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Memorias: Revista Digital de Historia y Arqueología desde el Caribe

On-line version ISSN 1794-8886

memorias  no.14 Barranquilla Jan./June 2011

 

La Princesa Ingérmina y Alonso El Conquistador. Una aculturación amorosa

The Princess Ingérmina and Alonso The Conqueror. A loving aculturation1

Alba Doris López Restrepo2

1 Agradezco al profesor Álvaro Pineda Botero por la lectura y comentarios a este artículo, y por haberme presentado a Ingérmina hace algún tiempo; al profesor Cristo Rafael Figueroa por los nuevos ojos para leer la literatura del s. XIX. La propuesta es resultado de los seminarios Novela histórica y Literatura y sociedad en el siglo XIX, en la especialización y maestría en hermenéutica literaria, respectivamente.

2 Antropóloga de la Universidad de Antioquia, Colombia; Magíster en hermenéutica literaria de la Universidad EAFIT, Colombia; investigadora independiente.


Resumen

En este artículo se analiza la novela Ingérmina o la hija de Calamar, de Juan José Nieto, en el contexto de la discusión sobre la novela histórica del siglo XIX como propuesta de construcción de una nación. Se pregunta por el papel de la relación entre Eros y Polis, característica del romance histórico, como búsqueda de la unión que signifique la consolidación de un proyecto nacional.

Palabras clave: Novela histórica, romance, Conquista, ficcionalización, nación, Eros, Polis.


Abstract

This article analyze the Juan José Nieto's romance Ingérmina o la hija de Calamar, into discussion about historic romance of XIX siècle as a proposal of constructing a nation. It is asked about the place of relation between Eros and Polis, as a characteristic of historic romance in searching of the union that means the consolidation of a national project.

Keywords: Historic romance, Conquest, fictionalizing, nation, Eros, Polis.


Introducción

Se conoce la obra Ingérmina o la hija de Calamar, escrita por el cartagenero Juan José Nieto y publicada en 1844, como la primera novela colombiana. En el original, publicado en Jamaica por la imprenta de Rafael J. de Córdova, consta un tercer subtítulo: Recuerdos de la Conquista 1533 a 1537con una breve noticia de los usos costumbres y religión del pueblo de Calamar. En la introducción, al interior del texto, se especifica que esta breve noticia es "tomada de los fragmentos de una antigua crónica inédita de Agustinos de Cartagena, por Fray Alonzo de la Cruz Paredes" y contextualiza los hechos que están por suceder. Los subtítulos ofrecen perspectivas al lector quien puede seguir el relato, ya desde el punto de vista del narrador que se sitúa como testigo de la historia que nos ofrece; ya desde el punto de vista de la heroína, una española adoptada por el pueblo Calamar y que, por alguna resonancia de su destino y el de su pueblo como futura colonia, se enamora justamente de su colonizador. La fábula trata los amores de la princesa Ingérmina, oriunda del pueblo de Calamar (actual Cartagena), hija del cacique Ostáron, con Alonso de Heredia, hermano del Adelantado Pedro de Heredia, a la sazón, fundador de Cartagena y el único que logró establecer un acuerdo con los indígenas de la región. De esta manera, la obra reúne toda la trama en torno a las acepciones de la conquista, tanto en su dimensión política y económica, como en su dimensión romántica. De esta pareja, nace un pueblo nuevo que, a diferencia de las propuestas de otras novelas del siglo XIX, no se constituye en una nación o República incipiente, sino en una colonia española que sería parte importante en el futuro proyecto de la nación. Ese futuro en el que vivió Juan José Nieto y militó en las líneas federalistas y que es el tiempo de la escritura durante su destierro en Jamaica, luego de fracasar el bando en que luchó la Guerra de los Supremos en contra de Tomás Cipriano de Mosquera en 1841.

Son los propósitos de esta lectura, explorar la presencia de una propuesta de construcción nacional a la manera de las novelas caracterizadas por el romance como forma narrativa e indagar por la relevancia del idilio entre ambos héroes frente a la situación social y política que se plantea encarnada, también, en otros personajes. El término romance, se entiende con Doris Sommer, como

"una intersección entre nuestro uso contemporáneo del vocablo como historia de amor y el uso del siglo XIX, que distinguía al género como más alegórico que la novela. Los ejemplos clásicos en América Latina son las inevitables historias de amantes desventurados que representan, entre otros factores, determinadas regiones, razas, partidos e intereses económicos. Su pasión por las uniones conyugales se desborda sobre una comunidad sentimental de lectores, con el afán de ganar tanto partidarios como corazones".3

Otro aspecto que habrá de tratarse en esta lectura, es el atinente a la ficcionalización de los personajes históricos que, en aras del desarrollo de la fábula, participan de la trama en tiempos y espacios que se enlazan con la historia rectora de Alonso e Ingérmina, dotándola de revelaciones inesperadas para el lector y permiten que la narración se sostenga con verosimilitud de acuerdo a los hechos históricos y al retrato de costumbres previo.

