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Memorias: Revista Digital de Historia y Arqueología desde el Caribe

versión On-line ISSN 1794-8886

memorias  no.37 Barranquilla ene/abr. 2019

https://doi.org/10.14482/memor.37.986.1 

Editorial

Nuevas perspectivas sobre la historia afrodescendiente en Colombia

New Perspectives on Afro-descendant history in Colombia

Novas perspectivas sobre a história afro-descendente na Colômbia

Katherine Bonil Gómez1 

1Profesora Asistente, Departamento de Historia y Ciencias Sociales Universidad del Norte


En Colombia, los estudios históricos sobre la población africana esclavizada y sus descendientes cumplen ya cinco décadas. Fueron inaugurados por el trabajo pionero de Jaime Jaramillo Uribe “Esclavos y señores en la sociedad colombiana del siglo XVIII”, publicado en 1963 en el recién creado Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura. Con ese texto, Jaramillo reconocía la centralidad de la esclavitud en la configuración histórica del país y dejaba señalados los temas fundamentales de investigación a futuro. Después de cinco décadas de investigación, contamos con un importante número de trabajos sobre la historia afrocolombiana, sin embargo son pocos los esfuerzos por realizar balances historiográficos que nos lleven a identificar tendencias, preguntas por responder y caminos a seguir, en otras palabras, a consolidar este como un campo de pesquisa historiográfica. El presente número de Memorias pretende ser una contribución en esta dirección, al reunir trabajos de jóvenes académicos con el objetivo de apreciar las direcciones que la investigación histórica sobre los afrodescendientes ha tomado en las últimas décadas y reflexionar sobre las preguntas a futuro.

El número reúne cinco trabajos producidos en el marco de diversas tradiciones académicas (colombiana, mexicana, francesa y estadounidense), diversas áreas de estudio (Antioquia, Popayán, el Caribe), diversos enfoques (historia legal, historia política, historia social, historia intelectual, geografía humana) y, finalmente, diversas temporalidades y periodos de estudio (periodo colonial, siglo XIX y siglo XX).

El dossier está organizado cronológicamente y comienza con el análisis que la historiadora Ana Lucía Pérez hace sobre las estrategias jurídicas utilizadas por los esclavizados para adquirir su libertad en la provincia de Antioquia, el periodo que considera se extiende desde el final de la Colonia hasta la mitad del siglo XIX. La autora argumenta que, durante este periodo, tanto el gobierno colonial como el republicano, generaron nuevas vías para la adquisición de la libertad por parte de los esclavos. Pérez propone dos hitos centrales en este proceso, en primer lugar, la promulgación de la Real Cédula de 31 de mayo 1789 y en segundo lugar las leyes de 1814 y 1821. A partir de un análisis del lenguaje empleado en las demandas presentadas por los esclavizados ante los tribunales, encuentra que los discursos que estas leyes portaban fueron asimilados por los esclavizados como parte de sus estrategias judiciales para conseguir la libertad. Afirma que, de esta manera, tanto la corona española como el gobierno republicano cedieron “espacios vitales” que fueron aprovechados activamente por los esclavizados.

También plantea desde un principio la importancia de reconocer agencia histórica a los sujetos esclavizados en la consecución de la libertad, un enfoque que dialoga con el segundo texto de este número, de la historiadora María Fernanda Cuevas. La autora, desde una perspectiva atlántica, es decir, enfatizando en las conexiones de los procesos experimentados en la Nueva Granada con procesos más amplios, explora los vínculos existentes entre las revoluciones y la abolición de la esclavitud en la Nueva Granada. En este marco, Cuevas atribuye un papel central a las resistencias esclavas en la consolidación de la abolición de esclavitud. El reclutamiento de esclavos a cambio de la libertad y las consecuencias de la Revolución de Haití, conllevaron una politización de la “cuestión esclava”. En este proceso, la esclavitud y la libertad adquirieron un lugar central en la agenda política, favoreciendo las críticas a la institución esclavista y facilitando la difusión de ideas de libertad que de allí en adelante se pudieron utilizar como justificación de otros tipos de resistencias esclavas, como los esclavos-soldados, los cimarronajes, las fugas y otros levantamientos.

