Introducción
Dentro de los tipos de violencia, la Organización Mundial de la Salud (World Health Organization [who], 2014), destaca que la violencia interpersonal es la: que “ocurre entre miembros de una familia, en la pareja, entre amigos, conocidos y desconocidos, y que incluye el maltrato infantil, la violencia juvenil, la violencia en la pareja, la violencia sexual y el maltrato de las personas mayores” (who, p. viii). Al respecto, en esta investigación se tiende la violencia intrafamiliar (vif) o violencia doméstica cómo el complejo relacional donde todos los miembros de la familia se encuentran implicados en una pauta de violencia que se ejerce en distintos modos jerárquicos y con múltiples manifestaciones, que van desde insultos, hasta descalificaciones severas y agresiones físicas (Brino & Souza, 2016).
Desafortunadamente cada vez más estudios e investigaciones reportan reiterativamente el abordaje de este fenómeno, dado que su prevalencia permite estimar que se ha transformado en un problema para distintas disciplinas e instituciones que han aproximado su quehacer a esta dinámica en crecimiento a nivel mundial. Al respecto, la denominada 81 refiere a que alrededor del mundo cerca del 35% de las mujeres han sido víctimas de la violencia y acoso. Sin embargo, y en otras proporciones, se presenta un subregistro debido a la no denuncia de violencia, de abuso y violencia sexual. Lo anterior, preocupantemente es propiciado en buena medida por su compañero sentimental. Así pues, se “estima que de las 87,000 mujeres que fueron asesinadas globalmente en el 2017, más de la mitad (50,000 -58 por ciento) fueron asesinadas por sus parejas o miembros familiares.” (United Nations Office on Drugs and Crime, 2018, citado por 81). En Colombia, se encuentra que en 2018 de 65.736 casos reportados, 50.120 corresponden a mujeres y 15.616 a hombres (Instituto Nacional de Medicina Legal, 2018).
Regresando sobre los miembros de la familia que experimentan la violencia, es de notar que los perpetradores, usualmente las parejas, han sido víctimas de la violencia en la infancia, patrón que repiten con sus parejas en la vida adulta. ( 81). Así pues, para una comprensión amplia acerca de esta noción intergeneracional, vale la pena recordar la definición de familia que se ha construido desde el modelo solidario desarrollado por el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (icbf), en el cual se consignan las aproximaciones relacionales a este sistema. La familia se define como una unidad que depende de otros sistemas, es decir, es ecosistémica por la interconexión que se establece entre los miembros al interior de la misma como por las relaciones con las instituciones que la circundan; es un centro de construcción de solidaridades y de destino que derivan de la emergencia de los vínculos entre los distintos actores para favorecer la autonomía, la idiosincrasia social de la familia y los modos en los cuales la subjetividad y los mundos relacionales se interpelan para actuar como coevoluciones de los miembros implicados en cada sistema ( 57)
Con esto, se asume que la familia va más allá de la consanguinidad, puesto que las familias actuales no solo se definen por rasgos filogenéticos, sino ontológicos, remitiendo a una noción de la naturaleza de estas relaciones enmarcadas en las necesidades que suple, y a la elección de permanencia o ausencia que los miembros de esta configuración asumen. Así mismo, la familia facilita además aspectos de la construcción política de los sujetos, centrando también las responsabilidades frente a las instituciones gubernamentales y de estado para la inclusión de políticas públicas ( 57).
Ahora, si se establece una aproximación a la familia en este orden, no es posible dejar de entender que la emergencia de la pauta violenta de este sistema tiene repercusiones relacionales que devienen de algunos principios como la equifinalidad y la equicausalidad, como reguladores de los inicios y los finales de unos comportamientos violentos. Es decir, desde esta aproximación se espera que se realicen lecturas específicas de cada familia ya que las mismas causas pueden devenir en finales diferentes y finales similares devienen de causas diferentes. Finalmente, comprender este fenómeno desde la visión sistémica favorece la lectura en las relaciones, lo que amplía el espectro, para dejar de ver sólo un responsable de esta violencia, entendiendo cómo se han gestado las interacciones y de qué modo todos los miembros participan de este proceso violento familiar (Hernández & Bravo, 2004).
