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Memorias: Revista Digital de Historia y Arqueología desde el Caribe

versión On-line ISSN 1794-8886

memorias  no.27 Barranquilla sep./dic. 2015

https://doi.org/10.14482/memor.27.7614 

DOI: http://dx.doi.org/10.14482/memor.27.7614

En los Montes de María el museo resiste: aproximaciones a la relación entre arqueología, comunidad y patrimonio arqueológico desde el Museo Comunitario San Jacinto, Bolívar, Colombia1

The museum resists in Montes de Maria: Approaches to the relationship between archeology, community and archaeological heritage from the case of the Museo Comunitario San Jacinto, Bolívar, Colombia

Nos Montes de María o museu resiste: aproximações à relação entre arqueologia, comunidade e patrimônio arqueológico no Museo Comunitario San Jacinto, Bolívar, Colômbia

Yvonne Rocío Ramírez Corredor

Antropóloga, Universidad Nacional de Colombia, Bogotá (Colombia). Maestra en Arqueologia, Museu Nacional do Rio de Janeiro. Actualmente vinculada al Laboratório de Arqueologia do Museu Amazônico, Universidade Federal do Amazonas (UFAM). Mail: yvrami@gmail.com


Resumen

El presente artículo tiene como objetivo realizar una aproximación a las relaciones que emergen entre arqueología y comunidad a través de la experiencia del Museo Comunitario San Jacinto, localizado en el corazón de los Montes de María, departamento de Bolívar, Colombia. El Museo es el resultado de un proceso comunitario iniciado hace 30 años, y su historia se encuentra atravesada por distintos momentos de violencia vividos en la región durante las últimas dos décadas. En este contexto se observa cómo, en el Museo, el patrimonio arqueológico cumple una función social restauradora al legitimar el pasado para fortalecer en el presente la identidad comunitaria debilitada por el conflicto armado.

Palabras clave: Arqueología, Arqueología comunitaria, Museo comunitario, Usos sociales del patrimonio arqueológico.


Resumo

O presente artigo tem como objetivo se aproximar as relações que emergem entre arqueologia e comunidade através da experiência e trajetória do Museo Comunitario San Jacinto, localizado no coração dos Montes de María, departamento de Bolívar, Colômbia. O Museo é o resultado do processo comunitário iniciado há 30 anos, e sua história encontra-se atravessada por distintos momentos de violência vivenciados na região durante as últimas duas décadas. Neste contexto observa-se como, no Museo, o patrimônio arqueológico cumpre uma função social restauradora ao legitimar o passado para fortalecer no presente a identidade comunitária debilitada pelo conflito armado.

Palavras chave: Arqueologia, Arqueologia comunitária, Museu comunitário, Usos sociais do patrimônio arqueológico.


Abstract

This research aims to discuss the relations that emerge between archaeology and community through the experience and trajectory of the Museo Comunitario San Jacinto, located in the heart of the Montes de María, Bolivar Department, Colombia. This museum is the result of the community process that started 30 years ago, and its history is traversed by different moments of violence experienced in the region over the last two decades. In this context, it is observed that in the Museo that archaeological heritage takes a restorative social function when it legitimizes the past to strengthen the present community identity, an identity weakened by the armed conflict.

Keywords: Archaeology, Community Archaeology, Community museum, Social uses of the archaeological heritage.


¿Arqueología para qué? ¿Arqueología para quién?

Comenzar con estas preguntas puede parecer algo repetitivo, dado que es una de las cuestiones comunes en el campo académico de la arqueología donde convergen diversas preocupaciones personales y académicas de investigadores y curiosos (una especie de ontología arqueológica). En mi caso, dicha preocupación surgió durante mi formación en el departamento de antropología de la Universidad Nacional de Colombia, en la búsqueda por encontrar enfoques teóricos y prácticos que fueran alternativos o complementarios a los desarrollados por los profesores que, por entonces, hacían parte de la línea de investigación en arqueología. Embarcada en la travesía, me decidí por la Etnoarqueología, estrategia metodológica que desarrollé en mi trabajo monográfico. La experiencia fue desafiante, tuve la oportunidad de convivir con una comunidad indígena Matapí-Yukuna sobre el curso medio del río Mirití-Paraná, en el departamento del Amazonas, Colombia. Tenía por entonces el propósito de registrar etnográficamente el proceso de manufactura cerámica existente en la región. Ser recibida por la comunidad significó envolverme en su cotidiano y, por tanto, quedar expuesta frente a la curiosidad que sus miembros sintieron por mí: la estudiante citadina, "blanca", que vino para preguntarles cosas obvias. Pero, por supuesto, ellos también preguntaban y algunos de sus interrogantes se vinculaban con mi quehacer profesional: ¿qué es lo que usted hace?, ¿qué es arqueología?, y eso... ¿para qué sirve? Recordé entonces que las mismas preguntas eran hechas por la mayoría de mis familiares, algunos de mis amigos y conocidos. Yo solía contestar un poco nerviosa: "los arqueólogos estudiamos el pasado por medio de los objetos, excavamos y procuramos conocer cómo vivían las personas en el pasado", y "no, no, no excavamos dinosaurios". Hoy considero que esas respuestas fueron hasta cierto punto evasivas, y la ansiedad se debía a mi propia incertidumbre, pues he de confesar que la mayoría de las veces yo me hacía las mismas preguntas. Desde entonces ¿arqueología para qué? ¿arqueología para quién? comenzó a ser una cuestión importante dentro de mis intereses académicos, lo cual fue fomentado gracias al encuentro con varios autores y, por supuesto, a las acaloradas discusiones con profesores y amigos.

De esta manera, definí que mi campo de estudio dentro de la disciplina intentaría vincular mis preocupaciones personales y académicas sobre el quehacer arqueológico, en lo que denominé como una "arqueología en la puerta", un espacio de tránsito reflexivo y crítico entre el desarrollo de la disciplina en el campo académico y fuera de él. Estar en la puerta significa optar por una arqueología que se cuestiona sobre su construcción y orígenes, sus cambios y perspectivas; que se reconoce hija de una época y que es consciente de sus efectos e impactos sobre la sociedad. Así, parada en la puerta, tuve la oportunidad de preguntarme de forma más completa sobre el sentido de la disciplina, observando más para la calle que para dentro de casa, aproximándome a nuevos problemas: ¿qué es lo que hace la sociedad con el patrimonio arqueológico?, ¿cómo se vincula la arqueología con las comunidades?, ¿cuáles son los puntos de enlace entre la arqueología y la sociedad?, ¿cuáles son sus impactos? Estas mismas cuestiones son debatidas en el ámbito de la Arqueología Crítica, Arqueología Pública, Arqueología Comunitaria, Arqueología Social Latinoamericana y en la vinculación de la disciplina con los estudios poscoloniales y de género, en los debates sobre patrimonio/legislación, y en las problemáticas suscitadas en el campo de la arqueología por contrato, creando un marco teórico de referencia desde el cual es posible abordar dichas temáticas.

