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Memorias: Revista Digital de Historia y Arqueología desde el Caribe

On-line version ISSN 1794-8886

memorias  no.46 Barranquilla Jan./Apr. 2022  Epub Apr 30, 2022

https://doi.org/10.14482/memor.46.394.25 

Homenaje

Identidad cultural en el Caribe colombiano. El caso del Carnaval de Barranquilla

Cultural Identity in the Colombian Caribbean. The Case of the Carnival of Barranquilla

Identidade cultural no Caribe colombiano. O caso do Carnaval de Barranquilla

Silvana Navarro-Hoyos1 
http://orcid.org/0000-0001-9099-2549

1Ph.D. en Sociedad y Cultura de la Universidad de Barcelona, con estudios complementarios como Especialización en Gerencia de Mercadeo Estratégico, MBA para empresas e instituciones culturales, máster de Estudios Latinoamericanos y grado de Diseño Industrial. Cuenta con más de 20 años de experiencia laboral. Su faceta como asesora está vinculada especialmente a la formulación, gestión y ejecución de proyectos en áreas de industrias creativas y culturales, desarrollo territorial y cadenas productivas. Estructura proyectos a partir de procesos de creación e innovación de forma articulada con su producción, consumo y circulación. Como investigadora y docente he abordado temas en el marco de las industrias creativas culturales, desarrollo territorial, historia, cultura, desarrollo social, patrimonio, economía cultural y artesanía entre otros, contando con diversas publicaciones. ORCID ID: https://orcid.org/0000-0001-9099-2549, Correo electrónico: snavarroh@unbosque.edu.co info@silvananavarro.com Vinculación institucional: Universidad El Bosque


Resumen

Este artículo estudia las manifestaciones culturales del Carnaval de Barranquilla con el fin de abstraer elementos clave en la configuración del imaginario de la identidad cultural de la región. No se pretende ser un referente en cuanto a definición de identidades, sino exponer un punto de vita que sirva para la construcción social. Se trata de una indagación bibliográfica que realiza una revisión de términos como "identidad cultural" o "Carnaval de Barranquilla". La finalidad es compartir estos hallazgos con personas interesadas en esta temática. Como parte de las conclusiones encontramos que el Caribe colombiano posibilita la afirmación de los individuos que componen su sociedad valorando las expresiones particulares. A su vez, dichas particularidades contribuyen a la construcción de comunidad. De esta manera, sus habitantes se complementan y crean una manera de vivir común. Se trata de la identidad costeña. Las manifestaciones culturales, como el carnaval, se han convertido en propiedad social y presentan diferentes lenguajes, comportamientos y conocimientos que configuran los valores y promueven los procesos de identificación social específicos de esta región.

Palabras claves: identidad; cultura; Caribe; Colombia; carnaval

Abstract

This article studies the cultural manifestations of the Barranquilla Carnival in order to abstract key elements in the configuration of the imaginary of the "cultural identity" of the region. It is not intended to be a reference in terms of definition of identities, but it does try to expose a point of view that serves for social construction. It is a bibliographic inquiry that performs a review of terms such as cultural identity or "Barranquilla's Carnival". The purpose is to share these findings with people interested in this topic. As part of the conclusions, we find that the Colombian Caribbean, makes possible the recognition of the individuals who compose its society, valuing their expressions. At the same time, the above mentioned particularities contribute to the construction of community. In this way, its inhabitants, recreate and complement each other, creating a way of living together. In summary, it is the identity of the inhabitants of the Colombian Caribbean. Cultural events such the carnival, have become social property and has different languages, behaviors and knowledge that configure the values and promote a specific social identification processes in this region.

Keywords: Identity; culture; Caribbean; Colombia; carnaval

Resumo

Este artigo estuda as manifestações culturais do Carnaval de Barranquilla com o objetivo de abstrair elementos-chave na configuração do imaginário da identidade cultural da região. Não se pretende ser uma referência em termos de definição de identidades, mas expor um ponto da vida que serve para a construção social. Trata-se de uma pesquisa bibliográfica que realiza uma revisão de termos como "identidade cultural" ou "Carnaval de Barranquilla". O objetivo é compartilhar essas descobertas com pessoas interessadas neste tópico. Como parte das conclusões, constatamos que o Caribe colombiano possibilita a afirmação dos indivíduos que compõem sua sociedade, valorizando as expressões individuais. Por sua vez, essas particularidades contribuem para a construção da comunidade. Desta forma, seus habitantes se complementam e criam um modo de vida comum. É sobre a identidade costeira. As manifestações culturais, como o carnaval, tornaram-se propriedade social e apresentam diferentes linguagens, comportamentos e saberes que configuram os valores e promovem os processos específicos de identificação social desta região.

Palavras chave: Identidade; cultura; Caribe; Colômbia; carnaval

Introducción

El Caribe colombiano se caracteriza por ser una región rica en manifestaciones culturales. Los individuos de este lugar presentan una serie de elementos comunes que los diferencian del resto de los colombianos y que los dota de una idiosincrasia particular. Este artículo pretende realizar un acercamiento a algunos de los factores que determinan la identidad cultural caribeña de Colombia.

Aunque existe una gran diversidad de manifestaciones culturales en la región, he focalizado mi estudio en el Carnaval de Barranquilla. Esta celebración es sin duda alguna la fiesta popular de mayor reconocimiento de la región, declarada Patrimonio Oral e Inmaterial de la Humanidad por la Unesco en 2003.

Este texto ahonda en aspectos cotidianos de la sociedad caribeña y tiene como fin delimitar un marco teórico que permita concluir algunos de sus aspectos identitarios más relevantes.

El objetivo principal de esta investigación es reflexionar en torno al Carnaval de Barranquilla, determinando la influencia de esta manifestación cultural en la construcción de identidades regionales y el imaginario del "ser costeño".

Se tratan diferentes aspectos: el humano, en el que la cultura juega un papel de cohesión social, de autoestima, creatividad, memoria histórica, etc.; el patrimonial, en el que se incluyen las actividades y políticas publicas orientadas a la conservación, puesta en valor y uso social de las manifestaciones culturales propias del Carnaval.

Este documento ahonda en los hechos que originaron la fiesta y se describen sus etapas. Se abarca desde sus incipientes inicios entre 1805 a 1815 hasta su proclamación como patrimonio Oral e Inmaterial de la Humanidad por parte de Unesco en 2003.

Se estudian las manifestaciones del carnaval, especialmente en sus comparsas. Las danzas son una de las expresiones folclóricas más intensas de esta región, los cuales recogen música, cantos, vestuarios, instrumentos musicales y las formas de comportamiento y asociación de los habitantes del Caribe.

Los diferentes grupos actores del Carnaval de Barranquilla permiten la construcción de la identidad regional "el costeño". Gracias a la fiesta se potencializa el sentido de pertenencia a un grupo social (en torno a las expresiones culturales), y es justamente este aspecto el que ayuda a la construcción de ciudadanía (solidaridad, pertenencia, tolerancia y reconocimiento). La conjugación de estos elementos se ve reflejado en la construcción de la identidad regional.

La disertación final apunta a dar respuesta al objeto principal de este texto. La espontaneidad, la sensación de espíritu libre, la visibilidad de la prosperidad y la presencia del otro son las características más destacables que como conclusión podemos ver presentes en la construcción de la identidad del Caribe colombiano.

Este documento no pretende tener una única visión de la identidad de nuestro Caribe, sino apoyar a la construcción de esas particularidades que lo hacen único.

Sobre identidad cultural

El concepto de identidad cultural encierra un sentido de pertenencia a un grupo social con el cual se comparten rasgos culturales, como costumbres, valores y creencias. La identidad no es un concepto fijo, sino que se recrea individual y colectivamente y se alimenta continuamente de la influencia exterior.

