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Diversitas: Perspectivas en Psicología

versão impressa ISSN 1794-9998

Divers.: Perspect. Psicol. v.7 n.2 Bogotá jul./dez. 2011

 


Posibilidades y desafíos de las organizaciones solidarias:
el caso de las organizaciones de recicladores en
la ciudad de Bogotá
*

Possibilities and Challenges of Solidarity Organizations:
the Case of Recyclers' Organizations in Bogotá

Claudia María García**

Universidad Piloto de Colombia

* Artículo de investigación. Grupo de investigación GOCE, Gestión de Organizaciones desde Corrientes Emergentes.

Recibido: 26 de abril de 2011 Revisado: 30 de mayo de 2011 Aceptado: 30 de julio de 2011



Resumen

Este artículo es el resultado del acercamiento a una asociación de recicladores de la ciudad de Bogotá, con el fin de observar cómo ha sido la organización de un grupo de trabajadores, que se ha visto avocado a generar procesos asociativos en medio de condiciones laborales sustentadas en lógicas individualistas e inmediatistas. Los resultados del estudio permitieron ver cómo el proceso asociativo ha propiciado el reconocimiento social y político de los asociados, la construcción de una dinámica colectiva en tensión con la lógica del trabajo individual y la transformación de prácticas deliberativas, relacionales y de liderazgo. Las dificultades que enfrentan las organizaciones de recicladores obligan a construir nuevos escenarios en los cuales las redes de colaboración con organizaciones privadas y públicas favorezcan el desarrollo y viabilidad de estas iniciativas.

Palabras clave: organizaciones alternativas, organizaciones sociales, recicladores, subjetividades laborales, trabajo informal.



Abstract

This paper is the result of an approach made to a recyclers association in Bogotá, in order to observe how the organizational process has been for a group of workers bound to conform associative processes within working conditions sustained on individualistic and immediate logics. From the results, it was possible to see how the organizational process has fostered social and political recognition for the associated, the construction of a collective dynamic in tension with the individual work logic and the transformation of deliberative, relational and leadership practices. The difficulties faced by the recyclers' organizations force to build new scenarios of collaboration networks with private and public organizations to promote the development and viability of these associations.

Keywords: alternative organizations, social organizations, recyclers, labor subjectivities, informal work.



Introducción

En este artículo se plasman los resultados de un estudio cuyo objetivo fue comprender la dinámica del proceso asociativo de un grupo de recicladores en la ciudad de Bogotá, en el marco de la reestructuración del sistema de aseo en la ciudad y en medio de condiciones laborales sustentadas en el individualismo e inmediatismo. Se buscaba entender cuáles han sido los aprendizajes y las ventajas que reporta un grupo de recicladores que participan en procesos asociativos, y cuáles las dificultades y desafíos en relación con las demandas que esta población tiene de organizarse para no ser excluidos del nuevo sistema de manejo de residuos sólidos de la ciudad.

Este estudio se enmarca dentro del propósito de explorar y sistematizar modelos organizacionales alternativos, fundados en lógicas no capitalistas. Formas organizacionales que emergen a partir de la iniciativa de sujetos que ante los procesos de exclusión que experimentan, se organizan para dar solución a problemáticas comunes. Estas iniciativas se inspiran en la idea de que,

para superar la exclusión estructural del sistema capitalista, es necesario y posible construir un sector no capitalista de economía solidaria, sin relaciones de explotación del trabajo, que se apoya en una base mercantil, pero que introduce valores de solidaridad, pluralidad social y cultural, respecto a la naturaleza, autonomía de gestión, democracia interna, etc. (Coraggio, 2008, p. 42).

A su vez, este trabajo se circunscribe en el interés por cuestionar los paradigmas dominantes en la psicología y en particular en la psicología organizacional. Una psicología que no se produce en nuestro contexto, sino que es fruto de la apropiación-adaptación de conocimientos y técnicas producidos en países nor-atlánticos y por tanto, que nacen para dar solución a problemáticas específicas, en un contexto laboral muy diferente al nuestro, y que al ser apropiados de manera acrítica se convierten en vehículos para importar lógicas dominantes de las sociedades nor-atlánticas que tienen implicaciones, no necesariamente favorables, en nuestra realidad laboral (Pulido, 2009). Al asumirse como saberes superiores y universales reproducen formas de dominación neocolonial desde las cuales se configuran las categorías para interpretar la realidad, ignorando y subalternizando otros modos de conocimiento y significación (Escobar, 2005, Mignolo, 2007). Esta colonialidad a través de categorías ajenas, impone los marcos desde donde se definen los problemas relevantes, así como también las soluciones (Ibarra-Colado, 2007). Según este último autor, la aceptación acrítica de estos saberes impide preguntarse acerca de la posibilidad de otras formas de existencia que "lleven a normas de coexistencia y modos de organización basados en nociones alternativas de racionalidad, distintas de aquellas basadas en el mercado y en el intercambio económico” (p. 10). Frente a esa situación autores como Escobar (2004) proponen un pensamiento de frontera a través de la recuperación de conocimientos fronterizos que emergen a partir de las experiencias de sujetos situados en los márgenes del proyecto moderno capitalista. Como lo plantea Ibarra-Colado (2007): “Es necesario un conocimiento organizacional diferente, construido desde la perspectiva de la ‘otredad’” (p. 4).

En países como Colombia la realidad laboral para la mayoría de los trabajadores se desarrolla en el contexto de lo que se ha denominado como trabajo informal. El aumento del desempleo, el predominio del trabajo informal, relaciones laborales que llevan a condiciones de trabajo cada vez más precarias y la falta de oportunidades para acceder a una vida digna, son algunos de los ingredientes que configuran, un escenario de creciente exclusión política social y económica para una gran mayoría de personas. Son estas circunstancias y la necesidad de construir opciones de vida dignas, lo que impulsa a una multitud de trabajadores a buscar, a través de la unión con otros, la construcción de alternativas de trabajo colectivo que den solución a problemáticas compartidas y mejoren sus condiciones de vida, de manera que, el trabajador y su capacidad de trabajo constituyan el fin y no el medio/instrumento -como en las relaciones laborales capitalistas- del proceso productivo (Abramovich y Vásquez, 2007). En ese sentido, a través de la asociatividad los trabajadores no sólo buscan asegurar su supervivencia, sino también garantizar condiciones de vida en las que puedan desarrollar su potencial como sujetos sociales, económicos y políticos.