Una vez establecido mi campo de estudio, necesité conectar mis intereses con un problema específico que pudiera desarrollar durante los estudios de maestría. Fue en el Museo Comunitario San Jacinto donde percibí la posibilidad de proponer una reflexión sobre la disciplina, y para ello el Museo me ofreció los elementos fundamentales: Primero, es un museo que aguarda una colección de objetos arqueológicos, siendo así uno de los diversos puntos de encuentro entre la arqueología y la sociedad. Segundo, es comunitario. Un museo comunitario es un museo que responde a las demandas de una comunidad, cuya formación responde a los intereses de miembros de la sociedad que, atraídos o próximos al conocimiento sobre el pasado, su cultura, memoria e identidad, deciden crear un espacio de representación en el presente, atendiendo las distintas problemáticas que los afectan. Tercero, la historia de formación del Museo Comunitario San Jacinto es el resultado de un proceso colectivo de 30 años, lo que confirma su fuerza como espacio comunitario, demostrada en su continuidad y persistencia en el tiempo. Por último, se encuentra localizado en una región del país que enfrentó una época de violencia fuerte, lo que influenció las dinámicas cotidianas de la comunidad, afectando de manera directa la cohesión social y colectiva.

El Museo surgió entonces como el punto de partida para transitar por la puerta entre la arqueología y la sociedad en el espacio comunitario. ¿Cómo se relacionan arqueología y comunidad en el espacio del Museo Comunitario?, ¿cómo se apropia la comunidad del patrimonio arqueológico a través del Museo?, ¿cómo interviene el discurso arqueológico dentro de los procesos comunitarios en el área patrimonial?

San Jacinto

El municipio de San Jacinto está localizado al norte de la República de Colombia, dentro de la sub-región de los Montes de María, en el departamento de Bolívar, a 120km de la ciudad de Cartagena de Indias, capital departamental. Cuenta con una extensión territorial de 462km2, dividida en 370km2 de zona rural (constituida por siete corregimientos y trece veredas) y 92km2 de área urbana dividida en un total de 42 barrios. Presenta una topografía montañosa y ondulada propia de la serranía de San Jacinto que se puede dividir en dos grandes áreas. Del lado occidental, una zona abundante en colinas y sierras altas que hacen parte de la geomorfología estructural de la región, donde le Cerro de Maco presenta el pico más alto con 800 msnm. El cerro es una referencia natural y cultural para la población del municipio, ya que posee un alto grado de biodiversidad, contrastando con la parte baja oriental, donde existen elevaciones de menor escala, sistemas de colinas bajas y lomeríos utilizados principalmente para la producción de ganado2.

La población total del municipio es de 21.456 habitantes3: 20.278 en el área urbana y 1.178 en el área rural. La economía del municipio está basada en los sectores agropecuario y artesanal, que por su vez están ligados al sector comercial y de micro empresas. El sector agropecuario está representado principalmente por la explotación de la tierra a nivel familiar por cultivos diversos, la cría de pequeños animales y ganado en pequeña escala que ofrecen los productos alimenticios básicos tanto para la canasta familiar, como para el mercado local y regional4. A nivel extensivo se identifica la existencia de monocultivos (tabaco, palma de aceite) y la cria de ganado a grande escala.

El sector artesanal está caracterizado por la producción a nivel familiar, donde los artesanos distribuyen sus productos principalmente en el sector comercial de manera individual y colectiva en el punto conocido como "La Variante", localizado sobre la Troncal de Occidente, vía nacional que une el centro de los Montes de María con la ciudad de Barranquilla.

La evidente desigualdad entre el número de habitantes que viven en la cabecera municipal respecto a quienes habitan en el área rural es notable. El abandono del campo se encuentra asociado a dos factores principales. Primero, la compra de grandes franjas de tierra por parte de latifundistas en la década de 1980, resultando en fuertes dinámicas de migración hacía los centros urbanos5. Segundo, el conflicto armado vivido por la población durante los últimos 20 años. En ese contexto, el desplazamiento forzado sufrido por los habitantes de los corregimientos de Las Palmas y Bajo Grande en el año de 1999 fue uno de los hechos más representativos en la historia del municipio en lo que respecta a migración forzada. Otros corregimientos resistieron la ola de violencia y el desplazamiento forzado, transformándose en comunidades resistentes, como los corregimientos de Paraíso y San Cristóbal, localizados a 20km de casco urbano en las estribaciones del Cerro de Maco. Estas comunidades poseen un alto número de población afrodescendiente, que basa su economía casi exclusivamente en el sector agrícola.

San Jacinto es considerado como uno de los centros artesanales más importantes de la costa atlántica. La hamaca sanjacintera es reconocida en la región gracias a su calidad y belleza. Otros productos como la mochila tejida en croché, manteles en macramé, muebles de madera, zapatos de cuero (abarcas), pellones e instrumentos musicales, son elaborados de forma artesanal en el municipio. La gaita, la maraca y el tambor, son los instrumentos principales de la cultura musical sanjacintera, conocida a nivel nacional e internacional gracias a la música de gaita, famosa por la agrupación "Los Gaiteros de San Jacinto".

Tanto la Gaita como la hamaca hacen parte de las manifestaciones culturales propias de los habitantes y ganan su importancia gracias a su intrínseca conexión con el pasado prehispánico de la región. San Jacinto resulta ser un lugar donde el pasado es un elemento de apropiación colectiva en el presente, y es el Museo Comunitario San Jacinto uno de los espacios donde dicho puente entre el ayer y el hoy tiene lugar.

Breve historia del Museo Comunitario San Jacinto

El Museo Comunitario San Jacinto, antiguamente llamado "El Museo arqueológico" y "Museo Etnoarqueológico Montes de María", está localizado actualmente en la plaza principal del pueblo, dentro del el antiguo predio de la alcaldía municipal. Sus orígenes hacen referencia a un proceso comunitario que comenzó hace 30 años, donde algunos miembros de la comunidad decidieron crear un movimiento cultural local para resaltar y valorizar lo que significa ser sanjacintero. En esta historia el personaje Jorge Quiroz Tietjen, mejor conocido como "Braco", es fundamental, pues la historia del Museo refleja una parte de la vida del pueblo, y acompaña la vida y la experiencia personal de este hombre, quien hasta hoy, como su actual director, continua siendo uno de los motores principales de este espacio comunitario.

Comité Cívico Cultural: La semilla

Desde el año 1983, un grupo de jóvenes del municipio decidieron realizar acciones conjuntas para estimular las manifestaciones culturales de su comunidad. Reunidos y organizados desde aquel momento como Comité Cívico Cultural San Jacinto Bolívar, consiguieron distinguirse a nivel local y regional, apoyando y fortaleciendo todo tipo de expresiones artísticas y tradicionales en torno a la cultura sanjacintera y montemariana. La primera generación del comité contó con personajes que son recordados por los habitantes del municipio hasta hoy. Abel Viana, Carmen Costa Caro, Guillermo Salinas, Joaquín Güete, Luis Eduardo Díaz, Mabel Llerena, Mailé Muñoz, Miguel Carbal, Pedro Sierra, Henry Hamburger y Jorge Quiroz Tietjen (Braco) entre otros. En su época crearon el grupo de danza Macumbé, organizaron las fiestas patronales, apoyaron los primeros festivales de gaita y la Feria Artesanal de San Jacinto. Crearon la primera biblioteca pública municipal, la Escuela de Formación Artística (EFA) y el Museo Arqueológico. En su organización vincularon jóvenes en etapa escolar, quienes posteriormente se convirtieron en la segunda generación del comité, consiguiendo así su perpetuación.