El concepto de identidad está vinculado a un territorio y surge por oposición y como reafirmación frente al otro.

La identidad sólo es posible y puede manifestarse a partir del patrimonio cultural, que existe de antemano y su existencia es independiente de su reconocimiento o valoración. Es la sociedad la que a manera de agente activo, configura su patrimonio cultural al establecer e identificar aquellos elementos que desea valorar y que asume como propios y los que, de manera natural, se van convirtiendo en el referente de identidad (...) Dicha identidad implica, por lo tanto, que las personas o grupos de personas se reconocen históricamente en su propio entorno físico y social y es ese constante reconocimiento el que le da carácter activo a la identidad cultural (...) El patrimonio y la identidad cultural no son elementos estáticos, sino entidades sujetas a permanente cambios, están condicionadas por factores externos y por la continua retroalimentación entre ambos. (Bákula 2000, p. 169)

La identidad cultural se define por medio de los comportamientos sociales de los individuos. Estos comportamientos son demostraciones de un modo de vivir, y asimismo refieren a formas de cultura. Los símbolos específicos o únicos a dichos comportamientos son referentes de identidad cultural (Esteva Fabregat 1989, p. 27).

Podemos concluir que la identidad cultural puede ser material o inmaterial y está referida al sujeto como parte de la sociedad. La identidad cultural es además determinante del comportamiento del hombre en sociedad, pero es a su vez compleja, ya que puede ser un rasgo interior exclusivo dentro de un límite espacial.

Lo anterior no quiere decir que el habitante de una región tenga unos rasgos específicos solo por pertenecer a esta. Cada persona de manera individual toma caracteres de esta identidad, lo cual hace que la construcción sea al mismo tiempo integradora e individual. Encontramos que para una sociedad la identidad cultural es multiplicidad social. Convive al mismo tiempo la identidad personal y la grupal.

Desde luego, el concepto de identidad cultural se configura en torno a la idea de actividades sociales, organizadas y transmitidas de una generación a otra (Esteva Fabregat, 1989, p. 28). Elementos de la identidad cultural que, para el caso, puede ser una fiesta como el Carnaval de Barranquilla, poseen su propia identidad y pueden ser estudiados sin necesidad de estudiar a los individuos que intervienen.

La integración de elementos culturales como danzas, música y disfraces, entre otras, de la toda la región caribeña colombiana al Carnaval de Barranquilla, traídas por los diferentes migrantes que dieron origen a la ciudad, forma parte no solo de la identidad de la fiesta sino de la región. Cada elemento forma parte del proceso social y con este representa una adaptación particular dentro de la fiesta, constituyéndose como elementos propios de la identidad cultural de la ciudad. En el Carnaval cada elemento es socializado y, por tanto, incorporado como bien del conocimiento popular.

La identidad cultural se construye y se deconstruye de acuerdo con la época o los individuos que le dan vida por lo cual se pone de manifiesto su carácter mutable e incluyente.

Aunque el concepto de identidad cultural suele asociarse a un territorio, hay que aclarar que no existe un aislamiento geográfico, por lo cual los lugares quedan absorbidos por la narración histórica del grupo referente. No hay lugares fijos, sino realidades con movilidad y cambio adaptativo. La relación de los individuos o grupos sociales con su entorno es importante, pero se construye a través del accionar histórico.

Las creencias son otros de los elementos que se relacionan con el concepto de identidad. Se trata de todo ese sistema interpretativo de la comunidad y sus individuos sobre la realidad, que crea formas de conducta vinculante. Las creencias dan sentido al comportamiento del hombre y fundamentan su identidad.

Cada grupo cultural genera unos valores propios que se expresan implícitamente (a través de la acción del liderazgo) y explícitamente (valores manifiestos o normativos, proclamados expresamente por lo los lideres) (Aguirre y Morales, 1999, p. 70).

En lo que respecta a la identidad cultural, la comunicación se realiza fundamentalmente a través de los lenguajes y los rituales. Es importante tener en cuenta la interacción entre la comunicación interna y externa, ya que esta actividad es la que configura el simbolismo concreto creado por un grupo. La ejecución de rituales deriva en eficacia simbólica.

Se puede concluir de lo anterior que la identidad cultural está influenciada por una diversidad de factores y está caracterizada por el pluralismo, la asimetría y la mutación cultural. El concepto de identidad se construye desde la visión del "otro" y es, al mismo tiempo, de autoadscripción a un grupo.

La identidad cultural no es otra cosa que esa nuclearidad cultural que nos cohesiona y diferencia como grupo, y que nos otorga eficacia en la consecución de objetivos (legitimantes) del grupo al que pertenecemos (Aguirre y Morales, 1999, p. 74).

La evolución de los conceptos de identidad cultural regional, así como la puesta en valor de hechos culturales como el Carnaval, dota de un valor especial a un territorio a partir de sus productos, prácticas, tradiciones y recursos que le son propios. De acuerdo con Germán Rey(2000):

La cultura, entonces, empieza a redefinir su papel frente al desarrollo, de una manera más activa, variada y compleja gracias, entre otros motivos, a las propias transformaciones del concepto de cultura que se ha desprendido progresivamente de su asimilación inoportuna y simbiótica con las humanidades y las bellas artes. Ya la cultura no es lo valiosamente accesorio, el 'cadáver exquisito' que se agrega a los temas duros del desarrollo como el ingreso per cápita, el empleo o los índices de productividad y competitividad, sino una dimensión que cuenta decisivamente en todo proceso de desarrollo tanto como el fortalecimiento institucional, la existencia de tejido y capital social y, la movilización de la ciudadanía. (pp. 22-23)

La identidad cultural de una región incluye todos los aspectos de la vida de un ser humano, presenta dimensiones y funciones sociales que generan modos de vida, cohesión social, equilibrio territorial, creación de riqueza y empleo.

El concepto de identidad en el Caribe colombiano encierra un sentido de pertenencia a un grupo social con el cual se comparten rasgos culturales. Por lo tanto, la identidad no es un concepto fijo, sino que se recrea individual y colectivamente y se alimenta de forma continua de la influencia exterior. Así, la identidad surge por diferenciación y como reafirmación frente al otro. En manifestaciones como el Carnaval, su carácter anónimo constituye una de sus aportaciones fundamentales en la formación de la identidad caribeña, ya que son fruto de la construcción colectiva.

Según Cecilia Bákula (2000, p. 169), la identidad se manifiesta a partir del patrimonio cultural, es la sociedad la que, a manera de agente activo, configura su patrimonio reconociéndose históricamente y en su propio entorno físico y social. Se concluye entonces que el concepto de identidad está sujeto a permanentes cambios y que está ligado a la historia y al patrimonio cultural. La identificación de referentes culturales propios reafirma la identidad regional y genera elementos que ayudan a construir el futuro. Tal y como sostiene Carles García (2002),

El desarrollo local se ha convertido en el nuevo activador de las políticas de patrimonialización. Mientras la sociedad de los lugares se convierte en la sociedad de los flujos, parece como si los lugares se hayan involucrado en una obra de construcción identitaria, que privilegia la dimensión local o ciudadana por encima de las nacionales, estatales y globales. La identidad es el viejo territorio del patrimonio y no es de extrañar que entre los objetivos reconocidos por la mayor parte de actuaciones patrimoniales que se realizan en estos ámbitos figure la (re)construcción de las identidades locales. (p. 66)

Este renacer de las identidades locales no solo logra la cohesión social, sino que se convierte en el activador de acciones económicas y políticas que fomentan las manifestaciones culturales.