El tercer texto, también se ocupa del siglo XIX, pero se enfoca en el suroccidente de la Nueva Granada. Su autora, María Camila Díaz, analiza la forma en la cual las elites esclavistas de Popayán, Cali, y Buga, representaron las acciones colectivas de los esclavizados y libertos. Durante al periodo de 1840 a 1851 esta población organizó una serie de robos, asesinatos o atentados contra sus amos y/o haciendas, demandas en los tribunales, formación de sociedades democráticas, entre otros. Estos hechos siguieron un patrón cíclico, comenzando por una fase de acción violenta, una respuesta represiva y luego una fase de acción no violenta. En cada una de estas circunstancias, las elites regionales produjeron representaciones de tales acciones, presentándolas a la opinión pública como el producto de pasiones, de una innata inclinación al crimen o de la ignorancia, desdibujando así los factores políticos, económicos y sociales que le daban un claro contenido a los actos colectivos de esclavizados y libertos.

Los dos siguientes textos versan sobre el siglo XX. El primero de ellos, del historiador Francisco Javier Flórez, se inscribe en la historia intelectual y analiza las interpretaciones que sectores negros y mulatos, tanto del Caribe como del Pacífico, hicieron de las ideas que comenzaron a circular sobre el mestizaje en las décadas de 1930 y 1940. El artículo analiza la resignificación de las ideas sobre el mestizaje por parte de sectores de intelectuales, artistas y estudiantes negros, mostrando como las utilizaron de manera estratégica para posicionar valorativamente las manifestaciones culturales de base africana en el imaginario de la nación colombiana. La contribución analítica de esta observación es comprender que el discurso del mestizaje, entonces, no solamente fue una herramienta de invisibilización, como ha sido entendida la mayoría de veces, sino que también fue utilizado estratégicamente por los sectores negros y mulatos.

Finalmente, el dossier cierra con la contribución de la geógrafa Eloísa Berman, quien analiza la implementación de un distrito de riego, en el marco de la reforma agraria, en Marialabaja durante la década de 1960, un territorio históricamente habitado por poblaciones negras o “afro-campesinas”. La autora analiza las discusiones y debates que produjo este proyecto dentro del seno de la comunidad y entre estos, el estado liberal modernizador y la oposición conservadora, haciendo especial énfasis en las nociones de negridad desplegadas por cada uno de estos actores. De esta manera, Berman explora la idea de un “campesino universal”, propugnada por el estado liberal ignorando las historias y territorialidades afrocampesinas. Igualmente, explora las nociones de negridad de los habitantes de la zona quienes articularon memorias de esclavización y una simbología propia de la diáspora africana para rechazar el proyecto y, por último, la noción de un campesino autónomo negro, racializado y esencializado, movilizada por la oposición conservadora con el objetivo de deslegitimar la Reforma Agraria.

Los cinco artículos aquí recogidos permiten vislumbrar algunas de las nuevas direcciones que han tomado los estudios sobre la historia afrodescendiente durante las últimas dos décadas. En primer lugar, es interesante constatar que la gran mayoría de los textos se concentran en el siglo XIX y XX, reversando, de alguna manera, la inicial concentración de las investigaciones en el periodo colonial. En este sentido se observa con optimismo el renovado interés sobre temas antes desatendidos, tales como la libertad y la abolición de la esclavitud, y la consolidación de otros temas que iniciaron a investigarse a fines del pasado siglo, como la participación en la política bipartidista y la construcción de identidades en el marco del Estado Nación.

