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Memorias: Revista Digital de Historia y Arqueología desde el Caribe

On-line version ISSN 1794-8886

memorias  no.20 Barranquilla May/Aug. 2013

 

La nación a debate: el discurso nacionalista
en la prensa liberal antiporfirista.
1

The nation debate: the nationalist
discourse in the liberal anti-Porfirian press

Margarita Espinosa Blas2


Resumen

En México, como en la mayoría de los estados latinoamericanos, el proceso de consolidación nacional fue lento, penoso y accidentado; tanto que para muchos estudiosos los procesos nacionales resultan inacabados aún en el siglo XX. En el caso mexicano se considera al porfiriato como la etapa de consolidación del estado-nacional en la que fue posible la unificación de un relato nacional exitoso pero interrumpido con la Revolución Mexicana. Sin embargo, más allá de los logros y del aparente consenso entre la clase política porfiriana, la cuestión nacional generó polémicos debates en la prensa y en la tribuna. Frente a la imagen nacional construida por la elite oligárquica y política, cierto sector de la prensa vinculado con grupos de oposición liberal cuestionó los argumentos de la nación imaginada por la élite en el poder, pero también reforzó algunos aspectos de esa imagen nacional arraigados en el imaginario colectivo. En este trabajo se analiza y explica una parte de este debate a través del estudio del discurso hemerográfico mexicano del periodo 1890-1910, particularmente en aquellos diarios de oposición identificados con el ideario liberal como El Hijo del Ahuizote y otros considerados precursores de la Revolución Mexicana como Regeneración y El Demócrata.

Palabras clave: Nación, porfiriato, México, prensa liberal


Abstract

In Mexico, as in most Latin American states, the nation building process was so slow, painful and bumpy, that for many scholars national processes were still unfinished in the twentieth century. In the Mexican case, the porfiriato is considered as the national-state consolidation stage which made possible the unification of a successful national narrative, until it was interrupted by the Mexican Revolution. However, beyond the achievements and the apparent consensus among the political class of the porfirian era, national issues generated controversial debates in the press and in open forums. Faced with the national image built by the oligarchic and political elite, a certain sector of the press, associated with liberal opposition groups, questioned the arguments of the nation imagined by the ruling elite, but also reinforced some aspects of that national image, deeply rooted in the social imaginary. This text analyzes and explains a part of this debate through the study of the Mexican journalistic discourse in the period 1890-1910, particularly in those opposition newspapers identified with liberal ideology such as El Hijo del Ahuizote and others considered as harbinger of the Mexican Revolution such as Regeneración and El Demócrata.

Keywords: Nation, porfiriato, Mexico, press


Introducción

Es un tema difícil el estudio de todo nacionalismo. Asociado con experiencias terribles originadas en regímenes con prácticas nacionalistas exacerbadas ha sido un problema para la academia. Desde los años treinta del siglo XX cuando los estudiosos comenzaron el análisis y la explicación de los nacionalismos se denotaba cierta tendencia a calificar positivamente el ejemplo europeo frente a los demás. Carlton J. H. Hayes y Hans Kohn fueron los teóricos pioneros en establecer esta dicotomía.3 En general el estudio de la nación y los nacionalismos ha tenido problemas teóricos, ideológicos y metodológicos puesto que no hay acuerdo sobre los aspectos clave para entenderlo y se ha optado o bien por generalizaciones ambiguas o por una especificidad peligrosa que ve en cada caso conceptos únicos de nación y nacionalismo.

La cuestión en México y América Latina en general no ha corrido mejor suerte. Se ha considerado que los temas de la nación y del nacionalismo no han merecido gran atención de las historiografías regionales. Por otro lado, la historiografía europea que se ha concentrado en el estudio, difícilmente observa rasgos nacionalistas en los inicios del siglo XIX donde más bien se presenta lo que Brading denominó en su momento patriotismo criollo.4 De esta manera, en la mayoría de los casos, en la visión de muchos estudiosos, el nacionalismo latinoamericano solo es posible ubicarlo e fines de ese siglo como valor social y como ideología durante el siglo XX.5 El juicio se enmarca en la interpretación del nacionalismo como un fenómeno asociado a la existencia de un estado y una nación con procesos "acabados" en franca comparación con situaciones europeas. Desde tal lógica como en América Latina, el proceso de formación y construcción del Estado-nación está "incompleto o inacabado", no existe, por tanto, la nación ni el nacionalismo. Con razón a don Daniel Cosío Villegas le parecía bastante cuestionable la postura de Hans Kohn al afirmar que el nacionalismo no podía ser anterior al Estado moderno y era inconcebible sin la idea de la soberanía nacional. En expresión de Cosío Villegas "...en ninguno de los países latinoamericanos es posible señalar hasta la fecha la existencia de un verdadero Estado moderno".6

A la fecha renovados enfoques historiográficos revisan a detalle las tesis clásicas que sustentaron por largo tiempo el tema de la nación y los nacionalismos. Superada en mucho la idea de la existencia natural, ahistórica o esencialista de las naciones, ahora se considera como una construcción compleja, situada en un tiempo histórico de las sociedades y fruto a su vez de las modernidades. De esta manera, el proceso de construcción de las naciones ha cobrado nuevos bríos al estudiar los casos de los países latinoamericanos, procesos considerados importantes y diferentes de los procesos europeos. Así, se ha estudiado a fondo toda la ingeniería y arquitectura que posibilitó la construcción de la nación imaginada.

