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Psychologia. Avances de la Disciplina

versão On-line ISSN 1900-2386

Psychol. av. discip. vol.11 no.1 Bogotá jan./jun. 2017

 

Artículos de investigación

DIFERENCIAS POR SEXO Y VARIABLES ASOCIADAS CON LAS AGRESIONES SEXUALES EN EL NOVIAZGO EN UNIVERSITARIOS1

SEX DIFFERENCES AND VARIABLES ASSOCIATED WITH DATING SEXUAL AGGRESSIONS IN UNIVERSITY STUDENTS

César Armando Rey-Anacona*  2 

* Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia, Tunja - Colombia


Resumen

Se requiere más investigación sobre los posibles factores de riesgo de la violencia sexual en el noviazgo. Se comparó la prevalencia por sexo de seis agresiones sexuales entre 902 varones y mujeres colombianos solteros y sin hijos, y se comparó a los participantes que reportaron al menos una agresión sexual con los que no, en las siguientes variables: duración de la relación, edad, comunicación de pareja, rasgos de agresividad/ dominación/intransigencia, observación de violencia marital y aceptación de la violencia en el matrimonio. Un porcentaje significativamente mayor de varones reportó haber ejercido cuatro de estas seis conductas, comparados con las mujeres. Los participantes que informaron al menos una agresión sexual tenían un rango promedio de edades significativamente mayor y presentaron puntuaciones más altas en rasgos de agresividad/ dominación/intransigencia y más bajas en comunicación de pareja, reportaron más agresiones entre sus padres y un porcentaje significativamente mayor estuvo de acuerdo con 26 de 28 frases referentes al uso de la violencia en el matrimonio. No hubo diferencias con respecto a la duración de la relación. Se destaca la necesidad de considerar estas variables en la prevención primaria y secundaria de este tipo de violencia.

Palabras claves: Violencia en el noviazgo; violencia sexual; adolescente; adulta; universitaria; factores de riesgo; sexualidad

Abstract

More research about possible risk factors of sexual dating violence is required. The prevalence of six sexual aggressions was compared by sex among 902 unmarried and childless Colombian men and women, and participants who reported at least one sexual aggression were compared with not in following variables: duration of relationship, age, partner communication, traits of aggressiveness/domination/ intransigence, observation of marital violence and acceptance of violence in marriage. A significantly higher percentage of males reported having exercised four of these six behaviors. Participants who reported at least one sexual aggression had a significantly higher average range of ages and had higher scores on traits of aggressiveness/domination/intransigence and lower in partner communication, they reported more aggressions between their parents and a significantly higher percentage was according to 26 of 28 phrases concerning the use of violence in marriage. There were no differences regarding the duration of the relationship. The need to consider these variables in primary and secondary prevention of such violence is pointed.

Keywords: Dating violence; sexual violence; adolescents; adults; university students; risk factors; sexuality

Introducción

La violencia sexual involucra el uso de la fuerza, la intimidación o el poder, con el fin de ejecutar actos no deseados por la víctima, como el acoso y la violación, los cuales pueden ocurrir en cualquier contexto, independientemente de la relación entre el victimario y la víctima (Bueno, 2015; Celis-Sauce & Rojas-Solís, 2015; Krug, Dahlberg, Mercy, Zwi, & Lozano, 2003). La violencia sexual se relaciona con varios problemas de salud física, psicológica y reproductiva, como las enfermedades de transmisión sexual, el embarazo no deseado, las disfunciones sexuales, la depresión y el trastorno por estrés postraumático (American Psychiatric Association, 2013; Contreras, Bott, Guedes, & Dartnall, 2010; Ellis, Crooks, & Wolfe, 2008; Tharp et al., 2013).

Aunque el interés por la violencia sexual se ha centrado tradicionalmente en actos graves como la violación, ejercidos especialmente por varones fuera del ámbito familiar, ha habido un cambio hacia el estudio de aquellos actos que ocurren también en el contexto de la pareja, ejercidos tanto por varones como mujeres (Abrahams, Jewkes, Hoffman & Laubsher, 2004; Degue et al., 2014; Krahe, Waizenhofer & Moller, 2003). Este cambio pudo haberse debido a los resultados de estudios como el de Weiss y Zverina (1999), quienes encontraron que solamente en el 10% de los casos el perpetrador de las agresiones sexuales era un extraño, en una muestra representativa de 862 varones y 825 mujeres de la población checa. Un estudio realizado con 1368 varones adultos sudafricanos de diferente estado civil, encontró que el 15,3% había ejecutado actos de violencia sexual y que esta se relacionaba con conflictos fuera de casa, uso problemático de bebidas alcohólicas, tener más de una pareja al mismo tiempo, abusos verbales hacia la pareja y conflictos de pareja frecuentes, especialmente los motivados por negativas sexuales y sentir menospreciada la autoridad (Abrahams et al., 2004).