En conexión con esta comprensión relacional, es imposible omitir el enfoque de género como herramienta para comprender las puntuaciones que se suscitan entre los géneros (Cuevas, 2017). Así pues, se puede comprender de qué modo esta participación se enmarca en lógicas patriarcales, heterosexistas, sexistas y de clase, en donde, la noción de diferencia de los géneros y de los estereotipos que la atraviesan implican validaciones de la violencia que emerge en un contexto familiar. Se cree que el hombre tiene derechos sobre la mujer, que los hijos varones deben dar ejemplo y liderar el sistema fraternal, que las hijas deben ser protegidas y estas creencias que se enmarcan en el género al ser abordadas en procesos investigativos facilitarán las transformaciones sociales necesarias para la consecución de contextos más igualitarios y equitativos.
Violencia intrafamiliar, género y resiliencia
Ante el impacto que representa la vifg, y considerando la necesidad de dar respuesta al fenómeno y a la posición de género, es valioso considerar acciones, intervenciones y estudios que no solamente visibilicen la problemática, también las alternativas para su abordaje. Esto es, desde la salud, la salud mental positiva, el crecimiento, la generatividad y la transformación, o en otras palabras la “resiliencia” (Cyrulnik, 2010; Rutter, 1993) y aquí la “resiliencia familiar” (Kotliarenco & Gomez, 2010; Walsh, 2011) lo que unido a la participación, igualdad y empoderamiento, estos últimos relacionados con los objetivos del milenio de la onu, permitan dar soluciones a esta situación (Jahoda, 1958; Jaramillo-Moreno, 2017; Jaramillo-Moreno & Cuervo, 2016, Lluch, 2002, onu Mujeres, 2017).
De lo anterior, la resiliencia se comprende como la capacidad de protegerse, afrontar y salir transformado generativamente de situaciones de vulnerabilidad, adversas, traumáticas, disruptivas o que representen gran exigencia para las personas (Cyrulnik, 2010, Rutter, 1993, Werner & Smith, 1982). Esta característica puede ser observada a través de competencias o recursos cognitivos, solución de problemas, resignificación de eventos, flexibilidad psicológica, estados afectivos, afrontar y trascender sentimientos intensos, ecuanimidad, sensación de ser amado y valorado, y comportamentales como la toma rápida de decisiones, la generación de redes, entre otras (Mrazek & Mrazek, 1987).
Ahora, este fenómeno de resiliencia no se da de forma aislada, pues lo consideramos relacional y emergente, es decir, que tiene su base en las relaciones y la identidad familiar (Jaramillo-Moreno & Cuevas, 2018; Walsh, 2004), pero no se presenta únicamente a partir de la confrontación de la familia con la adversidad, sino que responde a una construcción identitaria previa, a las relaciones entre la familia y los sistemas amplios (Imer-Black, 2000) y que puede ser comprendido en forma de factores protectores. Estos factores funcionan como dispositivos cambiantes y adaptativos, es decir, se adaptan ante diferentes situaciones, sean estas de riesgo, transformación, construcción, o cómo aquí, ante la adversidad en forma de resiliencia familiar (Jaramillo-Moreno & Cuervo, 2016; Jaramillo-Moreno& Cuevas, 2018).
Hasta aquí, retomando la necesidad de visibilizar el fenómeno de la resiliencia familiar; la prevalencia e impacto de la vifg, incluso desde varias disciplinas, no es del todo claro desde el panorama investigativo, explicativo y de intervención reciente. No resulta claro cómo ante este acontecimiento de violencia, las familias, los niños y los adolescentes, se protegen, salen fortalecidos, no replican los patrones de violencia modelados históricamente, o como complemento no permiten los síntomas de agresión física y depresión en adolescentes (Kassis, Artz, Scambor, Scambor, & Moldenhauer, 2013). Así, esta resiliencia familiar tiene el papel mediador en la familia y facilita el control de la ira en la relación entre las dimensiones de los patrones de comunicación familiar y la tendencia a la violencia (Hashemi & Akbari, 2017).