Las aportaciones de estudiosos como Koning, Francois Xavier Guerra, Mónica Quijada, Tomás Pérez Vejo, Guillermo Palacios, Jose Carlos Chiaramonte y Alfredo Avila entre los más sobresalientes, a través de revisiones conceptuales y de profundo estudios de caso nos han permitido entender la complejidad de los procesos de construcción de las naciones tras el desmembramiento de la monarquía hispana. La construcción fue un proceso largo que requirió de la puesta en marcha de diversas estrategias encaminadas a lograr el proyecto de homogeneidad más viable y encarrilarse así en la via de la modernidad finisecular. La situación era en extremo complicada. ¿Cómo acceder a la modernidad con la herencia recibida? Nadie he expresado mejor este conflicto que Leopoldo Zea cuando afirmaba:

El mundo iberoamericano colonizado por España y Portugal entra en el siglo XIX en la más extraña aventura en que un conjunto de pueblos pueda entrar en el campo de las ideas: la aventura que significa tratar de deshacerse de la propia formación cultural para adoptar otra. El mundo iberoamericano se encuentra frente a un mundo dentro del cual se siente inadaptado: el mundo moderno. Mientras los países iberoamericanos permanecían en el mundo de ideas y creencias, de hábitos y costumbres establecidos por los poderes de la Península Ibérica, el resto del mundo marchaba por otros caminos distintos, caminos que, ante los sorprendidos ojos iberoamericanos, se presentaban como opuestos y casi inconciliables con los que ellos habían recibido como herencia. Inglaterra con su revolución industrial y sus instituciones políticas; Francia con su revoluciónpolítica e ideológica, y los Estados Unidos con sus nuevas instituciones de carácter liberal y democrático mostraban otras rutas al mundo7

Los factores o variables presentes en ese esfuerzo saltan a la vista, el recurso de la historia, del pasado compartido, la creación o apropiación de heróes locales o regionales, la creación de un proyecto educativo para crear y difundir el ideal de la patria en los nuevos ciudadanos. Este accidentado proceso tuvo logros en la mayoría de las naciones latinoamericanas al finalizar el siglo XIX, periodo en que se puede rastrear la conformación de un imaginario nacional con un importante consenso. Sin embargo, el consenso no evitó la existencia intermitente con épocas al alza de un discurso contestatario proveniente en su mayoria de sectores de la oposición que, con diferentes banderas conservadoras y liberales levantaban la voz para cuestionar la imagen nacional impuesta desde arriba y que beneficiaba en su mayoría la puesta en marcha de un proyecto oligárquico excluyente.

La formación de la nación en México. Líneas de interpretación historiográfica

Para el caso de México el estudio de la nación y el nacionalismo cobra mayor complejidad por el proceso en que se ha inscrito la consolidación del Estado y por la fuerza de la ideología revolucionaria. Se ha considerado que el nacionalismo tiene marca de patente en la Revolución Mexicana estableciéndose una frontera impenetrable entre ésta y el Antiguo Régimen, léase porfiriato, periodo negado en la versión oficialista del nacionalismo revolucionario.8 Sin embargo, afortunadamente, la frontera cada vez se hace más porosa y tiende a construir puentes entre los nacionalismos de ambos periodos de la historia mexicana. La investigación ha demostrado que muchos de los postulados nacionalistas revolucionarios fueron formulados o esbozados en el periodo anterior manifestándose en diversos espacios de las artes, la cultura y la politica. Sin embargo, este tópico sigue con resultados flacos en el balance de la historiografía porfirista.9

Si consideramos el origen coyuntural que significó la separación politica del imperio español, periodo que ha llamado la atención al situar ahí los origenes de la nación es importante señalar que en el proyecto criollo no es tan fácil marcar la frontera entre la formación del Estado y luego su paso a la creación o invención de la nación, porque son procesos imbricados con resultados diversos en función de las particularidades y realidades que tenián los otrora territorios hispanos de Ultramar. En el caso particular de México, considerado uno de los más interesantes por su complejidad y resultados, desde el momento mismo de la insurgencia se presenta un proceso que demostró interés por el rescate de lo propio para diferenciarse de lo hispano, y en ello se puede ver un primer ejercicio de construcción nacional. Después de la crisis de independencia un principio central fue crear esa nación. En el primer imperio, con Iturbide a la cabeza, hubo esta necesidad de dotar de contenido a dicha idea. Ese proyecto fue una obsesión de todo el XIX que fue concretándose hasta los tiempos reformistas para finalmente tener saldos positivos durante el porfiriato, donde diversas coyunturas fueron favorables para que la elite, los nation-builders, terminarán por consolidar la idea de nación formada a lo largo del siglo y la consolidarán.

El gobierno de Porfirio Díaz se insertó en un contexto mundial donde imperaba el paradigma del progreso como meta de la modernidad. Todos los Estados-nación, o en vías de serlo, conformaban sus proyectos nacionales teniendo como referente el progreso; todos ansiaban subirse a este tren. En este proceso se construyen imágenes o representaciones de la nación moderna, conceptos construidos para difundir los valores del progreso como la libertad, la prosperidad, los adelantos económicos y tecnológicos, la democracia representativa y electoral, etc. De manera que hay una deliberada proyección de un ideal de nación moderna, ideal que moldea o sirve de referente a las realidades nacionales. El proyecto nacional del porfiriato tiene como referente esa idea de nación moderna.10 En 1896, en pleno esplendor el progreso mexicano el presidente Porfirio Díaz en un extenso informe de su larga administración exponía las tareas prioritarias de su gobierno, las cuales no eran más que las exigencias de la modernidad decimonónica. Si México deseaba ser una nación moderna, el camino a seguir a partir de 1876 era:

[...] explotar sus elementos naturales de riqueza; la de repoblar sus territorio que las guerras extranjeras e incontables contiendas civiles con su siniestro cortejo de miserias y calamidades, habían casi despoblado; la de surcar el territorio con amplias y rápidas vías de comunicación; la de abrir a nuestros productos nuevos mercados; la de procurar el ensanche de nuestras transacciones mercantiles, la de acabar de una vez por todas con la penuria fiscal y sus funestas y hasta entonces inevitables consecuencias; la de restablecer el perdido crédito nacional; la de difundir la instrucción en el pueblo y, en suma, la de promover en todos sentidos y todas formas las prosperidad pública y privada, redimiendo con ello al pueblo de la doble esclavitud de la ignorancia y de la miseria y elevando a la Nación por su riqueza y su poderío al alto nivel que le corresponde ocupar en el concierto de los pueblos civilizados. 11