En América Latina y el Caribe, diferentes estudios revisados por Contreras et al. (2010), señalan que la violencia sexual por parte de la pareja ha afectado alguna vez en la vida entre el 5% y el 45% de las mujeres de la región, asociándose con factores de tipo: (a) Macrosocial, como la desigualdad de género y las normas sociales que legitiman la violencia sexual (e. g., culpabilización de la mujer, justificación de los hombres por sus deseos sexuales, ver a las mujeres como objetos sexuales); (b) comunitario, como escaso apoyo al derecho a la autonomía sexual de las mujeres por parte de la comunidad y la familia; (c) de la relación, por motivos como celos del hombre, negativa a tener relaciones sexuales y que el hombre sienta que pierde el control de la relación y (d) individual, como ser joven, vivir en un contexto marginado y excluido, haber sufrido violencia en la infancia y actitudes rígidas de género.

Uno de los tipos de violencia sexual que requiere más investigación es la que ocurre entre los adolescentes y adultos jóvenes solteros, ya que la evidencia disponible indica que es muy frecuente. Así, una investigación realizada con 8108 empleados entre 15 y 64 años de Argentina, Brasil y Chile, encontró que el riesgo de acoso sexual era mayor entre la población soltera, con un 65,7%, en contraste con el de los casados (34,3%), aunque el riesgo de ser agredido sexualmente era ligeramente superior entre los casados (51,1%) que entre los solteros (48,5%; Merkin, 2008). Slotboom, Hendriks y Verbruggen (2011), por su parte, encontraron entre 451 mujeres y 381 varones neozelandeses, que la probabilidad de ser víctima de acoso y agresión sexual era del 64,9% entre los participantes de 16 a 34 años y que dicho riesgo era mayor entre los que tenían un nivel educativo alto (56,2%), comparado con los que tenían menor educación (43,5%). Un estudio nacional realizado con 90953 varones y 91746 mujeres finlandeses entre 14 y 18 años, reveló que el 17,2% de las mujeres y el 5,4% de los varones habían sido objeto de tocamientos indeseados, mientras que el 7,8% de las chicas y el 2,2% de los muchachos fue forzado a tener relaciones sexuales y otras conductas sexuales (Kaltiala-Heino, Frõjd, & Marttunen, 2016). La probabilidad de ser objeto de estas agresiones aumentaba con la edad.

Las investigaciones muestran, en general, que la violencia sexual por parte de la pareja, en los adolescentes y adultos jóvenes, tiende a ser menos frecuente que la violencia física y psicológica y que los varones ejercen más este tipo de agresión que las mujeres, siendo mayor el número de mujeres víctimas de este tipo de violencia (Alegría & Rodríguez, 2015). Sears, Byers y Price (2007), por ejemplo, encontraron entre 633 adolescentes norteamericanos de 12 a 18 años de edad, que un 35% de los varones habían ejercido actos de violencia psicológica, 15% de violencia física y 17% de violencia sexual, mientras que un 47% de las mujeres habían ejecutado actos de violencia psicológica, un 28% violencia física y un 5% violencia sexual. Alleyne, Coleman-Cowger, Crown, Gibbons y Vines (2011), por su parte, hallaron que el 10,3% de las mujeres y el 7,6% de los hombres reportaron haber sido forzados a una relación sexual por parte de su pareja, entre 2438 estudiantes estadounidenses de secundaria de grado noveno a duodécimo. Los análisis estadísticos implementados revelaron que el maltrato físico por parte de la pareja se relacionaba significativamente con el sexo forzado por parte de esta, el número de parejas sexuales, la edad de la primera relación y el uso de alcohol y drogas en esa primera relación sexual.

Un estudio nacional realizado en el año 2013 en los Estados Unidos con los estudiantes de los mismos grados académicos, utilizando el "Sistema de Vigilancia de la Conducta de Riesgo Juvenil" (Youth Risk Behavior Surveillance System), encontró que el 10,4% de los adolescentes habían sido forzados a besos, tocamientos o a tener una relación sexual por parte de su novio(a) o la persona con la que salían en los últimos doce meses, situación reportada por el 14,4% de las mujeres y el 6,2% de los varones (Vagi, Olsen, Basile, & Vivolo - Kantor, 2015).

Muñoz-Rivas, Graña, O'Leary y González (2009), hallaron entre 4052 adolescentes y adultos jóvenes madrileños de 16 a 26 años, que el 35,7% de los varones y el 14,9% de las mujeres habían ejercido actos de agresión sexual, mientras que el 21,7% de los varones y el 25,1% de las mujeres, informaron haber sido víctimas de este tipo de violencia. También encontraron que: (a) entre los varones las agresiones sexuales correlacionaban fuertemente con las agresiones físicas, (b) las agresiones sexuales eran ejercidas más frecuentemente por los varones y las mujeres de mayor edad, (c) estas correlacionaban con otros tipos de agresiones, especialmente con las tácticas de dominio y control sobre la pareja y (d) que el uso de la fuerza física para obligar a tener relaciones sexuales era poco frecuente, siendo más común el uso de la coerción verbal para obligar a la pareja a este tipo de relaciones. Estos datos sugieren en su conjunto que aunque las agresiones sexuales en el noviazgo no suelen ser tan graves como las que comúnmente ocurren en el matrimonio, estas pueden facilitarse por el uso de otras formas de violencia de pareja, como las agresiones físicas y de control sobre la pareja.