El otro mecanismo es a través de la construcción de factores personales y culturales (Wortham, 2014) la conexión con la cultura y las tradiciones ancestrales y la acogida de la comunidad (Inman & Rao, 2018; Roy, 2018) favorecen la resistencia, la transformación y el empoderamiento de las personas a pesar de la situación de violencia por la que atraviesan, o cómo fueron relevantes para la recuperación de los efectos que produce la violencia doméstica. Ante esta situación nos planteamos la siguiente pregunta: ¿cuál es estado del arte frente al fenómeno de la resiliencia familiar y su relación con la violencia intrafamiliar y de género entre 2015 y 2019?
Método
Se realizó una revisión de la literatura desde la metodología del Estado del Arte, la cual para Grant y Booth (2009) se caracteriza por ser un subtipo de la metodología de revisión de literatura, pero tiende a abarcar más tópicos, dado que puede aportar más perspectivas acerca de un problema o fenómeno o evidenciar un área que seguramente puede necesitar mayores investigaciones.
Se tuvieron en cuenta publicaciones disponibles en bases de datos abiertas o por suscripción, que hayan sido publicados entre 2015 y 2019.
Se revisaron los siguientes tipos de publicación: artículos originales, reflexiones teóricas, y artículos de revisión. De diferentes metodologías, es decir, tipos de investigación cualitativa, cuantitativa o mixta, y que fueran realizados en cualquier lugar de procedencia. Las palabras clave utilizadas fueron, en español: “Resiliencia”, “Resiliencia Familiar”, “Violencia Intrafamiliar” y “género”, y en inglés; “Family Resilience”, “Domestic Violence” y “Gender”.
La recolección y análisis de datos se realizó determinando las categorías previas primarias y secundarias. Las primarias obedecieron al objetivo de la revisión, es decir, “Resiliencia familiar”, “Violencia Intrafamiliar”, “Programas y estrategias de promoción de resiliencia”. Dentro de la categoría primaria de resiliencia familiar, se tuvieron las siguientes subcategorías: “Factores Promotores”, “Recursos Familiares Resilientes” y “Programas y estrategias de promoción de resiliencia “y, dentro de violencia intrafamiliar las subcategorías fueron: “vif y de Género vifg”, “Adultos con historial o sobrevivientes a la vifg” y “vifg niños, niñas y adolescentes”.
Las categorías secundarias respondían a la identificación y caracterización de los artículos, estas categorías fueron: año, nombre de la publicación, país de procedencia, tipo de estudio, diseño de investigación, tipo de artículo, población, tipos de violencia asociados con la vif, género, resiliencia, factores protectores, afrontamiento, crecimiento post traumático, recuperación e intervención, disciplinas relacionadas con el estudio.
Procedimiento
Durante la primera fase se realizó la búsqueda preliminar e identificación de los artículos, se consideró la ventana de observación expuesta anteriormente, para la primera depuración. Posteriormente se realizó un segundo filtro, relacionado con las categorías previas y obtener una base de datos consolidada. Luego, se descargaron los artículos y organizados en el Gestor de Refencias Ref Works®. Posterior a esto, se procedió a la creación de una base de datos (Excel®) para realizar la descripción de las categorías secundarias. Frente a las categorías primarias se realizó una codificación teórica (Flick, 2004) en la que se identificaron los temas emergentes en los resultados y conclusiones de los artículos. Después, se clasificaron en las categorías primarias (Taylor & Bogdan, 1987) y finalmente se realizó la codificación abierta en el que se elaboraron notas que revelaran hallazgos, para su posterior ubicación en códigos o categorías y subcategorías, que permitieran la comprensión de los textos y a su vez facilitaran la generación de conclusiones o reflexiones para la discusión. Este análisis categorial planteó una última depuración de los documentos y posterior interpretación y discusión de los resultados.
