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Sophia

Print version ISSN 1794-8932

sophia vol.15 no.2 Armenia July/Dec. 2019

https://doi.org/10.18634/sophiaj.15v.2i.947 

Artículo de investigación

Educación y modernidad en Colombia: una relexión a partir de los postulados de Fernando Cruz Kronfly

Education and modernity in Colombia: a reflection based on the postulates of Fernando Cruz Kronfly

Educação e modernidade na Colômbia: uma reflexão a partir dos postulados de Fernando Cruz Kronfly

Adriana María Galvis Cardona* 

* Candidata a doctor en Lenguaje y Cultura. Adscrita al grupo de investigación para la investigación, la literatura y las artes “Si mañana despierto” Profesora de la Institución Educativa Técnico Nazareth de Nobsa, Boyacá. Colombia, Sharissa_6@hotmail.com


Resumen

En este artículo se reflexiona sobre el concepto de educación como crisis del pensamiento animista y el ensayo como manifestación de la modernidad a partir del volumen de ensayos La sombrilla planetaria de autoría de Fernando Cruz Kronfly. Metodológicamente se tomarán los principales ensayos del texto en los que se enuncia el concepto de crisis, para luego analizar la Ilustración y la ruptura de pensamiento que se presenta a través de algunos postulados ensayísticos y literarios. Se genera un acercamiento al surgimiento formal de la filosofía en Colombia, tomando como referencia el contexto social, político y clerical. Se concluye con una reflexión sobre la incidencia del pensamiento ilustrado en la consolidación de una idea de modernidad, y mediante la comprensión de la obra, en términos humanos y con una percepción de su multidimensionalidad.

Palabras clave: crisis cultural; educación; ensayo literario; humanismo; modernidad

Abstractt

This paper reflects on the concept of education as a crisis of animist thought and the essay as a manifestation of modernity from the volume of essays La sombrilla planetaria (The Planetary Umbrella) by Fernando Cruz Kronfly. Methodologically, the main essays of this author, in which the concept of crisis is stated, will be taken to later analyse the enlightenment and the rupture of thought that is presented through some essay and literary postulates. An approach to the formal emergence of philosophy in Colombia is generated, taking as reference the social, political and clerical context. The paper concludes with a reflection on the incidence of illustrated thought in the consolidation of an idea of modernity, and through the understanding of the work in human terms and with a perception of its multidimensionality.

Keywords: Cultural crisis; education; literary essay; modernity; humanism

Resumo

Este artigo reflete sobre o conceito de educação como uma crise de pensamento animista e o ensaio como manifestação da modernidade com base no volume de ensaios La sombrilla planetaria de au-toria de Fernando Cruz Kronfly. Metodologicamente, serão tomados os principais ensaios deste autor, nos quais o conceito de crise é enunciado, para analisar o Iluminismo e a quebra de pensamento apresentados por meio de alguns ensaios e postulados literários. É gerada uma abordagem para o surgimento formal da filosofia na Colômbia, tomando como referência o contexto social, político e administrativo e clerical. Conclui com uma reflexão sobre a incidência do pensamento ilustrado na consolidação de uma idéia de modernidade, entendendo o trabalho em termos humanos e com uma percepção de sua multidimensionalidade.

Palavras-chave: Crise cultural; educação; ensaio literário; humanismo; modernidade

Introducción

Esta reflexión hace parte de un proyecto investigativo1que se desarrolla en la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia, desde el Doctorado en Lenguaje y Cultura, denominado Fernando Cruz Kronfly: la modernidad y posmodernidad; crisis en Colombia, en el contexto de Latinoamérica. Su pretensión es exponer, reflexionar y cuestionar los conceptos de modernidad y de crisis como significaciones culturales vigentes en Colombia, que hacen parte de la tradición de pensamiento en Latinoamérica, y desde los que es posible identificar algunas fracturas en la cultura, acorde con el contexto en que se desarrollan.

El ejercicio se elabora mediante la exposición de una serie de postulados reflexivos expuestos por el autor a través de sus ensayos, y desde los que es posible comprender la construcción del concepto de modernidad dentro de la cultura colombiana, el desarrollo de la crisis como mecanismo de ruptura, generador de nuevas posibilidades de reflexión y reconstrucción que sirven como base para analizar algunos fragmentos de las realidades colombianas. Para este propósito se emplea el concepto de crisis desarrollado por Cruz Kronfly, el cual está estrechamente relacionado con la minoría de edad kantiana, a la que el ensayista referencia constantemente en su propuesta, como un desencadenante de la crisis, y como posibilidad de cuestionamiento y comprensión de las sociedades latinoamericanas.

Pensar lo que se entiende por modernidad en Latinoamérica, visto desde la tradición, es una situación compleja, una disrupción. Desde las reflexiones presentadas por el escritor colombiano Fernando Cruz Kronfly, es posible acercarse a ambos conceptos a la luz de dinámicas sociales propias de Colombia y de Latinoamérica, pues se trata de significaciones que se disgregan en prácticas proyectadas desde las estructuras sociales, económicas y políticas con un largo y sinuoso proceso de transformación que se evidencia a través de conflictos y transformaciones en el subcontinente, mismos que pueden rastrearse por los diferentes países a través de la obra antropológica, sociológica y ensayística de pensadores y literatos.

Circunstancias como la modernización manifiesta en un proceso acelerado de construcción de urbes e intercambio comercial de productos y objetos importados de los países altamente industrializados, son hechos que se entienden por la mayoría de la población como modernidad. Transformaciones arquitectónicas que se convierten en el escenario de otras metamorfosis sociales, pero que no logran llegar a la esencia de su sistema de valores y su pensamiento. Tal es la problemática que enuncia Fernando Cruz Kronfly desde una poética comprometida con la reflexión, con las alteraciones sociales y con la atmosfera reflexiva colombiana y latinoamericana.