Nacimiento y consolidación del Carnaval de Barranquilla

Por más de ciento cincuenta años, el Carnaval de Barranquilla ha recogido las manifestaciones culturales de toda la costa atlántica colombiana. Con ancestros indígenas, europeos y africanos se creó un nuevo ser social completamente nuevo que ya no fue más europeo, indio o africano.

Históricamente no se tiene datos precisos acerca de la fecha inicial del primer carnaval celebrado en Barranquilla. No obstante, cabe resaltar que no se trata de un fenómeno aislado, sino que se desarrolló al mismo tiempo en diferentes regiones del Caribe colombiano.

El Carnaval tiene sus origines en la ciudad de Cartagena con las celebraciones de la fiesta de la Candelaria. En 1573 las autoridades virreinales prohibieron la celebración de las fiestas con bailes como el "bunde1 o cajilón". A pesar de las restricciones dictadas por la Iglesia, las fiestas continuaron celebrándose durante los siglos XVII y XVIII.

En el siglo XIX, los carnavales cartageneros estaban totalmente diezmados (Revollo, 1998). Desde 1812, en esta ciudad los días festivos se trasladaron al "Once de Noviembre", día festivo hasta el momento de los cartageneros2.

Según José Urueta y Eduardo Gutiérrez de Piñeres,

en el año de 1860 y subsiguientes ya estaban en decadencia los cabildos... Los días del carnaval en Cartagena inadvertidos: apenas los recuerdan los chiquillos que se divierten echándose unos a otros agua colorada con anilina. ( como se cita en Rey Sinning, 2004, p. 45)

En la ciudad de Santa Marta, sin embargo, la misma Iglesia estimuló la cum-biamba y otras fiestas populares, y según las crónicas nunca fueron prohibidas. Dichas fiestas están referenciadas en las obras José Nicolás de la Rosa, Antonio Julián (1739)3 y Ernesto Restrepo Tirado (1892)4.

Diarios como El Samarlo (1844) y El Churiador (1849), publicaban crónicas sobre las fiestas en Santa Marta a la vez que servían de plataforma para que los comerciantes samarios publicitaran las mercancías necesarias para los carnavales.

El periodista Juan Gossaín señala que entre 1805 y 1815 se realizaron los primeros carnavales en Barranquilla, organizados por familias provenientes de Cartagena y Santa Marta.

En 1864 en Barranquilla se realizaban bailes en lo que hoy es el Paseo Bolívar y en 1886 se llevaban a cabo en la Plaza de San Nicolás. En esta época las fiestas duraban 10 días y se realizaban tres de forma simultánea, de acuerdo con las clases sociales de la época. El teatro y los clubes sociales eran el escenario escogido por la elite, mientras que los estratos medios prefirieron los salones de baile y las casas de familia. En último lugar, los sectores populares que lo celebraban en el vecindario, las tabernas y los llamados "salones burreros5".

En 1881, un 20 de enero, día de San Sebastián, se dictó el decreto que organizó las fiestas del carnaval mediante un "bando" y don Enrique de la Rosa fue nombrando rey del mismo. En 1888 surgió la figura del Rey Momo (símbolo de la máscara), que era coronado en los salones burreros. Y en 1892 se realizó el primer baile infantil de disfraces. Los fondos obtenidos de esta actividad se destinaron a la construcción de un teatro. Para finalizar el siglo, en 1899, se creó el cargo de presidente y la junta organizadora.

Entre 1900 y 1902, las fiestas fueron suspendidas por la guerra de los Mil Días6. Después de la firma de la paz con el tratado de Wisconsin se reanuda la celebración en 1903. El año siguiente se organizó la primera Batalla de Flores a propuesta del general Heriberto Vengoechea (el general Carajo). A través de un decreto, llamo a todos los barranquilleros a disfrazarse y a bailar.

A inicios de la década de 1910, la fiesta empezó a tener repercusión nacional. El 26 de febrero de 1912, el diario El Tiempo publica la primera noticia: "Con Motivo de las fiestas del Carnaval, se dio en el Club Barranquilla, de la misma ciudad, un baile popular, al cual asistieron más de 400 niños de ambos sexos".

Tal y como se ha señalado, no fue hasta 1918 cuando se eligió por primera vez una reina, doña Alicia Lafaurie Roncallo, para presidir las festividades del Carnaval.

Posteriormente dictadores, presidentes y juntas presidieron las fiestas, para luego, en 1923, institucionalizarse la era de los reinados, y fue elegida por votación popular doña Toña Vengoechea Vives. En su coronación la nueva reina promulgó:

Doy las más expresivas gracias a la Sociedad de Barranquilla por el inmerecido honor que me ha hecho. Pueblo de Barranquilla: yo os prometo que el Carnaval que principia será todo alegría, y será todo animación. ¡Viva el pueblo de Barranquilla!.

Al convertirse en el puerto principal del país la ciudad transforma su vida económica, al mismo tiempo que lo hacen las manifestaciones populares. Los carnavales se desarrollan en toda la región norte del país y poco a poco se fueron centralizando en Barranquilla. La celebración se convirtió en la fiesta más representativa de la región.

Con la consolidación del Carnaval también se afianzó su organización. Primero con el Club Barranquilla o las Comisiones Organizadoras del Carnaval hasta 1936 y luego, en 1937, con la Sociedad de Mejoras Publicas.

Posteriormente, su preparación pasó a manos de organismos burocráticos creados desde la Alcaldía Municipal y el Concejo de la misma Gobernación del Atlántico. Algunos ejemplos de dicha institucionalización fueron su organización en 1938 por la Junta de Festejos del Carnaval; en 1941 por la Junta Organizadora del Carnaval; en 1947 por la Junta Municipal del Carnaval; en 1958 nuevamente por la Junta Organizadora del Carnaval; en 1960 por la Junta central de Carnaval; en 1961 por la Junta Organizadora de las Festividades del Carnaval; en 1966 por la Junta Provincial de Turismo y Carnaval; y en 1967 por la Junta Permanente del Carnaval (Universidad del Atlántico, 1999, pp. 125-134).

Años más tarde, gracias a un acuerdo municipal se creó la Corporación Autónoma del Carnaval. En ella se vieron representados la clase política, la empresa oficial y privada, y parte de las Acciones Comunales. Así mismo, estaba presidida por un personaje nombrado desde la alcaldía mayor, quien a su vez nombraba a la reina del carnaval.

Hoy en día, la reina es escogida por la entidad que organiza la fiesta: la Empresa Carnaval de Barranquilla S. A. Esta entidad, creada en 1992, es una empresa de economía mixta cuya junta directiva está presidida por el alcalde mayor de la ciudad e integrada por personas pertenecientes a la empresa privada y del gobierno, con un presidente del carnaval y un gerente. Asimismo, existe un ente operador de la fiesta, que es la Fundación Carnaval de Barranquilla (Rey Sinning, 2004).

En 1967 se introdujo "la gran parada", que se lleva a cabo el domingo de carnaval. Esta innovación consiste en un recorrido por la Vía 40 en el que se dan cita danzas, cumbiambas, comparsas y disfraces individuales.

En 1974, por iniciativa de Esther Forero se llevó a cabo la llamada Guacherna. Esta manifestación se realiza el viernes anterior a la semana del carnaval, y consiste en un desfile nocturno de los candidatos de los barrios y el pueblo en general, acompañados de faroles, cumbiambas y tambores.

En 1980, dada la gran participación de los conjuntos musicales de acordeón, vallenatos y sabaneras, se organizó el concurso de acordeones. Hoy día esta celebración está integrada al Festival de Orquestas e incluye una gran diversidad de clases de música tropical. Al conjunto ganador se le otorga el Congo de oro.

