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Memorias: Revista Digital de Historia y Arqueología desde el Caribe

On-line version ISSN 1794-8886

memorias  no.37 Barranquilla Jan/Apr. 2019

 

Reseñas

Daniel Hershenzon, The Captive Sea: Slavery, Communication, and Commerce in Early Modern Spain and the Mediterranean (Philadelphia: University of Pennsylvania Press, 2018)

Nelson Fernando González Martínez1 

1Profesor asistente, Universidad del Norte


Daniel Hershenzon nos ofrece una sugestiva mirada sobre las interacciones en el Mediterráneo moderno, o más precisamente, entre finales del siglo XVI y principios del siglo XVII. El eje del texto lo constituyen tres temas: la esclavitud (“cautividad”); la comunicación; y el comercio, a los que, sin embargo, se les podrían agregar algunos problemas “transversales” como el poder eclesiástico o la circulación de personas en espacios de frontera.

La obra hace especial énfasis en el norte de África, a donde arribaron centenares de cautivos de diferentes procedencias durante el periodo mencionado. El panorama permite aludir a un universo social amplio de donde emergen paulatinamente españoles, otomanos, musulmanes, africanos, piratas, comerciantes, miembros de las órdenes religiosas, entre otros. Lo anterior muestra la complejidad del colectivo social estudiado, y permite distinguir entre sectores específicos como el de los cautivos, los captores, los maestros de barcos o quienes participaron en los procesos de negociación de la libertad de algunos esclavos.

Con el aporte de valiosas hipótesis, el texto complejiza la visión de un territorio que, por casi medio siglo, ha sido estudiado a la luz de Fernand Braudel. En efecto, Hershenzon retoma dos problemas sobre los cuales el célebre historiador francés llamó la atención para que fueran trabajados con mayor profundidad: las estrategias de esclavización-cautividad y las formas de comunicación. Tal posicionamiento permite a Hershenzon argumentar que procesos como la piratería, los cautiverios forzados y el otorgamiento de libertades a capturados, permitieron al norte de África “integrarse” a algunas las dinámicas prototípicas de la región mediterránea. Una idea que si bien no es del todo innovadora dentro de la historiografía europea, así mismo carece de estudios específicos. Muy probablemente esta ausencia no solo provenga de las investigaciones dedicadas al mundo moderno sino, por ejemplo, de reflexiones históricas acerca de las sociedades “clásicas”. En efecto, no con frecuencia logra crearse una verdadera articulación entre el pasado del norte de África y el mundo romano. De acá que, dentro del Mediterráneo occidental, parezcan haberse trazado ciertas fronteras (no del todo evidentes), y excluido ciudades que hoy forman parte de países como Argelia y Marruecos. Así, por ejemplo, con la contribución de Hershenzon, Argel puede llegar a ser más visible dentro de las dinámicas de contacto, intercambio y movilidad de la modernidad.

El autor se esfuerza por explicar los matices existentes entre cautividad y esclavitud. De hecho, logra tipificar diversas circunstancias que generaban la pérdida de la “libertad”, mientras va reconociendo que la esclavitud y el cautiverio no siempre ocurrían de forma simultánea. Es una idea relativamente evidente para los especialistas, pero que requiere precisiones importantes abordadas con suficiencia por Hershenzon. Las razones de los cautiverios eran diversas, así como las interacciones con los captores y entre la plétora de grupos que circulaban por el Mediterráneo

Por esta línea, llegamos al problema de la “redención” o las estrategias a través de las cuales los cautivos (esclavizados o no) podían recuperar su libertad. El gran desafío del autor en este punto estuvo en vincular este aspecto con numerosas prácticas de intercambio de información dentro del espacio trabajado. Para Hershenzon los cautivos fueron indiscutiblemente agentes comunicativos, dada su enorme capacidad de producir y recibir información. De manera bastante convincente, el autor parece explicar el fenómeno más como una necesidad y menos como un privilegio. Por supuesto que existían limitaciones, pero ellas no eran siempre fueron absolutas.

En consonancia con lo anterior, Hershenzon consultó cartas remitidas por los cautivos, testimonios hallados en las secciones “Guerra Antigua” y “Estado” del Archivo de Simancas, así como otros textos donde se relataba la experiencia de la cautividad. A su vez, las autoridades y las familias de los capturados generaron respuestas escritas para reaccionar ante las peticiones, pedir información, dialogar entre sí y dirigirse a los captores. La Corte española, por su parte, recibió numerosas peticiones vinculadas al fenómeno, a las cuales respondía facultativamente. Servicios especializados, espías o los comerciantes que navegaban por todo el espacio Mediterráneo, hicieron posible el funcionamiento de estas redes comunicativas tan particulares, similares a las existentes en otros espacios de conflicto.