En palabras de Cruz, en su ensayo De Dostoievsky a Pessoa: la aventura de la polifonía moderna, contenido en La sombrilla planetaria, expone:

Por difícil que resulte precisar el alcance de lo que se entiende por modernidad, de todas maneras, es posible concluir que se trata de un proceso iniciado - retomado por la humanidad a partir del Renacimiento en un espacio geográfico y cultural, conocido como el Occidente Europeo. Dicho proceso dice relación con el desarrollo y profundización del capitalismo a través de sus diversas etapas (mercantil, manufacturero, industrial etc.) entendido no solo como un proceso económico y técnico, sino como un fenómeno social en conjunto con sus correspondientes implicaciones espirituales y culturales. (Cruz, 2016:77).

Es decir, pensar la modernidad tiene inmersas múltiples aristas que en ningún caso se agotan en acontecimientos circunstanciales de orden técnico manifiestas en desarrollos industriales y estallidos económicos; que es el proceso que se viven en diferentes esferas sociales, desde el presupuesto de que la modernización, es sinónimo de modernidad.

La educación en el ámbito de las humanidades como manifestación del pensamiento ilustrado

Hablar del ensayo de Fernando Cruz Kronfly implica repensar una cultura altamente clerical y política que incluso se conserva hasta la actualidad, desde donde se ofrece resistencia al pensamiento ilustrado. Se trata de una concepción mental antimoderna que de ninguna manera puede superarse mecánicamente. Se requieren referentes que enmarquen la reflexión y que aporten otras miradas e imaginarios, cuyos referentes ayuden a cuestionar el contexto propio, repensar la cultura y a tomar la distancia necesaria, pues no se trata simplemente de establecer comparaciones entre la modernidad europea y la modernidad latinoamericana, obviando las particularidades contextuales que rodean cada uno de los fenómenos geográficos, tecnológicos, políticos, económicos, sociales, industriales que les rodea. Estos a su vez gestaron las estructuras sobre las que se sustentan -entre otros elementos-, las organizaciones económicas y democráticas sobre las que se consolidan durante el siglo XIX y XX las ideas de Estado que más tarde se recrean en Latinoamérica, sin ser ajenas -en su mayoría- a los planteamientos desarrollados en Europa por Juan Jacobo Rousseau, Karl Marx o Max Weber, por lo tanto, Latinoamérica se convierte en un importante campo de experimentación de las teorías europeas.

El ensayo es resultado de la reflexión, de allí que hablar de ensayo es también rastrear los cimientos formales o no, que generaron las bases para instaurar esta tradición de pensamiento. Una de esas líneas es la educación y puntualmente se hace referencia al surgimiento formal de la filosofía en Colombia. Hoyos (1999) plantea, siguiendo una secuencia histórica, que es el 20 de marzo de 1946 cuando se crea el Instituto de Filosofía y Letras en la Universidad Nacional de Colombia. Acontecimiento que se señala dentro de la historia académica nacional, como el inicio de la filosofía moderna en Colombia. Hoyos (1999), relata la expresión de Rafael Carrillo, su fundador, en una suerte de sincronía histórica. De igual manera Rubén Sierra Mejía a través de Hoyos (1999) plantea:

Coincido con quienes estiman "que algo nuevo surge a partir de la década de 1940 con la aparición en nuestro medio del cultivo universitario de la filosofía y de cierta producción filosófica”, lo que nos permite hablar de una especie de "ruptura", que no debe ser entendida "únicamente como cambio de doctrina, como una renovación en los temas de interés filosófico, sino fundamentalmente como un cambio de actitud". (Hoyos,1999: 1)

Con estos antecedentes es posible rastrear los inicios de la filosofía moderna en Colombia, que a su vez permite plantear la década de 1940, como un momento de crisis, una ruptura que se toma como eje, para a partir de estos acontecimientos reconocer una historicidad de la filosofía en Colombia, y con ella las generaciones de filósofos que constituyeron la tradición filosófica del siglo XX. Lo que acentúa la perspectiva de nación moderna en la medida en que se expanden las relaciones culturales y se genera otra configuración sobre la comprensión de los procesos sociales.

Este avance en materia institucional está marcado por una profunda huella de resistencia al pensamiento. Lo que explica que, aunque Latinoamérica se convierte en un importante campo de experimentación de las teorías europeas, estas no alcancen a transformar la esencia del pensamiento animista, mágico y clerical de la población. Fernando Cruz, en su ensayo “El intelectual en la nueva Babel colombiana” contenido en el volumen de ensayos La sombrilla planetaria lo expone así:

Estamos pues en un campo minado, viendo explotar la pirotecnia de todas las manos que sembraron en estos quinientos años de vida bajo la tutela del sagrado corazón, Montesquieu, Marx, Changó, el Duende, las brujas, el Rock, la gran babel que hemos construido. (Cruz, 2016:64)

Sintetizando de esta manera el sinuoso camino de la resignificación y la traducción de las representaciones mentales en las que se dibuja una desilusión colectiva, estrechamente relacionada con la caída de los grandes relatos y la desesperanza, en tiempos en que como lo expresa Cruz (2016) , las ideologías han sido sustituidas por la imagología, según la expresión de Milán Kundera. Que el mismo retoma en su análisis.

En Argentina Ileana Beade, en su artículo sobre la idea de educación: “Una mirada desde la reflexión pedagógica kantiana” hace referencia a una serie de observaciones gestadas en el marco de la pedagogía de este filósofo, con el fin de mostrar el carácter fundamental que la idea de educación ha de asumir en todo proyecto pedagógico. Problematiza la concepción de este autor de una naturaleza humana perfectible y reflexiona sobre la idea de progreso, lo que constituye para Kant un principio fundamental de la labor pedagógica. En síntesis, la autora señala que este filósofo concibe la educación como un proceso de formación esencialmente orientado a la construcción de una subjetividad crítica que desarrolle la capacidad de asumir una posición racional y autónoma en el debate acerca de la modernidad.