En relación con las consecuencias de las agresiones sexuales en el noviazgo, algunos estudios revelan efectos similares a los de otros tipos de violencia sexual. Así, Jackson, Cram y Seymour (2000), hallaron entre 373 estudiantes neozelandeses de 16 a 20 años, que el 21% de las mujeres y el 19% de los varones habían sido físicamente agredidos a nivel sexual y que de estos el 40% de las mujeres y el 29% de los varones presentaron lesiones y secuelas que perduraron en el tiempo. Ellis et al. (2008), por su parte, encontraron entre 646 estudiantes canadienses de noveno grado, que la violencia sexual en el noviazgo se relacionaba con ansiedad, depresión y conductas al margen de la ley. Alleyne et al. (2011), en el estudio ya reseñado, hallaron que el haber sido forzado sexualmente por parte de la pareja se relacionaba significativamente con el uso de alcohol y drogas en la última relación sexual.

En Colombia se han efectuado algunos estudios que señalan una alta prevalencia de las agresiones sexuales entre los adolescentes y adultos jóvenes. Así, la Encuesta Nacional de Demografía y Salud, realizada en el año 2010 con una muestra de 49 060 mujeres entre los 15 y 49 años de edad, encontró que el riesgo de violación era mayor entre las que tenían 30 a 39 años, aunque el riesgo de ser acosadas o agredidas sexualmente era mayor entre las mujeres casadas o en unión libre (Asociación Probienestar de la Familia Colombiana, 2011). Rey Anacona (2009a), por su parte, encontró entre 403 varones y mujeres de 15 a 30 años de edad, que un 10,8% de los varones y el 6,8% de las mujeres habían sido víctimas, por lo menos una vez, de una conducta de violencia sexual por parte de su pareja en el noviazgo, mientras que Rey-Anacona, Mateus-Cubides y Bayona-Arévalo (2010), hallaron entre 562 adolescentes de 15 a 20 años de edad, que el 30,4% de los varones y 16,7% de las mujeres habían ejercido al menos en una oportunidad una conducta de violencia sexual a su pareja.

A pesar de estos datos, son aún escasas las investigaciones realizadas en Colombia y en otros países sobre los posibles factores de riesgo de las agresiones sexuales en el noviazgo, cuya importancia radica en la posibilidad de identificar los adolescentes y jóvenes en riesgo de involucrarse en este tipo de violencia y establecer estrategias de prevención empíricamente sustentadas para la prevención de la violencia de pareja en la vida adulta (Tharp et al., 2013; Roberts, Auinger, & Klein, 2006).

Con base en lo anterior, esta investigación se planteó los siguientes objetivos (a) comparar la prevalencia por sexo de diferentes formas de agresión sexual en el noviazgo entre adolescentes y adultos jóvenes colombianos y (b) examinar la relación entre la ejecución de este tipo de conductas y las siguientes variables: Tiempo de relación, edad, comunicación afectiva de pareja, rasgos de agresividad/dominación/intransigencia, observación de violencia entre los padres y aceptación de la violencia en el matrimonio. Estas variables se seleccionaron conforme a las siguientes consideraciones:

- Tiempo de relación. Es posible que las agresiones sexuales se incrementen con el tiempo de relación, ya que los resultados de algunos estudios indican que los malos tratos en el noviazgo tienden a mantenerse y diversificarse con el tiempo (e. g., Muñoz-Rivas et al., 2009; Sears et al., 2007). Sabina, Cuevas y Cotignola-Pickens (2016) señalan al respecto que existe evidencia que indica que las formas más leves de violencia en el noviazgo podrían predecir la posterior victimización de violencia física y sexual.

- Edad. Según Celis-Sauce y Rojas-Solís (2015), existe cierta evidencia que indica que las agresiones sexuales en el noviazgo tienden a ser ejercidas más frecuentemente por los jóvenes de mayor edad, lo cual es coherente con los resultados del trabajo de Muñoz-Rivas et al. (2009), resultados que deberían confirmarse para determinar el rango de edades que debería considerarse prioritariamente en los programas de prevención e intervención.

- Comunicación afectiva de pareja. Las habilidades de comunicación asertiva se han considerado en los programas de prevención de malos tratos en el noviazgo (Leen et al., 2013; Wolfe et al., 2010), por lo que esta variable también debería considerarse en la comprensión y prevención de las agresiones sexuales en el noviazgo (Degue et al., 2014).

- Observación de violencia entre los padres. Se considera que el atestiguamiento de violencia entre los propios padres normaliza y legitima su utilización con la propia pareja en la adolescencia y la adultez (Delsol & Margolin, 2004; Lichter & McCloskey, 2004; McMillan & Wathen, 2014), planteamiento que se soporta en los resultados de varios estudios que han encontrado una asociación positiva entre la observación de violencia en la familia de origen y las agresiones en el noviazgo (Vagi et al., 2013; Foshee, Bauman & Linder, 1999; Gagné, Lavoie & Hébert, 2005; Kinsfogel & Grych, 2004; Rey-Anacona, 2015; Rich, Gidycz, Warkentin, Lohc & Weiland, 2005).