Dentro de este movimiento, la idea del Museo fue propuesta por Braco, quien se organizó con otros compañeros para colectar piezas antiguas donadas por algunas familias del municipio, incluida la familia Quiroz. Braco recuerda que fue su hermano Guillermo quien gustaba de coleccionar las "cosas de los indios" que algunos de los campesinos le regalaban, y fue él quien lo incentivó a crear un museo para el pueblo. Fue así como algunos de los miembros del comité se dirigieron a los corregimientos de Las Palmas y Bajo Grande, donde se sabía aparecían bastantes cosas de los antiguos. Finalmente con un buen número de piezas donadas por la comunidad el Museo formó parte permanente de la biblioteca, "Comenzamos con un armario", cuenta Braco. Al siguiente año y por iniciativa propia, algunos integrantes del comité decidieron viajar hasta la ciudad de Cartagena para visitar el Museo del Oro Zenú, y observar de cerca cómo eran las vitrinas, pues la colección había crecido y el primer armario de la biblioteca ya no era suficiente. Con el espíritu de aprender cómo estaba organizado un museo tradicional, entablaron el primer contacto institucional con María Pia Mogollón, por entonces directora del Museo del Oro Zenú, quien donó algunas de las primeras vitrinas que hicieron parte del Museo. Esta fue la primera infraestructura con la que, bajo el criterio de los miembros del comité encabezados por el Braco, fue organizada la primera versión del Museo Arqueológico de San Jacinto. A partir de las excavaciones del sitio San Jacinto 1, éste se transformaría de nuevo. El patrimonio arqueológico de San Jacinto pasaría a tener otra perspectiva tanto para los sanjacinteros como para la arqueología colombiana en general.

Sitio arqueológico San Jacinto 1

En el año de 1986, el Comité Cívico Cultural hizo contacto con el Museo del Oro del Banco de la República, con sede en Bogotá, buscando asesoría para su propio fortalecimiento. En esa época, el Museo del Oro desenvolvía a nivel nacional el proyecto "Ayudas a Museos Regionales". El arqueólogo Augusto Oyuela fue convocado para recorrer los municipios de San Jacinto, Chiriguaná, Becerril y Valledupar con el objetivo de evaluar la pertinencia de los museos emergentes y organizar el guion de los museos seleccionados. Augusto Oyuela llega a San Jacinto en abril del mismo año. Los integrantes del Comité Cívico mostraron para él las piezas prehispánicas que integraban parte su pequeño museo y que el arqueólogo recibió con sorpresa. Entre las exhibidas, identificó algunos fragmentos de cerámica con desgrasante vegetal, similares en técnica y decoración a los reportados en el año 1966 por el arqueólogo Gerardo Reichel-Dolmatoff para el sitio de Puerto Hormiga (1965), conocido por registrar hasta el momento la cerámica con la fecha más antigua para el período formativo temprano en Colombia6.

Los integrantes del Comité mostraron al arqueólogo el lugar de procedencia de los fragmentos. La localización de los sitios (San Jacinto 1 y San Jacinto 2) era conocida casi de forma exclusiva por Guillermo, el hermano del Braco7. Sobre esto, Braco recuerda las palabras de su hermano: "espera que llegue una persona que sepa de eso para mostrarle. Entonces fue que llegó Augusto y que lo llevé". Augusto Oyuela vuelve a San Jacinto en el mes de junio del mismo año, junto con algunos estudiantes de la Universidad Nacional de Colombia, entre los cuales figuraban Carlos López, Felipe Cárdenas e Bernardo Builes. El objetivo por entonces fue elaborar el montaje del museo y realizar las primeras prospecciones a los sitios reportados. A partir de estos trabajos surgió la primera publicación sobre San Jacinto 18, donde se hace referencia a la cronología de San Jacinto 1, datado en 3.750 ± 430 a.C. y San Jacinto 2 entre 3.000 y 2.000 a.C. Esto significaba que el sitio poseía hasta el momento una de las cerámicas más antiguas registradas en Colombia y una de las más antiguas del continente Americano. En 1991, el arqueólogo Augusto Oyuela volvió a San Jacinto para realizar la excavación completa del sitio 1. La temporada de campo duró siete meses9.

La llegada de la violencia

Los grupos armados ilegales han disputado históricamente el dominio territorial de los Montes de María por su localización geoestratégica que beneficia el tráfico de armas y drogas, especialmente en el Golfo de Morrosquillo (vía marítima), el cual se convirtió en un corredor importate para la comercialización de la cocaína procesada al sur del departamento de Bolívar. Hace aproximadamente veinte años, el control territorial de estos grupos se volvió aliado de los intereses locales del capital, consolidando la concentración masiva de tierras y la implantación de un nuevo modelo de desenvolvimiento agro-industrial con cultivos que exigen grandes extensiones de tierra para ser competitivos y rentables10.

Históricamente, los Montes de María han estado caracterizados por una fuerte cohesión social y comunitaria, resultado de una amplia organización campesina forjada en las décadas de 1960 y 1970. Como consecuencia surgieron en la región movimientos cívicos, sindicatos y partidos políticos que, alineados con la izquierda, promovieron mejoras sociales para los sectores más populares de la población. En este contexto la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos (ANUC) en conjunto con la Federación Nacional Agraria (FANAL), desempeñaron un papel importante en el aumento de calidad de vida en el sector rural montemariano. Está claro que la organización campesina incomodó de manera directa a las élites familiares locales que por décadas han dominado económica y políticamente la región. De esta manera, las organizaciones campesinas se volvieron una amenaza constante para la acción capitalista de esta clase social. A partir de la década de 1980, el uso de la serranía de San Jacinto como refugio por parte de los grupos guerrilleros dio una excusa a las élites para estigmatizar a la organización campesina como colaboradores de la insurgencia; y, a pesar de que la mayoría de estos movimientos y organizaciones lideradas por la ANUC rechazaron la presencia guerrillera en la región, terminaron siendo señalados por el estado y por los emergentes grupos paramilitares como objetivo militar de la lucha contrainsurgente11.

La historia del Museo Comunitario San Jacinto confronta este contexto de violencia, el cual debilitó el movimiento cultural iniciado por la comunidad. Paralelamente al surgimiento del Comité Cívico Cultural, a su fortalecimiento y a las excavaciones del sitio San Jacinto 1, acontecieron varios hechos que afectaron directamente al desarrollo del Museo. El asesinato de Guillermo Quiroz Tietjen, hermano de Braco, en 1985, quien por entonces ejercía el cargo de secretario general de ANUC línea Sincelejo, fue una de las primeras represalias del estado contra los líderes de dicha asociación en la región, y la declaración de guerra contra cualquier expresión política de izquierda en el municipio.

Para 1991, las noticias de muertes selectivas y desaparecimientos violentos en el pueblo se habían incrementado. Las condiciones socioeconómicas de la población se vieron afectadas por el conflicto. Esto sumado al constante problema de agua sufrido por el pueblo, se tradujo en un aumento del desempleo y la corrupción. Dichos factores influenciaron negativamente las excavaciones arqueológicas del sitio San Jacinto 1. La desaparición de personajes conocidos por el equipo, la especulación sobre el trabajo de campo y la identificación de los arqueólogos como partidarios de los movimientos de izquierda por parte de algunos políticos locales, tornaron la situación desesperante12.