En 1983, la asociación de directores de agrupaciones folclóricas del Atlántico llevó a cabo "la reconquista del carnaval del sur". Este desfile cuenta con la participación de la reina del carnaval, las reinas de los barrios, danzas, cumbiambas, comparsas, comedias, disfraces e invitados especiales, quienes desfilan el martes del carnaval por las principales vías de los barrios de Las Nieves, Rebolo y Simón Bolívar. El objetivo fue rescatar y reafirmar la tradición popular del carnaval, afectada por el crecimiento urbano de Barranquilla.

Los carnavales concluyen el martes con la muerte de Joselito Carnaval. Este personaje es llorado en medio de la música y conducido por diferentes grupos de espontáneos a través de los barrios de la ciudad durante el día. El entierro central de Joselito se hace el mismo día por la tarde; a él acuden la reina y su comitiva, quienes vestidos de negro y con velas encendidas dan fin a las festividades del Dios Momo.

En 2001 el Congreso de la República colombiana declaró como Patrimonio Cultural de la nación el Carnaval de Barranquilla7.

El 7 de noviembre de 2003, la Unesco proclama al Carnaval de Barranquilla como Obra Maestra del Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad.

El Carnaval está compuesto por dos temporadas: el precarnaval y el carnaval propiamente dicho, que dura cuatro días y termina con el entierro de Joselito, el martes previo al miércoles de Ceniza, inicio de la Cuaresma católica (Salcedo, 2002).

En la actualidad, el carnaval es uno de los eventos culturales más importantes del país. Estas festividades cuentan con 35 190 artistas, más de un millón de asistentes y 9720 músicos que permiten que en la ciudad se muevan más de $308 219 millones entre el sábado de la Batalla de Flores y el martes de la Muerte de Joselito (Coneo Rincón, 2020).

El Carnaval reúne en un mismo espacio expresiones folclóricas de más de un siglo de existencia con otras recién creadas, influenciadas muchas veces por la cultura popular, el cine y la televisión. Esta Fiesta, además de evidenciar el carácter regional que le ha proporcionado la riqueza cultural y folclórica que hoy posee, en su entorno genera miles de millones de pesos en publicidad, actos de relaciones públicas, servicios musicales, entradas a espectáculos, hoteles, consumo de bebidas y de comida, confección de vestuario, disfraces, artesanías y cientos de ítems adicionales (Alcaldía de Barranquilla, 2019).

Manifestaciones culturales del carnaval de Barranquilla

Como he anotado anteriormente, los orígenes del Carnaval de Barranquilla se remontan a la ceremonia que se cumplía el 20 de enero por las fiestas de San Sebastián, patrono de Cartagena. En época virreinal, en este día se permitía a los negros esclavos celebrar sus fiestas, que se prolongaban hasta la fiesta de Nuestra Señora de la Candelaria el 2 de febrero y que luego se prolongaban hasta el Carnaval precuaresmal. Este acto se introdujo en Barranquilla y hoy en día se corresponde con la tradicional lectura del "Bando Público", a imitación de los antiguos edictos coloniales. Aquiles Escalante sostiene que

Los esclavos agrupados en cabildos mandinga, carabalíes, congos o mina, organizaban sus respectivas comparsas y salían a danzar por las calles llevando los vestidos de su patria, acompañados de grandes escudos de madera cubiertos con papales multicolores. Casi siempre, la cabeza de los danzantes aparecía con un tocado de cartón forrado de plumas; el rostro, el torso, los brazos y las piernas estaban barnizados con pinturas de colores primarios. Las manos empuñaban imitaciones de espadas y sables. Las mujeres iban ostentosamente adornadas con las alhajas que les habían prestado sus amas. Cada cabildo escogía a su reina, a quien abrumaban con la pedrería y las joyas ajenas. Al ritmo de los tambores, de los cascabeles y de los platillos de cobre, se desplazaban por toda la ciudad bailando y cantando con la pantomima y los movimientos propios de la danza africana. En su largo recorrido visitaban las casas de las personas prominentes, donde cada danza efectuaba su presentación particular. (como se cita en Abello Villalba, 1981, p. 91)

En algunas danzas del Carnaval de Barranquilla se observan una serie de similitudes con dichas manifestaciones africanas. Las danzas se convierten en una de las expresiones folclóricas más intensas que recogen la música, cantos, vestuario e instrumentos musicales.

La procedencia triétnica de los habitantes de la zona se observa claramente en la música, las coreografías de las danzas y las cumbias. En las danzas de congos, como el Congo grande y el Torito, los cantos se inspiran en la copla española. Una de las características de los cantos rituales africanos es la intervención de un solista. Este inicia su canto con un grito agudo y provoca la respuesta del coro que entona el estribillo, siempre acompañado de las palmas.

Igualmente, en los instrumentos más utilizados, como el tambor y la guacharaca, se identifica el espíritu musical africano8, y lo mismo sucede en la forma de llevar el ritmo.

Respecto a la indumentaria de los congos, según el estudio del investigador Carlos Franco Medina (2005), el vestido es propio de una danza guerrera originaria de El Congo. Este fue transformado y adaptado por los esclavos en América, al que se añadió una clara influencia (utilizando la exageración como burla) del atuendo europeo de la época.

Las máscaras de madera, representativas de animales, también son reminiscencias totémicas de las culturas africanas9. Hoy en día las máscaras del Carnaval de Barranquilla representan animales característicos de la zona, como chivos, burros, tigres, perros y toros.

La coreografía tiene su origen en las expresiones que las autoridades permitieron celebrar a los esclavos. Cada actitud, contorción y mímica tiene un significado preciso, caracterizándose por expresar algo que generalmente se relaciona con el coqueteo y la seducción.

Las danzas de congos están inspiradas en las celebraciones autorizadas por los cabildos de negros en Cartagena. La transformación de los desfiles bailados de antaño en danzas de Carnaval ocurrió no solo en Colombia, sino que operó igualmente en Cuba, Argentina, Uruguay, Brasil, Venezuela y Panamá (Abello Villalba, Buelvas Aldana y Caballero Villa, 2004).

La cumbia constituye un claro ejemplo de la fusión cultural que se generó en la región. La percusión de los tambores recoge el acento africano y los tres que en ella intervienen generan cada uno un esquema rítmico independiente, en planos percutivos que, aunque distintos, están perfectamente equilibrados. La melodía de la flauta confirma la presencia indígena.

En la coreografía también se aprecia fácilmente el dialogo de las tres culturas. Los movimientos suaves de la mujer son de ascendencia indígena; las contorsiones, los gestos y el cortejo del varón corresponden al elemento africano; y el baile en parejas y la utilización del sombrero es propio del ancestro español. Además, en el baile la fila rememora los regocijos indígenas, mientras que la ronda se refiere a los jolgorios negros ejecutados en derredor de una fogata junto a la cual se situaban los músicos.

Por lo general, las diversas danzas responden a unos mismos patrones. Cada una tiene un dueño, generalmente la persona que la fundó, que la organizó o que la patrocinó. Además, cuenta con un director, encargado de inscribir la danza ante la Junta del Carnaval.

Inicialmente la composición parte siempre del círculo familiar, al cual van agregándose vecinos y amigos. En cuanto a la organización de cada grupo, prevalece una estructura rigurosamente estratificada, según a la importancia de sus integrantes.

El dueño o director de la danza se sitúa en el centro y a su alrededor los jefes de cuadrilla, así como los miembros más antiguos. Este núcleo central es el que toma las decisiones y se reúne durante todo el año, preservando la tradición. A este grupo le corresponde mantener informado a los demás miembros de los acuerdos logrados sobre la selección de colores para el disfraz, la celebración de las fiestas y otras actividades.