Los análisis existentes sobre la nación y el nacionalismo porfirista consideran que el gobierno de Porfirio Díaz no fue atípico sino que respondió a los tiempos y ritmos marcados por la modernidad. De hecho, se considera que "la misma idea de nación ha incluido pocos elementos nuevos y es un rumiar constante de lo que se sintetizó entre 1880 y 1930."12

¿Sobre cuáles elementos se replanteó la idea nacional durante el porfiriato? Se buscó una esencia histórica -el pasado indígena y una estructura fundacional épico-mítica- una orientación racial -oscilante entre lo criollo y lo mestizo- atributos naturales -la riqueza natural- una posición económica -apogeo de la burguesía, apoyo a la inversión, vínculos económicos con el mundo- el reconocimiento internacional -la modificación de la imagen de México y el reconocimiento del general como hombre de Estado- y un irrefrenable y paradójico deseo de hacer un relato nacionalista que sonara cosmopolita.13 En el proceso mexicano de fines de siglo se observa con claridad la lucha por consolidar la nación cívica "en tanto comunidad territorializada, y política, institucional, legal, económica y educacionalmente unificada"14 dibujada a través del siglo XIX pero a la par es una búsqueda encaminada a buscar las claves de la nación étnica y genealógica -origen común, mitos compartidos, memoria histórica- como fórmula para construir un "nosotros" una identidad colectiva con centro en la nación.

Para muchos la estabilidad y el triunfo de un proyecto oligarca en México fue el marco idóneo para que la elite pensara en darle forma a la idea nacional, ello implicó un proceso de construcción pero a la par un proceso de consenso buscado a través de una política nacionalista. Enrique Florescano ha insistido en sus aportes historiográficos que el nacionalismo mexicano no puede circunscribirse al siglo veinte porque en la centuria decimonónica, junto con la penosa construcción del Estado se fue construyendo el nacionalismo mexicano, mismo que terminaría por consolidarse y fortalecerse como un brazo del Estado durante el juarismo y el porfiriato. Con ello, se construye por fuerza un imaginario nacional:

Los gobiernos de Benito Juárez, Sebastián Lerdo de Tejada y Porfirio Díaz, convirtieron las ceremonias en honor de la bandera y el himno nacionales en cultos cívicos repetidos en el territorio a través del sistema educativo. El calendario de fiestas oficiales desplazó al calendario de fiestas religiosas, y de este modo las fechas fundadoras de la República, las batallas gloriosas contra los invasores extranjeros y la celebración de los héroes que defendieron a la patria, se transformaron en actos festejados por la mayoría de la población. La idea de nación se identificó con las fechas fundadoras de la República, con los héroes que defendieron a la patria, con la bandera, el escudo y el himno nacionales, y con los rituales programados en el calendario cívico.15

En esta tarea de construir la nación moderna reflejada en muchos aspectos no sólo en los adelantos materiales como la infraestructura ferroviaria y portuaria, así como el saneamiento de las finanzas públicas implicó grandes esfuerzos y altas sumas del presupuesto federal. Había que recrear los elementos que desde la imagen y la palabra recordaran día a día a los mexicanos que eran parte de una gran nación. En el porfiriato se comenzaron a establecer las bases de la cultura nacional a través de la fundacion de instituciones, dependencias y organismos encargados de varias tareas, entre las más importantes se pueden señalar: el rescate y estudio del rico pasado prehispánico, la labor de difusión del ideal nacional a través de la construcción de edificios, estatuas, jardínes, bibliotecas, homenajes a lo más granado de la producción intelectual y científica. Este amplio abánico requirió un grupo especializado que condensara y plasmara estas ideas.

Las actividades emanadas de tal objetivo se denotan en la intensa participación de México en eventos internacionales tales como ferias, exposiciones, conferencias, etc., además de sus intentos de incidir en la opinión pública internacional mediante una constante publicación de artículos en la prensa mundial que alababan el progreso mexicano y enfatizaban el papel protagónico del presidente.16 Se hacía especial énfasis en sus cualidades de estadista y en su heroico pasado militar; otro punto fue la constante necesidad del régimen de hacer patentes sus logros y dejar constancia de ellos en libros, biografías, obras conmemorativas, informes, folletería, testimonios de viajeros, entre otros; así como el despliegue de diversas estrategias y planes que deberían cumplir los diplomáticos y cónsules que representaban los intereses de México en el mundo.

La imagen nacional antes de la llegada al poder de Porfirio Díaz había estado dominada por apreciaciones negativas, en las que se señalaba el carácter levantisco del pueblo mexicano, el atraso y barbarie de la población y, de manera particular, ganaba fuerza la idea de que México carecía de recursos para el autogobierno. No era raro que antes de 1876 los titulares de la prensa inglesa, por ejemplo, estuvieran centrados en temas negativos como Bandit Republic, Rotten Republic, Trouble in Mexico o Mexico land of broken pledges, por mencionar unos cuantos; situación que cambió drásticamente una vez que las relaciones entre México e Inglaterra se normalizaron en los años ochenta. A partir de entonces, fue común ver como encabezados las palabras de regeneración, oportunidad, crédito y progreso, las que estarían presentes en las siguientes décadas.17 El cambio en la actitud de la prensa fue consecuente con los intereses de los inversionistas ingleses, ansiosos de recuperar el mercado mexicano, pero también respondió a la tenacidad de la diplomacia mexicana, empeñada en modificar la imagen negativa. Este viraje, además, no fue exclusivo de la prensa inglesa; fue un fenómeno presente en la opinión pública norteamericana, francesa, española y latinoamericana. La imagen positiva del régimen cambió prácticamente la percepción de Europa: "La admiración del mundo civilizado europeo por los logros de la administración porfirista socavó casi por completo la imagen de México como una tierra sin ley y como la república nacida a raíz del regicidio de Maximiliano de Habsburgo."18 De manera particular, se anota como patrón de esta modificación operada en Rusia donde:

...la percepción oficial rusa de México seguía el patrón común europeo hacia este país: república progresista que prosperaba bajo la mano dura de un gran hombre, Pofirio Díaz. Desde esta perspectiva, el desarrollo de las relaciones entre Rusia y México a partir del establecimiento de las relaciones diplomáticas entre las dos naciones en 1890 y basta la caída de Díaz en 1911, se desenvolvió bajo la sombra del gran dictador mexicano. 19

Esta proyección al exterior tenía su contraparte en la escena nacional. Una activa prensa mexicana hizo eco de las glorias del régimen y aplaudió el cambio de rumbo de la imagen del país. No es raro encontrar en el periodo una importante sección dedicada a publicar las opiniones de la prensa internacional, para convencer a los despistados o renuentes de que el progreso de México era real y avalado por el mundo. Además, un buen porcentaje lo ocupaban las planas dedicadas al halago de Díaz. De acuerdo con la campaña oficial, en la sección se insistía en la presencia de México en el extranjero, las posibilidades para el futuro, las diferencias positivas entre nuestro país y el resto de las naciones latinoamericanas, y la necesidad de la continuidad del caudillo en el poder. No es extraño encontrar titulares como "El progreso de México", "Porfirio Díaz, estadista americano", "México ayer y hoy", "Los hombres del gobierno mexicano", "México en Francia", etc. La opinión de la prensa encontraba correspondencia con la intención abierta del dictador de hacer inmortal su imagen y dejarla para la posteridad con un saldo positivo.

Los aguafiestas. La crítica de la nación construida "desde arriba"

La idea de nación si bien logra generar un consenso gracias a las estrategias políticas y pedagógicas no estuvo exenta de duras críticas sobre todo de los sectores de oposición liberales, quienes criticaban no solo el hecho de que se pretendiera imponer "desde arriba" sino de espaldas a muchos sectores sociales y populares. Este debate es muy interesante. En una variopinta discusión férreos grupos conservadores representados en una prensa clerical y confesional cuestionaron duramente los argumentos de la nación oficial, pero estas ideas fueron a contracorriente de una nutrida oposición liberal intergeneracional al reunir a viejos combatientes de las filas liberales con nuevos liberales, sobre todo una generación de jóvenes, que fueron persistentes en sus demandas. Hubo más disenso que consenso pues si bien las posiciones asumidas estuvieron polarizadas y confrontadas; también hubo puntos intermedios el discurso liberal coincidía independientemente de su relación con el poder.

En el debate finisecular, no está en duda la existencia de la nacionalidad y la nación mexicana. Para todos los interesados en participar en el debate, la nación, en su mayoría asumida como la patria, existía y era real. En términos generales se aceptaban los argumentos esgrimidos: esa nación tuvo sus orígenes en la lucha por la independencia, creció en medio de innumerables dramas y agresiones pero se vio fortalecida a través de las múltiples intervenciones extranjeras; de las cuales fue determinante la guerra del 47 no sólo por la pérdida del territorio sino por su incidencia en el sentimiento nacional. Sin embargo, si bien es cierto que las figuras de la insurgencia como Miguel Hidalgo, José María Morelos, Josefa Ortiz de Domínguez, conocida como La Corregidora, e Ignacio Allende ya gozaban de un prestigio y eran recordadas y vitoreadas en las fiestas cívicas, también lo es que aún despertaban rencillas y enfrentamientos, no al grado de aversión que despertaba Iturbide sólo defendido por los grupos conservadores quienes en 1921 todavía reclamaban su lugar en el panteón cívico mexicano,20 pero sí se registraron opiniones contrarias en torno a los insurgentes, sobre todo en el contexto de los festejos de las fiestas patrias, rituales cívicos aprovechados por algunos sectores para denostar a los considerados héroes nacionales y prender el ánimo de la opinión pública.

En septiembre de 1899 el periódico El Chisme, considerado vocero de los intereses conservadores, trajo a la mesa de discusión el problema de crear héroes cercanos a la inmortalidad, pues se quejaba de que sólo se difundieran sus actos positivos. Con mofa encomiaba a revisar el peso de las figuras señeras de la independencia escarbando en su pasado:

[...]Ustedes sabrán lo que era Hidalgo, desde que dio el grito; pero de su vida anterior no conocen ni lo negro de una uña. ¿Quién vio a Hidalgo cuando andaba a gatas, cuando hacia berrinches porque no le daban a tiempo su chocolate , cuando iba a la escuela y no se sabía la lección.aplazamos para dentro de un año los datos secretos que poseemos acerca de su niñez y juventud. Doña Josefa Ortiz de Domínguez. Pues ha llegado el tiempo de hablar claro. Después de ochenta y nueve años de secreto vamos a descubrir la verdad. La independencia no solo tuvo Padre, sino Madre. Allende: Fue un capitancillo cualquiera, pero para telégrafo no tenía igual. La prueba está en que, haciendo veces de telegrama, fue a ver a Hidalgo para decirle la noche del 15 de septiembre de 1810: Don Miguel, ha llegado el momento de romperse el alma. Y a todos les consta que se la sabía romper.

Abasolo: No se puede negar que le ayudó a Hidalgo a dar el grito, haciéndole segunda en la guitarra patriótica; pero es preciso decir que se rajó a última hora y por eso escapó de que lo atornillaran, entregándose a la clemencia de los españoles. Así, pues, solo se le debe la cuarta parte de la independencia. Es decir una peseta. 21

Cada una de las notas "injuriosas" fueron objeto de réplica. Los editores del semanario anotaron sobre el texto, notas aclaratorias. Así, esos datos secretos que aplazaba El Chisme no eran, en la opinión de El Hijo más que mentiras contadas por la jerarquia clerical empeñada en oscurecer la obra libertaria de Hidalgo. Ahora bien, denunciaron el mal gusto de dejar entrever una relación de amasiato entre Hidalgo y La Corregidora.22 Para los liberales era clara la estatura moral de los héroes que participaron en la guerra de independencia, de ahí el enojo por la sorna de la prensa conservadora.

