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Diversitas: Perspectivas en Psicología

versão impressa ISSN 1794-9998

Diversitas v.4 n.1 Bogotá Jan./jun. 2008

 

Celos: un ejercicio de interpretación desde la
perspectiva del análisis de la conducta
*

Jealousy: An exercise of interpretation from the
perspective of the behavior analysis

Nazaré Costa1 **, Romariz da Silva Barros2 ***

1Universidad Federal del Maranhão, Brasil

2Universidad Federal del Pará, Brasil

* Parte de las ideas de este artículo se presentaron en el curso "Celos: perspectivas teóricas y problemas de investigación", dictado por la primera autora, en 2006, en el XV Encuentro Brasileño de Medicina y Psicoterapia Conductual (Brasília-DF).

Recibido: 25 de julio de 2007 Revisado: 24 de septiembre de 2007 Aceptado: 1 de diciembre de 2007



Resumen

Los celos están presentes en la cotidianidad de las personas, en diferentes contextos relacionales, tales como la familia, la escuela y el trabajo. A pesar de que los celos más comunes y frecuentemente estudiados se observan en las relaciones amorosas, los cuales pueden caracterizarse como celos sexuales o celos románticos, la comprensión de este fenómeno es todavía limitada. En Brasil, la producción científica sobre los celos se basa principalmente en datos clínicos. En contraposición, la producción científica norteamericana sobre este asunto es más amplia y se basa a menudo en datos empíricos. A lo anterior se suma la escasez de estudios referentes al Análisis de la Conducta. El presente artículo se propone perfeccionar un análisis conductual preliminar de los celos propuesto por la primera autora de este artículo en 2005. Para eso, se incorporarán argumentaciones del propio Skinner y de analistas de la conducta contemporáneos, como Tourinho (estudioso brasileño) y Donahoe y Palmer (estudiosos norteamericanos).

Palabras clave: celos, análisis de la conducta, comportamiento emocional.



Abstract

Jealousy is something present in everyday life and in different relational contexts (such as family, school, and work). It is more common and frequently studied in the context of love affairs, being categorized as sexual jealousy or romantic jealousy. In spite of that, our understanding of this phenomenon is still limited. In Brazil, the scientific production on jealousy is limited and essentially based on clinical dada. By contrast, the American scientific production on this subject is more extensive and frequently based on empirical data. Additionally, it is also correct to say that studies on jealousy are rare in context of behavior analysis. Considering that, the purpose of the present paper is to improve a preliminary behavior analytic approach of jealousy presented elsewhere by the first author of this paper in 2005, incorporating Skinner's argumentation on the topic as well as ideas of contemporary behavior analysts such as Tourinho (a Brazilian researcher) and Donahoe and Palmer (North American researchers).

Key words: jealousy, behavior analysis, emotional behavior.



Introducción

¿Quién nunca escuchó hablar de los celos, presenció una escena de éstos o se sintió afectado por ellos? ¡Probablemente pocos! Tal vez por este motivo y también por el hecho de que la cultura relaciona los celos con el amor, un fenómeno valorizado en nuestra cultura, es que el tema resulta tan fascinante. De acuerdo con Ferreira-Santos (2003), contextos como la familia, la escuela y el trabajo son los más privilegiados para que los celos se manifiesten. En la familia, los celos son más comunes en la relación entre hermanos cuando uno de ellos recibe más atención que el otro.

Por otra parte, en el trabajo, un empleado que se destaca más por presentar un desempeño ejemplar (que cumple sus tareas, es constante, puntual) provoca celos por haberse destacado más. En la escuela, los celos pueden ocurrir tanto en la relación entre compañeros como en la relación con el profesor. Sin embargo, en la literatura científica lo que se observa es un énfasis sobre los celos románticos (Bevan y Samter, 2004). Éstos los han analizado estudiosos de áreas del conocimiento como la filosofía, la antropología, la biología y la psicología. En el caso de esta última, el fenómeno se trata de acuerdo con la especificación de cada una de las perspectivas teóricas del área.