Cada danza vive un ciclo anual que va más allá de los propios carnavales. Durante julio y agosto se inicia el periodo de preparación, que incluye el ahorro para la compra de los disfraces y la contratación de los músicos, así como la realización de los primeros ensayos. El tiempo de preparación lleva unos seis meses. Hacia el 20 de enero los ensayos ocurren con más frecuencia, los disfraces ya están preparados y se inicia la recta final hacia el Carnaval que termina el miércoles de ceniza.

Para finalizar, debe señalarse que las danzas del Carnaval de Barranquilla no pueden catalogarse como puras, ya que ninguna de ellas corresponde exactamente a rituales mágico - religiosos de las diferentes culturas que la integran.

El Carnaval de Barranquilla en la actualidad, lucha entre tradición y modernidad

Durante los últimos años se ha extendido la preocupación de que la fiesta se convierta únicamente en un espectáculo de fantasía, con dos grandes ejes: los desfiles y las comparsas, que desvirtúan el carácter popular del mismo. Los estudiosos, dirigentes y actores de esta festividad han resaltado como aspecto más dañino la modernización sobre la espontaneidad de las manifestaciones tradicionales.

En la actualidad, la mezcla de aspectos culturales prehispánicos, negros, campesinos e hispánicos que originaron el Carnaval son considerados únicamente como tradicionales. En este sentido, cabe recordar que estos rasgos han ido mutando a lo largo de la historia por intereses políticos, económicos o comerciales.

Precisamente, esta capacidad de cambio y adaptación ha permitido la pervivencia de muchas manifestaciones culturales. En consecuencia, es un error categorizar lo tradicional como un elemento arcaico. Lo tradicional siempre está presente en nuestra modernidad y se reformula de acuerdo con las exigencias marcadas por el momento histórico.

El carácter de "auténtico" de una manifestación cultural no puede ser establecido únicamente desde una perspectiva diacrónica, ya que está influenciado por el contexto actual. Por lo tanto, dicha influencia se convierte en una estrategia de adaptación, reinvención y de pervivencia.

Los rasgos "tradicionales" del Carnaval se han convertido en un mecanismo de atracción del consumidor tanto nacional como internacional. El gobierno regional ha aprovechado el interés que muestran los foráneos por la fiesta para crear una imagen positiva de la sociedad del Caribe. Sin embargo, cabe señalar que en la actualidad el Carnaval ha adquirido un marcado carácter comercial gracias a la alta afluencia de turistas y su promoción en los medios de comunicación. Todo ello ha propiciado que, en cierta medida, se convierta en un gran escaparate de marcas comerciales.

Indudablemente, el dinero que estos patrocinadores invierten en la fiesta es de vital importancia para su desarrollo, pero de forma paradójica comporta la desvirtuación de los valores tradicionales de la celebración. A día de hoy se desconocen los efectos reales de esta mercantilización. No obstante, mientras el Carnaval siga abierto al goce y disfrute del pueblo, sus manifestaciones no morirán.

El Carnaval de Barranquilla recoge el ser social e histórico de una región donde entraron en contacto diferentes culturas. Poco a poco se reinterpretaron, fundieron y unificaron para dar paso a una nueva cultura, una nueva identidad, la mestiza.

Barranquilla tuvo escaza influencia en la época colonial. Su desarrollo urbano parte de mediados del siglo XIX debido a su crecimiento comercial. Paralelamente, la ciudad experimentó una migración masiva de habitantes provenientes de toda la costa atlántica colombiana, que trajeron consigo sus manifestaciones culturales, que a su vez se mezclaron con las de la zona. Aspectos que hoy en día se ven reflejados en el Carnaval.

El barrio Rebolo fue el principal receptor de estos migrantes, por lo que resulta lógico que en este lugar se originaran la mayor parte de las comparsas del Carnaval.

Las antiguas manifestaciones culturales sufren modificaciones que las adecuan al nuevo orden social y económico. La matriz inicial de la cultura del Caribe colombiano integra la cultura aborigen, la española y la africana, que además en sí mismas no son homogéneas. Por lo tanto, la construcción de la cultura del Caribe es de carácter multicultural.

En las manifestaciones culturales del Caribe se observa que los aportes iniciales de los grupos fueron transformados y, consecuentemente, en la actualidad ninguno de ellos se encuentra en estado puro. A partir de la cultura popular, todo sujeto presenta una alternativa para colectivizar la creación de su propia historia, y esto se ve reflejado en el Carnaval de Barranquilla. En esta fiesta se articulan y fusionan elementos traídos de diversas regiones (creencias, ritos, símbolos, etc.) con los de otras culturas.

La educación como proceso formador y/o modernizante es uno de los caminos más eficaces para reafirmar y fomentar la participación de la comunidad en el Carnaval.

Algunos elementos tradicionales del Carnaval de Barranquilla forman parte de un proceso hibrido de modernización que los obliga a una constante transformación que va más allá del interés cultural. En la actualidad, la condición de industria que tiene la fiesta no solo pretende el rescate de las tradiciones culturales, sino también su utilización económica y política.

La importancia del estudio de la fiesta radica en su repercusión en la formación de las identidades nacionales.

La memoria de identidad, como memoria ancestral, se expresa en los elementos carnavaleros nacidos del universo simbólico de las manifestaciones culturales. Los diversos espacios de trabajo, sitios sagrados, fiestas populares son los lugares donde se materializan el ingenio y las practicas ancestrales del pueblo, siempre a través del aprendizaje transmitido entre generaciones, por personas y grupos que preservaron singularidades dentro de la pluralidad étnica - cultural vivida por los sujetos.

El patrimonio cultural expresado en las prácticas culturales diaspóricas es fruto de un proceso muy complejo que incluye luchas y negociaciones, conflictos y acuerdos vividos en el campo material y simbólico. Además, es portador de valores que se materializan a partir de la búsqueda de elementos regionales propios.

La fuerza expresiva del Carnaval de Barranquilla representa una herencia cultural, fruto de un mundo simbólico poblado por las creencias y valores religiosos.

El Carnaval proyecta una construcción de identidad regional, que simplifica las relaciones entre las clases dominantes y las subalternas.

Los patrocinadores del Carnaval, empresas tanto públicas como privadas, aprovechan este mensaje para alcanzar su posicionamiento. La tradición del Carnaval no solo exalta el capital cultural, sino que pone sobre la mesa la posibilidad de una importante explotación económica.

El Carnaval se convierte en un espacio incluyente: por un lado, el aparato ideológico estatal y, por otro, una fuerte crítica al Estado. El asistente toma el mensaje que más le convenga, creándose la ilusión de libertad.

Las personas que hacen posible el Carnaval, los actores, artesanos, bailadores, entre otros, están llamados a garantizar la permanencia de la fiesta en el tiempo, su participación en la vida cultural de la ciudad y la definición de la identidad regional.

Apuntes sobre el Carnaval de Barranquilla en la búsqueda de elementos que definan la identidad cultural del Caribe colombiano

Resulta difícil determinar con exactitud los rasgos de identidad del Caribe colombiano, ya que sus manifestaciones culturales son tan variadas como sus gentes.

La definición de la identidad de una región es uno de los factores clave en la formación de una conciencia nacional, que a su vez define los diferentes sectores de la sociedad. Manifestaciones culturales como las desarrolladas en el Carnaval, junto a los medios de producción y comunicación, reafirman la cultura popular.

Cuando los habitantes de una región logran identificar y apropiarse de aquellos elementos identitarios, dan sentido a la definición de tradición. En consecuencia, en las manifestaciones culturales de esa sociedad, el uso de elementos "tradicionales" refleja aspectos de índole estético, comercial, ideológico y productivo, entre otros, a la vez que expresa una conciencia colectiva común.

De esta manera, el Carnaval de Barranquilla se identifica no solo como parte de la cultura popular, sino también como un elemento más de la tradición de la región.