- Aceptación del uso de la violencia en el matrimonio. Los malos tratos en el noviazgo se han relacionado con actitudes a favor de la violencia (Vagi et al., 2013; Sears et al., 2007), revelándose como una variable mediadora entre la observación de violencia y su ejecución hacia la pareja en la adolescencia y en el matrimonio (Foshee et al., 1999; Lichter & McCloskey, 2004). Por lo tanto, la aceptación de la violencia en el matrimonio podría predecir las agresiones sexuales en el noviazgo y constituir un objetivo de prevención de su ocurrencia en la vida marital.

- Rasgos de agresividad/dominación/intransigencia. Este tipo de rasgos se han relacionado con la ejecución de conductas de maltrato en el noviazgo (Rey-Anacona, 2015), por lo que previsiblemente podrían asociarse con las agresiones sexuales en este tipo de relación.

Método

Participantes

Participaron 417 varones (46,2%) y 485 mujeres (53,8%), entre 15 y 35 años de edad (M=19,32 años; DE = 2,33 años), contactados en los cursos programados para los primeros cinco semestres de 29 diferentes carreras profesionales y de licenciatura de una universidad pública colombiana, seleccionándose aquellos que hubieran tenido al menos una pareja sentimental («novio» o «novia»), que fueran solteros y sin hijos. La mayoría vivía en barrios de estratos socioeconómicos «bajo» (34,6%) y «medio-bajo» (42,6%) y en promedio habían cursado 2,4 semestres de carrera.

Instrumentos

Lista de chequeo de experiencias de maltrato en la pareja - Forma B (Rey-Anacona, 2009a). Permite informar la frecuencia de realización de 82 conductas de maltrato hacia la pareja de tipo físico, verbal, emocional, psicológico, sexual, económico y negligente, por medio de una escala tipo Likert de cinco opciones: «Nunca», «Una vez», «Algunas veces» o «Muchas veces». Fue validado a nivel metodológico y de contenido por jueces expertos. La confiabilidad y la validez del instrumento fueron examinadas por Rey-Anacona, Mateus-Cubides y Bayona-Arévalo (2010), quienes informaron un alfa de Cronbach altamente satisfactorio (0,96). El análisis factorial con rotación varimax y el método de análisis de componentes principales evidenció que el 50,54% de la varianza podría explicarse por seis factores.

Para esta investigación se utilizaron los seis ítems de violencia sexual de este instrumento: (a) «La (lo) forzó a tener relaciones sexuales»; (b) «La (lo) obligó a tener comportamientos sexuales que a ella (él) no le agradaban o con los que no se sentía a gusto»; (c) «La (lo) obligó a tener relaciones sexuales con otra persona»; (d) «Se burló de sus deseos sexuales»; (e) «Se dirigió a ella (él) con gestos o palabras sexualmente degradantes» y (f) «le acarició una parte de su cuerpo de una manera vulgar, sin su consentimiento». En este estudio, estos ítems presentaron un alfa de 0,80.

Cuestionario sobre Aceptación del uso de la violencia en el matrimonio (Rey-Anacona, 2009b). Permite manifestar el acuerdo o desacuerdo con 14 enunciados referentes al uso de la violencia por parte del esposo hacia la esposa en diferentes situaciones de conflicto y los mismos ítems pero en relación con la conducta de la esposa hacia su esposo. Fue validado a nivel metodológico y de contenido por jueces expertos, presentando un alfa de Cronbach de 0,89. En esta investigación, se obtuvo un alfa de 0,89.

Inventario de Masculinidad y Feminidad (IMAFE; Lara, 1993). Es un cuestionario auto-descriptivo de la personalidad con base en 60 adjetivos referentes a cuatro rasgos de personalidad de género: Masculinidad, Feminidad, Machismo y Sumisión, cada uno de los cuales contiene quince ítems que se responden a través de una escala Likert de siete opciones. La escala de Machismo, utilizada en este estudio, permite evaluar rasgos de personalidad relacionados con la agresividad, la dominación y la intransigencia, a través de los siguientes adjetivos: Agresivo (a), Dominante, Autoritario(a), Rudo(a), Egoísta, Enérgico(a), De voz fuerte, Incomprensivo(a), Uso malas palabras, Individualista, Materialista, Arrogante, Frío(a), Ambicioso(a) y Malo(a).

La validación original del IMAFE se efectuó con 1301 mexicanos varones y mujeres, presentando tres factores que explicaban el 33,3% de la varianza (Lara, 1993), con índices de confiabilidad que oscilaban entre 0,74 y 0,92, correlacionando las escalas con sus similares del Inventario de roles sexuales de Bem (1974). En Colombia Martínez-Gómez, Guerrero-Rodríguez y Rey-Anacona (2011), evaluaron su confiabilidad y validez de constructo, con los datos arrojados por 1527 varones y mujeres entre 15 y 42 años, encontrando valores alfa que oscilaban entre 0,76 y 0,88. El análisis factorial arrojó tres factores que explicaban los 30,8% de la varianza, congruentes con los encontrados en su validación original. En este estudio, el instrumento obtuvo un alfa de 0,82.