El Comité Cívico también fue afectado directamente por la situación de violencia en la región, varios de sus miembros abandonaron paulatinamente el pueblo, algunos para adelantar sus estudios, otros por razones laborales y otros por causa directa de la violencia. Sin embargo, una segunda generación de la cual Braco continuó siendo líder, sobrellevó la situación. Surgió así en 1995 la Corporación Folclórica y Artesanal de San Jacinto Bolívar, conocida como CORFOARTE, quien pasó a ser la organización cultural más reconocida del pueblo, vigente hasta hoy.

El año de 1997 marcó definitivamente la historia del Museo. Comienza una ola de violencia general en la región. En San Jacinto varios hechos fueron representativos para la población. El 6 de febrero, el frente 37 de las FARC realiza una toma armada al casco urbano, atacando la estación de policía localizada en la plaza principal del pueblo. El 6 noviembre, paramilitares bajo órdenes de Salvatore Mancuso13 asesinaron al recién elegido alcalde del municipio Carlos Quiroz Tietjen. En agosto del mismo año, Frederic Quiroz Tietjen también había sido asesinado a manos del mismo grupo armado14. En 1998 Jorge Quiroz Tietjen, Braco, principal promotor del Museo, se vio obligado a salir del pueblo, abandonando San Jacinto por cerca de 6 años. El 27 de septiembre de 1999 el bloque Héroes de los Montes de María, perteneciente a las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) y brazo paramilitar de control en la región, realizaron un ataque armado al corregimiento de Las Palmas, ocasionado el desplazamiento forzado de la totalidad de la población del poblado hacia el casco urbano de San Jacinto. Hechos similares ocurrieron paralelamente en el corregimiento de Bajo Grande, cuya población también se desplazó por miedo a posteriores represalias.

Durante este periodo, el Museo y la casa de la cultura del pueblo fueron relegados a un segundo plano por parte de las administraciones locales y de la población en general, ya que el tema del conflicto abarcaba la máxima atención15. Las piezas arqueológicas de la colección fueron resguardadas por algunos de los miembros de la comunidad, algunos de ellos miembros de la segunda generación del Comité. La ausencia de Braco dejó al Museo prácticamente paralizado, sin intervención o mantenimiento. Las vitrinas y algunas de sus piezas fueron relegadas a una galería de la alcaldía, que más tarde sería utilizada como almacén municipal para la bienestarina16.

San Jacinto resiste: nacimiento del Museo Etnoarqueológico Montes de María (MUSEMMA) Jorge Quiroz regresa al pueblo en el año 2004. Durante este periodo trabaja como promotor cultural del municipio, asumiendo en 2005 la presidencia de CORFOARTE. El Museo renace con su llegada. Todas las piezas repartidas por el pueblo fueron reunidas de nuevo, y gracias al apoyo de la nueva administración se consigue un espacio para su montaje.

"[...] ¡y lo mejor que no se pierde ni una pieza!, estando rodando de allí para allá... Yo atribuyo eso a todo el esmero que uno puso y todo lo que la gente recordaba, todo lo que uno se esforzó para conseguir eso. Cuando yo llegué de donde estaba yo, en Indonesia, me llama el pelao Jóse y me dice: -Braco, yo te guardé todas las piezas-, y voy, y están todas guardadas por él [...]" 17

En el año 2008, el Museo, ahora bautizado como Museo Etnoarqueológico Montes de María recibe el apoyo institucional de la administración municipal, se inscribe en la red de museos y se gestiona una donación de vitrinas desde el Museo del Oro de Cartagena. Este mismo año, la arqueóloga Juliana Campuzano llega a San Jacinto. En el momento, Máxima, Edinson y Braco (equipo base del Museo), se encontraban montando las piezas en las vitrinas recibidas, las cuales ya contenían información impresa con paneles titulados como: "ceremonias y rituales", "vida cotidiana", "tejidos", etc. La organización de los elementos dentro de las vitrinas combinó piezas arqueológicas con objetos cotidianos actuales propios de la región, los cuales transmitían una relación de herencia con el pasado indígena (como en el caso de la gaita y la hamaca), creando un puente entre el pasado y el presente representado museográficamente por la sobreposición diacrónica de dichos elementos.

En este aspecto, el conocimiento popular del equipo tuvo un papel importante respecto de lo que se reconoce o se sabe de las piezas arqueológicas, su función, su forma y las asociaciones entre el pasado y el presente.

"[...] la vida cotidiana eran las cucharas, los juguetes de los niños eran precolombinos, los coladores, las cosas que ponían para echar las hierbas, eso era de la vida cotidiana. Entonces para pesca y agricultura, buscamos las hachas, los arpones, las manos de piedra, todo eso, las pesas para las redes. [.] en ceremonias y rituales, primero que todo buscamos los esqueletos que teníamos aquí, que habíamos sacado de algunas tumbas que estaban en unas ollas, armamos las vitrinas donde decía ceremonia y rituales, entonces pusimos todos los pitos que tenían que ver, porque nosotros pensamos que ellos de alguna manera los rituales los hacían con música. Entonces en la música pusimos los pitos primero, las ocarinas y una gaita actual. También pusimos el jaguar, porque pensábamos que eso podía tener algo con los rituales de ellos"18

El MUSEMMA fue inaugurado en el mes de mayo de 2008, después de tres meses de montaje. Para ello el equipo contó con el apoyo de varias instituciones locales y algunos miembros activos de la comunidad. Durante tres años, el Museo, la biblioteca y la Escuela de Formación Artística (EFA), tomaron fuerza, destacándose como un punto cultural y turístico del municipio. Para el año 2011 la alcaldía decidió donar el antiguo predio en la plaza principal del pueblo como sede permanente de la Casa de la Cultura de San Jacinto, donde en sus caballerizas tuvo origen el Museo.

Una nueva sede, un nuevo Museo

En el año 2012, el Museo ganó la convocatoria para ejecutar el proyecto "Fortalecimiento del tejido social a partir de la puesta en valor del patrimonio cultural para mitigar las secuelas causadas del conflicto armado", financiado por la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID), a través de la ONG-D Restauradores Sin Fronteras (A-RSF). Su principal objetivo fue: "mejorar el tejido social fracturado a causa de los hechos violentos a partir de la valoración del patrimonio cultural por parte de los sanjacinteros". El proyecto otorgó los recursos necesarios para desarrollar cuatro objetivos específicos: 1) Consolidar la casa de la cultura como un espacio de encuentro, educación y tolerancia dentro del municipio. 2) Incrementar el conocimiento de los habitantes del municipio sobre su patrimonio histórico y cultural. 3) Reinterpretar el Museo Comunitario de San Jacinto19.

Durante la ejecución del proyecto, el Museo experimentó varios cambios dentro de su constitución organizativa. Una de ellas fue el cambio de nombre. De Museo Etnoarqueológico Montes de María pasó a ser Museo Comunitario San Jacinto. El equipo del Museo fue reorganizado en áreas específicas de trabajo (director, área de gestión, área de educación, área de divulgación), asistió a varios congresos y encuentros donde relataron la experiencia del Museo y recibió capacitaciones en restauración y conservación de objetos arqueológicos y gestión de proyectos. Hoy el Museo Comunitario San Jacinto cuenta con un espacio renovado, compuesto por una entrada principal, cuatro salas de exposición permanente y una oficina para la administración del mismo.

