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Co-herencia

versão impressa ISSN 1794-5887

Co-herencia vol.15 no.28 Medellín jan./jun. 2018

https://doi.org/10.17230/co-herencia.15.28.14 

Reseñas bibliográficas

Trincheras de tinta. La escritura de la Historia patria en Colombia, 1850-1908, de Patricia Cardona Zuluaga (2016). Medellín: Fondo Editorial EAFIT, 380 p.

Gabriel Samacá Alonso* 

* El Colegio de México, México, gsamaca@colmex.mx

Trincheras de tinta. La escritura de la Historia patria en Colombia, 1850-1908. , de, Cardona Zuluaga, Patricia. (, 2016. )., Medellín: :, Fondo Editorial EAFIT, ,, 380p. p.


Internacionalmente, la historiografía colombiana es conocida y recordada por un sugerente trabajo de Germán Colmenares titulado Convenciones contra la cultura: ensayos sobre la historiografía hispanoamericana del siglo xix (1987). Quienes han incursionado en este tipo de estudios se ven enfrentados a su lectura obligatoria, así como a tomar posición respecto a la tesis “discursiva” del colonialista en el estudio de las historias patrias hispanoamericanas (Cfr. Mejía, 2007; Vanegas, 2015). La historiadora antioqueña Patricia Cardona no ha sido la excepción, aunque a lo largo de su trayectoria académica ha venido mostrando otros caminos para pensar y hacer la historia de la Historia en el país. Desde sus trabajos sobre la enseñanza de la lectura en el período federal, esta autora acudió a las herramientas de la historia de la cultura escrita para incorporar el estudio de la materialidad, los públicos, los espacios y las prácticas de consumo de los materiales impresos (Cardona, 2007). Esta perspectiva de análisis se entronca con una preocupación por la invención de la nación y la constitución del orden republicano a lo largo de la segunda mitad del siglo xix.

En el año 2013, Cardona culminó su Doctorado en Historia en la Universidad de los Andes con su tesis Escribir la Historia y hacer Nación: obritas de historia patria en Colombia. Segunda mitad del siglo xix, con la dirección de Renán Silva. Tres años después, el Fondo Editorial EAFIT presentó al público el libro aquí reseñado, una versión modificada de su trabajo doctoral que constituye un significativo aporte a la historiografía nacional y continental. Organizado en cinco capítulos, el libro explora las condiciones epistemológicas y sociales de la escritura histórica que permitieron la publicación de unos impresos de pequeño formato y uso “popular” denominados obritas. Para la autora, estos “pequeños libros olvidados […] fueron una vía de construcción y representación del pasado, fueron el medio por el cual cobraron forma los consensos sobre los hechos que habrían de signar el ‘ser colombiano’ y la pertenencia a una entidad con un pasado concebido como punto de convergencia de la vida comunitaria y política” (Cardona, 2016, p. 14).

Enfocada en autores y obras “menores” -aspecto que retoma de Quentin Skinner-, Cardona explora en el primer capítulo la relación entre formatos y saberes para determinar las tradiciones editoriales y epistemológicas de la Historia, especialmente en lo relacionado con su presencia en los almanaques, las cronologías, la Geografía y la Literatura. En el segundo, se detiene en el estudio de la transición de la Historia como maestra de la vida a la ciencia histórica de cuño moderno. Allí, la autora se ocupa de la relación entre los géneros, la centralidad de la retórica y los usos moralizantes de las obritas. En el tercer capítulo, presenta una importante digresión acerca de las nociones de Historia patria e Historia nacional, diferenciándolas a partir de los momentos de aparición y desarrollo en el siglo xix colombiano. Con ello, Cardona apuntala la distinción y proximidad de estas categorías, así como sus implicaciones en los discursos de progreso y civilización dominantes en el período de estudio. En el penúltimo capítulo, la preocupación central da paso a una revisión de los contenidos de las obritas, los cuales asume como consensos narrativos que gozaron de consagración y aceptación generalizada en la época. La obra cierra con una reconstrucción panorámica de los escritores de obritas y las condiciones de formación de un mercado de libros de Historia, especialmente, el carácter de polígrafos de los autores y el cambio de régimen en materia de propiedad literaria e intelectual.

El considerable acopio de fuentes que soporta la investigación cobra más valor al ser puesto en diálogo creativo con las principales obras que, desde las recientes propuestas para el análisis de la historiografía, han realizado autores como Reinhart Koselleck, François Hartog y Paul Ricoeur -estos aspectos son desarrollados con mayor profundidad en Y la historia se hizo libro (Cardona, 2013)-. El andamiaje teórico complementa el enfoque metodológico a partir de perspectivas como la sociología de los textos y la bibliografía de Donald MacKenzie, la historia de la lectura y la morfología de los impresos de Roger Chartier y algunos aspectos de la paleografía de Armando Petrucci. De esta forma, el libro presenta una ruta conceptual y metodológica renovadora, toda vez que anuda aspectos antes olvidados como la materialidad y los usos de la Historia, subrayando su carácter impreso. Con ello, se matiza la preocupación por el simple análisis de los discursos, el cual, como la autora reitera en diferentes apartados, incurre en una excesiva y anacrónica lectura ideológica de este objeto de estudio.