Resultados
En la primera revisión se encontraron 3160 documentos, dentro de los cuales se encontraban ponencias, memorias de congresos, capítulos de libros, libros, cartas al editor, artículos originales (empíricos), de reflexión y artículos de revisión.
De esta primera fase y utilizando los criterios de inclusión, se disminuyó la muestra de documentos a 80. Posteriormente frente a la construcción de la base de datos y la lectura reflexiva se excluyeron de la revisión cuatro (4), debido a que no se observó una relación directa con las categorías de análisis principales, y debido a que algunos de los documentos estaban incompletos, no entraban con exactitud en la ventana de observación 2015-2019, o hacían referencia a libros o capítulos de libro. Posterior a esta última revisión se realizó el análisis de 74 artículos.
Considerando las categorías secundarias se observó que el año de mayor publicación fue el de 2018, con 20 artículos, así mismo se observa como desde el 2015 hasta el 2019, considerando este último la cantidad de publicaciones, independientemente de su tipo han ido incrementando.
De acuerdo con los países de procedencia el mayor número de publicaciones se encuentran: Estados Unidos, Reino Unido, Canadá, Australia, Sudáfrica, Uganda, España y Turquía, los restantes con una publicación, se encuentran distribuidos en diferentes países (Tabla 2).
Considerando las publicaciones que visibilizan los fenómenos de la vifg, resiliencia y otros fenómenos asociados (Tabla 3), se observa la predominancia de artículos originales donde se socializan resultados de Investigación y con menor frecuencia los de revisión.
También se destaca una gran diversidad de publicaciones (Tabla 4), las que mayor difusión hacen del tema son: el Journal Of interpersonal Violence, Child Abuse & Neglect, Journal of Family Violence, Child and Adolescent Social Work Journal, Children and youth services review, Journal of Child & Adolescent Trauma, Trauma, Violence, & Abuse y Aggression and Violent Behavior.
De acuerdo con los tipos de investigación, incluyendo los artículos de revisión de literatura (Tabla 5), se desarrollan desde perspectivas cualitativas, cuantitativas y mixtas, aunque la vifg y resiliencia, tienden a ser estudiadas desde posturas cualitativas.
En complemento, las publicaciones reportadas respondían a diseños de investigación diversos, aunque los más frecuentes fueron los descriptivos (cualitativa, cuantitativa y mixtos); cualitativamente se observan diseños de tipo narrativo, fenomenológico u otros, al respecto de estos últimos, se observaron sistematizaciones de experiencias o enfoques afines, y menos frecuentes son estudios de tipo experimental, etnográficos y teoría fundamentada (Tabla 6).
Los participantes o grupos de interés que refirieron investigaciones obedecieron a grupos por género y ciclo vital, de esta forma se observaron predominantemente estudios de mujeres, niños y adolescentes, seguidos por poblaciones de grupos culturales; menos frecuente fueron los estudios con adultos, toda vez que estos referían a investigaciones en las que las participantes también eran mujeres y casi no participaron hombres, salvo aquellos que participaron en estudios de tipo retrospectivo, es decir, con historial de vif en su infancia (Tabla, 7).
En complemento de los grupos de interés, se observó la distinción de los estudios según los tipos de violencia en la familia, a pesar de la utilización de las palabras clave durante la búsqueda (Tabla 8). Así pues, se observa una mayor cantidad de estudios orientados a la violencia intrafamiliar (Domestic Violence) y violencia de pareja (Intimate Partner Violence). Otros estudios destacan que la presencia de otros tipos de violencia o acontecimientos adversos en los cuales la violencia intrafamiliar emerge como consecuencia. En este mismo sentido, se observaron estudios donde la violencia política explícitamente sirve de contexto para la emergencia de la violencia intrafamiliar, Por último, se observó que sólo un estudio hacía mención explícita a la violencia intrafamiliar en el marco del género.