En el proceso de construir formas de trabajo colectivas, los sujetos se enfrentan a la necesidad de desarrollar prácticas alternativas a las desplegadas en el marco de las relaciones asalariadas. Así, al recaer la viabilidad de la organización en las acciones de los propios trabajadores, estos se ven en la obligación de desarrollar prácticas de autogestión que permitan asegurar la sostenibilidad de la organización. En este proceso, en el que los trabajadores deben aprender a construir con el otro, el trabajo se convierte en un escenario de experimentación de prácticas de deliberación democráticas; así, la acción colectiva y los proyectos comunes, se convierten en el marco de construcción de sujetos colectivos, lo que contrasta con los procesos de individualización y competencia entre los trabajadores, en el contexto de las relaciones basadas en el mercado, en donde el más apto sobrevive; este proceso de individualización sobre todo se acentúa con el incremento de formas de contratación flexible que permite a las empresas reducir los riesgos económicos frente el incremento de la competencia, desplazando el riesgo hacia los trabajadores.

La colectividad como origen de dichas experiencias organizativas, implica por un lado la construcción de nuevos escenarios relacionales basados en la horizontalidad, la participación democrática y la deliberación, y de otro lado el desarrollo de capacidades de trabajo y de gestión colectivas que permitan al grupo asegurar su sostenibilidad. De esta manera, estos escenarios laborales se constituyen en espacios de experimentación de prácticas basadas en la colectividad, democracia y autogestión y, por tanto, en espacios de configuración de otras subjetividades; formas de existencia con contenido emancipador en tanto apuntan a la transformación gradual en las relaciones sociales de producción dominantes (Abramovich y Vásquez, 2007). Según Sarria y Tiribia (2001) estas experiencias emergentes, podrían constituirse en el embrión de una nueva cultura laboral.

Sin embargo, como se verá en el caso de las organizaciones de recicladores, la sostenibilidad de este tipo de iniciativas se pone en cuestión en tanto

la génesis, desarrollo y consolidación de capacidades humanas e institucionales bajo nuevas formas de producción basadas en la organización autogestionaria del trabajo y en la gestión consciente del sistema de necesidades (orientadas por la reproducción ampliada de la vida de todos) dependen no sólo de la voluntad y consistencia de las acciones de los trabajadores y sus comunidades inmediatas, sino de un contexto que incluye como componente principal el acceso a bienes públicos no monetizados provistos en parte, pero no solamente, por el estado en sus diversos niveles (Coraggio, 2008, p. 45).

La viabilidad de iniciativos como en el caso de las asociaciones de recicladores que apuntan a la construcción de alternativas de trabajo dignas, depende de su articulación con otros actores y sobre todo del apoyo del Estado.

La incursión en procesos organizativos por parte de un sector de la población recicladores en el país y de la mano de la Fundación Social1, fue desencadenado inicialmente por las difíciles condiciones en que estas personas desarrollan su trabajo; es así como los recicladores organizados en los años ochenta y noventa empiezan una lucha por el reconocimiento del gremio, ante la situación que se vivía en esa época, caracterizada por la prohibición de la actividad en las principales ciudades; de esta forma, se les asociaba con la población de indigentes, con la invasión del espacio público y con lo ilegal (Álvarez y Torres, 2004).

Para entender el marco en el que nacen estas organizaciones a continuación se hará una contextualización de lo que es el reciclaje popular, las condiciones en las que se ha venido realizando este trabajo y los desafíos que tiene la población de recicladores frente a los cambios que demarcan las políticas públicas en relación con el manejo de residuos.


El reciclador y el reciclaje popular

La generación de residuos en las ciudades de Colombia y la falta de una cultura de reciclaje por parte de los ciudadanos, ha generado una posibilidad de trabajo para miles de personas, quienes frente a la falta de oportunidades laborales han encontrado en el reciclaje una fuente de supervivencia. Los recicladores constituyen un eslabón de la cadena de actividades y actores que conforman "el circuito de reciclaje" (Parra, 2007). Particularmente, los procesos desarrollados por los recicladores -recuperación, recolección y transporte de residuos- se ubican en el sector informal de la economía, generando un valor al proceso que no les es reconocido y que por el contrario es usufructuado por actores que se ubican en las etapas ulteriores del circuito (Parra, 2007). Al describir el circuito de reciclaje Parra (2007) pone en evidencia cómo la rentabilidad de todo el proceso se sustenta fundamentalmente en la condición de informalidad en la que los recicladores realizan su aporte al mismo. Según este autor, una vez los ciudadanos consumen productos, desechan los residuos sin separarlos y los disponen en las calles para que sean recogidos por las empresas de aseo; dispuestos los residuos, entran los recicladores a recuperar los materiales reciclables, transportándolos por sus propios medios -carretas, costales, triciclos, carros esferados- a bodegas pequeñas en donde los venden por un valor correspondiente al peso recuperado, que fluctúa según la lógica del mercado. En esta bodega los materiales son clasificados por tipo de material, para ser vendidos de nuevo a una bodega mediana en la que se acopian los materiales reunidos por varias bodegas pequeñas. Luego, los materiales son vendidos a bodegas grandes especializadas en cada uno de los materiales reciclables y, finalmente, estos terminan en el eslabón donde se cierra el circuito: la industria pre-transformadora y productora. En toda esta cadena de intermediarios al reciclador se le termina pagando una fracción mínima en relación con el precio fijado por la industria, en la medida en que los bodegueros cuadran sus ganancias comprando a un menor precio a los eslabones que están en el nivel inferior. De esta forma, según Parra (2007) el valor agregado generado por el trabajo del reciclador -que no es reconocido en la venta del material- se distribuye a través de los diferentes intermediarios. Los costos de la recuperación, selección y transporte son asumidos por el reciclador, y las ganancias derivadas de este ahorro, terminan siendo apropiadas por los intermediarios.

Según un estudio realizado por la Uesp y el Dane (2004) en Bogotá hay 18.506 personas relacionadas con la actividad del reciclaje de las cuales 8.479 trabajan directamente en el reciclaje. Esta cifra tiende a incrementar debido al fenómeno del desplazamiento y a la falta de opciones de trabajo, miles de personas encuentran en esta labor una opción de supervivencia que no exige formación ni contrato laboral. Este estudio señala que existen 3.592 hogares de recicladores con una población de 18.506 personas de los cuales 48.8% son recicladores y el 54.2% dependen de dicha actividad. De las características mencionadas en este estudio acerca de la población de recicladores se pueden destacar las siguientes: del total de recicladores el 58% tienen como máximo educación primaria y el 17,3% son analfabetas, de los cuales el 57% corresponde a mujeres y el 43% a hombres. El número promedio de miembros de los hogares de recicladores es de 5 personas comparado con el promedio de Bogotá de 3 personas.