En ese orden de ideas, se citan lecturas previas de otros autores que expresan opiniones diversas y hasta contradictorias sobre el texto. En ellas, la biografía del autor se ha utilizado como insumo para intentar develar su intención al cruzarla con el contenido de la obra: unos han opinado a favor de un afán por escalar en la sociedad cartagenera; otros, lo halagan por haberle dado voz a la etnia indígena o lo cuestionan por haber silenciado al negro, razas ambas, de las que él mismo provenía y en quienes tenía sus aliados políticos. Sin embargo, no es la identidad cultural del autor, la principal preocupación de este escrito y se tratará sólo en lo necesario para hacer claridad en algunos tópicos. Es importante sí, mencionar sus intereses políticos que le ofrecen a la novela la posibilidad de pertenecer al grupo de novelas producidas por estadistas del siglo XIX, en las que se ponen de manifiesto ideas sobre proyectos nacionales, aunque ésta, por el contexto histórico que refiere no sea estrictamente la presentación de un sueño de nación encarnado en la relación amorosa de un hombre y una mujer que alegoricen el Estado y la Sociedad civil, respectivamente.

No hay que olvidar el contexto histórico y social de la época para no exigirle al autor una ideología que aún no se había desarrollado. La literatura y la ciencia de la época provenían de Europa con sus juicios de valor y su propuesta ética y ponía a los criollos en la paradoja de construir la identidad nacional en medio de una gran diversidad con, y a pesar de las ideas extranjeras y con la innegable realidad de su mezcla racial. Nieto no estuvo exento de tal paradoja. Es pertinente pensar, también, si la propuesta del texto apunta hacia la construcción de una nación, si el contexto histórico elegido es una proyección nostálgica de lo que debió haber sido o un intento de reactualizar una situación que sería favorable para el presente y el futuro de la sociedad del momento de la escritura.

Voces previas

Raymond Williams4, afirma que Nieto en ningún momento plantea una identidad nacional sino una identidad regional costeña y que el tratamiento que le da a los Heredia, más que de "civilizadores" es de "extranjeros", es decir, no ocupan el lugar de invasores o conquistadores sino de huéspedes. Agrega que para la trama, es básico el hecho de que Alonso "civilice" a Ingérmina hasta un nivel "satisfactorio", con lo cual estaría haciéndola digna de él y promoviendo el enamoramiento por parte de ella. Piensa este autor que por la mención recurrente al motivo de la libertad perdida y ganada sucesivamente, estaría reelaborando el proceso de la Independencia. Además, los indígenas se comportan según modelos europeos y hablan del valor de la patria, concepto típico del siglo XIX.

El trato otorgado a Pedro y Alonso de Heredia hace parte, sin duda, del proceso de ficcionalización necesario para poner la trama en movimiento. En su calidad de "huéspedes" convocarían la hospitalidad de los indígenas en vez de su disposición para la guerra contra los "civilizadores". A propósito, afirma Garcés que, "Alonso (...) aunque ejerce de conquistador, se granjea el respeto y la admiración de los calamareños. Es vocero del entendimiento entre dos mundos totalmente opuestos. Utiliza, aunque sea para su beneficio, más las palabras que las armas".5 Esto apoya su argumento de que "Nieto, al parecer, no quería la confrontación sino el mestizaje y la comprensión".6 Los Heredia han respetado los pactos con los indígenas aunque éstos hayan quedado bajo una servidumbre atenuada por el buen trato. Esta situación, le da sentido al personaje de Catarpa, el hermano de adopción y prometido de Ingérmina a quien le reclama por su sumisión, indigna de una princesa que bien podía tomar las armas como solían hacer las mujeres de su etnia: ¡Y tú también Ingérmina eres indiferente a la pérdida de nuestra patria!.7 Es por ello que al hacer "la correría de sus amores", rito de cacería previo al matrimonio, decide utilizarla para reunir a otros indígenas y liderar una insurrección y su discurso, rasgo esencial del personaje, es el de un independentista. Cabe anotar que para la época en que fue escrita la novela no se había abolido la esclavitud y sus palabras develan la condición del cimarronaje:

Enhorabuena: si vosotros sois indiferentes y soportáis la esclavitud hasta contaros dichosos con ella, yo no puedo serlo a la ignominia de mi patria y de mi casa [...] por mi parte me encuentro más feliz conservando mi independencia, errante por los bosques y entre las bestias salvajes, que sufrir la presencia siquiera de uno de nuestros opresores, que cada día nos echan en cara nuestra degradación, tanto más oprobiosa, cuanto que esa dulzura con que nos tratan es en recompensa de la deshonrosa mansedumbre con que nos hemos sometido. (resaltado mío).