En ese mismo contexto el periódico aplaudió la iniciativa gubernamental de cambiar los restos de Hidalgo de la catedral metropolitana a la Rotonda de los Hombres Ilustres en el Panteón de Dolores. Explicaba que tal acto era necesario puesto que era incongruente que los restos descansaran en la iglesia, institución contraria a los ideales de la libertad perseguida por el padre de la patria.23 Asimismo, informaba que los restos estarían en ese lugar hasta la construcción del monumento a la independencia "en el que definitivamente se depositarán sus restos... Y el pueblo podrá al fin honrar a los que murieron enseñando el Credo de la Libertad". 24 La figura de Hidalgo había logrado cierta presencia como padre de la patria durante todo el siglo XIX, sin embargo, se consolidó en el Porfiriato donde gracias a las iniciativas de los gobiernos federal y estatal se registró un apogeo de inauguraciones de monumentos dedicados al héroe de la patria. Entre 1890 y 1896 se daba a conocer en la prensa mexicana la posición de los héroes: en primer lugar destacaba Hidalgo, seguido por Juárez y Morelos. 25

A pesar de las voces de las posiciones de los sectores conservadores, había consenso en torno a los fundadores de la llamada indistintamente patria o nación, mexicana. Los liberales de la oposición si bien consideraban excesivo el trato que se dispensaba al general Porfirio Díaz, les parecía más que necesaria la celebración del Grito de Dolores del 15 de septiembre al cual consideraban la mejor manifestación para honrar a la patria y una de las pocas celebraciones en que el pueblo mostraba una actitud política. Con detalle consignaba la liturgia cívica-popular:

Va uno a la plaza deliberadamente desde una hora antes para sentir esa impaciencia que todos conocen, a esperar que den las once. Todo el entusiasmo febril de esos días, todos los recuerdos de nuestra historia, todos nuestros sueños de ambición para México, todo cariño para la Patria se reconcentra en el corazón, se condensa en un momento de ansiedad y en un segundo estalla al oír las roncas notas de la vieja campana de Dolores.

Resuena el majestuoso himno Nacional. El entusiasmo desborda, tiemblan los aplausos en las manos, suben a la garganta los vivas, y de toda la multitud se alza un grito inmenso, el grito del Aguila azteca al escaparse de las garras del León, un grito en que se traduce nuestra sed de libertad, nuestra admiración y hasta nuestros odios: ¡VIVA LA INDEPENDENCIA! Esa si es la verdadera voz del pueblo; entonces no silba, sino que grita y canta; se entusiasma no porque lo conmueva ver en el balcón del palacio a un hombre, sino porque así venera de un modo grandioso a sus héroes. El 15 en la noche se siente uno capaz de merendarse tres o cuatro gachupines rociados con otras tantas botellas de tequila porque entonces no se toman menjurjes extranjeros, sino una bebida netamente mexicana: el mezcal. 26

Otro punto de consenso fue el episodio de las intervenciones extranjeras en México; sobre todo la guerra con los Estados Unidos en 1847 fortaleció el sentimiento nacionalista aumentando el recelo por el poderoso vecino. Sin embargo, en pleno porfiriato muchos de los supuestos pilares de la nación y la nacionalidad generaron ríspidas discusiones, entre éstos supuestos muchas se relacionaban con la herencia hispánica y su aporte a la nación y la nacionalidad. A pesar del clima de reconciliación provocados desde las políticas de gobierno de ambos países, los temas relacionados con los hispanos como la religión y ciertas costumbres ligadas a lo cultural despertaban fricciones. En ese sentido, durante el periodo de estudio, fines del porfiriato, cuando se considera desplazado el sector conservador, aún se presenciaron encedidas polémicas entre la oposición liberal y el grupo conservador. Se respiran viejas rencillas y odios históricos. Ambos reclaman su aportación en la construcción de la nación en ciernes. Este tema ha sido muy estudiado por la historiografía reciente.

Uno de los temas más ríspidos fue el referente a la participación del indígena en esa idea de nación en construcción. Durante el porfiriato hubo una política específica para rescatar y difundir el rico pasado prehispánico y honrar al indígena que resistió a la conquista hispana. El periodo prehispánico se consideraba un pilar central de la nación y nacionalidad de México. De hecho el factor racial y la apología de la parte indígena de los mexicanos fueron factores con altos dividendos en la construcción de la mitología porfirista centrada en las virtudes del caudillo. Si bien se consideraba su origen indígena se recalcaban más sus cualidades heredadas de la sangre blanca; gracias a ellas pudo no sólo la refinación personal sino encarnar a la nación moderna.

Se proyectó, así, la figura de un estadista moderno. Se desdibujó, con muchos recursos, la parte indígena del presidente, recalcándose un mestizaje y refinamiento progresivos. La recepción fuera del país fue positiva:

...con la "aculturación", las características indígenas eran removidas en lo posible, y cuando las características eran físicas, se ignoraban cortésmente; el indio era "blanqueado". Como señaló un norteamericano con veinticuatro años de residencia en México, Porfirio Díaz aportó el fuerte "gobierno de un hombre blanco" que como país indígena México, requería; de ahí que -deducía- Díaz "supuestamente sólo era indígena en una octava parte (sic) ", en realidad, "quizá todo él era blanco'". 27

Treinta años antes, la parte indígena de Díaz había causado elogios en el viajero francés Charles Etienne Brasseur, que en su testimonio preconizó el futuro político del oriundo de Oaxaca:

Su aspecto y su porte me impresionaron vivamente [...] ofrecía el tipo indígena más hermoso que hasta ahora he visto en todos mis viajes: Creí que era la aparición de Cocicopij joven o de Guatemozín, tal como me lo había imaginado a menudo. Alto, bien hecho, de una notable distinción; su rostro de una gran nobleza [...] sería de desear que las provincias de México fueran administradas por hombres de su carácter.

