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Memorias: Revista Digital de Historia y Arqueología desde el Caribe

On-line version ISSN 1794-8886

memorias  no.35 Barranquilla May/Aug. 2018

https://doi.org/10.14482/memor.35.10746 

Reseñas

Antonio García de León Tierra Adentro, Mar en Fuera. El puerto de Veracruz y su litoral a Sotavento, 1519-1821. México, Fondo de Cultura Económica, Universidad Veracruzana, Secretaría de Educación del Estado de Veracruz, 2011

Michael T. Ducey1 

1Universidad Veracruzana


Este gran compendio de la historia del Sotavento y el puerto de Veracruz representa un esfuerzo monumental de labor académica. El autor nos propone algo insólito: hacer una "historia total" de una región extensa de la Nueva España a lo largo de los 300 años que duró el dominio español en el litoral mexicano. Desde luego, él mismo reconoce que tal proyecto es un poco similar al del cartógrafo de Borges, quien intentó realizar un mapa de su reino a la escala de uno a uno: o sea, es imposible, aunque a las 1000 páginas don Antonio está por llegar a la escala ideal.

La historia total es imposible, y la verdadera tarea que realiza el autor en este texto es indagar y hacer entendible al paciente lector la maraña de relaciones sociales, económicas, demográficas, culturales y geográficas que determinaron el desarrollo del Sotavento y el puerto de Veracruz. Es la búsqueda de las interconexiones entre diversos espacios mesoamericanos que, en la forja del imperialismo castellano y el emergente sistema atlántico, se conformaron de manera progresiva en la región que hoy llamamos "el Sotavento". Desde el principio, el autor es consciente de que las regiones no son simples hechos geográficos, sino que las inventan los actores políticos y económicos.

El Sotavento es el escenario donde toma lugar la acción de este libro, pero a diferencia de muchas historias, el espacio no es simplemente un lugar, es también un actor y un producto de la acción. El Sotavento se creó como resultado de las relaciones humanas que describe García de León. De hecho, uno de los muchos datos sorprendentes que aporta el texto es que el término sotavento lo introdujo, de forma muy tardía, el capitán de fragata Joaquín de Arranda en un informe de 1777, hecho que nos dice cómo la región se consolida solo como resultado de los procesos coloniales.

Como pueden imaginar, no es posible hacer justicia a un libro de esta talla en una reseña breve, y ante esa realidad quisiera nada más remarcar algunas de sus virtudes y tocar unas pocas de los muchas contribuciones que hace a nuestro entendimiento de los procesos que llevaron a la conformación de la zona sur de lo que hoy es el estado de Veracruz. Para empezar, este trabajo rescata una gran cantidad de material poco consultado, con el propósito de brindarnos una visión extensiva de una parte del Golfo de México a la que muchas veces no le han dado atención los historiadores, tal y como se lo merece. Una verdad de la historiografía veracruzana es que la han dominado los estudios sobre el centro económico y político del estado, es decir, el puerto, Xalapa, Córdoba, Orizaba y sus caminos hacia el altiplano. Si bien existen excelentes trabajos sobre el Sotavento, los de Emilia Velázquez y José Velasco Toro (por nombrar unos pocos), y estudios previos se han enfocado en uno o dos temas (la tierra, las comunidades indígenas, la esclavitud, etc.), ninguno ha enfrentado el reto de Ferdinad Baudel de recrear una visión tan detallada al abarcar todo el Sotavento, desde Huimanguillo (en lo que hoy es Tabasco) hasta el castillo de Ulúa.

El texto rescata la historia casi desconocida de las primeras décadas de la colonia en las costas del golfo, lo que me recuerda mucho el trabajo de Bernardo García Martínez en la Boca Sierra del Barlovento, por la manera en que rescata cuidadosamente las primeros interacciones entre los europeos y los nativos de este pedacito de América. Así, el asombroso impacto demográfico de las enfermedades introducidas con los invasores transformó la geografía humana de Mesoamérica; por señalar un caso, Guaspaltepec que fue un territorio tributario del imperio mexica riquísimo que contaba con 80 000 casas en 1522, y fue reducido a 200 cuarenta años después. Su discusión de la fundación y rápido crecimiento de la actividad ganadera en la región no solo resalta la importancia económica de esta actividad netamente andaluz, sino que nos recuerda el gran impacto que tuvo sobre el medio ambiente de las frágiles tierras del litoral.

Para el siglo XVI una fuente fundamental son las relaciones geográficas recopiladas por los alcaldes mayores y corregidores. García de León hace gran provecho de ellas, pero también va mucho más allá de las fuentes más citadas y rescata material poco conocido, con el fin de hacer una moderna relación geográfica. Con una profundidad de detalles asombrosa, el capítulo tres reconstruye las historias de las provincias que fueron la materia prima para forjar la región del Sotavento. Nos informa acerca de los diversos encomenderos, los señores indígenas, los migrantes africanos, los hacendados y los funcionarios reales que se presentan en la historia de la comarca. Describe las tierras y negocios (como, por ejemplo, los ingenios de azúcar) del Marquesado del Valle fundado por Hernán Cortés, e incluso nos describe la encomienda que reclamaban los descendientes de la famosa traductora indígena Doña Marina, mejor conocida como "Malintzin" o "la Malinche", en las tierras donde supuestamente esta mujer nació. Más allá de la descripción y el rescate de información, el libro constantemente nos lleva entre una variedad de temas: el hinterland rural del sur y su relación con el pequeño asentamiento que, con muchos trabajos y traspasos, terminó por fijarse en la playa frente a la isla-arrecife de Ulúa. No se queda simplemente en la historia rural, más bien busca entender los nudos que amarraban los distintos territorios y a sus actores a los redes de comercio colonial e internacional.