Jorge Polo (2018) interpreta la idea de la educación como herramienta de combate, recorre en diferentes contextos históricos este concepto, subrayando su vinculación con la "voz de la razón", que no es otra cosa que la capacidad crítica que faculta a los seres humanos para construir de forma autónoma juicios propios contra el peso inercial de la tradición y contra la fuerza de los consensos sociales, es decir, una vez más, hace referencia a la educación como un mecanismo de la ilustración que permite autorregularse con relación a la enajenación.

Paulo Freire radicaliza en el siglo XX, esa concepción de la educación como una herramienta emancipadora. En su obra Pedagogía del oprimido (Freire,1978), Freire señaló que el compromiso liberador requiere de la participación activa de los oprimidos, a través de un ejercicio consecuente que haga perder el miedo a la libertad y a la autonomía, para de esa forma ganar el derecho a desplegar la propia "voz", que es el objetivo final de la educación liberadora, un modo de crear conciencias libres; mentes capaces de no asimilar de forma ingenua y acrítica todo el entramado axiológico del sistema educativo, cuando este se limita a repetir de forma mecánica conocimientos heredados sin cuestionarlos.

Maya (2014) en su análisis de Karl Polanyi, expone cómo a través de sus estudios históricos denunció la traumática llegada de la modernidad industrial que, entre otras cosas, trajo consigo la enajenación de la subjetividad humana, el sometimiento de la razón y la autorregulación desde la construcción propia. En la misma línea, el pensador uruguayo José Enrique Rodó (1990) en Ariel, obra que contiene un exhaustivo y crítico análisis de algunos de los efectos de la concepción utilitaria de la vida que, vista desde el ámbito de la formación, no puede dejar de producir ciertos efectos:

Cuando cierto falsísimo y vulgarizado concepto de la educación, que la imagina subordinada exclusivamente al fin utilitario, se empeña en mutilar, por medio de ese utilitarismo y de una especialización prematura, la integridad natural de los espíritus, y anhela proscribir de la enseñanza todo elemento desinteresado e ideal, no repara suficientemente en el peligro de preparar para el porvenir espíritus estrechos, que, incapaces de considerar más que el único aspecto de la realidad con que estén inmediatamente en contacto, vivirán separados por helados desiertos de los espíritus que, dentro de la misma sociedad, se hayan adherido a otras manifestaciones de la vida. (Rodó, 1990:72)

Ese desarrollo intensamente utilitarista, generará como resultado espíritus estrechos y una cultura unilateral, incapaz de aportar a la sociedad, porque su única preocupación es supeditar el conocimiento a las lógicas productivas. Santiago Castro -filosofo colombiano- en esta misma línea y desde su perspectiva contemporánea, señala la actualidad como el nicho de un régimen cultural en el que el sistema capitalista se bebe la universidad que pierde su norte, para terminar, plegándose a los imperativos del mercado global; es decir, la universidad deja de ser el núcleo del saber que proyectaron los pensadores ilustrados, para convertirse en un engranaje más, al servicio del mercado.

Otra situación que permite comprender parte del escenario que se presenta en los países latinoamericanos, está relacionada con la tradición hispánica de la que son herederos estos pueblos, pues no puede perderse de vista que para el momento de la Conquista, España era una nación colonial que conquista un continente colonial, lo dice de manera burlesca, pero no por ello menos válida y vigente Gracián en El criticón: “España es las indias de Francia” con lo que Latinoamérica y Centroamérica se convirtieron en la colonia de una colonia que se hacía pasar por un país imperial. Esta breve discusión permite comprender que el tema de la modernidad en América latina está poblado de paradojas históricas, puesto que al haber sido descubiertos y colonizados justamente en el preludio de la modernidad europea, América del Sur y Centroamérica, terminaron convirtiéndose en un otro en el que se refractaron, a manera de espejo algunos coletazos de la transformación política, pero en medio de la misma dinámica, estos territorios fueron mantenidos deliberadamente al margen de los principales procesos políticos, en la paradoja del sustento del poder colonial.

En suma, uno de los aciertos más destacables de la Ilustración fue haber considerado la educación uno de los derechos fundamentales de la condición humana, y ligado a este, es relevante la idea que define la pedagogía ilustrada como una ruta de progreso individual y social. Posición que en la época actual terminó por amoldarse a la instrucción funcional de las sociedades económicas, cuya concepción de educación está liada a un sentido práctico y utilitario, que pasa por alto el criticismo, componente esencial para los ilustrados, que significaba un tiempo y un orden nuevo en el que la educación debía ser uno de los instrumentos fundamentales de construcción nacional que a su vez garantizara una educación pública, sin exclusiones, universal, que permita hacer frente desde la razón, al espíritu de una época, a su contexto histórico, sin plegarse de manera ciega a los consensos.

La modernidad

Esta etapa de pensamiento en la historia de occidente esta indefectiblemente ligada al concepto de ilustración, de tal manera expresa Habermas:

Cuando en 1802 Hegel trata los sistemas de Kant, Jacobi, Fitchte bajo el aspecto de oposición entre fe y saber para romper la filosofía de la subjetividad desde adentro, no procede, empero, de manera estrictamente inmanente. Pues para ello se apoya subrepticiamente en un diagnóstico de la época de la ilustración. (Habermas 2008:35)

Es posible identificar que para Habermas la Ilustración es el corazón de la Modernidad, una época que a través de los múltiples desarrollos industriales y científicos, se gesta en ella también la subjetividad del pensamiento, y con ello la posibilidad de tomar conciencia de su tiempo y de la necesidad de comprensión del entorno.