28

Las cualidades vistas por el francés fueron defectos en la estrategia de "hermoseamiento" de la imagen presidencial que intentaba por todos los medios el blanqueamiento del caudillo, y que mucho tuvo que ver con la labor hecha por Carmen Romero Rubio, su esposa, quien "le enseñó que no era correcto escupir en los tapetes, usar mondadientes, poner los codos sobre la mesa, hacer buches, andar desaliñado. Lo pulió, le cortó el bigote y, como por ósmosis, hasta lo blanqueó." 29

El pasado prehispánico mitificado fue, entonces, considerado factor esencial para dar a conocer al país en las ferias internacionales como fue el caso del Palacio Azteca exhibido en París en 1889. 30

El sentido cosmopolita y el énfasis en el exotismo del nacionalismo mexicano no estuvo exento de la crítica de los liberales, sobre todo porque ellos reclamaban que el pueblo tuviera un lugar destacado en la nación imaginada, comprendiendo pueblo como los sectores vulnerables, indígenas, campesinos, sectores urbanos y rurales desposeídos; en la mayoría de los casos olvidados o reprimidos bajo el pretexto de un proyecto nacional anclado en el progreso e interesado en el desplazamiento o integración, más que en el reconocimiento de los derechos ancestrales. Para las voces liberales era un contrasentido alabar el rico pasado prehispánico y relegar a los herederos del mismo, los indígenas contemporáneos. Le parecía alarmente la condición de los indígenas y preocupante el hecho de que el gobierno hiciera todo lo posible con el apoyo de los sectores conservadores por exterminar a los indígenas rebeldes de Sonora y Yucatán, los yaquis y los mayas. Si gran parte de la prensa pedía el uso de toda la fuerza del Estado para reprimir las sublevaciones, para El Hijo del Ahuizote habría que entender el fondo de la rebeldía del yaqui y de los mayas antes de pedir el exterminio. 31 De igual manera defendía el derecho a la civilización y se mostraba contrario a que se les llamara cobardes o rebeldes por gran parte del discurso político y religioso.

Con motivo de la toma de Chan Santa Cruz, Yucatán, por las tropas federales, los frailes católicos celebran con sus actos religiosos el exterminio de los mayas. ¡Qué humanitarios son nuestros ensotanados! Dónde están todos esos mártires que tanto nos cuentan! ¿Por qué no fueron esos misioneros a convencer y pacificar a los yaquis y los mayas e impedir el exterminio de perros que han hecho? 32

El sentir frente a la política oficial de reivindicación de lo prehispánico y de los héroes indígenas era compartido por otros intelectuales. Por ello cuando en 1869 y 1887 se inauguraron dos monumentos a Cuauhtémoc como homenaje al "verdadero padre de la raza mexicana",33 Manuel Gutiérrez Nájera se expresaba así del asunto: "...mientras el indio se nutra mal y no sepa leer, podemos levantar estatuas a Cuauhtémoc, pero estaremos matando a sus hijos".34 El tema aún se discutirá en el proyecto nacionalista de la revolución mexicana, ¿cómo integrar al indio real en el proyecto nacional y en la nación imaginada?

El olvido de los sectores populares en la representación y vivencialidad de la nación se evidenciaba también en la crítica que los periódicos le hicieron al gobierno porfirista; sobre todo en su afán por presentar al mundo un país ficticio, maquillado para agradar al visitante o inversionista. Esos actos internacionales que culminaron con todo el fausto de las Fiestas del Centenario, siempre fueron cuestionados porque se pretendía esconder al indio y al pobre, partes integrantes de la nacionalidad. En 1901 al hacerse los preparativos para el Congreso Panamericano el periódico se burlaba de ellos:

Nos va a costar este congresito las perlas de la Virgen para nada de provecho, nada más para que los congresistas admiren la grandeza del Caudillo, de su corte y de su bolsa, y para que las visitas, a pesar de que se nos cubra de oropel, brillantina y confetti, nos vean con una mano atrás y otra delante, y hambrientos, y crean que nos hemos vuelto locos y es la primera vez que vemos gente. 35

En el debate cuyo centro es la patria-nación, entre todos los tópicos que fueron tratados por la prensa de oposición identificada con el ideario liberal destacó la atención y el interés por cuestionar el carácter poco democrático de la nación. Hubo una insistencia a denunciar las prácticas dictatoriales del caudillo y a exigir el respeto a la constitución del 57 violada incesantemente a nombre del progreso que solo era posible mediante la permanencia del general en la presidencia. Este, era, en la visión de los intelectuales, uno de los puntos más flacos de la nación; mientras no se corrigiera la situación política, la nación estaba a debate. En ese mismo sentido, hubo una vinculación entre política-dictadura y pueblo. El pueblo identificado con los sectores marginados es convocado a pedir su representación en esa idea nacional.

