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Co-herencia

Print version ISSN 1794-5887

Co-herencia vol.15 no.28 Medellín Jan./June 2018

https://doi.org/10.17230/co-herencia.15.28.1 

Dossier

¿Por qué traducir nuevamente la Metafísica? Palabras de Enrico Berti con ocasión de la publicación de su traducción de la Metafísica de Aristóteles

Enrico Berti1 

Traducción:

Luz Gloria Cárdenas Mejía* 
http://orcid.org/0000-0002-4541-6152

* Doctora en Filosofía de la Universidad de Antioquia, profesora del Instituto de Filosofía de la Universidad de Antioquia, Medellín, Colombia.


Esta traducción al español corresponde a la intervención oral de Enrico Berti, profesor emérito de la Universidad de Padua, en el Istituto Italiano per gli Studi Filosofici el 13 junio de 2017 con ocasión de la publicación de su traducción de la Metafísica de Aristóteles en el 2017, en el encuentro de estudio La metafísica de Aristóteles, en el Instituto de Estudios Filosóficos de Nápoles. Considero que al hacerlo se contribuye a la divulgación de esta nueva traducción entre la comunidad hispanohablante. Las modificaciones introducidas por el Profesor Berti en su traducción responden a los avances en los estudios sobre Aristóteles en los últimos años. Con ellos se contribuye a la discusión sobre la recepción que la tradición filosófica ha realizado de esta obra y a su interpretación. La traducción al español de esta intervención se edita con algunas pequeñas modificaciones para su presentación escrita y puede verse el video en el enlace https://youtu.be/i7NNekWgE_k. Agradezco al Profesor Berti su autorización para esta traducción.

Como pueden verlo, mi intervención no estaba prevista en el programa. Por lo tanto, es pues la ocasión, lo digo verdaderamente de corazón, para decir gracias principalmente a quien ha organizado este encuentro, a quien me ha invitado. Para mí es una gran emoción volver a hablar aquí en el Instituto de Estudios Filosóficos de Nápoles. Como recordaban antes mis amigos, comencé a venir desde hace muchos años, aquí he sentido las voces de algunos de los más grandes filósofos del siglo XX, también he tenido el honor de tener cursos y seminarios. Por esto tengo mucho afecto por este Instituto, por todos los que han trabajado aquí y, obviamente, por la memoria de su fundador, el abogado Gerardo Marotta; quien ha sido uno de los más grandes beneméritos de la cultura europea y mundial, en particular de la cultura filosófica. Así, gracias a la profesora Ragone, quien ha organizado este encuentro y, debo agradecer también, a un joven filósofo napolitano, el primero que tuvo la idea de promover esta iniciativa: Carlo Delle Donne de la Escuela Normal de Pisa. Además, naturalmente, a mis colegas y amigos, quienes han dicho de mí cosas muy elogiosas, muy superiores a mis méritos. Muchas gracias, en particular, a la colega Lidia Palumbo, quien fue muy generosa también al recordar mi curso sobre las formas de la racionalidad en Aristóteles.

No sé cuánto tiempo debo hablar, permítanme decir una cosa que me interesa sobre mi nueva traducción de la Metafísica. La pregunta que todos se deberían hacer espontáneamente es esta: ¿cuál es la necesidad de una nueva traducción italiana de la Metafísica si ya hay varias? Algunas de ellas son óptimas: recuerdo la primera importante, la de Armando Carlini hecha por la Casa Editorial Laterza en 1929, bajo la conducción de Giovanni Gentile, quien dirigía la colección de filosofía antigua y medieval con el apoyo de Benedetto Croce de la Casa Editorial Laterza. Menciono en seguida la magnífica traducción de Giovanni Reale. Otra igual de importante, es la de Carlo Augusto Diano. La más reciente de Macello Zanatta o la de Antonio Russo. Es probable que haya más en italiano que en todas las lenguas europeas, entonces, ¿qué necesidad hay de hacer una nueva?