En segundo lugar, podemos observar un renovado interés por lo político, entendido ahora de forma más amplia, incluyendo actores antes pensados como sujetos incapaces de cálculos políticos, materializado en la interacción de tales actores con el estado, sus instituciones y agentes, y expresado tanto en acciones explícitas como en prácticas de naturaleza más elusiva y contingente. Este interés está estrechamente relacionado con un importante cambio epistemológico, conceptual y metodológico del cual todos los trabajos son, explícita o implícitamente, resultado: el reconocimiento de la agencia histórica de los esclavizados y sus descendientes libres. Cada autor atribuye agencia histórica a los sectores subordinados de distintas formas. Pérez y Cuevas nos recuerdan el papel que los mismos esclavos tuvieron en la búsqueda de la libertad, tanto personal como colectiva, mucho antes de la abolición total de la esclavitud. Para Pérez la agencia histórica se expresa en el aprovechamiento de los espacios jurídicos brindados por el gobierno colonial y republicano mientras que para Cuevas y Díaz la agencia histórica radica en el aprovechamiento de coyunturas de guerra para la organización de fugas y otros levantamientos. De esta manera comprendemos que los esclavizados y sus descendientes fueron capaces de leer el panorama de las tensiones políticas y optar por la facción o estrategia más conveniente a sus intereses o circunstancias.

La otra forma en la cual los autores de este dossier restituyen la agencia histórica es el reconocimiento de la negridad como un factor central en los procesos y coyunturas históricas más importantes de la historia del país. Gracias al análisis de “la cuestión esclava”, Cuevas evidencia la relación existente entre dos grandes procesos, las independencias americanas y la abolición de la esclavitud. El análisis de Díaz permite comprender mejor los conflictos del suroccidente colombiano en el marco de la guerra de los Supremos y del bipartidismo decimonónico.

Flórez visibiliza la intelectualidad negra y muestra como ésta tuvo incidencia en una revaloración de la cultura de origen africano en el país. Finalmente, Berman ofrece una interpretación más compleja de la Reforma Agraria y de la política bipartidista de 1960, en la que logra articular el nivel nacional con el nivel local, justamente a partir del análisis de las nociones de negridad que se movilizaron en ese marco. Los trabajos de todos estos autores me llevan a insistir en que reconocer la agencia histórica de los esclavizados y sus descendientes, radica no solo en mostrar su importante presencia en distintos procesos históricos, sino también en reconocer que la negridad ha sido un factor central en el desarrollo de los más importantes procesos históricos del país. Estos autores demuestran que no podemos entender a cabalidad la Independencia, la formación de partidos en lo local, las violencias bipartidistas, la producción de la idea del mestizaje, ni un tema como la Reforma Agraria, sin incluir este factor en el análisis.

Como señala Díaz, este tipo de reconocimiento y de investigación presenta una dificultad metodológica. Estudiar la acción colectiva de los sectores subalternos implica enfrentar una “prisión historiográfica” y es la idea de que estos sectores operan movidos por pasiones o por ignorancia. Estas ideas construidas por las elites decimonónicas, e incluso coloniales me atrevería a afirmar, configuran aún los prejuicios de los académicos. Reconocer una racionalidad propia o un sentido de pragmatismo a las acciones de los esclavizados y sus descendientes es un objetivo central a lograr. ¿Cómo analizar, entonces, los silencios del archivo? ¿Cómo dar cuenta de nociones de negridad implícitas, ambiguas o coyunturales? El reto es, por supuesto, no imponer nuestro propio sentido de racionalidad, sino buscar aquellas racionalidades históricas que le dan sentido a las acciones del pasado y dar cuenta de su naturaleza cambiante y relacional.

La tercera tendencia que quisiera señalar, que parece estar tomando fuerza y que seguro dará importantes resultados, es la elaboración de historias de la negridad desde una perspectiva conectada. Un ejemplo de ello son los trabajos de Cuevas y Flórez, quienes establecen paralelos y relaciones con otros contextos históricos como Estados Unidos, Brasil y el Caribe. En este sentido, Flórez señala las conexiones transnacionales de la intelectualidad negra colombiana en el siglo XX y la centralidad de estos vínculos en el desarrollo de su pensamiento.

Finalmente, para cerrar esta nota introductoria, quisiera llamar la atención de los lectores con respecto a la necesidad de avanzar hacia interpretaciones de larga duración con respecto a la historia afrodescendiente. Los artículos aquí reunidos permiten apreciar algunas tendencias históricas de larga y mediana duración, así como la existencia de procesos cíclicos, que deben ser investigados en mayor profundidad. Esperemos pues, que este dossier sirva no solo para brindar una idea de las nuevas perspectivas historiográficas que se vienen produciendo, sino también para generar nuevas posibilidades de investigación

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