Cada hecho cultural de una sociedad presenta dos niveles básicos: en primer lugar, el de las ideas, que encierra actitudes y valores y, en un segundo lugar, el nivel de producto, que se refiere a las unidades formales e inmateriales. Gran parte del valor en la creación de identidades recae en la propia lectura que realiza cada individuo.

Como es bien sabido, toda manifestación cultural comunica, pero es finalmente el interlocutor quien realiza la lectura e interpretación final. Estas diferentes lecturas generan elementos para su actualización. Por lo tanto, cuando nos referimos al término "cultura" hemos de remitirnos nuevamente a conceptos como retroalimentación, mutación y construcción. Por lo tanto, la identidad cultural de una región puede presentar diferentes realidades e interpretaciones. Precisamente, es en este punto donde se hallan ciertas dificultades para definir la identidad de una región, ya que las variables se multiplican y los diferentes puntos de vista pueden afectar dinámicas como la creación, la difusión y la reproductibilidad.

Cabe señalar también que la identidad se recrea individual y colectivamente, alimentándose además de las influencias exteriores. Por lo cual, constituirse como expresión de diferentes realidades que operan de forma simultánea es uno de los primeros conceptos que se abordan en la definición de la identidad del Caribe colombiano.

En conclusión, la definición identitaria de una región es una revisión permanente del pasado, para interpretar el presente y construir el futuro. Estas características propias generan sentido de pertenencia a un grupo social y hacen que los individuos compartan rasgos culturales como costumbres, valores y creencias.

Es indudable que al hablar del Caribe colombiano nos remitimos directamente a un territorio. No obstante, cuando los habitantes de esta región se reconocen como "costeños", no solo lo hacen por su cercanía al mar, sino porque comparten una serie de valores, creencias, normas e historia. Además, se identifican a sí mismos como oposición a las diferentes identidades culturales existentes en el país, como, por ejemplo, los "paisas" de la zona cafetera o los "cachacos" habitantes del interior del país. Gracias a esta consciencia se reafirma su propia identidad.

Así, cada sociedad configura de manera particular su patrimonio cultural. El proceso implica la identificación y el establecimiento de aquellos elementos que desea valorar y que asume como propios, y de manera natural se van convirtiendo en un referente identitario.

Sin duda alguna, el Carnaval de Barranquilla se ha convertido en parte de estos referentes. Además, no solo se valora como propio, sino que se ha convertido en una carta de presentación frente a otras regiones del país.

Los referentes de cada sociedad son de diversa índole: históricos, geográficos, de comportamiento o de producción, entre otros muchos. Es decir, la identidad cultural de una región se construye a partir de diferentes facetas, que no se entienden como particulares, sino que se complementan entre sí.

Las formas de comportamiento social de cada individuo definen la identidad cultural de la región del Caribe colombiano. Algunas de sus características son: dejar la puerta de casa abierta para dar la bienvenida al que sea; llevarle al vecino la prueba de la comida que se ha preparado; hablar casi gritando con un acento donde la "r" y "s" casi desaparecen; saludar a todos de forma calurosa como si fueran los amigos más íntimos, y no desperdiciar ninguna oportunidad para bailar o escuchar música. Cada uno de estos símbolos específicos y únicos de comportamiento son referentes de identidad cultural.

Cada persona toma caracteres de esta identidad grupal y reafirma los suyos propios, por lo cual la construcción es integradora e individual al mismo tiempo, recreándose en lo individual y en lo colectivo.

Uno de los elementos que más llama la atención en el Caribe colombiano es la marcada diferencia entre clases sociales. Sin duda alguna, la economía es uno de los factores que influye en la creación de identidades; además, hasta cierto punto se trata de una construcción social heredada históricamente de época colonial con sus marcadas categorías sociales. Esta problemática será difícil de vencer si el poder económico sigue recayendo sobre una minoría.

En este sentido, el Carnaval de Barranquilla ha generado a través de su historia una serie de comportamientos sociales peculiares. En sus inicios, la clase dominante se valió de esta fiesta para ensayar una separación menos cortante y visible con las clases populares. En la actualidad, aunque la diferencia social es una constante en la región, el Carnaval se ha convertido en un elemento integrador.

Por unos días, durante su celebración, las diferencias sociales desaparecen, emergiendo en su lugar un grupo de personas que viven y celebran el Carnaval. Dentro de este contexto surgen una serie de actividades sociales que se organizan y transmiten de una generación a otra. Un aspecto destacable es que con el tiempo estos comportamientos han sobrepasado el tejido primario, integrándose en el día a día, lo que ha permitido la valoración del "otro".

Manifestaciones culturales como un baile o un desfile del Carnaval componen el tejido social y, con ello, representan una adaptación particular, constituyéndose como elementos propios de la identidad cultural de la región.

Así, cuando se vive el Carnaval, cuando se baila, cuando parece que la música de los tambores lleva de manera irrefrenable a mover las caderas, se está socializando y, por tanto, incorporando elementos de conocimiento popular. Podemos concluir que cada una de las actitudes y comportamientos son una muestra de la identidad cultural de la región.

Estos elementos comportamentales son como categorías de un todo que el individuo puede utilizar a su gusto y son, por supuesto, una forma de entender y participar de la sociedad.

Con el tiempo, cada fenómeno cultural se va relacionando con una región, y esto los convierte en propios. De esta forma, se marcan diferencias frente a otras sociedades y se define la propia identidad.

Tal y como se ha señalado, aunque el concepto de identidad suele asociarse con un territorio, en el Caribe colombiano no existe un aislamiento geográfico y, consecuentemente, los lugares quedan absorbidos por la narración histórica del grupo referente.

De esta manera, los caribeños se reconocen como "costeños" y como colombianos. Al mismo tiempo, y utilizando esta misma lógica, los habitantes de otras regiones colombianas reconocen las diferencias culturales de los caribeños, valorando sus particularidades y aceptándolos como pertenecientes al país. A partir de esta dinámica se puede concluir que la relación de las sociedades con su entorno se construye a través del accionar histórico. Por lo tanto, el fenómeno de la multiculturalidad no solo es propio de la región caribeña, sino que es un referente de la identidad cultural nacional.

Para el caso del Caribe colombiano, la noción de identidad se construye desde la visión del otro. A partir de este pensamiento se genera la autoadscripción a un grupo, por lo que el concepto de identidad cultural cohesiona y diferencia.

Estos fenómenos no son de manera alguna estáticos. Es indudable que los elementos identitarios se transforman con el tiempo y en el espacio. La identidad cultural se caracteriza por el pluralismo, la asimetría y la mutación. Por tanto, es insostenible definir parámetros únicos al hablar de la identidad cultural en una región. No obstante, es posible perfilar algunos aspectos que la caractericen, siempre desde un punto de vista más amplio y en continua construcción.

El Carnaval de Barranquilla está compuesto por manifestaciones culturales regidas por reglas manifiestas o aceptadas tácitamente y de naturaleza ritual o simbólica que en cierta manera involucran valores y normas de comportamiento.

Estas expresiones culturales simbolizan cohesión social y fomentan la membrecía a grupos y comunidades. Al mismo tiempo, legitiman instituciones o relaciones de autoridad.

Al estudiar el Carnaval se observa que las actividades están claramente divididas en grupos que presentan una afiliación bien de parentesco, compadrazgo o de nivel socioeconómico. Así, por ejemplo, cada comparsa tiene un líder y, además, su antigüedad le otorga derechos en la toma de decisiones, coreografías, vestuario o coplas que se debe cantar, entre otros.