En esta ocasión, hay un motivo fundamental por el que aprovecho para solicitar su atención, porque me parece importante. Todas las traducciones que hasta ahora fueron hechas, se basaban, como era natural y justo, sobre las más recientes ediciones críticas del texto griego. Dos son las obras maestras: una, de Sir David Ross publicada en 1924 y, la otra, del gran filólogo alemán Werner Jaeger publicada en 1957. De este modo, la primera es de hace casi 100 años; la segunda tiene 60 años. Ahora bien, en todos estos años los estudios han progresado y han dado a luz toda una serie de novedades que Ross y Jaeger no pudieron tener en cuenta.

¿Por qué quería traducir la Metafísica? porque en ese momento necesitaba tener en cuenta todas estas novedades. No he querido y ni siquiera sería capaz de hacer una nueva edición crítica del texto griego, porque esto habría requerido muchos años, ahora tengo 82 años y no tendría el tiempo. Además, requeriría una competencia paleográfica que yo no tengo, una inspección de todos los manuscritos existentes. Pero aún sin haber hecho una nueva edición, he tenido en cuenta los estudios hechos por otros, sus libros particulares sobre la Metafísica, que han aportado, sobre todo -obviamente, resumo un poco- una nueva comprensión. Trataré de explicarlo en pocas palabras, es una cuestión un poco técnica, pero creo que interesa:

Las ediciones críticas hasta ahora existentes, la de Ross y la de Jaeger, se basan en dos grandes familias de manuscritos independientes una de la otra. Son dos familias que descienden de los originales que ya no existen; pero de las cuales existen muchas copias. Dos familias [de manuscritos] llamadas convencionalmente: familia Alpha y familia Beta. ¿Qué hacían los editores cuando veían que los manuscritos de estas dos familias presentaban el mismo texto? No había entonces ningún problema, se decía que era el texto que derivaba del manuscrito perdido más antiguo y que era cercano probablemente al que era el texto de Aristóteles. Pero cuando las dos familias presentan textos diversos, es decir, frases con palabras diversas en el mismo punto: ¿qué hicieron los editores? Elegían uno u otro de estas dos opciones, según las razones más dispares: ya fuese de carácter paleográfico, de carácter filológico o de carácter filosófico. Esto es, siguiendo aquella [familia de manuscritos] que, a su juicio, correspondía mejor con la interpretación que ellos daban del pensamiento de Aristóteles. Lo que no es un modo de hacerlo fidedigno. Ahora se han dado cuenta de que éstas dos familias no tenían el mismo valor, pues una de las dos -la segunda1-, no la que desciende del manuscrito traído como dote por María de Medecis al rey de Francia; sino la otra, fue fuertemente influenciado por el comentario a la Metafísica hecho por un gran comentador antiguo: Alejandro de Afrodisia.

Alejandro de Afrodisia es una figura que ha sido revaluada en los estudios de filosofía antigua. Vivió entre el siglo I y II d. C., enseñaba filosofía aristotélica en una de las cátedras instituida por los emperadores romanos para hacer conocer la filosofía griega por todo el mundo. Alejandro de Afrodisia es el más antiguo de los autores de los que hemos conservado su comentario a la Metafísica. Tenía la ventaja de ser griego respecto de todos los interpretes que le sucedieron, ya fuese árabe, medieval y latino. Y por esto, tenía como su lengua, la lengua de Aristóteles. Por lo tanto, se debía pensar que su grado de comprensión del texto de Aristóteles era mejor que el de cualquier otro, por esto tenía una autoridad inmensa. Todos los comentadores que vinieron después, ya fuesen griegos, neoplatónicos, árabes, latinos o modernos, fueron influenciados por Alejandro.