Se observó en cuanto a la relación violencia intrafamiliar y resiliencia (Tabla 9), que no siempre los estudios hacen referencia a esta última, sino que se observa como una categoría implícita, pues emergería ante la situación violenta o a veces de forma intencional por parte de los investigadores. Esto es, como programas que promueven su desarrollo, de esta manera se observó que los estudios explícitamente se refieren a la resiliencia en una baja proporción, mientras que sería una variable paralela o secundaria vinculada con el afrontamiento de la vifg, la recuperación, el crecimiento postraumático o comprendida como un factor protector.
En cuanto al interés disciplinar (Tabla 10), se observó que la psicología y los estudios interdisciplinares, son los principalmente interesados en la relación entre vifg y rf, seg uidos por el Trabajo Social y las Ciencias de la Salud, es decir, se observó una postura interdisciplinar, pero en la salud, y diferenciada de la enfermería; y por último en la Educación.
De acuerdo con el análisis cualitativo de los documentos podemos afirmar que la resiliencia familiar se puede comprender como un continuo, en el sentido de que existen factores que la promueven, o lo que sería lo mismo, que son protectores de la violencia, y que facilitan su emergencia. Por otro lado, se reconocen los recursos resilientes o la resiliencia mediante los cuales las personas afrontan la adversidad, aprenden de ella y se transforman. Así mismo, la literatura encontrada, si bien destaca la emergencia del fenómeno, las Ciencias Sociales y de la Salud, han empezado a desarrollar programas que facilitan o propenden por el desarrollo de estos recursos ante diferentes situaciones, aquí, particularmente la vifg.
En cuanto a los factores que promueven estos fenómenos de violencia, podemos destacar los provenientes de las dinámicas, identidad e historia familiar, y que pueden ser comprendidos como la promoción de la regulación emocional y el autocontrol (Cassé et al., 2018; Yule, Houston, & Grych, 2019), esto como parte de la crianza (Arslan, 2016), el apego seguro, (Bain & Durbach, 2018, Bowen, 2015) el apoyo al interior de la familia nuclear (Cameranesi & Piotrowski, 2018) y de la familia extensa (Dhunna, Lawton, & Cram, 2018) el modelamiento de actitudes y acciones como la perseverancia, la fe, la empatía y el establecimiento de hogares estables (Stephens & Aparicio, 2017).
A nivel meso y exo sistémico, la identidad cultural entendida como los factores culturales, las prácticas culturales y costumbres (Walters, 2016) la identidad bicultural (Sirikantraporn, 2017) el modelamiento de estilos no violentos y la recuperación de la voz de los ancianos (Asay, DeFrain, Metzger, & Moyer 2016, Burnette, 2018), el papel positivo de la religión y la espiritualidad (Ghafournia, 2017; Schaefer, Howell, Thurston, Kaufman, 2018; Smith, Lenz, & Strohmer, 2017) y el acceso a redes de apoyo paralelas a la familia (Schofield, Biggart, Ward, & Larsson, 2015).
A nivel exo y macro sistémico, Berry et al. (2019) destacan el bienestar mental y el acceso a la educación (O’Leary et al., 2018) ya que mejoraron el empoderamiento y la eficacia de las familias.
De acuerdo a los recursos familiares resilientes se visibilizan cognitivamente en forma de creatividad, actividad e ingenio (Benavides, 2015). También se han reportado estrategias cognitivas de afrontamiento como olvidar y orar o recuperar identidades culturales (Chanmugam, 2015). Así mismo, se han experimentado cambios cognitivos, emocionales como el autoconcepto, el conocimiento de la vif, el autocontrol y el optimismo (Crann & Barata, 2016, 2019), la conciencia y comprensión, el entendimiento de las relaciones, la renovación y reconstrucción y resignificación de los eventos adversos (D’Amore, Martin, Wood, & Brooks, 2018). También se reporta la recuperación y reconstrucción de la propia identidad, la sensación de libertad y salud, la aceptación y el perdón de sí mismo y el abusador, el reconocimiento del proceso a largo plazo y la posibilidad para superar el abuso (Flasch, Murray, & Crowe, 2017). Adicionalmente se refieren fortalezas del carácter, gratitud, inteligencia social y curiosidad (Hellman & Gwinn, 2017) esperanza (Hines, 2015), la autoestima (Matheson et al., 2015), la empatía y la tolerancia (Pérez-González, Guilera, Pereda, & Jarne, 2017).
