de estas lecciones.30

Finalmente, el espíritu básico de estas lecciones se vincula con la idea de desaprender. Ingresar en un orden de conocimiento como el de las ciencias sociales no es recibir informaciones, no consiste en ser sometido a intensas clases profesorales que nos cuentan sobre cómo marcha el mundo (y a veces cómo piensan reformarlo los expositores), es ante todo recibir orientaciones sobre cómo pensarlo menos mal, para lo cual el primer paso es desde luego hacer entrar en crisis la forma tradicional en que pensamos ese mundo social. Los mejores pensadores, dice Bourdieu, son aquellos que nos ayudan en el camino de pensar de otra manera, pero no porque nos digan cómo se piensa bien, sino ante todo porque nos advierten sobre los principales errores que se cometen al intentar hacerlo. En este punto, en el contexto de una reflexión inicial sobre las clases sociales, y luego de haber citado a Émile Benveniste -otro de sus grandes amores, Bourdieu invoca a su admirado Wittgenstein, un experto en hacernos saber que no sabemos:

Si pudiera invocar otra gran sombra, sería aquella de Wittgenstein: tenemos necesidad de pensadores que nos desaprendan todo eso que sabemos o creemos saber, y que nos hagan sentir, sobre un problema como el de las clases [sociales], que no sabemos nada, o que sabemos muy poco, aunque toda la sociología digna de ese nombre crea estar en condición de hacer un gran curso sobre las clases sociales31 

 


* A propósito de Pierre Bourdieu, Sociologie Générale, Vol. 1 (2015: 737). Se anuncia para los próximos meses la edición del segundo volumen, con que se concluye el llamado "Curso de sociología general". Para el epígrafe del texto, véase la página 202.

1 Hay que tener en cuenta además, sin necesidad de dramatizar, la bien conocida tradición de rechazo de la sociología que primó en Francia desde el siglo XIX y a lo largo de buena parte del siglo XX, y que, desde luego, Émile Durkheim y Marcel Mauss fueron de los primeros en experimentar, como bien lo recuerda y analiza en alguna de sus clases Pierre Bourdieu.

2 Para el mejor listado de los trabajos de Bourdieu, cfr. Delsaut y Rivière (2002).

3 Para el vocabulario más constante de Bourdieu, cfr. Chauviré y Fontaine (2003).

4 Se trata, claro, de un debate abierto, pero no hay duda de que a partir de enfoques muy diferenciados, el punto de vista histórico ha ganado sistemáticamente terreno en el campo de la historia y la sociología del arte. Véase por ejemplo, para una mirada realista y programática -al mismo tiempo, Michaud (2005). Para una obra importante que recuerda que la historia del arte es un invento reciente y que lo que designamos como arte en nuestras sociedades no ha existido siempre, cfr. Belting ([1990] 2009). Para una noción radical del funcionamiento de la imagen en la sociedad, cfr. Didi-Huberman ([2007] 2008).

5 "Por lo general, se concibe la sociología como una ciencia reductora y destructiva. Yo no comparto esta concepción. Para mí, la sociología es una ciencia que nos ha de ayudar a explicar y comprender mejor lo incomprensible de nuestra vida social. En este sentido he escogido el subtítulo aparentemente paradójico 'Sociología de un genio'. Mi objetivo, por tanto, no es destruir o reducir al genio, sino hacer comprensible su situación humana y quizá también ofrecer una modesta aportación para dilucidar la cuestión de qué habría que hacer para evitar un destino como el de Mozart" (Elias, 1991: 24, Nota 7).

6 Cfr. Champagne y Duval, "Situation du cours de Sociologie Générale dans l'oeuvre de Pierre Bourdieu", en Bourdieu (2015: 687-703), donde se vuelve a precisar el sentido de la expresión, por fuera de recordar aspectos muy importantes del contexto institucional -el Colegio de Francia- donde Bourdieu adelantaba su enseñanza.