Mientras sucede esta correría, Alonso comienza a frecuentar a Ingérmina, y con todas las dotes del más fino caballero, emprende su alfabetización sin obligarla aún a convertirse de religión. En este punto, puede decirse con Sommer que "las resonancias amorosas de la 'conquista' son absolutamente apropiadas, porque era la sociedad civil la que debía ser cortejada y domesticada después de que los criollos conquistaran su independencia".8 Es la ocasión en que ambos empiezan a enamorarse. En efecto, Alonso quiere hacerla digna de un Castellano y, de paso será una relación conveniente para atraer más a los naturales. "Al identificarse con los héroes y las heroínas" dice Sommer, "los lectores podían imaginar un diálogo entre los sectores nacionales, realizar matrimonios satisfactorios o, al menos, soñar con ese ideal fantasmagórico".9 No habrá diferencia entre Ingérmina cristiana y educada, y una española; pero, no queda claro, dadas las características de Ingérmina, cómo proyectaba la sociedad civil de mediados del siglo XIX, tan plena de mezclas raciales y de ideologías en conflicto.

Se presentan aquí dos intentos de traducción. Una, es la que emprende Alonso de Heredia, tratando de verter en Ingérmina cualidades que la hagan digna de su rango. Ya era un reto emprender el proyecto civilizador de un pueblo, pero éste, representaba mayores dificultades pues estaban en juego su prestigio personal y el del pueblo español. La otredad de Ingérmina era el principal obstáculo para entablar con ella una relación amorosa, así que debía acercarla a su propia identidad para comprenderla y aceptarla. Sin embargo, debió ingeniárselas para que ella no se perdiera totalmente en el proceso. De acuerdo con Cros "para definir este Otro, el paso obligado por la semejanza deja siempre un residuo de "alteridad", un elemento irreductible a la norma clasificadora. Para intentar decir lo indefinible no queda sino recurrir a los encabalgamientos de categorías, es decir, recurrir a las figuras de lo híbrido".10 Por esta razón la princesa pudo, por ejemplo, conservar su familia, y "su vestido era aún el de las hijas de Calamar, sólo con las reformas producidas por el uso de las ricas telas españolas".11 Resulta, también su lenguaje afectado y la impostura de su comportamiento. Otro tanto, pasaba con sus compatriotas, que fueron dejando las formas guerreras, la lengua y la religión maternas para adaptarse a la vida del nuevo pueblo de Cartagena. De estos procesos de mestizaje racial y cultural que necesitan el cruce o encabalgamiento de categorías para entenderse y aprenderse mutuamente, resulta el "sujeto colonial" que define Cros, irrepresentable por ser algo más allá de lo conocido, comparable pero siempre distinto que supone siempre nuevas exigencias semánticas. La otra traducción, es de parte de Juan José Nieto, al expresar ideas del siglo XIX y del contexto histórico de los enfrentamientos en federalistas y centralistas, a partir de la época de la Conquista y colonización del Estado de Bolívar del que fue presidente de 1861 a 1864. Su actividad política lo incluye en el grupo de escritores hispanoamericanos que fueron presidentes en sus países, razón por la cual, afirma Sommer, que "hay vínculos fundacionales entre esta literatura y la legislación" y que "las novelas fundacionales pueden identificarse con la misma facilidad que los himnos nacionales".12

Del discurso general en la novela, dice Curcio que "está dotado de un francesismo tan aberrante que no parece compuesta por persona de habla nativa española". Añade que Nieto hace el intento "de rehabilitar la Conquista y de poetizar al indio a quien se le atribuyen sentimientos de nobleza y dignidad europeas poco acordes con la realidad".13 En cuanto a este estilo de lenguaje, Pineda opina que Ingérmina llega a expresarse como "la más encopetada dama cervantina".14 Esto, en mi concepto, hace de ella más un discurso que una heroína al darle más relevancia a su palabra "civilizada" que a su temperamento indio en la defensa de la posibilidad de un amor con cariz de imposible. Orrego, por su parte, también llama la atención sobre este asunto, en el sentido de que los Calamares son "de una capacidad inaudita para aprender y administrar la lengua española"15, en fin, "una suerte de idealismo occidentalizante, en grado sumo inverosímil".16 El lenguaje es tan acicalado que priva de emociones a los personajes, mucho menos refleja pasión en términos del afán impetuoso y batallador de los amantes por lograr reunirse sin obstáculos para desposarse. Algo refrena a Nieto para plasmar su propia pasión por la política, el ímpetu de vivir y batallar y esa "fuerza enemiga" que lo compele a escribir, como si la pluma debilitara su fuerza de caudillo. Catarpa, es el más emocional de los personajes, sin embargo, declina su furor progresivamente hacia el final de la historia y abandona los "montes" y las "bestias salvajes". Éste, que parecía darle voz al autor, finalmente accede a una tranquilidad étnica y culturalmente muy costosa.