Se reconocieron recursos afectivos como, la búsqueda de recursos espaciales, físicos y corporales para protegerse (Alexander, Callaghan, Sixsmith, & Fellin, 2015), la ecuanimidad (Bowen, 2017) y la entereza (Childress, Gioia, & Campbell, 2018).
Comportamentalmente se reconocieron la: mediación, la solución de conflictos, la comunicación (Bain & Durbach, 2018), el establecimiento de límites, las relaciones interpersonales positivas, la búsqueda de información y el apoyo por parte de la policía (Cherewick et al., 2015) la ayuda a otros, la solidaridad y el empoderamiento (Fellin et al., 2019; Goodman, et al, 2016), el emprendimiento (Green, Blattman, Jamison, & Annan, 2015), la generación de redes de apoyo (Gregory, Williamson, & Feder, 2017) y el desarrollo de habilidades prosociales (Howell, Thurston, Hasselle, Decker, & Jamison, 2018).
En cuanto a los programas y estrategias de promoción de resiliencia, estos se caracterizaron por orientarse hacia el desarrollo de: Resistencia al control coercitivo a través del cuerpo y el espacio (Callaghan, Alexander, & Fellin, 2016, Callaghan, Fellin, Mavrou, Alexander, & Sixsmith, 2017) la recuperación de la experiencias y su resignificación (Callaghan, Fellin, & Alexander, 2018; Grogan-Kaylor, Galano, Howell, Miller-Graff, & Graham-Bermann, 2019), la expresión de sus emociones de manera profunda a través del drama (Dix, 2015).
Adicionalmente, se encontraron estrategias, como la regulación emocional bajo la supresión y la reevaluación (Hong et al., 2018), al igual que la identificación de estrategias de control para intervenir en el proceso de lesión (Hartney & Barnard, 2015), la intervención en atención primaria (Hegarty, Tarzia, Hooker, & Taft, 2016), el enfoque integrado de cuerpo, mente y espíritu (Liao, 2019), el empoderamiento y el papel de la comunidad (Inman & Rao, 2018; McDonald, Graham-Bermann, Maternick, Ascione, & Williams, 2016), la comunicación madres e hijos para romper la vif (Insetta et al., 2015), las intervenciones que construyen el capital social y la capacidad de recuperación de los jóvenes (Scorgie, et al, 2017) y la empatía frente a las historias de superhéroes como fuente de intervención en jóvenes (Weschenfelder, Fradkin, & Yunes, 2018).
Frente a los hallazgos relacionados con la vif y de género, se observó un gran énfasis en que las depositarias de la vif o de pareja son las mujeres, bien a nivel de la familia nuclear, extensa, o dentro de la violencia de pareja (Birdsall, Kirby, & McManus, 2017; Morton & Hohman, 2016; Sánchez & Lopez-Zafra, 2019; Tsirigotis & Łuczak, 2018; Ulloa, Hammett, Guzman, & Hokoda, 2015) o en relación extendida con otros contextos como los hospitales (Arabaci, Dikec, Buyukbayram, Uzunoglu, & Ozan, 2018). Aunque esté implícita la relación de la vif con el género, sólo algunos estudios hacen patente esta relación (Asay et al., 2016).
También se observó la extensión del género, pero frente al ciclo evolutivo, tal como lo refiere Bain y Durbach (2018), las agrupaciones culturales ancestrales (Burrage, Gagnon, & Graham-Bermann, 2018), mujeres refugiadas (Kim, Kim, & Kim, 2016) y la extensión al abuso y violencia sexual (Murray, Moore Spencer, Stickl, & Crowe, 2017).