La actividad del reciclaje ofrece ventajas significativas desde el punto de vista económico, porque a partir de los materiales recuperados se producen mercancías obtenidas por fuera del circuito del mercado y desde el punto de vista ambiental porque a través de esta actividad se logran recuperar 600 toneladas diarias de material reciclable evitando que lleguen como desechos al relleno sanitario. Sin embargo, aunque los recicladores aportan con su trabajo una importante cuota en este proceso, no sólo el pago que reciben no compensa su contribución, sino que deben enfrentar situaciones difíciles como ser objeto de discriminación por parte de la ciudadanía al ser asociados con los desechos, fuente de su trabajo; exponerse a riesgos derivados de las condiciones de trabajo -horarios nocturnos, jornadas extensas, competencia entre sus pares, ausencia de protección social, medios de trabajo rudimentarios- y hacer frente a la amenaza de ser excluidos de su única fuente de trabajo ante la tendencia hacia la privatización del sistema de aseo.

Una de las dificultades que enfrenta la población recicladora es la discriminación de la que es objeto por parte de la ciudadanía, pues a pesar de que su labor tiene un impacto positivo en la recuperación de los desechos2 y la inserción de estos en el circuito industrial, precisamente el contacto con la basura que su trabajo implica, hace que sean asociados a lo que ésta representa para las personas: suciedad, contaminación, etc. De otro lado, se ignora la heterogeneidad de la población dedicada al reciclaje y se mete en el mismo costal al reciclador de oficio que asume esta actividad como una forma de ganarse la vida dignamente y al habitante de la calle que recurre al reciclaje de manera ocasional. Esta falta de precisión en la caracterización del reciclador lleva a generalizaciones que terminan asociando a toda la población con el consumo de sustancias psicoactivas, por ejemplo.

Diversos son los intentos de clasificación de los recicladores, que buscan realizar una aproximación más fiel a la realidad de este grupo de trabajadores. Ángela Silvestre de la Organización Enda (en Parra, 2007) propone la siguiente clasificación:

El Reciclaje de oficio permanente: constituido por recicladores que reconocen el reciclaje como su actividad de trabajo principal y por la permanencia en el oficio; pueden tener cierto nivel de especialización en las actividades de selección y comercialización de cierto tipo de materiales y desarrollan acuerdos de intercambio con fuentes3.

El Reciclaje de oficio temporal: conformado por las personas recién llegadas al oficio que recurren a éste como alternativa temporal pero con posibilidad de proyección.

El Rebusque: lo constituyen aquellas personas que combinan el reciclaje con otras labores y reciclan según las circunstancias y necesidades. No hay especialización y la inestabilidad es un rasgo característico.

Al ser la calle el territorio común a todos los que ejercen la actividad del reciclaje y además, al practicarse en la mayor parte de casos durante la noche, lleva a que se tienda a confundir al reciclador de oficio con el indigente; sin embargo, según Parra (2007), entre ellos mismos existen claras distinciones que en muchos casos implican posturas discriminatorias.

Además de la discriminación y estigmatización de la que son objeto los recicladores, las condiciones informales en las que realizan su trabajo llevan a que el individualismo y la inmediatez sean patrones característicos de su forma de trabajo (Parra, 2003). Así, el viaje, término utilizado para denominar el recorrido que hace el reciclador desde que empieza su jornada con el medio de acarreo vacío y sale a recorrer los sectores de recolección, hasta cuando acumula los suficientes materiales para su comercialización, se constituye en el 70% de la jornada laboral y su duración depende del medio de acarreo que utilice el reciclador (Parra, 2003); por ejemplo, quienes utilizan medios como la zorra, el viaje puede durar entre 3 y 8 horas mientras que para quienes utilizan carro esferado el viaje puede tomar varios días (Parra, 2003). En el recorrido por las diversas zonas de la ciudad, los recicladores tratan de definir rutas de reciclaje, sin embargo, muchas veces por la necesidad de acumular material para asegurar el sustento diario, las rutas no son respetadas, lo que promueve un comportamiento individualista basado en la violencia entre ellos mismos para acceder a las fuentes (Parra, 2003).

En síntesis, el reciclador desarrolla su actividad en unas condiciones bastante precarias, porque el pago que recibe no compensa su trabajo, no tiene seguridad social, desarrolla su labor en prolongadas jornadas nocturnas en la calle exponiéndose a accidentes de tránsito y a altos niveles de violencia con sus pares.

De otro lado, el carácter informal del trabajo del reciclador incide en la falta de diferenciación entre la unidad productiva y la unidad familiar: la familia es la misma unidad productiva (Parra, 2003) ya que todos los miembros de la familia, aún los niños, aportan en la producción. No obstante, a pesar de que todos aportan, las mujeres deben asumir el cuidado de los hijos y los hombres toman las decisiones y administran los recursos.

La informalidad también se manifiesta en que no tienen que rendir cuentas a un jefe y no hay horarios impuestos. Adicionalmente su relación con los bodegueros a quienes venden el material recogido está basada en muchos casos en el paternalismo por parte del bodeguero quien ofrece dádivas o préstamos al reciclador para asegurar su compromiso de manera que éste no venda el material a otro bodeguero.


Organizaciones de recicladores

La situación de vulnerabilidad del reciclador y más recientemente, la tendencia hacia la privatización del servicio de aseo que abre la posibilidad de excluir a la mayor parte de la población de recicladores de la única opción de trabajo que tienen, ha puesto de relieve la necesidad de promover procesos organizativos entre ellos.

Actualmente el Distrito a través de la UAESP4 está en proceso de estructuración y definición del sistema de manejo de residuos sólidos. Este proceso se inicia después del año 1998 cuando se deslizan miles de toneladas del relleno sanitario de Doña Juana obligando a la UAESP, después de la realización de un estudio, a plantear alternativas para el manejo de residuos sólidos y reducir la dependencia del relleno sanitario de "Doña Juana" (Parra, 2003). De este proceso se derivó la formulación del SOR -Sistema Operativo de Reciclaje-, cuya estructura según Parra (2007) se basó en los altos índices de rentabilidad, desconociendo la realidad del reciclaje popular. En el año 2004 el SOR propone un sistema basado en el reciclaje en la fuente y la entrega de rutas de recolección selectiva a cargo de empresas privadas, transporte a un parque industrial para la transformación de materiales, proceso que requeriría mano de obra en su mayoría compuesta por aproximadamente 800 recicladores de los 15.000 o más recicladores que se estima existen en la ciudad (Parra, 2007). Esto implica que gran parte de la población recicladora se quedaría sin opciones de trabajo. Tal como está planteado el SOR, el reciclaje popular está destinado a desaparecer y las posibilidades de inclusión sólo están contempladas para aquellos grupos de recicladores organizados y en alianza con consorcios, ya que el funcionamiento de las organizaciones de recicladores es incierto para el Distrito (Parra, 2003).