Garcés afirma que "Ingérmina gusta por ese tejido rudimentario en el que se suceden los distintos tiempos y voces de la fábula"17, mientras que, Avelar la considera "un elegante relato de cómo un sujeto, una tradición y un linaje se ven forzados a lidiar con la derrota"18. Y va más allá, afirmando que "Ingérmina es una de las novelas más rigurosamente construidas de todo el siglo XIX latinoamericano", utilizando como recurso retórico la superposición entre dos antagonismos: en la primera parte, el intraindígena entre adaptación y rebelión y, en la segunda parte, el intrahispano entre colonización sanguinaria y transculturación magnánima".19

De otro lado, Solano señala algunos errores de los críticos en cuanto al momento histórico, geográfico y étnico a que se refiere la novela, en contraste con la realidad caribeña y sostiene que Nieto "presenta la Conquista y la Colonización como un proceso ordenado, contrario a la imagen que se había construido durante la retórica independentista".20 Él no lo aclara, pero se entiende que ésa es la forma de ficcionalizar la época en que se sitúa la fábula. Adicionalmente, habla de la "poliidentidad" de los indígenas como estrategia de adaptación a las circunstancias históricas que, si bien es cierto, aparece como dicen los autores mencionados de manera exagerada y tendiente a lo europeo, era, en la época republicana en que se produjo el texto, su mejor carta para defenderse de algunos atropellos administrativos y buscar alianzas. Afirma también, Solano, que los indígenas "se apropiaron del discurso liberal republicano que les permitía retroalimentar sus puntos de vista sobre los problemas que los aquejaban".21 Al respecto, Avelar señala que en este relato se expone "una escisión política y cultural dentro de la comunidad indígena, dato ausente en las novelas indianistas clásicas que tienden a representar los pueblos amerindios como totalidades homogéneas, no fracturadas".22

En mi concepto, se debe tomar la novela como lo que es: una construcción ficticia, no hay por qué estar buscando con minucia cada error histórico, antes bien, se debe puntualizar en lo que aporta al desarrollo literario y a la reflexión sobre el país y, al llamado de atención sobre una época poco estudiada en muchos aspectos. La conquista del pueblo de Calamar, es un escenario para relatar aspectos de la República, en los que el autor, como político y militar tomaba parte, tomando la nación calamareña como una representación del país a pequeña escala. Lo relevante era actualizar la situación más que al país entero. De hecho, la manera de discurrir de Catarpa, es semejante a la de Nieto quien había escrito en 1834 Los derechos y deberes del hombre en sociedad. Dicen algunos de sus apartes:

Todo el que promueva el despotismo debe perseguirse por los pueblos y son reos de alta traición y deben castigarse cuando traten de medrar en monárquico absoluto el sistema de gobierno republicano que se haya dado una nación [...] cuando el gobierno viola los derechos del pueblo, la insurrección es para éste y para cada uno de sus individuos, el más sagrado e indispensable de sus deberes.".23

Este es el principio que rige el proceder de Catarpa y el sello de su discurso. Es de anotar cómo en el transcurrir de los hechos, su carácter se aplaca y termina por ser aliado de los Heredia, quizás para no caer en "el ominoso fanatismo y la torpe intolerancia que ha llenado de horrores al Universo y de descrédito a la moral y a la religión"24. Avelar observa que "con el tiempo el carácter indomable del príncipe derrotado cambia, y él es incorporado al antagonismo que estructura la novela, y que opone la magnánima colonización de los Heredia a la colonización sanguinaria de Badillo y Peralta".25 En su vida pública, el mismo Nieto había renunciado en tiempos de crisis a acciones que pudieran empeorar la situación en contra de los ciudadanos, del Pueblo. En 1854, el General Mosquera pretendió mudar las tropas haciendo que se dividieran entre Nieto y él. Nieto, entonces gobernador de Cartagena, para evitar el enfrentamiento de ambos ejércitos, rompió su bastón de mando y lo arrojó a Mosquera dejándolo marchar sofocando así, una sublevación. En 1865, renunció a la presidencia de los Estados Unidos de Nueva Granada, para evitar un levantamiento armado.26

En cuanto a la "torpeza evidente que demuestra a la hora de abordar asuntos etnográficos",27 y tal vez, históricos, se le puede otorgar el beneficio del poco desarrollo de las ciencias sociales de la época, aún influenciada por el concepto del Buen salvaje y con una visión exótica y desconocedora del indio como ser humano, a pesar de los esfuerzos evangelizadores por dotarlos de alma y al lado de los intereses económicos que se aprovechaban de su trabajo. La Breve noticia histórica sobre el grupo Calamar, tal vez no exista sino como introducción a la novela; aunque Fray Alonzo de la Cruz Paredes es un personaje histórico, la crónica de donde dice Nieto que provienen los datos, no es localizable. Este fraile Agustino Recoleto, construyó el convento en el cerro de La Popa, por petición de la Virgen María quien se le apareció en el monasterio agustino de La Candelaria en Boyacá, en 1608. Algunos datos, parecen tomados de culturas diferentes a la Calamar, aunque otros coinciden. Por ejemplo, no se usaba ningún tipo de vestido, tal como lo describe Castellanos: "La gente natural es bien dispuesta, /Y pura desnudez su vestidura".28 Quizá, para la época, además de dotar a los indígenas de un buen español, Nieto también los dotó de vestido, recurso ficticio aceptable y deseable para el contexto moral de la época.