Contextos de violencia, memoria y usos sociales del patrimonio arqueológico

Durante casi dos décadas, el conflicto armado en el municipio de San Jacinto y la región de los Montes de María generó desconfianza y miedo entre la población civil. El clima de violencia que enfrentaron los sanjacinteros debilitó la organización social y la cohesión comunitaria que años atrás se había visto fortalecida, dejando como resultado la fragmentación del tejido social comunitario.

En este periodo, algunas manifestaciones culturales de los sanjacinteros, como las fiestas patronales, el festival de gaitas y la feria artesanal, continuaron realizándose, siendo prácticamente las únicas ocasiones donde el pueblo se divertía y se reunía de nuevo, en un intento por mantener la cotidianidad que los caracterizaba20. Hoy es común que las personas adultas recuerden con nostalgia aquellos tiempos, épocas donde el pueblo "parrandeaba de día y de noche", épocas en las que las personas "se morían de viejas y no a bala". En ese contexto, el Comité Cívico y como parte suya, el Museo, pasaron a formar parte de "los buenos tiempos".

El Museo como resistencia

Uno de los puntos clave de esta investigación fue mostrar cómo en el Museo se materializan elementos para la recuperación de tejido comunitario a través de los usos sociales del patrimonio arqueológico. Para nuestro caso, la historia del Museo es una fuente de evidencia que permite resaltar la influencia que los objetos del pasado tienen en el presente.

De las preguntas que surgieron cuando comencé a conocer la historia de la formación del Museo, una de ellas fue ¿por qué durante el periodo de violencia, algunas personas guardaron y cuidaron de las piezas? Ningún objeto fue vendido, robado o destruido. Por el contrario, las piezas fueron resguardas por miembros de la comunidad. El sentido de pertenencia, resultado del movimiento cultural impulsado por el comité cívico pareció ser razón suficiente para evitar su olvido. En este punto podemos hablar de los mecanismos de apropiación del patrimonio. Cuando una comunidad otorga sentido a su patrimonio, desmitificándolo del valor netamente económico, se identifica con él y lo integra en su cotidiano, apropiándoselo.

La apropiación del patrimonio, en este caso el arqueológico, sólo se podía lograr cuando el sujeto se siente relacionado con él, cuando la persona entiende sus implicaciones y le da un valor especial dentro de su marco de vivencias personales y colectivas; cuando, en cierto sentido, este patrimonio también es una construcción suya, es decir, más que apropiárselo, la persona lo "construye " y lo inventa21.

En el caso del Museo, lo que permitió esta apropiación fue, en palabras de Braco "todo el esmero que uno puso y todo lo que la gente recordaba, todo lo que uno se esforzó para conseguir", haciendo referencia al movimiento cultural del municipio, del cual Braco fue parte. El esfuerzo y la gratitud permitieron que la colección sobreviviera. El entusiasmo del comité cívico creó un sentido de pertenencia en la comunidad gracias a las experiencias compartidas como colectivo. En ese sentido, el Museo resulta ser un conector entre el pasado y el presente, pues liga a la comunidad con diferentes versiones de pasado, tanto el indígena como el reciente (anterior a la violencia), pasados que se recrean y reconstruyen en las prácticas del presente. De esta manera, a pesar de los actos violentos en la región y el exilio de líderes culturales, algunos de los habitantes que se quedaron en el poblado y que en su momento hicieron parte del Comité Cívico, decidieron que ese patrimonio hacía parte de su identidad individual y grupal. Las piezas prehispánicas que componían el Museo y el propio Museo pasaron a ser parte de la identidad de los sanjacinteros, defendiéndolo, resguardándolo.

Durante mi estadía en San Jacinto, fue común observar que la gente reconoce el Museo como un espacio cultural característico del pueblo, y que, al preguntar sobre su historia, hacen referencia de manera unívoca al Comité Cívico y a la lucha constante de Braco por mantenerlo vivo. Braco es un personaje clave, pues a través de él se desarrolla la trama del Museo. Su ausencia y su regreso marcaron diferentes etapas del proceso comunitario, y su historia de vida, es reconocida por los sanjacinteros. De esta relación Braco - Museo, se entiende que éste último es concebido como símbolo de una resistencia manifestada a través del personaje de Braco y paulatinamente a través de otros que ahora hacen parte de la historia del Museo.

"Es que como no va a ser importante (el Museo), con todo el esfuerzo que este muchacho le metió a eso" me decía una señora refiriéndose a don Jorge, mientras compartía conmigo la fila de espera por un patacón en la plaza del pueblo"22.

De esta manera, podemos hablar del curioso hecho de que el propio Braco sea considerado patrimonio vivo de la comunidad. Por ejemplo, en repetidas ocasiones los miembros del equipo bromearon diciendo frases como: "cuando se muera el Braco, lo embalsamamos y lo ponemos dentro del Museo". Sin embargo, independientemente de que algún día él termine o no dentro de una vitrina, lo que resulta importante es el hecho de Braco ser reconocido como una parte fundamental del Museo, lo que le otorga un poder legitimador dentro y fuera del mismo, posicionándose como un elemento activador del flujo comunicativo entre el museo y la comunidad. Memoria, conflicto y patrimonio en el Museo Comunitario San Jacinto: los usos sociales del patrimonio arqueológico

Durante la última década, el análisis del conflicto armado colombiano se ha enfocado en la defensa de los derechos de las víctimas a la verdad, la justicia y la reparación. Desde la vía institucional, la urgencia para la mitigación de las consecuencias del conflicto comenzó por reconocer la violencia como fenómeno social transversal en la historia del país, lo que incentivó un movimiento social que se ha fortalecido en torno a la creación de las memorias del conflicto. La memoria ha sido impulsada como el principal motor de la recuperación social por parte de organismos gubernamentales y no gubernamentales, internacionales, nacionales y locales, con el fin de reconocer y visibilizar las experiencias de dolor y resistencia vividas por millones de colombianos en todo el país. Las diferentes manifestaciones de la memoria sirven para abordar el sentimiento de injusticia que aparece como resultado de la violencia y son una forma de arrebatarle los hechos al olvido colectivo promovido por la lógica de la guerra, y significarlos ahora a partir de nuevas narrativas. Es necesario no olvidar a los muertos, evitar su anonimato, reconocer a los autores y exponer la realidad de los hechos de violencia en su lamentable crudeza para luchar contra la invisibilidad y el olvido, convirtiendo así a la memoria en un mecanismo para agenciar y tramitar el dolor23.

Sin embargo, hablar de violencia en Colombia no es cosa fácil ni definitiva, pues es un fenómeno que se viene transformando de manera constante hasta nuestros días, manifestándose en diferentes modalidades e intensidades, tanto en el tiempo como en el territorio. Al contrario de otras experiencias internacionales como Chile, Argentina o España, donde se superó un período específico de violencia ligado a la figura de la dictadura, en el caso de Colombia no resulta posible hablar de una etapa definitiva de posconflicto. Por lo tanto, hablar de las memorias del conflicto no hace referencia a la violencia como hecho pasado y sí al conjunto de recuerdos sobre hechos pasados de violencia en la vida de individuos y colectividades, las cuales se manifiestan en imágenes y relatos creadores de nuevas narrativas y sentidos en el presente. Aquí, la memoria es construida en un contexto de violencia, y por esta razón sus narrativas se expresan tanto en la esfera de la verbalización como en el silencio.