En cuanto a la producción científica sobre los celos en la psicología, se identifica una gran diferencia entre la producción brasileña y la norteamericana en lo que se refiere al volumen de estudios y también a su naturaleza. En Brasil, la producción es reducida y se funda esencialmente en datos clínicos, mientras que la norteamericana es más amplia y a menudo se basa en datos empíricos.

La producción científica en análisis de la conducta acerca del tema presenta una vacío aún mayor. En un estudio hecho principalmente a través de herramientas de búsqueda como Scirus (www.scirus.com), Ovid (www.ovid.com), Google Académico (scholar.google.com.br), Biblioteca Virtual en Salud (www.bvs-psi.org.br), Science Direct (www.sciencedirect.com), Scielo (www.scielo.br), Isiknowledge (http://isiknowledge.com) y Periódicos Capes (periodicos.capes.gov.br-textos completos), se constató la escasez de discusiones sobre los celos teniendo como referencia el análisis de la conducta. Ante este panorama, en el presente artículo se tiende a perfeccionar un análisis conductual preliminar de los celos, propuesto anteriormente por Costa (2005).


Una posibilidad de comprender los celos

Antes de presentar la comprensión de los celos, es necesario destacar dos aspectos a priori: elementos encontrados en las definiciones de los celos y la diferenciación entre emoción y comportamiento emocional. En un análisis reciente de la literatura sobre los celos románticos y no románticos, realizado por la primera autora (Costa, 2005), se revisaron 78 materiales, entre artículos, libros, disertaciones y tesis de la década de los ochenta hasta el año 2006, con algunas excepciones a este periodo. El estudio evidenció que se citaron 30 aspectos en las definiciones propuestas sobre los celos. Siete de éstos se discutirán posteriormente, teniendo como fundamento el Análisis de la Conducta. Ellos son: respuesta anticipatoria, relación valorizada, función de proteger la relación, situación imaginada, posesión, complejo de comportamientos, cogniciones y emociones, y presencia de eventos cognoscitivos. Estos aspectos se seleccionaron para debatirlos, ya que todos son importantes en un análisis de los celos.

El otro punto para destacar se refiere a la distinción entre "emoción" y "comportamiento emocional". Esta distinción puede ser útil para una caracterización y posterior análisis de un episodio de celos. Así, en un episodio en el que, por ejemplo, el individuo A manifiesta celos del individuo B (su pareja) en función de la aproximación del individuo C (rival), las reacciones provocadas que pasan privadamente en A (los cuales A puede describir a los otros, pero accesibles a observación sólo para sí mismo) se consideran emociones.

En cambio, los comportamientos de A en relación con el rival o con el objeto de los celos son considerados conductas celosas; éstas, a su vez, con frecuencia son públicamente observables. Buena parte de este conjunto de eventos incluye respuestas provocadas por la presencia del rival en competición por el acceso al compañero. Por lo tanto, la distinción "emoción" y "comportamiento emocional" no trata de diferenciar eventos no conductuales de eventos conductuales, tan sólo trata de distinguir componentes conductuales del episodio celoso, como se verá más adelante.

En este sentido, emoción y comportamiento emocional no mantienen entre sí una relación de causalidad; pueden suceder aisladamente. Por ejemplo, una persona puede estar alegre (emoción) y sonreír, cantar (comportamiento emocional), pero también, aunque esté alegre, puede que no presente ningún comportamiento emocional. De igual manera, puede sonreír y cantar sin que esté alegre. Esta proposición se sustenta, por lo menos en parte, en las siguientes afirmaciones: "Dentro de algunas condiciones, una unidad [output] puede ser activa sin una variación correspondiente en comportamiento público" (Donahoe y Palmer, 1994, p. 276), y "No toda contingencia operante involucra el componente reflejo" (E.Z. Tourinho, comunicación personal, 23 de agosto de 2007). Entonces, mientras que la emoción envuelve respuestas provocadas, el comportamiento emocional se refiere a comportamientos operantes.