7 En el último tercio del siglo XX, algunos de los grandes disidentes y críticos de la cultura y la sociedad francesas llegan al Colegio de Francia, y todos, cada uno a su manera, en sus lecciones inaugurales expresarán la incomodidad que sienten por estar en ese lugar que ahora ocupan ¡pero que desde luego han buscado!. Roland Barthes comienza su Lección con esta pregunta: "Debería sin duda interrogarme en principio acerca de las razones que han podido inclinar al Collège de France a recibir a un sujeto incierto... [como yo]", para manifestar su extrañeza por la postulación y el nombramiento. Michel Foucault, por su parte, parece sentir la misma incomodidad, y en su Lección desarrolla el tema del enrarecimiento del discurso por el lugar institucional desde el que habla y que desde ahora ocupará. Pierre Bourdieu en su Lección intentará hacer una explicación sociológica del rito mismo de pronunciar una lección en el momento del ingreso, y se preguntará por los ritos de institución. Cfr. Barthes ([1977] 1988: 113), Foucault ([1970] 1973: 11-14) y Bourdieu ([1982] 2002: 7-11).

8 La relación de Bourdieu con algunos de sus discípulos fue tormentosa. El libro más envenenado (y menos inteligente) que se ha escrito contra Bourdieu sigue siendo el de Verdès-Leroux (1998) -un verdadero síntoma del complejo del discípulo. En el ranking continúa una especie de grito contra un amor no correspondido escrito por Nathalie Heinich, bajo el título de Pourquoi Bourdieu (2007); y aunque la lista es larga, no hay por qué prolongarla. Un libro amable y tranquilo sobre Bourdieu es el de su amigo el filósofo Jacques Bouveresse, Bourdieu, savant et politique (2003). Un balance global (si eso es posible) de la teoría de Bourdieu puede verse en Pinto ([1998] 2002). Lahouari Addi ha escrito Sociologie et anthropologie chez Pierre Bourdieu. Le paradigme anthropologique kabyle et ses conséquences théoriques (2002), con énfasis en la etapa argelina, clave en la formación del pensamiento de Bourdieu. Una crítica tranquila y a veces certera de los trabajos de Bourdieu puede leerse en Lahire ([1999] 2005). Una perspectiva filosófica sobre el trabajo sociológico de Bourdieu puede leerse en Gautier (2012) -hoy en día la bibliografía sobre el celebrado sociólogo, sobre todo si se presta atención a los artículos, es simplemente inmanejable.

9 La perspectiva y la forma de abordar el problema y su exposición parecen inspirarse en Gaston Bachelard, maestro reconocido y muchas veces citado por Bourdieu. Cfr., por ejemplo, el siguiente planteamiento de Bachelard (2005): "En resumen, es necesario devolver a la razón humana su función turbulenta y agresiva. Se contribuirá así a fundar un superracionalismo que multiplicará las ocasiones de pensar [...] La razón, felizmente incompleta, ya no puede dormirse en la tradición, ya no puede contar con la memoria para recitar sus tautologías. Sin cesar, necesita probar y probarse. Está en lucha con los otros, pero principalmente con ella misma. Esta vez tiene alguna garantía de ser incisiva y joven" (Bachelard, 2005: 9-14).

10 En su elogio de la práctica, Bourdieu podría ir lejos, casi hasta el populismo propagandístico de la importancia de la vita activa, en buena medida para llamar la atención sobre el encierro del homo academicus y la manera como ese encierro apuntala las consideraciones puramente especulativas ("faltas de realidad", dice Bourdieu) sobre la vida social, que caracterizan el análisis de las ciencias sociales, y las arrastra hacia el teoricismo. Cfr., por ejemplo, ese elogio en su cálida presentación de la actualidad de Marcel Mauss (Bourdieu, 2004: 15-22).

11 Escribe Marx: "Claro está que el método de exposición debe distinguirse formalmente del método de investigación. La investigación ha de tender a asimilarse en detalle la materia investigada, a analizar sus diversas formas de desarrollo y a descubrir sus nexos internos. Sólo después de coronada esta labor, puede el investigador proceder a exponer adecuadamente el movimiento real. Y si sabe hacerlo y consigue reflejar idealmente en la exposición la vida de la materia, cabe siempre la posibilidad de que se tenga la impresión de estar ante una construcción a priori" (Marx, 1972: XXIII).

12 Bourdieu manifestó muchas veces su idea del valor de la pintura que dejaba ver las últimas pinceladas, que permitía observar la presencia del trabajo en la propia imperfección y en la corrección que de esas imperfecciones se intentaba; rastros del trabajo humano, más convincentes, en su opinión, que su ausencia en las obras claras y limpias, en las que el trabajo mismo en su imperfección ha desaparecido. Cfr. Bourdieu y Chartier (2010).