Del carácter de los Calamares, dice el mismo Castellanos que tienen "La mano para guerra siempre presta".29 Este asunto lo corrobora Vásquez de Espinosa cuando relata que:

El Adelantado don Pedro de Heredia, natural de Madrid, el qual con grande valor, y industria conquistò y pacificò parte de la tierra, y poblò y fundò la dicha çiudad de Cartagena, después de auer tenido con los indios grandes batallas, porque eran tan belicosos, y valientes, que no se auían visto, ni hallado otros que tanto lo fuesen en defender su tierra, pues entre ellos se halló vna India de hasta 18. Años, que antes que la rindieran, y prendieran, auía muerto con su arco, y flechas ocho Españoles, y hecho otros famosos hechos.30

En efecto, Pedro de Heredia negoció una pacificación a través de un indio llamado Corinche, con los caciques mencionados en la novela, excepto Ostáron, el padre de Ingérmina, que es un personaje ficticio. La bravura de la mujer referida recuerda el arrojo de la esposa de Catarpa quien luchaba a su lado, arrojo que el indígena, le reclamó a su hermana Ingérmina, y que, por tanto, puede representar al caudillo Nieto reclamando a la sociedad civil de la época. Los elementos que aporta la Breve noticia, son verosímiles en la medida en que proveen al relato un contexto espacio-temporal en el que se desenvuelven los personajes con naturalidad. Nieto, así mismo, era un gran conocedor del territorio caribeño y había publicado en 1839, la Geografía histórica, estadística y local de la Provincia de Cartagena, República de la Nueva Granada, descrita por cantones.

En cuanto a los amores...

El de Ingérmina y Alonso, reposado y pulcro, ha merecido pocos comentarios de los críticos que se han centrado más en preocupaciones históricas, raciales o biográficas. Orrego lo describe como "una pasión aséptica y para nada tórrida, atenuada justamente por la entonación de relato histórico adoptado por el novelista".31 Es sin duda, un ejemplo del amor cortés, de palabras acibaradas y bellas promesas. A propósito de palabras, el habla de los personajes no podía ser otro que este tono "castizo" y "cervantino", para no agregar otro componente de contradicción, a más de la Conquista, entre personajes cuyo destino es amarse y llegar a una feliz unión. Este idilio, aunque suave y lento sostiene la narración en vista de varias dificultades que el lector quiere ver resueltas. Sin embargo, las otras historias, parecen por momentos tener más fuerza narrativa y crear imágenes más claras y contextualizadas para la época que las enmarca. La oposición decidida de Catarpa y el proceso de sublevación de los pueblos indígenas contra los españoles, tiene gran fuerza en el trasfondo de la historia principal, y es coherente con los antecedentes en los enfrentamientos contra Rodrigo de Bastidas y Juan de la Cosa, los primeros expedicionarios que llegaron a la región y habían establecido algunas fundaciones.

En el trasfondo referido, se sitúan varios relatos de amor y rebelión, que están rodeados de circunstancias más apropiadas para el escenario y los hechos propuestos, que el que sirve de hilo conductor. El príncipe Catarpa ha encontrado en la hija del cacique de Turbaco y hermana de Gámbora, una esposa digna pues "no pertenecía a un pueblo cobarde y degradado. Era de figura gentil, y no dio a conocer el más pequeño temor al apoderarse de ella los soldados Españoles, mostró ser tan varonil en la prosperidad, como en la desgracia".32 Subrayo el elogio de tener cualidades masculinas, que, en el contexto del siglo XIX, eran, tal vez, impensables y sin duda, inaceptables, aunque muy comunes en las etnias indígenas que se defendían de los embates de la conquista. Por su parte, Gámbora, príncipe también, se ha unido a la princesa Armósala, hija del cacique Zipacúa quien "era tan hermosa como nuestro sol de verano, y tan graciosa como un grupo de lirios esmaltados con las perlas del rocío, y mecidos por el viento suave de la mañana".33 La presencia de estos idilios motivados por el amor a la tierra, concuerdan con la característica de las novelas latinoamericanas nombrada por Sommer como una "recíproca incitación de amor y país". Afirma, así mismo, que "al suponer una cierta posibilidad de traducir deseos románticos a republicanos, los escritores y los lectores del canon de novelas nacionales en América Latina ha estado suponiendo de hecho una relación alegórica entre narrativas personales y políticas (...) las historias de amor y la trama política no dejan de superponerse la una a la otra".34