Para la elite en el poder, la nación existe y ha sido fortalecida por la permanencia del caudillo en la presidencia, para la oposición liberal, la nación sí existe pero herida en tanto no se respeten los principios de las naciones democráticas. En una de las defensas de los Flores Magón frente a los atropellos de la prensa, presentan el ideal de nación:

Cuando el régimen que hoy impera haya terminado: cuando los habitantes de la República seamos ciudadanos, esto es, cuando se nos permita ejercitar nuestros derechos amplia y libremente, como corresponde a ciudadanos de una nación regida por instituciones democráticas: cuando en nuestro país pueda el hombre manifestar libremente sus ideas: cuando la Constitución de 57 impere y no se vea postergada por ninguna tiranía; cuando las autoridades comprendan que deben obedecer al pueblo, que es el soberano, y cuando los gobernantes sean producto de la voluntad popular y obren convenciendo y no forzando, ni persiguiendo, ni encarcelando...36

Como una muestra general de la centralidad que tuvo la nación en el debate finisecular, presento un interesante artículo titulado Historia política de Tuxtepec, las nuevas generaciones, publicado en el periódico El Democráta de Joaquín Clausell. Sugerente es el recorrido que hace desde la coyuntura de la independencia para ir narrando todo el camino que siguió la nación hasta el momento porfirista. El momento culmen en la formación de la nación fue la defensa de la Constitución del 57 con el consabido triunfo de las fuerzas juaristas en contra de los conservadores; con tal derrota el proyecto conservador perdió toda posibilidad de incidir en el proyecto nacional. Tras la ausencia de Juárez la nación nuevamente fue coptada por el elemento militar, que representa los tiempos porfirianos, y fue así porque no existía una opinión pública que instruyera al pueblo. 37 La tarea para derrocar la presidente-militar era apoyar a ese pueblo. Le tocaba al pueblo asumir su lugar en la historia nacional. La idea de creer que ese pueblo es bonachón, que soporta con prudencia, ha cambiado:

... ese pueblo ahora es cuando empieza a tener actividad e independencia, ahora es cuando empieza a sacudirse y a contemplar el estado de la patria. Ahora es cuando realmente se va a saber lo que puede y lo que vale. Ahora la bayoneta por más que se afile no lo hará retroceder. Contra la verdadera opinión pública no hay resistencia. Ahora la lucha es del elemento civil contra el elemento militar. La patria estuvo primero en un convento, de ahi la sacó Juárez y le quitó el traje de monja. Ahora se ha metido a vivandera; es necesario sacarla también del cuartel, esa será la obra de la generación presente...38

Finalmente el artículo terminaba explicando cómo será la lucha de esa nueva generación: "...ahora la lucha será en la tribuna parlamentaria, será en la cátedra, será en el foro, será en todas partes donde asome una cabeza juvenil. "39 Sin duda, este picar piedra, esta crítica como gota intermitente fue la que sirvió de base ideológica para que en 1910 estallara la crisis y el desorden social. La nación "desde arriba" como nunca se puso en entredicho.

A modo de conclusión

La resonancia y trascendencia de la crítica del ala liberal y su afán por hacer de la nación mexicana una comunidad imaginaria más incluyente donde todos los sectores sociales se vieran reflejados, tomó forma en el ambicioso proyecto cultural de la Revolución Mexicana construido en torno al concepto de nacionalismo revolucionario donde condesaban muchos de los postulados nacionalistas de las diversas facciones liberales y opositoras al régimen porfirista. El culmen sin duda fue el año de 1917 con la promulgación de la Constitución Mexicana de tinte revolucionario que en sus principales artículos reivindicaba aspectos centrales para hacer del país una nación más incluyente al considerar la necesidad de una reforma agraria, un proyecto educativo laico y de amplios alcances y la puesta en marcha de una política cultural que rescataba las manifestaciones populares y revaloraba la aportación de los pueblos indígenas al proyecto nacional.

Dicho nacionalismo revolucionario tuvo sus buenos dividendos, pues en general fue mayor el consenso que las voces disidentes. Sin embargo, a partir de los años sesenta la crisis social puso en tela de juicio el proyecto revolucionario y su nación imaginada y nuevamente se replantearon los cimientos. A partir de ello, grupos de opinión y movimientos sociales de amplio espectro tuvieron como bandera de lucha el tema de la nación y la necesidad de su reconstrucción o reinvención, donde destacó sin duda el Ejército Zapatista de Liberación Nacional. En 2010, al conmemorarse los doscientos años de la gestación del Estado-nación mexicano, voces de todas las ideologías y posiciones políticas pusieron nuevamente en la mesa el tema de lo nacional dentro de una discusión global. ¿Hacia dónde camina la nación? ¿Cómo se transforma? ¿Cuáles serán los referentes sobre la nación mexicana dentro de veinte años? Sin duda, son cuestiones que están a la vuelta de la esquina.


1 El presente trabajo es fruto de una larga investigación doctoral que estudia la proyección de la imagen de México en Cuba durante el porfiriato. El cúmulo de información periodística que cuestionó esa imagen idealizada del país, ha dado como resultado este trabajo.

2 Licenciada en Historia por la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, Maestra y Doctora en Estudios Latinoamericanos por la Universidad Autónoma de México. Desde los años noventa me he dedicado al estudio de las relaciones de México con el área del Caribe y en específico con la isla de Cuba. He publicado en revistas mexicanas y otras de circulación internacional. Entre 2010 y 2012 ocupé la presidencia de la Asociación Mexicana de Estudios del Caribe. A la fecha me desempeño como profesora-investigadora de la Universidad Autónoma de Querétaro, México.

3 Hans Hoachim Koning. "Nacionalismo y nación en la historia de Iberoamérica" en Koning (coordinador), Estado-nación, comunidad indígena e industria. Tres debates al final de milenio. Cuadernos de Historia Latinoamericana 8. Asociación de Historiadores Latinoamericanistas Europeos. Holanda. 2000. p. 12.

4 David Brading. Orígenes del nacionalismo mexicano. Era. México. 1988.

5 Koning. Nacionalismo... Op. Cit. p. 14.

6 Citado en Herón Pérez Martínez. "Nacionalismo: Génesis, uso y abuso de un concepto". En Cecilia Noriego Elio, (edit). El nacionalismo en México. El Colegio de Michoacán. Zamora. 1992. p.29.

7 Leopoldo Zea. Filosofía y cultura latinoamericana. UNAM. México. 1976. p. 179.

8 El libro de la cita anterior consagrado al nacionalismo mexicano no tiene ningún artículo sobre el porfiriato. La lectura general es que los destellos nacionalistas del XIX solo se dieron en los periodos de la independencia y la República Restaurada de Benito Juárez.