Cuestionario de Autoinforme sobre incidentes de violencia conyugal (Rey-Anacona, 2008). Permite reportar el atestiguamiento de14 formas de violencia de pareja realizadas tanto por parte del padre hacia la madre como viceversa, por medio de preguntas de tipo «Sí-No» (28 en total). Los tipos de violencia contemplados en este cuestionario son la violencia física, la violencia verbal, las amenazas verbales, las amenazas con un objeto contundente, encerrar a la persona en la casa o en un cuarto, las prohibiciones, echar de la casa a la otra persona, la violencia sexual, la violencia económica y las amenazas a personas cercanas. Para su desarrollo, este instrumento fue validado a nivel metodológico y de contenido por jueces expertos, alcanzando un alfa de Cronbach de 0,85. Por medio de este instrumento también se recolectó información sobre el tiempo de la actual/última relación de cada participante (en meses) y su edad (en años). En esta investigación, este cuestionario presentó un alfa de 0,85.

Cuestionario de Comunicación afectiva (Arroyo & Vergara, 2000). Permite medir la habilidad para manifestar afecto positivo y sentimientos negativos en la relación de noviazgo, por medio de 30 ítems tipo Likert de cinco opciones de respuesta. En esta investigación se utilizó la versión adaptada por Rey-Anacona (2008), quien sometió el instrumento a un proceso de revalidación metodológica y de contenido con 211 adolescentes entre 14 a 18 años de edad, informando un alfa de Cronbach de 0,79 y correlaciones significativas con varias medidas teóricamente relacionadas (Vg., de habilidades sociales y de empatía). En este estudio, el alfa obtenido fue 0,87.

Procedimiento

Los instrumentos fueron administrados grupalmente en el salón de clases, previo consentimiento informado, el cual se solicitó de manera verbal debido a que la investigación se catalogó de riesgo mínimo conforme a la normatividad que regula la investigación en salud en Colombia (v.g., Resolución 008430 de 1993 del Ministerio de Salud). Estos fueron aplicados por estudiantes universitarios de psicología, con quienes se efectuó un entrenamiento para su aplicación y corrección, que incluyó una auto y heteroaplicación de los instrumentos, ensayos conductuales grupales retroalimentados y una capacitación en los aspectos conceptuales y teóricos de la violencia de pareja y en las normas éticas fundamentales contempladas en la investigación.

Para obtener el consentimiento informado de los participantes, se les proporcionó la siguiente información, conforme a la mencionada Resolución y la Ley 1090 de 2006, la cual reglamenta el ejercicio de la psicología en Colombia: el objetivo de la investigación, el procedimiento de administración de los instrumentos, la voluntariedad de la participación, el anonimato en la contestación de los cuestionarios, la confidencialidad de la información obtenida, la posibilidad de recibir los resultados individuales y la independencia de la investigación con respecto a su proceso educativo. No se retribuyó monetariamente a los participantes. En total se aplicaron 1091 baterías de las cuales se descartaron 189 debido a que los que contestaron no habían tenido pareja, no eran solteros o tenían hijos.

Se utilizó un diseño descriptivo, transversal y comparativo, por medio del cual se comparó la prevalencia por sexo de cada una de las agresiones sexuales bajo estudio y se comparó a los participantes que informaron al menos una conducta de este tipo con los que no, en cada una de las variables analizadas. Para efectuar estos análisis se utilizó el programa SPSS versión 22.0, utilizándose las siguientes pruebas no paramétricas debido a que la prueba de normalidad Kolmogorov-Smirnov evidenció que la muestra no se distribuía de manera normal en las variables bajo estudio: (a) U de Mann Whitney para las variables continuas: tiempo de relación, edad, comunicación afectiva de pareja y rasgos de agresividad/dominación/ intransigencia y (b) Chi Cuadrada para las nominales: porcentaje de participantes por sexo que reportó cada tipo de agresión sexual, exposición a violencia entre los padres y aceptación de la violencia en el matrimonio, aceptándose en todos los casos un nivel de significancia mínimo de 0,05 (bilateral).

Resultados

Como se observa en la tabla 1, la agresión sexual que más reportaron los participantes fue «Le acarició una parte de su cuerpo de una manera vulgar, sin su consentimiento», mientras que la menos informada fue «La (lo) obligó a tener relaciones sexuales con otra persona». Un número significativamente mayor de varones informó haber ejecutado, al menos en una oportunidad, cuatro de las seis formas de agresión sexual bajo estudio, comparados con las mujeres. Estas eran: (a) «La (lo) forzó a tener relaciones sexuales», (b) «La (lo) obligó a tener comportamientos sexuales que a ella (él) no le agradaban o con los que no se sentía a gusto», (c) «Se dirigió a ella (él) con gestos o palabras sexualmente degradantes» y (d) «Le acarició una parte de su cuerpo de una manera vulgar, sin su consentimiento». No se encontraron diferencias estadísticamente significativas en relación con el porcentaje de varones y mujeres que informaron las demás formas de agresión sexual (véase la tabla 1).