Habermas toma como referencia para sus disertaciones a Hegel, ve en él a un filósofo que comprende la complejidad de su época y que problematiza diversas temáticas, le permite generar la construcción del concepto de Modernidad a partir de la racionalización de la sociedad y de la cultura, cuyas trasformaciones son evidentes conforme el paso del tiempo. No exactamente de un tiempo cronológico, sino un tránsito de acontecimientos y miradas “tradicionales” o lineales de la vida, frente a nuevas concepciones que forzosamente diferenciaron las formas de pensar y concebir el mundo, lo que dio origen al mundo moderno. Tal modernización es necesario entenderla desde las modificaciones en el pensamiento, que no se cierra únicamente en torno a las estructuras de la racionalidad, sino los valores que reconfiguran una manera de ser y pensar el mundo, de reflexionarlo, así expresa Habermas tal posición a través de Hegel: “La aspiración de una identidad no forzada, la necesidad de una unificación distinta de la meramente positiva, atenida a relaciones de fuerza, viene avalada para Hegel por nítidas experiencias de crisis”. (Habermas, 2008:45).

La crisis puede comprenderse como una serie de rupturas y reorganizaciones a la luz de los rasgos de la Modernidad, sin embargo, desde el planteamiento de Habermas, esta se hace más aguda en el intento de perfilar el concepto parece ser la ruptura cultural que se genera tras el intento fallido de oponer filosofía y religión o fe y conocimiento desde una razón ilustrada. El balance desarrollado por Habermas tomando como referencia a Hegel es desolador, pues: “No ha quedado en pie lo positivo contra lo que la razón emprendió su lucha, es decir la religión, ni tampoco ha quedado en pie la razón”. (Habermas 2008:35).

Como lo expresa Habermas (2008) la crítica radical de la razón paga un alto precio en un esquema de pensamiento en el que los discursos no quieren ni pueden dar la razón de los motivos ni las circunstancias que los mueven. No es posible pensar la Modernidad al margen de algunos rasgos del pensamiento religioso, ya sea de carácter herético o dogmático y de las incongruencias que socialmente representan en un marco de validez veritativa.

Otra intención de acercamiento al concepto de Modernidad lo enuncia Habermas, apoyándose en Max Weber, cuando expresa la idea de esta época como el “racionalismo occidental”, entendiendo lo racional como un proceso de desencantamiento que condujo a Europa al desmoronamiento de las imágenes religiosas que dio como resultado una cultura profana.

Finalmente, podría argüirse tomando como referencia a Habermas que la Modernidad es un sistema de pensamiento de origen europeo, cuya base es el racionalismo occidental que busca objetivar históricamente las estructuras racionales, puesto que este periodo no hace referencia a la dinámica de modernización social, sino a un momento de lucidez histórica en el que se asumen cada una de las variantes de la época en relación con sus circunstancias sociales, políticas, contextuales; con su realidad.

La crisis

La obra ensayística de los pensadores latinoamericanos contiene de manera esencial elementos de fuga a la crisis de época en la que la sociedad colombiana y latinoamericana, ha conocido durante la segunda mitad del siglo XIX, siglo XX y la actualidad del XXI. Transformaciones que han generado un puente, para que tales sociedades pasen de ser fuertemente tradicionales a convertirse en “Paraísos modernizantes” donde grandes segmentos poblacionales consumen con la voracidad de los países desarrollados, intentando equipararse con sociedades para las que la modernización es una consecuencia de sus vivencias y reflexiones históricas, mientras en Colombia y en el subcontinente latinoamericano, los desequilibrios sociales y los agudos contrastes económicos hacen referencia a una Modernidad que puede calificarse más de epidérmica que de sustancial, puesto que es una constante hallar bajo su piel, comportamientos que expresan hábitos de bajo contenido civilizatorio, desligados de la tradición, que al carecer de bases cognitivas y ético-políticas suficientes no logran generar un marco como referencia cultural para el presente. Fernando Cruz en su ensayo “Doce interrogantes sobre la modernidad y posmodernidad”, contenido en La sombrilla planetaria, en el interrogante cinco cuestiona ¿Es entonces la modernidad un proyecto fracasado? Manifiesta:

(…) lo que han entrado en crisis son quizás los mitos o metarrelatos que se construyeron en torno de ellos, la fe a ciegas en sus virtudes y posibilidades. Lo que ha quedado en evidencia es la mentira que todo ello escondía: la historia como supra-sujeto o razón objetiva fuera del mundo, otorgadora de todo sentido y como gran tribunal que sustituyo al tribunal de Dios; el progreso como mito de un cada vez mayor perfeccionamiento material y moral de la humanidad la Razón como instrumento de eliminación y control de la barbarie y de la inhumanidad. (Cruz, 2016:33)

Entonces, en la crisis se intenta transitar por un mundo anómico, al margen de los valores propios de la Modernidad: la individualización, la subjetividad autónoma, el racionalismo, la democracia y la secularización, entre otros valores y desarrollos históricos que contienen la esencia misma de este movimiento, desconociendo que la Modernidad es ante todo un sistema de pensamiento en el que se recoge y manifiesta el espíritu de una época, en el proceso de simbolización de la realidad a través de diferentes manifestaciones; el ensayo y la novela, por ejemplo, generan su propia disposición interpretativa, propiciando un grado de trascendencia en el que se recuperan la palabra y el concepto como herramientas con las que los pensadores y literatos manifiestan y sustentan la otredad, desde posiciones e implicancias contemporáneas, que se convierten en aciertos en la tarea de la comprensión de la identidad cultural.

Este panorama está marcado por una profunda huella de resistencia al pensamiento, manifiesto en dos siglos de luchas clericales y políticas que se salvaguardan hasta la actualidad. Se trata de una mentalidad arcaica, que poco a poco se supera mecánicamente, puesto que prevalece arraigada con fuerza en las tradiciones de la época.

Una segunda ruptura que vale la pena estudiar, está relacionada con la concepción de Modernidad que se manejó y se comprende hasta nuestros días, en diferentes ámbitos, particularmente los académicos. Pues al hablar de esta hay presente un imperativo cultural que de manera inmediata establece una comparación entre el concepto y la vivencia de la modernidad europea, la latinoamericana y colombiana. Obviando los contextos políticos, culturales, religiosos e ideológicos que rodean a cada región geográfica. Por ejemplo, a nivel instrumental, creaciones como la brújula significaron un cambio de paradigma en la exploración marítima, y con el tiempo la expansión colonial y un crecimiento inusitado de su economía.