Este último estaría mediado por el miedo y por la presión de los diferentes actores del conflicto, provocando que personas y comunidades no puedan expresar de manera pública el horror y la injusticia de la guerra en que son partícipes voluntaria o involuntariamente. Sin embargo, del silencio surgen diferentes mecanismos que contribuyen a la mitigación del miedo y a la construcción de nuevas memorias, algunas de ellas subterráneas (POLLACK, 2006), las mismas que transitan en el seno de las comunidades, con más libertad en las esferas íntimas, y muchas veces de manera enmascarada en las esferas públicas. Manifestaciones tácitas que se expresan en el silencio y que mantienen fuerte su espacio en la cotidianidad.

Más que las grandes narrativas, estamos ante la presencia del silencio como una forma de padecer, percibir y resistir la dominación de los grupos armados, pero también una táctica empleada para sobrellevar las pérdidas, rearmar la existencia y la cotidianidad luego de los eventos críticos a que han sido sometidas las personas24.

De esta manera, individuos y comunidades deciden y crean por sí mismos mecanismos de memoria que la mayoría de las veces quedan fuera de los marcos establecidos por organismos institucionales25.

Actualmente, una de las manifestaciones más visibles de la memoria se desarrolla en el ámbito de los museos. Los emergentes museos de la memoria tienen la intención de mitigar las secuelas del conflicto a través del "No Olvido". Muchos de ellos responden al fenómeno de patrimonialización de la memoria, y la memoria como patrimonio reinventa de manera continua las identidades. Sin embargo, ¿qué ocurre cuando la memoria es el objetivo del museo?, ¿cuál es la memoria que se decide mostrar en el museo? La memoria, así como el patrimonio, son terrenos de conflicto en la construcción de la identidad, y su activación genera tensiones ya que "la memoria es un campo de lucha ideológica, en el cual batallan diferentes versiones de las identidades"26.

Como ejemplo, un artículo publicado en un periódico nacional con fecha de julio de 201227, dedicó una columna al tema de la creación del Museo Nacional de la Memoria -cuya construcción fue tarea determinada por la ley nacional de víctimas28. Titulado "Un museo para honrar a las víctimas del conflicto armado", muestra en la portada una foto del museo Yad Vashem, en Israel, museo construido para recordar a las víctimas del Holocausto29.Entre sus líneas expone diferentes puntos de vista sobre lo que para algunos ciudadanos debería constituir el Museo Nacional de la Memoria en Colombia:

"¿Se deberían exhibir las motosierras que protagonizaron las masacres de las autodefensas? ¿Los fusiles con que los guerrilleros han sembrado tanto dolor? ¿De qué manera se retratará la violencia estatal?"
"Yo haría más una lectura desde las víctimas que desde los instrumentos de muerte. Hay que tener mucho cuidado con la mitificación"
"Ese museo debería ser una gran labor de reconocimiento para nosotros (militares) no sólo por los muertos, sino también los que purgan penas humillantes por proteger este país. Que se vean las bombas, las minas antipersona y fotografías de los mutilados, e implementos terroristas como el caballo bomba. Pero no emblemas guerrilleros como la toalla de Tirofijo. ¡Qué tal! Sería reivindicar los símbolos de estos bandidos"

Son muchos los debates sobre la construcción de este tipo de museo. Si bien, por un lado su existencia evidenciaría la responsabilidad de los actores, las acciones y resistencias de las víctimas, lo cual resulta relevante para la reparación social, el hecho de que sea nacional, es de por sí problemático. Se corre el riesgo de imponer una única memoria sobre las memorias disidentes que no atienden de manera directa a los intereses de la nación, gobierno o institución que lo conforman, caminando en la peligrosa línea de convertir su discurso en oficial y hegemónico.

Existen hoy a nivel regional varias experiencias museológicas que procuran la patrimonialización de la memoria del conflicto. Para el caso de los Montes de María, el conocido Mochuelo: Museo Itinerante de la Memoria de los Montes de María se configura como un espacio para la construcción de la memoria nacional de la violencia desde las regiones. Su foco principal son las víctimas, y el museo se construye para y a través de ellas. Como experiencia comunitaria el Mochuelo tiene un alcance regional y nacional reconocido. Su rango de acción se enfoca sobre una historia y una época especifica del conflicto, por lo que su particularidad hace efectiva su acción con las comunidades, quienes logran reconocerse dentro de su propuesta. Pareciera entonces que los museos locales estarían más próximos a relacionarse de manera íntima con las necesidades de los pobladores, característica que podría ser desdibujada en el concepto estricto de lo "nacional".

Sólo los ecomuseos, los museos de territorio, los museos barriales y comunitarios constituyen explícitamente una memoria viva que se ofrece al participante del museo. Cumplen un papel importante en la creación o recuperación de identidades locales, nacionales o regionales, mostrando la unión en la diversidad cultural en la que están inserto£30.

En este sentido cabe aquí indagar sobre la posición que adopta el Museo Comunitario San Jacinto respecto a la memoria del conflicto armado, el patrimonio, y cómo el equipo que lo conforma decide tratar el tema en cuestión.

¿Cuál es la enseñanza? ¿Cuál es?

En febrero de 2013, durante una reunión del equipo, después de su presentación en el Congreso de Museos en la ciudad de Medellín, tuve la oportunidad de conocer la perspectiva del grupo frente al tema del conflicto armado y su relación con la memoria y el patrimonio.

"¡Ay no!, yo me tuve que parar-decía Katy-, eso es lo que yo digo, que linda la monjita que trabajaba en Trujillo, pero o sea a la final que es lo que nos quiere dar a entender. ¿Cuál es la enseñanza de todo? ¿Cuál es? [...] Me pareció más bonito la niña que vino de Barcelona que contó cómo, de una historia triste, de un asesinato, de violencia, todo se transforma. Es como una enseñanza que a uno le queda, una historia que cualquiera la lee y dice ¡qué bonito! Pero ella no, era como vivir de los muertos [.]"

Continuando con la discusión entre el equipo, Juliana explica mejor la situación que alteró a Katy:

"La señora es una monjita que trabaja en Trujillo31, con las madres y con la masacre de Trujillo. Entonces ella hace poesía con la masacre. Todo el día fue el tema de memoria. [...] A las muchachas les dio muy duro. El mismo Braco se salía, y se peleaban sobre el tema, porque son experiencias que trabajan es en el muerto, en la masacre [.]"

Después de diferentes intervenciones, se percibe que el equipo está en desacuerdo con "vivir del muerto". Reconocían que el periodo más fuerte de violencia en la región fue algo que se vivió y que hace parte de la historia de vida de ellos y del pueblo. Sin embargo, todas y todos concuerdan que eso no es la única cosa que ellos son, y que la violencia no es el único elemento constitutivo de su memoria. Por lo tanto, no quieren ser identificados de manera directa con el conflicto, no quieren que su museo lo sea. La violencia no va a ser su foco. El Museo debe ofrecer una enseñanza, mostrar la otra cara de la moneda, las resistencias. Esto no significa que el tema no vaya a ser abordado, al contrario, va a ser la memoria cultural y el patrimonio lo que va intentar disminuir las secuelas que la violencia trajo consigo. No se quieren hacer explícitos los momentos de dolor, se quiere resaltar lo que significa ser sanjacintero. El Museo prefiere el silencio ante el conflicto como su estrategia, y, sin embargo, el silencio también hace parte de los dispositivos de activación de la memoria32, manifestándose de diferentes formas, debido a que resulta común que después de hechos violentos o traumáticos no se quiera nombrar o recordar lo que hiere. El silencio se presenta como una capa protectora, como una opción para seguir viviendo.