9 Tenorio, Trillo M. Gómez G. A. El Porfiriato. FCE, CIDE, México, 2006.

10 Mauricio, Tenorio. Artilugio... Op. Cit. p. 13-17.

11 Porfirio Díaz. Informe del ciudadano general Porfirio Díaz presidente de los Estados Unidos Mexicanos. A sus compatriotas. Acerca de los actos de su administración en los periodos constitucionales comprendidos entre el 1° de diciembre de 1884 y 30 de noviembre de 1896. Imprenta del gobierno. México. 1896. p. 7.

12 Tenorio Trillo. De cómo ignorar FCE. México. 2000. p. 73.

13 Ibidem.

14 Mónica Quijada. “¿Qué nación? Dinámicas y dicotomías en el imaginario hispanoamericano del siglo XIX”. En Köning (coordinador). Estado-nación… Op. Cit. p. 2.

15 Enrique Florescano. Etnia, Estado y Nación. Ensayo sobre las identidades colectivas en México. Aguilar. México. 1997.

16 Mauricio Tenorio Trillo estudia particularmente la participación mexicana en esos foros internacionales y hace un análisis interesante de las ferias mundiales de la época.

17 Ibid. p. 154.

18 Evgueni Dik, Dovgiallo. “La percepción que el gobierno imperial ruso tenía del México porfirista: 1890-1911”. Signos Históricos. Universidad Autónoma Metropolitana. Núm. 5. enero-junio de 2001. México. p. 196.

19 Idem.

20 En la XXX Legislatura, con motivo de las fiestas del Centenario de la consumación de la independencia. Los conservadores, llamados "Iturbidistas", encabezados por Miguel Alessio Robles, se opusieron a que el nombre fuera quitado del recinto parlamentario alegando su papel en la lucha de independencia; mientras que los liberales con Antonio Díaz Soto y Gama, lograron quitarlo esgrimiendo que Iturbide había traicionado a la raza indígena. Ricardo Pérez Montfort. "Indigenismo, hispanismo y panamericanismo en la cultura popular mexicana de 1920 a 1940". en Roberto Blancarte, (Coordinador) Cultura e identidad nacional. FCE. Consejo Nacional para la Cultura y las Artes. México. 2007. p. 549.

21 Tomado de El Chisme, El Hijo del Ahuizote, 4 de septiembre de 1898.

22 El Hijo del Ahuizote. 29 de octubre de 1899.

23 El Hijo del Ahuizote, 4 de septiembre de 1898.

24 El Hijo del Ahuizote, 4 de septiembre de 1898. Los restos finalmente fueron colocados en la columna de la independencia hasta 1925 durante la administración gubernamental de Plutarco Elías Calles. En algunos datos se consigna que los restos nunca fueron sacados de la catedral metropolitana para ser colocados en la Rotonda de los Hombres Ilustres. Carlos Martínez Assad. La patria en el paseo de la Reforma. México. UNAM. FCE. México. 2005. P. 113-115.

25 Martínez Assad, La patria... Op. Cit. pp. 55-57.

26 El Hijo del Ahuizote. 18 de septiembre de 1898.

27 Alan Knight. La revolución mexicana. Del porfiriato al nuevo régimen constitucional, Porfiristas, liberales y campesinos. Grijalbo. Vol. 1. México. 1996,         [ Links ] p. 23.

28 Enrique Krauze. Porfirio Díaz, místico de la autoridad. México. FCE. 1987, p. 10, (Col. Biografía del poder)

29 Ibid. p. 85.

30 Mauricio Tenorio Trillo retoma el Palacio Azteca para entender y describir diversas etapas en la historia nacional que se inscribieron en este proyecto: los cimientos, son fundamentales para sostenerlo y para mantener el discurso que llevó a Europa en 1889, la fachada es un cruce entre arte e historia donde se relata los diversos procesos históricos que recorrió el país hasta la época porfiriana y los colores, como último punto, son un mecanismo para representar a la nación moderna, colorida y atractiva. Tenorio Trillo, Artilugio…Op Cit. p. 141. El Palacio Azteca fue un referente del exotismo artístico mexicano. Cabe destacar que en la descripción de la fachada Tenorio Trillo nombra las doce efigies de dioses y reyes aztecas: Tláloc, Xochiquetzal, Centéotl, por nombrar a unos, como héroes y reyes estaban Netzahualcóyotl, Itzcóatl, Cuitláhuac, Totoquihuatzin y Cuauhtémoc, su fisonomía y su imagen general fueron concebidas por el arqueólogo e historiador Antonio Peñafiel y su realización quedó a cargo del escultor Jesús Contreras. Citado en Alejandra García, García. “El discurso nacional en la obra arquitectónica del porfiriato”. Tesis de Licenciatura en Historia. Facultad de Filosofía. Universidad Autónoma de Querétaro. Diciembre de 2011.

31 El Hijo del Ahuizote. 3 de septiembre de 1899.

32 El Hijo del Ahuizote. 12 de mayo de 1901.

33 Granados. Debates… Op. Cit. p. 231 y 236. El monumento de 1887, situado en Reforma, fue esculpido por el escultor Miguel Noreña. Fototeca del Instituto Nacional de Antropología e Historia. Citado en Krauze, Zerón-Medina. Porfirio. El derrumbe, (1900-1911). Tomo V. Clío. México. 1993. p. 72.

34 Ibid., p. 38.

35 El Hijo del Ahuizote. 22 de septiembre de 1901.

36 El Hijo del Ahuizote. 10 de noviembre de 1901.

37 El Demócrata, 9 de marzo de 1893.

38 Idem.

39 Idem.

Referencias consultadas

Hemerografía

El Hijo del Ahuizote, México, 1898-1902.

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