A nivel de pensamiento, la imprenta significó para Europa la Reforma y la Contrarreforma, lo que trajo consigo cambios en las estructuras económicas y la conquista de la democracia, gestada por las cruentas guerras del siglo XIX, mismas que llegaron a América como un rumor que aunque fue devastador para sus cimientos políticos, sus conformaciones sociales y su población, apenas empezó a comprenderse en Latinoamérica hasta la segunda mitad del siglo XX, pero descontextualizadas por completo de la base ideológica que marca su origen; es decir, ajenas a los planteamientos propuestos en Europa por Jean Jacobo Rousseau, Carlos Marx o Max Weber. Esto explica que, aunque Latinoamérica se convierte en un importante campo de experimentación de las teorías gestadas en Europa, estas no tienen posibilidad alguna de transformar de raíz el pensamiento animista, mágico y clerical de la población, pues su entrada en forzosa, violenta y cruel, paradójicamente sin una mediación real de la razón.

De otra parte, Herbert Marcuse (1971) al lado de pensadores como Walter Benjamín y Theodor Adorno, expresan un acercamiento a la cultura desde la conciencia del lenguaje y su práctica desde la intersubjetividad, manifiesta a través de la acción pedagógica. El planteamiento expone que la pedagogía crítica no extrae sus ideas directamente de los teóricos, sino que su fundamentación es una propuesta de análisis práctico, cuyo principal objetivo es precisamente teorizar de forma crítica el fenómeno educativo. Vale la pena retomar el interrogante cinco planteado por Fernando Cruz, ¿Es entonces la modernidad un proyecto fracasado? Ante el que expone:

No es fácil concluir si la modernidad ha fracasado o no, y quizás sea mejor decir que la mejor expresión no debe ser la de fracaso o éxito, sino simplemente de vigencia. Es plausible más bien plantear el asunto así: preguntarse si los grandes relatos modernos tienen la misma capacidad para aglutinar alrededor suyo a los hombres de nuestro tiempo, y si esta pérdida de credibilidad y legitimidad ha ocurrido por igual en todos los países. Es decir, si se trata de relatos ya gastados y desprestigiados en los cuales la gente ya no se siente representada, relatos y creencias modernas que ya no hacen parte de sus representaciones dominantes ni son capaces de otorgar sentido a la existencia (Cruz, 2016:32)

Esta cita puesta en el contexto de la discusión, permite comprender que el tema de la modernidad en América latina está poblado de paradojas históricas, puesto que al haber sido descubiertos y colonizados justamente en el preludio de la Modernidad europea, América del Sur y Centroamérica, terminaron por convertirse en territorios profundamente violentos como resultado de una dinámica del uso de la fuerza y del abuso sistemático donde se impone el más fuerte. Situación que marcaría de manera definitiva el camino para ejercer el poder y una manera para comprender la cultura latinoamericana, por supuesto la colombiana.

La crisis de la idea tradicional sobre el hombre

Desde la obra ensayística de Fernando Cruz Kronfly, en términos humanos, la Modernidad alude a la multidimensionalidad de un ser que vive en medio de la crisis de la civilización que contiene rupturas sociales, individualismo y una serie de sustanciales contradicciones, pues la ciencia y la tecnología, elementos movilizadores y determinantes para las trasformaciones desarrolladas durante los últimos tres siglos, desencadenaron en el desarrollo del sistema económico capitalista, que a su vez impulsó el desarrollo de la ciencia a niveles que el hombre no hubiera podido imaginar, es decir, un proceso modernizador, que suele confundirse con la modernidad.

El poder de la especie humana se multiplicó a niveles sin precedentes. Sin embargo, tales desarrollos han servido tanto para construir como para destruir, pues no puede olvidarse que las guerras mundiales fueron los laboratorios donde la ciencia mostró sus artefactos más sofisticados, paradójicamente para eliminar seres humanos por lo que es necesario poner en cuestión el concepto de racionalidad y la transformación de la idea del hombre. Si bien es cierto que, a partir del siglo XVIII, la cultura occidental empezó a sufrir importantes transformaciones que tendrán incidencia directa en la manera como el individuo se posicione en la sociedad, estos acontecimientos están distanciados geográficamente, además, estrechamente ligados a los ambientes políticos.

Desde finales del siglo XIX y principios del XX pueden notarse transformaciones importantes que en Colombia se manifiestan a través de la exportación de productos agrícolas o de las primeras instalaciones de luz eléctrica. Sin embargo, el desarrollo y expansión de tales proyectos es aún precario, es hasta la tercera década del siglo XX que logra tomar consistencia, cuando lo permite el fortalecimiento de las finanzas nacionales, impulsadas por los ingresos derivados de la exportación del café, y de un fenómeno político que fue un hito económico para la época; la indemnización estadounidense por la pérdida de Panamá, con lo que además apareció la inversión extranjera.

Los últimos sucesos descritos evidencian el ingreso de los Estados Unidos en la economía colombiana, como resultado del proceso de expansión del capitalismo, pero además manifiesta un proceso modernizador, que es de suma utilidad para el país en términos de desarrollo económico, y dignificación de la calidad de vida de algunas poblaciones, pero que en esencia con respecto a la modernidad, no dice nada. Pues no se hace manifiesta una movilización ideológica real, alrededor de estos cambios paradigmáticos, en términos de comprensión o conciencia.

Los enunciados y otros acontecimientos similares en la esfera económica y política que se recrean en un ámbito altamente religioso son la razón para que algunos filósofos de la época expongan que no es posible hablar de modernidad en Colombia. Uno de los pensadores más recurrente al hablar de este tema es Rubén Jaramillo Vélez, quien desde su estructurado ensayo La modernidad postergada (1998) , genera inquietantes críticas sobre el ámbito agroindustrial, -que básicamente se reduce al comercio del café- y que, sin ser el único producto de exportación del país, es el que otorga los más fructíferos dividendos, situación que impulsa de manera efectiva el desarrollo económico del país, más que ningún otro. Esto, sin desconocer la importancia que tuvo en algunas regiones de Colombia la extracción y comercialización de productos como el caucho, el banano o el petróleo.