Tabla 1 Diferencias por sexo en las agresiones sexuales informadas por los participantes 

Nota. X2: Chi Cuadrada de Pearson. * p ≤ 0,05 p ≤ 0,001

Los participantes varones y mujeres que ejercieron una agresión sexual al menos en una oportunidad (grupo AS), comparados con los que no reportaron esta circunstancia (grupo NAS), presentaron un rango promedio (RP) de edades significativamente mayor (AS: RP=506,58, NAS: RP = 435,20, U [902] = 60342, p<0,001), así como un RP de puntuaciones significativamente menor en el Cuestionario de Comunicación afectiva (AS: RP=355,30, NAS: RP=479,97,20, U [902] = 51871,50, p<0,001) y uno significativamente mayor en la Escala de machismo del IMAFE (AS: RP=544,35, NAS: RP = 422,64, U [900] = 52148,50, p<0,001), reportando un número significativamente mayor de conductas violentas observadas entre los padres (AS: RP=517,42, NAS: RP=431,99, U [902] =58108, p<0,001). No se encontraron diferencias estadísticamente significativas en el RP del tiempo de relación informado por los participantes de ambos grupos (AS: RP=431,54, NAS: RP=430,19, U [860] =65563, p = 0,946).

Resultados similares se evidenciaron entre los varones, al presentar aquellos que ejercieron al menos una agresión sexual, un RP de puntuaciones significativamente menor en el Cuestionario de Comunicación afectiva (AS: RP=170,60, NAS: RP=224,70, U [417]=13261,50, p<0,001) y uno significativamente mayor en la Escala de machismo del IMAFE (AS: RP=231,29, NAS: RP=199,15, U [416]=15090, p=0,013), informando también un número significativamente mayor de conductas violentas observadas entre los padres (AS: RP=239,58, NAS: RP=196,50, U [417]=14207,50, p<0,001). No obstante, ambos grupos no difirieron estadísticamente en el RP de edades (AS: RP=224,90, NAS: RP=202,50, U [417]=15983,50, p=0,082) y en el RP del tiempo de relación (AS: RP=204,91, NAS: RP= 195,85, U [396]=15497, p = 0,472).

Las mujeres que reportaron haber ejercido al menos una agresión sexual, por su parte, presentaron un RP de puntuaciones significativamente menor en el Cuestionario de Comunicación afectiva (AS: RP=187,58, NAS: RP=254,78, U [485]=12289, p<0,001) y uno significativamente mayor en la Escala de machismo del IMAFE (AS: RP = 305,08, NAS: RP=229,17, U [484]=11638, p<0,001), así como un número mayor de conductas violentas observadas entre los padres (AS: RP=280,94, NAS: RP=234,94, U [485] = 13775, p=0,004) y un RP de edades significativamente mayor (AS: RP=273,32, NAS: RP = 236,56, U [485]=14422,50, p=0,025), aunque no se observaron diferencias estadísticamente significativas en el RP del tiempo de relación (AS: RP = 232,46, NAS: RP = 232,51, U [464] = 15808, p = 0,997).

Los participantes que ejercieron al menos una agresión sexual, informaron con mayor frecuencia haber presenciado al menos una conducta violenta entre sus padres, comparados con el otro grupo de participantes (X2 [1, 902]=17,552, p<0,001). Específicamente, reportaron más frecuentemente haber presenciado las siguientes conductas: (a) Actos de violencia física del padre hacia la madre (X [1, 900] = 8,832, p = 0,004); (b) groserías, insultos o humillaciones por lo menos una vez por semana de la madre hacia el padre (X2 [1, 900]=11,455, p = 0,001); (c) amenaza con un arma u objeto que pueda causar daño por parte de la madre hacia el padre (X2 [1, 898]=7,505, p = 0,011); (d) prohibirle el padre a la madre que salga a verse con un familiar o con un amigo o amiga (X [1, 893] = 10,387, p = 0,003); (e) echar el padre a la madre de la casa o cerrarle la puerta para que no pudiese entrar (X2 [1, 900]=4,164, p = 0,046); (f) obligar el padre a la madre a tener relaciones sexuales (X2 [1, 897] = 9,223, p = 0,006); (g) quitarle el padre a la madre dinero u obligarla a que le diera dinero (X [1, 899] = 22,275, p<0,001); (h) quitarle la madre al padre dinero u obligarlo a que le diera dinero (X2 [1, 898]=15,948, p = 0,001); (i) negarse el padre a la madre a darle plata para las necesidades de los hijos, a pesar de que era quien contaba con dinero para cubrir esas necesidades (X2 [1, 898] = 6,240, p = 0,017); (j) amenazar el padre a la madre con hacerle algo malo a los hijos (X2 [1, 895] = 6,271, p = 0,038); (k) amenazar la madre al padre con hacerle algo malo a los hijos (X2 [1, 897] = 4,742, p = 0,037); (l) amenazar el padre a la madre con llevarse a los hijos (X2 [1, 898]=10,621, p=0,004) y (m) amenazar la madre al padre con llevarse a los hijos (X [1, 896] = 6,925, p = 0,012).