Ingérmina al reencontrarse con Tálmora, y escuchar la otra parte de la historia de su separación. Esta revelación provee dos nuevos elementos a la historia: uno, es la posibilidad de la transculturación, encarnada en Velásquez, ya de aspecto y costumbres indias, pero cantando romances en medio de la selva y enseñando sus técnicas de cultivo a la comunidad con que vive, lo cual implica otro cruce de categorías para solucionar, en parte, la alteridad. El otro elemento, es el origen castizo de Ingérmina, que la hace aún más digna del amor de Alonso, puesto que coinciden sus orígenes. A este respecto, dice Sommer que "como solución retórica a las crisis en estas novelas/naciones, el mestizaje, lema en muchos proyectos de consolidación nacional, con frecuencia es la figura empleada para la pacificación del sector 'primitivo' o 'bárbaro'".35 Así, las alianzas se volvían legítimas con la "alquimia racial". Este mecanismo, hace que los rasgos que desdibujaban a Ingérmina como indígena hallen lógica en su cuna hispana y, la socialización recibida en Calamar, se torne en accidente, a pesar de no negarla. También justifica en parte, su anuencia para ser conquistada y se suma al motivo del amor. Al descubrirse el origen de Ingérmina, Velasquez "confirmó el placer que sentía al tener por yerno a un joven tan digno, y éste quedó más contento al saber que su futura descendía de la noble sangre de Velásquez"36 (resaltado mío). Avelar concluye que con esta revelación se comprueba que "el emblema de la esencia de Calamar ya era una figura híbrida en el momento de su concepción" y el episodio se configura como un reencuentro, no sólo entre los hispanos sino entre los indígenas conformados en parejas, con lazos étnicos y de nobleza, puesto que todos eran príncipes.

Ni Caballero ni Princesa

En Ingérmina se asiste a una representación de Alonso de Heredia, como un caballero de finos modales y alta sensibilidad. También como un joven galán, digno rival para Catarpa. Tal vez lo era en valentía y capacidad para la guerra, pero no en edad ni en derechos. Asegura también Sommer que "con un final feliz o sin él, los romances invariablemente revelan el deseo de jóvenes y castos héroes por heroínas igualmente jóvenes y castas: la esperanza de las naciones en las uniones productivas"37. Para el momento de la conquista de Cartagena, Alonso de Heredia tenía unos treinta y seis años, (edad avanzada para la época), y era mayor que Pedro. De modo que también esta relación es ficticia en cuanto a la jerarquía superior de Pedro sobre Alonso, que históricamente, era al contrario, según el siguiente relato:

Eran ambos a dos hombres bastantes,
Y en el valor corrían por parejo, Pero según que ya dijimos antes,
El Alonso de Heredia fué más viejo,
Y el menor en las cosas importantes Aprovechábase de su consejo:
Y ansí la paz y guerra se hacía Del modo quel Alonso disponía.38
Por otro lado, es posible que Nieto prefiriera a Alonso como héroe debido a los rasgos físicos de Pedro quien:
Fue de Madrid hidalgo conocido,
De noble parentela descendiente, Hombre tan animoso y atrevido,
Que jamás se halló volver la frente
A peligrosos trances do se vido,
Saliendo dellos honorosamente;
Más rodéandolo seis hombres buenos,
Escapó dellos las narices menos.39

En términos estéticos, aunque los rasgos de personalidad eran coherentes con aquellos de los indígenas, para un romance según el ideal del siglo XIX, sería una unión despareja la de una hermosa princesa con un hombre de narices "amoratadas y mal hechas". Así pudo ser como se centraron las mejores cualidades en Alonso, invirtiendo sus edades como solución a la exigencia de un galán joven. Así la ficcionalización de este episodio de la Conquista puede situarse en el contexto de las novelas del siglo XIX, en las que según Sommer, los novelistas "ubican el deseo en un movimiento espiral o zigzagueante dentro de una doble estructura que no deja de proyectar la narración hacia el futuro mientras el erotismo y el patriotismo se arrastran el uno al otro durante todo el proceso".40

La relación de Ingérmina con su padre Ostáron, también es ficticia, puesto que es su segundo padre adoptivo. Sin embargo, su figura, su crianza y su comportamiento la hacían merecedora de la dignidad de princesa. Es de resaltar que en la segunda parte de la novela, ya descubierta su filiación patrilineal española, se le llama "la hija de Velasquez", su nombre indio pasa a un segundo plano y su padrastro muere. Avelar describe que:

"la otredad que separa al colonizador de la nativa, de hecho, se borra al fin de la novela, cuando se nos revela un rocambolesco origen español de Ingérmina, quien así aparece retrospectivamente ya no como la nativa que se convirtió sino como la ibérica que regreso, circular, a un punto de origen, y que al hacerlo deja implícitamente designado a su 'hermano' Catarpa, el calamar puro, como el verdadero 'otro' de la novela".41

El amorío entre ambos protagonistas, es muy diferente de las otras historias. Esta pareja se presenta como más víctima de las circunstancias y más subordinada al destino. Los obstáculos surgen y se resuelven por fuera de su relación. Sin embargo, se mantiene la atención en el desenlace por las circunstancias que puedan identificar a los lectores con la historia respecto a los prejuicios raciales, políticos y religiosos que la pareja intenta solucionar para poderse unir. Las demás parejas son más dinámicas, se mueven juntas y expresan emociones más evidentes. Son estas heroínas las que, como dice Sommer "sin temor confrontan a las autoridades, conspiran para escapar de la opresión y rescatar a sus indefensos héroes".42 Ingérmina, medrosa, se enfrenta a Badillo porque no tiene más remedio, en defensa de sí misma y por temor al repudio de Alonso.