Aquí, es posible asociar otro punto destacado para la discusión, no solo a partir del siglo XVIII, sino que se mantiene vigente hasta nuestros días, la demanda de café por parte del extranjero era suplida por pequeños terrenos que solían ser de propiedad familiar, hecho que incidía de manera directa en el bienestar del campesino, y fortaleció la creciente industria cafetera, lo que a su vez obligó a desarrollar mejores condiciones en las vías de transporte que permitieran la movilización de las grandes masas de producción, pero, ¿es esto modernidad?, ¿de qué manera puede generarse una crisis de pensamiento a partir de estos acontecimientos?

Evidentemente no. La transformación material de los espacios fue sumamente oportuna para el desarrollo industrial del país, pero mientras que en Colombia se estaban desarrollando algunos ferrocarriles, haciendo explotación cauchera a escala, la United Fruit Company tomaba posesión de algunas zonas del país con el beneplácito del gobierno de turno, Europa estaba presenciando la muerte de Dios, la conformación filosófica y jurídica de la sociedad civil, y la mencionada secularización del espíritu. Es allí donde se instala la reflexión de Fernando Cruz Kronfly. En medio de un proceso lento y lleno de contradicciones, y de resultados paradojales, donde la discusión se centra en la escisión y fragmentación del hombre, manifiesta en la literatura a través de El Fausto, en su ensayo “Cultura de la modernidad y crísis social” lo que podría significar en términos de Cruz una transformación que ilustra al expresar que la sociedad se hallaba: “Con un pie puesto en el universo anterior y otro en el barro moderno” (Cruz, 2016:15).

Colombia frente a la modernización se quedó en el intento de generar una plataforma financiera para fortalecer la industria nacional, que crecía de manera significativa. Lo que indiscutiblemente llevó al mejoramiento de la infraestructura nacional claramente manifiesta en la construcción de vías férreas. Pero en ese mismo panorama aparecen una serie de dificultades que movilizan una creciente masa de campesinos a las ciudades más importantes, quienes llegan con la esperanza de mejorar sus condiciones laborales, con ello se constituye una nueva sociedad, que busca emplearse en la construcción de ferrocarriles, de carreteras, en las fábricas textiles, cerveceras, de alimentos y en la creciente demanda del mercado cafetero, desde cada una de sus posibilidades de explotación.

Entre otras alternativas, este desarrollo de la industria fue responsable de asentamientos masivos que se apostaron en pequeñas ciudades, incapaces además de absorber este incremento desmedido de su población, lo que generó irremediablemente un panorama creciente de miseria, hacinamiento, prostitución, inseguridad, mendicidad y criminalidad, que se ve reflejado en la literatura colombiana de la época, como un registro de la crisis humana a la que se ve abocada la población, que en busca del progreso y pregonado desarrollo se suma a la diáspora campesina hacia pequeños centros poblados que carecen de capacidad para acogerlos, por el contrario, los devora. Fernando Cruz lo expresa de la siguiente manera:

Intelectuales, negociantes y hombres de empresa asumieron en nuestro país el espíritu y la acción progresiva de la modernidad capitalista, mientras el resto de la población de hacendados y peones conseguirían ir colgados de la cola del coche, con el rostro cubierto de carbón de chimenea y los ojos cegados por el humo espeso, sin entender casi nada de aquel viaje. En nuestro país, valga la metáfora, el coche de adelante marchó casi vacío. Pues ni siquiera la burguesía en su conjunto se incorporó orgánicamente a la modernidad espiritual en sentido pleno y verdadero. (Cruz Kronfly, 2016:15)

El rostro de la modernidad como sistema de pensamiento secular que tomaba fuerza en Europa no existe en estas crecientes urbes, por el contrario, numerosos testimonios de carácter literario e histórico, exponen de qué manera las masas poblacionales en Colombia obedecen ciegamente en nombre de la religión, incapaces de indagar reflexivamente, esto con el beneplácito de los pequeños grupos de burgueses recién conformados, quienes ya habían instaurado una segmentación poblacional, y a los que no les interesa que las masas se formen ideológicamente, pues eso implicaría tener la capacidad de acceder a la comprensión, por lo tanto, a las herramientas para transformar su vida y porvenir lo que evidentemente exige, también, en términos de Kant, alcanzar la “mayoría de edad”.

En estos términos es comprensible la ácida sentencia de Cruz: “Tenemos derecho a gozar de los beneficios del desarrollo y a tener un lugar señalado en la sociedad, el tipo de desarrollo dependiente, léase “atraso” o “subdesarrollo” (Cruz, 2016:21). Se trata de una crisis que expresa, en medio del proceso de modernidad, la incapacidad de los colombianos para cuestionar y proponer nuevas estructuras de pensamiento regidas bajo la consigna de la razón. Los hombres aceptan con encanto los productos del progreso, que son además de limitada apertura en la población en general, pero esta es una fascinación pueril que se reduce a la utilidad y al goce del momento. Irónicamente, se trata de una fascinación infantil mediante la cual se equipará a los hombres de negocios, y a los citadinos, con un grupo de niños que se divierten desapercibidamente, sin comprender la magnitud de los sucesos políticos e históricos a los que asisten.