Y bien, las investigaciones de los últimos años handemostrado que la segunda de las dos grandes familias de manuscritos de la Metafísica de Aristóteles, es decir la mencionada familia Beta, fue influenciada por el comentario de Alejandro. Todos los que la reescribían, cuando tenían alguna duda sobre cuál era el texto de Aristóteles, iban a consultar el comentario de Alejandro y lo tomaban como el que daba la lección autentica del texto de la Metafísica.

Esto ha hecho que la Metafísica transmitida a Occidente, a la cultura europea, no fuera tan solo la Metafísica de Aristóteles sino -lo digo exagerando un poco- la Metafísica de Alejandro de Afrodisia.

Es decir, la versión que Alejandro de Afrodisia, con base en su interpretación, ha querido dar de la Metafísica de Aristóteles. Pero ustedes dirán ¿Cuál es la interpretación que Alejandro ha querido dar? Es muy importante comprenderlo, porque Alejandro vive en un momento -entre el II y III siglo d. C- en el que el Imperio Romano viene a tener contacto con las grandes religiones monoteístas del Oriente: el judaísmo, el cristianismo y el mitraísmo. Y el problema dominante en la cultura del Imperio Romano -la más grande cultura existente en la historia-, el problema dominante de la filosofía en la edad imperial es: el problema religioso. Frente a esta irrupción masiva de las grandes religiones orientales, ¿qué hace el filósofo griego? Busca demostrar. Plotino lo hará de la manera más genial que ningún otro. Pero Alejandro de Afrodisia ya buscaba demostrar que los filósofos griegos habían comprendido muchas cosas respecto de Dios, el mundo, la dependencia del mundo de Dios; todo lo que forma el objeto de la teología. Por lo tanto, Alejandro de Afrodisia, probablemente influenciado por este clima cultural, tiende a interpretar casi siempre la Metafísica de Aristóteles en sentido teológico, como si fuera una teología racional.

Ustedes pueden comprender por qué esta interpretación tuvo un éxito inmenso. ¿Por qué? porque, por ejemplo, cuando los árabes llegaron a tener contacto con las obras de los filósofos griegos, les interesaba principalmente una filosofía que sirviera de base racional a la teología islámica. Por tanto, el comentario de Alejandro se prestaba perfectamente para esto, por eso el comentario de Alejandro tuvo una inmensa fortuna entre los árabes. Posteriormente, el mundo cristiano, europeo y latino tuvo contacto con los árabes. Y el mundo cristiano también tenía como su problema principal, el problema teológico. Toda la filosofía medieval está orientada hacia la teología, de este modo, una interpretación como la de Alejandro se prestaba óptimamente a hacer de Aristóteles, de la Metafísica de Aristóteles, no solo la base de la teología islámica como habían hecho los árabes; sino también de la teología cristiana. Así, la Metafísica llegó a constituirse. Lo que es una opinión común: si a un joven del liceo se le pregunta qué es la Metafísica de Aristóteles, incluso hoy lo que todos piensan es que es la parte de la filosofía que sirve como premisa para construir después una teología, para justificar las verdades de la religión.

El pobre Aristóteles no tenía nada que ver con todo esto, él no tenía mínimamente una idea, un programa o una intención de este tipo. Para él la Metafísica -como lo escribe al comienzo del Libro Ies la ciencia de la causa primera y las causas primeras son de cuatro tipos: materia, forma, causa eficiente o motriz y causa final. Ciertamente, entre estas [causas] también está el motor inmóvil, del que Aristóteles dice que es un dios. Atención, no dice “Dios”, con la D mayúscula, porque para el griego dios es una especie de ser viviente como el hombre. Cuando el griego dice hombre, no es que piense en un hombre en particular, es la “especie hombre”. En una de las definiciones atribuida a Platón, dice que el dios es un ser viviente inmortal, mientras que el hombre es mortal; [dios es] feliz, mientras que el hombre es infeliz. Entonces, Aristóteles dice que es un dios, pero no es la única causa del mundo, no es el que crea la materia, ni el que da la forma ni el fin de todo. Como después se cree en el medioevo árabe y en el mundo cristiano. Por esto hay en Aristóteles una investigación mucho más variada, mucho más extensa y compleja que la del momento puramente teológico.