Teniendo como base el análisis anterior de la literatura sobre los celos, entonces se propone que sean definidos como una respuesta emocional provocada por una situación de competición por reforzadores primarios y secundarios, mientras que la conducta celosa sea concebida como una clase operante, en general, reforzada negativamente por la eliminación del rival o atenuación de la situación de competición y controlada por la misma situación de competición por reforzadores1. La conducta celosa puede efectivamente interferir en la situación de competición y puede interrumpirla, siendo, por lo tanto, reforzada. Las contingencias que envuelven la conducta celosa, efectiva o no, tendrían sus subproductos emocionales como cólera, tristeza, miedo, satisfacción, placer, etc. Algunos de estos subproductos son citados como componentes de los celos por autores como Buss (2000), Harris (2000,2003a, 2005), Mathes (1991) y Sabini y Green (2004).

Es importante resaltar que Bandeira (2005), en un estudio hecho con niños de dos y tres años, observó que la conducta celosa aumenta o disminuye de frecuencia si la consecuencia es reforzadora o no, respectivamente, como cualquier operante, corroborando la argumentación de Menezes y Castro (2001) y Costa (2005), según la cual la conducta celosa es sensible a sus consecuencias.

De manera esquemática, el análisis sería así:

En la Figura 1 se muestra que el evento antecedente ocasiona tanto el componente provocado (los celos) como el componente operante (conducta celosa), aunque también pueda evocar apenas uno u otro tipo de respuesta. En el primer caso, imagine que Leticia siente la emoción celos ante el hecho de que su enamorado está conversando con su exnovia; entretanto, ella continúa la conversación con la pareja de amigos que se encuentra en la misma mesa. En el segundo caso, Alejandro y Gabriela están en una fiesta acompañados de unos amigos. Como Alejandro alegó que estaba cansado, Paulo, un amigo de la pareja, se fue a bailar con Gabriela. Ellos habían bailado varias canciones cuando sus amigos comenzaron a molestarlo: "¡Oye! ¿Vas a dejar que tu enamorada baile con otro toda la noche? Yo ya habría ido a decirles algo". Al comienzo, Alejandro dijo que no pasaba nada, que no estaban haciendo nada malo, pero por la insistencia del grupo se paró y le pidió a Gabriela que lo acompañara. En esta situación, uno puede suponer que aunque Alejandro haya presentado un comportamiento operante, que puede clasificarse como celoso, la emoción celos puede no estar presente. Es de notar que el último ejemplo ilustra una situación en la cual únicamente es posible considerar la conducta como celosa si sólo se mira la topografía. Eso muestra la dificultad en probar que puede haber conducta celosa sin la emoción como elemento mediador, que es un presupuesto básico del Análisis de la Conducta.

Esta interpretación se aproxima al análisis skinneriano sobre la emoción, pero también se aleja por dos motivos principales. Primero, porque Skinner (1984, 1965), al abordar la emoción, no parece separar componentes provocados de operantes y, segundo, por denominar respuestas emocionales tanto a las respuestas públicas como a las privadas. A decir verdad, es posible estar de acuerdo parcialmente con Skinner en este segundo aspecto. A pesar de la conducta celosa sólo si se mantiene en función de las consecuencias, por lo menos algunos precurrentes (o sea, conductas precedentes que aumentan la probabilidad de efectividad de conductas siguientes) pueden ser privados; por ejemplo, el celoso puede contarles de manera inaudible a los demás todo lo que pretende decirle al rival, antes de que efectivamente se lo diga. En caso de que la conducta celosa fuera un homicidio, buena parte de la premeditación del crimen puede caracterizarse como precurrentes privados. Aun así, como se está buscando una mayor precisión conceptual, la separación entre respuesta privada y comportamiento público parece más adecuada al objetivo. Entre tanto, lo que llama la atención es el hecho de que Skinner (1984) se refiera al comportamiento de Otelo, personaje de Shakespeare, como conducta celosa. En su breve análisis, afirma que la conducta celosa emitida por Otelo de matar a la esposa sofocada, es constituida tanto por respuestas emocionales públicas como privadas.