Por la diferencia de ritmos, la historia de Ingérmina y Alonso, es más bien un pretexto para narrar la otra historia, la de las luchas indígenas y, por extensión al contexto de producción de la novela, la de las luchas republicanas. Las historias cortas contribuyen a entretejer el problema central expuesto por Catarpa de salvar la patria, pero, este propósito se diluye a medida que avanza la narración en la ficticia actitud comprensiva y respetuosa de los Heredia. También por los pactos tendientes a evitar hechos lamentables entre los indios, que han entendido el poderío militar de los españoles.

Paralela a esta Conquista, surge la atracción de Ingérmina por Alonso quien amorosamente la conduce hacia la integración al modo de vida español y hacia el catolicismo. Así, de manera dócil ella admite su aculturación. Dadas las circunstancias, puede interpretarse, más bien, como si le devolvieran una identidad perdida, legitimada en el matrimonio. Esta unión pasa casi desapercibida y se reduce a la siguiente frase: "en medio de aclamaciones de la más sincera alegría, la bella y virtuosa Ingérmina recibió la mano de Alonso, olvidándolo todo con el placer de ver llegado el término de sus sufrimientos".43 La novela no termina sólo con este final feliz sino con la muerte de Badillo que fue un villano para los indios y para el amor del Conquistador y la Princesa, otro indicio de que la historia central era la del trasfondo.

Anotaciones finales

No es ésta una novela que contenga una propuesta de construcción de nación a pesar de las características coincidentes con el canon del siglo XIX. Es más bien descriptiva del caos surgido de un cambio intempestivo del poder y de los modos de vida. Como se vio, con Catarpa la idea de Patria se desvanece en la intención de una convivencia armónica que, por la diversidad reinante y el impacto en la vida cotidiana, se ve improbable. Esto, agravado con la lucha por el poder entre los nuevos gobernantes y por el amansamiento aceptado por pueblos guerreros más por conveniencia y prevención que por convicción. Imbricados en el romance entre Ingérmina y Alonso están, en efecto, los intereses políticos. Cuando Alonso comunica a su hermano sus intenciones de matrimonio posterior a la educación y bautizo de Ingérmina, argumenta que "esta alianza es de grande utilidad a nuestros mismos proyectos de conquista. Por ella, los Indígenas se persuadirán de nuestras saludables intenciones, pues no reparamos en unirnos con sus hijas (...) y como mi escogida es una princesa de su tribu, este motivo más, les hará respetar el dominio a que se les ha sometido".44 Ostáron, estaba pensando en la misma dirección, dado que la princesa gracias al matrimonio de Catarpa, tenía libertad para escoger otra alianza: "Ostáron no juzgó hubiese otra más ventajosa que la del hermano del gobernador. Su orgullo de soberano se vio muy lisonjeado con la unión propuesta por el Castellano, y no vaciló en dar su consentimiento".45 Así, pues, quedan unidos el amor y los intereses políticos.

Pero, en este orden de ideas, la unión de Alonso con Ingérmina no representa un proyecto culminado o iniciado de Nación. Aunque el romance estaba presente como núcleo narrativo46, la relación Eros y Polis, aparece un tanto vaga, en cuanto intención de despertar en el lector una pasión patriótica. Los "amantes desventurados" por tener diferencias raciales y culturales, finalmente descubren que son el uno para el otro, en una situación prefigurada que reduce la tensión de la historia; no hay sociedad civil para ser "cortejada y domesticada", las prohibiciones en contra de su unión desaparecen (y con ellas, el "interés erótico") por efectos de la integración de Ingérmina en la cultura del héroe, que poco a poco los iguala en estatus y se resuelva cuando se revela el origen español de Ingérmina. La situación política a resolver para "acceder a la clase de Estado que habrá de unirlos"47 es, como todos sus obstáculos externa a ellos y tiene que ver con la reposición de Pedro de Heredia en la gobernación de Cartagena y les concede su bendición en representación del Estado. Una vez ocurrido esto, Ingérmina y Alonso pueden unirse. Es decir, la forma narrativa es más impulsada por los vaivenes políticos y de orden social en que se ve envuelto el idilio, que por "la lógica del amor".

El lector de esta obra no está ante la propuesta de una unión de la sociedad civil y el Estado, en un matrimonio/consolidación de un proyecto nacional sino, ante la aceptación pasiva y arrobada de un amor colonial que poblaría tanto territorios como códigos genéticos para inaugurar un período de purificación racial y cultural digna del modo europeo de gobernar, acaso un mensaje del autor en el sentido de que ni la sociedad ni los gobernantes estaban todavía en condiciones de vivir como emancipados y dar comienzo a la República a la que habían aspirado. Pedro de Heredia es la última palabra, el Estado, el Fundador. El encuentro entre el Viejo Mundo /Alonso de Heredia y el Nuevo Mundo- América /Ingérmina, dependen de sus decisiones y de su disposición. El deseo siempre se posterga en la espera de la resolución de los acontecimientos: si éstos les permiten estar juntos hay alegría; tristeza, si no. Pero ninguno de los dos forcejea con el destino.