Adicionalmente, la vifg no solo se observa como un comportamiento actual, también se destaca el historial de maltrato, abuso, violencia en las familias y la sobrevivencia (Ben-David & Jonson-Reid, 2017; LaBrenz, Dell, Fong, & Liu, 2019; Meng, Fleury, Xiang, Li, & D’arcy, 2018) o padres que han expuesto a sus hijos a violencia domestica (Scott, Thompson-Walsh, & Nsiri, 2018).
Como complemento, también se destaca el marcado énfasis en los niños y niñas como lo resaltan, Beetham et al. (2019), Dubowitz et al. (2016), Elrofaie et al. (2016), Fong et al. (2019); Happer et al. (2017), McDonald, Corona et al. (2016) y McDonald, Graham-Bermann et al., (2016). Finalmente, en los jóvenes y adolescentes en la vifg (Ahmad, Ishtiaq, & Mustafa, 2017; Romero, Hall, Cluver, & Meinck, 2018) y adolescentes desde una visión de género (Namy et al., 2017; Noble, Ward, French, & Falb, 2019).
Discusión
Frente a la cantidad de estudios publicados, estos pueden deberse a la prevalencia, el impacto positivo o negativo, a las posibilidades y beneficencia que representa estudiar o dirigirse al estudio de la vifg y la resiliencia. Así pues, se visibiliza la perspectiva de género, lo cual sería consistente con la posición de la Organización Mundial de la Salud (oms) ( 103) frente a la visibilización y abordaje de la vif y de género (onu Mujeres, 2017).
Llama la atención que en Sur y Centroamérica no se reportan estudios, salvo el de Weschenfelder et al. (2018) y más cuando las refieren una altísima tasa de vifg como lo refiere la United Nations for Development Program (undp) (2017). La Organización Mundial de la Salud, estima que el 30% de las mujeres que tienen o han tenido un compañero íntimo han experimentado violencia de parte de este, tanto física como sexual. La prevalencia fue mayor en África, el Mediterráneo Oriental y Asia Sudoriental (cerca del 37%), y en las Américas (30%) ( oms, 2014).
Si bien, el foco no es está dirigido a la resiliencia, si es preocupante que no se haga énfasis en la resiliencia y menos desde una visión de género lo que haría precisamente que se siga invisibilizando la incidencia de esta en la vif, y obviamente la evitación de intervenciones positivas y generativas.
Considerando las publicaciones que difunden el conocimiento relacionado con los fenómenos de interés, se destacan que en su totalidad se relacionan con el fenómeno de la violencia intrafamiliar, de pareja, contra los niños y adolescentes. Es decir, responde a literatura especializada, y en menor medida de carácter general, de la misma forma resaltamos cómo la resiliencia empieza a cobrar relevancia como alternativa de investigación, reflexión y revisión en relación con la violencia y particularmente en revistas de un factor de impacto representativo ya que fluctúan entre el primer y segundo cuartil e índice h entre 129 y 14 (Tabla 11)
Al respecto de los participantes o poblaciones de interés para los investigadores, aclaramos que, considerando que la búsqueda y problema de investigación se orientó hacia la violencia intrafamiliar y el género, no se observó que las publicaciones, excepto un caso Asay, et al. ( 2016), hicieran referencia de forma explícita a la violencia intrafamiliar y de género, sino que se infirió esta relación y se subrayó que la depositaria de la violencia es la mujer, las niñas y los niños, esto desde la casuística y no desde las implicaciones que aquí se refirieron previamente, dejando ver la invisibilización del género en la investigación e intervenciones relacionadas con la violencia intrafamiliar y la resiliencia.