Cuando Skinner señala que la conducta celosa está constituida por respuestas emocionales en los niveles público y privado, tal argumentación se muestra compatible con la recomendación de Tourinho (2006), según la cual es más adecuado usar el término respuesta encubierta en vez de comportamiento, pues considera que comportamiento es la relación entre la acción del organismo (respuesta) y las situaciones ambientales. Por consiguiente, también tiene sentido considerar el componente provocado de los celos como respuesta y el componente operante como conducta celosa, pues éste se define en la interacción del individuo con el ambiente.

La expresión "comportamiento emocional" también la emplean Pierce y Epling (1999) para referirse a los comportamientos operantes que suceden durante el proceso de extinción. En estos contextos, los autores citan el hecho de golpear y de insultar como ejemplos de comportamientos emocionales. Obviamente, es aceptable suponer que el individuo que presenta tales comportamientos sienta la emoción de cólera. Sin embargo, parece admisible que pese a sentir cólera, el individuo pueda, en función de contingencias específicas, no golpear, no insultar o no presentar cualquier otro comportamiento operante característico de dicha emoción.

Otra referencia que también puede contribuir para integrar y dar soporte a la proposición de celos aquí elaborada es la de Teixeira Jr. y Souza (2006). En un libro titulado Vocabulario de análisis de la conducta, estos autores argumentan que la emoción (o respuesta emocional) involucra más respuestas respondientes o provocadas. Se cree que esta argumentación se muestra compatible tanto con la comprensión de Skinner (1984; 1965), como la suposición de Donahoe y Palmer (1994) sobre relaciones provocadas y operantes. Para los autores, éstas deben entenderse como relaciones que varían a lo largo de un continuo, siendo respondientes son provocadas por estímulos fuertes y específicos; en cambio, los estímulos que controlan operantes son más débiles e inespecíficos. Una correlación de esto con la fuerza de las conexiones sinápticas ya se sugirió; cuando se trata de actividad implicada en contingencias respondientes, las conexiones sinápticas son relativamente fuertes y en la actividad implicada en contingencias operantes, son relativamente débiles (Donahoe y Palmer, 1994).

Esta forma de concebir los fenómenos emocionales parece estar de acuerdo con la afirmación de Tourinho (2006), que se refiere a que las "emociones pueden ser más o menos limitadas a procesos selectivos filogenéticos, más o menos un producto de procesos ontogenéticos adicional y selección cultural" (Tourinho, 2006, p. 26). De esta manera, para el autor, conceptos emocionales se refieren a fenómenos que envuelven niveles diferenciados de complejidad: filogénesis, ontogénesis y cultura.

Vale la pena destacar que el abordaje propuesto por Tourinho (2006) no concluye con la argumentación arriba mencionada. En realidad, el autor describe un análisis de fenómenos privados o encubiertos que pretende complementar al de Skinner, incorporando ideas de Donahoe y Palmer (1994) al respecto del continuo de observabilidad de las respuestas, así como ideas de Kantor —representante del interconductismo— acerca de que eventos denominados privados podrán considerarse eventos sutiles2. Al desarrollar su argumento, Tourinho usa el miedo como un modelo que podría utilizarse en cualquier concepto emocional. Por este motivo, el miedo, como lo analizó el autor, se describirá a continuación.

El ejemplo es de un niño que tiene miedo a su profesor(a). En esta situación, el niño puede presentar diversas respuestas provocadas cuando el profesor está presente; emite diferentes operantes de fuga o esquiva al profesor, las actividades escolares y la propia escuela; identifica sus condiciones corporales y se autodescribe con miedo; "pude aprender que tener miedo al profesor es característico de personas que no son inteligentes y peor todavía, que es motivo de vergüenza no ser inteligente" (Tourinho, 2006). En resumen, Tourinho afirma que como esta situación de miedo involucra diferentes grados de complejidad, se recomienda usar intervenciones distintas para lidiar con cada uno de los niveles, siendo más exacto hablar de "miedos" y no de miedo. "Miedo es una respuesta verbal que ocurre dentro del control de conjuntos más o menos complejos de relaciones" (p. 27).