Como se observa en la tabla 2, los participantes que ejercieron al menos una agresión sexual a su pareja, estuvieron de acuerdo en un porcentaje significativamente mayor que los participantes del otro grupo, con casi todas las frases del Cuestionario sobre Aceptación del uso de la violencia hacia la mujer, excepto con la afirmación «Es un delito que el esposo golpee a su esposa», con la que estuvo de acuerdo un porcentaje significativamente mayor de participantes que no agredieron sexualmente a su pareja y la frase «Es un delito que la esposa golpee a su esposo», en donde no se observaron diferencias significativas.

Tabla 2 Diferencias en el porcentaje de participantes que estaban de acuerdo con cada una de las afirmaciones a favor del uso de la violencia en el matrimonio 

Nota. X2: Chi Cuadrada de Pearson. ** p ≤ 0,01 *** p ≤ 0,001

Discusión

El objetivo de esta investigación fue comparar la prevalencia por sexo de diferentes agresiones sexuales en el noviazgo, en una muestra de adolescentes y adultos jóvenes solteros y sin hijos y su relación con las siguientes variables: Tiempo de relación, edad, rasgos de agresividad/dominación/intransigencia, aceptación del uso de la violencia en el matrimonio, observación de violencia entre los padres y comunicación afectiva de pareja. Los datos obtenidos muestran una prevalencia alta de agresiones sexuales ejercidas por los participantes, especialmente por los varones, quienes informaron en un mayor porcentaje cuatro de las seis formas de agresión sexual bajo estudio, lo cual es coherente con estudios previos que indican que estos ejercen más frecuentemente agresiones sexuales en el noviazgo que las mujeres (Vagi et al., 2013; Muñoz-Rivas et al., 2009; Sears et al., 2007).

Como informaron Muñoz-Rivas et al.(2009), las agresiones más reportadas correspondían a formas relativamente menos graves de coerción sexual, como burlarse de los deseos sexuales de la pareja y caricias realizadas de una manera vulgar sin consentimiento de la pareja, cuya prevalencia general fue del 10% aproximadamente, mientras que conductas más graves como forzar a la pareja a tener relaciones y obligarla a tener relaciones con otra persona fueron informadas por un 5% de la muestra, aproximadamente. No obstante, los varones reportaron en un porcentaje significativamente mayor haber ejercido tanto estas formas «leves» de agresión sexual como las más graves, lo cual indica que las campañas de prevención de la violencia sexual en el noviazgo deberían centrarse especialmente en los varones.

Los resultados evidenciaron que la observación de violencia entre los padres es una circunstancia común entre adolescentes y adultos jóvenes que han ejercido alguna forma de agresión sexual en el noviazgo, por lo que podría considerarse como una variable a tener en cuenta en la identificación de los jóvenes en riesgo de ejercer violencia sexual en el noviazgo. Destaca el hecho que los participantes que ejercieron al menos una agresión sexual a su pareja también reportaron haber observado al padre obligar a la madre a tener relaciones sexuales, en un porcentaje significativamente mayor al de los participantes que no habían agredido sexualmente a su pareja, lo cual refuerza la noción de que la observación de violencia en la familia de origen normaliza y legitima la violencia con la propia pareja (Delsol & Margolin, 2004; Lichter & McCloskey, 2004; McMillan & Wathen, 2014) y apoya la aplicación de la teoría del aprendizaje social en la explicación de la transmisión intergeneracional de la violencia (Foshee et al., 1999; Halford et al., 2000).

Un promedio más bajo en comunicación afectiva de pareja también caracterizó a los varones y mujeres que ejercieron al menos una agresión sexual a su pareja, tanto a nivel general como por sexo, lo cual señala que el déficit en la habilidad para manifestar afecto positivo y sentimientos negativos, medida por el instrumento utilizado, podría favorecer el uso de la coerción sexual en el noviazgo. De manera similar, un promedio más alto en puntuaciones de Machismo, entendido como un conjunto de rasgos autodescriptivos de agresividad, dominación e intransigencia (Lara, 1993), caracterizó tanto a los varones como a las mujeres que ejercieron al menos una agresión sexual a su pareja, evidenciando que este tipo de rasgos también podrían promover este tipo de violencia en el noviazgo, por lo que también podría considerarse en la identificación y prevención de la coerción sexual en este tipo de relaciones.

La aceptación del uso de diferentes formas de violencia en el matrimonio también caracterizó a los participantes que ejercieron al menos una agresión a su pareja, al manifestarse estos de acuerdo con la mayoría de proposiciones referentes al uso de conductas como los gritos, los insultos, pegar, echar de la casa y las prohibiciones, para afrontar diferentes tipos de situaciones conflictivas en el matrimonio referentes al cumplimiento de los deberes de la esposa y el esposo como compañero(a) y como padre/madre. Se destaca dentro de estas proposiciones las dos referentes a que es una obligación del (la) esposo(a) satisfacer sexualmente a su esposa(o), ya que evidencia directamente una mayor aceptación de la coerción en el plano sexual entre los participantes que ejercieron este tipo de agresiones a su pareja.