Cada uno de los participantes siente una vinculación directa con el grupo y respeta las categorías establecidas. Sin duda, el deseo que mueve toda la actividad no solo es el disfrute de la fiesta, sino también lograr un papel destacado dentro de las actividades de la misma. Por tanto, los grupos buscan un reconocimiento por parte de la sociedad. Así, en el momento en que cada comparsa muestra sus bailes y coplas, además de contar un pequeño fragmento de la vida de cada participante, se afianzan los lazos de pertenencia a la comunidad. Consecuentemente, la construcción de la identidad es un camino de doble vía, que va de lo particular, pasando por lo grupal, hasta llegar a lo comunitario y viceversa.

Aunque el Carnaval de Barranquilla se asocia a una ciudad concreta, las celebraciones carnestolendas son tradicionales en toda la región caribeña. Históricamente las diferentes fiestas han recibido influencias las unas de las otras. Por lo tanto, ciertos fenómenos sociales que se presentan en el interior del Carnaval barranquillero se reproducen a lo largo de las diferentes poblaciones caribeñas con características similares.

En la actualidad, la fiesta barranquillera fomenta el desarrollo de los pequeños carnavales de la región. En este sentido, cabe añadir que estos últimos estarían casi en el olvido sin el impulso y notoriedad que les otorga el gran Carnaval de Barranquilla.

Así pues, se puede afirmar que el desarrollo de la fiesta de Barranquilla aporta elementos de identidad a todo el Caribe colombiano.

A manera de conclusión: carnaval e identidad

Llegados a este punto se pueden delimitar tres factores fundamentales para definir los elementos identitarios en el Caribe colombiano: el individuo, la actividad y el producto. La interrelación de los mismos conforma las señas de identidad de la región.

Los individuos constituyen el eje fundamental de cualquier manifestación cultural en la que destacan como creadores. Por lo tanto, es en las personas en quienes recae el papel de constructor de la cultura.

Por actividad se entiende el accionar y las diferentes formas de participación humana en las manifestaciones culturales, para este caso en concreto, la fiesta del Carnaval. En consecuencia, la actividad es un proceso práctico en el cual se muestran la tradición, la historia, las normas de comportamiento y las formas de socialización.

Por su parte, el producto también es una expresión de identidad. Esta manifestación puede ser tanto material como inmaterial y es el resultado tangible y manifiesto de los individuos y de la sociedad. Además, se trata de elementos que comunican de manera interna y externa. De manera interna, la sociedad productora comunica valores, historia y formas de comportamiento, afianzándose, de esta manera, la propia identidad. De manera externa, comunica a otras sociedades las características del grupo productor.

Consecuentemente, es imposible definir los conceptos individuo, actividad y producto sin la existencia del otro. Precisamente su interrelación es la que define su particularidad y al intentar definir los criterios de identidad de una región, los términos se entienden como un todo casi indivisible.

El Carnaval de Barranquilla constituye un claro ejemplo. Esta fiesta crea identidad en las clases populares y abre nuevas formas de socialización dentro de los diversos niveles de la sociedad, creándose una imagen colectiva de representación. Por lo tanto, el Carnaval desarrolla relaciones alternativas. La fiesta tradicional del Caribe colombiano se convierte en un espacio donde los hombres se tratan como iguales, sin importar su condición social y económica.

Además, cabe destacar que la fiesta se integra entre lo rural y lo urbano debido a una de las características propias de esta región, la escasa división entre las categorías ciudad-pueblo. Como consecuencia de ello, las formas de socialización de la ciudad conservan los mismos parámetros que las de un pueblo. Características como ser cercanos, acogedores y el compadrazgo definen la región.

Algunas manifestaciones del Carnaval de Barranquilla, como las danzas o los disfraces, poseen un alto sentido mítico y unos valores que a su vez expresan la condición humana y las creencias populares. También contienen continuas referencias al entorno, en las que se presenta la fauna y flora autóctona de la zona. Un claro ejemplo lo constituyen las danzas del Pájaro, el Caimán o El Torito, entre otras.

Las manifestaciones culturales del Carnaval son un elemento fundamental en la vida social y cultural de la región. Con el desarrollo de la fiesta, los habitantes del Caribe experimentan una emoción que brota del interior del espíritu y que se siente comunalmente. Lo lúdico, lo ritual, lo mítico, las referencias a la naturaleza, la memoria y la construcción colectiva son conceptos que se expresan en el desarrollo de la fiesta, y que forman parte de las características de la sociedad caribeña.

De esta manera, el Carnaval es depositario de una memoria colectiva y además refuerza la tradición y el ritualismo de una manera lúdica.

Las manifestaciones culturales son elementos que se transforman y se nutren a partir de su realidad. No obstante, aunque se trate de hechos de construcción comunal, están lejos de ser homogeneizadores; por el contrario, se caracterizan por la manifestación de diferencias.

El individuo, al apropiarse e interiorizar expresiones como el Carnaval, se proyecta como un ser social y cultural. Además, la valoración de las manifestaciones culturales del Carnaval muestra una dimensión cognitiva, afectiva y comunicativa en la formación de identidades.

Del análisis de las danzas o de los disfraces de Carnaval concluimos que la zona se caracteriza por tener no una sino diversas culturas de referencia. No obstante, el accionar de sus habitantes ha desarrollado una identidad común que reúne todas las expresiones en la que los individuos se reconocen como costeños.

A partir del análisis de manifestaciones culturales como el Carnaval surgen cuatro elementos clave en la definición del imaginario de la identidad del Caribe colombiano:

  • La espontaneidad, ligada a los procesos de creación y comunicación. I La sensación de espíritu libre, relacionada con la idea de inclusión social.

  • La visibilidad de la prosperidad, consecuencia de la creación permanente de espacios de intercambio, que dota a la región de una apertura a la diversidad y de una construcción social abierta.

  • La presencia del otro, al reconocer las diferencias culturales existentes, aceptándolas y apropiándose de ellas.

La espontaneidad y la originalidad son dos de las características del caribeño, y ambos aspectos están fuertemente arraigados en su comportamiento y se vislumbran en las diferentes facetas del diario vivir.

La fiesta del Carnaval está dotada de espontaneidad. La libre expresión que se desarrolla en la festividad permite desatar comportamientos que en otras situaciones no se manifestarían. Los individuos desinhibidos expresan sus ideas frente a estructuras sociales, culturales, religiosas o políticas. Se trata de una especie de catarsis social, que posibilita la creación de vínculos más fuertes entre el individuo y la sociedad. El Carnaval genera espacios que permiten y promueven la espontaneidad, tal y como lo demuestran las ingeniosas coplas disfraces o comparsas.

Sea cual sea la razón que empuja los procesos de creación y comunicación, en el Carnaval prevalece una fuerza irracional que lo promueve, impulsado por la pasión y que comporta la generación de una serie de comportamientos humanos que se reflejan en la identidad de la región.

La sensación de espíritu libre es otra de las características del Caribe colombiano. Desde tiempos coloniales los habitantes de esta región se han servido de las manifestaciones culturales para expresar sus ideas o bien para obtener un reconocimiento social.

Los inicios de los bailes y comparsas del Carnaval constituyen una puesta en valor de las clases populares. En la actualidad, el Carnaval es un espacio de convivencia donde sus participantes únicamente se preocupan de su disfrute, sin importar su condición social, económica, política o religiosa.

Con el tiempo, manifestaciones culturales como el Carnaval se han convertido en herramientas que facilitan la inclusión social, ya que generan espacios de acción y relación igualitarios para toda la sociedad. No obstante, en la región del Caribe la sensación de espíritu libre en realidad no es más que un concepto cuya temporalidad es limitada y utópica, ya que después del Carnaval las diferencias sociales siguen siendo las mismas.

Sin embargo, los habitantes de esta zona la perciben como una equidad al tener las mismas oportunidades o derechos en la sociedad. En consecuencia, más que de un hecho en sí, la sensación de espíritu libre es una percepción arraigada en la sociedad que refuerza la idea de heterogeneidad cultural, que es respetada y valorada por sí misma, en la cual los individuos se reconocen como participantes de la realidad cultural de la región. La inclusión social es una característica propia de esta sociedad.