Se supone que el análisis de conceptos emocionales sugerido por Tourinho (2006) da soporte y complementa tanto la afirmación de Gikovate (1998) en relación con el hecho de que es más adecuado o necesario hablar de celos, como también la definición que de éstos se ofrece en el presente artículo. Tan sólo un complemento parece necesario para la definición anterior: un individuo siente la emoción celos y/o presenta una conducta celosa únicamente a partir del momento en que interactúa con una cultura (comunidad verbal) que le enseña a denominar estos eventos como celos (Skinner, 1945, 1965; Tourinho, 2006). Parafraseando a Tourinho (1997), se puede afirmar que los celos, "en tanto fenómeno [o concepto] psicológico, tiene su existencia determinada y limitada por las prácticas culturales" (p. 180).

De esta manera, la argumentación de Sharpsteen, hace casi 15 años, es perfectamente contundente: "Los celos románticos [o sencillamente celos] es mejor definirlos como una situación y no como una emoción" (1993, p. 69).

Considerando las distinciones y demarcaciones de conceptos hasta aquí mencionadas, a partir de este punto se retomarán los siete aspectos descritos por teóricos de diferentes perspectivas en materia de celos, con el fin de que puedan interpretarse desde la óptica del análisis de la conducta.

La literatura señala que los celos serían una respuesta anticipatoria ante la posibilidad de pérdida, que envuelve una relación valorizada y posee como función proteger la relación de esta posibilidad. El componente anticipatorio de esta definición produce limitaciones de validez científica de una explicación del fenómeno, en la medida en que la explicación del comportamiento basada en eventos futuros no privilegia la manipulación experimental y la producción de conocimiento empírico.

En ese sentido, en un abordaje analítico-conductual del problema, sería posible decir que la llamada respuesta anticipatoria puede entenderse como el responder a eventos que en el pasado antecedieron a episodios de pérdida o competición por reforzadores y que, por lo tanto, se emparejaron con esas ocasiones asumiendo parte del control de la respuesta. Si entendemos la presencia de competidores por acceso a reforzadores como un evento con componentes aversivos, entonces los eventos sistemáticamente emparejados con la presencia de competidores pueden adquirir función aversiva.

Partiendo de estos elementos, se puede decir que la conducta celosa es una respuesta anticipatoria solamente en el sentido de que, en el pasado, algunos eventos (teléfono ocupado, tardanzas en compromisos, manchas de lápiz labial en la camisa, olores a perfumes no usuales) se pueden haber emparejado con el estímulo antecedente original (competición por acceso a reforzadores). De esta manera, cuando en el presente el individuo se encuentra ante aquellos eventos, tiende a comportarse como en el pasado, cuando hubo competición por reforzadores ligados a la relación amorosa. Este análisis también es útil para entender la afirmación según lo cual las conductas celosas pueden ocurrir delante de una situación imaginada. El individuo en realidad está respondiendo a estímulos presentes (y no imaginarios), emparejados (estímulos con funciones condicionadas) al estímulo primario.

Una situación de emparejamiento de estímulos también es capaz de explicar la situación citada por Purshouse (2004), en la cual un compañero infiel puede ofrecer más atención al compañero de la relación primaria y no menos, como es lo esperado, bajo el control de algún sentimiento de culpa. En este episodio, desde el punto de vista de la persona engañada, puede haber existido emparejamiento entre una atención aumentada para sí y la presencia del rival. Ya en el futuro, cuando el compañero dispense más atención al otro, podrán presentarse comportamientos celosos.

La expresión "relación valorizada" se puede comprender como una relación en la cual el individuo obtiene reforzadores. Ya cuando se dice que los celos tienen la función de proteger la relación, se puede interpretar que la conducta celosa tiende a garantizar o mantener el acceso a los reforzadores obtenidos en la relación y apartar al rival.

Según Purshouse (2004), los celos pueden ocurrir aunque no se tenga la cosa que es objeto de los celos. Por eso, la posesión como un componente definidor de los celos, en un análisis analítico-conductual, no es necesaria una vez que el que debe considerarse es la competición por reforzadores. Imagine que Carlos está interesado en enamorar a una compañera de su clase llamada Ana. Siempre que otros muchachos la saludan con besos o sencillamente conversan con ella, Carlos presenta celos o conducta celosa. En este ejemplo, aunque Carlos no tenga una relación amorosa con Ana, se puede decir que Ana es una fuente de reforzadores tanto primarios como secundarios. Cuando Ana está sola, Carlos se le aproxima, y ella le presta atención, sonriéndole, despejando sus dudas en algunas materias, conversando sobre asuntos de interés común, etc.