13 Escribe Marx: "Aquello de que los primeros pasos son siempre difíciles [se refiere a la exposición], vale para todas las ciencias" (Marx, 1972: XIII). Pero puede que esa idea sea también el precio de una forma de encarar los objetos de ciencia. En el caso de Marx, se sabe que la idea complicó exageradamente el inicio de las exposiciones sobre la sociedad capitalista, por la renuncia a los datos y a los ejemplos históricos, y la aspiración a una explicación esencialmente lógica y estructural.

14 Pero desde luego que las definiciones iniciales son un problema, ante todo por su carácter axiomático. Escribe Weber: "Debe entenderse por sociología [...] una ciencia que pretende entender, interpretándola, la acción social para de esta manera explicarla causalmente en su desarrollo y efectos. Por 'acción' debe entenderse una conducta humana [...] siempre que el sujeto o los sujetos de la acción enlacen a ella un sentido subjetivo. La 'acción social', por tanto, es una acción en donde el sentido mentado por su sujeto o sujetos está referido a la conducta de otros, orientándose por esta en su desarrollo" ([1922] 1977: 5). Párrafos de esta naturaleza, de carácter completamente abstracto, durante años han dejado casi sin lectores a una obra que merece tenerlos, y que cuando es abordada, por ejemplo, por la parte octava, según la distribución de Weber, es decir por los tipos de dominación, resulta más considerada con el lector.

15 Como Wittgenstein, o como de Certeau y algunos otros pocos autores, los trabajos de Bourdieu permiten comprender las relaciones, diferencias y complementariedades entre la lógica de las operaciones ordinarias y la lógica del "análisis sabio", lo que facilita entender no solo el valor de las miradas prácticas y de las miradas analíticas sobre el mundo, cada una en su propio campo, sino sus diferencias, desde el punto de vista de sus propósitos en cada caso, siendo, las dos, formas del conocimiento humano.

16 Como los análisis y conceptos vuelven una y otra vez, las páginas que indicamos incluirán en general la mención de las páginas y la anotación de "y siguientes". Pero al final del volumen el lector encontrará los tradicionales resúmenes que presentan los profesores del Colegio de Francia acerca de los cursos dictados, lo que es una buena guía inicial del contenido de las clases.

17 Como se sabe, se trata de un tema de gran presencia en la reflexión de Bourdieu a partir de los años ochenta, en plena crisis de la sociedad francesa, en medio de sus huelgas y de la renuncia de sus grupos dirigentes a los logros del Estado de bienestar de los años dorados del capitalismo. Es un periodo que coincide, según los análisis de Bourdieu, con el fin del viejo intelectual académico de grandes logros en el campo del saber y la ciencia, y su sustitución por la nueva figura del periodista y de los ensayistas mediáticos. Bourdieu y sus colaboradores insistieron siempre en la fabricación de la noticia y del acontecimiento, y por esa vía, en el dominio de la opinión pública. Un ejemplo de análisis de la mediatización de la sociedad se puede leer en Champagne ([1993] 2000: 51-63).

18 La segunda parte del volumen (clases 1982-1983) es la más extensa (mucho más del triple). Comprende un mayor número de clases y de mayor amplitud, según lo que indican las transcripciones, lo que quiere decir que más que los "antecedentes" o la relación con los clásicos de la disciplina, este trabajo es ante todo una reflexión sobre la propia obra de Bourdieu.

19 Lo que resulta más patético de la forma en que se asumen estas falsas oposiciones es que llegan a convertirse en principios de diferenciación entre practicantes de la ciencia social y, al mismo tiempo, en principios de definición de escuelas. Y así tendremos microhistoriadores contra estudiosos de las grandes estructuras, etnógrafos que huyen de la estadística y la denuncian como parte de la dominación positivista, interaccionistas que rechazan el papel de la historia, individualistas metodológicos para los cuales Robinson Crusoe debe ser el punto de partida de todo análisis social, etc., cuando simplemente se trata de la prolongación al extremo de rasgos del proceso social y de formas de análisis que desde el principio se consideran de manera unilateral. Ese mismo funcionamiento en términos de oposiciones polares se vuelve principio de diferenciación entre disciplinas, por ejemplo cuando, profundizando un viejo error epistemológico, se insiste en oponer sociología y psicología. Sobre este punto, cfr. de manera particular Elias (2010).