Frente a los planteamientos de Jaramillo-Moreno & Cuervo (2016), Jaramillo-Moreno (2017) y Jaramillo-Moreno & Cuevas (2018), la resiliencia y la resiliencia familiar, deben ser consideradas como características o competencias emergentes de la identidad familiar, esto implica no verla desde una postura aislada sino relacional. Es decir, siguiendo a Cyrulnik (2010) se es resiliente en el marco de la relación y esta competencia funciona como dispositivo natural en la familia, el cual se presta para diferentes disciplinas, tal como se mencionó anteriormente, partiendo de las ciencias de la salud, la educación hasta las ciencias sociales y esta última en marcos, de la salud, lo organizacional, lo educativo o lo comunitario.
Por otro lado, comprendemos que la rf y los factores protectores, es decir aquellos que funcionan como dispositivos que atenúan, retrasan o blindan a las familia, frente a las adversidades, traumas o daños, son parte de la misma identidad resiliente, solo que el factor protector emergería como parte de la identidad y la historia familiar, comunitaria, educativa e institucional, lo cual deja entrever su lectura ecológica y en el marco de los sistemas amplios (Bronfenbrenner, 1987; Imer-Black, 2000). Esto, sin necesidad de ser respuesta ante la adversidad, pero que si funciona como base para el desarrollo y la emergencia de la resiliencia, siendo esta última la respuesta ante en este caso la vifg.
Conclusiones
Como se destacó antes, frente a la invisibilización de la problemática, creemos que es un campo potencial, no solo ver el fenómeno de la vifg sino también el análisis de la resiliencia y la resiliencia familiar, además del desarrollo continuo de programas orientados hacia estas.
Se destaca que es esencial diseñar estudios que consideren la resiliencia y la vifg en América Latina y otros países, en donde estos fenómenos son de un alto impacto negativo, pues para Buvinie, et al. (1999) América Latina y obviamente Colombia son los contextos socio demográficos más violentos contra la mujer y consecuentemente la familia y que se beneficiarían de estas iniciativas investigativas e interventivas.
Es interesante cómo, frente a lo amplio de la literatura, se observa que la vifg y la resiliencia, si bien se concentra en la literatura especializada, tiene una tendencia a elevarse en otras áreas del conocimiento que comprenden la Medicina, Psiquiatría, Pediatría, Trabajo Social, Psicología y Educación lo cual coincide con la posición interdisciplinar de la resiliencia, la familia y el género.
Al respecto de los tipos de estudios se resalta cómo en el estudio de la resiliencia se tiene una marcada tendencia a los estudios cualitativos y su objetivo de comprender y descripción de fenómenos humanos, desde visiones complejas, sistémicas, interpretativas, culturales y transformadoras. Por otro lado, también se muestra cómo desde los estudios cuantitativos, el propósito obedecería a la sistematización de experiencias, protocolos o guías de intervención que promuevan la emergencia de la resiliencia ante eventos de adversidad, como de fenómenos de altísimo impacto negativo como la vifg.
Con respecto al género y su relación directa y explícita, aún se observa que la investigación al respecto de la vif se desvincula, o al menos no explora la relación con la categoria del género; y además, la forma en que se suma a la diferenciación de los tipos de violencia en el marco de la familia. Esto, en tanto la violencia intrafamiliar, de pareja, infantil, e incluso el fenómeno del maltrato, dentro de la lectura sistémica y ecológica conforman un mismo fenómeno, es decir la familia, y que el ejercicio violento, así tenga un contexto “privado” o “secreto” afectará la totalidad del sistema familiar.
Con respecto a lo anterior, esta continuidad termina alimentando la invisibilización de la incidencia y justificación del género en la violencia, independientemente si se da dentro del subsistema conyugal o dentro del marco amplio del sistema familiar, que trasciende hacia la familia extensa y las generaciones familiares.
Considerando que la resiliencia familiar es la respuesta o, en otras palabras, una competencia emergente, relacional y dialéctica de la familia ante la vifg, debe incluirse en su abordaje, conceptualización e interpretación el enfoque ecosistémico y de sistemas amplios. Esto, debido a que no se puede restringir su interpretación aisladamente al individuo o la familia nuclear, sino que es una competencia interdependiente a otros niveles, como por ejemplo, el nivel comunitario, social, nacional y global.