Por lo tanto, a diferencia de los museos de la memoria del conflicto, el Museo Comunitario San Jacinto intenta mitigar las consecuencias de la violencia por otras vías menos explícitas, y, en el proceso, una de sus herramientas fundamentales es el patrimonio arqueológico. A través del pasado prehispánico y de su materialidad, algunos referentes patrimoniales son utilizados como artefactos para fortalecer los lazos sociales de sanjacinteros.

La prueba Máxima: Las Palmas en el Museo

Uno de los personajes que componen el equipo del Museo hoy y que materializa en su experiencia la relación entre patrimonio arqueológico, museo y violencia, es Máxima, mujer que contagia con alegría al hablar, sonriente y solidaria, quien expresó siempre y de manera constante un gran sentimiento de cariño por el Museo. Nacida en el corregimiento de Las Palmas, Máxima y su familia fueron desplazadas de manera forzada, luego de los acontecimientos ocurridos el día 29 de septiembre de 1999 a causa de la violencia y las amenazas de los grupos paramilitares que se instauraron en la región. En su historia, este hecho fue determinante. Atrás dejo su casa, sus cosas y parte de su vida.

Luego del desplazamiento, vivió en la parte urbana del pueblo, y a partir de entonces no volvió nunca más para Las Palmas. Su relación con el Museo comienza de manera directa en el año 2008, justamente en el momento en que surgía el MUSEMMA. Máxima no duda nunca en hablar sobre el corregimiento en el que nació. Menciona con orgullo que es palmera, sin embargo, le es difícil hablar sobre los hechos de ese día de septiembre. Cuando analiza la posibilidad de retorno lanza una contundente negativa, pues no ve necesario visitar su antiguo pueblo, ni siquiera como parte de las excursiones organizadas por el equipo del Museo. No ha regresado allí desde ese día, y asegura con firmeza que no piensa hacerlo. Reconoce que tiene miedo de ver su casa abandonada y de revivir las memorias de aquel día. Guarda distancia y es evidente su cambio de actitud al referirse a ello. No obstante, durante mi estadía en el Museo y gracias a diferentes conversaciones con ella y con el equipo, percibí que a Máxima le gusta hablar sobre su pasado en Las Palmas, un pasado anterior a la violencia. Su infancia, su adolescencia, historias de la vida diaria, de cómo eran los vecinos, de cómo en Las Palmas se encontraban fácil las cosas de los indios, recordando con nostalgia que su pueblo era un lugar tranquilo y que ella antes gozaba de una buena vida.

Si bien Máxima se rehúsa a volver al espacio físico del corregimiento, surge una conexión con ese lugar a través del Museo. Dado el hecho de que la mayoría de piezas prehispánicas que conforman la colección proceden de Las Palmas y de Bajo Grande, Máxima siente orgullo de que allí exista una parte de su pueblo, y esa es una de las razones por las cuales siente afecto por él. La relación que Máxima establece con el Museo a través de las piezas de la colección provenientes de Las Palmas, fortalece su identidad como sanjacintera y como palmera. Ya que se plantea como un imposible regresar al territorio, para ella estar en el Museo se siente en algún sentido como estar en Las Palmas. El Museo resulta ser un espacio catalizador del hecho traumático a través del patrimonio arqueológico que resguarda.

A partir del caso, se evidencia la relación que Máxima establece con las piezas de Las Palmas y que utiliza en su discurso como un puente entre ella y el territorio que no se atreve todavía a visitar. Una relación metonímica, donde el patrimonio arqueológico (la parte) cumple la función de subsistir al corregimiento de Las Palmas (el todo), reforzando su identidad como palmera y solucionando temporalmente la distancia.

Los petroglifos: el Museo se va pa'l monte

Una de las actividades actuales del Museo y que surgió en el marco de la ejecución del proyecto financiado por la AECID - Restauradores sin fronteras (RSF), es la visita a los petroglifos de "Rastro" y "Salto del jaguar" localizados en las inmediaciones del Cerro de Maco, referente geográfico, económico, natural y cultural del municipio. El objetivo general de la visita es acercar la comunidad al patrimonio arqueológico existente en la región, y para ello, el Museo sale de sus "cuatro paredes", el Museo se va pa'l monte. Sin embargo, esta actividad tiene un fin implícito, y es el de reestablecer una conexión entre los habitantes del pueblo y el territorio rural, anteriormente estigmatizado por la violencia. Durante casi dos décadas, el cerro fue refugio para los grupos armados de la región. Al monte no se podía ir, al monte no se podía volver, razón por la cual las nuevas generaciones, que viven hoy casi de manera exclusiva en el casco urbano, poco o nada conocen sobre el trabajo del campo y sobre la riqueza patrimonial que allí se resguarda. La visita resulta una estrategia para el fortalecimiento del tejido social, resignificando los espacios rurales a través de la activación, divulgación y disfrute del patrimonio arqueológico, incentivando su protección y apropiación.

Por medio de la visita a estos lugares, se fortifica el sentido de pertenencia con el territorio, lo que contribuye a mitigar el miedo de forma gradual, y permite percibir de manera diferente, a través de una experiencia colectiva, lo que un día fue un espacio prohibido. Por otro lado, acontece un cambio en el discurso, donde el monte, no es más un escenario de guerra y sí un lugar de patrimonio, la casa de los petroglifos, el lugar de las piedras con dibujos.

De esta manera, el patrimonio arqueológico está activo y cumple una función social específica: crea nuevas conexiones con el territorio en una especie de troca de valores en el discurso, donde una nueva perspectiva de espacio surge a través de la experiencia de divulgación del patrimonio. Por lo tanto, convertir lo que es significativamente importante para la comunidad en algo patrimonialmente relevante, constituye una estrategia espontánea y eficaz de preservación33.

Finalmente, a través de la trayectoria del Museo Comunitario San Jacinto es posible observar algunas de las esferas por las que transita el patrimonio arqueológico. Una mirada desde la puerta, hacia afuera, me permitió una aproximación al contexto social específico donde convergen y se significan la memoria y la identidad. El museo es un ejemplo vivo de aquel inevitable puente entre el pasado y el presente donde nuestra disciplina, a través de su relación con lo comunitario, encuentra y reinventa su sentido.