Así mismo, el autor considera imprescindible estudiar las lógicas de negociación que subyacen tras la compra de libertad de los cautivos. Los miembros de las órdenes religiosas (en especial mercedarios y trinitarios) fueron constituyéndose como intermediarios por excelencia, aunque también fueron víctimas o victimarios del cautiverio. Entre las opciones que tenían los capturados estaba ofrecer algún dinero familiar para retornar a casa, o proponer un trueque con otros secuestrados. En otros casos, hubo individuos que se vieron forzados (u optaron voluntariamente) a una conversión religiosa a fin de no ser esclavizados. Para construir diversas hipótesis al respecto, resulta ilustrativo el caso de Fátima, una adolescente cautiva a la que el autor alude en diversas ocasiones.

En términos más formales, la obra está organizada en siete capítulos relativamente breves, con subtítulos que ayudan a clarificar las hipótesis, pero que por su “economía” a veces interrumpen un tanto la lectura. Cada capítulo, no obstante, cuenta con una serie de pequeñas conclusiones bastante bien construidas y que ayudan a fortalecer las distintas ideas que componen los capítulos. El texto, además, presenta con cierta meticulosidad las fuentes y la revisión bibliográfica. Esta incluye textos en varias lenguas, que sin duda hubieran podido enriquecer el debate historiográfico, el cual ocupa un espacio muy breve en la introducción. También parece haber importantes omisiones de literatura en alemán, francés, e incluso, en español. Por citar un caso, el trabajo de Renate Pieper “Die Vermittlung einer neuen Welt. Amerika im Kommunikationsnetz des habsburgischen Imperiums (1493-1598)” brilla por su ausencia.

Los primeros tres capítulos del libro son esencialmente un análisis de los sectores que estuvieron involucrados en las capturas, redenciones y negociaciones de libertad. Los mencionados acápites son ricos en datos personales y ejemplifican parte de las características e imbricadas interacciones entre los grupos que vivieron las experiencias de cautividad. Estos participantes, en efecto, tenían trayectorias muy diversas que Hershenzon pone dialogar y compara.

En los capítulos dos y tres quedan en evidencia los intereses económicos y políticos de los sectores dedicados a la capturaba de individuos. Los religiosos, a su vez, tenían expectativas diversas que no necesariamente se relacionaban con los propósitos misionales. Muchos “trinitarios” y “mercedarios”, actuaron bajo una racionalidad cercana a la de los comerciantes y a la de quienes obtenían réditos (y reconocimiento) al participar en el proceso de negociación de libertades. Quienes capturaban también tenían perfiles distintos, y se amparaban en la religión de acuerdo a la situación. En este apartado del libro, tanto el derecho magrebí como el otomano constituye una referencia para negociar el retorno de los capturados a su lugar de origen.

El capítulo cuatro empieza a abordar de forma más frontal el problema de la comunicación. De hecho, la comunicación se presenta como una estrategia de supervivencia, necesaria tanto para los captores como para los capturados. El capítulo sobresale por la riqueza de las fuentes tratadas. El uso de lo escrito, visto desde la perspectiva del autor, no puede ser visto llanamente como un mero privilegio. Sin embargo, Hershenzon también hubiera podido ir un poco más allá con el tema de la oralidad, que intermitentemente aflora dentro de algunos apartes del texto.

El universo de captura, no obstante, estuvo lejos de ser pacífico. El capítulo cinco tiene como eje la violencia y la parte más aguda de las capturas. Mutilaciones, golpes, trabajos infames y todo el aparato cruel de la captura son tratadas acá. Las conversiones al catolicismo o al islam, de igual forma, son entendidas como una especie de violencia hacia los cautivos. Tales acciones, de distintos ritmos, terminan siendo conocidas por las familias o por ciertas autoridades de lugares desde donde provienen los capturados, por lo que el espacio de involucramiento parece ser cada vez mayor.

En el capítulo seis, el autor confronta de manera más directa “las percepciones” de los cautivos y esclavos, y las valoraciones en torno a la experiencia de cautividad. Así pues, no se trata solamente de reflexionar sobre el proceso mismo de retención, sino sobre los lugares, situaciones y normas con los que tienen contacto los cautivos. En últimas, estos terminan siendo una fuente de información para introducirse en el universo de quienes capturan y no son cristianos.

Finalmente, en el capítulo de cierre Hershenzon vuelve sobre ciertas historias individuales que utilizó al empezar el libro. Estos estudios de caso le sirven como vehículo para plantear ideas acerca de la política y ciertas dinámicas “trans-imperiales”. No todos los capturados fueron escuchados, y algunos nunca lograron escapar de sus captores. Este paso estuvo lleno de ambigüedades y atravesado por el interés económico, bien haya sido con el fin de usarlos como mano de obra o en reclamo de dinero por su liberación. Este capítulo, dicho sea de paso, cierra una singular obra que por el espacio y temática merece ser leída con atención por especialistas de la trata esclavista; las comunicaciones en el mundo moderno; el Mediterráneo; las pugnas imperiales; entre muchos otros ámbitos.

No resta sino decir que representa, a nuestro juicio, un análisis importante para pensar de manera más profunda el Mediterráneo, en un medio donde se abusa del uso de vocablos como “esclavitud”, “comunicación” y “comercio”. Muchas veces sin hacer el ejercicio de resignificar con perspectiva histórica tales conceptos

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