Algunos autores también señalan que los celos se refieren a un conjunto o complejo de comportamientos, cogniciones y emociones. Para el Análisis de la Conducta, cogniciones y emociones también son ejemplos de relaciones entre organismo y ambiente, pudiendo haber relaciones de control entre respuestas privadas (cogniciones y emociones) y públicas (Tourinho, 1997). Así, cuando se trata de los celos, no se debe restringir el análisis de una respuesta o reacción específica en apenas un nivel. Sin embargo, se resalta que no se defiende cualquier relación causal entre eventos que ocurren en el nivel privado y aquellos que ocurren en el nivel público.

La argumentación según la cual los eventos cognoscitivos como creencias e interpretaciones forman parte de los celos, como proponen los cognitivistas, lleva a considerar un último aspecto necesario para una enunciación más parsimoniosa de los celos, también señalada por autores cognitivistas, como Harris (2000, 2002, 2003a, 2003b): la cultura.

Al igual que los cognitivistas, no se descarta la participación de la selección natural en la selección de conductas celosas; al fin y al cabo, en el modelo analítico-conductual se considera la conducta como la relación entre el organismo y los eventos ambientales que ocurren durante la historia de la especie y de aquellos que están presentes en las historias del propio individuo y de la cultura en la cual se implanta (Skinner, 1990).

En relación con las creencias, reglas o auto-reglas, en una interpretación analítico-conductual, también de manera semejante a los cognitivistas, se cree que éstas pueden ejercer control sobre comportamientos celosos, una vez que la cultura establece maneras de comportarse en diferentes relaciones. Por lo tanto, el grupo o la cultura puede instalar y mantener conductas celosas. Esto quedó claro en el ejemplo citado anteriormente cuando Alejandro, bajo el control de reglas del grupo de amigos, interrumpe el baile entre Gabriela, su enamorada, y un amigo.

Hupka (1991), autor con formación en psicología experimental, afirma que "una perspectiva cultural de celos no puede ignorar la influencia genética sobre el comportamiento humano" (p. 252). La capacidad para presentar la emoción se determina filogenéticamente, pero su provocación y ocurrencia se aprende ontogenéticamente.

De acuerdo con Clanton y Kosins (1991), es la cultura la que enseña a valorizar determinadas relaciones. En este orden de ideas,

Comportamientos celosos específicos varían enormemente a través de las culturas... debido a la gran diversidad de creencias [reglas y auto-reglas] humanas sobre (1) lo que constituye una relación valorizada, (2) lo que constituye una amenaza a tal relación y (3) lo que se debe hacer para proteger una relación amenazada (p. 141).

La propuesta de comprensión de los celos a partir del Análisis de la Conducta aquí descrita parece señalar elementos importantes para un análisis operacional de los celos. Con todo, como se trata de una propuesta fundamentalmente interpretativa, cabe el desarrollo de estudios que puedan sustentarla o no, complementándola y perfeccionándola.



Pie de Página

1 Es necesario decir que no toda conducta celosa es efectiva para alejar al rival. En algunos casos, el individuo celoso aproxima más su compañero al rival, debido a la aversividad de sus comportamientos. Además, la conducta celosa puede reforzarse también positivamente con la atención social.

2 Para profundizar sobre estas proposiciones, ver Donahoe y Palmer (1994) y Hayes (1994), respectivamente.



Referencias

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** Profesora asistente del Departamento de Psicología de la Universidad Federal do Maranhão. Doctoranda en Psicología en Teoría e Investigación del Comportamiento en la Universidad Federal do Pará, con becaria Capes.

*** Profesor asociado al Departamento de Psicología Experimental de la Universidad Federal de Pará, con beca de Productividad del CNPQ (Conselho Nacional de Desenvolvimento Científico e Tecnológico [proceso número 311073/2006-9]), que es un incentivo a la productividad científica.

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