Notas

1 El artículo expone parte de los resultados de la tesis de maestría titulada: ARQUEOLOGIA E COMUNIDADE EM UM CONTEXTO DE VIOLÊNCIA: o caso do Museo Comunitario San Jacinto, Bolívar, Colômbia. Museu Nacional do Rio de Janeiro. UFRJ. 2015.
2 (PNUD) Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo. Colombia. Los Montes de María. Análisis de la Conflictividad. Área de paz desarrollo y reconciliación. Bogotá. 2010.
3 Indicadores 2011. http://www.sanjacinto-bolivar.gov.co/indicadores_anuales.shtml?apc=bexx-1-&x=2713529#poblacion. Consultada en mayo de 2013.
4 PDM) Plan de desarrollo municipal de San Jacinto Bolívar. Alcaldía Municipal de San Jacinto Bolívar, Colombia. 2008 (Inédito).
5 (PDM) Plan de desarrollo municipal de San Jacinto Bolívar. Alcaldía Municipal de San Jacinto Bolívar, Colombia. 2011 (Inédito).
6 Campuzano, Juliana. Museo Etnoarqueológico Montes de María. Un museo regional y comunitario en San Jacinto -Bolívar, Colombia. 2010. 153 f. Tesis (Maestría en Patrimonio Histórico Arqueológico). Universidad de Cádiz. España. 2010
7 Castro, Martha. Plan de Gestión Cultural. Casa de la Cultura de San Jacinto. 2012. (Inédito)
8 Oyuela-Caycedo, Augusto. Dos sitios arqueológicos con desgrasante de Abra vegetal en la Serranía de San Jacinto (Departamento de Bolívar). En: Boletín de Arqueología (FIAN). Bogotá. n° 1 año 2, ene. 1987. P.5 - 21
9 Oyuela-Caycedo, Augusto. Sedentism, Food Production, and Pottery Origins in the Tropics: San Jacinto 1: A Case Study in the Sabana de Bolívar, Serranía de San Jacinto, Colombia. 1993. Tese (Doutorado). Pittsburgh, University. 1993.
10 (ILSA) Instituto Latinoamericano para una sociedad y un derecho alternativos. Montes de María: entre la consolidación del territorio y el acaparamiento de tierras. Aproximación a la situación de Derechos Humanos y del Derecho Internacional Humanitario en la región (2006-2012). Bogotá. 2012.
11 (PNUD) Programa de las Naciones... Op. Cit
12 Oyuela-Caycedo, Augusto, Bonzani Rene. San Jacinto I. A Historical Ecological Approach to an Archaic Site in Colombia. University of Alabama. 2005.
13 http://www.eluniversal.com.co/cartagena/bol%C3%ADvar/desplazamiento-con-sangre http://historico.elpais.com.co/paisonline/notas/Marzo132002/mancuso.html
14 06-Nov-97: En SAN JACINTO, Bolívar, paramilitares ejecutaron de varios impactos de pistola al alcalde electo de San Jacinto, CARLOS QUIROZ TIETJEN, cuando dialogaba con varios miembros de su familia en el antejardín de la casa, situada en el centro de esta ciudad. Dos hermanas de la víctima resultaron heridas en el ataque. Los paramilitares, que operan en los Montes de María, también ejecutaron el 31 de agosto pasado al hermano de la víctima, Freddy Quiroz Tietjen. Freddy era dirigente del movimiento político Corriente de Renovación Socialista, CRS. El 13 de abril de 1985, Guillermo Quiroz Tietjen, hermano de los anteriores y directivo nacional de ANUC, fue sacado de su casa en San Jacinto en la madrugada por personal que dijo ser de la brigada No. 2 del ejército, apareciendo luego su cadáver torturado en la carretera entre Cartagena y Barranquilla; las investigaciones de juzgados y procuradurías señalaron a agentes de la policía y a miembros del Das como responsables del hecho, pero el único policía capturado, el agente Luis Alberto Grisales Henao, se fugó en septiembre de 1987 del cuartel policial de Manga, en Cartagena. P.216. http://www.nocheyniebla.org/flles/u1/casotipo/deuda/html/pdf/1997.pdf Consultado en mayo de 2014.
15 Campuzano, Juliana. Museo Etnoarqueológico Montes de María. Un museo regional y comunitario en San Jacinto -Bolívar, Colombia. 2010. 153 f. Tesis (Maestría en Patrimonio Histórico Arqueológico). Universidad de Cádiz. España. 2010.
16 Bienestarina: harina de maíz fortificada, concedida por el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar y de distribución nacional gratuita. Castro, Martha. Plan de Gesión Cultural. Casa de la Cultura de San Jacinto. 2012. (Inédito).
17 Braco. Comunicación personal. enero 18 de 2013
18 Equipo del Museo. Comunicación personal. 25 de enero de 2013
19 Campuzano, Juliana. El museo comunitario de San Jacinto, Bolívar. Tejiendo pasado en la valoración del presente. En: Baukara. Bitácoras de antropología e historia de la antropología en América Latina. n° 4 nov. Bogotá, 2013. P. 22-33.
20 Jairo Quiroz. Comunicación personal.2014.
21 Noreña, Sandra; Palacios, Lorena. Arqueología: ¿patrimonio de la comunidad? En: Boletín de Antropología. Universidad de Antioquia, v. 21 n° 38. 2007. P. 296
22 Diario de campo, febrero 8 de 2014.
23 Arenas, Sandra. Memorias que perviven en el silencio. En Universitas Humanística. n° 74. jul - dic. Bogotá. 2012.P.173-193.         [ Links ]
24  Ortega Fernando, 2008, apud Arenas Op. Cit. P.176
25  Arenas, Sandra. Memorias que perviven en el silencio. En Universitas Humanística. n° 74. jul - dic. Bogotá. 2012.P. 173-193.
26 Huyssen, Andreas 2000,apud Colasurdo et al 2010 P. 2
27 http://www.elespectador.com/noticias/judicial/un-museo-honrar-victimas-del-conflicto-armado-articulo-360462 consultado agosto 13 de 2014
28 Crear un Museo Nacional de la Memoria es tarea encomendada al Centro de Memoria Histórica de acuerdo con la Ley 1448 de 2011 (Ley de Víctimas y Restitución de Tierras). El decreto 4803 del 20 de diciembre de 2011 que reglamenta la Ley, entrega al Centro en su artículo 5, numeral 1, la función de: "Diseñar, crear y administrar un Museo de la Memoria, destinado a lograr el fortalecimiento de la memoria colectiva acerca de los hechos desarrollados en la historia reciente de la violencia en Colombia, procurando conjugar esfuerzos del sector privado, la sociedad civil, la cooperación internacional y el Estado". Este Museo, según la Ley, "deberá realizar las acciones tendientes a restablecer la dignidad de las víctimas y difundir la verdad sobre lo sucedido".
29 El Holocausto como tropo universal del trauma histórico. Ver: (Huyssen, 2002)
30 Colasurdo M- Belén, Sartori Julieta, Escudero Sandra. La implicancia de la memoria y la identidad en la constitución del patrimonio. Algunas reflexiones. En: Revista del Museo de Antropología. n° 3. Facultad de Filosofía y Humanidades. Universidad Nacional de Córdoba, Argentina. 2010. P.5
31 El municipio de Trujillo (Valle del Cauca) fue escenario de violencia constante entre 1988 y 1994 donde se registraron cerca de 342 víctimas de homicidio, tortura y desaparición forzada.
32 Jelin, Elizabeth. ¿De qué hablamos cuando hablamos de Memorias? En: Los trabajos de la memoria. España. Siglo Veintiuno. 2001. Disponible en: https://es.scribd.com/doc/127645416/De-Que-Hablamos-Cuando-Hablamos-de-Memoria-Elizabeth-Jelin.
33 Prats, Llorenç. Concepto y gestión del patrimonio local. En: Revista Cuadernos de Antropología Social "Cultura y Patrimonio. Perspectivas contemporáneas en la investigación y la gestión". n°, 21. Buenos aires. Instituto de Ciencias Antropológicas, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires. 2002.


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