Uno de los elementos más amenos de la obra es su capacidad de recrear el puerto y su entorno en la prosa, la descripción de lo que llama "la ciudad de las tablas de principios del siglo XVII". Es un excelente ejemplo de un historiador que buscar pintar una imagen vívida para el lector. Más allá de la historia económica y social que he enfatizado hasta el momento, es necesario mencionar que el autor se esfuerza por recuperar el ambiente cultural de las distintas épocas que trabaja, sin duda una reflexión de su trayectoria de historiador siempre alerta a las transformaciones de la cultura popular. Así, nos informa acerca de los orígenes mesoamericanos de la fiesta de la Candelaria en Tlacotalpan, así como de la evolución del concepto del diablo y la brujería entre los finales del siglo XVI y el largo siglo XVII.

Un ejemplo de cómo entreteje sus historias sociales con un análisis económico sofisticado se observa en su discusión del destino trágico de los judíos portugueses en el puerto de Veracruz en manos de la Inquisición. Desde luego, esta es una historia muchas veces contada -cómo no va a ser popular si a todos nos gustan las tragedias-, y el liberalismo en la historia de Riva Palacio la adaptó como parte de la historia patria anticlerical. Es una narración de paranoia y xenofobia con su dosis de avaricia y envidia en contra de un grupo mercantil exitoso que fácilmente podría ser acusado de infidelidades. García de León, aunque es algo propenso a relatar historias de más, no se pierde en los cuentos de siempre de la Inquisición. Al contrario, aprovecha la oportunidad para analizar a fondo el papel de los judíos al tejer una red compleja entre Europa y América en la época de la unión de los reinos españoles y portugueses. Con base en el análisis de redes sociales, el autor rastrea las actividades de este grupo étnico en el comercio de negros, el mercado de cacao y textiles, su relación con la corona como arrendadores de impuestos y tenedores de situados, además de su función como financieros de la administración real y del comercio colonial. Este texto aprovecha la tragedia para enseñar al lector cómo funcionó el comercio atlántico en una época sin comunicaciones, sin bancos internacionales y sin marcos jurídicos confiables; es decir, el grupo étnico y parentesco es esencial para el éxito.

En otros casos, el autor busca desmistificar historias que forman parte de la historia de bronce de la patria chica veracruzana, como es el caso de la rebelión de los esclavos cimarrones bajo el liderazgo de Yanga, lo que culmina con la creación de un pueblo de negros libres. Mientras reconoce la exitosa resistencia de Yanga, nota que la resolución fue una acomodación que terminó por fortalecer los proyectos del proyecto colonial de "poblar la tierra" de las costas con gente libre, en su mayoría descendientes de la raza africana. Su esfuerzo revisionista de la historia de los palenques de esclavos fugitivos nos sirve para poner estos actores en un contexto colonial que, al fin de cuentas, nos ayuda a entender sus acciones y motivos, los cuales son muy ajenos a las preocupaciones de los que quieren construir una historia nacionalista.

Finalmente, quisiera comentar rápido la extensa discusión que contiene la obra sobre la historia económica del siglo XVIII. Si en las primeras tres partes del libro predomina la historia de tierra adentro, en las últimas dos partes, mar en fuera domina el balance entre agua y tierra que maneja el libro. Resalta su análisis el papel que tuvo la primera mitad del siglo XVIII, en la que los padrones de comercio habían dejado atrás los modelos habsburgos para asentar el poder de los actores europeos (sobre todo ingleses) en el comercio de Veracruz. Su discusión de las políticas de los ilustrados borbones resalta que, en términos de la influencia inglesa, estas simplemente confirmaron las tendencias de la primera mitad del siglo. Describe que el cambio central del periodo fue el establecimiento de casas mercantiles representantes de capitales y socios extranjeros -en otras palabras, no españoles-, las cuales dominaron por completo el comercio de la Nueva España en sus últimas décadas.

Es la época borbónica que vio la realización del puerto como el verdadero centro de actividad del Sotovento. Aquí hay un gran contraste entre la pobre ciudad de las tablas de escasa población que existió hasta el comienzo del reinado de los Borbones, y la ciudad mercantil, vibrante y poderosa de finales de la Colonia. El puerto se consolida como el centro de la región del litoral solo después de instaladas las reformas y la creación de un consulado. A partir de ese periodo tardío se subordinan los destinos del Sotavento a los deseos del capital comercial del eje de Veracruz. Esto es algo de lo que nos olvidamos con la hegemonía del puerto en la historiografía y en las mentalidades populares: el puerto es de reciente creación, y las fuerzas que lo realizaron fueron la política real y el capital europeo. Al final del texto, el autor busca levantar el telón falso de la prosperidad ilustrada, y nota que mucho de lo que vemos como riqueza es un producto falso de las políticas fiscales, ya que a ver lo que pasa en el campo se perfila la tormenta que estaría por llegar en 1810.

En fin, quisiera avisar al lector que podría quedar pasmado ante un libro de tanto grosor que, si bien es un trabajo sofisticado de análisis histórico, es también un texto lleno de relatos fascinantes. ¡Que se puede decir de una historia que incluye piratas, brujos, sirenas y hasta un elefante! Aquí hay para todos. Las imágenes literarias que maneja a lo largo del texto son el mar y el naufragio: un discurso muy apropiado en una región donde la tierra y el agua se entremezclan al punto de que no se sabe dónde empieza una y dónde termina la otra. La historia del Sotavento empieza con un mar de historias cuenta nuestro relatista, y muchos veces nos amenaza con el naufragio a lo largo de sus casi 1000 páginas; sin embargo, como un buen piloto guiando una nao entre los arrecifes peligrosos de Veracruz, el autor finalmente nos lleva a tierra firme.

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