Este comportamiento indiferente es característico de la sociedad colombiana que se transfigura, una mirada ajena a los cambios y funcionamiento del mundo que se adapta por lo general desde el desconocimiento, con la fascinación que ejerce la creciente posibilidad de acceso a los objetos que provee la modernización, pero agotados allí, es decir, totalmente insensibles de las implicaciones de la aparición de estos elementos en sus vidas, y sin interés por la comprensión del fenómeno político, situación que explica que la modernidad no se incorpore, o entre pasivamente en la mentalidad de los ciudadanos, quienes a falta de instrucción, por ende, de cuestionamiento, son incapaces de transformar su cosmovisión al ritmo de las ciudades. Esto con el beneplácito del Estado y de la Iglesia, quienes, a través de la ignorancia y la culpa respectivamente, se esforzaban por amaestrar las mentes para obediencia, negándoles la posibilidad de constitución como ciudadanos, al negarles la posibilidad de ejercer pensamiento autónomo y libre. Crecer, llegar a la mayoría de edad.

Caracterización de la crisis del hombre moderno

El hombre moderno en los tiempos de la modernidad tardía toma su referencia, no ya en los supuestos de la muerte de Dios, sino en la crisis del hombre, de lo humano. Como motor de la modernidad es importante pensar en la educación, y no es posible pensarla al margen de la crisis de la modernidad, de su ocaso moderno. Joan-Carles Mélich (2001) , realiza un acercamiento a George Trakl, y expone que lo verdaderamente característico de la modernidad tardía, no es tanto la muerte de Dios cuanto la crisis de lo humano, del hombre. Desde este postulado, sostiene también que no es posible pensar la educación sin alguna idea de sujeto, pero tampoco se puede pensar este al margen de la crisis de la modernidad, de su ocaso moderno. Ideas mediante las que se genera un punto de encuentro que es factible denominar crisis, tarea que en sí misma comporta una gran dificultad, en la medida en que se vivencia una crisis permanente, manifiesta en la duda, el escepticismo y la sospecha.

Robert Musil, en su novela El hombre sin atributos (Musil,1968), plantea que no se debe rendir tributo al nombre de la ciudad que está sometida a riesgos, letargos, colisiones y desequilibrios, evidencia que el sujeto poético no concibe el lenguaje desde la ética, crea un lenguaje propio desde el que es capaz de nombrar la alteridad desde la estética, la narrativa y la poesía, en síntesis, plantea Musil, el sujeto ético es un sujeto poético que visiona la crisis en la que se crean y recrean los filósofos, artistas y literatos.

La caravana de Gardel, de autoría de Fernando Cruz Kronfly (1998) , es una obra que permite realizar una profunda reflexión sobre las dimensiones contemporáneas de la modernidad, manifiestas en los espacios, pensamiento, y en general, la vida de los personajes. Lo que constituye la base espacial y temporal imprescindible para la comprensión de la crisis de los nuevos sujetos, ya citadinos, quienes deben enfrentarse a los nuevos desafíos que irrumpen de manera intempestiva en la vida cotidiana. Múltiples novelas de la literatura nacional evidencian de manera magistral la radiografía de la ciudad y la temprana aparición de piltrafas humanizadas que enfrentan los avatares de los excesos a partir de cierta identidad bulliciosa generada por bares, tango y cafés, en oposición a la silenciosa vida rural. En la novela La caravana de Gardel (1998) se presenta un ejemplo magistral que puede evidenciarse a través de la siguiente cita:

Sin saber las causas y a pesar de su aceptable estado general, Arturo Rendón se sentía ya muy abatido por el peso del mundo. Sospechaba haber caído en poder de un extraño desequilibrio del alma, ocasionado por una tristeza sin regreso que él poco a poco consideró insuperable debido a su carácter, tan aficionado a lo esencial a pesar del origen rústico de su espíritu. Intuía a su modo que había sido tocado por la desesperanza de los tiempos y se sentía cubierto de niebla de la cabeza a los pies. (Cruz Kronfly,1998:8).

Este fragmento de la novela La caravana de Gardel es una ventana a la comprensión del desamparo que experimenta un arriero foráneo en la urbe, que representa a los campesinos desplazados voluntaria o involuntariamente de sus territorios, sin condiciones sociales, académicas o económicas para sobrevivir en ellas. Con los que deambulan con el propósito de encontrar sosiego y una nueva vida. Aquí la novela abre una nueva variante de este fenómeno, que tiene un matiz especial para algunas sociedades colombianas, la música, particularmente el tango, como una manifestación de singularidad, como reflejo de una búsqueda interior casi incomprensible, pero que el personaje siente profundamente, así lo afirma Cruz Kronfly: “El tango dice tanto de mí, que él y yo hemos quedado convertido en la misma cosa (…)Por el solo hecho de bajar a las aguas del prostíbulo todos quedaban convertidos por igual en una manada de pobres hijos de puta (Cruz,1998:9).

En este caso particular es evidente en primer lugar, la apertura a la ciudad manifiesta en los bares, la música, y los prostíbulos; es decir, las manifestaciones marginales de las aglomeraciones en las grandes ciudades, que poco a poco toma forma, que busca una manera de manifestarse y de sosegar a una población urbana que se ha constituido por una inmensa masa de campesinos migrantes a los centros poblados, en la década de los veinte, masas de campesinos que han sido trastornadas por el bullicio de un progreso excluyente que les permite habitar: “Rezongando ante la transformación moderna de los valores y las sensibilidades, para venir a refugiarse en la agonía que brotaba del tango” (Cruz,1998:11), lo que bien podría ser cualquier otra manifestación de la búsqueda interna, de desasosiego del hombre en la ciudad, que sin teorizar sin comprender nada a cerca de las teorías modernas, se sabe una masa disonante, aturdida por la sociedad en la que vive, carente de sueños, obsesionada y ansiosa por encontrar algo que le dé sentido a su vida, que le configure el mundo.

En términos teóricos, el proyecto de modernidad exitoso no tiene cabida, pues no hubo para el grupo poblacional que representa Arturo Rendón - el protagonista de La Caravana de Gardel-, posibilidad alguna que lo integre a la sociedad, o a la comprensión. Por el contrario, se trata de un proceso de transformación de los espacios, del campo, de la ciudad, que lo arroja a la fatalidad de los bares, las calles, el desamor, el desasosiego, el sinsentido, y por tanto, a la búsqueda ansiosa de un espacio en una ciudad atrincherada que lo engulle.