A pesar de que uno de los objetivos del SOR es "Promover la integración de los diferentes actores sociales mejorando sus condiciones dentro de la cadena del reciclaje", según Parra (2003) no es tan claro como será la inclusión de los recicladores en el sistema, teniendo en cuenta que la adjudicación de la prestación del servicio de recolección de basura y reciclaje en el nuevo sistema, se basa en una lógica de mercado y así iniciativas privadas con mayor capital y capacidad tecnológica y de infraestructura entrarán a competir con las asociaciones de recicladores para quedarse con el material reciclado. La incertidumbre frente a la real inclusión de los recicladores en el sistema se deriva de los antecedentes en los procesos licitatorios que se han conducido en el marco del sistema de aseo. De esta manera, en el año 2003 se expide la licitación para la prestación del servicio público de recolección de basuras, que incluye la ruta de recolección selectiva de material reciclable; para acceder a dicha licitación las empresas debían demostrar respaldo financiero de aproximadamente 11 millones de pesos, lo que excluye toda posibilidad de que la población recicladora y sus organizaciones sean incluidas. La ARB -Asociación de recicladores de Bogotá- interpone una tutela argumentando que estas condiciones imposibilitan la participación de la población recicladora en la prestación parcial del servicio de aseo. Esta acción llevó a la Corte Constitucional a expedir una sentencia exigiéndole al Distrito a establecer acciones afirmativas a favor de los recicladores en las licitaciones y contrataciones del servicio público de aseo. Más recientemente, y a pesar de esta sentencia, en el proceso de licitación que adjudicará la operación del relleno de Doña Juana en el año 2010, de nuevo se excluye a gran parte de los recicladores. LA ARB nuevamente interpone varias tutelas y la Corte ordena la suspensión del proceso.

No obstante, estos antecedentes y además las contradicciones y ambigüedades del Plan Maestro de Residuos Sólidos (Parra, 2003) que no permiten dar claridad acerca de cómo se incluirá la población recicladora, un hecho es claro y es que los cambios que vienen en relación con el manejo de residuos sólidos, demandarán mejoras técnicas y fortalecimiento organizativo del reciclaje popular.

Actualmente solo el 23% de recicladores está asociado, y esto en gran parte obedece a la lógica individualista e inmediatista de su trabajo, y al carácter informal del mismo que riñe con la lógica que se impone en los procesos organizativos: identidad colectiva y orientación hacia objetivos compartidos, cumplimiento de horarios y rutinas, rendimiento de cuentas ante autoridades formales. Adicional a las demandas que desde el distrito se hacen para el fortalecimiento organizacional de los recicladores y su eventual participación en el mercado del reciclaje, este proceso organizativo es necesario para la consolidación de la población como sujetos políticos, que a través de la unión de voluntades, puedan, no sólo ejercer presión frente a los múltiples intereses que se articulan a la tendencia privatizadora, sino también desarrollar propuestas que logren entrar en el debate público sobre el manejo de residuos sólidos de la ciudad.

A continuación se analizará, a través de un estudio de caso de una asociación articulada a la ARB, las posibilidades y desafíos que tienen las organizaciones de recicladores como espacios de construcción de sujetos colectivos en medio de condiciones laborales que refuerzan el individualismo y en el marco de un sistema que no garantiza su inclusión. Las preguntas que orientaron este estudio fueron: ¿cómo se generó la iniciativa de organización y cómo se ha desarrollado a lo largo de la historia?, ¿qué prácticas organizacionales se han desarrollado al interior de la Asociación?, ¿cuáles han sido las principales tensiones y dificultades y cuáles los aprendizajes del proceso?, ¿cuáles han sido las transformaciones más significativas de los actores en el marco de esta experiencia asociativa? Para dar cuenta de estas preguntas, se implementaron estrategias de recolección de la información en el marco de un enfoque etnográfico, tales como entrevistas a profundidad, varios talleres y grupos focales con todos los integrantes de la organización y, observaciones participantes tanto en las sesiones de reunión del grupo, como en los recorridos con algunos de los recicladores por diferentes sectores de la ciudad durante el desarrollo de su trabajo. El procedimiento utilizado en el trabajo de campo una vez hecho el contacto con la Asociación, fue en primer lugar acompañar a algunos recicladores en su recorrido de selección y transporte de materiales; posteriormente se hizo un acercamiento a la Asociación a través de varias sesiones con todo el grupo -25 personas- en las que se propiciaron diálogos en torno a lo que significa para ellos la asociación, los aprendizajes y dificultades en este proceso y, finalmente, se realizaron entrevistas individuales con cinco de los asociados y con el representante de Enda, entidad que ha asumido en estos años un acompañamiento a la Asociación.

A continuación se presentarán los resultados a partir de las categorías emergentes identificadas, que fueron ubicadas en grandes categorías: iniciativa de organizarse, la asociación como una organización social y política y la organización como espacio de construcción con el otro. En la categoría "Iniciativa de organizarse" se describen las sub-categorías "Motivación para organizarse y apoyo de organizaciones externas"; la categoría "La asociación como una organización social y política" se desarrollará a través de la descripción de las sub-categorías "Reconocimiento social y político", "Construcción de cultura política y tensiones entre la lógica asociativa y la lógica de trabajo individual" y, finalmente, la categoría "La organización como espacio de construcción con el otro" se analiza a través de las sub-categorías "Construcción de colectividad", "Desarrollo de prácticas deliberativas" y "Transformación de prácticas de liderazgo y relacionales".


Iniciativa de organizarse

La Asociación inicia en la década de los noventa, en un momento en el que los recicladores a través de diversos encuentros propiciados por organizaciones como Misión Bogotá empiezan a ver la necesidad de asociarse para enfrentar las dificultades de la labor, como el acceso a las fuentes y el maltrato por parte de las autoridades, en la medida en que en esa época el reciclaje popular no era reconocido y era considerado como una actividad ilegal:

Nos hacían reuniones, nos hablaban, nos decían que nosotros teníamos que organizarnos, porque o si no, no nos dejaban trabajar...

Ese es el cuento que reúne a los reciclado-res de Bogotá a organizarse, porque la policía nos maltrataba, nos quemaba el material, los carros esferados, nos metía presos 24 horas por reciclar; la única forma alternativa que teníamos era organizarnos (integrante de la Asociación).

De esta manera al estar asociados los recicladores encuentran a través del carné y el uso del overol una forma de mostrar que su actividad es legal, y evitar así el maltrato por parte de las autoridades; adicionalmente, ante la dificultad de asegurar fuentes, pertenecer a una organización brinda a los recicladores una forma de representación más formal ante entidades productoras de residuos:

Yo vi que ser un reciclador organizado había tenido respeto, era una forma de entrar a un conjunto con más suavidad, más tranquilidad; bueno obtuve varias ganancias, pues tenía más acceso al material (integrante de la Asociación).