20 Una forma cómoda de acercarse al problema es la lectura de los textos reunidos en Goffman (1991).

21 Cfr. Bourdieu (2015: 197 y ss.).

22 Véanse al respecto las conocidas afirmaciones de Charles Wright Mills en La imaginación sociológica ([1959] 1961).

23 Una refutación del pretendido carácter de determinismo inmodificable del habitus puede hacerse recordando que su elaboración en Le sens pratique, en el análisis de la sociedad kabyl argelina, es hecha de manera casi paralela con el estudio de las formas de cambio de ese habitus, que parece inmodificable, en el marco de los procesos de transformación de la sociedad argelina campesina y urbana, por la misma época. Cfr., sobre todo, Bourdieu y Sayad (1964) y, posiblemente en un tono más analítico, Bourdieu ([1977] 2006). Asimismo, Bourdieu (2008), que reúne sus primeros trabajos en Argelia, en general inéditos hasta fecha reciente; y Sayad (1999), que sigue la trayectoria de los argelinos como emigrantes y como inmigrantes.

24 El efecto de las famosas tesis de Marx sobre Feuerbach, con su revaloración de la práctica y del materialismo activo, ha sido objeto de una lectura muy atenta y selectiva por parte de Bourdieu, tal como se refleja en Bourdieu ([1972] 2000), obra recientemente vertida al castellano en una traducción inservible [Prometeo Libros, de la Argentina], que hace que la obra siga siendo inédita en español.

25 Bourdieu es reconocido por su relación crítica y paradojal con autores importantes cuyo pensamiento apreciaba, aunque no lo compartiera. Es el caso de su relación con los interaccionistas y fenomenólogos sociales que arriba hemos mencionado, a muchos de quienes no dudó en promover y editar en Francia. Algún día se podrá hacer la lista de esos autores promovidos en colecciones de las ediciones de Minuit y de Actes de la Recherche, lo mismo que a través de invitaciones al Colegio de Francia, desde el momento en que lo pudo hacer. Como se sabe, hizo suya la frase hoy conocida de "con y contra" (con Marx y contra Marx, con Weber y contra Weber).

26 La obra desarrolla de manera amplia esta cara del debate -con el estructuralismo, de un lado, y la filosofía de la consciencia y de la libertad abstracta, de otro, pero desarrolla mucho menos el debate con el "individualismo metodológico" y, en particular, con la obra de Raymond Boudon, que fue uno de sus grandes oponentes en el campo de la sociología de la educación.

27 Como indica Patrick Champagne (2000: 687 y ss.), los textos reunidos no son simplemente un documento histórico que reúne conocimientos establecidos y fijados. No son tampoco las entradas de un diccionario de términos de sociología. Son un intento único de síntesis de un saber fundamental en un campo de las ciencias sociales. No hay duda de que con su propio título, Bourdieu juega con el título que los discípulos y continuadores pusieron al curso de Ferdinand de Saussure: Curso de lingüística general, que también trataba de presentar los conceptos fundamentales de una disciplina cuya crítica jugó un papel tan importante en la obra de Bourdieu cuando necesitó dejar claro el paso a la pragmática en el análisis sociológico, en contra de la dirección de Saussure, que privilegiaba el campo del análisis estructural en el estudio de la lengua.

28 Cfr. Bourdieu, Chamboredon y Passeron ([1975] 2008).

29 Bourdieu había ofrecido un ejemplo preciso de este punto en su presentación y homenaje a Marcel Mauss, al decir que iba a leer a Mauss como se leía a un filósofo (de manera metódica, lenta, pesando cada una de las palabras y reflexionando cada uno de los términos y el conjunto), es decir, leyendo a un autor de las ciencias sociales como los filósofos leían a los filósofos. Cfr. Bourdieu (2004).

30 Un ejercicio de análisis interesante puede ser el de contrastar los dos estilos de pensamiento y los dos enfoques de la sociedad que se encuentran presentes en este Curso de Sociologie Générale y en el equivalente libro de Howard Becker, Telling About Society (2007), donde Becker ha intentado el mismo camino: indicar cómo se puede hablar con pertinencia y corrección sociológicas sobre la sociedad.

31 Wittgenstein es efectivamente una presencia permanente en la obra de Bourdieu, pero una influencia al parecer bien llevada, que nunca se redujo a la repetición de ciertos aforismos del gran lógico (sobre todo los más inciertos e impenetrables). Más bien es su posición general sobre el lenguaje ordinario, la noción de usos, su inclinación por la pragmática, lo que interesaba a Bourdieu. Para su posición ante el filósofo austríaco, cfr. Bourdieu (2002: 345-353).


 

Referencias

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