La visibilidad de la prosperidad es intrínseca en la definición de la identidad del Caribe colombiano. Por lo tanto, con el fin de denotar grandeza y superioridad, se observa la necesidad de mostrar al resto del país las cualidades de la zona, tanto desde el punto de vista material como inmaterial.

El caribeño se muestra optimista y visualiza sus problemas como una oportunidad. El eslogan del Carnaval: "Quien lo vive es quien lo goza", es resumen de esta forma de ser.

La necesidad que tiene el caribeño de mostrarse tal cual es posibilita la creación de espacios de intercambio. Estos, a su vez, brindan la oportunidad de enseñar lo propio y, al mismo tiempo, permiten el aprendizaje de lo foráneo.

El Carnaval es un ejemplo básico por su capacidad de comunicación a nivel nacional y de integración a nivel regional, al que se le suma su don de participación grupal. Estas características dotan a la región de una apertura a la diversidad y de una construcción social abierta. Cada individuo participa, todos tienen algo que decir, de manera particular cada persona aporta al conjunto. En conclusión, se reafirma lo personal y se valora lo grupal.

Este tipo de construcción social, siempre incluyente, nos remite a otro de los aspectos que define el imaginario de la identidad caribeña: el reconocimiento de la presencia del otro. La sociedad caribeña se reconoce como multicultural. Los individuos se aceptan como parte de una sociedad mestiza, que se inició tras el diálogo (no siempre equitativo) entre lo indígena, lo africano y lo europeo, que terminaron fundiéndose hasta el punto de hacer imposible el reconocimiento de sus diferencias.

Se concluye que la región caribeña se define por la hibridación, característica que comunica rasgos y elementos culturales de adentro hacia afuera; se trata de un proceso que va de lo individual a lo grupal o comunitario.

En la conformación de identidad, las diferentes comunidades se ejercen continuamente influencias recíprocas. De esta manera, diferentes grupos socioeconómicos se expresan en espacios compartidos de una manera armónica, potencializando los valores de cada uno. Es justamente esta dinámica la que se conserva en el Caribe colombiano.

La construcción social de la región se basa en el intercambio cultural de los diferentes grupos que se encuentran en el mismo espacio. Cada uno de ellos participa a su manera en los procesos de afirmación regional y de cohesión social, posibilitando la afirmación del individuo y del grupo, que actúa como una comunidad.

El espacio en este caso se puede entender como un ordenador de elementos. Modos de vida aparentemente ajenos entre sí, unidos por un imaginario cultural, se complementan y crean una manera de vivir común, la identidad del costeño. Este espacio construido socialmente conecta lo grupal-privado con lo público-colectivo, atravesando todas las dimensiones de las relaciones humanas, sociales, políticas, económicas y cotidianas.

Para que el Carnaval genere desarrollo territorial se precisa tanto de la voluntad colectiva (política comunal, empresarial asociativa, etc.) como del reconocimiento del pasado, de la historia. Por lo tanto, estas expresiones culturales generan desarrollo en un territorio y permiten, de esta manera, el equilibrio y la cohesión social.

Conceptos como el de cultura encierran muchos aspectos del desarrollo humano que se manifiestan en lo inmaterial (conocimiento de las tradiciones, forma de ver la vida, valores, etc.) y lo material (diseño, arte, monumentos, etc.) de una colectividad. Algunas manifestaciones culturales plasmadas en bienes, productos y servicios generan un sentimiento de pertenencia a un grupo, a un territorio o a una comunidad, es decir, un sentimiento de identidad. Además, fomentan una visión de desarrollo del territorio que implica la mejora de la calidad de vida de su población. Efectivamente, no se puede entender el desarrollo territorial con identidad sin incorporar centralmente los activos culturales de su población.

Tanto en la teoría como en la práctica, concluyo que el desarrollo de un territorio supone una visión que se basa en la acción colectiva, que involucra a los gobiernos locales regionales, al sector privado y a la población en general. Y, a su vez, esta acción comunal implica numerosas actividades que pueden basarse tanto en lo cultural como en la identidad y el patrimonio.

La identidad supone un reconocimiento y apropiación de la memoria histórica, un pasado que puede ser reconstruido o reinventado, pero que es conocido y apropiado por todos. El valorar, restaurar y proteger el patrimonio cultural constituye un claro indicador de la recuperación, reinvención y apropiación de la identidad cultural.

Como es bien sabido, los hechos culturales no crean identidad por sí solos; para que estos se conviertan en parte del imaginario colectivo deben ser apropiados y actuados. Su uso y disfrute los convierte en parte simbólica del imaginario cultural. Por ello, el estudio de los hechos más cotidianos se convierte en una herramienta fundamental para entender a una comunidad e intentar definir sus valores.

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1l bunde primitivo es considerado un ritmo africano que dio origen a otros ritmos como la cumbia, el mapalé o el bullerengue.

2Fecha que hace referencia a la celebración de la independencia de Cartagena el 11 de noviembre de 1811.

3José Nicolás de la Rosa y Antonio Julián recorrieron el Caribe en el siglo XVIII, realizando diversas crónicas y publicaciones. "Floresta de la Santa Iglesia catedral de la Ciudad de Santa Marta, 1739", traducida al inglés por Francis C. Nicholas: "The aborigens of the Province of Santa Marta, Colombia", en American Anthropologist, vol. 33, 1911.

4En estudios sobre los aborígenes de Colombia, 1892. (Si este es el título de una obra, escribir con mayúscula la letra inicial de la primera palabra y todo en cursiva )

5El nombre de "salón burrero" viene de las personas que trabajaban en el mercado y su medio de transporte eran mulas y burros. Cuando se reunían en los sitios de concentración cultural, para participar de bailes y celebraciones del entonces incipiente Carnaval, dejaban los burros y mulas afuera del lugar.

6Guerra civil colombiana que se dilató entre el 17 de octubre de 1899 y el 21 de noviembre de 1902, con una duración de 1130 días. Esta contienda tuvo como resultado la victoria del gobierno oficialista y la posterior separación de Panamá en 1903. En el conflicto se enfrentaron miembros del Partido Liberal contra el gobierno en cabeza del Partido Conservador.

7Ley número 706 del 26 de noviembre de 2001.

8En el Caribe colombiano se distinguen por lo menos tres elementos que permiten identificar las tradiciones musicales africanas. El primero de ellos es el uso de ciertos instrumentos musicales, como los tambores cónicos, las marímbulas y las marimbas de tablas sueltas. El segundo está relacionado con el uso del canto responsorial africano en los bailes cantados y en el manejo del ritual funerario en San Basilio de Palenque. El tercero son los marcadores lexicográficos en los cantos de lumbalú, que a la postre se constituyeron en elemento esencial para el surgimiento de una lengua criolla en el lugar.

9La función de las máscaras es reafirmar, a intervalos regulares, la verdad y la presencia de los mitos en la vida cotidiana. Tiene también como fin asegurar la vida colectiva en todas sus actividades y complejidad. La máscara transforma el cuerpo del bailarín, que conserva su individualidad y, sirviéndose de él como de un soporte vivo y animado, encarna a otro ser: genio, animal mítico o fabuloso, que es representado así momentáneamente (Laude, 1968, p. 144).

Citar como: Navarro-Hoyos, S. (2022). Identidad cultural en el Caribe colombiano. El caso del Carnaval de Barranquilla. Memorias: Revista Digital de Historia y Arqueología desde el Caribe colombiano (enero-abril), 108-136.

Recibido: 27 de Octubre de 2020; Aprobado: 26 de Febrero de 2021

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