En un principio la motivación de pertenecer a una organización está centrada en la necesidad de ser reconocidos, y ganar autoestima; en este proceso tienen un papel fundamental las alianzas que se generan con organizaciones cuya misión es acompañar estos procesos organizacionales a través de capacitaciones, apoyo económico, etc. La Fundación Social durante los años ochenta fue pionera en este proceso, en el que gradualmente el reciclador empieza a ganar reconocimiento; posteriormente, en la década de los noventa la Fundación Social y las organizaciones de recicladores convocan al Primer Encuentro Nacional de Recicladores y se crea a la Asociación Nacional de Recicladores, como organismo que representa los intereses del gremio, ante entidades públicas y privadas permitiendo mayor visibilidad en espacios de debate sobre el reciclaje (Álvarez y Torres, 2004). En este período la Fundación Social impulsa la creación de la Asociación de Recicladores de Bogotá (ARB) que articula y representa a 26 asociaciones de recicladores de Bogotá. La ARB ha tenido un papel importante en la lucha por la inclusión de los recicladores en los procesos de diseño de políticas y planeación del sistema para el manejo de basuras en la ciudad.

La ONG ambientalista Enda, sobre todo desde hace cuatro años, ha venido acompañando y apoyando de manera resuelta el proceso organizacional de este grupo de recicladores. Varios son los ejes de trabajo en los que se centra este apoyo; en primer lugar, Enda ha servido como intermediario de la asociación, presentándola ante diferentes entidades para la consecución o consolidación de fuentes, a través del establecimiento de convenios; de otro lado, en la medida en que las instalaciones de Enda son utilizadas por la asociación para la realización de sus reuniones, esta ONG ha venido desarrollando un programa de fortalecimiento de la Asociación orientado específicamente hacia el mejoramiento de sus prácticas deliberativas en un escenario democrático:

ENDA ha estado pendiente de la organización, cómo es la comunidad, cómo es que nosotros tenemos que ir, nos ha enseñado cómo tener que dialogar, cómo tener que expresarnos al frente de otra persona (representante de Enda).

A su vez Enda ha implementado capacitaciones a los recicladores en lectoescritura y sistemas, y actualmente desarrolla un proceso de pedagogía en política pública, en el que a través de un dispositivo lúdico, se busca que los recicladores de las diferentes organizaciones de la ARB comprendan la política relacionada con el manejo de residuos, los intereses que están en juego y los mecanismos mediante los cuales funciona. El objetivo de este proceso es que los mismos recicladores hagan una lectura de su situación en el marco de las políticas públicas y puedan desarrollar propuestas que posicionen sus intereses en la agenda pública sin la mediación de terceros.

Finalmente, Enda, en un trabajo conjunto con la ARB, ha venido realizando una lectura de la situación de los recicladores en el contexto de cambio del sistema de aseo y en particular del reciclaje. En este proceso buscan explorar escenarios de inclusión de los recicladores que puedan formularse como alternativa frente al único escenario de privatización que parece dominar entre las entidades públicas encargadas de liderar el proceso:

Interesa es una relación costo beneficio y uno entiende eso porque se trata de entidades que operan con finanzas reducidas, pero las razones ambientales de fondo no pesan, ni las razones sociales tampoco (representante de Enda).

Entre las propuestas de inclusión que se esbozan, por ejemplo, está la idea de que ante los enormes ingresos percibidos a través de la tarifa del servicio público de aseo, una fracción de estos se oriente a formalizar el trabajo de una parte de esta población, promoviendo actividades complementarias al servicio de recolección de basuras, tales como barrido y limpieza de calles, corte de césped, etc. Otra de las propuestas de inclusión es darle operatividad al Decreto 400 por el cual se impulsa el aprovechamiento eficiente de los residuos sólidos producidos en las entidades distritales y a través del cual se le pide a cada entidad del gobierno distrital que separe los residuos que produce y entregue solidariamente el material a los recicladores.

El papel de organizaciones como Enda ha sido fundamental en el proceso de fortalecimiento organizacional, y seguramente sin el impulso inicial de esta ayuda es difícil que las asociaciones de recicladores salgan adelante de manera totalmente autónoma, teniendo en cuenta el nivel de formación de los asociados y la desconfianza e individualismo que predomina en sus prácticas laborales. Sin embargo, este acompañamiento busca precisamente que una vez los recicladores hayan desarrollado ciertas competencias, puedan generar procesos de autogestión, orientados a promover proyectos de trabajo colectivo, pues tal como hasta ahora funciona, la asociación tiene más un carácter social y político que económico, lo que a su vez genera tensiones que más adelante se abordarán.


La asociación como una organización social y política

En el marco de las asociaciones, los recicladores han ganado reconocimiento de su labor, además del aumento, en los últimos tiempos, de la conciencia ambiental y la visión del reciclaje como práctica necesaria para disminuir el volumen de producción de basuras y el impacto positivo de esta práctica en el medio ambiente. Este reconocimiento se materializó en el año 2002 a través del Decreto 1713, en el que se reconoce legalmente la actividad del reciclaje y a los actores que la realizan. Así, una de las ventajas de pertenecer a la Asociación es la posibilidad de poder trabajar con más tranquilidad:

[...] porque cuando la policía nos está molestando tenemos que tener nuestro carné que nos identifique que somos de una asociación, entonces nos dejan trabajar tranquilamente; si la policía tiene un reciclador que no tiene carné derechito se lo va subiendo al camión., "usted no está asociado usted no está organizado" derechito se lo llevan...en cambio uno pues ya siendo reconocido, pues a mí me buscan en el sistema yo ya aparezco, como recicladora organizada (integrante de la Asociación).

Adicionalmente el gremio de recicladores ha aprendido a instaurar acciones jurídicas como medio para reivindicar sus intereses. De esta manera, en varias oportunidades las asociaciones de recicladores a través de la ARB han logrado frenar acciones que abiertamente desconocen los intereses de los recicladores, a pesar de la orden de la Corte, según la cual los recicladores deben ser tenidos en cuenta en el Sistema Operativo de Reciclaje (acciones afirmativas).

Para los asociados, un referente importante de su organización son las movilizaciones y marchas, en las que participan con el resto de organizaciones de recicladores para alzar su voz frente a los procesos de reestructuración del sistema de aseo que se vienen diseñando y en los cuales poca participación han tenido.

A pesar de que la cultura política de los recicladores ha venido cambiando, todavía existe fragmentación entre las asociaciones, lo que hace que su voz como gremio no sea lo suficientemente fuerte, y de otro lado, el sentido de comunidad dentro de la misma Asociación aunque ha venido consolidándose, todavía falta camino por recorrer, como lo señala este reciclador al reconocer la falta de compromiso con la causa colectiva:

Si y lo cogen como un juego, pero vayan que digan que van a dar overoles y ahí están todos completicos eso se llena el salón y eso póngale la firma eso es así, pero digan que hay una manifestación nadie dice nada (integrante de la Asociación).

De otro lado, existe la creencia de que como han venido desarrollando esta actividad por décadas, no los pueden sacar tan fácilmente de su trabajo:

Porque si llegan a sacarnos, la ciudad se une, porque saben que nosotros por tantos años metidos en esto, no creo que cada persona se ponga a reciclar y lo haga bien como nosotros lo hacemos por nuestra misma experiencia (integrante de la Asociación).