Como toda obra, Trincheras de tinta no alcanza a resolver plenamente todos los problemas que plantea. Aunque la autora busca hacer hincapié en los usos y las formas de lectura de las obritas, no logra dar cuenta de los diferentes contextos y prácticas concretas del público lector decimonónico, ya sea en los espacios escolares o fuera de ellos. En un sentido similar, los marcos geográficos de escritura y lectura de este tipo de obras no aparecen suficientemente a lo largo del libro. Con ello queremos decir que se pierden los diferentes espacios en que se produjeron, circularon y recibieron los impresos de contenido histórico. Como sabemos, en el lapso abordado en el libro no pueden perderse de vista las jerarquías regionales que desataron enfrentamientos políticos o las complejas relaciones entre los centros urbanos, los pueblos y las aldeas, en un país que se debatió entre el aislamiento y la conexión en su interior y con el mundo.

Por otra parte, la sana postura de evitar una lectura ideologizada de los contenidos se convirtió en un olvido de la agitada vida política y social del período de estudio. Si bien no se puede supeditar el surgimiento del “análisis histórico moderno” a los avatares de la dinámica política, es imprescindible ahondar las relaciones con lo político -en el sentido que le da Rosanvallon- más allá de las menciones a la creación y sostenimiento del orden republicano como fin último de este tipo de objetos impresos. Otra limitación del trabajo atañe a una debilidad de la historiografía colombiana que remite a la casi inexistente producción en torno a la historia de la edición en la segunda mitad del siglo xx. Esta carencia es relevante para fijar los alcances de las obritas que estudia Cardona al preguntarse por las casas editoriales que imprimieron los libritos, sus tirajes, los precios, las reediciones, los mecanismos y lugares de compra y venta, entre otros aspectos claves del mundo editorial.

Un último conjunto de críticas que se le pueden formular a la investigación de Cardona Zuluaga tiene que ver con puntos ciegos que, a nuestro juicio, no restan valor al trabajo pero que es pertinente señalar. Dado el interés por abordar el tránsito de la historia magistra vitae al análisis histórico, la autora deja traslucir el arraigado esquema tradición/modernidad que atraviesa soterradamente nuestra práctica historiográfica y que impide aprehender fenómenos menos lineales. En segundo lugar, el acento en el carácter divulgativo de las obritas puede confundirse con una especie de exclusividad de este formato en dicha materia, desconociendo la importancia que tuvieron otros soportes y géneros en la labor de difundir la Historia patria entre diferentes sectores del público lector como los jóvenes, los artesanos y las mujeres. Finalmente, debemos decir que la obra padece, en algunos apartados, de cierta redundancia argumentativa que obstaculiza una lectura fluida y genera cierta saturación al encontrar la misma tesis en diferentes momentos.

Más allá de los aspectos señalados, podemos decir con toda seguridad que Trincheras de tinta es un libro que consigue exitosamente abrir una perspectiva de análisis que ha de ser retomada en futuras investigaciones. Al trascender una lectura prescriptiva de las obritas de uso escolar y “popular”, este trabajo ofrece una mirada fresca y compleja de las maneras como se forjó una cultura histórica en la Colombia de la segunda mitad del siglo xix y los primeros años del xx. Como todos los trabajos rigurosos, el libro que comentamos sugiere problemáticas a investigar tanto por lo que deja planteado como por aquello que no alcanza a desarrollar plenamente. En suma, el más reciente libro de Patricia Cardona retoma y avanza en las inquietudes que Colmenares abrió hace ya casi tres décadas. Eso sí, sus preguntas, fuentes y perspectivas dan cuenta del grado que han alcanzado los estudios historiográficos en Colombia

Referencias

Cardona Zuluaga, P. (2007). La nación de papel: textos escolares, lectura y política. Estados Unidos de Colombia, 1870-1876. Medellín: Fondo Editorial Universidad EAFIT. [ Links ]

Cardona Zuluaga, P. (2013). Y la historia se hizo libro. Medellín: Fondo Editorial Universidad EAFIT . [ Links ]

Colmenares, G. ([1987] 2008). Convenciones contra la cultura: ensayos sobre la historiografía hispanoamericana del siglo XIX. Medellín: La Carreta Editores. [ Links ]

Mejía Macía, S. (2007). ¿Qué hacer con las historias latinoamericanas del siglo xix? (A la memoria del historiador Germán Colmenares). Anuario de Historia Social y de la Cultura, 34, 425-458. [ Links ]

Vanegas, I. (2015). La fuga imaginaria de Germán Colmenares. Anuario de Historia Social y de la Cultura, 42(1), 275-307. [ Links ]

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