Es ésta una alegoría de ambos mundos en la que Ingérmina representa al Nuevo Mundo pletórico de belleza y de naturaleza lista para ser domeñada. A pesar de ofrecer una conquista caballeresca, contemplativa, sin pasiones arrebatadas, el texto en sus entrañas guarda la pasión por defender la tierra y la visión de mundo construida a través de los siglos y de las generaciones. Y presiente que el amor que se le ofrece es demasiado perfecto, es imposible aún, pero permite la ensoñación.


3 SOMMER, Doris. Ficciones fundacionales. Las novelas nacionales de América Latina. Bogotá, Fondo de Cultura Económica, 2004, p. 22.

4 WILLIAMS, Raymond L. Novela y poder en Colombia: 1844 - 1987. p. 133-134

5 GARCÉS GONZÁLEZ, José Luis. "Juan José Nieto". P. 33.

6 Ibíd. p. 27

7 NIETO, Juan José. Ingérmina o la hija de Calamar. Medellín, Fondo Editorial Universidad EAFIT, 2004. p. 58. Esta edición se toma como base para el análisis.

8 Op. Cit. p. 23.

9 Ibíd. 31.

10 CROS, Edmond. "El sujeto colonial: no representabilidad del otro". p. 47.

11 Op Cit. p. 132.

12 Op. Cit. 21

13 CURCIO ALTAMAR, Antonio. Evolución de la novela en Colombia. Bogotá, Instituto colombiano de Cultura, 1975. P. 72 s.

14 PINEDA BOTERO, Álvaro. La fábula y el desastre. Estudios críticos sobre la novela colombiana 1650- 1931. Medellín, Fondo Editorial Universidad EAFIT, 1999. p. 104

15 ORREGO ARISMENDI, Juan Carlos. "Ingérmina o la hija de Calamar: una novela con vínculos insospechados". En: Yesca y Pedernal. Año 1, N°1, Medellín, Universidad EAFIT, 2002a, p. 90

16 ORREGO ARISMENDI, Juan Carlos. "Dos novelas de asunto indígena antes y después de la comisión corogràfica". En: Boletín de Antropología, Vol. 16, N° 33, Medellín, Universidad de Antioquia, 2002b, p. 14.

17 Op. Cit. 32.

18 AVELAR, Idelber. "Ingérmina, de Juan José Nieto: antagonismo y alegoría en los orígenes de la novela caribeña". En: Revista de Estudios Sociales, N° 38, Bogotá, Universidad de los Andes, 2011, p.p.120-127. res.uniandes.edu.co/view-php/680/index.php?rd=680        [ Links ]

19 Ibíd.

20 SOLANO, Sergio. La novela Ingérmina de Juan José Nieto y el mundo racial de Bolívar grande en el siglo XIX. En: Revista de estudios sociales. Número 31. 2008 p. 34.

21 Ibíd. p. 39.

22 Op. Cit.

23 LEMAITRE, Eduardo. El General Juan José Nieto y su época. Bogotá, Carlos Valencia Editores, 1983. p. 12.

24 Ibíd.

25 Op. Cit.

26 FALS BORDA, Orlando. Historia doble de la costa 2. El presidente Nieto. Bogotá, Carlos Valencia Editores, 2002. p. 175A

27 Op. Cit. p. 91.

28 CASTELLANOS, Juan de. Elegías de varones ilustres de Indias. Bucaramanga, Gerardo Rivas Moreno, 1997. p. 695.        [ Links ]

29 Ibíd.

30 VÁSQUEZ DE ESPINOSA, Antonio. Compendio y descripción de las Indias occidentales. Washington, Smithsonian Institution, 1948. p. 290. En este fragmento, se respeta la ortografía de la época. El Padre Vásquez, Carmelita descalzo, estuvo en América por lo menos, desde 1612 hasta 1638. VÁSQUEZ DE ESPINOSA, Antonio. Compendio y descripción de las Indias occidentales. Washington, Smithsonian Institution, 1948. p. 290.

31 Op. Cit. p. 91

32 Op. Cit. p. 93.

33 Op. Cit. p. 194.

34 Op. Cit. p. 58

35 Op. Cit. p. 39.

36 Op. Cit. 143

37 Ibíd. p. 41.

38 Op. Cit. p. 723

39 Ibíd. p. 695.

40 Op. Cit. p. 65

41 Op. Cit.

42 Op. Cit. p. 33.

43 Op. Cit. p. 210

44 Op. Cit. p. 79.

45 Ibíd. p. 102.

46 UNZUETA, Fernando. La imaginación histórica y el romance nacional en Hispanoamérica. Berkeley, Latinoamericana Editores, 1996. p. 69.

47 Op. Cit. p. 65.


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