En este sentido, y trascendiendo los espacios físicos de la ciudad, Cruz Kronfly abre una nueva perspectiva de comprensión de la modernidad, se acallan los sonidos de la ciudad para dar paso a la vida interior, a una serie de cuestionamientos de tal magnitud, que parecen reducir el contexto a un elemento decorativo, pero que a su vez opera cuestionando elementos muy frágiles de la subjetividad de su relación en sociedad:

A comienzos del siglo XX, un proceso deviene de fines del siglo XIX, se presenta una crisis muy significativa e inquietante respecto de la idea dicotómica del hombre (…)la tradición occidental esencialmente la judeocristiana, llevo a su máxima expresión el principio griego según el cual el hombre era portador de dos principios: el uno superior relacionado con la razón; y el otro inferior, relacionado con el cuerpo, los apetitos sensoriales y los procesos denominados irracionales. (Cruz Kronfly, 2016:115)

El sonido ruidoso de las urbes se desplaza hacia el interior del hombre generando la ruptura, la crisis, la articulación de la música con los cuerpos aislados donde se extingue la agitación y el movimiento. Aparece la turbación interior, el enfrentamiento entre las concepciones religiosas de la culpa y los apetitos sensoriales que están al margen de la aprobación religiosa, pero que bate sus alas al interior del hombre, al agitado por el bullicio de la modernización, ilustrando el proceso de irrupción de la modernidad en el país.

Un sujeto adormilado que es obligado a asistir y a significar los eventos a los que asiste y a cuestionar su naturaleza en un entorno tradicional, como manifestación de la modernidad y como una posible implicación de su surgimiento en un país rural en el que los campesinos, y los pobres asisten a un proceso de modernización, obnubilados, pero en condición de excluidos. De tal manera, que la modernización no garantiza la libertad del pensar, pero, sobre todo, en Colombia, no apoya la ilustración de las clases menos favorecidas, con lo que se incrementa el abismo social y se les impide salir de la “minoría de edad” a la que refiere Kant.

Conclusiones

El concepto de crisis es amplio, de ruptura, que aparece referenciado de manera implícita y explicita en la obra de Fernando Cruz Kronfly, sea en la obra ensayística como en sus novelas. El concepto de crisis que desarrolla el autor, cuestiona en gran medida la incapacidad de los ciudadanos para alejarse de la doctrina común de la época e instaurar críticamente una construcción propia que no acepte pasivamente los productos de la modernización y el progreso.

Para comprender la crisis de la sociedad colombiana, Cruz Kronfly opera como crítico, en el más estricto sentido kantiano, haciendo uso de su “mayoría de edad” por ende, cuestionando la pertinencia de los entramados políticos y de la religión como elementos coercitivos. Asume con plenitud el rol que asigna Kant al intelectual moderno, al bosquejar los problemas fundamentales del orden establecido, y al advertir los peligros de la crisis que representa la modernización.

En términos generales, la obra de Cruz Kronfly retrata la crisis moderna, manifiesta no ya en la naciente urbe por oposición a la vida rural, sino en los cuestionamientos humanos, en la ruptura interior que se genera en los individuos, en la modernidad mental, sin importar su condición social intelectual. Pues se trata de una posibilidad reflexiva que se abisma al enfrentarse al vacío de la comprensión, pero también al desasosiego y al sinsentido del que no comprende, pero debe enfrentarse a un entorno enrarecido en el que siente; que es el caso de considerables grupos de campesinos y provincianos que llegan a las ciudades centrales, más industrializadas, más importantes, en busca de oportunidades laborales, pero la ciudad poco a poco se ha convertido en un organismo incapaz de absorber a la inmensa población expulsada del campo a la periferia por las constantes sociales.

Fernando Cruz cuestiona e instaura el pensamiento reflexivo a través de sus obras. Advirtiendo la inconveniencia de la modernización vacía de comprensión que subsume aún más a ciertos sectores poblacionales en su letargo, adaptándolos pasivamente a la contemplación y el deseo del progreso, sin trascender la existencia material al orden de las nuevas ideas. En ese sentido, la modernidad profundiza aún más las brechas entre los diferentes grupos sociales, pues en la medida en que un grupo reducido comprende las dinámicas, legisla a conveniencia e incorpora modificaciones en la organización y la legislación, por ejemplo, los ciudadanos comunes con un mínimo de desarrollo crítico se incorporan a las trasformaciones por medio de la dinámica social, pero escasamente se dan por enterados de los cambios en términos objetivos, racionales, críticos y conscientes.

En esa medida, el rol de la academia en el ámbito de las humanidades debe incluir la promoción de lectores que giren sus miradas hacia entornos críticos, que se interesen por realizar interpretaciones enriquecedoras de la producción cultural de sus pensadores, que problematicen el espectro de interpretación del contexto y que reconozcan la pertinencia del desarrollo investigativo en un entorno académico y reflexivo.

Desde la obra ensayística de Cruz Kronfly, y en términos humanos, la Modernidad alude a un ser humano multidimensional que gesta y vive una crisis de la civilización y congrega a su alrededor una serie de rupturas sociales individualistas, hecho que lo sume en sustanciales contradicciones, puesto que la ciencia y la tecnología; elementos movilizadores y determinantes para las trasformaciones desarrolladas durante los últimos tres siglos, desencadenaron el desarrollo del sistema económico capitalista, que a su vez impulsó el desarrollo de la ciencia a niveles que el hombre no hubiera podido imaginar.

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1Contribución de la obra ensayística de Fernando Cruz Kronfly a la reflexión sobre la Modernidad y su crisis en Colombia. Proyecto doctoral en desarrollo, Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia. Seccional Tunja.

Recibido: 09 de Febrero de 2019; Revisado: 14 de Julio de 2019; Aprobado: 30 de Agosto de 2019

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