Los participantes que no informaron haber ejercido agresiones sexuales a su pareja, por su parte, estuvieron más de acuerdo con la afirmación de que «es un delito que el esposo golpee a su esposa», que los participantes que reportaron haber agredido sexualmente a su pareja, lo que confirma que la aceptación del uso de la violencia en el matrimonio podría potencialmente promover la coerción sexual en el noviazgo y constituye una variable que debería ser considerada en la prevención de este tipo de violencia. Lo anterior es coherente con los programas de prevención de la violencia en el noviazgo que consideran dentro de los blancos de intervención las creencias que justifican el uso de la violencia en la pareja (Muñoz, Ortega-Rivera, & Sánchez, 2013; Vizcarra, Póo, & Donoso, 2013). En particular, los resultados de esta investigación señalan que en este tipo de programas de prevención se deben identificar y cuestionar todas aquellas creencias que legitiman la coerción a nivel sexual, como las que normalizan que es una obligación satisfacer o tener relaciones sexuales con la pareja.

El promedio de edades, por otra parte, si bien diferenció a todos los participantes que informaron haber ejecutado alguna forma de agresión sexual a su pareja, no caracterizó consistentemente a los participantes de este grupo cuando se efectuaron las comparaciones por sexo, lo que indica que aunque una mayor edad podría relacionarse con una mayor probabilidad de ejercer este tipo de violencia en el noviazgo, como informaron Muñoz-Rivas et al. (2009) y constituye una variable que requiere la realización de estudios similares que confirmen esta asociación. Por el contrario, el tiempo de relación no diferenció ni a los varones ni a las mujeres que ejercieron alguna forma de agresión sexual, por lo que no parece ser una variable que permita identificar el riesgo de ejecutar este tipo de agresiones en el noviazgo.

En conclusión, los resultados de esta investigación señalan que las agresiones sexuales en el noviazgo tienden a ser más frecuentemente ejercidas por los varones y que estas podrían relacionarse con déficits en comunicación afectiva de pareja, rasgos de personalidad de agresividad, dominación e intransigencia, observación de violencia entre los padres y aceptación del uso de la violencia en el matrimonio, aspectos que podrían considerarse en la identificación de los adolescentes y jóvenes varones y mujeres en riesgo de ejercer este tipo de violencia y en las campañas de prevención de este tipo de violencia. Una mayor edad podría relacionarse con este tipo de agresiones en el noviazgo, mientras que el tiempo de relación no parece influir en la ejecución de estas agresiones en esta clase de relaciones de pareja. Estos resultados señalan la necesidad de prevenir las agresiones sexuales en las relaciones de noviazgo de los adolescentes y adultos jóvenes, mediante políticas públicas y campañas de prevención que promuevan relaciones de pareja saludables, haciendo énfasis en el manejo responsable y respetuoso de la sexualidad hacia la pareja, contrarrestando la aceptación del uso de la violencia en este tipo de relaciones y su normalización en la familia de origen, promoviendo a su vez habilidades de comunicación, negociación y resolución pacífica de los conflictos (Degue et al., 2014); de esta manera se estarían previniendo las secuelas de estas agresiones, como las enfermedades de transmisión sexual, el embarazo no deseado y dificultades de salud mental como el consumo de alcohol y drogas y la depresión (Tharp et al., 2013). Asimismo, muestran la pertinencia de contar con profesionales y personal de apoyo entrenado en centros educativos y en la comunidad, que identifiquen a los adolescentes en riesgo de presentar este tipo de agresiones y atiendan a sus eventuales víctimas.

Se pueden señalar como principales fortalezas de esta investigación la participación de una muestra relativamente grande de individuos, con tamaños similares por sexo y la posibilidad de realizar comparaciones teniendo en cuenta esta variable en un conjunto de variables que arrojaron información que podría considerarse en la comprensión y abordaje de las agresiones sexuales en el noviazgo. No obstante, sus principales debilidades tienen que con la posibilidad de generalización de los resultados obtenidos, ya que la muestra estaba constituida por estudiantes universitarios mayoritariamente de estratos socioeconómicos bajos, lo que dificulta su generalización con adolescentes y jóvenes con menor nivel educativo y de otros estratos socioeconómicos, aspectos que deberían considerarse en estudios similares.

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1 Se agradece a las siguientes personas por su colaboración con esta investigación: Arturo Martínez, Ibeth Guerrero, Lizzet Paitán, Lorena Monguí, Nidia Otálora, Pedro Mojica, Sara Martínez, Rosalba Mariño, Alejandra Sosa, Víctor Rodríguez, Yeffer Roncancio, Jenny López, Jennifer Ramírez, Jenniffer Pineda, María Paula Pulido, Michael Pita, Fredy Acero, Mónica Bayona, Tatiana Castellanos, Yesica Ariza y Ángela Cáceres.

Para citar este artículo: Rey-Anacona, C. (2017). Diferencias por sexo y variables asociadas con las agresiones sexuales en el noviazgo en universitarios. Psychologia, 11 (1), 25-37.

Recibido: 17 de Mayo de 2016; Aprobado: 12 de Septiembre de 2016

2 Correspondencia: Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia, Facultad de Ciencias de la Salud, Escuela de Psicología, Calle 24 No. 5-63, Antiguo Hospital San Rafael, Tunja, Colombia. Correo electrónico: cesar.rey@uptc.edu.co.

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