De hecho, les doy un solo ejemplo -pues no hay mucho tiempo- de cómo la interpretación de Alejandro de Afrodisia ha influido sobre el modo de concebir la Metafísica. En un pasaje del libro II, en el libro Alpha menor, el texto en que Aristóteles dice que la ciencia en cuestión, la ciencia primera, es la ciencia que tiene por objeto: aïdion, como dice una familia de manuscritos. Los estudiantes del liceo que saben griego, saben que aïdion quiere decir lo eterno. Por tanto, según este texto, la filosofía primera es la ciencia de lo eterno. La otra familia [de manuscritos], la que es más fidedigna, dice en lugar de la palabra aïdion la palabra aition; con la tau (τ) en el lugar de la delta (δ); aition quiere decir causa. Entonces, la ciencia en cuestión no es la ciencia de lo eterno, es la ciencia de la causa. La ciencia que busca la causa, la que busca explicar.

Y bien, ya Alejandro de Afrodisia en su comentario informa que existen estas dos lecturas diversas y opta nítidamente por aquella que dice aïdion: lo eterno. Se explica fácilmente que para quien copiaba los manuscritos la diferencia es solo una letra, una delta (δ) en el lugar de un tau (τ). Alejandro de Afrodisia privilegia la lectura de lo “eterno”. Mientras que la familia de manuscritos no influenciada por Alejandro, esta que María de Medecis ha aportado como dote a Paris, dice que es la ciencia de la causa. Ustedes comprenden la diferencia, basta solo un ejemplo: si se concibe la filosofía primera como ciencia de lo eterno, eterno son los astros, el cielo y sus causas, es decir, el motor inmóvil. Si se dice que es la ciencia de la causa, se dice que es cualquier tipo de causa, no solo aquella del astro y del cielo.

Vean cómo una interpretación prima: en la edición Ross ustedes encuentran estampada la forma aïdion: lo eterno. Así también traducida por Reale y por Viano. Aún, cuando este no es el sentido del discurso de Aristóteles. Así se pueden citar otros pasajes parecidos, en los que resulta que la Metafísica -que por siglos ha estado atribuida a Aristóteles- ha sido en gran parte modificada, influenciada y representada a través de la interpretación de Alejandro y, por lo tanto, de toda la teología medieval y moderna que ha caracterizado la filosofía occidental.

Me parece que una de las razones por las que valía la pena hacer una nueva traducción de la Metafísica era tener en cuenta diferencias como estas. Puedo citar otras que surgen. La traducción es consecuencia del texto, lo que cuenta es el texto, el texto que vendrá a ser estudiado y recuperado en la forma más confiable, que no es la que ha sido transmitida en las ediciones más meritorias de Ross y de Jaeger. Espero que alguien en los próximos años realice una nueva versión del griego en la que se tenga en cuenta todo esto. Mientras tanto, ya he realizado mi traducción.

Sesión de preguntas

-Lidia Palumbo: Yo por ejemplo quiero, en este momento, si es posible, retomar al tema del motor inmóvil interpretado como causa eficiente y no como causa final del movimiento del cielo. Podemos retornar un poco, muy brevemente, esta es una pequeña pregunta-Enrico Berti:

La colega y amiga ha retomado un punto álgido, una de mis interpretaciones minoritarias. Para mí, la opinión tradicional transmitida en todos los manuales y los estudios sobre Aristóteles-incluso la mía en los primeros libros que he escrito- dicen que el motor inmóvil mueve como objeto de amor y, por lo tanto, es una causa final. Es una doctrina un poco extraña, porque uno se pregunta, pero ¿objeto de amor de parte de quién?, esto es, ¿de quién es amado el motor inmóvil? El texto de Aristóteles no lo dice, ¡no lo dice! ¿Quién lo ha dicho? Alejandro de Afrodisia ha dado la explicación. Nótese que el problema ya era planteado por uno de los primeros alumnos de Aristóteles, es decir, por Teofrasto, que era propiamente el discípulo directo, el continuador, el sucesor de Aristóteles. En su opúsculo, que también es llamado después Metafísica, ¿Qué cosa es este amor, este deseo del que se habla a propósito del motor inmóvil? ¿Es el cielo el que ama el motor inmóvil? Sí, el cielo ama el motor inmóvil, porque el cielo gira sobre sí mismo, es decir, el movimiento del cual el motor inmóvil es causa. Si él quisiera imitar el motor inmóvil, sería mejor que estuviera quieto, pues el motor inmóvil está quieto, es inmóvil. Y Alejandro de Afrodisia responde: “porque el cielo ama el motor inmóvil y quiere imitarlo y el modo, el tipo de movimiento que, más que ninguno de todos los otros, imita la inmovilidad es la rotación”. Imagínense ustedes una esfera, para Aristóteles el universo era una esfera: el cielo, una esfera que gira sobre sí misma, no cambia de lugar y está siempre en el mismo punto, se mueve como dicen los franceses: sur place. Por tanto, es el movimiento que más que ningún otro se acerca a la inmovilidad. Esto no está en Aristóteles, es la explicación que da Alejandro de Afrodisia, el cual vive ya en un momento en que se busca operar una gran síntesis, una gran conciliación de todos los filósofos griegos, específicamente: Platón, Aristóteles y el estoicismo, para hacer ver que la filosofía griega también había logrado construir un sistema teológico capaz de rivalizar con las grandes religiones monoteístas. Y, entonces, ¿de dónde toma Alejandro de Afrodisia la idea de imitación? de Platón, quien decía que este mundo en el que vivimos no es el mundo verdadero; sino una imitación del mundo verdadero que sería el mundo de las ideas. De este modo, la imitación es la relación básica entre el universo físico y el motor inmóvil, el cielo quiere imitar el motor inmóvil.

En una interpretación de este tipo, el motor inmóvil es causa final, él no hace nada, él está allí y punto. El cielo lo quiere imitar, naturalmente es necesario suponer que el cielo tiene un alma para poder amar, se necesita entender y querer y, por esto, el cielo ama el motor inmóvil. Y, después de esto, el medioevo ha extendido inmediatamente el discurso según el cual todos los seres existentes, todos los que existen en el universo aman a Dios, aman el motor inmóvil. Esto iba muy bien para los neoplatónicos, para los árabes, para los cristianos y, por lo tanto, es la interpretación que se ha impuesto.

Pero todo esto no está en Aristóteles, porque Aristóteles dice que el motor inmóvil es: kinêtikon kai poiêtikon, poiêtikon, literalmente quiere decir: eficiente, que hace, que obra. Es cierto que son varios textos, de diversos tipos que van a ser interpretados y explicados, el discurso es extenso y complicado. Pero para mí, esta idea de que el motor inmóvil, amado e imitado por los cielos, es la causa final del universo entero no es una idea de Aristóteles; sino fruto de la interpretación teologizante que ha sido dada de su pensamiento. Es una interpretación, como habíamos dicho, minoritaria. La mayor parte de los estudiosos no la comparten, yo la he hecho conocer, la he discutido por todas partes, etc.; pero no he logrado convencer, a algunos sí, algunos están de acuerdo, no todos, por ejemplo: está de acuerdo Sarah Broadie, Lindsay Judson, Arieh Kosman. Pero la gran mayoría de los estudiosos continúan interpretando Aristóteles o el motor inmóvil del modo más tradicional. Y aquí hay materia de discusión entre los estudiosos.

-Lidia Palumbo: Gracias.

Fin de la intervención de Enrico Berti

Referencias

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