La falta de consolidación de una cultura política se deriva básicamente del individualismo que aún prevalece entre ellos, a pesar de llevar asociados varios años y esto a su vez se debe a que la actividad económica todavía la realizan de forma individual. Para que el trabajo sea colectivo tendrían que contar con una bodega para vender conjuntamente, o contar con un vehículo que recoja a todos los recicladores y esto implica unos costos que la asociación no puede asumir, porque el trabajo les da para el diario, como lo señala el representante de Enda:

Las condiciones laborales son tan tan crudas, que la inmediatez, el individualismo, la fragmentación siguen generando muchísimo ruido, es decir, el trabajo en la organización sería muy bonito por ejemplo si [...] si pudiéramos hacer que la práctica laboral no fuera individual sino colectiva [...] y no podemos forzar a que sea colectiva si no aseguramos que eso les va a generar más ingresos, y lo que hemos visto es que en el plazo inmediato eso no les genera más ingresos por las inversiones iniciales que hay que hacer que son muy grandes.

La preponderancia de prácticas laborales individuales suscita tensiones entre la lógica del trabajo y la lógica asociativa que no contribuye a la consolidación de una cultura política, no obstante los cambios y ganancias en este ámbito alcanzados.

Al respecto, Parra (2003) señala que debido a la incompatibilidad entre la lógica de trabajo y la lógica organizacional, muy pocas de las asociaciones de recicladores han logrado consolidarse a nivel político y económico, en tanto

entes que representan la colectivización de los intereses de un sector determinado [...] y en tanto empresas con proyectos productivos de carácter comunitario que brindan bienes y servicios a sus asociados obtenidos por la administración eficiente de los bienes y aportes de sus miembros (p. 80).

Otra tensión que se manifiesta en la Asociación es la lógica informal en la que los recicladores desarrollan su trabajo -no cumplimiento de horarios y rutinas- y el carácter más formal que la organización demanda. Así una de las razones por las que muchos de los recicladores que ingresaron a la Asociación en un comienzo5, han desertado, es según los socios fundadores que aún permanecen, la inconformidad frente a tener que cumplir compromisos como la asistencia a reuniones o capacitaciones:

'la gente se retira', pues muchas veces porque muchas reuniones, que muchas capacitaciones, porque duramos prácticamente 3 años en solo capacitaciones sin falla".

Pues capacitaciones primeramente de sistemas, hasta de cuentas, y todas esas cosas de contabilidad y pues la gente se aburría porque ellos no están enseñados a eso, uno esta enseñado es a estar de arriba para abajo para lo que le toque a uno y no más nada de capacitaciones ni nada de aburrimiento pues claro metido uno imagínese como mi persona yo soy la presidenta de la Asociación y muchas veces nos toca desde las 8 de la mañana, hasta las 5, 6 de la tarde en una reunión y hablen y hablen ponga cuidado y yo anote, entonces eso es aburridor, entonces la gente de tanto eso se aburrió y mucha gente se retiró (integrante de la Asociación).

A pesar de las numerosas deserciones que la Asociación ha tenido, los socios que actualmente están -25 asociados-, permanecen constantes y asisten cumplidamente a las reuniones que la Asociación realiza sin falta, por lo menos cada quince días.

La reducción del número de asociados por un lado y por otro las experiencias de otras asociaciones con mayor número de socios y además con bodegas y oficinas propias, pero con dificultades económicas por el costo que esto genera, ha sembrado un dilema en la asociación: si crecer o permanecer como están.

Entonces es mejor estar en el medio ¿por qué? Si uno tiene es malo porque o si no, tiene que estar pagando y tú tienes para pagar parafiscales.

Si la organización crece las demandas, no sólo económicas sino a nivel administrativo, la gestión también se incrementa, lo que puede dificultar el manejo de la misma, y de otro lado, mantenerse puede también significar reducirse por las eventuales deserciones de los asociados, lo que se traduce en una crisis de legitimidad:

[...] porque abrirse puede hacer no gobernable la organización, pero reducirse puede llevar a una crisis muy terrible de legitimidad, entonces. pues bueno ahí vamos (representante de Enda).

A pesar de las tensiones que enfrentan, los asociados se sienten acogidos en la organización y reconocen que en el proceso y en medio de las dificultades, han habido ganancias y aprendizajes; las reuniones periódicas, las capacitaciones y las mismas dinámicas grupales, han permitido construir un espacio colectivo en el que se reconocen con el otro; y aunque la dimensión organizacional es un referente reducido comparado con el tiempo dedicado a su trabajo -y la lógica individual en la que este se sustenta-, se ha ganado en la construcción de comunidad.


La organización como espacio de construcción con el otro

La asociación estudiada es una de las organizaciones de la ARB que más se reúne; las reuniones se han convertido en escenarios importantes de debate donde los recicladores discuten, deliberan y toman decisiones. A partir de este espacio de experimentación deliberativa y con el acompañamiento de Enda, los recicladores reconocen el aporte de este proceso en la construcción de la colectividad:

Pues es muy bueno porque uno está unido como familia, con todos los asociados hablamos de inquietudes, de problemas, cosas así que pasan en la Asociación.

Las reuniones para los asociados son el referente más importante de la asociación; éstas se constituyen en espacios de encuentro con sus pares, donde se discuten los asuntos relacionados con las fuentes, nuevos decretos concernientes al reciclaje, acuerdos para hacer movilizaciones, problemas que enfrentan en su trabajo. La Asociación se convierte así en un soporte y un referente de apoyo; los asociados, saben que cuentan con su grupo y en esa medida tienen un sentido de identidad con el colectivo. La constancia en las reuniones los hizo merecedores de un reconocimiento en el Primer Congreso Mundial de Reciclaje celebrado en Bogotá, hecho que los estimula y refuerza su identidad.

En estos espacios los asociados han aprendido a construir con el otro, en medio de la discusión y las diferencias; para algunos no es fácil expresarse y existen también dificultades para escuchar, sin embargo, los procesos de comunicación han ido mejorando en medio de la práctica conversacional. De otro lado, los liderazgos más autoritarios han ido menguando en favor de la construcción colectiva y han emergido nuevos liderazgos encarnados en mujeres. Aquí es importante señalar que para los recicladores los vínculos familiares tienen un peso muy importante; las organizaciones de hecho están conformadas por redes familiares cuyas dinámicas impactan en la lógica organizacional, tanto así que la estructura y roles familiares impregnados por comportamientos y actitudes machistas, permean su actividad laboral y organizacional. Según Parra (2003) el hombre generalmente asume el control económico y político de la unidad familiar y esto tiende a reproducirse en el trabajo y en las unidades organizacionales donde se manifiestan dinámicas relacionales jerarquizadas y machistas. De esta manera los liderazgos se caracterizan por ser fuertes y personalizados y generalmente son ejercidos por figuras masculinas. El actual representante legal de la Asociación, elegido democráticamente, viene ejerciendo su rol desde hace varios años y se ha ganado la confianza de los asociados al demostrar su interés por mejorar las condiciones del grupo; en el ejercicio de su papel como líder y a través de la dinámica con el grupo, ha venido transformando comportamientos autoritarios hacia esquemas de relación más horizontales; en este proceso han venido emergiendo líderes mujeres que en la misma dinámica se han ido empoderando. Sin embargo, el papel del líder sigue siendo aún muy centralizado, a pesar de que se han creado comités y otros roles dentro de la asociación cuyas acciones aún son modestas.

Las reuniones periódicas con el acompañamiento de Enda y las capacitaciones recibidas en el marco de la Asociación, se han convertido en espacios de aprendizaje y experimentación que han permitido transformar gradualmente las dinámicas relacionales, no sólo entre ellos sino con otros actores con quienes interactúan en su trabajo, pero como señala el representante de Enda, todavía falta camino por recorrer:

Su relación con la policía, su relación con los proveedores de materiales reciclables ha mejorado en la medida que han ganado competencias discursivas acá, cómo me relaciono y cómo manejo el conflicto, pero eso no es suficiente (representante de Enda).

Eso se aprenden muchísimas cosas, empezando que uno ha vivido en la calle, muchas veces uno es agresivo y grosero entonces uno, viendo la capacitación y todo eso uno se siente, tiene más personalidad, tiene que uno tratar a las demás personas con las que uno habla, sean de lo que sea y uno aprende muchas cosas.

Así mismo, las capacitaciones les han permitido mejorar sus prácticas laborales y aumentar así sus ingresos:

Se capacita uno para varias cosas también, nosotros estuvimos póngale en esto de cómo fundir el hierro y todo eso, cómo identificar los plásticos, no, estuvimos en muchísimas cosas, uno aprende mucho, mucho, mucho. Cuál es el plástico más caro, cual es el plástico más barato, ya uno tiene más conocimiento de eso; en cambio uno antes echaba todo entre su talego y allá vendía sin saber y los que se llenaban eran otros (representante de Enda).

De otro lado, el aporte económico de los asociados permite generar un ahorro que se reinvierte en la Asociación, por ejemplo en actividades de recreación e integración que buscan consolidar el vínculo entre los asociados.

Las reuniones se han convertido entonces en espacios de reflexión y de re-definición de sí mismos, en tanto, su trabajo además de ser un medio de supervivencia también empieza a ser asumido como una forma de contribuir a la ciudad desde el punto de vista ambiental. Finalmente, las reflexiones en torno a su situación en medio de los intereses que se mueven en el negocio del reciclaje y su relación con el Estado, apuntan a que se consoliden como sujetos políticos que como lo señala Palumbo (s.f., p. 16), son "el producto de un discurso que constituye a las voluntades individuales en una subjetividad colectiva que se realiza en el compartir un proyecto". Se trata entonces que los recicladores en espacios de diálogo y reflexión construyan sentidos colectivos como fundamento para la consolidación de una subjetividad colectiva. Pero como ya se señaló, para esto también es necesario, además de los espacios sociales como las reuniones, la consolidación de las asociaciones como empresas con proyectos productivos de carácter colectivo.

Por ser una organización que hasta ahora tiene un carácter social y político, no existen demandas administrativas y de gestión; en caso de que existieran, se requerirían competencias que pueden reñir con el nivel de formación de los asociados. Con respecto a esto, una investigación realizada por Muñoz (2002) acerca de las condiciones de las organizaciones vinculadas a la ARB y su capacidad de cumplimiento ante las exigencias del SOR, señala que la población de recicladores asociados tiene niveles bajos de conocimientos para administrar las organizaciones que incide en su flujo financiero e insuficientes capacidades técnicas para operar centros de acopio en caso que se les adjudicara su manejo.

Actualmente la Asociación está en proceso de negociación para la adquisición de una bodega propia, con el apoyo económico de las empresas Natura y Familia. Por su parte Enda aportará con una persona que realizará temporalmente la labor administrativa necesaria para manejar la bodega; un asociado estará acompañando esta labor para entrenarse, de manera que al finalizar el empalme pueda asumir este rol. La adquisición de una bodega significa para la asociación la posibilidad de empezar a realizar un trabajo colectivo, ya que se busca que los asociados entreguen los materiales a la bodega y de esta forma puedan eliminar la intermediación y la fragmentación del trabajo6. Esto representa un gran desafío ya que implica demandas de gestión y una nueva racionalidad de trabajo colectivo.


Conclusiones

Los procesos organizativos en los cuales se han venido involucrando un porcentaje de recicladores durante los últimos años en la ciudad de Bogotá, se han desarrollado como alternativa frente a las condiciones de precariedad en las que estos trabajadores realizan su trabajo y ante la falta de reconocimiento de su labor; en ese sentido la asociatividad ha favorecido la construcción de redes de apoyo, propicia espacios de construcción colectiva para promover comportamientos basados en la democracia y para atenuar el autoritarismo y la agresividad, refuerza los vínculos entre el grupo de recicladores haciendo contrapeso al individualismo y sobre todo convierte a los asociados en interlocutores válidos ante el Estado y otros actores.

Además de estos logros sociales y políticos promovidos por la asociatividad, se han evidenciado otras ventajas como la representación de los intereses de los asociados ante autoridades locales y residentes (por ejemplo para conseguir fuentes) y el conocimiento y apropiación de políticas públicas que permitan la participación activa de los recicladores en el debate público sobre el sistema de aseo de la ciudad. Rodríguez (2004) en un estudio realizado con la cooperativa de recicladores Rescatar, señala beneficios que los asociados han adquirido a través de la Cooperativa tales como el acceso a la seguridad social y cajas de compensación familiar y, de otro lado, este autor rescata la incidencia de la asociatividad en el trabajo colectivo, que propicia a su vez lazos de solidaridad.

Sin embargo, como en el caso de la asociación estudiada, al no existir aún condiciones de trabajo colectivo por los costos económicos que ello implica y las demandas a nivel de competencias de gestión, la lógica del trabajo, basada en la inmediatez propia de la supervivencia y en el individualismo derivado de la competencia por el acceso a fuentes, riñe con las demandas en el plano organizativo. Así mismo, el nivel educativo que exigen los roles directivos de la asociación no se ajusta al perfil de los recicladores y la lógica formal propia de la organización entra en choque con estructuras laborales basadas en el parentesco y una cultura laboral en la que predomina la ausencia de horarios y jefes (Parra, 2003). esta disonancia de lógicas se manifiesta en la resistencia de muchos recicladores a asociarse, y en la falta de consolidación de una cultura política -fragmentación y desconfianzas mutuas- que dificulta dar una respuesta articulada ante las amenazas del SOR (Parra, 2003). La resistencia de muchos recicladores a asociarse, además de las anteriores razones se deriva de la dependencia que generan con el bodeguero (estudio de la Corporación Raíces citado en Uesp y Dane, 2004).

Estas dificultades para organizarse se reflejan en el bajo porcentaje de recicladores que están asociados. Según la comparación de estudios que realiza la Uesp y el Dane, para 1993 los afiliados a alguna organización eran entre 5% y 6% del total de la población; para el año 2002 el porcentaje de asociados era del orden del 30% y para el 2003 el 11% de los recicladores están asociados a 26 organizaciones de las cuales la mitad (53%) tiene personería jurídica, 62% tiene menos de 50 afiliados y el 54% funciona hace menos de 5 años (Usp y Dane, 2004).

Adicionalmente, Rodríguez (2004) señala que una de las debilidades de las cooperativas y asociaciones de recicladores es que no han logrado establecer vínculos con entidades estatales y empresas privadas o estos vínculos son intermitentes. Como también indica Parra (2003), que no existe una política estatal de apoyo a los recicladores, sino esfuerzos aislados y poco sistemáticos de algunas entidades para colaborar a las asociaciones.

El estudio realizado por Muñoz (2002) brinda elementos que respaldan el escepticismo que tienen estos autores frente a la reforma que promueve el estado y las posibilidades que el nuevo sistema ofrece para la real inclusión de las asociaciones de recicladores. Según este estudio, el SOR ofrece más amenazas que oportunidades para la población recicladora, en relación con el capital social que tienen las asociaciones articuladas a la ARB; por tanto, el riesgo que tienen las asociaciones en unas condiciones de mercado abierto es que empresas con mayor capital e infraestructura acaparen la oferta del servicio de manejo del material reciclable.

En este punto es importante retomar a Coraggio (2008) quien enfatiza sobre el hecho de que la sostenibilidad de estas formas asociativas no se deriva únicamente de la voluntad de los actores que emprenden estas iniciativas, sino del papel del Estado como garante de derechos a través no solo de leyes y decretos sino facilitando "el acceso efectivo a las bases materiales" a través de diversos mecanismos como la asistencia directa, la regulación del mercado, garantía de acceso a la educación, conocimientos tecnológicos, a una seguridad social, etc.

En este sentido, la implementación de los cambios en el sistema de reciclaje y la inclusión de los actores que vienen desarrollando este oficio durante décadas, implica mejorar la capacidad técnica de los recicladores y fortalecer su capacidad organizativa; mejoras que no son posibles sin el apoyo de diversas entidades públicas y privadas. Según Rodríguez (2004) la supervivencia de las asociaciones en condiciones de mercado abierto a la competencia depende de su inserción en redes con otras asociaciones, con empresas privadas y con entidades estatales en los ámbitos local, nacional e internacional, para conformar un "verdadero sector solidario de la economía, basado en la coordinación y la colaboración entre empresas solidarias que realicen actividades complementarias..." (p. 9); sigue este autor señalando que la participación en redes "es especialmente importante cuando se trata de organizaciones económicas solidarias de sectores que, como el de los recicladores, viven en la pobreza y trabajan en condiciones que dificultan su movilización colectiva" (p. 9).

La única opción que tienen los recicladores para hacer frente a los diversos desafíos ya señalados, es su capacidad organizativa y de articulación de esfuerzos a través de redes que permitan no solo hacer presión, sino desarrollar propuestas que posibiliten el diseño de un sistema de reciclaje que dé respuesta a las necesidades de la ciudad y al mismo tiempo los incluya laboralmente.

El cambio que se está configurando con respecto al manejo de residuos sólidos y particularmente con respecto al reciclaje, requiere, por un lado, la consolidación y fortalecimiento de las organizaciones de recicladores y, por otro, una reflexión sobre las reales posibilidades de inclusión de la política pública (Parra, 2003).

Finalmente, la tendencia a la privatización del servicio de aseo y la tecnificación creciente del mismo ponen en riesgo la posibilidad de que en el mediano y largo plazo los recicladores sigan laborando como actualmente lo hacen y no sólo esto, sino que, estas tendencias llevarán a miles de recicladores a aumentar el número de desocupados y los subsecuentes problemas de violencia y delincuencia que esto puede generar. Parra (2003) señala dos escenarios que pueden desencadenarse dependiendo de la manera como se formulen e implementen las políticas relacionadas con el manejo de residuos, y de la capacidad de respuesta de la población recicladora: o una crisis de desempleo que repercutirá en situaciones de marginación, violencia y delincuencia o un sistema de reciclaje que responde a criterios técnicos y de eficiencia y que al mismo tiempo se convierte en alternativa de trabajo digno para los recicladores.

En este estudio se han identificado tanto aprendizajes y ganancias del proceso asociativo, como las tensiones y dificultades que estas organizaciones tienen de cara a los desafíos que el nuevo sistema de manejo de residuos presenta para la población de recicladores. La situación de las asociaciones de recicladores pone en evidencia la necesidad de que se articulen con otras entidades públicas y privadas en aras de fortalecer los procesos organizativos, y como señala Rodríguez (2004), propender por la consolidación de un sector solidario de la economía que le apuesta a la construcción de escenarios laborales basados en la colaboración, democracia y autogestión. Por tal razón, futuros trabajos deben orientarse a explorar la labor en red que se viene desarrollando o que está por construirse, entre estas asociaciones y otros actores sociales, que favorezca la viabilidad de estas iniciativas, sin perder de vista el papel que juega el Estado en este proceso.



Pie de Página

1 La Fundación Social es una organización fundada por jesuítas, cuya misión es contribuir a reducir las causas estructurales de la pobreza en Colombia

2 El reciclaje logra disminuir hasta en un 12% la cantidad de residuos contaminantes en suelos y aguas y promover la vida útil del relleno sanitario.

3 Las fuentes de generación de basura son todos aquellos puntos -residencias, organizaciones- donde se acumulan residuos y que constituye el punto de partida del proceso de recolección.

4 Unidad Administrativa Especial de Servicios Públicos de la Alcaldía Mayor de Bogotá.

5 Inicialmente la Asociación contaba con aproximadamente 200 asociados.

6 Actualmente no hay comercialización conjunta, pues los asociados seleccionan el material y lo venden a diferentes intermediarios y en ocasiones se relacionan con intermediarios muy pequeños, en la escala de precios más bajos.



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** Correspondencia: Claudia García. Docente Programa de Psicología. Universidad Piloto de Colombia. Dirección postal: Carrera 9 No 45 - 44, Bogotá, Colombia. Correo electrónico: clamagar@yahoo.es

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